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Se habla de contrastes cuando se puede constatar entre dos efectos de colores que
se comparan, unas diferencias o unos intervalos sensibles. Cuando estas diferencias
alcanzan un máximo, se dirá que se trata de un contraste en oposición o de un
contraste polar. Así, las oposiciones caliente-frío, blanco-negro, pequeño-grande
llevadas al extremo son contrastes polares. Todo lo que podemos captar con nuestros
sentidos se fundamenta en una relación comparativa. Una línea nos parece larga
cuando junto a ella se encuentra una línea pequeña; pero la misma línea nos parecerá
corta si es acompañada por una línea más larga. De la misma manera, los efectos de
color pueden intensificarse o debilitarse por contrastes coloreados.
Todos los colores de una composición sufren la influencia de los colores con los que
entran en contacto.
Cuando dos colores diferentes entran en contraste directo, el contraste intensifica las
diferencias entre ambos. El contraste aumenta cuanto mayor sea el grado de
diferencia y mayor sea el grado de contacto, llegando a su máximo contraste cuando
un color está rodeado por otro.
Johannes Itten en su libro "El arte del color " clasifica los contrastes de color de la
siguiente manera:
La armonía se da cuando en una composición todos los colores poseen una parte
común al resto de los colores componentes, significa coordinar los diferentes valores o
grados de saturación que el color adquiere en una composición. armónicos:
COLORES ANALOGOS
Son los que, en el círculo cromático, están el uno junto al otro, y por
lo tanto, tienen algún color en común y combinados constituyen una gama armónica.
Ejemplo naranja – amarillo anaranjado - amarillo
Se puede armonizar una paleta de diferentes maneras, siguendo la lógica de
los 7 tipos de contraste de color:
El contraste del color en sí mismo es el más sencillo de los siete contrastes de colores.
No requiere un gran esfuerzo a la visión, pues para representarlo, se puede emplear
cualquier color.
De la misma manera que la oposición negro-blanco señala el más fuerte contraste de
claro-oscuro, el amarillo, el rojo y el azul constituyen las expresiones más fuertes del
contraste del color en sí mismo (figura 4). Para representar este contraste,
necesitamos por lo menos tres colores netamente diferenciados. El efecto que se
deduce, es siempre multicolor, franco, potente y neto.
.
2. Contraste claro-obscuro , de valor o de luminosidad
La luz y las tinieblas, lo claro y lo obscuro son contrastes polares y tienen una
importancia fundamental para la vida humana y para la naturaleza entera. Para
los pintores, el blanco y el negro constituyen los más fuertes medios de
expresión para el claro y el obscuro. El blanco y el negro son, desde el punto
de vista de sus efectos, totalmente opuestos ; entre estos dos extremos se
extiende todo el dominio de los tonos grises y de los tonos coloreados.
Debemos estudiar de la manera más completa posible los problemas de claro-
obscuro que proponen el blanco, el negro y el gris ; pero también son
importantes los problemas de claro-obscuro que suscitan los colores puros, así
como las relaciones que existen entre estas dos series de problemas.
Valor en el color
Los colores cálidos, tienen connotación con el fuego y el calor. Ejemplo: rojo, naranja,
amarillo.
Los colores fríos, nos recuerdan el hielo, el agua, el cielo profundo etc. Ejemplo: azul,
verde y violeta.
Un factor importante del color, es que este ejerce sobre la forma un peso aparente o
gravedad específica a los objetos en que se aplican, ejemplo de esto es:
a.- Los tonos fríos y claros parecen más livianos y menos substanciales.
b.- Los tonos cálidos y oscuros parecen más pesados y densos.
c.- Colores como el azul y el verde, ejercen una acción sedante en quien los ve.
d.- Esta aplicación en la tridimencionalidad de los objetos nos permite modificar el
peso real aparentemente de un objeto.
e.- Ejemplo: Un ómnibus pintado de azul y blanco nos parecerá más ligero que un auto
pintado de negro aunque su tamaño sea cuatro veces menor que el anterior
Entendemos por contraste simultáneo el fenómeno según el cual nuestro ojo, para un
color dado, exige simultáneamente el color complementario y, si no le es dado, lo
produce él mismo. La experiencia prueba que la ley fundamental de la armonía
coloreada encierra en sí la realización de la ley de los complementarios. El color
complementario engendrado en el ojo del espectador es una impresión coloreada pero
no existe en la realidad. No se puede fotografiar. El contraste simultáneo y el contraste
sucesivo tienen seguramente el mismo origen.
Las figuras 1 a 3 muestran esta experiencia. Seis cuadrados de color puro encierran
cada uno un pequeño cuadrado gris cuyo grado de claridad corresponde al del color
puro sobre el cual está colocado. Cada uno de estos pequeños cuadrados brilla con un
color que, de hecho, es el color complementario del color de base. Cuando se mira a
un color, conviene tapar todos los demás y aproximar el rojo lo más posible al
cuadrado que se mira. Los efectos simultáneos son tanto más fuertes cuanto más
tiempo se mire fijamente el color principal y cuanto más brillante sea éste. El efecto
queda reforzado cuando se ilumina por delante el color fundamental y cuando la
imagen de la experiencia es examinada un poco por encima de la altura de los ojos, es
decir cuando el conjunto se observa con una iluminación oblicua.
Puesto que el color engendrado no existe realmente pero aparece en el ojo, produce
en nosotros una impresión de irritación y de vibración viva cuya fuerza cambia
constantemente. Después de cierto tiempo parece que disminuye la intensidad del
color de base, el ojo se cansa, mientras que la impresión dada por el color engendrado
simultáneamente se hace más fuerte. El efecto simultáneo no sólo se produce entre un
gris y un color puro sino también entre dos colores puros que no son totalmente
complementarios. Cada uno de los dos colores intenta empujar al otro hacia su color
complementario y, casi siempre, ambos colores pierden sus caracteres verdaderos y
parece que irradian según nuevos efectos. Los colores parecen adquirir una
luminosidad particularmente dinámica.
1°. Se puede romper un color puro con la ayuda del blanco. El carácter del color
evoluciona hacia el frío. El rojo carmín mezclado con el blanco adquiere una
apariencia azulada y su carácter coloreado queda muy modificado. Con blanco, el
amarillo se hace un poco más frío pero el azul no cambia. El violado es muy sensible
al blanco: si el violado oscuro y saturado parece amenazador, el violado aclarado con
blanco, el lila, produce una impresión de alegría.
2°. Se puede romper un color puro valiéndose del negro. El amarillo mezclado con
negro pierde su expresión irradiante y clara y se hace enfermizo y venenoso.
Automáticamente pierde su luminosidad. Con el negro, el violado aumenta aún más su
oscuridad natural y cae sin querer en la nada. Si el rojo carmín se mezcla con negro,
adquiere una tonalidad que tira hacia el violado.
El negro paraliza al azul. El azul no soporta más que algunos grados hasta el negro y
su luminosidad desparece rápidamente. El verde es mucho menos sensible a las
modulaciones que el violado o el azul. De una manera general, el negro quita a los
colores su luminosidad ; los aleja de la luz y los mata más o menos rápidamente.
3°. También podemos romper un color saturado con una mezcla de negro y de blanco,
es decir con el gris. En cuanto se realiza esta mezcla, se obtiene unos tonos del
mismo grado de claridad o de oscuridad pero, sea cual sea, los tonos son siempre
más turbios que el color puro correspondiente. Los colores mezclados con gris se
hacen más o menos neutros y ciegos.
El amarillo, que es tres veces más luminoso que el violado, debe ocupar un lugar tres
veces más pequeño que su color complementario.