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Los cines son empresas comerciales que deciden qué películas pasan y
cuáles no. Ninguna cadena comercial exhibe pornografía, por ejemplo.
Hay un consenso mínimo sobre eso, y los directores de esas cintas no
están presionando para que Cinemark las ponga en cartelera. Otras
veces los cines deciden recortar la exhibición de películas que no les
dan dinero. Y a veces hasta apuestan por cintas que, a pesar de no ser
taquilleras, son relevantes por razones culturales. Las cadenas evalúan y
deciden todo el tiempo. Decenas de películas que se hacen en las
regiones -muchas de ellas verdaderos fenómenos comerciales- no llegan
a los multicines. Así es el negocio.
Muchos ciudadanos hemos firmado una carta donde pedimos que las
cadenas de cines que no exhiban la película La paisana Jacinta. Con
ella, no estamos exigiéndoles que la censuren sino que ejerzan -con las
evidencias conocidas- su decisión de no pasarla, como hacen con otras
películas. Las cadenas no exhiben (por ahora) películas que alientan la
pedofilia. ¿Por qué sí promueven una cinta racista? Este fábula comercial
ya es noticia internacional: «Interpretada por un hombre blanco
travestido, la Paisana Jacinta retrata a una de esas mujeres andinas que
ha migrado a Lima, donde su español pobre, falta de educación y
modales rurales son el continuo foco de un humor procaz», ha escrito el
periodista estadounidense Simeon Tegel, asombrado de que algo así
exista en la actualidad. El siglo XXI es una fantasía: el momento en que
entendemos que todas las edades de la Tierra siguen vivas en el
presente.