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Opinión

Gustavo Tovar-Arroyo
ND

Una tocadita de nalga ética


Quien lucha, encara y desafía
Cada quien tiene su estilo de encarar a la dictadura, yo tengo el mío. Es criticado o agradecido, pero es el mío. Al menos, encaro y desafío. No me silencio, no
reculo; escribo y hiero.
Es una forma de lucha noviolenta porque, pese a lo incisivo e hiriente, no busco doblegar a nadie, sólo aspiro despertar conciencias críticas, que al fin y al cabo son
las semillas de toda rebelión.
La sátira es el hacha con que un escritor rebana las falsedades de una dictadura. Los malditos pueden invadir nuestras casas, pueden encarcelarnos, torturarnos o
asesinarnos, pero jamás podrán doblegar ni borrar nuestras burlas. Ellas punzan, desgarran, se hunden en la mente de los autócratas y en ellas permanecen por
siempre.
Son estigmas que desarticulan sus arrogancias y que destrozan sus soberbias. Se clavan hondo, hondísimo, en sus espíritus y los enferman hasta el colapso.
La lucha noviolenta no necesita balas para imponerse, necesita palabras desafiantes, burlas, sagacidad e irrespeto. Hay que “desautorizar” al autócrata; hay que
despertar conciencias.
Yo intento hacerlo.

Una tocadita de nalga ética

José Vicente Rangel está harto de que la dictadura chavista se deje “tocar las nalgas” por mis escritos (palabras de él, no mías).
Según me dicen, son continuas sus alertas sobre las pésimas consecuencias que tienen mis “hirientes” sátiras en el seno del propio chavismo: ¿quién puede
“obedecer” a alguien que es avergonzado públicamente de modo tan descarado y con secuelas tan desternillantes y bufas (como invadirme y robarme la casa)?
Para José Vicente, el permitir que ridiculicemos a Maduro y Cabello con semejante desparpajo no sólo es degradante y vergonzoso para la “revolución”, es algo peor:
es deprimente. Menoscaba la autoridad del alto mando y baja la moral de la militancia, la deprime, se pierde el respeto. Y que se pierda el respeto sobre el
“poder”, sea este autoritario o no, menoscaba su autoridad y desvanece su fuerza: lo derroca.
Rangel no se equivoca, una tocadita de nalga ética a la dictadura no sólo es un acto desafiante, es algo más, es un acto liberador, es un “golpe suave” en contra de
la autocracia que termina “desestabilizada” y derrocada.
(¿Será por mis tocaditas de nalga ética por lo que Diosdi me acusa de ser su conspirador, su prófugo?)
Yo me río y sigo.

Colear al toro de la dictadura

Mi intención no es “tocarle la nalga” a nadie, mucho menos a ese par de bodoques grasientos que son Maduro o Cabello, la sola imaginación del acto me da asco, mi
intención es ripostar, encarar, desafiar, colear al toro de la dictadura hasta su derrumbe y caída definitiva.
Las condiciones del país no son nada normales, mucho menos puede ser nuestro lenguaje. No es posible ni aceptable que ante un bochorno histórico como el que
Maduro y Cabello han impuesto, ante una degradación nacional e internacional de semejante envergadura, uno responda con mojigaterías o corteses boberías.
Insisto: no es posible ni aceptable.
La hora de los alelados quedó atrás cuando no se supo reivindicar la victoria electoral de abril de 2013. Mucho de lo que estamos viviendo hoy, la pérdida de la
Guyana Esequiba, la humillante claudicación ante Cuba, el desmembramiento de la nación y el colapso total de la república se deben a que quienes tenían la
obligación de rescatar al país por mandato soberano del pueblo (que se expresó a través del voto) no se atrevieron a hacerlo.
Fueron corteses, timoratos, no se atrevieron a colear a la bestia salvaje de la dictadura, se acobardaron, recularon. En cierta medida estamos hundidos en esta ruina
por su blandenguería.
Ojalá el pánico no se repita en las parlamentarias.

Al bufón del mundo hay quienes lo llaman “presidente”

No entiendo cómo puede existir un solo venezolano que le diga “presidente” a Maduro. Nadie que se respete a sí mismo puede hacerlo, basta de melindreses,
llamemos al payaso del circo revolucionario por su nombre.
Si en realidad la historia de Venezuela y su heroicidad han sido lo que sabemos que fueron no podemos reducirnos a tal encogimiento. Hay que tener dignidad, hay
que ser venezolanos, hay que despreciar tajantemente a Maduro por la destrucción total de la nación y su traidora subordinación a Cuba.
En todo caso él no es un “presidente”, es un payaso dictatorial. Otro más, acaso el más bufo de todos los siglos latinoamericanos, pero lo es. Su único poder reside
en que su “amado” lo dejó como sucesor. Venezuela se destruye a sí misma por esa inédita y escandalosa sucesión entre amantes.
No es una tocadita de nalga ética lo que digo, es una realidad histórica.

La hora de las definiciones

Leí los comentarios más reveladores y motivantes sobre mi entrega “La apoteósica victoria moral de Leopoldo López”. Esos comentarios me impulsan a creer aún
más, mi esperanza se ensancha.
Para mí no hay duda, a Venezuela ?esa bella palabra que eres tú le sobra espíritu de lucha, no se ha cansado ni rendido. Sigue, seguimos, no hay manera de que la
dictadura nos doblegue. Está esperando el momento y el liderazgo para rebelarse, no soporta más la desvergüenza chavista.
Pese a ciertas absurdas mezquindades contra Leopoldo, algunos chistosos celos y pocos pero siempre presentes lunatismos, cada día son más los venezolanos (incluso
chavistas) que se admiran de su resistencia y fortaleza espiritual, cada día son más los que le reconocen su extraordinario sacrificio y lo siguen.
Con su ejemplo algo cambió en la manera de hacer política en Venezuela, se reivindican la entrega, el sacrificio y la fuerza espiritual como transformadoras de
realidades sociales. La vara moral está muy alta.
Es importante saber que de ahora en adelante no bastarán tocaditas de nalga éticas para liberarnos del toro salvaje de la dictadura, habrá que colearlo, cambiar el
lenguaje, sudar, empujar, forcejear hasta derribarlo y derrumbarlo.
No hay más remedio, es una exigencia ética, una obligación patria. Ese momento está cerca, muy cerca. Hemos tomado al chavismo por la cola, ahora hay que
derrumbarlo y amarrarlo.
La suma de tocaditas de nalga éticas marcaron la diferencia, en Venezuela se alzó la conciencia crítica. La bestia dictatorial se desvanece, está vencida.
Maduro y Cabello, en su escalofrío, están más bufones que nunca.
¿O no José Vicente?

@tovarr

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