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“El hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa… Como ya no son dos
sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido”, Mateo 19:5-6 (NTV).
Son muchos los que siguen el consejo bíblico de no unirse en yugo desigual,
pero después de casados olvidan el otro principio bíblico clave para el buen
matrimonio: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal
mandamiento”, Marcos 12:30. El ejemplo bíblico más claro es el de Zacarías y
Elisabet quienes hicieron de Dios el centro de su matrimonio (Lucas 1:6) y
fueron enormemente bendecidos por ello.
Cuando más cerca de Dios estén los cónyuges, más cerca estarán el uno del
otro. Es imposible que un matrimonio sobreviva, o por lo menos sea plenamente
feliz, si la vida espiritual de los esposos se desvanece.
El secreto de un matrimonio con futuro es la dependencia de los cónyuges
de Dios. El diablo lo sabe muy bien. Por eso trabaja a toda hora para secar la
vida espiritual de los esposos. Debemos entender que el objetivo primario del
diablo no es tu matrimonio sino, ¡tu vida espiritual! Si él logra poner una
cuña en tu relación con Dios tu matrimonio sufrirá enormemente.
La raíz de todas las desgracias en tu vida y en tu familia está en alejarse de
Dios.
¿Dónde se encuentra la felicidad?
Es muy común que los recién casados se desencanten en el matrimonio. Tenían las
expectativas de que todo sería felicidad y realización. Y como eso no ocurrió se frustran.
Eso pasa porque las personas piensan que sus compañeros los harán felices. Pero ningún
ser humano puede hacer eso. Solo Dios puede satisfacer tu alma verdaderamente. No
está bien casarse con la idea de que el otro ‘nos dará felicidad’. Para que el matrimonio
sea feliz los integrantes ya tienen que serlo antes de casarse. Deben sentirse realizados,
completos y felices en Dios. Muchas personas carenciadas emocional y espiritualmente
se casan con la idea de que el matrimonio suplirá esa necesidad. Están llenas de
incertidumbres, carentes de propósito e inseguras acerca de su propia valía. Esperan que
el matrimonio supla todas esas falencias. Los cónyuges tienen que haber resuelto los
grandes asuntos de la vida antes de casarse, esto es: por qué fuimos creados y quiénes
somos en Cristo. No avances en la relación con la intención de casarte si el tanque
emocional de tu alma está vacío. Primero llénate de Dios. Encuentra el verdadero
propósito y la verdadera felicidad y luego cásate. De lo contrario, el casamiento será un
fracaso total. No esperes de tu pareja lo que solo Dios puede darte. Pablo lo aclara muy
bien en su famoso pasaje de Efesios 5. Él dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios
maridos…”, Efesios 5:22. Pero antes dijo que los esposos se deben una sumisión mutua:
“Sométanse unos a otros…”, Efesios 5:21 (NVI). La sujeción de la mujer se da en un
contexto de sujeción mutua, la cual surge a su vez como resultado de ser llenos del
Espíritu Santo, versículo 18. Los esposos se sujetan uno al otro; el varón ejerce el amor
entrega siguiendo el ejemplo de Jesús y la mujer responde con amor a su marido porque
los dos están llenos del Espíritu Santo. ¿Lo ves? El matrimonio es una dulce armonía
como consecuencia de la íntima relación que cada uno de sus integrantes tiene con el
Espíritu Santo. Existe una íntima concordancia entre la vida en el Espíritu y la vida en el
matrimonio. ¡Para que el matrimonio funcione sus integrantes tienen que ser llenos del
Espíritu Santo!
Un despertar espiritual
Nada es más poderoso que un toque divino para generar un nuevo ímpetu espiritual en
nuestras vidas y familias. De algo deben estar seguros: toda vez que en la Biblia alguien
buscó el rostro de Dios esperando un renuevo espiritual, lo obtuvo. Dios irrumpió con
todo su esplendor, santidad y poder provocando un cambio trascendente. Es hora de
postrar nuestras rodillas en humilde oración y súplica esperando que Dios derrame Su
Espíritu, avive a los que son suyos y salve a los perdidos, aún dentro de nuestra propia
casa.
¿Qué tan pronto sucederá ese despertar espiritual? No podemos determinarlo, pero
nuestra fe sabe que “Dios vendrá”, Habacuc 3:3. Si observan atentamente verán a lo
lejos ‘una nube pequeña como la mano de un hombre’ y si escuchan con atención sabrán
que se aproxima una lluvia abundante. ¡Con seguridad tendremos un diluvio de
sobreabundante vida y bendición!