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La Corona está formada por ramas verdes, que representan la vida y la esperanza.
Nos llevan a que Cristo está vivo, a que nuestra vida debe llevarnos a una unión
estrecha con Dios Padre, como el árbol y sus ramas.
La forma circular de la Corona hace que esta no tenga ni principio ni fin, simbolizando
unidad y eternidad. Como el amor de Dios, que es y será eterno y constante.
En muchos lugares las velas de la Corona de Adviento son tres moradas y una rosada
que se enciende el Tercer Domingo de Adviento. El color morado representa el espíritu
de vigilia, penitencia y sacrificio que debemos tener para prepararnos adecuadamente
para la llegada de Cristo. Mientras que la rosada representa el gozo que sentimos ante
la cercanía del nacimiento del Señor. En algunos lugares, todas las velas de la Corona
se sustituyen por velas rojas y en la Noche de Navidad, en el centro, se coloca un cirio
blanco simbolizando a Cristo como centro de todo cuanto existe.
Tradicionalmente las cuatro velas llevan distintos colores según la semana que
representan, morado, verde, rosa y rojo.
La vela verde puede ser sustituida por una vela de color azul celeste, con la que
estaríamos aceptando la justicia de Dios.
La vela rosa será encendida el tercer domingo del mes y con ella estaríamos
simbolizando la alegría que sentimos por la llegada de Cristo.
La vela roja sería encendida en último lugar y con ella representamos y confirmamos
nuestro amor incondicional a Dios Nuestro Señor y él a nosotros.
Y por último la vela blanca que se enciende el día 25 de diciembre y como hemos
comentado se colocaría en el centro de la corona. Con esta vela, que simboliza la
pureza, estaríamos representando la llegada y presencia de Jesucristo, al que
estaríamos dando la bienvenida.
Los adornos de la Corona son unas manzanas rojas y un listón rojo. Las manzanas
representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva. Hablan, pues, del pecado
de la expulsión del paraíso y el anhelo permanente del hombre de regresar a él. Por
eso el listón rojo significa el amor de Dios que nos envuelve y nuestra respuesta
también de amor a ese amor de Dios.
La Corona es un precioso símbolo litúrgico, nos lleva por cada una de las partes
del adviento y nos recuerda la cercanía y presencia del Señor.
Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la Vida.