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Construir ciudadanía en la escuela

Módulo 3. Las luchas sociales por la ampliación de las


ciudadanías

Introducción

¡Bienvenidas y bienvenidos al tercer módulo!

Este encuentro constituye una suerte de “puente” entre los temas de los módulos
anteriores –desafíos en la escuela en pandemia y sus efectos en la actualidad, políticas
de cuidado, derecho a la educación, la igualdad radical y los DD. HH.– y los temas que
desarrollaremos en los próximos: la escuela como espacio de construcción de
ciudadanías e identidades, y el posicionamiento ético político docente ante la garantía
de derechos en el ámbito educativo.

Durante el presente módulo esbozaremos una definición de ciudadanía y


reflexionaremos acerca de los diferentes tipos de ciudadanía que se han reconocido, o
por los cuales se reclama. También abordaremos las relaciones que existen entre estas
ciudadanías en plural y las luchas de los diferentes grupos, actores, o sectores que se
encuentran en posición de desventaja.

Por último, compartiremos con ustedes un marco conceptual que nos permitirá
reflexionar acerca de las luchas sociales por la ampliación de la ciudadanía.
Distinguiremos analíticamente las luchas por el reconocimiento de las diferencias
socioculturales, de las luchas por la redistribución de los ingresos para luego
confluir en un marco analítico que las integre en tanto dimensiones constitutivas de
las demandas de justicia social en la actualidad. También recuperaremos algunas
voces de estas luchas por la ciudadanía, que han demandado y tensionado al Estado
en los últimos tiempos y han logrado el reconocimiento normativo y políticas públicas
con avances significativos en algunos aspectos y con deudas pendientes en otros.

¡Les deseamos que disfruten del recorrido!

Objetivos

● Reflexionar acerca de la ciudadanía en tanto conjunto de derechos y objeto de


las luchas sociales por su reconocimiento.
● Reconocer los distintos tipos de ciudadanía y su relación con el Estado según
los diferentes proyectos de país de cada época en la Argentina.

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● Analizar las luchas sociales por la ampliación de las ciudadanías a partir de un
marco conceptual que propone integrar la dimensión de las reivindicaciones de
redistribución, por un lado, y las de reconocimiento de las diferencias
socioculturales, por el otro.

Contenidos
● Ciudadanía(s): la ciudadanía y los proyectos históricos. Los procesos de
des-ciudadanización, restitución y ampliación de derechos.
● Luchas sociales por el reconocimiento y la redistribución. Políticas de Estado
para garantizar el ejercicio de las ciudadanías.

Ciudadanía(s): la ciudadanía y los proyectos históricos

¿Por qué decimos que para pensar en las ciudadanías tenemos que pensar en el
Estado? Porque la condición de ciudadanía se refiere a la pertenencia de una persona
a una comunidad política, a una nación, un territorio, un país.

Las personas somos iguales, según Hannah Arendt (2008[1951]) no porque ciertas
características naturales posibiliten una igualdad, sino porque devenimos iguales al
convertirnos en parte de una comunidad política que garantiza derechos para sus
integrantes. El principal derecho, entonces, es el derecho a pertenecer a una
comunidad política, ya que esta pertenencia habilitaría el “derecho a tener derechos”
(Especialización Docente de Nivel Superior en Educación y Derechos Humanos, 2015).

Esta definición clásica de ciudadanía está ligada al acceso y ejercicio a los derechos
políticos de las personas y su problematización nos revela –a lo largo de nuestra
historia– una forma de la desigualdad social posible que se expresó, por ejemplo, en la
exclusión de algunos grupos poblacionales al derecho al voto y a la representación
política. Como mencionamos en el módulo anterior, recuperando a Barrancos (2011),
fue la crítica feminista la que postuló la exclusión de la ciudadanía de las mujeres
desde las primeras declaraciones de derechos. También varones analfabetos, esclavos
o sin propiedades fueron, en los orígenes de los Estados republicanos modernos,
excluidos del voto. En nuestro país recién a mitad del siglo pasado los derechos
políticos de las mujeres fueron reconocidos.

Diferentes autores, como Marshall, Offe, Cortina y Sen (Aragón Rivera, 2012)
reformularon la categoría de ciudadanía ligándola también a los derechos sociales,
económicos, culturales. Incluso se la vincula en la actualidad a los derechos sexuales, la

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ciudadanía sexual (Cáceres y otros, 2004); y en debates más recientes, a los derechos
en el acceso y uso de los medios digitales, la ciudadanía digital (Morduchowicz, 2018)
y los derechos al desarrollo sustentable, la ciudadanía global (Bachelet, 2017).

Los debates y disputas en torno a las ciudadanías refieren a dos dimensiones, al


menos. Una dimensión relativa a la definición formal o abstracta respecto de qué es
la ciudadanía, a qué derechos refiere, quiénes son considerados ciudadanos y
ciudadanas. Y una segunda dimensión, relativa al ejercicio efectivo de la ciudadanía,
a las barreras que tienen diversos grupos sociales para ejercer efectivamente los
derechos reconocidos formalmente.

Nos interesa recuperar una definición de ciudadanía que nos permita entenderla en
su extensión y complejidad, por eso recuperamos la definición que propone Dora
Barrancos (2011) quien afirma que la ciudadanía
…refiere al conjunto de derechos que comprenden las dimensiones civiles,
sociales, personalísimas tales como la cuestión de la identidad sexual y los
vinculados a la soberanía del cuerpo. Se trata de un amplio espectro que
contiene, además de los derechos políticos, los de naturaleza social, cultural, de
identidad, de reconocimiento, etc. (p. 24)

Según Barrancos, en la actualidad, existen en nuestro país al menos cuatro grupos


que experimentan obstáculos para el ejercicio pleno de la ciudadanía:

a) quienes están socialmente marginalizados, y por lo tanto la falta de


ciudadanía es una expresión “de clase”, aunque son las mujeres pobres las más
afectadas por la carencia de ciudadanía;
b) quienes alteran los padrones genéricos performativos, sean varones y
mujeres, y presentan orientaciones sexuales disonantes con el dimorfismo de
género (homosexuales, lesbianas, transexuales, travestis, transgéneros,
intersexuales);
c) las poblaciones originarias, ya que resulta considerablemente inferior el
estatus de los grupos indígenas y
d) los grupos inmigrantes, especialmente la de los países latinoamericanos.
(Barrancos, 2011, p. 25)

Podríamos agregar seguramente otros grupos sociales que sufren barreras para el
ejercicio pleno de sus derechos, como por ejemplo, las personas con discapacidad.

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Luchas sociales

Las y los invitamos a reflexionar acerca de qué otros grupos sufren una mengua de
ciudadanía en nuestro país. ¿En torno a qué vulneraciones de derechos? ¿Existen
organizaciones sociales en defensa de sus reivindicaciones? ¿Tienen capacidad de
hacerse oír, en qué medida? ¿Cuáles conocen?

Manifestación, Antonio Berni (1934).

Diferentes organizaciones sociales, gremiales, movimientos, partidos políticos bregan


por la reivindicación de derechos que permitan alcanzar la ciudadanía plena y estas
luchas interpelan por supuesto al Estado, porque, como decíamos en el módulo
anterior, es el Estado quien reconoce y garantiza las condiciones para el ejercicio de los
derechos. Pero también interpelan a la sociedad toda.

Entendemos el Estado “como la condensación material de una relación de fuerzas


entre las clases y fracciones de clases, tal como se expresa, siempre en forma
específica, en el seno del Estado” (Poulantzas, 1980, p. 154). Es en el propio Estado

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donde los actores que tienen incidencia en este definen un proyecto de país en el
marco de una disputa constante. Es así que en la lucha por la hegemonía, en la disputa
por los significados comunes que legitiman un orden político, se define hacia qué
dirección va un país en lo político, económico, cultural y social (Especialización Docente
de Nivel Superior en Educación y Derechos Humanos, 2015).

Las luchas por el ejercicio de las ciudadanías, en plural, son también luchas por
establecer significados comunes, son disputas por el sentido. Precisamos ampliar
nuestra mirada hacia la dimensión de lo simbólico, la cultura, porque la lucha por el
reconocimiento y el ejercicio de los derechos no está separada de la disputa por las
representaciones sociales que configuran la percepción y posicionamiento de las
personas (sobre esta cuestión regresaremos más adelante para ofrecer un marco
analítico). A su vez, estas discusiones o disputas de sentido se entablan en los
diferentes espacios sociales que nos involucran, en tanto ciudadanas y ciudadanos, y
también en tanto docentes porque estas discusiones se manifiestan en las escuelas.

Si la ciudadanía efectiva resulta inseparable del ejercicio de los derechos, la concreción


de la ciudadanía no será alcanzable de una vez y para siempre, sino que se conquista
en el complejo proceso de avances y retrocesos en las luchas sociales, teniendo como
horizonte la igualdad de derechos, para alcanzar un mundo en el que quepan
muchos mundos (INFD. Área de DD. HH. y Pedagogía de la Memoria, 2013).

Género y ciudadanía por Dora Barrancos (Lectura ampliatoria)

Les recomendamos este artículo de la reconocida historiadora para profundizar


acerca de los procesos de avances en la ciudadanización de las mujeres en nuestro
país. El trabajo es de 2011, los avances de esta última década están señalados en
tanto deudas pendientes de ese entonces, como la Paridad de Género en Ámbitos
de Representación Política reconocida en 2017 o el derecho a la Interrupción Legal
del Embarazo que se convirtió en ley a fines de 2020.

Sin embargo, el análisis agudo acerca de la generización de la concepción y el uso del


tiempo sigue teniendo plena vigencia y nos remite a la problematización acerca de
las brechas de género en relación con los cuidados que desarrollamos en el módulo 1.

El artículo se encuentra disponible aquí.

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Pensar las ciudadanías con los procesos de desciudadanización,
restitución y ampliación de derechos

El enfoque general de las ciudadanías podemos caracterizarlas según tres momentos,


de acuerdo al historiador Javier Trímboli (Instituto Nacional de Formación Docente,
2013). El primer momento está vinculado a la ciudadanía económica que acompaña
la conformación de los estados nacionales y la propia lógica del capitalismo. Si durante
las monarquías la vida de las mayorías (menos la nobleza y el clero) pertenecían a un
monarca o rey, una vez conformados los Estados nacionales (Europa del siglo XVIII,
América del siglo XIX), esas vidas serán libres en tanto podrán vender su fuerza de
trabajo en el mercado, salvo los grupos que seguirán excluidos y esclavizados durante
largos años.

El segundo momento es el de la ciudadanía política, aquella que garantiza a los


ciudadanos (varones en principio) a desempeñarse en la esfera política de un Estado.
En nuestro caso, podemos identificarla con las luchas del movimiento radical de 1891
contra el fraude electoral y la ampliación de derechos políticos hacia las clases medias
y trabajadoras, expresadas luego de unos años en la Ley Sáenz Peña de 1912 de voto
masculino. A mediados del siglo XIX, las mujeres conquistan los derechos políticos, el
derecho al voto y a la representación. Y a principios del siglo XXI se reconoce el derecho
al voto de las y los adolescentes mayores de dieciséis. En la ciudadanía política,
identificamos tanto procesos de ampliación como de retrocesos en materia de
derechos políticos.

El tercer momento, siguiendo a Trímboli, está relacionado con la ciudadanía social y


se vincula en Argentina con el período del peronismo (1945-1955), donde la reforma de
la Constitución en 1949 incluye los derechos sociales del sector de trabajadores y
trabajadoras, otorgándole rango constitucional a una serie de derechos –y demandas–
vinculados al trabajo. En este período convergen los tres tipos de ciudadanía: la
económica, la política y la social.

Este modelo clásico escalonado parece indicar un progreso histórico lineal en la


ampliación de las ciudadanías, sin embargo, la historia muestra avances y retrocesos.
La idea de progresividad se pone en crisis, fundamentalmente, con las dictaduras
militares tanto en Argentina como en Latinoamérica. En los períodos dictatoriales,
efectivamente se suspenden, suprimen y se violan sistemáticamente los derechos
humanos, tanto políticos como sociales. En la última dictadura, esa violación
sistemática de los derechos se llevó a cabo a través de la implementación del
terrorismo de Estado. En tanto la ciudadanía económica quedó sin protección frente

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al libre mercado, a través de leyes que desregularon el trabajo y por quedarse sin el
amparo de los derechos políticos a la organización y protesta.

Luego de la última dictadura cívico militar, plantea Trímboli, se produce un


desplazamiento del actor central que venía protagonizando las luchas por los
derechos. Si hasta la dictadura del 76 fue el movimiento obrero organizado el
protagonista de los procesos sociales de lucha, en los años 90, durante la hegemonía
neoliberal, serán los movimientos de desocupados/as y otros colectivos organizados,
en torno de reivindicaciones redistributivas y también socioculturales e identitarias,
quienes ocuparán un lugar central en esa lucha por el ejercicio de las ciudadanías.

Las transformaciones operadas por la instauración del modelo neoliberal cambiaron la


composición de nuestra sociedad. Según Villarreal (1985), previo a la última dictadura,
la estructura social estaba organizada de manera heterogénea por arriba, es decir, los
sectores dominantes como las Fuerzas Armadas, los grandes grupos económicos
nacionales y trasnacionales, los sectores agroexportadores, las jerarquías eclesiásticas,
y algunos partidos políticos que gobernaron durante 1955 y 1976 mientras el
peronismo estaba proscripto no conformaban un bloque homogéneo, como sí lo
conformaba el movimiento de trabajadores organizado. Según este autor, los grupos
sociales homogéneos “por abajo” tenían una alta intensidad y capacidad de lucha. En
cambio, luego de las transformaciones económicas, sociales y culturales iniciadas con
la última dictadura se invirtió la relación: la sociedad argentina presentará un bloque
homogéneo por arriba y heterogéneo por abajo, perdiendo al menos en las primeras
décadas de la recuperación democrática, la intensidad y capacidad de articular
intereses e instalar sus reivindicaciones.

En los 90, la hegemonía del capital financiero, la desindustrialización, la privatización


de empresas y servicios públicos, junto con la desregulación y flexibilización laboral
generaron las condiciones para un proceso que algunos autores denominan como
desciudadanización, entendida esta como “el deterioro y la pérdida de derechos de
la persona en tanto ciudadano/a” (Rodríguez Alzueta, 2018).

A pesar de las condiciones adversas, con la recuperación democrática (1983)


distintos grupos sociales que hemos nombrado como grupos desaventajados
–mujeres, disidencias sexuales, migrantes, indígenas, trabajadores precarizados o
desocupados, juventudes, jubilados, jubiladas, movimiento de víctimas de gatillo fácil
y contra la violencia institucional, ambientalistas, otros vinculados al acceso a la tierra,
entre otros actores– ampliaron el lenguaje de los derechos y de las ciudadanías.
Estos actores, junto con el movimiento de trabajadoras y trabajadores en proceso de
refundación, y el diverso y sólido movimiento de derechos humanos gestado en la
lucha contra la dictadura, fueron quienes pusieron su voz y sus cuerpos en la disputa

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por nuevos significantes para las nuevas demandas de derechos. En esa clave,
podemos pensar las luchas por el reconocimiento y por la redistribución en tiempos
de democracia.

Cuando hablamos del ensanchamiento del lenguaje de los derechos nos referimos a
nuevos derechos en disputa y a nuevos actores en la esfera pública: movimiento de
mujeres, el colectivo LGTBI+ de lesbianas, gay, travestis, trans, bisexuales,
intersexuales, transgénero y queer. Así, Pecheny (2011) refiere a una serie de actores y
conquistas de derechos a partir de los 80 ligadas a la ampliación de la ciudadanía de
las mujeres como el divorcio vincular y la patria potestad compartida, pero también a
la democratización de la sexualidad. Algunos autores incluso definen a estos derechos
como constitutivos de la ciudadanía sexual que reconoce el valor de la sexualidad y
su goce, escindido de la reproducción (Cáceres y otros, 2004; Pecheny, 2011;
Barrancos, 2018). En relación al reconocimiento de los derechos específicos ligados a
disfrutar de la sexualidad, podemos referir a la educación sexual integral, la salud
sexual (no) reproductiva, la interrupción legal del embarazo. Y en relación al
reconocimiento del valor de la procreación, la fertilización asistida. A su vez, el derecho
al matrimonio igualitario se enmarca en el reconocimiento a los diversos modos
socioafectivos de relacionarse frente a la heterosexualidad privilegiada. En tanto, la
ley de identidad de género es una ruptura “con la estructura binaria del género/sexo”
(Pecheny, 2011, p. 3).

La lucha por la igualdad de género

Fuente: géneros.

Este es un ejemplo de cómo la organización de trabajadoras y trabajadores


incorporan la lucha por la igualdad de género en el marco de las más tradicionales
luchas por la redistribución de los bienes.

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En relación a lo que venimos desarrollando, les proponemos pensar:

¿Qué otros derechos se han conquistado a partir de la recuperación democrática?


¿Qué otros grupos en desventaja alzaron sus voces y reivindicaciones en este
tiempo? ¿Qué grupos todavía tienen muchas dificultades para hacerse escuchar y
encuentran barreras para el ejercicio de la ciudadanía? ¿Qué tipo o tipos de
ciudadanía se ven afectadas?

Por último, desde la década del 90, aunque recién se consolida normativamente en la
primera década del nuevo siglo, niñas, niños y adolescentes acceden a la
ciudadanía en términos formales en tanto personas en formación que requieren de
protección especial. Sobre esta ampliación de ciudadanía que transforma
profundamente las relaciones entre el Estado y las niñeces, y los vínculos entre
personas adultas y los niños, niñas y adolescentes, vamos a profundizar en el módulo
4.

Sintetizando, retomamos nuevamente a Trímboli (Instituto Nacional de Formación


Docente, 2013) quien a su vez recupera a Rancière (1996) cuando afirma que “hay
política cuando algo que permanecía invisibilizado, por fuera de la cuenta de aquello
que conforma una sociedad, se transforma, algo que estaba fuera se incluye dentro de
la cuenta”.

Hay política cuando se incluye dentro de la cuenta a aquellos sujetos, aquellas


demandas, esos derechos, que no se estaban “contando”, que no se reconocían ni
garantizaban. En este sentido, y como veremos en lo que sigue, cuando el Estado
escucha esas demandas en términos de derechos es cuando la ciudadanía se amplía, y
así las posibilidades de que toda la sociedad pueda ejercerla. Sin embargo, los
derechos se tienen cuando se los ejerce, por lo tanto, no alcanza con su
reconocimiento normativo, sino que además requiere de la acción positiva del Estado
que transforme las condiciones materiales y simbólicas para posibilitar su ejercicio.

Las luchas por la Memoria, la Verdad y la Justicia

La recuperación democrática conquistada en el 83 lleva la marca de los derechos


humanos. Los derechos humanos como valor fundamental de nuestra cultura

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política constituyen una conquista del movimiento de derechos humanos que se
gestó durante la dictadura, luchando contra los secuestros, desapariciones, torturas
y robos de bebés.

En este corto que les ofrecemos, la Comisión Provincial de la Memoria sintetiza la


historia, las reivindicaciones y los sentidos construidos por los organismos de
derechos humanos en torno a la cifra de desaparecidos: #son 30000.

Disponible aquí.

Para trabajar el 24 de Marzo - Comisión Provincial por la Memoria

Les recomendamos este sitio web donde van a encontrar diversos tipos de
recursos para trabajar en las escuelas sobre la última dictadura cívico militar, el
terrorismo de Estado, las luchas de los organismos de derechos humanos por la
Memoria, la Verdad y la Justicia, y las diferentes respuestas del Estado durante estos
casi cuarenta años de democracia frente a dichas reivindicaciones.

Luchas sociales por el reconocimiento y la redistribución, políticas


de Estado para garantizar el ejercicio de las ciudadanías

Los derechos conquistados a lo largo de la historia, reconocidos y promovidos desde


el Estado, pueden observarse en las reivindicaciones de luchas sociales
protagonizadas por diferentes tipos de organizaciones, en diversos momentos de
nuestra historia. Así, recuperamos en el apartado anterior numerosas luchas sociales
que tuvieron avances, repliegues y reformulaciones en nuestro país, y que finalmente
conquistaron nuevos derechos. También debemos reconocer que esas conquistas
“formales” no siempre se tradujeron en el ejercicio efectivo de esos derechos. Por eso,
decíamos con Flores (2017) que las luchas por los derechos nunca terminan.

Para reflexionar acerca de los procesos de ampliación de las ciudadanías, les vamos a
proponer algunas categorías teóricas de la filósofa feminista Nancy Fraser, que nos
permitirá complementar la perspectiva crítica de los derechos humanos de Joaquín
Herrera Flores que abordamos en el módulo 2.

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Definimos, a partir de Flores (2017), a la conquista de derechos como procesos de
luchas para la obtención de bienes materiales e inmateriales que nos permitan
acceder a vivir una vida digna. ¿Cómo podemos caracterizar esas luchas y esos bienes
que se reclaman? Fraser (2008) propone integrar aquello que ella identifica como los
dos tipos de reivindicaciones de justicia social más frecuentes en las luchas
sociales contemporáneas: las luchas por la redistribución de los ingresos y las luchas
por el reconocimiento.

El tipo de reivindicación más reconocido por la teoría social y, también, más frecuente
durante la segunda mitad del siglo XIX y todo el siglo XX, ha sido la reivindicación
redistributiva vinculada a los bienes materiales, a la riqueza. Las luchas por la
redistribución de las riquezas, entre propietarios y trabajadores, entre varones y
mujeres, entre regiones de una misma nación e incluso entre naciones.

En la actualidad, es cada vez más frecuente un segundo tipo de reivindicación


vinculada al reconocimiento de las diferencias socioculturales y de las
identidades, por ejemplo, las reivindicaciones de los pueblos originarios, los
colectivos LGBTI+, los colectivos de afrodescendientes, algunas corrientes feministas,
entre otros.

No existe dicotomía entre las reivindicaciones distributivas y las de reconocimiento,


aunque algunas perspectivas teóricas y discusiones políticas así lo planteen. Esta es
una falsa antítesis, afirma Fraser (2008). No es posible en la actualidad concebir la
justicia sin contemplar los aspectos emancipadores de ambas reivindicaciones.

Las injusticias que combaten las luchas por la redistribución y las luchas por el
reconocimiento están en muchos sentidos interrelacionadas, por esto, es necesario
reconocer que redistribución y reconocimiento son dos dimensiones constitutivas
de la justicia social.

Las luchas que demandan una redistribución de los bienes materiales suelen
identificar la injusticia social, la desigualdad, como un problema socioeconómico.
Mientras que, desde la perspectiva de las reivindicaciones del reconocimiento, la
desigualdad es producto de una dominación cultural o la invisibilización de prácticas
culturales, y/o la falta de respeto, discriminación o minusvalorización sistemática de
ciertas identidades en las representaciones sociales estereotipadas. En términos
weberianos, podríamos decir que se trata de un problema de status vinculado al
prestigio social (Fraser, 2008).

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Para la injusticia económica, la solución es la redistribución de los ingresos, mientras
que para la injusticia en el reconocimiento la solución es el cambio cultural o simbólico.
En un caso, entonces, se le demanda al Estado por políticas redistributivas de
ingreso, y en otro, por reconocimiento normativo de la igualdad, pero además
políticas culturales, educativas.

Si bien es cierto que muchas veces las personas se organizan en torno a uno u otro
tipo de demanda, lo cierto es que estas formas de la desigualdad están
imbricadas. Entonces, incluso en los movimientos sociales que en principio parecen
organizarse en función de una de estas dimensiones de la injusticia, encontramos
también reivindicaciones que se corresponden con el otro tipo de reclamo.

La desigualdad de género, por ejemplo, tiene una dimensión económica y también de


estatus, simbólica. La desigualdad económica entre los géneros se estructura en la
división entre trabajo productivo y reproductivo, este último asignado a las mujeres
fundamentalmente y no remunerado. Pero incluso en la estructura económica salarial,
encontramos a los varones ocupando trabajos mejores pagos, mejores condiciones
laborales, puestos jerárquicos, y a las mujeres, en mayor medida, en trabajos peor
pagados, trabajo doméstico. También sufren más el desempleo y precarización laboral
(DNEIyG-MECON y UNICEF, 2021).

Pero, también, la desigualdad de género implica una desigualdad de status. El género


también es un marco de interpretación y de clasificación de las personas. El
androcentrismo es un patrón cultural institucionalizado que privilegia los rasgos
asociados a la masculinidad en desmedro de aquellos asignados a la femineidad
(Fraser, 2008). Esto genera que las mujeres, pero no solo ellas, sino todas las
identidades feminizadas, sufran formas específicas de subordinación ligadas al
estatus: la discriminación, la cosificación sexual, el menosprecio y la violencia de
género. Todos estos agravios que sufren las mujeres y otras identidades son
injusticias de reconocimiento que requieren para su resolución cambiar el estatus de
género, desinstitucionalizar los patrones sexistas y reemplazarlos por el respeto y el
reconocimiento de la igualdad (Fraser, 2008).

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Dimensiones de la desigualdad que se intersectan

Incluso las personas socialmente marginalizadas, cuya injusticia central podría


reconocerse como un problema de redistribución –de pobreza, desempleo o de
trabajo precario– también sufren en el plano del reconocimiento, frente a
representaciones sociales denigratorias, estereotipos que las desprecian, descalifican
y culpabilizan de su situación. Esta injusticia en tanto reconocimiento tiene efectos,
ya que dificulta la capacidad de movilización de estas personas y cuestiona la
legitimidad de sus demandas y necesidades, entre otros daños.

Las personas migrantes o los pueblos originarios padecen de la desigualdad


socioeconómica, pero también de la subalternidad de estatus debido a los patrones
eurocéntricos de nuestra cultura que tienen efectos a nivel de las posibilidades de
acceso a empleo, de movilización política y también de reconocimiento de sus
reivindicaciones como legítimas, incluso a pesar de la existencia de leyes y
convenciones, declaraciones, internacionales que las reconocen.

¿Pueden pensar otros ejemplos donde se cruzan o intersectan la desigualdad


económica y las desigualdades de estatus, de prestigio, ligadas a las diferencias
socioculturales?

Sintetizando, según Fraser (2008), prácticamente todas las situaciones de


desigualdad social suponen tanto injusticias en relación con la distribución de ingresos
o riquezas, como de reconocimiento. Los “ejes de subordinación se intersectan de tal
manera que influyen en los intereses e identidades de todos” (Fraser, 2008, p. 96).
Las personas pertenecemos y ocupamos diversas posiciones en la estructura social. Y
es posible que una persona en determinada dimensión de la división social se ubique
en una posición de dominación, mientras que su posición sea de subordinación en
relación con otra forma de la desigualdad y opresión. Por lo tanto, las políticas
estatales que tengan por objeto resolver las injusticias deben contemplar tanto
las cuestiones relativas a la redistribución de la riqueza entre grupos sociales
como al reconocimiento de las diferencias socioculturales y las identidades.

En definitiva, los tipos de luchas sociales aquí analizados son dos formas
diferenciadas y complementarias de la lucha por alcanzar la plenitud de la
dignidad humana, la utopía de un mundo en el que todos los derechos sean

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reconocidos y puedan ser efectivamente ejercidos para que todas y todos disfrutemos
de una vida digna de ser vivida.

Las luchas por el reconocimiento y la redistribución del colectivo


travesti-trans

Les recomendamos mirar esta entrevista realizada el 17 de mayo de 2021 por Canal
Abierto a Diana Ruiz, activista de la Asociación Civil Siete Colores, perteneciente al
colectivo travesti-trans. Allí la activista cuenta cuáles son las demandas del colectivo
travesti-trans en relación con el ejercicio de la ciudadanía y se pueden identificar
reivindicaciones vinculadas al reconocimiento de las diferencias e identidades
socioculturales, así como demandas ligadas a la redistribución del ingreso, como la
implementación de la Ley de cupo laborar trans (PBA-2015). También la activista
explica de manera muy clara cómo los dos tipos de reivindicaciones resultan
fundamentales para la restitución y reparación de los derechos vulnerados del
colectivo.

Disponible aquí.

El derecho a la identidad de género (Lectura ampliatoria)

Si quieren profundizar en la investigación de la historia de las luchas por el derecho


a la identidad de género y el reconocimiento de los derechos sexuales, les
recomendamos el capítulo “El paradigma del derecho a la identidad de género”, del
libro Travestismo, transexualidad y transgeneridad en los discursos del Estado
argentino, de Anahi Farji Neer. La autora relata la manera en que diferentes grupos
de activistas del colectivo LGBTI+ se organizaron y demandaron frente a la
comunidad internacional y también frente al Estado nacional por el reconocimiento
de los derechos relativos a la orientación sexual y la identidad de género.

Disponible aquí.

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A modo de cierre

En este módulo, abordamos el concepto de ciudadanía y algunos de sus diferentes


significados en relación con distintos tipos de derechos a los que refiere. También
señalamos, en un breve relato histórico, cómo estas ciudadanías han sido ampliadas
en diferentes momentos históricos incluyendo a grupos que habían sido excluidos de
su goce, así como también cómo estos grupos han sufrido retrocesos y procesos de
des-ciudadanización. Por último, ofrecimos un marco analítico para pensar las luchas
sociales por la justicia social en un sentido bidimensional e interrelacionado, como
luchas por la redistribución de ingresos y riquezas, y luchas por el reconocimiento de
las diferencias socioculturales. En el próximo módulo, vamos a invitarles a recuperar
estas discusiones para reflexionar acerca de los desafíos de construir ciudadanía(s) en
la escuela.

¡Nos encontramos en la Sala de Ensayo!

Lecturas ampliatorias

Alonso, G.; Herczeg, G.; Lorenzi, B.; Zurbriggen, R. (2007). Espacios escolares y
relaciones de género. Visibilizando el sexismo y el androcentrismo cultural.
En C. Korol. (Comp.), Hacia una pedagogía feminista. Géneros y educación
popular. Buenos Aires: El Colectivo y América libre. Disponible en:
https://libros.metabiblioteca.org/bitstream/001/434/1/Hacia%20una%20peda
gog%C3%ADa%20feminista.pdf

Barrancos, D. (2011). Género y ciudadanía en la Argentina. Iberoamericana. Nordic


Journal of Latin American and Caribbean Studies, (41), 1-2.

Barrancos, D. (2018, 11 de junio). #AbortoLegalYa: “El Estado le debe devolver a las


mujeres la plenitud del goce sexual y la plenitud de la sexualidad equivalente
a la de los varones”. Latfem. Disponible en:
https://latfem.org/abortolegalya-el-estado-le-debe-devolver-las-mujeres-la-
plenitud-del-goce-sexual-y-la-plenitud-de-la-sexualidad-equivalente-la-de-
los-varones/

Crenzel, E. (2013). Los derechos humanos, una verdad evidente de la democracia en


la Argentina. Estudios Digital, (29), 73-91. Disponible en:
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/restudios/article/view/5340

DGCyE. (2007). Diseño Curricular para la Educación Secundaria. Construcción de

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Ciudadanía 1.° a 3.° año. La Plata. DGCyE - PBA. Disponible en:
http://abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/consejogeneral/disenioscurriculare
s/documentosdescarga/secundariaciudadania.pdf

Farji Neer, A. (2017). El paradigma del derecho a la identidad de género. En


Travestismo, transexualidad y transgeneridad en los discursos del Estado
argentino. Buenos Aires: Teseo.

Bibliográficas

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ciudadanía social. Andamios, 9(18), 141-159.

Arendt, H. (2008[1951]). Los orígenes del totalitarismo. Bogotá: Editorial Taurus.

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Licencia Creative Commons

Autor(es): Equipo de la Dirección de Formación Docente Permanente. Dirección


Provincial de Educación Superior, DGCyE. Provincia de Buenos Aires (2021)

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