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Aracno

Telares de misantropías tejidas aunaban cielos del gran arácnido. Perplejando iras peninsulares
asechaba hasta morir hallando; hallando, colmando y atrapando, huellas de presas convulsas.
Así murieron insectos de compensativos miramientos.
Así tejió su red el anfitrión de nauseabundos ojos.
Así holló, así ufanó, así tejió su telar el arácnido celestial.
La gran araña desplazaba cada ventrílocuo de incitaciones ahuecadas. La gran araña desplazó el
meticuloso ademan de reinar caóticamente sobre sus huéspedes. La gran araña, ella, premió cada
presa con venenosas irritaciones ante la duda de su soledad.
Telares de misantropías tejen aunando cielos del gran arácnido. Perplejando iras peninsulares
asecha hasta revivir soliloquios de insectos asfixiados; capturados bajo sus vuelos por un tenaz
arácnido tremebundo, aunque capaz, aunque corpuscular, aunque benévolo.

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