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MÓDULO X.

UNIONES CONVIVENCIALES

1. SITUACIÓN DE LAS FAMILIAS NO MATRIMONIALES: LA SOCIO AFECTIVIDAD COMO


CRITERIO DE ASIGNACIÓN DE EFECTOS JURÍDICOS.

Constitución y prueba

ARTÍCULO 509.- Ámbito de aplicación. Las disposiciones de este Título se aplican a la unión basada
en relaciones afectivas de carácter singular, pública, notoria, estable y permanente de dos personas que
conviven y comparten un proyecto de vida común, sean del mismo o de diferente sexo.

“Unión”, en tanto refleja la idea de proyecto de vida compartido en el marco de una relación de
pareja signada por el afecto; “convivencial” como denotación de uno de los rasgos distintivos y
estructurales de este tipo familiar no formal o “sin papeles”: la convivencia.

Se trata de un reconocimiento que se produce siempre que se cumplan las características


enunciadas, a modo de definición, en el artículo en comentario —”singular, pública, notoria, estable y
permanente”— más los requisitos constitutivos establecidos en el artículo siguiente, art. 510 CCyC, con
especial atención al mínimo temporal impuesto de dos años de convivencia como modo de evitar la
indeterminación e inseguridad jurídica que genera no saber desde cuándo se tienen o se pueden
reclamar los deberes-derechos que se prevén

2. ANTECEDENTES: AUSENCIA DE REGULACIÓN SISTEMATIZADA DE LOS EFECTOS DE LAS


UNIONES CONVIVENCIALES, RECONOCIMIENTO DE EFECTOS DE PÉRDIDA O ADQUISICIÓN DE
DERECHOS. POSICIONES EN DERECHO COMPARADO Y MODELOS LEGISLATIVOS.

El Código Civil derogado, se centra exclusivamente en el matrimonio caracterizado por su


heternormatividad —e, incluso, en un comienzo, por su religiosidad o no laicidad, dejando fuera del
derecho a un grupo cada vez mayor de personas que optan por una organización familiar distinta, no
superando el test de constitucionalidad-convencionalidad. Vélez Sarsfield replicó la línea abstencionista
seguida por el modelo del Código napoleónico, negándole reconocimiento de efectos jurídicos a las
relaciones afectivas de parejas sin base matrimonial, posicionamiento sintetizado comúnmente con el
adagio “como los concubinos ignoran la ley, la ley debe ignorarlos”.

Sin embargo, esta posición abstencionista originaria fue virando con el tiempo por fuerza de la
realidad. De esta forma, sucesivas reformas parciales al CC y la sanción de distintas leyes especiales de
claro cariz asistencial abrieron paso a un modelo regulatorio caracterizado por un proteccionismo
mínimo y parcial basado, fundamentalmente, en el reconocimiento de derechos de los convivientes
frente a terceros (el empleador, la aseguradora de trabajo, el Estado a través de su organismo de
Seguridad Social, el locador de la vivienda, etc.).

En este contexto se inserta la regulación integral de otra forma de vivir en familia del CCyC, la que
suma las uniones convivenciales al abanico de opciones de vida familiar protegidas por el derecho infra
constitucional-convencional (art. 14 bis CN). Las razones de esta incorporación son varias y responden a
los bastiones axiológicos en los que se asienta el CCyC: a. principio de realidad; b. derecho privado
constitucionalizado —principalmente, el principio de igualdad y no discriminación, en el marco de una
sociedad plural o multicultural—; c. seguridad jurídica en protección de los más vulnerables.

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3. SOLUCIONES LEGALES Y JURISPRUDENCIALES AISLADAS. FRENTE A TERCEROS: PENSIÓN POR
FALLECIMIENTO, OBRAS SOCIALES, CONTINUACIÓN DE LA LOCACIÓN, ETC. ENTRE LOS CONVIVIENTES:
RESOLUCIÓN A TRAVÉS DE PRINCIPIOS GENERALES (SOCIEDAD DE HECHO, BIENES ADQUIRIDOS
DURANTE LA CONVIVENCIA, PROTECCIÓN DE LA VIVIENDA FAMILIAR, EXCLUSIÓN DE LA VIVIENDA,
ETC.)

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4. LAS UNIONES CONVIVENCIALES EN EL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL: DENOMINACIÓN,
CARACTERES, REQUISITOS. REGISTRACIÓN A LOS FINES PROBATORIOS. ACUERDOS: AUTO
REGULACIÓN DE LOS EFECTOS; LÍMITES. RÉGIMEN PRIMARIO BÁSICO O PISO MÍNIMO OBLIGATORIO.
LAS RELACIONES PATRIMONIALES. CESE.

ARTÍCULO 510.- Requisitos. El reconocimiento de los efectos jurídicos previstos por este Título a las
uniones convivenciales requiere que:

a. los dos integrantes sean mayores de edad;

b. no estén unidos por vínculos de parentesco en línea recta en todos los grados, ni colateral hasta
el segundo grado;

c. no estén unidos por vínculos de parentesco por afinidad en línea recta;

d. no tengan impedimento de ligamen ni esté registrada otra convivencia de manera simultánea;

e. mantengan la convivencia durante un periodo no inferior a dos años.

El CCyC, a diferencia de otras legislaciones que observa el derecho comparado, no exige la


registración como elemento constitutivo de las uniones convivenciales. Por este motivo, datos fácticos y
objetivos sirven para determinar qué parejas no casadas son alcanzadas o no alcanzadas por las normas

a. los dos integrantes sean mayores de edad se diferencia del matrimonio, donde si bien la edad
núbil se alcanza también a los 18 años —art. 403, inc. f, CCyC—, la persona menor de edad que no haya
cumplido los 16 años puede contraer matrimonio, previa dispensa judicial; y la persona mayor de 16 y
menor de 18 años puede contraer matrimonio con autorización de sus representantes legales —art. 404
CCyC— y, si ella le es negada, puede requerir al juez la dispensa judicial. En las uniones convivenciales,
en cambio, no se prevén excepciones a este requisito de edad mínima. Sucede que las uniones
convivenciales, a diferencia del matrimonio, se constituyen sin formalidad alguna y, por tanto, están
ajenas al control estatal; en resguardo y protección de las personas menores de edad, se impone como
requisito ineludible la mayoría de edad de sus miembros.

b. no estén unidos por vínculos de parentesco en línea recta en todos los grados, ni colateral hasta
el segundo grado la noción de parentesco lo establece el art. 529 CCyC, y comprende al parentesco
surgido de la filiación por naturaleza, por técnicas de reproducción humana asistida o por adopción.

c. no estén unidos por vínculos de parentesco por afinidad en línea recta  si un matrimonio se
disuelve por divorcio, el/la excónyuge no podrá constituir una unión convivencial con los ascendientes
de su exmarido/mujer (suegros), ni con los hijos de su expareja provenientes de una relación anterior
(hijos afines), ni con los hijos de estos (nietos afines), etc. En este punto, cabe aclarar que la unión
convivencial, a diferencia del matrimonio, no genera estado civil alguno y, por tanto, al no producirse
parentesco por afinidad entre el/la conviviente y los parientes de su pareja, es posible que una vez
cesada la unión convivencial, alguno de sus miembros constituya una nueva unión con uno de los
parientes de su expareja.

d. no tengan impedimento de ligamen ni esté registrada otra convivencia de manera simultánea 


los conflictos que puedan suscitarse por la existencia simultánea de dos uniones convivenciales no
registradas, deberán ser dirimidos en la justicia y resueltos teniendo en consideración las pruebas que se
acrediten en torno a los requisitos y elementos tipificantes previstos en los arts. 509 y 510 CCyC, más las
causales de cese de la convivencia reguladas en el art. 523 CCyC.
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e. mantengan la convivencia durante un periodo no inferior a dos años  la unión convivencial
carece de formalidad y precisa de la delimitación de su configuración a partir de datos objetivos como la
cuestión de la permanencia y estabilidad temporal.

- El cumplimiento de los rasgos estructurales definidos en el art. 509 CCyC, más los requisitos
constitutivos previstos en el artículo en comentario, son exigidos a los fines de reconocer los efectos
jurídicos por tanto, no puede inferirse de este razonamiento que las convivencias de pareja que no
cumplan con alguno o varios de estos requisitos no tengan efecto jurídico alguno dentro de la nueva
legislación civil y comercial.

- Reconocimiento de legitimación activa para reclamar daño extra patrimonial al conviviente en


tanto demuestre “trato familiar ostensible” —art. 1741 CCyC—; la posibilidad de constituir en
beneficiario de la afectación de la protección a la vivienda única al conviviente —art. 246, inc. a, CCyC—;
la adopción de integración del hijo del conviviente que, a diferencia de la adopción conjunta, no
requiere la configuración de una unión convivencial entre el progenitor y su pareja —art. 620 CCyC—.

ARTÍCULO 511.- Registración. La existencia de la unión convivencial, su extinción y los pactos que
los integrantes de la pareja hayan celebrado, se inscriben en el registro que corresponda a la jurisdicción
local, sólo a los fines probatorios.

No procede una nueva inscripción de una unión convivencial sin la previa cancelación de la
preexistente.

La registración de la existencia de la unión convivencial debe ser solicitada por ambos integrantes.

ARTÍCULO 512.- Prueba de la unión convivencial. La unión convivencial puede acreditarse por
cualquier medio de prueba; la inscripción en el Registro de uniones convivenciales es prueba suficiente de
su existencia.

Definidos los caracteres de la unión convivencial —unión estable, pública, notoria y permanente
de dos personas de igual o distinto sexo que conviven y comparten un proyecto de vida en común
basado en el afecto (art. 509 CCyC)— y los requisitos constitutivos para su configuración —ser mayor de
edad, no estar unidos por vínculos de parentesco, no estar casados o en otra unión convivencial y
mantener la convivencia por un mínimo de dos años (art. 510 CCyC)—, el Código dispone el principio de
libertad probatoria a los fines de tener por acreditada la existencia de la unión.

Pactos de convivencia

ARTÍCULO 513.- Autonomía de la voluntad de los convivientes. Las disposiciones de este Título son
aplicables excepto pacto en contrario de los convivientes. Este pacto debe ser hecho por escrito y no
puede dejar sin efecto lo dispuesto en los artículos 519, 520, 521 y 522.

El CCyC prevé la autonomía de libertad y también ciertas limitaciones a esta posibilidad de


autocomposición a través de pactos, restricciones fundadas en la obligada mirada de derechos humanos
y en resguardo de la solidaridad o responsabilidad familiar. Los convivientes deben respetar ciertos
mínimos que no pueden desatender: a. alimentos durante la vigencia de la unión; b. contribución en las
cargas del hogar; c. responsabilidad solidaria frente a terceros; y d. solo para las uniones registradas,
protección de la vivienda familiar.

Son los convivientes los que determinan, por acuerdo de parte exteriorizado en pacto por escrito,
cómo regular sus relaciones personales y/o patrimoniales durante y/o después del cese de la unión.
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ARTÍCULO 514.- Contenido del pacto de convivencia. Los pactos de convivencia pueden regular,
entre otras cuestiones:

a. la contribución a las cargas del hogar durante la vida en común;  conforman el piso mínimo
obligatorio insoslayable, el Código prevé la posibilidad de acordar entre convivientes la forma en que
cada uno dará cumplimiento a esta obligación común. No pueden pactar que estará en cabeza de uno
solo.

b. la atribución del hogar común, en caso de ruptura;

c. la división de los bienes obtenidos por el esfuerzo común, en caso de ruptura de la convivencia.

Se trata de contenidos que dan solución a hipotéticos conflictos que pueden surgir tanto durante
la unión como en ocasión de su cese.

Los contenidos enunciados y los no enunciados pero incluidos por acuerdo entre convivientes
están sujetos a un doble límite impuesto expresamente por el CCyC: no pueden desatender el piso
mínimo obligatorio (art. 513 CCyC) ni ser contrarios al orden público, al principio de igualdad entre
convivientes y a los derechos fundamentales de sus miembros (art. 515 CCyC).

ARTÍCULO 515.- Límites. Los pactos de convivencia no pueden ser contrarios al orden público, ni al
principio de igualdad de los convivientes, ni afectar los derechos fundamentales de cualquiera de los
integrantes de la unión convivencial.

Si bien en principio las relaciones personales y patrimoniales entre convivientes estarán signadas
por lo que ellos establezcan mediante pacto escrito, toda regla o cláusula incluida en el pacto deberá
pasar el test de validez impuesto, las cláusulas pactadas que infrinjan el orden público o el principio de
igualdad entre los convivientes, o afecten sus derechos fundamentales se tendrán por no escritas.

ARTÍCULO 516.- Modificación, rescisión y extinción. Los pactos pueden ser modificados y
rescindidos por acuerdo de ambos convivientes. El cese de la convivencia extingue los pactos de pleno
derecho hacia el futuro.

ARTÍCULO 517.- Momentos a partir de los cuales se producen efectos respecto de los terceros. Los
pactos, su modificación y rescisión son oponibles a los terceros desde su inscripción en el registro previsto
en el artículo 511 y en los registros que correspondan a los bienes incluidos en estos pactos.

Los efectos extintivos del cese de la convivencia son oponibles a terceros desde que se inscribió en
esos registros cualquier instrumento que constate la ruptura.

Efectos de las uniones convivenciales durante la convivencia

ARTÍCULO 518.- Relaciones patrimoniales. Las relaciones económicas entre los integrantes de la
unión se rigen por lo estipulado en el pacto de convivencia.

A falta de pacto, cada integrante de la unión ejerce libremente las facultades de administración y
disposición de los bienes de su titularidad, con la restricción regulada en este Título para la protección de
la vivienda familiar y de los muebles indispensables que se encuentren en ella.

En consonancia con el principio de supremacía de la autonomía personal establecido en el art. 513


CCyC, las relaciones patrimoniales entre convivientes durante la vigencia de la unión convivencial se
rigen por lo dispuesto en el pacto de convivencia. En caso de no haber celebrado pacto, el CCyC

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establece —como régimen supletorio— la facultad de libre administración y disposición de los bienes
bajo la titularidad de los integrantes de la unión. Se agrega una restricción a esta libertad, aplicable solo
a las uniones registradas: la necesidad de contar con el asentimiento del conviviente no titular para
disponer de la vivienda familiar y/o de los muebles indispensables que se encuentren en ella (piso
mínimo inderogable mediante pacto, arts. 513 y 522 CCyC).

A diferencia de lo que sucede en el matrimonio, donde existen dos regímenes patrimoniales


legales dispuestos —pudiendo los cónyuges solo optar por alguno de ellos (art. 446, inc. d, CCyC)—, en
las uniones convivenciales, las relaciones patrimoniales se desarrollan, en principio, conforme lo reglado
por las partes en el acuerdo celebrado por escrito. Estos acuerdos no pueden afectar el piso mínimo
inderogable (art. 513 CCyC), teniendo por no escritas las cláusulas que lo contradigan

ARTÍCULO 519.- Asistencia. Los convivientes se deben asistencia durante la convivencia.

A diferencia de lo que ocurre en la regulación de la figura matrimonial, donde la asistencia se


regula diferenciando sus dos facetas —la asistencia moral o espiritual (art. 431 CCyC) y la asistencia
material o alimentaria (art. 432 CCyC) —, en las uniones convivenciales no existe tal diferenciación,
regulándose en un solo artículo ambas vertientes. Este deber conforma el piso mínimo inderogable que
las partes no pueden desatender por acuerdo de voluntades, tornándose obligatorio su cumplimiento
en ausencia de pacto o, incluso, contra pacto. Post cese de la unión, no existe deber asistencial entre
convivientes. Los alimentos, a falta de pacto en contrario que supere el piso mínimo inderogable, solo se
deben durante su vigencia.

ARTÍCULO 520.- Contribución a los gastos del hogar. Los convivientes tienen obligación de
contribuir a los gastos domésticos de conformidad con lo dispuesto en el artículo 455.

El segundo elemento que conforma el llamado piso mínimo de las uniones convivenciales es el del
deber de contribución con los gastos del hogar. Cada integrante deba colaborar en proporción a sus
recursos, no siendo necesariamente iguales las contribuciones que cada uno realice. Téngase presente
que las tareas personales que realiza uno de los convivientes, el cuidado de los hijos, las tareas
domésticas de la casa, etc., tienen un valor económico, no solo espiritual, y son consideradas como
aporte al cumplimento de esta obligación: “el trabajo en el hogar es computable como contribución a las
cargas” (art. 455 CCyC).

En cuanto al contenido de estos gastos domésticos, comprenden los siguientes cuatro rubros: a. el
sostenimiento de los convivientes; b. el sostenimiento del hogar; c. el sostenimiento de los hijos
comunes; y d. la atención a las necesidades de los hijos menores de edad, con capacidad restringida, o
con discapacidad de uno de los convivientes —hijos no comunes—, siempre que convivan con los
integrantes de la unión.

En caso de que alguno de los integrantes de la unión no cumpla con su obligación, el otro
conviviente podrá demandar su cumplimiento judicialmente.

ARTÍCULO 521.- Responsabilidad por las deudas frente a terceros. Los convivientes son
solidariamente responsables por las deudas que uno de ellos hubiera contraído con terceros de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 461.

Responden solidariamente frente a terceros por las deudas que uno de ellos hubiera contraído
con el fin de solventar los gastos ordinarios del hogar o el sostenimiento y educación de los hijos
comunes, y las necesidades de los hijos no comunes, siempre que vivan con la pareja. Fuera de estos
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supuestos, y salvo pacto en contrario, ninguno de los convivientes responde por las obligaciones del
otro.

ARTÍCULO 522.- Protección de la vivienda familiar. Si la unión convivencial ha sido inscripta,


ninguno de los convivientes puede, sin el asentimiento del otro, disponer de los derechos sobre la
vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni transportarlos fuera de la vivienda. El juez
puede autorizar la disposición del bien si es prescindible y el interés familiar no resulta comprometido.

Si no media esa autorización, el que no ha dado su asentimiento puede demandar la nulidad del
acto dentro del plazo de caducidad de seis meses de haberlo conocido, y siempre que continuase la
convivencia.

La vivienda familiar no puede ser ejecutada por deudas contraídas después de la inscripción de la
unión convivencial, excepto que hayan sido contraídas por ambos convivientes o por uno de ellos con el
asentimiento del otro.

Las uniones convivenciales que han sido inscriptas en los registros previstos en el art. 511 de este
mismo cuerpo normativo, tienen un plus respecto al piso mínimo aplicable a todas las uniones,
registradas o no registradas: la protección de su vivienda familiar; una protección que se aplica en una
doble dirección: interna —entre convivientes— y externa —frente a terceros—.

Respecto a la protección interna, se establece la necesidad de contar con el asentimiento del otro
integrante de la unión para todo acto de disposición que afecte la vivienda familiar o al mobiliario
indispensable de ella. En caso de no contar con el asentimiento del otro, el conviviente puede pedir
supletoriamente la autorización judicial, que será otorgada siempre que no exista un interés familiar que
la contradiga.

En cuanto a la protección externa, se prohíbe, en principio, la ejecución de la vivienda familiar por


deudas contraídas luego de registrada la unión, excepto que hayan sido contraídas por ambos o por uno
de los integrantes con el asentimiento del otro.

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ARTÍCULO 523.- Causas del cese de la unión convivencial. La unión convivencial cesa:

a. por la muerte de uno de los convivientes;

b. por la sentencia firme de ausencia con presunción de fallecimiento de uno de los convivientes;

c. por matrimonio o nueva unión convivencial de uno de sus miembros;

d. por el matrimonio de los convivientes;

e. por mutuo acuerdo;

f. por voluntad unilateral de alguno de los convivientes notificada fehacientemente al otro;

g. por el cese de la convivencia mantenida. La interrupción de la convivencia no implica su cese si


obedece a motivos laborales u otros similares, siempre que permanezca la voluntad de vida en común.

5. EFECTOS ANTE EL CESE: 1) COMPENSACIÓN ECONÓMICA: PROCEDENCIA, PAUTAS DE


FIJACIÓN, MODALIDAD DE PAGO; 2) ATRIBUCIÓN DE LA VIVIENDA FAMILIAR: PROCEDENCIA, PAUTAS
DE FIJACIÓN, EFECTOS, DURACIÓN; 3) ATRIBUCIÓN DE LA VIVIENDA FAMILIAR ANTE LA MUERTE
DEL/A CONVIVIENTE: PROCEDENCIA, DURACIÓN, EFECTOS.

ARTÍCULO 524.- Compensación económica. Cesada la convivencia, el conviviente que sufre un


desequilibrio manifiesto que signifique un empeoramiento de su situación económica con causa
adecuada en la convivencia y su ruptura, tiene derecho a una compensación. Ésta puede consistir en una
prestación única o en una renta por un tiempo determinado que no puede ser mayor a la duración de la
unión convivencial.

Puede pagarse con dinero, con el usufructo de determinados bienes o de cualquier otro modo que
acuerden las partes o en su defecto decida el juez.

Una vez producido el cese de la unión, la posibilidad de que el conviviente que sufre un
desequilibrio manifiesto que implique un empeoramiento de su situación económica, teniendo en
cuenta el estado patrimonial de cada uno de los convivientes al inicio de su relación y al tiempo de cese,
reclame una compensación económica a su expareja o, en caso de muerte o ausencia con presunción de
fallecimiento de este último, a sus herederos. Se trata de una compensación que puede satisfacerse
mediante una prestación única o a través de una renta que no puede tener una periodicidad mayor al
tiempo de duración de la convivencia. Asimismo, el pago puede consistir en una suma de dinero, en el
usufructo de un bien o en lo que las partes decidan. Ante falta de acuerdo, el juez decidirá su
composición. Por último, cabe destacar que, para el caso de las uniones convivenciales, la compensación
económica no forma parte del núcleo o piso mínimo de derecho inderogable; por tanto, su aplicación
puede excluirse mediante pacto

Tres son las condiciones fácticas que justifican la procedencia de un reclamo compensatorio entre
los integrantes de la unión —las mismas rigen para el caso de divorcio entre cónyuges (art. 441 CCyC)
—: a. que se produzca un desequilibrio manifiesto entre un conviviente y el otro; b. que ese
desequilibrio implique un empeoramiento de su situación; y c. que tenga por causa adecuada la
convivencia y su ruptura.

A diferencia de lo que ocurre en el caso del matrimonio, donde la compensación económica está
pensada solo como un efecto del divorcio (art. 441 CCyC) y no para el resto de las causales de disolución
—muerte de los cónyuges y sentencia firme de ausencia con presunción de fallecimiento (art. 435 CCyC)
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—, en el caso de las uniones, la compensación —siempre que se cumplan los requisitos de procedencia
— procede cualquiera sea la causal del cese, incluidos los supuestos de muerte y sentencia firme de
ausencia con presunción de fallecimiento de uno de los integrantes de la unión.

A diferencia de lo que ocurre en el matrimonio, los convivientes no son herederos legitimarios


entre sí; por tanto, de existir una situación de empeoramiento de la situación económica del conviviente
supérstite, este no podrá verse apaciguado a través de los bienes que recibirá por herencia ni tampoco
por la disolución de un régimen de comunidad de ganancias —que sí puede darse en el caso de algunos
matrimonios que no hayan optado por el régimen de separación de bienes o por la habitación vitalicia y
gratuita prevista en el art. 2383 CCyC—.

El pago En el caso del divorcio, la compensación económica puede consistir en una prestación
única o una renta por tiempo determinado —o, excepcionalmente, por plazo indeterminado—. En
cambio, en las uniones convivenciales, la prestación puede ser única o por tiempo determinado, pero
con un límite temporal “tarifado”: nunca mayor a los años de duración de la convivencia, no existiendo
—claro está— el supuesto excepcional de plazo indeterminado. En ambos casos —matrimonio y unión
convivencial—, el pago puede realizarse mediante una suma de dinero, con el usufructo de
determinados bienes o de cualquier otro modo que acuerden las partes o, en su defecto decida, el juez.

ARTÍCULO 525.- Fijación judicial de la compensación económica. Caducidad. El juez determina la


procedencia y el monto de la compensación económica sobre la base de diversas circunstancias, entre
otras:

a. el estado patrimonial de cada uno de los d. la capacitación laboral y la posibilidad de


convivientes al inicio y a la finalización de la unión; acceder a un empleo del conviviente que solicita la
compensación económica;
b. la dedicación que cada conviviente brindó a
la familia y a la crianza y educación de los hijos y la e. la colaboración prestada a las actividades
que debe prestar con posterioridad al cese; mercantiles, industriales o profesionales del otro
conviviente;
c. la edad y el estado de salud de los
convivientes y de los hijos; f. la atribución de la vivienda familiar.

La acción para reclamar la compensación económica caduca a los seis meses de haberse producido
cualquiera de las causas de finalización de la convivencia enumeradas en el artículo 523.

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ARTÍCULO 526.- Atribución del uso de la vivienda familiar. El uso del inmueble que fue sede de la
unión convivencial puede ser atribuido a uno de los convivientes en los siguientes supuestos:

a. si tiene a su cargo el cuidado de hijos menores de edad, con capacidad restringida, o con
discapacidad;

b. si acredita la extrema necesidad de una vivienda y la imposibilidad de procurársela en forma


inmediata.

El juez debe fijar el plazo de la atribución, el que no puede exceder de dos años a contarse desde el
momento en que se produjo el cese de la convivencia, conforme a lo dispuesto en el artículo 523.

A petición de parte interesada, el juez puede establecer: una renta compensatoria por el uso del
inmueble a favor del conviviente a quien no se atribuye la vivienda; que el inmueble no sea enajenado
durante el plazo previsto sin el acuerdo expreso de ambos; que el inmueble en condominio de los
convivientes no sea partido ni liquidado. La decisión produce efectos frente a terceros a partir de su
inscripción registral.

Si se trata de un inmueble alquilado, el conviviente no locatario tiene derecho a continuar en la


locación hasta el vencimiento del contrato, manteniéndose el obligado al pago y las garantías que
primitivamente se constituyeron en el contrato.

El derecho de atribución cesa en los mismos supuestos previstos en el artículo 445.

Condiciones de atribución, plazo y diferencias con la protección prevista para el matrimonio

La vivienda podrá atribuirse a aquel conviviente que tenga a cargo el cuidado de los hijos menores
de edad, con capacidad restringida o discapacidad, o a aquel conviviente que acredite la extrema
necesidad de una vivienda y la imposibilidad de procurársela en lo inmediato. Por otra parte, y a
diferencia de lo que sucede en la regulación matrimonial donde la atribución no tiene un plazo máximo
fijado de antemano por disposición legal, siendo decisión del juez determinarlo (art. 443 CCyC), en las
uniones convivenciales, si bien la fijación del plazo de atribución también es facultad del juez, esta se
halla limitada a un máximo dispuesto por la norma: no puede ser superior a los dos años contados
desde el cese de la unión.

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ARTÍCULO 527.- Atribución de la vivienda en caso de muerte de uno de los convivientes. El
conviviente supérstite que carece de vivienda propia habitable o de bienes suficientes que aseguren el
acceso a ésta, puede invocar el derecho real de habitación gratuito por un plazo máximo de dos años
sobre el inmueble de propiedad del causante que constituyó el último hogar familiar y que a la apertura
de la sucesión no se encontraba en condominio con otras personas.

Este derecho es inoponible a los acreedores del causante.

Se extingue si el conviviente supérstite constituye una nueva unión convivencial, contrae


matrimonio, o adquiere una vivienda propia habitable o bienes suficientes para acceder a ésta.

En protección del derecho humano a la vivienda, y teniendo en consideración que ante el hecho
de la muerte del dueño del inmueble sede del hogar convivencial, el conviviente supérstite puede ver
afectada su vivienda —por carecer de una vivienda propia o de bienes suficientes como para solventarla
—, la norma en comentario impide que los herederos lo excluyan del hogar convivencial tras la muerte
de su pareja, asegurándole la atribución gratuita de la vivienda.

Se trata de una atribución que prevé un plazo máximo de dos años, a los fines de que esta persona
tenga un tiempo razonable y prudencial para reorganizar su vida y su situación habitacional. Ello marca
una diferencia con lo previsto para el caso del cónyuge supérstite, quien tiene un derecho real no solo
gratuito sino también vitalicio frente a los herederos (art. 2383 CCyC).

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Cumplido el plazo, por aplicación de las normas del derecho sucesorio, los herederos procederán a
partir o, al menos, decidir el destino de esa vivienda. Cabe destacar que la norma establece de manera
expresa, al igual que en el caso del cónyuge, la inoponibilidad de esta atribución de la vivienda a los
acreedores del causante, siendo operativa y oponible frente a los herederos y, claro está, a los deudores
de estos.

De este modo, para que proceda el derecho real de habitación del conviviente tienen que darse
los siguientes requisitos:

a. que el conviviente carezca de vivienda propia habitable o de medios para solventarla;

b. que el inmueble haya sido última sede del hogar convivencial;

c. que el inmueble sea de propiedad exclusiva del conviviente pre fallecido, no estando en
condominio con terceras personas.

ARTÍCULO 528.- Distribución de los bienes. A falta de pacto, los bienes adquiridos durante la
convivencia se mantienen en el patrimonio al que ingresaron, sin perjuicio de la aplicación de los
principios generales relativos al enriquecimiento sin causa, la interposición de personas y otros que
puedan corresponder.

A falta de pacto en contrario que regule cómo disponer de los bienes adquiridos durante la
convivencia tras su ruptura, establece como régimen supletorio la separación de bienes. Es decir, los
bienes adquiridos durante la vigencia de la unión serán propiedad de quien sea su titular.

En suma, en las relaciones patrimoniales post cese de la unión manda la autonomía de las partes
y, justamente para su mayor resguardo y a falta de pacto en contrario, “lo tuyo es tuyo y lo mío es mío”.

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