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Señor verdulero1

Federico Coutaz

Creo que hoy estaba todo dado para que no tuviéramos ningún inconveniente, ningún
malentendido, ningún disgusto. Mejor dicho, para que yo no tuviera nada de eso, no usted,
claro, pero el asunto nos atañe a los dos, como bien sabe o debería saber. Por eso le ruego
que, aunque le cueste, lea muy atentamente lo que sigue hasta el final, sin saltearse nada.
De lo contrario créame que se va a arrepentir.
Le escribe Adelina, la vecina de calle Olivos. Cada vez que usted me dice abuela yo le
vuelvo a recordar mi nombre, así que prefiero pensar sabe bien quién soy, ojalá. Bueno,
resulta que esta mañana le hice una compra para dos o tres días, que luego su hijo
amablemente trajo hasta mi casa, como cada semana. Quizás haya notado que hoy le
compré menos de lo habitual, por eso realmente esperaba algo distinto; justamente para
eso le compré menos Hoy estaba fácil Ordóñez: cinco zapallitos, dos cebollas, tres tomates,
dos kilos de papa, una berenjena, ajo y perejil, Ordóñez, nada más que eso.
Luego de meditarlo mucho, le escribo esta carta porque decidí, como le dije, que esta
semana va a ser distinta (por eso esperaba algo distinto, Ordóñez, insisto) y también porque
ya no quiero verle la cara ni una sola vez más en mi vida, pero más que nada, porque quiero
hacerle algunos comentarios y detallarle una serie de instrucciones que va a tener que
repasar. Sé que la inteligencia no es su mayor atributo, Ordóñez, y que la honestidad le
resulta enemiga, pero le vuelvo a suplicar que lea atentamente hasta el final, por el bien de
todos.
Algunas cosas ya le dije, de tanto en tanto, como al pasar, sin ofender y se hizo el sota,
todas las veces, siempre, allá usted. Una vez me regaló dos manzanas y después parecía
pretender que le rezara o le besara los pies. Dos semanas después, no sólo se acordaba,
sino que me preguntó si estaban ricas. Sí, Ordoñez, estaban ricas, como seguramente
estaban las que vi en el cajón de la vereda, pero no como las que me trajo su hijo más tarde.
Lo primero que quiero decirle es que cuando usted ve una mujer mayor, una vieja dirá,
como yo, solo ve a una persona débil de la que puede abusarse y eso, aunque me repugne,
de alguna forma es predecible y vulgar, bien digno de quien viene. Pero que además de eso
crea soy estúpida me incomoda mucho, por decirlo de manera elegante. Ojalá pueda
reflexionar al respecto.
Quiero contarle que en mi casa tengo una balanza. La tengo hace muchísimos años. Es
una balanza vieja, como yo, pero le aseguro que funciona, funciona rigurosamente bien,
implacablemente bien. Y le juro que hoy no pensaba usarla, pero cuando vi esos zapallitos,
Ordóñez, ya no pude evitarlo (¡¡zapallitos, Ordóñez, zapallitos!!). Las papas no llegan al kilo y
medio, pensaría que se equivocó, si no fuera porque nunca, de todas las veces que pesé lo
que me vendió –y fueron muchas Ordóñez, muchísimas, créame– nunca, jamás, se acercó
siquiera al peso que me cobró.
Como le dije, decidí rotunda y definitivamente que esta semana va a ser distinta, así que
vamos a hacer lo siguiente. Es fácil, Ordóñez, preste mucha atención, toda la atención que su
inteligencia le permita. Me va a traer otra vez exactamente lo mismo que le pedí hoy, (antes
de que oscurezca, obvio) pero esta vez todo va a ser de primera calidad; si no tiene o no le
queda, compre en una verdulería decente (existen Ordoñez, busque esa palabra en el
diccionario y se va a dar cuenta solo). Agregue, además, a modo de reparación, un kilo de
alcauciles y un kilo de brócoli (ni un gramo menos y sé que no los vende por kilo, pero ahora
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Publicado el 11 de octubre de 2020. Periódico Pausa, Santa Fe.
no me está vendiendo), un atado de espárragos y medio kilo de cerezas (sí, cerezas). Se
trata, por supuesto, de una reparación solo simbólica, Ordóñez, se lo quiero aclarar aunque
dudo mucho que lo entienda y el diccionario no lo va a ayudar mucho con eso.
Déjeme darle, de paso, dos o tres consejos que, si no es del todo estúpido ni del todo
canalla, sabrá apreciar y aprovechar (no digo agradecer porque sería mucho pedir):
No se chupe el dedo para contar los billetes. Ni en diez vidas sería capaz de imaginarse el
asco que le provoca a toda la gente digna de llamarse así.
Cuando necesite rascarse adentro del pantalón, busque un lugar privado, en lo posible un
baño, y lávese bien. No crea que no se nota, que puede disimularlo, que nadie se da cuenta,
hágame caso. Lo mismo pasa con esas frases de lamentable y precario doble sentido que
usted piensa que solo ese roñoso y vago que tiene por amigote entiende.
Por último, haga su mejor esfuerzo por evitar mirar a las mujeres jóvenes de esa forma
depravada inmunda, tenga un mínimo de decoro o dignidad y, en caso de que tal pudor le
resulte imposible de lograr, al menos no ponga esa cara de actor porno, que da vergüenza
ajena, de verdad se lo digo. Muy de verdad.
Bueno, hasta acá llegamos, espero de corazón que siga ahí leyendo esto que escribo. Eso
es todo Ordóñez, espero que lo logre, no parece mucho, hágase una listita o subraye el
pedido en la misma carta. Cuando consiga todo, venga, toque tres timbres, deje las bolsas en
la ventana del lado de adentro y desaparezca inmediatamente.

PD: Es verdaderamente importante que sepa que al abombado de su hijo no lo va a volver


a ver hasta que yo termine de revisar y pesar debidamente. Por ahora no corre ningún
riesgo, pero no pienso suministrarle más que agua y la mercadería que trajo, si recuerda
esos tomates, bien sabe de lo que hablo. Vamos, Ordóñez, lea todo otra vez, anote y por una
sola vez en su vida, cumpla. Háganos ese gran favor.

Diseñado por Nombre Apellido,


compuesto con la fuente Nombre de la tipografía en cuerpo XX/XX pt.
Tipografía 1 ~ FADU-UNL. Santa Fe, octubre de 2023.

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