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Jony dos Piñas ¡Bum! ¡Bum! levanta la guardia y con solo dos zancadas ocupa el centro del
ring como si fuera un Ta–Te–Ti, donde el que mueve primero toma ventaja ocupando el
centro.
Cachito, recibe palmadas de apoyo de Jaime y Augusto, le devuelve el mate a Doña Gladys y
se persigna. Se pone serio por primera vez, aprieta sus labios ocultando por completo el
protector y con los puños hacia adelante se agazapa, arquea su espalda y avanza paso a
paso. Se inclina de izquierda a derecha como buscando el mejor flanco por donde atacar.
Imita los movimientos que vio en las películas, se ve y se siente como un experto.
Jony dos Piñas ¡Bum! ¡Bum! mira sorprendido a este flacucho desgreñado que se le acerca
decidido sin medir las consecuencias, parece una polilla atraída hacia la luz del fuego.
Cachito llega justo frente a su adversario que sigue con atención cada uno de sus
movimientos y no se hace esperar, se inclina por última vez hacia la derecha y al
enderezarse, lanza su primer golpe, similar a los que ayer practicó con Jaime, idéntico en
velocidad y trayectoria, el puño enfundado en ese inmenso guante rojo, asciende
describiendo una curva en el aire, al llegar a su punto más alto, invierte la pendiente y cae
directamente hacia su objetivo, como un meteorito, ¡im-pre-sio-nan-te!, los ojos de Jony se
ven atraídos por la trayectoria y parece que esta vez... duda, sí, parece dudar, pero ya es
tarde para levantar la guardia o esquivar ese misil, duda entre cerrar los ojos y anticipar la
mueca que amortigüe el impacto o seguir firme hasta el final, mirando, pase lo que pase.
Jaime cruza los dedos y cierra los ojos, espera un final distinto al que ya conoce.
El puño de Cachito, zumba en el aire. De pronto, algo sucede, una contraorden, en el último
instante se produce una desaceleración, como si se agotara el combustible en la recta final y
así termina, acariciando suavemente el mentón de Jony dos Piñas ¡Bum! ¡Bum!
Mientras espera una repuesta que no llega, Cachito saca otro golpe, esta vez con la
izquierda, similar al anterior, la misma velocidad, el mismísimo recorrido, aunque del lado
opuesto, el zumbido se repite, también el inesperado final. Inmediatamente otro con la
derecha y de nuevo con la izquierda, hasta que, por fin deja caer los brazos al costado del su
cuerpo y retrocede, arquea las cejas y se quita el protector para decirle al campeón que sigue
inmóvil:
Los espectadores alcanzan a oírlo, también el resoplido de Jony Dos Piñas ¡Bum! ¡Bum!, que
exhala con fuerza el aire contenido. Vuelve la imagen del toro a punto de arremeter.
Todos miran para un costado, buscando el gran reloj de la pared, desean que falte poco, que
se termine lo que a esta altura promete ser una pesadilla y solo van treinta segundos.
Nadie percibió que los golpes fueran inofensivos, solo el Jaime que los probó en sus propias
manos y ahora Jony que los recibió en ambos lados de su cara. El público vio que los
tremendos golpes de Cachito no lograron conmover, ni siquiera pestañear al Campeón.
Al ver que falta una eternidad, la hinchada vuelve a alentar a su luchador con más fuerza que
antes:
- ¡CACHIIITO!… ¡CACHIIITO!…
Están convencidos que la energía emitida y el deseo de ganar, dotará a Cachito de la fuerza
necesaria para imponerse, por eso siguen y siguen:
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- ¡CACHIIITO!… ¡CACHIIITO!…
Jony Dos Piñas ¡Bum! ¡Bum!, sale de su letargo y se dirige decidido a terminar el encuentro.
Cachito lo ve venir, apura el último sorbo del segundo mate que Doña Gladys le está
sosteniendo por entre las cuerdas y escucha el sabio consejo de sus entrenadores:
- ¡Rajá!
Sin darle la espalda al campeón, Cachito retrocede dando pasos rápidos, seguido, acechado
en cada movimiento, dibujan un círculo sobre el escenario. El árbitro quedó atrapado en el
centro de la rotación y por dar vueltas en el lugar empieza a sentirse mareado.
La diferencia se acorta y Cachito ve a Jony cada vez más grande, pronto lo va a alcanzar. Por
eso cambia su estrategia y le da la espalda para correr más rápido.
Parece funcionar, tres vueltas, cuatro y el primer minuto de la pelea ha transcurrido, don Artuz
se tambalea y se queda mirando al horizonte conteniendo.
Solo faltan dos minutos y parece posible aguantar, Cachito pone tanto empeño en no ser
alcanzado, que no advierte la maniobra de Jony.
Sucedió tan rápido que nadie pudo alertar a Cachito, que seguía a toda carrera con la mirada
en el suelo. De pronto se detiene al toparse con un par de botas acordonadas, subiendo la
mirada descubre unas corpulentas rodillas, un short largo de acetato negro, un cinturón ancho
con letras doradas que no se detiene a leer, porque ya está viendo la cuadrícula del abdomen
y en lo alto, observa que la cabeza de Jony y sus dos guantes tienen volumen y forma similar
y se encuentran alineadas a la misma altura como si fuera un monstruo de tres cabezas,
Cachito abre grandes los ojos y arquea las cejas, si fuera un perro tendría las orejas caídas y
la cola entre las patas, traga saliva y el ruido que hace se escucha hasta la vereda.
Mil quinientas cincuenta y dos personas entre hombres, mujeres y niños, se ponen en la piel
de su amigo. Todos se sienten Cachito, si pudieran bajar las orejas lo estarían haciendo.
Todos tuvieron el mismo sueño de gloria y ahora el miedo por lo que siga los paraliza.
Jony dos Piñas ¡Bum! ¡Bum!, está listo para definir la pelea, este es su momento. El bulto que
cachito ve a la izquierda, el puño derecho de Jony comienza a disminuir de tamaño y no es
que se encoja, sino que retrocede, toma distancia para salir disparado hacia él, hacia el rostro
resignado del representante Chorrillero.
los primeros cuarenta y cinco segundos de la pelea, el puño sigue retrocediendo, ya no hay
vuelta atrás, si sobrevive al primer golpe el segundo será definitivo.
Apretamos los labios y guiñamos el ojo izquierdo, con los hombros a la altura de las orejas
nos anticipamos al dolor que se avecina, lo mismo hace Cachito, además de arquear en un
solo gesto la nariz y la esquina de la boca abriendo una ventana triangular que deja ver
nuevamente el protector.
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CAPITULO 7
En el mismísimo dramático instante que no queríamos ver, sucedió, de pronto una oscuridad
total no nos deja ver, se cortó la luz, si, simplemente, se cortó la luz. Que sensación increíble,
rodeado de mil quinientas cincuenta y dos personas, a oscuras, en completo silencio, tanto
silencio que un grillo en algún lugar nos avisa que no estamos sordos.
- PRAFFFF!...
Un ruido pesado, como bolsa de papas contra el parche de un bombo, sin dudas tiene que ser
un cuerpo desplomado sobre la lona del ring. Por eso se nos escapa a coro un…
AUCHHH!
Que confusión!..., los oídos zumban por el silencio que ahora es absoluto, las pupilas
inútilmente dilatadas por el esfuerzo de ver algo en medio de la oscuridad y de repente ahí
está de nuevo, en medio del desconcierto, la luz regresa. Nos cubrimos los ojos porque los
reflectores parecen ahora más brillantes, pero rápidamente nos adaptamos a la nueva
claridad y logramos ver la imagen tan temida. El señor de negro aplaude exaltado y solo un
hombre de está de pie en el centro del ring, triunfante con los brazos en alto, “Jony dos Piñas
¡Bum! ¡Bum!”,… caído a sus pies, derrotado… Cachit…, no…, pero…, Cachito no, quien se
encuentra aturdido en el piso es Don Ismael Artuz, pero… ¿cómo es posible? ¿Dónde está
Cachito? De pronto un sonido extraño atrae todas las miradas, un sonido conocido solo por el
Jaime y el Augusto…
- Ggrgrgrgr.
Y nuevamente
- Ggrgrgrgr.
… en una esquina del ring, se encuentra sentado en su banquito, muy tranquilo terminando
un mate, si, él, intacto y otra vez sonriente, Cachito.
Estallan las tribunas, renacen los cánticos, los bombos y los platillos de la comparsa y un solo
nombre que resume la alegría de los presentes:
- ¡CACHIIITO!… ¡CACHIIITO!…
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Esta gente sencilla y buenaza, tendrá para contarle hasta a los nietos de sus nietos, si Dios
quiere y la salud los acompaña (como siempre dicen).
Pero… la historia no ha terminado…., lo mejor, lo más increíble todavía está por venir…
Tanto enojo en el árbitro, le impiden advertir que nuestro amigo aún lleva el calabacita en su
mano derecha y al alzarle el brazo con tanta fuerza, sale disparado hacia lo alto girando a
gran velocidad, calabacita y bombilla unidos en una danza que sube y sube trepando por una
escalera invisible, una vuelta, dos, tres, cada vez más alto, para la decima vuelta parece ir
más lento, está perdiendo el impulso inicial… hasta que en un punto justo del aire, se detiene
a unos cinco metros de altura, un interminable instante, donde el mate parece sostenido por la
fija mirada de un mar de ojos, es un momento eterno, el mundo sigue su ritmo y el mate
permanece suspendido, desafiando todas las leyes de la gravedad, hasta que de pronto,
como todo lo que sube tiene que bajar, lentamente comienza la inevitable caída, pero esta
vez sin giros, al encontrar un punto de equilibrio, cae acelerando con una pequeña inclinación.
Público, arbitro y luchadores son ahora espectadores de un simple y pequeño protagonista,
un calabacita loco que en el lugar justo y en el momento más oportuno se transforma en el
centro de las miradas. Nunca nadie olvidará este mate y no por sus acrobacias aéreas, que
seguramente serán apreciadas, sino por el aterrizaje tan certero, tan calculado
milimétricamente como broche de oro de su fugaz show.
- ¡Tuc!... Fue el sonido hueco, contra la mollera del corpulento campeón, que se pone
bizco al verlo llegar.
- ¡JA JAJAJAJAJA!… Las inevitables carcajadas no se hacen esperar.
Como los árboles hachados por el papá de Cachito, que caen lentamente, así lo hace Jony
dos Piñas ¡Bum! ¡Bum!, con la boca abierta y los ojos aún bizcos.
- PRAFFFF!...
- ¡CACHIIITO!… ¡CACHIIITO!…
El público enardecido….
- ¡CACHIIITO!… ¡CACHIIITO!…
El árbitro que ya había dado por terminado el encuentro, no quiere perderse este momento e
inicia la cuenta…
- Uno…, dos,… tres… (señalando a Jony una y otra vez) nueve y dieeez!
- ¡CACHIIITO!… ¡CACHIIITO!…
Estalla la fiesta en el Social, el sueño se cumplió, la comparsa hace sonar sus clarinetes y un
grupo de nenas murgueras con sus plumas y lentejuelas, sube al cuadrilátero bailando al
compás de los tambores, el relator oficial que tampoco desea perderse este momento, toma
el micrófono y dice:
Hace una pausa al ver que Jony dos Piñas ¡Bum! ¡Bum! reacciona e intenta ponerse de pie, al
levantarse, podemos ver que ha dejado en el piso algunos de sus dientes. Por eso el pícaro
locutor se entusiasma y rebautiza a los púgiles…
FIN