Está en la página 1de 19

1792-1807

Mateo Sereno Rodríguez, conocido por su apodo "El Lince", nació en una pequeña aldea en
España en 1792. Desde joven, demostró una astucia y agilidad excepcionales,
características que lo llevarían a convertirse en un temido bandolero en las colinas de la
península ibérica.

A una edad temprana, Mateo se involucró en la vida delictiva y formó parte de una banda de
forajidos que aterrorizaban a las comunidades locales. Conocido por su habilidad para eludir
a las autoridades y por su destreza en el manejo de armas, pronto se ganó el apodo de "El
Lince" entre aquellos que le temían y respetaban.

1808-1809

La vida de bandolerismo de Mateo llegó a su fin abruptamente en 1808, cuando, a la edad


de 16 años, fue capturado por guardias franceses que operaban en la región. Condenado a
prisión, su suerte dio un giro inesperado a principios de 1809, cuando un comerciante
francés lo liberó bajo la condición de que se convirtiera en cazarrecompensas en las tierras
galas.

Bajo la tutela del comerciante, Mateo se vio obligado a perseguir criminales y fugitivos,
utilizando sus habilidades adquiridas en la vida de bandolero para rastrear y capturar a
aquellos que se encontraban en el lado equivocado de la ley. Este período de su vida le
otorgó experiencia en tácticas de caza y un conocimiento valioso sobre la realidad del
crimen en las tierras francesas.

A medida que se desenvolvía en su nuevo papel, Mateo demostró ser un cazador


excepcional, lo que llamó la atención de las autoridades y, eventualmente, le brindó la
oportunidad de redimirse. En agradecimiento por sus servicios y como muestra de lealtad, el
comerciante le ofreció su libertad a los 17 años, a cambio de que se uniera al ejército de
Napoleón.

Principios 1810

Después de aceptar la oferta del comerciante y unirse al ejército de Napoleón,"El Lince", se


encontró formando parte de un ejército especializado en tácticas de guerra de guerrillas.
Este destacamento estaba dirigido por el experimentado General Armand Dubois, un
estratega astuto y respetado en las filas napoleónicas.

El ejército, compuesto por hábiles soldados y guerrilleros, recibió la misión de dirigirse a


Inglaterra para enfrentarse a las fuerzas inglesas y sembrar el caos en su territorio. Bajo las
órdenes del General Dubois, Mateo demostró ser una pieza valiosa en las operaciones,
utilizando su destreza en tácticas de guerrilla para liderar incursiones exitosas y ganar
renombre entre sus compañeros.
Durante el transcurso del año, el ejército francés dirigido por el General Dubois llevó a cabo
audaces incursiones en tierras británicas. Saquearon pueblos y ciudades, enfrentándose a
diversos generales ingleses en tácticas de guerrilla que pusieron a prueba la resistencia de
ambos lados.

Sin embargo, a medida que avanzaban los meses, las operaciones en territorio enemigo
comenzaron a cobrar su precio. El ejército especializado de guerrilla, aunque exitoso en sus
ataques, sufrió bajas significativas. Para el final del año, el ejército del General Dubois se
redujo a un único regimiento, compuesto principalmente por los sobrevivientes más hábiles
y valientes.

Mientras regresan a Francia, el General Dubois, se enfrentaría contra toda la flota inglesa
comandada por el Duque de Wellington. La flota francesa, sin poder hacer nada (debido a la
superioridad númerica inglesa) fue derrotada y hundida, algunos barcos fueron capturados y
otros lucharon hasta el final cómo el del General Dubois, sin embargo este murio con el
resto de sus tripulantes.
El Lince, quien iba en otro barco, tomó el liderazgo de La ‘‘Fauconne’’, siendo el último
barco francés qué quedó en pie de la batalla naval, el Duque, dejó qué escapará el barco
para qué pudiese contar a Napoleón todo lo qué ocurrío. Sin embargo, el barco había
quedado destrozado después de los combates, acabando hundiéndose por suerte cerca de
Francia. No obstante, el naufragio dejó a tan solo tres supervivientes en las aguas frías de
la costa de Normandía: "El Lince" y dos soldados más, llamados Julio Marqués y François
Monreau.

Capturados por las fuerzas francesas tras ser rescatados de las frías aguas de la costa de
Normandía, fueron llevados ante Napoleón Bonaparte, quien estaba furioso por el fracaso
de la misión y la pérdida de uno de sus generales.

Napoleón, en un estado de ira y descontento, decidió castigar a aquellos que consideraba


responsables de tan humillante derrota. Mateo Sereno Rodríguez, junto con los dos
soldados, fueron encarcelados en una prisión militar durante seis largos meses. La prisión,
ubicada en un lugar remoto y sombrío, se convirtió en el testigo silencioso de las penurias
que experimentaron los prisioneros.

El régimen carcelario era severo, con condiciones de vida precarias y trato inhumano. El
Lince, acostumbrado a la libertad de las colinas y bosques, se encontró ahora confinado en
una celda oscura, lejos de la luz del sol y el aire fresco. La comida escasa y de mala calidad
exacerbó el sufrimiento físico, mientras que la monotonia de los días pasados entre rejas
afectó su espíritu indomable.

Al llegar al final de su tiempo de encarcelamiento, solo Mateo Sereno Rodríguez, "El Lince",
y Julio Marqués, uno de los dos soldados supervivientes, fueron liberados de las gélidas
paredes de la prisión. La salida fue una mezcla agridulce, ya que la libertad obtenida venía
acompañada por la noticia de que el otro soldado, afectado por la locura derivada de las
penurias vividas, había sido ejecutado por órdenes de Napoleón.
La cruel decisión de Napoleón de eliminar al testigo trastornado buscaba asegurar que los
detalles de la fallida misión permaneciera en las sombra. Sin embargo, la memoria del
sufrimiento compartido y la pérdida de su camarada pesarían sobre la conciencia de El
Lince y Julio Marqués.

A pesar del oscuro episodio, Napoleón, en su astucia estratégica, ofreció a los dos
sobrevivientes una nueva oportunidad para redimirse. Les propuso un pacto: la libertad a
cambio de combatir en la región Extremeña, donde los rebeldes españoles se oponían a la
ocupación francesa.

Aceptando la oferta, Mateo y Julio se encontraron liberados pero atados por un acuerdo de
silencio. Napoleón les advirtió que nunca debían revelar la masacre y qué el general qué les
comandó jamás existío. Napoleón se encargó de hacer parecer, las misiones qué hicieron
en Inglaterra, meros ataques de bandidos. El castigo por quebrantar este pacto sería
implacable, siendo la muerte para ambos.

Ahora, con una nueva oportunidad frente a ellos, El Lince y Julio Marqués se embarcaron
en la misión en la región Extremeña. La tarea no solo consistía en combatir a los rebeldes
españoles, sino también en demostrar su lealtad a Napoleón y sellar su silencio sobre los
oscuros eventos pasados.

Mediados 1810-1813

El destino llevó a Mateo Sereno Rodríguez, "El Lince", y a Julio Marqués a formar parte de
la misma compañía militar en España, bajo la supervisión del Capitán francés Henri
Jacques, quién era era un hombre de rígida disciplina y de lealtad inquebrantable al
emperador Napoleón.

Durante los meses que siguieron, El Lince y Julio sirvieron juntos en diversas misiones en la
tumultuosa región Extremeña. La experiencia de la lucha diaria y la convivencia en el mismo
escuadrón forjaron un vínculo más fuerte entre los dos hombres. A pesar de su pasado
marcado por atacar a indefensos y atacar a personas qué solo defendían sus tierras,
encontraron en la camaradería un consuelo frente a las dificultades de la guerra.

Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo, El Lince comenzó a cuestionar su lealtad al
ejército francés y a Napoleón. La represión en la región y las injusticias presenciadas en
nombre de la ocupación francesa despertaron en él una creciente conciencia de las
atrocidades cometidas. Al final de 1810, tomó una decisión audaz y personal: desertar y huir
con su familia extremeña.

Convenció a Julio Marqués de unirse a su búsqueda de libertad y justicia, y juntos


planearon su escape de las filas del ejército francés. En una noche oscura y silenciosa, El
Lince y Julio desertaron, evitando la vigilancia y cruzando las líneas enemigas.

Bajo la bandera de la resistencia,"El Lince", y su leal amigo Julio Marqués lideraron la


Brigada de los Lusitanos a lo largo del año 1811. Esta brigada, compuesta por valientes
guerrilleros y patriotas españoles, se convirtió en una fuerza formidable que infligió
numerosas bajas a las tropas francesas y desempeñó un papel crucial en la liberación de la
región de la ocupación napoleónica.

El Lince, con su astucia y habilidades tácticas, se convirtió en un líder respetado dentro de


la resistencia. Conocedor de la tierra y aprovechando su experiencia como cazador y
bandolero, implementó tácticas de guerrilla efectivas que desconcertaron a las fuerzas
francesas. La Brigada de los Lusitanos se movía rápidamente, atacando de forma
sorpresiva y desapareciendo en los bosques y montañas antes de que las tropas enemigas
pudieran reaccionar.

Julio Marqués, compartiendo la visión y determinación de El Lince, se destacó como un


comandante hábil y valiente. Juntos, forjaron una alianza estratégica que no solo desafiaba
a los franceses en el campo de batalla, sino que también inspiraba a sus compañeros de
lucha a seguir resistiendo contra la ocupación.

A lo largo de 1811 y 1812, la Brigada de los Lusitanos llevó a cabo numerosas incursiones
exitosas, hostigando las líneas francesas y debilitando su control sobre la región. Sus
acciones audaces contribuyeron significativamente a la retirada de las tropas napoleónicas,
liberando pueblos y ciudades que habían estado bajo el yugo francés durante demasiado
tiempo.

El Lince emergió como un héroe venerado en los pueblos y la región, no solo por liderar con
destreza la Brigada de los Lusitanos en la lucha contra la ocupación francesa, sino también
por sus acciones benevolentes cuando no estaba en el frente de batalla. Su reputación
creció gracias a su incansable búsqueda de justicia, ayudando a capturar bandidos y
defendiendo lo correcto. Mientras El Lince se encontraba ausente, Julio Marqués demostró
su valía comandando la brigada con lealtad y habilidad, asegurando la continuación de la
resistencia y la defensa de la libertad en la región. La dupla dinámica de El Lince y Julio
Marqués se convirtió en un símbolo de esperanza y perseverancia en tiempos de
adversidad.

Principios 1813

A principios de febrero de 1813, la tragedia golpeo a "El Lince", cuando el capitán francés
Henri Jacques, quien dirigía tanto a él como a Julio Marqués, logró capturar a este último.
La noticia de la captura de Marqués envió ondas de conmoción a través de la Brigada de los
Lusitanos, y la desesperación se apoderó de aquellos que habían luchado juntos por la
libertad.

La captura de Julio Marqués marcó el inicio del declive de la Brigada, ya que muchos de sus
miembros, desmoralizados y temiendo por sus vidas, optaron por unirse al ejército español
en busca de una nueva esperanza. Ante la disolución de la brigada, El Lince se encontró
con un puñado de leales compañeros dispuestos a seguir luchando a su lado.

En un acto de audacia y venganza, El Lince lideró un ataque al cuartel del capitán Henri
Jacques en marzo. La feroz incursión resultó en numerosas bajas y marcó la última misión
de la Brigada de los Lusitanos. A pesar de la victoria relativa, las pérdidas significativas
sufridas durante el ataque llevaron a la disolución formal de la brigada, cuyos miembros
restantes se dispersaron en busca de nuevas formas de contribuir a la lucha por la
independencia.

Sin embargo, El Lince logró vengarse de Henri Jacques, el responsable de la captura y


eventual muerte de su amigo Julio Marqués, así como por su propia estancia bajo el yugo
del ejército francés. Este acto de justicia personal marcó el final de una era para la Brigada
de los Lusitanos, pero dejó un legado de valentía y resistencia en la memoria de aquellos
que buscaron la libertad en medio de la opresión.

Después de la disolución de la Brigada de los Lusitanos y la venganza contra el capitán


Henri Jacques, "El Lince", regresó al escondite que alguna vez fue el corazón de su
resistencia. Sin embargo, la soledad y el silencio se apoderaron de esos lugares que antes
resonaban con la camaradería y la lucha por la libertad. Después de una semana en la que
El Lince se encontró solo, un nuevo giro en su destino se presentó cuando soldados
ingleses llegaron para detenerlo por los crímenes cometidos en Inglaterra años atrás.

No obstante, la intervención del rey Fernando VII y un trato con la corona inglesa cambiaron
el rumbo de los acontecimientos. En un acuerdo inusual, El Lince fue perdonado por sus
crímenes en Inglaterra, bajo su estancia con el ejercito francés, a cambio de su destierro
perpetuo de la península ibérica. Este perdón, sin embargo, tenía un precio: ser desterrado
al Virreinato de Perú, donde se le encomendaría la tarea de luchar contra los nacionalistas
americanos que buscaban la independencia.

Así, con la promesa de redimirse en una tierra lejana, Mateo Sereno Rodríguez emprendió
un nuevo capítulo en su vida. La sombra de su glorioso y oscuro pasado, marcada por la
lucha de la libertad en España y los crímenes atroces en Inglaterra, lo perseguiría mientras
se dirigía hacia el exilio forzado en un continente distante.

Abril 1813-1817

A partir de abril de 1813 hasta 1817, la estancia de El Lince en el Virreinato de Perú fue un
periodo tumultuoso y lleno de desafíos. Tras su llegada a América, El Lince, insatisfecho
con su papel en el conflicto contra los nacionalistas americanos, decidió escapar del ejército
y buscar una vida tranquila. Durante estos años, se sumió en la vida de los rincones más
remotos del virreinato, tratando de dejar atrás su pasado de conflictos y guerras. Aunque
buscó la paz, los recuerdos de su vida anterior y los eventos que lo llevaron hasta allí lo
persiguieron constantemente, haciendo que su intento de encontrar una existencia tranquila
se viera obstaculizado por las sombras de su historia.

1818-1820

En 1818, El Lince llegó a Valdivia, donde se encontró con un escenario marcado por la
opresión y las injusticias generadas por gobiernos corruptos y racistas que perjudicaban a la
población autóctona. Profundamente conmovido por la desigualdad y el sufrimiento de los
más vulnerables, El Lince decidió convertirse en el defensor de los pobres de la zona.
Adoptando un atuendo distintivo, con un antifaz y vistiendo ropas que recordaban a un lince
ibérico, se convirtió en un héroe clandestino que luchaba contra la injusticia.

Sus acciones valientes y su astucia táctica pronto le valieron la admiración de aquellos que
sufrían bajo el peso de la opresión. El Lince se convirtió en una figura mitológica entre los
más desfavorecidos, defendiendo a los inocentes de las injusticias perpetradas por las
autoridades corruptas. Su presencia en las sombras, protegiendo a los oprimidos, se
convirtió en un rayo de esperanza para una población que anhelaba un cambio.

A medida que El Lince luchaba contra la corrupción y la injusticia, su leyenda creció, y su


figura se volvió tanto temida como respetada por aquellos que perpetuaban la opresión en
Valdivia. Sus incursiones audaces y su compromiso con la causa lo transformaron en un
símbolo de resistencia, inspirando a otros a unirse a su causa y enfrentar el sistema injusto
que oprimía a la región.

Durante su tiempo en Valdivia, El Lince forjó una conexión inquebrantable con un joven
chico llamado Armando Rojas, un valiente chileno mapuche. La relación entre ellos se volvió
tan fuerte como la que El Lince tuvo con Julio Marqués, marcando el comienzo de una
amistad que perduraría en las páginas de la historia. Armando, con su conocimiento del
terreno y habilidades locales, se convirtió en el aliado perfecto para El Lince, ayudándolo a
ocultar su identidad de las autoridades españolas y a moverse con astucia por los rincones
de Valdivia.

Juntos, El Lince y Armando llevaron a cabo hazañas extraordinarias para desafiar la


opresión y la corrupción reinantes. En sus incursiones nocturnas, El Lince se transformaba
en una fuerza misteriosa y veloz, defendiendo a los inocentes de la injusticia. Su astucia
táctica, combinada con la destreza de Armando, les permitía sortear las redes de vigilancia
y desafiar a las autoridades sin ser detectados.

Entre las hazañas notables de El Lince se encontraba el rescate de campesinos indefensos


que eran víctimas de abusos y extorsiones por parte de las autoridades locales. Su audacia
y valentía en enfrentarse a la opresión se volvieron leyenda, y su nombre resonaba en
susurros entre aquellos que anhelaban la libertad y la justicia.

1820-1821

En el año 1820, El Lince se encontró inmerso en un dilema interno en Valdivia,


cuestionándose a quién debería apoyar en un momento crucial de la historia. La encrucijada
residía entre respaldar a los españoles, a quienes había ayudado durante la guerra de
independencia de España, o a los chilenos, quienes luchaban por la justicia y la libertad de
los autóctonos. Este dilema llevó a El Lince a un duelo mental, donde se vio obligado a
sopesar sus antiguas raíces y lealtades contra la posibilidad de iniciar de cero, alineándose
con aquellos que buscaban un cambio más significativo.

La lucha interna de El Lince reflejaba la complejidad de su identidad y las tensiones de una


época en la que las lealtades se dividían entre los lazos históricos y la búsqueda de un
futuro más equitativo. Mientras contemplaba su papel en medio de estos dos mundos en
conflicto, El Lince se enfrentó a la realidad de que apoyar a un bando significaba abandonar
al otro, y esta decisión tendría consecuencias profundas.

Ante el dilema de elegir entre apoyar a los españoles o a los chilenos en Valdivia en 1820,
El Lince tomó una decisión inesperada. Optó por no respaldar a ninguno de los dos bandos
en conflicto y, en cambio, decidió dedicarse a una causa más grande: ayudar a su amada
ciudad y a sus habitantes, independientemente de su afiliación política. Consciente de que
se avecinaban tiempos difíciles, El Lince comprendió que Valdivia necesitaba protección
contra las injusticias y la opresión, independientemente de la bandera que ondeara.

En lugar de tomar partido en la lucha política, El Lince adoptó una estrategia diferente.
Decidió entrenar a Armando, su leal compañero, para convertirlo en su cómplice y aliado en
la causa de ayudar a más personas en Valdivia. Juntos, se embarcaron en misiones para
proteger a los más vulnerables, oponiéndose a los abusos y actos de corrupción,
independientemente de su origen. La relación entre El Lince y Armando se fortaleció aún
más a medida que compartían la carga de ser los defensores silenciosos de su ciudad.

Las habilidades tácticas de El Lince y la destreza local de Armando se combinaron para


crear un equipo formidable que operaba en las sombras. Su enfoque no solo desafiaba las
injusticias, sino que también inspiraba a otros a unirse a su causa. En lugar de tomar partido
en una guerra política, El Lince y Armando se convirtieron en protectores de la justicia y la
libertad en Valdivia, trabajando incansablemente para mejorar las condiciones de vida en su
amada ciudad en tiempos de incertidumbre.

Con el cambio de dominio y la anexión de Valdivia como territorio chileno, la ciudad no


escapó de las secuelas de las injusticias. Ahora, los españoles, tanto ricos como pobres,
enfrentaban discriminación y represalias injustas, siendo señalados por crímenes que no
habían cometido. La nueva situación política generó tensiones y hostilidades, afectando a
toda la población, independientemente de su origen.

En este contexto de discriminación y represión, El Lince y Armando Rojas redoblaron sus


esfuerzos para proteger a los inocentes, sin importar su nacionalidad. Con Valdivia sumida
en la incertidumbre y la desconfianza, El Lince se convirtió en una figura crucial,
defendiendo a los ciudadanos contra la persecución injusta y luchando contra la
discriminación que ahora afectaba tanto a españoles como a chilenos.

Las hazañas de El Lince se centraron en desafiar a aquellos que abusaban de su poder, ya


fueran autoridades corruptas o individuos que aprovechaban la situación para sembrar el
caos. Su valentía y su compromiso con la justicia resonaron entre aquellos que sufrían bajo
las nuevas injusticias, y su figura se convirtió en un símbolo de resistencia contra la
discriminación y la opresión.

En este período de transición y cambio, El Lince y Armando se erigieron como defensores


incansables de los desfavorecidos, recordándoles a todos que la lucha por la justicia y la
libertad no debía conocer fronteras ni discriminaciones. Enfrentándose a los desafíos de un
Valdivia dividido, su misión persistía en contrarrestar la injusticia y trabajar hacia un futuro
donde todos pudieran vivir libres de prejuicios y persecuciones infundadas.
1821-1828

En el año 1828, El Lince y su fiel ayudante, ahora denominado con su propia identidad
como El Zorro Darwin, se encontraron en una situación precaria al ser perseguidos por las
élites chilenas. La razón detrás de esta persecución radicaba en la creencia de las élites de
que El Lince y El Zorro Darwin, al luchar por el orden y la paz en Valdivia, estaban
desafiando sus intereses y su visión particular de cómo debería ser dirigido el territorio.

El Lince argumentaba que, a pesar de la pertenencia de Valdivia a Chile, la región


continuaba enfrentando problemas similares a los que experimentaron con los españoles.
Sostenía que las élites chilenas, en lugar de abordar las cuestiones fundamentales y
trabajar por el bienestar de la población, estaban más interesadas en mantener su propio
estatus y privilegio.

Perseguidos por su compromiso con la justicia y la paz, El Lince y El Zorro Darwin se


convirtieron en figuras legendarias, desafiando la opresión de las élites y recordándoles a
todos que la lucha por un Valdivia más justo y equitativo continuaba. La persecución marcó
una nueva fase en la historia de estos defensores, llevándolos a enfrentarse no solo a las
injusticias locales, sino también a las élites que perpetuaban un orden que consideraban
insostenible.

Durante 10 años, Valdivia, gracias al Lince y Zorro Darwin, tuvieron milagros y historias qué
serán recordadas por las siguientes décadas, las hazañas más recordadas son las
siguientes:
- En 1823, El Lince y El Zorro Darwin se enteraron de un anciano de Valdivia que
estaba siendo injustamente acusado de conspirar contra las élites chilenas.
Desafiando la persecución, infiltraron el tribunal local para exponer la verdad y
rescatar al anciano antes de que enfrentara un destino injusto. Su astucia y
habilidades tácticas permitieron que la verdad saliera a la luz, y el anciano fue
liberado, convirtiéndose en un símbolo de resistencia contra las acusaciones
infundadas.
- En 1825, El Lince y El Zorro Darwin se enteraron de que las élites chilenas
planeaban censurar y destruir libros que consideraban peligrosos para su régimen.
Decididos a preservar la libertad de información, llevaron a cabo una audaz incursión
en la biblioteca central de Valdivia. Durante la "Noche de los Libros Robados",
lograron sustraer valiosas obras antes de que fueran destruidas, distribuyéndolas
posteriormente entre la población y fomentando así la educación y la resistencia
intelectual.
- En 1827, El Lince y El Zorro Darwin se enteraron de un grupo de campesinos que
estaban siendo explotados por terratenientes locales. Decididos a poner fin a la
opresión, organizaron una operación para liberar a los campesinos y redistribuir las
tierras de manera más justa. La hazaña no solo liberó a los oprimidos, sino que
también envió un fuerte mensaje a las élites de que la resistencia en Valdivia no
toleraría la explotación de los más vulnerables.

Mateo Sereno Rodríguez, encontró además el amor con Josefina Pérez, una andaluza qué
tenía tierras por la región. Ella sabe su identidad secreta y a pesar de no enfrentarse a
espada con las injusticias cómo lo hace él y Armando, ella trae trabajo e igualdad a la zona
ofreciendo a los campesinso igualdad y un salario más qué aceptable. Es una persona
popular por su gran bondad a los más desfavorecidos.

Durante estos años, el Conde Ignacio Belmonte ha forjado una imagen de respeto y aprecio
entre ciertos sectores de la sociedad en Valdivia, especialmente entre aquellos que valoran
el orden y la autoridad por encima de todo. Su enfoque en mantener la estabilidad y la
jerarquía social ha ganado el favor de aquellos que buscan un sentido de seguridad y
previsibilidad en medio de tiempos turbulentos.

Belmonte ha sabido presentarse como un líder que trae consigo el tan ansiado orden a
Valdivia, destacando la importancia de la autoridad para contrarrestar la aparente anarquía
que a menudo surge en tiempos de cambio. Su firmeza y capacidad para controlar la
situación han generado admiración y lealtad entre aquellos que buscan la protección de sus
intereses personales, independientemente de las injusticias que esto pueda implicar para
otros sectores de la sociedad.

La diferencia fundamental entre Belmonte y los héroes El Lince y El Zorro Darwin, radica en
su visión de la libertad e igualdad. Mientras Belmonte ofrece un sentido de orden y
autoridad, su versión de la estabilidad a menudo se traduce en la opresión de los derechos
y la discriminación hacia aquellos que no encajan en su visión de la sociedad.

1829-1830

En el año 1829, Conde Ignacio Belmonte logra consolidar su poder en Valdivia y asume el
cargo de alcalde, consolidando aún más su autoridad sobre la ciudad. Utilizando su posición
para fortalecer su control sobre la población y silenciar cualquier resistencia, Belmonte
emite una orden directa que envía oleadas de temor a lo largo de Valdivia: atrapar, vivo o
muerto, a El Lince y El Zorro Darwin.

Con recursos y fuerzas a su disposición, Belmonte moviliza a la policía local y a sus


partidarios leales para cazar a los héroes populares. La ciudad se sume en una atmósfera
de incertidumbre y opresión, mientras los habitantes viven con el temor de represalias si son
vistos ayudando a El Lince y El Zorro Darwin. La orden de Belmonte refleja su
determinación de erradicar cualquier amenaza que desafíe su régimen y cuestiona su visión
de control y autoridad.

En respuesta a la persecución intensificada, El Lince y El Zorro Darwin se ven obligados a


operar en las sombras más profundas, enfrentándose a mayores desafíos para continuar su
lucha por la justicia y la libertad.

Sin embargo, no todo fue malo el amor entre El Lince y Josefina floreció y, en 1829, la
pareja recibió la bendición de la llegada de su primer hijo. La noticia llenó de alegría el
corazón de El Lince, quien encontró en la paternidad un motivo adicional para continuar
luchando por un futuro mejor en Valdivia. El nacimiento de su hijo también significó un
recordatorio de la importancia de la libertad y la igualdad, valores por los cuales El Lince
había estado luchando incansablemente.
Aunque la familia brindaba a El Lince un refugio emocional, también lo impulsó a redoblar
sus esfuerzos por construir un Valdivia donde su hijo pudiera crecer sin temores ni
injusticias. La dualidad de su vida como padre y luchador por la justicia añadió profundidad
a la narrativa de El Lince, equilibrando sus responsabilidades familiares con su compromiso
inquebrantable con la causa de la libertad.

El dúo de heróes durante los 2 próximos años harían 3 hazañas qué acabarían con el
Conde pero qué también acabaría con ellos:
- En 1829, El Lince y El Zorro Darwin descubren que Belmonte ha encarcelado a
varios líderes comunitarios y activistas políticos que se oponen a su régimen
autoritario. Decididos a liberar a los prisioneros y restaurar la voz del pueblo,
planean una intrincada operación de infiltración. Utilizando su astucia y habilidades
tácticas, logran penetrar en la prisión, desactivar las medidas de seguridad y liberar
a los presos políticos, proporcionándoles una oportunidad para continuar su lucha
por la justicia.
- En 1829, El Lince y El Zorro Darwin descubren que Belmonte está utilizando
maquinaria para explotar recursos naturales de manera indiscriminada, afectando
gravemente el entorno y el sustento de la población local. Decididos a detener esta
destrucción, se embarcan en una serie de actos de sabotaje contra las máquinas y
los equipos utilizados por Belmonte. Su resistencia activa y estratégica sirve para
ralentizar la explotación y concientizar a la población sobre los peligros de las
prácticas ambientales irresponsables.
- En un esfuerzo por exponer la corrupción y los oscuros tratos de Belmonte, El Lince
y El Zorro Darwin se infiltran en la mansión del Conde en 1830. Allí, descubren
documentos secretos que revelan sus prácticas ilegales y acuerdos corruptos.
Deciden hacer públicos estos documentos, distribuyéndolos clandestinamente por
toda Valdivia. La revelación de la verdad despierta la indignación y la resistencia
entre la población, minando la imagen de Belmonte y fortaleciendo la causa de
aquellos que buscan derrocar su opresivo régimen.

Con la revelación de las prácticas corruptas de Conde Ignacio Belmonte, este decide tomar
medidas extremas para mantener su dominio sobre Valdivia. Sintiéndose amenazado por la
posibilidad de perder el control, Belmonte ordena una vigilancia intensiva sobre todos los
propietarios de tierras en la región, buscando cualquier indicio de desafío a su autoridad. La
paranoia del Conde se intensifica, y sus acciones se tornan más opresivas a medida que
busca eliminar cualquier vestigio de resistencia.

En un giro trágico, el espía escucha una conversación privada entre Mateo Sereno y su
esposa Josefina Pérez. Mateo revela su intención de retirarse temporalmente de su papel
como El Lince para proteger a su familia. La noticia llega a oídos de Belmonte, quien ve en
esto una oportunidad para desmantelar a los héroes de Valdivia de una vez por todas.

La noche del 14 de abril de 1830 cayó sobre la hacienda de la señorita Pérez como un
manto oscuro, preludio de un conflicto inminente. Varios soldados, enviados por Conde
Ignacio Belmonte, rodearon la propiedad y exigieron la rendición de los héroes conocidos
como El Lince y El Zorro Darwin. La intimidante presencia militar, respaldada por el
conocimiento de las identidades secretas de los defensores de la justicia, creó una
atmósfera tensa en la tranquila hacienda.

Sin embargo, en la oscuridad de la noche, la lealtad y el amor de los rancheros hacia la


señorita Pérez y Mateo Sereno emergieron como una fuerza indomable. Al percatarse de la
amenaza que se cernía sobre sus amados amos, los rancheros, en un acto de valentía y
determinación, se unieron para enfrentarse a los soldados invasores. Los lazos forjados a lo
largo de los años entre los habitantes de la hacienda y los héroes demostraron ser más
fuertes que el miedo impuesto por Belmonte.

La confrontación estalló en un caótico enfrentamiento entre los rancheros y los soldados,


mientras Armando y Mateo se unían a la lucha para proteger a aquellos que compartían su
causa. Las ráfagas de disparos y los sonidos de la batalla resonaron en la noche, marcando
el punto culminante de la resistencia contra la opresión. El Lince y El Zorro Darwin lideraron
la defensa con astucia y destreza, inspirando a los rancheros a luchar con ferocidad contra
las fuerzas de Belmonte.

La llegada personal del Conde Belmonte marcó un punto crítico en la lucha en la hacienda
de la señorita Pérez. Con refuerzos a su disposición, Belmonte intensificó la ofensiva contra
la ya debilitada resistencia. Aunque los rancheros y los héroes defendieron con valentía, la
abrumadora fuerza militar liderada por Belmonte comenzó a prevalecer, abriendo brechas
en las defensas de la hacienda.

En medio de la batalla, Armando, el leal compañero de El Lince, se distinguió por su coraje


sobresaliente. Con un acto heroico, se interpuso entre Josefina Pérez y la amenaza
inminente, sacrificándose para salvar su vida. El momento fue un golpe devastador para El
Lince, quien presenció impotente la pérdida de su amigo más cercano.

Con la resistencia aniquilada y los rancheros que quedaban sometidos, la hacienda de la


señorita Pérez se sumió en un sombrío silencio. Los pocos supervivientes, que habían
luchado con valentía, se rindieron ante las fuerzas de Belmonte. Sin embargo, la crueldad
del Conde no conocía límites. Ignorando cualquier intento de rendición, ordenó el
fusilamiento inmediato de los rancheros, acusándolos de complicidad con un criminal.

El sonido de los disparos resonó en la noche, llevándose consigo la esperanza y la


resistencia que alguna vez ardió en la hacienda. Los rancheros, que solo buscaban proteger
a sus amados amos y la causa justa, perecieron en un acto de brutalidad que dejó marcado
el corazón de Valdivia.

Mientras el horror se desataba afuera, Josefina Pérez y Mateo Sereno se refugiaron en la


bodega con su hijo, buscando desesperadamente un lugar seguro en el que esconderse. La
penumbra del escondite contrastaba con la violencia desatada en el exterior. Los latidos del
corazón de Mateo y Josefina resonaban en la oscuridad, cargados con el peso de la pérdida
de Armando y la incertidumbre que acechaba fuera de su refugio.

El llanto del pequeño resonaba en la bodega, una dolorosa sinfonía de vulnerabilidad que
parecía penetrar las paredes del escondite. La angustia de la pareja se acentuaba con cada
lágrima derramada por su hijo de apenas un año. Sin saberlo, aquel llanto se convertiría en
el fatídico catalizador que desencadenaría la tragedia.

Los hombres de Belmonte, astutos y determinados, siguieron el sonido de la lamentación


del niño hasta la bodega. La puerta se abrió abruptamente, revelando el escondite de
Josefina Pérez, Mateo Sereno y su hijo. La familia, indefensa, fue llevada afuera, donde
Belmonte, en todo su despiadado esplendor, propuso un cruel trato.

Con frías palabras, Belmonte sugirió que él sería el nuevo "padre" del niño, asegurándose
de que El Lince nunca más amenazaría sus planes. La propuesta llevó consigo la amenaza
implícita de consecuencias devastadoras si se negaban. Con rabia en el corazón y un dolor
insoportable, Mateo aceptó el trato, comprometiéndose a renunciar a su hijo para salvarlo
de un destino aún más oscuro.

Sin embargo, la valiente Josefina no podía soportar la idea de separarse de su hijo ni


someterse a la tiranía de Belmonte. En un arrebato de ira y desesperación, se lanzó hacia
su pequeño, desafiando las amenazas del Conde. Belmonte, sin piedad, disparó, segando
la vida de Josefina en un acto de crueldad insensata.

Ahora, el cruel trato tomaba un nuevo giro: Mateo Sereno sería exiliado de Chile, desterrado
para siempre de su tierra natal, con la promesa de que su hijo sería llevado a un orfanato,
ocultando su identidad para siempre. La tragedia había marcado a Valdivia con cicatrices
profundas, y el destino de la familia Sereno se desgarró en la encrucijada de un trato
condenado por el sufrimiento y la pérdida.

1830-1860

Después del amargo trato con Belmonte, Mateo Sereno, conocido alguna vez como El
Lince, fue desterrado de Chile y acabó en Estados Unidos. Durante más de tres décadas,
desde 1830 hasta 1861, su vida en tierras estadounidenses estuvo marcada por una
profunda depresión. La pérdida de su familia, la muerte de su amigo cercano Armando, y el
precio pagado por desafiar la opresión de Belmonte pesaban como una carga insoportable
en su espíritu.

En este nuevo territorio, lejos de la patria que un día defendió, Mateo renunció
momentáneamente a sus ideales de libertad y justicia. Sumido en la tristeza y el dolor, optó
por pasar desapercibido, dejando atrás su vida de lucha y resistencia. Se convirtió en un
hombre errante, perdido en el vasto panorama de Estados Unidos, llevando consigo las
cicatrices invisibles de su pasado tumultuoso.

Durante estos años, la figura del exiliado Mateo Sereno se desvaneció en la penumbra del
olvido, sin participar en eventos de relevancia. Su presencia se diluyó entre las vastas
tierras de América del Norte, y su historia, que una vez resonó en las colinas de Valdivia,
quedó sepultada en el silencio de su propia angustia.

Sin embargo, como la rueda del destino gira de manera implacable, los años de letargo de
Mateo llegarían a su fin con la llegada de tiempos cambiantes en Estados Unidos. El Lince,
aunque temporalmente apagado, estaba destinado a volver a encontrar su camino en el
tumultuoso telar de la historia, donde nuevas oportunidades y desafíos aguardaban para
redefinir el curso de su vida.

1861-1868

Con el estallido de la Guerra Civil estadounidense en 1861, un nuevo capítulo se abría en la


vida de Mateo Sereno, el hombre que alguna vez fue El Lince. Impulsado por su vasta
experiencia en la guerra y la lucha por la libertad, Mateo se encontró inmerso en un conflicto
ajeno, pero familiar en su esencia. Al inicio de la guerra, su participación en los combates se
reveló inevitable, y su destreza táctica no pasó desapercibida.

La Unión, necesitada de líderes capaces y con experiencia, reclutó a Mateo Sereno como
general de su ejército. Ahora, con un nuevo uniforme y bajo una nueva bandera, Mateo
volvía a liderar. Sin embargo, esta vez no como El Lince en las colinas extremeñas, sino
como un general de la Unión en la sangrienta tierra de América del Norte.

Recordando sus días en la Brigada de los Lusitanos y a su amigo Julio Marqués, Mateo
decidió organizar y liderar una brigada especializada en la guerra de guerrillas contra los
confederados. La estrategia y las tácticas que una vez empleó en la resistencia contra los
franceses en España ahora se aplicaban en su lucha contra los confederados en suelo
estadounidense. Cada enfrentamiento le recordaba a los días de gloria y tragedia en
España, evocando la valentía de su antigua brigada y la pérdida de su amigo.

La Brigada de Mateo Sereno, enarbolando la bandera de la Unión, se convirtió en una


fuerza formidable en el conflicto. Su liderazgo inspirado por la memoria de sus experiencias
pasadas, y su habilidad para movilizar a hombres dedicados a la causa, mostraron que a
pesar de la tragedia y el tiempo, Mateo Sereno, alguna vez conocido como El Lince, seguía
siendo un guerrero incansable en la búsqueda de la justicia y la libertad.

A medida que Mateo Sereno asumía su papel como general en la Guerra Civil
estadounidense, la sombra de su antiguo general francés, Dubois, parecía alargarse sobre
él. Sin embargo, a diferencia de su pasado bajo las órdenes de Dubois, Mateo tomó un
rumbo diferente en su liderazgo militar.

A pesar de la eficacia de las tácticas de guerrilla que una vez utilizó contra los ingleses,
Mateo tomó una decisión moralmente diferente en su papel como general en la Unión.
Desafiando las expectativas y en desobediencia a las prácticas de Dubois, decidió no
permitir saqueos de pueblos o ranchos civiles. En cambio, su enfoque se centró
exclusivamente en atacar a las fuerzas confederadas, buscando minar la capacidad militar
de sus adversarios sin infligir daño innecesario a los civiles.

Esta decisión reflejaba la evolución de Mateo como líder y su resistencia a repetir las
injusticias que había experimentado en el pasado. Aunque su papel como general en la
Unión lo situaba en una posición de autoridad similar a la de Dubois, Mateo se negó a
seguir el mismo camino cruel. Su brigada se convirtió en un ejemplo de ética militar,
destacando por su enfoque selectivo y estratégico en la guerra.
La brigada liderada por Mateo Sereno se convirtió en un faro de esperanza y justicia en
medio de la Guerra Civil estadounidense. A diferencia de la crueldad de la guerra
convencional, la brigada de Mateo se destacó por su compromiso con la protección de los
civiles, independientemente de su afiliación en el conflicto.

La lucha contra los criminales y las injusticias, la brigada de Mateo acudía en ayuda de
cualquier pueblo, ya fuera de la Unión o confederado, que sufriera bajo la amenaza de
bandas criminales o abusos. La guerra civil no era excusa para permitir que el caos y la
violencia se desataran impunemente en las comunidades locales.

Mateo Sereno, influenciado por sus propias experiencias de resistencia y lucha por la
justicia en Valdivia, se negó a ver a los civiles como simples peones en el conflicto. Su
brigada actuaba como un salvador imparcial, interviniendo para proteger a los indefensos y
oprimidos, independientemente de su lealtad política.

Esta actitud resonaba en el corazón de aquellos que presenciaban la intervención de la


brigada de Mateo. La narrativa del hombre que una vez fue El Lince se transformó en la de
un líder que buscaba preservar los valores fundamentales de la humanidad incluso en
tiempos de guerra. La brigada de Mateo Sereno se convirtió en un símbolo de resistencia
ética, desafiando las convenciones brutales de la guerra civil y recordando a todos que,
incluso en el fragor del conflicto, la humanidad podía encontrar formas de compasión y
redención.

En la última etapa de la Guerra Civil estadounidense, después de que la brigada de Mateo


Sereno desempeñara un papel significativo en diversas operaciones, se encontró en una
conversación crucial con el general Ulysses. Reconociendo la habilidad táctica y el
compromiso ético de Mateo, el general Ulysses le pidió que entregara todas sus tropas para
participar en un asalto decisivo contra el ejército confederado.

Con un sentido del deber y agradecimiento hacia el general Ulysses, Mateo accedió a la
solicitud y entregó el mando de su brigada. La combinación de estrategia militar y la ética
imparcial de la brigada de Mateo resultó ser una fuerza crucial en la campaña final.
En una sincera conversación con el general Ulysses, Mateo Sereno compartió su sueño de
regresar a Chile con la esperanza de encontrar a su hijo, quien habría crecido en su
ausencia. Expresó su deseo de saber de su hijo y descubrir si su hijo aún estaba vivo. La
nostalgia y la búsqueda de un ser querido se entrelazaron en sus palabras, revelando un
anhelo profundo de reconectar con su único hijo y cerrar las heridas del tiempo.
Agradecido por la contribución de Mateo, el general Ulysses le ofreció su apoyo para
regresar a Chile.

En un gesto de generosidad, el general Ulysses consiguió para Mateo un pasaporte con una
identidad nueva que le permitiría transitar por Argentina y llegar a Paraguay. En ese país,
recibiría el pasaporte y la identidad con la cual podría reintegrarse a la sociedad chilena sin
temor a represalias.
1869-1870

En el año 1869, en medio de una guerra sin sentido en Paraguay, la trágica historia de
Mateo Sereno, una vez conocido como El Lince, tomó un nuevo giro. En esta ocasión,
atrapado en las garras de un conflicto ajeno, Mateo se encontró convertido en un soldado
raso, luchando a punta de pistola en un escenario de caos y desesperación. Las
circunstancias habían transformado al ex líder en un hombre atrapado en la vorágine de una
guerra que no era la suya, una vez más enfrentándose a la crueldad de las batallas sin un
propósito claro. La ironía del destino tejía un nuevo capítulo en la vida de Mateo Sereno,
quien, bajo el peso de las circunstancias, se vio obligado a empuñar un arma en medio de
un conflicto que solo profundizaba las heridas de su pasado tumultuoso.

Después de sobrevivir a los horrores de la guerra en 1870, Mateo Sereno fue liberado por
las fuerzas argentinas, quienes, compadecidos por su situación, le ofrecieron un hogar en
Argentina. Agradecido por la oportunidad de empezar de nuevo, Mateo aceptó la
generosidad de los argentinos. Sin embargo, la sombra del pasado seguía presente, ya que
el pasaporte argentino que le proporcionaron impedía su regreso a Chile, añadiendo una
nueva capa de complejidad a su tumultuosa historia. Mateo, ahora buscando reconstruir su
vida en una tierra distinta, se enfrentaba a la dualidad de la gratitud por la segunda
oportunidad y la añoranza persistente de un hogar que quedaba fuera de su alcance.

1870-1888

En el año 1870, desafiando las restricciones de su pasaporte argentino, Mateo Sereno


emigró ilegalmente a Chile, impulsado por la inquebrantable determinación de encontrar
respuestas sobre el destino de su hijo. En el año siguiente, en 1871, logró dar con el
orfanato que había cuidado a su hijo, donde los cuidadores le reconocieron como El Lince,
el héroe olvidado de antaño. Sin embargo, Mateo dejó claro que aquel hombre pertenecía al
pasado y que su única búsqueda ahora era conocer a su hijo.

En su travesía, regresó a su antigua hacienda, solo para encontrarse con las ruinas de lo
que una vez fue su hogar. Aunque la infraestructura estaba destruida, las tumbas en la
propiedad revelaron un reencuentro con su esposa, Josefina Pérez, y su antiguo amigo
Armando Rojas. Entre las sombras del pasado, Mateo pudo hallar un atisbo de paz al
reunirse simbólicamente con aquellos a quienes había perdido durante sus turbulentos años
de lucha y exilio.

En el año 1871, mientras Mateo Sereno exploraba los fragmentos de su pasado en Chile,
también descubrió el destino del Conde Belmonte. Sorprendentemente, se enteró de que el
Conde había sido asesinado por un joven muchacho en 1847. La revelación dejó a Mateo
reflexionando sobre la posibilidad de que aquel joven vengador pudiera ser su propio hijo,
llevando a cabo un acto de justicia por la muerte de su madre, Josefina Pérez.

La ironía del destino se manifestaba de nuevo, y Mateo, ahora sin el título de El Lince, se
encontraba entre las complejidades de un pasado que seguía resonando en los eventos
presentes. La posibilidad de que su hijo hubiera emprendido un camino de venganza
despertó emociones encontradas en Mateo, quien, aunque en un principio buscaba
respuestas, se veía ahora confrontado con la ambivalencia de las acciones de aquel joven.

En el año 1872, Mateo Sereno persistió en su búsqueda incansable de respuestas sobre el


paradero y la identidad de su hijo. Volvió al orfanato donde, con un acto de persuasión,
sobornó a los responsables para obtener finalmente el nombre de su vástago. Con su
riqueza adquirida durante la Guerra Civil americana, El Lince continuó indagando hasta
descubrir que su hijo se hacía llamar ahora Luis Quiños.

En un emotivo reencuentro en marzo de 1872, Mateo finalmente se enfrentó a su hijo,


explicándole la verdad sobre su identidad. Para confirmar sus palabras, Luis, aún incrédulo,
examinó un retrato de Mateo Sereno datado en 1828, corroborando que, de hecho, aquel
hombre ante él era su propio padre. El emotivo encuentro entre padre e hijo marcó el cierre
de una larga búsqueda y la reunión de dos almas separadas por décadas de tragedia y
guerra.

A medida que Mateo Sereno compartía su historia como El Lince, Luis Quiños reveló
detalles cruciales que confirmaban su conexión familiar. Luis, emocionado pero con una
serenidad que solo puede venir de la verdad, explicó que él no fue el responsable de la
muerte del Conde Belmonte, sino que fue su amigo Numa Gutierrez quien vengó la
memoria de su padre. Numa, hijo de un ranchero y amigo de la familia Pérez, había perdido
a su padre cuando Belmonte lo fusiló injustamente.

La historia de Numa proporcionó el eslabón perdido: él fue el joven muchacho que asesinó
al Conde Belmonte en 1847. Cuando Numa vio la casa de Mateo Sereno, confirmó que Luis
era, de hecho, su hijo. Numa recordó haber tenido 25 años cuando llevó a cabo el acto de
justicia, lo que significaba que tenía la suficiente edad para recordar la cara de Mateo
Sereno, reforzando la autenticidad de la conexión familiar. En ese momento, las piezas del
rompecabezas se ensamblaron, sellando el vínculo entre Mateo y Luis a través de la
justicia, la venganza y el reencuentro familiar.

Con el paso de los años, Luis Quiños abrazó la legendaria identidad de El Lince,
continuando la tradición de justicia y redención que su padre, Mateo Sereno, había
encarnado en su juventud. Numa Gutierrez, el amigo de la familia que se convirtió en el
nuevo Zorro Darwin, acompañó a Luis en su lucha por la justicia.

A medida que Luis asumía el manto de El Lince, Mateo, ya en la avanzada edad de 84


años, reconocía que sus días de lucha habían llegado a su fin. Se retiró de las peleas y
decidió pasar el resto de sus días en la hacienda de Luis, testigo del nuevo capítulo que su
hijo estaba escribiendo.

En 1879, Mateo pudo presenciar cómo Luis formaba una familia con una indígena mapuche,
encontrando la felicidad y la paz que Mateo siempre había buscado para él. Aunque ya no
participaba activamente en las batallas, Mateo encontró consuelo en ver florecer la vida de
su hijo. En 1888, a los 96 años de edad, Mateo Sereno falleció en Valdivia, la tierra que
adoptó como suya y que amó profundamente, aunque no fuera su lugar de nacimiento. Su
legado perduró en la historia de El Lince, que ahora vivía a través de las acciones de su
hijo, protegiendo la justicia y la libertad en la tierra que ambos llegaron a considerar hogar.
Resumen

Mateo Sereno Rodríguez, conocido por su apodo "El Lince," nació en 1792 en Extremadura,
España y murió en 1888 en Valdivia, Chile. Su vida tomó un rumbo inesperado cuando, a
una edad temprana, se vio envuelto en la tumultuosa época de la ocupación francesa en
España. Atraído por la causa guerrillera, Mateo se convirtió en un bandolero conocido por
su astucia y habilidades tácticas.

A los 16 años, en 1808, fue capturado por guardias franceses, marcando el inicio de una
nueva etapa en su vida. Liberado en 1809 por un comerciante francés que lo obligó a
convertirse en cazador de recompensas, Mateo se unió al ejército napoleónico a finales de
1809.

Napoleón, impresionado por la destreza de Mateo, envió un ejército especializado en guerra


de guerrillas a Inglaterra, dirigido por el general Armand Dubois. En esta campaña, El Lince
se destacó como soldado raso, obteniendo renombre por sus habilidades y valentía. Sin
embargo, tras un año de intensos enfrentamientos, el ejército quedó reducido a un
regimiento.

De regreso a Francia, todo el ejército del general francés cayó, dejando solo a cuatro
supervivientes en la costa de Normandía, incluyendo a El Lince. Este evento marcó el fin de
su servicio militar bajo Dubois.

Napoleón, humillado por el fracaso de la expedición, encarceló a El Lince y sus compañeros


sobrevivientes durante seis meses. Al salir, solo El Lince y Julio Marqués quedaron libres,
mientras el otro prisionero fue ejecutado por volverse loco e intentar revelar la verdad sobre
lo ocurrido.

Dándoles una nueva oportunidad, Napoleón les permitió unirse a la lucha contra los
rebeldes españoles en Extremadura. Sin embargo, a finales de 1810, El Lince decidió
desertar del ejército francés y huir con su familia a la región extremeña, uniéndose a la
resistencia española.

El Lince y su amigo Julio Marqués lideraron la Brigada de los Lusitanos en 1811, infligiendo
bajas a los franceses y ayudando a liberar a España. Durante su liderazgo, El Lince se ganó
el respeto y la admiración, no solo por sus habilidades militares, sino también por sus
acciones justas cuando no estaba liderando la brigada.

En 1813, el capitán francés Henri Jacques, que había dirigido a El Lince y Julio Marqués en
el pasado, capturó y fusiló a Marqués. Esto llevó a la disolución de la brigada, con muchos
de sus miembros uniéndose al ejército español. El Lince, junto con los pocos que quedaron,
atacó el cuartel de Jacques en marzo de ese año, vengando la muerte de su amigo, aunque
marcó el final de la Brigada de los Lusitanos.

Después de estos eventos, El Lince se encontró perseguido por los ingleses por sus
acciones en Inglaterra, pero un trato entre Fernando VII y la corona inglesa le permitió ser
desterrado al Virreinato de Perú. Desde abril de 1813 hasta 1817, El Lince intentó encontrar
una vida tranquila en América, escapándose del ejército y evitando conflictos.

En 1818, mientras se encontraba en Valdivia, El Lince presenció las injusticias causadas por
gobiernos corruptos y racistas. Inspirado por su deseo de justicia, se convirtió en una figura
misteriosa, vistiéndose como un bandolero con los colores de un lince ibérico y luchando
contra la injusticia.

Durante este tiempo, conoció a Armando Rojas, un joven chileno mapuche que le ayudó a
ocultar su identidad. Juntos, lideraron una lucha contra las injusticias en Valdivia,
ganándose la admiración de los desfavorecidos.

En 1820, El Lince se cuestionó sobre a quién apoyar en Valdivia: los españoles a quienes
ayudó durante la Guerra de Independencia de España o a los chilenos que buscaban
justicia y libertad. Optó por no apoyar a ninguno de los dos bandos y entrenó a Armando
para que se convirtiera en su aliado. En 1822 conoce Josefina Pérez

A lo largo de los años, Valdivia sufrió cambios políticos y sociales, enfrentando injusticias
tanto a españoles como a chilenos. En 1828, El Lince y su compañero, ahora llamado El
Zorro Darwin, fueron perseguidos por las élites chilenas debido a su lucha por la justicia y la
paz.

Durante 1829 y 1830, realizaron varias hazañas en defensa de los oprimidos, desafiando
las élites y protegiendo a los inocentes. En este período, El Lince tuvo un hijo con su esposa
Josefina Pérez, consolidando aún más su conexión con la región.

Sin embargo, la persecución se intensificó en 1830. El Conde Ignacio Belmonte, un


representante de la autoridad corrupta, se convirtió en el alcalde de Valdivia y ordenó la
captura de El Lince y El Zorro Darwin, vivos o muertos.

En la noche del 14 de abril de 1830, los soldados rodearon la hacienda de Josefina Pérez,
donde El Lince y El Zorro Darwin resistieron con la ayuda de los rancheros locales. En el
enfrentamiento, Armando Rojas sacrificó su vida para salvar a Josefina Pérez.

Después de la muerte de Armando, los pocos rancheros sobrevivientes fueron fusilados, y


Josefina Pérez y Mateo Sereno se escondieron en la bodega con su hijo. Sin embargo,
fueron descubiertos, y Belmonte después de proponerle un primer trato pero acabando
siendo roto por la muerte de Josefina, le propuso otro trato, él siendo exiliado de Chile, y su
hijo criado en un orfanato.

El Lince aceptó el trato para proteger a su familia, y en 1830, fue desterrado de Chile. Pasó
varios años en Estados Unidos durante la Guerra Civil, donde, a pesar de su depresión y
pérdidas personales, se convirtió en un general de la Unión.

Después de la guerra, El Lince, ya en sus años avanzados, se retiró del servicio activo y
recibió un pasaporte con una nueva identidad. Su deseo de reunirse con su familia en Chile
lo llevó a un viaje peligroso a través de Paraguay y Argentina.
En 1869, El Lince fue capturado por el ejército paraguayo durante una guerra sin sentido,
donde se vio obligado a luchar como un soldado raso. Sobrevivió a la guerra y fue liberado
por los argentinos en 1870, quienes le ofrecieron un hogar en Argentina.

A pesar de las restricciones de su pasaporte argentino, El Lince emigró ilegalmente a Chile


a mediados de 1870, continuando su búsqueda de respuestas sobre su familia. En 1871,
finalmente descubrió el nombre de su hijo y llamado Luis Quiños, quien se llamaría Luis
Sereno.

Luis, al enterarse de su verdadera identidad y de la historia de su padre, asumió el manto


de El Lince, continuando la lucha por la justicia. Numa Gutierrez, el amigo de la familia
Pérez, se convirtió en El Zorro Darwin. Mateo, ya anciano, se retiró de las actividades
heroicas y pasó sus últimos años en la hacienda de Luis.

En 1879, Mateo presenció cómo Luis formaba su propia familia en Valdivia. A los 92 años,
en 1888, Mateo Sereno falleció en Valdivia, la tierra que llegó a amar más que su
Extremadura natal, dejando un legado de valentía y redención a través de las generaciones.

También podría gustarte