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DESAFÍOS ACTUALES DE LA

TEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

I INTRODUCCIÓN: EL PORQUÉ Y EL PARA QUÉ DE LA TEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA EN


LA SITUACIÓN ACTUAL

En el presente análisis consideramos brevemente tres hechos que tratan acerca del porqué y para qué de la Teología
Contemporánea, ellos son: el aspecto antropológico, el debate de la razón y la revelación, y el rescate de las ciencias sociales
en los estudios bíblicos. Hablaremos también de la influencia de la teología contemporánea en nuestros días, partiendo de
algunos de los teólogos más sobresalientes del siglo anterior.

En primer lugar, la Teología Contemporánea contempla el paso de lo teocéntrico a lo antropocéntrico al exaltar la razón y
dar crédito a la subjetividad (es decir, al sujeto dentro de la historia). Este enfoque aunque no desconoce a Dios, lo pone en
el mismo nivel del hombre. Dios y hombre son dos co-iguales, en un mismo plano de relación horizontal; uno y otro pueden
ser estudiados como se estudia un objeto cualquiera. A esto no se le puede llamar un acierto de la Teología Liberal, como
discutiría ampliamente Karl Barth en su teología dialéctica[1], pues “Dios es el Totalmente Otro, que no se deja reducir a
un objeto de estudio”. Pero si bien la Teología Liberal falla en su reduccionismo racional, dejando en un segundo plano el
papel de la revelación, no obstante, al proponer el método histórico-crítico rescata el valor científico de la exégesis y la
hermenéutica bíblica, proponiendo una “teología ascendente” contra la más ortodoxa “teología descendente”; con lo que
obtiene una nueva lectura de los relatos bíblicos, por ejemplo, de la creación, la imagen del hombre, la soteriología y la
escatología, entre otros.
En segundo lugar, y ampliando lo anterior, se debe considerar el rol de estos dos opuestos: razón versus revelación y lo que
implica para la teología contemporánea. Es bien sabido que la Teología Liberal deificó la razón casi al mismo punto que lo
hiciera la filosofía en Europa con el advenimiento del cartesianismo, el kantianismo y el heiderianismo. La razón se convirtió
no sólo para la filosofía, sino también para la Teología Liberal en la única manera científica y objetiva para explicar el
“hecho-Dios”. Mientras la teología no pudiera explicarse aparte de la revelación de Dios, caería en una experiencia mística
solamente.

Las consignas básicas de la teología liberal son asimismo el insertar a la iglesia en la cultura y sobre todo el secularizar los
contenidos mitológicos del cristianismo (lo que, consecuentemente, implicaba el desmitologizarlos), a saber, todos aquellos
contenidos de la fe cristiana (por ejemplo, los relatos de eventos milagrosos que a todas luces disputan contra las leyes
férreas de las ciencias naturales) que resultan inaceptables para un hombre moderno con cierto grado de educación y cultura.
Con esto en mente, la teología como ciencia, no sería fiable si únicamente apelara a la revelación, desconociendo el método
de una ciencia. Esto es lo que rescata la Teología Liberal para la exégesis bíblica, a través de los trabajos eruditos de teólogos
protestantes como Frederich Schliermarcher, J. Wellhausen, R. Bultmann, K. Barth, P. Tillich, entre otros. La Teología
Liberal sospecha de lo tradicional, de lo ortodoxo, para retomar el camino de la investigación científica en el estudio bíblico
y dejar que los resultados de dichos hallazgos hablen en pro o en contra de lo se haya dicho hasta el momento. Ante esto,
vendría bien recordar que los caminos de la teología en contraposición con los de la filosofía, o de cualquier otra ciencia,
no tendrían por qué rivalizar, si se respeta bien la hermenéutica en cada contexto. Es decir, ciencia y fe no deberían oponerse
siempre, no tendrían por qué reñir.

La Biblia explica únicamente la historia de la salvación del hombre y en ese sentido responde a esas necesidades espirituales,
en tanto que las demás ciencias responden a otras iniciativas y no hay por qué pretender que vayan de la mano, pues sus
fines son muy distintos. La Biblia no aporta respuestas a todos los interrogantes del ser humano, no dice nada, por ejemplo,
del sida, de los viajes intergalácticos, de la clonación o de otros aspectos de los que se ocuparía la medicina, la física, la
astronomía o la genética. La teología debe responder a todo esto no mediante un biblicismo a ultranza, sino por medio de
una exégesis y hermenéutica correctas en su contexto, permitiendo que la ciencia diga lo que tiene que decir, pues de ella
también vela Dios.

En tercer lugar, consideramos necesario el aporte de la teología contemporánea en los estudios críticos modernos de la
Biblia al rescatar las ciencias sociales, sobre todo, las humanidades. Aquí subyace uno de sus mayores logros. Desde el
teólogo alemán Friedrich Schilermacher, llegando a Bultmann, Barth, Tillich y Rhanner, entre otros, tanto católicos como
protestantes, la teología, como ciencia, ha visto un progreso acelerado. Es decir, ha desarrollado métodos de investigación
más profundos, ha sometido a crítica los relatos bíblicos a partir de la hipótesis documentaria[2] de Julius Wellhausen
(aunque en mucho revalidada). Por ejemplo, el Pentateuco con los relatos de la creación, de la era patriarcal y de la conquista,
han sido discutidos a la luz de sus distintos géneros literarios y fuentes de composición (Jehovista J, Elohista E,
Deuteronomista D y Sacerdotal P); la composición de los evangelios en el NT también ha sido objeto de estudio,
arguyéndose la influencia de las comunidades redactoras en sus propósitos finales. Estos hechos, han impulsado la
profundización del estudio de los idiomas bíblicos (griego, hebreo y arameo) y han planteado nuevos métodos (el histórico-
crítico, por ejemplo) para el ejercicio exegético, tendiendo los puentes hermenéuticos con el fin de actualizar el mensaje y
llevarlo al centro del debate moderno, sin caer en el puro biblicismo.

II POR QUÉ ES IMPORTANTE EL ESTUDIO DE LA TEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

A. Primer momento: Aporte de la exégesis bíblica desde Friedrich Schliermacher hasta finales del siglo XIX

Varios aportes significativos dieron a luz las tesis centrales de F. Schleiermacher en la teología contemporánea. Aquí se
destacan los más importantes:

1. Con F. Schleiermacher (1768-1834) se inaugura un período importante para la exégesis bíblica del siglo XIX que será
fundamental en el campo de la hermenéutica bíblica moderna. Schleiermacher desarrolla las fuentes de los evangelios y
aunque no plantea la tesis sinóptica, la desarrolla. Plantea que hay que buscar otras fuentes antes de los evangelios. Hasta
Griesbach se había dicho que Mateo era el primer evangelio, pero Schleiermacher dijo que no necesariamente (pensó que
realmente era Marcos). Se fundamenta en los trabajos de Wilke y Weisse para afirmar esto, pero quien completa la triada
sinóptica es él mismo. Este debate con respecto a las fuentes de los evangelios se amplía y va a durar unos 70 años más.
Schliermacher es conocido por su trabajo hermenéutico, logrando una síntesis de la revelación con una interpretación crítica
en la que vive. Dice que “sólo puede comprenderse bien la religión si se la observa, no en general, sino en las diferentes
religiones concretas y vivas, o sea, en las religiones positivas: judaísmo, cristianismo, islamismo.” Propone que la
hermenéutica debe estar en diálogo con la filosofía, con el arte y con la literatura. Su gran aporte en Teología Sistemática
consistió en poner en diálogo la Teología con otras ciencias. Plantea un diálogo interreligioso y ecuménico –en esto es
pionero−. Hace un diálogo interreligioso desde lo humano, no desde las creencias. No parte de la diferencia sino de lo que
es común, del discurso de la fraternidad. Su cristología moderna va más allá de la jesuología de la Ilustración.

2. Después de F. Schliermacher, vienen otros autores como Lévi-Strauss (1835) y Ernest Renán (1863). Strauss (iniciador
y autor más sobresaliente en el estudio de Las vidas de Jesús, del Jesús histórico) habla de la necesidad de revolucionar la
teología. ¿Quién era Jesús? Dice que era un judío piadoso que luego de ser bautizado por el Bautista se convenció de que
era el Mesías. Opinaba que los discípulos por tanto amor a Cristo se inventaron los milagros (“los milagros son mitos
inventados por ellos”).
Renán, por su parte, complementó a Strauss. Empieza a profundizar en crítica bíblica, desarrollando unos métodos de
análisis textual, y escribe su obra La Ruta de la Ciencia. Su religión es la ciencia. Se ocupa de interpretar las vidas de
Jesús. Plantea un estudio de la Biblia desde la perspectiva hegeliana, inspirado en su profesor F.C Baur. Éste había planteado
el método hegeliano: Tesis-Antítesis-Síntesis, para el estudio de la Biblia. Con el trabajo de Renán y otros autores en el
siglo XIX, sobre “Las vidas de Jesús”, se llega a decir que Jesús se siente a sí mismo el Mesías poco a poco, mientras va
tomando conciencia de su divinidad. Renan ha sido criticado por sus comentarios que alegaban las limitaciones de la
mentalidad semítica. Él afirmaba que la mente semita era limitada por el dogmatismo y que carecía de una concepción
cosmopolita de civilización.
Después de Renán siguió Albert Schweitzer, escribe Una historia de la investigación sobre la vida de Jesús. Allí intenta
hacer un balance crítico sobre la vida de Jesús. Dice que la interpretación del Jesús histórico tiene que hacerse desde la clave
escatológica. Hay que centrarse en el reino de Dios para entender el porqué de la vida de Jesús. Manifestó así su ruptura
con el liberalismo teológico que había imperado en Alemania a lo largo del siglo XIX, al hacer de Jesús un profeta
convencido de la realidad de un Reino de Dios que estaba a las puertas.

B. Segundo momento: El siglo XX: Karl Barth, Paul Tillich y Dietrich Bonhoeffer
Con la paz de Westfalia en 1648, se había decidido una separación entre la Iglesia y el Estado. Entre lo religioso y lo político.
Ocurre la laicización y secularización del Estado. Marx opinaría que “las creencias en el hombre le quitan la autonomía.
Cuando sea abolida la religión el hombre alcanzará la libertad”. Y es entonces cuando filósofos como Kant, Feuerbach,
Nietzsche y Heidegger, van a plantear el necesario ateísmo en la historia.

Kant, va a hablar de “la mayoría de edad”. El hombre tiene que ser adulto cuando es autónomo en su modo de pensar.
Traslada la autonomía del individuo a la autonomía de la sociedad. La sociedad debe tomar decisiones no por mitos ni
creencias sino por convicción de principios. La sociedad no es adulta porque no se ha liberado de la niñez de la religión.
Feuerbach (1872), considerado el padre intelectual del humanismo ateo contemporáneo, también denominado ateísmo
antropológico, consideraba que la inmortalidad es una creación humana y constituye el germen básico de la antropología de
la religión.

Nietzsche (1844-1900), defiende la idea que los valores tradicionales representados por el cristianismo someten a las
personas más débiles a una “moralidad esclava” o de “rebaño”, que no provocan en ellos más que un estado de resignación
y conformismo hacia todo lo que sucede a su alrededor. Para él, esos valores tienen que desaparecer para que aparezcan
otros nuevos que representen su prototipo de hombre ideal, al que él mismo llamó Übermensch. Combate la moral impuesta
por las religiones e impulsa una moral que surja desde lo más profundo de las personas.
Este Übermensch no cree en las cosas que prometen las religiones después de la muerte, él sólo cree en lo real y en lo que
puede ver. Por su parte, Martín Heiddeger (1927), el filósofo existencialista, opinaba que la primera misión de toda filosofía
es aclarar «el sentido del ser», lo que significa «ser». Uno de sus postulados fundamentales es que en el ser humano “la
existencia precede a la esencia” (Sartre), es decir, que no hay una naturaleza humana que determine a los individuos, sino
que son sus actos los que determinan quiénes son, así como el significado de sus vidas.
El existencialismo defiende que el individuo es libre y totalmente responsable de sus actos. Esto incita en el ser humano la
creación de una ética de la responsabilidad individual, apartada de cualquier sistema de creencias externo a él. En algunas
ideas, Heidegger sigue de cerca a Nietzsche. Pero si bien estos filósofos condujeron la sociedad por el campo de la razón,
el ateísmo y el existencialismo, la segunda guerra mundial haría que, en cierta medida, tales pensamientos se profundizaran
más. La teología fue silenciada por un tiempo, y vista con algo de escepticismo.

El surgimiento de la Teología Liberal y el auge del método histórico-crítico de la Biblia aunados a la “era de la razón” en
la que se destacaron los filósofos ya mencionados, era necesario el surgimiento de una Teología protestante renovada, capaz
de hablar a las necesidades de la época. Por ello, teólogos protestantes como Karl Barth, Rudolf Bultmann, Paul Tillich y
Dietrich Bonhoeffer intentarán dar una respuesta al aparente silencio de Dios en medio de los dolores de dos guerras
mundiales. Intentarán generar procesos civiles, procesos de transformación social, de resistencia civil que legitimen el papel
de la teología y expliquen el problema de la teodicea en un mundo aparentemente fuera de control.

Si la razón no había podido dar una respuesta satisfactoria al proceder del hombre contra el hombre en medio de la guerra,
si el apartarse de Dios y de la teología había llevado al hombre por caminos de destrucción y pérdida de la esperanza, la
teología renovada en la Palabra debería ponerse de nuevo al frente de la controversia entre la fe y la razón para dar una
explicación de la miseria del hombre y no tanto del silencio de Dios. El camino sería de nuevo la esperanza que trae el
evangelio, por medio de la paz que allí se anuncia, a un mundo que le da la espalda a Dios y entroniza la razón. La defensa
de la fe debe estar por encima de cualquier interés mezquino del hombre contra el hombre.

La gracia de Dios debe ser entendida como gracia cara, que tuvo un costo altísimo en la muerte de Jesús por los pecados del
mundo y que no puede ser objeto de simple estudio científico sin cambios sociales. Es en ese sentido que la voz de
Bonhoeffer se levanta para cuestionar el papel cristiano y el del teólogo y ministro en una sociedad en crisis. Con Bonhoeffer
se va a recuperar el papel social y político de la Iglesia.

C Tercer momento. Desde Karl Barth hasta 1970: Paul Tillich, Gustavo Gutiérrez

K. Barth también influiría en esos procesos desde la perspectiva neoortodoxa denunciando el papel poco preponderante que
está jugando la Iglesia protestante al permitirse seguir en el anquilosamiento y temor al que le ha sometido la era de la razón
y las críticas que le ha dejado la teología liberal. Va a rescatar el valor del estudio de la Biblia en la predicación de la verdad;
el lugar que debe tener la iglesia protestante frente a los problemas sociales y la necesidad de recuperar el lugar que le
corresponde como portadora de la verdad.
La iglesia protestante no se debe acomodar al vaivén de los regímenes de gobierno como el hitleriano sino que debe
denunciar las atrocidades de éste y seguir el rumbo definido del reino de Dios. Pero el intento de Barth de mostrar lo
relevante del evangelio y la trascendencia de Dios (con la idea de Dios como el Totalmente Otro), fue cuestionado también
por Emil Brunner, quien veía a Barth como muy preocupado por su teología trascendental sin que ésta alcanzara el verdadero
rol transformador en la sociedad.

A su juicio era una teología que no respondía ni hacía frente a las demandas reales o que no se conectaba con la problemática
social, es decir, como si se hubiera quedado sin contexto. Tal vez en este punto es donde otro discípulo de Bart, el teólogo
Paul Tillich[3], hablará más decididamente en favor de una teología en contexto. Va a decir que la Teología se construye
en contexto. Todo sistema teológico debe afirmar primero la verdad del mensaje cristiano, y luego, poner en contexto o
actualizar para cada nueva generación. La actualización (la experiencia práctica) requiere compromiso del cristiano con
Dios y con la sociedad. Pero para que se dé ese compromiso o esa actualización del mensaje cristiano se precisa que haya
primero una clara afirmación de ese mensaje (la verdad de la doctrina).
Si la teología se queda en uno solo de esos dos caminos, el de la afirmación o el de la actualización nada más, lo único que
tenemos es una especia de fundamentalismo. Tillich dice que la Teología debe ser pertinente y relevante, que trascienda
históricamente, que dialogue con la cultura, que sepa actualizar la verdad en cada generación. Tillich, se iba acercando,
seguramente, a la necesidad que tiene la teología de encarar la realidad social desde la praxis, y en este sentido, nuevas
problemáticas habían surgido desde la posguerra, la necesidad de responder a los males sociales sin que se descuidara el
valor kerigmático del evangelio, ese fue el gran acierto de Tillich: combinar teoría con praxis.

Posteriormente, nuevos movimientos fueron encontrando−quizás en el evangelio− otras experiencias vivenciales de la fe


más acordes con un sentir social de denuncia de la injusticia. En medio de las miserias de las guerras y los problemas
económicos acaecidos más el hambre, las enfermedades y epidemias, los desajustes laborales y la falta de oportunidades
laborales que reivindicaran al hombre y la mujer en su condición social, la teología debía enfocarse en suplir primero esas
necesidades apremiantes. Tal vez por ello el movimiento de la Teología de la Liberación (distinta de la Teología Liberal)
encontró un campo fértil para su expresión.

Un teólogo como Gustavo Gutiérrez[4] vio en la teología dos momentos o actos importantes que responden a dichas
necesidades. Consideró que la teología debía hacerse en primer lugar (acto primero) desde el compromiso social, vida de fe
y praxis. Sostuvo que la teología parte de la experiencia y la realidad del contexto, no al contrario. Jesús hacía una exégesis
primero de la realidad y presentaba la verdad a la gente a la par que llevaba el mensaje. En otras palabras, el camino del
quehacer teológico se construye en la praxis del amor. Como acto segundo propone la reflexión crítica. Es, en mi opinión,
un tipo de teología “ascendente”.

III REFLEXIÓN FINAL: ¿HACIA DÓNDE DEBERÍA IR EL DISCURSO TEOLÓGICO DE HOY Y EL


DESAFÍO DE LA IGLESIA?

En el actual momento de globalización y concentración del poder en pocas manos, la Teología tendría que responder
vehementemente a las injusticias sociales derivadas de estos conceptos económicos neoliberales. Sin embargo, el quehacer
teológico de muchas iglesias, tanto protestantes como católicas, se ha enfocado en las aspiraciones egoístas de unos pocos
líderes que han concentrado para sí el poder religioso y las riquezas económicas a expensas de su grey. La teología actual
debería responder a esa visión materialista y secularista, nuevamente, con las verdades del reino de Dios. A pocos les apetece
el reino de Dios porque no es mucho lo que ofrece, no es muy visible, demanda mucho y da poco, pero es el medio por el
cual Dios ha querido que los hombres puedan alcanzar la justicia y la paz, pues el reino de Dios es, en primer lugar, espiritual,
no material (Ro 14,17: “porque el reino de Dios no es comida, ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”).

Sin esta proclamación espiritual de la verdad del evangelio, expresado por Jesús en términos de amor a Dios, entrega y
servicio al prójimo, cada quien estará construyendo “su propio reino”, pero no el de Cristo. Considero, desde la perspectiva
de Tillich, que se hace relevante volver al campo de la afirmación de la verdad del mensaje cristiano que, indudablemente,
traerá como resultado el compromiso (o actualización) en la transformación del individuo. En el presente de nuestra sociedad
colombiana, ni lo uno ni lo otro se está haciendo bien. No hay mucha afirmación de la verdad, hay más bien “negociaciones
de la verdad” a expensas de intereses personales, y poco o casi nada de compromiso con esa misma verdad y lo que implica
en términos sociales.
La situación de violencia, muerte, injusticia y corrupción en el país muestran claramente que el reino de Dios no está siendo
predicado como debiera ser, y que al parecer, cuando se predica, la gente no está entendiendo. Y no entiende porque no se
expone bíblicamente, porque no hay una sana doctrina (II Tim 4,3; Ti 1,9). No se pueden esperar profundos cambios
individuales y sociales, mientras no haya una razón que supere la codicia personal; mientras el creyente no sea impulsado
por el amor a Jesucristo y motivado por buscar primeramente su reino y su justicia, cada uno estará pensando cómo
“aprovecharse” de Dios y de la Iglesia para edificar “su propio reino”, falseando el mensaje bíblico y minimizando la ética
y la moral cristiana.

El quehacer teológico de la Iglesia, en general, ha de ser más predicación, más oración y más compromiso social que
equilibren posiciones teológicas como las planteadas por Tillich y Gutiérrez, donde la teología recupere su lugar en una
sociedad secularizada, ávida de verdades corresponsables con un buen testimonio en los creyentes. En ese sentido, la
teología debe responder a los males sociales de los tiempos actuales, recuperando el estudio crítico-científico de la Biblia,
propuesto por la teología liberal aplicado a las ciencias sociales, entre otras, proveyendo nuevas herramientas para la
exégesis bíblica y respondiendo no desde el escritorio, simplemente, sino desde la práctica social y defendiendo a ultranza
la verdad central del evangelio como lo hace la escuela teológica conservadora. Que la teología sea hoy más afirmación del
mensaje cristiano y más actualización del mismo, esas parecen ser las labores más urgentes de la iglesia moderna, y es,
también, lo que esperaría el mundo del cristianismo.

[1] Un breve extracto de la teología dialéctica se puede consultar rápidamente


en: http://es.wikipedia.org/wiki/Teolog%C3%ADa_dial%C3%A9ctica
La teología dialéctica se levanta contra el progresismo historicista y racionalista de la teología liberal y afirma la
imposibilidad de una teología humanista, cultural y acomodaticia a los intereses coetáneos. Según la postulación de Barth,
la teología dialéctica sigue el mismo razonamiento que Hegel reformuló en filosofía (Tesis-Antítesis-Síntesis). Según Barth,
el epíteto “dialéctico” obedece a:

Tesis: Somos teólogos y, en cuanto tales, debemos hablar de Dios.

Antítesis: Pero somos hombres y, en cuanto tales, no podemos hablar de Dios.

Síntesis: Debemos hacer ambas cosas, y nuestro ‘deber’ (Sollen) y nuestro ‘no-poder’ (Nicht-Können) deben honrar a Dios.

[2] Una lectura rápida de aproximación a esta temática se puede hacer en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Hip%C3%B3tesis_documentaria
[3] Tillich, Paul. Teología Sistemática. vol I. Chicago: Ediciones Ariel S.A, 1972, pág 15.
[4] Aquí se puede ver una entrevista de Gustavo Gutiérrez sobre este particular:
http://www.youtube.com/watch?v=3iw1bV3rixw

Por Uriel Arévalo Mora (M. Div)


Seminario Teológico Reformado de Colombia

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