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LAS BIENAVENTURANZAS DESDE EL CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Meditar la estrecha vinculación de la Virgen con las bienaventuranzas me ayuda


en este camino para tratar de transformar mi vida.
«Bienaventurados los pobres de espíritu…».
La joven de Nazaret, la doncella (Anawin)
Fidelidad,
Humildad,
Modestia,
Sencillez en el trabajo cotidiano,
Disposición al servicio,
Piedad,
Fe profunda…

«Bienaventurados los que lloran…».


¿Cuánto lloró María a lo largo de su vida
Engendrar un hijo sin conocer varón.
Las lágrimas por san José.
El dolor del alumbramiento en Belén.
El cansancio de la huida a Egipto.
La tristeza por la pérdida del Niño en Jerusalén.
El dolor ante las palabras de Simeón.
El sentimiento de dolor ante las acusaciones que hacen a Jesús.
La Pasión de su Hijo y su presencia al pie de la Cruz.

«Bienaventurados los mansos…».


Cumple la verdad en la que se proclama la esclava del Señor,
Corre rauda a asistir a su prima santa Isabel,

«Bienaventurados los misericordiosos…».


Se compadece de los que no tienen vino en Caná,
Acoge con el corazón a los amigos de Jesús,
Ampara a los discípulos tras la muerte del Señor,
La que acoge los sufrimientos y los dolores de los hombres,
La que intercede para lograr la intercesión de Dios.

«Bienaventurados los limpios de corazón…».


María, la Inmaculada,
La Virgen,
La llena de la gracia santificante, repleta de virtudes y de
innumerables dones, de caridad, rectitud, amor a la verdad y firme en
la fe,
Siempre esforzándose en complacer a Dios,
Siempre actuando para servir sin recibir nada a cambio…

«Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia…».


Aceptó el sufrimiento en su vida con sencillez,
Vio como condenaban injustamente a su Hijo a morir en la Cruz,
Tuvo que huir a Egipto por la maldad de Herodes,
Tuvo que aceptar las calumnias y las insidias contra Jesús
La que una espada traspasó su corazón

María me muestra el camino hacia la santidad


En lo ordinario de mi vida,
En la simplicidad de mis gestos,
En la humildad de las pequeñas cosas…
Como descubrir a Dios y aceptarlo,
Desde la contemplación, la entrega y la cercanía del misterio divino.
MARIA MODELO DE VIRTUD Y HUMILDAD
La santidad ejemplar de la Virgen mueve a los fieles a levantar "los ojos a María,
la cual brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos".
Virtudes sólidas, evangélicas:
1. La fe y la dócil aceptación de la Palabra de Dios (cf. Lc 1, 26-38; 1, 45; 11,
27-28; Jn 2, 5);
2. La obediencia generosa (cf. Lc 1, 38);
3. La humildad sencilla (cf. Lc 1, 48);
4. La caridad solícita (cf. Lc 1, 39-56);
5. La sabiduría reflexiva (cf. Lc 1, 29.34; 2, 19. 33. 51);
6. La piedad hacia Dios, pronta al cumplimiento de los deberes religiosos (cf.
Lc 2, 21.22-40.41),
7. Agradecida por los bienes recibidos (Lc 1, 46-49),
8. Que ofrece en el templo (Lc 2, 22-24),
9. Que ora en la comunidad apostólica (cf. Act 1, 12-14);
10.La fortaleza en el destierro (cf. Mt 2, 13-23),
11.La fe en el dolor (cf. Lc 2, 34-35.49; Jn 19, 25);
12.La pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor (cf. Lc 1, 48; 2,
24);
13.El vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta la
ignominia de la cruz (cf. Lc 2, 1-7; Jn 19, 25-27);
14.La delicadeza provisoria (cf. Jn 2, 1-11);
15.La pureza virginal (cf. Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38);
16.El fuerte y casto amor esponsal.

De estas virtudes de la Madre se adornarán los hijos, que con tenaz propósito
contemplan sus ejemplos para reproducirlos en la propia vida. Y tal progreso en la
virtud aparecerá como consecuencia y fruto maduro de aquella fuerza pastoral que
brota del culto tributado a la Virgen.

Exhortación Apostólica Marialis Cultus


De su santidad Pablo VI
1974

LA PERDIZ VANIDOSA Y LA TORTUGA MODESTA


La perdiz y la tortuga vivían en el mismo rincón de una inmensa llanura de África pero casi
nunca hablaban. Poco se encontraban frente a frente porque la ave, vanidosa y arrogante,
nunca se dignaba bajar de las ramas de los árboles o interrumpir su vuelo para entablar
una conversación con la tortuga. Ni siquiera la saludaba desde arriba, sólo la miraba
despectivamente.

Un día, la perdiz descendió al suelo a picotear unas semillas y justo en ese instante la
tortuga pasaba caminando lentamente por ahí.

-Hermana tortuga –le dijo la perdiz-,


¿No te da vergüenza ir siempre tan despacio?
¿No te da envidia verme a mí, tan bien dotada, mucho mejor que tú?
¿No te causa celos ver cómo vuelo y cómo corro, cosas que tú no puedes hacer de
ningún modo?
-No –repuso lentamente la tortuga-.

Pienso que dichosa tú, que puedes acabar en una carrera un camino que me lleva todo
un día a mí. Pero no te envidio.
Mi lentitud también tiene sus ventajas…
-¡Bobadas!- contestó despreciativamente la perdiz-.
Eso lo dices por decir. ¿Qué ventajas puede tener ser lento y pesado?
Eres esclava de tu caparazón, estás condenada a andar siempre por lo bajo y ni siquiera
puedes correr.
Yo en cambio soy libre, todo me favorece.

Poco tiempo después, lo cazadores de una lejana aldea prendieron fuego a la vegetación
de llanura para hacer salir a los animales y así poderlos cazarlos fácilmente. Las llamas
crecieron muy altas, se expandieron con rapidez y se acercaban al rincón en donde vivían
la perdiz y la tortuga.

La perdiz no hacía más que vanagloriarse de que podría salvarse de las llamas volando a
gran altura y se reía de la tortuga.

-Te vas a asar, el fuego correrá más rápido que tus cortas patas y te alcanzará –le gritaba
la perdiz a la tortuga desde lo alto.

Cuando las llamas llegaron, la tortuga, para protegerse, se escondió en un hoyo que
había dejado la pata de un hipopótamo en el suelo y se metió dentro de su caparazón, de
manera que nada le ocurrió. En cambio la perdiz quiso lucirse y hacer gala de sus dotes, y
se preparó para emprender el vuelo, pero el humo era tan denso que tan pronto abrió sus
alas se asfixió y cayó en medio del fuego.

Cuando todo pasó, la tortuga salió de su escondite sana y salva y preguntó por la perdiz,
extrañada de no verla haciendo alarde de cómo logró salvarse del fuego gracias a su
rapidez y habilidad.
Al enterarse de lo que había sucedido, lamentó que esos dotes de los que se sentía tan
orgullosa, no hubieran ayudado a la pobre perdiz a escapar del fuego.
Taller La humildad en mi discipulado desde la figura de la Virgen María
1. Oración con Magníficat
2. Lectura de Bienaventuranzas
3. Mirada de Cada una en la vida de María
4. Como María logro hacer esto
a. Virtud
b. Vida de María
5. Lectura de Cita y breve Explicación
6. Taller Personal
7. Lectura de Cuento la

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