Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
S
S “Publico esto en pedazos porque tengo que comer. El cura
que me censuró es un desdichado” (Acróstico en “Notas
para un prólogo”, El bonito crimen del carabinero y otras
invenciones, 1947)
Recepción de la novela
S
El 27 de octubre de 1954 CJC le escribe a su viejo amigo José María
Valverde, quien reside en Roma y le ha pedido de parte del hispanista
Vittorio Bodini un ejemplar de La colmena, lo siguiente:
“Lamento no poder complaceros al amigo Vittorio Bodini y a ti. La
colmena, gracias a los buenos oficios de la Santa Madre Iglesia,
siempre tan preocupada en velar por la pureza de las costumbres, está
prohibida. De otra parte, los desobedientes que nunca faltan,
desoyendo las prudentes palabras y las pías consignas de quienes
saben más que ellos –y más que nadie- y se desviven por volver al
redil a las ovejas descarriadas, etc. se empeñan en comprarla y en
leerla -¡muchas cuentas tendrán que dar a Dios!- y la han agotado.”
S “Mi novela como usted verá, no es ciertamente, una novela
para señoritas, pero sé bien que tampoco es eso lo que usted
espera de mí. La novela, en el mundo entero, camina por
unos derroteros de cruda y descarnada moral –que a los
timoratos podrá parecerles inmoralidad- y no quiero ni debo
sustraerme a lo que considero obligado.” (Carta dirigida a
Enrique J. Nölting, administrador general de Emecé)
S “Al año siguiente de su publicación en Buenos Aires, en los
cursos de verano para extranjeros, Antonio Vilanova recomendaba
a los alumnos la lectura de la novela de Cela.” (Rafael Borrás
Betriu)
S Camilo José Cela cuenta, narra, mejor dicho, transcribe diálogos de aire textual,
con impasividad y objetividad fotográficas. Los personajes son presentados
sucesiva o alternativamente, por modo fragmentario, imbricándose escenas y
destinos en revueltas y ásperas corrientes. Sin duda, la técnica no es nueva— desde
Manhattan Transfer ha cobrado carta de ciudadanía de muchas literaturas—, pero
sí el vigor, la sobriedad que el autor de La Colmena aporta. Por todo estos motivos,
por la intención subyacente—tanto más eficaz cuanto menos expresa—que
atraviesa su páginas, esta novela—aparte sus valores intrínseco— podrá ser
interpretada como un testimonio acusador de primer plano. (Guillermo de Torre,
«Un testimonio español, 1951)
Lo único que puede afirmar, es que empieza en un Café de Madrid, y termina en
un prostíbulo. Entre esto dos extremos, suceden la mar de cosas…y no pasa nada.
Y vayamos ahora por las partes u orillas que más en calma ha dejado el entusiasmo. Digamos
primeramente que el lenguaje es pura, exquisita, perfección conversacional. Digamos, también,
con este especial modo de tomar las cosas por la tremenda que en su novela la construcción
adquiere caracteres importantes de pequeño monumento perfectamente terminado.. (…) Un
monumento elevado con humildad, sin la plebeyez histriónica y gargantual de algo que tiene que
quedar por decreto.
Así pues nos parece La colmena el fruto maduro de un gran novelista, de nuestro mejor novelista
contemporáneo, que ha sabido amordazar con esta obra a aquellos que después de su Pascual
Duarte levantaron el gallo de la duda de una continuidad». (Ignacio Aldecoa, «Crítica al aire»,
Radio SEU, Madrid, 2-6-1951)
S «Todo lo que ocurre allí es verdad y está consignado con
nombres y localizado en una ciudad y en una época; mas esta
fuerza de realidad el novelista la escamotea en virtud de su
invención. La falta de argumento y de tesis da aun más fuerza a
esta realidad que, moviendo en un mundo de pobres y
desgraciados seres, llegan estos a adquirir categoría de héroes.
S Pienso que este novelista puede crear una gran novela, ya con
arquitectura argumental, pues aquí, en esta su última novela,
vemos los materiales humanos suficiente para acometer una
empresa mayor». (Francisco de Cossío, “Cada día una novela”,
Madrid, 6-6-1951)
S Pero la objetiva proyección de un fragmento de vida—sin
exposición, nudo ni desenlace, porque la vida carece de
este falso sistema—no excluye la presencia del novelista,
del autor, en toda la obra. Existe un cariño latente del
escritor por sus personajes: les deja salvarse o perderse,
porque cada uno de ellos tienes su albedrío, pero no sin
expresar una ternura paternal y conmovedora por cada uno
de ellos y sus hazañas. (Eduardo Haro Tecglen, “Un gran
libro de Camilo José Cela La Colmena”, Diario de África,
Tetuán, 29-6-1951)
Frente a la condensación intensificada de la acción novelesca en una única historia y una sola
intriga argumental, a cargo de uno o varios protagonistas, en torno a una idea vertebradora que da
intención y sentido a los hechos narrados, Cela ha hecho suya la técnica gideana del contrapunto
narrativo, iniciada en Les Faux Monnayeurs [1925], basada en la fragmentación y discontinuidad
del relato, mediante la sucesión encadenada de los puntos de vista complementarios que nos
ofrecen, de manera recurrente y alterna, los personajes que lo protagonizan. Este nuevo
método, adoptado y recreado posteriormente por el gran novelista inglés Aldous Huxley, que lo
llevó a su perfección definitiva en su famosa novela Contrapunto [1928], no sólo permite aplicar la
técnica del enfoque próximo a las escenas descritas y retratar a los personajes en su dimensión
más profunda, sino que constituye un vehículo inapreciable para captar en toda su integridad los
más diversos estratos de la geología social.
(…) Aquí el hambre preside la vida entera de los seres que se agitan y bullen por las páginas de este libro, sin
atenuantes que pretendan velarlo ni moralizaciones que quieran mitigar su crudeza para ocultar una realidad
demasiado dura. Y si la necesidad biológica y acuciante del hambre preside el curso de estas vidas y decide su
miseria triste, su desmedrada flaqueza, su pesimismo sombrío y su derrota moral, la sensualidad más grosera y
abyecta impulsa el limitado horizonte de sus sueños.
No estamos frente a una regresión del hombre a sus instintos primarios, sino a una captación veraz e
implacable, traspasada por una honda piedad humana y por una incalculable delicadeza, de la vida
cotidiana y real de nuestros días.
Y frente a este retablo abyecto y sobrecogedor, el genio lúcido y penetrante del autor, cuya prosa incisiva,
gráfica y cortante cala hasta las más íntimas entrañas de sus personajes, espectros sonámbulos, trágicos
esperpentos, marionetas grotescas, tristes muñecos de un tablado de guiñol, que cobran vida, sufren y gozan,
sueñan y mueren (…).
1. La colmena ha tenido que editarse en la Argentina por una serie de causas que suponemos son las mismas que han impedido que el libro
—la más importante novela española de nuestros días—saliera a la venta pública en España.
2. Los periódicos y revistas del país, a quienes privadamente se remitieron ejemplares de la novela, han publicado críticas y comentarios
que, en general, podrían resumirse así:
a) La colmena es una obra estupendamente escrita que nos recuerda las novelas de Baroja.
b) ¡Lástima que sea tan pesimista! ¡Lástima que sea tan inmoral!
c) (Apartado reservado exclusivamente a críticos amigos o conocidos de C.J.C.) Querido Camilo: no sabemos por qué eres así escribiendo.
Con lo buenas que serían tus novelas con menos pesimismo y un poquito más de decencia, lo justito para guardar las formas. La vida no
es tan fea como te crees, especialmente cuando una ha liquidado los gusanillos de su conciencia y ha encontrado algún enchufe de esos tan
estupendos. Escribe, hijo, porque sabes mucho, pero procura que eso de La colmena no se repita.
3. Pasando de la anécdota a la categoría, algunos clarividentes han empezado ya a hablar de lo insoportable que se está poniendo la
literatura patria con tantos “monstruos, prostitutas, pervertidos y náuseas”. (El desorientado lector podrá ilustrarse leyendo un artículo
publicado en Arriba, por Federico Sopeña, que ha producido furor en los medios optimistas y angélicos del país. El dramático título del
artículo es “¡Basta, por Dios!”).
S
Aun a riesgo de caer en el tipismo –que tampoco, bien mirado,
habría de considerarse una desgracia– merecería la pena pararse
un punto a clasificar nuestra fauna humana: esa esquina en la que
un Cardenal Cisneros puede nacer al lado de un Pascual Duarte,
un Hernán Cortés a la vera de un Lagartijo, una reina Isabel a
orillas de una Chelito, y un Cid Campeador codo con codo con un
Tomás de Antequera y perdón por la manera de señalar.
S
Ambientes
S La ciudad
Espacio: Madrid como
personaje
S
1.ª jornada: HUMILLACIÓN I (la tarde)
POBREZA II (anochecer)
SEXO IV (noche)
S «La mañana sube, poco a poco, trepando como un gusano por los
corazones de los hombres y de las mujeres de la ciudad; golpeando,
casi con mimo, sobre los mirares recién despiertos, esos mirares que
jamás descubren horizontes nuevos, paisajes nuevos, nuevas
decoraciones. La mañana, esa mañana eternamente repetida, juega
un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa
cucaña, esa colmena...» (Capítulo VI. Repetición)
S HUMILLACIÓN I
S POBREZA II
S ABURRIMIENTO III
S SEXO IV
S ENCUBRIMIENTO V
S REPETICIÓN VI
S Unidad:
S Reaparición de personajes, lugares, recurrencias temáticas
S Oposición: contrapunto
S Transición mecánica (repetición de acciones equivalentes)
Temporalidad
S
Modalización narrativa
S Múltiples perspectivas
S Tres voces:
S Personajes (diálogos y monólogos)
S Narrador : omnisciente
S Autor implícito: valora, amonesta, advierte al lector
Narrador omnisciente
S
S Tiembla en la novela la sustancia misma de la vida, como tiembla
en el río la esencia misma del movimiento. En tanto que camino
la vida, cabe pensar que las páginas que caminen a su ritmo son
las páginas de una novela. (“Notas para un prólogo”)