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Marcos 5:21-43
El día de hoy hablaremos del milagro de resurrección que Jesús hizo en la hija de un
hombre llamado Jairo. Por medio de esta historia analizaremos algunos detalles que nos
muestran cómo debemos actuar en una fe verdadera y finalizaremos con los resultados
que ofrece creer en Jesucristo.
El pasaje nos muestra que Jesús llegó al otro lado del mar de Galilea y ya había una
multitud que inmediatamente se había formado, pues la fama de Jesús crecía gracias a los
grandes milagros, sanidades y liberaciones que Jesús había realizado con su poder.
Imaginemos por un momento estar en aquella época, ¿cómo la gente sabía dónde y a qué
hora Jesús llegaría a tal lugar? Jesús no tenía un itinerario como una gira donde se puede
publicitar el día, la hora y el lugar; tampoco había la facilidad de las redes sociales para
compartir los horarios y los lugares donde él se presentaría. Simplemente Jesús iba a
donde el Padre en su voluntad decía y quería que su hijo estuviera, y la gente por el sólo
escuchar que Jesús de Nazaret estaría ahí, la gente salía de donde estaba y dejaba de
hacer las cosas que hacían con tal de estar donde Jesús estaba.
Ese es el escenario para entender el milagro que Jesús hizo al resucitar a la hija de Jairo,
no fue una gira programada, ni tampoco una casualidad que Jesús llegara a ese lado del
mar de galilea donde por cuestiones del destino una niña estaba tan enferma a punto de
morir; fue el propósito divino que Jesús estuviera ahí en el momento exacto en el tiempo
exacto.
Al escuchar Jairo que Jesús había llegado a ese lugar, inmediatamente salió de su casa
para poder tener un encuentro con Jesús y expresarle su necesidad. El evangelio de
Marcos nos dice que Jairo era “uno de los principales de la sinagoga” (v.22) He aquí una
gran verdad: No importa el dinero, la posición social o el reconocimiento que tengamos
ante los hombres, cuando enfrentamos un problema, nos damos cuenta lo frágiles,
limitados y necesitados que estamos de nuestro Dios.
Jairo enfrentaba una grave enfermedad que estaba golpeando la vida de su hija, sin más
que hacer, sin ver ninguna mejora, Jairo al escuchar que Jesús estaba ahí tan cerca,
decidió ir ante Jesús con una actitud digna de reconocer e imitar: “se postró a sus pies”
(v.22) Postrarse ante los pies de alguien implica reconocer la posición de autoridad y
reconocimiento ante quien nos estamos postrando, y en segundo lugar, despojarnos de
nuestro orgullo y posición y adoptar un corazón que se humilla, que se rinde y que espera
recibir ayuda de quien sólo lo puede hacer. Yo te pregunto en éste momento ¿Reconoces
a Jesús como el único que puede ayudarte? ¿Te estas acercando a Él con un corazón que
se postra a sus pies reconociendo que Él es el único Dios?
El texto también nos muestra que sumado a la actitud de reverencia de Jairo, también él
“le rogaba mucho” (v.23) La palabra griega que se ha traducido como rogar, también
significa: pedir, llamar o insistir; es decir, la acción de Jairo no era sólo informar a Jesús
que su hija estaba muy enferma, sino era expresarle su necesidad de que Él fuera a
ayudarla, pedirle que actuara a su favor: “ven y pon las manos sobre ella para que sea
salva, y vivirá” (v.23) Pero también el pasaje nos desea mostrar la intensidad de la
petición “le rogaba mucho” ¿Cuánto está pidiendo a Dios por ésta sanidad? ¿Mucho,
poco o nada? Si ya oró y todavía no recibe respuesta ¿Sigue insistiendo o ya se dio por
vencido?
Algo que me sorprende al leer ésta historia, es que nos permite ver la fe de Jairo, dicha fe
nació en el corazón de éste hombre en medio de una necesidad “mi hija está
agonizando” (v.23) Hay personas que ven mal cuando alguien trata de acercarse a Dios y
hacer uso de la fe solo cuando hay un problema, una crisis o enfermedad, cómo si la única
forma de tener fe es cuando las cosas marchan bien, pero Dios no obra así, podemos
tener fe en Dios y acercarnos a Él en las buenas y en las malas, pero ¡Gracias a Dios por
los momentos difíciles que Dios ha permitido en nuestras vidas para movernos a creer y
acercarnos a su presencia buscando de su ayuda y auxilio!
La fe de Jairo fue muy clara: iré a donde está Jesús, le diré que venga a mi casa donde está
mi hija muy enferma, sólo con el toque de su mano sé que mi hija será sanada y vivirá.
¡Qué gran lección de fe! Una fe puesta en una sola persona: Jesús; que gozaba de una
plena seguridad: el poder de Jesús; que descansaba en el corazón de quien depositaba la
fe: Jesús no me rechazará, sino que me escuchará y vendrá a mi casa y me ayudará; y que
veía en el presente las cosas que sucederían en el futuro: mi hija ahora está enferma, pero
ella estará sana y vivirá por la obra de Jesús. Es por eso que la Biblia nos enseña: “Es,
pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1)
Pero el reto amada iglesia, no es sólo tener esta clase de fe, sino el mantenerla al paso del
tiempo y de las circunstancias. La historia bíblica introduce después del dialogo que Jairo
tuvo con Jesús, la sanidad de una mujer que padecía flujo de sangre, (versos 25 al 34). Sin
duda alguna no había tiempo que perder, pues la hija de éste hombre estaba agonizando,
pero entre la multitud que se agolpaba, la distancia que había entre donde estaba Jesús y
la casa de Jairo, y sumamos el dialogo que Jesús realizó con esta mujer que fue sanada, el
tiempo se agotaba para esa pequeñita.
Pero cuando las cosas parecen finalizar, cuando ya no hay más que hacer, el texto nos
lleva a escuchar con atención las palabras que Jesús refirió a Jairo: “No temas, cree
solamente” (v.36) Si nuestra fe se sustenta en nuestras emociones, en cómo nos
sentimos, sin duda alguna nuestra fe decaería en cualquier momento. Las emociones son
una respuesta a nuestra realidad, son de corta duración y muy fácil de manipularse.
Aunque la realidad de Jairo era esa, su hija había muerto y ya no había más que hacer,
Jesús le recuerda, y al mismo tiempo lo anima a mirar lo que lo impulsó a moverse donde
estaba, a ir hacia a él, postrarse ante él, pedirle con intensidad que fuera a su casa y que
con su poder su hija estaría sana. Aunque enfrentemos situaciones que nos hagan pensar
que ya no hay nada más que hacer, recuerda que la fe nos impulsa a ver más allá de las
circunstancias.
Ante las palabras de Jesús, Jairo tenía que tomar una decisión: Hacer lo que esas personas
le decían: “ya no molestar a Jesús”, o tomar la decisión en base a las palabras de Jesús:
“No temas, tan solo confía” De la misma manera, nosotros llevamos una guerra intensa
en nuestros pensamientos y debemos actuar decidiendo a qué voz vamos a obedecer.
Satanás siempre aprovechará las circunstancias para bombardear nuestra mente y
decirnos que no hay nada más que hacer, pero las palabras de Jesús nos dan aliento y
seguridad para que nuestras decisiones sean conforme a la fe que hemos depositado en
Él. El creer es parte de la armadura de Dios que es tan poderosa y nos ayudará para vivir
en victoria: “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos
de fuego del maligno” (Efesios 6:16)
El evangelista Marcos describe que al llegar a la casa, Jesús ordenó que sólo Pedro, Jacobo
y Juan entraran con él; también que había un gran alboroto, muchas personas llorando;
Mateo en el mismo relato menciona que había personas que estaban tocando las flautas,
pues realmente estaban en un acto funerario. Todo este escenario que los evangelios
demuestran como evidencia de la muerte de una niña y del milagro extraordinario que
Jesús realizaría nos debe de llevar a hacernos la siguiente pregunta: Si tú fueras Jairo,
¿cómo se sentiría tu corazón al llegar a tu casa, ver una multitud llorando y gente tocando
música fúnebre por la muerte de tu hija? Una vez más la fe de éste hombre estaba en
prueba, pero Jesús ya le había dicho que no temiera y ahora Él ya estaba en su casa.
Primero, el hecho de tomar la mano de aquella pequeña. Jairo era uno de los principales
de la sinagoga, eso quiere decir que era alguien que conocía perfectamente la Ley de
Moisés, y sabía que por la ley cualquier persona que tocare el cuerpo de un cadáver
quedaba impuro. Él pudo haberle dicho a Jesús no lo hagas, no te hagas impuro, no la
toques. Pero el poder y la persona de Cristo son mucho mayor, por eso vemos a Jesús
tomando a la niña de su mano, nuestra impureza no lo hace disminuir su poder y
autoridad, al contrario, su presencia y pureza si tiene un efecto en nosotros.
La segunda acción de Jesús fue hablarle a esa pequeña. La frase “Talita Cumi” que ahora
podemos conocer su traducción: “niña, a ti te digo, levántate” (v.41) tiene un gran
significado. Primero demuestra la autoridad de Cristo sobre la vida y la muerte; y segundo,
el hecho de que lo Él dice se hace y sucede. Inmediatamente la niña despertó, se levantó y
hasta le dieron de comer. Ésta escena nos deja una gran lección: Cuando Jesús está, toca y
dice, los milagros suceden.
NOTA FINALES