Introducción
También debemos decir que la reflexiones que se apuntan en este capítulo y sus inevitables
consecuencias en las acciones educativas que en algún momento se proponen, se hacen
desde percepción de la educación como una práctica social comprometida con la
construcción de una sociedad más justa e igualitaria, desde la que se combata el fenómeno
de la exclusión a la vez que la libertad, identidad y autonomía de sus miembros. Desde
estas perspectiva la educación para la ciudadanía supone uno de los retos más importante
con el que la educación afronta el nuevo milenio.
Expresiones, entre otras más que podrían referirse, como “el siglo XXI ha dejado un
legado fundamental: la educación de la ciudadanía”, “la ciudadanía regresa a un primer
plano”, “en la década de los 90 se ha puesto de actualidad un término tan antiguo como el
de ciudadanía”, ”se multiplican las teorías sobre la ciudadanía”, entre otras muchas,
indican la relevancia y preocupación de teóricos y prácticos por ofrecer respuestas
comprensivas a las principales cuestiones que hoy se debaten en torno al tema de la
ciudadanía: ¿qué significa hoy ser ciudadano? ¿cómo se vincula con los conceptos de
democracia y justicia social? ¿qué educación para qué ciudadanía?
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Fuente. Cabrera, F. (2000) Hacia una nueva concepción de la ciudadanía en una sociedad multicultural, en
M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
En este complejo contexto hay que situar las preocupación actual por desarrollar un
concepto de ciudadanía que afronte el reto de la inclusión frente a la exclusión, de la
diversidad frente a la homogeneidad, de la paridad frente a la exclusividad, de los derechos
frente a los privilegios, de la participación frente a la inactividad o “pasotismo.” Una
noción que supere la distinción que con demasiada frecuencia se oye entre “ciudadanos de
primera” y “ciudadanos de segunda”. Desde nuestro pensamiento educativo, que es el que
anima la línea de exposición de este capítulo, también constituye un desafío importante el
reconceptualizar la antigua “educación cívica” desde una nueva concepción de ciudadanía.
Los autores reconocen que es tarea compleja proporcionar una definición cerrada de
ciudadanía considerando el actual proceso de cambio que está sufriendo el concepto y la
ambigüedad de sus límites. No obstante, desde diversas disciplinas se ofrecen nuevos
conceptos de ciudadanías que la califican de alguna manera a fin de acentuar aquella
dimensión que mejor la caracteriza. No pretendemos aquí proponer una nueva definición a
añadir al amplio panorama que existe, más bien tratamos de destacar algunas que nos
señalan componentes o dimensiones que constituyen centros de interés asociados a la
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Fuente. Cabrera, F. (2000) Hacia una nueva concepción de la ciudadanía en una sociedad multicultural, en
M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
ciudadanía y que, a nuestro parecer, deben atenderse desde una educación para la
ciudadanía.
• Ciudadanía cosmopolita. Cortina (1998) introduce este término con el fin de señalar
una concepción de ciudadanía que transcienda los marcos de la ciudadanía nacional (propia
de los Estados Nacionales) y la transnacional (propia de las uniones de los Estados
Nacionales, como es la Unión Europea). La propuesta de la autora pretende superar la
ligazón tradicional entre ciudadanía y una comunidad política: “la ciudadanía cosmopolita
es un ideal en principio extraño, que exige superar todas la barreras”(p.37).
• Ciudadanía global. Otros autores más del ámbito educativo (Bank, 1997; Steve Olu,
1997; Merryfield et al., 1997), sitúan la nueva concepción de ciudadanía dentro del
concepto de educación global. Desde estas perspectivas se acentúa los conceptos de
diversidad, equidad, interconexión e interdependencia implícitos en la condición de
ciudadanos. En este sentido, un ciudadano global se caracteriza por (Oxfam Development
Education Program) como alguien que tiene desarrollada las siguientes capacidades:
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
Si bien las aportaciones de los autores que se han expuesto no deben interpretarse como
cerradas, si tienen un importante significado en cuanto que apuntan dimensiones o
elementos que parecen conformar lo que hoy debe recogerse bajo el concepto de
ciudadanía. Una síntesis de las distintas aportaciones se recogen en el Cuadro 1 en el que
se expresa los distintos conceptos de ciudadanía, sus autores representativos y las
dimensiones que destacan.
Del análisis de las concepciones sobre ciudadanía podemos extraer algunas líneas de
pensamiento que orientan las posiciones más ampliamente hoy aceptadas es este tema y
con evidentes repercusiones en proyectos educativos sobre ciudadanía. A fin de expresar y
situar estos nuevos planteamientos, tomaremos como línea de exposición los dos
componentes que integra la ciudadanía; a saber, bajo la noción de ciudadanía subyacen dos
dimensiones interdependientes pero bien diferenciadas
En efecto, por una parte, se entiende la ciudadanía como una “relación política”·entre la
persona o grupos relevantes y una comunidad política, en virtud de la cual se es miembro
de pleno derecho de esta comunidad. En tanto que condición legal, la ciudadanía supone un
estatuto jurídico que atribuyen un conjunto de derechos políticos, civiles y sociales que se
le reconoce a la persona en tanto que pertenece a la comunidad política.
Por otro lado, como práctica, la ciudadanía se construyes mediante un proceso social donde
los ciudadanos comparten valores y normas de comportamiento que permiten la
convivencia entre ellos y les dota de una identidad colectiva específica. En consecuencia,
hablamos de un concepto de ciudadanía como proceso. Es el desarrollo de una conciencia
de pertenencia a una colectividad a través de la participación y del ejercicio de la
ciudadanía.
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
Participación
Sin duda, aún siendo importante el reconocimiento de los derechos que implica el estatus
ciudadano, limitar la ciudadanía y la formación para ella a sus aspecto legales, constituye
hoy día una posición restrictiva y muy limitada de las amplias y ricas posibilidades
educativas que tiene el concepto. Desde este enfoque, la educación consistirá en una mera
transmisión de conocimientos (Gentili, 2000). que pueden ser de interés pero que su
resultado es el mero recordatorio –en el mejor de los casos- de la información.
Responsabilidad
bien expresa Luque (1995:51) cuando refiere que “la acción que ayuda a los procesos de
transformación democrática, es tan importante (e inseparable) la formación para la
participación social como para la responsabilidad social”. Esto quiere decir, que si
apostamos por exigir como derecho el participar tenemos el deber de que esa participación
sea lo más responsable posible.
Osler (2000) establece, a partir del análisis del listado de responsabilidades universales
hecho por la Commission On Global Governance (Consejo de Europa, 1999), las
implicaciones educativas que suponen, a modo de requisitos mínimos que su ejercicio
exigen. Una síntesis del trabajo de Osler se expone en el Cuadro 2.
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
Como escribe Baviano (2000: 237), “la historia de la ciudadanía es tanto la historia de la
extensión de los derechos que lleva consigo cuanto la historia de la exclusión del propio
estatus de ciudadanía y del acceso a tales derecho”. El autor recuerda que en la
Constitución de Cádiz de 1812, se puede leer en su articulado que “quedaban fuera de la
ciudadanía los sirvientes, los sometidos por procesos judiciales, los que carecían de
empleo o modo conocido de ganarse la vida, los que habían recibido sentencias con
penas... los analfabetos”
Junto aquel sector de población autóctona más afectado por el fenómeno de la exclusión y
marginación, es decir, aquel con rentas económicas y niveles culturales más bajo de la
sociedad, se encuentran también los colectivos de inmigrantes. Pero en este caso, el hecho
de que no se sienten a comer a la mesa, no puede explicarse por bajos niveles culturales, ni
por llevar asociado a su situación de marginación otras disfunciones sociales y familiares
que normalmente acompañan a las poblaciones desfavorecidas: malos tratos, abandono,
alcoholismo, desinterés por la educación, drogodependencia, etc. Los inmigrantes
acostumbran a vivir en los suburbios o lugares de las poblaciones más deteriorados social y
urbanísticamente puesto que son los únicos lugares con precios de viviendas asequibles
para ellos, pero estas familias no necesariamente responden al patrón socio-cultural de la
zona. Recordemos en este sentido los resultados de la investigación realizada por grupo
GREDI ( Grup de Recerca sobre Educación Intercultural, Bartolomé et. al. 1997) relativa
al contexto escolar y familiar de alumnado inmigrante procedente de cinco minoría
culturales en Barcelona. En el mencionado estudio se constató que el contexto familiar de
este alumnado es más estable y estructurado que el de las familias autóctonas, y la actitud y
preocupación de los padres por el ritmo escolar de sus hijos era en general también más
positivo. Como decía el profesorado, “estos niños llegan muy bien, son educados, ... pero a
media que pasa el tiempo van cogiendo las malas costumbres del medio donde viven y se
vuelven más malcriados, contestones, agresivos ...”.
En general, junto a la clase social y la etnia, el género y los grupos de personas con algún
tipo de déficits psíquico y mental han constituido los criterios de exclusión de la
ciudadanía, tanto en término del reconocimiento de los derechos civiles, políticos y
sociales como en el aspecto relacional y de acomodo en las redes institucionales como para
permitirle el ejercicio pleno de su ciudadanía.
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En este sentido, puede decirse que el ejercicio ciudadano es, por su parte, no sólo un
derecho en sí mismo que contribuye como tal al bienestar de una sociedad, sino también el
canal más efectivo para garantizar que los objetivos, las necesidades e intereses de los
distintos ciudadanos –especialmente de aquellos más desfavorecidos- estén adecuadamente
representados en las decisiones públicas.
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
que la generan y que desarrollen estrategias que le permitan reaccionar ante aquellas
situaciones no como víctimas ni dependiendo de otros, sino potencialmente activos y con
capacidad para solucionar sus propios problemas. Se trata de que las personas y colectivos
desarrollen las habilidades cívicas necesarias para mejorar por si mismos sus actuaciones
cívicas y favorecer el cambio social necesario para que las situaciones resulten más justas y
equitativas.
Otra línea de actuación son las políticas y medidas de discriminación positiva, o acciones
formativas como también se les denominan, que pretenden atender mediante medidas
especiales las particularidades de aquellos grupos sociales que se reconocen con
desventajas y discriminados frente a la mayoría, y que reclaman una mayor
representatividad y participación ciudadana.
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Fuente. Cabrera, F. (2000) Hacia una nueva concepción de la ciudadanía en una sociedad multicultural, en
M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
inclusive los suyos propios (p.51). En esta misma línea de pensamiento se sitúa la
propuesta de Thiebaut (1998) sobre el sujeto poscreyente como aquel nuevo sujeto
reflexivo que se requiere para vivir en sociedades plurales y complejas. La propuesta del
autor es que hay un proceso imparable, con las obvias resistencias y retrocesos, de que lo
que creemos está sometido a revisión; no se trata tanto de renunciar a nuestras creencias
como de tomar conciencia de que son falibles, de que pueden ser erróneas. En este
sentido, habla el autor de un permanente proceso de reactualización que deje abierta la
posibilidad de la participación de voces diversas en la reinterpretación de nuestra identidad
moral.
En suma, se trata de intentar superar nuestro etnocentrismo desde una posición de ver qué
se puede aprender de la otra cultura. Es decir, no sólo se pretende un conocimiento mutuo,
sino la aceptación y el reconocimiento en nuestra mutua diferencia. Como señala el autor,
en la comunicación intercultural hay que asumir que el malentendio puede ser la norma y
no la excepción. Por ello es necesario desarrollar una capacidad en los ciudadanos de
“metaacomunicarse”.
Por último, insistir que desde un enfoque educativo la diversidad de las sociedades
pluralistas se concibe como un valor. Y vale aquí mencionar las ideas de Parekh (1995) –
en Baubök 1999: 189- relativas a la diversidad cultural como un bien público no sólo
porque nos permite elegir entre posibilidades diversas, sino porque “el acceso a otras
culturas nos permite apreciar la singularidad, y también las fuerzas y limitaciones, de la
nuestra (ibid.). Y porque ninguna forma de vida, por muy rica que pudiese ser, podría
llegar a expresar jamás la gama de las potencialidades humanas”.
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Fuente. Cabrera, F. (2000) Hacia una nueva concepción de la ciudadanía en una sociedad multicultural, en
M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
Desde una concepción de ciudadanía amplia es necesario abrir nuevos espacios para la
socialización en nuevos valores y comportamientos cívicos. Como señalan Gentili (2000) y
Luque (1995 entre otros, es necesario estimular movimientos sociales plurales que
enriquezcan el tejido social de tal manera que la comunidad se transforme en un espacio y
agente educativo de primer orden, que promueva y facilite la acción colectiva como
instrumento de aprendizaje comunitario y que potencie desde unos planteamientos de
“ciudad educadora” la participación, el diálogo y el compromiso en una acción educativa
crítica y transformadora.
Las comunidades locales, los barrios y las ciudades se reconocen como espacios
privilegiados para el desarrollo de una ciudadanía activa, de participación e implicación.
Como dice Sartori (2001: 47) “los seres humanos buscan pertenecer, reunirse en
comunidades e identificarse en organizaciones y organismos en los que se reconocen”.
Estamos de acuerdo con el autor cuando define la comunidad como “un compartir que de
alguna manera une”. Desde esta concepción de comunidad “como identificador” de un
sentir común y que nos identifica, la podemos encontrar en distintos niveles; así, puede
hablarse de una Comunidad Europea, de una Comunidad Iberoamericana, por ejemplo, si
estos grandes agregados logran nuestra participación y nos dan sentido de pertenencia.
Pero para que la comunidad sea un espacio de desarrollo del sentido de pertenencia y de
ejercicio de ciudadanía es necesario que se perciba como comunidad. Esto significa que no
basta un espacio físico para crear una comunidad, sino que es necesario que estén presentes
también un conjunto de elementos que crean comunidad y que son precisamente los que
posibilitan el que podamos vivir como seres cívicos. Depende de las relaciones personales
que se establezcan, de la satisfacción de las necesidades individuales y colectivas, de las
posibilidades y capacidad para participar, ser consultado, influir, etc. en los procesos de
toma de decisiones, del desarrollo de sentimientos positivos de pertenencia etc.
De los rasgos que caracterizan una comunidad, nos interesa destacar aquellos que desde las
perspectiva de ciudadanía generan vínculos estrechos entre sus miembros y que desarrollan
un sentimiento de pertenencia, de identificación y conciencia de formar parte de la
comunidad. Nos referimos a los elementos que configuran y desarrollan los espacios
convivenciales de una comunidad. El centro de interés de la acción educativa -sea en los
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Fuente. Cabrera, F. (2000) Hacia una nueva concepción de la ciudadanía en una sociedad multicultural, en
M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
En efecto, los procesos de formación ciudadana hacen referencia a acciones que se orientan
al desarrollo de capacidades sociales de los distintos colectivos de ciudadanos, que les
hacen tomar conciencia de sus problemas comunes, conozcan sus recursos, aptitudes y
capacidades para afrontar esos problemas, elaboren un plan de acción y logren la
comunidad que desean. Se trata de crear lo que Kisnerman (1986:70) denomina como
“sentimiento comunitario” marcado por una convergencia de intereses, necesidades,
valores y responsabilidades compartidas con otras personas con las que se convive-
(Luque, 1995)
La sociedad civil se presenta hoy como la mejor escuela de civilidad desde lo que se ha
llamado “el argumento de la sociedad civil”, afirma Cortina (1999). Explica la autora, que
son precisamente en los grupos sociales, generados libres y espontáneamente, donde la
personas aprenden a participar y a interesarse por las cuestiones públicas. También
Patterman (1970) cree que la participación ciudadana tiene una función educativa ya que
permite a los ciudadanos ganar experiencia democrática y desarrollar un sentimiento de
comunidad. En el mismo sentido se pronuncia Cruz (2000: 267) cuando afirma que la
acción colectiva es unos de los vehículos sociales más importantes para reconocer la
existencia de la ciudadanía bien sea a través del voto, o por cualquiera de las formas de
movilización al margen de las instituciones.
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La acción colectiva como proceso de educación ciudadana representa un de los restos mas
relevantes que tiene la educación informal. El ejercicio de los derechos y deberes de la
ciudadanía desde la acción colectiva es también la forma más directa y rápida de convertir
a grupo de individuos en ciudadanos y ciudadanas. El aprendizaje comunitario como
traducción bastante libre de lo que en los países anglosajones se denomina como “service
learning”, constituye hoy una de las principales vías del aprendizaje de la ciudadanía. En
este tipo de aprendizaje el estudiante entra de voluntario en algún programa local de su
comunidad durante un periodo de tiempo que puede coincidir con un curso. Estos
programas pueden ser promovidos desde los espacios educativos tradicionales
(fundamentalmente desde la universidad) como los proyectos educativos de Feinstein y
Chesney (1997) y Coplin, (1997) entre otros,. O bien se tratan de programas promovidos
por colectivos y asociaciones que sin ánimo de lucro atienden a cuestiones comunitarias:
asociaciones de vecino, ONG, sindicatos, etc.
Feinstein y Chesney (1997) han desarrollado durante 10 años un proyecto –Urban Agenda
Project - de aprendizaje comunitario dentro de sus cursos sobre ciudadanía para alumnado
universitario. El objetivo del programa es la alfabetización cívica de los jóvenes mediante
un conjunto de actividades que ponen en juego:
Es interesante señalar que la metodología que orienta el programa coloca el acento en una
dinámica de aprendizaje cuyo objetivo es que el estudiante a tome conciencia del poder de
la acción colectiva.
Otra aportación innovadora a este tipo de aprendizaje de ciudadanía desde los principios
del “service learning”, nos la ofrece W. Coplin (1997) que intentan con su propuesta
promover un aprendizaje eminentemente práctico en la universidad, sobre todo cuando éste
se refiere al desarrollo de una la conciencia cívica. Su propuesta educativa coincide con un
curso escolar y comienza asumiendo que los estudiantes están en un programa formativo
de una compañía que propone políticas públicas para solucionar problemas comunitarios.
A través de las experiencias que facilita el programa, el estudiante toma conciencia de
cuestiones de poder e influencia, de cómo es el proceso de elaboración de políticas
públicas, cómo se implementan evalúan, etc.
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Las propuestas ciudadanas que deben potenciarse desde una concepción de ciudad
educadora representan líneas de actuación congruentes con el desarrollo de una ciudadanía
activa y responsable expuesta anteriormente en este escrito puesto que ¿cómo podemos ser
ciudadanos activos y responsables si no disponemos de espacios y acciones que nos
permita aprender y ejercitarnos como ciudadanos?. A título ilustrativo, estamos de acuerdo
con Carlos Thiebaut cuando respondiendo a un pregunta de Guerra (1999), precisa que el
republicanismo liberal que el defiende pretende basarse en la congruencia de dos tesis: en
primer lugar, que el ciudadano puede entenderse como sujeto autónomo al que se le
atribuye derechos individuales; en segundo lugar, que si ha de ser ciudadano lo será en la
medida en que viva, no pasivamente (como sujeto depositario de ciudadanía), sino
activamente en el proceso de construcción de su ciudad.
De otro lado, la multiculturalidad que caracteriza cada vez más nuestras ciudades exige
más que nunca el desarrollo de un concepto de ciudadanía que favorezca la plena
integración de las diferentes culturas que inevitablemente coexisten y una educación cívica
en la que se valore el enriquecimiento que supone la multiculturalidad para el conjunto de
ciudadanos y ciudadanas como pilar fundamental para avanzar en la equidad, potenciar la
conciencia democrática y facilitar la convivencia. El movimiento de ciudades educadoras
recoge estas posiciones, realizando unos planteamientos plenamente interculturales. Las
iniciativas que se desarrollan pretenden superar el concepto de asimilación y potenciar la
integración como expresión positiva del reconocimiento de las potencialidades que supone
para la ciudad la inmigración, mediante el enriquecimiento cultural y de trabajo (Rogers,
1998; Vertovec, 1998).
A modo de ejemplo de las respuestas educativas que se están dando desde los espacios
municipales, se expone una síntesis (Cuadro 4)del Plan Municipal para la Interculturalidad
del Ayuntamiento de Barcelona (1997). El plan establece cinco principios básicos de
actuación municipal que se concretan en seis ejes programáticos.
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Fuente. Cabrera, F. (2000) Hacia una nueva concepción de la ciudadanía en una sociedad multicultural, en
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Es fácil observar que bajo estos principios y líneas de actuación subyace todo un desafío
para una educación que quiera afrontar la diversidad cultural como medio natural en el que
se desenvuelve la personas y cuya responsabilidad está también fuera de los muros de la
escuela.
Por último, quisiéramos señalar que las concepciones actuales que se nos ofrecen de la
ciudadanía encuentran una excelente respuesta educativa desde los planteamientos
pedagógicos de la educación global tal como la presenta Merryfield, Jarchow y Pickert
(1997) y Bank (1997). Como señalan los autores, la cuestión educativa que se plantea es
cómo preparar al alumnado para la diversidad, le equidad, la interconección e
interdependencia de su propia comunidad y el mundo. Si bien parece que no hay una única
acepción para caracterizar la idea de educación global, cuando se analizan distintas
propuestas, desde la ofrecida por Robert Hanvey en el clásico escrito An Attainable Global
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
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M.Bartolome (coord.) Identidad y Ciudadanía: un reto a la Educación Intercultural Madrid: Narcea.
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