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HERNANDEZ ESPINOZA, GABRIEL. (2015) “UNIDAD 1.

INTRODUCCIÓN A LA PALEOGRAFÍA Y
UNIDAD 2. EL CONTEXTO FÍSICO DE LA ESCRITURA” Compilación, IEU Universidad, México.

Bibliografia
Lectura 1.1 y 1.2:

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Lectura 2.1 y 2.2 págs. 6-7

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Consultado el 09 de noviembre de 2015. Disponible en:

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Lectura 2.3 págs. 11-21

Martínez Comeche Juan Antonio. (1995). Aplicación de la metodología paleográfica a un autógrafo lopiano del siglo XVII. Revista General
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Sierra Escobar Fernando. (s.f.). Metodología para la disposición final de series documentales. Universidad de la Salle. Consultado el 09 de
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Lectura 2.4 y 2.5 págs. 15-17

Alonso Gutiérrez José Félix. (s.f.) Principios básicos de Paleografía. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo / Red Nacional de
Archivos de Instituciones de Educación Superior. Consultado el 09 de noviembre de 2015. Disponible en:

http://www.uaeh.edu.mx/xvjornadasarchivisticasrenaies/memorias/talleres/taller_5_paleografia.pdf

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PALEOGRAFÍA E HISTORIA DE LA CULTURA ESCRITA:


DEL SIGNO A LO ESCRITO

C. Sáez
A. Castillo

Para hacer historia de la escritura es preciso, con anteriori-


dad, recuperar toda la multiplicidad de sus significados.
[Bartoli, 1978: 281]

Definir un vocablo, cualquiera que éste sea, implica comprenderlo en su estric-


to significado etimológico, pero también en virtud del desarrollo que ha tenido a
lo largo de su historia. Si etimológicamente el término Paleografía -voz derivada
de las griegas naA.az~ y ypaepr¡- se puede considerar como el estudio de las escri-
turas antiguas, su quehacer sitúa a esta ciencia, según la definición más reciente de
Armando Petrucci, como la disciplina que estudia la historia de la escritura (y en
particular de la escritura a mano) en sus diferentes fases, las técnicas empleadas
para escribir en las diversas épocas, el proceso de producción de los testimonios
escritos y, en fin, los productos mismos de tal proceso, particularmente en su aspec-
to gráfico, ya se trate de libros, inscripciones, documentos o escritos de naturale-
za individual y privada (cuentas, apuntes, cartas, etc.) [Petrucci, 1992: 17].
Naturalmente, esto significa que existen (o pueden existir) tantas paleografías
como escrituras, por lo que conviene precisar que la que aquí nos interesa es la lati-
na. Ésta arranca del momento mismo en que aparece dicho alfabeto, hacia el siglo
VII antes de nuestra era, y se extiende hasta el presente, por más que durante mucho
tiempo estuviera restringida a las escrituras empleadas durante la Edad Media,
según puede verse al recorrer algunas páginas de su historia conceptual.
Al final del capítulo se incluye un cuadro explicativo sobre la Paleografía.
22 Parte 1: Paleografía

1.1. Los orígenes

Como saber científico, con categoría de disciplina cultural y técnica, la Paleo-


grafía nace a finales del siglo XVII de la mano de la Diplomática en el campo de
los conocimientos eruditos. Aunque fue el monje benedictino maurino Bernard de
Montfaucon quien empleó el término por vez primera en su obra Paleographia gra-
eca sive de ortu et processu litterarum graecarum (París, 1708), se considera que
el primer tratado de la materia o la primera exposición doctrinal con un plantea-
miento científico se encuentra ya en la obra De re diplomatica libri sex (París, 1681)
de Jean Mabillon, asimismo benedictino maurino, quien la empleó como uno de
sus argumentos para resolver la polémica, en cuyos detalles no entraremos aquí,
que le enfrentó al jesuita Daniel von Papenbroeck sobre la autenticidad de unos
documentos merovingios conservados en la abadía parisina deSaint Denis [Paleo-
grafía, 1984: l, 46-47]. Ello le exigió el desarrollo de una metodología esencial-
mente pericial orientada a las lectura, transcripción, datación, identificación y cla-
sificación de las escrituras.
Con pocas excepciones, desde su fundación hasta finales del siglo XVIII, la labor
de la mayor parte de los paleógrafos y eruditos de las escrituras antiguas (por enton-
ces la Paleografía estaba centrada de modo casi exclusivo en los testimonios escri-
tos -librarios y documentales- anteriores a la imprenta) estuvo muy apegada a esa
línea de trabajo. Mantuvo su vinculación auxiliar con la Diplomática y se caracte-
rizó por un exacerbado interés por las nomenclaturas y clasificaciones de las escri-
turas ("linneísmo"), llegando a proponer taxonomías tan precisas que, lejos de expli-
car la complejidad del hecho escrito como fenómeno sociocultural, propiciaron en
la singularidad de cada acto de escritura.
En España, el nacimiento de la Paleografía, como ha demostrado Gimeno Blay
al estudiar los manuales inéditos y publicados desde 1738 a 1932, estuvo determi-
nado por la Ilustración y la incorporación de los bienes señoriales al realengo, pro-
ceso que avivó el estudio de los documentos antiguos y su transcripción fidedigna
como fruto de una necesidad social, la de certificar y garantizar la propiedad de las
tierras en litigio [Gimeno, 1984: 24]:

Es obvio que el estudio de estas dos disciplinas instrumentales [Paleografía y Diplo-


mática] no surgió porque sí. Debió plantearse la sociedad coetánea alguna necesidad para
recoger el saber empírico, acumulado a través de los tiempos, y que ésta tuviera una uti-
lidad determinada. Una coyuntura favorable, como lo fue el siglo XVIII, condicionó de tal
modo a la sociedad que obligó indirectamente a unos determinados individuos a recopi-
lar todos los conocimientos adquiridos y a darles un cuerpo disciplinar. Han sido casi
siempre los pleitos y situaciones particulares donde debían demostrar y testificar sus dere-
chos los que han hecho avanzar más el conocimiento paleográfico.

La doctrina de Mabillon fue seguida de forma prácticamente unánime por los


eruditos contemporáneos. Sólo algunos se des marcaron tímidamente de esa línea
y empezaron a trazar el camino de un modo de hacer más próximo a la interpreta-
ción de los testimonios escritos y las prácticas del escribir como productos resul-
Capítulo J: Paleografía e historia de la cultura escrita: del signo a lo escrito 23

tantes de una actividad humana inscrita y condicionada por los usos que le da cada
sociedad. Entre ellos se encuentra Scipione Maffei, autor de Istoria diplomatica
che serve d'introduzione all'arte critica (Mantua, 1727), donde apunta ideas dife-
rentes y deja ver un concepto de la Paleografía como historia de la escritura con-
trapuesto al de los maurinos, para los que tal término equivalía a "clasificación de
escrituras varias".
No obstante, sería el fetichismo documental del "siglo de la Historia", el XIX,
el elemento que propiciaría el desarrollo científico-académico de la Paleografía y,
dentro de ésta, la posibilidad de abundar en la óptica sociocultural, aunque todavía
siguieran pesando los hábitos erudito-positivistas de tan larga tradición en el que-
hacer de paleógrafos e historiadores. Dicho período se caracterizó por la creación
de institutos de investigación histórica vinculados a las "Escuelas Nacionales" naci-
das al calor del romanticismo, por la aparición de grandes colecciones documen-
tales y de publicaciones periódicas, por la aplicación de la fotografía a la repro-
ducción de facsímiles y por el descubrimiento de nuevas fuentes paleográficas, en
especial los papiros. El primero de dichos institutos fue la École des Chartes, fun-
dada en 1821 para formar a los archiveros y bibliotecarios encargados de manejar
los fondos desamortizados durante la Revolución Francesa a la nobleza y las órde-
nes religiosas. A la par nacieron importantes escuelas nacionales, alguna de las cua-
les trascendió los umbrales del siglo XIX e influyó de forma decisiva en la doctri-
na paleográfica de la primera mitad del xx [cfr. Petrucci y Pratesi, 1988]; por
supuesto, con extensión a las escrituras y a lo escrito de todos los tiempos, sin tener
en cuenta el soporte ni el sistema de fijación.
En España, la creación de la Escuela Superior de Diplomática en 1856 (aun-
que programada por la Academia de la Historia desde 1852) no tuvo correspon-
dencia entre los paleógrafos contemporáneos, si se exceptúa a Jesús Muñoz y Rive-
ro, cuya obra destacó sobre toda la producción del siglo XIX y de principios del xx.
Zacarías García Villada es el siguiente erudito digno de recuerdo. Su manual supu-
so un indiscutible progreso, al adoptar por primera vez en España reproducciones
facsimilares realizadas mediante fotografía y al incorporar el estudio de las escri-
turas romanas.

1.2. El nacimiento de la Paleografía científica

En el tránsito al nuevo siglo, el hito paleográfico seguramente más sobresa-


liente quepa atribuido al oficio del filólogo alemán Ludwig Traube (1861-1907),
cuya obra sobre la producción manuscrita del monasterio irlandés de Péronne, en
Francia, abrió nuevas metas a la Paleografía, al poneda en relación con la historia
de la cultura [Battelli, 1986: 17]. No obstante, Giorgio Cencetti ha señalado que el
enfoque principalmente filológico de esa obra le lleva a presentar una visión algo
parcial de la escritura [1956: 12]. Al italiano Luigi Schiaparelli, discípulo de Cesa-
re Paoli y Ludwig Traube, debemos la formulación de algunos conceptos y princi-
pios teóricos que están en la base de la investigación paleográfica más moderna,
24 Parte 1: Paleografía

especialmente los que señalan la importancia de las tendencias gráficas en la evo-


lución de la escritura, la teoría sobre el desarrollo espontáneo e intrínseco de las
formas gráficas o la idea de la escritura como un hecho global [Petrucci, 1988: 30].
En definitiva, las primeras décadas de nuestro siglo señalan un incuestionable
avance de muchos y variados aspectos de la materia paleográfica. Sin embargo,
todavía quedaba bastante camino por andar y numerosos problemas por resolver
antes de que la Paleografía llegara a convertirse en una verdadera ciencia autóno-
ma. En las siguientes décadas, a partir de los años cuarenta, nuevas corrientes his-
toriográficas tratarán el fenómeno de la escritura desde puntos de vista inéditos y
se producirá una importante evolución de la disciplina. Algunos de los autores cita-
dos contribuyeron a desarrollar estos cambios, pero la primera gran renovación
paleográfica de nuestro siglo fue protagonizada por la escuela hoy llamada franco-
belga. lean Mallon, principal exponente de la misma, otorgó a la Paleografía la
condición de ciencia autónoma y amplió su campo de acción al definida como cien-
cia de los objetos escritos considerados en todo el conjunto de sus caracteres con
independencia del material escriptorio empleado en aquéllos [Mallon, 1986]. Si
acaso, la principal objeción que se puede expresar a las tesis de Mallon, Marichal
y Perrat, los representantes de la susodicha escuela, sea, según Pratesi, la de haber
promovido «una reconstrucción cerrada en sí misma, independiente y ajena a las
influencias generales que Schiaparelli había indicado como las causas primeras del
devenir histórico de la escritura» [Pratesi, 1988: XVI].
La Paleografía, según se había practicado hasta entonces, básicamente era con-
sideraba un medio de lectura de escrituras difíciles e inusuales (paleografía de lectu-
ra) y un instrumento de peritación y análisis para la crítica histórica y textual (pale-
ografía de análisis). El primer nivel, el que había primado entre los estudiosos durante
largo tiempo, tenía, pues, un carácter eminentemente práctico, y su objetivo estaba
puesto en la lectura correcta de los textos. El segundo tenía como cometido deter-
minar las características de las distintas escrituras para establecer su identificación
y su clasificación, así como su adscripción cronológica y geográfica, y la natura-
leza del texto. Su trayectoria había respondido con suma precisión al qué, el cuán-
do, el dónde y el cómo de las escrituras, lo que permitió desarrollar una vasta serie
de conocimientos capaces de proporcionar una lectura crítica de los documentos,
datarlos y localizarlos y conocer las técnicas y los procedimientos de ejecución grá-
, fica. Sin embargo, había omitido el papel de la escritura en las distintas socieda-
des y la desigual distribución social de las competencias gráficas.
Aunque ya algunos autores de finales del siglo XIX y principios del XX intuye-
ron la relación existente entre la escritura y la sociedad, quien puso de manifiesto
de manera más clara este vínculo fue el italiano Giorgio Cencetti. Éste matizó los
planteamientos de Mallon y elaboró una teoría de la Paleografía como disciplina
autónoma, y no un mero auxilio de la Filología o de la Historia, cuyo cometido
habría de ser el proceso gráfico en su integridad; es decir, el estudio histórico de la
escritura en cuanto expresión cultural, cuyo ritmo y método se encuentra en la dis-
ciplina misma y no puede derivar de otras [Cencetti, 1948: 5; 1995: 27]. Más ade-
lante, Cencetti abundó en sus ideas y propuso que el objeto y fin de la Paleografía
Capítulo J: Paleografía e historia de la cultura escrita: del signo a lo escrito 25

era «no sólo interpretar exactamente los antiguos manuscritos, sino también datar-
los, localizarlos y, en general, sacar de su aspecto exterior todos los elementos úti-
les al estudio de su contenido y, en un plano más amplio, a la historia de la cultu-
ra en general» [1978: 7]. En consecuencia, según este autor, el campo de la
indagación paleográfica comprendería «el de las materias escriptorias y los instru-
mentos utilizados para escribir en las distintas épocas y lugares; el de la prepara-
ción del códice para recibir la escritura y el de las formas externas de éste; la his-
toria de la escritura alfabética (Paleografía en sentido estricto); el de los signos
accesorios de la escritura alfabética (puntuación, numerales, signos ortográficos y
críticos, etc.); el de las escrituras taquigráficas y braquigráficas y de las criptogra-
fías de la antigiiedad y del medioevo» [Cencetti, 1978: 7-8].
Como se ve, una teoría, al igual que la del propio Mallon, Luigi Schiaparelli o
Giulio Battelli, que definía con mayor amplitud el campo y los objetivos de la dis-
ciplina; pero cuya reconstrucción todavía no podía equiparse, en estricto sentido,
con una historia social de la escritura, entendida ésta como historia de la produc-
ción, difusión y recepción o apropiación de lo escrito, como historia de los pode-
res y funciones de la escritura, en fin, como historia de las prácticas sociales del
escribir y del leer.

1.3. La historia de la cultura escrita

Esa perspectiva, en la que cobra mayor sentido el diálogo -por supuesto abierto
también a otras ciencias- entre la Historia y la Paleografía, fue definitivamente fran-
queada por influencia de la metodología marxista practicada por ellingiiista francés
Marcel Cohen, el paleógrafo húngaro István Hajnal y el historiador polaco Alexan-
der Gieysztor [Cfr. Petrucci, 1989b: 48-50]. En sus elaboraciones asoma una nueva
consideración de la escritura, que, por ejemplo, Cohen sintetiza en la máxima que
rige su obra más importante y célebre, La grande invention de l' écriture: «El uso de
la escritura está en función de su utilidad en una sociedad dada» [1958: 1, 7]. Por su
parte, el húngaro Hajnallo expresó del modo siguiente [1959: 9]:

La escritura no es un factor aislado y único de progreso; desde su aparición puede


tener un desarrollo diferente en las diversas civilizaciones. Y por lo tanto no podemos
considerarla simplemente como un medio pasivo, accesorio, del que disponen las fuer-
zas del progreso cuando llega el momento de su utilización. La escritura, al igual que las
otras formas de civilización, es un medio nacido del conjunto de la sociedad: su porve-
nir depende del carácter sistemático de su penetración en la sociedad.

La nueva dimensión dada al estudio de la escritura fue decisiva en el alumbra-


miento de una forma distinta de entender la Paleografía, en la articulación de una
propuesta teórica y metodológica definida por la superación del método tradicio-
nal y los condicionamientos positivistas de éste, no sin antes afrontar las dudas y
objeciones planteadas por algunos paleógrafos de corte clásico. Así, Alessandro
Pratesi expresó sus prevenciones desde el ámbito de la Diplomática [Pratesi, 1973:
26 Parte J: Paleografía

452; 1992: 92] y, reconociendo lo estimulante de las teorías de Hajnal y Gieysztor,


dijo que en las mismas se pone hasta tal punto el acento sobre el aspecto social de
la escritura que se descuida la verificación sistemática de las posiciones asumidas
respecto a los datos reales ofrecidos por los documentos paleográficos, aparte de
la contradicción implícita en el terreno conceptual con el historicismo determinis-
ta de los franceses y el neoidealismo de Cencetti [Pratesi, 1988: 17]. Todo lo con-
trario de la postura sostenida por Armando Petrucci, quien aprecia en las investi-
gaciones de Hajnal verdaderas y propias anticipaciones en el desarrollo de una
historia de la escritura que privilegie el aspecto de las relaciones entre este instru-
mento comunicativo y la sociedad que lo emplea [Petrucci, 1979: 1,4].
Esta renovación se vio alentada y favorecida por los avances experimentados
por la ciencia histórica a lo largo del presente siglo y, especialmente, por los nue-
vos problemas que se formularon en una década tan agitada como la de los años
sesenta. Debe recordarse que fue entonces cuando cuajó la segunda generación de
Annales -creadora de nuevos temas de investigación (mentalidades, vida privada,
mujer, libro y lectura)- y tuvo su desarrollo la "Escuela británica marxista". En ese
contexto, la Paleografía, o ciertos paleógrafos, también exploró otras posibilidades
e insistió de forma más nítida en las relaciones establecidas históricamente entre
la escritura y la sociedad. Coincidiendo con esas transformaciones epistemológi-
cas de la historia y la emergencia de los estudios sobre alfabetismo y cultura escri-
ta (literacy), la escritura comienza a ser pensada y estudiada como algo más que
un sistema ordenado de signos gráficos. Se convierte así en una fuente histórica
por sí y en sí misma, de modo que estudiando su función, uso y difusión en cada
momento histórico, fuera posible alcanzar un conocimiento más integral del pasa-
do [Castillo Gómez, 1994: 136-141, 149-160; Sáez y Castillo, 1995: 189-196; Cas-
tillo, 1995: 265-269].
Como entonces dijo Petrucci, ya no bastaba con responder al qué, el cómo, el
cuándo y el dónde de la escritura, puesto que en este campo prácticamente se habí-
an alcanzado los mejores resultados, sino que era preciso ir más allá de esas pre-
guntas e interrogarse por todo lo concerniente a la función de la escritura y lo escri-
to -¿por qué se escribe?- y a la identidad de los escribientes -¿ quién escribe ?-.
En definitiva, la tendencia que nacía en ese momento significaba una «revolución»
del tradicional método paleográfico de corte erudito-positivista. No sólo porque se
empezaba a explicar la escritura contextualizada en su momento histórico, sino,
sobre todo, porque en vez de partir del estudio de las formas gráficas para luego
ponerlas en correspondencia con otras manifestaciones culturales, lo hacía de la
función que una determinada sociedad, compuesta necesariamente de alfabetiza-
dos y analfabetos, atribuye a las prácticas escritas, y del conocimiento del número
y la calidad de los escribientes, como pasos previos para analizar el contenido de
sus relaciones con las formas gráficas producidas en dicha sociedad [Petrucci, 1969:
157-158; 1992: 20].
El reto de la nueva Paleografía se puso en desentrañar la función y la difusión
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de las prácticas escritas, y para ello hubo de «crear» nuevas fuentes de inves-
tigaéiQn. Dicho de otro modo, rescatar del olvido materiales marginados por la his-
Capítulo 1: Paleografía e historia de Ja cultura escrita: del signo a lo escrito 27

toriografía positivista y a los que no se les había reconocido el status de fuentes


históricas, como consecuencia de la tradicional mitificación de las materias escri-
torias más solemnes, vinculadas a las clases dirigentes de la sociedad, a fin de cuen-
tas casi los mismos que se venían dedicando a estos menesteres. Crece entonces el
interés por las escrituras usuales [Cencetti, 1948; 1995: 25-45] y los testimonios
escritos -más difíciles de encontrar por su mismo carácter perecedero- de las cla-
ses subalternas, marginadas y los grupos urbanos. Prueba de ello es el estudio de
Armando Petrucci sobre los grafito s de Condatomagos, testimonio de la escritura
usual romana en el siglo 1 [Petrucci, 1962].
La contribución paleográfica al estudio cualitativo de los testimonios escritos,
en una perspectiva al inicio concomitante con lmijnvestigaciones sobre alfabetis-
mo y cultura escrita, aunque rompe con el métodQ1radicional, no se puede consi-
derar una adulteración de los principios científicos de la disciplina. La aproxima-
ción a la historia social que implican los planteamientos de Petrucci, de evidente
ascendencia marxista, criticada por E. Cau y de forma más matizada por Pratesi,
no envilece la solidez científica de la Paleografía ni pervierte su trayectoria. Por el
contrario, según ha señalado Paola Supino Martini [1988: 71-72, n. 141-142], todas
sus propuestas miran al corazón mismo de la historia de la escritura latina, al pro-
ceso de su evolución gráfica; el quién y el porqué parten del análisis del cómo.
Dicho de otro modo, coincidimos con Gimeno Blay [1984: 53] en afirmar que
dichas competencias son también propias del quehacer paleográfico:

Nosotros pensamos que sí es competencia de esta ciencia, la Paleografía, el resolver


todos los problemas resultantes de la existencia y la utilización de la escritura en una
sociedad, porque desde su mismo nacimiento han sido su objeto de estudio las formas
gráficas; por lo tanto, no creemos que deba pasar su competencia a otras parcelas histó-
ricas, porque la Paleografía, como disciplina técnica, ha desarrollado ya un determinado
nivel de análisis y en consecuencia un aparato conceptual y categórico apto para la com-
prensión de la evolución de las formas gráficas.

La Paleografía deja de ser el estudio descontextualizado de los tipos de escri-


tura y pasa a definirse en virtud de la consideración del hecho escrito como un pro-
ducto sociocultural cuyo estudio e interpretación provee de un conocimiento más
rico del pasado y el presente. Esto lleva a interesarse por cualquier manifestación
escrita -documentos, libros, inscripciones, filacterias, grafito s, etc-, al margen de
la época histórica o del soporte material. La validez de su método, al principio, se
hace especialmente apreciable en las investigaciones sobre historia del alfabetis-
mo y de la alfabetización que se desarrollan en la etapa pre-estadística, antes de
que empezaran a generalizarse los censos nacionales. Las limitaciones que plantea
la cuantificación -demasiado centrada en la contabilidad de las firmas a partir de
series documentales que, a menudo, adolecen de falta de representatividad social
[Viñao, 1984: 161-179]- constituyeron terreno abonado para las nuevas interroga-
ciones paleográficas. Su aportación hacía hincapié en el aspecto cualitativo, que es
el más fino instrumento que dicha disciplina puede aportar al análisis de los pro-
cesos de alfabetización y al significado de las prácticas escritas, frente al alfabe-
28 Parte f.o Paleografía

tismo estadístico o burocrático, aquel que reduce la historia al blanco y negro, a la


oposición entre quienes sabían firmar y los incapaces de hacerlo [Bartoli, 1988·
1989 Y 1989; Petrucci, 1989a].
Se trataba de estudiar los testimonios escritos en su entorno social, tomando
como material de trabajo no las firmas, sino las escrituras personales autógrafas,
en cuanto éstas permiten un análisis de la cultura y educación gráfica de los escri·
bientes a partir de las pruebas materiales de la mayor o menor competencia gráfi-
ca. En vez de una gélida cuantificación de firmantes o una visión institucional de
la alfabetización, el estudio de esos testimonios escritos permitió investigar real-
mente cómo se escribía y relacionar los niveles de dominio de la escritura con la
condición socio-profesional,de las personas. Lejos de cualquier pretensión de uni-
versalidad, el objetivo era profundizar en las situaciones reales de la alfabetización
o la semialfabetización, descubrir en las huellas materiales el verdadero significa-
do de una historia escondida tras una maraña de porcentajes.
Al asumir esas carencias del alfabetismo estadístico, la Paleografía en su cami-
no hacia la historia de la alfabetización empezó a desarrollar una prospectiva de
análisis más volcada en la aproximación cualitativa al objeto de estudio. En esa
dirección se han planteado nuevos temas de investigación, a través de los cuales se
trata de conocer las funciones atribuidas política y socialmente a los productos
escritos: el prestigio social de los escribientes; el poder del escrito, ya sea el que
pertenece a los que poseen la capacidad de escribir y la ejercen o el que ostentan
sobre la escritura los aparatos políticos; los contextos de aprendizaje -desde la fami-
lia a la escuela- y los contenidos de la enseñanza de la escritura; la significación
social de los maestros de escritura; los procesos de intermediación gráfica y la rela-
ción con las actividades de escritura por parte de los analfabetos; el status social
de los alfabetizados; la necesidad social de aprender a escribir; o las prácticas con-
cretas del escrito, tanto en sus usos activos (escritura) como pasivos (lectura) [Cas·
tillo y Sáez, 1994; Castillo, 1995].
Unas y otras ópticas de análisis coinciden en la consideración de la cultura
escrita como un todo unitario, cuyo estudio debería afrontarse así y no parcelarse
en función de los materiales sobrt';J6$ que se han depositado históricamente los sig-
nos gráficos. Eso mismo obliga a qUe la Paleografía deba estar abierta constante-
mente a cuantas disciplinas se interesavJyJienen algo que decir en los estudios sobre
la interrelación sociedad-cultura escrita/sin que ello implique la marginación de
cuantas reflexiones se produzcan en el sentido de valorar la presencia y la inter·
vención de la comunicación oral e icónica.
La trayectoria historiográfica que hemos resumido en estas páginas nos sitúa
ante una realidad científica sustancialmente distinta y prometedora. La Paleogra-
fía, hasta no hace mucho alejada y separada de las corrientes historiográficas más
vivas, se introduce, de la mano de una metodología más abierta y receptiva, en el
camino de la compleja pero fértil renovación de la Historia y las ciencias sociales.
Trasciende su vieja connotación de ciencia de las escrituras antig~as sobre deter-
minados materiales (tablillas de cera, papiro, pergamino y papel) [Battelli, 1986:
3] para convertirse en una verdadera historia de la escritura, historia social de la
Capítulo 1: Paleografía e historia de la cultura escrita: del signo a lo escrito 29

escritura [Alfabetismo, 1978: 20, n. 21], historia social de los escribientes y lecto-
res [Bartoli, 1980-1981: 77] o, más recientemente, lo que se ha formulado como
historia social de las prácticas de producción y uso de la cultura escrita [Petrucci,
1993: 376]. Así fue definida en la presentación de la revista Scrittura e Civilta
(1978; n.o 1, p. 6), que, en su momento, se constituyó como el órgano de comuni-
cación de una renovada e interdisciplinar -dentro de ciertos límites- historia de la
escritura, contrapuesta a la orientación más analítica de Scriptorium.
Es decir, una forma distinta de entender la historia de la cultura escrita, que
conlleva, como también ha manifestado Petrucci, el paso de una visión estática a
otra dinámica, en la que ya no ~be una historia de la escritura (o Paleografía), sino
una historia del escribir, o, mejor, de las maneras de escribir; y por lo mismo, tie-
ne más sentido una historia de la producción y la difusión de los testimonios impre-
sos que una historia de la imprenta'(l'Ydellibro impreso); resultan más oportunas
una historia de los modos y maneras del leer e, incluso, una historia de las prácti-
cas literarias, que una historia de la literatura [Petrucci, 1993: 382].
En este punto, ya no se trata simplemente de analizar los testimonios escritos bajo
un prisma cualitativo, como se hacía en los primeros momentos del giro paleográfi-
co, sino que más bien comporta interpretarlos desde una perspectiva más amplia,
explicar el sentido de sus distintas concreciones materiales y formales; pero igual-
mente comprender y razonar las condiciones históricas que han gobernado los pro-
cesos de producción, consumo y conservación de la cultura y la memoria escrita.
Por lo tanto, supone transgredir la tradicional dicotomía entre ciencias de la
descripción y ciencias de la interpretación, lo mismo que McKenzie ha planteado
respecto a la bibliografía [1986]; es decir, superar la distinción entre los objetos y
las acciones y optar decididamente por una reconstrucción de las prácticas [Char-
tier, 1996]. En esas coordenadas es donde se acredita la utilidad y validez de los
conocimientos eruditos en el ámbito de la historia cultural [Chartier, 1992: 52],
donde la Paleografía, sin renunciar a su pasado, reorienta sus planteamientos meto-
dológicos y se proyecta al futuro, hasta el punto de poder ser, quizás más que nun-
ca, un campo abierto a las frescas y jóvenes fuerzas. Con estos términos califica-
ba Traube en 1907 sus impresiones sobre el porvenir de la Paleografía como historia
de la escritura [cfr. Bartoloni, 1952]. Tal vez hoy quepa recuperarlas y ponerlas en
el frontispicio de la etapa que vivimos.

1.4. Conclusión (por Ángel Riesco)

Dejando a un lado las discusiones y los puntos de vista, más teóricos que prác-
ticos, sobre concepto, método y categoría disciplinar de la Paleografía y Diplomá-
tica, suscitados en los últimos cincuenta años del siglo xx entre escuelas y estu-
diosos dedicados a profundizar en temas relacionados con la escritura, la actividad
escrituraria y los procesos de almacenamiento, información y comunicación y demás
facetas: sociales, culturales, antropológicas, históricas ..., aspectos difícilmente sepa-
rables del objeto y las funciones y valoración del saber científico paleográfico, se
30 Parte 1: Paleografía

hace necesario proporcionar al alumnado una definición en la que se destaquen cla-


ramente concepto, método y técnicas de la Paleografía en cuando disciplina uni-
versitaria integrada en la mayoría de los planes de estudio de las Facultades y Escue-
las Universitarias en las que se imparten enseñanzas relacionadas con las Ciencias
y Técnicas Historiográficas, Archivística, Biblioteconomía, Documentación y Bie-
nes Culturales. En la actualidad, por Paleografía se entiende: la disciplina científi-
ca de carácter teórico práctico, con campo, métodos y técnicas propias, que se ocu-
pa del conocimiento, interpretación y valoración global de la escritura y de los
testimonios escritos de todos los tiempos, en cuanto signo humano, testimonio y
manifestación socio-cultural con funciones concretas y, a su vez, reflejo dellen-
guaje hablado, fuente histórico-cultural y medio adecuado que, desde la antigtie-
dad, vienen utilizando el hombre y la sociedad para expresar, fijar y transmitir, a
lo largo de los siglos mediante caracteres gráficos, su situación, cultura, deseos,
conocimientos, historia, lenguas, gustos, aspiraciones, estado social, económico,
ambiental ... e, igualmente, sus actos sociales, jurídico-administrativos, políticos y
de interrelación, etc., cuyo estudio y análisis antropológico, crítico y cultural per-
miten no sólo la lectura e interpretación correctas de los textos y mensajes: manus-
critos, impresos audiovisuales o electrónicos, sino también su fijación crítica, su
valoración y función social, cultural y administrativa ..., en relación con sus auto-
res (escribientes), con la sociedad cambiante y los distintos grupos o estamentos
que la componen, ambiente, época, circunstancias, motivaciones, fines de utiliza-
ción, etc., de modo que el conocimiento y la aplicación de los principios que infor-
man dicha disciplina y saber contribuyan eficazmente a descubrir y localizar el ori-
gen, evoluCión, datación, identificación y atribución, tanto de la letra y contenido
textual como de su autor o autores, de sociedad, mentalidades, niveles y situacio-
nes: culturales, económico-sociales, ambientales y personales y, no menos, su valor
filológico, lingtiístico, histórico-social, político y jurídico-administrativo, siempre
en íntima conexión con la tarea común investigadora del resto de las ciencias, prin-
cipalmente de las historiográficas, filológicas, sociales,(jUfÍdico~administrativas,
informáticas y archivísticas.
Sólo conjugando la Paleografía de lectura, fijación e interpretación de textos y
piezas escritas (fuentes históricas, tanto librarias como documentales y testimo-
niales) con la Paleografía de análisis gráfico-estructural y de los elementos bási-
cos, accesorios y modificativos de las letras, signos y símbolos gráficos y, final-
mente, con el estudio de la historia, evolución, formas, tipologías, grado de difusión
y utilización de la escritura, sin olvidar los aspectos y funciones socio-culturales,
su significación, grado de alfabetización, usos activos y pasivos de la misma, etc.,
podrá llegar a descubrirse o, al menos, a vislumbrar la historia, valor social y ver-
dadero significado de la escritura, actualmente considerada como superpista de la
interrelación y red de redes de la información, en cuyo substrato conviven de for-
ma armoniosa ideas, imágenes y palabras o sonidos y, bajo ellas, reflejos de situa-
.dones, tendencias, actos, socio-culturales y jurídico-administrativos de la vida
humana y, en definitiva, parte esencial de la Historia en sentido más amplio.
Capítulo 1: Paleografía e historia de la cultura escrita: del signo a lo escrito 31

Paleografía

estudia

evolución modos de
técnicas productos
de la producción
escritura escritos pueden se
escritura del escrito

libros
para saber documentos oficiales
inscripciones
grafitos
escritos privados

qué está implica


implicaimplica
implica
escrito I

implica

crea crea crea

Paleografía HISTORIA SOCIAL DE LA


de lectura Paleografía de análisis
CULTURA ESCRITA

son es

disciplinas auxiliares

de

Historia, Filología, Codicología, Diplomática, etc.


Taller 5: Principios Básicos de Paleografía
Objetivo: Conocer los principios básicos y las
consideraciones metodológicas necesarias para una
correcta lectura y transcripción de documentos con
escritura de los siglos XVI-XVIII
Instructors: Lic. José Félix Alonso Gutiérrez del
Olmo
Paleógrafo (México)
TALLER 5: PRINCIPIOS BÁSICOS DE PALEOGRAFÍA

Objetivo general

Que los asistentes conozcan las técnicas y herramientas necesarias para llevar a cabo la lectura e interpretación de las fuentes documentales del
periodo colonial de México.

Contenido

a) Conceptos generales

- Definición
- Objeto formal
- Periodización

b) Elementos constitutivos de la escritura

- Letras
- Nexos
- Signos especiales
- Abreviaturas
- Signos de puntuación
- Elementos del trazo
- Relación de la escritura con el soporte

c) Normas de transcripción

d) Numerales
2
- Cuenta castellana
- Cuenta de guarismos

3
PALEOGRAFÍA. DEFINICIONES

A) definición etimológica

Palaios: antiguo
- Raíces griegas graphos: escritura Ciencia de las escrituras antiguas
ia: ciencia

- El término se utilizó por primera vez en 1708, por el benedictino Bernard Montfauçon en el tratado Paleographia graeca.

- Sin embargo, el primer tratado se publicó en 1681: De rex diplomatica libri sex, del también benedictino Jean Mabillon, para
resolver la polémica sobre la autenticidad de unos documentos merovingios. Para ello, se vio en la necesidad de desarrollar una
metodología sobre las escrituras: lectura, transcripción, datación, clasificación, etc.

- Durante la primera etapa se consideró a a la paleografía como una herramienta auxiliar de la diplomática, para analizar los
documentos de la Edad Media. Su interés se limitaba a clasificar y denominar las escrituras, sin preocuparse por ellas como
fenómeno socio-cultural.

- Definición de Millares Carlo: “Es la ciencia que trata del conocimiento e interpretación de las escrituras antiguas, y que
estudia su origen y evolución”.

- Algunos autores consideran que con la aparición de la imprenta concluye el periodo de estudio de la paleografía, y establecen
un antes y un después
+ antes de la imprenta: paleografía
grafística
+ después de la imprenta: proponen nuevas terminologías gramatología no prosperan.
neografía
4
B) Paleografía– epigrafía (soporte)

- Otros autores no establecen los límites de la paleografía en la antigüedad de los documentos, si no los soportes en la que están
escritos. Las clasifican:
+ Trazada en soporte duro: son objeto de estudio de la epigrafía.
+ Trazada en soporte blando: son objeto de estudio de la paleografía
restrictivas: limitan el campo de estudio a la antigüedad
o a la dureza
- Sin embargo, ambas definiciones son
ambiguas, imprecisas: ambos términos, dureza y antigüedad,
son relativos

- Los dos factores son externos a la escritura, no son esenciales a la misma.

- Se produce una contraposición ente los anticuarios y los medievalistas:

+ Los anticuarios estudiaban los escritos antiguos, en piedra epigrafía


+ Los medievalistas estudiaban los escritos de la Edad Media (pergamino) paleografía

- En el siglo XIX: desarrollo de la arqueología y descubrimientos en Egipto (papiro), se rompe este esquema

C) Paleografía moderna: ciencia de la escritura

5
- A mediados del siglo XX hay nueva corriente: la Escuela Francesa, con Jean Mallon. Con ella se superan estos criterios
restrictivos.

- Se considera entonces a la paleografía como la ciencia de la escritura como actividad humana, como expresión cultural
(historia de la escritura.).

- Definición de Cencetti (1948): la paleografía consiste “no sólo en interpretar correctamente los antiguos manuscritos, si no
también datarlos, localizarlos y, en general, sacar de su aspecto exterior todos los elementos útiles al estudio de su contenido y,
en un plano más amplio, a la historia de la cultura en general”.

OBJETO FORMAL DE LA PALEOGRAFÍA

Existen tres niveles de estudio de la paleografía: elemental, analítica, como ciencia.

A) Paleografía de lectura (elemental)

- Objetivo: la lectura correcta de textos antiguos, en desuso, difíciles.

- Para ello, se requiere analizar las letras, los nexos, las abreviaturas, los signos convencionales, para:
transmitirlos al lenguaje (escritura) de hoy transcribir.

- La paleografía elemental es el arte de la lectura.

6
B) Paleografía analítica

- Es más especializada que la anterior: somete a las escrituras a un estudio riguroso para clasificarlas, identificarlas y situarlas
en el espacio y en el tiempo.

- En este sentido, la paleografía analítica tiene dos tareas:

cronología (datación)
+ recesio (identificación) determinar localización geográfica de las escrituras
técnicas de ejecución

peritaje para determinar su autenticidad.

+ enmendatio (crítica textual) reconstrucción de los textos a su versión original

falsificaciones
interpolaciones
para ello eliminar
errores de copistas
corrupciones

- La paleografía analítica es una ciencia auxiliar de otras ciencias:

7
+ Historia estudio de las fuentes documentales crítica histórica

+ Filología estudio de la naturaleza, origen y evolución del lenguaje, a través de los escritos

+ Geografía estudio de la toponimia, del nombre de los lugares, en los textos.

+ Otras disciplinas archivística, diplomática, genealogía, numismática, sigilogía, etc.

C) Paleografía como ciencia

- Se identifica este nivel del estudio de la paleografía con la historia de la escritura.

- Estudia el desarrollo de la escritura como expresión cultural

- Su objetivo es entender la escritura contextualizada en su momento histórico Analiza la naturaleza, el origen, el desarrollo, la
evolución de la escritura

- Se comienza a estudiar la escritura en su contexto histórico, a relacionarla con otras manifestaciones culturales. Ya no basta
responder a la preguntas: qué, cuándo, dónde y cómo; se abren nuevos interrogantes: por qué, quién, es decir, su función y su
difusión social.

- La escritura es un reflejo de la lengua; a través de ella se manifiestan también aspectos sociales, jurídicos, administrativos,
políticos, económicos, culturales, etc. La paleografía estudia, por tanto, no solo a las escrituras y a los escribientes, si no
también a la sociedad cambiante.

8
PALEOGRAFÍA

Estudia

técnicas de escritura productos escritos historia de la escritura

para conocer

qué está cuándo dónde cómo quién por qué


escrito se escribió se escribió se escribió lo escribió lo escribió

lectura datación localización tipos difusión función


correcta gráficos social

paleografía de paleografía de historia de la


lectura análisis escritura

Disciplinas auxiliares ciencia autónoma

9
de la Merovingia. Así nacen las escrituras precarolinas, de las que destacan las presentadas por los
monasterios de Laon, Luxeil y Corbie. También se llaman precarolinas a todas aquellas que se inventasen
inmediatamente antes que la Carolina.

La Visigótica se usa en España y Portugal (con distintas evoluciones según la zona) entre el s. VIII y el
XII. En el s. VIII era la escritura hegemónica, en el XII la sustituye la Carolina y en el XIII prácticamente
desaparece.

La Carolina se importa de Francia con una adopción desigual. Se instaura en el s. IX en Cataluña, pero
hasta el s. XI no se usa en la Meseta. Hubo zonas en los que no llegó ni a cursivizarse, debido a su poco
uso. En el s. XII entra la Gótica con fuerza desde Centroeuropa.

La Gótica se usa entre el XII y el XV. Se diferencia de la anterior en que tiene otro elemento escriptorio;
las plumas góticas, que tenían un corte oblicuo trasversal en la punta.

Este corte imposibilitaba el poder hacer trazos continuados, y era muy difícil desarrollar curvas. Poco a
poco se cambió el elemento escriptorio por otro de punta redondeada, que permitía escribir más rápido
pero cursivizó la escritura entre los s. XIII y XIV. Entre el XIV y el XV había 7 escrituras diferentes en
Castilla, más una para Aragón y otras tantas mezcla de Carolina y Humanística.

Por decreto se deja de escribir en Gótica y se importa de Italia la Humanística. Llega primero a Aragón,
que quiere separarse del sistema castellano. En Castilla cuesta introducirla, y suelen aparecer fusiones
entre la Cortesana y la Gótica. Carlos I la impone definitivamente.

La Humanística es muy clara, y estaba difundida por la imprenta, además de ser la que se usaba en
América, por lo que dominó la diplomática de Occidente durante mucho tiempo.

- Componentes abreviativos:

Estos componentes funcionan por medio de dos sistemas:

1. Suspensión: Es el más antiguo, y se basa en mantener la primera parte de una palabra


desapareciendo la continuidad. Ej: dôm – dominus.
2. Contracción: Mantienen la primera y la última de las letras, faltando las intermedias. Ej: dûs –
domunus.

Existe una tercera opción, más moderna, pues aparece a partir de la Carolina. Son las letras superpuestas,
que dan como resultado las palabras céfalas.

Tema 5.- Concepto y objeto de la Diplomática


La Diplomática es la ciencia independiente que se encarga de estudiar los diplomas, es decir; es la ciencia
de los documentos.

Para que un escrito sea considerado un documento tiene que cumplir una norma básica:

• El texto debe tener una naturaleza jurídica, pues de faltarla dejaría de ser documento.

El objeto de la Diplomática es analizar los documentos; todos, independientemente de la época en la que


fueran escritos y su contenido. El diplomatista tiene que tener en cuenta todos los aspectos del
documento, tanto externos como internos, ansiando conocer la génesis y el desarrollo del mismo, así
como su función histórica, social y político-judicial.

9
- Método de la diplomática:

1. Saber distinguir entre la autenticidad diplomática y la autenticidad histórica.


2. Tratar de averiguar y establecer la tradición del documento, distinguiendo entre originales,
copias, etc.
3. Examinar y conocer todos los caracteres del documentos, internos o externos.

1) Primero se analizará la autenticidad del documento.


2) Encontrar posibles errores que se encuentren en el documento.
3) Si el documento no es verdadero, puede ser una copia, ya sea ex caducitate (sustituto de un
original estropeado), ex iactura (perdida del original) o ex dolo malo (intento de engaño).
4) Desentrañar los aspectos internos y externos y clasificar el diploma.

Tema 6.- El documento y su estructura


- Partes de un documento:

1. Protocolo inicial: Aparece la Invocación, ya sea verbal o mediante un Christón. Si no aparece


ahora, no va a aparecer. Suele ser seguida de una Intitulación, en donde se informa de quién
emite el documento y una Dirección, que es lo mismo pero para el receptor. Por último, puede
haber una breve Salutación.
2. Fórmula o Cuerpo: Compuesto por:

I. Preámbulo: Sirve para llamar la atención del lector (Notifico


que…, Sabed que…, sólo eso, no lo que sigue al “que…”).
II. Notificación: Se hace constar lo que aparecerá después.
III. Exposición: Motivos de cartas anteriores (sirve como
justificante).
IV. Disposición: Dispongo que…
V. Cláusulas: Forma de asegurar el cumplimiento de la
disposición (Y de no cumplirse, se castigaría a…).

3. Protocolo final: Compuesto por:

I. Fecha o Data:

o Tópica: En Zamora…
o Cronológica: …a 15 de abril de 1203.

II. Aprecación: Formula de buen augurio (Amen, Vale…).


III. Saludo final.
IV. Validaciones: Dan validez legal al documento:

o Por suscripción: Firma y nombre del que suscribe, autógrafa


o rogada.
o Signaturas: Signos o dibujos.
o Sellos: Quirográficos (a mano) o Físicos (que se rompen al
abrir el documento), como lacres, pendientes…

10
Tema 2.- Materiales escriptorios
Son aquellos o aquellas materiales o materias que suponen un soporte para la escritura. Aquí nos vamos a
fijar en los que están creados específicamente para soportar escritura, pudiendo delimitar en la escritura
latina:

1. El Papiro
2. El Pergamino
3. El Papel
• Paralelo a todos, las Tablillas Enceradas.

1. Su origen es una planta llamada “Cyperus Papirus”. Su proceso de elaboración se basa, según
nos cuenta Plinio en su “Historia Natural”, en la recolección de los tallos de la planta separaban la corteza
para quedarse con el interior, de donde extraían unos filamentos (tiras) de 1 cm de grosor. Estas se
colocaban unas sobre otras encima de unas tablas, mojándolas con agua del Nilo y se empezaba a formar
una superficie compacta. Antes de que se secase, se golpeaba con un mazo y se impregnaba de una
sustancia gomosa que satina y alisa la superficie (sólo la parte superior). Esta parte es el “Recto”, y la otra
el “Vuelco”. La cantidad de papiro conseguido se denominaba “Plágula”. Cuando unían 20 plágulas se
formaba el rollo de papiro o “Scapus”.

Sobre el papiro se escribe con el “cálamo”, una caña hueca con una incisión abajo y que funcionaba como
una plumilla. Durante los primeros tiempos, Egipto monopolizó su fabricación gracias a las características
únicas del agua del Nilo, pero cuando se dejó de producir en el s. XX Sicilia tomo el relevo gracias a los
emigrantes egipcios que habitaban la isla, manteniendo la producción hasta el s. XII. Pero por muy bien
que se fabricara, el papiro nunca podía ser del todo liso, obligando a que el signo gráfico fuese alargado y
fino.

• Papiros Egipcios: Son de los que más cantidad se conservan. La mayoría son griegos,
pero hay algunos latinos, y las principales colecciones están en el Museo Británico, de
entre el s. I y V.
• Papiros de Herculano: La erupción del Vesubio sirvió para conservarlos bajo las
cenizas. Todos son anteriores al 79 a.C. (erupción) y son en su mayoría griegos.
• Papiros Medievales: Son más o menos un centenar. Diez son códices y el resto
documentos. Dentro de ellos es donde se conservan los Diplomas Merovingios, el
mejor ejemplo de escritura merovingia del mundo.

2. El material con el que se crea es de origen animal. Plinio nos cuenta que se fabricaba usando la
piel de animales jóvenes (terneros, cabritos, corderos…) o fetos. Se cogía la piel del animal y se maceraba
en sal, para luego depilarla con una cuchilla y rasparla con piedra pómez, consiguiendo así una superficie
perfectamente lisa. Se dice que fue inventado por orden del rey de Pérgamo, que envidioso de la
Biblioteca de Alejandría pidió papiros a Egipto. Al negarse el faraón a abastecerle, ordenó a sus sabios
crear otro material escriptorio, y así aparece el papiro.

Las ventajas del pergamino era que todo el mundo tenía acceso a los animales y era más resistente al paso
del tiempo que el papiro. Es un material dúctil pero muy grueso, permitiendo la encuadernación en códice
pero no en royo, siendo así más fácil de almacenar y clasificas. Sobre él se escribía en con pluma
(penna), de metal o de ave. La obra más importante en papiro son las obras completas de Virgilio.

• Códex Púrpurus, Aureus o Argentus: Códices a los que el pergamino se teñía de


púrpura y la tinta era de oro o plata. Son riquísimos y escasos, de uso generalmente
eclesiástico.
• Palimpsestos o Códex Rescripti: Son códices visigóticos que han sido borrados
posteriormente para ser reescritos. Con instrumentos modernos se ha podido leer lo
borrado en muchos casos.

6
3. Lámina delgada hecha con fibras vegetales blanqueadas y desleídas en agua que se endurecen
químicamente después. En general es una materia filtrada constituida por tiras de celulosa entrecruzadas,
que una vez empapadas se extienden sobre una malla metálica por la que se escurre el agua. Una vez
seco, se prensa y se constituye el papel. Los primeros en crear un papel propiamente dicho fueron los
chinos. En el 105 d.C., el ministro de Agricultura Tsui-Lun, recomendaba la madera de morera y de
bambú para su fabricación. En el 751 unos prisioneros chinos que sabían fabricarlo llegaron a
Samarcanda donde trasmitieron sus conocimientos.
Los árabes trasmitieron la nueva técnica por el Norte de África y la Península Ibérica. En el s. XII ya
había un molino papelero en Játiva, que se abastecía con el lino valenciano. En Castilla no entró la nueva
técnica hasta el reinado de Alfonso X. En el s. XIII llega a Italia, y en Francia se cree que llega en el s.
XIV, al igual que en Alemania.

La fabricación de papel se potenció exponencialmente tras la invención de la imprenta, y se generalizo


con la máquina para fabricar papel de Louis Robert (1798)

Tema 3.- Historia de la Paleografía

La Paleografía es la ciencia que estudia los monumentos u objetos escritos entendidos en todo el conjunto
sus factores externos.

La Paleografía nace como tal en el s. XVII, pero ya desde que nace la escritura hay una serie de procesos
gráficos en la misma que se estudia en libros, como por ejemplo las Abbreviationes romanas, donde se
representaban símbolos para escribir taquigráficamente. Destaca la de Tirón, que inventó un símbolo que
se siguió usando hasta el s. XVII; el signo tironiano, que equivale a una conjunción copulativa.

Ya con el interés de, si no ciencia, sí convertirlo en técnica, en el s. XVII surgen discusiones en torno a la
paleografía. En 1675, un jesuita holandés llamado Daniel von Papembroeck publica un libro en el que la
tesis era que los documentos, cuanto más antiguos más falsos eran.

La respuesta para esta tesis se la da otro eclesiástico, Jean Mabrillon, con “De Re Diplomatica Libri Sex”.
Obviamente, él era benedictino, porque era esta orden quien conservaba la mayor parte de los documentos
antiguos. El afirma que sí que es cierto que hay documentos antiguos falsos, pero que no se podía
generalizar, y que debían ser estudiados y verificados uno por uno.

Otra publicación benedictina, por Bernard de Montfaucon, completa la obra del anterior, siendo la
primera que crea un método para estudiar cualquier manuscrito.

• 1675-1750 – Discusión Papembroeck-Mabrillon.

1675-1869: Etapa Tradicional

1. Las obras entienden la Paleografía como un recurso auxiliar de la Historia y la Diplomática.


2. En todas se dice que lo importante es leer, pero no les interesan los factores gráficos y externos
del documento.
3. Se centran en clasificar las escrituras con nombres distintos, con la consiguiente confusión.
4. En España comienza a haber algunas publicaciones sin demasiado interés.

1869-1900: Etapa Moderna

En 1869 se publica en Alemania “La Escritura en la Edad Media”, por Guillermo de Wattemback. Su
importancia radica en que es la primera publicación moderna sobre Paleografía, en la que se entiende
como ciencia o como posible ciencia, y no como recurso historiográfico. España sigue la misma pauta.

1900-1952: Etapa Contemporánea

Avances importantes en Europa y España.

1952-Actualidad: Etapa Final o Actual

7
Aplicación de la metodología paleográfica
*
a un autógrafo lopiano del siglo XVII

Juan Antonio MARTÍNEZ COMEd-lE


Profesor Titular de la EUBD. Universidad Complutense

RESUMEN

Estudio del grado de aplicación de la metodología paleográfica actual al


manuscrito denominado Códice Durán, un borrador poético autógrafo de Lope
de Vega (1562-1635). La falta de uniformidad y la cursividad intensa de los
signos gráficos dificulta el análisis de los elementos empleados para caracteri-
zar una escritura: el cálculo del ductus y del ángulo de escritura se complica en
exceso; el examen del módulo y del peso es inoperante; y el análisis de la mor-
fología exige ajustes de carácter teórico. Se desarrolla un método que permite
deducir las formas más características para cada letra cuando el manuscrito
presenta una gran diversidad morfológica.

Palabras clave: Paleografía de análisis, manuscritos siglo xvíí, Lope de Vega

INTRODUCCION

El análisis científico de la escritura, emprendido de una manera decisiva


por los paleógrafos durante este último siglo, ha forzado la aparición de una
metodología que permita discernir y aislar los distintos aspectos relevantes que
se hallan presentes en el acto de trazar signos lingílisticos sobre un soporte. No
es éste el único fin de la ciencia paleográfica. En cuanto ciencia auxiliar de
otras ciencias filológicas, su misión consiste en facultar al estudioso para reco-

Este estudio es resultado parcial de un proyecto de investigación financiado por la Fundación Caja de
Madrid.

Revista Ge,,eral de Información y Documentación. Vol. 5, nY 2. servicio de Publicaciones.


Universidad complutense. Madrid, 1995
12 Juan Antonio Martínez Comeche

nocer los signos arbitrarios empleados en textos antiguos, permitiéndole de


este modo su lectura, esto es, el acceso al mensaje que porta el documento’.
Igualmente, entre sus objetivos se halla «explicar las razones de las diferencias
morfológicas bajo las cuales se presentan en el transcurso de los siglos los sig-
nos convencíonales de la escritura»2, tarea que trata de organizar la historia de
la escritura en fases perfectamente definidas, explicando a su vez los motivos
que justifican su evolución con el transcurso del tiempo.
Ambos objetivos requieren, sin embargo, la consideración previa de una
ciencia paleográfica fundamental o esencial, independiente de otras áreas del
saber y autónoma (es decir, con unos fundamentos y métodos propios), que
proporcione los conceptos y las técnicas necesarios y pertinentes a fin de ana-
lizar, describir y caracterizar razonadamente y con el debido rigor las diversas
manifestaciones posibles del fenómeno de la escritura.
Los beneficios de la paleografía así entendida, como ciencia emancipada y
básica, son múltiples y de gran trascendencia. En primer lugar, permite abor-
dar los estudios paleográficos sin necesidad de recurrir a criterios de autoridad
basada en la experiencia profesional, o a reflexiones subjetivas carentes de fun-
damento o posible demostración. La ecuanimidad y la precisión sustituyen de
esta forma la parcialidad y la generalización excesivas, permitiendo apoyar los
juicios y conclusiones resultantes en datos y hechos comprobables.
En segundo lugar, resulta obvio que sólo una metodología rigurosa autori-
za a formular teorías o leyes plausibles sobre la escritura practicada en una
determinada época, que una vez confrontadas con las reglas y principios vigen-
tes en otros momentos históricos.,respalda la reconstrucción de la historia de la
escritura que realicemos al convertirla en un conocimiento verdaderamente
estructurado —conforme a unos postulados teóricos coherentes— y verifica-
ble.
En cuanto a la lectura de documentos antiguos, hemos de convenir en que
la existencia de una terminología específica y la consideración de unos con-
ceptos y nociones propios facilita la organización de todos los posibles juegos
de signos gráficos que un estudioso puede llegar a encontrarse conforme a
unosvcritericjs fijados dt antemano; y en consecuencia; simplifica-y agiliza-su
aprendizaje, capacitando al investigador para reconocerlos con mayor rapidez
y fiabilidad sean cuales sean las distintas formas o la apariencia que adopten
en un caso concreto. En conclusión, la ciencia paleográfica considerada en sí
misma constituye el pilar primordial e imprescindible sobre el que deben

Aspecto que Léon CILISSEN denomina ‘paléographie de lecture’, frente a la paleografía experimental
y la historia de la escritura, las otras dos grandes áreas que configuran la ciencia paleográfica. GIUSsEN, L.
«Analyse des deritures: manuscr’ts datés et expertise des nsanuscrits non datés». En: CENTRE NATIONAL
DE LA RECHERCHE SCIENTIFIQIJE. Le.s techniques de taboraloire ulans Ieliude des mnanuscrfts. Actes
du Colioque !nternational ni 548 du centre National de la Recherche Scientifique, Paris, 3-15 seplembre
1972. Paris: Editions du C.N.R.S’., 1974, p.23-40, esp. p. 28.
2 MIrLAREs CAlmo, A.: itarado de paleografía española. 37 cd. Madrid: Espasa-Calpe, 1983. vol. 1.
p. 6.
Aplicación de la metodología paleográfica a un autógrajó lopiano... 13

asentarse la historia de la escritura y la denominada paleografía auxiliar o de


lectura.
Los aspectos fundamentales de la metodología paleográfica actual han sido
desarrollados por Jean Mallon3 y Léon Gilissen4. Para estos autores la caracte-
rización de una escritura—y, en consecuencia, laidentificación de la mano que
la ha trazado— puede lograrse mediante la descripción de los siguientes aspec-
tos o elementos considerados esenciales en su diseño: ángulo de escritura,
ángulo de inclinación, peso, módulo, ductus, morfología y estilo.
El ángulo de escritura fue definido por Jean Mallon como «la position dans
laquelle s’est trouvé placé l’instrument du scribe par rapport á la direction de
la ligne»5. Por su parte, León Gilissen halla serios inconvenientes en la deter-
minación de este aspecto de la escritura, estrechamente ligado al acto de pro-
ducción del signo gráfico y, por tanto, del escriba que lleva a cabo esta tarea:
La formulación numérica del ángulo de escritura no da cuenta de la
posición real que adopta la pluma, situada lógicamente en unas coordenadas
tridimensionales. El ángulo resultante se obtiene mediante la proyección del
instrumento de escritura sobre el plano que forma el soporte.
— La forma natural de la pluma no es recta, sino ligeramente arqueada. En
consecuencia, a efectos de medir ángulos con el instrumento escriptóreo, no
debe tenerse presente el cañón en su totalidad, sino la hendidura practicada en
su borde.
— Un mismo signo puede realizarse con ángulos de escritura muy distin-
tos. Ello debido a que la disposición de la pluma con respecto al soporte depen-
de del corte efectuado en su extremidad, es decir, de la forma en que el escri-
ba haya tallado su punta, ya recta o simétrica, ya biselada a la derecha o a la
izquierda.
— El ángulo de escritura no es constante de una manera radical o absoluta
ni siquiera para un mismo copista, pues las condiciones en que éste ejecute su
labor repercuten en la colocación de la pluma: a la inclinación variable del
tablero sobre el que escribe, o la modificación de la posición del papel (recta o
ligeramente torcida con respecto a la base del tablero, y difícilmente idéntica
de hoja en hoja), aspectos externos señalados por Gilissen, cabe añadir otros
condicionantes achacables al propio escriba, en especial las variaciones inevi-
tables en la postura de columna, antebrazo y dedos, ya por fatiga, ya por des-
cuido, o simplemente por el afán de imprimir mayor velocidad o de aumentar
la comodidad en el trazado de los signos. El propio Gilissen termina recono-

MALLON, J.: Paléographie romaine. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Institu-
to Antonio de Nebrija de Filología, 1952.
~(hníssers, L.: Lexpertise des écritures médiévales. Recherc/te dune méthode avec application ñ un
,nanuscri¡ du XP siécle: Le Lectionnaire de Ubbes, codex Brnxeflensis 18018. Gand: Editinns Scientifiques
E. Story-Scientia, 1973.
MArI.oN, j.: Op. «it., p. 22.
14 Juan Antonio Martínez Cornee/te

ciendo que «des doigts habiles se jouent de la plume qu’ils tiennent: pour les
ligatures de formation des lettres et des signes, la plume pivote légérement sur
elle-méme dans le sens inverse des aiguilles d’une montre sil s’agit des liga-
tures vers le bas, dans le sens des aiguilles d’une montre lorsqu’il s’agit des
ligatures par le haut des lettres. Ce léger pivotement de la plume entrame en
principe un changement dangle de linstrument qui écrit»6.
Gilissen concluye que «nous ignorons toujours langle que le copiste don-
nait á sa plume, angle qui certainement variait dun scribe á l’autre. Ce que
nous pouvons observer et mesurer, c’est uniquement langle et les angles que
forment les traits constitutifs des signes avec une droite quelconque (la réglure
horizontale)»7. En consecuencia, este autor prefiere definir el ángulo de escri-
tura como el ángulo formado por los trazos más gruesos con la línea de ren-
glón. Eliminamos de este modo una simple conjetura (el ángulo de la pluma),
sustituyéndola por un elemento objetivo, mensurable y cuya verificación es
siempre posible.
La consideración del ángulo de escritura como el ángulo formado por los
trazos más gruesos con la línea de renglón, aunque solventa los problemas de
índole externa que presentaba la definición de Jean Mallon (la presencia de la
pluma en la conceptuación del ángulo, tanto por su inclinación real o su forma
natural como por el tipo de corte efectuado en su extremidad; o la repercusión
de la inclinación del tablero y de la posición del papel en su medida), no deja
de presentar algunos inconvenientes, entre los que destacaríamos los dos
siguientes:
— Uno relacionado con su propia definición, y el consiguiente riesgo de
equívoco en su cálculo. No hemos de confundir la dirección aparente de los tra-
zos gruesos que presentan todas las letras con el ángulo de escritura. Estas
direcciones aparentes son variables conforme a la grafía de que se trate, pues
al ser distinto el trazado de cada signo, en cada uno de ellos se obtiene una
diversa disposición y sentido de los trazos gruesos y de los trazos finos. De las
explicaciones que aporta Gilissen se deduce que el ángulo de escritura viene
indicado por la línea perpendicular a la dirección de ataque o inicio de un signo
que comienza con un trazo grueso, o lo que es equivalente, el ángulo formado
por la perpendicular a sus correspondientes trazos finos y la línea de renglón8.
— En segundo lugar, hemos de convenir en que el ángulo de escritura así
entendido, aunque elimina los obstáculos que hemos denominado de índole
externa, sigue reflejando los de carácter interno que se oponen a su estabili-
dad o invariabilidad. Dicho de otro modo, a pesar de la mejora indudable que

(ATLTSSZN, L.:Op. cii., p. 17.


GILIsSEN, L.: Op. cii.. p. 16.
Vid. CIL[SSFN, 1..: Op. ca., p. 36.
Aplicación de la metodología paleográfica a un autógrafo top/ano... 15

introduce Gilissen en su concepción de ángulo de escritura, éste no es cons-


tante de una manera absoluta. La razón es fácil de comprender: aunque se
prescinde —sólo a efectos de cálculo— de la posición de la pluma, cualquier
variación en el ángulo que adopte ésta se reflejará inevitablemente en la direc-
ción resultante de los trazos más gruesos del escrito. En consecuencia, aunque
de modo latente, las circunstancias que influyen en el copista a la hora de
modificar la disposición del instrumento escriptóreo (variaciones en la postu-
ra de columna, antebrazo y dedos, a causa de la fatiga o buscando una mayor
comodidad, o también por distracción, falta de habilidad, o incluso negligen-
cia en ocasiones) siguen siendo pertinentes, y se manifestarán en la medida
que obtengamos.
De lo expuesto no debe concluirse, sin embargo, la inutilidad del ángulo de
escritura por falta de rigor. De hecho, sea cual sea el elemento o aspecto de la
escritura que consideremos, no podremos evitar topamos con estas circunstan-
cias de naturaleza interna, puesto que son precisamente estos agentes y facto-
res los que posibilitan y originan el propio acto de la escritura. Sin escribas no
existirían escritos, y no podemos pretender que los copistas ejecuten su tarea
manteniendo constante la posición de la pluma en todo instante. Así pues, nada
se opone a la pertinencia del ángulo de escritura en la caracterización de una
escritura, sino todo lo contrario, desde el momento en que ese ángulo muestra
y revela la mano que la ejecutó, permitiendo discernir dos o más manos en la
elaboración de un texto.
En cambio, hemos de tener siempre presente su variabilidad intrínseca y
admitir que el ángulo de escritura fluctúa entre unos límites desiguales según
el tipo de escritura al que nos enfrentemos. Tratándose de escritos caligráficos,
la minuciosidad y el cuidado que el copista impone a su trabajo se traducirá en
unos márgenes estrechos de variación del ángulo de escritura con que elabora
el texto. Gilissen9, por ejemplo, encuentra en el códice que analiza variaciones
de dos a tres grados en los diversos ángulos de escritura, lo que demuestra el
esmero con que escribieron la veintena de copistas que intervinieron en la con-
fección del manuscrito. Pero solo en estos casos puede considerarse que el
ángulo de escritura es constante o permanece estable para un mismo escriba10.
En las demás ocasiones, y en particular cuando topemos con escrituras descui-
dadas o mal compuestas porque hayan sido realizadas con prisas o falta de apli-
cación, el ángulo de escritura poseerá un grado de variabilidad mucho mayor.
Es entonces cuando su cálculo precisará de un complemento estadístico ade-
cuado: bien mediante la determinación de su media aritmética si la escritura es

» OTLISSEN, L.: Op. cii., p. 19.


‘O Opinión que los estudiosos tienden a generalizar, convirtiéndola en ley de aplicación universal. Vid.

Pouuí,r., E. «Pal¿ographie et méthodologie. Vers t’analyse scientiflque des écritures médiévales». En:
Bibliothéqucde lÉcole des Chartes, vol. 132 (1974), ni 1 (enero-junio). p. 101-JO, esp. p. 103; y OILIssEN,
L. Op. cii., p. 17.
I6 Juan Antonio Martínez Comeche

homogénea, bien mediante una media ponderada si existen claras diferencias


de ejecución a lo largo del documento. En este último caso se podrían consi-
derar únicamente los fragmentos que ocupan un porcentaje apreciable o signi-
ficativo del texto y se despreciarían aquellos otros que, presentando clara dife-
rencia de ejecución, fuesen en cambio cuantitativamente irrelevantes frente a la
totalidad del escrito.
Obviamente, no será necesario adoptar nonnalmente tal grado de rigor en
nuestros estudios. En la inmensa mayoría de las ocasiones bastará con calcular
la media aritmética, dado el nivel de automatismo presente en el trazado de sig-
nos gráficos. Las personas pueden modificar de manera consciente o incons-
ciente la postura de columna, brazo y dedos al escribir, pero su tendencia natu-
ral consiste en mantenerla constante o al menos entre unos márgenes estrechos,
lo que restringe enormemente en la práctica los límites de variación que deben
considerarse en teoría. Son precisamente los hábitos que adopta el escriba de
forma espontánea en cuanto a la postura del cuerpo y del instrumento escrip-
tóreo —además de otras peculiaridades de orden externo— los que permiten
caracterizar en conjunto su ángulo de escritura frente al de otras manos.
Estas observaciones pueden generalizarse diciendo que cualquier copista
introduce variaciones más o menos llamativas en la ejecución de las múltiples
grafías que conforman un escrito, por la sencilla razón de que los factores de
naturaleza física y anímica inherentes al copista son los que en última instan-
cia se conjugan de una manera concreía en un instante específico para generar
un determinado signo gráfico, único y distinto de cualquier otro ejecutado por
ese mismo escriba. Esta afirmación incide en el siguiente hecho, dc una lógica
meridiana: siendo estrictos, convendremos en que ninguna mano es capaz de
reproducir con absoluta exactitud una letra dada, y en consecuencia, bastaría
adoptar la precisión adecuada para certificar que todas las aes que figuran en
los autógrafos de Lope de Vega, por ejemplo, son distintas entre sí.
Del mismo modo, podemos generalizar sobre las circunstancias pertinentes
en estas modificaciones, reduciéndolas a dos fundamentales con resultado asi-
mismo diverso. La primera de ellas, ya comentada, atañe la mayoría de las
veces- -al -escriba -que realiza su-trabajo- dejándose Revar-inconsuientemente por
su manera de proceder más enraizada, revelando su técnica y modos persona-
jes. En este caso, y salvo excepciones (pienso en un escritor cuya característi-
ca fuese precisamente la falta de uniformidad en la ejecución de los signos),
podemos esperar unas fluctuaciones de escasa magnitud, y por tanto, una esta-
bilidad y regularidad grandes en la escritura; nunca absoluta, insisto, debido a
la incapacidad para reproducir con total precisión una determinada grafía.
Dicha incapacidad está originada por factores externos e internos. Entre los pri-
meros destacaríamos las leves modificaciones de la posición de la pluma, del
tablero o del papel. El copista, por ejemplo, difícilmente puede evitar ligeras
variaciones en el ángulo del soporte al cambiar de folio o mientras escribe en
la misma hoja. Entre los factores de orden interno, podemos distinguir los de
carácter estrictamente físico (el escriba no posee un dominio total, absoluto o
Aplicación de la metodología paleográfica a un autógrafo lopiano... 17

perfecto de la técnica de escritura; y la imposibilidad para mantener en cual-


quier caso invariable la postura de columna, antebrazo y dedos) y los de orden
animico (fatiga; distracciones; prisas, esto es, la necesidad de imprimir una
velocidad ligeramente superior a la habitual; o la búsqueda inconsciente y natu-
ral de una mayor comodidad en el trazado de ciertos signos por la concurren-
cia de circunstancias especiales, la existencia de ligaduras o nexos, por ejem-
pío). Si normalmente las pequeñas alteraciones en el diseño de las grafías se
producen sin la participación consciente del escriba, no debemos olvidar tam-
poco que esta uniformidad puede ser asimismo conseguida de forma volunta-
ria y consciente, usualmente por los escribas pulcros, diligentes, concienzudos
y minuciosos, que ponen especial cuidado en ejecutar los signos de la escritu-
ra con la máxima similitud posible. Dentro de este grupo habríamos de incluir
a los falsificadores, en especial cuando carecen de un modelo concreto al que
someterse. No en balde un posible criterio para detectar en un escrito la simple
imitación de la letra de un autor, desechando la hipótesis de un autógrafo suyo
desconocido hasta entonces, consiste en la sospechosa identidad en el trazado
de las letras u otros signos, desprovisto el texto de la naturalidad que otorgan a
la escritura estas pequeñas irregularidades.
La segunda circunstancia atañe a aquellas alteraciones de mayor magni-
tud en la ejecución de los trazos que puedan observarse en un manuscrito.
Estas obedecen normalmente a decisiones voluntarias del copista, obligado
por diversos factores externos (espacio mucho mayor o menor del que preci-
saría para introducir una cantidad de texto fijado de antemano; errores de
copia que fuerzan a la adición en márgenes o sobre la línea de los fragmentos
omitidos; o cualquier otro tipo de correcciones, entre otros muchos). Tampo-
co debemos olvidar que ciertos desequilibrios relevantes en la escritura pue-
den haber sido provocados inconscientemente por el escriba: en el caso ya
comentado de escritos especialmente descuidados de por si (un copista cuya
escritura —en condiciones normales— se caracteriza por el trazado desigual
de cada uno de sus signos) predominan los factores de índole física (debido
muy posiblemente a un dominio pobre de la técnica de escritura o a una falta
llamativa de habilidad o pericia por parte del escriba); en los demás casos
debemos suponer la concurrencia de factores de índole anímica, esto es, la
obra ha sido ejecutada por manos diestras pero con negligencia, excesiva rapi-
dez o improvisación.
Contbrme a estas premisas, podemos ya sistematizar lo apuntado anterior-
mente de manera parcial en relación a la influencia de unos factores sobre los
otros. Tratándose de leves variaciones en la escritura, son los factores de orden
anímico los que suelen repercutir en los físicos, y a su vez éstos en los factores
externos, especialmente en la posición de la pluma. Por el contrario, cuando
existen grandes irregularidades en el trazado de los signos, normalmente sue-
len ser otros factores externos los que, tras incidir en los factores físicos inter-
nos, fuerzan la modificación consciente de la posición de la pluma, y en con-
secuencia, la ejecución anómala de las grafías.
18 Juan Antonio Martínez Cornee/te

Este esquema general puede sufrir alteraciones en sus comienzos, pero


nunca en las fases finales. En efecto, podrán darse fluctuaciones leves en la
escritura provocadas por factores externos (variación en el ángulo del papel,
por ejemplo), y anomalías graves inicialmente debidas a causas de orden aní-
mico (negligencia en la tarea de copia, entre otras), pero en cualquier caso toda
variación perceptible en la expresión gráfica se ha visto necesariamente influi-
da previamente por factores internos de carácter físico (en concreto, ha supues-
to obligatoriamente la modificación consciente o inconsciente de la columna,
el antebrazo o los dedos).
En suma, podemos afirmar que las causas que originan la modificación del
ángulo de escritura, al ser independientes de la voluntariedad o involuntariedad
por parte del escriba, remitiendo en última instancia a factores de carácter físi-
co interno (estrechamente vinculados con las condiciones en que el escriba o
copista realiza su trabajo) presentes siempre en el trazado de cualquier signo,
habrán de repercutir necesariamente en todos los aspectos empleados para
identificar y calificar una escritura. Y en consecuencia, la vacilación observa-
da en el ángulo de escritura debe ser considerada también a la hora de calcular
el ángulo de inclinación11, el peso’2, el módulo13, el ducíus14, la morfología15
y el estilo16 de una escritura.
La extensión de la variación intrínseca a todos los elementos definitorios
de la escritura, sí es eterto que se justifica por los motivos físicos internos
aducidos, podía preverse en pura lógica. Desde el momento en que percibi-
mos fácilmente grandes diferencias en la escritura de épocas muy distantes y
reconocemos que bastan los aspectos reseñados para explicar estos contras-
tes, estamos admitiendo implícitamente que una serie de copistas ha tenido
que introducir paulatinamente dichos cambios. Simplificaríamos y erraríamos
si supusiésemos que este proceso se lleva a cabo de manera abrupta, partien-
do de un escriba que introduce en su escritura a partir de un momento dado
una modificación más o menos llamativa, siendo a su vez ésta admitida y

«C’est langle que font, avec la réglure horizonrale, les bastes el les jambages des letires prétendues
droiles». PotstTÍ, E. Op. cii., p. 103-4.
¡2 ~ s’agit, en somme, dévaluer l’impression produite par l’épaisseur des graisses». POULLE, E. Op.
ca,, p. 104.
13 «El módulo designa las dimensiones ‘absolutas” de las letras. Por “relación modular” se entiende la

proporción entre la altura y el ancho de aquéllas». MTLtARE5 CARLO, A. Op. cii., p. 8.


I~ «El “ductus” es el orden en el que los trazos fueron ejecutados y el sentido en el cual cada Lino de

ellos fue hecho». MIlLARES CART.O, A. Op. ci!., p. 9.


‘~ «C’est l’aspect extérieur des cures que le scribe a eu exécuter». MALLON, 1. Op. cii., p. 22.
a latina, cabe
iÉ==5aspues¡os unos rasgos morfológicos esenciale« necnliar,-z,lpr~’in aSrprn ~
subrayaría existencia de modas que afectan a la inclinación peculiar de los renglones bien a la izquierda, a
la derecha o manteniendo la estricta verticalidad; o a la singular manera de realizar los rasgos morfológicos
esenciales, o a la introducción de refuerzos adventicios como pueden ser patas, puntos de arranque, o a la
utilización de alargamientos, espontáneos unas veces, art¡tic,osos otras. Hablamos entoncesí de modalida-
des estilísticas». CANELLAS, A. «Paleografía y Bibliotogía». En: Diuz Boa~tw., 1. M. (coordj. Métodos de
estadio dc la obra literaria. Madrid: Altea; Taurus; Alfaguara, 1989. p. 30.
Apliú-a<:ión de la metodología paleográfica a un autógrafo ¡op/ano... 19

difundida entre otros copistas contemporáneos. Muy al contrario, los histo-


riadores de la escritura saben bien que, en condiciones normales, la evolución
es extremadamente lenta y que cualquier transformación gráfica es suscepti-
ble de segmentarse en múltiples reformas de menor alcance, apenas percepti-
bles, que siendo gradualmente admitidas, conducen con el transcurso de
muchos años y la participación de generaciones de copistas al cambio defini-
tivo. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta que sobre los copistas
pesan sobremanera la tradición por un lado, y la obligatoriedad inexcusable
de garantizar la fácil lectura de lo escrito por otro, lo que se traduce en un
sometimiento bastante estricto a los cánones y técnica aprendidos de sus
mayores. En consecuencia, si nos fijamos por ejemplo en el aspecto morfoló-
gico de la escritura, Jo esperable en un cierto escrito es, bien la presencia en
exclusiva de formas clásicas, bien la convivencia de mayoritarias formas clá-
sícas con la esporádica aparición de formas nuevas para un cierto signo, aun-
que es posible igualmente encontrar escritos en los que coexisten múltiples
formas para un mismo signo sin que prevalezca ninguna de ellas. La mayor o
menor uniformidad morfológica dependerá de las condiciotíes en que el escri-
ba haya efectuado su trabajo, y en especial de la velocidad con que el copis-
ta haya trazado los signos: cuanto mayor sea la rapidez con que se ejecuten,
mayores diferencias morfológicas se hallarán en las grafías. Ello demuestra,
por una parte, la pertinencia de las circunstancias expuestas anteriormente, y
por otra parte, la influencia de la denominada letra cursiva en la evolución de
la escritura.
La posible oscilación que puede ser percibida en la morfología de un escri-
to es igualmente aplicable a los demás aspectos de la escritura. Ouy la ha pues-
to de relieve en relación al módulo con las siguientes palabras: ~<1ly a un manus-
cnt entiérernent autographe de Pierre d’Ailly qul est cursif: j’ai calculé selon la
m&me technique le rapport hauteur/largeur pour certaines parties de cet auto-
graphe et pour dautres, et je suis arrivé it un éventail de différents rapportsss17.
Angel Canellas, por su parte, reconoce que «importa también observar las alte-
raciones que experimenta el ductus de la escritura por influencia del nexo»18, lo
que permite concluir que también el ductus de un cierto signo puede variar en
función de las letras adyacentes cuando no estemos ante una escritura elabora-
da con especial sosiego y esmero. En resumen, la exposición precedente reafir-
ma lo que deseábamos demostrar desde el comienzo, es decir, que «una cursí-
vidad, por tímida que sea, modifica profundamente el aspecto de un determina-
do grafismo»10, y en general, que todo elemento definitorio dc la escritura es

‘7 CíLíssEN, L.: «Analyse des ¿critures: manuscrits datés et expertise des manuscrits non datés». En:
CENTRE NATIONAL DE LA RECHERCHE SCIENTIFIQUE. Les !echniques de lobo raroire dans 1 ‘dtude
des manuscrits. Actes du Colloque International ni 548 du Centre National de la Rectsercbc Scientifique,
Paris, 13-15 septembre 1972. Paris: Éditions du C.N.R.5., 1974, p. 39.
‘~ CANELLAS, A.: Op. ch., p. 32.
‘~ MILLARES CARIO, A.: Op. ci!., vol. 1, p. 9.
20 Juan Antonio Martínez Comeche

susceptible de presentar fluctuaciones más o menos relevantes conforme a las


circunstancias concretas de carácter físico interno —originadas muchas veces
por factores de índole anímica— en que el escriba realizó su tarea.
Comprobado este extremo, nos vemos obligados a reconocer que algunos de
los elementos que suelen emplearse para caracterizar una escritura son extre-
madamente complicados de analizar en escrituras del siglo xvíí, de cursividad
intensa y nxuy personales, como en el caso del borrador poético autógrafo de
Lope de Vega que nos ocupa, mientras que el estudio de los demás elementos
pertinentes en su identificación, o es inoperante o requiere una adaptación pre-
vía específica acorde con la naturaleza del manuscrito objeto de estudio.
En efecto, el ductus y el ángulo de escritura presentan especiales dificulta-
des de cálculo en el denominado Códice autógrafo Durán, desde el momento
en que no es posible distinguir a simple vista los momentos iniciales del trazo
en que la pluma estaba más cargada de tinta y los momentos finales en que es
menor la cantidad de tinta impregnada en el soporte, ni es tampoco fácil dis-
cernir unos trazos más gruesos que otros. Para conseguir unas medidas fiables,
más allá de una simple conjetura o a lo más de una burda aproximación sin res-
paldo objetivo, sería preciso emplear técnicas fotográficas singulares inaccesi-
bles para mi en la actualidad20.
En lo que respecta a la medición del módulo, ésta sería muy engañosa, pues
la relación altura/anchura de las letras varía demasiado dentro incluso de la
misma hoja de texto. Téngase en cuenta que manejamos un borrador y no una
copia en limpio, y por tanto, la casi totalidad de las líneas presentan fragmen-
tos de texto tachados y sustituidos caóticamente por otros en los espacios supe-
rior e inferior de la línea o en los márgenes. Estas correcciones modifican la
longitud del interlineado por una parte (puesto que no se ha fijado de antema-
no), y por otra fuerzan el trazado de letras con dimensiones muy distintas según
se trate de ampliaciones o reducciones de texto. Dada la amplísima fluctuación
que presentan los dos componentes que intervienen en el cálculo de la relación
modular, el número resultante no sería en absoluto reflejo de la característica
de la escritura que se pretendía cuantificar, aunque empleásemos correctivos de
índole estadística. Concluimos, pues, que tratándose de un borrador manuscri-
to, el módulo no solo presenta dificultades de cálculo sino que se muestra ine-
ficaz, porque apunta a un aspecto de la escritura que presupone en su defini-
ción un mínimo grado de uniformidad en el trazado de los signos. Igualmente
inoperante debemos considerar el peso, dado que en su cálculo interviene
directamente la relación modular de la escritura examinada.

~«Cnnsidero que el método propuesto por Colette Sirat para analizar el ductus sería igualíssente de gran
utilidad para descubrir la disposición de gruesos y finos en escrituras donde aparentemente no cabe Ial dis-
Unción. Vid. su artículo «Etude du tracé de lécriture». En: CENTRE NATIONAL DE LA RECHERCIJE
SCIENTIFIQUE. Le.s technique.s de lohoratoire <laus t’é!otte dé manusrrtts. Actes dtí Colloque lnternatit,.
nal n.’ 548 du Centre Nalional de la Recherche Scientifique. Paris. 13-15 septembre 1972. Paris: Éditions du
C.N.R.5.. 1974, p. l7-24, esp. p. 21.
Aplicación de la metodología paleográfica a un autógrafo ¡op/ano... 21

Restan tres elementos que permitirían calificar e identificar la escritura de


Lope tal como se refleja en el Códice autógrafo Durán, aunque habrá que adaptar
el estudio de la morfología, del ángulo de inclinación y del estilo a las peculiari-
dades del manuscrito. En cuanto al ángulo de inclinación, éste no es constante
debido a la cursividad que presenta el texto. Además, las astas no son todas rec-
tas, abundando los trazos curvos en forma de bucle o lóbulo. Debido a estas cir-
cunstancias es preferible considerar únicamente las astas rectas de diversas letras
y determinar finalmente el ángulo de inclinación mediante la media aritmética de
los ángulos obtenidos previamente. En relación al estilo, puesto que los elemen-
tos considerados tradicionalmente en este apartado surgirán necesariamente al tra-
tar de la morfología, será preferible centrarse en la descripción exhaustiva de los
principales usos ortográficos de Lope de Vega, aspecto que sin duda ayudará a
revelar el estilo peculiar que presenta la escritura del poeta madrileño.
El análisis de la morfología exige, en cambio, ajustes de mayor enverga-
dura teórica. No podemos limitarnos a señalar en una ficha descriptiva o sig-
nalética las diversas formas que adoptan unos pocos signos, los más peculia-
res o característicos en su trazado, ni extraer para cada uno de ellos un mode-
lo prototípico que los abarque. Ello por dos motivos: en primer lugar, porque
ya en el siglo xvíí —fecha del códice— la sujeción a normas y cánones
impuestos en la técnica de escritura no es tan estricta; existe una libertad de
ejecución de la escritura mucho mayor, acentuada en nuestro caso porque el
texto manuscrito no está destinado a su lectura pública y ha de pasar previa-
mente por la imprenta. En consecuencia, todas y cada una de las letras revelan
el modo de hacer peculiar y característico de Lope de Vega, no pudiendo selec-
cionarse unas pocas de trazo más personal. En segundo lugar, cada una de las
letras presenta una diversidad llamativa de formas que impide el esbozo de una
«letra-tipo» que las englobe. Si pretendiésemos ajustamos a una ficha descrip-
tiva o signalética, nos veríamos obligados a traicionar su propia razón de ser,
la de constituir un compendio donde reseñar únicamente las formas distintivas
de la escritura lopiana.
La tarea que debíamos afrontar, pues, consistía en hallar un método objeti-
vo que permitiese, por una parte, analizar esta falta de uniformidad morfológi-
ca, y por otra parte, hallar un factor común con respecto al cual poder deducir
las formas más características de Lope para cada letra.

ANÁLISIS TEÓRICO DE LA MORFOLOGÍA

Para llevar a cabo el estudio de la escritura lopiana21 partimos de una pre-


misa fundamental, según la cual todo trazo posee una cierta forma, forma que

Aunque no puedo afirmarlo con absoluta certeza (sería preciso respaldar esta hipótesis con una com-
probación muy amplia y exhaustiva, aún incompleta), creo que es posible extender la aplicación del estudio
aquí emprendido a escrituras de muy vahadas épocas y estilos.
METODOLOGÍA PARA LA DISPOSICIÓN FINAL DE SERIES DOCUMENTALES

ƒ Microfilmar o digitalizar algunas series con el propósito de destruir los documentos


originales debe ser una decisión que en la práctica garantice que la información
reproducida por dichos medios será perdurable, fiel e inalterable y que los soportes
originales no se eliminaran hasta tanto no se venzan los periodos de prescripción
aplicables en cada caso.

ƒ Aún cuando se apliquen técnicas de reprografía válidas sería conveniente conservar


algunos expedientes en su soporte original con el fin de que los futuros investigadores
puedan analizar caracteres diplomáticos.

Procedimientos para aplicar las decisiones sobre disposición final10

La TRD debe actuar como un instrumento orientador tanto para quienes conforman y
transfieren los expedientes a los archivos centrales, como para el personal de las unidades
de archivo, que deben coordinar la transferencia de los documentos y aplicar gran parte de
las decisiones relacionadas con la disposición final, por tanto los procedimientos deben ser
claramente sustentados, en la columna pertinente.

Es importante definir con claridad a partir de qué momento operan los tiempos de retención
fijados para las series y subseries en los archivos de gestión, pudiendo establecerse como
una convención general que los tiempos de gestión que se asignaron en archivo de gestión,
empiezan a contarse a partir del cierre del asunto que lo originó.

Por otra parte es conveniente señalar en qué momento se aplicarán los procesos de
reprografía.

Excepto en el sector bancario, es poco usual que en nuestro medio se apliquen los procesos
de reprografía en el momento en que se origina la documentación, siendo la práctica más
común su procesamiento cuando los expedientes ingresan a los archivos centrales; sin
embargo, sería importante analizar a la luz de las posibilidades tecnológicas actuales, en

10
Extractos tomados de la obra: Guía práctica para la elaboración de tablas de retención documental (2001).
LUIS FERNANDO SIERRA ESCOBAR

equilibrio con el respeto por los principios archivísticos, la posibilidad de efectuar la


reprografía desde el momento en que los trámites están en curso, con el propósito de
programar mejor las inversiones necesarias y garantizar la protección de la documentación
contra cualquier situación adversa.

En todo caso, la oportunidad en que se aplicarán los métodos de reprografía deberá quedar
claramente determinada en los procedimientos.

En el caso de la selección se deberá sustentar claramente el método utilizado, si se trata de


la aplicación de una selección cualitativa se indicará cuál es su criterio, la forma en que se
aplicará y quién será el responsable de aplicarla; por ejemplo, “ previo a cada transferencia,
el jefe de la unidad determinará cuáles de los expedientes pertenecientes a la serie
conceptos técnicos en razón de la importancia de sus pronunciamientos deberán ser
microfilmados al ingresar al archivo central, luego de microfilmados permanecerán 10 años
y serán transferidos al Archivo General del Distrito”

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