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DOCENTE:
ANTHONY VANEZCA
CEDULA 26973127
Miranda regresa a Caracas y es electo diputado por el Pao al congreso constituyente de 1811, la
ebullición de acontecimientos que se han sucedido en Caracas no permite prever que apenas se
está iniciando un proceso que será largo, cruel, doloroso y destructivo y que durara más de dos
décadas para materializarse. A la declaración de Independencia, asumida el 5 de julio de 1811,
se oponen importantes provincias y los partidarios del rey, encabezados por una mayoría del
clero, desatarán una vorágine de confrontación en una autentica “guerra civil” donde se
enfrentan venezolanos contra venezolanos. El ejecutivo colegiado previsto en la primera
Constitución venezolana, así como las formas federales de gobierno, se muestran ineficaces
para proporcionar la unidad y la reacción contundente que permita derrotar la reacción
realista.NAnte la gravedad de los acontecimientos que se suceden unos tras otros, incluyendo
alzamiento de esclavos, reagrupamiento de tropas realistas, crisis en las finanzas del novel
estado y el terremoto de 1812, se decide designar a Miranda en base a su larga carrera militar
como jefe de los ejércitos de la República y se le encomienda el ejercicio de una dictadura
comisoria con poderes plenos que le permitieran derrotar a los enemigos de la Independencia y
salvar la República. Y en esa realidad de fuerte forcejeo militar con las tropas realistas que
comanda el sanguinario Domingo Monteverde, se producirá un acontecimiento que involucra a
Bolívar y que determinará el colapso militar de la República: la pérdida del Castillo de Puerto
Cabello, que amén de punto clave para las comunicaciones y aprovisionamiento de las tropas,
resguardaba el mayor depósito de municiones y pertrechos de guerra de las tropas libertadoras,
y el cual se produjo por un descuido inexcusable del joven coronel Bolívar. Miranda al enterarse
del desastre militar pronuncia en francés su célebre frase: “…Venezuela esta herida en el
corazón”, mientras Simón Bolívar, sabiéndose responsable de esa situación entra en estado de
depresión y en carta al generalísimo le expresa que no se siente en condiciones de “mandar ni a
un solo soldado”. Miranda, aún dispone de medios bélicos suficientes para resistir, pero la
desmoralización de las tropas, las continuas deserciones y los alzamientos de negros en las
costas del litoral, lo agravian de ánimo, por lo que a fin de evitar la prolongación de la
contienda, con su costo de vida y ruina material, decide previa consulta con los representantes
de los otros poderes públicos, solicitar a Monteverde un armisticio, para lo cual comisiona a su
secretario de guerra José de Sata y Bussy y al teniente coronel Pedro Aldao, como
plenipotenciarios para negociar los términos de un acuerdo que suspenda las hostilidades.
Monteverde, acepta negociar y luego de objeciones, propuestas y nuevas negociaciones se firma
la capitulación el 25 de julio de 1812. El acuerdo incumplido en su totalidad por el zángano de
Monteverde, preservaba la libertad, bienes y los movimientos de los jefes patriotas, autorizaba
el intercambio de prisioneros, y otras clausulas magnánimas; sin embargo un sector de jóvenes
oficiales encabezados por Simón Bolívar y del cual forman parte Miguel Peña, De las Casas,
Montilla, Castillo, Carabaño y Valdés entre otros, acusan a Miranda de traidor y de querer
escapar del país llevándose el remanente de los caudales públicos, por lo que el futuro
Libertador propone su captura y fusilamiento como escarmiento por su conducta. Manuel de las
Casas, jefe de la guarnición de la Guaira, se opone al fusilamiento pero acepta apresarlo y
entregarlo a las autoridades Españolas. La madrugada del 31 de julio de 1812, cuando tenía
previsto partir al amanecer, el precursor es despertado por el grupo de complotados, a quienes al
reconocerlos les espeta: “bochinche, bochinche, esta gente solo sabe bochinche”. Bolívar jamás
se arrepintió de haber apresado a Miranda, por el contrario mantuvo resentimiento con de las
Casas, porque en vez de permitirles fusilarlo por traidor, optó por entregarlo a los jefes
españoles, lo que de todas maneras le significó su deceso 4 años mas tarde en la prisión del
arsenal de la Carraca. Wilson y O’Leary, sus edecanes Irlandeses, dan fe en sus memorias de
que el Libertador ni en sus días finales renegó de su posición frente al precursor de la
Independencia Americana.