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Frente a este desafío, el rol de los y las docentes es fundamental, en particular en el área
del desarrollo de la lectura, la escritura y el pensamiento crítico; de hecho, innumerables
investigaciones en torno a la lectura literaria y la escuela (Cerrillo, 2016; Chambers, 2015;
Colomer, 2005; Machado, 2002; Petit, 1999) concluyen que la lectura —al igual que la
escritura— constituye una forma de acceso al saber y a la cultura, así como “un
camino privilegiado para construirse uno mismo, para pensarse, para darle sentido a
la propia experiencia” (Petit, 1999, p.74). Bajo este prisma, quien media un libro forma
parte de ese proceso de aprendizaje, lo que signi!ca involucrarse en lo que los(as)
alumnos(as) leen, cómo leen, qué habilidades lectoras poseen, qué prácticas y/o saberes
asocian a esa lectura, qué experiencias y conocimientos tanto personales como colectivos
se ponen en juego, qué efecto tanto cognitivo como afectivo se produce (o se espera
provocar), entre otros.
En este contexto, la literatura escrita y/o destinada para niños, niñas y jóvenes cumple un
papel fundamental, en la medida que, a través de ella, los(as) lectores(as) comienzan a
familiarizarse con las convenciones del lenguaje literario —connotativo y simbólico— así
como con el contexto histórico en que dichos textos han sido producidos, lo que les
permite comprenderlos, interpretarlos y enjuiciarlos. En palabras de Cerrillo (2016): “En el
aprendizaje literario escolar debemos recordar siempre que, tanto en la infancia como en
la adolescencia, se dan niveles diferentes y progresivos en las capacidades de
comprensión lectora y de recepción literaria” (p.83); a raíz de ello, el investigador español
a!rma que esta literatura —aquella que se aleja del didactismo moralizante y de la
autocensura de temas complejos— es clave en los inicios de la formación literaria de las
personas, pues, al dirigirse a destinatarios diferenciados por su edad de modo especí!co,
posibilita una identi!cación positiva con los personajes y sucesos narrados, lo que
colabora en el desarrollo de la introspección y la empatía, a través de la formulación de
preguntas, la elaboración de juicios y el aprendizaje de otras formas de ser, estar y pensar
el mundo.
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En este sentido, quienes cumplen la función de mediar esta literatura —sean padres,
docentes, bibliotecarios, booktubers, etc.— se convierten en lo que Schmidt (1987), a
propósito de la comunicación literaria, describe como ‘agentes de transformación’,
sujetos que actúan como ‘primeros lectores’ de un texto literario y que, con
posterioridad, son quienes compran, recomiendan y/o proponen el libro al niño, niña o
adolescente, quien se convierte, de este modo, en el ‘segundo lector’. Esta ‘posición
ambivalente’ de los textos escritos para este público lector ya ha sido descrita por Shavit
(1999) y es, precisamente, en esta doble construcción del destinatario donde subyacen las
bases teóricas de la mediación lectora.
Sin embargo, es necesario que quienes median esta literatura —en el caso del aula
escolar, los y las docentes— lo hagan desde una perspectiva crítica, la que no solo
debe circunscribirse a los criterios de selección de los libros pensados para la
instancia de mediación, sino, y principalmente, ocuparse del análisis, interpretación y
discusión de los discursos presentes en estos textos literarios. Desconocer la
dimensión ideológica de esta literatura es no comprender que estamos frente a una
práctica social especí!ca, institucionalizada por el mundo adulto a través del mercado
editorial y la industria cultural, que transmite y/o discute determinados modelos de ser y
estar en el mundo, en términos de género, etnia, clase, rango etario, postura política,
visión económica, memoria histórica, entre otros. Por ello, aquella mediación
unidireccional —desde el adulto hacia el niño(a) y/o joven—, que no promueve el debate y
la experiencia de lectura colectiva, que no privilegie la participación del lector y su propia
postura frente a lo leído, que no considere los mecanismos ideológicos que todo texto
pone en juego y que busque solo entretener, no contribuye al desarrollo de estrategias de
lectura que apunten, precisamente, a potenciar el pensamiento crítico y la autonomía en
el proceso de aprendizaje.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CASSANY, D. (2006). TRAS LAS LÍNEAS. SOBRE LA LECTURA CONTEMPORÁNEA. BARCELONA: ANAGRAMA.
COLOMER, T. (2005). ANDAR ENTRE LIBROS. LA LECTURA LITERARIA EN LA ESCUELA. MÉXICO: FCE.
SOBRE LA FACULTAD
CARRERAS
Facultad de Educación / Actualidad / Columnas / La importancia de una mediación crítica de la literatura infantil
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