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El contrato de mandato
1. Antecedentes
En épocas remotas, en las que la vida era sencilla y rutinaria, no necesitaban las personas
que otra actuara por ellas, pues todo lo que les interesaba podían realizarlo personalmente.
Pero el avance de la civilización, siempre inexorable y múltiple y en algunos aspectos
complicado y vertiginoso, fue creando la necesidad insoslayable de delegar en otros ciertos
actos que las personas no pueden ya efectuar por sí mismas.
Resulta paradójico que el mandato fue aceptado por el derecho romano, pero sin conceder
la posibilidad de que el mandatario pudiera representar al mandante.
De ahí que si el mandatario obtenía o adquiría algo para el mandante, era necesario que
celebraran ambos un contrato de transmisión de lo adquirido. Lo que califico de paradójico
es que en ese tiempo era normal y corriente el mandato sin representación y lo que se
discutía era la posibilidad de existencia del mandato con representación, cuestión de la que
actualmente nadie duda, pues lo que hoy se debate, al contrario de la época histórica
referida, es la posibilidad de existencia del mandato sin representación.
Reguló que por el encargo que se hace en términos generales, sólo queda auto rizado el
mandatario para actos de pura administración. Dijo, también, que el mandato se entiende
gratuito siempre que no haya convención en contrario.
2. Concepto
El contrato de mandato es el acuerdo expreso y solemne de voluntades por medio del cual
una de las partes, denominada mandante o poderdante, encarga a la otra llamada
mandatario, apoderado o poderhabiente, quien lo acepta expresa o tácitamente, que en
representación suya y por su cuenta (mandato con representación) o en nombre propio pero
por cuenta del mandante (mandato sin representación), realice uno o más actos o negocios
de carácter jurídico.
El párrafo primero del artículo 1686 lo define diciendo que: “Por el mandato, una persona
encomienda a otra la realización de uno o más actos o negocios”.
Es importante destacar que, a diferencia de otros contratos en los que uno de los
contratantes presta servicios directamente al otro (por ejemplo, el médico que aplica
tratamientos clínicos al paciente o el depositario que cuida alguna cosa del depositante), el
mandatario cumple el mandato gestionando ante terceras personas asuntos del mandante.
También es oportuno puntualizar que el mandato puede otorgarse en interés exclusivo del
mandante o en interés tanto del mandante como del mandatario, como cuando, en el
segundo de dichos casos, el acreedor otorga mandato al fiador para demandar al deudor
principal.
3. Elementos
A) Personal o subjetivo
Está constituido por la parte mandante o poderdante, y por la parte mandataria o apoderada.
a. Capacidad. Tanto el mandante como el mandatario deben tener capacidad civil para
contratar; y, en algunos casos, capacidad específica para determinados asuntos. Por tal
razón es inaceptable que una persona que por sí misma no puede celebrar determinados
negocios jurídicos, sí pueda hacerlo mediante mandatario; y de igual manera, no puede
aceptarse que una persona que no tenga capacidad para actuar por sí misma sí pueda
hacerlo en nombre de otro.
El mandante debe tener la capacidad necesaria para el otorgamiento del negocio jurídico
que en nombre suyo celebrará el mandatario, ya que los efectos del mismo se producirán
sobre su persona y su patrimonio. De ahí que, si por ejemplo, en nombre suyo el
mandatario celebra matrimonio civil con determinada persona, debe el mandante tener
capacidad para contraer dicho matrimonio. O, si el mandatario garantiza con hipoteca un
préstamo de dinero cuya celebración le encargó el mandante, éste debe tener la capacidad
civil necesaria para gravar en esa forma sus bienes.
La capacidad del mandatario en el mandato con representación basta que sea la ordinaria y
normal capacidad general de obrar, puesto que él no se obliga personalmente por los
negocios jurídicos que celebra en nombre del mandante (quien se obliga ante terceros es el
mandante). En el mandato sin representación, por el contrario, no basta la capacidad
general, sino que se exigirá que el mandatario tenga la capacidad civil necesaria para la
celebración de los negocios jurídicos que contrajere. Esto es así porque, como se explicará
adelante al hablar del mandato sin representación, su actuación es en nombre propio (no en
nombre del mandante) y es él quien responde ante los terceros con quienes contrató.
b. Prohibiciones y limitaciones. Hay, además, casos en los que, no obstante que la persona
es plenamente capaz, la ley le limita o le prohíbe la potestad de otorgar mandatos o de
ejercitarlos.
i) “Los representantes de los menores, incapaces o ausentes, no pueden dar poder general
sino solamente especial para asunto determinado que no pueda ser atendido personalmente
por ellos”. Artículo 1691. En este caso la limitación tiene varios elementos merecedores de
consideración:
- Los representantes a los que la norma se refiere tienen vedado el otorgamiento de poder
general.
- Sólo pueden otorgar poder especial.
- El poder especial debe referirse a un asunto que no puedan atender personalmente. Es
decir, debe especificarse por qué razón el representante no puede atender personalmente el
asunto y se ve, por ello, obligado a otorgar mandato especial a tercera persona para que lo
atienda.
ii) “El marido no puede, sin el consentimiento expreso de la mujer, ni ésta sin el de aquél,
dar poder para asuntos relativos a los bienes comunes o para contratos de los que resulten
obligaciones para ambos”. Artículo 1695. Según el autor guatemalteco Ernesto Viteri
Echeverría, la norma antes transcrita carece de vigencia. Expondré los argumentos que él
aduce al desarrollar, en este mismo libro, el contrato de sociedad civil.
iii) “Por las personas jurídicas confieren poder las personas individuales que las
representen, debiendo limitarse el mandato a los negocios que son objeto de la sociedad.”
Artículo 1696.
La limitación contenida en la norma anteriormente transcrita significa que todo aquello que
en el mandato se refiera a asuntos ajenos a los negocios objeto de la persona jurídica, será
nulo absolutamente por contravenir prohibición legal expresa.
a. “No se puede ejercer al mismo tiempo poder de varias personas cuando entre éstas hay
colisión de derechos”. Artículo 1694, primera parte.
Nada impide, según el tenor de la norma antes transcrita, que después de extinguido el
mandato que se había recibido de uno, se pueda aceptar mandato del otro, aunque entre
ambos haya colisión de derechos, siempre que se trate de mandato común o extrajudicial.
Será prohibido si se trata de
mandatos judiciales por cuanto que, siendo que según el artículo 192 de la Ley del
Organismo Judicial “Los mandatarios están sujetos a las prohibiciones de los abogados e
incurren en igual responsabilidad que ellos”, debe observarse el artículo 201, literal g) de
dicha ley concerniente a que: “Es prohibido a los abogados defender a una parte después de
haber principiado la defensa de la otra en el mismo asunto”.
En el caso de que el objeto del mandato fuere la sustanciación del divorcio de los
mandantes, por mutuo acuerdo, habrá de observarse la prohibición que establece el párrafo
segundo del artículo 428 del Código Procesal Civil y Mercantil en el sentido de que: “En
ningún caso pueden los cónyuges designar apoderado a una misma persona para tramitar
estas diligencias”.
c. “Para que las personas jurídicas puedan ejercer mandato, es necesario que las
operaciones a que el poder se refiera entren en el curso de los negocios de aquéllas, o que,
de conformidad con el instrumento de su constitución o respectivos estatutos, estén
facultados los gerentes o representantes para aceptarlos”. Artículo 1697.
ii) El mandato que se acepte debe circunscribirse a asuntos que formen parte del objeto de
la persona jurídica que será mandataria. Si se trata de asunto diferente, será nula toda
actuación que acerca del mismo se hiciera.
iii) Que los representantes de la persona jurídica mandataria estén legalmente facultados
para aceptar dicha clase de mandatos. También es preciso indicar que la norma transcrita
emplea incorrectamente la disyuntiva “o”, pues da la impresión de que si los representantes
están facultados para ejercer mandatos pueden hacerlo aunque el asunto de los mismos sea
ajeno al objeto de la persona jurídica a la que representan.
Ello sería notoriamente ilegal. Lo correcto es emplear la conjuntiva “y”, con lo cual queda
claro que, además de que el objeto del mandato debe ser compatible con el objeto de la
persona jurídica que lo acepta, los representantes de ésta deben estar facultados para
aceptarlo.
La razón de la prohibición del fallido radica en que todo mandatario es responsable de los
daños o perjuicios que por su culpa o dolo sufra el mandante, y debe responder también
ante terceros por todo aquello que realice excediéndose de las facultades que le fueron
conferidas. Es obvio que el fallido no podrá satisfacer dichas responsabilidades por su
estado insolvente.
a. Asuntos jurídicos. El objeto del mandato está constituido por uno o más asuntos o
negocios, de carácter jurídico, que el mandante encarga al mandatario efectuar por él. Se
trata de asuntos futuros, es decir, que se realizarán a partir de la aceptación del mandatario,
por lo cual el mandato no está sino posibilitando su realización y habilitando al mandatario
para efectuarlos. Eso explica el carácter preparatorio del contrato de mandato.
Se enfatiza que el objeto del mandato son asuntos de naturaleza jurídica, porque
precisamente en eso consistirá la actividad del mandatario: celebrar negocios jurídicos que
interesan al mandante y que producirán efectos, es decir, derechos y obligaciones respecto
de la persona o el patrimonio de éste con relación a terceros.
Podrán, pues, constituir objeto del contrato de mandato todos los negocios lícitos mediante
los cuales se adquieran, modifiquen, transmitan o extingan obligaciones y derechos del
mandante, siempre que no se trate de asuntos personalísimos, es decir, que de conformidad
con la ley únicamente pueda ejecutarlos el propio interesado de manera personal.
b. Asuntos materiales. Para efectuar asuntos materiales ajenos basta la autorización del
propietario, sin que sea necesario el otorgamiento de mandato.
Así, por ejemplo, quien conduce un automóvil ajeno con autorización del propietario no
necesita ser su apoderado, puesto que no lo está representando mientras ejecuta dicho acto
material.
c. Cumplimiento ante terceros. A diferencia de otros contratos en los que su objeto es
algo que se da, se hace o se intercambia entre las partes (por ejemplo, la compraventa, en la
cual se transfiere la propiedad de un bien al comprador, a cambio de un precio que éste
paga a quien se lo vende), el objeto del mandato no es algo que se produzca entre las partes,
sino que partiendo de ellas se proyecta hacia terceros: el mandante encarga algo de su
interés al mandatario, éste acepta el encargo y lo realiza ante terceras personas por cuenta
de aquél.
Por mi parte, pienso que el mandatario que tenga facultad expresa sí puede hacerlo. Fundo
mi opinión en las razones siguientes:
i) Que la ley no exige comparecencia personal del interesado para hacer declaraciones bajo
juramento.
D) Elemento formal
El mandato es un contrato solemne. Las formalidades rigurosas a que está sometida su
constitución consisten en que habrá de celebrarse en escritura pública y el testimonio de la
misma debe inscribirse en el registro de poderes. Artículos 1687, párrafo primero, y 1704.
No tengo duda alguna de la posibilidad y facilidad de que las personas puedan presentarse
ante el alcalde de su localidad a solicitar la autorización del mandato y que éste acceda y lo
haga redactar en acta. Es usual que en las municipalidades, sobre todo las de los municipios
del interior del país, tengan autorizados libros para redactar, mediante acta, diversos
contratos que los vecinos necesitan. Pero sí me surge duda del mandato otorgado ante el
juez local. Creo que el juez sólo tiene competencia para autorizar mandatos cuando alguna
de las partes necesite acreditar su calidad de mandataria en el asunto en el que el juez está
conociendo. Esto me lleva a pensar, no obstante, que la ley no lo puntualiza y por el
contrario lo menciona como que si fuese algo de carácter general, que el mandato otorgado
en tales circunstancias tendrá que ser un mandato judicial circunscrito al asunto del que el
juez conoce.
ii) Sociedad anónima. “Si la escritura social lo autoriza expresamente, los administradores
podrán ser representados y votarán en las reuniones del consejo de administración por otro
administrador acreditado por carta-poder o mandato”. Artículo 165 del Código de
Comercio.
d. Mandato verbal. La vida diaria, sus múltiples necesidades y la manera como las
personas acostumbran realizar sus actividades rutinarias, sobre todo las de naturaleza
comercial, llevan a veces a la configuración de mandatos verbales.
Tal el caso, por ejemplo, de la patrona que envía a su empleada doméstica al supermercado
a efectuar las compras del mes. La empleada efectúa las compras y solicita la factura a
nombre de su empleadora. Este dato revela que procede por encargo de otra persona, es
decir, en representación suya, sin necesidad de mandato y ni siquiera de carta-poder. Si
hubiere algo que reclamar al vendedor, obviamente lo hará la empleadora (mandante), no la
doméstica (mandataria).
También configura mandato el caso del portador de un recibo que se presenta ante el
deudor, le requiere de pago, lo recibe y entrega al deudor el comprobante de pago que
portaba. Esto conlleva un mandato tácito, que se acepta en la misma forma, es decir,
también de manera tácita y cuya frecuencia es notoria. Lo ampara el artículo 1391 que
establece: “El portador de un recibo se reputa autorizado para recibir el pago, a menos que
las circunstancias se opongan a admitir esta presunción”.
Debe repararse en que el portador del recibo (mandatario) no ejecuta un simple acto
material (recibir el pago), sino lleva a cabo asuntos de naturaleza jurídica. Veámoslo: al
decir, por ejemplo, vengo a cobrar la deuda que usted tiene con el señor fulano de tal
(mandante), lo está representando y efectuando en su nombre un requerimiento, y al recibir
el pago y entregar el correspondiente comprobante al deudor, ha celebrado con él (en
nombre del acreedor-mandante) un convenio por el que queda cumplida la obligación, la
cual, por consiguiente, se extingue.
e. Aceptación. La aceptación del mandato puede ser expresa y tácita. Párrafo primero del
artículo 1687.
i) Aceptación expresa Se efectúa mediante la comparecencia del mandante y del
mandatario. El primero confiere y el segundo acepta, lo cual se hace constar en el
documento en el que el mandato se celebra.
ii) Aceptación tácita Se efectúa cuando, habiendo comparecido únicamente el mandante al
acto de otorgamiento del mandato, el mandatario posteriormente realiza o gestiona alguno
de los asuntos que le fueron encomendados, sin haber manifestado en forma alguna que
aceptaba el mandato. Es decir, la ejecución del primer acto concerniente al asunto se
interpreta como aceptación del mandato.
A) Principal, por razón de que tiene entidad propia. Es decir, su existencia no está
subordinada a la existencia de otro contrato.
Es decir, se aplica únicamente en el caso de que las partes (en este caso el mandante y el
mandatario) no hayan fijado de común acuerdo los honorarios a que tendrá derecho el
mandatario judicial. Gratuidad del mandato. El mandato fue gratuito en sus inicios
históricos. Era, como decían los romanos, “un oficio de amistad”; pero fue evolucionando
en sentido contrario y en épocas posteriores del derecho romano se permitió que el
mandante reconociera al mandatario alguna remuneración que en esos tiempos tuvo, en
forma similar a lo que ocurría en los servicios profesionales, un carácter honorífico, algo así
como un reconocimiento a los méritos del mandatario en los servicios prestados. Tal
evolución ha llegado al estado actual en el que todo mandato es oneroso (remunerado),
salvo que el mandatario haya manifestado expresamente que lo desempeñará en forma
gratuita.
D) Intuitu personae, por razón de que las cualidades, atributos, conocimientos o destrezas
del mandatario son determinantes de su escogencia como tal.
Esto es así porque el mandante necesita confiar sus asuntos a alguien que pueda
efectivamente atenderlos de manera adecuada y correcta. De ahí que el mandato no se
otorga a cualquier persona, sino a aquélla que el mandante cree la mejor o más idónea para
atender los asuntos que le delega.
Brenes Córdoba explica que: “Es el mandato una forma de la contratación que encuentra
su razón de ser en la necesidad que a veces se experimenta de encargar a una persona el
desempeño de asuntos que, por razón de ausencia, impedimento o falta de aptitud para el
caso, no puede uno atender por sí mismo; y también, en el sentimiento de confianza que
suele inspirar la probidad ajena; sentimiento que lleva al hombre a depositar en otro su
representación para un acto o una serie de ellos relativos a la vida civil, invistiéndole al
efecto de algunos de los atributos de su propia personalidad. Claro testimonio de ser la
confianza la base de este vínculo contractual, lo da el sentido etimológico de “mandato”,
pues esta palabra tiene su origen en la expresión latina manus datio, la acción de dar la
mano a una persona –símbolo de fidelidad entre los antiguos-, con que el encargado de la
comisión significaba al comitente su propósito de cumplir con toda lealtad el encargo”.
E) Solemne. Salvo los casos de excepción que la propia ley señala, el mandato debe
otorgarse en escritura pública y el testimonio de la misma ser inscrito en el Registro de
Poderes del Archivo General de Protocolos. La inobservancia de tales formalidades
determina que el mandato no exista. Artículos 1577, 1687, 1704.
El mandato es, antes de su aceptación, cuando ésta se produce en momento distinto del
otorgamiento, un negocio jurídico unilateral de naturaleza recepticia, en el sentido de que
su otorgamiento se produce por la declaración expresa de voluntad del mandante, quien por
su sola voluntad y de acuerdo con sus intereses confiere a otro la facultad de celebrar
determinados negocios jurídicos en su nombre; pero necesita de la recepción (aceptación)
del destinatario para alcanzar naturaleza contractual. Se tipifica, pues, en esta forma de
otorgamiento, una oferta de contrato de mandato.
Es absolutamente indispensable que tal persona acepte expresa o tácitamente el encargo (de
ahí su naturaleza recepticia), en cuyo caso lo que se inició como negocio jurídico unilateral
se transforma en un negocio jurídico bilateral (contrato). Si la persona rehúsa aceptar el
encargo, el negocio jurídico unilateral originario carece absolutamente de eficacia.
c. La gestión de negocios necesita como requisito esencial que hayan asuntos abandonados
temporalmente por el propietario. El mandato no necesita de ello, sino al contrario: para
que sus asuntos sean adecuadamente atendidos, el mandante que no quiere o no puede
atenderlos personalmente, los encarga a la diligencia y responsabilidad del mandatario.
d. El mandatario puede iniciar negocios o continuar los ya iniciados, según sea el encargo
que le da el mandante. El gestor, por el contrario, puede atender asuntos del propietario que
ya existen, pero nunca iniciar nuevos negocios.
Es decir, el negocio preexiste a la gestión. Vélez Sarsfield, citado por Garrido y Zago,
ejemplifica esto diciendo que el gestor puede hacer las reparaciones urgentes que necesite
la casa del propietario, pero no puede construir una casa en el solar del propietario.
e. El gestor no puede delegar la gestión a un tercero. La ley le obliga a él, personalmente, a
no separarse del asunto mientras no se apersone el dueño o su representante. El mandatario,
por el contrario, sí puede sustituir total o parcialmente el mandato, si el mandante lo
autorizó expresamente.
f. La muerte del propietario no le pone fin a la gestión, pues ésta continuará con sus
herederos. La muerte del mandante, por el contrario, sí extingue el mandato. (Hay que tener
presente, eso sí, que la muerte del gestor sí le pone fin a la gestión. Sus herederos no la
pueden continuar; y si deciden unilateralmente atender el asunto abandonado, se estaría
ante una nueva gestión de negocios de la cual tendrían que dar aviso al propietario).
Angel Francisco Brice, citado por Garrido y Zago, opina que: “La gestión de negocios no
es un mandato, porque el gestor, sin estar obligado, asume conscientemente la gestión de
un negocio ajeno, y aunque contrae la obligación de continuar la gestión y llevarla a
término, no representa al mandante, pues éste podría desaprobar lo hecho a su favor; y si
es cierto que el dueño del negocio, cuando éste ha sido bien administrado, debe cumplir
las obligaciones contraídas por el gestor en su nombre, no es por virtud de que existe la
representación sino porque lo hecho mediante una buena administración enriquece al
dueño y nadie puede enriquecerse con perjuicio de otro. El mandato nacería cuando el
dueño ratifica la gestión, pues entonces produce los efectos del mandato, incluso cuando la
gestión haya sido cumplida por una persona que creía gestionar su propio negocio”.
B) Albaceazgo
a. El mandato produce sus efectos jurídicos durante la vida del mandante y se extingue por
la muerte de éste. El albaceazgo, por el contrario, no produce efectos jurídicos durante la
vida del testador, sino que se inician los mismos, precisamente, a partir del día de su
muerte.
C) Contrato de corretaje
El contrato de corretaje, frecuentemente confundido por los no entendidos como contrato
de comisión, es aquél “en virtud del cual, una o más partes interesadas en la conclusión de
un negocio se obligan a pagar al corredor el corretaje si el negocio se concluye con su
intervención”. Párrafo primero del artículo 301 del Código de Comercio.
Malagarriga, citado por Garrido-Zago, indica que el contrato de corretaje “Es un contrato
suigeneris que se celebra entre comitente y corredor y por el que éste se obliga, mediante
retribución, a buscar la persona o cosa necesaria para que se concierte el contrato
proyectado por el comitente, distinguiéndose así del mandato, por concluir el mandatario
actos jurídicos por cuenta del principal; en cambio, el corredor, se limita a prepararlos o
a cooperar en su realización, sin participar en ellos en representación del comitente, ni en
general de ninguna de las partes, pues su gestión se limita a aproximarlos para que ellos,
personalmente, realicen el negocio jurídico-contrato de que se trate”.
D) Comisión
a. La comisión es un contrato mercantil, en tanto que el mandato es un contrato civil aun en
el caso de que se encargue al mandatario la celebración de negocios mercantiles.
7. Clases
En cada actuación que el mandatario efectúa, expresa la calidad que ostenta, es decir, la de
mandatario. De esa cuenta, los terceros que contratan saben fehacientemente que lo están
haciendo con el mandante, no con el mandatario.
El Código se limita a establecer que: “En el mandato sin representación, el mandatario obra
en nombre propio, sin que los terceros tengan acción directa contra el mandante”. Artículo
1686, párrafo tercero.
En el caso de que el mandatario sin representación adquiera bienes en nombre propio, pero
que correspondan al mandante por estar comprendidos en los asuntos que le fueron
encomendados, deberá transmitirlos al mandante celebrando para ello el contrato que
corresponda, según fuere el tipo de transmisión.
Josserand, citado por Rojina Villegas, indica que, a diferencia del mandato con
representación en el que las partes actúan de manera ostensible, en el mandato sin
representación obran secretamente. Por ello “el mandato celebrado no está confesado; las
partes lo disimulan a los ojos de todos; el mandatario se presenta en público como
obrando personalmente y por su propia cuenta; oculta sistemáticamente la personalidad
de su mandante; le sirve de pantalla; da el cambio a los terceros; desempeña el papel de
testaferro; es él quien se considera que vende, compra, presta, posee, litiga por su propio
nombre, mientras que en realidad es el órgano, ya que no el representante jurídico, de un
comitente que se disimula cuidadosamente tras de él; desempeña el papel de persona
interpuesta”.
Formalidades. Este tipo de mandato debe celebrarse con las mismas formalidades exigidas
por la ley para el mandato con representación, habida cuenta que el Código no le señala
ninguna formalidad específica. Es decir, debe otorgarse en escritura pública y el testimonio
de la misma ser inscrito en el Registro de Poderes.
Ahora bien, al cumplir con tales formalidades, se pierde en buena medida la discreción o
secretividad propia de esta clase de mandatos, pues resulta fácil que cualquier persona
solicite informe de la existencia del mandato al referido Registro de Poderes y, asimismo,
se entere del contenido de la escritura pública que lo contiene con sólo obtener una copia
del correspondiente testimonio especial que le puede extender el Archivo de Protocolos o el
propio notario autorizante, ya que no hay norma alguna que autorice a dicho profesional a
no extenderla.
Para remediar el inconveniente arriba señalado, y proteger la secretividad del mandato sin
representación cuyos fines fueren lícitos y posibles, debería legislarse en el sentido de que
el notario pueda extender copias legalizadas o testimonios únicamente a las partes, sus
herederos, en su caso, o al juez competente; que el testimonio especial lo remita en plica
(como se hace, por ejemplo, con los testamentos abiertos) y que el Registro de Poderes lo
inscriba en forma especial (no en los mismos libros u hojas electrónicas de los mandatos
con representación) y pueda dar información únicamente en los casos en los que puede
hacerlo el notario.
Herrera puntualiza que “El rigorismo del derecho civil no admitía la representación, de
modo que el mandatario contrataba siempre en su propio nombre y así, él sólo se obligaba
con los terceros y éstos se obligaban con él, aunque en la órbita de mandante y
mandatario, aquél podía reclamar a éste la cesión de las acciones contra terceros o la
entrega de lo dado por éstos y el mandatario podía proceder contra el mandante para que
lo librase de las obligaciones contraídas por éste y, en su caso, lo indemnizase. Sólo un
caso admitía el derecho civil en que el mandatario actuaba en representación del
mandante: era en el mandato judicial, en que el mandatario se llamaba cognitor”.
Puig Peña cita la sentencia del Tribunal Supremo Español del l de febrero de 1941, así:
“Sobre esta cuestión, es sumamente interesante la sentencia del 1o. de febrero de 1941,
con arreglo a la cual este artículo consagra la figura del mandato no representativo o
interposición de persona, que no puede confundirse con la del testaferro, que entraña una
forma de simulación; la primera supone la simple ocultación a los terceros del nombre del
mandante, que puede ser obra de una legítima conveniencia o de un interés digno de
protección; la segunda lleva consigo una ocultación, procedente de un acuerdo previo
entre el mandante, o el mandatario y la persona interpuesta, y es obra de una relación que,
con muy diversos fines, no siempre lícitos, se establece subrepticiamente entre estas tres
personas”.
No creo que si los terceros con quiénes el mandatario sin representación contrató se enteran
de quién es el verdadero interesado, es decir, el mandante, puedan exigirle a él el
cumplimiento de las obligaciones celebradas, pues las mismas fueron contraídas por el
mandatario en su propio nombre, de tal manera que el sujeto a quien debe demandarse es
precisamente el mandatario. Para demandar al mandante tendrían que obtener previamente
la declaratoria judicial de nulidad del contrato de mandato sin representación, cuestión que
es dudosa por razón de que la propia ley autoriza la celebración de mandatos no
representativos.
i.c) Tercería. Lo que podría ser procedente es que al ser demandado el mandatario sin
representación se cite al juicio al mandante, como tercero coadyuvante. Esto, con base en el
artículo 57 del Código Procesal Civil y Mercantil concerniente a que: “Al demandar, o al
contestar la demanda, cada una de las partes puede llamar al proceso a un tercero,
respecto del cual considere común la causa o de quien pretenda una garantía”. Es
evidente que en el caso que aquí se trata, es común la causa entre el demandado y el tercero
a quien cita al proceso. Vincular al proceso de la manera antes dicha al mandante, si bien
no salvaría al mandatario de la sentencia condenatoria que se dictare en su contra, sí le
garantizaría la viabilidad procesal de su futura acción de repetición (actio in rem verso)
contra el mandante oculto para que le reintegre lo que fue obligado judicialmente a pagar
por él. Además, le permitiría obtener, dentro del mismo proceso en que él (el mandatario
sin representación) está siendo demandado, medidas precautorias que garanticen el
resarcimiento que demandará al mandante.
Revelación del mandato. Creo que el mandato sin representación puede revelarse también
cuando el mandatario no cumpliere con entregar al mandante el dinero o los bienes que
para él o por su cuenta hubiere adquirido, o los que para el cumplimiento del mandato le
hubiere entregado. En tal caso, tiene el mandante derecho a demandarlo y, en esa situación,
está obligado inevitablemente a probar la existencia del mandato sin representación. Igual
cosa sucedería cuando el mandatario tuviere necesidad de cobrar judicialmente al mandante
honorarios devengados o gastos que hubiere efectuado, así como el resarcimiento de daños
o perjuicios que hubiere sufrido en el cumplimiento del mandato.
ii.c) Prácticas cotidianas. Hay múltiples situaciones rutinarias, quizá de poca cuantía pero
no carentes de importancia, en las que se configuran mandatos sin representación. Por
ejemplo, el asistente de oficina que compra los periódicos del día por encargo de su jefe.
Está actuando por él, pero no lo expresa, sino que actúa como si la compra la efectuase para
sí mismo y puede ser que en muchos años o quizá nunca el vendedor sepa que realmente
vendía los periódicos a persona distinta de la que se presentaba diariamente a adquirirlos.
a. Mandato general
Es aquél en el que el mandante encarga al mandatario todos los asuntos que le conciernan o
convengan, para los cuales la ley no exija la comparecencia personal del interesado.
Artículo 1690, primera parte. Su amplitud debe entenderse circunscrita a toda diligencia,
gestión o negocio
jurídico propio de una ordinaria y prudente administración. Los autores Mazeaud dicen que
“Los términos generales de un mandato dejan que se cierna la duda sobre la exacta
voluntad del mandante; le pertenece al tercero que trate con el mandatario exigir la
prueba de esa voluntad cuando sea importante el acto que haya de celebrarse; por lo
tanto, ese mandato no permite sino los actos de conservación y los actos de
administración”.
Sobre el mismo asunto, Ripert y Boulanger opinan que “Los poderes dados a los
mandatarios a menudo están mal redactados; con el temor de otorgarles poderes
insuficientes, se emplean a menudo términos muy generales; se les encarga, por ejemplo,
realizar “todo lo que sea útil al interés del mandante”. Antiguamente, surgían numerosas
dificultades respecto de la extensión de estos poderes. El Código les puso fin diciendo que
los mandatos otorgados en términos generales sólo comprenden los actos de
administración, y que es necesario un poder especial en términos expresos para enajenar,
hipotecar o realizar cualquier otro acto de disposición que interese a la propiedad”.
Interpretación. Los razonamientos anteriores llevan necesariamente a pensar que debe
haber siempre un cuidado riguroso en la redacción de los mandatos de tipo general, y que
en caso de duda deben ser interpretados de manera restringida.
Quizá en este caso encuentre pertinencia la norma concerniente a que: “Por muy generales
que sean los términos en que aparezca redactado un contrato, no deberán entenderse
comprendidos en él, cosas distintas y casos diferentes de aquéllos sobre los que los
interesados se propusieron contratar.” Artículo 1594.
También se requiere cláusula especial para que el mandatario pueda recibir pagos. Así se
deduce del párrafo primero del artículo 1384 concerniente a que: “El pago debe hacerse al
acreedor o a quien tenga su mandato o representación legal”.
Plazo. El plazo del mandato general será el que mandante y mandatario hubieren acordado.
Si no lo convinieren se entenderá otorgado por el plazo de diez años contados a partir del
día de su celebración. Artículo 1726.
b. Mandato especial
Es aquél en el que el mandante encarga al mandatario uno o más asuntos o negocios
determinados. Artículo 1690. La interpretación de este tipo de mandato tiene
necesariamente que ser restringida, es decir, limitada rigurosamente a lo que el mandante
ha encargado al mandatario. De ahí que, en este caso, no pueda acudirse al aforismo de que
“quien puede lo más puede lo menos”.
Plazo. El plazo del mandato especial pueden fijarlo las partes sin ninguna limitación. Si no
lo fijaren se considerará otorgado por el tiempo que dure el
asunto o los asuntos que constituyen su objeto. El Código exige mandato especial para
donar entre vivos, contraer matrimonio, otorgar capitulaciones matrimoniales, pactar las
bases para la separación o el divorcio, demandar la nulidad o la insubsistencia del
matrimonio, constituir patrimonio familiar, reconocer hijos o negar la paternidad. Artículos
85, 1692, y 1860. También se requiere mandato especial para sustituir total o parcialmente
el mandato. Artículo 1707.
b. Mandato judicial
Es el que se confiere para que el mandatario lo ejercite en diligencias, procedimientos o
procesos que se sustancien en juzgados o tribunales del Organismo Judicial de la República
de Guatemala. Por su naturaleza especial lo desarrollaré al final del presente capítulo.
b. Mandato tácito
Es el que resulta de maneras o formas positivas de comportamiento del mandante, o de su
silencio o inacción cuando, no obstante estar enterado de que alguien actuando en nombre
suyo gestiona o ejecuta actos que le interesan o conciernen, no hace nada para impedirlo.
Esta clase de mandato no lo admite el Código. No obstante, parece aceptarlo
excepcionalmente en el caso a que se refiere el párrafo segundo del artículo 1712, que
dispone que “En lo que el mandatario se haya excedido, no queda obligado el mandante
sino cuando lo ratifica expresa o tácitamente”. Esto, aparentemente, es una aceptación
indirecta de que, en lo que hizo fuera de las facultades conferidas por el mandante, el
mandatario actuó como su mandatario tácito.
Diferencia con la gestión de negocios. No obstante que el Código no admite, al menos con
carácter general, el mandato tácito, es útil conocer sus diferencias con la gestión de
negocios.
E) Mandato Mercantil
Si los asuntos que el mandante encarga al mandatario gestionar o ejecutar son de naturaleza
comercial, el mandato será mercantil. El fondo de los asuntos se regirá, por consiguiente,
por el Código y las leyes de comercio, pero los requisitos y formalidades de su
otorgamiento, aceptación, cumplimiento y extinción serán los que establezca el Código
Civil.
c. “Para que una sociedad legalmente constituida con arreglo a leyes extranjeras, pueda
establecerse en el país o tener en él sucursales o agencias, deberá: (...) Constituir en la
República un mandatario con representación, con amplias facultades para realizar todos los
actos o negocios jurídicos de su giro y para representar legalmente a la sociedad, en juicio y
fuera de él, con todas las facultades especiales pertinentes que estatuye la Ley del
Organismo Judicial.
f. “El agente sólo podrá celebrar contratos a nombre del principal, hacer cobros, conceder
descuentos, quitas o plazos y variar las condiciones de los contratos o formularios impresos
del principal, si estuviera autorizado expresamente para ello”. Artículo 284 del Código de
Comercio. Esa autorización expresa que debe darse al agente de comercio constituye, a mi
juicio, una forma especial de mandato con representación.
g. En el Registro Mercantil deben ser inscritos los mandatos otorgados “por cualquier
comerciante, para operaciones de su empresa”; así como las revocaciones que hiciere.
Incisos 1º y 2º del artículo 338 del Código de Comercio.
i. En el contrato de descuento, “El descontatario será considerado, para todos los efectos de
ley, como mandatario del descontador de créditos en libros, en cuanto se refiere al cobro de
los créditos materia del descuento, y tendrá las obligaciones y las responsabilidades que al
mismo corresponden”. Artículo 733 del Código de Comercio.
En el caso a que se refiere la norma transcrita hay una doble obligación a cargo del
asegurado: seguir las instrucciones de asegurador para la defensa y, para la prosecución del
juicio, designar mandatario a la persona que el asegurador le indique.
8. Efectos jurídicos
A) Obligaciones del mandatario
Nacen a partir de su aceptación del mandato, la cual puede ser expresa o tácita. Es expresa
cuando el mandatario la manifiesta de manera categórica, clara. Esto ocurre generalmente
cuando tanto el mandante como el mandatario comparecen simultáneamente a la
celebración del contrato y los dos suscriben el documento que lo contiene. En algunos
casos la ley exige que la aceptación del mandato sea expresa, en cuya circunstancia queda
totalmente excluida la posibilidad de aceptación tácita. Ello sucede en las situaciones
siguientes:
a. En caso se desee que el mandato sea gratuito. Para tal menester es necesario que el
mandatario haga constar, de manera expresa, que lo acepta de ese modo. Artículo 1689.
El artículo 1705, primera parte, establece respecto de las obligaciones del mandatario que:
“El mandatario queda obligado por la aceptación, a desempeñar con diligencia el mandato”.
Las principales obligaciones del mandatario son las siguientes:
ii) Otorgamiento de mandatos especiales. Cabe indicar que el mandatario puede, cuando ha
sido autorizado por el mandante, conferir mandatos especiales, situación en la que se
aplicaría, analógicamente, el artículo 1707 antes citado.
Esta distinción la hace Rojina Villegas26 diciendo que: “En la primera (delegación), el
mandatario otorga a su vez un nuevo mandato y se convierte en mandante con respecto al
segundo mandatario, de tal suerte que las relaciones jurídicas que se originan por virtud
de la delegación, son directas entre el segundo mandatario y el primero, quien funge como
mandante con relación a aquél y como mandatario respecto del mandante originario. En
la sustitución, que también requiere cláusula especial, hay una verdadera cesión del
mandato, de tal suerte que el mandatario sustituto entra en relaciones jurídicas con el
mandante, y el mandatario que sustituye el poder queda excluido, es decir, sale de aquella
relación jurídica”. (El autor citado denomina Delegación al conferimiento de mandato por
el mandatario a un tercero).
c. Sujetarse a las instrucciones del mandante. Los asuntos que atenderá el mandatario
conciernen o interesan al mandante; de ahí que es éste quien debe decidir en qué forma
quiere que se realicen e instruir de ello al mandatario, quien tiene obligación de ceñirse
estrictamente a las instrucciones recibidas. Artículo 1706, primera parte. Esto, sin embargo,
tiene una excepción importante contenida en el artículo 1711, en los términos siguientes:
“Si una causa imprevista y fundada hiciere perjudicial a juicio del mandatario la ejecución
de las instrucciones recibidas, podrá suspender su cumplimiento, bajo su responsabilidad,
dando cuenta al mandante por el medio más rápido posible”. Dicha excepción confirma
plenamente que el mandatario debe en todo momento velar por los intereses del mandante.
d. No separarse ni excederse de las facultades y límites del mandato. Dado que el
mandatario actúa en nombre del mandante, o como dice algún autor hace sus veces, lo que
celebre en cumplimiento del mandato obliga al mandante, pero no será así si el mandatario
se apartó del mandato, excedió los límites del mismo o actuó sin las facultades necesarias.
En tales casos, lo actuado será absolutamente nulo, por falta de consentimiento del
mandante. Artículo 1706.
Exceder los límites del mandato no debe entenderse únicamente en el sentido de que ocurre
en los casos en que el mandatario hizo más de lo encargado, sino también en los de haber
aceptado algo inferior a lo que el mandante le encomendó (por ejemplo, vender en un
precio menor del fijado por el mandante), o realizar gestión o negocio diferente del
requerido (por ejemplo, vender en lugar de únicamente hipotecar).
En las circunstancias mencionadas en el párrafo anterior, los terceros que contrataron tienen
derecho de demandar al mandatario el resarcimiento de los daños y perjuicios que hubieren
sufrido, pero no podrán hacerlo fundándose en las normas del mandato, pues si bien actuó
en ejercicio del mismo, dicho ejercicio fue irregular, indebido, y por lo tanto jurídicamente
inaceptable. El fundamento de la demanda tendría que apoyarse en las normas del abuso de
derecho, puesto que si bien el mandatario tenía derecho de actuar en nombre del mandante,
el exceso y mala fe en el ejercicio de tal derecho lo desnaturaliza y deslegitima. Artículos
1653 y 1654.
Borga sostiene un interesante punto de vista, que resume así: “Quiere decir que el contrato
o el acto no puede considerarse en sí mismo desprovisto de eficacia en las relaciones con
la persona del representado, pues puede decirse que sus efectos quedan en suspenso hasta
su ratificación, lo cual es tanto más evidente, si el mismo conocía la falta de poderes en el
representante y apenas concluido el contrato o el acto que se hace perfecto y obligatorio
para la otra parte desde su inicio, también resulta así para él en cuanto lo ratifica,
creándose así una expectativa similar al contrato condicional, que tendría eficacia
retroactiva al cumplirse la condición, que en el caso no es sino la ratificación ulterior del
representado”.
f. Informar de sus actos y entregar los bienes del mandante que tenga en su poder, en
cualquier tiempo que éste lo pida. Artículo 1706, párrafo segundo.
La información debe ser oportuna y referirse al avance o dificultades de los asuntos que
está atendiendo, de manera que el mandante sepa qué tiene que hacer y si mantiene o
modifica las instrucciones dadas al mandatario.
g. Prohibiciones
Brenes Córdoba razona que: “No es permitido al mandatario entrar en negociación alguna
en que su interés personal se halle contrapuesto al interés del mandante, porque, como
desde luego se comprende, al ponerse en conflicto unos intereses con otros, sería de temer
que los del apoderado se sobrepusiesen a los del poderdante, en detrimento del fi el
cumplimiento del encargo. En consecuencia, es prohibido al apoderado adquirir directa o
indirectamente bienes que su poderdante le hubiere encomendado vender, como también lo
es que el apoderado venda de lo suyo al poderdante lo que éste le haya ordenado comprar,
a no ser que en uno u otro caso proceda con aprobación expresa del comitente, porque
entonces se aleja el peligro de torcidos manejos. Debe, por otra parte, abstenerse de
realizar ganancias para sí con motivo de los negocios que lleve a efecto por cuenta de su
representado, ya se trate de gajes conocidos con los nombres de primas o comisiones, ya
de adquirir por cuenta propia bienes que tenía encargo de comprar para el mandante”.
ii) “El mandato en que se confiere al apoderado la facultad de otorgar poderes o sustituir el
que se le otorga, no autoriza al mandatario para dar facultades no comprendidas en el
mandato, ni más amplias que las que le fueron conferidas”. Artículo 1702.
b. Cumplir las obligaciones que, dentro de los límites del mandato y de conformidad con
las facultades que le fueron conferidas, haya contraído el mandatario con terceras personas.
Artículo 1712. En virtud de que el mandatario actúa expresamente en nombre del mandante
(excepto, desde luego, en el mandato sin representación), queda plenamente entendido que
el patrimonio sobre el que recaen las obligaciones celebradas es el del mandante, nunca el
del mandatario.
b. Para solicitar la devolución de las cosas o dinero que hubiere entregado al mandatario
para el cumplimiento del mandato.
c. Para demandar del mandatario el resarcimiento de los daños y perjuicios que, por
cualquier causa atribuible a su culpa o dolo, hubiere causado al mandante.
a. Para pedir el resarcimiento de los daños y los perjuicios que, sin dolo ni culpa suya,
hubiere sufrido en el cumplimiento del mandato.
b. Para solicitar el reintegro de los gastos que de su peculio hubiere hecho para cumplir el
mandato.
c. Para pedir el pago de los honorarios que le correspondan, salvo que el mandato fuere
gratuito.
Caducidad. “Las acciones derivadas del mandato que no tengan término especial de
prescripción, duran un año contado desde la fecha en que terminó el mandato”. Artículo
1727. (Ya comenté en otro estudio concerniente a las obligaciones civiles, la imprecisión
del Código Civil respecto de la caducidad y la prescripción).
10. Extinción
El mandato se extingue por cualquiera de las causas siguientes:
a. Vencimiento del plazo para el que fue otorgado. Éste es el efecto general que en todas las
obligaciones y negocios jurídicos produce el plazo de carácter resolutorio.
b. Por concluirse el asunto para el que se dio. Esta causa de extinción es propia del mandato
especial. No lo puede ser del mandato general, pues no es concebible que concluyan todos
los asuntos que conciernen, interesen o puedan interesar al mandante.
Revocación expresa. La revocación, cuando es expresa, debe hacerse con los mismos
requisitos de forma que exigió la ley para el otorgamiento del mandato, y debe notificarse
tanto al mandatario como a terceras personas
que estén contratando con él. Artículos 1704 y 1718.
Esta revocación tácita debe también notificarse al mandatario y a terceros que estuvieren
contratando con él. Artículo 1720.
Cuando los dos mandatos son especiales o los dos son generales no hay dificultad alguna
para comprender la revocación tácita, pero cuando son de diferente naturaleza sí pueden
presentarse dificultades. Cruz opina que: “Cuando el primer mandato es general para
todos los negocios del mandante, y el segundo especial para alguno o algunos
determinados, debe entenderse que subsiste el primero para los negocios no comprendidos
en el segundo; y cuando el primero es especial y general el segundo, no debe entenderse
derogado aquél si no se expresó así, ya que puede conciliarse la existencia de uno y de
otro”.
Abuso de derecho. Algunos autores opinan que cuando la revocación del mandato llegare
a tipificar abuso de derecho, tiene el mandatario derecho de reclamar al mandante el
resarcimiento de los daños y perjuicios que le hubiere ocasionado. Basándome en el
artículo 1653 coincido también con esta opinión.
i) “El mandato es esencialmente revocable, aun cuando se haya conferido con plazo o para
asunto determinado; pero si hubiere sido aceptado, la revocación sólo producirá efecto
desde la fecha y hora en que se notifique al apoderado”. Artículo 1699.
iii) “La revocación deberá notificarse tanto al mandatario como a las personas interesadas
en el asunto o negocio pendiente”. Artículo 1718. En lo que se refiere al mandato otorgado
para contraer matrimonio civil, la parte final del artículo 85 establece que: “La revocatoria
del poder no surtirá efecto si fuere notificada legalmente al mandatario cuando el
matrimonio ya estuviere celebrado”.
iv) “La revocación notificada únicamente al mandatario no puede oponerse a terceros que
ignorándolo hubieren tratado con él y así lo prueben; pero en tal caso queda al mandante su
derecho expedito contra el mandatario”. Artículo 1719.
v) El nombramiento de nuevo mandatario para que se encargue del mismo o de los mismos
asuntos o negocios, sin expresar que queda vigente el mandato anterior, equivale a la
revocación de éste. Los efectos de la revocación comienzan desde el día en que se notifica
al anterior mandatario el nombramiento del sucesor. Artículo 1720.
Devolución de las cosas recibidas del mandante. Una vez revocado el mandato, debe el
mandatario devolver todo lo que hubiere recibido del mandante y esté aún en su poder. En
dicha devolución debe considerarse incluido el testimonio de la escritura pública en la que
fue celebrado el mandato, pues no hay razón alguna para que quede en poder del
mandatario, en primer lugar porque le fue entregado por el mandante; en segundo lugar,
porque ya no lo necesita y, en tercer lugar, porque si el mandatario fuere de mala fe podría
seguir actuando en representación del mandante, no obstante que legalmente ya no debe
hacerlo.
La norma es lógica por cuanto que los poderes y las sustituciones que hubiere otorgado el
mandatario a terceros se derivan de la facultad que a él le confirió el mandante. Por
consiguiente, extinguida dicha facultad por la revocación del mandato, pierden su asidero
jurídico los poderes y las sustituciones que el mandatario hubiere otorgado.
Revocación, por el mandatario, de las sustituciones que hubiere hecho. Surge duda
acerca de si el mandatario puede revocar las sustituciones que hizo u otorgó cuando tenía la
calidad de tal, y por esa vía recobrar y asumir de nuevo su calidad de mandatario. Creo al
respecto que, si al sustituir el mandato se reservó su ejercicio, sí podrá hacerlo. Por el
contrario, si no se reservó el ejercicio del mandato, no podrá revocar las sustituciones por él
otorgadas, precisamente porque ya no es mandatario, es decir, dejó de estar en la relación
jurídica. En la misma figuran ahora sólo el mandante y el mandatario sustituto. Por
consiguiente, la revocación únicamente podrá hacerla el mandante, lo cual resulta lógico
por lo ya dicho: que las sustituciones las celebró el mandatario no en nombre propio sino en
nombre del mandante.
A lo anterior se refiere sin duda alguna la literal n) del artículo 190 de la Ley del
Organismo Judicial cuando exige que el mandatario debe tener facultades expresamente
conferidas para: “Sustituir el mandato total o parcialmente, reservándose o no su
ejercicio ...”.
Brenes Córdoba adopta la posición arriba indicada argumentando que: “Lo que puede
tenerse como más seguro sobre este particular es que, en tesis general, no cabe privarse el
poderdante, en un mandato corriente, del derecho de darlo por concluido cuando a bien lo
tenga, porque tal limitación está en pugna con la espontaneidad requerida en la
constitución y mantenimiento del encargo, pero que es procedente la irrevocabilidad del
mandato, sea que se pacte o no, cuando ha sido conferido accesoriamente como condición
de otro convenio celebrado con el mandatario o con un tercero, puesto que en este caso, el
conferimiento del poder constituye un requisito indispensable para alcanzar el fin que se
han propuesto los contratantes; de suerte que por la sola voluntad de uno solo de ellos no
es dable dejar sin efecto las estipulaciones del convenio principal”.
Planiol y Ripert, citados por Rojina Villegas, confirman lo anterior diciendo que: “En la
práctica, los mandatos que se declaran irrevocables por el mandante son casi siempre
mandatos ligados a otros contratos, de los que toman su irrevocabilidad. Por ejemplo, se
trata del mandato contenido en una póliza de seguros, que reserva al asegurador la misión
de llevar por sí solo, por el asegurado, los pleitos contra tercero, en relación con los
riesgos asegurados; o bien se trata de los mandatos conferidos a los acreedores del
mandante para efectuar en su nombre operaciones sobre el resultado de las cuales ha
convenido pagarles; o bien, en ciertos casos, el mandato conferido por una comunidad de
condóminos para gestionar los intereses generales de toda la indivisión; o también el
mandato conferido a un Notario en interés común de las partes que otorgan documentos
ante él”.
La única norma que el Código dedica a la renuncia del mandato es el artículo 1708, que a
la letra establece: “Aceptado el mandato no puede el apoderado renunciarlo sin justa causa
cuando hubiere negocios pendientes de cuya interrupción pueden resultar perjuicios al
mandante; y si lo renuncia, deberá continuar la gestión de los asuntos pendientes hasta que
se le reemplace”.
Pacto de continuación post mortem. Se discute en doctrina si sería válido que el mandante
y el mandatario convinieren que, en caso de muerte del mandante, el mandato continúe
válido hasta el vencimiento del plazo. A mi juicio, los derechos y obligaciones que nacen
del mandato son de los que se extinguen con la muerte. Por consiguiente, no podría tener
validez un pacto de la índole del arriba mencionado y, posiblemente, sea esa la razón por la
que el Código no contempla siquiera la posibilidad de su celebración.
Si las personas interesadas quisieren que la misma persona que fue mandatario del causante
continúe atendiendo y gestionando determinados asuntos que ahora forman parte de la
herencia, lo pertinente sería que soliciten al juez competente el nombramiento de dicha
persona como administrador de la mortual y le confiera las facultades necesarias para
aquello que les interesa.
i. Porque sobrevenga al mandatario causa que conforme a la ley lo inhabilite para ejercer
mandatos. Tal sería el caso, por ejemplo, del mandatario que, luego de estar ejercitando el
mandato, fuere declarado en quiebra.
Si se disuelve la persona jurídica que lo otorgó, el mandato se queda sin mandante, igual
que cuando muere la persona individual. Obviamente no puede subsistir el mandato
únicamente con la existencia del mandatario. Artículo 1717.
Ausencia del mandante o del mandatario. No incluye el Código la ausencia como motivo
de terminación del mandato, pero necesariamente lo es. Es obvio entender que si el
mandante es judicialmente declarado ausente, no puede el mandatario seguir
representándolo, y aun en el caso de que el juez lo nombre defensor judicial, habrá dejado
de ser mandatario y representará al ausente en esa nueva calidad (defensor del ausente). De
igual manera, si el declarado judicialmente ausente es el mandatario, habrá perdido su
calidad, porque es física y jurídicamente imposible que pueda seguir actuando en nombre
del mandante.
a. “La ratificación de la gestión de negocios por parte del dueño, produce los efectos del
mandato expreso y opera retroactivamente”. Artículo 1611.
b. “El liquidador es un mandatario y como tal debe sujetarse a las reglas que se hubieren
señalado; si fuere nombrado por el juez y alguno de los socios lo pide, deberá caucionar su
responsabilidad a satisfacción del juez”. Párrafo primero del artículo 1779.
c. Aviso de nacimiento de hijo. “Los padres podrán cumplir esta obligación por medio de
encargado especial; pero el Registrador deberá citarlos para que dentro de un término que
no pase de sesenta días, ratifiquen la declaración”. Párrafo segundo del artículo 392.
Estimo que el encargado especial a que alude la norma citada no necesariamente debe ser
un mandatario especial, puesto que hay muchas personas a quienes se les dificultaría
demasiado cumplir una exigencia de tal naturaleza.
Pero al menos, a mi juicio, debe exigirse una carta poder autenticada por notario o por el
Alcalde del lugar. Así se cubriría la necesidad de certeza de un acto tan importante y de
tanta trascendencia.
No se dará la autorización para que una compañía o una asociación legalmente constituida
en el extranjero pueda establecerse en el país o tener en él agencias o sucursales si
previamente no cumple, entre otros requisitos, el de haber nombrado mandatario expensado
y arraigado con todas las facultades generales y especiales que se relacionen con la
compañía o asociación. Si el apoderado no tuviere todas estas facultades, se le considerará
investido de ellas por ministerio de la ley. Artículos 28 y 29.
a. Impedimentos
No pueden ser mandatarios judiciales:
ii) Los que tengan auto de prisión o condena pendiente, por cualquier delito.
iii) Quienes no sean abogados, salvo que se otorgue el mandato para representar al
cónyuge, al conviviente de hecho cuya unión estuviera inscrita en el Registro Civil, o a
parientes dentro de los grados de ley. Tampoco se requiere ser abogado cuando el mandato
se otorgue para ser ejercitado en juzgados menores en asuntos cuya cuantía no exceda de
quinientos quetzales, o ante jueces o tribunales en cuya jurisdicción no ejerzan más de tres
abogados.
iv) Los magistrados, jueces, funcionarios y empleados del Organismo Judicial y los
pasantes y meritorios de los tribunales.
b. Si una de las partes de cualquier proceso articulare posiciones a la otra y exigiere que las
absuelva personalmente, así tendrá que hacerlo. Es decir, no podría hacerlo mediante
mandatario. Párrafo primero del artículo 132 del Código Procesal Civil y Mercantil.
C) Elemento formal
a. Debe otorgarse en escritura pública para los asuntos que se ventilen en forma escrita. El
testimonio de la escritura pública debe inscribirse en el Registro de Poderes y en los demás
registros públicos que ordene la ley.
b. Si es para asuntos verbales, podrá otorgarse ante el juez y secretario competentes para
conocer del asunto de que se trate, quienes lo harán constar en acta que se autorizará en la
misma pieza de las actuaciones. También podrá otorgarse en documento privado con
legalización notarial de firmas. En los dos últimos casos no hay necesidad de inscribir el
mandato en ningún registro público. Artículo 189 de la Ley del Organismo Judicial.
D) Clases
Brice citado por Garrido-Zago explica que: “El mandato judicial, al modo del civil, puede
facultar al mandatario para todos los actos que desee ejecutar el mandante, o bien, para
alguno o algunos solamente, porque el mandato puede ser para todos los actos judiciales
que tenga o se le presenten al mandante, o bien, o para uno o varios de sus asuntos, y así
el mandato judicial será general o especial. Pero es universal el criterio de que el mandato
concebido en términos generales, esto es, que no determine específicamente los actos
judiciales que pueda ejecutar el apoderado, no comprende poder o facultad para transigir,
desistir, convenir, ceder los derechos litigiosos, anunciar recursos extraordinarios,
comprometer ni darse por citado en los pleitos, etcétera, porque en estos casos, como
exceden de la simple administración, debido a su importancia, se supone que para
considerar conferido el poder de ejecutarlos, se requiera que aparezca manifiesta,
explícitamente por el poderdante, la intención de transmitir esa facultad de obrar. Y esto
tiene su razón de ser, además, en el hecho de que el mandatario no podría con su gestión
personal comprometer los derechos que representa hasta el punto de enajenarlos o
disminuirlos en cualquier forma, si esta facultad de disponer no la ha manifestado
expresamente el poderdante”.
E) Facultades
Los mandatarios judiciales por el solo hecho de serlo tienen las facultades generales
suficientes para realizar toda clase de actos procesales. Sin embargo, necesitan facultades
especialmente conferidas para cualquiera de los asuntos enumerados en el artículo 190 de la
Ley del Organismo Judicial, así como en cualquier otra ley que así lo exija.
Actuación personal del mandante. Es importante destacar que, por muy amplias que sean
las facultades conferidas al mandatario, no sustituye al mandante en el asunto judicial en el
que le autorizó actuar. Por el contrario, éste puede, no obstante las gestiones que esté
efectuando el mandatario, “hacer uso, dentro de los términos legales, de todos los derechos
que le confieren las leyes”. Artículo 47 del Código Procesal Civil y Mercantil.
Desde luego, el hecho de que el mandante realice alguna actuación personalmente dentro
del proceso en el que acreditó mandatario, no significa que esté revocando el mandato. La
revocatoria tácita no se configuraría simplemente por eso, sino que se requeriría la
designación de un nuevo mandatario para el mismo asunto, sin decir que queda vigente el
mandato anterior y, además, que el nuevo mandatario acredite su representación en el
proceso y el juez apruebe la sustitución.
El artículo 190 de la Ley del Organismo Judicial se refiere, además, a que los mandatarios
judiciales necesitan facultades especialmente conferidas para:
c. Reconocer firmas.
h. Allanarse y desistir del juicio, de los ocursos, recursos, incidentes, excepciones y de las
recusaciones, así como para renunciarlos.
Igual que en los casos anteriores, no es necesario el otorgamiento de mandato judicial con
las formalidades de ley.
Obligaciones del mandatario judicial. Además de las que son comunes a todos los
mandatarios, tiene las siguientes.
d. Las que le impongan las leyes o reglamentos. Artículo 191 de la Ley del Organismo
Judicial.
a. Los mandatarios judiciales tienen las mismas prohibiciones de los abogados e incurren en
igual responsabilidad que ellos. Artículo 192 de la Ley del Organismo Judicial. En
consecuencia, les está prohibido lo que a los abogados prohíbe el artículo 201 de la Ley del
Organismo Judicial (Actuar en los juicios en que el juez tuviere que excusarse o ser
recusado causa de la intervención del mandatario, invocar leyes supuestas o truncadas,
revelar
secretos del mandante, abandonar sin justa causa los asuntos en los que hubiere comenzado
a actuar, interrumpir el discurso de la parte contraria o de su abogado, exigir mayores
honorarios que los concertados o los que fijen los aranceles, actuar en representación de
una parte después de haber representado a la otra en el mismo asunto y faltar al
cumplimiento de otras obligaciones que prescriban las leyes y reglamentos); y de
conformidad con el artículo 202 de la misma Ley, son responsables de los daños y
perjuicios que sufra el mandante por su ignorancia, culpa, dolo, descuido, negligencia o
mala fe comprobadas.
No lo dice la norma, pero aplicando los principios generales de las obligaciones civiles y
los específicos del contrato de mandato, debe entenderse que si el mandatario no se excedió
en los límites del mandato, tendrá derecho a repetir contra el mandante por lo que hubiere
sido obligado a pagar por él.
Extinción
a. El mandato judicial se extingue por cualquiera de las causas por las que concluye el
mandato común. También puede concluir por perder el mandatario la calidad que para
ejercer el mandato le exige la ley, por ejemplo, si al abogado que ejercita el mandato se le
inhabilita definitivamente para el ejercicio de su profesión, o que cese el parentesco por
afinidad que vinculaba al mandante y al mandatario.
b. Revocatoria. La revocatoria del mandato puede ser expresa y tácita (igual que el mandato
común) y no surte efecto mientras el mandante no manifieste legalmente al juez que se
persona al juicio o mientras no haya acreditado su representación un nuevo mandatario que
sustituye al anterior. Artículo 194 de la Ley del Organismo Judicial. En cualquiera de los
dos casos, el juez debe dictar resolución aprobatoria, la cual debe ser notificada a todas las
partes.
i) Las partes unifican su representación en una sola de las personas que persiguen un mismo
derecho, no porque deseen hacerlo, sino porque se los impone la ley como requisito para la
sustanciación procesal del asunto.
ii) Los que confieren la representación no son incapaces (es decir, no son menores de edad,
personas declaradas en estado de interdicción, ni ausentes); tampoco se trata de personas
jurídicas (es decir, entidades como las sociedades, asociaciones, etcétera). De ahí que no se
está ante casos de representación necesaria por imposibilidad insuperable para actuar
directa o personalmente, sino de personas que no obstante tener plena capacidad personal y
para gestionar procesalmente, la ley les impide actuar todos juntos y les obliga a designar a
uno solo para que lo haga por sí mismo y, a la vez, en nombre de los demás. Es evidente,
entonces, que actúa como mandatario con representación de todos los que en él unificaron
su personería.
Supletoriedad. Las normas que la Ley del Organismo Judicial destina al mandato para
asuntos judiciales (Título VI, Capítulo I, artículos del 188 al 194), son aplicables a
cualesquiera otros representantes de las partes. Artículo 195 de la Ley del Organismo
Judicial.
Diferencias entre el mandato común y el mandato judicial
a. El origen del mandato común es siempre el acuerdo de voluntades del mandante y del
mandatario. El mandato judicial tiene, por lo general, el mismo origen, pero también puede
nacer por la decisión del juez. En ese sentido, el artículo 1709 establece que: “Cuando el
mandatario queda inhabilitado o le sobrevienen causas de incompatibilidad y el mandante
no ha designado sustituto, podrá el juez nombrarlo bajo su responsabilidad para mientras
aquél lo hace, pero solamente para continuar los asuntos pendientes de carácter urgente”.
c. Para ejercitar mandato judicial se requiere ser abogado o pariente del mandante en los
grados de ley. El ejercicio del mandato común no requiere ninguno de tales requisitos.
c. Si el acto jurídico debe cumplirse en lugar distinto de aquél en que se celebró, todo
cuanto concierne a su cumplimiento, se rige de acuerdo a la ley del lugar de ejecución (Lex
loci executionis). Artículo 30.
d. Para que sean admisibles los documentos provenientes del extranjero que deban surtir
efectos en Guatemala, deben ser legalizados por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Si
los documentos están redactados en idioma extranjero deben ser vertidos al español, bajo
juramento, por traductor autorizado en la República. De no haberlo para determinado
idioma, serán traducidos bajo juramento, con legalización notarial de sus firmas, por dos
personas que hablen y escriban ambos idiomas. Artículo 37.
e. Además de los requisitos indicados en el artículo anterior, los poderes o mandatos, así
como los documentos que proceda inscribir en los registros públicos, deberán ser
protocolizados ante notario, quien hará constar en el acta que los impuestos
correspondientes han sido pagados en el documento original. Las autoridades actuarán con
base en los respectivos testimonios. Párrafo primero del artículo 38.
f. Sin perjuicio del envío del testimonio especial que debe contener transcripción íntegra del
documento protocolizado, y de la inscripción del mandato en el Registro de Poderes, el
notario debe dar aviso de la protocolización al Archivo General de Protocolos, dentro de los
diez días siguientes a su celebración. Dicho aviso contendrá: fecha y lugar en que fue
expedido el documento, funcionario que lo autorizó, objeto del acto, nombres y apellidos de
los otorgantes o personas a que se refiera, e impuestos que se hubieren pagado. Artículo 40.
a. Los poderes debidamente otorgados en uno de los Estados Partes en esta Convención
serán válidos en cualquiera de los otros, si cumplen con las reglas establecidas en la
Convención. Artículo 1.
d. Los requisitos de publicidad del poder se someten a la ley del Estado en que éste se
ejerce. Artículo 4.
e. Los efectos y el ejercicio del poder se sujetan a la ley del Estado donde éste se ejerce.
Artículo 5.
f. Los poderes deberán ser legalizados cuando así lo exigiere la ley del lugar de su ejercicio.
Artículo 8.
g. Se traducirán al idioma oficial del Estado de su ejercicio los poderes otorgados en idioma
distinto. Artículo 9.
h. No es necesario para la eficacia del poder que el apoderado manifieste en dicho acto su
aceptación. Ésta resultará de su ejercicio. Artículo 11.
j. Esta Convención no restringirá las disposiciones que en materia de poderes hubieren sido
suscritas o se suscribieren en el futuro en forma bilateral o multilateral por los Estados
Partes; en particular, el Protocolo sobre Uniformidad del Régimen Legal de los Poderes o
Protocolo de Washington de 1940 o las prácticas más favorables que los Estados Partes
pudieran observar en la materia. Artículo 10.