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Componentes del Universo:

Sistema Solar: características, características de cada planeta

El Sistema Solar es un sistema planetario constituido por una gran estrella central, el Sol, y cuerpos celestes que orbitan
a su alrededor debido a los efectos de la gravedad. Si quieres saber con detalle qué es el Sistema Solar, cuáles son
sus características principales y cómo está conformado, presta atención a este artículo de GEOenciclopedia en el que te
lo explicamos todo.

Qué es el Sistema Solar

Los hombres de las antiguas civilizaciones desconocían la existencia del Sistema Solar y no comprendían muchas cosas
más allá de la tierra donde estaban parados. El transcurso de los años les dotó de más experiencia y de una curiosidad
engrandecida, por lo que empezaron a construir suposiciones, primero místicas, acerca de lo que veían en el cielo.

Para estos hombres primigenios no era difícil advertir fenómenos como los eclipses y la visión de otros planetas cercanos
a la Tierra. El filósofo griego Aristarco de Samos sentó un precedente sobre la idea de un sistema basado en el Sol, pero
fue Nicolás Copérnico quien desarrolló un sistema heliocéntrico, es decir, un modelo de cosmos con el Sol como estrella
central y los planetas a su alrededor, totalmente contraria a la creencia en aquellos tiempos de que el Sol giraba
alrededor de la Tierra. Un acontecimiento polémico en la historia que demoró mucho tiempo en aceptarse como
verdadero.

Ahora ya sabemos que el Sistema Solar es un sistema planetario cuya estrella central es el Sol, alrededor del cual
orbitan o giran varios planetas, planetas enanos y otros cuerpos celestes por efecto de la fuerza de gravedad. Los
científicos calculan que el Sistema Solar se formó hace unos 4.6 billones de años debido a un colapso gravitatorio de una
nube molecular gigante. Gran parte de la masa se concentró en el centro y dio forma al Sol, mientras que el resto de la
materia originó a los planetas.

Los planetas del Sistema Solar y demás cuerpos celestes

El Sol ejerce atracción gravitatoria sobre los cuerpos celestes, que son los 8 planetas, los planetas enanos, los
asteroides, los cometas, los satélites naturales como la Luna, las concentraciones de asteroides como el que divide a los
planetas interiores de los exteriores y muchísimos objetos pequeños. Todo el sistema está contenido en la Vía Láctea, la
galaxia con forma de espiral que a su vez forma parte del Universo.

En la antigüedad, las personas observaron con una mezcla de asombro, curiosidad e interés puntos luminosos que
parecían moverse entre las estrellas. Eventualmente nombraron “planetas” a los puntos, que en el
griego πλανῆται (planētai) significa “vagabundo”.

Los primeros 4 planetas son los denominados planetas interiores o planetas terrestres debido a su constitución sólida y
rocosa: Mercurio, Venus, Tierra y Marte. Después de este, se encuentra el cinturón de asteroides tras el que se
distribuyen los planetas jovianos o exteriores, constituidos por gas e identificados por su enorme volumen: Júpiter,
Saturno, Urano y Neptuno.

Mercurio

Pocos saben que Mercurio es visible desde la Tierra sin binoculares, pero hay que saber en qué parte del día buscarlo.
Es el segundo planeta más denso después de la Tierra y tan solo ligeramente más grande que nuestra Luna. ¿Hay calor
en Mercurio? ¡Por supuesto! Pero también se caracteriza por sus temperaturas gélidas durante sus noches.

Venus

Si hablamos de planetas complejos, Venus es un buen ejemplo. A pesar de no estar tan cerca del Sol, concentra tanto
calor que supera la temperatura de Mercurio. Posee numerosos volcanes y su atmósfera está constituida por gran
cantidad de dióxido de carbono. A pesar de estar algo “cerca” de la Tierra, la vida en Venus es imposible hasta el
momento.

Tierra

Nuestro perfecto hogar, la Tierra. Se formó hace 4,500 millones de años y es el único planeta, hasta el momento, que
alberga vida tal como la conocemos. Está conformada por un núcleo, manto y una corteza sólida de la que nacen
enormes formaciones como volcanes y cordilleras, pero es sin duda, el agua el elemento que más prevalece al interior
del globo.
Marte

El “planeta rojo” es uno de los planetas más explorados por el hombre. Marte es el segundo más pequeño del Sistema
Solar y posee dos satélites naturales llamados Fobos y Deimos. Hasta el momento no se ha encontrado alguna forma de
vida, pero sí cantidades importantes de agua en estado líquido.

Cinturón de asteroides

Al término de los cuatro planetas rocosos o telúricos, se encuentra el cinturón de asteroides, una zona entre las órbitas
de Marte y Júpiter que reúne una enorme cantidad de pequeños cuerpos celestes conocidos como asteroides. Se cree
que tales restos provienen de un planeta que colisionó y se fragmentó hace millones de años.

Júpiter

El gran gigante gaseoso del Sistema Solar donde la vida es hasta ahora imposible. Júpiter se formó con los restos que
quedaron tras la formación del Sol y por ello adquirió un gran tamaño, pero no el suficiente para convertirse en estrella.
Alberga el océano más grande del Sistema Solar, aunque este no está constituido por agua.

Saturno

Aunque otros planetas tienen anillos, Saturno posee los más sorprendentes. Es un planeta con un campo magnético 578
veces más potente que el de la Tierra, suficiente para mantener cerca a sus 53 satélites confirmados. Saturno ha sido
explorado por el hombre, pero no a través de astronautas, sino de naves no tripuladas.

Urano

El tercer planeta más grande es Urano, el gran gaseoso azul que cuenta con 27 satélites naturales y un sistema de
anillos más débil y menos visible que el de Saturno. Carece de una superficie sólida y su atmósfera es la más fría de todo
el Sistema Solar, incluso más que la de Neptuno que está más lejos del Sol.

Neptuno

El último de los planetas del sistema planetario. Neptuno también cuenta con anillos, pero no se distinguen fácilmente por
falta de luz solar. El planeta está formado básicamente de hielo y roca, y como gran gaseoso, su superficie no es sólida.
Hidrógeno, helio y metano son los componentes de su atmósfera, suficiente para no poder albergar vida.

¿Crees que hace falta uno en la lista? Plutón era considerado un planeta junto con los otros 8, pero recientemente se le
catalogó como planeta enano. No obstante, conserva el nombre de la deidad romana del inframundo, al igual que los
demás planetas sus nombres de dioses griegos o romanos. Ahora el planeta más pequeño del Sistema Solar es
Mercurio, que además es el más cercano al Sol. El más grande sigue siendo Júpiter, que posee 2.5 veces el total de la
masa de todos los planetas juntos.

Los planetas enanos son cuerpos celestes muy pequeños, incluso más que nuestra Luna, que se ubican a miles de
kilómetros de distancia al Sol. Hasta el momento se reconocen 5 planetas enanos y los investigadores no creen que haya
demasiados por descubrir, pero en el universo nada es predecible.

El Sistema Solar es y seguirá siendo objeto de estudio durante mucho tiempo. Una de las intenciones del hombre fue
explorar más allá de la Tierra, y lo logró en 1969 al llegar a la superficie lunar.
Estrellas: Enanas rojas, Enanas naranjas, Enanas amarillas, Estrellas Blancas, Estrellas
azules
Estrellas de la secuencia principal (V) - La secuencia principal es el grado de evolución de una estrella durante la cual se
mantiene una reacción nuclear estable quemando hidrógeno. Esta es la etapa en la que una estrella pasa la mayor parte
de su vida. Nuestro Sol es una estrella de secuencia principal. Una estrella de secuencia principal experimentará
pequeñas fluctuaciones en la luminosidad y la temperatura. La cantidad de tiempo que una estrella pasa en esta fase
depende de su masa.

Las estrellas grandes y masivas tendrán una etapa corta de la secuencia principal, mientras que las estrellas menos
masivas permanecerán en la secuencia principal 39 mucho más tiempo. Las estrellas muy masivas agotan su
combustible en unos pocos cientos de millones de años. Estrellas más pequeñas, como el Sol, se queman en varios
miles de millones de años durante su etapa de secuencia principal. Las estrellas muy masivas se convertirán en gigantes
azules durante la secuencia principal. La mayoría de las estrellas, el 90%, son de secuencia principal.

En este tipo de estrellas podemos encontrar varias clases espectrales y su aumento de temperatura va relacionada con
su aumento de tamaño. Hay pequeñas enanas rojas (tipo M), enanas naranjas (K), enanas amarillas (G) como el Sol,
estrellas blancas (F y A) y grandes estrellas azules (B y O).

Enanas rojas: Una enana roja es una muy pequeña y fría estrella de la secuencia principal, dosifican meticulosamente el
combustible para prolongar su vida decenas de miles de millones de años. Si pudiéramos verlas a todas, el cielo estaría
cubierto de ellas, pero son tan débiles que sólo podemos observar las más cercanas. Su temperatura superficial es
menor que 3.500 ºC. Las enanas rojas son el tipo más común de estrella. Próxima Centauro (la estrella más cercana al
Sol) es una enana roja.

Enanas naranjas: Las enanas naranjas se encuentran en la secuencia principal y son estrellas algo más pequeñas que
el Sol, menos luminosas y menos masivas. Un ejemplo de enana naranja es Alfa Centauro B. Enanas amarillas: Las
enanas amarillas son estrellas pequeñas de la secuencia principal de tamaño parecido al Sol. Tienen vidas de más de
10.000 millones de años, el 10% de la estrellas de la galaxia son enanas amarillas. El Sol es una enana amarilla.

Estrellas blancas: Estas estrellas de secuencia principal son estrellas más grandes que el Sol, con un promedio de 2 a
3,6 veces su diámetro y con una masa entre 1,5 y 3 veces superior, también son más brillantes. Sirio A es un ejemplo de
estrella blanca de secuencia principal. Estrellas azules: Estas estrellas que se encuentran en la secuencia principal son
en promedio de 5 a 19 veces más grandes que el Sol. Mucho más luminosas y calientes y 60 veces más masivas. Un
ejemplo de estrella azul de secuencia principal es Regulus.
Estrellas gigantes y luminosas: gigante roja, gigante naranja, gigante amarilla, gigante blanca
Estrellas de la secuencia principal (V) - La secuencia principal es el grado de evolución de una estrella durante la cual se
mantiene una reacción nuclear estable quemando hidrógeno. Esta es la etapa en la que una estrella pasa la mayor parte
de su vida. Nuestro Sol es una estrella de secuencia principal. Una estrella de secuencia principal experimentará
pequeñas fluctuaciones en la luminosidad y la temperatura. La cantidad de tiempo que una estrella pasa en esta fase
depende de su masa.

Las estrellas grandes y masivas tendrán una etapa corta de la secuencia principal, mientras que las estrellas menos
masivas permanecerán en la secuencia principal 39 mucho más tiempo. Las estrellas muy masivas agotan su
combustible en unos pocos cientos de millones de años. Estrellas más pequeñas, como el Sol, se queman en varios
miles de millones de años durante su etapa de secuencia principal. Las estrellas muy masivas se convertirán en gigantes
azules durante la secuencia principal. La mayoría de las estrellas, el 90%, son de secuencia principal.

En este tipo de estrellas podemos encontrar varias clases espectrales y su aumento de temperatura va relacionada con
su aumento de tamaño. Hay pequeñas enanas rojas (tipo M), enanas naranjas (K), enanas amarillas (G) como el Sol,
estrellas blancas (F y A) y grandes estrellas azules (B y O).

Estrellas gigantes y luminosas (II y III)- Son estrellas que dejaron la secuencia principal. Es decir que han agotado sus
reservas de hidrógeno en su núcleo y queman helio, entonces empiezan a hincharse y a decrecer su temperatura que es
inferior en cada espectro a las de la secuencia principal. Normalmente tienen 100 veces el diámetro que tuvieron
originalmente. Tienen diámetros que oscilan entre los 10 y 1000 veces el del Sol y hasta 1000 veces más luminosas. En
este grupo también podemos encontrar el tipo de estrellas gigantes luminosas con una luminosidad muy alta. Hay
estrellas gigantes en todos los espectros. Gigantes rojas, amarillas, naranjas, blancas y azules.

Estrella gigante roja: Representa la última fase de desarrollo en la vida de una estrella, cuando su suministro de
hidrógeno se ha agotado y el helio se fusiona. Esto hace que la estrella colapse, elevando la temperatura en el núcleo.
La superficie externa de la estrella se expande y se enfría, dándole un color rojizo. Dentro de unos 5000 millones de años
el Sol pasará a esta fase. La estrella R Leonis es un ejemplo de gigante roja.

Estrella gigante naranja: Es el estado intermedio a la fase de gigante roja que pasan las estrellas de entre 0,8 y 10
masas solares. En este estado las estrellas fusionan helio en oxígeno y carbono. El Sol también pasará por esta fase
intermedia antes de convertirse en gigante roja. Un ejemplo de una estrella gigante naranja es Arturo de la constelación
del Boyero.

Estrella gigante amarilla: Es otra fase de envejecimiento en el que se encuentran las estrellas que un día fueron más
brillantes y calientes que el Sol. Un ejemplo de gigante amarilla es Vindemiatrix de la constelación de Virgo.

Estrella gigante blanca: No son muy habituales pero las hay. Pasan por esta fase las estrellas más calientes que el Sol
antes de convertirse en gigantes rojas o supergigantes. Un ejemplo de gigante blanca es Thuban de la constelación del
Dragón.

Estrella gigante azul: En esta fase permanecen algunas estrellas masivas tipo O y B pero no por mucho tiempo, pues
habiendo finalizado la fusión del hidrógeno comienzan a expandirse rápidamente y se convierten en supergigantes. Un
ejemplo de estrella gigante azul es Alnitak de la constelación de Orión
Nebulosas: De reflexión, Emisión, Absorción, Planetarias
Una nebulosa de reflexión: es una nube de gas y polvo que refleja la luz procedente de una o más estrellas cercanas.
Como cualquier nebulosa, se compone de gas, sobre todo hidrógeno y polvo.

La energía de estas estrellas no es suficiente para ionizar el gas que le conforma, pero es suficiente para permitir la
dispersión de la luz que le hace visible. Como es luz reflejada, el espectro de la nebulosa es similar al de las estrellas
que la iluminan.

Las nebulosas de reflexión son generalmente azules porque la dispersión es más eficiente para la luz azul que para la
roja (es la misma razón que explica el color azul del cielo de la Tierra). Estas nebulosas son generalmente de colores
azulados, aunque también podemos encontrar nebulosas de reflexión de otros colores como en el caso de la nebulosa
que rodea al sistema Rho Ophiuchi.

Este tipo de nebulosas no son tan brillantes, por lo que suelen resultar más difíciles de observar. A menudo las
nebulosas de reflexión y las de emisión aparecen juntas. Un ejemplo muy claro es la nebulosa de Orión, que combina
regiones de emisión (M42) y de reflexión (M43). El centro de la nebulosa es iluminada por las estrellas jóvenes que
forman el conocido cúmulo del “Trapecio”, mientras que el resto de la nebulosa emite luz propia. De hecho, es una de las
nebulosas de emisión más brillantes y espectaculares del cielo.

Las nebulosas de emisión: son nubes de gas, principalmente hidrógeno y polvo cósmico, que brillan porque sus
átomos son ionizados por la intensa radiación proveniente de estrellas cercanas muy calientes, por lo que su temperatura
puede llegar a los 20,000 grados Celsius. Su color rojo característico es debido a la radiación emitida por el gas
hidrógeno que lo hace en la región roja del espectro. A este tipo específico de luz se la denominada hidrógeno-alfa (Hα),
ya que, aunque este elemento puede emitir luz en otros colores, esta es la que emite en primera instancia cuando se
ioniza.

Estas nebulosas son generalmente las más abundantes, brillantes y espectaculares. Suelen encontrarse en la zona del
disco galáctico. Su forma es irregular, por lo general.

Tienen una importancia cosmológica porque muchas de ellas marcan los lugares donde nacen estrellas por fenómenos
de condensación y agregación de la materia. Muchas de estas estrellas jóvenes son muy calientes y brillantes, por lo que
proporcionan luz con suficiente energía para ionizar el gas y hacer que brille la nebulosa.

Uno de los ejemplos más típicos es la Nebulosa de Orión, popularmente conocida con el número del catálogo Messier
M42, formada por gases que rodean a un sistema estelar múltiple (un asterismo conocido como El Trapecio) y cuyo gas
es excitado con la energía proveniente de este conjunto de estrellas.

Las nebulosas de absorción: son un tipo de nube insterestelar, concentraciones oscuras de gas y polvo fríos que
usualmente poseen estrellas formándose en su interior, aunque no están asociadas a ninguna estrella en particular. Por
tanto, no brillan ni emiten luz.

Forman nubes heladas que están constituidas por polvo cósmico conteniendo varios elementos químicos: carbono,
hierro, níquel, silicatos y partículas de hielo. Colectivamente, estas partículas forman enormes nubes opacas que pueden
oscurecer grandes zonas de una galaxia.

Las agrupaciones y complejos grandes de nebulosas oscuras están asociadas con Nubes Moleculares Gigantes. Las
nebulosas oscuras pequeñas y aisladas se les conoce como Glóbulos de Bok. Como con otro polvo o material
interestelar, las cosas oscurecidas por estas nubes sólo se hacen visibles usando ondas de radio en radioastronomía, o
detectando luz infrarroja.

Se pueden observar a través de instrumentos ópticos si se encuentran delante de una nebulosa brillante (ejemplo, la
Nebulosa Cabeza de Caballo) o si bloquean las estrellas que se encuentran detrás de la nebulosa (ejemplo: la nebulosa
del Saco del Carbón, mostrada arriba), dando la sensación de que en esas regiones hay menos estrellas.
Una nebulosa planetaria: se forma cuando una estrella de masa baja o intermedia (por debajo de 8 o 9 masas solares)
alcanza los estados evolutivos finales y expulsa al espacio las capas externas, tras haber pasado las fases de gigante
roja. De la estrella queda un residuo en forma de enana blanca, que emite radiación ultravioleta e ioniza el gas de la
nebulosa planetaria. Los procesos de recombinación en el gas ionizado causan emisiones espectaculares en luz visible,
ya que los elementos químicos que las componen (hidrógeno, nitrógeno, oxígeno) emiten radiaciones cada uno en un
color (o longitud de onda) diferente y característico.

El gas de la nebulosa se va expandiendo hasta desaparecer después de varias decenas de miles de años, y en el centro
queda la estrella enana blanca. Estas nebulosas, en general, son anillos o burbujas pero, debido a las características del
material circundante o al carácter binario del astro progenitor, pueden ser también elipsoidales, bipolares o hasta
cuadrupolares. Las nebulosas planetarias deben su nombre a que en el siglo XVIII el astrónomo Wilhelm Herschel les
encontró cierta semejanza con los discos planetarios, debido a sus formas aparentes aproximadamente circulares.
Galaxias: Irregular, elíptica, espiral
Una galaxia es una estructura astronómica que agrupa conjuntos de estrellas (en sus respectivos sistemas solares)
y materia interestelar como gases, campos de asteroides, etc., en un mismo sistema astronómico más o menos definido.
Es decir, que la galaxia es un conjunto de estrellas y sistemas planetarios que orbitan en torno a un centro o eje definido.

Nuestro sistema planetario forma parte de una galaxia que llamamos “Vía láctea”. Está ubicado en una de
sus regiones exteriores y alejadas del centro.

Su nombre proviene de la Antigua Cultura Griega, ya que los observadores del cielo nocturno en aquel entonces
supusieron que esa enorme mancha blanca que surca el firmamento eran restos de la leche materna derramada por la
diosa Hera cuando amamantaba al mítico Heracles (Hércules).

Las galaxias son estructuras inmensas, como se comprenderá, que varían enormemente en forma, tamaño y
composición, pero que están entre los objetos más brillantes observables con ayuda de telescopios especializados.

Se estima que las galaxias están compuestas en un 90% de materia oscura, aunque no se comprobó la existencia de
esta última. Aunque poseen formas distintas de organización, en su gran mayoría las galaxias son discos planos de
materia en movimiento en el espacio.

Galileo Galilei descubrió en 1610 que la Vía láctea está hecha de millares de pequeñas estrellas. Ese fue un paso
importantísimo en la comprensión humana de las estructuras celestes, especialmente las más grandes que
nuestro Sistema Solar.

Sin embargo, la comprensión formal de la existencia de una galaxia no era reconocida hasta finales del siglo XVIII.
Recién a finales del siglo XIX William Parsons construyó un telescopio que permitió la primera observación de galaxias.
Hasta ese momento se llamaban simplemente “nebulosas”.

¿Cómo se forman las galaxias?

Las galaxias se formaron de la misma manera que el resto de las estrellas y objetos astronómicos, y se han encontrado
rastros de galaxias tan antiguas que habrían surgido apenas a 750 millones de años del Big Bang (hablamos de la
galaxia IOK-1).

El mecanismo exacto de formación de estos sistemas galácticos no está claro, pero existen dos aproximaciones
posibles desde múltiples teorías propuestas:

Las que van de abajo a arriba, es decir, que suponen que primero surgieron cúmulos y pequeñas aglomeraciones de
estrellas que poco a poco fueron organizándose a modo de sistema.

Las de arriba abajo, que por el contrario suponen que inicialmente se formaron protogalaxias, como fruto de un colapso a
gran escala durante cien mil millones de años.

Las estructuras clave y hoy reconocibles de las galaxias aparecieron luego de miles de millones de años de evolución y
formación. Fueron afectadas por atracciones mutuas y eventuales colisiones, fruto de las cuales muchas galaxias se
fusionaron o fueron absorbidas por otras de mayor tamaño.

Tipos de galaxias

Existen, de acuerdo al modelo propuesto por Edward Hubble (la “secuencia Hubble” de 1936) y aún en vigencia, cuatro
tipos de galaxias de acuerdo a su forma aparente:

Galaxias espirales. Se trata de discos rotantes de estrellas y gases interestelares que orbitan un núcleo brillante de
estrellas más viejas, formando “brazos” a su alrededor en forma de espiral, de brillo menos intenso. Estas galaxias a su
vez pueden clasificarse en:

Galaxias espirales con brazos de formación estelar. Aquellas que presentan “brazos” con mayor o menor cercanía del
núcleo.
Galaxias espirales barradas. Aquellas que presentan una barra o banda central de estrellas en el núcleo.

Galaxias espirales intermedias. Aquellas que están entre las galaxias barradas y las carentes de “barra” en el centro.

Galaxias elípticas. Aquellas que poseen forma de elipse, y que suelen nombrarse del E0 al E7, indicando con el número
qué tan ovalada es su forma (E0 una esfera y E7 un disco). Suelen mostrar poca estructura al observador, y están
dominadas por estrellas viejas, que orbitan en torno al centro en direcciones al azar.

Galaxias lenticulares. Se trata de un grupo de transición entre las galaxias espirales y las elípticas, aunque poseen
también un disco y una envoltura extensa. Pueden ser barradas o no.

Galaxias irregulares. Por último están las galaxias cuya forma no encaja en ninguna de las categorías previas. Pueden
tener cierto grado de estructura o ser más dispersas, y esto se puede deber a que están en formación todavía, o que son
el producto de alguna colisión entre galaxias ocurrida hace mucho.
Agujeros Negros, Estrella de neutrones, Nebulosas Protoplanetarías

UN AGUJERO NEGRO es un objeto astronómico con una fuerza gravitatoria tan fuerte que nada, ni siquiera la luz,
puede escapar de él. La "superficie" de un agujero negro, denominada horizonte de eventos, define el límite donde la
velocidad requerida para evadirlo excede la velocidad de la luz, que es el límite de velocidad en el cosmos. La materia y
la radiación son atrapadas y no pueden salir. Se han estudiado extensivamente dos clases principales de agujeros
negros.

Los agujeros negros de masa estelar, de tres a docenas de veces la masa del Sol, se extienden por toda nuestra galaxia,
la Vía Láctea, mientras que los monstruos supermasivos que pesan entre 100.000 a milles de millones de masas solares
se encuentran en los centros de la mayoría de las galaxias grandes, incluida la nuestra. Durante mucho tiempo los
astrónomos han teorizado sobre la existencia de una tercera clase denominada agujeros negros de masa intermedia, con
un peso de entre 100 a más de 10.000 masas solares.

Mientras un puñado de candidatos han sido identificados por evidencia indirecta, el ejemplo más concreto hasta la fecha
se observó el 21 de mayo de 2019, cuando el Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferómetro Láser (LIGO por
sus siglas en inglés) de la Fundación Nacional de la Ciencia de EE.UU., ubicado en Livingston, Luisiana y Hanford,
Washington, detectó las ondas gravitacionales de una fusión entre dos agujeros negros de masa estelar. Este evento,
denominado GW190521, creó un agujero negro que pesaba 142 soles.

Un agujero negro de masa estelar se forma cuando una estrella de más de 20 masas solares agota el combustible en su
núcleo y colapsa bajo su propio peso. El colapso desencadena la explosión de una supernova que expulsa las capas
exteriores de la estrella. Pero si el núcleo aplastado contiene más de tres veces la masa del Sol, ninguna fuerza podrá
detener su colapso en un agujero negro. Se tiene poco conocimiento sobre el origen de los agujeros negros
supermasivos, pero se sabe que existen desde los primeros días de vida de una galaxia.

Una vez formados, los agujeros negros crecen por la acumulación de la materia que atrapan, incluyendo el gas
desprendido de estrellas vecinas e incluso otros agujeros negros. En 2019, los astrónomos capturaron la primera imagen
de un agujero negro utilizando el Telescopio de Horizonte de Eventos (EHT por sus siglas en inglés), en una
colaboración internacional que conectó a ocho radiotelescopios terrestres bajo una sola antena del tamaño de la Tierra.
En la imagen aparece como un círculo oscuro delimitado por un disco en órbita de materia caliente y brillante. El agujero
negro supermasivo se encuentra en el corazón de una galaxia llamada M87, ubicada a unos 55 millones de años luz de
distancia, y pesa más de 6 miles de millones de masas solares. Su horizonte de eventos se extiende tanto que podría
abarcar buena parte de nuestro sistema solar más allá de los planetas

ESTRELLA DE NEUTRONES. Última etapa de la evolución de una estrella supergigante cuando, al agotarse su
combustible nuclear, el astro sufre una explosión de supernova. Después de la explosión el núcleo de la estrella se
colapsa hasta alcanzar una densidad tan elevada que los protones y electrones se combinan para formar neutrones, y el
colapso continúa hasta que los neutrones logran frenarlo debido al principio de exclusión de Pauli. Cuanto mayor es la
masa de una estrella de neutrones menor es su diámetro, pero si sobrepasa las dos masas solares (aproximadamente)
seguiría colapsándose hasta convertirse en un agujero negro.

En consecuencia las estrellas de neutrones son objetos muy compactos y muy masivos, del orden de un par de masas
solares, comprimidas en esferas de unos 10 km de radio. Además, a causa del principio de conservación del momento
angular, la contracción de la estrella hace que esta gire más rápido y, también, hace que su campo magnético se vuelva
más intenso. Las estrellas de neutrones emiten potentes ondas de radio que son encauzadas por el campo magnético
dentro de un haz que gira con la estrella con periodos que van desde unos milisegundos hasta algunos segundos, y en
estos casos son conocidas como púlsares. Las estrellas de neutrones se pueden encontrar en restos de supernovas,
como objetos aislados o en sistemas binarios.

NEBULOSAS PROTOPLANETARÍAS. Todas las estrellas alcanzan el final de sus vidas tarde o temprano, las más
masivas, estallarán como supernovas, las menos masivas, como nuestro propio Sol, tendrán un final más discreto. O eso
es lo que puede parecer en un principio, ya que el resultado acaba siendo uno de los objetos más bellos que podemos
ver en el cielo, las nebulosas planetarias.
Aunque antes de llegar a estas maravillosas nebulosas las estrellas producen lo que denominamos protonebulosa
planetaria. Un objeto que podría parecernos una nebulosa planetaria, pero que no lo es.

Una protonebulosa planetaria abarca un periodo muy corto en la vida de una estrella, menos de 10.000 años, no es
mucho en la vida de una estrella como nuestro Sol, cuya vida estimamos en 10.000 millones de años. A la corta duración
se le une el hecho de no ser objetos demasiado brillantes, por lo que no conocemos muchas. Hasta hace 40 años no
sabíamos de su existencia, la primera en ser vista fue la Nebulosa del Huevo, que se puede ver en la imagen.

En esta nebulosa se aprecia el disco de polvo que rodea a la estrella, y que nos impide verla. Este polvo lo ha producido
el material que está expulsando la estrella conforme se acerca a su final.

A pesar de la barrera que supone esta envoltura de polvo, y por motivos que desconocemos, el disco de polvo que
envuelve a la estrella tiene 4 agujeros, o al menos es mas fino en 4 lugares, por lo que parte de la luz de la estrella puede
escapar. El resultado son 4 haces de luz, que en parejas escapan en direcciones opuestas.

Los haces iluminan una estructura de sucesivas capas de material que han sido expulsadas por la estrella en diferentes
momentos, típicamente cada pocos cientos de años.

No sabemos con exactitud la distancia a la que se encuentra este objeto, podrían ser unos 3000 años luz, pero esta falta
de precisión hace que tampoco sepamos el tamaño que tiene esta estructura.

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