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Utópico terminando el prólogo


Blog de Samuel García Arencibia

Arraigo y dinero

Posted on marzo 18, 2015

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Arraigo y dinero

La crítica al sistema social más convencional suele enfocar problemas terribles como el desempleo, la precariedad, la falta de protección
pública, el deterioro de los servicios públicos, … La propuesta para remediar esos problemas suele ser el impuesto a las rentas más altas
para recaudar más y mejorar los servicios o aumentar la cobertura de la protección social por medio de, por ejemplo, las rentas básicas y
también la inversión en I+D+i para tener una economía campeona (discurso que se puede encontrar en todo el arco ideológico de
mayorías, desde el PP hasta Podemos).

Es difícil encontrar críticas al sistema social conscientes de que las mayores víctimas no se encuentra en nuestras sociedades, sino en
sociedades alejadas de nuestra cercanía o nuestro presente. O también es difícil dar con críticas al sistema social insistente en los
perjuicios que el sistema social produce también en las personas bien acopladas en el sistema por medio de salarios y condiciones
laborales poco insanas o por medio de rentas de propiedad, pues la modalidad de relaciones sociales que se imponen arrasan con muchos
bienes sociales, como la comida con nutrientes y sin tóxicos o la fraternidad. Contra todas esas consecuencias la agenda de partidos e
instituciones poco margen de maniobra tiene porque su mano no alcanza la infinitud y la infinitesimidad social, sólo unos puntos con
palos de ciego.

Uno de esos bienes devaluados es el arraigo social. Las sociedades dispersas por la geografía y organizadas alrededor de instituciones
más sociales que estatales creaban unos lazos afectivos bastante positivos y sanos, con zonas de negatividad y patología. Como sabrá
quien me conoce o me ha leído, yo procedo de uno de los muchos pueblos despreciados por la lógica de los tiempos. Era un pueblo con
tierra, agua y personas. El afán de acumulación codició, privatizó y agotó el agua. La población huyó sin agua y con las promesas de los
salarios. La tierra se quedó abandonada. Es la historia de muchos pueblos, las muchas Comalas.

Los que huímos parcialmente del pueblo echamos de menos algo que en el pueblo disfrutábamos y desapareció cuando nos marchamos.
No soy muy capaz de expresarlo, pero en este artículo lo llamo arraigo.

Supongo que los emigrantes desde las comunidades hasta las megaciudades (los que encontramos un trabajo asalariado y los que no,
también los que fueron expulsados y ajuntados en campos de concentración de excluídos) tenemos este sentimiento de desarraigo. Me
imagino que las segundas generaciones, la de quienes han nacido ya en las megaciudades ya no tendrán este sentimientos de
extrañamiento. Me parece que tampoco tendrán el sentimiento que nosotros tuvimos en aquel ambiente acogedor de los pueblos.

En la vida moderna perdemos ese abrigo y nos tapamos con el frío dinero, que satisface brillantemente muchas necesidades y nos aloja en
una comodidad adictiva. No desaparece esa añoranza.

Posted in: Uncategorized (https://sagara1977.wordpress.com/category/uncategorized/)


5 Responses “Arraigo y dinero” →
1.
Jesús

marzo 21, 2015

Quienes dicen alto y claro que están dispuestos a gestionar el sistema mercantil no pueden, por la atrofia conceptual que el propio
sistema genera, más que producir una crítica-fogueo. Toda crítica «al sistema social» que no se encauce hacia la superación de la
mercancía, termina por vendernos el mismo sistema con otro nombre. La crítica que conocemos al ser consustancial a la lógica
electoral, o a la vida en democracia, imposibilita su disociación del sistema reproductor de valor, de la forma relacional burguesa.
Todo permanece bajo una forma de indeterminación moral. Y así seguirá aún pues es la razón de ser de las formas organizativas que
conocemos: capital-dependientes. La fórmula «Partido» no es la forma embrionaria de la libre asociación, es una inmanencia del
capital para encauzar la revuelta y sabotear todo despunte de emancipación en la sociedad del valor. La única radicalidad que se
divisa nada tiene que ver con la raíz de las cosas, sino con la obsesión por el poder, gran fenómeno determinista y obnubilante.
La simbiosis «I+D+i»/»economía campeona», resume de forma clarificadora la concepción dominante de la actividad productiva y
reanuda con la vieja querencia determinista del «desarrollo de las fuerzas productivas» que nos llevaría en volandas al socialismo. Sus
proponentes (sea cual sea su signo político) no escatiman esfuerzos para vendérnosla en tanto que factor inmanente de la mercancía
de carácter neutro y casi ontológico, rehuyendo reconocer, al mismo tiempo, su contribución a la crisis del trabajo abstracto. (El
recurso a modo de leitmotiv del I+D+i, tiene también que ver con la apuesta por una salida de la crisis por arriba y por la tecnología,
como creo que exponías en una de tus notas recientes. No hay portavocía política ajena a dicha propuesta siempre asociada al
productivismo e, irremediablemente, a la exclusión laboral en el marco de la lógica actual).
Contrariamente a lo que se piensa, la crisis del capitalismo conlleva una crisis del anticapitalismo que hemos conocido, pues como
reflejas en tus notas, sus análisis se limitan no solo a retomar edulcoradamente las simplificaciones subjetivistas de una cierta
tradición, sino que, paradójicamente, «nuestro» anticapitalismo es una contradicción en sus propios términos, pues no concibe la vida
más que en el marco de las formas totalizantes del capital.
Saludos
Responder
2.
Samuel García Arencibia

marzo 23, 2015

Hola, Jesús.

Como has escrito en ocasiones anteriores, la ilusión en la revolución comunista se ha debilitado hasta el punto de que los partidos
orgullosamente leninistas están arrinconados en lo más recóndito de las sociedades. Esa ilusión en los países occidentales ha sido
sustituída por las ilusiones bernsteinianas de democracia y estado del bienestar. El obrerismo europeo que creyó en el comunismo ha
mutado en el ciudadanismo occidental con fe en el camino democrático. Por eso, tampoco tengo sensación de que el anticapitalismo
común esté en crisis en los países centrales; es tozudo.

En el anverso y preguntando, ¿de verdad tú ves una crisis del capitalismo?. ¿Tienes pistas, intuiciones, certezas sobre las formas que la
sociedad posee para superar la constelación de formas mercancía-dinero-capital-…?. Será interesante tu respuesta.

Responder
3.
Jesús

marzo 25, 2015

Si se admite que las formas de producción y conciencia fetichista instaladas por la mercancía y estructuradas por el valor determinan
el pensamiento y la crítica social, se puede convenir la enorme dificultad que supone manejar conceptos anticapitalistas.
La preponderancia o exclusividad de una práctica basada en lo organizativo o lo técnico nos muestra que domina una percepción
personificada de los objetivos a superar y que en ningún momento se contempla que estamos en presencia de un sujeto que produce
una dominación abstracta, impersonal y autómata. Por lo que, nuevamente, se me hace difícil admitir que se esté desarrollando una
práctica anticapitalista.

El capitalismo se asentó mediante la acumulación ilimitada de riqueza abstracta. Tal proceso parece agonizar al fallarle (mediante un
proceso autodestructivo) determinadas funciones vitales como son el trabajo abstracto y, con ello, la creación de valor y la bajada
tendencial de la tasa de beneficios. Se sostiene aún recurriendo a una política de anticipación del valor (que no volverá) mediante el
crédito y la impresión de dinero: deuda que se acumula sin saber cómo pagarla y capital ficticio.

Por los motivos expresados al inicio del primer párrafo, la observación superficial del mundo en que vivimos no nos ofrece
instrumentos conceptuales para su superación, él ha puesto a nuestra disposición categorías que le son inmanentes y que, por lo tanto,
solo nos permiten su reproducción. ¿Qué oponer al sistema que destruye metódicamente nuestra vida? Desde luego no una reflexión
crítica en el marco del cálculo político y que desemboca en el cálculo electoral.
Mis vagas intuiciones, creo andan por el lado de la creación de espacios o atmósferas que van fluyendo con el devenir de las
conversaciones. Espero que se puedan entrever. No me siento capaz de establecer un listado dado que no tengo la certeza de casi
nada. Se hace complejo deshacer los nudos intelectuales que nos sujetan colectivamente a prácticas de doscientos años que han ido
cayendo en las telas de araña conceptuales creadas por el sistema.
A niveles de lo que se puede llevar a cabo se vienen realizando intentos que podrían engarzar teoría y práctica y de los cuales se
puede aprender, si no ha desvío hacia una reproducción de lo ya existente. Esas experiencias, hasta donde conozco, no pretenden un
cambio en las relaciones sociales, pero establecen enseñanzas aprovechables. Tratan de solucionar problemas mediante procesos
deliberativos (Convenciones Ciudadanas) cuidadosos con los niveles de representación, el suministro de información por parte de
expertos, el empleo del tiempo y la utilización de elecciones por sorteo. A esas experiencias se le puede sumar lo relativo a la puesta
en práctica del gobierno de los bienes comunes o recursos compartidos, con lo que alcanzó notoriedad la premio Nobel Elinor Ostrom
y que han tenido en otros intelectuales continuación teórica. A ello su pueden sumar análisis que se llevan a cabo en diferentes
campos: sobre el «decrecimiento» (que ya conoces), sobre el sistema del don (Mauss), sobre el hundimiento de las sociedades
complejas (Tainter) o sobre asuntos antropológicos sobre los que ya cruzamos alguna información en su tiempo.
Son muy variados los campos de los que se pueden extraer pistas o enseñanzas, siempre y cuando sepamos qué hacer con ellas.

Una pintada de Mayo del 68 decía: «Por los caminos que nadie ha pisado, arriesga tus pasos; por los pensamientos que nadie ha
pensado, arriesga tu cabeza»

Saludos

Responder

Samuel García Arencibia

marzo 26, 2015

Precisamente ahora reflexionaba sobre estos temas. Parece que la reflexión que intenta liberarse del embaucamiento del fetichismo
que tiene inserto la sociedad vertebrada alrededor de la mercancía todavía está en una fase embrionaria (no sé si deberíamos tener
el atrevimiento de Gorgias de preguntarnos al menos si somos capaces de entender nuestra sociedad), de comprensión crítica y de
negación de lo existente, a partir de un ingrato esfuerzo. Todavía no hay nociones claras o consistentes para contribuir desde la
conciencia a ese anhelo de sociedades de libertad, solidaridad, sustentabilidad, … Por eso me cuesta aceptar la idea de la crisis o la
senilidad del capitalismo.
Responder

4.
Jesús

marzo 27, 2015

La hipóstasis de las formas románticas de rebelión actúa como gran obstáculo para la comprensión del mundo autoenvolvente,
socialmente construido, y nos empuja a la negación de una realidad subyacente.

Marx habló del límite interno absoluto del capital, que ya antes habían negado Adam Smith y Jean-Baptiste Say, achacando las crisis a
factores exógenos (guerras, catástrofes naturales o errores políticos). Fue un dogma que Keynes relativizó a la luz de la crisis del 29, al
que opone medidas de política monetaria y fiscales adaptadas tan apreciadas aún hoy por el conjunto de la izquierda para mantener
su chiringuito.

Weber señaló que el capital sierra la rama sobre la que se asienta, pues en el marco de las relaciones capitalistas, el crecimiento
incesante de la productividad hace disminuir la producción del valor y por ello el fundamento mismo de la valorización del capital.
Por ello, tarde o temprano, se alcanza un punto en el que la potencia productiva ya no será compatible con la forma de riqueza
capitalista. Tal fenómeno nos encierra en lo que él llamó la «jaula de hierro» o «corsé metálico» (hábito capitalista, interiorización de la
exterioridad), significando con ello una imperfecta racionalidad económica que recusa la trascendencia y la tradición haciendo del
capitalismo una inmensa maquinaria dependiente de la eficacia y vacía de significado para el sujeto social.

Gorz apuntó que estábamos saliendo del capitalismo y decía adiós al proletariado para unirse al final de su vida (Ecológica) a las tesis
sobre el trabajo de su amigo Jean Marie Vincent y a los escritos de Robert Kurz y creo que también de Moishe Postone. En ese su
último trabajo retoma de inicio las tesis de Marx («Por su propio desarrollo, el capitalismo alcanzó un límite tanto interno como
externo que es incapaz de superar y que lo convierte en un sistema que sobrevive mediante subterfugios a la crisis de sus categorías
fundamentales: el trabajo el valor y el capital»).
Decir capitalismo es decir crisis. Pero me temo que hoy habrá que redefinir el término «anticapitalismo» y sacarlo del ámbito de un
abusivo uso retórico, en el que a veces se da la paradoja donde el capitalismo es malo pero el mercado es bueno.

Desde la segunda Internacional existió un marcado desinterés por el análisis de Marx sobre el fin del capitalismo, aunque creo que
Rosa Luxemburgo se escapa de la quema. Muchos otros pensaron también que el fin del capitalismo era algo ineludible (aunque
aplazable sine die), pero la hipóstasis formulada al inicio condujo a dos derivas, por un lado la de aceptar como salida la aceleración el
desarrollo de las fuerzas productivas con el subsiguiente aparataje tecnológico; por el otro, hubo quienes pensaron que aunque el fin
llegaría no podían cruzarse de brazos esperando su advenimiento, dicho lo cual se echaron al monte, que era una forma de demostrar,
según ellos, su activo compromiso revolucionario.

En eso surgió el movimiento ecologista. Vieron el peligro con una cierta inminencia y comenzaron a urdir formas de transición hacia
una sociedad menos dañina con apoyo de medidas asistenciales y nos hablan de la contención del consumo, la frugalidad y el respeto
de la naturaleza. No esperan a la toma del poder para intentar organizar la vida de otro modo. Lo que proponen tiene cierta lógica.
Solo que estos y aquellos coinciden en señalar equivocadamente a los causantes de la degradación social y ecológica, disociando
sistema y resultados. Olvidan el sujeto principal y se centran en los personajes subalternos del sistema. También los ecologistas se
organizan políticamente y parecen unirse a la izquierda en un destino común: salvarle la cara al sistema participando de su alienación.
Tengo la impresión de que no asumen la antinomia capitalismo/ecología en todas sus consecuencias; a veces parecen transmitir la
sensación de que lo uno es compatible con lo otro. El título del último libro de Naomi Klein parece quitarme la razón. Si es así me
alegro, aunque habrá que esperar a tener noticias de su contenido.

Saludos

Responder
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