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IGUALDAD DIGITAL

scribir en el medio de la tormenta, tratando de ver qué


pasará mañana cuando esta amaine, es una tarea muy
difícil. Todavía estamos ante la urgencia de evitar que la
pandemia siga llevándose vidas. El dolor de todas las familias que
han perdido un pariente es un dolor muy fuerte, que nos duele a
todos. De manera particular, pienso en todo el personal de salud:
médicos, enfermeras y técnicos que han perdido la vida por el
COVID-19.

Aunque parezca una eternidad, solo hace unas semanas teníamos


un amplio consenso sobre la agenda pública: la lucha contra la
corrupción, enfocada en la reforma del sistema de justicia; y la
reforma política. Lograrlas parecía un objetivo alcanzable para el
próximo año. Por supuesto, siguen siendo ineludibles, pero hoy
estamos confrontados con un nuevo contexto: la pandemia ha
puesto de manifiesto la gran debilidad estatal a la que estamos
expuestos y ha colocado en el centro del interés público la urgencia
de lograr consensos para reformar (al menos) nuestro sistema de
salud y la educación pública. Dos reformas críticas para nuestras
vidas y para enfrentar la profunda inequidad de nuestra sociedad.

Poniéndonos en modo bicentenario, podemos decir que se trata


de inequidades presentes desde la creación de nuestra república
y que 199 años han sido insuficientes para lograr los postulados
de su creación: una república de ciudadanos iguales en dignidad
y derechos. La pandemia nos está mostrando en su plenitud la
promesa incumplida, pero también ha evidenciado con claridad
desafíos impostergables.

En poco tiempo nos hemos encontrado en situaciones límite y


forzados a redefinir prioridades. Una de las enseñanzas que nos
deja esta crisis es que los servicios básicos que debe brindar el
Estado de manera universal son la salud y la educación. Su calidad
tiene que asegurarse y es su deber. Todas las personas hemos sido

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testigos de que la única manera de enfrentar la pandemia ha sido
con el Estado, sus instituciones y la responsabilidad ciudadana. Es
una lección que va más allá de las circunstancias del COVID-19.

También hemos sido testigos del esfuerzo hecho para centralizar


la información de la oferta de salud con la que se contaba a
nivel nacional para atender la pandemia. Tomó más de un mes
organizarla, homogeneizarla y hacer que los que debían dar la
información lo hicieran, de tal forma que se pudiera planificar
centralizadamente la atención. En el sector educación fuimos
testigos de una búsqueda rápida y comprometida de respuestas
creativas e inclusivas para apostar por la enseñanza a distancia y
ganar en transparencia.

Lejos de retroceder en ese camino, iniciado por la necesidad


de responder a la emergencia, la celebración del bicentenario
debería ser un hito que selle la continuación de la ruta trazada.
Para ello, también se requieren acciones en un área que tiene
mucho camino por delante y es común a todas las reformas en las
que encontramos amplio consenso y que resumo en dos palabras:
gobierno digital.

Ese es un cambio que no aparece en el interés público ni en los


medios de manera tan clara como las reformas que he mencionado,
pero si el bicentenario debe ser un hito en logros republicanos,
también ha de serlo en la perspectiva de futuro. Más aún: el
gobierno digital es un componente clave de todas las reformas.

La necesidad de transformación digital, sin embargo, sí es


evidente para la mayoría, que comprende que la big data y la
inteligencia artificial son signos destacados de este siglo. Si
hemos sido testigos del enorme esfuerzo desplegado para hacer
frente a esta pandemia desde la ineficiencia actual del Estado, es
indispensable construir sobre lo poco que se haya podido avanzar
para acelerar exponencialmente la modernización del gobierno
en su transformación digital.

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“ Se requieren acciones
en un área que tiene mucho camino
por delante y es común a todas las
reformas en las que encontramos
amplio consenso y que resumo en
dos palabras: gobierno digital.
Si el bicentenario debe ser un
hito en logros republicanos,
también ha de serlo en la


perspectiva de futuro .

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Si hubiéramos tenido la capacidad de tomar decisiones basadas
en la evidencia que proporciona el análisis vertiginoso de múltiples
fuentes de información, hubiéramos sido mas eficientes en la
lucha contra la pandemia. Si la transformación digital que vive
el sistema financiero hubiera abarcado la inclusión financiera
habríamos avanzado en reducir la informalidad y podríamos haber
sido mucho más eficaces para llegar con asistencia económica
personalizada a tantos ciudadanos que lo requieren. Urgen los
recursos educativos digitales y la conectividad e infraestructura
de telecomunicaciones para que la educación asuma los desafíos
contemporáneos, cuente con herramientas digitales para mejorar
su calidad y no tropiece con la misma piedra.

La transformación digital también contribuye a la transparencia


en todas sus dimensiones, suprime intermediaciones, reduce la
corrupción y optimiza la trazabilidad del dinero. Si el Poder Judicial
tuviera plazos perentorios para implementar a nivel nacional y
en todas sus especialidades el expediente electrónico, y todo el
sistema de justicia fuese digitalmente interoperable, tendríamos
fundadas expectativas en una pronta y mejor administración de
justicia.

Necesitamos el gobierno digital YA. No partimos de cero. En


setiembre del 2018 se aprobó el decreto legislativo que establece
el marco de gobernanza digital, el cual permite el desarrollo
de los servicios digitales, la interoperabilidad del Estado, la
implementación de los servicios públicos en línea y el intercambio
electrónico de datos en todos los sectores y niveles del Estado.
¿Pero cuánto se ha avanzado? Coincidiremos en que muy poco,
porque hasta vamos atrasados en la autenticación digital de las
personas y en promover una ciudadanía digital.

Ojalá podamos conmemorar el bicentenario con realizaciones


republicanas en las grandes áreas de reforma que son consenso

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y que he mencionado, pero no serán completas ni ajustadas a
nuestra época si, simultáneamente, no se ejecuta una hoja de ruta
precisa para contar con un gobierno digital en los tres niveles del
gobierno.

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