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Cuando los hombres comenzaron a tener conciencia de sí mismos, no como individuos sino
como pueblo, posiblemente surgió la necesidad de contar lo más significativo de su existencia.
La total ausencia de la escritura, que tardaría aún algunos siglos en aparecer, obligaba a confiar
a la memoria el acervo cultural del pueblo, que de este modo reafirmaba su identidad.
Tales debieron de ser los orígenes de la épica, pero su configuración como género literario
no tendrá lugar hasta mucho tiempo después.
El tema central suele estar relacionado con el mito, la leyenda, la historia o el cuento
popular. Se sitúa en una remota edad heroica, o en los inicios históricos de un pueblo o nación,
cuyos acontecimientos ponen a prueba las cualidades del héroe, por lo que son frecuentes las
batallas, los viajes arriesgados o el trato injusto o abusivo de personajes con más poder.
2. La épica griega.
La literatura europea nace en Grecia con dos poemas épicos: la Ilíada y la Odisea. Pero
estas obras no son el inicio, sino posiblemente el momento cumbre de un proceso que venía
fraguándose desde la segunda mitad del segundo milenio antes de Cristo.
Los acontecimientos históricos que los poetas griegos consideraron dignos de ser
recordados se refieren a los ocurridos en Grecia durante el llamado Período Micénico (1600-
1200 a. C.). Una vez desaparecido, el mundo micénico es sustituido por una sociedad
aristocrática dirigida por reyezuelos de pequeñas ciudades a quienes acompañan nobles
poderosos que se sienten herederos de los antiguos soberanos micénicos y a quienes gusta
que experimentados cantores les recuerden las hazañas de sus antepasados. Pero el paso del
tiempo (más de 400 años) desvirtúa los antiguos sucesos hasta que éstos se acaban
transformando en leyendas.
Estas leyendas pueden agruparse en dos ciclos: el Ciclo Troyano y el Ciclo Tebano. El
primero recoge todas las leyendas referidas a la fundación y destrucción de Troya y al regreso
al hogar de los vencedores griegos. El segundo se nutre de los relatos surgidos en torno a la
ciudad de Tebas.
En el siglo VIII a. C. aparecen la Ilíada y la Odisea, que desde antiguo la tradición atribuyó a
un poeta de Asia Menor o de alguna de sus islas vecinas (quizá de Quíos o de Esmirna)
conocido con el nombre de Homero. Estos poemas -ambos pertenecientes al Ciclo Troyano-
han llegado hasta nosotros completos y están considerados entre los mejores textos de la
literatura universal
3. Características de la épica griega.
Para entender un poema épico hay que tener muy presente su condición de poesía oral, es
decir, compuesta y transmitida en sus orígenes sin ayuda de la escritura. Los poetas componían
sus obras y las interpretaban con la única ayuda de la memoria, por lo que dichas obras tenían
una buena dosis de improvisación. Para poder realizar esta difícil tarea, sobre todo cuando se
trataba de poemas de gran extensión, los poetas recurrían a diversas técnicas: el uso de la
música, los epítetos atribuidos a los héroes (Aquiles siempre es el de los pies ligeros y Héctor, el
domador de caballos), el empleo de los mismos adjetivos para los mismos sustantivos (las
rápidas naves, la negra tierra, el vinoso ponto, la sagrada Troya), la repetición de versos enteros
o comparaciones, etc. Todo esto permitía a los poetas tener una buena colección de frases
hechas para las distintas partes del verso: se trata de las llamadas “fórmulas épicas”. Esta
técnica de composición requería una larga experiencia y un severo entrenamiento, pues en
cierto modo el poeta creaba el poema cada vez que lo cantaba; pero también producía
incongruencias -en la Ilíada un personaje muere al principio del poema y aparece vivo unos
cantos más adelante-, inexactitudes y un estilo narrativo cuyo ritmo puede parecer lento y
repetitivo, especialmente para los hombres de hoy. Es curioso que ya desde la antigüedad,
cuando los poemas épicos se fijaron por escrito, lo hicieron con todo su repertorio de técnicas
orales, que se convirtieron así en rasgos característicos del género, por lo que los poemas
posteriores compuestos desde el principio por escrito, aunque no necesitaban dicho
repertorio, lo seguían utilizando.
Los rasgos que caracterizan al género épico pueden condensarse en los nueve siguientes:
a) Uso del hexámetro dactílico: verso que consta de seis metros o pies, cada uno de los cuales
está formado por una sílaba larga y dos breves (éstas, a su vez, pueden ser sustituidas por una
larga).
b) Uso de un dialecto literario propio, básicamente dialecto jonio, aunque también hay formas
de otros dialectos.
c) Invocación a la Musa al comienzo del poema y en lugares destacados, para que sirva de
inspiración al poeta.
d) Lenguaje formulario: conjunto numeroso de frases hechas y fijas, que se insertan en los
mismos lugares del verso.
f) Epítetos fijos para dioses y héroes. Ya se mencionaron algunos: Aquiles siempre es el de los
pies ligeros; Héctor, el domador de caballos; Agamenón, el pastor de hombres; Ulises, el
fecundo en ardides; los aqueos son los de hermosas grebas o los de larga melena. Por su parte,
Zeus es el que amontona las nubes y también el que se complace con el rayo; Atenea es la de
ojos glaucos y Hera, la de los níveos brazos. Estos epítetos son sobre todo ornamentales y se
repiten una y otra vez aunque no se correspondan con la realidad del momento: por ejemplo,
las naves de los aqueos siempre aparecen calificadas como raudas o rápidas aunque estén
varadas en la orilla desde hace años y Aquiles es rápido de pies o de pies ligeros aunque no lo
demuestre nunca. El epíteto, al ser fijo y exclusivo de cada personaje, puede llegar a sustituir al
nombre propio del dios o del héroe.
h) Digresiones que desvían la narración hacia temas y personajes ajenos al argumento central
del poema.
i) Uso del estilo directo en los discursos de los héroes y los dioses.
j) Símiles y comparaciones. Con tales recursos el poeta acerca el relato al oyente y le hace más
comprensible la narración al comparar las acciones de los héroes con elementos de su mundo
cotidiano. Por ejemplo, en ocasiones el avance del ejército es comparado con las espigas
movidas por el viento o con una bandada de pájaros. El símil nunca es una breve alusión a un
objeto mencionado con una palabra, sino que es un símil descriptivo que se introduce como
una pequeña escena adicional en medio de la narración. Los símiles abundan especialmente en
las escenas de combate, tales como la siguiente:
Este poema atribuido a Homero, consta de más de quince mil versos divididos en
veinticuatro cantos y cuenta una parte de lo ocurrido en el último año de la guerra de Troya.
Aquiles: hijo de la ninfa marina Tetis y del mortal Peleo. Elige voluntariamente una vida corta y
gloriosa antes que una larga existencia oscura y anónima. Su elección de ir a Troya es una
elección ejemplar, puesto que esa relación de los héroes con la muerte (una bella muerte en
combate), distingue a los mejores. Es un héroe de una pieza: fiero y temible en el combate,
obstinado en sus objetivos, inconmovible a las súplicas (sólo al final de la Ilíada se
compadecerá ante el dolor del rey Príamo por la muerte de su hijo Héctor).
Odiseo (Ulises): es el rey de Ítaca y el personaje central del otro gran poema épico atribuido a
Homero (la Odisea). En medio de tanto guerrero impulsivo y belicoso, Odiseo es el héroe capaz
de argumentar y reflexionar primero y pasar a la acción después.
Néstor: anciano guerrero que encarna la sensatez, fruto de la experiencia que dan los años. No
siempre sus consejos son tenidos en cuenta, pero en los momentos más delicados, los
diferentes caudillos griegos acuden a él para escuchar su opinión y su consejo.
Patroclo: es el íntimo amigo de Aquiles. Encarna los valores del cariño, la bondad, la lealtad y la
amistad.
Áyax: es el exponente de la fuerza bruta. Representa el músculo puro y duro del guerrero, al
que sólo le interesa causar bajas en las filas enemigas.
Diomedes: no tiene la fuerza de Áyax, aunque muestra destreza en la lucha. Menos fornido y
más ágil que Áyax, viene a ser su complemento.
Si de los héroes griegos pasamos a los héroes troyanos, los más importantes son los
siguientes:
Héctor: hijo de Príamo y Hécuba, los reyes de Troya. Es valiente, combate por su patria y su
familia; es buen hijo, buen esposo y un padre cariñoso con su hijito Astianacte. Carece de la
frivolidad de su hermano Paris y trata con afecto a Helena, a pesar de ser ella la causante de la
guerra. Sabe que va a morir cuando se enfrenta a Aquiles en combate singular, pero actúa
cumpliendo con lo que considera su deber hacia la patria.
Príamo: anciano rey de Troya, esposo de Hécuba y padre de Héctor y Paris. A la experiencia que
le dan los años y que lo pone en relación con el anciano griego Néstor, une su faceta de padre.
Antes, durante y, especialmente, después de la muerte de Héctor, al encontrarse frente a
frente con Aquiles, Príamo da ejemplo de sensatez y humanidad.
Hécuba: anciana reina de Troya. Su presencia en la obra subraya los horrores y sufrimientos
que la guerra causa a personas inocentes que no participan activamente en ella.
Andrómaca: es la ejemplar esposa de Héctor. Al igual que Hécuba, representa el dolor de las
mujeres, que no acuden al campo de batalla pero sufren en sus carnes todo el horror de la
guerra.
Eneas: es un personaje secundario en la Ilíada. Ni puede atribuírsele nada negativo, ni sus
gestan pasan de notables. Precisamente esa circunstancia será aprovechada magistralmente
por el poeta latino Virgilio en su Eneida, obra cumbre de la épica latina posterior.
Con respecto al tema central de la Ilíada hay que decir que no es, al contrario de lo que
pudiera pensarse, la guerra de Troya, sino que el tema central es la cólera de Aquiles y sus
funestas consecuencias. Esto se comprende bien si tenemos en cuenta dos hechos
importantes: la Ilíada no nos cuenta los diez años de guerra que enfrentaron a griegos y
troyanos; el poeta ha elegido un episodio concreto perteneciente a la etapa final de la guerra.
Además, el poema comienza de manera abrupta: el poeta invoca a la Musa para que le inspire
en la tarea de cantar la cólera del Pelida Aquiles, cólera que precipitó al Hades a un número
incontable de valerosos guerreros. En el desarrollo del CANTO I de la obra seremos informados
de los motivos de la cólera de Aquiles y todo el argumento de los cantos siguientes está
condicionado por la ausencia de Aquiles del campo de batalla; su regreso al combate hará
posible el desenlace de la obra (la muerte de Héctor a manos del propio Aquiles).
CANTOS X AL XVII: Sin embargo, se queda al ver el sufrimiento de los griegos y las posteriores
pérdidas. Su amigo Patroclo, atormentado por la vergüenza, lamenta su frialdad. Obtiene el
permiso de Aquiles, cuando los troyanos están ya quemando los barcos griegos, para unirse a
la lucha; además Aquiles, conmovido por el peligro que atenaza a los griegos, presta su
armadura a Patroclo y convoca a los mirmidones. Los troyanos se retiran, pero Patroclo muere
a manos de Héctor, y el resultado de su cólera se vuelve, de este modo, contra el propio
Aquiles.
CANTOS XVIII AL XXII: Aquiles, enloquecido de dolor, deja de lado su cólera contra Agamenón y
se presenta sin armas ante los troyanos, que han retirado el cadáver de Patroclo. Tetis, la
madre de Aquiles, le da una nueva armadura que había forjado el dios Hefesto. Aquiles marcha
decidido a vengar la muerte de su amigo. Mata a Héctor y ultraja su cadáver con brutalidad,
atándolo a los ejes de su carro y arrastrándolo por el polvo.
5. La Odisea.
Odiseo (Ulises), uno de los héroes que destruyen la ciudad de Troya, trata de regresar a su
patria (la pequeña isla de Ítaca), tras diez años de guerra. Pero el regreso será prolongado -
otros diez años- y difícil, pues tendrá que soportar toda clase de dificultades: tempestades,
enfrentamientos con diversos seres extraordinarios, el descenso al mundo de los muertos, etc.
Cuando por fin consigue llegar a Ítaca, se presenta en palacio disfrazado de mendigo, da
muerte a los pretendientes que ocupan el palacio porque aspiran a la mano de Penélope para
hacerse con el trono y se reencuentra felizmente con su esposa.