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Capítulo II

El contrato de mandato

1. Antecedentes

En la mayoría de las etapas de la civilización humana, y especialmente en la actual que es


tan apremiante y compleja, se han dado con menor o mayor frecuencia situaciones en las
que una persona no quiere, por cualquier motivo absolutamente personal, comparecer a
celebrar determinado acto o a efectuar alguna diligencia concerniente a sus derechos o a sus
intereses; o que no puede hacerlo por alguna imposibilidad material insuperable e incluso,
que no posee el conocimiento, la aptitud o la destreza indispensables para el asunto de que
se trata.

De ahí que tenga necesidad de confiarlo o encomendarlo a otra persona, a quien


previamente inviste con las facultades y la autoridad indispensables para efectuar aquello
que le delega. Para proteger a las personas en circunstancias como las referidas y evitar
equívocos y abusos, la ley determina, por una parte, qué asuntos no pueden delegarse; y por
otra, en los casos en que no hay prohibición, de qué manera se delega; en qué forma debe
acreditarse la investidura legal del encomendado y cómo tendrá que ser cumplido el
encargo. Todo lo anterior, sin perjuicio de lo que
las partes hubieren convenido sin transgredir la ley.

En épocas remotas, en las que la vida era sencilla y rutinaria, no necesitaban las personas
que otra actuara por ellas, pues todo lo que les interesaba podían realizarlo personalmente.
Pero el avance de la civilización, siempre inexorable y múltiple y en algunos aspectos
complicado y vertiginoso, fue creando la necesidad insoslayable de delegar en otros ciertos
actos que las personas no pueden ya efectuar por sí mismas.

Fue en el ámbito del comercio donde primero se sintió la necesidad de encargar


determinados actos a terceras personas, por razón de que el interesado, abrumado de tareas
y compromisos, no podía ya atenderlos adecuadamente. Ocurrió también en las esferas
políticas o de gobierno, pues poco a poco se dificultó a los gobernantes reunirse
personalmente para cada asunto. Fue así como se fueron perfilando las diversas clases de
representantes mercantiles que ahora conocemos, y los embajadores y representantes
diplomáticos de los que actualmente tenemos noticia.

Por razones similares a las anteriormente reseñadas, se fue aceptando en el


ámbito de los negocios jurídicos civiles la actuación de representantes. Una de las
representaciones más importantes y frecuentes es la que se confiere y ejercita por medio de
mandato, y es así como, según se dice, de alguna manera se adquiere el don de la
ubicuidad, es decir, la posibilidad de estar en varios lugares al mismo tiempo, no
físicamente desde luego, sino mediante mandatarios o apoderados, cada uno ostentando
representación para asuntos distintos.

En el derecho romano primero, después en el germánico y en el francés y finalmente en


todos los derechos de las diferentes naciones, se fue aceptando con modalidades distintas el
contrato de mandato o contrato de poder. Actualmente es prodigiosa su evolución y
asombra su versatilidad, que parece inagotable ante los problemas que plantea el avance
negocial y tecnológico de la era presente.

Resulta paradójico que el mandato fue aceptado por el derecho romano, pero sin conceder
la posibilidad de que el mandatario pudiera representar al mandante.

De ahí que si el mandatario obtenía o adquiría algo para el mandante, era necesario que
celebraran ambos un contrato de transmisión de lo adquirido. Lo que califico de paradójico
es que en ese tiempo era normal y corriente el mandato sin representación y lo que se
discutía era la posibilidad de existencia del mandato con representación, cuestión de la que
actualmente nadie duda, pues lo que hoy se debate, al contrario de la época histórica
referida, es la posibilidad de existencia del mandato sin representación.

El Código Civil de 1877 denominó comitente o mandante a la persona que confiere el


encargo; y mandatario, apoderado o procurador a la que lo recibe. Aceptó la celebración
verbal de los mandatos que no excedieran de doscientos pesos y, en el caso de los
celebrados por escrito, determinó que podía hacerse en escritura pública o privada.

Reguló que por el encargo que se hace en términos generales, sólo queda auto rizado el
mandatario para actos de pura administración. Dijo, también, que el mandato se entiende
gratuito siempre que no haya convención en contrario.

Admitió únicamente el mandato con representación, no así el no representativo. Consideró


mandato al acuerdo de voluntades y poder al instrumento que lo contenía; y expresó que el
mandatario puede aceptar o rehusar la comisión que se le da.

2. Concepto

El contrato de mandato es el acuerdo expreso y solemne de voluntades por medio del cual
una de las partes, denominada mandante o poderdante, encarga a la otra llamada
mandatario, apoderado o poderhabiente, quien lo acepta expresa o tácitamente, que en
representación suya y por su cuenta (mandato con representación) o en nombre propio pero
por cuenta del mandante (mandato sin representación), realice uno o más actos o negocios
de carácter jurídico.

El párrafo primero del artículo 1686 lo define diciendo que: “Por el mandato, una persona
encomienda a otra la realización de uno o más actos o negocios”.

Es importante destacar que, a diferencia de otros contratos en los que uno de los
contratantes presta servicios directamente al otro (por ejemplo, el médico que aplica
tratamientos clínicos al paciente o el depositario que cuida alguna cosa del depositante), el
mandatario cumple el mandato gestionando ante terceras personas asuntos del mandante.
También es oportuno puntualizar que el mandato puede otorgarse en interés exclusivo del
mandante o en interés tanto del mandante como del mandatario, como cuando, en el
segundo de dichos casos, el acreedor otorga mandato al fiador para demandar al deudor
principal.

3. Elementos

A) Personal o subjetivo
Está constituido por la parte mandante o poderdante, y por la parte mandataria o apoderada.

a. Capacidad. Tanto el mandante como el mandatario deben tener capacidad civil para
contratar; y, en algunos casos, capacidad específica para determinados asuntos. Por tal
razón es inaceptable que una persona que por sí misma no puede celebrar determinados
negocios jurídicos, sí pueda hacerlo mediante mandatario; y de igual manera, no puede
aceptarse que una persona que no tenga capacidad para actuar por sí misma sí pueda
hacerlo en nombre de otro.

El mandante debe tener la capacidad necesaria para el otorgamiento del negocio jurídico
que en nombre suyo celebrará el mandatario, ya que los efectos del mismo se producirán
sobre su persona y su patrimonio. De ahí que, si por ejemplo, en nombre suyo el
mandatario celebra matrimonio civil con determinada persona, debe el mandante tener
capacidad para contraer dicho matrimonio. O, si el mandatario garantiza con hipoteca un
préstamo de dinero cuya celebración le encargó el mandante, éste debe tener la capacidad
civil necesaria para gravar en esa forma sus bienes.

La capacidad del mandatario en el mandato con representación basta que sea la ordinaria y
normal capacidad general de obrar, puesto que él no se obliga personalmente por los
negocios jurídicos que celebra en nombre del mandante (quien se obliga ante terceros es el
mandante). En el mandato sin representación, por el contrario, no basta la capacidad
general, sino que se exigirá que el mandatario tenga la capacidad civil necesaria para la
celebración de los negocios jurídicos que contrajere. Esto es así porque, como se explicará
adelante al hablar del mandato sin representación, su actuación es en nombre propio (no en
nombre del mandante) y es él quien responde ante los terceros con quienes contrató.

b. Prohibiciones y limitaciones. Hay, además, casos en los que, no obstante que la persona
es plenamente capaz, la ley le limita o le prohíbe la potestad de otorgar mandatos o de
ejercitarlos.

Limitaciones para otorgar mandatos:

i) “Los representantes de los menores, incapaces o ausentes, no pueden dar poder general
sino solamente especial para asunto determinado que no pueda ser atendido personalmente
por ellos”. Artículo 1691. En este caso la limitación tiene varios elementos merecedores de
consideración:
- Los representantes a los que la norma se refiere tienen vedado el otorgamiento de poder
general.
- Sólo pueden otorgar poder especial.
- El poder especial debe referirse a un asunto que no puedan atender personalmente. Es
decir, debe especificarse por qué razón el representante no puede atender personalmente el
asunto y se ve, por ello, obligado a otorgar mandato especial a tercera persona para que lo
atienda.

ii) “El marido no puede, sin el consentimiento expreso de la mujer, ni ésta sin el de aquél,
dar poder para asuntos relativos a los bienes comunes o para contratos de los que resulten
obligaciones para ambos”. Artículo 1695. Según el autor guatemalteco Ernesto Viteri
Echeverría, la norma antes transcrita carece de vigencia. Expondré los argumentos que él
aduce al desarrollar, en este mismo libro, el contrato de sociedad civil.

iii) “Por las personas jurídicas confieren poder las personas individuales que las
representen, debiendo limitarse el mandato a los negocios que son objeto de la sociedad.”
Artículo 1696.
La limitación contenida en la norma anteriormente transcrita significa que todo aquello que
en el mandato se refiera a asuntos ajenos a los negocios objeto de la persona jurídica, será
nulo absolutamente por contravenir prohibición legal expresa.

B) Limitaciones y prohibición para ejercer mandatos

a. “No se puede ejercer al mismo tiempo poder de varias personas cuando entre éstas hay
colisión de derechos”. Artículo 1694, primera parte.

Nada impide, según el tenor de la norma antes transcrita, que después de extinguido el
mandato que se había recibido de uno, se pueda aceptar mandato del otro, aunque entre
ambos haya colisión de derechos, siempre que se trate de mandato común o extrajudicial.
Será prohibido si se trata de
mandatos judiciales por cuanto que, siendo que según el artículo 192 de la Ley del
Organismo Judicial “Los mandatarios están sujetos a las prohibiciones de los abogados e
incurren en igual responsabilidad que ellos”, debe observarse el artículo 201, literal g) de
dicha ley concerniente a que: “Es prohibido a los abogados defender a una parte después de
haber principiado la defensa de la otra en el mismo asunto”.

b. “Tampoco puede un solo mandatario otorgar contratos, representando a la vez los


derechos o intereses de las dos partes contratantes, sin autorización de los mandantes”.
Artículo 1694, parte segunda. Por el contrario, si tiene la autorización de ambos
contratantes, comparecerá sólo él a otorgar el contrato y manifestará, por un lado, la
voluntad y aceptación de uno de los contratantes, y por otro lado, la voluntad y aceptación
del otro contratante.

En el caso de que el objeto del mandato fuere la sustanciación del divorcio de los
mandantes, por mutuo acuerdo, habrá de observarse la prohibición que establece el párrafo
segundo del artículo 428 del Código Procesal Civil y Mercantil en el sentido de que: “En
ningún caso pueden los cónyuges designar apoderado a una misma persona para tramitar
estas diligencias”.
c. “Para que las personas jurídicas puedan ejercer mandato, es necesario que las
operaciones a que el poder se refiera entren en el curso de los negocios de aquéllas, o que,
de conformidad con el instrumento de su constitución o respectivos estatutos, estén
facultados los gerentes o representantes para aceptarlos”. Artículo 1697.

Respecto de lo anterior, es importante destacar lo siguiente:


i) Que el Código admite la posibilidad de que las personas jurídicas, esto es, las
enumeradas en su artículo 15, puedan aceptar mandatos, es decir, ser mandatarias de
terceros.

ii) El mandato que se acepte debe circunscribirse a asuntos que formen parte del objeto de
la persona jurídica que será mandataria. Si se trata de asunto diferente, será nula toda
actuación que acerca del mismo se hiciera.

iii) Que los representantes de la persona jurídica mandataria estén legalmente facultados
para aceptar dicha clase de mandatos. También es preciso indicar que la norma transcrita
emplea incorrectamente la disyuntiva “o”, pues da la impresión de que si los representantes
están facultados para ejercer mandatos pueden hacerlo aunque el asunto de los mismos sea
ajeno al objeto de la persona jurídica a la que representan.

Ello sería notoriamente ilegal. Lo correcto es emplear la conjuntiva “y”, con lo cual queda
claro que, además de que el objeto del mandato debe ser compatible con el objeto de la
persona jurídica que lo acepta, los representantes de ésta deben estar facultados para
aceptarlo.

d. “No puede ejercer mandato el fallido mientras no se le rehabilite; el sentenciado por


cualquier delito mientras no haya purgado la condena o sido rehabilitado, y, en casos
especiales, las personas a quienes la ley lo prohíbe o tienen incompatibilidad o
impedimento”. Artículo 1698.

La razón de la prohibición del fallido radica en que todo mandatario es responsable de los
daños o perjuicios que por su culpa o dolo sufra el mandante, y debe responder también
ante terceros por todo aquello que realice excediéndose de las facultades que le fueron
conferidas. Es obvio que el fallido no podrá satisfacer dichas responsabilidades por su
estado insolvente.

El condenado tiene prohibición porque, habiendo infringido la ley penal, su conducta


punible lo hace no idóneo para representar a otro. Dicha prohibición constituye una pérdida
temporal, específica, de sus derechos civiles.

En lo que concierne a las incompatibilidades o impedimentos, si cuando se otorga el


mandato dicha situación ya existe, éste es nulo por contravención de norma prohibitiva
expresa. Si el mandato se otorgó cuando no había incompatibilidad ni impedimento, pero
ocurren posteriormente, devendrá nulo absolutamente por razón de que la causa
sobrevenida infringe igualmente una prohibición legal expresa.
e. “El poder que se da a dos o más personas será ejercitado conjuntamente si el mandante
no expresó que se ejercite por separado”. Artículo 1701. Por consiguiente, si no habiendo
autorización expresa del mandante para que los mandatarios actúen en forma separada,
éstos lo hacen, lo realizado será nulo absolutamente por falta de consentimiento del
mandante.

f. En el concurso voluntario, cuando se celebra la junta general de acreedores, pueden éstos


concurrir personalmente o por medio de apoderados, pero en este último caso una misma
persona no puede tener más de tres representaciones. Es decir, el número máximo de
acreedores que puede representar un mismo mandatario, es tres. Artículo 356 del Código
Procesal Civil y Mercantil.

g. Mandato entre cónyuges. No hay limitación alguna para el otorgamiento de mandatos


entre marido y mujer. Por consiguiente, él puede ser mandatario de ella, y viceversa.
Frecuentemente se celebran mandatos entre cónyuges, principalmente para la
administración de los bienes comunes. Ahora bien, debe tenerse presente que la existencia
de mandato para ese u otros fines no modifica en nada el régimen económico del
matrimonio y, salvo cláusula expresa, no autoriza al mandatario para enajenar, gravar o
limitar los bienes del patrimonio conyugal. Obviamente, tampoco atenúa ni mucho menos
exonera las obligaciones conyugales y las inherentes a la patria potestad.

C) Elemento real u objetivo


Pueden ser objeto del mandato todos los asuntos de carácter jurídico para los que la ley no
exija comparecencia o intervención personal del interesado. De esa cuenta, no puede
otorgarse poder para testar o donar por causa de muerte, ni para modificar o revocar dichas
disposiciones. Artículo 1688.

a. Asuntos jurídicos. El objeto del mandato está constituido por uno o más asuntos o
negocios, de carácter jurídico, que el mandante encarga al mandatario efectuar por él. Se
trata de asuntos futuros, es decir, que se realizarán a partir de la aceptación del mandatario,
por lo cual el mandato no está sino posibilitando su realización y habilitando al mandatario
para efectuarlos. Eso explica el carácter preparatorio del contrato de mandato.

Se enfatiza que el objeto del mandato son asuntos de naturaleza jurídica, porque
precisamente en eso consistirá la actividad del mandatario: celebrar negocios jurídicos que
interesan al mandante y que producirán efectos, es decir, derechos y obligaciones respecto
de la persona o el patrimonio de éste con relación a terceros.
Podrán, pues, constituir objeto del contrato de mandato todos los negocios lícitos mediante
los cuales se adquieran, modifiquen, transmitan o extingan obligaciones y derechos del
mandante, siempre que no se trate de asuntos personalísimos, es decir, que de conformidad
con la ley únicamente pueda ejecutarlos el propio interesado de manera personal.

b. Asuntos materiales. Para efectuar asuntos materiales ajenos basta la autorización del
propietario, sin que sea necesario el otorgamiento de mandato.

Así, por ejemplo, quien conduce un automóvil ajeno con autorización del propietario no
necesita ser su apoderado, puesto que no lo está representando mientras ejecuta dicho acto
material.
c. Cumplimiento ante terceros. A diferencia de otros contratos en los que su objeto es
algo que se da, se hace o se intercambia entre las partes (por ejemplo, la compraventa, en la
cual se transfiere la propiedad de un bien al comprador, a cambio de un precio que éste
paga a quien se lo vende), el objeto del mandato no es algo que se produzca entre las partes,
sino que partiendo de ellas se proyecta hacia terceros: el mandante encarga algo de su
interés al mandatario, éste acepta el encargo y lo realiza ante terceras personas por cuenta
de aquél.

d. Declaraciones juradas. A veces se plantea duda acerca de si el mandatario puede hacer


declaraciones juradas en nombre de su mandante, o si, por el contrario, es imposible que las
haga por tratarse de asuntos personalísimos en los que es indispensable la comparecencia o
intervención personal del interesado.

Por mi parte, pienso que el mandatario que tenga facultad expresa sí puede hacerlo. Fundo
mi opinión en las razones siguientes:

i) Que la ley no exige comparecencia personal del interesado para hacer declaraciones bajo
juramento.

ii) Que en el caso de la celebración de matrimonio civil por medio de apoderado, el


artículo 85 indica que el mandato habrá de ser especial, identificar a la persona con la que
se contraerá el matrimonio y contener la declaración jurada acerca de las cuestiones que
menciona el artículo 93. De manera entonces, que si se acepta declaración jurada del
mandatario acerca de cuestiones tan trascendentales como que el mandante (contrayente) es
soltero, no es pariente de la otra persona contrayente, no está unido de hecho con otra
persona y no tiene impedimento para contraer el matrimonio civil, no hay razón alguna para
que no pueda aceptarse en otro tipo de asuntos en los que la ley no exija la comparecencia
personal del interesado.

En caso la declaración resultare falsa, la responsabilidad penal por perjurio no recaería en el


mandatario que la haya efectuado siguiendo fielmente las
instrucciones del mandante, sino sobre éste, ya que sería él (el mandante) quien bajo
juramento habría faltado a la verdad.

D) Elemento formal
El mandato es un contrato solemne. Las formalidades rigurosas a que está sometida su
constitución consisten en que habrá de celebrarse en escritura pública y el testimonio de la
misma debe inscribirse en el registro de poderes. Artículos 1687, párrafo primero, y 1704.

Lo normal es que el mandante acuda a un notario para el otorgamiento del mandato, es


decir, a un profesional ajeno a él. Sin embargo, si el mandante fuere notario activo en su
ejercicio profesional, puede excepcionalmente autorizar él mismo, por sí y ante sí: a1) Los
poderes que confiera y sus prórrogas, modificaciones y revocaciones; a2) La sustitución
total o parcial de poderes que le hayan sido conferidos, cuando estuviere autorizado para
ello. Literales b) y c) del artículo 77 del Código de Notariado.

No es necesaria la escritura pública en los casos siguientes:


a. Cuando se trate de asuntos que no excedan de mil quetzales, en cuyo caso puede el
mandato otorgarse en documento privado cuyas firmas legalice un notario, o en acta que
levante el alcalde o juez de la localidad, con las formalidades que fueren legalmente propias
del funcionario de que se trate (es la forma denominada apudacta, que se entiende como
mandato que está en acta). Sin embargo, si el objeto del mandato fuere la enajenación o
gravamen de bienes inmuebles o derechos reales sobre los mismos, es obligatoria su
celebración en escritura pública, cualquiera que sea su cuantía.

No tengo duda alguna de la posibilidad y facilidad de que las personas puedan presentarse
ante el alcalde de su localidad a solicitar la autorización del mandato y que éste acceda y lo
haga redactar en acta. Es usual que en las municipalidades, sobre todo las de los municipios
del interior del país, tengan autorizados libros para redactar, mediante acta, diversos
contratos que los vecinos necesitan. Pero sí me surge duda del mandato otorgado ante el
juez local. Creo que el juez sólo tiene competencia para autorizar mandatos cuando alguna
de las partes necesite acreditar su calidad de mandataria en el asunto en el que el juez está
conociendo. Esto me lleva a pensar, no obstante, que la ley no lo puntualiza y por el
contrario lo menciona como que si fuese algo de carácter general, que el mandato otorgado
en tales circunstancias tendrá que ser un mandato judicial circunscrito al asunto del que el
juez conoce.

b. Cuando la representación se confiere por cartas poderes para la asistencia a juntas y


demás actos en que la ley lo permite. Artículo 1687, incisos 1 y 2.

Casos en que la ley permite la carta-poder:

i) Sociedad colectiva. “Salvo disposición en contrario de la escritura social, todo socio


podrá hacerse representar en la junta general por medio de otra persona. La representación
deberá conferirse por mandato o por carta-poder”. Artículo 67 del Código de Comercio.

ii) Sociedad anónima. “Si la escritura social lo autoriza expresamente, los administradores
podrán ser representados y votarán en las reuniones del consejo de administración por otro
administrador acreditado por carta-poder o mandato”. Artículo 165 del Código de
Comercio.

iii) Procedimiento ordinario laboral. “Las partes pueden comparecer y gestionar


personalmente o por mandato judicial. Cuando la cuantía no exceda de trescientos quetzales
el mandato podrá extenderse por carta poder firmada por el propio interesado”. Artículo
323 del Código de Trabajo.

iv) Devolución de pagos efectuados al Archivo General de Protocolos, por operaciones no


efectuadas. “La única persona legitimada para reclamar al Archivo General de Protocolos la
devolución del pago efectuado por servicios no prestados, es el usuario a nombre de quien
se hubiere emitido el recibo correspondiente. Podrá hacerse representar por Carta Poder
con firma legalizada o por medio de Mandato de conformidad con la ley”. Artículo 3 del
Acuerdo No. 01/006 de la Presidencia del Organismo Judicial y de la Corte Suprema de
Justicia, emitido el 2 de enero de 2006.
c. En la literales c) y d) del artículo 5 de la Ley del Programa de Aporte Económico del
Adulto Mayor (Decreto 85-2005 del Congreso de la República) se establece,
respectivamente, que: “El aporte económico se entregará a título personal e intransferible y
no podrá ser objeto de sucesión de ninguna naturaleza”. “Cuando por limitaciones físicas,
psíquicas o sensoriales, al beneficiario de esta Ley se le imposibilite movilizarse, podrá
hacerse representar por certificación extendida por el Director del Centro de Salud de su
domicilio”.

Entiendo que de manera excepcional, ante la imposibilidad del beneficiario de recibir


personalmente el aporte económico, se le permitirá hacerlo por medio de un apoderado,
quien será acreditado con la certificación a que se refiere la norma citada. Más bien es una
constancia de la imposibilidad del beneficiario, y en la misma deberá incluirse el nombre de
la persona a quien se autoriza a representarlo. Por eso la califico de carta poder.

d. Mandato verbal. La vida diaria, sus múltiples necesidades y la manera como las
personas acostumbran realizar sus actividades rutinarias, sobre todo las de naturaleza
comercial, llevan a veces a la configuración de mandatos verbales.

Tal el caso, por ejemplo, de la patrona que envía a su empleada doméstica al supermercado
a efectuar las compras del mes. La empleada efectúa las compras y solicita la factura a
nombre de su empleadora. Este dato revela que procede por encargo de otra persona, es
decir, en representación suya, sin necesidad de mandato y ni siquiera de carta-poder. Si
hubiere algo que reclamar al vendedor, obviamente lo hará la empleadora (mandante), no la
doméstica (mandataria).

También configura mandato el caso del portador de un recibo que se presenta ante el
deudor, le requiere de pago, lo recibe y entrega al deudor el comprobante de pago que
portaba. Esto conlleva un mandato tácito, que se acepta en la misma forma, es decir,
también de manera tácita y cuya frecuencia es notoria. Lo ampara el artículo 1391 que
establece: “El portador de un recibo se reputa autorizado para recibir el pago, a menos que
las circunstancias se opongan a admitir esta presunción”.

Debe repararse en que el portador del recibo (mandatario) no ejecuta un simple acto
material (recibir el pago), sino lleva a cabo asuntos de naturaleza jurídica. Veámoslo: al
decir, por ejemplo, vengo a cobrar la deuda que usted tiene con el señor fulano de tal
(mandante), lo está representando y efectuando en su nombre un requerimiento, y al recibir
el pago y entregar el correspondiente comprobante al deudor, ha celebrado con él (en
nombre del acreedor-mandante) un convenio por el que queda cumplida la obligación, la
cual, por consiguiente, se extingue.

e. Aceptación. La aceptación del mandato puede ser expresa y tácita. Párrafo primero del
artículo 1687.
i) Aceptación expresa Se efectúa mediante la comparecencia del mandante y del
mandatario. El primero confiere y el segundo acepta, lo cual se hace constar en el
documento en el que el mandato se celebra.
ii) Aceptación tácita Se efectúa cuando, habiendo comparecido únicamente el mandante al
acto de otorgamiento del mandato, el mandatario posteriormente realiza o gestiona alguno
de los asuntos que le fueron encomendados, sin haber manifestado en forma alguna que
aceptaba el mandato. Es decir, la ejecución del primer acto concerniente al asunto se
interpreta como aceptación del mandato.

Problemas de la aceptación tácita. No obstante que, quizá por la celeridad que


proporciona, es la forma de aceptación que con mayor frecuencia se emplea en Guatemala,
puede presentar los problemas siguientes:
- Aunque el mandato haya sido otorgado con todos los requisitos legales pertinentes y no
obstante que ya esté inscrito en el Registro de Poderes, en tanto el mandatario no haya
gestionado o ejecutado alguno de los asuntos que le encargó el mandante, no está todavía
celebrado el contrato de mandato. Únicamente habría una oferta de contrato de mandato
que el mandatario es libre de aceptar o no.

- Si en las circunstancias expuestas en el párrafo anterior un tercero demandara al mandante


por medio del mandatario, éste podría aducir falta de personería mediante la interposición
de la excepción previa correspondiente. Por razones como las anteriormente señaladas, es
que hay casos, como adelante señalo, en los que la ley exige aceptación expresa del
mandato.

Ejecución que no implica aceptación tácita. Si el mandatario designado cumple algún


encargo urgente del mandante, pero hace constar que se limitará exclusivamente a ese
asunto y que su intervención tiene como único propósito evitar que el mandante sufra daños
o perjuicios que de otro modo eran inevitables, no podrá interpretarse su actuación como
aceptación tácita general o para todos los demás asuntos a que el mandato se refiera.

4. Características del contrato de mandato

A) Principal, por razón de que tiene entidad propia. Es decir, su existencia no está
subordinada a la existencia de otro contrato.

B) Oneroso o gratuito. Es oneroso cuando hay detrimento y provecho económico


recíproco. Esto ocurre cuando el mandatario tiene derecho de remuneración por sus
servicios. Dicha remuneración puede ser convenida por los propios contratantes o, en su
defecto, fijada de conformidad con el arancel que fuere aplicable o según el prudente
arbitrio del juez. Es gratuito cuando el mandatario declara expresamente que lo
desempeñará de ese modo. El artículo 1689 establece al respecto que: “Sólo es gratuito el
mandato si el mandatario hace constar, de manera expresa, que lo acepta de ese modo”. El
arancel a que se hace referencia en el párrafo anterior es el denominado “ Arancel de
Abogados, Árbitros, Procuradores, Mandatarios Judiciales, Expertos, Interventores y
Depositarios”, que es Ley de la República contenida en el Decreto 111-96 del Congreso de
la República, y que tiene carácter supletorio.

Es decir, se aplica únicamente en el caso de que las partes (en este caso el mandante y el
mandatario) no hayan fijado de común acuerdo los honorarios a que tendrá derecho el
mandatario judicial. Gratuidad del mandato. El mandato fue gratuito en sus inicios
históricos. Era, como decían los romanos, “un oficio de amistad”; pero fue evolucionando
en sentido contrario y en épocas posteriores del derecho romano se permitió que el
mandante reconociera al mandatario alguna remuneración que en esos tiempos tuvo, en
forma similar a lo que ocurría en los servicios profesionales, un carácter honorífico, algo así
como un reconocimiento a los méritos del mandatario en los servicios prestados. Tal
evolución ha llegado al estado actual en el que todo mandato es oneroso (remunerado),
salvo que el mandatario haya manifestado expresamente que lo desempeñará en forma
gratuita.

La circunstancia de que el mandatario desempeñe gratuitamente el mandato no atenúa y,


desde luego, no excluye su responsabilidad en caso de incumplimiento ni la que pudiera
derivarse de daños o perjuicios que hubiere causado al mandante.

C) Unilateral o bilateral, según la gratuidad u onerosidad establecida. Si se pactó que el


mandatario lo desempeñará gratuitamente, el mandato será unilateral, por cuanto sólo el
mandatario tendrá obligaciones a su cargo. Si, por el contrario, el mandato es oneroso,
tendrá carácter bilateral, por razón de que habrá obligaciones a cargo del mandante y del
mandatario.

D) Intuitu personae, por razón de que las cualidades, atributos, conocimientos o destrezas
del mandatario son determinantes de su escogencia como tal.

Esto es así porque el mandante necesita confiar sus asuntos a alguien que pueda
efectivamente atenderlos de manera adecuada y correcta. De ahí que el mandato no se
otorga a cualquier persona, sino a aquélla que el mandante cree la mejor o más idónea para
atender los asuntos que le delega.

Brenes Córdoba explica que: “Es el mandato una forma de la contratación que encuentra
su razón de ser en la necesidad que a veces se experimenta de encargar a una persona el
desempeño de asuntos que, por razón de ausencia, impedimento o falta de aptitud para el
caso, no puede uno atender por sí mismo; y también, en el sentimiento de confianza que
suele inspirar la probidad ajena; sentimiento que lleva al hombre a depositar en otro su
representación para un acto o una serie de ellos relativos a la vida civil, invistiéndole al
efecto de algunos de los atributos de su propia personalidad. Claro testimonio de ser la
confianza la base de este vínculo contractual, lo da el sentido etimológico de “mandato”,
pues esta palabra tiene su origen en la expresión latina manus datio, la acción de dar la
mano a una persona –símbolo de fidelidad entre los antiguos-, con que el encargado de la
comisión significaba al comitente su propósito de cumplir con toda lealtad el encargo”.

E) Solemne. Salvo los casos de excepción que la propia ley señala, el mandato debe
otorgarse en escritura pública y el testimonio de la misma ser inscrito en el Registro de
Poderes del Archivo General de Protocolos. La inobservancia de tales formalidades
determina que el mandato no exista. Artículos 1577, 1687, 1704.

F) De tracto sucesivo. El mandato se cumple o ejecuta, generalmente, en varios momentos


sucesivos, salvo que se trate de un caso en el que se encomiende al mandatario un solo
asunto que puede realizarse de una sola vez.
5. Naturaleza jurídica

El mandato es, antes de su aceptación, cuando ésta se produce en momento distinto del
otorgamiento, un negocio jurídico unilateral de naturaleza recepticia, en el sentido de que
su otorgamiento se produce por la declaración expresa de voluntad del mandante, quien por
su sola voluntad y de acuerdo con sus intereses confiere a otro la facultad de celebrar
determinados negocios jurídicos en su nombre; pero necesita de la recepción (aceptación)
del destinatario para alcanzar naturaleza contractual. Se tipifica, pues, en esta forma de
otorgamiento, una oferta de contrato de mandato.

Es absolutamente indispensable que tal persona acepte expresa o tácitamente el encargo (de
ahí su naturaleza recepticia), en cuyo caso lo que se inició como negocio jurídico unilateral
se transforma en un negocio jurídico bilateral (contrato). Si la persona rehúsa aceptar el
encargo, el negocio jurídico unilateral originario carece absolutamente de eficacia.

Cuando el otorgamiento y la aceptación ocurren en un mismo momento, el


carácter bilateral se manifiesta desde el principio. De lo dicho anteriormente se deduce que
el mandato es un negocio jurídico bilateral, que por su carácter eminentemente consensual
y porque su objeto recae total o parcialmente en el patrimonio económico, enajenable, del
mandante, constituye un contrato.

6. Diferencia con otras instituciones


A) Gestión de negocios
a. La gestión de negocios constituye un negocio jurídico unilateral, pues las obligaciones
del gestor nacen de su sola actitud, sin que para iniciarla sea necesario acuerdo alguno con
el propietario del negocio. El mandato, por el contrario, se inicia necesariamente con el
acuerdo de voluntades del mandante y el mandatario. Su naturaleza jurídica es, por
consiguiente, la de un negocio jurídico bilateral de carácter contractual.

b. El gestor no representa al propietario del negocio. El mandatario, por el contrario,


representa al mandante, salvo que se trate de mandato sin representación.

c. La gestión de negocios necesita como requisito esencial que hayan asuntos abandonados
temporalmente por el propietario. El mandato no necesita de ello, sino al contrario: para
que sus asuntos sean adecuadamente atendidos, el mandante que no quiere o no puede
atenderlos personalmente, los encarga a la diligencia y responsabilidad del mandatario.

d. El mandatario puede iniciar negocios o continuar los ya iniciados, según sea el encargo
que le da el mandante. El gestor, por el contrario, puede atender asuntos del propietario que
ya existen, pero nunca iniciar nuevos negocios.

Es decir, el negocio preexiste a la gestión. Vélez Sarsfield, citado por Garrido y Zago,
ejemplifica esto diciendo que el gestor puede hacer las reparaciones urgentes que necesite
la casa del propietario, pero no puede construir una casa en el solar del propietario.
e. El gestor no puede delegar la gestión a un tercero. La ley le obliga a él, personalmente, a
no separarse del asunto mientras no se apersone el dueño o su representante. El mandatario,
por el contrario, sí puede sustituir total o parcialmente el mandato, si el mandante lo
autorizó expresamente.

f. La muerte del propietario no le pone fin a la gestión, pues ésta continuará con sus
herederos. La muerte del mandante, por el contrario, sí extingue el mandato. (Hay que tener
presente, eso sí, que la muerte del gestor sí le pone fin a la gestión. Sus herederos no la
pueden continuar; y si deciden unilateralmente atender el asunto abandonado, se estaría
ante una nueva gestión de negocios de la cual tendrían que dar aviso al propietario).

Angel Francisco Brice, citado por Garrido y Zago, opina que: “La gestión de negocios no
es un mandato, porque el gestor, sin estar obligado, asume conscientemente la gestión de
un negocio ajeno, y aunque contrae la obligación de continuar la gestión y llevarla a
término, no representa al mandante, pues éste podría desaprobar lo hecho a su favor; y si
es cierto que el dueño del negocio, cuando éste ha sido bien administrado, debe cumplir
las obligaciones contraídas por el gestor en su nombre, no es por virtud de que existe la
representación sino porque lo hecho mediante una buena administración enriquece al
dueño y nadie puede enriquecerse con perjuicio de otro. El mandato nacería cuando el
dueño ratifica la gestión, pues entonces produce los efectos del mandato, incluso cuando la
gestión haya sido cumplida por una persona que creía gestionar su propio negocio”.

Cruz, refiriéndose a la regulación del mandato en el Código Civil de 1877, y


específicamente a sus diferencias con otras instituciones, dijo que: “Se distingue del cuasi
contrato de gestión de negocios en que en éste no existe el encargo conferido por el
mandante. Se diferencia de la orden que una persona que tiene derecho de mandar a otra,
le da para que ejecute alguna cosa, en que el mandato requiere la aceptación del
mandatario; y éste es libre para aceptar ó rehusar la comisión que se le da (2185-2195 C).
Por último se diferencia del consejo, en que por éste, sólo se procura persuadir a otro para
que haga alguna cosa, generalmente en beneficio de aquel a quien se da; y de la
recomendación, que de ordinario tiene en mira el beneficio de un tercero, en que ni
aparece en ella la intención de obligarse ni el derecho de exigir que se haga lo que se
recomienda”.

B) Albaceazgo
a. El mandato produce sus efectos jurídicos durante la vida del mandante y se extingue por
la muerte de éste. El albaceazgo, por el contrario, no produce efectos jurídicos durante la
vida del testador, sino que se inician los mismos, precisamente, a partir del día de su
muerte.

b. El mandatario, salvo la excepción ya mencionada, representa al mandante. El albacea,


por el contrario, no representa al testador, puesto que no puede representarse a una persona
fallecida. A quien representa el albacea es a la sucesión testamentaria, en el caso en que
haya derechos que ejercitar u obligaciones que cumplir respecto del patrimonio hereditario.
c. El mandatario cumple en vida del mandante los encargos que éste le dio también en vida.
El albacea, por el contrario, cumple después de la muerte del testador los encargos que éste
le dio en vida.

d. Lo actuado por el mandatario dentro de los límites del mandato repercute en el


patrimonio del mandante. Lo actuado por el albacea recae en el patrimonio hereditario, el
cual ya no es patrimonio del testador, sino de los herederos testamentarios. No obstante lo
anterior, es decir, a pesar de que el albacea no tiene la calidad de mandatario, hay dos
efectos jurídicos que indudablemente se derivan de la representación forzosa o necesaria
que nace de la muerte del testador, pero se asemejan mucho al mandato:

i) “Mientras el albacea no sea removido ni haya declaratoria de herederos, tiene la


representación de la sucesión para demandar y responder en juicio, salvo prohibición del
testador”. Artículo 1054. El régimen de su actuación, así como la existencia y alcance de
sus facultades tendría que homologarse, necesariamente, con las del mandatario judicial.

ii) El albaceazgo es un cargo personal y no puede delegarse ni transmitirse su ejercicio. No


obstante ello, los albaceas podrán dar poderes especiales en relación con los actos que a
ellos les competen, y serán personalmente responsables por la actuación del mandatario.
Artículos 1055 y 1056. La semejanza de esta potestad del albacea con la facultad del
mandatario para otorgar mandatos especiales, es evidente.

C) Contrato de corretaje
El contrato de corretaje, frecuentemente confundido por los no entendidos como contrato
de comisión, es aquél “en virtud del cual, una o más partes interesadas en la conclusión de
un negocio se obligan a pagar al corredor el corretaje si el negocio se concluye con su
intervención”. Párrafo primero del artículo 301 del Código de Comercio.

El Diccionario de la Lengua Española define la palabra corretaje como: “Comisión que


perciben los corredores de comercio sobre las operaciones que realizan”. El mandatario
celebra, en representación del mandante, negocios jurídicos con terceras personas. El
corredor, por el contrario, se limita a acercar a las personas que desean contratar y son ellas
quienes celebran el negocio y pagan al corredor la remuneración correspondiente a su
trabajo, que como quedó expuesto, se limitó a poner en comunicación a quienes deseaban
contratar. El primero actúa por una o ambas partes. El segundo únicamente las acerca para
que ellas contraten.

Malagarriga, citado por Garrido-Zago, indica que el contrato de corretaje “Es un contrato
suigeneris que se celebra entre comitente y corredor y por el que éste se obliga, mediante
retribución, a buscar la persona o cosa necesaria para que se concierte el contrato
proyectado por el comitente, distinguiéndose así del mandato, por concluir el mandatario
actos jurídicos por cuenta del principal; en cambio, el corredor, se limita a prepararlos o
a cooperar en su realización, sin participar en ellos en representación del comitente, ni en
general de ninguna de las partes, pues su gestión se limita a aproximarlos para que ellos,
personalmente, realicen el negocio jurídico-contrato de que se trate”.

D) Comisión
a. La comisión es un contrato mercantil, en tanto que el mandato es un contrato civil aun en
el caso de que se encargue al mandatario la celebración de negocios mercantiles.

b. En el contrato de comisión se presume la aceptación del comisionista si no rehúsa el


encargo. Así lo establece el artículo 308 del Código de Comercio: “Se presumirá aceptado
el encargo si el comisionista no comunica al comitente que lo rehúsa, dentro del día hábil
siguiente a aquél en que recibió la propuesta”. Lo anterior es indudablemente una
aplicación de la norma general contenida en el artículo 1253 del Código Civil relativo a
que: “El silencio no se considerará como manifestación tácita de voluntad sino en los casos
en que existe, para la parte a quien afecta, la obligación de explicarse”. En el mandato, por
el contrario, no se presume su aceptación, sino se exige que el mandatario la manifieste
expresamente o al menos ejecute alguno de los negocios, diligencias, declaraciones o
comparecencias que en el mandato se le encarguen. Su mero silencio no puede interpretarse
nunca como aceptación del mandato.

c. La interdicción o la muerte del mandante extinguen el mandato. La inhabilitación o la


muerte del comitente no extinguen el contrato de comisión. La parte final del artículo 331
del Código de Comercio indica al respecto que: “La muerte o inhabilitación del comitente
no termina la comisión, pero sus representantes pueden revocarla”.

7. Clases

A) Mandato con representación y mandato sin representación


a. Mandato con representación, representativo u ostensible
Es aquél que el mandante confiere al mandatario para que, en nombre del otorgante, celebre
negocios o realice diligencias de carácter jurídico que conciernen o interesan al mandante.
En el ejercicio de esta clase de mandato, el mandatario cubre con su presencia la
incomparecencia del mandante, habla y negocia por él, adquiere para él derechos y bienes,
y le obliga dentro de los límites del encargo recibido. La representación conferida causa
que se produzcan sobre la persona y sobre el patrimonio del mandante los efectos (derechos
y obligaciones) de negocios jurídicos que él no ha celebrado directamente, pero que otro
celebró por él.

En cada actuación que el mandatario efectúa, expresa la calidad que ostenta, es decir, la de
mandatario. De esa cuenta, los terceros que contratan saben fehacientemente que lo están
haciendo con el mandante, no con el mandatario.

Esta es la clase de mandato ordinaria, normal, que a la altura de la época presente es


universalmente aceptada por su indiscutible utilidad y razonable certeza. En ella es
importante la calificación que del mandato hace el notario, y que sería útil que también la
hicieran todos los interesados en el asunto para que todos queden convencidos de que la
representación que se está ejercitando es suficiente, de conformidad con la ley, para el
asunto de que se trata. Josserand, citado por Rojina Villegas, ilustra lo anterior diciendo
que: “El mandatario habla, escribe y obra, en nombre del mandante, cuyo órgano y
portavoz es; si figura en la escena jurídica, es en nombre de él, de suerte que los actos a
que procede producen sus efectos en el patrimonio del comitente, no en el suyo propio”.
El párrafo segundo del artículo 1686 establece que: “El mandato puede otorgarse con
representación o sin ella. En el mandato con representación, el mandatario obra en nombre
del mandante y los negocios que realice dentro de las facultades que se le hayan conferido,
obligan directamente al representado”.

Es oportuno destacar que si en el mandato no se expresa si se confiere con representación o


sin ella, debe tomarse como mandato con representación, por razón de ser ésta la clase de
mandato que con carácter general regula el Código, en tanto que el mandato no
representativo constituye institución excepcional, según las normas del referido cuerpo
legal. Asimismo, es conveniente también distinguir la representación necesaria, forzosa o
legal (sin mandato) y la representación voluntaria (con mandato). La primera encuentra su
origen en la imposibilidad insuperable del interesado de actuar por sí mismo, por cuya
circunstancia es indispensable que otra persona (padres, tutores, defensores judiciales,
administradores o gerentes, según sea la persona de que se trate), actúen en su defecto. Las
facultades del representante provienen, en tales circunstancias, de la ley. Tal es el caso, por
ejemplo, de los menores de edad, los incapaces, los ausentes y las personas jurídicas.

La segunda, es decir, la representación voluntaria, tiene su razón de ser en la voluntad del


mandante y del mandatario. Las facultades del mandatario provienen, por consiguiente, del
acuerdo de voluntades de las partes.

b. Mandato sin representación o no representativo


Denominado también mandato oculto, es aquél que el mandante confiere para que el
mandatario actúe en nombre propio, es decir, sin mencionar que ejercita la calidad de
mandatario. No se requiere expresar la causa por la que se acude a este tipo de mandato,
pero es obvio entender que debe conferirse por motivos y para finalidades que no infrinjan
la ley ni ofendan la moral. Es decir, que no es aceptable que se emplee el mandato sin
representación para ocultar actitudes o fines reñidos con el orden jurídico y las buenas
costumbres.

El Código se limita a establecer que: “En el mandato sin representación, el mandatario obra
en nombre propio, sin que los terceros tengan acción directa contra el mandante”. Artículo
1686, párrafo tercero.

De manera, pues, que el mandatario sin representación actúa en nombre propio, y es él


mismo quien responde ante terceros por las obligaciones contraídas. Desde luego, debe
haber entre el mandante y el mandatario algún tipo de convenio para que el mandante
reembolse al mandatario lo que éste hubiere anticipado de su peculio, le pague la
remuneración correspondiente y le indemnice por los daños o perjuicios que hubiere sufrido
sin su culpa. Asimismo, para que el mandatario informe de su actuación, rinda cuentas y
devuelva al final los bienes que hubiere recibido para el cumplimiento del mandato; y en su
caso, para que el mandatario pueda repetir contra el mandante por lo que hubiere tenido que
pagar como consecuencia de demandas formuladas en su contra por terceras personas con
las que contrató.

Si el mandatario adquiere en nombre propio obligaciones que realmente corresponden al


mandante y el mandato concluye por cualquier causa antes de que dichas obligaciones
hubieren sido pagadas, para no quedar comprometido personalmente debe cederlas al
mandante, lo cual implicaría que en el instrumento en el que se formalizare la cesión
tendría que comparecer el acreedor y dar expresamente su consentimiento. Si no lo diere,
no podría celebrarse la cesión, y no quedaría al mandatario más opción que pagar las
deudas y repetir contra el mandante.

En el caso de que el mandatario sin representación adquiera bienes en nombre propio, pero
que correspondan al mandante por estar comprendidos en los asuntos que le fueron
encomendados, deberá transmitirlos al mandante celebrando para ello el contrato que
corresponda, según fuere el tipo de transmisión.

Spota conceptúa al mandatario sin representación como “Un representante


indirecto, porque el mandatario al actuar en su propio nombre, si bien no obliga al
mandante frente a terceros, dicho mandante puede exigir una subrogación judicial en los
derechos y obligaciones que nazcan de los actos”.

Josserand, citado por Rojina Villegas, indica que, a diferencia del mandato con
representación en el que las partes actúan de manera ostensible, en el mandato sin
representación obran secretamente. Por ello “el mandato celebrado no está confesado; las
partes lo disimulan a los ojos de todos; el mandatario se presenta en público como
obrando personalmente y por su propia cuenta; oculta sistemáticamente la personalidad
de su mandante; le sirve de pantalla; da el cambio a los terceros; desempeña el papel de
testaferro; es él quien se considera que vende, compra, presta, posee, litiga por su propio
nombre, mientras que en realidad es el órgano, ya que no el representante jurídico, de un
comitente que se disimula cuidadosamente tras de él; desempeña el papel de persona
interpuesta”.

Admisibilidad. El mandato sin representación no es admisible para contratos que conlleven


enajenación, limitación o gravamen de la propiedad del mandante ni en cualquier otro en el
que sea necesario que el mandatario acredite su representación. De todo ello se desprende
que será en todo caso un mandato especial, es decir, limitado a determinados asuntos
expresamente conferidos.

Formalidades. Este tipo de mandato debe celebrarse con las mismas formalidades exigidas
por la ley para el mandato con representación, habida cuenta que el Código no le señala
ninguna formalidad específica. Es decir, debe otorgarse en escritura pública y el testimonio
de la misma ser inscrito en el Registro de Poderes.

Ahora bien, al cumplir con tales formalidades, se pierde en buena medida la discreción o
secretividad propia de esta clase de mandatos, pues resulta fácil que cualquier persona
solicite informe de la existencia del mandato al referido Registro de Poderes y, asimismo,
se entere del contenido de la escritura pública que lo contiene con sólo obtener una copia
del correspondiente testimonio especial que le puede extender el Archivo de Protocolos o el
propio notario autorizante, ya que no hay norma alguna que autorice a dicho profesional a
no extenderla.
Para remediar el inconveniente arriba señalado, y proteger la secretividad del mandato sin
representación cuyos fines fueren lícitos y posibles, debería legislarse en el sentido de que
el notario pueda extender copias legalizadas o testimonios únicamente a las partes, sus
herederos, en su caso, o al juez competente; que el testimonio especial lo remita en plica
(como se hace, por ejemplo, con los testamentos abiertos) y que el Registro de Poderes lo
inscriba en forma especial (no en los mismos libros u hojas electrónicas de los mandatos
con representación) y pueda dar información únicamente en los casos en los que puede
hacerlo el notario.

Historia. Aunque se celebra con mucha mayor frecuencia el mandato con


representación y nadie discute ya su validez y utilidad, el mandato se inició, tal como
anteriormente se explicó, como mandato sin representación.

Herrera puntualiza que “El rigorismo del derecho civil no admitía la representación, de
modo que el mandatario contrataba siempre en su propio nombre y así, él sólo se obligaba
con los terceros y éstos se obligaban con él, aunque en la órbita de mandante y
mandatario, aquél podía reclamar a éste la cesión de las acciones contra terceros o la
entrega de lo dado por éstos y el mandatario podía proceder contra el mandante para que
lo librase de las obligaciones contraídas por éste y, en su caso, lo indemnizase. Sólo un
caso admitía el derecho civil en que el mandatario actuaba en representación del
mandante: era en el mandato judicial, en que el mandatario se llamaba cognitor”.

Naturaleza jurídica. Es difícil precisar la naturaleza jurídica del mandato sin


representación, pues en contra del principio general de la publicidad de los contratos para
conocimiento y beneficio de la sociedad, aquí se encuentra lo contrario: la propia ley
autoriza que el mandato se mantenga oculto a terceros y sea sólo del conocimiento de
quienes lo han celebrado. Por tal razón, es indudable que en este tipo de contrato, la causa
adquiere importancia fundamental, pues podrán tolerarse las razones nobles, lícitas, inocuas
para terceros; pero deberá repudiarse lo inmoral, ilícito o fraudulento.

La dificultad para determinar la naturaleza jurídica del mandato sin representación se


evidencia en que todavía en la actualidad los autores se dividen en tres corrientes: una que
cree en la validez del referido mandato, otra que dice que en el llamado mandato sin
representación siempre hay representación sólo que no se expresa, y una última, que niega
toda posibilidad y validez al mandato no representativo.

Diferencia del mandato sin representación y la simulación por persona interpuesta.


En el mandato sin representación no hay propósito de quebrantar la ley ni defraudar a
nadie. Su validez la admite expresamente la ley. En la simulación por persona interpuesta,
sí existe el propósito de quebrantar la ley y cometer fraude. El Código declara
absolutamente nulo el negocio que conlleva constitución o transmisión de derechos a
personas interpuestas, para mantener desconocidas a las verdaderamente interesadas. Inciso
3º. del artículo 1284, y artículo 1286.

Puig Peña cita la sentencia del Tribunal Supremo Español del l de febrero de 1941, así:
“Sobre esta cuestión, es sumamente interesante la sentencia del 1o. de febrero de 1941,
con arreglo a la cual este artículo consagra la figura del mandato no representativo o
interposición de persona, que no puede confundirse con la del testaferro, que entraña una
forma de simulación; la primera supone la simple ocultación a los terceros del nombre del
mandante, que puede ser obra de una legítima conveniencia o de un interés digno de
protección; la segunda lleva consigo una ocultación, procedente de un acuerdo previo
entre el mandante, o el mandatario y la persona interpuesta, y es obra de una relación que,
con muy diversos fines, no siempre lícitos, se establece subrepticiamente entre estas tres
personas”.

Garrido-Zago opinan que: “Hay supuestos en que no se desea que se conozca la


realización de un acto jurídico y por eso se otorga un mandato oculto, actuando el
mandatario en nombre propio; la ley ha establecido que en ese caso, cuando el
mandatario actúa a nombre propio, a pesar de tener un mandato que lo oculta, no se
origina una relación directa entre el mandante y el tercero; sin embargo, como la ley no
puede favorecer una simulación ha establecido que el mandante puede exigir subrogarse
en la situación del mandatario. También si los terceros llegan a tomar conocimiento de la
existencia de ese mandato oculto tienen derecho para exigirle al deudor, en este caso al
mandante, el cumplimiento de las obligaciones a su cargo. En la discusión doctrinal sobre
si es un mandato sin representación nos inclinamos por la opinión de que es un mandato
con representación; esa representación existe, pero no se exterioriza; no puede negarse
que si se ha otorgado el mandato, en realidad se tiene la representación: mantenerlo
oculto es una simulación que puede traer para las partes las consecuencias que están
previstas en la ley, consistentes en que el mandatario, a pesar de haber adquirido a
nombre propio, no adquirirá la propiedad de la cosa. El mandante puede subrogarse en su
derecho, lo cual le crea obligaciones frente a los terceros si éstos toman conocimiento de
la existencia del mandato”.

No creo que si los terceros con quiénes el mandatario sin representación contrató se enteran
de quién es el verdadero interesado, es decir, el mandante, puedan exigirle a él el
cumplimiento de las obligaciones celebradas, pues las mismas fueron contraídas por el
mandatario en su propio nombre, de tal manera que el sujeto a quien debe demandarse es
precisamente el mandatario. Para demandar al mandante tendrían que obtener previamente
la declaratoria judicial de nulidad del contrato de mandato sin representación, cuestión que
es dudosa por razón de que la propia ley autoriza la celebración de mandatos no
representativos.

Corriente adversa. Debe mencionarse que algunos autores no admiten la posibilidad de la


existencia del mandato sin representación. Entre ellos destaca Ricci, citado por Brenes
Córdoba, quien opina que: “Se considera que existe mandato aunque el encargado obre en
nombre propio sin declarar al tercero su calidad de mandatario, por conceptuarse que
basta para la realización del mandato, que el mandatario proceda a ejecutar el negocio
por cuenta y encargo ajenos; y de igual modo discurren algunos autores franceses; pero
este modo de considerar el asunto, si bien reconoce como antecedente el derecho romano,
es errado en el moderno: para convencerse de ello no hay más que considerar que al
proceder el encargado en su propio nombre, no crea lazo jurídico entre el dueño del
negocio y el tercero, como indispensablemente debe crearlo para la existencia del
mandato. Cuando el que contrata lo hace por sí, pero con el
fin de cumplir una recomendación, lo que lleva a efecto no es un acto de mandatario, sino
de comisionado, que es cosa diferente”.

i) Efectos del mandato sin representación


i.a) Acción de terceros contra el mandatario sin representación. En caso de
incumplimiento de las obligaciones o de cualquiera otra circunstancia que afecte a los
terceros que contrataron con el mandatario, éstos le demandarán a él, puesto que contrató
con ellos en nombre propio, sin mencionar que actuaba por cuenta de otro. Es conveniente,
entonces, examinar qué pueden hacer los terceros para vincular al verdaderamente obligado
(el mandante oculto) y lograr que sea él quien asuma la carga de cumplimiento o
resarcimiento, en su caso.

i.b) No sería procedente la interposición de la excepción previa de falta de personalidad,


porque el mandatario actuó en nombre propio. Es decir, estableció con el tercero una
relación jurídica suya, cuyos efectos le afectan personalmente y repercuten en su propio
patrimonio. Por consiguiente, aceptar como válida la excepción de falta de personalidad
sería ilegal, pues aunque se acredite en el trámite del incidente de la excepción, su calidad
de mandatario sin representación y quede también probado por cuenta de quién actuaba,
ello no desvirtúa el hecho de que contrajo la obligación en su propio nombre y que así lo
entendió y aceptó el tercero que contrató con él. Por lo tanto es él, no el mandante, quien
debe responder de las consecuencias de lo actuado.

i.c) Tercería. Lo que podría ser procedente es que al ser demandado el mandatario sin
representación se cite al juicio al mandante, como tercero coadyuvante. Esto, con base en el
artículo 57 del Código Procesal Civil y Mercantil concerniente a que: “Al demandar, o al
contestar la demanda, cada una de las partes puede llamar al proceso a un tercero,
respecto del cual considere común la causa o de quien pretenda una garantía”. Es
evidente que en el caso que aquí se trata, es común la causa entre el demandado y el tercero
a quien cita al proceso. Vincular al proceso de la manera antes dicha al mandante, si bien
no salvaría al mandatario de la sentencia condenatoria que se dictare en su contra, sí le
garantizaría la viabilidad procesal de su futura acción de repetición (actio in rem verso)
contra el mandante oculto para que le reintegre lo que fue obligado judicialmente a pagar
por él. Además, le permitiría obtener, dentro del mismo proceso en que él (el mandatario
sin representación) está siendo demandado, medidas precautorias que garanticen el
resarcimiento que demandará al mandante.

Revelación del mandato. Creo que el mandato sin representación puede revelarse también
cuando el mandatario no cumpliere con entregar al mandante el dinero o los bienes que
para él o por su cuenta hubiere adquirido, o los que para el cumplimiento del mandato le
hubiere entregado. En tal caso, tiene el mandante derecho a demandarlo y, en esa situación,
está obligado inevitablemente a probar la existencia del mandato sin representación. Igual
cosa sucedería cuando el mandatario tuviere necesidad de cobrar judicialmente al mandante
honorarios devengados o gastos que hubiere efectuado, así como el resarcimiento de daños
o perjuicios que hubiere sufrido en el cumplimiento del mandato.

ii) Casos especiales de mandato sin representación:


ii.a) Comisión. En el contrato mercantil de comisión puede tipificarse un caso
especial de mandato sin representación, si concurren los supuestos previstos
en las normas del Código de Comercio siguientes: “Comisionista obra en nombre propio.
El comisionista puede obrar en nombre propio, aunque trate por cuenta de otro, de
consiguiente no tiene obligación de manifestar quién es la persona por cuya cuenta
contrata; pero queda obligado directamente hacia las personas con quienes contrata, como
si el negocio fuese propio”. Artículo 306. “Comitente no tiene acción contra terceros. Si el
comisionista actúa en nombre propio, el comitente no tiene acción contra las personas con
quienes aquél contrató en los negocios que puso a su cuidado, a menos que preceda una
cesión hecha a su favor por el mismo comisionista”. Artículo 307.

ii.b) En el contrato mercantil de participación “El gestor obrará en nombre propio y no


habrá relación jurídica entre los terceros y los participantes”. Esto es así, no obstante que
los participantes han proporcionado bienes o servicios al gestor para que éste lleve a cabo
una actividad u operación de su empresa o del giro total de la misma, y comparta con ellos
las utilidades o las pérdidas resultantes. Artículos 861 y 863 del Código de Comercio.

ii.c) Prácticas cotidianas. Hay múltiples situaciones rutinarias, quizá de poca cuantía pero
no carentes de importancia, en las que se configuran mandatos sin representación. Por
ejemplo, el asistente de oficina que compra los periódicos del día por encargo de su jefe.
Está actuando por él, pero no lo expresa, sino que actúa como si la compra la efectuase para
sí mismo y puede ser que en muchos años o quizá nunca el vendedor sepa que realmente
vendía los periódicos a persona distinta de la que se presentaba diariamente a adquirirlos.

B) Mandato general y mandato especial

a. Mandato general
Es aquél en el que el mandante encarga al mandatario todos los asuntos que le conciernan o
convengan, para los cuales la ley no exija la comparecencia personal del interesado.
Artículo 1690, primera parte. Su amplitud debe entenderse circunscrita a toda diligencia,
gestión o negocio
jurídico propio de una ordinaria y prudente administración. Los autores Mazeaud dicen que
“Los términos generales de un mandato dejan que se cierna la duda sobre la exacta
voluntad del mandante; le pertenece al tercero que trate con el mandatario exigir la
prueba de esa voluntad cuando sea importante el acto que haya de celebrarse; por lo
tanto, ese mandato no permite sino los actos de conservación y los actos de
administración”.

Sobre el mismo asunto, Ripert y Boulanger opinan que “Los poderes dados a los
mandatarios a menudo están mal redactados; con el temor de otorgarles poderes
insuficientes, se emplean a menudo términos muy generales; se les encarga, por ejemplo,
realizar “todo lo que sea útil al interés del mandante”. Antiguamente, surgían numerosas
dificultades respecto de la extensión de estos poderes. El Código les puso fin diciendo que
los mandatos otorgados en términos generales sólo comprenden los actos de
administración, y que es necesario un poder especial en términos expresos para enajenar,
hipotecar o realizar cualquier otro acto de disposición que interese a la propiedad”.
Interpretación. Los razonamientos anteriores llevan necesariamente a pensar que debe
haber siempre un cuidado riguroso en la redacción de los mandatos de tipo general, y que
en caso de duda deben ser interpretados de manera restringida.

Quizá en este caso encuentre pertinencia la norma concerniente a que: “Por muy generales
que sean los términos en que aparezca redactado un contrato, no deberán entenderse
comprendidos en él, cosas distintas y casos diferentes de aquéllos sobre los que los
interesados se propusieron contratar.” Artículo 1594.

Enajenación, limitación o gravamen de la propiedad del mandante. El mandato general


no comprende, simplemente por sí, facultad para enajenar, gravar o limitar la propiedad del
mandante. Respecto de ello el artículo 1693 establece: “El poder general necesita cláusula
especial para enajenar, hipotecar, afianzar, transigir, gravar o disponer de cualquier otro
modo la propiedad del mandante, y para todos los demás actos en que la ley lo requiera. La
facultad para celebrar negocios o contratos implica la de otorgar los correspondientes
documentos”.

También se requiere cláusula especial para que el mandatario pueda recibir pagos. Así se
deduce del párrafo primero del artículo 1384 concerniente a que: “El pago debe hacerse al
acreedor o a quien tenga su mandato o representación legal”.

Transacción. Con respecto de la cláusula especial necesaria en el mandato general para


transigir, el inciso 4º del artículo 2152 establece que: “Para que la transacción sea válida se
requiere (...) que, cuando se celebre por medio de mandatario, éste tenga facultad especial,
no sólo para transigir, sino para los actos y contratos derivados de la transacción que
necesiten facultad especial”.

Plazo. El plazo del mandato general será el que mandante y mandatario hubieren acordado.
Si no lo convinieren se entenderá otorgado por el plazo de diez años contados a partir del
día de su celebración. Artículo 1726.

Mandato otorgado por representantes de menores, incapaces o ausentes. Los


representantes de menores, incapaces o ausentes no pueden otorgar mandato general, sino
solamente especial para asunto que no pueda ser atendido personalmente por ellos. Artículo
1691. La prohibición es acertada, puesto que si se aceptara el otorgamiento de mandato
general, equivaldría a permitir que el representante del menor, incapaz o ausente delegara
en terceros sus responsabilidades, lo cual sería contrario a la ley toda vez que la tutela legal
es un cargo público irrenunciable, salvo autorización del juez.

b. Mandato especial
Es aquél en el que el mandante encarga al mandatario uno o más asuntos o negocios
determinados. Artículo 1690. La interpretación de este tipo de mandato tiene
necesariamente que ser restringida, es decir, limitada rigurosamente a lo que el mandante
ha encargado al mandatario. De ahí que, en este caso, no pueda acudirse al aforismo de que
“quien puede lo más puede lo menos”.
Plazo. El plazo del mandato especial pueden fijarlo las partes sin ninguna limitación. Si no
lo fijaren se considerará otorgado por el tiempo que dure el
asunto o los asuntos que constituyen su objeto. El Código exige mandato especial para
donar entre vivos, contraer matrimonio, otorgar capitulaciones matrimoniales, pactar las
bases para la separación o el divorcio, demandar la nulidad o la insubsistencia del
matrimonio, constituir patrimonio familiar, reconocer hijos o negar la paternidad. Artículos
85, 1692, y 1860. También se requiere mandato especial para sustituir total o parcialmente
el mandato. Artículo 1707.

Mandato otorgado por el albacea. No obstante que el albaceazgo es estrictamente


personal y no puede sustituirse ni transmitirse, el albacea puede otorgar poderes especiales
para algunos actos de su competencia, siendo personalmente responsable de los actos que
ejecute el mandatario. Artículos 1055 y 1056.

C) Mandato común o extrajudicial y mandato judicial

a. Mandato común o extrajudicial


Es el que se otorga para asuntos o negocios jurídicos que nada tienen que ver con
diligencias, procedimientos o procesos judiciales. Es el tipo de institución contractual a que
se refieren todas las normas que el Código destinó al mandato.

b. Mandato judicial
Es el que se confiere para que el mandatario lo ejercite en diligencias, procedimientos o
procesos que se sustancien en juzgados o tribunales del Organismo Judicial de la República
de Guatemala. Por su naturaleza especial lo desarrollaré al final del presente capítulo.

D) Mandato expreso y mandato tácito


a. Mandato expreso
Es el único que admite el Código. Debe ser conferido clara y categórica mente con las
formalidades que establece la ley.

b. Mandato tácito
Es el que resulta de maneras o formas positivas de comportamiento del mandante, o de su
silencio o inacción cuando, no obstante estar enterado de que alguien actuando en nombre
suyo gestiona o ejecuta actos que le interesan o conciernen, no hace nada para impedirlo.
Esta clase de mandato no lo admite el Código. No obstante, parece aceptarlo
excepcionalmente en el caso a que se refiere el párrafo segundo del artículo 1712, que
dispone que “En lo que el mandatario se haya excedido, no queda obligado el mandante
sino cuando lo ratifica expresa o tácitamente”. Esto, aparentemente, es una aceptación
indirecta de que, en lo que hizo fuera de las facultades conferidas por el mandante, el
mandatario actuó como su mandatario tácito.

Diferencia con la gestión de negocios. No obstante que el Código no admite, al menos con
carácter general, el mandato tácito, es útil conocer sus diferencias con la gestión de
negocios.

Acuña Anzorena, citado por Garrido y Zago, hace la distinción de la manera


siguiente: “La determinación de si se está ante un mandato tácito o una gestión de
negocios, no es una cuestión de tiempo o de momento, sino fundamentalmente de cómo
actúa el tercero. Si el tercero actúa en nombre de otro que sabiendo del hecho y pudiendo
impedirlo no lo impide y guarda silencio, estamos frente al mandato tácito; pero si el
tercero, en caso similar obra para otro, sin invocar su nombre, se está ante una gestión de
negocios, aunque el dueño sepa o conozca la gestión”.

E) Mandato Mercantil
Si los asuntos que el mandante encarga al mandatario gestionar o ejecutar son de naturaleza
comercial, el mandato será mercantil. El fondo de los asuntos se regirá, por consiguiente,
por el Código y las leyes de comercio, pero los requisitos y formalidades de su
otorgamiento, aceptación, cumplimiento y extinción serán los que establezca el Código
Civil.

Aparte de lo anterior, hay en el ámbito mercantil importantes aplicaciones tanto del


mandato común como del mandato judicial. Estimo relevantes las siguientes:

a. Los administradores o gerentes de la sociedad podrán, cuando estuvieren facultados,


conferir poderes especiales y revocarlos. Párrafo segundo del artículo 48 del Código de
Comercio.

b. Los socios comanditarios tienen prohibido efectuar cualquier acto de administración de


la sociedad, aun en calidad de apoderados de los socios comanditados o de la sociedad,
salvo para asuntos urgentes en el caso de muerte o incapacidad del socio administrador, si
no constare en la escritura social la forma de sustituirlo. Artículos 73 y 75 del Código de
Comercio.

c. “Para que una sociedad legalmente constituida con arreglo a leyes extranjeras, pueda
establecerse en el país o tener en él sucursales o agencias, deberá: (...) Constituir en la
República un mandatario con representación, con amplias facultades para realizar todos los
actos o negocios jurídicos de su giro y para representar legalmente a la sociedad, en juicio y
fuera de él, con todas las facultades especiales pertinentes que estatuye la Ley del
Organismo Judicial.

Si el mandatario no tuviere esas facultades, se le considerará investido de ellas por


ministerio de la ley”. Inciso 4 del artículo 215 del Código de Comercio.

d. “Los representantes o mandatarios de sociedades constituidas en el extranjero, que


operen habitualmente en la República sin haber cumplido con los requisitos de esta ley,
serán solidaria e ilimitadamente responsables con aquéllas por las obligaciones contraídas”.
Artículo 217 del Código de Comercio. Lo dispuesto por la norma antes transcrita constituye
algo excepcional que se explica únicamente por la circunstancia de que la sociedad no haya
cumplido los requisitos exigidos por las leyes de la República de Guatemala y el
mandatario o representante no haya cuidado que eso no ocurriera. Lo excepcional consiste
en que, tal como se ha expresado anteriormente, los actos y negocios que celebre el
mandatario dentro de los límites del mandato afectan el patrimonio del mandante, nunca el
del mandatario, salvo en el caso que se comenta.
e. El factor de comercio debe tener la capacidad, entendida según las leyes civiles, para
representar al comerciante que le designa. Puede constituirse mediante mandato con
representación que otorga el comerciante. Pero, aunque hubiere sido constituido en otra
forma que no sea mandato con representación, el factor tendrá por ministerio de la ley
facultades indispensables para celebrar los contratos corrientes relacionados con el objeto
del negocio o establecimiento que dirija. Necesita facultades especiales para enajenar o
gravar bienes inmuebles del negocio o establecimiento, contratar préstamos, representar
judicialmente al comerciante y, en general, para ejecutar actos o negocios que no sean
pertinentes a las actividades normales del establecimiento. Artículos 264, 265, 266 y 267
del Código de Comercio.

f. “El agente sólo podrá celebrar contratos a nombre del principal, hacer cobros, conceder
descuentos, quitas o plazos y variar las condiciones de los contratos o formularios impresos
del principal, si estuviera autorizado expresamente para ello”. Artículo 284 del Código de
Comercio. Esa autorización expresa que debe darse al agente de comercio constituye, a mi
juicio, una forma especial de mandato con representación.
g. En el Registro Mercantil deben ser inscritos los mandatos otorgados “por cualquier
comerciante, para operaciones de su empresa”; así como las revocaciones que hiciere.
Incisos 1º y 2º del artículo 338 del Código de Comercio.

h. En el caso de las obligaciones sociales debentures, el representante común de los


obligacionistas actuará como mandatario del conjunto de ellos y los representará frente a la
sociedad creadora y ante terceros”. Podrá renunciar únicamente por causas graves que
calificará el juez del domicilio de la sociedad emisora. Artículos 559 y 562 del Código de
Comercio.

i. En el contrato de descuento, “El descontatario será considerado, para todos los efectos de
ley, como mandatario del descontador de créditos en libros, en cuanto se refiere al cobro de
los créditos materia del descuento, y tendrá las obligaciones y las responsabilidades que al
mismo corresponden”. Artículo 733 del Código de Comercio.

j. En el contrato de crédito documentario, “Los bancos responderán frente al acreditado


conforme a las reglas del mandato, y deberán cuidar escrupulosamente de que los
documentos que el beneficiario presente, tengan la regularidad que establecen los usos del
comercio”.

k. En el contrato de fideicomiso, el fiduciario tiene derecho a “Otorgar mandatos especiales


con representación en relación con el fideicomiso”. Inciso 3 del artículo 783 del Código de
Comercio.

l. En el contrato de seguro contra la responsabilidad civil, cuando ha ocurrido el siniestro y


con tal motivo se promueve juicio penal o civil, “El asegurado suministrará al asegurador
todos los datos y pruebas necesarios para la defensa, y si su responsabilidad quedare
completamente cubierta por el seguro, estará obligado a seguir las instrucciones del
asegurador en cuanto a la defensa, y a constituir como mandatario, con las facultades
necesarias para la prosecución del juicio, a la persona que el acreedor le señale al efecto por
escrito”. Artículo 989 del Código de Comercio.

En el caso a que se refiere la norma transcrita hay una doble obligación a cargo del
asegurado: seguir las instrucciones de asegurador para la defensa y, para la prosecución del
juicio, designar mandatario a la persona que el asegurador le indique.

8. Efectos jurídicos
A) Obligaciones del mandatario
Nacen a partir de su aceptación del mandato, la cual puede ser expresa o tácita. Es expresa
cuando el mandatario la manifiesta de manera categórica, clara. Esto ocurre generalmente
cuando tanto el mandante como el mandatario comparecen simultáneamente a la
celebración del contrato y los dos suscriben el documento que lo contiene. En algunos
casos la ley exige que la aceptación del mandato sea expresa, en cuya circunstancia queda
totalmente excluida la posibilidad de aceptación tácita. Ello sucede en las situaciones
siguientes:

a. En caso se desee que el mandato sea gratuito. Para tal menester es necesario que el
mandatario haga constar, de manera expresa, que lo acepta de ese modo. Artículo 1689.

b. Si para poder ausentarse del territorio nacional el arraigado prestare garantía y


constituyere mandatario con facultades suficientes, debe el mandatario aceptar
expresamente el mandato. Si no consta en el texto del mandato dicha aceptación expresa,
no puede el juez levantar la medida cautelar de arraigo. Artículo 524 del Código Procesal
Civil y Mercantil.

Aceptación tácita. La aceptación es tácita cuando el mandatario no ha manifestado nada ni


ha suscrito ningún documento, y sin embargo, ejecuta alguno de los asuntos que el
mandante le ha encomendado. Su conducta no puede sino ser considerada como aceptación
del mandato.

El artículo 1705, primera parte, establece respecto de las obligaciones del mandatario que:
“El mandatario queda obligado por la aceptación, a desempeñar con diligencia el mandato”.
Las principales obligaciones del mandatario son las siguientes:

a. Desempeñar personalmente el mandato. Es en el mandatario por él designado en quien el


mandante ha puesto su confianza; de ahí que éste no puede delegar el encargo, a menos que
tenga autorización del mandante. El artículo 1707 indica que: “El apoderado debe
desempeñar personalmente el mandato y sólo podrá sustituirlo si estuviere facultado
expresamente para hacerlo. Queda libre de responsabilidad el apoderado cuando hace la
sustitución en la persona designada por el mandante. Si la designación se hiciere por el
apoderado, éste es responsable si la sustitución recayere en persona notoriamente incapaz o
insolvente”. El tipo de culpa en que incurre el mandatario al hacer la sustitución en persona
incapaz o insolvente es la denominada culpa in eligendo, es decir, no fue cuidadoso al
hacer la designación del sustituto.
i) Formalidades de la sustitución y de la revocación del mandato. En cuanto a requisitos de
forma, debe tomarse en cuenta que, dado el carácter solemne de la institución, tanto la
sustitución del mandato como la revocación de la misma, deben celebrarse en escritura
pública, inscribirse en el Registro de Poderes y notificarse al mandante y a terceros
interesados.

ii) Otorgamiento de mandatos especiales. Cabe indicar que el mandatario puede, cuando ha
sido autorizado por el mandante, conferir mandatos especiales, situación en la que se
aplicaría, analógicamente, el artículo 1707 antes citado.

iii) Diferencia entre sustitución y facultad de conferir poderes especiales. A diferencia de la


sustitución del mandato sin reserva de su ejercicio, en la que el mandatario sale de la
relación jurídica (y la misma queda entablada entre el mandante y el mandatario sustituto),
en el conferimiento de mandatos especiales el mandatario queda dentro de la relación
jurídica, de manera que es mandatario respecto del mandante y mandante respecto del
mandatario.

Esta distinción la hace Rojina Villegas26 diciendo que: “En la primera (delegación), el
mandatario otorga a su vez un nuevo mandato y se convierte en mandante con respecto al
segundo mandatario, de tal suerte que las relaciones jurídicas que se originan por virtud
de la delegación, son directas entre el segundo mandatario y el primero, quien funge como
mandante con relación a aquél y como mandatario respecto del mandante originario. En
la sustitución, que también requiere cláusula especial, hay una verdadera cesión del
mandato, de tal suerte que el mandatario sustituto entra en relaciones jurídicas con el
mandante, y el mandatario que sustituye el poder queda excluido, es decir, sale de aquella
relación jurídica”. (El autor citado denomina Delegación al conferimiento de mandato por
el mandatario a un tercero).

b. Desempeñar el mandato con diligencia. Si el mandatario incurre en retardo o en


inejecución injustificados, será responsable de los daños y perjuicios que por tales motivos
sufra el mandante. Artículo 1705.

Ripert y Boulanger, citando la legislación y la jurisprudencia de su país de origen comentan


que: “El mandatario responde por toda falta por él cometida en su gestión y debe reparar
tanto el perjuicio moral como el perjuicio material que ha ocasionado, pero el juez debe
mostrarse más indulgente con quien aceptó un mandato gratuito que con el mandatario
remunerado”.

c. Sujetarse a las instrucciones del mandante. Los asuntos que atenderá el mandatario
conciernen o interesan al mandante; de ahí que es éste quien debe decidir en qué forma
quiere que se realicen e instruir de ello al mandatario, quien tiene obligación de ceñirse
estrictamente a las instrucciones recibidas. Artículo 1706, primera parte. Esto, sin embargo,
tiene una excepción importante contenida en el artículo 1711, en los términos siguientes:
“Si una causa imprevista y fundada hiciere perjudicial a juicio del mandatario la ejecución
de las instrucciones recibidas, podrá suspender su cumplimiento, bajo su responsabilidad,
dando cuenta al mandante por el medio más rápido posible”. Dicha excepción confirma
plenamente que el mandatario debe en todo momento velar por los intereses del mandante.
d. No separarse ni excederse de las facultades y límites del mandato. Dado que el
mandatario actúa en nombre del mandante, o como dice algún autor hace sus veces, lo que
celebre en cumplimiento del mandato obliga al mandante, pero no será así si el mandatario
se apartó del mandato, excedió los límites del mismo o actuó sin las facultades necesarias.
En tales casos, lo actuado será absolutamente nulo, por falta de consentimiento del
mandante. Artículo 1706.

Exceder los límites del mandato no debe entenderse únicamente en el sentido de que ocurre
en los casos en que el mandatario hizo más de lo encargado, sino también en los de haber
aceptado algo inferior a lo que el mandante le encomendó (por ejemplo, vender en un
precio menor del fijado por el mandante), o realizar gestión o negocio diferente del
requerido (por ejemplo, vender en lugar de únicamente hipotecar).

En las circunstancias mencionadas en el párrafo anterior, los terceros que contrataron tienen
derecho de demandar al mandatario el resarcimiento de los daños y perjuicios que hubieren
sufrido, pero no podrán hacerlo fundándose en las normas del mandato, pues si bien actuó
en ejercicio del mismo, dicho ejercicio fue irregular, indebido, y por lo tanto jurídicamente
inaceptable. El fundamento de la demanda tendría que apoyarse en las normas del abuso de
derecho, puesto que si bien el mandatario tenía derecho de actuar en nombre del mandante,
el exceso y mala fe en el ejercicio de tal derecho lo desnaturaliza y deslegitima. Artículos
1653 y 1654.

Ratificación. Nada impide que el mandante, si lo desea, ratifique lo indebidamente actuado


por el mandatario, en cuyo caso éste queda exento de toda responsabilidad y quien queda
obligado es el mandante. La ratificación puede ser expresa o tácita. Esta última se
configura cuando el mandante, sin decir nada, aprovecha los resultados de lo actuado
indebidamente por el mandatario. El artículo 1712, párrafo segundo, establece al respecto:
“En lo que el mandatario se haya excedido, no queda obligado el mandante sino cuando lo
ratifica expresa o tácitamente”.

Borga sostiene un interesante punto de vista, que resume así: “Quiere decir que el contrato
o el acto no puede considerarse en sí mismo desprovisto de eficacia en las relaciones con
la persona del representado, pues puede decirse que sus efectos quedan en suspenso hasta
su ratificación, lo cual es tanto más evidente, si el mismo conocía la falta de poderes en el
representante y apenas concluido el contrato o el acto que se hace perfecto y obligatorio
para la otra parte desde su inicio, también resulta así para él en cuanto lo ratifica,
creándose así una expectativa similar al contrato condicional, que tendría eficacia
retroactiva al cumplirse la condición, que en el caso no es sino la ratificación ulterior del
representado”.

Falta de instrucciones. Si en el texto que contiene el mandato no se expresan instrucciones


o fueren insuficientes, se atenderá a las que el mandante diere posteriormente en forma
escrita o verbal al mandatario respecto de cada cuestión o asunto, y en caso no diere
ninguna, el mandatario podrá proceder a su prudente arbitrio, según sus conocimientos y
experiencia, buscando siempre de buena fe beneficios para el mandante.
e. Dar cuenta de su administración. Artículo 1706, párrafo segundo. Esto no es sino una
aplicación específica de la obligación general de rendir cuentas que, de conformidad con el
artículo 1515, tienen todas las personas que administren bienes ajenos. La rendición de
cuentas se hará en la fecha que señale el contrato; en su defecto, cuando lo solicite el
mandante y, en todo caso, cuando finalice el mandato.

f. Informar de sus actos y entregar los bienes del mandante que tenga en su poder, en
cualquier tiempo que éste lo pida. Artículo 1706, párrafo segundo.

La información debe ser oportuna y referirse al avance o dificultades de los asuntos que
está atendiendo, de manera que el mandante sepa qué tiene que hacer y si mantiene o
modifica las instrucciones dadas al mandatario.

i) Devolución de bienes. La devolución debe comprender no sólo lo que el mandante


entregó al mandatario, sino también lo que terceras personas le hubieren entregado para el
mandante, así como los frutos y ganancias que hubiere percibido.

ii) Derecho de retención. La devolución a que se refiere la norma citada no es exigible si se


configura el derecho de retención contenido en el artículo 1715, en los términos siguientes:
“El mandatario podrá retener las cosas que son objeto del mandato hasta que el mandante
realice la indemnización y reembolso de que tratan los artículos anteriores”. (Dichos
artículos se refieren a la obligación del mandante de reembolsar al mandatario los gastos
que de su propio peculio hizo para cumplir el mandato, y a la indemnización de los daños y
perjuicios que, sin culpabilidad suya, sufriere el mandatario en el cumplimiento del
mandato).

iii) Insolvencia de terceros. Salvo negligencia inexcusable de su parte, o que se hubiera


obligado expresamente, el mandatario no tiene responsabilidad por la insolvencia o por el
incumplimiento de las personas con quienes contrató en representación del mandante.

g. Prohibiciones

i) “Sin la autorización previa y escrita del mandante, no puede el mandatario usar ni


adquirir para sí ni para sus parientes legales las sumas o bienes que de él haya recibido o
por su cuenta, bajo pena de nulidad y pago de daños y perjuicios que se sobrevengan al
mandante” Artículo 1710.

Brenes Córdoba razona que: “No es permitido al mandatario entrar en negociación alguna
en que su interés personal se halle contrapuesto al interés del mandante, porque, como
desde luego se comprende, al ponerse en conflicto unos intereses con otros, sería de temer
que los del apoderado se sobrepusiesen a los del poderdante, en detrimento del fi el
cumplimiento del encargo. En consecuencia, es prohibido al apoderado adquirir directa o
indirectamente bienes que su poderdante le hubiere encomendado vender, como también lo
es que el apoderado venda de lo suyo al poderdante lo que éste le haya ordenado comprar,
a no ser que en uno u otro caso proceda con aprobación expresa del comitente, porque
entonces se aleja el peligro de torcidos manejos. Debe, por otra parte, abstenerse de
realizar ganancias para sí con motivo de los negocios que lleve a efecto por cuenta de su
representado, ya se trate de gajes conocidos con los nombres de primas o comisiones, ya
de adquirir por cuenta propia bienes que tenía encargo de comprar para el mandante”.

ii) “El mandato en que se confiere al apoderado la facultad de otorgar poderes o sustituir el
que se le otorga, no autoriza al mandatario para dar facultades no comprendidas en el
mandato, ni más amplias que las que le fueron conferidas”. Artículo 1702.

B) Obligaciones del mandante


a. Dar al mandatario, en forma oportuna y clara, las instrucciones pertinentes.

b. Cumplir las obligaciones que, dentro de los límites del mandato y de conformidad con
las facultades que le fueron conferidas, haya contraído el mandatario con terceras personas.
Artículo 1712. En virtud de que el mandatario actúa expresamente en nombre del mandante
(excepto, desde luego, en el mandato sin representación), queda plenamente entendido que
el patrimonio sobre el que recaen las obligaciones celebradas es el del mandante, nunca el
del mandatario.

c. Anticipar al mandatario, a solicitud de éste, las cantidades de dinero necesarias para el


cumplimiento del mandato. Si el mandatario las anticipa de su propio peculio, el mandante
está obligado a reembolsarlas aunque el negocio no haya salido bien, siempre que el
mandatario no hubiere incurrido en culpa. Artículo 1713. Si el mandatario no se
comprometió a anticipar las cantidades necesarias, y requerido el mandante no las entrega,
no tiene el mandatario obligación de cumplir el mandato en lo que a dicho aspecto
concierne, ni tiene derecho el mandante de reclamar indemnización por los daños y
perjuicios que sufriere. A falta de norma específica que se refiera a este asunto, puede
aplicarse por analogía el párrafo primero del artículo 312 del Código de Comercio
concerniente a que: “En aquellas comisiones cuyo cumplimiento exija provisión de fondos,
el comisionista no estará obligado a ejecutarlas, mientras el comitente no se la hiciere en
cantidad suficiente y podrá suspenderlas cuando se haya consumido la que se le hubiere
hecho”.

d. Pagar al mandatario la remuneración convenida, o en su caso, la que fije el juez, salvo


que el mandatario hubiere aceptado expresamente el mandato para ejercitarlo en forma
gratuita. Artículo 1689.

e. Indemnizar al mandatario por los daños y perjuicios que hubiere sufrido en el


cumplimiento del mandato, siempre que no hubiere incurrido en culpa ni dolo. Artículo
17l4.

9. Acciones que nacen del mandato

A) Del mandante hacia el mandatario

a. Para exigir el cumplimiento del mandato. El mandatario tiene, a partir de su aceptación,


obligación de cumplir el mandato. Si no lo hiciere, el mandante puede exigírselo de
conformidad con las reglas del cumplimiento de las obligaciones de hacer. Es decir, el
mandante tendría derecho de ejecutar por sí mismo o por medio de tercero el asunto, a costa
del mandatario; y si no fuere posible o el mandante no deseare que así se efectúe, puede
solicitar al juez que fi je plazo al mandatario para el cumplimiento y si persiste en su
omisión, demandar el resarcimiento de los daños y perjuicios que le hubiere causado.
Artículos 1323 y 1324.

b. Para solicitar la devolución de las cosas o dinero que hubiere entregado al mandatario
para el cumplimiento del mandato.

c. Para demandar del mandatario el resarcimiento de los daños y perjuicios que, por
cualquier causa atribuible a su culpa o dolo, hubiere causado al mandante.

d. Para pedir rendición de cuentas al mandatario.


e. Para exigir el reintegro de lo que, como resultado de la rendición de cuentas,
correspondiere al mandante.

B) Del mandatario hacia el mandante

a. Para pedir el resarcimiento de los daños y los perjuicios que, sin dolo ni culpa suya,
hubiere sufrido en el cumplimiento del mandato.

b. Para solicitar el reintegro de los gastos que de su peculio hubiere hecho para cumplir el
mandato.

c. Para pedir el pago de los honorarios que le correspondan, salvo que el mandato fuere
gratuito.

Caducidad. “Las acciones derivadas del mandato que no tengan término especial de
prescripción, duran un año contado desde la fecha en que terminó el mandato”. Artículo
1727. (Ya comenté en otro estudio concerniente a las obligaciones civiles, la imprecisión
del Código Civil respecto de la caducidad y la prescripción).

10. Extinción
El mandato se extingue por cualquiera de las causas siguientes:

a. Vencimiento del plazo para el que fue otorgado. Éste es el efecto general que en todas las
obligaciones y negocios jurídicos produce el plazo de carácter resolutorio.

b. Por concluirse el asunto para el que se dio. Esta causa de extinción es propia del mandato
especial. No lo puede ser del mandato general, pues no es concebible que concluyan todos
los asuntos que conciernen, interesen o puedan interesar al mandante.

c. Revocación. Como fundamento de la revocación, pueden invocarse dos razones:


i) El interesado en confiar o encargar los asuntos a otra persona es el mandante. Por
consiguiente, le corresponde exclusivamente decidir si desea o no que el mandatario
continúe o cese en sus atribuciones.
ii) El plazo del mandato se establece exclusivamente en beneficio del mandante. Por lo
tanto, puede desvincularse del mismo cuando quiera.

Facultad de revocar. El mandante puede revocar unilateralmente el mandato, sin


necesidad de expresión de causa, en el momento que desee hacerlo. Esto es posible porque
habiendo tenido su origen el mandato en el interés del mandante, es a él exclusivamente a
quien corresponde decidir en qué momento ya no desea o no le conviene la continuación
del mandato, sin estar obligado a declarar las razones o causas por las que lo revoca. La
revocación puede ser expresa o tácita.

Clases de revocación. Como antes se dijo, el mandante puede revocar el mandato


expresamente o de manera tácita.

Revocación expresa. La revocación, cuando es expresa, debe hacerse con los mismos
requisitos de forma que exigió la ley para el otorgamiento del mandato, y debe notificarse
tanto al mandatario como a terceras personas
que estén contratando con él. Artículos 1704 y 1718.

Revocación tácita. Resulta de la circunstancia de que, estando vigente el mandato, el


mandante otorga mandato a otra persona para los mismos asuntos que son objeto del primer
mandato, sin decir que éste queda vigente.

Esta revocación tácita debe también notificarse al mandatario y a terceros que estuvieren
contratando con él. Artículo 1720.

Cuando los dos mandatos son especiales o los dos son generales no hay dificultad alguna
para comprender la revocación tácita, pero cuando son de diferente naturaleza sí pueden
presentarse dificultades. Cruz opina que: “Cuando el primer mandato es general para
todos los negocios del mandante, y el segundo especial para alguno o algunos
determinados, debe entenderse que subsiste el primero para los negocios no comprendidos
en el segundo; y cuando el primero es especial y general el segundo, no debe entenderse
derogado aquél si no se expresó así, ya que puede conciliarse la existencia de uno y de
otro”.

Notificación. Mientras no se notifique la revocación (expresa o tácita), no tiene efectos


para el mandatario ni para terceros. Por consiguiente, tiene validez lo que se hubiere
celebrado o ejecutado con anterioridad a ella. Desde luego, si se comprueba que el
mandatario tenía conocimiento de la revocación, aunque todavía no se le había notificado,
puede deducírsele responsabilidad civil de resarcimiento de daños y perjuicios por lo que
haya actuado a sabiendas, pero no por ello se invalida lo actuado respecto a los terceros que
procedieron de buena fe. Brenes Córdoba justifica lo anterior
diciendo que: “Al dar firmeza a esos actos irregulares, el legislador no pretende otra cosa
que garantizar la contratación y proteger los intereses de las personas que en completa
ignorancia del vicio que entraña el acto en que intervienen, han procedido con sinceridad
y honradez”. Coincido con la opinión del ilustre jurista costarricense.
Imposibilidad de oposición. El mandatario no puede oponerse en forma alguna a la
revocación, pero tiene derecho de exigir el reembolso de gastos necesarios que hubiere
efectuado, el pago de daños o perjuicios que sin su culpa o dolo hubiere sufrido en el
cumplimiento del mandato, así como el pago de honorarios si no hubiere aceptado el
mandato para ejercitarlo gratuitamente.

Daños y perjuicios. Puede ocurrir que la revocación ocasione daños al mandatario,


máxime si estando en el desempeño fi el, diligente y de buena fe del mandato, la revocación
sea sorpresiva e inesperada. En tal caso, una vez demostrados los daños, el mandante
tendría la obligación de resarcirlos.

Abuso de derecho. Algunos autores opinan que cuando la revocación del mandato llegare
a tipificar abuso de derecho, tiene el mandatario derecho de reclamar al mandante el
resarcimiento de los daños y perjuicios que le hubiere ocasionado. Basándome en el
artículo 1653 coincido también con esta opinión.

El Código dedica a la revocación las normas siguientes:

i) “El mandato es esencialmente revocable, aun cuando se haya conferido con plazo o para
asunto determinado; pero si hubiere sido aceptado, la revocación sólo producirá efecto
desde la fecha y hora en que se notifique al apoderado”. Artículo 1699.

ii) “El testimonio de la escritura pública del mandato y el de la revocación deben


presentarse al Registro de Poderes” Artículo 1704.

iii) “La revocación deberá notificarse tanto al mandatario como a las personas interesadas
en el asunto o negocio pendiente”. Artículo 1718. En lo que se refiere al mandato otorgado
para contraer matrimonio civil, la parte final del artículo 85 establece que: “La revocatoria
del poder no surtirá efecto si fuere notificada legalmente al mandatario cuando el
matrimonio ya estuviere celebrado”.

iv) “La revocación notificada únicamente al mandatario no puede oponerse a terceros que
ignorándolo hubieren tratado con él y así lo prueben; pero en tal caso queda al mandante su
derecho expedito contra el mandatario”. Artículo 1719.

v) El nombramiento de nuevo mandatario para que se encargue del mismo o de los mismos
asuntos o negocios, sin expresar que queda vigente el mandato anterior, equivale a la
revocación de éste. Los efectos de la revocación comienzan desde el día en que se notifica
al anterior mandatario el nombramiento del sucesor. Artículo 1720.

Devolución de las cosas recibidas del mandante. Una vez revocado el mandato, debe el
mandatario devolver todo lo que hubiere recibido del mandante y esté aún en su poder. En
dicha devolución debe considerarse incluido el testimonio de la escritura pública en la que
fue celebrado el mandato, pues no hay razón alguna para que quede en poder del
mandatario, en primer lugar porque le fue entregado por el mandante; en segundo lugar,
porque ya no lo necesita y, en tercer lugar, porque si el mandatario fuere de mala fe podría
seguir actuando en representación del mandante, no obstante que legalmente ya no debe
hacerlo.

Lo anterior encuentra aun mayor justificación si se piensa que el testimonio referido no


lleva puesta razón alguna de la revocación del mandato, ya que para revocarlo el notario no
tuvo a la vista tal testimonio. Tampoco se presenta al Registro de Poderes. De manera que
el mandatario lo tiene tal como se lo entregó el mandante.

Revocación de los poderes y las sustituciones que hubiere otorgado el mandatario.


Respecto de esto establece el Código que: “Por la revocación que el mandante haga del
mandato quedan revocados los poderes y las sustituciones que el apoderado haya otorgado
salvo que el poderdante expresamente los confirme. Esta revocación debe notificarse a los
sustitutos para que surta sus efectos”. Artículo 1721.

La norma es lógica por cuanto que los poderes y las sustituciones que hubiere otorgado el
mandatario a terceros se derivan de la facultad que a él le confirió el mandante. Por
consiguiente, extinguida dicha facultad por la revocación del mandato, pierden su asidero
jurídico los poderes y las sustituciones que el mandatario hubiere otorgado.

Revocación, por el mandatario, de las sustituciones que hubiere hecho. Surge duda
acerca de si el mandatario puede revocar las sustituciones que hizo u otorgó cuando tenía la
calidad de tal, y por esa vía recobrar y asumir de nuevo su calidad de mandatario. Creo al
respecto que, si al sustituir el mandato se reservó su ejercicio, sí podrá hacerlo. Por el
contrario, si no se reservó el ejercicio del mandato, no podrá revocar las sustituciones por él
otorgadas, precisamente porque ya no es mandatario, es decir, dejó de estar en la relación
jurídica. En la misma figuran ahora sólo el mandante y el mandatario sustituto. Por
consiguiente, la revocación únicamente podrá hacerla el mandante, lo cual resulta lógico
por lo ya dicho: que las sustituciones las celebró el mandatario no en nombre propio sino en
nombre del mandante.
A lo anterior se refiere sin duda alguna la literal n) del artículo 190 de la Ley del
Organismo Judicial cuando exige que el mandatario debe tener facultades expresamente
conferidas para: “Sustituir el mandato total o parcialmente, reservándose o no su
ejercicio ...”.

Irrevocabilidad del mandato. Se discute también si el mandato es absolutamente


revocable o si, por el contrario, las partes pueden pactar su irrevocabilidad. A mi juicio,
debe tomarse como regla general la revocabilidad, con las únicas excepciones del mandato
cuya celebración deriva de la celebración de un contrato anterior donde se ha pactado su
otorgamiento, si el mandato hubiere sido otorgado en interés del mandatario o de tercera
persona; o si constituyere contraprestación a favor de una de las partes del contrato
bilateral, casos en los que podría convenirse la irrevocabilidad para impedir que, mediante
la revocación del mandato, el mandante pretenda liberarse del cumplimiento de las
obligaciones a su cargo. En tales casos, aunque no se hubiere pactado, el mandato debe
considerarse irrevocable.

Brenes Córdoba adopta la posición arriba indicada argumentando que: “Lo que puede
tenerse como más seguro sobre este particular es que, en tesis general, no cabe privarse el
poderdante, en un mandato corriente, del derecho de darlo por concluido cuando a bien lo
tenga, porque tal limitación está en pugna con la espontaneidad requerida en la
constitución y mantenimiento del encargo, pero que es procedente la irrevocabilidad del
mandato, sea que se pacte o no, cuando ha sido conferido accesoriamente como condición
de otro convenio celebrado con el mandatario o con un tercero, puesto que en este caso, el
conferimiento del poder constituye un requisito indispensable para alcanzar el fin que se
han propuesto los contratantes; de suerte que por la sola voluntad de uno solo de ellos no
es dable dejar sin efecto las estipulaciones del convenio principal”.

Planiol y Ripert, citados por Rojina Villegas, confirman lo anterior diciendo que: “En la
práctica, los mandatos que se declaran irrevocables por el mandante son casi siempre
mandatos ligados a otros contratos, de los que toman su irrevocabilidad. Por ejemplo, se
trata del mandato contenido en una póliza de seguros, que reserva al asegurador la misión
de llevar por sí solo, por el asegurado, los pleitos contra tercero, en relación con los
riesgos asegurados; o bien se trata de los mandatos conferidos a los acreedores del
mandante para efectuar en su nombre operaciones sobre el resultado de las cuales ha
convenido pagarles; o bien, en ciertos casos, el mandato conferido por una comunidad de
condóminos para gestionar los intereses generales de toda la indivisión; o también el
mandato conferido a un Notario en interés común de las partes que otorgan documentos
ante él”.

d. Renuncia del mandatario


La renuncia es una decisión unilateral del mandatario cuando no quiere o no puede ya
seguir ejercitando el mandato. Si hay asuntos pendientes de cuya interrupción puedan
provenir daños o perjuicios para el mandante, debe acreditar justa causa (nadie está
obligado a servir a otro en perjuicio propio). Si no los hay, bastará su decisión.

La renuncia del mandatario tipifica, a mi juicio, un caso de rescisión unilateral de contrato.

Formalidades y notificación. La renuncia debe celebrarse con las mismas formalidades


que exigió la ley para el otorgamiento del mandato y notificarse al mandante y a terceros
interesados. No surtirá efectos sino a partir del día y hora de la notificación. Esto se
considera así, ante el silencio de la ley al respecto, aplicando por analogía las normas que el
Código dedica a la revocación del mandato.

La única norma que el Código dedica a la renuncia del mandato es el artículo 1708, que a
la letra establece: “Aceptado el mandato no puede el apoderado renunciarlo sin justa causa
cuando hubiere negocios pendientes de cuya interrupción pueden resultar perjuicios al
mandante; y si lo renuncia, deberá continuar la gestión de los asuntos pendientes hasta que
se le reemplace”.

Mandatos y sustituciones que hubiere otorgado el mandatario renunciante. Coincido


con Viteri Echeverría en que no hay ninguna razón para considerar, respecto de este asunto,
en forma diferente los efectos de la revocación y de la renuncia, por lo que debe entenderse
que “La renuncia que del mandato hace el mandatario, debería acarrear la terminación de
los mandatos que éste hubiere conferido o sustituido”. Salvo, desde luego, que el mandante
los confirme.
Irrenunciabilidad del mandato. Lo expresado en este capítulo respecto de la
irrevocabilidad del mandato es aplicable a la Irrenunciabilidad del mismo.

e. Sustitución del mandato


De conformidad con el artículo 1707, el mandatario puede sustituir el mandato si está
expresamente facultado para hacerlo y, en tal caso, queda libre de responsabilidad si hace la
sustitución en la persona designada por el mandante. Si la sustitución se hace en persona
designada por el mandatario queda responsable éste si el sustituto es persona notoriamente
incapaz o insolvente.
Analizando la sustitución del mandato a la luz de la norma antes citada, y tomando en
cuenta que mediante la misma el mandato se extingue para el mandatario que la efectúa, es
posible pensar que tal sustitución tipifica una forma de renuncia que del mandato hace el
mandatario, con la sola diferencia con la renuncia común, que es el mandante quien de
antemano autoriza al mandatario para renunciar, esto es, para sustituir en otra persona el
mandato que él aceptó y estaba desempeñando.

f. Interdicción del mandante o del mandatario


La incapacidad absoluta que da origen a la interdicción de uno o del otro imposibilita
irreversiblemente el ejercicio del mandato, por razón de que, en tal situación, hay una de las
partes del contrato que no puede actuar jurídicamente por sí misma. Para apreciar la validez
de lo actuado antes de la declaratoria de interdicción debe tenerse presente que de
conformidad con el párrafo segundo del artículo 9 del Código: “La declaratoria de
interdicción produce, desde la fecha en que sea establecida en sentencia firme,
incapacidad absoluta de la persona para el ejercicio de sus derechos; pero los actos
anteriores a tal declaratoria pueden ser anulados si se probare
que la incapacidad existía notoriamente en la época en que se verificaron”.

g. Muerte del mandante o del mandatario


Si muere el mandante, el mandatario no tiene ya a quién representar o en nombre de quién
actuar. Si muere el mandatario no hay ya quién se haga cargo de los asuntos que el
mandante encomendó. Por lo tanto, en uno o en el otro caso el mandato se extingue, pues
no puede perdurar con la existencia de una sola de las partes contratantes.

i) Fallecimiento del mandante


- “Muerto el mandante, el apoderado deberá continuar ejerciendo el mandato, pero
solamente para asuntos pendientes y mientras se apersonan los representantes legales; y en
ningún caso para nuevos negocios”. Artículo 1722.

Lo anterior debe interpretarse en el sentido de que el apoderado puede continuar lo que


estuviere pendiente respecto de la administración de los bienes del mandante, nunca para
celebrar enajenaciones, limitaciones o gravámenes de bienes del fallecido, aunque se
hubieren decidido aún en vida del mandante, pues los bienes pertenecen a los herederos del
mandante desde el momento mismo de la muerte de éste.
Aviso. Por supuesto, el mandatario tiene el deber de informar del fallecimiento del
mandante a las terceras personas interesadas por haber celebrado o estar celebrando
negocios con él, por medio del mandatario.
- Desconocimiento. “Lo que haya hecho el mandatario después de la muerte del mandante o
de haber sido cesado en el cargo, será válido si procedió ignorando esas circunstancias”.
Artículo 1723.

Pacto de continuación post mortem. Se discute en doctrina si sería válido que el mandante
y el mandatario convinieren que, en caso de muerte del mandante, el mandato continúe
válido hasta el vencimiento del plazo. A mi juicio, los derechos y obligaciones que nacen
del mandato son de los que se extinguen con la muerte. Por consiguiente, no podría tener
validez un pacto de la índole del arriba mencionado y, posiblemente, sea esa la razón por la
que el Código no contempla siquiera la posibilidad de su celebración.

Si las personas interesadas quisieren que la misma persona que fue mandatario del causante
continúe atendiendo y gestionando determinados asuntos que ahora forman parte de la
herencia, lo pertinente sería que soliciten al juez competente el nombramiento de dicha
persona como administrador de la mortual y le confiera las facultades necesarias para
aquello que les interesa.

Cumplimiento post mortem. Excepcionalmente no se extinguirá el mandato si su objeto


consiste en algún acto o negocio jurídico admitido por la ley, que el mandatario, por
instrucciones expresas del mandante, debe cumplir después de la muerte de éste. Sería el
caso, por ejemplo, que le encargue que, después de su muerte, reconozca un hijo suyo cuyo
nacimiento no legitimó en vida. En tal caso sería válido el reconocimiento que el
mandatario hiciere en representación del mandante.

ii) Fallecimiento del mandatario


- Aviso. “En caso de muerte del mandatario, sus herederos o cualquier persona que tenga
interés, deberán dar aviso al mandante y mientras éste resuelve lo conveniente, harán lo que
las circunstancias exijan para la conservación de los bienes. En ausencia del mandante, el
aviso se dará al juez”. Artículo 1724.

- Rendición de cuentas. “Pasa a los herederos del mandatario la obligación de rendir


cuentas al mandante cuando aquél hubiere administrado bienes”. Artículo 1725.

iii) Fallecimiento de uno de varios mandatarios


Cuando el mandato se otorga a dos o más mandatarios y éstos deben ejercitarlo de manera
conjunta, el fallecimiento de uno de ellos le pone fin al mandato por razón de que no sería
válido el desempeño por el o los mandatarios sobrevivientes, ya que dicho ejercicio sería
diferente al que quedaron obligados al aceptar el mandato.
Mandatos que no se extinguen por la muerte o la interdicción del mandante.
Estas importantes excepciones se producen en el ámbito mercantil en los casos siguientes:

1. En el endoso en procuración (de títulos a la orden), lo regulado en la parte final del


artículo 427 del Código de Comercio en la forma siguiente: “El mandato que confiere este
endoso, no termina con la muerte o la incapacidad del endosante”.
2. En la institución del factor de comercio. El artículo 271 del Código de Comercio dispone
que: “La calidad de factor de una empresa o establecimiento no termina, ni se interrumpe
por la muerte del comerciante”.

h. Quiebra del mandante


Los contratos que el mandatario celebre dentro de los límites del mandato y con las
facultades suficientes, repercutirán sobre el patrimonio del mandante. Es decir, éste debe
responder con su patrimonio enajenable de las obligaciones contraídas en su nombre; pero
si ha sido declarado en quiebra, carece de patrimonio para cumplir dichas obligaciones, lo
cual pone en grave riesgo a los terceros que contraten con el mandatario. Esa es la razón
por la que la declaratoria de quiebra del mandante constituye causa de terminación del
contrato de mandato.

i. Porque sobrevenga al mandatario causa que conforme a la ley lo inhabilite para ejercer
mandatos. Tal sería el caso, por ejemplo, del mandatario que, luego de estar ejercitando el
mandato, fuere declarado en quiebra.

j. Por la disolución de la persona jurídica que lo hubiere otorgado

Si se disuelve la persona jurídica que lo otorgó, el mandato se queda sin mandante, igual
que cuando muere la persona individual. Obviamente no puede subsistir el mandato
únicamente con la existencia del mandatario. Artículo 1717.

Ausencia del mandante o del mandatario. No incluye el Código la ausencia como motivo
de terminación del mandato, pero necesariamente lo es. Es obvio entender que si el
mandante es judicialmente declarado ausente, no puede el mandatario seguir
representándolo, y aun en el caso de que el juez lo nombre defensor judicial, habrá dejado
de ser mandatario y representará al ausente en esa nueva calidad (defensor del ausente). De
igual manera, si el declarado judicialmente ausente es el mandatario, habrá perdido su
calidad, porque es física y jurídicamente imposible que pueda seguir actuando en nombre
del mandante.

11. Mandatos irregulares


Se toma como tales todas aquellas situaciones en las que, no obstante que no existe un
convenio celebrado con las formalidades que la ley exige, la misma ley asemeja ciertas
situaciones al contrato de mandato. Entre ellas están las siguientes:

a. “La ratificación de la gestión de negocios por parte del dueño, produce los efectos del
mandato expreso y opera retroactivamente”. Artículo 1611.

b. “El liquidador es un mandatario y como tal debe sujetarse a las reglas que se hubieren
señalado; si fuere nombrado por el juez y alguno de los socios lo pide, deberá caucionar su
responsabilidad a satisfacción del juez”. Párrafo primero del artículo 1779.
c. Aviso de nacimiento de hijo. “Los padres podrán cumplir esta obligación por medio de
encargado especial; pero el Registrador deberá citarlos para que dentro de un término que
no pase de sesenta días, ratifiquen la declaración”. Párrafo segundo del artículo 392.

Estimo que el encargado especial a que alude la norma citada no necesariamente debe ser
un mandatario especial, puesto que hay muchas personas a quienes se les dificultaría
demasiado cumplir una exigencia de tal naturaleza.

Pero al menos, a mi juicio, debe exigirse una carta poder autenticada por notario o por el
Alcalde del lugar. Así se cubriría la necesidad de certeza de un acto tan importante y de
tanta trascendencia.

En el caso de aviso de nacimiento de un hijo fuera de matrimonio, el Registrador Civil hará


constar en el acta si la declaración la hizo el padre o un mandatario especial por él. En este
caso, dado que conlleva declaración de paternidad, sí exige la ley la formalidad de
mandatario especial, obviamente con representación. Inciso 4 del artículo 398.

d. En lo que concierne a la propiedad horizontal, “El administrador tendrá las facultades


generales que la ley otorga a todo mandatario, y las que requieran cláusula especial que se
le confieran por el reglamento de copropiedad y administración, o en disposición tomada
por los propietarios con el voto favorable de la mayoría”. Artículo 549.

e. “El desahucio afectará al inquilino, a los subarrendatarios y a cualesquiera ocupantes del


inmueble por cualquier título. A estos efectos, el inquilino se considerará representante de
todas las personas mencionadas en el párrafo anterior, bastando que se hagan a él las
notificaciones. Artículo 238 del Código Procesal Civil y Mercantil.

f. El endoso en procuración “conferirá al endosatario las facultades de un mandatario con


representación para cobrar el título judicial o extrajudicialmente, y para endosarlo en
procuración”. Artículo 427, primera parte, del Código de Comercio.

12. Mandato forzoso


El mandato como contrato que indiscutiblemente es, debe necesariamente ser voluntario,
tanto en el otorgamiento por el mandante como en la aceptación por el mandatario. Sin
embargo, de manera excepcional, hay ocasiones en que el otorgamiento del mandato no
nace por el libre albedrío o la espontánea decisión de las partes, sino porque la ley exige su
constitución. Entre dichos casos está el siguiente:

No se dará la autorización para que una compañía o una asociación legalmente constituida
en el extranjero pueda establecerse en el país o tener en él agencias o sucursales si
previamente no cumple, entre otros requisitos, el de haber nombrado mandatario expensado
y arraigado con todas las facultades generales y especiales que se relacionen con la
compañía o asociación. Si el apoderado no tuviere todas estas facultades, se le considerará
investido de ellas por ministerio de la ley. Artículos 28 y 29.

13. Mandato para asuntos judiciales


A) Elemento subjetivo o personal
De conformidad con el artículo 188 de la Ley del Organismo Judicial, pueden otorgarlo las
personas individuales con capacidad para gestionar asuntos judiciales, que por cualquier
razón no quieran o no puedan hacerlo personalmente; y las personas jurídicas que no
quieran comparecer por medio de sus presidentes, gerentes o directores, caso en el que
pueden hacerlo por medio de mandatarios judiciales siempre que éstos tengan conocimiento
de los hechos del proceso. Igualmente las sociedades constituidas en el extranjero.

a. Impedimentos
No pueden ser mandatarios judiciales:

i) Quienes por sí mismos no puedan gestionar en asuntos judiciales.

ii) Los que tengan auto de prisión o condena pendiente, por cualquier delito.

iii) Quienes no sean abogados, salvo que se otorgue el mandato para representar al
cónyuge, al conviviente de hecho cuya unión estuviera inscrita en el Registro Civil, o a
parientes dentro de los grados de ley. Tampoco se requiere ser abogado cuando el mandato
se otorgue para ser ejercitado en juzgados menores en asuntos cuya cuantía no exceda de
quinientos quetzales, o ante jueces o tribunales en cuya jurisdicción no ejerzan más de tres
abogados.

iv) Los magistrados, jueces, funcionarios y empleados del Organismo Judicial y los
pasantes y meritorios de los tribunales.

v) Los funcionarios y empleados remunerados del Organismo Ejecutivo, con excepción de


quienes ejercen docencia o desempeñen cualquier cargo que no sea de tiempo completo.
Artículo 193 de la Ley del Organismo Judicial.

B) Elemento real u objetivo


Esta clase de mandato se otorga, como antes se dijo, para gestionar ante juzgados y
tribunales de la República de Guatemala, en todo asunto contencioso o no, en que la ley
ordene el conocimiento por juez competente y en el que el mandante tuviere interés
jurídico. Dependiendo del objeto, el mandato judicial puede ser general o especial.

Casos en los que no es admisible el mandato judicial

a. Si se estuviere tramitando proceso de separación o de divorcio y los cónyuges se


reconciliaren, deberán hacer constar su reconciliación por comparecencia personal ante el
juez del caso, por escritura pública o mediante memorial dirigido al juez con firmas
legalizadas por notario. Parte final del artículo 432 del Código Procesal Civil y Mercantil.
No pueden, pues, hacer constar su reconciliación por medio de mandatarios.

b. Si una de las partes de cualquier proceso articulare posiciones a la otra y exigiere que las
absuelva personalmente, así tendrá que hacerlo. Es decir, no podría hacerlo mediante
mandatario. Párrafo primero del artículo 132 del Código Procesal Civil y Mercantil.
C) Elemento formal

a. Debe otorgarse en escritura pública para los asuntos que se ventilen en forma escrita. El
testimonio de la escritura pública debe inscribirse en el Registro de Poderes y en los demás
registros públicos que ordene la ley.
b. Si es para asuntos verbales, podrá otorgarse ante el juez y secretario competentes para
conocer del asunto de que se trate, quienes lo harán constar en acta que se autorizará en la
misma pieza de las actuaciones. También podrá otorgarse en documento privado con
legalización notarial de firmas. En los dos últimos casos no hay necesidad de inscribir el
mandato en ningún registro público. Artículo 189 de la Ley del Organismo Judicial.

Acreditación. El mandatario, igual que cualquier representante, debe acreditar o justificar


su personería en la primera gestión o comparecencia que efectúe en el asunto
encomendado. No se admitirán credenciales que no estén debidamente registradas en la
oficina que corresponda. Artículo 45 del Código Procesal Civil y Mercantil.

D) Clases

a. Mandato judicial general. Es aquel en el que el mandante encarga al mandatario todos


los asuntos judiciales que le conciernan o interesen, tanto los que ya estén siendo
sustanciados en algún juzgado o tribunal, como los que en el futuro tuviere necesidad o
deseo de sustanciar. Desde luego, el conferimiento de un poder judicial general debe
conllevar, aunque no se mencionen, facultades para los actos procesales ordinarios que no
implican renuncia, disminución ni diferimiento de los derechos del mandante, por ejemplo,
interponer excepciones y medios de defensa, contestar la demanda, reconvenir, interponer
recursos ordinarios, ofrecer, proponer y diligenciar medios de prueba. Pero no podrá jamás
interpretarse como incluida en las facultades generales, ninguna que afecte los derechos del
mandante, puesto que los actos de ese tipo sólo puede ejercitarlos él personalmente o un
mandatario expresamente facultado. En síntesis, no pueden entenderse tácitamente
otorgadas ninguna de las facultades que enumera el artículo 190 de la Ley del Organismo
Judicial.

Brice citado por Garrido-Zago explica que: “El mandato judicial, al modo del civil, puede
facultar al mandatario para todos los actos que desee ejecutar el mandante, o bien, para
alguno o algunos solamente, porque el mandato puede ser para todos los actos judiciales
que tenga o se le presenten al mandante, o bien, o para uno o varios de sus asuntos, y así
el mandato judicial será general o especial. Pero es universal el criterio de que el mandato
concebido en términos generales, esto es, que no determine específicamente los actos
judiciales que pueda ejecutar el apoderado, no comprende poder o facultad para transigir,
desistir, convenir, ceder los derechos litigiosos, anunciar recursos extraordinarios,
comprometer ni darse por citado en los pleitos, etcétera, porque en estos casos, como
exceden de la simple administración, debido a su importancia, se supone que para
considerar conferido el poder de ejecutarlos, se requiera que aparezca manifiesta,
explícitamente por el poderdante, la intención de transmitir esa facultad de obrar. Y esto
tiene su razón de ser, además, en el hecho de que el mandatario no podría con su gestión
personal comprometer los derechos que representa hasta el punto de enajenarlos o
disminuirlos en cualquier forma, si esta facultad de disponer no la ha manifestado
expresamente el poderdante”.

b. Mandato judicial especial. Es el que el mandante confiere para que el mandatario


atienda uno o varios asuntos judiciales perfectamente identificados e individualizados. Tal
el caso, por ejemplo, del mandato que se otorga para demandar la nulidad o la
insubsistencia del matrimonio, o para negar la paternidad. Artículo 1692.

E) Facultades
Los mandatarios judiciales por el solo hecho de serlo tienen las facultades generales
suficientes para realizar toda clase de actos procesales. Sin embargo, necesitan facultades
especialmente conferidas para cualquiera de los asuntos enumerados en el artículo 190 de la
Ley del Organismo Judicial, así como en cualquier otra ley que así lo exija.

Actuación personal del mandante. Es importante destacar que, por muy amplias que sean
las facultades conferidas al mandatario, no sustituye al mandante en el asunto judicial en el
que le autorizó actuar. Por el contrario, éste puede, no obstante las gestiones que esté
efectuando el mandatario, “hacer uso, dentro de los términos legales, de todos los derechos
que le confieren las leyes”. Artículo 47 del Código Procesal Civil y Mercantil.

Desde luego, el hecho de que el mandante realice alguna actuación personalmente dentro
del proceso en el que acreditó mandatario, no significa que esté revocando el mandato. La
revocatoria tácita no se configuraría simplemente por eso, sino que se requeriría la
designación de un nuevo mandatario para el mismo asunto, sin decir que queda vigente el
mandato anterior y, además, que el nuevo mandatario acredite su representación en el
proceso y el juez apruebe la sustitución.

El artículo 190 de la Ley del Organismo Judicial se refiere, además, a que los mandatarios
judiciales necesitan facultades especialmente conferidas para:

a. Prestar confesión y declaración de parte.

b. Reconocer y desconocer parientes.

c. Reconocer firmas.

d. Someter los asuntos a la decisión de árbitros, nombrarlos o proponerlos.

e. Denunciar delitos y acusar criminalmente.

f. Iniciar o aceptar la separación o el divorcio, para asistir a las juntas de reconciliación y


resolver lo más favorable a su poderdante, y para intervenir en juicio de nulidad del
matrimonio.

g. Prorrogar competencia. Respecto de esto, es importante señalar que de conformidad con


el artículo 120 de la misma Ley del Organismo Judicial, “No pueden prorrogar
competencia el Ministerio Público, ni los que ejercitan derechos ajenos, salvo los
mandatarios y representantes que estuvieren legalmente facultados para hacerlo”.

h. Allanarse y desistir del juicio, de los ocursos, recursos, incidentes, excepciones y de las
recusaciones, así como para renunciarlos.

i. Celebrar transacciones y convenios con relación al litigio.

j. Condonar obligaciones y conceder esperas y quitas.

k. Solicitar o aceptar adjudicaciones de bienes en pago.

l. Otorgar perdón en los delitos privados.

m. Aprobar liquidaciones y cuentas.

n. Sustituir el mandato total o parcialmente, reservándose o no su ejercicio y otorgar


mandatos especiales para los que estuviere facultado.

ñ. Los demás casos establecidos en las demás leyes.

Si se observa la naturaleza de los asuntos arriba enumerados, se cae fácilmente en la cuenta


que el mandatario necesita estar especialmente facultado para renunciar a derechos
sustantivos o adjetivos del mandante, declinar acreedurías, aceptar modificaciones o
cambios en las obligaciones de las que el mandatario es parte, otorgar y aceptar
concesiones recíprocas para resolver controversias o litigios, encargar a otros, determinados
asuntos del mandante y transferir el mandato recibido a terceras personas.

Excepciones a las formalidades del mandato judicial


a. De conformidad con el párrafo primero del artículo 47 del Código de Comercio: “Los
administradores o gerentes tienen, por el hecho de su nombramiento, todas las facultades
para representar judicialmente a la sociedad, de conformidad con las disposiciones de la
Ley del Organismo Judicial”.

En el caso anterior, se cumplen todos los requisitos y formalidades propias de las


sociedades mercantiles, y las de inscripción del administrador o gerente en el Registro
Mercantil, pero no las del otorgamiento de un mandato para asuntos judiciales. Sin
embargo, dicho representante legal de la sociedad es, por ministerio de la ley, su
mandatario judicial.

b. En el régimen de propiedad horizontal, “El administrador es el representante legal de los


propietarios en todos los asuntos judiciales o extrajudiciales comunes relacionados con el
edificio, sea que se promuevan a nombre o en contra de ellos”. Artículo 548. Aquí se
cumplen los requisitos legales atinentes a la designación del administrador y los
concernientes a la acreditación de su calidad, pero no es necesario otorgarle un mandato
judicial con las formalidades propias de tal. No obstante, ello, representa judicialmente a
los propietarios, por ministerio de la ley.
c. Procuración judicial. Cuando un procurador gestiona ante juzgados o tribunales la
realización de diligencias tendientes a la prosecución, celeridad o avance de un proceso, no
actúa en nombre propio ni del abogado a cargo de la dirección profesional del asunto. Lo
hace en representación de la parte procesal que, mediante un escrito o memorial dirigido al
juez, lo acreditó como su procurador. Es decir que quien por ese medio lo acreditó como su
procurador, en el fondo lo está designando como su mandatario para un asunto específico,
cual es la procuración de un determinado juicio o proceso.

Igual que en los casos anteriores, no es necesario el otorgamiento de mandato judicial con
las formalidades de ley.

Obligaciones del mandatario judicial. Además de las que son comunes a todos los
mandatarios, tiene las siguientes.

a. Acreditar su representación. A este respecto, el párrafo primero del artículo 45 del


Código Procesal Civil y Mercantil ordena que: “Los representantes deberán justificar su
personería en la primera gestión que realicen, acompañando el título de su representación”.

b. No descuidar el asunto en el que hubiere gestionado, mientras no se le reemplace. Es


pertinente recordar aquí que el párrafo primero del artículo 47 del Código Procesal Civil y
Mercantil previene que: “Los que actúen en representación de otros están obligados a
interponer todos los recursos, defensas y excepciones que legalmente puedan oponer las
partes, so pena de responsabilidad personal y de daños y perjuicios”.

c. Satisfacer los gastos que le corresponda para el curso del asunto.

d. Las que le impongan las leyes o reglamentos. Artículo 191 de la Ley del Organismo
Judicial.

e. Obligación de absolver posiciones. Es permitido articularle posiciones al mandatario


cuyo mandato tenga cláusula especial para absolverlas, o cuando las mismas se refieran a
hechos ejecutados por él en el ejercicio de mandato. El cesionario se considera como
apoderado del cedente, para los efectos de los párrafos que preceden. Párrafo segundo y
tercero del artículo 132 del Código Procesal Civil y Mercantil. Llama mucho la atención la
disposición de que se podrá articular posiciones al cesionario sobre hechos del cedente, de
quien para tal efecto se considera apoderado. Y la llama porque, por una parte, al
consumarse la cesión, el cedente dejó de formar parte de la relación jurídica; y por la otra,
porque aunque se diese al cesionario el carácter de sucesor del cedente, ello de ninguna
manera implica que deba representarlo en asuntos ejecutados por él. Resulta más lógico y
congruente con las normas procesales, entender que el cedente puede ser citado como
tercero al juicio que se suscitare respecto del asunto cedido.

f. En el caso de reconocimiento de documentos, dicho reconocimiento puede hacerse por


medio de apoderado que tuviere facultad especial; y si el documento hubiere sido suscrito
por apoderado o por representante legal, puede el juez citar a la diligencia correspondiente
al representado o al representante, indistintamente. Párrafos segundo y tercero del artículo
184 del Código Procesal Civil y Mercantil.

Responsabilidades del mandatario judicial

a. Los mandatarios judiciales tienen las mismas prohibiciones de los abogados e incurren en
igual responsabilidad que ellos. Artículo 192 de la Ley del Organismo Judicial. En
consecuencia, les está prohibido lo que a los abogados prohíbe el artículo 201 de la Ley del
Organismo Judicial (Actuar en los juicios en que el juez tuviere que excusarse o ser
recusado causa de la intervención del mandatario, invocar leyes supuestas o truncadas,
revelar
secretos del mandante, abandonar sin justa causa los asuntos en los que hubiere comenzado
a actuar, interrumpir el discurso de la parte contraria o de su abogado, exigir mayores
honorarios que los concertados o los que fijen los aranceles, actuar en representación de
una parte después de haber representado a la otra en el mismo asunto y faltar al
cumplimiento de otras obligaciones que prescriban las leyes y reglamentos); y de
conformidad con el artículo 202 de la misma Ley, son responsables de los daños y
perjuicios que sufra el mandante por su ignorancia, culpa, dolo, descuido, negligencia o
mala fe comprobadas.

b. “Todos aquellos que representan a la parte en el proceso, pueden ser condenados


personalmente, por motivos graves que el juez debe especificar en la sentencia, a las costas
de proceso entero o de actos singulares, en forma solidaria con la parte representada”.
Artículo 577 del Código Procesal Civil y Mercantil.

No lo dice la norma, pero aplicando los principios generales de las obligaciones civiles y
los específicos del contrato de mandato, debe entenderse que si el mandatario no se excedió
en los límites del mandato, tendrá derecho a repetir contra el mandante por lo que hubiere
sido obligado a pagar por él.

Obligaciones del mandante judicial


Tiene las obligaciones comunes a todos los mandantes, antes reseñadas, y además las
obligaciones que a las partes del litigio imponen las leyes procesales.

Extinción

a. El mandato judicial se extingue por cualquiera de las causas por las que concluye el
mandato común. También puede concluir por perder el mandatario la calidad que para
ejercer el mandato le exige la ley, por ejemplo, si al abogado que ejercita el mandato se le
inhabilita definitivamente para el ejercicio de su profesión, o que cese el parentesco por
afinidad que vinculaba al mandante y al mandatario.

b. Revocatoria. La revocatoria del mandato puede ser expresa y tácita (igual que el mandato
común) y no surte efecto mientras el mandante no manifieste legalmente al juez que se
persona al juicio o mientras no haya acreditado su representación un nuevo mandatario que
sustituye al anterior. Artículo 194 de la Ley del Organismo Judicial. En cualquiera de los
dos casos, el juez debe dictar resolución aprobatoria, la cual debe ser notificada a todas las
partes.

c. Fallecimiento. Si falleciere el mandante, debe el mandatario informarlo y acreditarlo ante


el juez. Incurrirá en responsabilidad tanto si continúa actuando en el proceso a sabiendas
del fallecimiento del mandante, como si lo abandona antes de ser legalmente sustituido. Si
el fallecido fuere el mandatario, el mandante debe comparecer personalmente al juicio o
designar nuevo mandatario y acreditarlo en juicio.

d. Interdicción del mandante o del mandatario.

e. Fenecimiento del proceso o asunto judicial. También se extingue el mandato por el


fenecimiento del proceso o asunto judicial en que se encomendó al mandatario representar
al demandante. Esto puede ocurrir por desistimiento del proceso, caducidad de la instancia
y sentencia fi rme debidamente ejecutoriada.

Remuneración. Lo que la ley no aclara es si el mandatario judicial tendrá derecho a


remuneración por sus servicios. Sin embargo, es lógico pensar que sí, pues por una parte, si
no se obligó expresamente a actuar en forma gratuita, su actuación tendrá que considerarse
onerosa, como ocurre en todo mandato; y por otra, si tiene responsabilidad personal en caso
causare daños o perjuicios a sus representados, también debe merecer remuneración cuando
su actitud sea diligente y procesalmente correcta.

Mandato judicial forzoso


El Código Procesal Civil y Mercantil contiene algunas normas que, para lo que vengo
exponiendo, merecen ser consideradas:

a. “Representante común. Cuando sean varios los demandantes o demandados que


representen un mismo derecho, están obligados a unificar su personería; si no lo hicieren,
pasado el término que el juez les señalare a solicitud de parte, se designará de oficio al
representante común. Los términos serán comunes y correrán para los representados desde
que se notifique a la persona nombrada para representarlos. El representante común no
podrá hacer uso de las facultades que requieren cláusula especial, a no ser que se las
hubieren conferido expresamente los interesados, en el instrumento correspondiente”.
Artículo 46.

La unificación de personería a que la norma transcrita se refiere puede formalizarse


mediante memorial dirigido al juez que conoce del asunto, quien dictará resolución
teniéndola por conferida. De manera que el instrumento al que la referida norma se refiere
no puede ser otro que el aludido memorial.

La representación a que se refiere la norma transcrita anteriormente constituye mandato


judicial forzoso, por las razones siguientes:

i) Las partes unifican su representación en una sola de las personas que persiguen un mismo
derecho, no porque deseen hacerlo, sino porque se los impone la ley como requisito para la
sustanciación procesal del asunto.
ii) Los que confieren la representación no son incapaces (es decir, no son menores de edad,
personas declaradas en estado de interdicción, ni ausentes); tampoco se trata de personas
jurídicas (es decir, entidades como las sociedades, asociaciones, etcétera). De ahí que no se
está ante casos de representación necesaria por imposibilidad insuperable para actuar
directa o personalmente, sino de personas que no obstante tener plena capacidad personal y
para gestionar procesalmente, la ley les impide actuar todos juntos y les obliga a designar a
uno solo para que lo haga por sí mismo y, a la vez, en nombre de los demás. Es evidente,
entonces, que actúa como mandatario con representación de todos los que en él unificaron
su personería.

b. Desahucio. El desahucio que se dictare contra el inquilino afectará a los subarrendatarios


y a quienes por cualquier título ocupen el inmueble. Para tal efecto, el inquilino se
considerará como representante de todas las personas mencionadas, y bastará que a él se
le hagan las notificaciones. Artículo 238 del Código Procesal Civil y Mercantil. Como no
se trata, en el caso previsto en la norma transcrita, de incapaces ni de personas jurídicas, no
se estaría ante una representación necesaria, sino frente un mandato sui generis
determinado por dicha norma legal.

c. Declaratoria de ausencia. Cuando se pida la declaratoria de ausencia de una persona, el


juez, previamente a designarle defensor judicial, mandará pedir informe acerca de la
circunstancia de que el presunto ausente no tenga mandatario con facultades suficientes. Lo
anterior obedece a que toda persona que tenga derechos qué ejercitar u obligaciones qué
cumplir en la República de Guatemala, y se ausente de ella, deberá dejar mandatario
legalmente constituido, con facultades especiales para responder de tales obligaciones. Si
no lo dejare o el que hubiere dejado careciere de las facultades pertinentes, se le declarará
ausente, con el único objeto de nombrarle defensor judicial para los casos en que deba
responder a una demanda o hacer valer algún derecho en juicio. En tal caso, si el ausente
hubiere dejado mandatario sin facultades suficientes, el cargo de defensor judicial recaerá
de preferencia en él. Artículos 411 inciso 2º; 412, párrafo primero del Código Procesal
Civil y Mercantil; 43, 44, 45 del Código Civil. El defensor judicial tendrá necesariamente el
carácter y las facultades, limitaciones y responsabilidades de un mandatario judicial. Tanto
es así, que tiene todas las facultades generales y especiales para la defensa en juicio, pero
necesita autorización judicial para transigir, someter asuntos a proceso arbitral y repudiar
herencias, legados y donaciones. Artículo 415 del Código Procesal Civil y Mercantil.

d. Divorcio por mutuo consentimiento. En el caso de la junta conciliatoria que es de


obligatoria celebración en el proceso de divorcio por mutuo consentimiento, únicamente el
cónyuge que estuviere fuera de la República puede constituir mandatario para asistir y
participar en dicha diligencia. No pueden los cónyuges designar a un mismo mandatario
para que los represente a ambos en el proceso de divorcio. Párrafo segundo del artículo
428 del Código Procesal Civil y Mercantil.

Supletoriedad. Las normas que la Ley del Organismo Judicial destina al mandato para
asuntos judiciales (Título VI, Capítulo I, artículos del 188 al 194), son aplicables a
cualesquiera otros representantes de las partes. Artículo 195 de la Ley del Organismo
Judicial.
Diferencias entre el mandato común y el mandato judicial

a. El origen del mandato común es siempre el acuerdo de voluntades del mandante y del
mandatario. El mandato judicial tiene, por lo general, el mismo origen, pero también puede
nacer por la decisión del juez. En ese sentido, el artículo 1709 establece que: “Cuando el
mandatario queda inhabilitado o le sobrevienen causas de incompatibilidad y el mandante
no ha designado sustituto, podrá el juez nombrarlo bajo su responsabilidad para mientras
aquél lo hace, pero solamente para continuar los asuntos pendientes de carácter urgente”.

b. El objeto del mandato judicial siempre consiste en gestiones, diligencias o


procedimientos que necesariamente deben efectuarse ante juzgados o tribunales de justicia.
El objeto del mandato común, por el contrario, nada tiene que ver con el ámbito judicial.

c. Para ejercitar mandato judicial se requiere ser abogado o pariente del mandante en los
grados de ley. El ejercicio del mandato común no requiere ninguno de tales requisitos.

d. Las prohibiciones y responsabilidades de los mandatarios judiciales son las mismas de


los abogados. Las de los mandatarios comunes nunca pueden ser las mismas de los
referidos profesionales.

Diferencia del mandato judicial con la dirección profesional en asuntos judiciales

El mandatario judicial representa al mandante. El profesional encargado de la dirección de


un asunto judicial guía al interesado (cliente o patrocinado), le asesora y le asiste, e incluso
puede firmar a su ruego determinados escritos o memoriales, pero no lo representa.

El mandato en el ámbito internacional


El artículo 1700 indica que: “Es válido el poder otorgado en el extranjero con sujeción a
las formalidades externas prescritas por las leyes del lugar en que se otorga; pero si para el
acto o contrato, objeto del poder, la ley de Guatemala exige facultad especial, debe
sujetarse a lo dispuesto en ésta”.

La regulación anterior se complementa con los instrumentos legales siguientes:


- La Ley del Organismo Judicial establece que:

a. Las formalidades extrínsecas de los actos y negocios jurídicos se regulan de acuerdo a la


ley del lugar de su celebración (Locus regit actum). Artículo 28.

b. Las formalidades intrínsecas de los actos y negocios jurídicos, se regulan de acuerdo a la


ley del lugar de su celebración (Lex loci celebrationis). Artículo 29.

c. Si el acto jurídico debe cumplirse en lugar distinto de aquél en que se celebró, todo
cuanto concierne a su cumplimiento, se rige de acuerdo a la ley del lugar de ejecución (Lex
loci executionis). Artículo 30.
d. Para que sean admisibles los documentos provenientes del extranjero que deban surtir
efectos en Guatemala, deben ser legalizados por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Si
los documentos están redactados en idioma extranjero deben ser vertidos al español, bajo
juramento, por traductor autorizado en la República. De no haberlo para determinado
idioma, serán traducidos bajo juramento, con legalización notarial de sus firmas, por dos
personas que hablen y escriban ambos idiomas. Artículo 37.

e. Además de los requisitos indicados en el artículo anterior, los poderes o mandatos, así
como los documentos que proceda inscribir en los registros públicos, deberán ser
protocolizados ante notario, quien hará constar en el acta que los impuestos
correspondientes han sido pagados en el documento original. Las autoridades actuarán con
base en los respectivos testimonios. Párrafo primero del artículo 38.

f. Sin perjuicio del envío del testimonio especial que debe contener transcripción íntegra del
documento protocolizado, y de la inscripción del mandato en el Registro de Poderes, el
notario debe dar aviso de la protocolización al Archivo General de Protocolos, dentro de los
diez días siguientes a su celebración. Dicho aviso contendrá: fecha y lugar en que fue
expedido el documento, funcionario que lo autorizó, objeto del acto, nombres y apellidos de
los otorgantes o personas a que se refiera, e impuestos que se hubieren pagado. Artículo 40.

- La Convención Interamericana sobre Régimen Legal de Poderes para ser utilizados en el


Extranjero, suscrita en la Ciudad de Panamá el 30 de enero de 1975 por los Estados
Miembros de la Organización de los Estados Americanos, aprobada mediante el Decreto
número 71-79 del Congreso de la República de Guatemala, de fecha 29 de octubre de 1979,
que fue publicada en el diario oficial el 4 de julio de 1980.

Entre las normas de la referida Convención destacan las siguientes:

a. Los poderes debidamente otorgados en uno de los Estados Partes en esta Convención
serán válidos en cualquiera de los otros, si cumplen con las reglas establecidas en la
Convención. Artículo 1.

b. Las formalidades y solemnidades relativas al otorgamiento de poderes que hayan de ser


utilizados en el extranjero se sujetarán a las leyes del Estado donde se otorguen, a menos
que el otorgante prefiera sujetarse a la ley del Estado en que hayan de ejercerse. En todo
caso, si la ley de este último exigiere solemnidades esenciales para la validez del poder,
regirá dicha ley. Artículo 2.

c. Cuando en el Estado en que se otorga el poder es desconocida la solemnidad especial que


se requiere conforme a la ley del Estado en que haya de ejercerse, bastará que se cumpla
con lo dispuesto en el artículo 7 de la presente Convención. Artículo 3. Dicho artículo 7 se
refiere a que: a.) El poder contendrá una declaración jurada de aseveramiento del otorgante
de decir verdad sobre lo dispuesto en la letra a. del artículo 6 –que se refiere a que el
funcionario que legaliza el poder deberá dar fe de la identidad del otorgante, así como la
declaración del mismo acerca de su nacionalidad, edad, domicilio y estado civil–. b.) Se
agregarán al poder copias certificadas u otras pruebas con respecto a los puntos señalados
en las letras a, b, c y d del mismo artículo. c.) La firma del otorgante deberá ser autenticada.
d.) Los demás requisitos establecidos por la ley del otorgamiento.

d. Los requisitos de publicidad del poder se someten a la ley del Estado en que éste se
ejerce. Artículo 4.
e. Los efectos y el ejercicio del poder se sujetan a la ley del Estado donde éste se ejerce.
Artículo 5.

f. Los poderes deberán ser legalizados cuando así lo exigiere la ley del lugar de su ejercicio.
Artículo 8.

g. Se traducirán al idioma oficial del Estado de su ejercicio los poderes otorgados en idioma
distinto. Artículo 9.

h. No es necesario para la eficacia del poder que el apoderado manifieste en dicho acto su
aceptación. Ésta resultará de su ejercicio. Artículo 11.

i. El Estado requerido podrá rehusar el cumplimiento de un poder, cuando éste sea


manifiestamente contrario a su orden público. Artículo 12.

j. Esta Convención no restringirá las disposiciones que en materia de poderes hubieren sido
suscritas o se suscribieren en el futuro en forma bilateral o multilateral por los Estados
Partes; en particular, el Protocolo sobre Uniformidad del Régimen Legal de los Poderes o
Protocolo de Washington de 1940 o las prácticas más favorables que los Estados Partes
pudieran observar en la materia. Artículo 10.

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