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La Conferencia conocida como Cumbre para la Tierra, celebrada en Río de


Janeiro en junio de 1992, fue un punto de partida para la materialización de
políticas encaminadas al desarrollo sostenible y el cuidado del medio ambiente.
Sirvió, asimismo, para sentar las bases para una articulación mundial entre países
de ingreso alto y países en desarrollo que permitiera enfrentar también los retos
en materia de cambio climático, un aspecto en el que los gobiernos y la sociedad
civil deben también trabajar de forma coordinada y respondiendo a intereses
comunes.
Alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los compromisos
planteados en la agenda de 2030 claramente requiere de la colaboración de
los gobiernos, el legislativo, el sector privado y la sociedad civil. Mediante la
creación de los bonos temáticos se contribuye al conocimiento financiero y
técnico, pero también se crea la posibilidad de configurar instrumentos de
inversión adecuados para generar beneficios económicos, sociales y
ambientales, que le permiten a los diferentes países ver una oportunidad
para avanzar en sus metas económicas.
El enfoque de la economía de colores se centra en agrupar ciertas actividades con
base en elementos comunes asociados a productos provenientes de diversas
manifestaciones que van mucho más allá de lo sectorial. De hecho, en cada sector
puede desarrollarse más de un color o incluso todos los colores

En 2015, Guatemala, junto a 192 países alrededor del mundo, se comprometió con la Agenda 2030
para el desarrollo sostenible, un planteamiento que da continuidad a los ODM, pero que incorpora
dimensiones relacionadas con el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental, con lo que
se configura una visión integrada del desarrollo que es aplicable a todos los países,
independientemente de su nivel de desarrollo.

Al asumir el compromiso, hicimos explícito nuestro deseo de luchar contra la pobreza, reducir las
desigualdades y acelerar el crecimiento económico en un marco de desarrollo ambientalmente
sostenible.

En septiembre de 2015, en la reunión de alto nivel de las Naciones Unidas, Guatemala, al igual que
el resto de países del hemisferio, adoptó oficialmente la declaración Transformar nuestro mundo:
la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible (Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS), con la
finalidad de darle continuidad a los esfuerzos impulsados entre 2000 y 2015 en el marco de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) con miras a la erradicación del hambre y el logro del
desarrollo sostenible, la mejora de los servicios de salud, la promoción de la igualdad de género,
entre otros.
Dada la naturaleza ambiciosa de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible —al definir 17
objetivos, 169 metas y 241 indicadores—, Guatemala, bajo la instrucción y el liderazgo del Consejo
Nacional de Desarrollo Urbano y Rural (Conadur), inició un proceso de alineación de esta agenda
internacional con el Plan nacional de desarrollo K´atun: Nuestra Guatemala 2032, con la finalidad
de priorizar su contenido para viabilizar su incorporación en los procesos de planificación, políticas
públicas y estrategias nacionales. De esa cuenta, la Agenda 2030… priorizada en Guatemala quedó
definida por 17 objetivos, 129 metas y 200 indicadores, según el Punto Resolutivo 15-2016 del
Conadur.

Holanda
Holanda es uno de los países referentes en economía circular. El gobierno
holandés tiene un proyecto ambicioso con el que busca convertirse en un país
basado en la economía circular al 100% para el año 2050. “Una economía
circular en los Países Bajos para 2050” recoge las acciones y estrategias a
llevar a cabo para gestionar las materias primas, productos y servicios de forma
más eficiente.

Francia
Francia, nuestro país vecino, dispone de una legislación favorable y un claro
discurso en economía circular y ecoinnovación. Varios proyectos como la hoja
de ruta para la economía circular (2018) o la Ley de Transición Energética para
el Crecimiento Verde (2015) han impulsado una economía circular, solidaria y
social. La denominada Ley contra el despilfarro por una economía circular,
aprobada en febrero de 2020, promueve la gestión y prevención de la producción
de residuos, la mejora de la información al consumidor, la lucha contra el
despilfarro y la reutilización de los recursos.
Italia
Según el Informe Circular Economy Network 2020, realizado por la Fundación
Italiana de Desarrollo Sostenible, junto con COREPLA (Consorcio Nacional para la
recogida, reciclaje y recuperación de envases de plástico) Italia se sitúa en las
primeras posiciones de Europa en economía circular. La ley de presupuestos para
2020 recoge algunas medidas para cumplir con el Green Deal, estableciendo un
fondo de inversión pública para promover proyectos innovadores en
sostenibilidad, economía circular, turismo sostenible, descarbonización y
mitigación del cambio climático. Italia es además uno de los países con los niveles
más altos de la norma EMAS y en etiquetas ecológicas de la Unión Europea.
Hay un claro avance en las políticas y normativa aprobada, pero esto ha
demostrado que todavía existen cambios estructurales necesarios para facilitar la
transición hacia una economía verde y un uso eficiente de los recursos.

Alemania
Alemania es un claro líder en la gestión de residuos, sin embargo aún le queda
un largo recorrido para transformar su economía en un sistema circular de
producción y consumo. La Estrategia de Desarrollo Sostenible, el Programa de
Eficiencia de Recursos o el Programa Nacional para el Consumo Sostenible son
algunas de las políticas aprobadas en el país germano. Pero, a pesar de los
buenos resultados en la gestión de residuos, deben desarrollar un marco global
que vaya mucho más allá y desarrolle en profundidad la economía circular.
Luxemburgo
Luxemburgo tiene entre sus prioridades la ecoinnovación y la economía
circular y las administraciones públicas implementan numerosas medidas para
lograr los objetivos en estas materias. Dentro de la denominada “Tercera
Revolución Industrial (TIR)” la economía circular se entiende como un eje
horizontal dentro de los 6 sectores principales: alimentación, industria,
construcción, energía, movilidad y finanzas. Es un país comprometido con la
economía circular y, además de las acciones establecidas a nivel nacional,
trabajan en estrecha colaboración con los países vecinos.
Bélgica
En Bélgica el término de economía circular tiene una gran presencia en todos los
sectores y cuenta con un importante apoyo del gobierno en todas las regiones
del país. Entre los sectores más circulares destaca la construcción, uno de los
que está haciendo mayores esfuerzos en términos de ecoinnovación. La actuación
de los diferentes agentes muestra avances significativos, pero sigue siendo
necesaria una implementación mayor de las políticas en el futuro para la
integración total de la economía circular en el país.
Portugal
En los últimos años, el gobierno portugués ha ido aprobando numerosos planes de
acción que han ayudado al país en su transición hacia la economía circular,
como el Plan de Açao para a Economía Circular em Portugal 2017-
2020. Como resultado, las empresas, la administración pública y la sociedad en
general han incrementado su interés y su concienciación con la gestión de los
recursos. Sin embargo, hay que continuar poniendo en marcha instrumentos y
herramientas que apoyen la innovación y la economía circular. Es importante ir
eliminando las barreras existentes e impulsando la participación de todos los
sectores.
España
En nuestro país, los mejores resultados se encuentran en la eficiencia de los
recursos. Existen diversas políticas que promueven el desarrollo sostenible, el
diseño ecológico, el reciclaje o la construcción sostenible, pero es habitual
encontrar numerosas barreras que dificultan el avance hacia la economía circular.
La falta de concienciación de la población, las barreras políticas y la falta de
inversión pública y privada hacen más lenta la transición de la economía.
El pasado mes de junio (2020) se aprobó la Estrategia Española de Economía
Circular: España Circular 2030, que se materializará a través de varios planes
de acción trienales. El plan recoge y asienta las bases para el desarrollo de una
economía sostenible, descarbonizada y competitiva, siguiendo la línea de las
políticas nacionales y europeas. Entre los objetivos, se recoge la reducción en un
30% del consumo nacional de materiales, la reducción de la generación de
residuos en un 15% o la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero
por debajo de los 10 millones de toneladas de CO2.

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