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Sotelo, gracias K.

Cross & Botton


Sotelo, gracias K. Cross & Botton
Jules
No tengo tiempo para salir con nadie, y menos con el
exasperantemente mandón y ridículamente sexy sheriff. Pero Dillon
Armstrong no acepta un no por respuesta. Y cuanto más aparece en
mi oficina, más difícil es resistirse a él y a sus maneras prepotentes,
insufribles y extrañamente entrañables. Va a hacer que me enamore
de él, lo sé.

Dillon
La primera vez que pongo los ojos en la pequeña petardo, sé que mi
vida no volverá a ser la misma. Está decidida a resistirse a mí, pero
me niego a aceptar un no por respuesta. Jugaré sucio si es necesario.
La aguerrida enfermera me ha robado mi viejo e intratable corazón y
ahora se ha quedado conmigo. Solo tengo que convencerla de que se
arriesgue conmigo. O la secuestraré. Lo que sea que funcione.

Loni Ree y Nichole Rose, compañeras en el crimen, se han unido bajo el


nombre de Loni Nichole para ofrecerte un romance dulce y tórrido con heroínas
atrevidas y con curvas que adoran domar a los héroes posesivos que te hacen
desmayar. Si te gusta el romance exagerado y el insta-love con un poco de
humor y una pequeña cantidad de drama, Loni Nichole te tiene cubierto. No
hay trampas y los felices para siempre están siempre garantizados.

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Capítulo 1
JULES

— ¡Jules, teléfono!— Mariah Sandoval llama, asomando la


cabeza por la esquina.
— ¿Puedes tomar el mensaje?— pregunto, sin levantar la mirada
del ordenador mientras escribo notas sobre un paciente para el doctor
Tate Grimes, el cirujano cardio pediátrico que dirige la clínica donde
trabajo como enfermera. —Estoy en medio de algo.
—Es el sheriff.
— ¿Otra vez?— Gimoteo, bajando la cabeza en señal de derrota.
El sheriff Dillon Armstrong es una amenaza para la sociedad. De
acuerdo, eso no es cierto. Ha sido un sheriff bastante decente desde
que ganó las elecciones. Silver Spoon Falls tiene suerte de tenerlo. Pero
se está convirtiendo rápidamente en una amenaza para mí.
El hombre me está poniendo contra las cuerdas.
Esta es la cuarta vez que llama hoy, exigiendo hablar con Tate.
No sé por qué se niega a aceptar de Mariah que Tate no está
disponible. Solo tiene que oírlo de mí. Y está malhumorado por ello,
como si yo tuviera que sacar a Tate mágicamente de la nada o algo así.
El sheriff Dillon Armstrong es un tirano.
Desafortunadamente para él, no soy muy buena recibiendo
órdenes. Cuanto más mandón se pone, más me enojo. En este
momento, estoy a un comentario prepotente más de arrastrarme por
la línea telefónica para estrangular su fino trasero con el cable del
teléfono.
— ¿Le has dicho que Tate no está aquí?— Pregunto, girando mi
silla para mirarla.
—Sí. — dice Mariah, luchando contra la risa. Su cara está casi
tan roja como su bata, sus ojos color avellana brillan de diversión.

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—Es un policía. — murmuro, levantando las manos. — ¿No tiene
a nadie más a quien acosar que a mí?
Mariah deja de intentar combatir su diversión y se ríe a
carcajadas antes de taparse la boca con una mano. —Lo siento. —
grita, agachándose cuando le lanzo un bolígrafo. Ambas sabemos que
no lo dice en serio. Toda esta situación le está dando la vida hoy. —
¡Solo llama porque le gustas!
Resoplo, negándome a considerarlo... aunque se me revuelve el
estómago al pensarlo. El hombre es realmente precioso. Pero de
ninguna manera. Lo último que necesito en mi vida es otro hombre
prepotente que intente decirme lo que tengo que hacer todo el tiempo.
Entre mis hermanos mayores y Tate, ya tengo suficientes, muchas
gracias.
Tomo el teléfono que hay en mi mesa y lo miro con el ceño
fruncido, aunque no sea el culpable de mi mal humor. El hombre al
otro lado de la línea es cien por cien responsable de ello. ¿No podría al
menos sonar como un tirano en lugar de un vaquero sexy o algo así?
Aunque sí suena como un vaquero sexy.
—Esta es Jules.
—Es Dillon. — gruñe el sheriff Armstrong.
—Estoy al tanto, sheriff Armstrong. — digo, enfatizando su
título.
— ¿Ya ha vuelto Tate?
— ¿Ha estado en Houston últimamente?— Pregunto en lugar de
responder.
—Sí. ¿Por qué?
—Porque te dije hace una hora que seguía en la clínica de ahí.
— le recuerdo, ordenando el desorden de Post-Its y trozos de papel de
mi escritorio. Suele estar cubierto de ellos al final del día. Tate es uno
de los mejores cardiocirujanos pediátricos del país. Nos mantenemos
ocupados. —Como Houston está a casi dos horas de aquí, y él no es
ni piloto ni mago...
El sheriff Armstrong hace una pausa. — ¿Te estás burlando de
mí, Jules?

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—Quizá un poco. — admito.
—Me parece justo.
Esbozo una sonrisa, sin poder evitarlo. ¿Por qué tiene que sonar
tan ridículamente sexy como parece? No es justo. Esa voz profunda es
hipnotizante. — ¿Cuál es la gran emergencia, de todos modos?
—La cena.
— ¿Cena?— Parpadeo. — ¿Me has estado volviendo loca todo el
maldito día para hacer planes de cena con Tate? ¿Me estás tomando
el pelo?
—No estoy haciendo putos planes para cenar con Tate. Lo he
estado llamando por Brady. Estoy haciendo planes para cenar contigo.
— gruñe. —Vas a cenar conmigo.
Tate es miembro del Silver Spoon MC, un club de moteros
formado por ricos y poderosos. Brady es un prospecto con el que han
tenido problemas en los últimos meses. Supongo que está haciendo
algo malo otra vez. Pero ni siquiera puedo concentrarme en eso porque
el resto de lo que ha dicho el sheriff Armstrong me ha hecho perder la
cabeza.
—Uh, no, no lo haré. — digo.
—Sí, lo harás.
—No, no lo haré. — Me quito el teléfono de la oreja para fruncir
el ceño. Ha perdido la cabeza. No puedo ir a cenar con él. No puede
ordenarme que vaya a cenar con él. Dios mío. Voy a estrangular al
sheriff. Y ni siquiera me veo bien de naranja. No es favorecedor para
mis curvas.
— ¿Por qué demonios no?
—Porque... porque estoy ocupada. — Ver Netflix con mi gato
cuenta como planes, ¿no?
Gruñe. Literalmente me gruñe. Y... Si ese no es el sonido más
caliente que he escuchado, no sé qué es. Mi estómago se aprieta
cuando el deseo se dispara a través de mí.
— ¿Tienes un hombre, pequeña? — pregunta, con la voz baja.

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—Yo... ¿Qué? No. — murmuro.
—Bien. — retumba, sonando satisfecho. —Nos vemos pronto.
— ¡No vamos a cenar!
—Esta noche no, pero lo haremos pronto.
Con eso, cuelga.
Vuelvo a apartar el teléfono de la oreja para mirarlo fijamente y
luego lo dejo caer en la cuna con más fuerza de la estrictamente
necesaria. El sheriff Dillon Armstrong es el diablo, estoy segura de ello.
También estoy bastante segura de que ese hecho me gusta mucho más
de lo que debería.
—Jesús, toma el volante. — gimo, apoyando la cabeza en el
escritorio.

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Capítulo 2
DILLON

Sentado en mi coche, miro fijamente el edificio de ladrillo,


preguntándome si estoy perdiendo la puta cabeza. Después de que la
señorita Jules Montgomery rechazara mi invitación a cenar ayer, me
pasé las primeras horas intentando obstinadamente borrar a la
deliciosa y curvilínea pelirroja de mis pensamientos. Cuando eso falló,
me admití a mí mismo que estaba en mi cabeza. Desde que me tomó
y me robó el corazón a primera vista, me he comportado como un
imbécil. —Estoy ocupada. — gruño en voz baja, imitando su voz sexy.
Mi polla se convierte en piedra por el recuerdo mientras mis dedos se
vuelven blancos por agarrar el volante.
La magnífica ladrona de corazones me dejó boquiabierto la
primera vez que nos vimos, y estoy seguro de que la aflicción
resultante es permanente. Sinceramente, estaba a punto de entregarle
mi corazón en bandeja de plata la primera vez que me habló por
teléfono. Su sarcástico acento tejano es una hierba gatera para mi
puta polla. La pequeña petardo está decidida a rechazarme, pero haré
lo que sea necesario para conquistarla. Incluso si eso significa hacer
el ridículo.
Evelyn, una de las bibliotecarias de Silver Spoon Falls Public
Library, pasa y me mira como si hubiera perdido la puta cabeza.
Bueno, lo he hecho, sobre la dulce y curvilínea enfermera del Dr. Tate
Grimes. Por eso estoy sentado en mi coche de trabajo bajo el ardiente
sol de Texas, intentando reunir el valor para entrar en el edificio de
oficinas. Respiro profundamente y tomo la caja de donuts que hay en
el asiento de al lado. Me da un poco de vergüenza admitir que he
pedido un favor a uno de mis ayudantes para que llame a Mariah, su
compañera de trabajo, para que me informe sobre mi chica. Armado
para mi primera ronda de ataque, me dirijo al edificio llevando mi
soborno. Mi plan es sencillo. Primero, intentaré ganármela con sus
donuts favoritos rellenos de crema y cubiertos de chocolate. Si mi

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curvilínea petardo se resiste a mi primer esfuerzo, puede que me vea
obligado a recurrir al plan B. Secuestrarla.
Miro el reloj del salpicadero. Las cuatro y cincuenta y tres. Es la
hora perfecta para atrapar a mi chica mientras se marcha.
Sonriendo a la recepcionista del edificio, me quito el sombrero y
paso junto a ella sin detenerme. —Necesito hablar con Jules. — Por
suerte, es el final de su jornada y no se toma la molestia de
interrogarme.
Me detengo frente a la consulta de pediatría y repaso mi discurso
por última vez antes de entrar en la sala de espera vacía. La dulce voz
de mi chica llega a mis oídos cuando me acerco a la recepción. —
Buenas tardes. — Sonrío a las dos mujeres que hablan detrás del
mostrador.
—Sheriff Armstrong. — gime Jules, y mis nervios se elevan. —
¿Qué haces aquí?
—He venido a verte. — Apenas me doy cuenta de que Mariah se
da la vuelta y se aleja corriendo como si le ardiera el culo. —Con una
ofrenda de paz. — Mi petardo jadea cuando le pongo la caja de donuts
en la mano. —Un pajarito me ha dicho que estos son tus favoritos.
Abre la tapa y echa un vistazo. Mi polla se agita detrás de mí
cremallera cuando su rosada lengua se escabulle para mojar su jugoso
labio inferior. —Me encantan los donuts cubiertos de chocolate. —
gime Jules —pero mi culo los odia. — Suspira. —Probablemente
engorde dos kilos solo con olerlos.

No estoy seguro de que mi polla pueda soportar que tu culo se vuelva más
perfecto. Solo la idea de aferrarme a las deliciosas curvas mientras te follo por detrás
está a punto de hacer que me corra en mis pantalones de trabajo. Pienso para mis
adentros.
Cuando jadea, me doy cuenta de que he murmurado esas
palabras en voz alta. —Sheriff Armstrong. — Sus profundos ojos
marrones se amplían de forma imposible antes de estrecharse hasta
convertirse en rendijas. —Eso es muy inapropiado. — resopla, deja la
caja de donuts en la encimera y me señala con el dedo mientras
descarga su disgusto. Mi cerebro está demasiado ocupado viendo
cómo se agitan sus deliciosas tetas detrás de la camiseta de dibujos

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animados para escucharla regañar. Dudo que le alegre saber que
tengo una nueva fantasía para el banco de azotes de esta noche.
—Puedes castigarme después. — Muevo las cejas, demasiado
lejos para detener mi boca desbocada.
—Fuera. —señala la puerta, y mi puta mente de imbécil por fin
se despierta de una puta vez.
—Mira. — Intento dar marcha atrás y arreglar este desastre. —
Lo siento. No dormí mucho anoche porque cada vez que cerraba los
ojos, acababa soñando contigo. — Joder. Imbécil. — ¿Podemos
empezar de nuevo?— Arregla esto antes de que arruines la tarea más importante
que has emprendido. Mi cerebro finalmente toma el control del
espectáculo. —Hola. Mi nombre es Dillon Armstrong, y fui criado en
un granero por lobos. — mientras resopla ante mi broma, el alivio me
golpea entre los ojos. —Me encantaría llevarte a cenar para que nos
conozcamos mejor. — Eso está mucho mejor. Casi me doy la vuelta y
me doy unas palmaditas en la espalda.
—Esta noche no es buena. — Mi corazón se aprieta en mi pecho
ante su negativa. —He tenido un mal día y necesito tiempo para
pensar. — Vuelve a morderse el labio inferior y niego, tratando de
mantener el control de mi estúpida boca.
Sacando la cabeza del culo, suspiro. —Siento que hayas tenido
un día duro. — Eso está mejor. Al menos parezco un ser humano
razonable. —Tal vez podamos hacerlo en otro momento. — Como todos
los días por el resto de nuestras vidas. —Estaré en contacto. — Me
inclino y le doy un suave beso en sus atónitos labios antes de salir
corriendo como si los perros del infierno me estuvieran pisando los
talones. Necesito tiempo para idear un plan B que no me lleve a mi
propia cárcel.
Más tarde, esa misma noche, me acuesto y miro al techo,
debatiendo mis opciones. Primera opción: Me olvido de mi pequeña
petardo con curvas y me voy. Opción dos: encontrar la manera de
hacer que la testaruda pelirroja se enamore perdidamente de mí.
Como no hay manera de que me vaya, tendré que optar por la segunda
opción.

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Me meto bajo las sábanas y envuelvo mi mano en mi palpitante
erección. Tal vez la masturbación alivie la presión que se está
acumulando en mi cerebro principal, y entonces podré empezar a
actuar como un hombre con más de dos neuronas.

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Capítulo 3
JULES

—Antes de que dispares al mensajero. — dice Mariah, entrando


a toda prisa en el almacén, donde estoy intentando averiguar cómo
tenemos ocho mil cajas de hisopos con alcohol pero ninguna de
curitas. —Le dije que estabas ocupada.
Me doy la vuelta para mirarla tan rápido que tiro una fila entera
de guantes de nitrilo de un estante. — ¿Ha vuelto?
Mueve la cabeza asintiendo emocionada, con una expresión que
oscila entre una sonrisa de placer y una mueca de simpatía. —Intenté
echarlo, pero se negó a irse.
—No puede negarse a irse así como así. — murmuro, con la
presión arterial disparada.
—Es el sheriff.
Resoplo y salgo del almacén a toda prisa, dispuesta a ir a la
guerra. Hace cinco minutos, me sentía mal por haberlo rechazado dos
noches seguidas. Ayer ni siquiera tenía una buena excusa. Fue un día
muy largo, y nuestro nuevo paciente me tocó la fibra sensible. Quería
ir a casa y llorar sola. Pero luego llegué a casa y me sentí... sola. Me
arrepentí de haber rechazado al sheriff Armstrong.
¡Pero el loco no puede seguir acosándome todos los días! Tengo
cosas que hacer. ¡Cosas importantes! Además, es el sheriff. Debería
tener cosas importantes que hacer también. Seguramente, incluso
Silver Spoon Falls tiene algún tipo de crimen que combatir.
Salgo a la sala de espera, dispuesta a darle una paliza. Y
entonces lo veo apoyado en la pared con su uniforme, con los brazos
musculosos cruzados sobre su amplio pecho y los pies calzados
separados a la altura de los hombros. Lleva el pelo oscuro
desordenado y sus ojos recorren la habitación como si esperara una
emboscada en cualquier momento de las tres madres que lo miran con
aprecio.

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Es difícil no apreciar su aspecto con ese uniforme. Es
jodidamente guapo.
—Sheriff Armstrong. — digo, sin estar segura de sí voy a
rescatarlo todavía o dejar que se peleen por él.
Levanta la cabeza y sus ojos oscuros se fijan en mi cara.
Tan pronto como lo hacen, mi núcleo se calienta a la enésima
potencia.
—Jules. — dice, con alivio en su tono. —Por fin.
— ¿Nadie te ha dicho que el acoso es ilegal?— Pregunto,
poniendo las manos en las caderas.
— ¿Lo es?— Sus labios se mueven.
Las madres de la sala de espera miran entre nosotros como si
estuvieran viendo un partido de tenis.
—Estoy segura de que sí. — digo.
—Es bueno saberlo. — murmura, dando un paso hacia mí. —Me
aseguraré de comunicárselo a mis ayudantes. ¿Dónde está Tate?
—Ocupado. Como debería estarlo.
—Es curioso que lo menciones. — gruñe, dando otro paso hacia
mí. —Resulta que hoy estoy bastante ocupado.
— ¿Haciendo qué?
—Una vigilancia importante. — dice. — ¿Puedes moverte
ligeramente a la izquierda, por favor?
Sin pensarlo, me muevo inmediatamente a la izquierda.
Pasa por delante de mí y entra en la zona de pacientes,
dejándome con la boca abierta. Me quedo con la boca abierta durante
cinco minutos antes de que mi cerebro se ponga al día y me dé cuenta
de que me ha engañado para que lo deje entrar en la consulta.
— ¡Oh, lo estoy estrangulando!— Gruño en voz baja... lo que
obviamente no es lo suficientemente silencioso porque las tres madres
de la sala de espera me oyen y se parten de risa. Esto estará en toda
la ciudad al final del día.

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Persigo al sheriff a tiempo de verlo desaparecer al doblar la
esquina.
— ¡Sheriff Armstrong! No puedes invitarte a entrar así como así.
— le grito.
—No lo hice. — me dice. —Tate me invitó.
Oh, estoy matando a mi jefe.
—Está en Houston. — resoplo, viendo su buen culo pasear por
el pasillo.
—Sí. — asiente, con diversión en su voz. —No volverá hasta
dentro de unas horas.
Finalmente lo alcanzo fuera de la oficina de Tate. Aunque
alcanzarlo es un término relativo. Es más bien como si él dejara de
caminar y yo corriera directamente hacia él. Se da la vuelta y me
agarra antes de que me tire al suelo. Y Señor, huele increíble. Se siente
increíble.
¿Acabo de gemir? Seguro que no.
— ¿Qu-qué estás haciendo aquí?— Pregunto, esforzándome por
mantener la calma.
—Vigilando la oficina de Tate, pequeña petardo.
—Estás loco. — O yo lo estoy. En cualquier caso, uno de los dos
ha perdido la cabeza porque está siendo completamente ridículo, y no
lo odio del todo. De hecho, una parte de mí encuentra su
comportamiento demasiado entrañable. Es implacable y mandón, y no
recuerdo la última vez que alguien se esforzó tanto por llamar mi
atención.
—Eso es culpa tuya. — murmura, dedicándome una sonrisa
torcida. —No he dormido por tu culpa. Te agradecería que me sacaras
de mi miseria y me hicieras el honor de ir a cenar conmigo esta noche,
Jules. No me iré de aquí hasta que digas que sí.
—Yo... — entorno los ojos hacia él. —Hablas en serio, ¿no?
—Como un...
—No te atrevas a decir ataque al corazón, Dillon Armstrong.

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—Mierda. — hace una mueca. —Lo siento. Olvidé qué tipo de
pacientes ves aquí. — Su mirada se desplaza por mi cara, su expresión
es sombría. — ¿Estás bien, pequeña?
— ¿Me preguntas si estoy bien?— parpadeo, sorprendida.
—Dijiste que habías tenido un mal día ayer. Este es un trabajo
duro. — dice como si juntara las dos cosas. —Me imaginé que tal vez
era uno de esos días malos.
Mi corazón se estremece ante su respuesta, y mi determinación
se tambalea. —No hemos perdido a nadie. — susurro. —Solo fue un
día difícil. Tenemos un recién nacido en mal estado. Me puso triste.
Me pasa la mano por la espalda en un gesto tranquilizador. —
Entonces definitivamente tienes que salir conmigo esta noche para
que pueda hacerte feliz de nuevo.
— ¿Te irás si acepto?
— ¿Aceptas si acepto irme? — replica.
—Bien. — concedo, luchando contra una sonrisa. —Pero que
sepas que solo acepto para que dejes de molestarme. Y, además,
porque me he saltado la comida y me muero de hambre.
Me acerca el cuerpo al suyo, inclinándose sobre mí. —Dejaré que
sigas diciéndote eso por ahora. — gruñe, presionando sus labios
contra los míos en un duro beso. —Pero ambos sabemos que estás
llena de mierda, Jules Montgomery.

Para cuando llega la cena, soy un desastre nervioso. No salgo


mucho... o nada, en realidad. Al crecer con hermanos mayores, no
tuve esa oportunidad, y simplemente no he tenido el tiempo o el deseo
desde entonces. Pero no puedo negar la atracción por Dillon. Es
encantador, guapo, inteligente, implacable... y el hecho de que se
preocupara lo suficiente como para ver cómo estaba hoy, realmente
me atrapó.
Lo está intentando. Eso es más de lo que la mayoría de los chicos
hacen. Puede que sea un poco exagerado, pero eso me gusta de él. Me

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encanta que me quiera lo suficiente como para esforzarse. Eso es muy
sexy para mí. ¿Qué mujer no quiere a un galán dispuesto a hacer el
ridículo por ella?
Elige Broadway Steakhouse, un restaurante de lujo en
Broadway, situado entre The Apothecary y The Runway Boutique. La
anfitriona nos conduce a una mesa privada en la parte de atrás, y
entonces Dillon me acerca la silla antes de deslizarme hasta la mesa.
Me pasa la mano por el brazo, dejando un rastro de fuego a su paso.
—Estás deslumbrante, pequeña petardo. — murmura,
mirándome fijamente desde el otro lado de la mesa una vez que se ha
sentado. —Estás preciosa con tu bata, pero ese maldito vestido está
haciendo un número en mi polla.
—Dillon. — protesto, sonrojándome. Es tan directo, tan honesto.
—Es la verdad. — dice encogiéndose de hombros, sin importarle
dónde estemos o quién más esté cerca. —No puedo sacarte de mi
cabeza, Jules. Me estás volviendo loco.
—Tú también me has estado volviendo loca. — admito en un
susurro. No soy tímida, pero este hombre me hace sentir cosas que
nunca antes había sentido. Soy virgen, pero él me hace querer cambiar
eso. Es abrumador. Es abrumador de la mejor manera posible.
Creo... No, sé que quiero conocerlo.
Sonríe como si estuviera satisfecho de sí mismo por eso.
—Eso no significa que puedas seguir molestándome en el
trabajo. — digo, entrecerrando los ojos hacia él. —En realidad tengo
un trabajo que hacer, Dillon.
—Me gusta verte trabajar.
—Creo que lo que quieres decir es que te gusta evitar tu trabajo
interrumpiendo el mío. — digo, soltando una carcajada. Está tan lleno
de eso. No debería ser tan simpático como lo es.
Me guiña un ojo mientras el camarero se acerca con una gran
sonrisa de plástico en la cara.
— ¿Qué puedo ofrecerte para beber? —pregunta... pero no me
pregunta a mí ni a Dillon. Le pregunta a mis tetas. Ugh.

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Dillon gruñe: — ¿Qué tal una botella de quita los ojos de sus
jodidas tetas?
—Oh, no estaba... — el camarero tartamudea, levantando su
mirada para encontrarse con la de Dillon.
—Sí, lo estabas. — dice, con voz firme. Sostiene la mirada del
camarero, sin retroceder. El joven mira de mala gana hacia otro lado.
—Tomaremos una botella de Riesling.
Espero a que se aleje para mirar a Dillon.
—No me mires así. — dice, con voz suave. —Es muy grosero
mirar a la mujer de otro hombre justo en frente de él.
— ¿La mujer de otro hombre?— Me quedo boquiabierta, con el
estómago revuelto.
—Sí. — dice, sosteniendo mi mirada. La suya es abrasadora,
provocando incendios en mis venas. —Eres mía y no comparto,
pequeña petardo. Tiene que apartar sus putos ojos de ti si quiere
conservarlos.
Oh. Oh, mi.

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Capítulo 4
DILLON

Para cuando salimos del Broadway Steakhouse, ya me está


tratando con frialdad. Suspiro, previendo una larga vida de disculpas
a mi amorcito. La ayudo a subir a mi todoterreno y le pongo el cinturón
de seguridad. —Solo lo he amenazado un poco. — Juntando los dedos
índice y pulgar para expresar mi punto de vista, me defiendo.
Tras varios minutos de silencio sepulcral, gruño: — ¿Sigues
enojada conmigo? — Mirando a un lado, compruebo si mi petardo
sigue guardando rencor. La rigidez de sus hombros me dice que tengo
trabajo que hacer. —El cabrón estaba mirando tus deliciosas tetas. —
A las deliciosas tetas que me convierten en un imbécil con muerte cerebral, añado
en silencio, pensando que mi chica no está de humor para escuchar
todos los entresijos de mis sentimientos. Después de que el hijo de
puta se volviera una molestia, dejé que mi boca saliera y la volví a
enojar.
Sigue mirando por la ventanilla del coche, haciendo todo lo
posible por ignorarme cuando tomo una decisión ejecutiva y giro hacia
mi casa. Tenemos que aclarar algunos detalles antes de llevarla a casa.
Me niego a perder todo el terreno que he ganado con ella.
— ¿A dónde vamos?— nada se le escapa a mi chica.
—A mi casa. — Me encojo de hombros y conduzco por la desierta
carretera rural. —Pensé que podríamos hablar un poco.
— ¿Y no se te ocurrió preguntar?— apaga la radio y resopla: —
¿O es que has decidido que ser sheriff te da derecho a secuestrarme?
—He estado debatiendo sobre secuestrarte desde la primera vez
que nos conocimos. No tiene nada que ver con ser sheriff y sí con ser
tu hombre. — ahí va mi maldita boca de nuevo. —Secuestrarte sigue
siendo una opción si es necesario.
Doblamos en mi largo camino de entrada y Jules se queda sin
aliento cuando ve los árboles de magnolia que bordean cada lado del

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camino pavimentado. —Los planté cuando construí la casa. — Este es
un tema seguro. —Tenía una imagen en mi mente del hogar que
imaginaba para mi futura familia. — Es la verdad. Ya de joven sabía
exactamente lo que quería. No podía ponerle cara a la mujer de mis
sueños hasta el día en que entré en la consulta del Dr. Tate Grimes y
vi a mi chica. En ese momento, todas las piezas del rompecabezas
encajaron y mi futuro se aclaró. Ahora, necesito encontrar la manera
de hacer que mi alma gemela lo entienda.
—Tu casa es hermosa. — mira y sonríe, haciendo que se
enciendan chispas en mi sangre.
—No tan hermosa como tú. — Es jodidamente cierto. Casi me
trago la lengua cuando abrió la puerta de su casa esta tarde. El vestido
veraniego abraza su despampanante figura y me permite ver las
curvas que esos malditos uniformes de dibujos animados ocultan tan
bien. Se ha hecho un elegante giro con su espesa melena cobriza que
deja al descubierto su elegante cuello. La visión de su pálida piel hace
que mis labios se estremezcan con el deseo de dejar un gran moretón
sobre la vena que late en la base de su garganta. Mi marca. Para que
todos los malditos machos sepan que ésta está tomada.
Me meto en el garaje, presiono el botón y cierro la puerta. La
oscuridad desciende a nuestro alrededor y la única luz proviene de los
faros del vehículo. Después de salir, me precipito hacia su puerta y la
abro de un tirón. Evito que su mano alcance el cinturón de seguridad.
—Déjame. — El hombre de las cavernas que llevo dentro se niega a
permanecer bajo mi piel. Tomo su suave y delicada mano entre las
mías y la conduzco hasta la puerta. Joder. Estoy actuando como un
adolescente.
Si ella odia la casa, simplemente compraré otra. Haré lo que sea
necesario para hacer feliz a mi pequeña petardo con curvas. Entra por
la puerta y se gira para jadear. —Es tan hermosa.
Respiro aliviado cuando sus expresivos ojos se iluminan al mirar
mi gran cocina abierta. De repente, me alegro de haber gastado en los
electrodomésticos profesionales de acero inoxidable y la encimera de
mármol. —No puedo creer lo limpia que está tu casa.
—El ama de llaves de mi abuelo viene una vez a la semana a
hacer la limpieza a fondo. — admito —pero estoy entrenado para el

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hogar. — le guiño un ojo, dándole una buena venta. —Incluso bajo la
tapa del inodoro.
—Oh. — Se muerde el labio inferior y pierdo mi capacidad de
contención. Tiro de su cuerpo curvilíneo entre mis brazos y gimo
cuando se derrite contra mí. Un escalofrío recorre su cuerpo, mucho
más bajo, cuando mi polla, dura como el hierro, se aprieta contra su
suavidad.
—Sí. — le digo. —Oh. — Intento retirarme antes de asustarla,
pero me sobresalta rodeando mi cintura con sus sedosos brazos. Casi
caigo de rodillas cuando se inclina para colocar sus jugosos labios
sobre los míos. Abro los labios y atraigo su lengua a mi boca,
haciéndonos gemir a los dos. Sus suaves tetas me oprimen el pecho y
toda la sangre de mi cuerpo se dirige a mi cintura.
Mi polla, la única parte de mi cuerpo con capacidad para pensar,
me recuerda lo duro y rápido que es esto. Me retiro y apoyo mi frente
en la suya. —No tengo ningún puto control a tu alrededor. — Mientras
miro fijamente sus ojos llenos de lujuria, consigo murmurar: —Tengo
que parar ahora antes de perder la cabeza.
— ¿Ahora decides frenar las cosas?— levanta las manos,
exasperada. Jules retuerce mi polo azul claro en sus pequeños puños,
acercándome. —Cállate y bésame. — Sus valientes palabras borran la
última de mis resistencias.
—Tú diriges el espectáculo. — La levanto en mis brazos y corro
hacia mi dormitorio antes de que mi conciencia se despierte. —Pararé
si me lo dices. — El último pensamiento coherente que tengo.
De alguna manera, nos desnudamos y dejamos un rastro de ropa
hasta mi escalera curva. Para cuando pongo su delicioso culito sobre
mi edredón azul marino, solo tiene el sujetador blanco de encaje y las
bragas de bikini a juego.
Enciendo la luz del baño y abro la puerta del todo para dejar que
la luz entre en el dormitorio, necesitando verla.
De espaldas, envuelvo mi polla con la mano y la aprieto con
fuerza mientras contemplo sus deliciosas curvas. La humedad cubre
el interior de mi palma y la utilizo para lubricar mis movimientos.
Jules parpadea mientras sus ojos se mueven sobre mí. —Uh. — Traga

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saliva y arrastra sus ojos hacia los míos. — ¿Es un buen momento
para decirte que soy virgen?
La habitación se oscurece a mí alrededor, y cierro las rodillas,
intentando mantenerme en pie. Es jodidamente perfecta. Un sueño
hecho realidad. Esta chica es mía y solo mía. Con suerte, mis
nadadores hacen su trabajo y la dejan embarazada a la primera.
—Abre las piernas, dulzura —gruño, usando la única neurona
que me queda y que no ha explotado—. Y enséñame el coño. Prometo
cuidarlo bien.
Los ojos de mi petardo se abren de par en par antes de que abra
sus sedosas piernas. Se me hace agua la boca al contemplar sus labios
rosados e íntimos que brillan en la habitación apenas iluminada. Me
arrodillo junto a la cama y atraigo su culo curvilíneo hacia el borde.
Inclinándome, paso la lengua por su jugosa raja y atrapo la gota de
humedad que se desliza por su coño.
—Eres muy bueno en esto. — Coloca uno de sus pequeños pies
sobre mi hombro. —Pensé que debías saberlo.
Murmuro mi agradecimiento contra su apretada abertura. —Mi
objetivo es complacer. — Deslizando mi lengua profundamente, la
devoro mientras mi pulgar juega con su pequeña protuberancia dura.
Mi polla gotea constantemente sobre el suelo de madera, esperando
impacientemente su turno.
Jules me agarra de la nuca y me acerca. —Si me complaces más,
podría explotar. — Es un gol. Redoblo mi esfuerzo, necesitando que
mi chica se corra al menos una vez antes de hacerle daño. Sus
apretados músculos internos se resisten a la intrusión cuando
sustituyo mi lengua por mi dedo. Hace un chillido muy bonito cuando
sus sedosas paredes se relajan, dejando que mi dedo se deslice más
profundamente.
Jules canta mi nombre mientras su coño empieza a agitarse
alrededor de mi dedo. Sus rodillas me agarran con fuerza y casi me
desmayo por la falta de oxígeno. Qué manera de jodidamente irse.
—Vaya. — jadea cuando arrastro su relajado culo hasta la parte
superior de la cama.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—No he terminado contigo. — le advierto antes de cubrir sus
labios con los míos.
Jules me clava las uñas en los hombros y se agarra con fuerza
cuando presiono mi dura polla contra su húmedo centro. —El evento
principal. —traga y hace una mueca de dolor, retirándose ligeramente
por el escozor.
La idea de hacerle daño me mata, pero sé que será mejor si
acabamos rápido. Empujo hacia delante, atrapando su grito de
sorpresa en mi boca. —Lo siento. — Me abro paso a lo largo de su
sedoso cuello y dejo mi marca lo suficientemente alta como para que
todos los demás hombres la vean. Giro mis caderas en pequeños
círculos, dándole tiempo para que se adapte a mi tamaño. Cuando
rodea mis caderas con sus curvas y me acerca, aumento el ritmo. Cada
empujón lleva mi polla un poco más adentro hasta que toco fondo. El
placer me recorre la espina dorsal cuando sus sedosas paredes
aprietan mi erección con fuerza. Levanto su pierna sobre mi cintura y
el cambio de posición permite que mi polla se deslice unos centímetros
más.
Ambos jadeamos cuando retrocedo para volver a empujar.
Acelero el ritmo, esperando poder evitar mi orgasmo el tiempo
suficiente para acabar con ella también.
—Vente para mí, pequeña petardo. — Un cosquilleo me sube por
la espalda, diciéndome que se me acaba el tiempo. Jules sigue mi
orden, gritando mi nombre mientras sus sedosas paredes se agitan
alrededor de mi polla. Empujo con fuerza y me estremezco cuando mi
semen se derrama en su coño. El miedo a asustarla hace que las
palabras de amor se me peguen al paladar.
Me doy la vuelta y atraigo su cuerpo saciado contra el mío,
prometiéndome que tendremos tiempo de hablar de todo por la
mañana.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 5
JULES

—Oh, no. — susurro, mi estómago se hunde cuando veo las


luces azules parpadeando en mi espejo retrovisor. Por un instante,
pienso en darme a la fuga, pero rápidamente decido no hacerlo. Sería
una terrible fugitiva de la justicia. Mis hermanos probablemente me
traicionarían de todos modos. Llevan delatándome exactamente toda
mi vida.
Me pongo a regañadientes en el arcén de la carretera, rezando
para que el agente que va en el todoterreno detrás de mí no sea Dillon.
Pero ya sé que va a ser él. Me escabullí de su cama esta mañana. Fue,
posiblemente, el mayor error que he cometido en mi vida. Pero me
desperté con él a mí alrededor, completamente feliz por primera vez en
mi vida, y simplemente... entré en pánico.
Anoche me llamó su mujer, y me gustó. Un poco demasiado. Si
se retractara esta mañana, habría llorado. Mi única noche perfecta
habría terminado en lágrimas, arrepentimiento y angustia. No quería
eso. Si todo lo que puedo tener de él es una noche perfecta, quería que
siguiera siendo perfecta. Quería que mi último recuerdo de la noche
fuera de él desnudo en su cama, todo desarreglado y sexy y dichoso.
Y la última noche fue perfecta... aunque amenazara con disparar al
camarero.
Se materializa desde el coche, haciendo que mi corazón se
acelere. Se lanza como un cisne hacia mi estómago y luego flota hacia
mi garganta. Está enojado como el infierno... y caliente como Hades
mientras cierra la puerta de su coche y pisa fuerte hacia mí.
Oh, chico.
Presiono el botón para bajar la ventanilla.
—Licencia y registro. — gruñe, extendiendo su mano una vez que
llega a mi ventana.
—Puedo explicarlo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


— ¿Por qué ibas veinte por encima? ¿O por qué te saltaste una
señal de alto? Licencia y registro. — dice de nuevo.
Ninguna de las dos cosas, en realidad. Soy una conductora
terrible.
—Estás enojado. — susurro en lugar de admitirlo.
Me mira y sus ojos oscuros brillan con calor. —No, pequeña
petardo. — dice, su voz tranquila. —Me enojé cuando me desperté esta
mañana y descubrí que mi mujer se había escabullido. Me enojé
cuando intenté localizarla solo para descubrir que hoy estaba
trabajando en Houston. Ahora mismo, estoy a dos segundos de
doblarla sobre la parte delantera de mi patrulla y azotarla en el lado
de la maldita carretera.
— ¡Me asusté!— Lloro, y luego me tapo la boca con una mano.
Me mira de reojo y su expresión se suaviza cada vez más. —
Explícate.
—Me gustas, Dillon. — digo, armándome de valor. —Mucho. Y
me desperté en tu cama, preocupada por si esto era solo una aventura
de una noche para ti. No quería oírte decir eso, así que me fui antes
de que te despertaras. Pero luego me arrepentí. Para entonces, sin
embargo, ya estaba a medio camino de Houston y no estaba segura de
cómo arreglarlo. — inhalo una rápida bocanada de aire. —Acabo de
volver a la ciudad.
Me observa durante un largo momento, con una expresión
inescrutable, y luego vuelve a hacer un gesto con la mano. —Licencia
y registro, Jules.
Mi corazón se desploma. Me escapé de su cama esta mañana y
lo arruiné todo. Ahora, realmente ha terminado conmigo. Abro los ojos
de par en par para no llorar delante de él y alcanzo ciegamente mi
licencia y registro antes de dárselos.
—No muevas un músculo. — me ordena.
Muevo la cabeza con un gesto de derrota, con la mirada perdida
en el parabrisas. Esta mañana debería haber escuchado a mi corazón
en lugar de a mi estúpida cabeza y haberme quedado en la cama con
él. Ahora, todo lo que tendré de él es una noche perfecta.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


No estoy segura de cuánto tiempo espero a que vuelva, pero me
parece un siglo y a la vez poco tiempo antes de que se acerque de
nuevo a mi Lexus y me muestre la licencia y registro junto a una
multa.
—Vete a casa y duerme un poco. — me ordena cuando lo tomo
con manos temblorosas. —Puedes pagar esto después de la operación
de la bebé mañana.
Parpadeo hacia él sin siquiera mirar la multa.
— ¿Sabes lo de la operación de Scout mañana? — Scout es la
recién nacida que lucha por su vida. La operan en Houston mañana
por la mañana, y yo estoy asistiendo. Tate está enamorado de su tía,
y le prometí que estaría ahí. Me preocupa mucho que algo salga mal y
la perdamos. Si lo hacemos, va a destruir a Tate.
—Tate me lo dijo. — dice. —Vete a casa, pequeña petardo. — sus
ojos se estrechan sobre mí. —Despacio.
— ¿Podemos... podemos hablar más tarde?
—Después de que pagues la multa. — dice y luego da un
golpecito en el lateral de mi coche y se aleja a grandes zancadas. Puede
que sea mi imaginación, pero creo que está sonriendo.
Sin saber a qué se debe, miro la multa. Una bandada entera de
mariposas se desata en mi estómago, y una risa encantada brota de
mis labios cuando veo que me ha multado por robar el corazón.
Tal vez, solo tal vez, no lo haya arruinado todo después de todo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 6
DILLON

Ha sido un maldito día y tarde del infierno. Mi mente y mi


maldito corazón han estado en Houston con mi pequeña petardo todo
el día. Sé lo mucho que temía el día de hoy, y me mata no haber podido
hacer nada para aliviar su carga. Doy un trago a mi cerveza a
temperatura ambiente y doy un respingo. Sabe a atropello. Después
de tirarla por el desagüe, miro el reloj, preguntándome si oiré algo esta
noche.
Todos mis contactos dentro de Silver Spoon MC ya están en el
hospital con Hands, su nuevo amor, Samara, y su sobrina recién
nacida, Scout. La frustración me atraviesa mientras me debato entre
llamar a Cash o a Cowboy para saber qué demonios está pasando. Si
le pasa algo malo a esa niña, mi pequeña petardo perderá la cabeza.
Estoy debatiendo mis opciones cuando suena mi teléfono. Miro
la hora y gimo. Las llamadas de medianoche significan una de dos
cosas. O hay una emergencia real o la vaca mascota de alguien se ha
soltado. Por suerte para mí, suele ser lo segundo. —Hola. — contesto,
sin reconocer el número.
—Tengo los pies entumecidos. — dice Jules. — ¿Puedes
ayudarme a despertarlos? Ya sabes, como hiciste con mis partes de
chica.
— ¿Qué?— Seguramente, la escuché mal.
—Necesito que me ayudes. Esta botella de vino me da vueltas en
la cabeza. — susurra antes de tener hipo y saltar a un nuevo tema. —
Estoy lista para pagar tu multa. Ven a buscarla.
Santa mierda. Mi chica está tres hojas al viento. Subo corriendo
las escaleras y me pongo una vieja camiseta de concierto desteñida y
unas zapatillas de tenis. Sujeto el teléfono contra un lado de mi cabeza
y me esfuerzo por vestirme con una sola mano mientras Jules divaga
en mi oído, sin ningún sentido, pero me niego a dejar que cuelgue.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Hago el trayecto de diez minutos hasta su casa en seis minutos
y treinta y nueve segundos. Sí, lo he cronometrado en el pasado. Como
jefe de la ley del pueblo, sentí que era mi trabajo asegurarme de que
la mujer que posee mi corazón está a salvo y protegida. Y puede que
también la hayas acosado un poco, me recuerda el diablo sentado en mi
hombro.
Con una mueca de dolor, me salgo de la ley por necesidad al
pasar a toda velocidad dos señales de alto y un semáforo naranja, no
realmente rojo. En plena noche, soy el único vehículo en la carretera.
Que uno de mis ayudantes intente pararme; le daré por el culo y le
asignaré la tarea de “pasear y limpiar los restos del San Bernardo de
la Sra. Lucy” para el futuro inmediato.
Estaciono mi coche delante del adorable Cape Cod de mi chica y
le digo: —Acabo de llegar. Estaré en tu puerta en diez segundos.
—Yupi. — Jules sale al porche mientras subo corriendo las
escaleras de ladrillo. El rojo me nubla la vista, y apenas resisto el
impulso de azotar su delicioso culo escasamente vestido.
— ¿Qué diablos estás haciendo, saliendo con ese atuendo?—
Rujo mientras mis ojos recorren su curvilíneo cuerpo, expuesto a la
vista de todo el vecindario. Lleva unos pantalones cortos de
motociclista con el culo apretado y una minúscula media camiseta que
apenas cubre sus amplias tetas. Mi polla me ignora y se pone en
posición de firmes cuando observo la pequeña joya que parpadea
desde su ombligo.
—Imbécil prepotente. — me responde. —Salí a saludarte como
un ser humano normal, pero solo tienes que buscar pelea. — Me
señala con el dedo. Mientras sus hermosos ojos brillan, no puedo
resistirme a inclinarme para darle un suave beso en su adorable nariz
de botón.
—No quiero pelearme contigo. ¿Estás bien, pequeña petardo?—
La acompaño de regreso a la casa y cierro la puerta con el pie.
Cuando levanta la vista, le tiembla el labio inferior y mis
pensamientos se dirigen a consolar a mi chica. Tomando su mano, la
conduzco al salón y me siento en el sofá de cuero beige antes de
atraerla a mi regazo. —Cuéntame.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Jules apoya su cabeza en mi hombro y me explica cómo ha ido
el día. —Entonces, ¿la bebé está bien?— pregunto, tratando de
entender su palabrería técnica.
—Estuvo a punto, pero debería estar bien. — Su suave aliento
me roza la nuca y me hace sentir hambre en cada molécula de mi
cuerpo. —Estaba bien cuidada. Tate es el mejor médico.
—No me gusta oírte alabar a otro hombre. — le doy un pellizco
en el costado de su deliciosa garganta.
Jules se aparta y me mira con el ceño fruncido. —Es mi
empleador y amigo.
—Y yo soy tu hombre celoso. — le recuerdo. —Me robaste el
corazón y ahora estás atrapada conmigo.
—Qué suerte tengo. — susurra un segundo antes de que sienta
su respiración igualada contra mi piel. El vino finalmente pasó factura
a mi chica. Mientras se acurruca en mis brazos, me doy cuenta de lo
mucho que me mata verla sufrir. Pienso pasar el futuro asegurando
su felicidad para poder evitar este dolor sordo en mi pecho.
Después de arropar a mi chica bajo sus mantas con volantes, me
quito los vaqueros y la camiseta y me tumbo a su lado. Soy honrado,
hasta cierto punto. Puede que no me aproveche de su estado de
embriaguez, pero dejarla en este estado no es una posibilidad.
La luz del sol de la mañana se asoma por las persianas
entreabiertas cuando me despierto y encuentro a mi chica trazando
una línea sobre mi corazón con su suave dedo. —Gracias. — me mira
a los ojos y sonríe. —Por venir a cuidarme anoche.
—No tienes que darme las gracias. — Me inclino y beso sus
suaves labios. —Mi trabajo es asegurarme de que te cuides y seas feliz.
— Abrazando su delicioso cuerpo, le paso los dedos por su
desordenado pelo. —Te pertenezco, en cuerpo y alma, pequeña
petardo. — Tengo que ser claro para que no haya malentendidos en el
futuro. —Pienso quedarme contigo para toda la eternidad, pero sé que
aún no me has alcanzado. —abre la boca para interrumpirme, y pongo
mi dedo sobre sus jugosos labios hinchados de sueño. —Te daré todo
el tiempo que necesites. Pero no vuelvas a huir ni a encerrarte.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Se muerde el labio inferior y luego suelta: —Creo que te amo. —
Sus palabras me dejan estupefacto. Me quedo con la boca abierta y
parpadeo varias veces mientras mi cerebro se despierta.
—Me enamoré de ti la primera vez que me dijiste que me fuera.
— sonrío y la abrazo con fuerza. —Impresionante con una actitud
atrevida. ¿Cómo tuve tanta suerte de encontrarte?
—Buena vida, supongo.
Se levanta para ducharse y me dirijo a la cocina. Tengo una
sonrisa tonta en la cara, y no me importa. Le preparo un desayuno
grasiento para que absorba el resto del alcohol y una taza de café
fuerte.
—Eres un lector de mentes. — gime, tomando un sorbo de su
taza de café humeante. —Gracias.
—Toma asiento — le señalo la pequeña mesa situada en el
mirador—. Y te serviré el desayuno.

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Capítulo 7
JULES

Dillon y yo comemos en silencio durante unos momentos. Creo


que mi cerebro empapado de vino aún está tratando de procesar que
está enamorado de mí. No esperaba que dijera eso. ¿A quién quiero
engañar? No esperaba decírselo. Pero es verdad. Estoy enamorada de
este hombre mandón, exagerado, posesivo y loco.
—Estás pensando demasiado. — dice de repente, dejando caer
los cubiertos sobre su plato y alcanzando mi silla. La arrastra por el
lado de la mesa hacia él, aplastándome contra su lado. No hay espacio
suficiente para los dos en un lado, pero no le importa. Una vez que
estoy donde quiere, gruñe, toma mi plato y lo coloca delante de mí.
—Soy una mujer. Tendemos a pensar. — digo, divertida por su
comportamiento. Es tan cavernícola.
—No me gusta.
—Lástima, cavernícola.
Gruñe. —Mira, pequeña petardo. — dice, volviéndose hacia mí.
Su expresión seria me hace sentir un escalofrío. —No voy a dejar que
te pase nada malo. Puede que me precipite y que sea un cavernícola,
pero tú tienes todas las cartas aquí, no yo. Tú estás al mando. Si
necesitas que vaya más despacio, solo dilo.
— ¿Dillon?
Una mirada de espanto pasa por su expresión antes de que
consiga ponerla en orden. — ¿Sí, pequeña?
—No bajes la velocidad. — susurro, sacudiendo la cabeza. Tal
vez nos estamos moviendo a la velocidad de la luz, y tal vez es un poco
abrumador, pero se siente bien. Se siente bien. Ayer mismo, ayudé a
una recién nacida a luchar por su vida mientras Tate reparaba su
corazón. Si algo hubiera salido mal, la habríamos perdido. Su vida
habría terminado antes de empezar. No quiero pasarme la vida

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conteniéndome, temiendo correr riesgos. Quiero vivir, vivir de verdad.
Y quiero hacerlo con Dillon. He terminado de huir de él y de la forma
en que me hace sentir. Si él está en todo, yo también.
He pensado y he tomado una decisión. Elijo a Dillon. Elijo estar
loca con él antes que ser miserable sin él cualquier día.
—Joder. — gruñe, con la emoción en su expresión. Lo mismo me
ocurre a mí, que me recorre las venas en respuesta a su mirada. —
¿Cómo se siente tu cabeza?
—Está bien.
—Bien. — Empuja su silla de la mesa y se levanta con un
movimiento brusco. Dos segundos después, estoy en sus brazos y sale
furioso de la cocina. —Los dos vamos a llegar tarde al trabajo hoy,
pequeña petardo, y es completamente tu culpa.
— ¡Dillon!— grito, retorciéndome en sus brazos. —No puedo
llegar tarde.
—Lástima, Jules. — gruñe. —Diles que tienes una cita con la
justicia. Es hora de que pagues tu multa.

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Capítulo 8
DILLON

Tres meses después…


Empujo la puerta del juzgado de Silver Spoon Falls y siento el
cálido sol que me golpea. Después de una reunión de tres horas con
el alcalde Branson sobre la mierda de su hermano, estoy listo para
salir de aquí. El idiota de Brady Branson está dando al Silver Spoon
MC una carrera por su dinero. El segundo nombre del maldito
prospecto es Fuck Up. Sintiendo una pequeña punzada en el pecho
que me recuerda que han pasado cinco horas desde la última vez que
besé los labios de Jules, decido pasar por la consulta del médico para
ver cómo está mi chica.
Arranco el coche y pongo el aire acondicionado al máximo en una
explosión helada. Mi teléfono zumba un segundo antes de que la voz
de un hombre inglés anuncie: —Cirugía pediátrica de Silver Spoon. —
Jules odiaba la sexy voz femenina que venía de serie en el Bluetooth
del vehículo, y haría cualquier cosa para hacerla feliz, así que la
cambié por la voz de un hombre. Se me dibuja una sonrisa en la cara
mientras respondo: —En el momento perfecto, pequeña petardo.
—Vete a la mierda. — espero su dulce voz y en su lugar recibo el
gruñido rudo de Tate. —Te voy a patear el culo por arruinar a la mejor
enfermera que he tenido.
Mi corazón se aprieta en mi pecho mientras los peores escenarios
pasan por mi mente. Después de pasar por encima del bordillo y casi
chocar con una boca de incendios, estaciono en el arcén y suplico: —
Por favor, dime que Jules está bien.
Tate refunfuña en voz baja durante un segundo antes de
suspirar. —Si llamas bien a vomitar su desayuno sin parar hasta que
le di una inyección de Zofran, entonces sí. Está genial. — Que me
jodan con una cuchara de madera. Mis nadadores hicieron su maldito
trabajo. Recuesto la cabeza hacia atrás y miro el techo, dejando que el
frío del aire acondicionado fluya sobre mí. Cuando vuelva a tener

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


sensibilidad en las piernas, iré directamente a la consulta del médico
y le mostraré a mi chica lo feliz que me ha hecho este giro de los
acontecimientos. —No puedo creer que me hayas hecho esto. — Tate
sigue refunfuñando cuando le cuelgo. Me disculparé más tarde
cuando le dé el aviso de mi chica.
Cuando entro en el estacionamiento frente al edificio de oficinas,
me doy cuenta de que no recuerdo ni un segundo del trayecto hasta
aquí. Que me jodan. Me preocuparé de mis problemas después de
comprobar cómo está mi pequeña petardo. La recepcionista es lo
suficientemente inteligente como para mantener los labios cerrados
cuando paso furiosamente por delante de su escritorio.
Entro en el despacho exterior y veo a Mariah sentada detrás del
mostrador. —Está en el baño. La última puerta a la izquierda. — me
dice cuando paso corriendo. —De nada.
Levanto la mano sobre mi cabeza y la saludo. Otra disculpa que
haré más tarde. Empujo la puerta que dice “chicas” y encuentro a
Jules sentada contra la pared con Tate Grimes cerniéndose sobre ella.
Joder. Está pálida y las ojeras son nuevas. — ¿Estás bien, pequeña
petardo?— La rodeo suavemente con mis brazos, intentando no
empujar demasiado a mi chica.
—Tu hijo me odia. — se lamenta. — ¿Cómo voy a sobrevivir ocho
meses más así?
—No tengo ni idea. — miro a Tate. —Pero sé una cosa; si esto es
lo que el embarazo le hace a mi chica, solo vamos a tener un hijo. No
hay manera de que sobreviva a verte pasar por esta miseria otra vez.
— ¿Sabes lo que dicen sobre los planes mejor hechos?— Tate
sacude la cabeza con tristeza. —Nunca salen según lo previsto.
Ignorando su funesta predicción, ayudo a mi chica a ponerse en
pie. —Me la llevo a casa. — no dejo lugar a discusiones. — Comenzaría
a buscar un reemplazo. — Mi pequeña petardo está demasiado
agotada para discutir, pero estoy seguro de que tendrá mucho que
decir una vez recargada.
Cuando llegamos a mi casa, ayudo a Jules a cambiarse de ropa
y la acomodo en el sofá con el mando a distancia y con instrucciones
estrictas de que se lo tome con calma. Mientras busco en Internet

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recomendaciones sobre el mejor obstetra de la zona, ella duerme. Una
vez que se despierta, le hago comer galletas y beber un poco de refresco
caliente y claro. —Google dijo que esto podría ayudar.
—Gracias. — me sonríe y el alivio me golpea entre los ojos al ver
que el color vuelve a sus suaves mejillas. —Ahora tenemos que hablar.
Todo lo que dice mi chica acaba de salir por la ventana. El
cavernícola está dispuesto a hacer lo que sea necesario para proteger
a nuestra familia.
Tomo su suave mano en la mía y beso el dorso de la misma. —
Jodidamente te amo. — necesito que sepa de dónde vienen mis
acciones. —Ayudaré a Tate a reemplazarte. — colocando mi dedo sobre
sus labios, detengo su argumento en su camino. —Incluso aceptaré
que hables con él por teléfono y tal vez me pase en persona para
ayudarte unos minutos si no te sientes mal. — Veo el vapor que sale
de sus brillantes orejas rojas y lo ignoro. Hay que amar a las pelirrojas
rubias. Los signos externos de disgusto son muy evidentes. —Pero tú
y este bebé son lo único que me importa, y haré lo que sea necesario
para mantenerlos a salvo. Si tengo que cumplir mi amenaza de
secuestrarte, que así sea.
—Vaya. Eres el rey de los cavernícolas. —parpadea hacia mí. —
Pero te amo a ti y a tus formas exageradas y anticuadas.
—Bien. Porque soy todo tuyo. Afróntalo. — un pensamiento se
me ocurre de repente. Casi me golpeo la frente cuando me doy cuenta
de que he olvidado decirle lo más importante. —En cuanto pueda
hacer venir al juez Anderson, les daré a ti y a nuestro hijo mi nombre.
— No me molesto en preguntar. En este punto, estoy por un centavo,
por una libra. Después de encontrar mi corazón, planeo pasar el resto
de mi vida manteniéndola feliz y segura y enojada por mis formas
cavernícolas. No se puede tener todo. Pero me tiene a mí... y eso es
básicamente lo mismo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Epílogo Uno
JULES

Cinco años después…


—Cavernícola. — gimo, retorciéndome contra la pared de la
ducha mientras mi orgasmo me atraviesa, provocando una serie de
detonaciones en mi vientre. La lava fluye por mis venas,
deshaciéndome desde adentro mientras Dillon gruñe mi nombre y me
tira sobre él, siguiéndome hasta el límite.
Me desplomo contra su amplio pecho, completamente agotada.
—Joder, pequeña petardo. — jadea, abrazándome con fuerza. —
Pensé que te estaba limpiando.
—Tú empezaste.
—Esas tetas perfectas empezaron. Me estaban provocando.
Me río en voz baja. Siempre dice eso. Nunca podemos ducharnos
juntos sin que acabemos teniendo sexo porque jura que mis tetas se
burlan de él, o mi culo, o alguna otra parte de mi cuerpo. Después de
cinco años, sigue siendo completamente ridículo. Sin embargo,
mentiría si dijera que no lo amo. Mi esposo está más enamorado de mí
ahora que nunca, y siento lo mismo por él.
Hasta que mi estómago se revuelve inesperadamente.
— ¡Bájame!— Grito.
Debe de oír el pánico en mi voz porque no discute conmigo por
una vez. Inmediatamente me levanta de él, poniéndome de pie en
medio de la ducha. Salgo a trompicones, cojo una toalla del gancho y
me dirijo al baño.
— ¿Jules? ¿Qué demonios?
Estoy demasiado ocupada vomitando en seco como para
responderle.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Unos segundos después, se agacha detrás de mí y me envuelve
con la toalla. —Pobre pequeña petardo. — dice. — ¿Tuviste
intoxicación alimentaria? ¿Debo llamar a una ambulancia? ¿Qué
puedo hacer?
¿Qué puede hacer? ¿Me está tomando el pelo ahora mismo?
—Todo esto es culpa tuya. — le gruño, y vuelvo a vomitar antes
de que mi estómago se calme. Me tumbo en el suelo, jadeando y
mirando a mi ignorante esposo. No es una intoxicación alimentaria.
Son sus súper nadadores.
— ¿Es culpa mía?— Sus cejas se fruncen y luego su cara
palidece. — ¿Quieres decir...?
—Me has dejado embarazada otra vez, Dillon.
—No. — gruñe, sacudiendo la cabeza. —Joder, no. Acordamos
que no podía volver a pasar por eso.
Aunque me siento fatal, me muerdo el labio para no reírme
porque parece que ahora va a vomitar. No llevó bien mi primer
embarazo. Cuando nos enteramos de que iba a tener trillizos, pensé
que le iba a dar un ataque al corazón. Estuvo fuera de sí durante todo
el embarazo.
Me volvió loca y me hizo amarlo aún más.
Ahora tenemos tres preciosas niñas... y él es aún más mandón
por ello. Pero nadie nos ama como él. Nuestras niñas idolatran a su
papi, y él está envuelto en sus pequeños dedos.
—Deberías haber pensado en eso antes de embarazarme. —
murmuro. —Ahora es demasiado tarde. — le doy un golpe en el
hombro. —Ayúdame a levantarme.
Me lleva en brazos y presiona sus labios contra mi sien. —Joder.
No puedo creer que estés embarazada.
— ¿Estás feliz?— pregunto, preocupada de que pueda estar
realmente molesto por ello.
— ¿Contigo? Siempre, pequeña petardo. — promete, llevándome
hacia el dormitorio. Y luego frunce el ceño. —A menos que me des tres
chicas más. Entonces me voy a enojar.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—No serán tres chicas más. — digo, riendo.
Dios, por favor, que no sean tres chicas más. De verdad que le
va a dar un ataque al corazón.
—Te amo. — susurra, depositándome en la cama.
—Yo también te amo, cavernícola.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Epílogo Dos
DILLON

Sesenta meses después…

De acuerdo, solo han pasado seis meses y medio desde que supimos
que se estaba gestando un nuevo pequeño Armstrong. Pero a mi modo de
ver, los meses de ver a mi pequeña petardo con curvas vomitando sus
entrañas a todas horas del día hicieron que pareciera mucho más tiempo.

Mi esposa mira fijamente a nuestra hija de una hora de nacida


antes de depositar un ligero beso en el nudillo de la recién nacida. —
He cumplido mi promesa.
Miro al recién nacido en mis brazos y niego. —Eso es un
tecnicismo. — Mi único hijo, Theodore, está acurrucado en mi brazo
derecho buscando una teta que no va a encontrar.
—No. — Mi pequeña petardo siempre está dispuesta a discutir.
—Prometí que no tendríamos tres hijas más. — Se encoge de hombros.
—No dije nada sobre múltiples. Y nunca prometí un solo bebé. Una
niña y un niño son cosas totalmente diferentes. ¿Quieres cambiar?
Esta está fuera de combate. — Jules sostiene a Casey para mí. —Creo
que tu hijo impaciente está a punto de ponerse a punto. — Señala al
bebé que se mueve en mis brazos.
Mi esposa es la madre perfecta. Se anticipa a todas las
necesidades de las niñas y mantiene nuestro hogar funcionando sin
problemas. —Aquí tienes. — Hago el cambio de bebé y luego me acerco
a acostar a mi hija dormida en el moisés de plástico en la esquina de
la habitación del hospital de Jules. Mi corazón podría estallar por la
felicidad que me golpea mientras veo a mi esposa intentar alimentar
al cerdito. —Teddy va a ser el alborotador. — Mi pequeña petardo nos
acaba de engañar y no hay forma de que llame a mi hijo Teddy.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


No tengo ninguna duda de que su predicción es acertada.
Theodore es el único de nuestros hijos con el pelo rojo brillante. Como
su madre. Mierda. No se sabe en qué clase de problemas puede
meterse la versión masculina de mi esposa.
El sudor me recorre la espalda mientras pensamientos
aterradores asaltan mi mente. Un golpe en la puerta interrumpe mi
pequeño ataque. — ¿Podemos entrar?— Tate pregunta desde el
pasillo, y mi esposa se cubre las deliciosas tetas antes de responder.
— Pasen.
Mientras las mujeres se deleitan con nuestros magníficos hijos,
Tate me susurra: — Maldita sea. ¿Tienes un solo espermatozoide?—
Tanto el médico como yo sabemos que la impresionante genética de
mi esposa es la responsable de que hayamos ganado la lotería de los
niños.
—No. — sacudo la cabeza. —Y por lo que parece, solo tuve un
niño nadador.
Tate sonríe ante mi tontería. Sin dormir y abrumado por el alivio,
estoy en mi mejor momento encantador.
Cuando nuestros amigos se van, llamo a Diana, nuestra niñera
de mediana edad, para ver cómo están las niñas. Le pido a Diana que
traiga a Marcie, Delia e Isabelle al hospital mañana para que conozcan
a sus nuevos hermanos, y ella acepta. Eso nos da una noche de
tranquilidad con los gemelos antes de que empiece la verdadera
emoción.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Sotelo, gracias K. Cross & Botton

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