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R E V I S T A

#03
m a y o / 2 0 1 3

BORUSSIA DORTMUND

EL MODELO

25 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN CRUYFF | MITOS DE BRONCE |


PÉKERMAN Y UN SUEÑO | COPPI-BARTALI: PURA MITOLOGÍA
| EL TIGRE Y EL OSO | ¿QUIÉN MATÓ AL RODILLO VENTRAL?
EDITORIAL

MODELOS Y REVOLUCIONES
Las grandes revoluciones empiezan con un primer paso, no necesa-
riamente modesto, pero tampoco exitoso y triunfal, ni mucho menos
premeditado. Simplemente, un pequeño paso. Alguien construye una
colchoneta para amortiguar los golpes de los jóvenes deportistas en el
gimnasio y años más tarde, con ese punto de apoyo, Dick Fosbury ca-
tapulta un estilo que revolucionará el salto de altura y extinguirá, cual
dinosaurios, a toda una generación de especialistas.

Desconcertado y desesperado, llevado al límite por el motín de sus


futbolistas, el presidente del Barça recurre a la única opción que jamás
habría barajado: la del Johan Cruyff entrenador en quien no confía, el
personaje al que detesta. Y ese acto inesperado dará paso a la mayor
revolución vivida en el club. El Barça nunca volverá a ser el mismo. De
manera inconsciente, el presidente abre las puertas a un gran revolu-
cionario que, además de notables éxitos, dejará como legado principal
un modelo de juego y una metodología de trabajo cuya influencia conti-
núa vigente, 25 años más tarde, en su máxima profundidad.

La agonía de los resultados económicos aboca al Borussia Dortmund


a la desaparición. El club alemán decide revolucionar la manera de
gestionar el fútbol, introduce criterios de austeridad y equilibrio en
la gerencia y, en consecuencia, también en el vestuario. Parece poca
cosa, pero en poco tiempo revertirá la situación económica, generará
importantes beneficios y construirá un equipo apasionante y apasio-
nado. Dieciséis años después de su primera coronación europea, el
BVB alcanza otra final de la Champions League, esta vez a partir de un
modelo de gestión estable y sostenible, que le permite compatibilizar
la prudencia financiera con el éxito deportivo.

Modelos revolucionarios. Revoluciones que desembocan en modelos.


Todos empezaron con un pequeño paso. A menudo, inesperado, sor-
prendente, improvisado.

CLUB PERARNAU / REVISTA #03 MAYO 2013

Este es el tercer número de la revista del Club Perarnau. Se publica en mayo


de 2013. Como todos los contenidos del Club, esta revista es exclusiva para
los socios y no se encuentra a la venta.

Editorial Primera Impresión.


ÍNDICE

25 años de la revolución 4

¿Por qué Sami? 21

Mitos de piedra y bronce 31

Djukic: cuerpo de entrenador 41

Pékerman y un sueño: quiere estar ahí 54

La Masia + La Fábrica = Perfección67

La Tragedia de Superga 89

Borussia Dortmund: el modelo 98

Las emigrantes120

La gimnasta eterna 127

El cielo podía esperar 138

¿Quién mató al rodillo ventral? 146

Jim Thorpe o la pasión 167

El tigre y el oso 183

Coppi-Bartali: pura mitología 190

Autores203
25 AÑOS DE
LA REVOLUCIÓN
Jordi Blanco

4 de mayo.

Dice la enciclopedia Wikipedia que tal día como este en 1502


Cristóbal Colón inició su cuarto viaje a América; que en 1886,
en Chicago, se produjo la Revuelta de Haymarket tras la huel-
ga general iniciada tres jornadas antes y que dio paso a que el
Primero de Mayo se instaurase el Día internacional del traba-
jador; que en 1949 murió la plantilla en pleno del Torino en el
trágico accidente de Superga; o que en 1979 Margaret Tat-
cher fue elegida primera ministra de Gran Bretaña. Esa fecha,
el 4 de mayo, podría considerarse una como tantas… Pero no
lo es en la historia del Barça. Porque fue el día en que Johan
Cruyff regresó al club para convertirse en su entrenador. Hace
25 años. En 1988. No fue un día cualquiera. Fue cuando todo
comenzó a cambiar.

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A
trapado en una espiral histérica, con el equipo bajo mínimos, la plantilla
en su contra y una oposición cada vez más organizada, Josep Lluís
Núñez vive sus peores momentos al frente del Barça a los diez años
de su llegada a la presidencia. El 30 de marzo de 1988, en Madrid, un gol
salvador de Alexanco evita que por vez primera en su historia el club quede
fuera de cualquier competición europea, pero el 28 de abril estalla todo.
Perseguida por Hacienda, la plantilla, con sus capitanes al frente, el apoyo
del entrenador y solamente Schuster ausente, pide sin disimulo la dimisión
del mandatario en lo que pasará a la historia como 'El motín del Hesperia'.
El Grup d'Opinió Barcelonista, la oposición, aprieta cada día más y existe la
certeza que tiene ganado para la causa a Johan Cruyff, quien el 4 de enero
había abandonado abruptamente la dirección técnica del Ajax. Así que, con
todo en contra, con la popularidad bajo mínimos y el futuro pendiente de un
hilo… Núñez toma la decisión más arriesgada y controvertida posible. A la
larga, sin duda, la más trascendental de su mandato.

Johan Cruyff ya formaba parte del entorno. El club había filtrado su nombre
para descubrir cómo sería recibido por la hinchada, aunque sopesaba la
posibilidad de dar continuidad a Luis Aragonés por su buena relación con la
plantilla. Pero aquella rebelión del vestuario lo cambió todo en un abrir y
cerrar de ojos. Núñez tomó el mando en primera persona y le bastó un
encuentro cara a cara con Johan para ganarle a su causa. Sin apenas
problema, le robó a la oposición su figura estelar, dejándola en fuera de juego
y sin baza ninguna, a pesar de sus denuncias respecto a que el presidente
había convencido al técnico a través de pagar una vieja deuda con el fisco…

Su carta de presentación era todavía más


contundente. Una auténtica declaración
de intenciones: “El Barça necesita un
dictador y ese dictador soy yo”

EL FICHAJE - LA ÚLTIMA BALA DE NÚÑEZ

Sea como fuere, el 2 de mayo se concretó el acuerdo y dos días después,


a la misma hora en que el Espanyol ganaba por 3-0 al Bayer Leverkusen en
la ida de la final de la Copa de la UEFA, el Barça “contraprogramaba” a lo
grande presentando en las oficinas a Johan Cruyff, quien se comprometía
por una sola temporada y dejaba las cosas meridianamente claras con una
frase abrumadora: “Todos los jugadores deben respetar al presidente porque
es quien paga… Y quien no esté de acuerdo ya se puede marchar”. Ese era
el capote a Núñez. Su carta de presentación era todavía más contundente.
Una auténtica declaración de intenciones: “El Barça necesita un dictador y
ese dictador soy yo”.
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A un lado, Toni Bruins Slot sonríe como un niño y al otro lo hace nerviosamente
Josep Lluís Núñez. El mandatario acaba de disparar la última bala. Conoce,
como todo el mundo, la arrolladora personalidad de Cruyff y es consciente
de que será imposible dominarle. Tiene claro que ante los socios su figura
quedará empequeñecida por la del holandés. Pero, a la vez, es consciente
de que Johan puede devolverle el crédito ante una hinchada más alejada que
nunca del club, de unos aficionados que han despreciado a los futbolistas
y que han abandonado igualmente a sus dirigentes, que apenas llenan un
tercio de las gradas del Camp Nou (lo nunca visto) y que contemplan cómo el
Barça es, como nunca pudiera imaginarse, un club en derribo.

El equipo de Luis Aragonés acabará la temporada en sexta posición liguera,


la peor clasificación desde 1942, pero en las tres últimas semanas de mayo
todo eso ya es lo de menos. Solo se piensa en clave Cruyff, solo importa el
futuro. Empiezan a circular nombres de fichajes, desde Miquel Soler hasta
Manolo Hierro, se filtra que la escabechina en la plantilla será absoluta, se da
por hecho el aterrizaje de no pocos futbolistas y se confirma al eterno Charly
Rexach como mano derecha del nuevo entrenador. Viejos amigos de su época
de futbolistas serán los encargados de resucitar a un club al borde del abismo,
o, más aún, sacarlo del abismo.

En abril, el Barça gana al Real Madrid una


final de Copa, en Mestalla, que con el paso
del tiempo se contempla como la clave
de todo. Aquel partido, los goles de Amor
y Julio Salinas, le conceden un mínimo
crédito a Johan

DE LA REVOLUCIÓN A MESTALLA - LA COPA SALVADORA

“El primero de julio quiero que todo esté solucionado” avisó Cruyff el día
de su presentación. Y aunque aquel día el trabajo estaba a medio hacer,
cuando el Barça comenzó su andadura todo era diferente. Apoyado en las
circunstancias, Johan limpia la plantilla de arriba a abajo. Hasta quince
jugadores abandonan el club destacando nombres como Urruti (ya suplente
de Zubizarreta), Gerardo, Moratalla, Víctor, Calderé, Clos o… Schuster, quien
a pesar de recibir a última hora una oferta de renovación (contra la opinión del
entrenador) por parte del presidente ya tiene cerrado un acuerdo con el Real
Madrid.

Johan toma el mando con firmeza absoluta. Futbolísticamente apuesta


por un sistema innegociable, con extremos abiertos, la figura de un '4'
que descubrirá a Milla y la famosa cultura del rondo, hoy tomada con total
normalidad, pero en aquel momento novedosa y revolucionaria. Contemplar a
Zubizarreta jugando de interior durante unos minutos de un partido veraniego
en Holanda, una simple anécdota si se quiere a la vista de la nula entidad del
rival, descubre la personalidad que quiere inculcar el entrenador a su equipo,
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en el que desde el '1' y hasta el '11' todos deben mimar el balón sin disimulo. La
inversión de 13,6 millones de euros (2.260 millones de pesetas de la época)
en doce fichajes (once más Romerito, que llegará en plena temporada) deja al
descubierto la auténtica revolución que se vive en una plantilla de la que solo
sobreviven del pasado Alexanko, Carrasco, Julio Alberto, Lineker, Migueli,
Roberto, Salva, Urbano y Zubizarreta. Aunque algunos de ellos serán meros
espectadores en el futuro.

Pero si futbolísticamente el cambio es sustancial, la gestión de vestuario vivirá


un giro absoluto. Cruyff mostrará su poder de inmediato, cuando amenaza
con dejar en tierra a dos “intocables” como Julio Alberto y Carrasco por
negarse ambos a renunciar a las primas que tenían incluidas en su contrato.
El entrenador, inflexible, les hace entrenar al margen del grupo y deja claro
que no formarán parte de la plantilla si no renuncian a ese “privilegio”, como
sí habían aceptado otros futbolistas de la “vieja guardia”. Cuando Johan gana
esta batalla, queda claro quién manda en el club. Núñez, desde el despacho,
empieza a vivir tranquilo.

El fútbol regresa al primer plano y la afición vuelve al Camp Nou. El Barça va


adaptándose sin prisa pero sin pausa a las nuevas directrices, pero la ventaja
que le lleva el Real Madrid se demuestra insalvable por la irregularidad
mostrada en una Liga que será blanca por cuarto año consecutivo, aunque el
primer fruto llega con la Recopa conquistada en Berna frente a la Sampdoria.
Ese primer año del cruyffismo desemboca en las elecciones a priori más
complicadas para Núñez… que salva holgadamente frente al llamado
aspirante de CiU, Sixte Cambra, el mismo domingo en que el Barça no pasa
de un triste 0-0 frente al Real Madrid en el Camp Nou, la tarde en que Johan
pone de moda las “cruyffadas” con el fichaje de Romerito.

Con disimulados reproches a algunas de sus decisiones, con el varapalo de la


eliminación en la Copa frente al Atlético de Madrid cayendo humillado en el
Vicente Calderón por 4-0, la derrota liguera en Murcia (2-0) o empates frente
a Zaragoza, Valladolid o Sevilla que le apartan del título, el Barça acabará esa
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campaña. Y se dirigirá al segundo año del cruyffismo, el de la confirmación,
que se acabará salvando por los pelos.

En el verano de 1989 Johan incorpora a Koeman y Laudrup, marchando


Lineker, Migueli, Carrasco, Salva y Serer, amén de Romerito. El Barça
empezará la Liga con una sonrojante derrota en Valladolid salpicada por
el debut de Lucendo, ampliamente criticado, a la que seguirán dos más en
Oviedo y Mallorca que provocan que a la quinta jornada de Liga el equipo
esté más cerca del descenso que del liderato. El escándalo de Brito Arceo
en el último partido del año, señalando un penalty a Polster cometido fuera
del área, apartará levemente de los focos las críticas cada vez más sólidas
contra el entrenador y el equipo, eliminado por el Anderlecht en la Recopa y
con un rendimiento muy alejado de lo esperado.

El entorno del club vuelve a calentarse y las voces que reclaman el despido
de Cruyff se multiplican. En febrero se vive una agitadísima asamblea de
compromisarios en la que Núñez salva la cabeza del holandés,
momentáneamente, a la vez que este ya habla en clave de futuro (“necesito
un tercer año”), dando por sentado que el curso no dará los frutos esperados.
En abril, el Barça gana al Real Madrid una final de Copa, en Mestalla, que con
el paso del tiempo se contempla como la clave de todo. Aquel partido, los
goles de Amor y Julio Salinas, le conceden un mínimo crédito a Johan, que
tendrá su tercer año. El último del crédito. El definitivo. Las excusas se
acabaron.

El Barça de Cruyff paseará por España


y Europa un fútbol que con el tiempo se
convertirá en acto de fe. Un fútbol que,
por su atrevimiento, ganará adeptos por
doquier y que por su riesgo le comportará
no pocos disgustos

EL DREAM TEAM - HACEDOR DE MILAGROS

Con la popularidad en caída libre, cada vez menos apoyo de la grada y los
medios de comunicación alejados de sus postulados, Cruyff inicia la nueva
temporada fichando a Stoichkov, recuperando a Goikoetxea y Ferrer,
adquiriendo cedido a Nando, sacándose de encima a Aloisio, Geli, Lucendo,
Milla, Onésimo, Roberto, Roura, Sergi, Unzué y Valverde. Y haciendo estallar
la bomba Milla, su descubrimiento, a quien abrirá la puerta para que se vaya
al Real Madrid por no aceptar los términos económicos del contrato que
plantea el holandés.

Aquella decisión, que llenó de estupor a los despachos y levantó no pocas


dudas y temores de una afición que temía ver a otro de los suyos triunfando
en el máximo rival, acabó convirtiéndose en un milagro. Pocos meses después
apareció por La Masia un chaval llamado Guardiola, cuya trascendencia en la
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historia moderna del club, primero
en el césped y después en el
banquillo, siguiendo a pies juntillas
las directrices de Johan, está de
más evaluar aquí.

El Barça, seis años después,


volverá a ganar la Liga con un
paseo, a cuatro jornadas del final
pero después de ser vapuleado
(4-0) en Cádiz. No pasa nada. La
euforia en el entorno ya es absoluta
a pesar de que cuatro días después
se pierda la final de la Recopa frente
Ilustración: Álex Santaló
al Manchester United (un título que
no pocos consideran salvador en la
historia de Sir Alex Ferguson con los diablos rojos). Cruyff ya ha conseguido,
sin disimulo ni discusión, instaurar la cultura de su fútbol en el Camp Nou y
Núñez, en segundo plano, vive sus momentos más plácidos. Aunque no es un
secreto que su vanidad empieza a resentirse por el protagonismo que le roba
el entrenador.

Aquel es el primero de los cuatro títulos ligueros que enlazará el equipo que
será bautizado como Dream Team, a imagen y semejanza del fabuloso equipo
de baloncesto de Estados Unidos que se paseará un año después por los
Juegos Olímpicos de Barcelona. Pero el Barça, lejos de la superioridad en
resultados de aquellos gigantes yankees, basará su leyenda en los milagros y
se enterrará también a lo grande, nada de una lenta pérdida de hegemonía, sino
un batacazo descomunal. En Atenas, claro. Pero antes de llegarse a la capital
helena, el Barça de Cruyff paseará por España y Europa un fútbol que con el
tiempo se convertirá en acto de fe. Un fútbol que, por su atrevimiento, ganará
adeptos por doquier y que por su riesgo le comportará no pocos disgustos.
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La flor de Johan le dará dos Ligas en la última jornada gracias al Tenerife, en
detrimento de un Real Madrid al borde de un ataque de nervios; y una tercera
merced a un portero llamado González, del Valencia, atajando el famoso
penalty de Djukic. Un fútbol que enamora y enloquece a partes iguales y
que provocará que muchos años después Txiki Begiristain, uno de los hijos
predilectos del holandés, proclame que “éramos humanos, pero jugábamos
para divertirnos de tal manera que, de la misma forma que podíamos bailar a
un rival, un mal día nos bailaban a nosotros”. Y a fe que eso ocurrió.

El primer milagro de la era triunfal, del cruyffismo, ocurrió en Alemania, en el


infierno de Betzenberg, el 6 de noviembre de 1991, cuando Bakero, empujado
por toda el alma del barcelonismo, se elevó en el área del Kaiserslautern para
marcar un gol imposible que convertía la tragedia en clasificación, que llevaba
al Barça a la liguilla de una Copa de Europa que acabaría ganando seis meses
después en Wembley. Aquella diana, en el último suspiro del partido, convertía
el 3-0 en un 3-1 salvador. Un milagro en toda regla, la flor, la fortuna. “Hemos
tenido la máxima suerte en el peor partido”, admitió aquella noche Johan. Él,
probablemente, se sabía tocado por una varita mágica.

Pero ni los éxitos ni la gloria son eternos


y un fichaje estratosférico, el de Romario,
puede considerarse el principio del fin. Fue
la suya una metralleta de felicidad que
desembocó en una bomba que estalló de
la peor manera. Y que condujo sin prisa,
pero inexorablemente, al final

Fueron cuatro años de leyenda. Imposibles de borrar de la memoria de quien


los viviera de cerca, de quien los disfrutase o quien los padeciera. Un sello
intransferible con una apuesta memorable de un entrenador que había dado la
vuelta al calcetín y había convertido un club perdedor en la imagen del triunfo,
orgulloso de su particular ADN futbolístico y de ser reconocido allá donde
fuera. Pero ni los éxitos ni la gloria son eternos y un fichaje estratosférico, el
de Romario, puede considerarse el principio del fin. Fue la suya una metralleta
de felicidad que desembocó en una bomba que estalló de la peor manera. Y
que condujo sin prisa, pero inexorablemente, al final.

El 14 de julio de 1993, de madrugada, Joan Gaspart cierra el fichaje del astro


brasileño, que viene a sustituir a Richard Witschge y a poner presión máxima
en el trío de extranjeros intocables (Koeman, Laudrup y Stoichkov). Puesto que
solamente se pueden alinear tres foráneos, Koeman es el primer damnificado
y su reacción de enfado ya da a entender que la gestión no será fácil. Aquella
temporada es el cenit del Dream Team, para lo bueno y para lo malo. Muchos
consideran el 4-1 al Dinamo Kiev como la obra maestra del fútbol de aquel
Barça, que es capaz de arrasar al Valencia en Mestalla o perder en el Camp
Nou ante el humilde Lleida; que puede vapulear en 45 minutos al Atlético
en el Calderón por 0-3 para acabar perdiendo por 4-3... Y que en una noche
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mágica arrodilla al Real Madrid por 5-0 en el Camp Nou. Es la temporada que
se cierra con una racha de resultados alucinantes, sumando trece victorias y
dos empates a partir de un humillante 6-3 encajado en Zaragoza que le dará
la Liga, con los 30 goles prometidos por Romario. Y el penalty fallado por
Djukic en el último minuto del último partido de Liga. El no va más.

ATENAS. EL PRINCIPIO DEL FIN

“Ellos han fichado a Desailly y nosotros a Romario.


Esa es la diferencia entre el Barça y el Milan”. Son
palabras de Cruyff en la víspera de la final de
Atenas. Dos años después de Wembley, el Barça,
18 de mayo de 1994, vuelve a estar en puertas
de ganar la Copa de Europa. Enfrente, el Milan de
Fabio Capello lleva preparando el duelo cerca de
un mes. Si el Barça gana histéricamente la Liga el
14 de mayo, el Milan piensa en este partido desde
el 10 de abril, cuando conquista la Serie A con
tres jornadas de antelación. A la euforia que se
desprende desde Barcelona responde con silencio
el entorno del Milan, que un año antes había
perdido la final frente al Olympique de Marsella
pero mantiene una columna vertebral de calidad
incuestionable.

La final de Atenas, el entierro del Dream Team, es


una pesadilla absoluta. Massaro clava dos puñaladas en la primera mitad,
Savicevic, apenas iniciada la segunda, sentencia y Desailly, el francés de
quien tanta chanza se había hecho, convierte la derrota en humillación no
mucho después. Aquel 4-0 provoca que en la misma capital helena Johan
rompa la columna vertebral de la plantilla con una revolución en toda regla.
Zubizarreta, Laudrup, Goikoetxea, Julio Salinas, Juan Carlos, Quique
Estebaranz y Óscar (este cedido al Albacete) dejan el club. La salida del
portero es tan traumática como la del delantero danés, quien toma el temido
y odiado camino al Bernabéu tras una despedida mítica en la que, sin nombrar
al entrenador, le destroza.

Se invierten cerca de 900 millones de pesetas (5,5 millones de euros) en


los fichajes de Hagi, Abelardo, José Mari, Escaich y Geli, llegando libres
Lopetegui, Eskurza y Sánchez Jara. El rendimiento de todos ellos quedará
muy lejos de lo esperado y provocará que la imagen del holandés empiece
a ser discutida. Aunque será el caso Romario lo primero que estallará en el
ambiente. El brasileño, campeón del mundo con Brasil en Estados Unidos, se
salta a la torera el inicio de la pretemporada quedándose de fiesta en Río de
Janeiro. Pero el mando del entrenador ya quedará cuestionado cuando en la
primera jornada liguera, contra todo lo esperado, Romario sea incluido en el
once titular de Gijón.

La sucesión de Zubizarreta, la inadaptación de Hagi, los fiascos de José Mari


o Eskurza y la ascensión de Jordi Cruyff marcarán aquel primer curso post
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Dream Team. A Lopetegui se le hace demasiado grande el reto mientras que
Busquets se muestra como un portero muy alejado de la sobriedad de Zubi
y, cuando en la quinta jornada el Barça cae en Zaragoza (2-1) para quedar
a cuatro puntos del liderato y tres del descenso, la primera crisis asoma sin
disimulo. El holandés carga contra sus futbolistas por la derrota y el “curioso”
fichaje de Korneiev no hace más que aumentar la sensación de fracaso en la
renovación del vestuario, que alcanza la sospecha con la presencia de Angoy
(el yerno del entrenador) como tercer portero.

La goleada continental al Manchester United (4-0) en noviembre puede


considerarse la noche mágica de aquel curso 94-95, pareciendo que el equipo
retoma la buena senda, pero la irregularidad en los resultados va alejando al
Barça del Real Madrid en el torneo liguero, aumentando la ansiedad en el
entorno y estallando sin remisión cuando el 7 de enero de 1995 el equipo
blanco le devuelve la “manita” en el Bernabéu, con una exhibición de Laudrup,
una injustificada expulsión de Stoichkov (que será atacado sin piedad por el
entrenador) y, dos días después, el traspaso del rebelde Romario al Flamengo.

“Si las vacas sagradas no son capaces de llevar el timón habrá que buscar a
otros”, avisa Cruyff mientras su alejamiento de Núñez se contempla patente
a todos los niveles. Varios directivos empiezan a filtrar que las decisiones
deportivas del entrenador son las responsables de que el equipo caiga en
barrena. El 15 de marzo, en el Parque de los Príncipes, el Barça es eliminado
por el PSG en los cuartos de final de la Champions, en un partido que el
equipo francés remonta en nueve minutos el inicial gol de Bakero y provoca
que el entrenador avise que “no habrá tranquilidad para nadie”. Dos días
después se produce el divorcio de la plantilla con Stoichkov y la aparición del
presidente para traspasar a Johan toda la responsabilidad. “La Junta tiene
por norma no inmiscuirse en los problemas del vestuario y no va a cambiar”,
afirma solemnemente el mandatario, a la vez que se filtra el fichaje de Kodro,
máximo goleador de la Real Sociedad, para el siguiente curso, el interés por
Rui Costa y la seguridad de que la plantilla, visto el devenir de la temporada,
vivirá una nueva revolución.

Eliminado en los octavos de final de la Copa del Rey por el Atlético de Madrid
y clasificado para la Copa de la UEFA gracias a la victoria en la última jornada
en San Mamés, la temporada se cierra con el rumor (nunca confirmado)
que apunta a que varios futbolistas de la plantilla (canteranos) han escrito
un manifiesto contra el entrenador, lo que provoca que este califique como
“ratas” a varios directivos sin nombrarlos por haber difundido una “noticia
falsa”. La distancia entre el equipo técnico y los despachos se hace más que
evidente cuando el presidente utiliza a varios de sus directivos para filtrar
que el entrenador “pide fichajes imposibles” y que ha perdido el control del
vestuario. La preparación para la siguiente temporada hace sospechar que el
ciclo de Cruyff se encamina a su final.

Johan da una nueva vuelta de tuerca a su proyecto. Dejan el club históricos


como Koeman, Eusebio, Stoichkov o Begiristain y se invierten 12,7 millones
de euros en los fichajes de Kodro, Figo, Popescu y Cuéllar, a quienes se suma
Robert Prosinecki, estrella fracasada en el Real Madrid y que aterriza en el
Camp Nou como apuesta personal del entrenador después de un mejorado
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año en el Oviedo. Pero en el verano de 1995 empezará a contemplarse que
el potencial de la plantilla no es el esperado, se hará evidente el divorcio
absoluto entre el holandés y Núñez y la temporada comenzará con cruces de
reproches, acusaciones veladas en todas direcciones y la última revolución
de Cruyff, un cambio de rumbo que, por inesperado, es recibido con igual
ilusión como escepticismo entre la hinchada.

LA QUINTA DEL MINI. SINFONÍA INACABADA

El Barça inicia la Liga en Zorrilla, ante el Valladolid de un joven Rafa


Benítez, ganando por 0-2 y sorprendiendo la alineación con seis
canteranos que acabarán siendo hasta nueve. Es la eclosión de la
'Quinta del Mini', con el genio Iván de la Peña a la cabeza y jugadores
como Roger (ya había debutado el curso anterior), Celades, Velamazán,
Quique y Moreno. Se suman a los Ferrer, Busquets, Sergi, Guardiola,
Amor y Jordi o a Óscar y Carreras, que regresan tras sus cesiones.
También aparecerán de forma muy esporádica Rufete, Setvalls, Angoy o
Roca en una temporada, la última de Johan en el banquillo, que muestra
un nuevo camino a seguir. A pesar de que las reticencias cada vez más
evidentes de la directiva, con Núñez a la cabeza, han dado paso a una
guerra subterránea que convierte el famoso “entorno” en una locura
continuada, el Barça, rejuvenecido hasta límites insospechados, muestra
una imagen renovada, ilusionante y merecedora de una paciencia que
muchos esperan. Pero que no existirá.

Tras empatar en el Bernabéu (1-1) con siete canteranos y avasallar al


Betis (1-5) en el Villamarín con ocho, que son once con los cambios, el
nuevo Barça va tomando cuerpo, aunque no se oculte el nuevo fracaso
en la política de fichajes, con Kodro, Prosinecki y Cuéllar como máxima
expresión. La confirmación de Abelardo, la solidez de Popescu y la
agradable sorpresa de Figo no ocultan la bisoñez de un equipo que
empieza a dejar escapar el título liguero frente a la pujanza del Atlético
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de Madrid al ser derrotado (3-1) en el Calderón la jornada en que podía
asaltar el liderato, y que a partir de ahí, tras caer en Sevilla y Vigo o
empatar en el Camp Nou frente al Deportivo, cerrará la primera vuelta
en cuarto lugar, a diez puntos del líder.

Aparecen los nombres de Zidane,


Djorkaeff o Giggs como los elegidos
por el entrenador holandés para,
junto a los canteranos y tras otra
limpieza a fondo de la plantilla,
comenzar un nuevo ciclo

Para entonces, enero de 1996, la posición de Cruyff se ha debilitado


absolutamente ante el palco. El apoyo al holandés en la grada es mayoritario,
que no absoluto, pero Núñez ya medita seriamente cerrar el ciclo. Es por ello
que la directiva vuelve a poner en tela de juicio su continuidad en cuanto un
asesor del entrenador, Jaume Roures, asegura que el contrato de renovación
ya está firmado. El mes acaba calmado con la destitución de Valdano en el
Real Madrid y un golazo de Iván de la Peña al Zaragoza que, sin ocultar las
deficiencias del Barça, ofrecen un mínimo margen de optimismo.

Y el 13 de marzo marcará a fuego el futuro. Aquella noche el Barça, con Angoy


de portero y la triste imagen de Cruyff y Rexach sonriendo en el banquillo,
es humillado por el Espanyol en la Copa Catalunya por 5-1 y las reacciones
entre los directivos no dejan lugar a la duda. El vicepresidente Mussons
carga con dureza contra el tándem técnico y ni la victoria en Eindhoven, con
un excepcional gol de Sergi, apaga el fuego. La prensa publica que el club
negocia el fichaje de Vítor Baía, que Luis Enrique ha pasado revisión médica
en secreto. Y que se ha tanteado la llegada de Radomir Antic (entrenador del
Atlético) de cara al próximo ejercicio.

A principios de abril, tras empatar en Múnich (2-2) frente al Bayern en la ida


de las semifinales de la Copa de la UEFA, aparecen los nombres de Zidane,
Djorkaeff o Giggs como los elegidos por el entrenador holandés para, junto a
los canteranos y tras otra limpieza a fondo de la plantilla, comenzar un nuevo
ciclo. Para entonces, sin embargo, la figura de Johan ya no tiene ninguna clase
de credibilidad ante la directiva. De hecho, Núñez sale a la palestra acusando
al técnico de amenazar la salud económica del club con sus caprichos.

Curiosamente, el Barça está en ese momento en disposición de luchar por


los tres títulos en disputa. Finalista de Copa, con la vuelta ante el Bayern en
el Camp Nou y a la espera de recibir al Atlético en un duelo que se aventura
decisivo, Johan intenta inyectar optimismo al entorno. En diez días contados,
la caída será terrible. El 10 de abril, en Zaragoza, un gol de Pantic en la
prórroga derrota a un desafortunado Barça en la final de la Copa del Rey, con
Guardiola lesionado jugando de delantero centro a la desesperada, e Iván de la
Peña castigado en Barcelona, en un nuevo e innecesario frente en el momento
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cumbre del curso. Seis días después, el Bayern (a la postre campeón del
torneo) vence en el coliseo barcelonista por 1-2 y rompe el sueño de la Copa
de la UEFA y, por fin, el día 20 el Atlético de Madrid, a lomos de un exquisito
Caminero, sentencia la Liga derrotando al Barça por 1-3 en el Camp Nou.
Al desencanto de la hinchada solo le supera la hostilidad de la directiva. La
presión de Cruyff hablando de futuro, lejos de calar en el ambiente, muestra
que, con el silencio de los dirigentes, el final es irreversible.

Javier Clemente, viejo “amigo” de Núñez, y Radomir Antic se postulan como


sucesores, a la vez que las encuestas publicadas por la prensa descubren la
profunda división entre una masa social entregada a la apuesta futbolística,
convencida del camino a tomar con la cantera como baza principal, pero
alejada de un entrenador al que se muestra como errático y endiosado. Mayo,
el mes definitivo, empieza con Giggs en portada y con Núñez criticando ya
sin disimulo los deseos de Cruyff. “Fichar por 2.000 millones de pesetas
es muy sencillo: lo hace hasta la portera de mi casa”, dispara el presidente,
quien destaca que el fichaje de Pantic “es el ejemplo a seguir. No el de tirar la
casa por la ventana”. La cuerda se tensará con la respuesta del entrenador,
quien exige que el dinero “debe estar en el campo y no en el banco”, a la vez
que lanza un aviso: “Si no hay fichajes, habrá lío”. Pero Johan desconoce que
su suerte está echada.

El 16 de mayo aparece publicado que el presidente se ha reunido en Madrid


con Bobby Robson y, aunque aparecen también los nombres de Luis Fernández,
Javier Clemente y Louis van Gaal como aspirantes al banquillo, la realidad es
que Núñez ha cerrado ya el fichaje del entrenador inglés de cara a la siguiente
temporada. Y el 18 de mayo, un sábado por la mañana, jornada previa al partido
liguero frente al Celta, Johan Cruyff abandona el Barça, como había predicho
años antes, “en globo”. Joan Gaspart acude al Camp Nou para comunicarle
que el club ha decidido que abandone el banquillo al acabar la temporada. Su
encuentro desemboca en un agrio enfrentamiento que motiva el cese inmediato
del entrenador, que al día siguiente ya no estará en su puesto, ocupado
interinamente hasta fin de curso por Charly Rexach.

El cese de Cruyff motiva una pañolada histórica de desaprobación por las formas
en el estadio (contándose hasta 128 pancartas en contra de la directiva) y
provoca una alucinante rueda de prensa de Núñez en la que, olvidando la historia
reciente, ataca a muerte al holandés. A la vera del presidente, directivos como
Gaspart, Mussons o Pulido no se muerden la lengua en sus descalificaciones
hacia Johan, mientras la maquinaria del club empieza a trabajar a todo ritmo en
el futuro. El Barça ganará aquel partido al Celta por 3-2 y cerrará la temporada,
en Riazor, con un empate a dos en el que Rexach homenajeará a su todavía íntimo
amigo confeccionando una alineación con nueve canteranos. Mientras estallan
los últimos coletazos de la guerra ya acabada, aparece el nombre de Ronaldo,
que se suma a Blanc, Giovanni, Couto. Y Stoichkov, que tomará el camino de
regreso, en la demostración definitiva de que el cruyffismo ha muerto. O eso se
pretende.

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Nada se entendería en el Barça sin
Cruyff, sin su apuesta ganadora, su
filosofía futbolística, la pasión por el
ataque, su personalidad arrolladora…

EL LEGADO

El paso de los años, contra lo que algunos pretendieron, no ha enterrado


la figura de Johan Cruyff. Cuarenta años después de su llegada al Barça
como futbolista y cuando se cumplen 25 de su aterrizaje en el banquillo, su
filosofía futbolística no solo ha quedado instalada, incrustada diríamos, en el
club, sino que es del todo incuestionable. Dogma de fe, su sello permanece
inalterable por encima de su figura.

El fútbol puede haber evolucionado, la figura de aquel '4' que estrenó Milla
y simbolizó Guardiola ha dado paso hoy a otro sistema, en el que la figura
imperial de Busquets puede tomarse como el ancla de todo. El legendario
rondo ha ganado en velocidad de ejecución y los cambios son múltiples,
pero nada en el Barça se entendería sin Cruyff, sin su apuesta ganadora, su
filosofía futbolística, la pasión por el ataque, su personalidad arrolladora. Por
el banquillo pasaron Van Gaal, Antic o Rijkaard moldeando en la medida de lo
posible el fútbol del Barça. Y fue Guardiola quien cerró el círculo. Pep volvió
sin disimulo a los orígenes y catapultó al club a la gloria. Él, el hijo predilecto,
es, sin duda, quien mejor personaliza el legado de Johan Cruyff.

Fue el revolucionario del Barça. Influencias ha habido muchas y esenciales,


Rinus Michels y Laureano Ruiz en primera fila, pero Johan es la piedra angular
porque no solo implantó una manera de jugar y esa vocación de ir siempre
a ganar, sino que cambió el espíritu pusilánime y tristón del barcelonismo,
ordenó el modelo de la cantera, modernizó la vertiente deportiva del club
y quebró una dinámica perdedora, gris y de pocas miras. Su legado fue
controvertido, con luces y sombras, con aspectos inválidos que precisaron
corrección y aggiornamento posteriores, pero su revolución resultó tan
poderosa que 25 años más tarde continúa a flor de piel, grabada a fuego en
todo jugador formado en el Barça, fundamental para comprender el idioma
futbolístico de la entidad.

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LOS NÚMEROS DE CRUYFF

TEMP PJ G E P GF GC

1988-89 55 34 15 6 114 43

1989-90 51 30 9 12 99 50

1990-91 55 34 8 13 111 54

1991-92 53 32 11 10 110 50

1992-93 53 33 12 8 119 48

1993-94 56 34 11 11 123 60

1994-95 50 22 13 15 83 66

1995-96 57 31 18 8 111 52

TOTAL 430 250 97 83 870 423

LOS TÍTULOS

• 1988-89 Recopa de Europa


• 1989-90 Copa del Rey
• 1990-91 Liga
• 1991-92 Liga, Copa de Europa, Supercopa de España
• 1992-93 Liga, Supercopa de Europa, Supercopa de España
• 1993-94 Liga
• 1994-95 Supercopa de España
• 1995-96 ---

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CANTERANOS DEBUTANTES EN PARTIDOS
OFICIALES CON CRUYFF
1988-89 4 Milla, Amor, Serer, Roura

1989-90 2 Lucendo, Pinilla

1990-91 7 Ferrer, Guardiola. Álex, Carreras, Maqueda, Herrera,


Busquets

1991-92 1 Cristóbal (regreso)

1992-93 2 Christiansen, Òscar

1993-94 1 Sergi

1994-95 6 Arpón, Roger, Angoy, Sánchez Jara (regreso), Jordi


Cruyff, Luis Cembranos

1995-96 8 Toni Velamazán, Celades, De la Peña, Moreno,


Quique Álvarez, García Pimienta, Roca, Setvalls

FICHAJES ERA CRUYFF

1988-89 (2.260 MILLONES PTAS.) 1990-91 (265 MILLONES PTAS.)


Soler 400 Stoichkov 265
Bakero 300 cesión cambio
Begiristain 300 Nando
Unzué
Valverde 200
Serna 170 1991-92 (700 MILLONES PTAS.)
Unzué 150 Witschge 450
Goikoetxea 150 Nadal 200
Eusebio 150 Cristóbal 50
Julio Salinas 150 Juan Carlos Libre
Aloisio 125
Manolo Hierro 125 1992-93 (310 MILLONES PTAS.)
Romerito 40
Pablo 175
López Rekarte Libre
Vucevic 70
Ekelund 65
1989-90 (1.260 MILLONES PTAS.)
Koeman 1.000 1993-94 (550 MILLONES PTAS.)
Laudrup 220
Romario 450
Onésimo 25
Iván 100
Geli 15
Quique Libre
Estebaranz

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1994-95 (865 MILLONES PTAS.) 1995-96 (2.100 MILLONES PTAS.)
Hagi 400 Kodro 700
Abelardo 275 Popescu 550
José Mari 100 Cuéllar 500
Geli 65 Figo 350
Escaich 25 Prosinecki Libre
Korneyev Libre
Sánchez Jara Libre
Lopetegi Libre
Eskurza Cambio Goiko

* A modo de ejemplo, se muestran los fichajes de las dos siguientes temporadas,


las primeras sin Cruyff, en las que el gasto se disparó de forma exponencial

1996-97 (5.800 MILLONES PTAS.) 1996-97 (9.940 MILLONES PTAS.)


Ronaldo 2.500 Rivaldo 4.000
Giovanni 1.000 Anderson 3.000
Vítor Baía 1.000 Dugarry 800
Amunike 450 Reiziger 800
Stoichkov 450 Bogarde 740
Fernando Couto 400 Hesp 300
Blanc Libre Ciric 300
Pizzi Libre
Luis Enrique Libre * 1.000 millones de ptas = 6 Millones de €

Jordi Blanco
@Elwood_White

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¿POR QUÉ SAMI?
Álex Argelés

En todos los equipos por los que ha pasado ha sido


considerado imprescindible. Vital en el Stuttgart,
capitán de la Sub-21 alemana, básico para Joachim
Löw en la Mannschaft, esencial para José Mourinho
en el Real Madrid. ¿Por qué Sami? es una pregunta
recurrente en España, pero uno tras otro sus
competidores se han ido rindiendo: Gago, Diarra, Sahin,
Modric… Ninguno ha podido arrebatarle a Khedira el
puesto de escudero de Xabi Alonso, lo que no puede
ser tildado de casualidad sino mérito rotundo de un
box to box profundamente germánico.

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J
usto enfrente de Sicilia, separada únicamente por un trecho del mar
Mediterráneo, se encuentra la localidad de Hammamett. Una ciudad
tunecina con poco más de 60.000 habitantes, pero asentada sobre unos
cimientos que se remontan a un periodo anterior a Jesucristo. La historia ha
dejado su impronta en esta villa amurallada a las orillas del Mare Nostrum
que quiso ser tomada más de una vez por españoles, otomanos e italianos
cuando el control económico y comercial se alcanzaba navegando. Hoy en
día es un reclamo turístico de Túnez: un pequeño paraíso donde pasar unos
días de playa low cost, más barato para los centroeuropeos que los paisajes
de Italia o España.

COMO UN TURISTA EN SU TIERRA

En la que está considerada la “ciudad del jazmín” se encuentran los orígenes de


Sami Khedira, un jugador que se ha convertido en un referente para la selección
de Alemania y para el estilo vertiginoso del equipo de José Mourinho. En
Hammamett, años antes de que la ciudad fuera tan transitada por extranjeros,
una turista alemana conoció a Lazhar Khedira, un joven tunecino de apenas
veinte años. Lo que suele ser un encuentro veraniego entre chavales se convirtió
en un lazo duradero que, a pesar de la distancia, se materializó en matrimonio
cuando el visado de Lazhar en Alemania estaba a punto de expirar. Un ejemplo
más del mestizaje cultural en el que se ha convertido el país germano desde
que acabó la Segunda Guerra Mundial, gracias a los flujos migratorios de
inmigrantes, principalmente polacos y turcos. De esas raíces también se ha
nutrido el fútbol teutón. Basta con repasar las filas de su selección en los
últimos años: Podolski, Klose, Özil, Boateng, Marin, Mario Gómez y el propio
Khedira. Un fútbol nacido del mestizaje y de la multiculturalidad, congeniando
la tradicional potencia germana con el talento de jugadores originarios de otras
tierras. Ya lo dijo Joachim Löw en el Mundial de Sudáfrica: “Nuestro fútbol tiene
un aire latino”.

Como muchos de sus compañeros —no en el caso de Klose y Podolski—,


Sami Khedira es alemán de nacimiento. Su hogar es la ciudad de
Stuttgart, situada en uno de los estados alemanes más significativos
económica y socialmente. A pesar de ser un germano de primera
generación, su herencia tunecina se encuentra mucho más disuelta de
lo que cabría esperar. De la ciudad de su padre, Hammamett, tiene el
mismo recuerdo que tendrán muchos otros turistas alemanes; el de
las semanas que pasaba con la familia Khedira: sus abuelos, sus tíos y
los cuarenta primos. Pero de sus palabras se desprende un desarraigo
cultural y casi emocional. Siempre se sintió extranjero, un visitante
más en la costa de Túnez. Lazhar insistió en inculcar el idioma a su hijo:
juntos practicaban tunecino cuando Sami era aún el pequeño de la casa.
Aunque ahora lo expresa con arrepentimiento, Sami confesó que a una
cierta edad se negó a seguir aprendiendo: “Me encontraba mucho mejor
en casa, en Alemania”. Ahora, cuando regresa a Túnez su sensación de
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distanciamiento con el país es aún mayor y recurre al lenguaje gestual o
al inglés para comunicarse con los compatriotas de su familia.

Su físico privilegiado eclipsaba cualquier


posición fija sobre el campo: subía a rematar
con la potencia de un ariete, recorría todo el
medio del campo y socorría a los defensas. No
es de extrañar que con solo ocho años el VfB
Stuttgart clavara sus ojos en él.

VALORES ALEMANES FRENTE A MENTALIDAD TUNECINA

La vida de Sami fue muy diferente a la de Lazhar Khedira. Su progenitor


dejó los estudios para empezar a trabajar a los 10 años e ingresar dinero en
casa, donde compartía techo con seis hermanas. Cuando Lazhar emigró a
Alemania quiso que su hijo tuviese unas oportunidades diferentes. Quizás,
en este esfuerzo, terminó por alejarle demasiado de su patria genética y
de buena parte de la cultura familiar. Sami reconoce que se ha criado en un
ambiente diferente y que siente suyos los valores alemanes: puntualidad,
disciplina y respeto. “En Túnez los modales son mucho más laxos que en
Alemania. Eso siempre me ha llamado la atención en los niños; allí crecen más
libres, les educan de forma distinta y son más descarados. Esa mentalidad,
en parte me resulta extraña”, dice. Un ejemplo de integración absoluta y de
simbiosis con su nacionalidad: jamás tuvo problemas por su raza u orígenes.
Era un alemán más. No debió de ser agradable para el futbolista cuando, el
año pasado, un posado con su mujer para la revista GQ desató la polémica
en Túnez. La semidesnudez de su novia, solo tapada por las manos de
Khedira, fue un escándalo para una nación que siente al jugador como parte
de su patrimonio. Tres periodistas fueron detenidos por publicar las fotos,
consideradas “inmorales”. Sami profesa la religión musulmana, pero desde
su óptica occidental no fue una noticia fácilmente digerible. Se sintió triste

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Revista#03
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porque jamás pensó en herir las creencias de nadie, pero sobre todo le invadió
la perplejidad porque su libertad de expresión no encajaba con la sociedad
de su tierra ancestral. Un incidente que no le hizo sentirse más cercano al
país de su padre.

Más suerte tuvo Lazhar inculcándole a su hijo el amor por el fútbol. Cuando
se instaló en Alemania, Khedira padre se unió como portero a las filas del TV
Oeffingen, un equipo que hoy en día ocupa plaza en la liga regional. Como no
podía ser de otra forma, en este mismo conjunto de una pequeña localidad
que se encuentra a solo veinte minutos de la ciudad de Stuttgart dio Sami
sus primeros pasos como jugador. Lazhar no solo alentó la pasión por el
deporte de su hijo; planificó los horarios para poder llevarle a los
entrenamientos y los partidos e incluso llegó a entrenar al equipo júnior donde
Sami empezaba a despuntar. A esta temprana edad, su físico privilegiado
eclipsaba cualquier posición fija sobre el campo: subía a rematar con la
potencia de un ariete, recorría todo el medio del campo y socorría a los
defensas. No es de extrañar que con solo ocho años el VfB Stuttgart clavara
sus ojos en él. En la familia Khedira se respiraba fútbol. Tampoco es
coincidencia que sus dos hermanos pequeños hayan seguido sus pasos: el
mediano, Denny Khedira, continúa la tradición en las filas del TV Oeffingen, y
el pequeño, Rani Khedira, ha renovado con el primer equipo del Stuttgart
hasta 2015. Tres hijos futbolistas y todos centrocampistas defensivos de
largo recorrido.

Los problemas en una de sus rodillas


estuvieron cerca de retirarle antes de que
hubiese comenzado su verdadero camino.
El equipo médico del Stuttgart le confirmó
que esta operación podría suponer su
despedida del deporte de alto rendimiento.

SERIEDAD, FORMALIDAD Y ESPÍRITU FUERTE

La entrada de Sami en un equipo de primer nivel terminó de forjar el profesional


intachable en el que se ha convertido. Cuenta cómo un día, siendo juvenil,
llegó tarde al punto de salida del autobús del equipo y no le esperaron: “Desde
entonces me ha quedado claro que si eres descuidado no vas a poder subir
de nivel en un deporte de élite”. Pero la adaptación de Khedira a su nueva
escuadra fue como la seda. En poco tiempo se convirtió en el capitán del
equipo, impulsado por unas condiciones físicas abrumadoras y una fama de
trabajador incansable que le ha acompañado durante toda su carrera. Con
los juveniles A y B del VfB Stuttgart consiguió el campeonato alemán, donde
coincidió con Andreas Beck y Serdar Taşçı.

En plena adolescencia, Sami Khedira había cumplido todos los plazos para llegar
a ser profesional y estaba destinado a dar el salto al primer equipo. Con solo 17
24 años, sufrió el golpe anímico y futbolístico más duro de su vida: la frustración de
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las lesiones crónicas que destrozan carreras y las ganas de seguir de muchos
chavales; pero no las de Sami. Los problemas en una de sus rodillas estuvieron
cerca de retirarle antes de que hubiese comenzado su verdadero camino. El
equipo médico del Stuttgart le confirmó que aquella operación podría suponer
su despedida del deporte de alto rendimiento: “En ese momento estaba en
estado de shock. No me lo podía creer. Si me operaban la rodilla una vez más,
tendría que dejarlo”. Cualquiera que haya sufrido una lesión similar sabrá los
sentimientos que invadirían su cabeza: incertidumbre, miedo, dolor, la monotonía
de la rehabilitación y la desconfianza a la hora de volver a pisar el césped. Incluso
cuando estuvo a las órdenes de Trapattoni en la primera plantilla, los dolores
eran terribles y la evolución de la herida no era la esperada por los doctores.
Sami Khedira cita como referentes a un coloso como Patrick Vieira, pero en el
momento más difícil su máxima inspiración siguió siendo su padre, Lazhar. Salió
adelante gracias al esfuerzo y la disciplina que le inculcó.

En sus cinco temporadas, en la Bundesliga


disfrutaron del Khedira más desinhibido,
convirtiéndose en la clásica definición inglesa
del box to box: ese jugador de largo recorrido
que pisa su área para apoyar a la defensa y la
enemiga para rematar desde segunda línea.

CENTROCAMPISTA PURO

La recompensa no fue escasa. Superado el bache, Khedira tardó poco tiempo


en convertirse en el pulmón del Stuttgart que sería campeón por sorpresa en
2007. En aquel equipo estalló como goleador un joven Mario Gómez, que
consiguió 14 dianas y empezó el recorrido que le llevaría a la delantera del
Allianz Arena un año después. Aunque el hispano-germano acaparaba los
focos, la afición sabía que el éxito de aquel equipo radicaba en el centro
del campo. Allí congeniaron el veterano stopper mexicano Pável Pardo y
un canterano ascendido un año antes, el potente Sami Khedira —en 2006
encontró su sitio en el primer equipo y en 16 partidos firmó cuatro goles y
dos asistencias—.

Pardo era el punto de inicio del juego del Stuttgart: tocaba rápido y sin
complicaciones, las transiciones pasaban en pocos toques por los pies de
Khedira y lanzaba el ataque hacia Cacau y Gómez. En sus cinco temporadas
en la Bundesliga disfrutaron del Khedira más desinhibido, convirtiéndose en
la clásica definición inglesa del box to box: ese jugador de largo recorrido
que pisa su área para apoyar a la defensa y la enemiga para rematar desde
segunda línea. El prototipo de jugador que tan bien explotó José Mourinho en
su etapa blue. Sami dejó goles con cuentagotas, nunca alcanzó unas cifras
llamativas y promedió cinco por temporada, casi todos rematados con secos
golpeos de empeine desde la frontal o de cabeza. Su influencia en el juego
era mayor, allí tenía la responsabilidad de construir y encontrar líneas con
sus pases tensos y rasos, con los que se siente más seguro que haciendo
desplazamientos en largo y elevados.
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El Gottlieb-Daimler-Stadion asistió a la consecución de un título liguero
tras quince años de sequía gracias a la victoria contra el Energie Cottbus,
arrebatándoles el premio a Schalke 04 y Werder Bremen. El gol de la victoria
lo anotó Sami Khedira rematando de cabeza en el corazón del área. El joven
centrocampista ganó nombre en la Bundesliga y se convirtió en el capitán de
la selección alemana Sub-21 que alzó la Eurocopa en 2009 a las órdenes
de Horst Hrubesch —mítico ariete del Hamburgo en los 70 y 80—. De
aquella quinta se ha nutrido la actual y rejuvenecida Alemania, la que parecía
encaminada a conseguirlo todo pero se ha quedado en el “casi” bajo el yugo
de España. Mesut Özil fue la estrella y anotó un golazo de falta en la final
contra Inglaterra, pero Khedira levantó el trofeo en Malmö y fue el faro de
un equipo que jugó todo el torneo sin un mediocentro defensivo puro. Solo
Hummels, el ahora central del Borussia, cumplió esa función en la final.

De capitán Sub-21 pasó a recibir la llamada de Joachim Löw para la


clasificación del Mundial ante Azerbaiyán, llamado a sustituir a Michael
Ballack en la medular teutona. “Da equilibrio al juego, puede jugar de forma
muy sobria y, además, aportar en ataque”. Con estas palabras le definió
inmejorablemente Löw. Por su físico y potencia, rápidamente le tildaron
como el relevo de Ballack, pero sus condiciones tácticas son muy superiores
a las del exjugador de Chelsea y Leverkusen. Eso sí, viendo su evolución,
no parece que Khedira tenga el instinto asesino y el golpeo que ha exhibido
Ballack durante tantos años.

Sami Khedira ha aguantado con perseverancia


germánica el peso de todas las culpas cuando había
que cargar las tintas contra el juego madridista.Era el
principal señalado cuando no había manera de echarles
mano a los rivales que se encerraban en su campo.

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Revista#03
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TRAS EL MUNDIAL, AL MADRID

El 30 de julio de 2010 el Stuttgart llegó a un acuerdo con el Real Madrid


y traspasó a Khedira por 12 millones de euros, calderilla comparado con
los desembolsos anteriores de Florentino Pérez. Su reducido caché y el ser
prácticamente un desconocido en España no le sirvieron para que el público
fuese benévolo con su fútbol. Khedira era consciente de que el Real Madrid era
el mayor reto al que se había enfrentado, pero para un futbolista acostumbrado
a ser un líder no fue fácil asumir su papel de diana perfecta. Sami no salía
de su asombro: “Cuando uno llega a un país nuevo, no habla el idioma y es
criticado por los medios en el primer partido, uno se pregunta dónde se ha
metido”. Muchos vieron en él a la figura del futbolista tuercebotas que aporta
músculo en el medio, ese que todos relacionan con Mourinho cuando quieren
menospreciar su propuesta futbolística. No es jugador que entre por los ojos
de primeras y mucho menos cuando tu tarea es ser escudero de Xabi Alonso,
un jugador del máximo nivel mundial en su posición.

Tres años después, los improperios contra Khedira se han convertido en


murmullos y ya se piensa más en un sustituto para cuando se vaya el tolosarra
que en alguien que mejore el rendimiento del alemán. Sami Khedira ha
aguantado con perseverancia germánica el peso de todas las culpas cuando
había que cargar las tintas contra el juego madridista. Era el principal señalado
cuando no había manera de echarles mano a los rivales que se encerraban
en su campo. Pero Khedira ha ido acabando con estas dudas, al igual que ha
abandonado en la cuneta la competencia de Gago, Diarra, Sahin o Modric.
Ninguno ha sido rival para Sami en el esquema de Mourinho. El argentino
nunca convenció al Bernabéu por su falta de músculo y no ser un jugador
determinante en ninguna zona del campo. No ayudó que el listón del ‘5’ en
el Madrid lo hubiese dejado tan alto un tal Redondo. Diarra sí le gustaba a
José Mourinho, pero su carácter díscolo y anarquía táctica eran demasiados
defectos para su dimensión futbolística. El francés, técnicamente, es muy
superior a Khedira, pero las ansias por amasar balón y su desorden sobre
el campo no congeniaban con la sobriedad de Xabi Alonso. Nuri Sahin vino
con vitola de estrella emergente desde Dortmund, con el premio de mejor
jugador de la Bundesliga bajo el brazo, pero ni siquiera alcanzó a convertirse
en mínima competencia para el alemán. Mourinho nunca confió en él y aún
espera una oportunidad, ahora en el Borussia a la sombra de Gündogan. El
caso de Modric es distinto. El croata explota sus cualidades cuando juega en
la mediapunta, pero se diluye en el doble pivote y las distancias se le hacen
enormes.

En este Real Madrid, Khedira se ha convertido en una pieza indispensable.


Sí, es cierto: sí el juego blanco optara más por el toque en corto y asediar
a través del dominio del esférico, habría centrocampistas más idóneos
que Sami. Pero el Madrid de Mourinho disfruta destrozando a sus rivales
cuando están desguarnecidos, en la vorágine de las contras que nacen en
los pases largos de Xabi Alonso y en las transiciones rápidas, a un toque. Lo
del Bernabéu con Khedira no fue un amor a primera vista, eso está claro, pero
ahora se empieza a reconocer su oscura tarea y los kilómetros que recorre
durante un encuentro. Si no fuera por sus condiciones físicas, sería imposible
que Sami cumpliese los objetivos que tiene fijados sobre el campo: presionar
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Revista#03
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a diferentes alturas, apuntalar la defensa como líbero, dominar el juego aéreo
e incorporarse por sorpresa como un interior más. Muchas piernas y muchos
pulmones son necesarios para mover ese corpachón de 1,90; porque Khedira
no es veloz, pero sí potente como pocos.

“MENOS ES MÁS”

Con estas características y no siendo el centrocampista más ágil, su defensa


sobre el rival es por agotamiento. No debe ser reconfortante avanzar metros
con el hombro de Khedira pegado al cuerpo, con su aliento resoplándote en
la nuca. Evita los tackles y los alardes que tantas veces cuestan amarillas,
pues prefiere visionar el ataque rival y cerrar líneas de pase o hacer un
pressing sobre el contrario hasta que la suelta desfallecido, perdiéndose
con regates entre las piernas de Khedira. “En mi posición, a veces menos es
más”, dijo en una entrevista con Der Tagesspiegel el año pasado, mientras
comentaba que él, en sus sueños, no se imaginaba marcando goles decisivos
como le ocurría a su amigo Mario Gómez. El periodista insistió: “¿Es su juego
demasiado complejo para un sueño?” “Para mí, el juego es relativamente
simple. Quizás la representación es demasiado complicada”, contestó Sami.
Todo aficionado sabe reconocer a un buen delantero cuando mete 40 goles
por temporada; es más difícil apreciar a los jugadores que se mueven entre
bambalinas, permitiendo que sean otros los que brillen.

Técnicamente está relativamente limitado, pero su cabeza piensa con


claridad cuando el Real Madrid tiene que lanzar los ataques. Le cuesta jugar
a muchos toques, cuando el balón pasa más de una vez por sus botas. En
cambio, es muy fiable cuando el cuero se mueve con velocidad y puede
soltarla rápido para galopar en dirección a la portería rival. Y aquí llega el
gran ‘pero’ de Khedira en el Real Madrid: sus cifras goleadoras no han crecido
lo que deberían al dar el salto a un equipo de primera línea. Llega arriba, pero
mal. No se le puede pedir sobriedad cuando se planta mano a mano tras una
carrera de treinta metros, pero le sobra timidez a la hora de pegarle duro con
el empeine desde fuera del área.

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CONFIRMADO: EL SUYO ES EL JUEGO ALEMÁN

En el 4-2-3-1 de Joachim Löw, Khedira ha encajado a la perfección, dado


que tiene las cualidades idóneas para practicar el fútbol del seleccionador
alemán: “Nos gusta la posesión y acelerar el juego cuando se dan las
circunstancias. La clave está en el movimiento continuo”. Khedira se mueve
con suficiencia en los espacios largos y siendo muy efectivo, que no efectista,
hace llegar el balón a Özil, Götze o Müller, los que marcan diferencias. Es
el compañero inseparable de Bastian Schweinsteiger en el medio campo de
Die Mannschaft, donde competencia no le falta con Toni Kroos y Gündogan
esperando su oportunidad. En la Eurocopa de 2012 fue un líder en su equipo
y, al contrario de lo que ocurre en Real Madrid, compartió el protagonismo
con su compañero en la medular. “Bastian se hizo cargo de la parte defensiva
en el segundo tiempo contra Dinamarca. Contra Portugal yo me ocupé
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de la ofensiva”, reconocía Khedira. Cuando el esférico pasa por la zona
de influencia de uno, el otro baja a defender. Löw le permite jugar a todo
campo y con una función encomendada menos específica. En el partido que
disputó contra Grecia en la pasada Eurocopa, recordó al que despuntó en
el Stuttgart: centro desde el costado derecho de Boateng y voleón con la
fuerza y la sorpresa del que aparece desde segunda línea.

La abultada derrota del Real Madrid en el Westfalenstadion de Dortmund


puede reabrir las viejas heridas contra Khedira, pero igual de justo sería
hablar de la debacle de Xabi Alonso y del conjunto madridista en general
contra la intensidad de los alemanes. Lo que está claro es que este puede
ser un punto de inflexión para el Real Madrid y para su técnico, que, en caso
de salir hacia otro club, seguramente tenga como deseo llevarse consigo a
Sami: el jugador top, el indispensable en su sistema y al que considera el
mejor en su posición. La gente seguirá preguntándose: ¿Por qué Sami? ¿No
hay otro mejor? Mourinho y Löw podrán guiñarse un ojo cómplice, porque
nadie mejor que ellos sabe lo que aporta sobre el campo.

Álex Argelés
@alexargeles

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MITOS DE
PIEDRA Y BRONCE
Sergi Besa & Marc Terrés

Plasmar la pasión de un futbolista, la grandeza de un entrenador,


el compromiso con unos colores, la hazaña irrepetible o tantas
tardes de ensueño. Inglaterra venera a sus mitos y consagra
a sus leyendas. Las estatuas de jugadores y técnicos pueblan
los estadios ingleses como señales de respeto hacia aquellos
que entregaron sus mejores esfuerzos por un club. El que sigue
es el álbum de fotos de esta veneración casi mística, pasional y
conmovedora, una tradición que honra al fútbol inglés y lo hace
especial. Un fútbol que trata a su historia como merece.

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4
0.000 años AC es la fecha de nacimiento de Lion Man, la estatua más
antigua jamás catalogada en el mundo, paleolítica, ubicada en una cueva
de la sierra Jura de Suabia, en Alemania. Cuerpos humanos esculpidos
en piedra todavía perduran hoy en día como auténticas joyas históricas y son
claves para entender de dónde venimos; figuras usadas para recordar y rendir
homenaje a quienes marcaron la diferencia o dejaron huella en la historia por
un motivo especial. En el fondo no dejan de ser piedra, material impersonal
por excelencia, pero las estatuas consiguen desprender una mística especial
y envuelven a quien las contempla con un aura de majestuosidad.

Culturalmente reina un sentimiento de


posesión hacia el lugar de nacimiento,
sentimiento diferente a cualquier otro, un
orgullo que deposita su máximo exponente
en el equipo de fútbol de la ciudad.

En el deporte están reservadas a los más grandes, a unos pocos elegidos


que sobre el terreno de juego o en los banquillos han sido viva imagen de
los valores de un club o del juego mismo. Más que ser sinónimo de alto
rendimiento, para llegar a ser esculpido en piedra es el terreno emocional
quien dicta sentencia y no el racional. Es por ello que en ningún lugar del
panorama futbolístico mundial las estatuas tienen más protagonismo que en
Inglaterra, donde el fútbol se vive como puro sentimiento.

La pasión, entendida como intensa emoción hacia algo, es una palabra que
proviene del latín patior y cuyo significado etimológico es ‘sufrir’ o ‘sentir’. En
las islas británicas, en parte por la fuerte influencia del deporte sin el cual no
se entiende el nacimiento del fútbol, el rugby, se mantiene ese significado
originario y, por ello, la relación equipo-supporter se transforma en algo
incondicional. Culturalmente reina un sentimiento de posesión hacia el lugar
de nacimiento, sentimiento diferente a cualquier otro, un orgullo que deposita
su máximo exponente en el equipo de fútbol de la ciudad. Un equipo de fútbol
que, junto a la familia y el trabajo, forman la Santísima Trinidad de todo inglés,
totalmente innegociable e irrenunciable.

Más que el resultado, se pierda o se gane,


e independientemente de la calidad que
atesore el futbolista, en Inglaterra se pri-
ma el esfuerzo por encima de todo.

Aunque antiguo en términos futbolísticos, el libro Fever Pitch (Fiebre en las


gradas) de Nick Hornby (1992), en el que describe cómo el resultado de cada 32

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partido en Highbury le afecta de forma directa durante el resto de la semana,
sigue perfectamente vigente como retrato de cómo se vive el fútbol en el
Reino Unido. Más que el resultado, se pierda o se gane, e independientemente
de la calidad que atesore el futbolista, en Inglaterra se prima el esfuerzo por
encima de todo. Parece como si sobrevolase en el aire un pacto entre afición
y equipo en el que se especifica que ambos se van a dejar la piel en cada
partido. Premier, Championship, League 1 o League 2, no importa la categoría
que se defienda para conseguir llenar la totalidad de las localidades de los
coquetos estadios cada fin de semana. Allí, la figura del personaje que lo da
todo por el equipo en cada partido, aquel que no tan solo viste la camiseta
sino que se la hace suya, asciende a un nivel de respeto y admiración
absolutos, se convierte en legend. Si el personaje en cuestión consigue,
además, llevar al equipo hasta un hito importante, la figura se eleva a otro
nivel: el mito.

Clough mantiene el estatus de semidios en Midd-


lesbrough, Derby y Nottingham, donde inmorta-
lizaron su figura en sendas estatuas delante de
cada uno de los estadios; el tributo hacia quien les
permitió vivir el sueño de sentirse grandes.

MITOS Y LEGENDS

En este contexto hay tres ciudades en las que pronunciar el nombre de Brian
Clough es prácticamente sinónimo de que te inviten a una pinta. Mito como
jugador en Middlesbrough, donde rompió todos los récords goleadores del
equipo, Clough labró su leyenda años después, ascendiendo al modesto
Nottingham Forest y convirtiéndolo, de forma inaudita, en campeón de liga al
año siguiente. No contento con esto, trajo dos Copas de Europa a las vitrinas
del City Ground para delirio de una afición que, tras su marcha, nunca ha
vuelto a celebrar nada más. En Derby, Clough repitió la hazaña, ganó también
la liga y se quedó a las puertas de la final de la Copa de Europa. Parecía que
todo lo que tocaba se convirtiera en oro. ¿Todo? No. La historia en Leeds,
como sucesor de Don Revie, perfectamente plasmada en la gran pantalla
con la película The Damned United, sería el único episodio de fracaso en
una carrera impecable. Un último escollo que no afectaría a la imagen de
un Clough que mantiene el estatus de semidios en Middlesbrough, Derby y
Nottingham, donde inmortalizaron su figura en sendas estatuas delante de
cada uno de los estadios; el tributo hacia quien les permitió vivir el sueño de
sentirse grandes.

Precisamente, uno de los jugadores que entrenó Clough en los fatídicos 21


días como manager del Leeds, Billy Bremner, miembro del selecto English
Football Hall of Fame, es la figura más recordada y aclamada de todos los
tiempos en Elland Road. Su estatua preside un estadio que ruge como el
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que más en Inglaterra, pese a deambular por la Championship desde hace
años, y es la viva imagen de la admiración que un jugador, sin ser un
superdotado del fútbol, puede despertar. Bremner, un mediocampista duro
y polémico al más estilo british, entró en los corazones de los aficionados
whites para no salir jamás. En Leeds, la comparación con el más grande es
inevitable y sigue pasando factura a todos y cada uno de los recién llegados
para ocupar la medular.

Serían los tres últimos, Charlton, Best y Law,


con 665 goles marcados entre ellos y ganadores
cada uno de ellos del Balón de Oro entre 1964 y
1968, los que conseguirían ser inmortalizados
como The Trinity (…) siempre ante la atenta mira-
da del que fuera su entrenador, Sir Matt Busby,
quien les permitió triunfar.

Avanzados los años 60, mientras el Leeds de Bremner ganaba, en


Manchester se cocía una revolución desde la base. Matt Busby, un exjugador
de Manchester City y Liverpool, ya hacía años que se había adueñado del
banquillo de Old Trafford pero no fue hasta entonces cuando su idea de
formar jugadores de la casa empezó a dar sus frutos. De la cantera red devil
salieron los llamados Busby Babes, con Duncan Edwards, fallecido en el
fatídico accidente de Múnich, Bobby Charlton, Dennis Law o George Best
por encima de todos. Serían los tres últimos, Charlton, Best y Law, con 665
goles marcados entre ellos y ganadores cada uno del Balón de Oro entre
1964 y 1968, los que conseguirían ser inmortalizados como The Trinity. La
estatua se situaría justo enfrente de la entrada del feudo de los diablos rojos,
esculpidos en plena celebración de un gol y siempre ante la atenta mirada del
que fuera su entrenador, Sir Matt Busby, quien les permitió triunfar.

La estampa tuvo lugar en 2008 y su anfitrión fue otra leyenda viva del
Manchester United, Sir Alex Ferguson, que a sus 71 años vería cómo en
2012 el acto se repetiría pero esta vez en su honor, como entrenador más
exitoso de la historia del fútbol británico, tras 27 años y con 38 trofeos en
su palmarés como mánager red devil. “Normalmente, la gente se muere antes
de que le hagan una estatua, ¡así que estoy venciendo a la muerte!” fue la
reacción del escocés en el día que se descubrió su estatua presidiendo la
entrada de la grada de Old Trafford que lleva su propio nombre, la Sir Alex
Ferguson Stand, y se convirtió en inmortal.

De Sir a Sir, quien también venció a la muerte antes de que esta le llegara fue
Sir Bobby Robson, que inauguró en 2002 una estatua en su honor en Portman
Road, estadio del Ipswich Town, equipo al que entrenó durante 13 temporadas
(1969-1982) y que fue su primera gran experiencia como míster en la
Premier League, tras un efímero paso por el Fulham. En 2012, tres años
después de que Sir Bobby falleciera, una iniciativa de los aficionados del
Newcastle le acercaría un poquito más a Brian Clough, coleccionador de
estatuas por excelencia, con la inauguración de su segunda estatua como
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técnico en la entrada de St. James’s Park, la mejor bienvenida para quienes
llegan al estadio. Con Robson en el banquillo los urracas vivieron sus mejores
años, clasificándose para la Champions League y llegando a semifinales de
la Copa de la UEFA. Ipswich y Newcastle, un doble homenaje para un técnico
que a lo largo de su carrera estuvo a cargo del PSV Eindhoven, Sporting de
Lisboa, Oporto, FC Barcelona, así como de la selección inglesa y que en todas
partes se hizo querer.

Thierry Henry, pura clase y, probablemente,


el mejor jugador que ha vestido la camiseta
del Arsenal de todos los tiempos, el único
en celebrar un gol dentro del estadio con
estatua ya inaugurada en el exterior.

Más que querido, en Liverpool la inmortalidad en forma de estatua pertenece


al responsable de revolucionar el fútbol inglés con el passing game, sacar al
Liverpool de la Second Division para convertirlo en un club campeón, devolver
a los reds el orgullo e iniciar la mística alrededor de Anfield Road: Bill Shankly.
De ‘Shanks’, como era conocido, fue la idea de incorporar a la salida del túnel
de vestuarios el cartel This is Anfield con el fin de motivar a sus jugadores y
disminuir la moral de los rivales. Se convirtió en pionero al ser de los primeros
técnicos en incorporar un staff a su alrededor y será siempre recordado por
aportar algunas de las frases más memorables de la literatura futbolística.

Para Shankly el fútbol siempre será “una cuestión que va más allá de la
vida o la muerte” y que siempre pertenecerá a los jugadores, los verdaderos
protagonistas. En Londres, capital europea del fútbol por excelencia y que
cuenta con ocho equipos profesionales, son estos tipos que visten de corto
quienes escoltan, esculpidos en piedra, las puertas de los estadios. En el
flamante Emirates Stadium, la tradición no está para nada reñida con la
modernidad. Flanqueado por los característicos cañones que dan nombre
a los gunners, en el perímetro de entrada al estadio están presentes las
estatuas de Herbert Chapman, una de las figuras puntales en los inicios
de la institución del norte de Londres; Tony Adams, el gran capitán de los
mejores años del club; y Thierry Henry, pura clase y, probablemente, el
mejor jugador que ha vestido la camiseta del Arsenal de todos los tiempos,
el único en celebrar un gol dentro del estadio con estatua ya inaugurada
en el exterior. En construcción resta la cuarta y última estatua gunner,
elegida por la afición, del talento holandés Dennis Bergkamp, un jugador
sencillamente delicatessen.

En el resto de la ciudad, a diferencia de la mezcla vintage con una época más


actual de los gunners, la tradición predomina como tendencia. En el oeste el
tributo es para Peter Osgood en Stamford Bridge, goleador y protagonista
de la primera FA Cup que levantó el Chelsea en 1970, lo que supuso el fin
de una época de fracasos; y para Johnny Haynes en Craven Cottage, jugador
que más veces ha vestido la camiseta del Fulham (658) y a quien acompaña
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curiosamente Michael Jackson, un capricho de Al-Fayed, propietario del
equipo y gran admirador del rey del pop. Al otro lado de la capital británica,
en Upton Park, estadio del West Ham, los hammers inmortalizados son los
campeones del mundo en 1968, Geoff Hurst, Ray Wilson, Martin Peters y
por encima de ellos Bobby Moore, el capitán de esa selección, quien también
tiene el honor de ser guardián del estadio con más mística de Inglaterra,
Wembley.

Se trate de jugadores o entrenadores, todas las figuras inmortalizadas siguen


un mismo patrón, y tienen como denomidador común la veneración con la
que son tratadas por una comunidad inglesa que eleva a límites envidiables
el respeto al pasado. El presente de todo club como institución, del fútbol
inglés en general, tiene su razón de ser en todas y cada una de las acciones
pasadas y es por ello que el agradecimiento a estos héroes inmortalizados
siempre será eterno. Proud history, bright future: el leitmotiv del Aston Vila
resume la idea. Para tener un futuro esperanzador se precisa de una historia
previa que haga sentirse orgulloso de ella.

OTRAS ESTATUAS PARA VISITAR

• Duncan Edwards, en Dudley, su ciudad natal. Jugó en el Manchester


United y con la selección inglesa hasta que el accidente aéreo de
Múnich le quitó la vida.

• Billy Bright, Molineux Stadium, Wolverhampton.

• Sir Stanley Matthews, Britannia Stadium, Stoke-on-Trent.

• Jock Stein, Parkhead, Glasgow.

• Jimmy Armfield y Stan Mortensen, Bloomfield Road, Blackpool.

Sergi Besa & Marc Terrés.


@futbolsegunvin

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ÁLBUM DE ESTATUAS

Tony Adams (Emirates Stadium, Londres) Dennis Bergkamp (en preparación)

Bobby Moore (Wembley Stadium, Londres)

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Billy Wright (Molineux Stadium, Wolverhampton) Billy Bremner (Elland Road, Leeds)
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Brian Clough (Nottingham) Duncan Edwards (Dudley Town)

Sir Alex Ferguson (Old Trafford) The Champions: Martin Peters, Geoff Hurst, Bobby Moore,
Ray Wilson (Upton Park

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Thierry Henry (Emirates Stadium) Herbert Champan (Emirates Stadium) Revista#03
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Jimmy Armfield (Bloomfield Road, Blackpool) Jock Stein (Celtic Park, Glasgow)

Sir Bobby Robson (Portman Road, Ipswich)

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Johnny Haynes (Craven Cottage, Londres) Peter Osgood (Stamford Bridge, Londres) Índice
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Sir Bobby Robson (St. James' Park, Newcastle) Stan Mortensen (Bloomfield Road, Blackpool)

Sir Stanley Matthews (Britannia Stadium, Stoke-on-Trent) The United Trinity: Sir Bobby Charlton, Dennis Law, Georges
Best (Old Trafford, Manchester) Al fondo, Sir Matt Busby

Sergi Besa & Marc Terrés 40


@futbolsegunvin
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DJUKIC: CUERPO
DE ENTRENADOR
Diego Tejerina

A simple vista parecería uno más, pero demasiados síntomas


hacen pensar que hay un gran entrenador tras esa mirada fría.
Su futura magnitud como técnico empieza en su exuberante
personalidad como jugador. Ni siquiera sucumbió al estigma del
penalti dolorosamente errado, sino que superó todas las barreras
con estoicismo y pocas muecas. Valladolid está siendo ejemplo
y laboratorio donde este Djukic vestido de banquillo ha dado un
nuevo paso en su inexorable camino hacia el triunfo. He ahí a un
hombre predestinado a ser un entrenador de categoría.

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DJUKIC JUGADOR
La opción fue emigrar, hacer las maletas y dejar atrás una región que pronto
se teñiría de sangre. Los Balcanes eran, por aquel entonces, un polvorín a
punto de estallar en una guerra étnica apestosa y devastadora, un territorio
complicado para vivir y cumplir sueños. Así lo entendió Miroslav Djukic (Sabac,
1966), quien tenía claro que lo suyo pasaba por ser futbolista profesional,
pero también por salvaguardar a su familia. Desde joven había destacado
en el club de su ciudad natal, el FK Macva Sabac, para después pasar por el
FK Rad, en la máxima división nacional. Tras solo un año en la élite, los dos
grandes del país, Estrella Roja y Partizán de Belgrado, trataron de echar sus
redes sobre el talentoso central, quien tuvo que tomar una de esas decisiones
que determinan la vida de una persona, para bien o para mal: rechazar a los
dos gigantes yugoslavos (el Estrella Roja, además, se había proclamado ese
mismo año campeón de la Copa de Europa con un equipo repleto de talento
en sus filas: Prosinecki, Savicevic, Jugovic o Mihajlovic) y volar rumbo a la
Segunda División española, a un Deportivo de la Coruña con más tradición
en la categoría de plata que en la élite del fútbol nacional.

Djukic tenía 25 años y llegaba a un lugar exótico para un futbolista de su


procedencia y perfil. Contextualizando, la España futbolística de aquel
entonces no era la de los “locos bajitos” y “jugones” de hoy en día. Bien es
cierto que Johan Cruyff le estaba cambiando el rostro al fútbol nacional, pero
todavía abundaban los defensas feos, corpulentos y toscos: en las antípodas
del elegante Djukic. En cualquier caso, su adaptación resultó excepcional:
ascenso al poco de desembarcar en La Coruña (llegó en el tramo final de
temporada), permanencia en Primera División al siguiente año y tercer
puesto y clasificación para Europa en la tercera temporada, incluyendo para
Djukic el reconocimiento individual como mejor extranjero de la Liga. Más no
se podía pedir. O sí.

EL PENALTI DE DJUKIC

En la 93-94 el Depor mutó en “SuperDepor”, bailando samba bajo la batuta


de Mauro Silva y los goles de Bebeto. Un equipo que se ganó el corazón
del gran público gracias a su coraje y capacidad para revelarse de la tiranía
futbolística de Johan Cruyff en Barcelona. Una empatía que empujó a los
de Arsenio Iglesias a lo más alto de la clasificación hasta el último minuto
del último día. Era un 14 de mayo de 1994 y Deportivo o Barcelona se
proclamarían campeón de Liga esa misma noche. Riazor se preparaba para
la fiesta; igualando el resultado que se diese en el Camp Nou el Deportivo
alcanzaría la gloría. No había más cálculos a los que atenerse: si el Barcelona
ganaba al Sevilla, el Depor debía hacer lo mismo con el Valencia. Algo, a
priori, más que factible.

Pero la tarde fue de esas retorcidas. Los culés cumplen en casa (5-2) e
insuflan miedo y nerviosismo a los gallegos. Atenazados, los jugadores
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deportivistas son incapaces de romper a jugar como venían haciendo

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durante la larga temporada. Con empate a cero se llega al último minuto de
partido…, y se obra medio milagro: López Nieto señala penalti de Serer sobre
el deportivista Nando, para júbilo de la afición. Toda la España no culé quiere
meter ese penalti, hacer el gol que encumbre al equipo humilde a lo más alto.
El problema es que ningún deportivista parece quererlo patear; sin Donato
en el campo, las miradas apuntan a Bebeto, pero emerge la figura de Miroslav
Djukic. Nervios de acero. Carácter balcánico. Alma de líder.

El ‘5’ deportivista parece un jugador decidido. Su lenguaje corporal transmite


seguridad, pero bajo la valiente fachada se esconden las dudas lógicas y
propias del momento. Es más que un penalti. Es una Liga. Tras un suspiro,
Djukic patea el penalti, timorato y flojo, fácil para González, portero del
Valencia, que adivina el lado y festeja la desgracia rival de forma desmesurada
(tiempo después se conocerían las elevadas primas que recibieron los
jugadores ché, del orden de 3 millones de pesetas por cabeza). El drama de
Riazor, escenificado en la figura de Djukic, inunda de tristeza la España
futbolera. Incluso en Barcelona no se festeja la Liga a pleno pulmón, es un
triunfo amargo.

Djukic se repuso del que considera


como “el momento más triste” de
su vida deportiva. Es probable que
incluso le hiciera más fuerte y continuó
escribiendo una carrera brillante.

¿DJUKIC? TE QUIERO IGUAL

En la historia se han dado muchos casos de jugadores condenados


futbolísticamente de por vida tras fallos como el del famoso penalti de Djukic:
hinchadas que no perdonan o bien futbolistas incapaces de abandonar su
propia desdicha. Al serbio también le perturbó la idea de convivir con aquel
drama, “la jugada, la imagen, el momento, me persiguió durante mucho
tiempo, era como una obsesión insana. Un día decidí que no podía seguir
pensando en aquel maldito instante, no quería volverme loco”, reconoció
tiempo después. Djukic se repuso del que considera como “el momento más
triste” de su vida deportiva. Es probable que incluso le hiciera más fuerte y
continuó escribiendo una carrera brillante. Su afición no solo lo perdonó, sino
que lo consoló y apoyó por su gallardía; “¿Djukic? Te quiero igual”, fue un lema
espontáneo que adornó el portal del jugador tan solo unas horas después del
fatídico penalti, ejemplo aislado de los numerosos ánimos en su apoyo.

Djukic continuaría defendiendo ejemplarmente la camiseta blanquiazul


hasta que en la temporada 97-98 ficha, paradójicamente, por el Valencia. El
valiente central serbio tiene ya 31 años, pero todavía conserva la ambición e
ilusión suficientes para permanecer en la élite.

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LIGAS QUE HACEN JUSTICIA, SUEÑOS ROTOS

Y es que Djuka todavía buscaba su Liga, aquella errada desde los once
metros en el 94. Será en el año 2000 cuando, y a pesar de que nunca jamás
reflejará en su palmarés, el serbio se quite un enorme peso de encima: el
Deportivo de la Coruña se proclama campeón de Liga. El fútbol devuelve a
los deportivistas aquello que les arrancó de la forma más cruel años atrás. El
ya veterano Djukic defiende en ese momento los colores del Valencia, pero
esa Liga también le pertenece. En 2002, la venganza será ya definitiva,
consiguiendo con los ché su primera Liga “real” y espantando de un portazo
todos los fantasmas del pasado.

Unos fantasmas que había seguido alimentando perdiendo, en 2000 y


2001, dos finales de Champions League consecutivas; una primera frente
al Madrid, por 0-3, y una segunda en una —de nuevo— fatídica ronda de
penaltis contra el Bayern Munich; Djukic jamás ganaría la Copa de Europa,
pese al tremendo mérito de aquel Valencia que capitaneó con brillantez.

Su última etapa como jugador hay que situarla en Tenerife, donde llega
a los 37 años para tratar de devolver a los tinerfeños a Primera División.
Es un jugador veterano, en el mejor sentido de la palabra, pero todavía
tremendamente competitivo, tal y como anuncia “Lobo” Carrasco —director
deportivo del Tenerife por aquel entonces— a su llegada: “El carné de
identidad no es lo que hemos mirado en él porque sobre un campo de fútbol
tiene menos de 30 años”. Tras una temporada en la que no se consigue el
objetivo del ascenso, Djukic entiende que es el momento de dejar de añadir
más capítulos a su carrera como jugador: 18 años en la élite bien valen un
descanso… ¿O no? Pronto avisa de que se sacará el título de entrenador:
estamos ante un enfermo crónico.

Retazos del jugador que nos presentan al entrenador

• El estilo. Sus virtudes como central; técnico, elegante y pausado,


las trata de extrapolar e inculcar a sus equipos. Cree en el
nacimiento del fútbol desde atrás y exige ciertas condiciones
técnicas y tácticas a sus jugadores.

• La corrección y educación en su etapa como jugador, en la que


apenas se le recuerdan acciones violentas ni protestas al árbitro,
las sigue mostrando como técnico. Es un entrenador tranquilo en la
banda y sabe trasladar esa calma a sus jugadores sobre el campo.

• Líder. Líder antes que jugador; y líder ahora antes que técnico.
En su actual etapa en Valladolid apenas se han aireado noticias
extradeportivas ni conflictos internos de vestuario en dos años. Y
es que Djukic ha conseguido inculcar, desde su puesto de mando,
una mentalidad ganadora que no entiende de banalidades. Él
manda y determina qué es y qué no es importante. Estamos ante
un entrenador afable y distendido, pero también plenipotenciario y
estricto. Un líder en el más amplio sentido de la palabra.
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• Temperamental. Cañizares conoce el lado más vehemente de
Djukic, quien no perdonó al portero sus habituales broncas ante
los fallos de sus compañeros, y decidió dejar de hablarle. En su
etapa como entrenador no ha dudado en enfrentarse frontalmente
a rivales, o bien a sus propios directivos y jugadores, si consideraba
que estos no obraban de buena fe.

DJUKIC ENTRENADOR
Pronto le picó el gusanillo. Apenas recién colgadas las botas en Tenerife ya
declaró que lo siguiente era acudir a clase y tomar apuntes: sacarse el título
de entrenador cuanto antes. El eterno ‘5’, uno de los grandes extranjeros de
la historia de la Liga, debutaría en un banquillo solo dos años después de su
retirada, apresurado tras 18 temporadas brillando como jugador.

PRIMERA EXPERIENCIAS

En 2006 vemos por primera vez al Djukic entrenador. La Federación de su


país atisba en el inexperto técnico al icono adecuado para conducir a las
jóvenes promesas serbias a la Eurocopa Sub21 de 2007, que se celebraría
en Holanda.

El técnico consigue la clasificación para esa Eurocopa y el equipo brilla con


luz propia. Entre sus jóvenes soldados destacan algunos nombres como
Branislav Ivanovic, Aleksandar Kolarov, Milos Krasic o Antonio Rukavina
(ahora en el Valladolid). La Serbia de Djukic consigue alcanzar la final de
aquel torneo, en la que acabó sucumbiendo 4-1 contra la Holanda de Royston
Drenthe, jugador superlativo en aquella Eurocopa y que en un futuro se
volvería a ver las caras con Djukic.

El Partizán de Belgrado, uno de los grandes del país, sería su siguiente paso
en los banquillos, interrumpido por una llamada mayor, enorme: seleccionador
absoluto de Serbia.

El joven Djukic, internacional en 48 ocasiones como jugador, se ponía al


frente de un grupo al que Javier Clemente no había clasificado para la Euro
2008, pero que sí disputaría los JJ. OO. de Pekín. Ese era el gran reto del
nuevo seleccionador; y ahí comienzan las disyuntivas. Cuando el Partizán de
Belgrado se niega a ceder a tres de sus mejores jugadores a la selección
serbia, Djukic encoleriza, se enfrenta los miembros de su Federación por
considerar que no tenía el respaldo necesario y amenaza con abandonar su
cargo. Finalmente acudirá a los JJ. OO., pero la actuación del combinado
balcánico será muy pobre, volviéndose a casa en la primera fase de grupos.
El cese de Djukic será inminente, en el mismo septiembre de 2008, siendo
sustituido por Radomir Antic.

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BREVE PASO POR EL HÉRCULES

El serbio llega a Alicante en el tramo final de la temporada 2010-11, con


ocho jornadas por delante para poco más que certificar la defunción de un
equipo intoxicado y viciado en el vestuario, ahogado en las arcas y muerto
en el césped. Sin tiempo ni margen de maniobra es incapaz de engendrar un
equipo ganador capaz de salvarse; pero en Alicante todavía le agradecen las
dosis de cordura y el puñado de buenos partidos que regaló antes de caer por
el precipicio.

También se le recuerda por no entender el “profesionalismo” de Drenthe,


quien por aquel entonces vagueaba vistiendo la camiseta herculina, y vivía
una “malísima” racha a nivel personal. “Drenthe es el único jugador a quien
no he visto implicado. Era el quinto o sexto entierro del que hablábamos,
siempre se le moría alguien. Un día era un tío, otro día otro”, aseguraría días
después de acabar su periplo en el Hércules un incrédulo Miroslav Djukic.
Quien ya empezaba a dar muestras por aquel entonces de ser un entrenador
de principios; independientemente del estatus y cuenta corriente de sus
futbolistas, el serbio demuestra anteponer los hombres a los nombres.

“Parece que solo hay dos posibilidades: éxito o


fracaso, y no se busca el camino. Este proyecto me
encanta porque hay un camino para llegar al éxito.
Si no lo haces bien, puede sonar la flauta, pero no
sabes por qué y luego otra vez viene el fracaso. Si
conseguimos hacer una filosofía adecuada, este
éxito puede ser duradero y a largo plazo”

DJUKIC EN VALLADOLID

Con poco bagaje y mucha ilusión llegaba Djukic a un Segunda División en


España. Pasaba de su cargo como seleccionador y la experiencia en Primera
División a la categoría de plata; poco atractivo a priori. Como en 1991,
cuando cambió Serbia por La Coruña, o en 2003 cuando partió de Valencia
rumbo a Tenerife, el ahora entrenador decidía apostar por un club y una
ciudad con los que no compartía ningún vínculo ni afecto especial previo.
Un sitio más donde darse a conocer y reescribir su historia: algo que define
también a los tipos valientes como él. El técnico serbio, en su presentación,
desborda alegría y agradece enormemente al Real Valladolid la confianza que
le da un contrato de tres años. “Parece que solo hay dos posibilidades: éxito
o fracaso, y no se busca el camino. Este proyecto me encanta porque hay un
camino para llegar al éxito. Si no lo haces bien, puede sonar la flauta, pero no
sabes por qué y luego otra vez viene el fracaso. Si conseguimos hacer una
filosofía adecuada, este éxito puede ser duradero y a largo plazo”. Tiempo y
método. Piensa que con eso es suficiente para ganarse a una afición que, de
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primeras, no le debe honores de ningún tipo; se los debe ganar el serbio en
el campo.

Pronto quiere gustar, y entiende que las prisas descansan en la pausa. Primero
enseñar y luego jugar, después ya llegará ganar; se obsesiona en trasmitir
una idea de juego idónea, una filosofía de juego que acerque al Pucela a
Primera. Desde pretemporada se atisba a un entrenador enérgico, animoso
y responsable de todo cuanto acontece en el José Zorrilla. Es entrenador en
el campo, empleado en las oficinas del club y director de orquesta en la sala
de prensa. Sin llegar a la fijación de Marcelo Bielsa con los jardineros y otros
menesteres, Djukic asume responsabilidades más allá de cuanto sucede en
el césped.

Delante de los micrófonos se destapa como un tipo especial. Regala optimismo


y trata de generar confianza en un grupo y una afición alicaídos. Recuerda,
permanentemente, a todos los pucelanos un lema que deben grabar a fuego
hasta el día del ascenso: “Somos Valladolid”. Unas palabras que resultan
simpáticas, pero que en la cabeza de Djukic tienen fundamento. Para él no es
solo un acto de propaganda ni fanfarronería. Entiende que su equipo es un
grande de la categoría y lo enseña a jugar como tal, organizándolo a través
del balón: hilo argumental de cada partido.

INICIO CAÓTICO

Las primeras impresiones que se percibieron en Valladolid fueron las de


estar asistiendo a la llegada de un tipo tan idealista como iluso al banquillo
pucelano: otro de esos entrenadores suicidas que se miran en el espejo
de Guardiola para hablar de fútbol sin poseer la ciencia de Guardiola para
hablar de fútbol. Simpático, ilusionado y esperanzador en su mensaje, pero
de dudosa capacidad.

Especialmente sobrevoló ese pensamiento el estadio José Zorrilla en una


tarde de fútbol de septiembre de 2011. El Real Murcia visitaba Valladolid
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Revista#03
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en uno de esos primeros partidos de Liga que ya no deben ser un boceto,
pues hay tres puntos en juego, sino un cuadro serio del potencial del equipo.
Pues bien, ese día el Murcia aplastó 1-3 al Valladolid pero, por encima
del resultado, llamó poderosamente la atención la ridícula impotencia de
los blanquivioletas en su intento de sacar el balón jugado desde atrás; un
objetivo que se antojaba ostentoso e inalcanzable para unos jugadores que
no parecían reunir las condiciones técnicas necesarias para poderlo hacer. El
castigo del Murcia fue ejemplarizante, penalizando la torpeza de un equipo
cogido con alfileres.

Nada más lejos de la realidad. Para Djukic aquel aprendizaje debía tener
más valor que tres puntos momentáneos; estaba elaborando para su equipo
un molde adecuado sobre el que sentar las bases de toda una temporada.
Para llegar a la idea final debían tropezar varias veces por el camino. Ante el
Murcia fue quizá el más llamativo pero también, a la larga, el más provechoso
y fructífero. Aquel día, a pesar del estupor general, se empezaron a forjar los
grandes cimientos del Pucela de Djukic.

“La continuidad y la planificación son claves, que nadie vaya a


pensar que el Barcelona funciona tan bien ahora porque alguien
ha apretado un botón y ya está. Detrás de eso hay muchísimos
años de trabajo con la misma filosofía”. Djukic entiende el éxito
del entrenador desde la persistencia en un método e idea de
juego.

ASCENSO BRILLANTE

“Somos Valladolid” al cubo. Como un resorte, en cada partido, esas dos


palabras salían a escena. Djukic entregó ilusión, pero también ciencia y método
de trabajo bajo su fachada. Vistió a su equipo con un elegante traje con el
que pasearse por los campos de Segunda División y recolectó los suficientes
puntos como para jugarse el ascenso en un dramático play-off. En la doble
eliminatoria también demostró ser un equipo tremendamente competitivo y
serio y logró el ansiado ascenso en una emocionante eliminatoria contra el
Alcorcón.

“Toda la temporada creímos en nuestras posibilidades. La


constancia ha sido la clave de nuestro éxito. Estoy agradecido
a toda esta gente (por los jugadores y cuerpo técnico). Somos
organizados y competitivos. No me voy, estoy a gusto y me
veo preparado para el siguiente escalón”. Djukic, el día que
se consiguió el ascenso, confirmando que caminaría junto al
Pucela en Primera.

EL AÑO EN PRIMERA

En Pucela se apuesta por el continuismo, concediendo a Djukic un poder


absoluto sobre (casi) todo cuanto acontece en el club; galones adquiridos
48 tras el brillante ascenso. Cuando comparece ante los medios ya no se piensa
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en un técnico inexperto e iluso, sino en el entrenador del ascenso: sus
palabras adquieren otra dimensión y periodistas y afición le rinden honores.
Su credibilidad ahora, un año después de su llegada, es máxima.

Es uno de los equipos de moda, por atractivo y


resultados, pero bien sabe el serbio que el elogio
debilita. Conoce el caso de muchos equipos resultones
que se han estrellado contra el muro de Primera
División por recolectar más elogios que puntos.

También se le escucha en la dirección técnica, donde se le coloca una silla


para repasar vídeos en el despacho de Alberto Marcos, director deportivo
del Real Valladolid. Djukic se destapa como un enfermo incurable, conocedor
del mercado de fichajes y clarividente en cuanto a las necesidades del club.
Llegan Luís Sastre y Omar Ramos de Huesca, Enrique Sereno del Oporto,
Patrick Ebert del Hertha Berlín y Antonio Rukavina del Múnich 1860. Todos
ellos bajo el beneplácito e incluso con la recomendación del serbio, quien
propone alguno de esos nombres, como el de su inseparable lateral derecho
Rukavina.

Con la temporada ya iniciada llegarán el sueco Daniel Larsson y el albano-


kosovar Valdet Rama. Pero no todo vale en el universo Djukic, quien da una
lección —o un buen palo, según como se quiera ver— a los directivos pucelanos
por el intento de fichaje del semidesconocido Labinot Harbuzi: “Quedan dos
meses y no estaba en condiciones de aportar. No quiero romper la química
del grupo. Mientras yo sea entrenador, no vendrá nadie a prueba. A la mejor
Liga del mundo tienen que venir los mejores, no puede venir cualquiera.
Esto es un club de alto rendimiento, no un centro de estética”. Golpe sobre
la mesa del Djukic temperamental, que tenía tiempo también para aclarar
responsabilidades: “Me puedo equivocar porque no soy ningún dios, pero si
la secretaría técnica apuesta por jugadores en los que yo no creo, que se
responsabilicen ellos y que sean ellos los que los presenten. Yo no trabajo
para Alberto Marcos ni para Carlos Suárez (Presidente del Real Valladolid)”.
Por si había algún tipo de dudas, en el Pucela de Djukic manda Djukic.

Futbolísticamente, el Valladolid llama la atención de propios y extraños y


almacena elogios procedentes de todos los rincones de España. Es uno de
los equipos de moda, por atractivo y resultados, pero bien sabe el serbio que
el elogio debilita. Conoce el caso de muchos equipos resultones que se han
estrellado contra el muro de Primera División por recolectar más elogios que
puntos.

Por ello, en rueda de prensa, empezamos a ver también al Djukic lacónico


y crítico con el juego de sus chicos. Un papel desconocido en el balcánico,
pero que nos invita a pensar que esconde una estrategia encubierta:
llamar la atención de sus jugadores, devolverles a la realidad y evitar caer
en la autocomplacencia. “Hemos jugado fatal”, tras un empate con la Real
Sociedad; o el “no nos sobra nada, si nos acomodamos como estamos somos
gilipollas. Me fastidia que me gane alguien porque he sido gilipollas”, tras la
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Revista#03
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derrota por 0-3 frente al Atlético de Madrid, son claros ejemplos del Djukic
crítico. Que tampoco duda en personalizar si hace falta: “Si Ebert juega como
ha jugado hoy no le va a fichar nadie”, tras la derrota ante Osasuna en casa
por 1-3 y ante la rumorología que situaba al alemán en el Atlético de Madrid.

Así, entre elogios y toques de atención, el Pucela ha caminado regularmente


bien por Primera. Sobre los hombros del técnico serbio, que no duda en
acaparar la atención mediática y descargar tal peso sobre su plantilla; muy al
estilo de otros grandes técnicos mediáticos e histriónicos como Mourinho o
Jürgen Klopp, Djukic también demuestra moverse bien en ese ámbito.

Pero más allá de sus comparecencias, el técnico pucelano ha conseguido


mantener un estilo y filosofía de juego forjado en Segunda División y
evolucionado en Primera. Ganando solidez y perdiendo frescura en muchas
fases de la temporada, pero jamás desnaturalizándose. Siempre conservando
el aroma a equipo atrevido y desvergonzado que asombró la temporada
pasada. Este Valladolid es solo un paso más, una evolución del gran proyecto
que está acometiendo Djukic en la capital castellana: el Pucela camaleónico
de Djukic.

BALÓN, 4-2-3-1 Y MUCHOS MATICES

El balón y el dibujo 4-2-3-1 sobre el césped han sido, hasta la fecha,


innegociables. No así los matices. Cuando se habla de equipo camaleónico
se hace referencia, precisamente, a su capacidad para vestirse y desvestirse
según la situación y el momento. Así lo entiende Djukic, quien en más de una
ocasión ha declarado que “hay varios caminos para llegar a Roma”; aunque
en el fútbol la vía más limpia y desbrozada la encontró a través del balón.

Álvaro Rubio-Víctor Pérez fue la pareja del


ascenso y muy responsable, en Primera, del
bienestar colectivo del equipo. Pareja que,
desde el silencio y sin estridencias, presiona
y hace jugar, asimilando a las mil maravillas la
idea de juego de Djukic.

Su argumento principal sobre el césped reside en la capacidad para hacer


daño a través de la pelota, pero no solo teniéndola, sino demostrando
intención con ella. “A mí no me interesa que el balón lo tengan los defensas,
sino los atacantes. Quiero que el balón llegue lo antes posible a esta gente
que realmente va a hacer el daño al contrario. Nosotros circulamos desde
atrás para distraer al contrario y para que los balones lleguen en buenas
condiciones a estos, no por otra cosa. Realmente, teniendo el balón la gente
de atrás no puedo hacer daño; quiero que esta circulación del balón atrás sea
lo más rápida posible, de un lado para otro, y que llegue lo antes posible a la
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Revista#03
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gente de arriba”. Manejar el balón atrás es un riesgo, pero tremendamente
necesario y asumible en la idea preconcebida por Djukic para conseguir hacer
daño en ataque.

Así, en el Valladolid, ha hecho de Marc Valiente, Jesús Rueda o Sereno (sus


principales centrales) los primeros iniciadores del juego, muy en la línea del
Djukic jugador. Ellos, amplios atrás en el manejo del esférico, buscan las
líneas de pase generadas de la presión del contrario y los movimientos de
desmarque de sus compañeros. Entre ellos encuentran en Álvaro Rubio a
un amigo, siempre fiel y pulcro en esa salida de balón intercalándose entre
centrales y ayudando a descongestionar el juego. Es probablemente el
jugador más importante para Miroslav Djukic; su fiel escudero y prolongación
en el campo.

Junto a Álvaro Rubio se sitúa otro medio, casi siempre por delante. Lo fue
Víctor Pérez hasta su lesión y lo es Luís Sastre ahora. Mucho mejor la mezcla
con el primero, más dinámico y trotón sobre el césped, abarca el espacio
necesario para dominar varias guerras en el mediocampo y llegar arriba con
solvencia; mientras que con Luís Sastre el doble pivote adquiere un nivel
mucho más defensivo y poco creativo, de contención. Álvaro Rubio-Víctor
Pérez fue la pareja del ascenso y muy responsable, en Primera, del bienestar
colectivo del equipo. Pareja que, desde el silencio y sin estridencias, presiona
y hace jugar, asimilando a las mil maravillas la idea de juego de Djukic.

En este Pucela de autor todos atacan y todos defienden, y bajo ese lema
emergen las figuras de los laterales, representativos como pocos del
abecedario que recita Djukic de carrerilla. Ascendió sin lateral derecho, con
Mikel Balenziaga luchando contranatura a pierna cambiada; y en la actual
temporada llegó Toni Rukavina, avalado por el propio Djukic. No falló. El lateral
serbio ha irrumpido como un lateral imponente; técnicamente suficiente,

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tácticamente de manual y físicamente superlativo, ofreciendo siempre
esa subida extra que acaba por desesperar al rival y definir a un equipo: el
Valladolid de Djukic es también el Valladolid de las llegadas incesantes de
Rukavina.

Para que los laterales lleguen arriba se producen, previamente, los


automatismos necesarios que propician sus llegadas. Los extremos
pucelanos estiran y amplían hasta que cohabitan con los laterales; entonces
dejan vía libre a estos y pican por dentro, como abejas revoloteando
alrededor de la colmena: los Omar Ramos, Alberto Bueno, Patrick Ebert o
Larsson abandonan la cal para buscar balones a espalda de los centrales
o bien relacionarse con los pivotes y mediapunta. Djukic ha optado, a lo
largo de la temporada, por la calidad lastrada por incapacidad defensiva
de Omar Ramos o Alberto Bueno, o bien el mayor recorrido y trabajo de
Larsson y, sobre todo, Patrick Ebert. El alemán, mientras las lesiones lo
han respetado, ha sido el jugador diferencial, un gigante al que acudir en
situaciones de ayuda y socorro, un futbolista de otra dimensión y categoría.
Normalmente, Djukic ha mezclado el talento con el trabajo y recorrido;
generalmente, con Omar Ramos o Alberto Bueno volcado a la izquierda y
Ebert o Larsson por la derecha, aunque en las últimas semanas ha optado
también por alinear a estos dos últimos de titulares, descubriéndonos el
potencial de Ebert a pierna cambiada.

En la mediapunta hay un jugador innegociable para el técnico serbio: Óscar


González, máximo goleador (11) y asistente (6) del equipo, es el faro que
alumbra cada ataque del Valladolid, bien temporizando un contragolpe o
tratando de abrir huecos en ataque estático. La pausa y la prisa, lector a las
mil maravillas de la idea que trata de imponer Djukic a sus hombres, y enlace
insustituible con el punta.

Arriba, dos hombres pelean por un puesto. El 4-2-3-1 no se altera y en la


delantera solo hay hueco para uno: el angoleño Manucho o Javi Guerra, ídolo
en los años de Segunda División. Para el juego posicional y creativo, Djukic
entendió que el malagueño era su hombre; Guerra sabe descolgarse para
asociarse, aguantar balón y contribuir altamente a las largas posesiones del
esférico. Pero el técnico también ha querido vestirse con Manucho en varios
tramos de temporada, buscando en él un delantero más combativo y vertical,
menos asegurador de balón, pero más generador de segundas jugadas, y
capaz de desgastar a los rivales.

EL FUTURO

Se habla de Valencia, como sustituto de un Valverde rumbo a Bilbao, o del


Schalke 04 alemán. Lo que parece claro es que a Djukic le van a salir varias
novias a buscar a la puerta de casa. El buen sabor de boca que está dejando
el serbio en Valladolid va más allá de las excelentes actuaciones de su equipo
sobre el césped. Es el reconocimiento a una trayectoria impoluta; labrada
primero como futbolista ejemplar; para después pasar a los banquillos con la
misma franqueza, personalidad e ideales que le forjaron como jugador.
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Revista#03
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A estas alturas de la película da vértigo pensar en el tipo de entrenador que
surgirá de este Djukic en el futuro, pues Valladolid es solo el pistoletazo de
salida a una carrera que se intuye apasionante. Puede que estemos ante otro
de esos casos en los que el técnico supera al excelente jugador que algún
día fue, y que en un futuro el nombre de Djukic ya no nos reporte a aquel ‘5’
elegante y sobrio que un día falló un penalti decisivo, sino a un técnico de
larga carrera en Europa.

De momento, y sin jugar a ser adivinos sobre el futuro destino del serbio y
cuál será su sello allá donde vaya, parece que la cordura y honradez marcarán
su carrera. Y es que nadie habla mal de Djukic allá por donde pasó, ya fueran
siete años como en La Coruña o tres meses en Alicante; siempre destacó por
guiarse por unos principios que dejan huella en sus compañeros, jugadores,
directivos y aficiones.

Djukic no entra en valoraciones cuando le preguntan sobre su futuro. De lo


que nadie puede dudar es de que estará eternamente agradecido a Valladolid
por ese proyecto a tres años que le ofrecieron en el verano de 2011. Por ello
se muestra lacónico, “solo voy a hablar de mi Valladolid”, ante la rumorología
existente sobre su salida. Elegante, correcto y honrado como jugador y como
entrenador.

Diego Tejerina
@DiejoTeje

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Revista#03
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PÉKERMAN
Y UN SUEÑO:
QUIERE ESTAR AHÍ
Sebastián Duque

José Néstor Pékerman. He ahí al hombre que transita


con el peso de Colombia entera sobre sus espaldas. Un
argentino. Colombia y el fútbol son indisociables, como
Colombia y el café. Los sueños rotos siguen desparra-
mados, esperando que alguien los recoja nuevamente,
para untarles el ungüento del juego hermoso, del gol
fecundo, del Mundial por fin exitoso. Colombia vuelve a
creer en su selección porque Pékerman hizo creer a los
colombianos a partir de ideas que chocaron al princi-
pio, pero entusiasmaron en su primer recorrido. Brasil
2014 espera a los cafeteros y vale la pena revivir cómo
ha sido ese trayecto dirigido por este argentino.

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Revista#03
PerarnauClub
C
olombia es un país plagado de sonrisas, que rebosa belleza y bombea
pasión. Nadie duda de que el país marcha irremediablemente con sus
problemáticas a cuestas. No obstante, más allá de la imagen que se
proyecta de ella a escala internacional, Colombia es una tierra acogedora,
confortable y, sobre todo, donde la vida también puede ser sueño. Invita a
soñar, acuesta en el ensueño y acompaña en el sueño. Vida, sueño y realidad.
Tres momentos colombianos capitalizan la cotidianidad de Colombia. Su
agenda es inalterable, irreductible e innegociable. Como los tres elementos
que preponderan en su día a día público: la política, el crimen y el fútbol. El
fútbol por encima de cualquier otro deporte. Por encima incluso del mismo
deporte. La norma escapa a la realidad colombiana: el fútbol no es deporte;
es el deporte quien es fútbol. Eso es el fútbol en Colombia.

En la memoria colectiva de todos los amantes del fútbol, siempre perdurará


aquella embriagadora selección de Carlos ‘El Pibe’ Valderrama, Leonel
Álvarez, Freddy Rincón, Faustino Asprilla o Adolfo “el Tren” Valencia, entre
otros. Un equipo distinto y atemporal, a la cima del cual reinaba un futbolista
diferencial que se bastaba sólo con caminar. Correr no formaba parte de su
fútbol. Precisión, en la acepción más pura y estricta del término, era lo que
significaba su juego. El Pibe y la selección de los tres Mundiales consecutivos.
Eso eran. Doce años en los que Colombia no se cansó de soñar y durante los
cuales alentó con fervor desbocado hasta aquel gol lapidario de Beckham
en el Mundial de Francia’98. El pueblo siguió apoyando y, decepción tras
decepción, muchos perdieron las esperanzas. Eso ocurrió. Hoy, el país
fantasea de nuevo ante la idea de participar en la cita a nivel internacional
por excelencia. De la mano de Pékerman y de un equipo de excelsa calidad,
vuelve a entrar en el pasaje del sueño. A falta de algo más de un año para la
cita brasileña, la tricolor quiere estar ahí. Y Colombia desea acompañarla.
Porque su realidad es también el sueño de ambas. Eso quieren ahora.

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José Néstor Pékerman llega para dirigir la selección de Colombia el 18 de
enero de 2012. Su debut como seleccionador se produce el 29 de febrero
del mismo año en un amistoso contra México que se celebra en la ciudad de
Miami. Antes de la llegada del técnico argentino, la selección tricolor no
atraviesa un buen momento Más bien, todo lo contrario. Colombia se ha
pasado casi dos meses en permanente estado de incertidumbre y confusión
en torno a su combinado. El tesoro nacional anda huérfano ya que Leonel
Álvarez, el predecesor de Pékerman en el cargo, ha sido destituido el 13 de
diciembre de 2011. Sólo llegó a dirigir tres partidos, ante Bolivia, Venezuela
y Argentina, por un balance de una victoria, un empate y una derrota,
respectivamente. Leonel Álvarez dio continuidad, o al menos eso trató de
hacer, al proyecto de Hernán ‘Bolillo’ Gómez (el cual dimitió del cargo por
razones extrafutbolísticas antes de que se iniciaran las eliminatorias de
clasificación mundialista para Brasil 2014). Leonel Álvarez, asistente de
Hernán Gómez desde 2010 hasta la Copa América 2011, no cumplió con
los requisitos y acabó siendo destituido. El partido contra Argentina sirvió de
termómetro para Leonel Álvarez. Colombia se adelantó en el marcador
gracias a un gol de falta de Dorlan Pabón que le permitió irse al descanso
mandando en el marcador por el más estrecho de los márgenes. A la vuelta
de los vestuarios, la albiceleste consiguió darle la vuelta al partito con goles
de Messi y el Kun Agüero y llevarse de Barranquilla una trabajada victoria
final por 1-2. Lo más probable es que la derrota ante Argentina no se hubiera
antojado tan dramática de no ser por el resultado del partido disputado
cuatro días antes contra Venezuela. Ante la Vinotinto, Colombia también iba
ganando por 1-0 hasta que un error brutal de Luis Amaranto Perea provocó
el 1-1 final que deparó el choque. Ese marcador final, sumado al desacierto
rematador colombiano, agravó y calentó los ánimos en contra de Leonel
Álvarez. El encuentro contra Argentina sólo provocó que se derramara un
vaso de escasa capacidad.

[…] todos posaron sus ojos en el


nuevo técnico. En su primera rueda
de prensa, Pékerman trazó como
objetivo principal la clasificación
para el Mundial.

NOVEDADES EN EL FRENTE: SERIEDAD Y UN EQUIPO NUMEROSO

De Pékerman, lo primero que llamó la atención fue su equipo de trabajo,


mucho más numeroso de lo normal o de lo que, hasta la fecha, se estaba
acostumbrado a ver para la tricolor. El contrato de Pékerman es distinto a
todo lo que en Colombia se había manejado. Pékerman recibe 1.600.000
dólares anuales (1.214.000 euros). Con eso, él forma su equipo de trabajo.
Puede crecer o disminuir, pero sí fue más numeroso de lo normal. Por otro
lado, la nueva metodología de trabajo basada en los microciclos que trajo
consigo e instauró también se salía de los cauces de la normalidad. Estos
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factores transmitieron sensación de rigor técnico y confianza al aficionado
colombiano. Se sentía que un proyecto serio y sólido estaba empezando
a fraguarse. Y, al cabo de un mes, llegó el debut de Pékerman como
seleccionador de Colombia.

El combinado cafetero llegó a Miami y preparó el partido en menos de 24


horas. Pékerman tiró de memoria táctica a la hora de realizar la alineación
con un único matiz: regalarle el balón a México. Si algo proponían el Bolillo y
Álvarez era la posesión del balón. Pékerman propuso un 4-4-2 y alineó a Carlos
Sánchez con Aldo Leao Ramírez en la medular. James Rodríguez y Cuadrado
abiertos y, arriba, Falcao con Pabón por detrás. De ese primer encuentro
se pueden rescatar dos detalles: los gestos técnicos de Cuadrado, que
conseguirían levantar a más de uno de su asiento, y el segundo gol. Tras una
serie de toques, James Rodríguez tiró un puñal doloroso al costado derecho
mexicano en forma de pase al espacio, Armero lo recibió en velocidad, centró
y Falcao arrastró marcas para que Cuadrado marcara el gol. Victoria por 0-2
y dos detalles que, a posteriori, veríamos de nuevo.

Llegaron los partidos de eliminatoria mundialista (3 y 10 de junio) y todos


posaron sus ojos en el nuevo técnico. En su primera rueda de prensa,
Pékerman trazó como objetivo principal la clasificación para el Mundial. Y la
consecución de ese billete pasaba por ahí y en ese momento. El escenario,
el Estadio Nacional de Lima. El rival, Perú. El técnico argentino presentó un
once inicial con Ospina; Perea, Yepes, Mosquera, Armero; Cuadrado, Guarín,
Carlos Sánchez, James; Pabón, Falcao. Se mantuvo en la línea de Leonel
Álvarez con un centro del campo con Carlos Sánchez y Fredy Guarín. Ospina
fue la figura del partido, mal detalle. Colombia no generó ocasiones claras de
gol en 90 minutos, salvo la genialidad de James en el gol que supuso el 0-1 y
que sería el resultado con el que acabaría el partido.

A pesar de la victoria, la selección dejó una muy mala impresión. Estéril a


la hora de crear y con dudas atrás, el mal juego fue una realidad palpable.
Sin embargo, el resultado apaciguó tensiones dado que Colombia jugaba
como visitante: obtener puntos fuera de casa es un tesoro en la eliminatoria
sudamericana.
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Días después, la selección colombiana visitó Ecuador. De la mano de
Reinaldo Rueda, extécnico del equipo cafetero, el combinado ecuatoriano se
mostraba sólido y fuerte como local. Pékerman insistió con Perea en el lateral
derecho y con Carlos Sánchez en el centro del campo. Además, introdujo
a Elkin Soto para reforzar la medular y desplazó, sobre el papel, a Fredy
Guarín a banda: rápidamente pudo observarse que, con esa alineación, el
argentino buscaba formar una especie de trivote. Una Colombia bastante
blindada que, de nuevo, repitió una actuación carente de creación de peligro.
En este partido se produjo una jugada puntual que sería determinante para
la trayectoria de Dorlan Pabón con la selección cafetera. El marcador estaba
0-0 y el equipo estaba gestando la transición de ataque. Libre de marca,
Pabón tenía la posesión del balón. Falcao estaba cerca y se encontraba en
línea con el último defensa de Ecuador. El ‘Tigre’ se preparaba para tirar el
desmarque y la jugada estaba cantada: ruptura, pase vertical y remate. Y
cuando todos esperaban el desenlace de la acción… Pabón no soltó el balón
y lo perdió. Situación malbaratada y detractores oportunistas ganados. El
partido terminó 1-0.

Esta vez, no hubo resultado que maquillara el mal juego. Y se cernieron


muchas dudas alrededor del técnico. Hubo quienes dijeron que se debió dar
continuidad a Leonel Álvarez. Que Pékerman no era una apuesta adecuada.
Que era muy defensivo. En resumen, los fatalismos típicos de un colombiano
respecto a su selección. A todo ello, Pékerman respondió con dos palabras:
“Déjenme trabajar”, dijo.

El técnico argentino sabe, desde la madurez, que


Colombia está construida a partir de una base de
jugadores y de un modelo de juego de los cuales no
puede prescindir de forma brusca. Entiende y realiza
que debe llevar a cabo una transición que precisará
de tiempo y, para la cual, experimentar es y será un
proceso inevitable.

CAMBIOS PAULATINOS A UN NUEVO JUEGO TÉCNICO

Esta primera etapa de Pékerman está marcada por las dudas. Tres partidos:
uno sobresaliente ante México, uno malo ante Perú y uno bastante peor ante
Ecuador. No existen cambios abruptos respecto a las propuestas anteriores,
salvo la continua inclusión de Cuadrado. Todo ello irrita a más de uno y hace
pensar que Pékerman no realizará cambios significativos. No obstante, el
técnico argentino sabe, desde la madurez, que Colombia está construida
a partir de una base de jugadores y de un modelo de juego de los cuales
no puede prescindir de forma brusca. Entiende y realiza que debe llevar a
cabo una transición que precisará de tiempo y, para la cual, experimentar
es y será un proceso inevitable. A pesar de que su proyecto pasa por otros
principios de juego, asume que un cambio extremo no puede generar ningún
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tipo de consecuencia positiva. Dispone de un amplio equipo de trabajo y
de una metodología rigurosa, la cual invita y propicia orden y progreso. Los
microciclos y el sistema de seguimiento exhaustivo de los jugadores que
evolucionan en el extranjero son detalles que resaltan. Además, a la hora
de tratar con los medios, maneja un perfil calmado, transmite seguridad y
experiencia y se muestra autoritario con todo aquello que se inmiscuye en su
gestión, de la cual está muy seguro.

La realidad es que, futbolísticamente, Colombia no generó un fútbol práctico


y, menos aún, vistoso. Factores como Carlos Sánchez, Dorlan Pabón, o
Fredy Guarín no cuajaban con la idea de Pékerman. La circulación de balón
era poco más que nula y las transiciones defensivas y ofensivas resultaban
inexistentes. El seleccionado, como conjunto sobre el césped, se quedaba en
la nada. No era ni siquiera un poco esperanzador. Guarín, por ejemplo, jugaba
en el Inter de Milán diez pasos más adelante de lo que pretendía el técnico
argentino. Como mediocentro, era la personificación de la anarquía a la hora
de atacar. Véase su galopada contra Perú en la Copa América 2011. Aunque
útil para la propuesta de otro tipo de técnico, a Pékerman no le servía para la
que proyectaba para Colombia. Guarín desapareció de los planes principales
y de las alineaciones desde el partido ante Ecuador. Lo mismo ocurrió con
Pabón, que no poseía las capacidades de asociación necesarias para jugar
rápido la pelota. En el guión del seleccionador, la técnica figuraba como
característica capital en el frente de ataque. Y, en eso, Carlos Sánchez, a
pesar de ser un buen recuperador para la media, se quedaba corto.

Esta jornada de eliminatorias y, más concretamente, el partido de Ecuador


supusieron un punto de inflexión para Pékerman y la selección. Pasaban los
meses y el técnico trabajaba en silencio. Realizó un seguimiento constante
de las distintas figuras colombianas en el extranjero. Tomando como base los
resultados anteriores, buscaba alternativas a su primera etapa en cuanto a
nombres. Jugadores como Guarín, Carlos Sánchez o Pabón ya no volverían a
tener un rol relevante. Por el contrario, futbolistas como Abel Aguilar, Edwin
Valencia, Teófilo Gutiérrez y Macnelly Torres cobrarían especial, por no decir
tremenda, importancia. No sería descabellado decir, a manera de conjetura,
que nadie podía imaginar lo que se estaba gestando en la cabeza de ese
anciano de pelo totalmente blanco y apariencia serena. El combinado del
café y una ola de sueños estaban a punto de estallar.

La estupefacción y la sorpresa en torno a


Macnelly Torres eran absolutas. Hacía mucho
tiempo que no había mostrado que le sobrara
aún tanto fútbol. Él fue la revelación del partido.
O puede que renaciera en ese partido.

Y JUGANDO EN CASA LLEGÓ EL MOMENTO DE GLORIA

Después de varios meses, Colombia volvía a la acción. Por primera vez,


jugaba a domicilio desde la llegada de Pékerman. El escenario era el Estadio
Roberto Meléndez de Barranquilla. El rival, la cuarta mejor selección del
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mundo en Sudáfrica 2010 y vigente campeona de la Copa América 2011:
Uruguay. Una celeste sin cambios significativos en su base de jugadores.
El mismo proyecto y bajo la tutela del mismo técnico: el maestro Tabárez. A
favor de Colombia, la condición de local y el calor ofuscante de Barranquilla.
El partido se jugaría a más de 35o y con un porcentaje altísimo de humedad.
El once inicial de Colombia fue sorpresivo. Laterales ya más carrileros que
laterales: Armero y Zúñiga. Un centro del campo renovado respecto a la
anterior propuesta: Abel Aguilar y Edwin Valencia. Macnelly en la línea de
mediapuntas con James. Y Teófilo Gutiérrez como segundo delantero.
Permanecía Yepes, quien a sus casi 40 años todavía exprime su fútbol para
darlo todo con la selección. “¿Qué hace Pékerman?”, se preguntaban muchos.
Nadie imaginaba, ni tan siquiera intuía, lo que estaba a punto de acontecer:
90 minutos de magia.

Colombia salió en total estado de comunión con su gente y el ambiente:


a tocar la pelota y sin miedos. Nada más empezar, en el primer minuto,
Colombia batió dos líneas de presión celestes con un pase vertical: algo
que en 180 minutos anteriores no se había dado ni una sola vez. En el
minuto 2, Falcao ya había anotado el primer gol del partido tras una jugada
personal de Zúñiga por la banda. Zuñiga, muy abierto, dejaba que Macnelly
Torres se fuera a zonas interiores. Lateral convertido en extremo, una y
otra vez. Conceptos que no se habían visto hasta la fecha con Pékerman al
mando de la tricolor. El encuentro transcurrió bajo la dinámica constante
del juego a uno o dos toques. Los artífices: Macnelly, James y Abel Aguilar.
Un derroche de técnica que inclinó el campo de modo tiránico hacia la
portería de Muslera. La estupefacción y la sorpresa en torno a Macnelly
Torres eran absolutas. Hacía mucho tiempo que no había mostrado que
le sobrara aún tanto fútbol. Él fue la revelación del partido. O puede que
renaciera en ese partido. Si Armero, Zúñiga, James, Teófilo y Falcao son
vértigo (obviamente, el hombre del Oporto no sólo puede evolucionar y
manejarse con suficiencia en ese registro), Macnelly es pausa, control,
creación y, si es preciso, último pase. Lo suyo fue una exhibición. Le dio
una tremenda consistencia al fútbol de Colombia.

El otro factor diferencial fue Teófilo Gutiérrez. ‘Teo’, con y sin balón, es el
compañero idóneo para el ‘Tigre’. Es un pasador aceptable y dispone de una
buena capacidad técnica. Además, al espacio es un coloso: veloz y acertado
en el primer control. Cabe mencionar que no se muestra incómodo cuando se
acuesta en la banda. Es posible que yerre una, dos o tres ocasiones de gol
por partido. Aunque alguno marca. Por ejemplo, en el partido ante Uruguay,
perforó en dos ocasiones las redes de la portería de Muslera. Su actuación
también fue memorable. El 4-0, con la guinda artística, estética y preciosa
de Zúñiga en el último minuto, dejó unas sensaciones más que “positivas”
para la selección. El cambio resultó notable y se vio a una tricolor firme y
coherente. El hecho de que David Ospina sólo se viera medianamente
exigido una vez contra nada menos que una celeste con un frente formado
por Forlán y Cavani hablaba por sí solo. Colombia apuntaba alto de la mano
de los “nuevos”. Y de Pékerman.

Ahora tocaba visitar Chile. Matías Fernández, Alexis Sánchez, Humberto


Suazo, Arturo Vidal, Mauricio Isla, Gary Medel, etc. Todos esperaban a
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Revista#03
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Falcao, James y compañía. Todavía quedaban algunos escépticos sobre lo
visto contra Uruguay. No acababan de creérselo o, simplemente, de creer,
sosteniendo que aquello no se iba a repetir. Lo cierto es que, en el primer
tiempo, Colombia no generó ocasiones claras de gol. No jugó mal, pero no
agredió al rival. El partido estuvo más para Chile, incluso cuando estaba con
10 por la expulsión de Medel. Matías anotó el 1-0 con un trallazo desde la
frontal después de robársela a Perea y regatearlo con excelsa clase. Con ese
marcador se llegó al descanso. Pékerman, consciente de que era factible
arriesgar dada la superioridad numérica, dio entrada al hombre del regate,
la asociación y el vuelo. El desequilibrio en unos pies que flotan centímetros
sobre el césped: los pies de Juan Guillermo Cuadrado. Central por extremo:
Yepes out, Cuadrado in.

Como contra Uruguay, los instantes iniciales (esta vez de la segunda


parte) marcaron el camino: balón a Cuadrado, amague con el cuerpo y rival
eliminado. Un uno contra uno recurrente y explotado a lo largo de toda la
segunda mitad en el que el hombre de la Fiorentina casi nunca perdió. Su
figura y su fútbol, sumado a la superioridad numérica, metieron a Colombia
en campo contrario. El empate se cocinaba y acabó llegando por medio de
un libre directo intratable de James que mezcló fuerza y precisión al botarlo
para acomodarlo de forma quirúrgica al palo izquierdo del portero. 1-1. Aldo
Leao, entrado en sustitución de Macnelly Torres, asistió a Falcao con un
pase soberbio entre líneas. El Tigre “sólo” tuvo que ponerla fuera del alcance
del portero. 1-2, remontada consumada. El equipo de Pékerman demostró
saber estar en la adversidad. El broche final lo puso Teófilo a pase de Falcao,
aunque fue más un detalle engalanador que no lo realmente a recordar de
ese partitura global. El combinado colombiano transmitió seguridad. No
dudó nunca de su capacidad y, gracias a esa capacidad, se llevó tres puntos
cruciales para volar hacia Brasil.

Colombia cerraba la primera vuelta en casa, contra Paraguay. Poco quedaba


de aquel equipo paraguayo que puso en aprietos serios a España en los
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Revista#03
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cuartos de final mundialistas de Sudáfrica (forzando los penaltis después del
tiempo reglamentario y la prórroga). La tricolor ya había dado un golpe sobre
la mesa sudamericana. Los paraguayos iban a respetar a Colombia. Y más en
su casa. Pékerman no vio la necesidad de empujar a sus centrocampistas a
volcar el campo hacia la meta albirroja. Paraguay ya venía dispuesta a
replegarse por ella misma. Colombia no contaba con Abel Aguilar, suspendido
al ser expulsado ante Chile, y su puesto lo ocupó Aldo Leao, quien sería
sustituido tras los primeros 45 minutos. Colombia dominó, pero no acabó de
finalizar sus ocasiones. Un primer tiempo falto de acción en ambas porterías
y muy lento en el centro del campo. Aldo Leao no aportaba lo suficiente en la
circulación del balón y ese casi trivote Valencia-Aldo-Macnelly para adueñarse
de la pelota y controlar el tempo no convenció. De nuevo, el revulsivo:
Cuadrado. Desequilibrio, lluvia de ocasiones, potencia psicológica y dos
zarpazos del Tigre. Colombia hacía real el boom mediático: “La mejor selección
de Latinoamérica hoy por hoy”, clamaban muchos.

Los sacrificios hechos por Pékerman (Guarín,


Dorlan, Carlos Sánchez) cobran sentido. (…) Los
recuperados (Abel, Valencia, Macnelly) ganan
adeptos por sobriedad, técnica e inteligencia. La
idolatría a Cuadrado, el desequilibrio en un cuerpo
más bien flaco, es unánime.

RECICLADO DE JUGADORES PARA NUEVO ESTILO

Esta etapa está marcada por la evolución táctica y la creatividad. La tricolor


se muestra especialmente agresiva en los segundos tiempos. Hecho
significativo y que demuestra la capacidad de Pékerman no sólo de realizar
una charla técnica efectiva sobre sus jugadores, sino de su calidad a la hora
de leer e interpretar el partido. Y de, sobre todo, incidir en el mismo. Colombia,
sin balón, es un 4-4-1-1 a distancia media de Ospina. Intenta recuperar lo más
rápido posible por medio de la presión. Buscar tener el balón anticipándose
a la fase de juego para llegar antes y poseerlo en lugar de contener, frenar,
cortar y rebañar. Con balón, sólo existen tres jugadores de posición fija:
los centrales y Falcao. Valencia se mueve entre el mediocampo y los dos
defensores centrales de la zaga. Abel Aguilar da pasos hacia delante según
convenga o precise la jugada y el sentido del juego. Los laterales están sueltos
y tienen licencia para, literalmente, comerse la línea de cal de arriba a abajo.
Los extremos/mediapuntas cuentan con libertad absoluta y, finalmente,
Teófilo se mueve por todo el frente de ataque. Las permutas posicionales son,
más que una constante, una obligación. Los sacrificios hechos por Pékerman
(Guarín, Pabón, Carlos Sánchez) cobran ahora su sentido a ojos de todos. Los
recuperados (Abel Aguilar, Valencia, Macnelly) ganan adeptos por sobriedad,
técnica e inteligencia. La idolatría a Cuadrado, el desequilibrio en un cuerpo
más bien flaco, es unánime.

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Revista#03
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Macnelly, en especial, simboliza la propuesta de Pékerman tras un
trabajo de varios meses. Pékerman ha conseguido que Colombia remita
inequívocamente a los 80. Pausa, control, toque, asociación, estética y
velocidad cuando sea necesaria. Macnelly Torres, quien está por debajo
de jugadores como Omar Pérez o Máyer Candelo en el campeonato
nacional de clubes, se vuelve élite a nivel internacional o continental.
Tiene 30 años pero eso no evita que posea un nivel físico que soporte
aún su velocidad mental y su visión de juego.

Después de apabullar en los partidos de eliminatoria y descansar un


poco, Colombia tenía en su calendario un amistoso que le enfrentaba a
Brasil, una selección que siempre incorpora un valor añadido. El scratch
Neymar, Kaká, Thiago Silva, David Luiz, Dani Alves, por citar algunos
nombres. Si bien es cierto que la actual seleçao asustaba mucho menos
que sus versiones anteriores, también lo es que no anda escasa de
calidad ni de pegada y que es capaz de romper cualquier defensa y de
cualquier modo.

En ese encuentro, Pékerman ensayó por primera vez la dupla Jackson


Martínez-Falcao en punta. La apuesta no funcionó. Alinear a dos
jugadores tan parecidos en la misma posición no da buenos resultados de
inicio: Falcao extrañó los movimientos de Teófilo y su calidad para pasar.
El técnico argentino tuvo suerte de contar con el genio de Cuadrado,
quien dio la sensación de ser consciente de estar jugando contra un rival
parejo en términos de calidad (y eso que jugaba de lateral derecho por
primera vez con Pékerman…). Lo que hizo ese día, además de su gol, fue
para grabar en alta definición, guardar en videoteca y regalarlo en las
escuelas de fútbol. El partido acabó 1-1 pero el entramado defensivo
colombiano sembró muchas dudas. Lejos de mostrarse intratable,
Neymar desequilibró y marcó un golazo. Por su parte, Kaká le dio mucho
trabajo a la defensa colombiana a la hora de contenerlo.

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Revista#03
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ELIMINATORIAS SUPERADAS

Bolivia y Venezuela abrían la segunda jornada de eliminatorias para el cuadro


colombiano. Contra Bolivia, una exhibición en el Estadio Metropolitano de
Barranquilla: 5-0, el marcador fetiche del colombiano desde los años 90.
Colombia demostró un ataque posicional indefendible para los bolivianos de
la mano de un Cuadrado genial y un Macnelly Torres excelso. Cuadrado lo fue
todo en el primer tiempo. En el segundo, Pékerman soltó a James Rodríguez.
El partido acababa y Aldo Leao y Armero realizaron un calco del gol de Jordi
Alba en la final de la Eurocopa 2012. Con la diferencia de que Armero definió
picándola. Manita y euforia.

En Venezuela la historia sería distinta. Farías había estudiado bien a


Pékerman y este último lo presentía. Por eso quiso salir a sorprender: 4-2-
3-1 por primera vez con Macnelly Torres en la mediapunta. El invento no
funcionó. Torres se perdió entre la maraña central vinotinto y su físico no le
alcanzó al verse exigido en exceso por el bloque rival. Cuadrado fue incapaz
de desequilibrar: Farías realizó el mejor marcaje que se recuerda en estas
eliminatorias al, tal vez, segundo jugador más desequilibrante del continente
después de Messi. Venezuela realizó un despliegue físico excelso y sacó
tajada. Obligó a Colombia a atacar en estático una muralla férrea, firme y
organizada a la que la tricolor no encontró la manera ni los recursos para
poder romperla. Venezuela buscó el error, lo encontró y lo aprovechó. De
nuevo, el error vino por parte de Perea. Victoria vinotinto por 1-0.

ABIERTO A MÁS POSIBILIDADES

A lo largo de su periplo, Pékerman ha ido incluyendo variantes. Carlos Valdés,


por ejemplo. El defensa central de Independiente Santafé está por encima de
Cristian Zapata, del AC Milan (por las cuestiones que hemos repasado antes).
A pesar de contar con muchos minutos en el Calcio y el tercer equipo de la Serie
A, Zapata no está por encima de Valdés para Pékerman: técnica y sobriedad,
eso es lo que siempre prevalecerá en el argentino. Mosquera también se quedó
en el camino. Los laterales titulares son indiscutibles: Zúñiga y Armero.

En punta de ataque está Jackson Martínez. Cha-Cha-Cha dio una exhibición


contra Guatemala en un amistoso posterior y todo indica que no habrá
problema si Falcao no puede estar o debe ser reemplazado por causa de fuerza
mayor. El rendimiento de Jackson Martínez en el Oporto es descomunal y su
mejor aval: el goleador de Portugal está listo para suplir al Tigre sin que se
le extrañe. Muriel titila y no acaba de brillar ni explotar. Pero se antoja, en un
futuro, como la opción más viable para ocupar la plaza de segundo punta si
Pérkerman persiste con el 4-2-2-2. Contra Guatemala, por ejemplo, realizó
un partidazo: a su corta edad, mostró el inmenso potencial que atesora.
Técnicamente es un prodigio, tanto en la finta como en la asociación. Veremos
qué sucede y, sobre todo, habrá que estar muy atentos a este jugador.

Para Pékerman, su centro del campo es, definitivamente, la dupla Valencia-


Abel Aguilar. Los nombres que quedan (Aldo, Sánchez, Soto y Guarín) son ya
carne de sustitución de partido.
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Revista#03
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Gio Moreno no cuenta para Pékerman. Solo jugó escasos 20 minutos contra
México. El paso por Shangai perjudicó severamente sus opciones de seguir
siendo internacional. No obstante, el jugador que sí apunta fuerte y alto es el
hombre de la Sub-20, Juanfer o Quinterito: Fernando Quintero, la perla del
Pescara italiano. Puede ser una variante para James (ambos son zurdos) o
para Teo en caso de que Pékerman quiera jugar en 4-2-3-1 (como contra
Venezuela). Como Muriel, Quintero es un diamante (menos pulido) dotado de
un brutal talento.

La más relevante en esta selección


es la tríada que forman Macnelly,
James y Cuadrado, con Abel
sujetando el equipo por detrás.

ESPERANZADOR FUTURO

El proyecto cafetero es sólido. La selección no depende de un hombre, si


bien es cierto que los equipos también se construyen en base a pequeñas
sociedades. En el caso de Colombia, la más relevante en esta selección
es la tríada que forman Macnelly, James y Cuadrado, con Abel sujetando
el equipo por detrás. James Rodríguez, el hombre que combina los dos
registros de la selección es el jugador más prometedor, el más talentoso
y más clarividente de la tricolor. Su dominio vertiginoso de la banda por
aprendizaje aporta mucho al equipo. Aunque su dominio de la parcela y los
pasillos centrales y su capacidad de asociación pausada o acelerada (de
ritmo alto o fase lanzada) que posee por naturaleza dado su talento le erigen
en un elemento de tremenda relevancia a la hora de comprender el modelo
y el margen de evolución de esta selección. Así pues, a pesar de poseer
grandiosas individualidades, el combinado cafetero no se sostiene sobre
un Atlas que “cargue” el mundo. Son sus pequeñas sociedades interiores
quienes la vertebran: James-Armero, Teo-Falcao, Zúñiga-Cuadrado, Abel
Aguilar-Macnelly, James-Macnelly, entre otras.

En el aspecto defensivo, Colombia aún no se ha probado ante el poder


y la consistencia o el oficio ofensivos de un coloso del Viejo Continente.
Ello explica, toda vez que alimenta, las dudas existentes en torno a dicho
aspecto. Lo visto contra Brasil no invita al optimismo desbordado. Alemania,
España, Francia, Holanda, Inglaterra, Italia… Hoy por hoy, ese es el partido
que todo el mundo desearía ver: Colombia contra algún gigante. Más allá del
espectáculo y del espectador, eso le daría a Pékerman un banco de datos real
y de calidad sobre el cual trabajar y, por qué no, emitir un primer diagnóstico
sobre cómo trabajar, mejorar o perfilar la aportación defensiva de hombres
como James, Macnelly o Cuadrado. Futbolistas diferenciales ofensivamente
y en la comprensión y proyección del modelo, con un relativo valor en tareas
de homogeneización de un bloque compacto en ambas direcciones, aunque
lejos todavía de satisfacer le ley de mínimos de fiabilidad en ese ámbito del
juego. Colombia aún debe demostrar que, en un partido contra un equipo de
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Revista#03
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mayor calidad y jerarquía, sabe competir. Competir ya sea con o sin balón.
Saber sufrir es fundamental. Tanto en transición como en defensa estática.
Y esos, todavía son apartados pendientes.

Colombia todavía recuerda con miedo aquella selección tan rebosante


de ilusión y calidad que luego decepcionó tanto. Llegar a tres Mundiales
consecutivos cuando eso ya constituía algo en sí mismo excepcional para
un país como el cafetero; ser nombrada como favorita por O Rei, y luego
caer en la fase de grupos; la desestabilización de jugadores claves; etc.
Los colombianos no sólo recuerdan todo eso. Sino que no se les borrará
de la memoria. La pregunta es: ¿Podrá esta selección lograrlo? ¿Podrá
Pékerman instalar esa competitividad y convertir a la selección en un
animal competitivo apto para cualquier contexto? Esas, entre otras, son las
preguntas que ocupan, preocupan y obsesionan al pueblo colombiano. Todo
yacerá en cómo gestione Pékerman los egos y las mentes de los jugadores
y en conseguir que sean capaces de interiorizarlo con más intensidad y
de forma más profunda. De lo que no hay duda es que es posible. Sólo si
caminan o corren juntos lo lograrán.

Lo cierto es que Pékerman, en poco más de un año, ha logrado transformar


por completo esta selección. El billete a Brasil casi pagado en su totalidad,
ahora queda la parte no menos difícil: garantizarse matemáticamente que la
bandera con solo los tres colores primarios ondeará al lado de las 31 naciones
restantes en el país más grande de Sudamérica. Cada vez que Colombia
juega, la ilusión crece y crece. El colombiano se acuesta para soñar que es
posible, porque Pékerman así lo ha hecho creer. Pékerman ha hecho soñar al
colombiano y, probablemente, ha hecho que, por semiosis, cuando en otro
país se huela café, se piense en Colombia y, con Colombia, en el fútbol. Y en
la selección que hace poco estalló. 2014 espera.

Sebastián Duque
@SdjDuque

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Revista#03
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LA MASIA
+ LA FÁBRICA
= PERFECCIÓN
Adolfo Florensa

Actualmente La Masia es el mayor exponente de éxito de una


cantera a nivel mundial gracias al fútbol desplegado y los
triunfos conseguidos tanto por el FC Barcelona como por la
selección española.

Por su parte, La Fábrica es reconocida por ser una de las


canteras que produce más jugadores de primer nivel y por los
que el club madridista obtiene suculentos traspasos.

¿Qué tipo de jugador se obtiene con estos dos modelos de


cantera? ¿Qué tienen de positivo y negativo uno y otro? ¿La
unión de los dos puede dar como resultado la perfección?

Daremos un paseo por la historia de las dos canteras para


poder analizarlas, buscar soluciones a algunos de sus
problemas y, sobre todo, aprovechar los aspectos positivos
de cada una. Todo para obtener, si es posible, la fórmula que
nos dé como resultado una cantera perfecta.

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Revista#03
PerarnauClub
Un sello de identidad propio que se basa
en tener la iniciativa del juego como idea
fundamental, la posesión de balón como
medio y el 1-3-4-3 (siempre) o 1-4-3-3
(actualmente) como sistema de juego igual
para todas las categorías.

LA MASIA

Desde 1979 fue el centro donde residían los jugadores del fútbol base del
FC Barcelona que vivían lejos de la ciudad condal. El nombre del centro se
ha convertido en la denominación de origen de todo jugador que pasa por las
categorías inferiores del club.

La influencia del fútbol holandés, con los éxitos del Ajax y la Naranja
Mecánica de Johan Cruyff y Rinus Michels (ambos llegarían después al club
azulgrana), y de Laureano Ruiz, campeón cinco veces del Campeonato de
España Juvenil (actual Copa del Rey Juvenil), le dieron desde mediados de
los años 70 a la cantera del FC Barcelona un sello de identidad propio. Este
se basa en tener la iniciativa del juego como idea fundamental, la posesión
de balón como medio y el 1-3-4-3 (siempre) o 1-4-3-3 (actualmente) como
sistema de juego igual para todas las categorías.

Una de las características especiales de la cantera azulgrana son los criterios


de selección. Cuando llegó Laureano Ruiz al equipo juvenil, colgaba de la pared
de las oficinas del fútbol base un letrero que rezaba así: “Si vienes a ofrecer
un juvenil de menos de 1’80 m, date la vuelta”. Laureano Ruiz y Oriol Tort
cambiaron esa mentalidad. Desde entonces y hasta ahora se centran en la
búsqueda de jugadores exquisitos en el trato del balón, buenos técnicamente
y rápidos mentalmente. Se prefiere a un jugador más maduro mentalmente
que a uno que destaca por su potencia o por su prematuro desarrollo físico.

Johan Cruyff fue el primero en trasladar al primer equipo lo que llevaba años
haciéndose en la cantera y subió a este equipo a jugadores como Guillermo
Amor, Milla y Pep Guardiola (de un perfil similar) o Sergi Barjuan y el Albert
Ferrer (extremos reconvertidos a laterales). La explosión de los jugadores
formados en La Masia llegó a mediados de los 90 con “La quinta del Mini”
con De la Peña como buque insignia y otros jugadores como Óscar, Roger,
Celades o Toni Velamazán.

Desde la llegada de Pep Guardiola al banquillo, La Masia se ha convertido


en una marca reconocida a nivel internacional. Su máximo esplendor llegó
en 2009 con Leo Messi convirtiéndose en el primer jugador formado en la
cantera azulgrana que ganaba el Balón de Oro y, sobre todo, un año después
con Xavi Hernández y Andrés Iniesta acompañando al argentino en el podio.

Actualmente, en la primera plantilla azulgrana hay 15 jugadores formados


en La Masia de los cuales 10 son titulares. Los onces iniciales de la final
del Mundial y de la última Eurocopa ganadas por España contaban con 6
jugadores formados en la cantera azulgrana (Ambas plantillas contaban con
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Revista#03
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La Masia

9 jugadores). Jugadores formados en La Masia como Pepe Reina (Liverpool)


o Mikel Arteta (Arsenal) juegan en los mejores equipos del mundo.

Por otro lado, los niños que residían en La Masia, justo al lado del Camp Nou, se
han trasladado a un nuevo edificio más moderno y con todas las comodidades.
Está en la Ciutat Esportiva Joan Gamper y su nombre es “La Masia – Centro
de Formación Oriol Tort”. En la actualidad, niños de todo el mundo residen
en el centro y esta apuesta, arriesgada en un principio por su alto coste, ha
permitido que jugadores como Leo Messi se incorporaran al club cuando eran
jóvenes y toda la inversión inicial se vea más que recompensada.

Aspectos positivos:

• Los jugadores de La Masia llegan al primer equipo con unos


conceptos muy claros y asimilados después de que durante
muchos años hayan trabajado con el mismo sistema de juego y
metodología de entrenamiento.

• Los canteranos tienen ventaja incluso por encima de grandes


jugadores de talla mundial que llegan al club y a los que les cuesta
entender y asimilar la propuesta futbolística azulgrana (véase el
caso de Busquets y Mascherano).

• Para el entrenador del primer equipo es muy fácil ascender


jugadores del filial, ya que vienen trabajando durante mucho tiempo
con los mismos conceptos que necesitará en el primer equipo.

Aspectos negativos:

• Se crea un tipo de jugador con unos conceptos tan marcados que


es difícil que el que no triunfe en el primer equipo lo haga en otros
clubes (Celades o Bojan).

• Jugadores buenos que llegan a la cantera blaugrana ven frustrada


su progresión al no poderse adaptar al prototipo de futbolista que
quiere el club.
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Revista#03
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• Si lo trabajado en el fútbol base no tiene continuidad en el primer
equipo es muy difícil que los jugadores de La Masia puedan subir
a la primera plantilla por su dificultad para adaptarse a otros
sistemas o metodologías (época de Bobby Robson).

Los entrenadores de la cantera madridista utilizan


su criterio futbolístico y el sistema que creen más
adecuado para su desarrollo y para conseguir el fin
deseado, la victoria. Siempre con el objetivo claro de
crear futbolistas lo más completos posible.

LA FÁBRICA

Es el nombre con el que se conoce a la cantera del Real Madrid. Desde


principios de los años 80, muchos de los jugadores formados en las categorías
inferiores del club se han instalado en el primer equipo, habiendo épocas de
gran esplendor, históricamente hablando. Pero muchos otros han nutrido las
plantillas de los equipos de primera división y ahora también de las grandes
ligas europeas.

Una de las características principales de La Fábrica es la variedad de estilos


y de sistemas de juego con los que se puede encontrar un canterano blanco
a lo largo de su trayectoria hasta llegar al primer equipo. Los entrenadores de
la cantera madridista utilizan su criterio futbolístico y el sistema que creen
más adecuado para su desarrollo y para conseguir el fin deseado, la victoria.
Siempre con el objetivo claro de crear futbolistas lo más completos posible.
“Se pierde homogeneidad; se gana variedad de estilos” (Martí Perarnau en su
artículo “La Fábrica Blanca” del 30 de octubre de 2012).

La primera gran explosión de la cantera blanca fue en la temporada 1979-


80 cuando el Castilla CF, filial madridista, llegó a la final de la Copa del
Rey (hasta 1991 los equipos filiales podían jugar esta competición) en la
que perdió contra su hermano mayor por 6 a 1. La temporada siguiente se
convirtió en el único filial de la historia en jugar una competición europea (la
ya desaparecida Recopa de Europa). En aquel equipo destacaban jugadores
como el meta Agustín, Ricardo Gallego o Pineda. En la temporada 1983-84
el Castilla CF se proclamaría campeón de Segunda División con los jugadores
que justo después harían historia en el primer equipo madridista.

La mítica “Quinta del Buitre” llegaba al primer equipo para ganar cinco ligas
consecutivas y dos Copas de la UEFA. Estaba formada por Míchel, Sanchís,
Martín Vázquez, Miguel Pardeza y, el último en llegar y que daría nombre a la
quinta, Emilio Butragueño.

A partir de los años 90 la llegada de jugadores al primer equipo y, sobre todo,


su permanencia en él ha sido más que discreta. Desde la aparición de Raúl
a mediados de los 90 hasta hoy tan solo Pavón, Raúl Bravo, Arbeloa y, sobre
70

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Revista#03
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todo, Guti y Casillas han conseguido jugar más de 100 partidos con el primer
equipo.

La última hornada de buenos canteranos jugó las temporadas 2005-06 y


2006-07 en el filial madridista en Segunda División. En ella coincidieron
Roberto Soldado, Jurado, Arbeloa, Filipe Luis, Esteban Granero, Borja Valero,
Álvaro Negredo, Juan Mata o Javi García entre otros. Precisamente esta
quinta en su segunda temporada en la categoría y a las órdenes de Míchel
perdió la categoría y bajó a Segunda B.

Actualmente siete jugadores del primer equipo provienen de la cantera y de


ellos tan solo Casillas y Arbeloa son titulares. Por otro lado, muchos de los
jugadores formados en La Fábrica como Álvaro Negredo (Sevilla) o Juanfran
Torres (Atlético de Madrid) triunfan en equipos de Primera División y Juan
Mata (Chelsea) o Javi García (Manchester City) en equipos europeos.

Recientemente se ha inaugurado la Residencia para el primer equipo y para


la cantera del Real Madrid.

La nueva residencia de
La Fábrica construida en
la Ciudad Deportiva de
Valdebebas

Aspectos positivos:

• La gran variedad de estilos y sistemas de juego trabajados hace


que los canteranos madridistas sean más completos.

• Esta gran variedad hace que sea más fácil para los jugadores
adaptarse a otros equipos o a los distintos entrenadores que llegan
al primer equipo madridista.

• Las ventas de canteranos a otros clubs hace que la cantera sea


más que rentable económicamente.

Aspectos negativos:

• Dificultad de los canteranos para instalarse en el primer equipo


debido a que no conocen en profundidad ningún sistema y en un
club como el Real Madrid no hay tiempo para que los jóvenes se
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Revista#03
PerarnauClub
adapten al sistema propuesto por el entrenador.

• Los entrenadores que llegan al primer equipo madridista tienen


dificultades para cubrir con jugadores del filial las necesidades
puntuales para el primer equipo ya que es posible que el filial
juegue otro sistema y con otro estilo.

• Pese a que se obtiene un beneficio económico de la venta de


canteranos, estos se van tan jóvenes que acaban dando mucho
menos de lo que podrían haber dado tanto deportiva como
económicamente al club.

UN ONCE DE LA MASIA

El equipo azulgrana está muy próximo al viejo sueño de Louis Van Gaal
cuando llegó al primer equipo azulgrana: hacer un equipo campeón con once
jugadores formados en la cantera del club. Lo que entonces pareció una
utopía, actualmente está muy próximo a conseguirse. Vamos a analizar la
realidad de cómo han llegado los canteranos azulgrana al primer equipo para
conocer mejor cuál ha sido el camino que les ha llevado al éxito.

Valdés - Montoya, Piqué, Puyol, Jordi Alba -


Busquets, Xavi, Cesc - Pedro, Messi, Iniesta

Luis Aragonés descubrió a un nuevo Xavi que ni él


mismo conocía y Pep Guardiola fue quien finalmente
lo hizo explotar convirtiéndolo en uno de los mejores
jugadores del mundo.

Xavi e Iniesta

Son todo un símbolo y un ejemplo de la cantera azulgrana. Han estado


prácticamente en todas las categorías del club y jugando siempre en la misma
posición, la de 4 (vértice inferior del rombo formado en el medio campo con el
sistema 1-3-4-3). En esa misma posición crecieron Luis Milla (que se marchó
muy joven al Real Madrid donde no triunfó) y Pep Guardiola. La escala de
sucesión debía ser Xavi, Arteta (ahora en el Arsenal después de una largo
periplo por PSG, Glasgow Rangers, Real Sociedad y Everton) y después el
más joven y el que parecía mejor de todos, Andrés Iniesta. Actualmente son
dos de los mejores jugadores del mundo, pero su camino hacia el éxito no fue
nada sencillo ni como se esperaban.

El primero en llegar, de la mano de Louis Van Gaal, fue Xavi. Pese a su gran
calidad y a ser casi desde sus inicios siempre titular, fue siempre discutido
por la grada por la eterna comparación con Pep Guardiola y por tener un juego
muy lineal y poco profundo. Jugaba demasiado fácil y no era determinante.
Hasta prácticamente la temporada 2007-08, casi 10 años después de su
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Revista#03
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debut, no se convirtió en un jugador imprescindible y admirado por todos
tanto en su club como en la Selección Española.

Fue Luis Aragonés quien le mando que tuviera más presencia en ataque y
que llegara mucho más al área rival. Luis Aragonés descubrió a un nuevo
Xavi que ni él mismo conocía y Pep Guardiola fue quien finalmente lo hizo
explotar convirtiéndolo en uno de los mejores jugadores del mundo y en un
centrocampista que, aparte de ser el eje fundamental donde gira todo el juego
de ataque del equipo, ahora recibía el balón en posiciones más avanzadas y
también tenía gol.

A Andrés Iniesta pese a ganarse el corazón de la grada desde el primer día


le costó más asentarse en el primer equipo. Llegó al club con tan solo 12
años después de despuntar en el Torneo Alevín de Brunete con el Albacete
y de ser siempre nombrado mejor jugador en todas las categorías y torneos
en las que jugó. Después de debutar con 18 años en la temporada 2003-04
de la mano también de Louis Van Gaal, jugó muchos partidos pero no fue
hasta la última temporada de Frank Rijkaard y ya con 23 años cuando Andrés
Iniesta se asentó definitivamente en el equipo titular del FC Barcelona. Un
claro ejemplo de que no se acababa de confiar en él es que con 22 años y
con Xavi lesionado fue suplente en la final de Champions League de Paris en
detrimento de Mark Van Bommel.

Pese a jugar en el fútbol base siempre en la posición de 4, en el primer equipo


en un principio se le utilizaba más escorado a la banda izquierda (Frank
Rijkaard prefería jugadores más potentes físicamente en el centro del campo).
Esta posición en la banda es en la que también ha jugado prácticamente
siempre en la Selección Española gracias a su habilidad para crear juego,
creatividad para dar el último pase y capacidad para superar a los rivales en
el uno contra uno. Solo en la época de Pep Guardiola fue un fijo jugando
centrado (su posición original) al lado de Xavi y con Sergio Busquets por
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Revista#03
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detrás. En muchas ocasiones fue el comodín perfecto que ocupaba la banda
cuando era necesario. Actualmente vuelve a ser un fijo en la banda izquierda
dando entrada a Cesc Fábregas en el centro.

Su experiencia en las distintas


posiciones del campo hizo que a su
gran fuerza y velocidad añadiera un
mayor conocimiento del juego y una
mejor técnica que ha ido puliendo
con el paso de los años.

Puyol, Busquets y Pedro

Los tres tienen un hecho diferencial, llegaron al club ya con 17 años


incorporándose al equipo juvenil.

Carles Puyol estaba jugando de delantero centro en el equipo de su


pueblo, La Pobla de Segur, cuando fue fichado por su gran potencia y
velocidad. Ya en el FC Barcelona empezó jugando de extremo derecho,
para posteriormente pasar al centro del campo y, finalmente, instalarse
como lateral derecho. Su experiencia en las distintas posiciones del campo
hizo que a su gran fuerza y velocidad añadiera un mayor conocimiento del
juego y una mejor técnica que ha ido puliendo con el paso de los años.
Debutó en el primer equipo a los 21 años y gracias a su polivalencia pasó
por todas las posiciones de la defensa hasta instalarse finalmente como
central. Antes de debutar en el primer equipo estuvo a un paso de ser
traspasado al Málaga CF ya que se creía que un jugador de su perfil no
tendría sitio en el primer equipo azulgrana.

Sergio Busquets, pese a ser hijo del exportero azulgrana Carles Busquets
y hasta no hace mucho entrenador de porteros del club, antes de llegar al
club pasó por diversos clubs catalanes. Se incorpora al juvenil del club y
después de destacar en el ascenso del filial a Segunda B con Pep Guardiola
como entrenador, este confía en sus posibilidades como jugador del
primer equipo. Pese a unos inicios dubitativos se establece como titular
en la posición de medio centro defensivo donde también es titular en la
Selección Española.

Pedro llega al club después de destacar en el primer equipo del CD San Isidro
en su Tenerife natal. Es el único jugador que actualmente está en el primer
equipo y que ha formado parte de las plantillas del juvenil, FC Barcelona C
(ya extinguido) y FC Barcelona B. Después de su primer año le estuvieron a
punto de dar la baja ya que no entraba en los planes del club. Finalmente,
gracias a su polivalencia y a su facilidad para jugar en ambas bandas al
dominar perfectamente el juego con las dos piernas decidieron que formara
parte de la plantilla del FC Barcelona C. Con la llegada de Pep Guardiola al
banquillo del filial, su camino y el de Sergio Busquets se unieron para llegar
juntos al primer equipo y a la Selección Española.

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Se fue al Arsenal atraído por el encanto
de Arséne Wenger que confiaba mucho
en las posibilidades de ese joven catalán
que había destacado en el Mundial Sub’17
de 2003 siendo máximo goleador y mejor
jugador del torneo.

Fábregas y Piqué

Ambos jugadores formaron parte de la misma quinta en las categorías


inferiores del club (la famosa hornada de 1987 en la que también estaban
Leo Messi y Víctor Vázquez entre otros) y los dos decidieron emigrar a tierras
inglesas. La historia de ambos fue bien distinta.

Cesc Fábregas se marchó primero, ya que veía que su camino hacia el


primer equipo jugando en la misma posición que Xavi e Iniesta sería más
que complicado. Se fue al Arsenal atraído por el encanto de Arséne Wenger
que confiaba mucho en las posibilidades de ese joven catalán que había
destacado en el Mundial Sub’17 de 2003 siendo máximo goleador y mejor
jugador del torneo.

Desde su llegada contó con el favor del técnico francés y la marcha de


Patrick Vieira a la Juventus resultó determinante para que con tan solo
18 años se convirtiera en titular y pieza clave del centro del campo del
equipo de Londres. Después de ocho temporadas sin títulos en el Arsenal,
en el que ya era capitán y líder indiscutible, y tras más de una año de
negociaciones, consiguió volver a su club de toda la vida. Pese a la gran
cantidad de dinero pagada y lo mucho que se esperaba su llegada, no ha
sido hasta su segunda temporada en el club cuando se ha hecho con un
sitio en el equipo titular.

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Revista#03
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Las razones por las que se fue Gerard Piqué y cómo le fueron las cosas en
Inglaterra fueron distintas. La buena experiencia que estaba teniendo su
excompañero y amigo en las islas se sumó a una época delicada en el club
donde no se contaba demasiado con los jugadores de la cantera. Esto hizo
que cuando llegó la oferta del Manchester United no dudara en marcharse y
firmar su primer contrato profesional con 17 años.

Las cosas allí no le fueron tan bien como esperaba y después de no contar
con minutos se marchó cedido al Real Zaragoza donde fue titular indiscutible
en el centro de la zaga o en el centro del campo. Después de una gran
temporada volvió a Manchester donde no volvió a gozar de la confianza
de Sir Alex Ferguson y fue traspasado al club azulgrana por tan solo cinco
millones de euros. Llegó al primer equipo azulgrana la misma temporada
que lo hacía como entrenador Pep Guardiola. Desde el primer día, este
contaría con él como líder del centro de la zaga y encargado de iniciar el
juego ofensivo del equipo gracias a su gran visión de juego y conocimiento
del sistema del FC Barcelona.

Jordi Alba

El caso de Jordi Alba fue un caso atípico de la cantera azulgrana ya que a


pesar de que los técnicos reconocían su capacidad técnica acabaron por
darle la baja por su pequeña estatura. De ahí paso a la UE Cornellà de donde
lo ficharía el Valencia CF. Este extremo rápido y habilidoso estuvo siete
temporadas en el club levantino y después de una cesión al Gimnàstic de
Tarragona se convirtió en jugador de la primera plantilla. La titularidad no le
llegó hasta su última temporada en el club “che” cuando Unai Emery apostó
por él como lateral izquierdo, posición que le llevó a la Selección Española y
con la que fue titular y campeón en la pasada Eurocopa. Con su nueva posición
y con el éxito internacional obtenido, el FC Barcelona tuvo que pagar una
buena cantidad de dinero para repescarlo.

En un amistoso con el primer equipo en


Oporto, con tan solo 16 años y disputando
nada más que 15 minutos, fue el mejor del
partido provocando un penalti y teniendo
un par de ocasiones de gol.

Leo Messi

El crack argentino, el mejor jugador de la actualidad y quién sabe si de la


historia, no tuvo ni mucho menos un camino de rosas en su etapa como
canterano azulgrana. Su fichaje por el FC Barcelona no fue nada fácil ya que el
alto coste de su tratamiento para su enfermedad hormonal hacía que muchos
directivos no avalaran su incorporación. Una vez decidido su fichaje y ya en
Barcelona su pequeña estatura hizo que algunos entrenadores dudaran de
sus posibilidades. Además, después de pocos partidos cayó lesionado con
gravedad y estuvo prácticamente un año sin jugar. Después de la lesión unos
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problemas burocráticos con su transfer impidieron que pudiera jugar, por lo
que estuvo mucho tiempo sin competir.

Una vez solucionados todos los problemas Leo empezó a destacar y cuando
ya era juvenil jugó en una misma temporada en el Juvenil B, Juvenil A, FC
Barcelona C, FC Barcelona B y llegó a debutar en un amistoso con el primer
equipo en Oporto. Con tan solo 16 años y disputando nada más que 15
minutos, fue el mejor del partido provocando un penalti y teniendo un par de
ocasiones de gol. Desde ese momento ya empezó a entrenar con el primer
equipo, pero no dudaba en jugar los fines de semana en el equipo que le
necesitara ya fuera el Juvenil B o el FC Barcelona C, al que ayudó a salvar
una temporada complicada en Tercera División. En esas categorías es donde
se curtió como jugador.

Ya como jugador del primer equipo, y después de jugar un Trofeo Joan Gamper
espectacular donde volvió loca a la defensa de la Juventus y deslumbró a su
entrenador Fabio Capello, le costó hacerse con un puesto de titular. Ludovic
Giuly ocupaba el extremo derecho y no fue hasta su segunda temporada en
la primera plantilla cuando se convirtió en titular indiscutible. El resto de la
historia ya es conocido por todos.

UN ONCE DE LA FÁBRICA

Después de la “Quinta del Buitre”, no ha habido ningún equipo madridista


basado en la cantera. Lo que más se acercó fue la primera época de Florentino
Pérez como presidente cuando se pretendía hacer un equipo formado por
“Zidanes y Pavones”.

Actualmente, la presencia de canteranos en el primer equipo es bastante


residual y la gran mayoría han tenido que emigrar a otros equipos para
triunfar. Vamos a analizar algunos casos.

Casillas - Juanfran, Arbeloa, César Navas, Filipe Luis - Javi


García, Borja Valero - Mata, Soldado, Callejón - Negredo
Iker Casillas

El ahora capitán madridista y de la Selección Española ha jugado en todos


los equipos de las categorías inferiores del club. Con tan solo 15 años ya fue
convocado por el primer equipo madridista para un partido de Champions
League debido a las lesiones de Bodo Illgner y Contreras. No debutaría
como titular hasta los 18 años cuando nuevamente la lesión de Illgner hizo
que John Toshack le diera la alternativa en el difícil estadio de San Mamés.
Desde ese momento, y ayudado por Fernando Hierro en los saques de puerta
para quitarle presión, se convirtió en el portero titular del equipo hasta que
dos temporadas más tarde Vicente del Bosque le relegara al banquillo en
detrimento de César Sánchez.

La final de la Champions League de esa temporada en la que tuvo que entrar


en los últimos minutos para sustituir al lesionado César, convirtiéndose
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con sus paradas en el protagonista del partido, marcó definitivamente su
destino. A partir de entonces su carrera como portero y capitán tanto en el
club madridista como en la Selección Española está llena de títulos.

Arbeloa y Callejón

Ambos jugadores para formar parte de la primera plantilla tuvieron que


emigrar a otros clubes.

Álvaro Arbeloa fichó por el Deportivo de la Coruña después de hacer una


buena temporada con el Real Madrid Castilla en Segunda División, donde
jugaba de central y era el capitán del equipo. Poco duró en A Coruña y en el
mercado de invierno lo fichó el Liverpool donde reconvirtieron su posición a
lateral, tanto por la banda derecha como por la izquierda. Después de tres
temporadas como jugador red, el nuevo proyecto de Florentino Pérez como
presidente lo repescó para la causa y ha pasado de ser el suplente para
los dos laterales a convertirse en el dueño del lateral derecho en el equipo
madridista y en la Selección Española.

Por su parte, José Callejón fichó por el RCD Espanyol después de ser pichichi
de Segunda B con el Real Madrid Castilla. En el club periquito dejó de ser
delantero centro para convertirse en un jugador de banda de mucho trabajo
y con gol. Como su compañero Arbeloa, estuvo tres temporadas fuera para
incorporarse de nuevo al club madridista abalado por el míster José Mourinho
al que le encanta su trabajo y desparpajo. Actualmente es uno de los jugadores
más utilizados, aunque casi siempre saliendo desde el banquillo y ocupando,
como en el club barcelonés, una de las dos bandas.
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Juanfran y Filipe Luis

Actualmente ambos son los laterales titulares del máximo rival ciudadano y
ya han debutado con sus respectivas selecciones nacionales.

Juanfran Torres, después de hacer una gran temporada en el filial madridista


y llegar a debutar con el primer equipo, fue cedido al RCD Espanyol donde
no tuvo demasiada suerte. Después de una temporada en el club blanquiazul
marchó cedido y posteriormente traspasado al CA Osasuna donde sí gozó
de la confianza de José Antonio Camacho primero y de José Luis Mendilibar
después, jugando en la banda derecha del centro del campo. Sus buenas
temporadas en Pamplona le sirvieron para fichar por el Atlético de Madrid.
No se hizo con un puesto en el once hasta que llegó el Cholo Simeone al
banquillo y confió en él como lateral derecho titular. Desde entonces se hizo
amo y señor de esa posición y su gran temporada le sirvió para ir convocado
con la Selección Española a la pasada Eurocopa.

El lateral brasileño Filipe Luis tan solo jugó una temporada con el filial madridista
en Segunda División. La temporada siguiente se marchó al Deportivo de la
Coruña donde coincidiría de nuevo con Arbeloa, pero no gozó de la confianza de
Joaquín Caparrós. Con la llegada de Miguel Ángel Lotina al banquillo se convirtió
en titular indiscutible y después de estar a punto de fichar por el FC Barcelona
se lesionó de gravedad. Tras esa lesión fichó por el Atlético de Madrid.

Javi García, Borja Valero y Mata

Después de coincidir en el Real Madrid Castilla de Segunda División han


seguido caminos muy distintos para convertirse en jugadores de primer nivel
y llegar a jugar en la Selección Española.

Tras formar parte de la primera plantilla hasta en dos ocasiones, Javi García fue
cedido primero al CA Osasuna y traspasado más tarde al SL Benfica de Portugal.
Después de unas grandes temporadas en el club lisboeta y debutar incluso con
la Selección Española absoluta, fichó el pasado verano por el Manchester City
por 20 millones de euros.

Borja Valero ha tenido que pasar por más equipos para destacar en el
panorama internacional. Desde el Real Madrid Castilla y con tan solo unos
minutos en dos partidos con el primer equipo fichó por el RCD Mallorca,
donde comenzó a destacar y se marchó a Inglaterra a las filas del West
Bromwich Albion FC. Su gran temporada llegó un año después de nuevo en
Mallorca, cuando a las órdenes de Gregorio Manzano estuvieron a un solo gol
de clasificarse para la Champions League con él como jugador estrella. Dos
buenas temporadas en el Villarreal terminadas, pero con un triste descenso,
le sirvieron para llegar a debutar con la Selección Española absoluta y para
fichar por la ACF Fiorentina donde está realizando una gran temporada.

Después de cuatro temporadas en Valencia y de ser


un habitual en las convocatorias de la Selección Es-
pañola fichó por el Chelsea FC, donde en su primera
temporada ganó la Champions League y fue elegido 79
por su afición como mejor jugador del equipo. Índice
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El que más éxito está teniendo de todos es Juan Mata. El asturiano llegó
cuando era cadete al Real Madrid y se marchó después de realizar una gran
temporada en el Real Madrid Castilla en Segunda División acompañando
a Álvaro Negredo en la punta de ataque. Fichó con tan solo 19 años por
el Valencia CF donde no gozó de la confianza de Quique Sánchez Flores.
Fue con la llegada de Ronald Koeman al banquillo cuando empezó a tener
minutos y a convertirse en una pieza fundamental del club “che”. Hasta tal
punto que prefirieron desprenderse antes de Silva y de Villa que de él ya
que se consideraba que todavía podía crecer mucho. Después de cuatro
temporadas en Valencia y de ser un habitual en las convocatorias de la
Selección Española fichó por el Chelsea FC, donde en su primera temporada
ganó la Champions League y fue elegido por su afición como mejor jugador
del equipo.

Roberto Soldado y Álvaro Negredo

Ambos se disputaron el puesto de titular en la temporada que coincidieron


en el Real Madrid Castilla. Ahora compiten también para entrar en las
convocatorias de la Selección Española gracias al éxito que tienen en sus
respectivos equipos y a ser un seguro de gol.

Roberto Soldado se incorporó a la cantera blanca con 14 años de la mano


de Vicente del Bosque, que para entonces era el director de La Fábrica.
Después de una gran temporada con el Real Madrid Castilla en Segunda
División se marchó cedido al CA Osasuna donde fue máximo goleador del
equipo y llegaron a disputar las semifinales de la desaparecida Copa de la
UEFA. Después estuvo una temporada casi en blanco en el primer equipo del
Real Madrid antes de marchar traspasado al Getafe CF donde después de
dos grandes temporadas y de debutar con la Selección Española se marchó
al Valencia CF donde es la estrella y goleador del equipo.

Por su parte, Álvaro Negredo llegó al club después de debutar con el primer
equipo del Rayo Vallecano en Segunda B. Tras de dos temporadas en el
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Real Madrid Castilla anotando muchos goles en Segunda División pero sin
llegar a debutar con el primer equipo se marchó traspasado con opción de
compra a la UD Almería. Dos grandes temporadas en la ciudad andaluza
con 32 goles le sirvieron para que el Real Madrid lo repescara y llegara a
hacer la pretemporada con el equipo. Parecía que podría tener un lugar en el
nuevo proyecto de Florentino Pérez, pero el gran desembolso en fichajes y
los 15 millones de euros ofrecidos por el Sevilla FC hicieron que se acabara
marchando. En el club de Nervión ha seguido con sus grandes registros
goleadores y se ha convertido en un habitual de las convocatorias de la
Selección Española.

CONCLUSIONES DEL ANÁLISIS DE LAS DOS CANTERAS

Analizadas las dos canteras y los dos onces que podríamos formar ahora
con los jugadores que están o han estado en una y otra cantera, podríamos
extraer algunas conclusiones en cuanto a lo que une y lo que diferencia a La
Masia y La Fábrica.

Cosas que las unen:

• Red de ojeadores que permite que se incorporen al club los mejores


jugadores del país cuando todavía son jóvenes (Iniesta y Mata) y
también en edades más avanzadas (Busquets y Negredo).
• Las dos canteras son de las más poderosas de España y del mundo
en cuanto a títulos y a jugadores que llegan a la élite.
• Solo una minoría pasa por casi todas las categorías del club hasta
ser profesional (Xavi y Casillas).
• Muchos jugadores acaban destacando y volviendo al club después
de sus cesiones o traspasos a otros equipos (Cesc Fábregas o
Arbeloa).
• La mayoría de jugadores que acaban como profesionales han
tenido un camino complicado e irregular para llegar al éxito (Pedro
y Javi García).
• Bastantes jugadores acaban sobresaliendo en posiciones distintas
a las que jugaban en las categorías inferiores (Carles Puyol y
Juanfran Torres).
• Entrenadores de perfiles muy variados han hecho a los jugadores
más completos (Louis Van Gaal, Pep Guardiola, Vicente Del Bosque,
José Antonio Camacho, Luis Aragonés, Simeone…).
Cosas que las diferencian:

• El FC Barcelona utiliza el mismo sistema y metodología de


entrenamientos en todas sus categorías y en los últimos años
también en el primer equipo.
• En el Real Madrid es el entrenador de cada categoría el que escoge
el sistema de juego y la metodología a emplear.
• Los jugadores del FC Barcelona son más útiles para el primer
equipo del club que para los demás equipos (Gerard Piqué).
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• En el caso del Real Madrid, jugadores que no sirven para la primera
plantilla acaban destacando en otros clubes (Javi García).
• El FC Barcelona crea jugadores pensando en su primer equipo.
• El Real Madrid crea jugadores pensando en que lleguen a ser
profesionales.

UN FÚTBOL BASE PERFECTO

Una cantera perfecta sería aquella capaz de conseguir estos dos objetivos:

1. Nutrir de jugadores a la primera plantilla.

Jugadores completos que tuvieran unas características con las que les fuera
fácil adaptarse al estilo y a las exigencias del primer equipo del club.

2. Aquellos jugadores que no tienen sitio en la primera plantilla podrían


marcharse a otros equipos dejando un buen dinero para las arcas del
club.

Jugadores que supieran adaptarse a otras posiciones, a otras opciones de


juego. En definitiva, jugadores más completos que puedan amoldarse a los
cambios realizados por el entrenador del primer equipo o a los clubs donde
se tuvieran que marchar.

PROPUESTA PARA UN FÚTBOL BASE PERFECTO

El primer objetivo para tener un fútbol base perfecto es el que se consigue


últimamente rozando casi la perfección en La Masia. Por otro lado, el segundo
objetivo es por lo que se caracteriza a la cantera madridista. Queda claro
entonces que uniendo las dos canteras podríamos conseguir un fútbol base
perfecto o nos acercaríamos mucho.

Intentando conseguir jugadores que cumplan estos dos objetivos e intentando


mejorar las carencias detectadas a los jugadores formados en La Masia y en
La Fábrica realizo la siguiente propuesta. Me centraré solo en cuestiones
futbolísticas y dejaré a un lado la formación integral del niño que, en mi
opinión, debería ser el eje fundamental de todo fútbol base.

El modelo de juego utilizado no puede depen-


der del entrenador de turno del primer equi-
po o del coordinador del fútbol base. Este
debe pertenecer a la cultura propia del club
y perdurar a largo plazo para que se puedan
obtener los frutos deseados.

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UNIFICAR MODELO DE JUEGO

Cuando hablo de modelo de juego me refiero a qué hacemos cuando tenemos


el balón, cuando lo recuperamos, cuando lo perdemos, cuando lo tiene el
rival… Qué tipo de defensas necesito para poder realizar este estilo de juego,
qué centrocampistas, qué delanteros…

La mayoría de clubes tienen una historia, una filosofía, que nos puede
llevar a un modelo de juego más o menos propio y con el que se sientan
identificados sus aficionados. Por ejemplo, sería difícil que los aficionados
del FC Barcelona se identificaran con un 1-5-3-2 y un equipo replegado que
jugara al contraataque, igual que sería difícil que en el Santiago Bernabéu se
aceptara un equipo jugando un 1-3-4-3 con posesiones largas de balón.

El modelo de juego utilizado no puede depender del entrenador de turno del


primer equipo o del coordinador del fútbol base. Este debe pertenecer a la
cultura propia del club y perdurar a largo plazo para que se puedan obtener
los frutos deseados.

Una vez elegido el modelo de juego para nuestro club, este debería utilizarse
tanto en el primer equipo como en todas las categorías del fútbol base. En el
primer equipo la flexibilidad sería más grande debido a la competición. En el
fútbol base, en cambio, las variaciones del modelo deben ser mínimas, ya que
por encima de la competición debe estar la formación de nuestros jugadores
pensando en su futuro.

Este modelo de juego y, sobre todo, la metodología de entrenamiento deben


estar en constante evolución tal y como apuntaba Andoni Zubizarreta en la
entrevista que le hacía Enrique Ortiz, publicada en Perarnau Magazine el 27
de abril de 2012: “Decimos que la idea del juego del Barça no se discute, ya
sabemos lo que somos: lo que intentamos es desarrollarla”.

A partir del segundo año de infantiles el


desarrollo cognitivo del niño y su interpretación
del juego es mayor, por lo que sería una buena
edad para empezar a trabajar estos conceptos.

Variedad de propuestas

Dentro de un mismo modelo de juego puede y debe haber una amplia


variedad de propuestas que den riqueza al modelo y más libertad creativa y
personalidad a los jugadores. Con esta variedad de propuestas permitiremos
que los jugadores aprendan a moverse según su interpretación del juego y
que no estén enquistados en un molde prefabricado.

Estas variaciones deberían empezarse a trabajar cuando el modelo de


juego sea comprendido y bien llevado a la práctica. A partir del segundo año
de infantiles el desarrollo cognitivo del niño y su interpretación del juego
es mayor, por lo que sería una buena edad para empezar a trabajar estos
conceptos.
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Debemos intentar ir más allá de tener un modelo de
juego cerrado y trabajar con conceptos más abiertos
que permitan al jugador la interpretación del juego y
así fomentemos su capacidad para tomar decisiones
respecto al desarrollo del mismo.

Algunos ejemplos de esta variedad de propuestas podrían ser:

• Si jugamos con extremos abiertos, dejar que según vean el


desarrollo del juego puedan jugar por dentro para ayudar a crear
superioridades en el medio campo.

• Si jugamos con dos mediocentros y el rival pone a dos jugadores


encima dificultando el inicio del juego dejar que uno de estos
jugadores salga de esa zona para aclararla y que los centrales
tengan más espacio para salir en conducción.

Debemos intentar ir más allá de tener un modelo de juego cerrado y trabajar


con conceptos más abiertos que permitan al jugador la interpretación del
juego y así fomentemos su capacidad para tomar decisiones respecto al
desarrollo del mismo. A su vez, a partir de cadetes cuando el jugador ya
empieza a estar más definido y a entender mejor el juego, deberíamos saber
adaptar nuestro modelo a las características y personalidad propias de cada
jugador y no limitar así su progresión.

Diferentes perfiles de entrenadores

Nutrir al fútbol base de entrenadores con distintos perfiles para que el


jugador acumule diferentes experiencias más allá del modelo de juego que
queramos que aprendan.

Todos los entrenadores deberían asociarse con los valores que el club
pretenda transmitir pero deberíamos buscar que tuvieran distintos perfiles.
Estos se podrían separar por etapas de la siguiente forma:

• Benjamines y alevines: entrenadores más permisivos y que


potenciaran la creatividad técnica del jugador.

• Infantiles y cadetes: entrenadores más estrictos y que se


especializaran en el desarrollo táctico y de interpretación del juego
por parte del jugador.

• Juveniles: entrenadores más competitivos que inculcaran al


jugador la obligación de ganar todos los partidos para que esto les
ayudara a acceder con el máximo de garantías al exigente fútbol
profesional.

Metodología de entrenamiento unificada

La metodología de entrenamiento utilizada debe venir marcada desde la


coordinación y debe salir del modelo de juego elegido.

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Esta metodología debería ir de la mano con la empleada en el primer equipo
y el filial del club para facilitar así que los jugadores puedan entrenar con
juvenil, filial o primer equipo sin que esto suponga un gran cambio y un tiempo
para asimilar la nueva forma de trabajar. Cada categoría debería tener sus
particularidades y sus adaptaciones a las exigencias y necesidades de cada
etapa.

A partir de esta metodología, los entrenadores de cada equipo serían


los encargados de realizar las sesiones de entrenamiento con su estilo y
conocimientos de lo que se debe aprender en cada etapa

El jugador debería pasar en su etapa


de formación por el mayor número de
. posiciones posibles. No se debería
especializar a ningún jugador hasta llegar
a la etapa de competición.

No especializar por posiciones

Uno de los conceptos más importantes a trabajar en la base es la toma


de decisiones. Es por eso que cuanta más variedad de experiencias les
ofrezcamos a nuestros niños más fácil será para estos tomar las mejores
decisiones sea cual sea su posición en el campo.

El jugador debería pasar en su etapa de formación por el mayor número de


posiciones posibles. No se debería especializar a ningún jugador hasta llegar
a la etapa de competición, ya en edad juvenil y sobre todo en el filial, donde
lo más importante es preparar al jugador para el futuro ascenso al primer
equipo.

En el fútbol actual hay muchísima más movilidad y los jugadores deben saber
analizar y dar la mejor respuesta posible en la posición del campo donde
se encuentren. Actualmente es fácil ver a laterales doblando por dentro y
encontrarse en posiciones centradas donde antiguamente era prácticamente
imposible. Para ello debe conocer esa posición y amontonar experiencias
positivas y negativas en ella.

Una vez analizado el talento y las características particulares de cada niño


se debería hacer una previsión de cual podría ser su posición en el campo
cuando llegara a profesional. Una vez hecha la previsión, el niño debería
pasar por el máximo de posiciones posibles en el campo para lograr que en
el futuro fuera un jugador mucho más completo para la posición proyectada.
Jugadores como Juanfran Torres, por poner un ejemplo, lo mejor hubiera sido
que en su etapa formativa jugara de lateral (donde ha acabado destacando),
de extremo, de interior (por dentro) y en alguna posición (extremo o lateral)
del lado contrario.

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Captación de jugadores pensando en el futuro

Según un estudio realizado por los responsables de la cantera del Real Madrid
y presentado en el 1er Congreso de fútbol INEFC-Espanyol, realizado en
Barcelona en 2011, por su anterior responsable Alberto Giráldez, la gran
mayoría de jugadores que formaban parte de las plantillas de los mejores
equipos y de la Selección Española en las categorías inferiores habían
nacido en el primer semestre del año. Pero en los equipos profesionales, las
plantillas estaban equilibradas entre jugadores nacidos en el primer y en el
segundo semestre del año. Este estudio certificaba entonces que lo que se
mide mayoritariamente en las canteras son las cualidades en ese momento
del jugador y su rendimiento inmediato, ya que al ser jugadores nacidos en
el primer semestre están más desarrollados, sobre todo, físicamente. Por el
contrario, lo que demuestra es que en los equipos profesionales todo se iguala
y llegan aquellos que son mejores, sobre todo en la toma de decisiones. Esto
explicaría por qué tantos y tantos jugadores que despuntan en las categorías
inferiores de La Masia, La Fábrica o la Selección Española no llegan nunca a
ser profesionales.

De este estudio podemos sacar como conclusión que en la captación de


jugadores se deberían observar en primer lugar la toma de decisiones y el
carácter del jugador, y en segundo lugar sus habilidades técnicas. En último
término quedarían sus capacidades físicas, ya que estas con el paso de los
años van perdiendo su valor y estaremos formando jugadores que no nos
servirán en el futuro. Al mismo tiempo, si tenemos en nuestros equipos
jugadores más potentes físicamente, estos se impondrán en el juego sobre el
resto y quitarán trascendencia a aquellos jugadores con más futuro.

Después del tercer año en el filial el jugador de-


bería formar parte de la primera plantilla del club
o ser cedido o traspasado con opción de compra.

Promoción de los canteranos

Los jugadores deberían llegar al filial el segundo o el tercer año juvenil y


no estar más de tres temporadas, en las que se debería seguir el siguiente
proceso:

• La primera temporada sería de aclimatación, y se alternaría el


juvenil con el banquillo del filial y alguna titularidad sin ningún otro
objetivo que el de conocer la categoría y acumular experiencia.

• La segunda temporada sería la de la estabilización ya formando


parte de la plantilla del filial a todos los efectos, jugando la mayoría
de partidos y entrenando algún día con el primer equipo.

• La tercera temporada debería ser la de la confirmación, y el jugador


tendría que ser una pieza fundamental del filial, entrenar con el
primer equipo y jugar algún partido con este o bien ser cedido o
traspasado con opción de compra a otro club.
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Después del tercer año el jugador debería formar parte de la primera plantilla
del club o ser cedido o traspasado con opción de compra. De esta forma, se
permite por un lado que los jugadores tengan otro tipo experiencias y que no
se cree un tapón en el filial que dificulte la progresión de los jugadores del
juvenil con más futuro.

En caso de no llegar directamente al primer equipo, la primera opción debería


ser ceder a los jugadores a clubes colaboradores donde sepamos que serán
bien tratados, se les darán oportunidades y podremos tener un seguimiento
de su evolución.

Otra opción son los traspasos con opción de compra. Esta nos asegura
unos ingresos en el caso de que no triunfe y nos permite la vuelta si
afortunadamente acaba explotando. Las opciones de compra deberían
durar un mínimo de cuatro temporadas, ya que hay jugadores a los que les
cuesta más explotar (Filipe Luis).

Filial dentro de la estructura del primer equipo

El filial debería pertenecer a la estructura profesional del club y estar muy unido
al primer equipo. Su objetivo debería ser formativo, pero sobre todo competitivo,
ya que es el paso previo al primer equipo donde la exigencia es máxima.

Los jugadores deberían jugar en las posiciones en las que creamos que van
a desempeñar en el primer equipo para poder así acabar de pulir al jugador
en esa demarcación. Por otro lado, aquellos jugadores que entrenen con el
primer equipo deberán ser titulares con el filial para no cortar su progresión.

Además, la plantilla del filial debería ser corta, entre 18 y 22 jugadores, para
que todos se sientan importantes y con opciones de tener un futuro en el
club. Las eventuales bajas por lesiones, sanciones o necesidades del primer
equipo deberían suplirse con los jugadores del juvenil.

El objetivo del filial sería situarlo en la máxima categoría posible y luchar


por los puestos de arriba en la tabla (máxima competición), pero sin
olvidar que lo más importante y por encima de todo estará terminar con
la formación de los jugadores pensando en su futuro en el primer equipo.
Las alineaciones se decidirán pensando en la formación de los jugadores
y no en la competición en sí.

¿DE ESTA FORMA SE CONSEGUIRÍA UN FÚTBOL BASE PERFECTO?

Como muy bien expone Martí Perarnau en su artículo “Cantera, esa ciencia
inexacta” (publicado el 3 de noviembre de 2012 en el Diario Sport), en las
épocas más exitosas pero también en las más tormentosas son capaces de
aparecer los mejores jugadores. Queda claro pues que es difícil, por no decir
imposible, una fórmula perfecta para encontrar un fútbol base perfecto, ya
que el fútbol es el deporte más imperfecto de todos.

Este informe ha intentado, a partir del conocimiento de La Masia y La


Fábrica, crear un fútbol base más apropiado para que la mayoría de los
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jugadores que llegan a estas canteras, que son los mejores de su edad,
acaben siendo profesionales. De esta forma, los jugadores podrían
disfrutar de aquello por lo que han estado trabajando tantos años y sus
clubes recoger los frutos económicos y/o deportivos de lo que han estado
cuidando durante tanto tiempo.

Adolfo Florensa
@FitoFlorensa

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LA TRAGEDIA
DE SUPERGA
Emmanuel Ramiro

“Ya estamos…”, avisó el piloto a la torre de control. Pero


nunca llegaron. Estrellado el avión, a causa de la pésima
climatología, contra la basílica de Superga, sobre el
Valle del Po, 31 vidas se perdieron en el accidente y con
semejante tragedia se evaporó también una máquina
maravillosa de jugar al fútbol: el Toro. El Torino de los
grandes títulos, los granatas invencibles liderados por el
gran Valentino Mazzola. La catástrofe humana supuso el
fin de una época gloriosa en lo futbolístico. 4 de mayo de
1949, fecha trágica en Turín. Cinco y cuatro minutos de la
tarde. “Ya estamos…”.

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H
ubo un tiempo en que Italia fue taurina. Ahora suena raro pero
antes de que el cerrojo acabara con la fiesta, media Italia abrazó
la pasión granate. Una pasión que se sustentaba en Bacigalupo,
capaz de recibir a puerta gayola a los delanteros; adquiría empaque
con Ballarin, experto en banderillear a los rivales desde las tablas; en
los medios el picador era Riggamonti, el stopper encargado de parar
cualquier embestida. Pero a nadie le sentaba el traje de luces como a
Valentino Mazzola, maestro de la chicuelina, las verónicas y el pase de
pecho. Para la suerte suprema había otros como Romeo Menti, alejado
del toreo al natural le gustaba torear a pierna cambiada, y Franco Ossola,
cuya especialidad fue siempre dar la puntilla.

Esa cuadrilla quebró tras una embestida mortal en Superga, monte turinés
que durante tanto tiempo fue testigo de sus faenas sublimes. No ayudó la
niebla, ni la fina lluvia que caía, ni el frío de aquel 4 de mayo. Rivales más
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devastadores que cualquiera de los que pasaron por el Philadelphia durante
un lustro. Fue el final de una época, un auténtico fin de ciclo que cambió
el curso de la historia y abrió nuevas realidades en el país de la bota. Sin
referentes, huérfanos de talento y fantasía, el fútbol italiano aplicó por
primera vez una política de austeridad que le llevaría a abrazar el Catenaccio
como forma de vida. Entre medias, el Torino se desangraba ante un destino
cruel que todavía alumbraría alguna resurrección.

En un ambiente pre-bélico Italia no es ajena a los movimientos que se están


produciendo en Europa. El Torino, tampoco. Con el inicio de la II Guerra
Mundial, el presidente del club, el Conde Marone Cinzano, huye del país y su
cargo lo ocupa Ferruccio Novo. Este ex-futbolista traslada sus ambiciones y
experiencia al frente de la empresa familiar al terreno de juego. Cambia los
accesorios de cuero por los despachos del Torino y se embarca en su reto más
complicado: crear un equipo campeón. Su rival de acera ya domina el Calcio
a finales de la década los 30 y Novo aspira a derrotar a la Vecchia Signora
y hacerse con el Scudetto. Para esa tarea se pone en manos de Erns Egri-
Erbstein, entrenador húngaro al que rescata de un campo de concentración
nazi y que lleva a los granatas al subcampeonato en 1939. Al palo en el
primer intento.

GOLEADAS Y TÍTULOS

Pero el Toro sigue creciendo en potencial y expectativas. Aconsejado por el


seleccionador Vitorio Pozzo, torinista confeso, apuestan por el talento de un
jovencísimo Franco Ossola, quien llegaría a ser ídolo del Philadelphia, pero
esa primera temporada se tiene que conformar con un sexto puesto. La
apuesta se redobla en 1941. Novo ficha a todo un campeón del mundo, Pietro
Ferraris, y despluma a la Juve en una jugada maestra quitándole a Guglielmo
‘El Barón’ Gabetto y Felice Borel. El Toro se arma de bravura y experiencia.
Pero la revolución llega con el cambio de sistema, propuesto precisamente
por Borel. Sus rodillas no aguantan el estilo defensivo y directo y propone el
sistema inglés como alternativa. Es el legado que dejó a los granatas en su

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única temporada en la acera de enfrente. La maquinaria empieza a funcionar
y los goles se convierten en los protagonistas del espectáculo. El Toro se
hace grande.

Las goleadas son el preludio de los títulos. Pero antes hay que saborear el
amargo sabor de la derrota. El Torino pierde el Scudetto tras una remontada
fulgurante en la última jornada de la temporada 41-42. Al año siguiente habrán
aprendido del error. Con Enzo Loik, Giuseppe Grezar y, sobre todo, Valentino
Mazzola llega el salto de calidad. Conquistan el doblete (Liga y Copa) con un
estilo dinámico, ofensivo y revolucionario en la Italia de Mussolini. Entonces,
la II Guerra se cruza en su camino. Del 43 al 45 el fútbol pierde el partido
ante la barbarie. Durante dos años no se disputa ningún torneo de fútbol en
el país transalpino, pero Ferrucio Novo no se queda con los brazos cruzados.
En un nuevo golpe de mano evita que sus principales jugadores acudan al
frente tras contratarlos en la fábrica Fiat, con sede en el Piamonte.

Esa es otra de las claves que explican su dominio posterior. La competición se


reanuda en la temporada 1945-1946. Con un país en reconstrucción se opta
por dividir la Serie A en dos grupos geográficos. El Torino arrasa en el grupo
norte y todavía hoy reivindican aquella Liga, contabilizada como título oficial
en las estadísticas del club. El dominio se extendería tres años más, ya con
estadísticas oficiales. Nadie es capaz de frenar las embestidas del Grande
Toro reflejadas en números. En cuatro años consiguen 4 Ligas, 112 victorias
y 16 derrotas. Esos números registran tres de las cuatro temporadas (46-
47, 47-48 y 48-49) en las que marca 307 goles y recibe 102. El mejor Toro
de la historia vuela. Y sus récords todavía perduran en el Calcio italiano.

EL CUARTO DE HORA DEL TORO

Como perdura ‘el cuarto de hora del Toro’ en el recuerdo de los dichosos
que acudían al Fila: 15 minutos de presión arrolladora, incontenible para
cualquier equipo, que se iniciaba al toque de corneta de Oreste Bolmida, Il
Trombettiere de Filadelfia. En ese momento, Mazzola gritaba alé y la tropa
desplegaba su fútbol inigualable. Ese carácter de ganador compulsivo del
‘10’ granata y el haber sobrevivido a una guerra eran estímulos suficientes
para seguir disfrutando del fútbol, con la diversión de la pelota como única
motivación en la vida.

Pero el destino les tenía reservado un regate fatal, un infortunio nacido de su


superioridad. El Toro podía permitirse acudir a un amistoso contra el Benfica.
Era el homenaje a su gran capitán Francisco ‘Xico’ Ferreira, capitán eterno de
los lisboetas y amigo íntimo de Valentino Mazzola. El ‘10’ granata cumplió su
promesa y ese Benfica-Torino se disputó el 3 de mayo con victoria para los
portugueses por 4-3. Tras la exhibición tocaba asegurar un nuevo Scudetto
en el partido del fin de semana. Pero el Fiat G.212 pilotado por Luigi Meroni
(les suena verdad) nunca llegó a su destino. La ruta incluso se varió en pleno
vuelo, a petición de los jugadores. Estos convencieron a la tripulación para
aterrizar en Turín a pesar de que las condiciones climáticas aconsejaban
mantener el plan inicial: aterrizar en Milán y llegar por carretera a casa.
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Cuenta José Antonio Martín ‘Petón’
que a las cinco y cuatro minutos el
comandante avisó a la torre de control:
“Ya estamos…”. Fue su último mensaje.
A los pocos minutos, el mejor equipo del
mundo había estrellado su suerte contra
la aguja de la catedral de Superga, en
el terraplén superior de la Basílica que
domina el Valle de Po. Al estruendo
desgarrador le siguió el silencio en
medio de una niebla lluviosa; más tarde
llegaron las lágrimas. Habían caído
todos. 31 personas murieron aquella
tarde, 18 de ellos futbolistas, además de
la tripulación, los directivos, el director
técnico, Egri Erbstein, el entrenador,
Lesley Levesley y tres de los periodistas
más prestigiosos de la época: Renato
Casalbore (fundador de Tuttosport),
Renato Tosatti (Gazzetta del Popolo)
y Luigi Cavallero (La Stampa). Entre
amasijos de hierros y esperanzas rotas
Vittorio Pozzo, seleccionador italiano en
los años treinta, se vio ante la decisión más dura de su vida: identificar los
cuerpos de los jugadores.

Allí apareció Valerio Bacigalupo (25 años, 137 partidos), el portero que
defendió la meta del Torino en los campeonatos del 46, 47, 48 y 49. Su falta
de centímetros los suplió siempre con agilidad y valentía, aunque eso no le
valió para ser el portero titular de la azzurra. Ese puesto era para Sentimenti
IV, y una foto de su rival apareció aquella tarde desparramada en medio de
la tragedia en la cartera de Baciga. También se encontraba Aldo Ballarin (26
años, 148 partidos), el lateral que era valladar de esa línea de tres con la que
el Torino ganó los campeonatos del 46, 47, 48 y 49. Tipo afable y ordenado
que en el campo tenía una misión: ser el guardaespaldas de Mazzola.

A su lado, como ocurría en el Filadelfia, Mario Rigamonti (25 años, 140


partidos) central campeón con el Torino en el 46, 47, 48 y 49. Un apuesto
galán, un auténtico personaje capaz de perderse de vacaciones con su
motocicleta apareciendo minutos antes del primer partido de pretemporada
con el entrenador a punto del colapso. Él siempre decía lo mismo: “Lo siento,
llego un poco tarde, les compensaré en el campo”, y el arrogante sttopper
cumplía su promesa. La otra parte del tríptico defensivo era Virgilio Maroso
(23 años, 103 partidos), el único canterano del Torino que se había alzado
con los campeonatos del 46, 47, 48, 49. Un lateral distinto, apoyado en una
zancada maravillosa y una técnica innata para los zagueros de aquella época.

Unos metros más adelante encontraron a Giuseppe ‘Pino’ Grezar (30 años,
159 partidos, 19 goles). El encargado de sostener el medio campo del
Torino campeón de Liga en 1943, 46, 47, 48, 49 y de Copa en 1943. Junto
a él, Eusebio Castigliano (25 años, 116 partidos, 35 goles), otro prodigio
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técnico que ayudó al Torino a ganar los scudettos del 46, 47, 48 y 49.
Ambos guardaban la pelota como luego vimos hacerlo a Xavi Hernández. El
paso del Torino lo marcaban ellos con el único afán de que el balón llegara
limpio a Valentino.

Valentino Mazzola era Il Capitano (30 años, 175 partidos, 102 goles). El
todocampista que hizo posible los campeonatos del 43, 46, 47, 48 y 49 y
la Copa del 43. La mejor fotocopia de Di Stéfano que ha existido, comenta
henchido ‘Petón’, y que llegó a ser capocanonnieri del Calcio (46/47). Porque
el ‘10’ granata también era rubio y en el Torino tardó poco en hacerse jefe y
alma de aquel equipo. Era mucho más: un icono para toda Italia, que daba
nombre a una firma de artículos deportivos. De hecho, con sus balones jugaba
en ocasiones la azzurra. Mientras, con el Torino, siempre cumplía la misma
tradición: salir al césped del Fila con su hijo Sandro de la mano para hacerse
la foto de equipo. La mascota del Toro sería más tarde la bandera del Inter.

Valentino y Sandro Mazzola

Un poco más arriba, tumbado a la derecha, encuentran a Romeo Menti (29


años, 133 partidos, 53 goles). Un zurdo a pierna cambiada que enfilaba
defensas al grito de “¡Meo, Meo!”. Experto lanzador de faltas, destilaba
alegría dentro del campo y melancolía e introversión fuera de él. ‘Petón’ no
pudo definirlo mejor: “Parece que se supiera el verso suelto de una tragedia”.
Llegando desde atrás, como en sus mejores tiempos, aparece un tipo duro
como Ezio Loik (29 años, 165 partidos, 64 goles). El interior del equipo que
campeonó en el 43, 46, 47, 48 y 49, además de llevarse la Copa del 43. El
Elefante, como era conocido el mejor amigo de Mazzola, fue un trabajador
incansable al que nada le parecía imposible.

En lo más alto de aquella montaña trágica encontraron a dos socios dentro


y fuera del campo. Eran Franco Ossola (27 años, 158 partidos, 77 goles) y
Guglielmo Gabetto (33 años, 199 partidos, 107 goles). Los dos conocieron
la gloria del doblete del 43 y repitieron año tras año scudetto desde el 46
al 49. Los dueños del Bar Vittoria, el lugar de moda del momento, eran los
mejores anunciantes de gomina de Italia y los dueños del gol en el Torino.
Gabetto es un turinés desechado de la Juve por viejo, que al otro lado de
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Revista#03
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Re Umberto se encuentra con una tardía juventud que le lleva de nuevo a la
azzurra. Muchos de los goles que anota se los sirve en bandeja Ossola, su
ahijado sobre el campo, un extremo finísimo, un galán de la nueva Italia, al
que además le gusta sumarse al gol.

Gazzetta dello Sport 5-mayo-1949 L'Unità

“CAPITANO: HE AQUÍ LA QUINTA COPA…”

Casi un millón de personas lloraron su pérdida al día siguiente. Sigue


lloviendo en Turín y en Corso Vittorio Emmanuele la riada humana avanza
hasta el Palacio Madama, donde miles y miles de personas se agolpan
para dar el último adiós a los héroes de Superga. Héroes que ganaron un
campeonato tras su muerte. Así lo decidió Ottorino Barassi, el presidente de
la Federación Italiana, tras consultar al resto de equipos de la Liga. Las cuatro
jornadas restantes el Toro salió con sus juveniles y, en gesto de generosidad
deportiva, los rivales también alinearon a sus canteranos. Los primaveras
del Toro rindieron homenaje a sus héroes ganando esos cuatro partidos. A la
hora de anunciar el campeón, Barassi emocionó a los presentes: “Capitano
Valentino, he aquí la quinta copa, la Copa del Torino, guárdala cuan grande
es: contiene el corazón de todo el mundo”.

A continuación fue el speaker del Fila quien comenzó a recitar la alineación


como cada fin de semana: con el uno Bacigalupo, con el dos Aldo Ballarin...
y uno por uno fueron entrando los féretros en la capilla ardiente. Allí había
algunos que maldecían su suerte, como Renato Gandolfi, que esquivó la
tragedia debido a las presiones de Aldo para que su hermano, Dino Ballarin,
tercer portero del Torino, fuera convocado en aquel partido amistoso. Eso le
salvó la vida a Gandolfi, aunque una parte de él murió aquel día. Sauro Tomá
era otro de ellos. En su caso, una lesión de rodilla le apartó del viaje a Lisboa.
Luego no tuvo ganas de recuperarse y aquel dolor le acompañó el resto de
su vida. Pensaba que llevaba vividos 60 años de más con la nostalgia de
no haberse ido con sus amigos. Uno que no estuvo allí fue Ladislao Kubala,
hábil para regatear un desenlace fatal. Un año antes estuvo negociando para
fichar por el Torino, pero no llegó a un acuerdo que muy posiblemente hubiera
cambiado su vida.

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Revista#03
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La grandeza de ese equipo se mide en la universalidad de los actos que
siguieron a la tragedia. Quizá el gesto más hermoso llegó desde Argentina.
Días después del desastre, el River Plate aterrizó en Turín para homenajear al
Toro caído. La Máquina de River se presentó con Di Stéfano, Labruna, Carrizo
y Pipo Rossi, con la intención de recaudar fondos para las familias de los
fallecidos. Mientras tanto, los reservas de Los Millonarios jugaban su partido
correspondiente de Liga contra Huracán. Ganaron 3-0 y desde entonces el
River nunca juega solo: el corazón torinista sigue rendido a la inigualable
solidaridad platense. El recuerdo queda en la segunda equipación del Torino
y su banda cruzada sobre el pecho.

Pero la tragedia sesgó más cosas. No solo frustró de golpe las esperanzas de
un club que vivía su plenitud, sino que también rompió una selección única.
Italia era entonces el Toro vestido de azul: 10 torinistas más Sentimenti
IV bajo el arco. El impacto en la sociedad italiana fue tan fuerte que los
azzurri viajaron al Mundial de Brasil en barco desde Nápoles. Buscaron la
ayuda divina con la bendición del Papa Pio XII, pero ni eso animó a un equipo
hundido moralmente. Aquello provocó que el entrenador Ferruccio Novo
cambiara su estilo para poder competir al nivel esperado. El equipo buscó
fórmulas para contrarrestar a las principales potencias y no encontró más
alternativas que el sistema ultradefensivo, basado en el trabajo duro, los
férreos marcajes y las repetidas faltas en zonas no peligrosas del campo.
Esa fue su lucha en inferioridad. En la inferioridad en la que quedó Italia tras
la muerte del Toro. Tras Superga, se acabó la fiesta y el Catenaccio fue una
de sus consecuencias.

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Revista#03
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LOS HÉROES DE SUPERGA

• Valerio Bacigalupo (Jugador)


• Dino Ballarin (Jugador)
• Aldo Ballarin (Jugador)
• Virgilio Maroso (Jugador)
• Eusebio Castigliano (Jugador)
• Pietro Operto (Jugador)
• Ezio Loik (Jugador)
• Giulio Schubert (Jugador)
• Giuseppe Grezar (Jugador)
• Danilo Martelli (Jugador)
• Mario Rigamonti (Jugador)
• Rubens Fadini (Jugador)
• Valentino Mazzola (Jugador)
• Emilio Bongiorni (Jugador)
• Romeo Menti (Jugador)
• Franco Ossola (Jugador)
• Guglielmo Gabetto (Jugador)
• Ruggero Grava (Jugador)

• Egri Erbstein (Director técnico)


• Lesley Levesley (Entrenador)
• Osvaldo Cortina (Masajista)

• Arnaldo Agnisetta (Directivo)
• Ippolito Civalleri (Directivo)
• Andrea Bonaiuti (Directivo)

• Renato Casalbore (Periodista)


• Renato Tosatti (Periodista)
• Luigi Cavallero (Periodista)

• Pierluigi Meroni (Piloto)

• Celeste D’Inca (Tripulación)


• Antonio Pangrazi (Tripulación)
• Cesare Biancardi (Triuplación)

Emmanuel Ramiro
@emmanuelrf

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Revista#03
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BORUSSIA DORTMUND:
EL MODELO
Borja Rodríguez

La del Borussia Dortmund es historia aparte. Su


fundación resultó compleja, llena de dificultades. ¡Y
qué decir del resto de su vida! El tránsito por la liga
regional, la infiltración del Partido Nazi, los primeros
éxitos en la Bundesliga, la esperanza en un triunfo
europeo, el decenio prodigioso, la débil gestión del éxito,
la expansión irracional, la catástrofe económica, el
riesgo real de desaparición, la apuesta por la sobriedad
sensata, la construcción de un modelo sólido, estable,
sostenible… El BVB es ahora mismo un club con modelo
de gestión irreductible, en despachos y banquillo, un
club que no está a expensas de un resultado, rara avis
en el fútbol contemporáneo.

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Revista#03
PerarnauClub
C
on cerca de 580.000 habitantes, Dortmund es una de las diez ciudades
más grandes de Alemania y forma parte de uno de los mayores focos
económicos del mundo: la región metropolitana del Rhein-Ruhr.
Ubicada en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia (el más
poblado del país), experimentó sensibles cambios urbanos y geopolíticos a
lo largo del último siglo, principalmente debidos a los estragos provocados
por las guerras mundiales y la herencia del paso del Partido Nazi (NSDAP,
Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) por el poder. La reconstrucción de
la ciudad, cuyo 98 % de asentamientos urbanos yacía en ruinas a mediados
de siglo XX, marcó el inicio del proceso de transformación de una ciudad de
economía fundamentalmente industrial hacia la ciudad que conocemos hoy
en día. Una ciudad en la que prevalecen las pequeñas y medianas empresas
enfocadas a la tecnología, la agricultura y arrullada por el continuo fomento
y la fuerza sinérgica de la cultura, el arte y la creatividad. La multiculturalidad
(el 30 % de la población es de origen extranjero) es un rasgo definitorio
más de esta frondosa y verde metrópoli del norte de Alemania en la que, a
principios de ese alborotado siglo XX, nació uno de los clubes más grandes
de Alemania y más admirados de Europa: el Ballspiel-Verein Borussia 09 e.V.
Dortmund.

LOS 18 FUNDADORES

A finales del siglo XIX y a lo largo de principios del XX, Dortmund conoce
y acoge la llegada masiva e incesante de jóvenes alemanes e inmigrantes
(en su mayor parte polacos). Las prósperas industrias minera y del acero,
que alfombran la expansión dorada de la ciudad convirtiéndola así en el polo
económico motor del antiguo Imperio Alemán, les brindan trabajo en aras
al sueño de una vida mejor. La ciudad crece y su población se pluraliza. Así
como las necesidades identitarias de los actores de un crisol sociocultural
que yuxtapone prevalencia protestante a nueva realidad católica.

Corolario de la integración, la religión se impone como el catalizador


más “natural” para esta última comunidad mediante la creación de la
Jünglingssodalität Dreifaltigkeit (asociación o congregación parroquial
de juventud católica, más concretamente, “Parroquia de la Juventud de la
Trinidad”). Amén del lógico tributo religioso, la asociación realiza actividades
sociales, entre las cuales la práctica de deportes como el fútbol. No obstante,
a partir de 1906, el nombramiento de Hubert Dewald como nuevo capellán
a la cabeza de la parroquia y de la congregación esparce las simientes de la
discordia entre algunos miembros de la asociación y sus rectores religiosos.
¿La razón? La pasión. También llamada fútbol.

El Padre Dewald no ve con buenos ojos que algunos de sus feligreses


jueguen al fútbol, ni todo lo que hacen después de jugar a él. En realidad,
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Revista#03
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lo censura. Y hace todo lo posible por erradicar su práctica en el seno de la
congregación. Al término de una tensa asamblea parroquial en la que no se
alcanza consenso alguno para la creación de un club de fútbol, se produce
la escisión. Irreductibles en el empeño de salirse con la suya, el 19 de
diciembre de 1909, unos 40 miembros contrarios a los designios religiosos
deciden reunirse en su restaurante de cabecera: el Zum Wildschütz de la
Borsigplatz (una plaza situada en la zona norte de la ciudad de Dortmund).
Una asociación de fútbol separada de la iglesia: eso quieren. Y para eso se
han citado esa tarde-noche. Pese a que el Padre Dewald, acompañado de
otros miembros de la congregación, trata de impedir, primero, el encuentro
e interrumpirlo, luego, sólo consigue disuadir a cerca de la mitad de los
asistentes al encuentro.

Tras varias horas de reunión, se le comunica a Hubert Dewald la intención de


los 18 disidentes restantes. Franz y Paul Braun, Heinrich Cleve, Hans Debest,
Paul Dziendzielle, Franz, Julius y Wilhelm Jacobi, Hans Kahn, Gustav Müller,
Franz Risse, Fritz Schulte, Hans Siebold, August Tönnesmann, Heinrich y
Robert Unger, Fritz Weber y, por último, Franz Wendt son esos hombres.
Mejor dicho, y tal y como les describirá “su” club 100 años más tarde, esa
panda de intrépidos “sólo fueron un grupo de jóvenes hasta que entraron
en la Historia como padres fundadores”. Allí, al norte de Dortmund. En la
Borsigplatz, “sólo una plaza hasta que los mejores aficionados del mundo la
convirtieran en un lugar de culto”. 18 hombres para crear un club de fútbol. Los
18 primeros y genuinos Borussen (nombre de los seguidores del Borussia).
Sólo falta un pequeño detalle: el nombre del club. Aunque, la verdad, no
les cuesta demasiado encontrarlo. Sólo deben mirar al frente e inspirarse:
Borussia. Esa es la marca de las cervezas que reposan encima de la mesa.
Además, Borusssia no sólo es el nombre de la famosa y cercana cervecería
Borussia Brauerei sino que también significa Prusia en latín. Todo concuerda.
Todo tiene sentido. Acaba, pues, de nacer oficialmente el Ballspiel-Verein
Borussia 09 e.V. Dortmund (más familiarmente conocido como Borussia
Dortmund o BVB - En la denominación BVB, también concurre otra curiosa
“casualidad”: en efecto, BVB es la abreviatura de Borussen vom Borsigplatz
“Los Borussen de Borsigplatz” ). Uno de los hermanos Unger, Heinrich, es
nombrado presidente del club y se inscribe el club en la Federación Alemana
Occidental de Deportes.

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Revista#03
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PRIMEROS AÑOS Y GAULIGA

El club ya está en marcha. El 15 de enero de 1911 disputa contra el VfB


Dortmund II su primer partido oficial en el campo Weissen Wiese. El BVB gana
1-0. Pero el árbitro no da por válida la victoria tras la medición de anchura
de ambas porterías. Nadie dijo que los principios fueran fáciles… de medir.
Por aquel entonces, el equipo juega con una camiseta con rayas verticales
azules y blancas y una franja oblicua de color rojo. No es hasta al cabo de
dos años, en 1913, cuando empiezan a jugar con los colores típicos del club:
el negro y el amarillo. La Primera Guerra Mundial marca el primer punto y
aparte forzado en la (corta) historia del club. Cabe recordar que, durante el
conflicto bélico, el gobierno alemán decreta la suspensión de la competición
hasta nueva orden.

Laminado por los efectos de la guerra (más de una docena de sus jugadores
fallece al ser llamados a filas), el marasmo político que envuelve el país y la
depresión económica que asolará la nación a lo largo de la década de los
años 20, el trayecto del Borussia Dortmund por ese decenio (dominado
deportivamente por Baviera) y principios del siguiente es ciertamente
austero: su recorrido se centra en ir ascendiendo paulatinamente en las
diferentes ligas locales. Pero, sobre todo, en tratar de mantener el club a
flote económicamente. Como muchos otros equipos, el BVB tiene que
empezar prácticamente de cero después de la guerra. Ansioso por alcanzar
un nivel de competitividad más elevado, el club trata de reforzar el equipo
incorporando algunos jugadores profesionales. Y quien dice jugadores
profesionales, dice sueldos a pagar. La política en la que incurre el club no da
los frutos deportivos esperados y la institución transita por la cornisa del
abismo al contraer una deuda de 12.000 de los antiguos Reichsmark, deuda
que está a punto de significar su quiebra. Afortunadamente, el honorable
Heinz Schwaben, seguidor del equipo, pone de su propio bolsillo dicha
cantidad para saldar la deuda. Un rayo antes de la nueva tempestad.

Miembros del club contrarios al


régimen, como Heinrich Czerkus
o Franz Hippler, son ejecutados
por preparar propaganda política
contraria al partido único.

La década de los 30 marca, además, el inicio de profundos cambios y


reestructuraciones en las instituciones, clubes y competiciones deportivas
alemanas. El fútbol y su poder de convocatoria y resonancia será uno de
los primeros y más ansiados pacientes del Reich para transmitir y plasmar
sus intenciones y fines. La llegada al poder de Hitler en 1933 acarrea la
fragmentación inmediata del campeonato alemán en pos a los intereses
geopolíticos del Reich. Contrariamente al sistema de campeonato federal
(Bundesliga) que se conoce hoy en día, la competición pasa a organizarse
desde la campaña 1933-34 en torno a Gauligen (campeonatos regionales).
Cada región disputa su propio campeonato y los equipos mejor clasificados
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Revista#03
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de cada región o grupo adquieren entonces el pase para una fase final
de playoffs que dictamina el campeón alemán supremo. Así, el Borussia
Dortmund queda destinado a luchar por acceder a la Gauliga Westfalen
(el campeonato de la región de Westfalia). De hecho, no accede a poder
disputarla hasta la edición 1936-37 consiguiendo, finalmente, clasificarse
esa misma campaña para disputar la que será también su primera fase final
(en la que cae en cuartos de final). Las siguientes temporadas acaba segundo
y tercero, respectivamente, de la misma para acabar rozando un descenso en
la 1939-1940 que, finalmente, no acaba materializándose al ser ampliado
su grupo de 10 a 12 equipos.

Unos cuartos de final en 1937 y tres puestos de honor en la Gauliga de


Westfalia de 1936 a 1939 componen el bagaje de méritos del club. Cabe
destacar o recordar que, en el grupo del Borussia Dortmund, se encuentra
también su rival, el Schalke 04. El club de Gelsenkirchen es el auténtico
dominador, no sólo de la región sino del campeonato alemán en esos años
30. Recoge cada Gauliga de Westfalia de forma ininterrumpida desde
1933 hasta 1940 y se proclama campeón nacional en 1934, 1935, 1937,
1939 y 1940 (su peor campaña fue la del año 1936, en la que únicamente
alcanzó la tercera plaza nacional). El Schalke no sólo es el mejor equipo de
Alemania sino que se convierte en un poderoso instrumento de propaganda
para el Reich, que instrumentaliza sus éxitos futbolísticos y los vectoriza
para difundir la grandeza de las virtudes del trabajador ario. Unas virtudes
abanderadas por los jugadores del club minero, según el régimen. Tiempos
de supervivencia extrema y férula humana para el fútbol alemán. El BVB no
contraviene a la norma.

Los amarillo y negro tratan de subsistir y enfrentarse a tan complejo escenario


como mejor pueden. En pleno apogeo del Partido Nazi, el club lo rigen afines
al partido Nazi desde mediados de los años 30 hasta entrados los 40. Gran
parte de la población no comulga con el régimen. Y qué decir en cuanto al
club y sus miembros, ya sean directivos o jugadores. Las Secciones de Asalto
(SA) controlan a los jugadores y muchos de entre ellos se ven “invitados” a
formar parte de ellas. Miembros del club contrarios al régimen, como Heinrich
Czerkus o Franz Hippler, son ejecutados por preparar propaganda política
contraria al partido único.

El formato Gauligen perdura hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y el


Borussia, a pesar de su incipiente desarrollo al alto nivel con sus altos y bajos,
consigue estabilizarse en la Gauliga de Westfalia con el punto culminante
de su primera victoria sobre el Schalke 04 en noviembre de 1943 en el
Roter Erde. De nuevo, un brío de luz ante lo que se asoma: un nuevo cambio
estructural de la competición.

La guerra finalizada y derrocado el régimen nazi, la competición no consigue


retomar su curso global hasta la temporada 1947-48. Cuando lo hace, la
fórmula de las Gauligen ya se ha extinguido para dar paso a las Oberligen
(Divisiones Superiores). Dichas Oberligen quedan repartidas, esta vez, en
cinco zonas geográficas: la Oberliga Süd, la Oberliga Südwest, la Oberliga
Berlin (Oeste, claro), la Oberliga Nord y la Oberliga West. Las tres primeras
se crean en 1945 mientras que las dos últimas se inician en 1947. Hasta la
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Revista#03
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(bendita) creación de la Bundesliga, el campeonato alemán de fútbol siempre
se ha estructurado mediante ligas regionales de mayor o menor número y
densidad (las mencionadas Gauligen u Oberligen) al término de las cuales
una fase final compuesta de eliminatorias dilucida el campeón nacional final.
El Borussia Dortmund queda, lógicamente, encuadrado en la Oberliga West
y es entonces cuando el club, la ciudad y sus seguidores empiezan a encontrar
verdaderos motivos de festejo. Esta vez, el cambio es para bien.

Friedhelm Konietzka, del BVB, es el autor del


primer gol en la historia de la Bundesliga.

PRIMEROS ÉXITOS Y BUNDESLIGA

A finales de los años 40 y mediados de los 50 llegan los primeros títulos


al máximo nivel: seis títulos de Oberliga West entre 1948 y 1957 (1947-
48; 48-49; 49-50; 52-53; 55-56; y 56-57). El club se provee de vitrinas,
las engrosa y acumula títulos. Empieza a tener grandes jugadores y las
leyendas se van forjando, como la de Los Tres Alfredos (Alfred Preissler,
Alfred Kelbassa y Alfred Niepieklo) al tiempo que los seguidores celebran
la consecución de los primeros grandes títulos. Las temporadas 1955-56,
56- 57 y 57-58 capitalizan esos momentos. En las dos primeras, siendo
ganadores de la Oberliga West, el BVB alcanza la fase final y consigue
alzar sus dos primeros títulos nacionales (finales contra el Karlsruhe y el
Hamburgo, respectivamente). Guinda del pastel, participa por primera vez en
su historia en la máxima competición continental, la antigua Copa de Europa,
cayendo derrotado por el Manchester United, primero, y el Milan AC, en su
segunda participación, en octavos y cuartos de final en cada una de ellas.
El paso a la nueva liga profesional única de la Alemania Federal está a la
vuelta de la esquina y, a pesar de haber acabado segundo en su grupo de
Oberliga, el equipo ofrece un tercer campeonato nacional a la ciudad para
sellar de la más dulce de las maneras su última representación (victoria final
sobre el Colonia por 3-1). Llega el tren de la Bundesliga y el BVB se sube a él
con títulos bajo el brazo, cierto prestigio y, ante todo, la sensación de haber
superado todos los socavones del tortuoso camino que se empecinaba en
dificultarle su existencia.

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Campeones Bundesliga 1956
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El club se clasifica y es aceptado en la nueva liga profesional: la Fussball-
Bundesliga. Una competición que intenta ser la solución al desmesurado
reguero de ligas regionales y semiprofesionales que se han disputado y
disputan desde los albores de este deporte en Alemania y cuyo fin busca
equiparar el nivel nacional con el de los otros países europeos. Sepp
Herberger, seleccionador alemán de la época y uno de los promotores de
la Bundesliga, afirma acerca de la creación de este nuevo campeonato: “Si
queremos continuar siendo competitivos a nivel internacional, tenemos que
aumentar nuestras expectativas a nivel nacional”.

Así pues, la Bundesliga se cristaliza en agosto de 1963 y marca el pistoletazo


de salida a una nueva realidad competitiva en Alemania Federal: un torneo
totalmente profesional y con una única tabla de clasificación. El Dortmund
es uno de los escogidos para disputarla, de acuerdo con el sistema de
puntuación habilitado para seleccionar los equipos que formarán parte
de la primera edición del campeonato. Friedhelm Konietzka, del BVB, es
el autor del primer gol en la historia de la Bundesliga. Los primeros años
vienen tutelados por el éxito al acabar entre las cuatro primeras plazas de
tantas ediciones disputadas. Y, en el año 1966, llega el primer gran éxito a
nivel europeo, mediante la conquista de la Copa de la UEFA derrotando al
Liverpool en la final. Held, Libuda, Tilkowski, Cyliax, Redder… son recibidos
como estrellas por la afición. Una afición que ya había festejado en la
campaña anterior la consecución de la DFB-Pokal al derrotar al Aachen por
2-0 en la final.

Los años 70 y 80 están marcados por la mediocridad a nivel deportivo y


otra crisis financiera que vuelve a poner en riesgo la supervivencia del club.
En 1972, el club desciende a la Fussball-Bundesliga West y precisa de
cuatro años para volver a ascender a la Bundesliga. Es en aquel periodo
cuando empiezan los problemas económicos. El club tiene que realizar
un esfuerzo tremendo para poder hacer frente a las deudas. Se venden
algunas instalaciones, se recurre a la ayuda del sector público (la ciudad
de Dortmund acude al rescate y se convierte en el primer patrocinador que
aparece en la camiseta), se recortan salarios e, incluso, se buscan ayudas
en empresas industriales de la zona y foráneas. Aun así, el club y la ciudad
resuelven seguir adelante con el desorbitado proyecto del nuevo estadio
e inauguran el colosal Westfalenstadion. La joya de la corona amarilla y
negra… Aunque también el mayor quebradero de cabeza de la historia del
club y la ciudad.

En septiembre de 1982, Reinhard Rauball, el presidente más joven de la


historia de la Bundesliga, deja por motivos personales la presidencia del
club que, en aquel momento, acumula una deuda de cerca de 8,3M de
marcos. Gerd Niebaum toma el relevo y se hace cargo de la presidencia.
A pesar de que, en 1986, con la ayuda de los patrocinadores locales,
logra que no se le revoque la licencia al club, la situación sigue siendo muy
precaria. A nivel futbolístico, el club evita el descenso en la temporada
1985-86 ganando en el playoff de descenso al Fortuna Köln.

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Revista#03
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PROYECTO EN CONSTRUCCIÓN

Tras dos décadas decepcionantes tanto a nivel deportivo como económico,


el Dortmund empieza a enderezar el rumbo para construir, durante finales de
la década de los 80 y principios de los 90, lo que serán las bases de la era
dorada del club.

Después de salvarse con apuros del descenso a la 2.Bundesliga la temporada


anterior, el club confía en el asistente del primer equipo, Reinhard Saftig,
para que se haga con los mandos de la plantilla. Llegan al club jugadores de
la talla de Frank Mill, Norbert Dickel o Thomas Helmer y se consigue alcanzar
la cuarta plaza en la clasificación final, sinónimo de billete europeo para
disputar la Copa de la UEFA la temporada siguiente.

Tras 23 años de sequía, el 24 de junio de 1989, el Dortmund vuelve a levantar


un trofeo. Más de 40.000 borussers se dan cita en el Olympiastadion de
Berlín para ver cómo el equipo dirigido por Horst Köppel arrolla al Werder
Bremen por 4-1, con goles de Frank Mill, Michael Lusch y un doblete de
Norbert Held von Berlin Dickel (Dickel jugó el partido a pesar de tener graves
molestias físicas). Alrededor de 250.000 aficionados recibieron al equipo en
la Friedensplatz de Dortmund. Las imágenes de las celebraciones no hacen
más que confirmar una realidad incontestable: el club y la ciudad son uno
solo.

Aquel equipo ya lo componen jugadores de la talla de Andreas Möller (en su


primera etapa como jugador del Dortmund), Michael Rummenigge (llegado
después de triunfar en el Bayern Múnich) o el mítico Michael Zorc, entre
otros. En 1990, se suman al proyecto Flemming Povlsen procedente del PSV
Eindhoven (fichado por la cifra récord de 4,1M de marcos) y un Stefan Klos
que, en poco tiempo, le quita el puesto al portero titular Wolfgang de Beer y
se convierte en uno de los pilares del equipo que, en un futuro próximo,
maravillará a toda Europa.

El Dortmund prosigue con el plan trazado


e invierte en nuevos fichajes. En los años
venideros, va fichando paulatinamente
y pieza por pieza los jugadores que le
darán la primera y, hasta la fecha, única
Champions League de su historia.

OTTMAR HITZFELD, EL GENERAL

En el verano de 1991, el gerente del Dortmund, Michael Meier, toma una


decisión que cambiará la historia del club: el fichaje de Ottmar Hitzfeld como
entrenador. Tras una decepcionante temporada 90-91 en la que el equipo
acaba en décima posición, Meier decide hacerse con los servicios de un
técnico que surfeaba la ola del éxito dirigiendo al Grasshopper suizo. Hitzfeld
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Revista#03
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será el entrenador del Borussia Dortmund desde julio de 1991 hasta junio de
1997. Sin duda, el artífice de la época dorada del club.

A punto está de triunfar desde su primer año en el banquillo borussen. Tras


una excepcional temporada donde el 3-5-2, sistema que utilizará durante
toda su estancia en el club negro y amarillo, funciona a las mil maravillas y
permite ver la mejor versión de la pareja atacante Chapuisat-Rummenigge a
lo largo de una excelente temporada (entre ambos anotaron un total de 30
goles), el BVB perdió el título sobre la bocina. Stuttgart, Borussia Dortmund
y Eintracht Frankfurt llegan igualados a la última jornada. Sólo la diferencia
de goles les separa. Mientras que el Eintracht cae contra el Hansa Rostock,
el Borussia no falla ante el Duisburgo. Chapuisat ha anotado el gol que le
da, momentáneamente, el título al Dortmund ya que el Stuttgart sigue
empatando ante el Bayer Leverkusen a menos de cinco minutos para que
concluya el partido. Pero la historia no quiere que el BVB alce la preciada
ensaladera. En el minuto 86, Guido Buchwald anota el 1 a 2 que da la victoria
al Stuttgart y le corona como nuevo Deutsche Meister.

Pese al subcampeonato, el Dortmund prosigue el plan que traza su proyecto


e invierte en nuevos fichajes. En los años venideros, va fichando de forma
paulatina y pieza por pieza los jugadores que le darán la primera y, hasta la
fecha, única Champions League de su historia. Los equipos italianos reinan
en Europa y el fútbol italiano atraviesa uno de sus puntos álgidos en cuanto a
jerarquía futbolística. Consciente de dicha realidad, el BVB se focaliza sobre
ese mercado y decide incorporar jugadores con pasado Calcio a la par que
aprovecha para repatriar talento nacional que había emigrado a finales de los
años 80 y que ahora vuelve perfeccionado.

Así pues, en esa segunda temporada llegan Stefan Reuter de la Juventus y el


gran Matthias Sammer, que volvía a Alemania tras su falta de adaptación a la
vida italiana. En Bundesliga sólo se consigue acabar en la cuarta plaza tras
un dominio arrollador del Bayern en la primera vuelta y del Werder Bremen
en la segunda. No obstante, el equipo sigue evolucionando y, tras una dura
semifinal ante el Auxerre de Guy Roux, el Borussia accede a una final de la
Copa de la UEFA en la que le espera la Juventus. Sin embargo, el equipo
italiano arrolla de forma implacable al Dortmund y se lleva los dos partidos
con absoluta rotundidad (1-3 en la ida en Alemania y 3-0 en la vuelta en
Italia). Esta Vecchia Signora cuenta entre sus filas a jugadores del calibre
de Il Divin Codino Roberto Baggio, Gianluca Vialli, Fabrizio Ravanelli, Angelo
Peruzzi o Antonio Conte por citar algunos “nombres”. Una auténtica máquina
competitiva a las órdenes del gran Trapattoni y en el que también figuran
jugadores como Andreas Möller, Jürgen Kohler y Júlio César, al tiempo,
futuras leyendas del club de la Renania del Norte-Westfalia y jugadores clave
de la edad dorada.

El dinero derivado de los derechos televisivos y el éxito del club a nivel


internacional les otorga la oportunidad de seguir invirtiendo para mejorar la
plantilla. El lema institucional es claro y legible: Wir investieren in Steine und
Beine (“Invertimos en piedra y piernas”). Dicho y hecho, faltaría más. Karl-Heinz
Riedle llega desde la Lazio mientras que un joven de la cantera, de nombre
Lars Ricken, pide paso con tanta insistencia que se acaba convirtiendo en
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el jugador más joven en debutar con el Dortmund. Sin embargo, el equipo
aún no ha conseguido levantar ningún título: de nuevo un cuarto puesto en
Bundesliga. ¿Avanti a tutta maquina? Por supuesto… Pero, ¿cómo se dice en
alemán? Ahí está la diferencia.

LA EDAD DE ORO

Por fin llega el primer título liguero de Hitzfeld. Después de tres tentativas
fallidas y más de 35M de marcos, el Dortmund consigue hacerse con la
Bundesliga en la última jornada gracias a la derrota del Werder Bremen
ante el Bayern Múnich (3-1) conjugada con la victoria borussen por 2-0 en
casa contra el Hamburgo (goles de Möller y Ricken). El júbilo recorre toda
la ciudad y más de 500.000 personas salen a la calle a celebrar el título.
Cabe recordar que, a inicios de aquella temporada 1994-95, también se
ha añadido a la plantilla a Andreas Möller y al central brasileño Júlio César,
ambos procedentes de la Juventus, aunque Flemming Povlsen, campeón
europeo con Dinarmarca en la Eurocopa del 92 y uno de los ídolos de la
afición, se despide del Westfalenstadion y del Borussia Dortmund al finalizar
la temporada. .

El curso siguiente, el Bayern, fiel a su hoja de ruta, realiza una gran inversión
para reforzarse y, así, volver a recuperar el título. Para ello, ficha a jugadores
como el austriaco Andreas Herzog (pieza clave del Werder Bremen en
aquella época), el suizo Ciriaco Sforza procedente del Kaiserslautern y al
alemán Thomas Strunz, del Stuttgart. Guinda del pastel, también repatría
del Reino Unido, concretamente del Tottenham, a uno de los 9 germanos más
influyentes de esos últimos tiempos: el mismísimo Jürgen Klinsmann. A pesar
de ello, el BVB ha ido creciendo a lo largo de los últimos años y la Bundesliga
conseguida el año anterior confirma que el Dortmund cuenta con un equipo
de máximo nivel y apto para competir con cualquier rival. Logra reeditar la
consecución de la Bundesliga por segundo año consecutivo al imponerse al
todopoderoso ogro bávaro (no en vano, el Bayern Múnich de aquel año, pese
a quedar segundo en Bundesliga se alza con la Copa de la UEFA al batir en
la final, en sendas mangas, a un Bordeaux en el que militan un joven Zidane
–en su última temporada en Francia antes de ser traspasado a la Juventus- y
jugadores como Lizarazu o Richard Witschge).

Deja para la memoria momentos inolvidables como el zapatazo imparable que


suelta Michael Zorc ante un Oliver Kahn anclado en su meta que sólo puede
observar como el balón noquea el travesaño antes de entrar en la portería o
la demostración de fuerza ofensiva borussen (6-3) ante el Stuttgart de uno
de los más prolíficos Dreieck zaubert (“Tridente mágico”) que ha conocido
la Bundesliga (compuesto por el talentoso mediapunta búlgaro Krassimir
Balakov y los cazagoles Fredi Bobic y Élber). Aquella temporada, el BVB
no sólo conquista su segunda Bundesliga consecutiva sino que acaba de
construir lo que, en breve, se convertirá en un equipo de leyenda con las
incorporaciones de Jürgen Kohler, de la Juventus, y de Matthias Sammer,
del Inter Milán. Éste último recibirá el Balón de Oro ese mismo año debido a
su influencia y liderazgo en la Alemania campeona de la Eurocopa de 1996
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(designado también mejor jugador del torneo), siendo el último alemán hasta
la fecha en ganar dicha distinción individual, a la vez que se convierte en
el segundo defensa de la Historia en ganarlo tras Franz Beckenbauer. Su
reconversión en líbero fue clave para su carrera y le dimensionó como uno de
los grandes referentes futbolísticos de la década.

Así pues, el cénit de aquel equipo llega en la temporada 1996-97. Aquella


plantilla la formaban algunos de los mejores jugadores de la historia del fútbol
alemán: Jürgen Kohler, Karl-Heinz Riedle, Andreas Möller, Matthias Sammer
o Stefan Reuter. Nombres rutilantes y estandartes de la mentalidad ganadora
alemana. Todos han saboreado las mieles de los triunfos internacionales de
la Mannschaft en los últimos años y la elite competitiva es su hábitat natural:
campeones del Mundial de Italia en 1990, de la Eurocopa de Inglaterra en
1996 y subcampeones de la Eurocopa de Suecia en 1992. El escocés Paul
Lambert y el portugués Paulo Sousa llegan también esa temporada.

Este equipo está destinado a triunfar. Muchos piensan que, más que
destinado, está programado para conquistar Europa. Y lo consiguen. Examen
del destino, el último obstáculo para la máxima gloria europea se llama
Juventus. El mismo equipo que le barrió cuatro años antes en la final de la
UEFA se presenta de nuevo en su camino. Entre sus filas, el equipo italiano
también dispone de una verdadera colección de miembros del Gotha europeo
del momento: los italianos Angelo Peruzzi, Ciro Ferrara, Angelo Di Livio,
Christian Vieri o unos jóvenes Alessio Tacchinardi y un cierto Alessandro Del
Piero; extranjeros del nivel de Paolo Montero, Didier Deschamps, Zinédine
Zidane, Alen Boksic o Vladimir Jugovic; y un maestro táctico en el banquillo
como Marcello Lippi. Una Vecchia Signora en plena forma y en un ciclo
también triunfante (campeón de la última Champions el año anterior al batir
en la final al Ajax de Van Gaal en la tanda de penaltis después del 1-1 al
término de la prórroga) .

Champions 1997

A ningún seguidor del Dortmund se le puede borrar ni borrará jamás de la


mente ese partido. Ni los jugadores que participaron en el mismo. Dispuestos
en el habitual 3-5-2, Hitzfeld dispone la alineación siguiente: Stefan Klos
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en la portería; Jürgen Kohler, Matthias Sammer y Martin Kree como los
3 centrales de la zaga; Stefan Reuter en el carril derecho y Jörg Heinrich
en el carril izquierdo; Paul Lambert, Paulo Sousa y Andreas Möller como
centrocampistas; y una dupla atacante compuesta por Karl-Heinz Riedle y
Stéphane Chapuisat. El Dortmund se muestra muy superior a la Juventus
y consuma su revancha (3-1) con doblete de Karl-Heinz Riedle y gol de
Lars Ricken desde 30 metros (batiendo a Angelo Peruzzi tan sólo a los 16
segundos de haber entrado en el campo en sustitución del suizo Chapuisat).
De nada habrá servido el mágico gol de Del Piero tras pase de Alen Boksic.
Esa final inscribe su marca en la historia: hitos, genialidades y actuaciones
sensacionales. Como la de un Paul Lambert insaciable y fastuoso que realiza
un partido soberbio presionando a Zidane e impidiéndole jugar tranquilo. Al
cabo de unos meses, el BVB disputa también la Supercopa de Europa (perdida
contra el F.C. Barcelona) y gana la Copa Intercontinental ante el Cruzeiro. La
epopeya europea le pasa factura en la competición doméstica y, en aquella
temporada, sólo logra una tercera plaza en la clasificación.

Una Champions, dos Bundesliga y una Copa Intercontinental convierten


estos seis últimos años en la época dorada del BVB. El club se ha instalado
en la cima competitiva continental y alemana disputando finales europeas,
coleccionando títulos y siendo actor principal del contexto nacional.
Dortmund brilla en Alemania y ante Europa y retumba al son de los decibelios
que genera la potencia del equipo que le representa.

EL DECÁLOGO DE JÜRGEN KOHLER

El legendario central de la Mannschaft, y titular indiscutible en equipos tan


exitosos como el Bayern Múnich, la Juventus o el Borussia Dortmund, se retira
en el año 2002 habiéndolo ganado todo a nivel colectivo y siendo nombrado
mejor jugador alemán del año en 1997. Admirado por sus formidables
cualidades defensivas, su exuberante poderío físico y su poderoso juego
aéreo, Kohler deja huella en el club y entre sus compañeros por su fantástica
ética de trabajo. Un decálogo de principios y valores que se reflejan hoy en
día en la identidad del club.

1. Respetar al rival.
2. Ser independiente.
3. Querer aprender.
4. Alegrarse por cada entrenamiento.
5. No beber alcohol.
6. No presumir de la riqueza.
7. No tomar decisiones contractuales solo por el dinero.
8. Respetar a los aficionados.
9. No quejarse de los dolores que se producen en el campo.
10. Ayudar a los compañeros.
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A principios del siglo XXI, en el mercado de invierno de la temporada 2000-01,
un joven checo aterriza en el club. Se llama Tomas Rosicky e inmediatamente
Kohler aprecia el inmenso potencial del joven mediapunta. Y le inculca estos
valores para que pueda regir su carrera en consonancia al talento que posee.

Kohler hace hincapié en aspectos relacionados con la riqueza, el vínculo con


los aficionados o la tolerancia y actitud de un deportista frente al dolor: “No
tiene sentido tener cuatro Ferraris si se sigue teniendo un único culo. Los
aficionados trabajan toda la semana y tienen derecho a dar rienda suelta a
su frustración silbándote cuando ven que no luchas. Muérdete los dientes y
piensa en tu madre que seguro que sufrió más dolor cuando te parió”.

LA GESTIÓN DEPORTIVA DEL ÉXITO

La ecuación precisa de resolver el último enigma: dar continuidad al


éxito, hacerlo sostenible, viable… El equipo entra pues, forzado por las
circunstancias, en una clara fase de gestión del éxito. Y quien dice gestión,
dice alta precisión en la toma de decisiones y la política estratégica.
La espina dorsal y el núcleo duro del primer equipo de este maravilloso e
histórico equipo presenta un “pequeño” detalle a tener en cuenta: su media
de edad. En el momento de consagrarse campeones de Europa, las edades
de esos pilares son las siguientes: Júlio César (34 años), Jürgen Kohler (31),
Martin Kree (32), Matthias Sammer (29), Stefan Reuter (30), Michael Zorc
(34 años), Andreas Möller (29), Stephane Chapuisat (28) y Karl-Heinz Riedle
(31). Sí, faltan otros nombres. Jörg Heinrich (26), Paulo Sousa (26) y Paul
Lambert (27). En apariencia, salvo algunos casos donde el dato parece más
que significativo, en el resto nada parece fuera de lo normal o de lo habitual.
Sólo que…

Cuando Hitzfeld da por finalizada su singladura borussen, se va algo más que


el técnico que dirige a un equipo de excelentes profesionales y excelentes
futbolistas. Con él, se marchan seis años de método y de fórmula ganadora
desde el banquillo. Como si un cordón umbilical se rompiera. Hitzfeld se
despide como entrenador. ¿El motivo? Con la distancia del tiempo puede
asegurarse que el técnico alemán conocía de sobra los problemas que
padecía aquel equipo. El club apuesta por la continuidad de todos los héroes
de la época dorada. Sin reparar en el hecho de que aquellos jugadores, a esas
edades, han librado ya muchas batallas. Todas las por haber. Demasiadas. Han
cruzado tantas veces las espadas contra las mejores escuadras nacionales e
internacionales que su físico les pasa la cuenta de tantos años compitiendo
como auténticos animales. Y Hitzfeld, por haber convivido con ellos a diario
y haberlos acompañado de principio a fin, lo sabe mejor que nadie. Más que
ellos mismos incluso.

Matthias Sammer, el alma espiritual de ese vestuario, se rompe. La frase o el


titular es ya lo bastante revelador. Sus rodillas siempre han sido su talón de
Aquiles. Frágiles y con dolencias recurrentes en la rodilla derecha, su menisco
acaba por ceder definitivamente a principios de temporada. Y empieza un
verdadero calvario quirúrgico para él. Cinco operaciones en total. Dos de las
cuales, las dos últimas en una misma semana: al sufrir una infección producto
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Revista#03
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de la cuarta operación: los médicos le extraen 60 mililitros de sangre y pus.
Sammer dice basta.

Su baja coincide con el desplome del equipo. La lesión del líbero no es más
que la punta del iceberg del cúmulo de desgracias y problemas del equipo. A
su baja se suman continuas lesiones de jugadores clave como Kohler, Reuter,
Möller por citar los casos más relevantes (Ricken, Freund, etc. también sufren
problemas físicos que les impiden aportar de forma continuada). El sucesor
de Hitzfeld, el italiano Nevio Scala, no resulta ser una buena opción técnica.
El equipo campeón de Europa de hace unos meses parece no encontrarse
en el campo ni acabar de conectar con el banquillo. El sistema no varía en
exceso, pero los jugadores no se reconocen de la misma forma y el italiano no
logra enderezar el rumbo. La temporada del BVB en Bundesliga toma tintes
catastróficos (el equipo llega a ser antepenúltimo en octubre) y, a pesar, de
remontar posiciones, sólo consigue alcanzar una posición final de media
tabla. Ni tan siquiera puede competir por los puestos europeos de UEFA. La
apuesta por la continuidad no resulta y, uno a uno, los héroes se van yendo y
desapareciendo inexorablemente.

Westfalenstadion

A la retirada de Sammer se le suma esa temporada la de Michael Zorc. Dos


emblemas del club lanzan su reverencia. Sammer, por razones médicas
obvias; Zorc porque lo ha ganado todo y ha dado hasta la última gota de su
capacidad para el equipo y el club a sus ya 35 años. Una ola de agradecimiento
y admiración eternos para un grande del Borussia y una parte del corazón
de Dortmund (20 años en el club). Martin Kree, elemento importante del
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Dortmund, también se despide del fútbol a los 32 años al término de esa
campaña. Por si fuera poco, a lo largo de este mismo curso, el portugués
Paulo Sousa y el escocés Paul Lambert han dejado el equipo para irse al Inter
Milán durante el mercado de invierno, en el caso del primero, y regresar a
Escocia (Celtic Glasgow) en el del segundo. Además, el escocés Scott Booth,
fichado del Aberdeen para ocupar la plaza de Karl-Heinz Riedle (precisar que
el alemán fue la única baja significativa del equipo a principios de temporada
al irse al Liverpool), se convierte en un auténtico fiasco de refuerzo (de hecho,
es cedido al Utrecht a mitad de temporada para ser finalmente traspasado
al Vitesse a la vuelta de su primer paso por Holanda). Jörg Heinrich también
deja el equipo para irse a la Fiorentina y el brasileño Júlio César, entre sus idas
y venidas de Brasil mediante la vía de las cesiones acabará abandonando el
club a los pocos meses. Nevio Scala no ha funcionado (se marcha al Besiktas)
y la temporada post-Champions se clausura con una sensación de fracaso y
malas vibraciones.

EL FIN DEL DECENIO PRODIGIOSO

La temporada siguiente, la 1998-99, con un joven Michael Skibbe en el


banquillo se salda con un cuarta posición final. Posición decente a tenor del
“estatus” de un campeón de Europa reciente pero engañosa. El Dortmund
nunca llega a ser capaz de competir por el título a lo largo de esa temporada.
Empieza mal y sólo se recupera para, finalmente, tratar de asegurarse una
plaza en competición europea, la que sea y como sea. Para esa campaña la
directiva se refuerza, principalmente, con jugadores como Thomas Hässler,
procedente del Karlsruhe, Christian Nerlinger, del Bayern Múnich, un joven
brasileño de nombre Dedê, del Atlético Mineiro, y repatría a un cierto Jens
Lehmann de Italia (Milan AC) para paliar la salida al Glasgow Rangers del
muro de la época dorada, Stefan Klos, al que se suma el suizo Stéphane
Chapuisat, que regresa a Suiza para jugar con el Grasshopper.

¿Y la temporada 1999-00? El club de Dortmund se acuesta líder en los


inicios del mes de octubre del 98. La cuarta posición del año anterior le
permite disputar la Champions League. Sin embargo, su aventura europea
no sobrepasa la fase de grupos y el equipo deberá disputar la Copa de la
UEFA como consolación europea de temporada. No obstante, el equipo
se derrumba súbitamente: de la jornada 9 a la 16, no logra ganar ningún
partido de Bundesliga. Cae en picado en la clasificación y no logra levantar
cabeza de ninguna de las maneras. Acumula decepciones jornada a jornada,
pierde posiciones semana a semana y despide entrenadores trimestre tras
trimestre. Hasta tres entrenadores ocupan el banquillo esa temporada.
Skibbe es fulminado en febrero. Su sustituto, el austríaco Bernd Krauss,
toma el relevo hasta ser también ser cesado a mediados de abril porque
el Borussia camina con paso firme hacia las posiciones más bajas de la
tabla. Udo Lattek acaba la temporada como solución de emergencia, una
más, y logra suavizar la brusca caída del equipo al finalizar en una anónima
duodécima plaza. Obviamente, Europa y la UEFA se acaban a partir de los
octavos de final (derrota ante el Galatasaray). Un estrepitoso fracaso: baile
de entrenadores, fichajes muy costosos (Victor Ikpeba, Christian Wörns
112

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o Fredi Bobic) y un susto mayúsculo. Ese el balance de una de las peores
temporadas que se recuerdan en Dortmund. Fea y triste manera de concluir
un decenio prodigioso. Más cuando el enorme Andreas Möller deja el equipo
para irse al Schalke 04. Tres años después, de aquella mítica noche en el
Olympiastadion de Munich sólo pueden hablar unos veteranos Jürgen Kohler
(34 años), Stefan Reuter (33) y Lars Ricken. Se han visto transiciones menos
devastadoras.

Finalmente, a partir de la temporada 2000-01 el club apuesta por Matthias


Sammer. Mediada que tiene, cuando menos, el mérito de funcionar. A pesar
de que sólo sea un pequeño parche en la fuga del barco borussen. El ángel
pelirrojo, que había formado parte del cuerpo técnico de Udo Lattek, encabeza
el nuevo proyecto El equipo acaba en la tercera plaza de la tabla. Al año
siguiente, se vuelve a realizar una inversión millonaria (recordar que el fichaje
de Rosicky en enero del 2000 ya había supuesto un dispendio de cerca de
15M€) al traer al gigante checo Jan Koller (cerca de 13M€) y al brasileño
Marcio Amoroso (25M€). Sammer se corona, aunque esta vez como
entrenador, campeón de la Bundesliga 2001-02 y lleva al equipo a una final
de Copa de la UEFA en la que cae por 3-2 ante aquel Feyenoord de Bert van
Marwijk en el que destacaba un mortífero dúo de delanteros, formado por el
danés Jon Dahl Tomasson y el holandés Pierre Van Hooijdonk, y cohabitaban
un excelente medio como Paul Bosvelt y un imberbe Robin Van Persie. Durante
las dos temporadas siguientes, el club no disminuye su tren de vida y sigue
invirtiendo fuertes cantidades económicas en el mercado de fichajes. Un
tercer y sexto puesto son el balance deportivo respectivo de estos dos
últimos años.

Las malas inversiones, los fracasos a nivel


deportivo y la ampliación del Westfalenstadion
provocan una aguda y terrible crisis económica
en el seno del club que compromete seriamente
la existencia del mismo.

INNOVAR NO SIEMPRE SIGNIFICA MEJORAR

El 28 de noviembre de 1999 se aprueba en la reunión de la junta general


la salida a Bolsa del club. El actual presidente, Gerd Niebaum, es uno de
los más fervientes partidarios de esta decisión operativa. Se crean varias
empresas subsidiarias como es el caso de goool.de GmbH (sociedad con
responsabilidad limitada). Así, al cabo de un año, el 31 de octubre del año
2000 más exactamente, sale a la Bolsa de Frankfurt con el nombre de
Borussia Dortmund GmbH & Co. KGaA. (Sociedad comanditaria por acciones).
Los 13,5M de acciones salen a mercado con un precio unitario de 11€.
El Borussia Dortmund es el primer club alemán en salir a bolsa y Niebaum
declara para la ocasión: “La salida a bolsa es un paso lógico y sensato. Lo
celebraremos como si fuera un segundo cumpleaños”.

113

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Revista#03
PerarnauClub
Los éxitos del club se reflejan en las cifras económicas y a la inversa: las
cifras económicas bursátiles siempre reflejan la situación deportiva del club.
Así, por ejemplo, en el año 2002 (conquista de la Bundesliga), el capital del
club ascendió nada más y nada menos que a 148,5M€ y, al año siguiente,
alcanza los 149,4M€. Un mero espejismo. Las malas inversiones, los
fracasos a nivel deportivo y la ampliación del Westfalenstadion provocan
una aguda y terrible crisis económica en el seno del club que compromete
seriamente la existencia del mismo.

El capital del Dortmund en la temporada 2003-04 “sólo” era de 81,8M€. Ese


mismo año el club anuncia pérdidas por valor de 65M€ y la deuda del club
aumenta hasta los 118M€. Cada vez más criticado, cuestionado y señalado
por accionistas y afición, Niebaum se ve obligado a dimitir en noviembre de
2004 debido a su nefasta gestión. El gerente Michael Meier ya había hecho
las maletas unos meses antes. Las acciones han bajado hasta un 80 %. El
club estaba al borde del abismo.

Hans-Joachim Watzke se convierte en el


nuevo director ejecutivo […], si el Borussia
Dortmund es uno de los grandes equipos
europeos en la actualidad, la mayor parte
del mérito es suyo.

HANS-JOACHIM WATZKE, SENSATEZ EN TIEMPOS DIFÍCILES

La situación del club requiere un cambio en la cúpula directiva y alguien capaz


de tomar medidas que posibiliten la salvación del mismo. Reinhard Rauball
vuelve a ser elegido presidente después de su primer período en el club en los
años 80 y Hans-Joachim Watzke, economista diplomado en Administración
de Empresas y tesorero del club, se convierte en el nuevo director ejecutivo
el 15 de febrero de 2005. Estudia y sondea todas las posibilidades factibles:
si el Borussia Dortmund es uno de los grandes equipos europeos en la
actualidad, la mayor parte del mérito será suyo.

Watzke empieza por reducir drásticamente el tren de vida y, por consiguiente,


el presupuesto del primer equipo. Rebaja el dinero disponible para fichajes y
reduce los sueldos de los jugadores de la primera plantilla en un 20 %. Las
grandes estrellas del equipo deben ser vendidas por extrema necesidad y así,
jugadores como Torsten Frings, David Odonkor, Tomas Rosicky, Ewerthon o
Ebi Smolarek, entre otros, deben abandonar el club. La institución siempre le
estará agradecida al gran Dedê que se mantuvo fiel al club pese a la tesitura.

También se realizan con éxito tres ampliaciones de capital entre 2004 y 2006.
El club puede hacer frente a las deudas contraídas tras las ampliaciones
efectuadas en el Westfalenstadion al vender, en 2005, los derechos del
nombre del estadio a la aseguradora y proveedora de servicios financieros
Signal Iduna Group (cabe recordar que Signal Iduna y el BVB firmaron en
mayo del año pasado, en 2012, un nuevo acuerdo por el cual la relación
comercial continuará hasta, al menos, el año 2021). Esa medida, más la
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Revista#03
PerarnauClub
ayuda económica otorgada por el banco americano Morgan Stanley, ayudan
al club a evitar la quiebra y mantenerse a flote económicamente.

Beneficio neto del Borussia Dortmund GmbH & Co. KGaA por temporada a
partir de la llegada de los nuevos gestores: (Fuente: BVB Aktie)

• Temporada 2005-06: - 3,9 millones de €


• Temporada 2006-07: 10,3 millones de €
• Temporada 2007-08: - 3,9 millones de €
• Temporada 2008-09: - 2,9 millones de €
• Temporada 2009-10: - 2,8 millones de €
• Temporada 2010-11: 9,5 millones de €
• Temporada 2011-12: 34,2 millones de €

Pero Watzke no solo se encarga de la contabilidad, sino que es uno de


los portavoces del club y no tiene ningún reparo en responder a cualquier
pregunta o posicionarse públicamente. Hace poco le preguntaron por el
supuesto problema que existía con algunos aficionados afines a la ideología
nazi vistos en la Südtribune: “El fútbol es un reflejo de la sociedad. Por
desgracia, si un tanto por ciento de la población de Dortmund votó al
partido de la ultraderecha, es lógico que en el Westfalenstadion haya gente
de esa ideología. Eso no me molesta. Lo que molesta es que un medio de
comunicación diga que toda la Südtribune es afín a esa ideología y tiene
comportamientos salvajes”.

Es un acérrimo defensor de los valores tradicionales en el fútbol y está en


contra de que las grandes empresas o grandes fondos de inversión sean
los que rijan el destino de los clubes como ocurre en la actualidad. Criticó
hace poco la falta de identidad y romanticismo que tenía el fútbol inglés
en la actualidad y se quejó de que el Bayern recibiera dinero por patrocinio
de Audi, que forma parte del grupo Volkswagen (principal patrocinador del
Wolfsburgo).

WESTFALENSTADION, CARA Y CRUZ

80.552 localidades hacen del Signal Iduna Park (o Westfalenstadion para los
más románticos) el estadio más grande de Alemania y de los que registran
una media de afluencia más elevada de todo el continente. Conocido como
Der Tempel (“El Templo”), entre otras denominaciones, y considerado en
2009 por el periódico inglés Times como el mejor estadio del mundo dado el
eléctrico ambiente que se respira en él, es uno de los lugares de peregrinación
para cualquier aficionado al fútbol. Sin embargo, esta magnífica obra de
ingeniería ha puesto en peligro la vida del club en diversas ocasiones debido
a los diferentes procesos de gestión y remodelación de los que ha sido objeto.

Todo empieza en 1965. Después de años de discusiones, la idea de construir


un estadio nuevo toma forma en lugar de renovar el antiguo Rote Erde. El
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Revista#03
PerarnauClub
proyecto se congela hasta que la ciudad de Colonia decide no construir un
nuevo estadio y renuncia a ser sede del Mundial de Alemania Occidental
1974. El gobierno de la ciudad de Dortmund quiere construir un nuevo
estadio, pero el problema de la financiación no se resuelve. Hasta que, en
octubre de 1970, se llegó a un acuerdo: el 80 % de los gastos, unos 17M€ de
la época, serán sufragados por la DFB (Deutscher Fussball Bund -Asociación
Alemana de Fútbol-), la República Federal de Alemania, la lotería nacional y
ciertas donaciones. La ciudad pondrá 3M€.

Con la construcción del nuevo estadio crece el entusiasmo hacia el fútbol


en Dortmund: desde su inauguración, 45.000 espectadores iban a ver al
Dortmund cada jornada. A partir de 1992, el club empieza a remodelar el
estadio a lo largo de diversos procesos de renovación y ampliación del aforo,
mediante los cuales se acaba pasando de los 45.000 espectadores iniciales
de 1974 a los 80.552 de la actualidad.

Tras probar con Bert van Marwijk, Jürgen Röber


y Thomas Doll, los éxitos siguen sin llegar.
Entonces, deciden buscar a alguien todavía más
cercano a los valores del club. De menos nombre,
pero de mayor sinergía: Jürgen Klopp […].

NUEVA POLÍTICA DE FICHAJES

Cuando Hans-Joachim Watzke coge las riendas del club, la situación


económica es insostenible y la política de fichajes realizada por sus
predecesores se ha confirmado inviable y traumatizante a todos los niveles.
Watzke decide, pues, realizar un plan de trazabilidad que garantice el porvenir
deportivo y económico del club en los próximos años. El director deportivo y
exjugador del Dortmund, Michael Zorc, y Watzke se reúnen y, codo con codo,
buscan la solución idónea que se ajuste a las necesidades del club.

No hay dinero suficiente para fichar jugadores contrastados, así que la


opción pasa por contratar jugadores jóvenes. Los aficionados del Dortmund
se identifican sobremanera con los jugadores luchadores y que dejan la
sensación en el campo de querer al club. Las nuevas bases en las que se
basa la identidad del club están. Ahora sólo falta el hombre adecuado para
el proyecto. Tras probar con Bert van Marwijk, Jürgen Röber y Thomas Doll,
los éxitos continúan sin llegar. Entonces deciden buscar a alguien todavía
más cercano a los valores del club. De menos nombre pero de mayor sinergia:
Jürgen Klopp, un hombre que propone un fútbol atractivo y agradecido en un
equipo modesto como el Mainz 05.

El éxito del actual equipo de Klopp no tendría sentido sin el minucioso trabajo
de scouting realizado por el club. La labor que realizan Michael Zorc y los
ojeadores del club (entre ellos, Edin Terzic o Richard Müller en los últimos
años) es formidable, fichando jugadores jóvenes de un talento sensacional
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Revista#03
PerarnauClub
y que se adaptan perfectamente al club. Tal y como ha descrito Watzke en
reiteradas ocasiones, antes de fichar a un jugador no sólo se elabora un perfil
futbolístico, sino que se lleva a cabo un perfil psicológico con el fin de analizar
si el jugador es susceptible de adaptarse a la filosofía del club.

Cifras económicas de altas y bajas desde la llegada de Klopp:

• Temporada 2008-09
• Altas: 13.750.000 €
• Bajas: 12.300.000 €

• Temporada 2009-10
• Altas: 9.400.000 €
• Bajas: 4.850.000 €

• Temporada 2010-11
• Altas: 6.400.000 €
• Bajas: 4.300.000 €

• Temporada 2011-12
• Altas: 11.500.000 €
• Bajas: 12.140.000 €

• Temporada 2012-13
• Altas: 26.650.000 €
• Bajas: 33.300.000 €

• BALANCE: - 810.000 €

El Dortmund compra barato y vende caro. Le saca la mayor rentabilidad


posible a los fichajes y, a la vez, permite a los jugadores figurar y evolucionar
en un estupendo escaparate en el que mostrarse ante los equipos más
ricos de Europa. No pueden competir contra los salarios de dichos equipos
y, tarde o temprano, saben que se tendrán que desprender de alguno de
sus jugadores. Sin embargo, siempre tratan de planificar cada movimiento
futuro y disponer de los recursos necesarios para mantener el nivel. Desde
que el Dortmund está en la cima del fútbol alemán, cada temporada se han
ido una o dos piezas clave. Y, hasta el momento, a la vista está que ha dado
con el recambio ideal para dichas piezas. Ahora “sólo” deben mantener esa
precisión porcentual de aciertos.

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Revista#03
PerarnauClub
RICKEN Y LA APUESTA POR CANTERA Y FORMACIÓN

En un equipo cuya filosofía es la de dar oportunidades a los jóvenes jugadores,


la estructura formativa constituye un activo capital. Lars Ricken, en tanto
que coordinador de las categorías inferiores, está realizando un trabajo
superlativo. Ricken es, precisamente, el modelo perfecto en el que reflejarse
para los jóvenes que pisan la cantera de Dortmund. Nacido y criado en la
ciudad, Ricken llegó al primer equipo, fue internacional con la Mannschaft y
anotó un gol en la final de la Champions que el Borussia Dortmund ganó.

El trabajo de scouting es incesante en el contexto formativo del Dortmund.


Ojean de manera muy pormenorizada y continuada a los mejores jugadores
jóvenes de Alemania y del extranjero. La cantera del Dortmund opera como las
más punteras y avanzadas del mundo y consigue captar y atraer a jugadores
de enorme potencial: Koray Günter, Jeremy Dudziak, Marcel Deelen o Lennart
Zeugner están llamados a ser la próxima gran generación de canteranos con
acceso al primer equipo.

Se les ofrece y pone a disposición todas las facilidades para que triunfen,
tanto a nivel deportivo como educativo, y acoplen los nuevos métodos de
entrenamiento a su rutina de trabajo. Mención especial para la tecnología
Footbonaut que se utiliza en Dortmund. Un sistema tremendamente
innovador y que es una especie de recinto en la cual los jugadores, que han
sufrido una lesión, pueden volver a experimentar las sensaciones de un
partido real y volver a coger toque técnico mediante controles de balón y
pases precisos, tutelados por el sistema de control de dicha máquina. El
club tiene depositadas grandes expectativas en este proyecto y espera que,
en un futuro, la Footbonaut también ayude a los entrenadores a la hora de
preparar los partidos, al permitir dicha tecnología poder simular y recrear un
determinado ritmo y frecuencia de juego.

Jürgen Klopp llegó al Borussia sin hacer mucho


ruido, pero el impacto de sus métodos y el buen
fútbol desplegado por una nueva generación de
oro del fútbol alemán han devuelto el orgullo y
la solera a la ciudad y al club.

KLOPP, EL HOMBRE ADECUADO

Watzke y Zorc creyeron que la leyenda del Mainz 05 era el hombre adecuado
para la reconstrucción de un Dortmund que buscaba una nueva identidad.
Jürgen Klopp llegó al Borussia sin hacer mucho ruido, pero el impacto de sus
métodos y el buen fútbol desplegado por una nueva generación de oro del
fútbol alemán han devuelto el orgullo y la solera a la ciudad y al club.

Cuando Klopp llega a Dortmund en el verano de 2008 se trae consigo a uno


de los mejores centrales de Europa, Neven Subotic, por 4,5M€. Asimismo,
empieza a confiar en un joven lateral zurdo llegado de la cantera, procedente
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Revista#03
PerarnauClub
del Magdeburg, de nombre Marcel Schmelzer. Con la
absoluta confianza de Watzke y Zorc, Klopp comienza
a trabajar en la mejora de la plantilla y la implantación
de un modelo de juego moderno. Al tiempo, llega, pro-
cedente del Bayern y en calidad de cedido, un joven
Mats Hummels de apenas 20 años, que jugaba como
pivote defensivo y al cual se reubica como central.
Jugadores como Nuri Sahin que, el año anterior, ha-
bía sido cedido al Feyenoord para acumular minutos
competitivos, Roman Weidenfeller, Sebastian Kehl o
Jakub Blaszczykowski ya formaban parte de la plan-
tilla. Felipe Santana llega del Figueirense en invierno.
Concluyen en sexta posición aquella temporada con
un épico empate 3-3 en el Westfalenstadion ante el
Schalke 04.

La temporada siguiente el proyecto sigue evolucio-


nando con la compra definitiva de Matts Hummels,
el fichaje de Lucas Barrios y la llegada de Sven Ben-
der y Kevin Grosskreutz. Poco a poco, se percibe con
más claridad la intención de Klopp de jugar con un
sistema muy vertical en el que el toque de balón co-
bra una importancia muy elevada. La temporada es
decepcionante a nivel de resultados y se acaba en el
quinto puesto en Bundesliga y se encajan más de 40
goles. No obstante, el fichaje de Hummels se confir-
ma como un gran acierto.

El buen trabajo trae al fin los frutos anhelados y, en la temporada 2010-11,


se alza de nuevo con el título de liga tras un final de campeonato sensacional.
Elegancia, brillantez, eficacia, calidad y seguridad defensiva definen el juego
del equipo y las virtudes mostradas por el mismo a lo largo de esa campaña.
Las llegadas de Lukas Piszczek, Robert Lewandowski y Shinki Kagawa apor-
tan todavía más calidad y futuro. Aunque, de entre todos ellos, sobresale un
jugador: un chico llamado Mario Götze, que irrumpe en el escenario futbolís-
tico jugando un fútbol pocas veces visto en el Westfalenstadion. Un punto de
inflexión decisivo en la temporada es la victoria por 1-3 en el Allianz Arena
contra el Bayern, en un partido en el que Hummels anota un gol y consigue
reivindicarse ante el que fue su club de niñez y la institución en la que se
formó. Hasta un total de cinco jugadores borussen forman parte del once del
año publicado en la revista Kicker.

¿El resto de la historia? Ya la conocen. Doblete Bundesliga y DFB-Pokal en


2011-12, semifinales de Champions en 2013, 4-1 ante el Madrid en la ida,
Lewandowski, Götze, Reus, Klopp y… Wembley. Eso eso: Echte Liebe!

Borja Rodríguez
@BoaBachmann7

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Revista#03
PerarnauClub
LAS
EMIGRANTES
Pablo Cervantes

Inimaginable hace unos años: el fútbol femenino


español está en fase de exportar sus mejores
talentos. Jugadoras de primer nivel y también
entrenadores reciben en el extranjero condiciones
y valoración que, en algunos casos, no habían
encontrado aquí. La emigración es un hecho,
aunque todavía pueda hablarse de una minoría.
Como en tantos otros ámbitos del deporte, la
materia prima es espléndida, pero las condiciones
para desarrollarla dejan mucho que desear y
generan esta fuga de talentos.

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Revista#03
PerarnauClub
P
oco a poco y tras un montón de cambios, la Primera División de fútbol
femenino va haciéndose más competitiva. Sin embargo, si una jugadora
de fútbol quiere dedicarse en serio a vivir de su deporte, tiene que
emigrar. No es que fuera de España aten los perros con longaniza, nada más
lejos de la realidad, pero existen oportunidades para quien tenga la ambición
y valentía de perseguirlas. Coger el petate, carretera y manta. Meterse en el
tren antes que se vaya, que a lo mejor no vuelve a pasar. “Movilidad exterior”,
según nuestros mandamases. Si aquí no hay pan, habrá que buscarlo fuera.
Quizás en Alemania, Estados Unidos, Suecia… o ¿Rusia? ¿Islandia? ¿Qatar?

La “marca España” sí funciona en fútbol. Independientemente del ranking FIFA


y el palmarés de nuestras selecciones femeninas, el deporte en su totalidad
se ha beneficiado de la buena prensa de nuestro balompié. El mundo pone su
mirada con interés en el fútbol femenino de un país que no tiene más remedio
que estallar definitivamente en los próximos años. Además, ha coincidido
que hay materia prima para exportar, jugadoras de clase mundial a las que
la Primera División se les queda pequeña. Y no es que sea ni mucho menos
un fenómeno nuevo, porque aventureras y valientes existieron en diferentes
épocas; como Mar Prieto, que viajó hasta Japón buscando vivir de lo que
más le gustaba, o como Conchi Amancio en los 70, que se marchó a Padua
(Italia) con 15 años para pasar nada menos que veinte años ganando diez
scudettos y cinco coppas.

ENCONTRAR EL SITIO

Amancio es una de las grandes jugadoras españolas de todos los tiempos,


sin embargo nunca jugó con la Selección de manera oficial. Es un caso que
se parece vagamente al de otra emigrante ilustre, la madrileña Laura del
Río, de la que muchos recuerdan sobre todo el episodio de conflicto con el
seleccionador nacional, Ignacio Quereda, tras su fichaje por Boston que le
apartó definitivamente del equipo español, pese a que ella repite por activa y
por pasiva haber pasado página: “No voy a entrar en si voy a la selección o no
voy y por qué; ahora ya me centro en mi carrera en Bristol”. Laura es una de
las mayores trotamundos de nuestro país y sus botas han pisado los campos
de dos de las ligas más fuertes del globo. Tras ser la máxima goleadora de
la Euro Sub-18 del año 2000, su carrera en España estuvo marcada por
el éxito, especialmente en el Levante: “Las dos últimas temporadas en el
Levante fueron las mejores a nivel personal, aunque quiero pensar que el
mejor año está aún por venir”, dice sobre su triunfal etapa española, la que
en definitiva le llevó a dar el salto a EE UU.

A sus 31 años, y tras pasar por Alemania y América, Laura llegó el año
pasado a Inglaterra y afirma haber encontrado su sitio en la pequeña Bristol:
“Aquí vuelvo a sentir responsabilidad, a veces demasiada, por mi experiencia
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Índice
Revista#03
PerarnauClub
y por ser una de las veteranas del equipo. Hacía tiempo que no me ocurría.
Las jugadoras —y el club también— saben de dónde he venido, los equipos
en los que he jugado”. La autoridad que le da su experiencia en diferentes
equipos del mundo ha afectado inevitablemente a la parcela deportiva: “No lo
sentía desde que jugué en el Levante. Mi rol aquí me vuelve a recordar cosas
de cómo jugaba antes. Tengo un estilo de juego que a lo mejor va variando,
adaptándose dependiendo de la liga en la que compito. En la inglesa estoy
mezclando un poco lo que mejor se me da: velocidad y fuerza, pero también
técnica. Además, a mi entrenador le encanta jugar al toque, nada de balonazo
largo, por lo que me identifico mucho con el juego”.

Quizás no sea el club que pueda ofrecer los mejores sueldos del panorama
futbolístico, pero la intención es crecer cada año. “El trato que me han dado
es increíble. Es un club muy humilde que intenta dar todo a las jugadoras de
fuera y a las de casa”, dice Laura, y continúa: “El cariño que he recibido hacía
mucho que no lo sentía”. A este familiar Bristol acaba de llegar también Natalia
Pablos, una histórica del Rayo Vallecano y el fútbol español, que deja un récord
de un gol por partido con la franja roja (más de 300) y se lanza a cambiar de
aires movida por una mezcla de motivos personales y profesionales.

Laura del Río dio su primer salto internacional buscando “vivir del fútbol” en
2008, cuando llegó al Indiana FC, tras ganar la Superviga, donde coincidió
con otra habitual viajera, la también madrileña María ‘Mery’ Ruiz. Si Laura del
Río creció poco a poco, el impacto de Mery en EE UU fue inmediato. Ya había
ganado un año antes el título nacional de la WPSL con Indiana, siendo además
MVP de la Final Four. Pasó haciendo ruido por dos históricos como Estudiantes
de Huelva y Espanyol antes de destacar en el Indiana y, más tarde, en Buffalo
Flash, franquicia de origen del actual Western New York Flash. Actualmente,
Mery se encuentra en Rusia, país al que llegó hace tres años deslumbrada por
los sueldos (alrededor de 2.500 euros) y sin saber ni una palabra del idioma. La
delantera acudía al campo con chuletas en las que tenía apuntadas palabras
clave para entenderse en los entrenamientos. Mucho tiempo después, está
cerca de ganar la liga con su nuevo equipo, el Zorkiy.

Laura del Río (Bristol Academy) Natalia Pablos (Bristol Academy)

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Revista#03
PerarnauClub
“Disputar una liga competitiva es lo ideal para poder afrontar luego una
competición con rivales tan fuertes como Francia o Inglaterra en la Eurocopa”,
comenta otra de nuestras ilustres emigrantes en EE UU, la delantera Adriana
Martín. Para la ambiciosa turolense no es ninguna novedad cruzar el charco
y, de hecho, es su tercer año disputando competiciones en Estados Unidos,
pero quizás en este quiera dar un paso más en su carrera: “El objetivo tiene
que ser pelear por la liga. Equipo hay. Evidentemente, el club lleva ganando
tres años consecutivos y será el equipo al que todos quieran ganar. El
Western tiene que ir a por todas, a pelear por el título”. Adriana es una de las
estrellas de una nueva liga americana que comienza con apoyo popular y la
intervención directa de la Federación.

Tyresö se ha vuelto a fijar en el fútbol español


para reforzar su plantilla este año. Tony
Gustavsson buscaba una jugadora de ataque
tras la baja por maternidad de Madeleine Edlund,
y se la encontró casi de casualidad.

COMPATRIOTAS EN UN GRANDE

“El primer año es la novedad, te hace gracia ver nevar y tal, aunque el segundo
año se hace largo el invierno. Cada día que me levanto tengo que quitar la
nieve del coche, esperar que se descongele… pero lo llevo bien, porque al
final paso muchas horas en el campo mientras hay luz solar y no es como
si estuviera haciendo otro trabajo. Dedicarme al fútbol lo compensa todo”,
comenta sobre su rutina en Estocolmo la que es, sin duda, la jugadora de
moda del fútbol español, Vero Boquete, que afronta su segunda temporada en
el Tyresö sueco, con el que se convirtió el año pasado en la primera española
en ganar la Damallsvenskan, así como el premio a mejor centrocampista.
Pero para que a la gallega se le reconociera su sitio en el fútbol mundial
tuvo que proclamarse antes MVP por votación popular de la antigua liga
estadounidense, donde además fue subcampeona: “Allí me veían como la
jugadora diferente a lo que están acostumbrados a ver, de esas futbolistas
que se salen de la norma. Valoran mucho mi estilo de juego, es algo nuevo
para ellos”. El prestigio que adquirió en EE UU le llevó al Energiya ruso, paso
agridulce a la postre: “Fue una experiencia más y de todo saco lo positivo,
pero a nivel deportivo sufrí mucho porque no era lo que esperaba. Los
entrenamientos iban encaminados a ese otro fútbol que a mí no me favorece
y que tampoco creo en él”.

Y como si de un filón se tratase, Tyresö se ha vuelto a fijar en el fútbol español


para reforzar su plantilla este año. Tony Gustavsson buscaba una jugadora
de ataque, tras la baja por maternidad de Madeleine Edlund, y la encontró
casi por casualidad. El entrenador quiso acudir hace unos meses al amistoso
que disputó en Murcia la selección española, a fin de ver las evoluciones de
Vero Boquete en el equipo nacional. Allí comprobó la calidad de otra jugadora,
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Revista#03
PerarnauClub
Jennifer Hermoso Fuentes, la mediocampista del Rayo Vallecano que hacía
poco que tenía un puesto con España y que se había hecho con él a base de
grandes actuaciones. Jenni probó con el campeón sueco en pretemporada,
demostrando actitud además de sus cualidades técnicas, y tras un partido
contra Örebro en el que la española anotó y dio una asistencia, el cuerpo
técnico decidió que era la jugadora perfecta para el nuevo proyecto que tiene
como objetivo la final de Champions de 2014.

“Aquí en EE UU las jugadoras no son mejores.


En España hay más jugadoras con talento, pero
aquí trabajan más, son más fuertes, rápidas,
competitivas física y mentalmente… y también les
dan más oportunidades en todos los aspectos (…)”

PIZARRA CON DENOMINACIÓN DE ORIGEN

Las jugadoras de fútbol están bien vistas fuera de nuestras fronteras, gracias
entre otras cosas a los éxitos de las categorías inferiores, pero España
también exporta técnicos de talento. Recientemente, Patricia González,
exentrenadora del Rayo B, decidía cambiar Madrid por Azerbaiyán, país
que en 2012 fue sede del Mundial Sub-17 y está apostando relativamente
fuerte por el fútbol femenino. La joven de 25 años se sacó en muy poco
tiempo los tres niveles de entrenadora después de verse forzada a colgar
las botas por una lesión de espalda. El pasado mes de febrero se lanzó a la
aventura de tomar las riendas de la selección Sub-19 azerbaiyana a través
de una agencia de representación. El viaje largo y el destino exótico, aunque
las comodidades (vivienda, intérprete, chófer…) y la ilusión por dedicarse a
tiempo completo al fútbol compensan.

Antes que González, otros cogieron su pizarra y se embarcaron en un vuelo en


busca de realizar sueños. Pedro Martínez Losa fue responsable de una de las
mejores épocas del Rayo Vallecano y ahora pertenece al equipo técnico del
Western New York Flash: “Me gustaría decir, como estimulo a las jugadoras
españolas, que aquí en EE UU las jugadoras no son mejores. En España hay
más jugadoras con talento, pero aquí trabajan más, son más fuertes, rápidas,
competitivas física y mentalmente… y también les dan más oportunidades
en todos los aspectos”. Pedro llegó por deseo expreso del que es ahora su jefe,
el técnico Aaran Lines: “Yo le dije que sí, pero que era un poco difícil tomar
una decisión así y dejar tu casa, tu trabajo en el cole, tu propia empresa… Él
insistió y buscó la fórmula para poder traerme y que yo estuviera contento,
y al final lo consiguió”. Su perspectiva con respecto al fútbol femenino se ha
ampliado un año después: “En España hay que empezar por priorizar, pero
hay cosas que no van a cambiar, al menos a corto plazo. Lo más importante
es el concepto social del deporte femenino, de la mujer deportista y de la
futbolista. Ellas solas no lo pueden cambiar, aunque sí tienen mucho que
decir en ello”.
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Revista#03
PerarnauClub
Jenni Hermoso y Vero Boquete (Tyresö) Patricia González y Ricardo da Silva (Azerbaiyán Sub-19)

ESTUDIAR Y JUGAR

Las opciones que ofrece un país mastodóntico como Estados Unidos son
innumerables y la de obtener una beca en una universidad americana es muy
atractiva para muchas jugadoras españolas. Cualquier futbolista federada
tiene opciones de entrar en el programa deportivo de alguna institución
estadounidense, donde la competencia no tiene nada que envidiar a la de
ligas semiprofesionales, aunque las diferencias en el juego sean evidentes.
La central Silvia Espelt, que lleva ya varios años compaginando sus estudios
de fisioterapia con el campeonato de la NCAA defendiendo la camiseta de
Clayton State, es un buen ejemplo. O el de la exportera del FC Barcelona, Eli
Sarasola, que tras acabar un buen ‘Fall semester’ en College of Charleston
ha dado el salto al Colorado Rush de la W-League, la liga semiprofesional
por la que ya pasaron otras compatriotas. “Estoy deseando que empiece
ya”, reconoce Eli, que ve en el cambio una gran oportunidad.

Una de las últimas incorporaciones al fútbol universitario fue Sara Sanaú, la


exjugadora del Prainsa Zaragoza, que consiguió negociar una beca completa
en Asa College y vivirá este año la experiencia de habitar la Gran Manzana:
“Lo más difícil será estar separada de mi familia, a la que considero un apoyo
fundamental”.

SOLUCIONES CREATIVAS A LA DEPRESIÓN

Más allá de las grandes ligas existen nichos en los que jugadoras de
categorías inferiores pueden encontrar una oportunidad de crecimiento en
un entorno adecuado, aunque para ello haya que desplazarse lejos, quizás
a un sitio tan exótico como Qatar. Blanca Crespo y Gisella Brandis son dos
futbolistas relacionadas con el entorno del Pozuelo de Segunda División, que
se embarcaron hace unas semanas en la liga del país árabe a través de un
contacto amigo. El Comité de Deportes de la Mujer de Qatar está interesado
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Revista#03
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en darle un empujón a la liga femenina, dentro de un programa que engloba
a otras categorías del fútbol de cara al Mundial 2022. Blanca y Gisella son
las dos primeras jugadoras profesionales de una competición que se juega
prácticamente a puerta cerrada, ya que por motivos religiosos los hombres
no pueden verlas jugar. Su equipo, gestionado por mujeres, dispone de todas
las facilidades necesarias, como un terreno de juego de césped natural e
instalaciones deportivas de alto rendimiento.

Ya sea por la experiencia vital, por cuestiones puramente económicas, por


inquietudes a nivel deportivo, para aprender idiomas, para progresar en
los estudios o por una mezcla de todas las cosas, el fútbol español no es
ajeno a nuestros tiempos y ha abierto una puerta hacia el exterior que cada
vez cruzan más mujeres. Lo que hace años era una anécdota ahora es una
solución real e interesante para un montón de futbolistas de muy diferentes
niveles. España es ya un país que exporta fútbol femenino.

Pablo Cervantes
@ProtagonistasDJ

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LA GIMNASTA
ETERNA
Pablo Beltrán

Contraviniendo todas las convenciones, cabalgó de Juegos


Olímpicos en Juegos Olímpicos sin importarle la edad, cam-
biando de nacionalidad, compitiendo contra rivales que po-
dían ser sus hijas. Afrontó el reto terrible de salvar la vida de
su hijo gravemente enfermo, superó desafíos, siguió volan-
do en cada salto como si la edad no existiera. Ganó nuevas
medallas, conquistó los corazones del aficionado y no hubo
lesión que la apartara del potro. En su sexta cita olímpica,
Londres 2012 debía ser el final pactado, pero a los 37 años
todavía no sabemos qué día firmará su retirada, quizás por-
que ha decidido esquivar esa firma. Oksana Chusovitina, la
gimnasta eterna.

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¿Q
ué les parece si les explico una historia sin un final? No, no se trata
de una broma. Su protagonista será quien dirá cuándo llegará ese
fin. Todo parecía indicar que el suyo tenía una fecha concreta
marcada en el calendario: la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres.
Pero ella parece que quiere prolongar un sueño.

Más que de una historia, se trata de un sueño. Es el sueño eterno de cualquier


persona, el sueño de volar, de no detenerse por nada, y menos por la edad.
¿Sueño, volar, edad? Sí, tres elementos que en sí mismos no parecen poseer
ninguna conexión, pero que tienen mucho en común: la protagonista de esta
historia inacabada pero llena de elementos que nos harán reflexionar sobre
muchos aspectos, más allá del deporte.

Es una lección de cómo afrontar la vida. El principio de una carrera larga


que sirve para entender cómo afrontar situaciones, más allá de lo sencillo,
lo previsible o lo cómodo. Cómo rebelarse ante los duros golpes que te
puede dar la vida con firmeza, convicción y pasión. Tres conceptos que la
protagonista siempre tiene presentes y nunca olvidará. Tres aspectos que la
han convertido en leyenda. Por derecho propio. Porque ella así lo ha querido.
Porque no se ha conformado y siempre ha luchado por lo que más quiere: su
hijo. Gracias a su gran pasión: la gimnasia artística.

“Yo amo este deporte y no puedo vivir sin la gimnasia artística”. Esta frase
la pronunció Oksana Chusovitina durante la emisión de un reportaje por
parte de la televisión alemana, a las puertas del Campeonato de Europa
de 2011 en Berlín. A cualquiera que no conozca quién es Chusovitina,
leer esta frase le parecerá, tal vez, una obviedad. Una simple declaración
de intenciones. Ni más, ni menos. Como cualquier otra. En el caso de la
protagonista tiene un valor que no se puede cuantificar. En un deporte
como la gimnasia artística donde prevalece la etiqueta de que, una vez
superados los 30 años, estás fuera del primer orden competitivo, Oksana
se ha encargado de romper el tópico. En aquel Campeonato de Europa
logró un hito histórico: fue la primera gimnasta que con 35 años competía
en una cita de tal nivel. Un logro que quedó en anécdota al tomar parte en
el Mundial y los JJ. OO. en 2012. Con 37 anunció que su camino acababa
en tierras londinenses.

Uno de los detalles que agigantan su


figura es que desde 2010 compagina
competir con ser entrenadora.

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¿RETIRO DEFINITIVO?

Pero no. La gimnasta eterna sigue al pie del cañón. El próximo 19 de junio
cumplirá 38 años y sigue siendo la misma que se dio a conocer al mundo
cuando apenas contaba con 15, en unos Juegos de la Buena Voluntad,
representando a la URSS en 1990. Hace poco menos de un mes participó en
la Challenge Cup en Cottbus (Alemania), una competición no muy importante
a nivel de prestigio o repercusión mediática, pero sí destacable, ya que tiene
un carácter internacional. Se ausentó la gimnasta dominadora del presente,
la rusa Anna Dementieva, por lesión. Sin embargo, este detalle no debe
ensombrecer unos resultados excelentes de Chusovitina (ganadora del
concurso de salto, su disciplina preferida y séptima en la barra de equilibrio).

Por si fuera poco, el 17 de noviembre de 2012 recordó su primer gran


momento como gimnasta. Junto con otros grandes deportistas de esta
disciplina, como el también reconocido gimnasta bielorruso, Vitaly Scherbo,
compitió en el Memorial Blume en Barcelona, con motivo de la conmemoración
del 20º aniversario de la celebración de los JJ. OO. en la Ciudad Condal. En
esta cita, finalizó quinta en el concurso individual. Un logro que le sirvió casi
de autorregalo, en una cita donde se la homenajeó junto al propio Scherbo.

Chusovitina es más que una gimnasta. Es una leyenda. Pero en activo. Su


historia sigue escribiéndose. Admiradora de los gimnastas Yelena Shushunova
y Valentin Mogilny aunque tiene mucho de autodidacta su trayectoria, algunos
detalles de sus biografías y sus carreras deportivas sirvieron de motivación a
Oksana. Especialmente destacable la figura de Shushunova por dos detalles:
sus grandes logros en un periodo corto y complicado, desde 1980 a 1988,
con un boicot en unos JJ. OO. incluido; y conocer que, a pesar de que muchos
de sus ejercicios fueron suspendidos al ser considerados peligrosos, fue una
de las mayores innovadoras de la gimnasia artística en los años en que se
iniciaba la propia Chusovitina en este deporte.

Oksana Chusovitina en tres


momentos de su carrera deportiva

La historia se agranda entre otros motivos también por dos de los valores
sobre los que gira su ideario: constancia y trabajo. Como dijo alguien:
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“En todo el mundo, la única entrenadora de un equipo nacional que es
mejor que sus estudiantes es Chusovitina”. Porque uno de los detalles
que agigantan su figura es ese: desde 2010 compagina competir con ser
entrenadora. En el primer caso, bajo la bandera alemana. En el segundo,
con la de Uzbekistán, su casa, donde nació. Es decir, que mientras dirige,
se entrena. Es a la vez, profesora y alumna.

Y ante todo, es el ejemplo de que si quieres ser mejor, puedes dejar de serlo.
Pero si eres constante, tal vez no llegues al primer escalón del podio, pero
mantendrás un nivel competitivo a destacar, muy próximo al de las gimnastas
del presente, aquellas que podrían ser sus hijas por edad. Toda la pérdida
de físico que ha sufrido Oksana, lo ha ganado en experiencia, constancia y
amor por su deporte. Es el espejo en el que se miran muchas de sus rivales.
Y, especialmente, todas sus alumnas: las representantes de la selección
uzbeca femenina. Una de ellas, Daria Jeselorava, lo resume así: “Oksana es
para nosotros un modelo a seguir. Nos ofrece su experiencia y estamos muy
agradecidas de trabajar con ella”.

La gimnasia artística explica la vida de Chusoviti-


na. Y Chuso, una parte importante de la historia de
la gimnasia artística.

SUS COMIENZOS REPRESENTANDO A LA URSS

Volvamos unos años atrás. Aproximadamente unos treinta. Cuando el


mundo era distinto al actual. En una localidad de la extinta URSS y que
forma parte de la actual república independiente de Uzbekistán: Bukhara, la
quinta localidad más grande de este país independiente desde 1992, nació
Oksana Aleksandrovna Chusovitina. Chuso, como le conocen sus familiares
y amigos. Y lo hizo en el seno de una familia humilde. Era la más joven de
cuatro hermanos. Su afición por practicar la gimnasia le llegó de parte de uno
de ellos, quien, sin embargo, al poco tiempo decidió abandonar la práctica
deportiva. Sorprendentemente, ella le cogió un cariño que hoy día sigue
vigente. Por simplificar: la gimnasia artística explica la vida de Chusovitina. Y
Chuso, una parte importante de la historia de la gimnasia artística.

Al poco tiempo, toda la familia se trasladó a Taskhent (actual capital de


Uzbekistán), donde Chuso y sus hermanos se educaron. “Empecé a practicar
gimnasia con chicos, porque quería intentar ponerme a su nivel, no al de las
chicas como yo”. Su cuerpo, menudo y flexible (1,53 de estatura por 43 kilos),
es idéntico ahora que cuando se inició en este deporte hace tres décadas.

El primer gran resultado a nivel internacional fue consecuencia de un trabajo


intenso y una dura disciplina, habitual en los países que conformaban el telón
de acero. Y es que, a los 12 años se trasladó desde su casa a Moscú, a un
centro de entrenamiento de alto rendimiento soviético en la capital. Abandonó
el hogar y el Instituto de Bachillerato y Educación Física de Taskhent, para
trasladarse a otra ciudad, una gran metrópolis, un nuevo entorno. Iniciaba
una aventura. “Sí, era realmente un poco difícil para mí porque se debía
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cumplir una misma rutina todos los días. Entrenar tres veces al día. Comer
tres veces al día. Y, a veces, tenía que ir al colegio después de la tercera
sesión de entrenamiento. ¡Nos queríamos morir! Y a menudo dormíamos muy
poco”, es el resumen que la propia gimnasta hace de esos años en Moscú.

El rigor, la disciplina soviética en su máxima expresión, aplicada al deporte.


Una manera de crear competitividad y presentarse al mundo, frente a los
estadounidenses, también enemigos en esta área, y no solo a nivel económico,
político… El resultado de un trabajo tan duro ya se conoce: una carrera con
pasos acelerados. Un ejemplo para muchas gimnastas de hoy en día, de las
que comienzan a labrarse un futuro. O un espejo donde mirarse aquellas que
tienen dudas sobre si dedicar parte de su adolescencia a ser gimnastas.

En 1989, con 14 años, comenzó a competir en cate-


goría sénior a nivel internacional, antes de que mu-
chas de sus actuales rivales hubiesen nacido.

DE LA URSS A LA CEI: PRIMERA MEDALLA OLÍMPICA

Su debut internacional tuvo lugar en 1987, en la categoría júnior. Un año


después, ganó el campeonato nacional de la URSS de su categoría. En 1989,
con 14 años, comenzó a competir en categoría sénior a nivel internacional,
antes de que muchas de sus actuales rivales hubiesen nacido. Así, comenzó
a coleccionar, como quien no quiere la cosa, medallas y títulos. En Europeos,
Mundiales y en los Juegos de la Buena Voluntad. Paralelamente a la caída
del muro de Berlín, se vivían en el gran país del telón de acero movimientos
independentistas. La URSS caminaba hacia su desintegración. Aún así, le dio
tiempo para participar con su bandera en el Mundial de 1991 en Indianápolis
(EE UU), donde consiguió dos oros (en suelo y por equipos).

La desaparición de la URSS como estado se confirmó unos meses después.


Nacían nuevos países y se abría un futuro distinto. Por ello, en plena carrera
hacia los JJ. OO. de Barcelona 1992, como muchos otros deportistas,
Chusovitina debutó en una cita olímpica bajo la bandera olímpica,
representando al Equipo Unificado, conocido también como CEI (Comunidad
de Estados Independientes), de la que formaban parte todas las repúblicas
exsoviéticas, salvo las bálticas (Lituania, Letonia y Estonia). En Barcelona’92
logró su primera medalla olímpica: el oro por equipos. En tierras españolas,
ese sueño de volar se convirtió en realidad. Y con solo 17 años.

Otro de los aspectos que convierten a Chuso en leyenda, además de lo ya


explicado, tiene su principio en tierras españolas. La gimnasta es una de las
deportistas que en más JJ. OO. ha participado, un total de seis desde la cita
en Barcelona. Además de la Ciudad Condal, Atlanta, Sídney, Atenas, Pekín
y, por ahora, Londres conocen la huella que ha dejado la menuda deportista.
Por si fuera poco, comparte junto a Svetlana Boguinskaya el honor de
haber representado a tres federaciones distintas en las citas olímpicas.
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Chusovitina, a la CEI (1992), Uzbekistán (1996, 2000, 2004) y Alemania
(2008 y 2012); Boguinskaya, a la URSS (1988), la CEI (1992) y Bielorrusia
(1996). En el caso de Chuso, serían cuatro las federaciones a las que ha
representado si ampliamos las competiciones a Campeonatos del Mundo, de
Europa, a los tres Juegos Asiáticos y los tres Juegos de la Buena Voluntad
que figuran en su currículum.

Aunque no comenzó como una gimnasta especialista en un aparato, es indudable


que el salto es su preferido: posee el récord de más medallas individuales ganadas
en Campeonatos Mundiales, con ocho. Y, como huella de su legado, más allá de
su figura, deja un ejercicio con su nombre: el salto Chusovitina. Se trata de un
salto mortal extendido con pirueta y media, con extensión hacia adelante y una
dificultad técnica de partida establecida en un 6,6.

UZBEKISTÁN, MATRIMONIO Y PRIMERA RETIRADA

“Después de mis primeros Juegos Olímpicos, aunque había bastante gimnasia


en mi vida, durante un año solo fui tres veces al gimnasio. No estaba segura de
si continuar o no. Y después de un periodo suficientemente largo, mi cuerpo
sentía como que ‘sí, Oksana: yo quiero volver a la gimnasia’. Y lo hice. Volví a
empezar otra vez y nunca paré”. Estas reflexiones de Chusovitina, muchos
años después, explican que si bien una parte de ella deseaba retirarse ya
en 1996, otra le instaba a competir, a no abandonar esa parte de sí misma.
Así, comenzó un nuevo ciclo olímpico bajo la supervisión de la entrenadora
Svetlana Kuznetsova, en casa, en Uzbekistán, tras dejar atrás la preparación
en el centro de alto rendimiento soviético de Moscú.

Y llegó Atlanta’96, otro de los momentos importantes para esta heroína,


donde empieza su leyenda fuera del deporte. Tras mantener una relación con
el luchador uzbeco Bakhodir Kurpanov, tras la clausura de la cita olímpica,
contrae matrimonio con él. No fue sencillo: Chusovitina pertenecía a una
familia de creencias cristianas ortodoxas, mientras Kurpanov era musulmán.
Se suele afirmar que lo que une el amor nada lo rompe, por muchas barreras
que haya en el camino. En este caso, pese a las reticencias de ambas familias,
una vez más, el dicho se cumplió y contrajeron matrimonio.

La felicidad de ambos, el comprender su situación (ambos deportistas


reconocidos y competitivos), hizo que la relación fuera fuerte y firme desde el
primer instante. A los dos años de matrimonio, Oksana se planteó ser madre.
Muchas deportistas de alto nivel lo hacen aunque, en ocasiones, signifique el
final de la competición. Sin embargo, el caso de Chusovitina es una excepción:
deportista femenina, madre y gimnasta. Un coctel, a priori, con un resultado
que se desconoce ¿Seré la de antes? ¿Podré ser competitiva? Y Chuso volvió
a demostrar que sabía romper con los clichés habituales. Cualquier tópico
era tumbado rápidamente. Alisher, su hijo, nació en 1999 y pocos meses
después la gimnasta estaba de nuevo en primera línea competitiva con sus
compañeras de selección, en los Juegos de Sídney.

Evidentemente, durante la gestación y primeros meses posteriores al


nacimiento de su hijo se apartó de la competición. Pero tenía claro que
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quería volver. Afrontar un reto. Como el que ya había superado una de las
leyendas de la gimnasia, la ucraniana Larisa Semyonovna Latynina, quien
compitió en pleno estado de gestación de su hija Tatyana, que nació en 1958,
para después de su nacimiento regresar al deporte. Otros ejemplos tan
excepcionales como los de Chusovitina y Latynina los representan la cubana
Leyanet González, la holandesa Suzanne Harmes y la española Thais Soha-
Escolar, todas ellas gimnastas que se retiraron un tiempo, pero regresaron.
Precisamente, junto con Oksana, la única que sigue en activo es la española
Soha-Escolar, quien volvió a la alta competición y representó a España en los
JJ. OO. de Londres. Tanto González como Harmes, a pesar de volver, poco
después sí abandonaron definitivamente la gimnasia. La última en hacerlo
fue la holandesa, en 2010.

Chusovitina con su hijo Alisher


NBC Olympics.com

LA GIMNASIA SALVA A ALISHER

Pero toda la alegría que acompañaba a Chuso desde el nacimiento de su hijo


y con la participación en sus terceros JJ. OO. se volvió tristeza tres años
después. En 2002, se le diagnosticó leucemia a Alisher, una de las peores
enfermedades a las que se puede enfrentar una persona, sea adulto o niño.
Para Chusovitina fue un mazazo: “Cuando me dieron la fatal noticia fue
impactante. Me sentí muy vacía. Me quedé de piedra. No podía creer lo que
me decían”.

Chusovitina, que siempre había conseguido todo gracias a su esfuerzo, a la


constancia, por sí misma, de repente necesitaba ayuda externa. Fuera de su
ámbito más cercano y próximo, de su familia y amigos de siempre. El coste
del tratamiento de su hijo era de 120.000 euros, cantidad que ni ella ni su
marido podían costear ni en Uzbekistán ni en Moscú, por falta de medios
para tratar entonces esa enfermedad. Dos deportistas reconocidos que no
podían afrontar una gran barrera. La más grande. La que no se encontraron
nunca como deportistas. Una prueba de dificultad vital que tenían que
superar juntos.
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Revista#03
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La gracia salvadora llegó de Colonia (Alemania). Aquel año, Oksana estaba
compitiendo en tierras germanas, preparando un nuevo ciclo olímpico. Para
ella el tercero, camino de Atenas. Dejó de trabajar con Svetlana Kuznetsova
y pasó a hacerlo con Shanna Poljakova, una de las entrenadoras del club
Toyota Colonia Club, al que pertenece desde entonces. Quería seguir
evolucionando. Perfeccionando aspectos técnicos. Tras ser madre, se
limitaba al salto, restringiendo más su participación en el concurso por
equipos, el individual o cualquiera de los otros aparatos. Era una manera de
prolongar su carrera deportiva. Lo que desconocía Chusovitina es que la
gimnasia le llevó a un lugar donde existía una vía de esperanza para curar a
Alisher. Sus amigos alemanes y, especialmente, los propietarios del Colonia
(Shanna y Peter Brüggemann) contactaron con el hospital universitario de la
localidad germana y realizaron una colecta mundial para ayudar a Chuso.

“Sin la gimnasia no habría podi-


do hacer nada por mi hijo”.

La popularidad de Oksana entre la familia de la gimnasia mundial, lógicamente


labrada y conseguida por sus éxitos deportivos, pero también por su carácter
y manera de afrontar la vida, permitió que lo imposible fuera posible: se
consiguió recolectar el dinero necesario para costear el tratamiento médico.
La gimnasia salvó la vida de Alisher y agrandó su figura. De ahí que la leyenda
creciera, si cabe, aún más. No deportivamente, que también, sino lo que es
más importante: humanamente.

Su marido, Bakhodir Kurpanov, la apoyó intensamente en la preparación


olímpica hacia Atenas’2004, en pleno tratamiento para salvar la vida del
hijo. Oksana no se conformaba con la colecta. Necesitaba ser ella. Volver
a competir. Y, de paso, aumentar los ingresos monetarios para afrontar el
tratamiento. “La entrenadora de Oksana la animó a que continuara su carrera
como gimnasta, a pesar de su ya edad adulta dentro de este deporte. Pude
ver que la gimnasia artística le ayudó. Era bueno para ella. Y, por supuesto,
la apoyé”, explicó su esposo.

Chusovitina mostró su gratitud donde ella se sentía más cómoda: entre las
paredes de un gimnasio, compitiendo: “Sin la gimnasia no habría podido hacer
nada por mi hijo. Lo he dicho cien veces y lo diré cien veces más: gracias a
todo el mundo que está ayudando a Alisher”.

NUEVO PAÍS, MISMA PASIÓN

Oksana ganó el primer título mundial para Uzbekistán como país independiente,
al lograr el oro en salto en 2003, en el campeonato disputado en Anaheim (EE
UU). Fue el primer regalo para Alisher, al poco de iniciarse el tratamiento médico.
Con un año aún por delante para preparar los JJ. OO. de Atenas, una lesión en
la pierna le mantuvo alejada de la competición de la Copa del Mundo la mayor
parte del año 2004, aunque finalmente pudo tomar parte en la cita ateniense
Fue la última contribución como deportista a su país de siempre, Uzbekistán.
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Un año antes, en julio de 2003, había sido autorizada por la Federación
Uzbeca para competir con Alemania por razones humanitarias y de fuerza
mayor, ya que estaba viviendo en tierras germanas desde hacía tres años
(el último, de manera más continuada) a causa del tratamiento de su hijo.
Esta decisión fue excepcional pues, hasta entonces, en ningún país de la ex-
URSS se concedían dichas facilidades.

Pero tras clasificarse para la cita olímpica, al ganar el oro en el Mundial


de 2003, decidió acudir a Grecia representando a Uzbekistán, pese al
ofrecimiento. ¿La razón? Si quería hacerlo bajo la bandera teutona requería
vivir durante tres años seguidos en Alemania para competir con el equipo
alemán y obtener la nacionalidad germana. Finalmente, la obtuvo en octubre
de 2006 y, desde esa fecha, compite como ciudadana alemana, habiendo
debutado en el Mundial 2006, en Aarhus (Dinamarca).

La seleccionadora del equipo teutón es Ulla Koch, una de las mayores


admiradoras de la constancia de Chusovitina. “Es conmovedor y refleja su
carácter ver como una mujer se entrena entre niñas como si fuera una más
de ellas. Su edad no refleja la realidad: es una competidora tan cualificada
como el resto de componentes del equipo, algunas de las cuáles podrían ser
sus hijas”, afirma.

La mejor alternativa para prolongar una


carrera deportiva es especializarse, para
limitar esfuerzos y conservar la condición
física. Todo ello para ser más competitivo y
recuperar mejor entre campeonatos.

LOS JJ. OO. DE PEKÍN Y SU SEGUNDO RETIRO

Ya como ciudadana alemana logró clasificarse para los JJ. OO. de Pekín.
Cuando era una adolescente en Barcelona’92 y ganó su primer metal, nunca
imaginó que en tierras asiáticas, superando la treintena, se iba a encontrar
con un regalo excepcional: otra medalla olímpica. Esta vez, en salto. Una
plata. Pero en el fondo de su corazón, era más que un simple metal. Tras ser
madre, y cerrar el ciclo olímpico de Atenas, tenía decidido que iba a centrar
todos sus esfuerzos en el salto. ¿Por qué? Porque es la mejor alternativa
para prolongar una carrera deportiva: especializarse para limitar esfuerzos y
conservar la condición física. Todo ello para ser más competitivo y recuperar
mejor entre grandes campeonatos.

Esa medalla, en el fondo, era mérito de Alisher. Si no fuera por él, muy
probablemente Chusovitina no hubiera estado presente en la cita olímpica
en tierras asiáticas. Por si fuera poco, dos años después logró para su país
de adopción la primera medalla desde 1985 en un Campeonato de Europa.
Alemania había estado esperando. Pero valió la pena. Fue en 2010, en Berlín.
De nuevo en salto.
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Y pese a que, desde la disputa de los Juegos de Pekín, la gimnasta sufrió
una rotura del tendón de Aquiles y dos cirugías en los hombros, además
de una lesión en el bíceps a puertas del Mundial de 2010, Oksana siguió
entrenándose al mismo tiempo que se oficializaba su nombramiento como
seleccionadora femenina de Uzbekistán.

Económica y financieramente ella es independiente en el mundo de la


gimnasia, pero continúa entrenándose como cuando era esa niña de 10 años
que lo hacía bajo las estrictas normas de la escuela soviética. Esta es una
de las claves más evidentes que convierten la figura de Chusovitina en tan
grande: “Cuando me entreno estoy siempre de buen humor. Si no tuviera
ganas de entrenarme, no lo haría. Pero si quiero hacerlo, lo hago al 100 %”.

Lesión en el tendón de Aquiles

PRESENTE Y ¿FUTURO?

Toda la familia encontró un hogar en Alemania. Como consecuencia de su


trabajo como entrenadora del equipo de Uzbekistán, tanto Chusovitina como
Kurpanov, que es el manager general de la selección, viajan mucho desde su
apartamento en la capital de la exrrepública soviética, Tashkent, a Colonia.
Viven a caballo entre Alemania y Uzbekistán.

Alisher, en cambio, quiere ser futbolista. Cumplirá 14 años este año y está
prácticamente recuperado de la leucemia aunque todavía, como medidas de
control y prevención, se le realizan revisiones periódicas,

Chusovitina compitió en Londres 2012. Fueron sus sextos Juegos y logró


clasificarse para la final de salto, finalizando en un más que destacable quinto
puesto, por detrás de su compañera del equipo alemán, Janine Berger. Al
concluir la cita londinense, Chuso declaró que se retiraría como gimnasta y
pasaría a concentrarse en el entrenamiento del equipo femenino uzbeco.

Sin embargo, en internet hay bromas sobre si ella podría competir en los JJ.
OO. de 2064, cuando cumpla 89 años. “Sí, hasta los JJ. OO. continuaré seguro.
Luego ya se verá. Si bien, yo no dije 2012. Puede ser que también esté en 2016”,
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Revista#03
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manifestó en 2010. En 2013, y vistos los antecedentes, no existe la certeza de
un final. Como comenzaba explicando, desde el verano pasado ha participado
en dos competiciones (noviembre de 2012 y marzo de 2013). Así que, el final
de esta historia sigue sin conocerse. La protagonista nos lo contará. Y quién
sabe si con otra medalla colgada en el pecho. O simplemente, viéndola volar otra
vez sobre el potro. Eso sí, siempre con el salto Chusovitina. Una parte de ese
gran legado de una gimnasta que es eterna.

PALMARÉS

• JJ. OO.

• Representando al equipo CEI (repúblicas exsoviéticas) en


Barcelona 1992: oro en competición por equipos
• Representando a Alemania en Pekín 2008: plata en salto

• CAMPEONATOS DEL MUNDO

• Indianápolis 1991: oro en suelo, oro en equipos, plata en salto


• París 1992: bronce en salto
• Birmingham 1993: bronce en salto
• Gante 2001: plata en salto
• Debrecen 2002: bronce en salto
• Anaheim 2003: oro en salto
• Melbourne 2005: plata en salto
• Aarhus 2006: bronce en salto
• Tokio 2011: plata en salto
• CAMPEONATOS DE EUROPA
• Ámsterdam 2007: bronce en salto
• Clermont Ferrand 2008: oro en salto
• Berlín 2011: plata en salto (se convirtió en la gimnasta más
veterana en participar en una competición de este deporte)

• JUEGOS ASIÁTICOS

• Hiroshima 1994: bronce en barras asimétricas y salto

• Busan 2002: oro en salto y suelo, plata en concurso completo y


barra de equilibrio

Pablo Beltrán
@PabloBeltran79
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EL CIELO
PODÍA ESPERAR
Alberto Egea

Por tres veces cayó sobre la hierba de Wimbledon, hasta


el punto de ser considerado un perdedor ineludible. Goran
Ivanisevic jamás recogería la dorada copa coronada por
una piña que reciben los conquistadores del torneo orga-
nizado por el All England Lawn Tennis and Croquet Club.
Decepcionado, triste, lesionado, cada nuevo año le alejaba
más de su antiguo propósito. Ya solo era el 125º tenista
del ranking, su hombro le mermaba el rendimiento y ape-
nas parecía un vagabundo de las pistas. Pero Wimbledon le
retó nuevamente con una invitación inesperada. Era 2001
y para este croata de saque relampagueante se abrieron
las puertas de la esperanza perdida. Regresó al templo y
enladrilló las paredes con víctimas ilustres. A cañonazos
se abrió paso y, por fin, en el último suspiro, en su última
oportunidad, besó la gloria. No quiso más. El cielo le había
esperado.

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“M
e siento muy mal, es el peor momento de mi vida. He vivido otros
momentos pero nada se puede comparar con esto. Será duro volverse
a motivar para volver a jugar al tenis. Hoy tuve mi gran oportunidad y
la perdí. Ahora mismo solo puedo pensar en suicidarme”.

Hundido, el croata Goran Ivanisevic abandonaba con ojos llorosos la sala de


prensa del All England Tennis Club de Londres tras perder su tercera final en
Wimbledon en el quinto set ante Pete Sampras. De nuevo lo había tenido en
su mano y lo había dejado escapar. Era el año 1998, y tras una carrera llena
de altibajos Ivanisevic sentía que había agotado su última bala para cumplir el
sueño de su vida: convertirse en el primer croata en alcanzar la gloria sobre el
pasto de Wimbledon.

Ivanisevic saltó a la fama en el Roland Garros de 1990 cuando con 18 años


eliminó en primera ronda a Boris Becker, entonces número 2 del mundo. Al
acabar el partido, cuando un periodista francés le felicitaba por el gran partido
que había firmado, el croata le respondió: “Ni Dios podría haber jugado mejor de lo
que yo he jugado hoy”. Ivanisevic ya empezaba a dejar entrever una personalidad
incorregible marcada por la rapidez vertiginosa en que pasaba de la máxima
euforia a la depresión más absoluta y viceversa, algo que iba a marcar su carrera
a partir de ese momento. En ese mismo Roland Garros, Ivanisevic alcanzaría
los cuartos de final ante Thomas Muster y, tres semanas después, Boris Becker
se tomaría la revancha eliminándolo en semifinales de Wimbledon. El alemán,
tres veces ganador allí, profetizó tras el partido que Ivanisevic se proclamaría
campeón algún día sobre la hierba londinense.

El zurdo croata ya se había hecho un sitio en el panorama tenístico: su 1,93


m. de estatura y su increíble saque estaban en boca de todos. Ese mismo
año conseguiría su primer título ATP en Stuttgart y formaría parte del equipo
yugoslavo que ganó la Copa del Mundo por equipos. Con Ivanisevic en pleno
auge tenístico estalló la Guerra de los Balcanes, y Goran no dudó en posicionarse
a favor de la causa croata. Estaba dispuesto a combatir con Croacia si era
necesario, pero su padre le convenció de que “podía hacer mucho más por su
país con una raqueta que con una ametralladora”, de que sus triunfos eran la
mejor manera de reivindicar a su país de cara a Europa.

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En el Wimbledon de 1991 ya se había echado a la espalda la bandera
croata. Había renunciado a jugar por Yugoslavia y mientras instaba a
Monica Seles (serbia de nacimiento) a que se posicionara en un bando
u otro –a lo que esta se negaba–, se veía obligado a dormir con escolta
en la puerta de las habitaciones de los hoteles en los sitios donde iba a
jugar o a registrarse con nombre falso en los mismos por las continuas
amenazas de muerte que recibía desde el bando yugoslavo. El 25 de junio,
durante la celebración de ese mismo Wimbledon y en plena Guerra de los
Balcanes, Croacia proclamaba su independencia y el COI se apresuraba
meses después a reconocer a la república croata como miembro olímpico,
con el objetivo prioritario de no dejar fuera de los JJ. OO. de Barcelona
–además de a Ivanisevic– a la espectacular selección de baloncesto que
iba a formar Croacia, con estrellas como Toni Kukoc, Dino Radja o Drazen
Petrovic –gran amigo de Goran Ivanisevic–, que acabarían conquistando la
medalla de plata, siendo solo superados por el irrepetible Dream Team de
Michael Jordan, Magic Johnson o Larry Bird.

EL PRIMER DESENCUENTRO

Tras un año, 1991, que pasó sin pena ni gloria para Ivanisevic y que había
supuesto un frenazo a su carrera tenística, se presentaba un año 92 con los
JJ. OO. como telón de fondo, perfecto aliciente para defender a su país y
reivindicarse a sí mismo.

Antes de la cita olímpica, Ivanisevic iba a tener su primer desencuentro con


Wimbledon. Tras un torneo perfecto en el que había derrotado a leyendas
como Lendl, Edberg o Sampras, se plantaba en su primera final de Grand Slam.
Enfrente, un rival tachado entonces de ser más un producto de marketing
que un tenista serio. Un melenudo Andre Agassi se presentaba en su cuarta
final de Grand Slam, tras haber perdido las tres anteriores, con el objetivo
de acallar a los críticos que tanto castigo le habían dado. No podía existir
un duelo más espectacular. Dos jóvenes en auge, que se habían deshecho
de la vieja guardia del tenis –Agassi había eliminado a Boris Becker y a John
McEnroe– y que abanderaban dos estilos completamente antagónicos: el
saque más fabuloso del circuito frente al –así definió McEnroe el juego de
Agassi– “mejor restador desde Jimmy Connors”. En un partido igualadísimo,
Agassi vencía en el quinto set y dejaba a Ivanisevic con la miel en los labios
por primera vez.

Un mes después, en Barcelona, Ivanisevic le iba a dar sus dos primeras


medallas olímpicas a su recién estrenado país. Tanto en individual como en
dobles iba a conseguir sendas medallas de bronce que, junto a la plata del
equipo de baloncesto, formarían el botín de la delegación croata en aquellos
JJ. OO.

Ivanisevic ya se había afianzado en los diez primeros puestos de la


clasificación mundial y era un asiduo en las rondas finales de los grandes
torneos. Sin embargo, no podía presumir de haber ganado un torneo de
verdadera entidad. En 1994, la historia se repetía en Wimbledon. Pete
Sampras, el que iba a ser su bestia negra durante años, le vencía en una nueva
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final en la catedral del tenis. Tras ganarle el americano los dos primeros sets
en dos ajustadísimos tie-breaks, Goran se derrumbó entregando el tercero
en blanco. Esta final la calificó el mismísimo Fred Perry como “una de las más
aburridas de la historia”, por lo decisivo del saque de ambos tenistas, que
solo en tres de los 206 puntos que tuvo el partido mantuvieron un peloteo de
más de cuatro golpes.

Para entender la dimensión de la importancia del saque de Ivanisevic hay que


recordar que en 1996 batió el récord, todavía vigente, de más saques directos
conectados en una misma temporada, con 1.449. Por hacer una comparación
sencilla, el líder de esta clasificación en 2012 fue el estadounidense John
Isner, que sirvió 1.005 aces. De este Wimbledon iba a salir Ivanisevic como
número dos del mundo por detrás de Sampras, pero con la espina clavada de
haber vuelto a dejar escapar otra oportunidad de oro.

Pete Sampras, bestia negra de Ivanisevic en Wimbledon

Luego de perder la trágica final de 1998 de nuevo ante Sampras, a la


inestabilidad mental de Ivanisevic se le sumó una impertinente lesión de
hombro que le obligaba a jugar con dolor. A partir de aquí, el croata entró en
un bucle de derrotas en rondas tempranas, lo que le condenó a jugar fases
previas. Desaprovechaba invitaciones que le concedían torneos importantes
por ser quien era y su ranking clasificatorio se desmoronaba. Los médicos
insistían en que se operase, pero Goran se negó siempre diciéndoles
que “pasar por el quirófano a los 30 años significa retirarse”. Desquiciado,
llegó a tener que abandonar un torneo disputado en Brighton en el año 2000
por haber destrozado todas sus raquetas y no disponer de más para seguir
jugando. Ni por lesión ni por sanción: Ivanisevic se retiraba por “no disponer
de equipamiento apropiado”, tal y como explicó el juez de silla, Kim Craven.
En la rueda de prensa posterior, Ivanisevic, sarcástico como siempre,
dijo: “Cuando me retire, la gente al menos me recordará por algo. Dirán:
nunca ganó Wimbledon pero rompió todas sus raquetas”. Sus intentos por
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volver a la primera plana del tenis eran un continuo quiero y no puedo que
hacían buena aquella frase de Nietzsche de que la esperanza es el peor de
los males porque prolonga el tormento del hombre.

SIN NADA QUE PERDER

Así llegó Goran Ivanisevic a Wimbledon 2001. Atormentado. Había


tocado fondo en enero de ese año cuando había acudido a jugar la fase
previa del Open de Australia. Así lo relataba: “Viajé a Melbourne desde
Croacia para disputar la previa y en menos de 24 horas había perdido
en la primera ronda y me disponía a tomar el vuelo de regreso. Fue
frustrante y agotador”. Estar hundido en el puesto 125 del ranking ATP
le impedía acceder directamente al cuadro principal de Wimbledon, por lo
que la organización del torneo londinense, a modo de homenaje, decidió
otorgarle una invitación para disputar el torneo como reconocimiento a
sus tres finales disputadas.

Llegó a Wimbledon con apenas dos camisetas para la primera ronda,


buscando una despedida digna ante los aficionados británicos que
tanto cariño le habían mostrado en los años precedentes. Ivanisevic
fue ganando confianza en la primera semana de torneo. Los dolores en
el hombro remitían, su saque volvía a ser un cañón y, casi sin querer,
iba venciendo partidos a tenistas en mejor forma que él, como Carlos
Moyá o un jovencísimo Andy Roddick. Cada partido de Ivanisevic era un
acontecimiento porque… ¡quién sabía si podía ser el último! Tras vencer
al canadiense Greg Rusedski en octavos –y sumando la eliminación de
Sampras a manos de un joven Roger Federer– el inimaginable sueño
comenzó a tomar forma.

Ahora jugaba sin presión, sin un aliciente que no fuera su propio disfrute.
Desde joven había jugado, primero, para ganar dinero con el que costear
las operaciones que salvaran a su hermana de la enfermedad de Hopkins;
después, para reivindicar a su país durante la Guerra de los Balcanes.
Finalmente, ahora estaba compitiendo únicamente para él mismo. Los
rivales le temían porque ese Goran era el mismo que antes, pero sin nada
que perder. Rondaba los 30 aces por partido, la grada estaba de su parte
y el nivel de concentración que mostraba no se había conocido antes.
Tras derrotar en cuartos de final al ruso Marat Safin, número cuatro
del mundo, se atisbaba una semifinal dramática ante el ídolo local Tim
Henman. Desde que Fred Perry ganara Wimbledon en 1936, ningún otro
británico se había alzado con el torneo y a Henman le había tocado vivir
con aquella losa durante toda su carrera.

El choque de sentimientos para el aficionado inglés era evidente: por


una parte, su paisano y el ansia de celebrar un título 65 años después;
por otra, las ganas de ver un final feliz en esa tormentosa relación
entre el croata y la hierba de Wimbledon. El partido fue épico. La lluvia
provocó que se jugara en tres días, mientras Patrick Rafter, que había
eliminado a Agassi, ya esperaba en la final. Henman, con ventaja de dos
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sets a uno, dispuso de 3-1 a favor en el tie-break del cuarto set, pero de

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nuevo los nervios le atenazaron y el croata acabó remontando, ganando
el quinto set y accediendo a su cuarta final. Los dioses estaban con el
croata. “Dios me envió la lluvia y me ha salvado. Fue un duelo de nervios,
nada que ver con el tenis. Si esta noche me visita un ángel en sueños y
me dice ‘Okey Goran, ganarás Wimbledon pero a cambio no volverás a
tocar una raqueta de tenis’, le diría que sí, aunque no volviera a jugar al
tenis en mi vida”. Así de ilusionado se mostraba Ivanisevic ante la nueva
posibilidad de jugar una final en Wimbledon, que por los retrasos con la
lluvia se posponía al lunes.

La final iba a coronar un nuevo campeón ya que ni Rafter ni Ivanisevic


habían ganado nunca allí. El ambiente era más propio de un partido de
fútbol que de la mística que ha envuelto siempre la central de Wimbledon.
El partido, muy parejo, llegó nuevamente a la quinta manga y ahí el grado
de histerismo de los 14.000 aficionados que copaban las gradas se
hacía insoportable por momentos. Con empate a 7 en el set definitivo,
Ivanisevic le rompió el saque al australiano y se dispuso a sacar para
consumar el milagro. Los nervios hicieron que las dos primeras bolas de
partido que tuvo el croata las dilapidara con sendas dobles faltas y la
tercera acabó en un globo perfecto de Rafter. Pero en la cuarta, el resto
del australiano se quedó en la red. Ivanisevic, desplomado en el suelo,
se echó a llorar como un crío y, tras abrazarse con su amigo y rival, subió
al palco a abrazar a su emocionado padre, Srjean, que de joven había
vendido su casa en Split para financiar la carrera tenística de su hijo.

Ivanisevic celebra su agónica victoria

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Rafter felicita a Ivanisevic tras la final

Goran se convertía en el primer tenista invitado que se proclamaba campeón


y en el jugador con el ranking más bajo –125º– que vencía en Wimbledon.
No dudó en dedicar el triunfo a su amigo y compatriota Drazen Petrovic,
legendario jugador de baloncesto que había perdido la vida en un accidente
de tráfico en 1993.

Un final de película para un hombre al que solo le importó la gloria. Que todo
su sacrificio había merecido la pena lo canalizó en una frase tras el partido
que ya forma parte de la historia de este deporte: “No me preocupa si no
vuelvo a ganar otro partido. No importa lo que haga en mi vida. Donde quiera
que vaya siempre seré un campeón de Wimbledon”.

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Ivanisevic, con la copa coronada con una piña que se otorga al campeón de Wimbledon

Alberto Egea
@esttoper

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¿QUIÉN MATÓ
AL RODILLO VENTRAL?
Martí Perarnau

La desaparición del estilo rodillo ventral, que fue el


dominante en salto de altura durante casi cuatro
décadas, a manos del fosbury flop contiene algunos
elementos que, forzando la alegoría, nos recordarían
la desaparición de los dinosaurios. Pero la evocación
inevitable es la del coche de caballos que repartía
barras de hielo a domicilio hasta que fue sustituido
por… el frigorífico.

El rodillo ventral era un estilo de salto elegante,


sobrio y sofisticado que exigía una morfología muy
específica. Era una técnica para “elegidos”, pero fue
barrida de las pistas por la aparición de dos factores:
la creatividad de un “iluminado” y la fabricación de la
colchoneta.

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H
asta 1968, la historia del salto de altura es lineal. Una evolución
técnica sin grandes oscilaciones. Los especialistas empiezan a saltar
empleando el estilo tijera, que les exige atacar con la pierna más próxima
al listón y reclamar la de batida una vez superada la barra. Es un estilo que
precisa mucha elasticidad y una carrera de aproximación no excesivamente
perpendicular, sino próxima a la paralela al listón. En los primeros años del
siglo XX, los mejores especialistas consiguen superar 1.97 de esta forma
o utilizando la versión Lewden, que perfecciona ligeramente el cruce de las
piernas sobre el listón. Unas imágenes nos permitirán comprender mejor la
simpleza de esta técnica.

Técnica de Tijera

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Saltador de Tijera
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Pierre Lewden

La siguiente evolución ya es el rodillo costal o californiano (“Western Roll”),


que permite “acostarse” sobre la barra una vez realizada la batida. La carrera
de impulso se acerca algo más a la perpendicular sobre el listón y la técnica
se populariza pronto gracias a Georges Horine, el primer hombre que supera
los 2 metros, apenas en 1912. En su caso, la evolución técnica surgió por una
imposibilidad física: se entrenaba en casa de sus padres y la configuración
del jardín le impedía saltar tijera con su habitual pierna de batida, la izquierda,
por lo que empezó a modificar la técnica saltando desde el otro costado.
Encontró la solución y la variante tuvo gran trascendencia: en vez de atacar
el listón con la pierna más próxima lo hizo con la más alejada. La disposición
del jardín había provocado un cambio esencial en el modo de saltar, una
técnica que fue ampliamente practicada durante las siguientes décadas y
que se explica mejor con las siguientes ilustraciones.
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Técnica de Rodillo Costal

Primeros intentos de Rodillo Costal

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Alan S. Paterson, campeón de Europa

George Horine, primer hombre que superó los 2 metros

Mientras el récord mundial ascendía lentamente, centímetro a centímetro,


hacia 1936 se producía la que, en apariencia, era la evolución definitiva:
el rodillo ventral. La primera referencia al respecto corresponde a David
Albritton, subcampeón olímpico en Berlín’36, capaz de superar los 2.07
con un rudimentario “straddle”, bautizado en Europa como rodillo ventral,
que consistía en atacar el listón con la pierna más alejada y envolverlo
con un movimiento giratorio, pasando el vientre del atleta sobre la barra.
La de Albritton era una interpretación rudimentaria y tosca que fue
perfeccionándose por doquier. Las barreras de los 2.15 y 2.20 cayeron a
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manos de dos compatriotas: Charles Dumas y John Thomas, dos felinos.
Ágiles, elásticos y potentes, cada vez con una técnica más refinada, como
podemos ver en estas ilustraciones que nos muestran dicha evolución.

David Albritton, subcampeón olímpico en Berlín 1936

Técnica de Rodillo Ventral

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Charles Dumas, campeón olímpico en Melbourne 1956

John Thomas, subcampeón olímpico en Tokio’64 y bronce en Roma’60

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La excelencia llegó de la Unión Soviética. Primero, en forma de catapulta.
Fue la “zapatilla Stepanov”. Técnicos soviéticos comprobaron que la batida de
impulso mejoraba sustancialmente si la zapatilla de batida contenía un alza
en su parte delantera. De manera empírica fueron añadiendo mayor grosor a
dicha suela, hasta alcanzar incluso un diferencial de cinco centímetros con
respecto al talón. El sueco Nilsson fue el pionero en la materia, saltando con
el pie libre descalzo y el de batida con una zapatilla muy elevada en la parte
delantera. Dotado con semejante zapatilla, Yuri Stepanov se intercaló entre
los plusmarquistas mundiales y saltó 2.17 en 1957, pero la Federación
Internacional, advertida por una fotografía del diario L’Equipe, limitó a partir
de entonces el grosor de la zapatilla compensada, dejándolo en solo un
centímetro y medio.

Yuri Stepanov, plusmarquista mundial en 1957

153 Fotografía publicada por L’Equipe sobre la “zapatilla Stepanov”

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La segunda mejora, la realmente fundamental, se produjo en materia de
perfeccionamiento técnico. Vladimir M. Dyachkov, once veces campeón
de la URSS de salto de altura y pértiga, fue designado responsable de los
saltadores olímpicos de altura y los llevó a cotas inimaginables. Introdujo de
manera sistemática el trabajo de fuerza mediante musculación con pesas y el
entrenamiento de perfeccionamiento técnico hasta un punto casi enfermizo.
Provocó un giro audaz en una especialidad donde las cualidades físicas
como potencia o elasticidad parecían tener mayor preponderancia que las
técnicas.

Valeri Brumel, musculando en un ½ Squat

Valeri Brumel fue el gran fruto de Dyachkov. Digámoslo pronto, Brumel


saltó un listón que nadie había soñado antes: 2.28 en 1963. Una auténtica
barbaridad. Pensemos en dos detalles que ahora resultarían chocantes: la
pista de impulso y la zona de caída. La pista era de ceniza, pues hasta 1968
no se implantaron las de material sintético. Una pista de ceniza era lo más
parecido a un patatal, sobre todo si eras el mejor saltador y, por lo tanto,
te tocaba intervenir al final de la competición cuando ya todos tus rivales
habían pisoteado la zona. Dado que la ceniza era, prácticamente, como la
tierra batida de tenis, los saltadores empleaban clavos puntiagudos en las
zapatillas, muchísimo más largos que en la actualidad. Aquellos clavos, casi
puñales, horadaban la ceniza, levantándola y originando cráteres en la pista.
Imagínense a Rafa Nadal y Roger Federer combatiendo en Roland Garros con
zapatillas de clavos de 12-15 milímetros… La pista no aguantaría ni un set.
Eso ocurría en el salto de altura, donde el campeón siempre saltaba sobre
una superficie destrozada.
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El segundo factor a tener en cuenta era la zona de caída. El saltador caía sobre
arena. Sobre un montículo de arena. Eso era el foso en aquellos tiempos.
Antes de cada competición, bien los jueces, bien los propios saltadores, se
ocupaban de formar montículos elevados de arena para amortiguar la caída.
La técnica de salto permitía envolver el listón y caer con cierta prevención. A
base de golpes, el saltador aprendía a caer, como hacen los judokas. Primero
sobre el brazo libre, dejando rodar todo el cuerpo sobre la arena. Caer desde
más allá de 2.20 sobre dichos montículos era toda una aventura. La imagen
de Valeri Brumel sobre la arena del estadio parisino de Colombes refleja la
dureza de semejantes caídas.

Brumel, sobre la arena del estadio de Colombes

Pero los saltadores sobrevivían con naturalidad a esos dos factores. Era su
realidad. Saltar sobre una pista despedazada y caer sobre arena. En esas
condiciones, Dyachkov profundizó con Brumel en la mejora técnica hasta
un extremo que, probablemente, nunca más ha conseguido ningún saltador
aunque haya llegado más alto. Estudiaron biomecánicamente cada gesto,
lo entrenaron hasta la agonía y construyeron un saltador formidable, capaz
de colocar su pie derecho en el aro de baloncesto y rodar sin accidentes
sobre la arena tras caer desde muy arriba. Los gestos de Brumel rozaban la
perfección biomecánica. Levantaba su pierna derecha con cierta flexión en
la rodilla, sin la hiperextensión elástica de sus rivales americanos; adquiría
una posición longitudinal máxima sobre el listón, con la pierna de batida, la
izquierda, plegada hacia el pecho, el brazo derecho extendido en libertad, el
izquierdo doblado sobre el vientre, buscando la zambullida del tronco hacia
el foso y el giro final de la segunda pierna liberándose del listón, que por
aquellas fechas era triangular y de acero, temible si te caía encima ya que
podía provocarte un corte severo en piernas o cabeza.

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Brumel, con el pie en la canasta de baloncesto

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Índice Tres imágenes de Brumel, el más puro rodillista de cuantos existieron


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Valeri Brumel sometió a los americanos y derrotó a las pistas de ceniza rota,
a la ausencia de colchonetas y al listón. Voló hasta 2.28 con la mejor técnica
que jamás se ha dado en el salto de altura. El saltador perfecto aunque no
fue el rodillista que llegó más alto, pues años más tarde le superaron varios,
aunque ya en condiciones totalmente distintas. Claro, llegó la pista sintética,
de superficie regular y elástica. Los saltadores redujeron sus clavos a puntas
de 6 milímetros y cada batida sobre el tartán se benefició del rebote gomoso
de la nueva superficie, nada que ver con los viejos establos de ceniza. Pero
sobre todo, por encima de todo, alguien inventó la colchoneta… ¡Maldito sea!

La colchoneta cambió el curso de la historia como el frigorífico acabó con las


carretas de caballos que repartían hielo en Boston. Andaban preocupados
aquellos viejos repartidores de hace dos siglos por la aparición del coche.
Creían que esos nuevos vehículos con motor estruendoso serían sus
competidores y, que si lograban llegar más rápidamente a los domicilios
de las bostonianas, perderían la batalla y el negocio. Aunque sucedió lo
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que temían, no ocurrió como temían. Perdieron el negocio, pero no por la
aparición del coche, sino por el invento del frigorífico. Las amas de casa
descubrieron que podían acumular las barras de hielo en sus nuevas neveras
y ya no necesitaron el servicio diario a domicilio. Las carretas se extinguieron
por culpa del frigorífico.

Los rodillistas se acabaron por culpa de la colchoneta. De manera gradual, el


foso de arena se había ido complementando con pequeños trozos de espuma.
Las imágenes de los Juegos Olímpicos de Tokio’64 ya nos muestran a Brumel
conquistando el oro en un foso que contiene virutas de espuma colocadas
encima de unas pequeñas colchonetas de gimnasio. Era el primer paso hacia
el fin. Año a año se fueron incrementando las “comodidades” y ya no fue raro
ver semejantes artilugios donde antes solo había arena.

Valeri Brumel, ganando el oro olímpico en Tokio’64

En algún lugar de la Columbia británica de Canadá, durante 1966, una


jovencita de apenas 13 años, Debbie Brill, descubrió que las colchonetas le
permitían saltar sin miedo y, a su manera, rehizo toda la evolución histórica
del salto de altura. Volvió a atacar el listón con la pierna más próxima, pero
en lugar de iniciar el movimiento de tijera desembocó en un giro para cruzar
primero la cabeza, acostada de espaldas, y, solo finalmente, pasar las piernas
sobre la barra. Había nacido el salto de espaldas, el Brill Bend, aunque su
descubrimiento pasó desapercibido. Dieciséis años más tarde, Debbie Brill
se coronaría plusmarquista mundial en pista cubierta con un salto de 1.99,
pero la nueva técnica jamás llevaría su nombre.
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Debbie Brill en sus inicios

Desde 1963, Dick Fosbury había tenido una idea parecida. Andaba peleando
con el rodillo ventral sin demasiado éxito porque no lograba aprender los
secretos de una técnica considerada la más compleja del atletismo. Y la
colchoneta llegó en su ayuda. La Medford High School donde estudiaba y
practicaba atletismo decidió sustituir el foso de caídas. Las virutas de serrín
envueltas en bolsas pequeñas fueron sustituidas por pequeños tatamis
blandos y, más tarde, por las primeras colchonetas compactas. Fosbury
realizó la misma evolución. Olvidó el rodillo ventral y, a partir del salto de tijera,
introdujo su variante de espaldas. Cuando se acercó a los dos metros, un
reportero local dijo de él que parecía “un pez dando brincos sobre un barco”.

Técnica del Fosbury Flop


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Conocedor o no de la experiencia de Debbie Brill, lo cierto es que Dick
Fosbury protagonizó una progresión contundente, superó los dos metros en
1966 y los 2.10 al año siguiente, logrando en 1968 los importantes títulos
universitarios NCAA en pista cubierta y al aire libre. Tras ese doblete era uno
de los aspirantes a formar parte del equipo estadounidense que acudiría a
los Juegos Olímpicos de México, posiblemente la más poderosa escuadra
atlética que han visto los tiempos, pero delante suyo había un formidable
elenco de saltadores: Ed Caruthers, varias veces campeón nacional y con
experiencia olímpica en Tokio (8º); Reynaldo Brown, apenas 17 años, una
promesa asombrosa; John Rambo, medalla de bronce en Tokio’64 por detrás
de Valeri Brumel y John Thomas; y Otis Burrell, plusmarquista nacional dos
años antes.

La prueba de calificación para la final tuvo lugar… dos meses y medio


antes de la final. Paradojas de los Trials USA. El 30 de junio, en las pistas
del Memorial Coliseum de Los Ángeles se reunieron trece saltadores que
necesitaban superar los 2.08 para lograr su pase a la final, que se disputaría
el 16 de septiembre a fin de seleccionar a los tres elegidos para México’68,
cita olímpica que tendría lugar en octubre. Aquel último día del mes de
junio, Dick Fosbury saltó espléndidamente, superando su marca personal,
que estableció en 2.16. Tres centímetros por debajo quedaron Carruthers,
Rambo y Brown, en tanto Otis Burrell, con 2.08, ya mostraba estar lejos
de la mejor forma. Más que el triunfo, importaba el pase a la final y, sobre
todo, el impacto que generó en sus rivales: ¿Qué hace este loco saltando de
espaldas?

Dick Fosbury, en sus primeras apariciones

La calificación dejó un hecho que parecía anecdótico, pero resultó


significativo: los jueces levantaron bandera roja en el primer intento de
Fosbury sobre 2.16… por exceso de tiempo en la preparación del salto. En
efecto, nervioso como una anguila, Fosbury tenía por costumbre emplear
mucho rato en concentrarse, apretando ambos puños y moviéndose
alternativamente de una pierna a otra, amagando con empezar a correr pero
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sin hacerlo. Transcurrido el tiempo reglamentario, los jueces dieron por nula
la tentativa y Fosbury aprendió una lección costosa, aunque superó la barra
al segundo intento.

Transcurrido todo el verano, los diez finalistas se acercaron a Echo Summit


(California) y a mediodía del 16 de septiembre se inició una batalla que a
los pocos minutos tenía su primera víctima: Otis Burrell se veía incapaz
de superar el primer listón, situado a 2.08. Pronto se destacaron cuatro
hombres en pos de las tres plazas olímpicas: Caruthers, el jovencito Brown,
John Hartfield y el extravagante Fosbury, en tanto John Rambo se despedía
al no superar los 2.13.

Los cuatro competidores iban a la par y sin saltos nulos: 2.08, 2.13 y 2.16 a
la primera tentativa, pero los 2.18 estuvieron cerca de acabar con Fosbury
y quien sabe si con la revolución histórica que protagonizó. Hartfield salvó
el listón al primer intento; Caruthers y Brown al segundo, en tanto Fosbury
derribaba en dos ocasiones y, milagrosamente, lo superaba en el último
salto. Pero marchaba en cuarta posición, lo que le exigía superar de nuevo
su marca personal. Listón en 2.21 y golpe de efecto. Caruthers, Brown y
Fosbury lo superaron a la primera; el inmaculado Hartfield lo derribaba en
tres ocasiones y decía adiós a los Juegos. La revolución estaba en marcha.

Porque México fue la revolución. No solo por las estratosféricas plusmarcas


de Bob Beamon, Tommie Smith, Lee Evans, Jim Hines y tantos otros; no solo
por la rebelión del Black Power; no solo por la influencia de la altitud y la pista
sintética en el rendimiento atlético. Por Fosbury también. Y por la colchoneta.

EL LOCO QUE SALTA DE ESPALDAS

La prueba de calificación olímpica se disputó en el excelso Estadio Azteca


de la capital mexicana el 19 de octubre de 1968. De los 39 participantes,
solo trece lograron pasar a la final del día siguiente, entre ellos el español
Luis Mª Garriga, quien para conseguirlo precisó saltar 2.14 y batir su
propio récord nacional. La lucha resultó cruenta y por el camino quedaron
grandes especialistas como el alemán federal Thomas Zacharias (hoy en día
recordman mundial de mayores de 60 años), hijo de Helmut, gran director de
orquesta; el soviético Víctor Bolshov, cuarto en los Juegos de Roma’60; el
sueco Lundmark, el checoslovaco Alexa o el francés Elliott, tres reputados
saltadores. Fosbury, Caruthers y Brown, el trío americano, no tuvo dificultades
para hacerse con un puesto en la final.

Y el 20 de octubre, sol radiante en México DF, estalló la revolución. Sobre


2.14, la final quedó reducida al trío americano frente a la pareja soviética
compuesta por Valentín Gavrilov y Valeri Skvortsov, los teóricos herederos
de Brumel, técnicamente más finos que la pareja Caruthers-Brown. Fueron
Brown y Skvortsov, precisamente, los primeros en perder comba y dejar
sentenciado el podio: ni el jovencísimo estadounidense, ni el brillante
soviético pudieron con 2.18, listón que solo superaron Fosbury y Cartuhers,
pues Gavrilov se reservó. Ambos americanos igualaron el récord olímpico, en
poder de Brumel y John Thomas desde Tokio’64.
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Minutos más tarde, los tres al primer intento, Fosbury, Caruthers y Gavrilov
superarían los 2.20, nuevo récord olímpico, mientras los millones de
espectadores que presenciaban esos Juegos por televisión, los primeros
con tecnología en color, se asombraban ante el gesto técnico de Fosbury, el
“loco que salta de espaldas”, puños apretados, mirada febril, balanceándose
de un pie a otro, pasándose la mano por el rostro, agitado como un pez
fuera del agua. Dos centímetros más arriba, Gavrilov derribaría por tres
veces, Caruthers solo lo superaría al segundo intento y Fosbury, con 2.22
a la primera, se haría con el mando de la prueba, que ratificaría en 2.24 al
tercer intento, ya con Caruthers eliminado. En apenas un año, el hombre
del nuevo estilo había ascendido desde 2.10 hasta los 2.24 que ondeaban
como nuevo primado olímpico. Del anonimato a la popularidad. De la
extravagancia a la revolución.

Dick Fosbury, en el salto que le dio el oro olímpico en México’68

Fosbury, en la colchoneta mexicana, sin la que nada habría sido igual en la historia del salto

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Revista#03
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YA NADA FUE IGUAL PESE A YASTCHENKO

Ya nada volvió a ser igual. No fue una revolución instantánea, pero cuatro
años más tarde, en los Juegos de Múnich, el 75 % de los saltadores ya
empleaban el estilo que pasó a denominarse “fosbury flop”. Es cierto que
el soviético Yuri Tarmak, zurdo, patillas largas, consiguió el oro en la cita
muniquesa, pero sería el último practicante de rodillo que pisaría un podio
olímpico en la historia de la prueba, ganador con 2.23. La plata iría a parar a
otro rodillista: Stefan Junge, de la República Democrática Alemana, con dos
centímetros menos, en tanto Dwight Stones (EE UU) con su bronce gracias
al tercer intento válido sobre 2.21, se convertía en el primer gran heredero
de Dick Fosbury.

Yuri Tarmak, el último campeón olímpico del rodillo ventral (Múnich 1972)

Cuatro años más tarde, el rodillo ventral ya era casi una reliquia del pasado y
los Juegos de Moscú lo visibilizaron. Solo cinco de los treinta participantes
lo practicábamos y aunque el germano oriental Henry Lauterbach alcanzó
la cuarta posición (2.29), por primera vez en la historia el podio arrojó pleno
de fosburystas. El rodillo se extinguía a pesar de que el mejor de sus hijos,
Vladimir Yastchenko, había logrado la proeza de remontar el vuelo y apuntar
una posible solución.

Vladimir Yastchenko fue el mayor prodigio que dio jamás el salto de altura
junto al cubano Javier Sotomayor, quien todavía ostenta el récord mundial,
con 2.45 logrados en Salamanca hace veinte temporadas. Con solo 18
años, Yastchenko recuperó para el rodillo la plusmarca mundial. Fue en
Richmond, en 1977, durante un encuentro EE UU-URSS de categoría júnior.
Saltó 2,33, un centímetro más que el récord absoluto logrado por Dwight
Stones el año anterior, pero sobre todo demostró un potencial inaudito: no
solo se convertía en el primer rodillista en salvar los 2.30, sino que se le
auguraba un porvenir con aroma a 2.40. Tenía, como digo, 18 años, medía
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1.93 y sus tobillos parecían muelles. Era el prototipo perfecto del rodillista
y su técnica introducía una variante que el legendario Valeri Brumel ya había
probado en sus años postreros: en el último esfuerzo para superar el listón
con la segunda pierna, Yastchenko introducía un giro opuesto al habitual. En
lugar de seguir rotando sobre sí mismo, se “rompía” hacia dentro. El brazo
que estaba doblado en su vientre se dirigía bruscamente hacia la colchoneta,
al tiempo que el brazo libre, en teoría orientado hacia la espuma, apuntaba
velozmente hacia el cielo. Era un quiebro inesperado que le dio un gran
rendimiento, según demostraron los inmediatos estudios biomecánicos.

Valeri Brumel, con la variante del giro final del tronco sobre el listón

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Vladimir Yastchenko, tronco girado, batiendo el récord mundial con 2.35
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Frágil e ingrávido, con rostro aniñado a causa de su rubio pelo rizado,
Yastchenko fue a más y en 1978 voló hasta los 2.35 en Milán. Fue apodado de
inmediato “Helicóptero Yastchenko” y dejó en evidencia a cuantos decían que
el rodillo ventral había muerto porque era inferior en rendimiento al fosbury.
Apenas había cumplido 19 años y apuntaba a una tiranía descomunal y,
quizás, al renacimiento de un estilo que parecía condenado a la desaparición.
Pero luego llegaron las lesiones, el alcoholismo, la depresión, la cirrosis fatal…

Yastchenko, el mayor talento de la historia del rodillo ventral

Con Yastchenko desapareció el rodillo. Mantuvo los últimos estertores en la


escuela de Alemania Oriental, con el citado Lauterbach y Rolf Beilchsmidt,
ambos en la frontera de los 2.30, y aún vimos a un saltador taiwanés en los
Juegos de Los Ángeles’84: Liu Chin-Chiang, eliminado en 2.10; y revivimos
el estilo años más tarde con el formidable decatleta Christian Schenk (RDA),
autor de un 2.27 prodigioso durante un decatlón, campeón olímpico de la
prueba combinada en Seúl’88, el último dinosaurio del rodillo, eslabón final
de una cadena derrumbada por la revolución de Dick Fosbury.

¿Y por qué sucedió eso? ¿Por qué se derrumbó un estilo técnico tan dominante?
Por la complejidad. El rodillo ventral exigía dos premisas: una morfología
especial y un entrenamiento enloquecedor. El morfotipo precisaba atletas
de una estatura muy precisa (entre 1.85 y 1.95), con gran habilidad técnica,
elasticidad, una potencia fuera de normas, explosividad en la batida, ligereza
en el vuelo, precisión en todos los movimientos y una destreza inhabituales.
Pero la morfología solo era una barrera de entrada. Sin esa tipología, sin
todos y cada uno de los parámetros que conforman la tipología mencionada,
no se podía saltar rodillo ventral con aspiraciones de estar en la elite. Y luego
llegaba el entrenamiento.
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No solo la fuerza y su hija, la potencia, que debían ser formidables, sino la
precisión técnica, que solo podía adquirirse tras miles de horas de dedicación.
Es difícil encontrar entre las especialidades del atletismo, algunas tan
complejas como los lanzamientos de jabalina y martillo o el salto con pértiga,
alguna comparable al rodillo ventral. Desmenuzado en numerosos pequeños
movimientos, cada salto era una pieza de orfebrería que no cualquier saltador
era capaz de aprender, corregir y perfeccionar. Llegar hasta ahí arriba
mediante semejante técnica resultaba una tarea muy ardua.

Fosbury inventó un estilo que, a priori, resultaba igualmente competitivo pero


que pronto reveló su auténtica ventaja: la sencillez. En las escuelas, los niños
aprendían de manera inmediata la nueva técnica. Bastaba una colchoneta,
un maestro que les animara y muy pronto los niños quedaban prendidos en
el nuevo estilo. Frente a la complejidad artesanal y lenta del rodillo ventral,
la facilidad y rapidez del fosbury. Esa fue la auténtica revolución: la sencillez
del estilo. Y la adaptabilidad a cualquier morfología. Altos o bajos, potentes
o livianos, rápidos o lentos, todos los aspirantes a saltadores podían sentirse
estimulados a la progresión. Si el rodillo exigía la pertenencia a una cierta
“aristocracia” morfológica y de espíritu sacrificado, el fosbury popularizó
las premisas: era sencillo, rápido y para todos los públicos. Triunfó, claro
que sí. Primero lo hizo porque grandes saltadores de rodillo se adaptaron
espléndidamente al estilo de espaldas. Después, porque los rodillistas
empezaron a menguar y las nuevas generaciones llegaban todas con el
salto de espaldas incorporado. Finalmente, con la desaparición del gran
Yastchenko, no quedó nadie que presentara mínima batalla y el rodillo ventral
murió de inanición, sin protagonista que lo quisiera seguir interpretando,
técnica prodigiosa sin gente dispuesta a aprenderla para saltar alto, sin
maestros con voluntad para enseñar una técnica difícil, signo de los tiempos
que vendrían…

Ya solo quedan los récords y los recuerdos. Stepanov, Dumas, Thomas,


Brumel, Yastchenko y la discusión sobre si los rodillistas también habrían
volado sobre los 2.40 como lograron varios fosburystas. Y algunos veteranos,
como Thomas Zacharias, que son los últimos vestigios de este estilo mágico
que te hacía volar como si no existiera la gravedad, pero que falleció por
culpa de un americano revolucionario, aunque el verdadero culpable fuese el
inventor de la colchoneta.

Martí Perarnau
@martiperarnau

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JIM THORPE
O LA PASIÓN
Sergio Pinto

Sendero Brillante, el deportista más completo del siglo XX.


Por encima de éxitos y triunfos, Jim Thorpe fue la victoria de
la pasión por el deporte: competía jugando. Mantuvo siem-
pre el espíritu infantil del juego por el juego, de la práctica
deportiva como emoción extraordinaria. Compitió contra
Eisenhower y Patton, conquistó la gloria olímpica y la coro-
nación en el fútbol americano, disputó una variedad inmen-
sa de especialidades y resultó víctima de las patrañas de
la época y la envidia feroz. Ni siquiera la restitución de las
medallas olímpicas tuvo la dignidad que merecía semejante
deportista.

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E
l 28 de mayo de 1888 la luz del alba iluminaba el camino que guiaba a la
casa de los Thorpe. Ese día, el rocío untaba la hierba de frescor y el sol
comenzaba a resplandecer el cielo de Praga, en el estado de Oklahoma.
En un rancho de caballos cercano venía al mundo el pequeño Jim. En la cultura
india es costumbre relacionar el nombre de los hijos con una experiencia que
las madres hayan tenido durante el embarazo o el parto. Miembro de la tribu
Sauk y Fox, su madre Charlotte le bautizó como Wa-Tho-Huck, que significa
Sendero Brillante.

BRAVURA NATURAL

Hijo de padre irlandés y madre nativa americana, por las venas de Jim Thorpe
fluía la sangre de la irreverencia y la lucha sin cuartel, entrelazada con el
parentesco con Black Hawk (Halcón Negro), uno de los jefes más famosos
de los Sauk y Fox. La tribu liderada por Black Hawk vivía en Illinois, tierras
que pertenecían a los nativos americanos. En 1812 se unió a los británicos
en la lucha contra los norteamericanos, pero ciertos desencuentros con
los europeos hicieron que dejara de prestarles su apoyo. El avance de los
norteamericanos desencadenó la conocida como “Guerra de Black Hawk”
en la que los nativos americanos trataron de defender la invasión de los
blancos. Resistieron al principio, pero el armamento más avanzado del
enemigo terminó por hacerles retroceder hacia el este, llegando a Iowa y
luego a Kansas. Black Hawk murió en 1838. En 1869, el gobierno de los
Estados Unidos desplazó a los Sauk y Fox a lo que ellos llamaban “territorio
indio”: Oklahoma.

Fue en Oklahoma donde nació Hiram P. Thorpe, padre de Jim, y fue allí donde
conoció a Charlotte View. Se casaron en 1882 y seis años después tuvieron
a Jim y a su hermano gemelo, Charlie. Ambos hermanos eran inseparables y
se pasaban el día jugando en la naturaleza. Había un hermano mayor llamado
George. El pasatiempo favorito de Jim era Follow the leader (sigue al líder),
juego que consistía en que uno de ellos encabezaba la expedición y el otro le
imitaba en todo lo que hacía. De esa forma escalaban árboles, atravesaban
ríos o montaban a caballo. Desde muy pequeño aprendió a tratar con los
animales, desarrollando una verdadera pasión por los caballos. Su padre
era un gran espejo en el que mirarse. La fuerza física de su progenitor era
algo que marcó a Jim: “Era capaz de andar, montar o correr durante días
sin mostrar signos de fatiga. Un día no teníamos caballos suficientes para
cargar con las piezas de caza. Entonces cogió un ciervo y lo llevó a hombros
durante 30 kilómetros”. Como dice el refrán “de casta le viene al galgo” y Jim
Thorpe se parecía cada vez más a su padre. El amor por el ejercicio físico y el
espejo de su padre le hacía resistir esfuerzos inimaginables para un niño de
su edad. Así lo relataba: “Vivíamos al aire libre, disfrutando de la naturaleza,
ya fuera en invierno o verano. Nunca estábamos dentro de casa si podíamos
disfrutar fuera de ella”.
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Con 6 años, los gemelos acudieron a su primera escuela, la Sac and Fox
School, donde les enseñaban a hablar inglés, el lenguaje de las personas
blancas. El nativo americano estaba prohibido. En la escuela estudiaban
la mitad del tiempo y la otra mitad hacían prácticas en la granja o jugaban
fuera. A pesar de no estar lejos de su casa, solo volvían al hogar parental en
vacaciones y verano. Con 8 años, Jim sufrió el primer gran revés de su vida.
El primer día que acompañaba a su padre a cazar, volvió a casa y su gemelo
Charlie estaba muy enfermo. Ni siquiera les dio a tiempo a llegar al hospital.
Había muerto de neumonía.

El fallecimiento de su hermano le afectó mucho, perdiendo el interés por la


escuela e incluso por los deportes. Escapaba de clase y su padre tenía que ir
a buscarle. Un día, Hiram montó a Jim en su carro de caballos para devolverle
a la escuela tras una nueva huida. Nada más dejarle allí, el niño salió por la
puerta de atrás y echó a correr sin que su padre le viera. De atajo en atajo,
corrió en dirección a casa y redujo una distancia de 37 kilómetros a “solo” 29.
La leyenda cuenta que llegó antes que su padre.

Buscó refugio en el deporte y pudo ver


jugar a fútbol americano a Chauncey
Archiquette, uno de los mejores jugado-
res de la época. Desde ese día, el fútbol
conquistó a Jim Thorpe.

AÑOS DE FORMACIÓN

Con diez años, ingresó en la escuela india de Haskell, que se encontraba en


el estado de Kansas, a casi 500 kilómetros de distancia de su casa. Más de
mil nativos americanos engrosaban las aulas, cuyo sistema educativo seguía
la doctrina militar. Los estudiantes vestían uniformes y Jim se sentía solo y
confundido. Buscó refugio en el deporte y pudo ver jugar a fútbol americano
a Chauncey Archiquette, uno de los mejores jugadores de la época. Desde
ese día, el fútbol conquistó a Jim Thorpe.

Jim abandonó de nuevo la escuela cuando le comunicaron que su padre tenía


septicemia. Tardó dos semanas en recorrer a pie la distancia que separaba
el colegio de su casa y, cuando llegó, su padre ya estaba restablecido. Se
quedó en el rancho familiar y luego, con 13 años, se fue él solo a Texas, donde
aprendió a domar caballos y a realizar diferentes trabajos. Volvió a casa con
su padre e ingresó en la escuela de Garden Grove, a 5 kilómetros de su hogar.

En 1904, a la edad de 16 años, Jim Thorpe entró en la escuela de Carlisle.


Tiempo atrás, cuando estaba en Haskell, Jim se había quedado prendado
del equipo de fútbol de la que era su nueva escuela y poder jugar con ellos
se convirtió en un sueño. La escuela de Carlisle se había inaugurado 30
años antes, fundada por Richard H. Pratt, un antiguo oficial del ejército
estadounidense que lideró a la Décima Caballería. Sus enfrentamientos ante 169

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los nativos americanos le hicieron abrir los ojos y ver que existía igualdad
entre ambos pueblos, por lo que fundó la escuela para redimirse de todo el
daño que podía haberles hecho. Al igual que en Haskell, se llevaba el estilo
de vida de los blancos, sin permitir el pelo largo y con uniforme obligatorio.
Aparte de las asignaturas comunes, Carlisle también enseñaba a sus alumnos
carpintería, panadería, sastrería e incluso tareas de granja.

En la escuela de Carlisle, Jim Thorpe disfrutaba con el deporte, pero también


pensaba en otras formas de ganarse la vida. Entre ellas, soñaba con ser
electricista o sastre. Pero en 1905, la muerte de su padre por septicemia
volvía a asestar otro mazazo a la vida del joven Thorpe. Tras el duro golpe, y
para evitar que Jim creciera en soledad, Richard Pratt se encargó de buscarle
una familia de acogida, los Buckholz, donde cocinaría y realizaría las tareas
del hogar a cambio de alojamiento. Dos años después, tras trabajar también
como jardinero, Thorpe volvió a Carlisle. Fue en la primavera de 1907 cuando
Glenn Pop Warner cayó rendido ante las aptitudes atléticas del joven indio.
Los jugadores del equipo de fútbol estaban practicando salto de altura. Iban
subiendo el listón hasta que ninguno de ellos pudo superarlo. La medida era de
5 pies y 9 pulgadas (175 centímetros). Thorpe preguntó a los chicos si podía
probar, siendo su carcajada una respuesta afirmativa ante el aspecto de Jim,
vestido con un mono de trabajo. Para sorpresa de todos ellos, superó el listón
al primer intento. Un estudiante que presenció el hecho se lo comunicó al
entrenador Warner, que al día siguiente se reunió con Thorpe y le dijo: “Chico,
¿sabes lo que has hecho?”, “Nada malo, espero”, respondió Jim. “¡Has batido
el récord de salto de altura de la escuela!”, exclamó Warner. “No me pareció
que el listón estuviera tan alto”, fue la pírrica respuesta de Thorpe. Ese día,
Warner le invitó a formar parte del equipo de atletismo, bajo la tutela del
mejor atleta de la universidad y estrella del equipo de fútbol: Albert Exendine.

Pero lo que Jim quería era entrar en el equipo de fútbol americano. Insistía
constantemente a Warner para que le diera una oportunidad, respondiendo
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este con negativas. El entrenador no quería que su atleta más prometedor se
hiciera daño jugando con compañeros mucho más fuertes que él. En aquella
época, era un chico de apariencia frágil: medía 1,80 m y pesaba 70 kg. La
persistencia en las súplicas de Thorpe terminó por convencer a Warner, que
le permitió jugar un partido de entrenamiento. En la primera acción, Jim se
fue de todos sus rivales, dejando boquiabierto a Warner, que le pidió que
repitiera la jugada. Así fue. De nuevo Thorpe dejó un reguero de futbolistas a
sus espaldas para llegar a la línea de marca. Entonces se acercó a su
entrenador y le dijo: “Nadie puede parar a Jim”. Warner solo acertó a decir:
“Es un indio salvaje de verdad”.

Su dominio era abrumador y compaginaba su carrera


en las pistas con un papel mucho más relevante en el
equipo de fútbol americano, que finalizó la tempora-
da con diez victorias en trece encuentros y fue elegi-
do entre los mejores jugadores del curso.

DEDICADO A SU PASIÓN, EL FÚTBOL

Desde ese mismo instante, Jim Thorpe pasaría a engrosar las filas del
equipo de fútbol americano de Carlisle, los comúnmente conocidos Carlisle
Indians, que sería el mejor equipo de la historia de la universidad. Thorpe no
era titular, pero participaba activamente en cada partido en el que su equipo
machacaba al rival. Harvard, Pensilvania o Chicago, potentes equipos,
cedían ante el yugo indio. Pero Warner no quería que Thorpe dejara de lado
las pruebas atléticas. Al salto de altura se unieron el lanzamiento de martillo,
los cien metros lisos, el paso de vallas, el salto de longitud y el lanzamiento
de peso. “No había nada que se le diera mal”, recordaría su entrenador años
más tarde. “Nunca tuve que hacer un gran esfuerzo para entrenarle. Como
todos los indios, Jim tenía gran capacidad de observación, de aprender de
los mayores y lo hacía muy rápidamente. Imitación y visualización. Nunca mi
trabajo fue tan sencillo como en la universidad de Carlisle”.

En 1908, Thorpe participó en su primera competición atlética en Pensilvania.


Warner retó a los chicos diciéndoles que solo llevaría a los que saltaran 1,78
m en salto de altura. Thorpe superó el listón de 1,80, y ya en la reunión
llegó a 1,85 m, empatando con otro atleta de Indiana. Una moneda al aire
declaró vencedor a Jim. Otros enfrentamientos ante universidades de
distintos estados permitieron ratificar la superioridad del atleta de Carlisle,
que conseguía ganar en todas las disciplinas en las que participaba. Contra
Siracusa, venció en lanzamiento de peso, salto de altura, salto de longitud
y en las dos pruebas de vallas (por aquella época había vallas “altas” y vallas
“bajas”). Su dominio era abrumador y compaginaba la carrera en las pistas
con un papel mucho más relevante en el equipo de fútbol americano, que
finalizó la temporada con diez victorias en trece encuentros y fue elegido
entre los mejores jugadores del curso.
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El año siguiente, Thorpe continuaba batiendo récords en atletismo. En un
mitin contra Lafayette, que estaba invicta esa temporada, el vendaval indio
volvió a arrasar con todo lo que encontró a su paso. La competición constaba
de dos equipos de seis integrantes cada uno. Jim consiguió más de la mitad
de los puntos de su equipo y lo llevó a la victoria por 71-41. Esa temporada,
Thorpe volvió a ser el protagonista absoluto, ganando al menos dos medallas
de oro en cada evento que participaba. En Siracusa, volvió a repetir su
actuación del año anterior, consiguiendo cinco oros de nuevo.

Cuando el año competitivo finalizaba, Thorpe se aburría sin hacer nada,


por lo que decidió participar en ligas menores de béisbol en Carolina del
Norte. Junto a Possum Powell y Jesse Young Deer, dos de sus compañeros
en Carlisle, cobró dos dólares por partido disputado, lo que le convertía en
jugador profesional. Este hecho traería funestas consecuencias en la carrera
de Jim Thorpe, que ignoraba lo que estaba por venir. Era el verano de 1909.
Un año después, volvería a hacer lo mismo durante el periodo estival, pero
la Federación de Carolina del Norte no disponía de dinero para pagar a los
jugadores.

VUELTA A CARLISLE Y AL ATLETISMO

1911 fue el año en que el nombre de Jim Thorpe tuvo su primera gran
repercusión a nivel nacional. Tras doce meses apartado de la competición
en su rancho de Oklahoma, Thorpe se encontró con Albert Exendine, el que
fuera su mentor, quien terminó convenciéndole para que volviera a Carlisle
a jugar en el equipo. En aquél entonces, Jim ya no era el joven delgado y
frágil, sino que a sus 23 años medía 1,85 m y pesaba 85 kilos. La inactividad
pareció no afectarle, ya que de nuevo se convirtió en el referente del equipo.
Podía correr, pasar, bloquear y también chutar. Era el jugador más completo
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y un líder natural. El reconocimiento nacional tuvo lugar en un partido ante
Harvard, vigente campeón, en el que su participación fue dudosa hasta el
último momento. Jim había sufrido un esguince de tobillo dos semanas antes,
pero decidió participar en el partido con la pierna vendada y sensibles dolores.
El desarrollo del mismo fue descrito como uno de los mejores partido de la
historia de la competición universitaria. Carlisle venció a la invicta Harvard
por 18-15 y Jim Thorpe anotó todos los puntos de su equipo, que finalizó la
temporada con once victorias y una sola derrota.

Pop Warner continuó insistiéndole en que no desaprovechara su talento para


el atletismo, inscribiéndole en las preliminares para los Juegos Olímpicos de
Estocolmo. En los Juegos anteriores, solo estaba permitida la participación
de personas de clase alta, gente pudiente, pero para el evento sueco
cualquiera podía inscribirse en los trials de clasificación. Como era de esperar,
Jim superó las pruebas y el 14 de junio de 1912, dos meses después de que
el todopoderoso Titanic se hundiera en el Atlántico, 164 atletas de la
delegación estadounidense, entre ellos Thorpe, embarcaban a bordo del
buque Finland en dirección a la capital sueca. Durante las dos semanas que
duraba el viaje los deportistas mantenían su tono físico en cubierta, corriendo
a lo largo del perímetro del buque, practicando el salto utilizando cuerdas
como listón o jugando al frontón contra una pared. Gran parte de la rumorología
alrededor de Thorpe afirmaba que este no se entrenó ningún día durante la
travesía, lo cual fue desmentido categóricamente por varios de sus
compañeros de expedición, como por ejemplo el que fuera posteriormente
presidente del COI, Avery Brundage, o el que se proclamó doble campeón
olímpico en los 100 y 200 metros lisos, Ralph Craig: “Recuerdo a Thorpe
entrenando conmigo cada día, corriendo alrededor del barco, saltando
longitud y preparándose duramente para los Juegos”.

Jim finalizó la prueba con un total de 8.412,955


puntos sobre un máximo total de 10.000, aventajando
en 700 puntos al segundo clasificado, el sueco
Hugo Weislander. Su hazaña adquiere una magnitud
monstruosa si recordamos que Thorpe nunca se había
dedicado a participar en esas pruebas anteriormente,
salvo en los trials clasificatorios.

UNOS JUEGOS PARA RECORDAR

Los Juegos Olímpicos de Estocolmo eran los quintos de la era moderna. Por
primera vez se permitía a las mujeres participar en pruebas de natación y salto
de trampolín, aumentando la participación femenina desde las 36 atletas
cuatro años antes en los Juegos de Londres a las 57 en Estocolmo. Cantidad
ínfima si la comparamos con la participación masculina (2.447), pero supuso
el principio de una revolución que en los últimos Juegos Olímpicos en Londres
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Revista#03
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en 2012 superó las 4.600 atletas inscritas. Esta edición de 1912, aparte
de las novedades mencionadas, introdujo las competencias de arte, divididas
en cinco categorías: escultura, pintura, arquitectura, literatura y música.
Todas las obras debían estar inspiradas en temas deportivos. El carácter
amateur de los Juegos impedía la participación de artistas profesionales y
dicha competencia duró hasta los Juegos de Londres en 1948, cuando dejó
de considerarse un evento olímpico oficial y pasó a categoría de exhibición.
Otra de las novedades de esa edición sueca fue la introducción del pentatlón
y decatlón como disciplinas olímpicas, la mejor forma de descubrir al atleta
más completo del momento.

El 6 de julio se inauguraron los JJ. OO. y un día después, Jim Thorpe comenzaba
su participación en la prueba de pentatlón. Cabe diferenciar el pentatlón en el que
participó Thorpe del pentatlón moderno, que también debutaba ese año como
deporte olímpico. El pentatlón moderno constaba de las siguientes pruebas:
tiro con pistola, esgrima, salto ecuestre, natación y carrera campo a través.
Uno de sus participantes más ilustres de esos Juegos fue George Patton, el que
posteriormente fuera general norteamericano en la II Guerra Mundial. Quedó en
5ª posición.

Por su parte, el pentatlón atlético constaba de las siguientes disciplinas:


salto de longitud, 200 metros lisos, lanzamiento de disco, 1.500 metros y
lanzamiento de jabalina. En la primera prueba, el salto de longitud, Jim se
puso en cabeza al saltar 7,07 m. En lanzamiento de jabalina, el atleta local
Hugo Wieslander no tuvo rival, alcanzando los 49,56 m, por los 46,71 m de
Thorpe. Era la segunda vez que Jim participaba en esa prueba. La primera
fue en los trials clasificatorios y tal era su desconocimiento de la disciplina
que lanzó la jabalina sin coger carrera. Aún así, quedó segundo. En los 200
metros lisos se impuso Thorpe con un tiempo de 22,9 segundos. En la prueba
de disco, Jim volvió a quedar en primer lugar con un lanzamiento de 35,75 m,
aventajando en un metro de distancia a Avery Brundage, segundo clasificado.
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La carrera de 1.500 cerraba el pentatlón, cuyas pruebas se celebraban
en el mismo día. Thorpe venció con un tiempo de 4:44.8, proclamándose
campeón olímpico con una puntuación de 7 puntos. En aquella época los
puntos equivalían a la posición del atleta en la prueba. Si quedaba primero
sumaba un punto, si quedaba segundo dos y así sucesivamente. El que
menos puntos acumulase sería el vencedor. Thorpe ganó cuatro pruebas y
quedó tercero en la jabalina. En una especialidad que parecía diseñada para
el triunfo nórdico, el norteamericano pulverizó todas las marcas, superando
al segundo clasificado, el noruego Ferdinand Bie, en 16 puntos.

Una semana después, el 13 de julio, comenzó el decatlón. En unas condiciones


muy adversas, Thorpe quedó tercero en la prueba de 100 metros lisos con
una marca de 11,2 segundos. Consiguió el segundo puesto en salto de
longitud, llegando a los 6,79 m. Un primer lugar en lanzamiento de peso,
donde alcanzó los 12,89 m, le permitió terminar el día liderando la prueba. Al
día siguiente volvió a imponerse en salto de altura (1,87 m) y en 110 metros
vallas, con una marca de 15,6 segundos. Sus 52,2 segundos empleados en
los 400 m le sirvieron para quedar cuarto y seguir liderando la prueba. El
último día, Thorpe mostró su inexperiencia en jabalina, pértiga y lanzamiento
de disco, pero su actuación fue muy meritoria, consiguiendo un segundo y dos
terceros puestos respectivamente. Los 1.500 m era la última prueba, la que
consagraría definitivamente a Jim Thorpe como el mejor atleta del momento.
Antes de comenzar la carrera, Jim perdió sus zapatillas. Alguien se las robó,
en un misterio aún sin resolver. Thorpe preguntó a sus compañeros si alguien
le podía prestar las suyas y finalmente consiguió una para su pie izquierdo,
de una talla más pequeña que las que usaba habitualmente. La otra zapatilla
la encontró en una papelera. En una demostración de poderío, se sobrepuso
a las circunstancias y ganó esa carrera con un tiempo de 4:40.1.

Jim finalizó la prueba con un total de 8.412,955 puntos sobre un máximo


total de 10.000, aventajando en 700 puntos al segundo clasificado, el
sueco Hugo Weislander. Su hazaña adquiere una magnitud monstruosa si
recordamos que Thorpe nunca se había dedicado a participar en esas
pruebas anteriormente, salvo en los trials clasificatorios. En la ceremonia
de medallas, Thorpe recibió un busto, réplica del Rey de Suecia Gustavo V,
junto con la presea del pentatlón. Con la medalla del decatlón le fue
entregada una maqueta hecha con joyas de un barco vikingo, cortesía del
zar Nicolás II. El rey Gustavo estrechó la mano de Jim Thorpe reconociendo
su valía y le dijo: “Eres el mejor atleta del mundo” a lo que Thorpe, con su
parquedad habitual respondió: “Gracias, Rey”. Años más tarde Jim admitió
que las palabras de Gustavo V convirtieron ese momento en uno de los más
emocionantes de su vida.

Su estatus de superestrella no se le subió a la


cabeza, manteniendo el espíritu humilde y traba-
jador como antaño, ejerciendo de tutor con las
jóvenes promesas del equipo.

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EL DURO REGRESO DEL HÉROE MALDITO

La gesta se celebró enormemente en su país, donde fue agasajado como héroe


nacional. Recibió múltiples reconocimientos y ofertas para jugar a béisbol o
incluso de actor en algunas películas. Su repertorio era interminable, llegando
a practicar múltiples deportes como baloncesto, hockey sobre hielo, natación,
billar, e incluso bailes de salón. Pero Pop Warner llamó a su puerta y Thorpe volvió
a jugar al fútbol en Carlisle. Su estatus de superestrella no se le subió a la cabeza,
manteniendo el espíritu humilde y trabajador como antaño, ejerciendo de tutor
con las jóvenes promesas del equipo. A finales de 1912 tuvo lugar un partido para
el recuerdo. Fue el que enfrentó a Carlisle contra el ejército, en el que jugaba el
futuro presidente de la nación, Dwight Eisenhower, que definió a Thorpe como “un
jugador que hace cosas que todos sabemos hacer, pero él siempre las hace mejor”.
Ese partido se convirtió en una batalla campal. Pop Warner aleccionó y enrabietó
a los suyos diciéndoles que jugarían contra los hijos de aquellos que usurparon
las tierras de sus antepasados. Thorpe reaccionó de forma brutal ante tal alegato
y anotó 22 de los 27 puntos de su equipo, jugando gran parte del partido con el
hombro lesionado. Carlisle finalizó la temporada con 12 victorias y solamente una
derrota. Jim Thorpe anotó 198 puntos y 25 de los 66 touchdowns de su equipo,
consiguiendo la mayor puntuación de un jugador hasta el momento.

Tras las vacaciones de Navidad, Thorpe estrenó 1913 volviendo a Carlisle a


entrenarse con los chicos. Mientras tanto, en Massachusetts, el Worcester
Telegram publicaba un artículo en el que afirmaba que Jim Thorpe había
cobrado dinero por jugar al béisbol en Carolina del Norte varios años antes,
hecho que le convertía en deportista profesional, lo cual iba en contra
del amateurismo de los JJ. OO. La Amateur Athletic Union (AAU) pidió
explicaciones a Thorpe, que admitió haber cobrado un sueldo por cada partido
jugado, pero afirmando que el dinero no le importaba: “No jugué por el dinero,
sino porque me gusta jugar”. Lo cierto es que lo hecho por Thorpe estaba a la
orden del día entre los atletas de la época, pero los que participaban solían
hacerlo bajo nombres falsos. Por ejemplo, corría el rumor de que “Wilson” era
el seudónimo de Dwight Eisenhower. La AAU no aceptó las disculpas de Jim
Thorpe, le retiró su condición de deportista amateur y pidió que devolviera las
medallas, extendiendo su propuesta al Comité Olímpico Internacional (COI).
El COI aceptó y quitó las medallas a Thorpe, borrando su nombre del libro de
récords. Desde ese día, el Jim Thorpe olímpico dejó de existir. Tenía 26 años.

Ferdinand Bie y Hugo Wieslander recibieron las medallas de Thorpe. Ambos


aceptaron devolverlas si la AAU cambiaba de decisión. Eso no sucedió y fue un
golpe devastador para el atleta norteamericano, del que nunca se recuperó:
“El Rey de Suecia me dio esos trofeos. Son míos. Los gané justamente”.

Lo único bueno que le sucedió a Thorpe tras su recién adquirido profesionalismo


fue la incesante lluvia de ofertas recibidas. Su polivalencia e innatas condiciones
físicas le convirtieron en un objeto codiciado por diferentes disciplinas
deportivas. Un promotor le ofreció 50.000 dólares por convertirse en boxeador
profesional, una suma de dinero inmensa para la época. Otro le ofreció 1.000
dólares por cada prueba de lucha en la que participara. Finalmente, Thorpe
firmó por los New York Giants, cobrando 6.000 dólares al año, el mayor sueldo
jamás pagado a un rookie por aquella época.
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Revista#03
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ABRUMADORA FAMA

A pesar de que era un gran lanzador, las habilidades de Thorpe como jugador
de béisbol eran limitadas. John McGraw, manager de los Giants, decidió
cederlo a Milwaukee, equipo de una liga menor, para que mejorara su técnica.
Volvió a Nueva York, pero pronto fue cedido de nuevo, iniciando un periplo
por diferentes equipos de ligas menores. Las capacidades como jugador
de béisbol de Thorpe eran, cuando menos, discutibles, pero su poder de
convocatoria era abrumador. Muchos aficionados pagaban la entrada solo
para verle a él. Uno de sus compañeros en los Giants le definía así: “A pesar
de no tener experiencia podía golpear la bola más lejos que cualquiera, más
fuerte que cualquiera y podía correr más rápido que cualquiera”.

Jim Thorpe también siguió jugando al fútbol. Lo practicaba durante el otoño,


para volver al béisbol en primavera. En aquella época, el fútbol no movía la
cantidad ingente de dinero de la actualidad pero era el germen de lo que ha
ido creciendo hasta nuestros días. En 1915, firmó con los Canton Bulldogs
de Ohio, cobrando 250 dólares por partido, una cifra astronómica. Los
Bulldogs amortizaron rápidamente su desembolso ya que pasaron de tener
una asistencia de 1.200 aficionados a albergar 8.000 almas en su estadio.
En béisbol, Thorpe era más una atracción que una estrella. En el fútbol,
sin embargo, era ambas cosas. Jugó seis años con los Bulldogs, siendo su
equipo uno de los 14 conjuntos profesionales que fundaron la Asociación
Profesional de Fútbol Americano (APFA) en 1920. La APFA fue la precursora
de la National Football League (NFL) y Jim Thorpe fue el primer presidente.
Joseph Carr le sustituyó un año después. Ingresar en la asociación costaba
100 dólares. A día de hoy entrar en el círculo vicioso futbolístico americano
cuesta millones.
177

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Revista#03
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ÚLTIMOS SUSPIROS DE UNA CARRERA INIGUALABLE

En 1922, ya con 34 años, Thorpe fichó por los Orange Airedales, un equipo
formado únicamente por nativos americanos. Los resultados fueron discretos,
pero jugar entre su gente asentó aún más sus raíces. En los descansos de
cada partido, los jugadores se vestían con vestidos tradicionales indios y
realizaban danzas tribales en el centro del campo. Tuvo un fugaz paso por
el baloncesto. Su retirada estaba cerca, aunque siguió disputando partidos
con diferentes equipos como Canton o Portsmouth, participando en su último
encuentro a la edad de 41 años, con los Chicago Cardinals en 1929.

La transición de una carrera deportiva llena de éxitos a la vida cotidiana


siempre es difícil. La gran crisis mundial que acontecía en aquellos años
convulsos complicó aún más las cosas. Thorpe necesitaba dinero para
mantener a su familia. Se había casado dos veces y tenía siete niños que
mantener. A los problemas monetarios se unía la adicción a la bebida.
Comenzó a hacer sus pinitos en el cine, apareciendo como deportista y
también interpretando caracteres nativos americanos. La Gran Depresión
golpeaba fuerte a Norteamérica y Thorpe trabajaba de lo que podía, desde la
construcción, guarda de seguridad o cavando zanjas por 50 céntimos la
hora. En 1950 fue nombrado mejor deportista de la mitad del siglo XX.
Vendió sus derechos a la Metro Goldwyn Mayer (MGM) para que hicieran una
película sobre su vida, que se estrenó en 1951, con Burt Lancaster en el
papel protagonista y cuyo título fue: Jim Thorpe, All American. Ese mismo
año se le diagnosticó un cáncer de labio, reflejo de una delicada salud que ya
se había tambaleado años antes por un ataque al corazón que volvería a
repetirse en 1952. El 28 de marzo de 1953, en su domicilio de California, un
tercer infarto terminó con su vida, dos meses antes de cumplir los 65 años, y
casualmente el mismo año en el que Dwight Eisenhower juraba como
presidente de los Estados Unidos.

La justicia para Thorpe llegó casi 30 años des-


pués de su muerte, cuando en 1982, el COI,
presidido por Juan Antonio Samaranch, decidió
devolverle las medallas.

JIM, LA LEYENDA

Jim Thorpe vivió una vida llena de éxitos y amargas decepciones. Tras
su fallecimiento, recibió numerosos homenajes. El trofeo a mejor defensa
de la liga universitaria lleva su nombre, así como el jugador más valioso
de la NFL para la asociación de prensa. Murió con un sentimiento de
campeón olímpico que nunca le fue reconocido, con la sensación de ser
un mentiroso y un tramposo, desposeído y borrado de todos los libros de
historia. La justicia para Thorpe llegó casi 30 años después de su muerte,
cuando en 1982, el COI, presidido por Juan Antonio Samaranch, decidió
devolverle las medallas.
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Revista#03
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Esta limpieza del nombre de Thorpe surge por la inquietud de Bob Wheeler,
admirador de Jim desde el día en que su padre le regaló un libro con los 100
héroes deportivos americanos y conoció a la leyenda india. Wheeler comenzó
una ardua investigación acerca de todos los aspectos concernientes a
Thorpe, tratando de reescribir su historia, buscando cualquier resquicio legal
que permitiera, aunque fuera a modo póstumo, restituir el honor de Thorpe.

Avery Brundage, compañero de equipo de Thorpe en los Juegos Olímpicos de


Estocolmo y presidente del COI desde 1952 a 1972, se negó categóricamente
a devolver las medallas a Thorpe. En una entrevista con Wheeler aseguró
que “la ignorancia no es excusa”, aludiendo a las declaraciones de Thorpe
en las que mostraba su arrepentimiento. No sería el único episodio en el
que Brundage se ganase la antipatía del movimiento olímpico; su reacción
tras la masacre de Múnich en 1972 es otro ejemplo. Wheeler afirmó que
el resentimiento de Brundage hacia los logros de Thorpe, que le dejaron
en segundo plano en los Juegos de 1912, fue la principal causa de que su
decisión fuera irrevocable.

Ni las múltiples reclamaciones, ni la recogida de firmas (hasta 250.000),


hicieron cambiar de opinión al COI. Hasta que un día, Florence Ridlon, esposa
de Bob Wheeler, encontró un extracto de las reglas de los Juegos Olímpicos
de 1912 que decía: “No tendrán validez todas las alegaciones sobre la
clasificación de los atletas que se realicen en un plazo superior a los 30 días
de la entrega de medallas”. Esta prueba resultó fundamental para que la
persistencia de Wheeler y Ridlon, y por ende el futuro de Thorpe, llegara a
buen puerto. El artículo y las fotos de Thorpe fueron publicados en enero de
1913, siete meses después de que finalizaran los Juegos Olímpicos, por lo
que la decisión de la AAU y del COI carecía de fundamento legal. Ridlon y
Wheeler enviaron una declaración al COI que decía: “La ignorancia de las
normas por las que se regían los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912
no son excusa para desposeer ilegalmente a Jim Thorpe de sus medallas”.

Jim Thorpe aparece en los libros a modo de


co-ganador, marcado con un asterisco y
lamentablemente ninguna de sus victorias
consta en el libro oficial de los Juegos
Olímpicos de Estocolmo.

INSUFICIENTE RECONOCIMIENTO PÓSTUMO

Con las pruebas a su favor, el matrimonio Wheeler creó en 1982 la Fundación


Jim Thorpe, consiguió el apoyo del congreso y algo que resultó determinante:
la ayuda del Presidente del Comité Olímpico Estadounidense, William E.
Simon, quien aprovechó una reunión del COI en Lausana para plantearle
a Samaranch la opción de rehabilitar a Jim Thorpe. El 13 de octubre de
1982, casi 70 años después de que las lograra en la pista, Juan Antonio
Samaranch anunció que le devolverían las medallas a Thorpe, aunque en 179

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Revista#03
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realidad, las originales, como si estuvieran malditas, habían sido robadas. Se
hicieron duplicados, aunque en una decisión muy cuestionable, el COI acordó
mantener a Bie y a Wieslander como campeones. Jim Thorpe aparece en los
libros a modo de co-ganador, marcado con un asterisco y lamentablemente
ninguna de sus victorias consta en el libro oficial de los Juegos Olímpicos de
Estocolmo. No habrá evidencia numérica de su abrumadora superioridad. El
19 de enero de 1983, Samaranch entregó las réplicas de las medallas a los
hijos de Thorpe. En los JJ. OO. de Atlanta’96, la antorcha olímpica pasó por
Praga, en el estado de Oklahoma, lugar de nacimiento de Thorpe.

LEYENDA SIN FINAL FELIZ

Aún existe otro capítulo, otro frente abierto, que mancilla su memoria y
la de su familia. Su cuerpo descansa en una pequeña ciudad del noreste
de Pensilvania llamada como él: Jim Thorpe. Ese recóndito lugar recibía
anteriormente el nombre de Mauch Chunk, que significa ‘Montaña del oso’
en el lenguaje de los nativos. Lo más probable es que Jim nunca hubiera oído
hablar de dicho lugar, pero fue su tercera esposa Patricia la que se encargó
de todos los arreglos del funeral y entierro de Thorpe, en contra de los deseos
de la familia y descendientes del campeón.

La historia se remonta a 1953, año del fallecimiento del campeón. Como


dicta la tradición india, el cuerpo del finado debía de ser enterrado al tercer
día de su muerte, entre el amanecer y el atardecer, cerca del lugar de su
nacimiento. De no ser así, su espíritu jamás encontraría la paz. Se hicieron
los preparativos para que el funeral fuera en Garden Grove. Su cuerpo sería
traído desde California por 2.500 dólares, y por 25.000 más se construiría
un panteón en su honor. Cuando todo parecía que iba a llevarse a cabo, el
gobernador William Murray se negó a pagar un precio tan elevado. A Patricia,
180

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tercera esposa de Thorpe, nunca le gustó la idea de que su marido fuera
enterrado por el rito indio y aprovechó la ocasión para hacerlo a su manera.
Cuando parecía que el funeral iba a celebrarse en Shawnee y toda la familia
de Thorpe esperaba para rendir honores, Patricia, acompañada por la policía,
se llevó el coche fúnebre a otro cementerio de Shawnee. Ahí permaneció el
cuerpo por un tiempo. Pero la esposa de Thorpe quería sacar cierto beneficio
económico con la muerte de Jim y buscaba por todo el país un lugar donde
enterrarlo. Carlisle, el que fuera hogar de tantos triunfos de Thorpe, hizo un
esfuerzo por retener el cuerpo de la estrella en su panteón, pero las exigencias
de la viuda eran astronómicas, por lo que no pudo llevarse a cabo.

En su viaje por el país, Patricia llegó a Pensilvania. Se enteró que una pequeña
ciudad al noreste del estado buscaba dinero para crear una fundación de
desarrollo industrial. Contactó con Joe Boyle, promotor de la idea, y le
ofreció el cuerpo de su marido a cambio de que la ciudad, llamada Mauch
Chunk, pasara a denominarse Jim Thorpe. Con el nuevo nombre, se atraería
el turismo y la ciudad daría un estirón importante en popularidad. Patricia
Thorpe aseguró que crearían un Memorial financiado por la Asociación
de Fútbol Americano y que la ciudad crecería exponencialmente a ojos de
América. También les dio la idea de construir un hotel cuyas habitaciones
podían llamarse Jim Thorpe Teepees. Patricia no iba a irse de vacío y exigió
un cheque que la leyenda ha llegado a situar con valores que fluctuaban
desde 500 a 25.000 dólares. Boyd, cegado por las posibilidades que le
ofrecía la viuda de Jim, finalmente aceptó. Era septiembre de 1953, medio
año después del fallecimiento del mito.

El contrato rubricado por Patricia Thorpe y Joe Boyle poseía una cláusula que
resultó ser devastadora para las esperanzas de los familiares del atleta de
conseguir el retorno del cuerpo de vuelta a Oklahoma. La cláusula decía que
el cuerpo de Thorpe debía permanecer en la ciudad mientras esta conservara
su nombre. Se realizaron varias votaciones en todo este tiempo entre los casi
4.800 habitantes de la ciudad, ganando siempre por mayoría el sí a mantener
el nombre de Jim Thorpe.

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Una gran tumba de granito grabada con imágenes de Thorpe en diferentes
eventos deportivos es la parte central del mausoleo creado en honor al atleta
indio. Protegidos por los cedros, en una colina al norte de la ciudad, descansan
los restos del que fuera uno de los primeros ejemplos de deportista total. Sus
familiares siguen clamando justicia y luchando para que Jim vuelva a casa.
Bob Wheeler, su esposa Florence y su hijo Rob, a través de la Fundación Jim
Thorpe, recogen firmas a través de todo el mundo y continúan luchando para
que Wa-Tho-Huck pueda descansar en paz al abrigo de los suyos, en sus
fértiles tierras, aquellas que le vieron nacer hace más de un siglo. La familia
está construyendo el Centro Jim Thorpe, una entidad sin ánimo de lucro en
la que los niños indios puedan entrenar para disfrutar del deporte y, en base
al esfuerzo y el sudor, quién sabe si algún día recibir el aplauso unánime que
Jim Thorpe consiguió. Reconocido como el mejor atleta del siglo XX, quizá
su cuerpo descanse en el lugar equivocado, pero su espíritu impregnará a
generaciones y generaciones de deportistas que encontrarán en él un espejo
en que mirarse, una muestra de versatilidad y tesón, un Sendero Brillante
hacia la eternidad.

Sergio Pinto.
@dikembe

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EL TIGRE
Y EL OSO
Enrique Soto

No es fácil ser tigre en territorio del oso. La leyenda de Jack


Nicklaus es tan fenomenal que sería incomprensible que
Tiger Woods no se reflejara en ella, en busca de un desafío
intemporal. Como si fuera el hombre que susurraba a los
greenes, Tiger acumula ya 17 temporadas de tiranía en el
golf. Tiranía con interrupciones, pero tiranía al fin y al cabo
aunque los últimos años sean sombríos y complicados. En
sus mejores momentos consiguió reducir la incertidumbre
a la mínima expresión, en un deporte donde las certezas
siempre han sido minúsculas. Hambriento de nuevas
hazañas, el tigre sigue las huellas del oso…

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E
arl Woods, teniente coronel del ejército estadounidense, se mudó
junto a su mujer a Cypress (California) tras dos largas campañas en
Vietnam. Por el camino había dejado una familia con tres niños que
apenas le conocían y esperaba no volver a cometer el mismo error de
nuevo; no con Kultilda, una joven tailandesa que lo había abandonado todo
siguiéndole hasta la otra punta del planeta. Aquella nueva vida tenía que
ser un éxito y, como Earl había aprendido en los boinas verdes, la clave para
conseguirlo pasaba por mantenerse unidos, bajo cualquier circunstancia.
Cuando nació su primer hijo, Eldrick Tont Woods, ya sabía que el golf podría
serle de gran ayuda.

Un Tiger de apenas seis meses solía sentarse en el garaje de su casa y ver


cómo su padre tiraba bolas a una red. La escena se repetía cada día. El niño
oía el contundente sonido de los impactos y acudía a buscar a Earl, que se
había convertido en un gran jugador. Cuando cogió por primera vez un palo ya
sabía qué tenía que hacer. Giró sobre sí mismo hacia un lado y otro, mantuvo
la mirada fija en el suelo y ejecutó el primer swing de su vida. Aquello fue una
revelación. Con solo tres años ya era capaz de bajar de los cincuenta golpes
en el Cypress Navy Course y poco después apareció en The Mike Douglas
Show, pateando junto al cómico Bob Hope en directo. Había sucedido antes
con Nadia Comaneci, Wayne Gretzky o Bobby Fisher. Tiger podría ser el mejor
de la historia.

Su progresión resultó meteórica. A los ocho años fue el jugador más joven en
ganar un Junior World Golf Championship, bajando de los ochenta golpes; un
par de ediciones después encadenó una racha de seis triunfos consecutivos
en este mismo torneo; con 11 años ya ganaba a su padre y con 18 llegaría
a convertirse en el único jugador que ha conseguido la victoria en tres U.S.
Junior Amateur Championship. El siguiente destino era la Universidad de
Stanford y los U.S. Amateur, donde competían jugadores no profesionales
de cualquier edad. Woods volvió a ganar tres seguidos. Toda su trayectoria
como deportista estaba siguiendo el ritmo que había planeado Earl tras
verle pegar la primera bola. El exigente plan de entrenamiento, la constante
motivación que le insuflaban en casa o las pruebas de resistencia mental
que su padre había aprendido en el ejército eran el complemento ideal a un
talento en bruto, que se estaba forjando a una velocidad endiablada.

EL HOMBRE QUE SUSURRABA A LOS GREENES

Es difícil explicar cómo este chico fue capaz de dominar la competición desde
tan tierna edad. El golf, de entre todos los deportes, es el que a menudo
incluye más factores arbitrarios e incontrolables, desde la aceleración o
la continuidad de las rachas de viento hasta la dirección en la que crece la
hierba. Es imposible medir y valorar todos ellos, en especial para un niño.
184

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Puede que Tiger se tratara de uno de esos atletas sobrenaturales que,
aparentemente, parecen libres del cumplimiento de ciertas leyes físicas. A
lo largo de la historia se han visto casos similares. Maradona podía tocar
un balón más veces por segundo que ninguno de sus oponentes, como si
estuviera viendo cómo rodaba a cámara lenta, mientras que Michael Jordan
no solo era capaz de saltar inhumanamente alto, sino que una vez en el aire
aguantaba un segundo más que el resto. Woods tenía algo en común con
ellos. Cuando apenas podía cargar con una bolsa de palos ya se colocaba
detrás de la bola imaginando qué clase de golpe necesitaba pegar y también
se le podía ver paseando por los greenes estudiando las caídas, como
hablando con los campos de golf en un lenguaje inaudible. Su rasgo más
distintivo, sin embargo, era que cuando afrontaba un putt para la victoria
siempre terminaba sacando el puño. Siempre.

Puede que se tratara de que veía la realidad de una forma más nítida, que sus
músculos respondían con mayor precisión a las órdenes de su cerebro o que
había generado en su interior una paz mental incorruptible, quizá originada
por las sesiones de meditación que realizaba con su madre en el salón de
casa. Incluso puede que esta capacidad de responder con más contundencia
y precisión en los momentos definitivos tuviera algo que ver con un póster
que tenía en su cuarto de Jack Nicklaus, el jugador que más grandes ha
ganado en la historia, también letal cuando la presión congelaba el aliento.
Desde bien pequeño Tiger ya buscaba a Jack, del mismo modo que él había
comenzado a perseguir a Bobby Jones treinta años antes. Uno alimentaba al
otro y le daba fuerzas, susurrándole a través del tiempo que siempre se podía
llegar más lejos.

El primer día de septiembre de 1996, Tiger jugó su primer torneo como


profesional en Milwaukee, finalizando en sexagésima posición. Había firmado
un contrato multimillonario con Nike y otro con Titleist, convirtiéndose en
el jugador mejor pagado de la época sin haber disputado una sola prueba. 185

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Las expectativas puestas en él eran lo suficientemente grandes como
para tumbar la carrera de la mayor promesa del deporte, pero Woods había
llegado preparado. La siguiente semana jugó el Abierto de Canadá y terminó
decimoprimero, posteriormente fue quinto en Illinois y tercero en Nueva York.
Se estaba gestando algo importante. En Las Vegas, solo un mes después
de debutar, consiguió su primera victoria. Veinte días más tarde llegó la
segunda en Florida. Los que dijeron que se había exagerado la habilidad
de este chico delgaducho guardaron silencio, los medios de comunicación
describían incrédulos sus estadísticas, los comentaristas daban botes en los
asientos. No podían imaginarse lo que vendría a continuación. En el Augusta
National, tras cuatro días de torneo, Woods se convirtió en el jugador más
joven de la historia en ganar el Masters, sacándole doce golpes al segundo
clasificado. Nunca nadie había conseguido un resultado tan bajo en el primer
grande de la temporada. Tiger metió el último putt y corrió a abrazar a Earl,
que le esperaba en el green del 18.

EL OSO COMO ESPEJO

Habían pasado más de treinta años desde que en un U.S. Open disputado
en el Cherry Hills Country Club, Ben Hogan declarara: “Acabo de jugar
con un chaval que si tuviera un cerebro dentro su cabeza hubiera ganado
por diez golpes de ventaja”. Aquel rubio fuerte y ancho era Nicklaus, y
terminó segundo a pesar de no ser todavía profesional. Dos temporadas
más tarde, en el mismo torneo, consiguió la victoria. Fue el primero
de dieciocho grandes: seis Masters, cuatro U.S. Open, tres Open
Championship y cinco PGA Championship. Jack comenzó a ganar torneos
con una facilidad insultante y alcanzó registros que se creían imposibles
antes de que él surgiera en escena. Setenta y tres triunfos en el PGA Tour,
otros 22 alrededor del mundo y, quizá el más impactante de todos, 19
segundos puestos detrás de esos dieciocho grandes títulos. Quién sabe
cómo habría cambiado la historia si hubiera conseguido aprovechar, al
menos, la mitad de esas oportunidades.

Esta era la estela que quería seguir un Tiger de 22 años. Después de


vencer en Augusta trabajó con Butch Harmon en producir un swing más
eficiente y compacto, acorde a un cuerpo que había pasado de ser delgado
y fibroso a musculoso y potente. Las horas de entrenamiento a la sombra y
las repeticiones exhaustivas le costaron casi dos temporadas sin grandes,
pero cuando Woods encontró el modo de controlar su movimiento, el mundo
pudo contemplar la versión más perfecta que nunca antes había mostrado
un jugador de golf. Venció en el PGA Championship del 99 a Sergio García,
finalizó quinto en el Masters del 2000, ganó el U.S. Open en Pebble Beach
por quince impactos de ventaja, el Open Championship por ocho, el PGA
Championship en un playoff agónico frente a Bob May y consiguió su
segunda chaqueta verde en Augusta en abril de 2001. Con veinticuatro
años, se convirtió en el jugador más joven de la historia en conquistar el
Grand Slam y el único en hacerlo con cuatro triunfos consecutivos. Había
alcanzado las cotas de dominio que Jack había impuesto en su época,
algo que el propio Nicklaus identificó cuando volvió a ganar el Masters
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Revista#03
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en 2002: “Tiger no hizo nada durante los últimos nueve hoyos excepto
evitar los peligros. Nadie le retó. Fue fácil. Yo lo hice una docena de
veces. Fue emocionante ver a un jugador maduro e inteligente, alguien
con tanto control de sí mismo y de lo que hacía”. El reinado de Woods se
hizo tan evidente que nunca se le podía descartar para la victoria, aunque
sus posibilidades fueran ridículas. “Puede terminar con dos eagles y sus
rivales ponerse nerviosos”, decían en la televisión americana. El control
que ejercía sobre el golf, el deporte ingobernable, estaba muy cerca de
ser absoluto, pleno, irrebatible.

En diciembre de 2002 fue operado de la rodilla izquierda para extraer líquido


del ligamento cruzado anterior, un procedimiento muy parecido al que ya
había sido sometido en el 94. Apenas se perdió cinco torneos al comienzo
del año siguiente, pero Woods ya se dio cuenta de que debería variar ciertos
hábitos para que su cuerpo soportara toda la potencia que era capaz de
generar. Su decisión fue hacer un intercambio de cromos: prescindir de Butch
Harmon y apostar por Hank Haney, con el que construiría un swing en el que
el palo trabajaba más alrededor del cuerpo, disminuyendo los movimientos
en vertical a través del impacto. Los resultados, como después de cada
cambio importante, tardarían un tiempo en llegar y pasaron dos años sin que
ganara un grande. “Estaba algo preocupado, aunque sabía que volvería”,
diría después. “No sabía cuánto tiempo iba a tardar y eso me ponía nervioso.
Necesitaba ser más consistente con mi nuevo swing y ha sido duro. Pero
sabía que volvería en algún momento”. Fue en el Masters de 2005 cuando
daría comienzo otra nueva etapa de su reinado. Veintiún triunfos en el PGA
Tour, cinco grandes más y una sensación de dominio incluso superior a la de
tiempos pasados.

187

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“NUNCA MUESTRES TUS HERIDAS”

Jack había sufrido también una lesión importante, aunque en su caso fue
en la cadera intentando sacar una bola del rough en 1963. Le acompañaría
a lo largo de toda su carrera en forma de dolores puntuales, pero nada
comparados a los que Woods se enfrentaría a partir de 2007. Mientras corría
una mañana por un campo de golf, se rompió el ligamento anterior cruzado;
en abril de 2008 se sometió a una cirugía artroscópica en la rodilla izquierda
para reparar el daño del cartílago y en junio de ese mismo año, semanas antes
de la disputa del U.S. Open, le detectaron dos fracturas por estrés en la tibia
izquierda y tuvo que pasar tres semanas con muletas y tres más sin jugar al
golf. Llegó a Torrey Pines en un estado físico lamentable, tomando calmantes
para controlar el dolor y ahogando gritos cada vez que forzaba mínimamente
el swing. Nadie sabía que se encontraba en aquel estado, simplemente se
intuía que Woods necesitaba una operación seria y unos cuantos meses de
reposo, no unas semanas sin jugar.

El rough estaba alto, las calles eran estrechas y los greenes rápidos como
una carretera helada. Woods se paseó tres días por el campo intercambiando
golpes memorables con otros mediocres, comprensibles si se tenía en cuenta
su falta de ritmo competitivo. Pero pasaban los hoyos y se negaba a caer, en
parte gracias a una exhibición con el putter en las manos. Firmó vueltas de
72, 68 y 70 golpes para afrontar la última jornada como líder del torneo.
Fue su peor día con diferencia. Tras pasar serias dificultades para terminar
andando, afrontó un putt de tres metros para igualar a Rocco Mediate en la
clasificación y forzar un desempate. Nunca había fallado en esas situaciones
y tampoco lo hizo en esta. “Sabía que lo iba a meter”, dijo Mediate. Todo el
mundo lo sabía. Con una sola pierna, Tiger podía vencer en el U.S. Open
al día siguiente, en un desempate a dieciocho hoyos. Rocco, que no había
ganado ningún grande en su carrera, cayó ante todo el peso del gigante en el
decimonoveno –hizo falta uno más–. “Nunca puedes mostrar a tus rivales que
estás herido. En ningún deporte. Nunca”, diría Woods años después.

En trece temporadas como profesional había ganado catorce grandes, 71


veces en el PGA Tour, encabezado nueve veces la lista de ganancias y tenía
tan solo 33 años. Ocho días después de su victoria en Torrey Pines se sometió
a una cirugía reconstructiva en el ligamento cruzado de la rodilla izquierda
que también reparó el daño en el cartílago. Estuvo ocho meses fuera de la
competición. No ha vuelto a ganar un grande y hace tres meses se cumplió
una fecha muy significativa en su persecución del récord de Nicklaus: ambos,
con 37 años, cuentan con catorce grandes en 60 participaciones. La batalla
entre el tigre y el oso sigue estando abierta.

Son muchas las voces que claman que no se pueden comparar méritos con
treinta años de diferencia, que el golf es mucho más competitivo ahora y
que Woods no lo conseguirá. A su favor tiene el tiempo –el último grande
de Nicklaus le llegó a los cuarenta y seis–; en contra tiene a su rodilla, que
podría acortar los plazos a pesar de no haberle dado problemas últimamente.
Hay otros tantos que opinan que esta lucha es innecesaria, que no existe
ni existirá un vencedor entre ambos. Puede que tengan razón, pero un día
le preguntaron a Tiger qué partido le gustaría jugar y contestó que querría
188

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Revista#03
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hacerlo con Jack a lo largo de toda una temporada, veintidós torneos,
y ambos en su mejor forma. Tras haberlo ganado todo, en un punto de su
carrera en el que podría relajarse, sigue buscando el germen más primitivo
de la competición, aunque sea gracias a un récord cubierto de polvo. Es el
alimento de esta rara especie de animales, capaces de bailar como Alí, flotar
por la pista como Federer o volar unos segundos como Jordan. Les mantiene
alerta, voraces, mientras caminan solitarios y hambrientos por las cumbres
del deporte.

Enrique Soto
@esoto

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COPPI-BARTALI:
PURA MITOLOGÍA
Frederic Porta

Fausto Coppi y Gino Bartali, dos de los mayores mitos del


ciclismo. Indisociables. Siameses casi. Unidos para lo bue-
no y lo malo, símbolos de las dos Italias, protagonistas de
las mayores proezas y también de las miserias, víctimas
del ego y la rivalidad, generadores de una corriente épica
que todavía hoy salpica las montañas. Coppi y Bartali, mi-
tología pura a lomos de bicicletas imposibles, de pincha-
zos y caídas, enemigos impertérritos hasta el día en que
un bidón de agua compartido atemperó la batalla. Bartali y
Coppi, eternos.

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U
n blog más entre millares, otra referencia metida en el enorme saco de
la fascinación que aún despiertan Fausto Coppi y Gino Bartali en su
Italia natal. Son palabras de Giovanni Bertoli, uno de tantos que aún
mantiene viva la llama del recuerdo: “Para un apasionado del ciclismo, hablar
de la rivalidad entre ambos es como hacerlo de la Callas y la Tebaldi para un
aficionado a la lírica. Para muchos italianos de diversas generaciones,
recordarles supone algo similar a repasar los más bellos cuentos de nuestra
infancia”. Y en la web de Bertoli, fruto de un formidable trabajo de compilación,
queda agrupada una peculiar enciclopedia digital capaz de albergar el ingente
legado de este par de leyendas, y el ciclismo que les rodeaba, desde 1935,
año del debut profesional de Bartali, hasta 1959, último curso en la carrera
de Coppi. Veinticuatro largos años, nada menos. Todo un lapso de historia
que cubre desde la tarantela napolitana a Renato Carosone. De la preguerra
a la estabilización del paese. Del agro a la industria. Varias eras en una sola
época protagonizada deportivamente desde dos perfiles tan apasionantes
como antagónicos. Rivales a ultranza convertidos finalmente en adversarios
con admiración mutua.

Mitología tradicional del ciclismo para la


constante recuperación de dos héroes, dos
santos en versión laica, dos fenómenos que
dividieron su país o tal vez lo unieron.

Bajo el dictado del calendario anual, vuelve la hora del Giro y no piensas en
favoritos, recorrido o esfuerzo. Setenta años después, camino ya del siglo
a través de la vía “eternidad”, la sola mención de la maglia rosa retrotrae sin
remedio a Coppi y Bartali. Otro año más, Il Campeonissimo contra El Fraile
Volador, como si aún hoy fueran a buscar dorsal dispuestos a pasarlas
canutas sobre asfaltos y carreteras secundarias, como si aún te exigieran
tomar partido, pronunciarte escogiendo bando sobre su feroz rivalidad.
Mitología tradicional del ciclismo para la constante recuperación de dos
héroes, dos santos en versión laica, dos fenómenos que dividieron su país o
tal vez lo unieron. Cada año, la misma ceremonia, el encendido de dos velas en
recuerdo de gigantes acordes a su tiempo. Imágenes en vivo recuerdo y cien
mil batallas, conjugadas incluso con condiciones meteorológicas extremas,
énfasis para ensalzar que no existían para ellos limitaciones humanas.

Coppi y Bartali, Bartali e Coppi, fueron lo mejor del país, un subapartado del
ciclismo, una categoría única y especial. Derecha e izquierda, democracia
cristiana y comunismo, entonces exagerados extremos en la caricatura
adjudicada a cada cual, aviesas distorsiones de ambas estrellas. Lo radical
de tales percepciones queda hoy, finalmente y por suerte, ya suavizado por
nuevas revelaciones y revisiones de ambas biografías. Dos figurones de talla
que, eso sí, nunca hicieron nada para resultar más simpático uno que el
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Revista#03
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oponente, quizá porque el ciclismo es, por naturaleza, un deporte enemistado
con la sonrisa y el hedonismo explícito de mostrar un rictus. Sufrimiento
interno, tempestad interior.

Ciclismo popular al representar como ningún


otro el extremo del dolor asociado al pedaleo,
la necesidad de esfuerzo, de tantear límites, de
buscar la frontera de la resistencia gracias a
una ambición irrenunciable.

SUBLIMACIÓN DE ITALIA

Cada año, en idéntico ritual, junto a la evocación de ambos ciclistas, como


si de un conjuro se tratara, surge el emocionado e insuperable recuerdo de
aquella Italia aún convaleciente y derrotada, en eterno blanco y negro de
rudo revelado: Totó, el gran Totó. Alberto Sordi, querido Albertone; Vittorio de
Sica, elegante maestro, el Neorrealismo, Ladrón de bicicletas, Arroz amargo,
la Magnani. Humanismo a la italiana con la pasta, por supuesto, al dente y el
gesto exagerado, próximo al volcán emocional de erupción continua que lanza
lava de poderosa energía, vitalidad extrema. Giovanni Guareschi, ay, con su
alcalde comunista Peppone y su némesis, el cura don Camillo, antitéticas las
posiciones ideológicas, fraternal su sentimiento, bondad y calidad humana.
Italia reflejada en el rostro con birrete y sotana de Fernandel, reprimida en
las curvas de la Loren, la mirada ojerosa de Anna, lo mejor de esa larga bota
siempre a punto de darle la patada en el mapa a Sicilia. Coppi y Bartali, de
nuevo. Otra vez.

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Cada año, idéntica peregrinación a los clásicos y a las novedades para
conocer aún mejor los detalles de dos apasionantes biografías, de esa
pareja antinatural colosal e irrepetible. Esta vez, estremecedor el repaso
de Carlos Zúmer, publicado tiempo atrás en Jotdown, brillante pieza de
periodismo evocativo. Porque de eso se trata, de evocar en la decidida
voluntad de mantener viva la brillante enciclopedia escrita por este par de
mastodontes, dispuesta para el traspaso a neófitos en la materia; ellos,
crecidos en inmensidad a cada revisión y repaso. Válganos Girardengo y
Binda, Gimondi y Pantani, al comprobar que sigue aumentando de manera
exponencial la literatura aún hoy generada por Gino y Fausto, Fausto y
Gino. Brillante por costumbre y obligación, a la altura narrativa de las
proezas realizadas entre ambos ciclistas; culo pegado al sillín, ciclismo
popular al representar como ningún otro el extremo del dolor asociado al
pedaleo, la necesidad de esfuerzo, de tantear límites, de buscar la frontera
de la resistencia gracias a una ambición irrenunciable, un objetivo diáfano,
ningún otro que el triunfo y la satisfacción por el deber realizado. Que si,
además, se combina con la derrota ajena, ya entra en la categoría de miel
sobre hojuelas.

Ascensión aún antes de la Guerra Mundial, caso de Bartali. Pulso que


captó como ninguno el sentir trasalpino y convirtió el debate en cuestión
de estado, en posicionamiento para el que cada cual debía tomar partido
armado de razones y argumentos. Dicen, y dicen bien, que representaron
la división entre el laicismo progresista de Fausto y el conservadurismo
religioso de Gino, como si ellos tuvieran que dirimir en metáfora cuál era
la mejor manera de entender y gestionar el mundo, sin espacio para el
oponente. Y así, ganara uno o el otro, aspirar a que Italia mejorara gracias
a la aplicación de sus ideales. Ocho Giros entre ambos, con ventaja de
Coppi por cinco a tres, 39 etapas conseguidas (22 C-17B), cuatro Tours
repartidos, 4-3 para Bartali en las Milán-San Remo. Un excesivo total de
124 victorias de Ginnettaccio ante las 122 de Airone, mínimo margen
favorable a Bartali, quizá enfocado hacia el consumo interior, mientras
Coppi parecía exportado por Europa. Quince largos años de toma y daca,
tuya o mía. Primeros tiempos compartiendo equipo en el Legnano, jerarquía
para Gino, cinco años mayor. La guerra ya ha estallado, si bien lejana aún
la virulencia del combate. Cabeza de filas contra promesa que aprende el
oficio empezando por el escalafón de gregario. Etiqueta de compacto
grimpeur contra la perfecta definición del rodador. No se parecen en nada.

Este par están llamados a repartirse el mundo


partiendo de premisas tan alejadas como el día
y la noche. Esa antítesis de estilo y cosmovisión
les otorga mayor atractivo aún. Les sobra
carisma innato a ambos.

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EL CONSAGRADO Y LA PROMESA

Bartali sube, Coppi rueda. Procedencia similar, extracción agraria de extrema


humildad, deseo de convertir ciclismo en profesión suficientemente pagada,
versión trasalpina de los desertores del arado, de la minería, de la industria
pesada. Más vale sufrir en bicicleta, al fin y al cabo, que malvivir bajo un horario
esclavista a cambio de un triste sueldo como compensación. Bartali parece
boxeador de los semipesados: notable caja torácica, aspecto de fajador, nariz
moldeada por una caída en amateurs, mirada directa, taladrante, brotada de
ojos pequeños, anchas espaldas, tan firmes como las convicciones. Coppi
es ligero, casi enclenque, puro nervio, ojos saltones, nariz perfecta para
la definición de aguileña, breve el mentón, finos los músculos y la fibra, en
contraste con los pilares que Gino luce por piernas. A correr. Cuando llega
el nuevo, el bregado ya está coronado. El ciclismo de finales de los 30 le ha
sentado en el trono regente.

Europa sufre, pero Italia aún puede seguir el Giro, a pesar de la política del
Duce. En el arranque, bajo maillot conjunto de la squadra Legnano, Coppi se
rebela, nada de órdenes de fila, nada de acatamiento. Impone calidad hasta
que llegan los Alpes. Gino, capitán curtido, sabía que eso pasaría, aprovecha
los calambres del revoltoso Fausto para arrebatarle la maglia rosa, totémica
prenda, y darle la primera lección. Pero la imagen queda fijada: este par están
llamados a repartirse el mundo partiendo de premisas tan alejadas como el
día y la noche. Esa antítesis de estilo y cosmovisión les otorga mayor atractivo
aún. Les sobra carisma innato a ambos. Bartali asesta el primer golpe, define
entonces a su rival como acquaiolo, el resultado de echarle agua al vino.
Tremendo el calificativo, un paniaguado, suficiente para partir peras, echar a
andar por caminos divergentes. Pero la realidad se impone y los tiempos no
están, por supuesto, diseñados para líricas ciclistas. El fascismo echa el
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cerco sobre Gino, quien se resiste a ser utilizado. Ya saben, Mussolini era de
los que, como Hitler o Franco, sabía manipular el deporte. Al Duce no le
molestó importar a un puñado de argentinos con apellido italiano para
integrarles en la azzurra ganadora de Mundiales en los 30, menos le
incomodaría, pues, sugerir a Bartali para que fuera bandera representante
sobre ruedas de su intolerante credo. Esprinta el Fraile, huye de la utilización
hasta el punto de protagonizar una de las mayores sorpresas post mortem
protagonizadas jamás por un héroe deportivo, fruto espectacular en lo
solidario de sus profundas convicciones humanistas.

Gracias al escudo que le brindaba su prestigio, no


le importó mover la bicicleta a fin de convertirse
en el último eslabón de una trama redentora
urdida desde la caridad religiosa. Por encima de
todo, salvaguardar la vida humana del acecho de
la barbarie.

B-A-R-T-A-L-I

Mientras el conflicto se universaliza, Bartali sigue entrenando a diario por las


cercanías de Florencia, no ha sido llamado a filas. Arriba y abajo por carreteras
secundarias vestido con un maillot blanco que destaca por la enormidad de
las letras negras estampadas en él: “B-A-R-T-A-L-I”. Así, desde la distancia,
cualquiera sabrá que se trata del campeón y habrá respeto, improvisado
salvoconducto que le refugia de francotiradores, comandos y bandos. Hasta
tres años después de su muerte, hace exactamente una década, no sabremos
que en el cuadro de su bici viajaban documentos falsificados, pasaportes y
papeles transportados allá donde le ordenaban para salvar de la deportación
a más de 800 judíos italianos y otros perseguidos, recogidos en un convento
que les mantenía a resguardo en total secreto. Gracias al escudo que le
brindaba su prestigio, no le importó mover la bicicleta a fin de convertirse en
el último eslabón de una trama redentora urdida desde la caridad religiosa.
Por encima de todo, salvaguardar la vida humana del acecho de la barbarie.
Bartali lo hizo y nunca dijo absolutamente nada al respecto. Fueron los
supervivientes agradecidos quienes proclamaron, por fin, su trascendental
aportación al complot cuando ya andábamos metidos en el nuevo milenio.

Bartali salva vidas, el jovencillo Fausto es obligado a enrolarse para participar


en la campaña africana. El continente impuesto por su destino personal; allá
contraerá, años más tarde, las fiebres mortales. Constantemente, giros
operísticos en la trama vital de ambos fuoriclasse. Coppi se integra, soldado
raso, en la División Ravenna, capturada al fin por tropas aliadas. Le mandan
a un campo de concentración en los Estados Unidos, pasaje casi ignorado de
su biografía, también rescatado hace cuatro días, como nuevo fruto de una
devoción por ambas figuras que el paso del tiempo no consigue decrecer.
¿Qué hubiera pasado de no ser por esos años truncados? Eterna retórica
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Revista#03
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estéril. Sin duda, queda la certeza de ver truncados los mejores años de su
vida y su reyerta. Recuperada la vida tras la devastación, poquito a poco, el
país hecho una città apertà tutelada por los aliados, el Giro contribuye a
recuperar la maquillada “normalidad”.

El caso es impedir la victoria del denostado rival,


hasta el punto de ser ambos sancionados por su
federación, a la que el alcance de esta confrontación,
por supuesto, se le ha escapado de las manos, en
control y en dimensión feroz de antagonismo.

Tardes de solana y sonido de chicharra, solo alterada por la transmisión


radiofónica de la preceptiva etapa, el país pegado con la oreja al altavoz.
¿Quién le saca tiempo a quien? ¿Quién está mejor? Veranos italianos de
postguerra, marcados por la narración de las etapas, de aquellas emociones
ya inmortales, pasatiempo nacional de contemporáneos. Del 46 en adelante,
la lucha por el trono es ya a muerte, incluso cuando visten la zamarra nacional
en Mundiales. Sin piedad, sin tregua. Coppi y Bartali, el resto no importa.
Ellos marcan e imponen. La alegoría capta adeptos: Gino, fiel esposo,
religioso, tradicional y fervoroso conservador, encarna valores de la derecha
que quiere entonces tiempo de reconstrucción nacional, monopolizar la
democracia cristiana. En cambio, Fausto no se santigua ni visita iglesias, se
alinea con las fuerzas progresistas, demócrata de izquierdas, aún cuando
nunca tuviera la consistencia teórica para ser considerado marioneta del
Kremlin. Hechos los retratos robot, desaparecen los matices personales en
la percepción popular, cada cual pecha con su etiqueta. Tanto se marcan
y vigilan en la carretera que prefieren desgastar al prójimo y abandonar
después, ya luchen por intereses privados o nacionales. El caso es impedir
la victoria del denostado rival, hasta el punto de ser ambos sancionados por
su federación, a la que el alcance de esta confrontación, por supuesto, se le
ha escapado de las manos, en control y en dimensión feroz de antagonismo.

Bartali

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SANGRE Y GASOLINA

Todos median en el duelo, incluso Curzio Malaparte, quien les definirá en


retrato perenne: “Hay sangre en las venas de Gino, mientras corre la gasolina
en las de Fausto”. Malaparte amplía el retrato: “Bartali es un hombre en el
sentido antiguo, clásico, metafísico también, de la palabra. Sabe que un solo
fallo en el motor de la providencia puede suponerle una derrota. Solo levanta
la cabeza para mirar el cielo. Por el contrario, Coppi es un mecánico. Solo
cree en el motor que le ha sido confiado, es decir en su cuerpo”.

Bartali, el campesino popular, sanguíneo y también amante del buen vino,


de la buena mesa, bruto aunque accesible, fumador nada ocasional. El ídolo,
el espejo perfecto donde se quería reflejar el sur y la Italia agrícola. Coppi,
siempre en el reverso de la moneda, parece taciturno, amurallado, seco y
atlético, estricto en la dieta, al corriente de la última novedad tecnológica
y médica cuando se trata de alcanzar la puesta a punto perfecta, nunca
reparará en sacrificios pese a ser tratado como librepensador. Mundano,
representa lo industrial, el llamado progreso. La fama no consiguió, tampoco
en su caso, que olvidara las penalidades de cuna, familia de campesinos
pobres. En más de una ocasión llegaría a comentar: “Cada vez que se me
pasaba por la cabeza abandonar el ciclismo, pensaba en su dura vida”.

No forcemos los estereotipos: episodio de 1948. El secretario de los


comunistas italianos, Palmiro Togliatti, sufre un atentado a manos de residuos
fascistoides del que sale gravemente herido. La acción inflama los tejidos
de la sociedad hasta el punto de que las costuras de contención parecen
dispuestas a saltar por los aires, preludio a la irremediable guerra civil que
debe fijar cuál prevalece entre esas dos Italias dispuestas también a helar el
corazón del hermano vencido. El primer ministro, De Gasperi, ruega a Bartali,
metido en plena disputa del Tour, que venza por Italia y ayude así a pacificar el
ambiente como ungüento curalotodo. Gino, espoleado quizá por la petición,
protagoniza una sensacional remontada en la general hasta revalidar la gloria
vivida ya justo diez años antes. Diez años, sí, el mayor espacio entre victorias
de Tour jamás protagonizado por un vencedor en más de un siglo.

No hay alteración en el horizonte hasta el Tour del 52. Carlo Martini, italiano
tenía que ser, capta en la ascensión al Galibier la foto de fotos en materia
ciclista: ambos figurones, el rostro demudado por el esfuerzo en solitario,
escapados en pedaleo al alimón, comparten un bidón de agua. El gesto, por
fin, caballero, de respeto, pone punto y final al gallinero nacional de signo
fratricida. En primera impresión, Coppi marcha delante y gira el codo en
gesto antinatural, no sabes quién ayuda a quién, quién el señor y quién el
beneficiado, hasta que te fijas en la previsión de Bartali, improvisado aguador,
porque el recipiente de Fausto, allá donde debería reposar el líquido, está
vacío. Coppi nunca jamás reconoció haber sido el sediento colmado, pese a
las presiones y la polémica descomunal generada por el gesto. Solo se refirió
a él en términos elusivos e irónicos, sin ni siquiera ratificar que el beau geste
significaba el punto y final para una relación agreste, a cara de perro, entre
protagonistas y partidarios.

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ITALIA DIVIDIDA

Dilema eternizado, continua dicotomía. La rivalidad se extiende a terrenos


ignotos, colonizadores en busca de la última frontera de competencia jamás
alcanzada antes. No solo parten la nación. Consiguen indirectamente que la
afición siga a este equipo u otro, prefiera a los secundarios y lugartenientes
de cada cual, expuestos a ser pesados en la balanza de apoyo a los ídolos.
Incluso la creciente industria local de bicicletas prospera con el fenómeno y
crea tecnología punta para este o aquel; el inmediato resultado de ingresos
desmesurados para quien construya la última máquina del campeón. Incluso
existe el tercer hombre, Florenzo Magni, quien consigue las migajas del festín
y la simpatía de quienes se sienten superados bajo la dialéctica y el peso
de este peculiar duopolio. A Magni se le obliga a bajarse del sillín cuando
comanda el Tour del 50 tras ser agredido por algunos exaltados. Hay quien
ve detrás la mano del envidioso Bartali, ya en el ocaso de la carrera, estirada
hasta lo imposible, que aprovecha su ascendencia para enviar a casa a tutti
quanti. Antes abandonar que perder o reconocer el triunfo ajeno, sea de
quien sea.

Si desean algún detalle de los imposibles, de esos que la realidad sabe tejer
y en la ficción resultarían excesivos, puro invento de guionista enloquecido,
ambos perdieron a un hermano ciclista por culpa de su afición. La trágica
muerte de Giulio casi acaba con la incipiente, entonces, trayectoria de Gino.
El fallecimiento posterior de Serse, ya profesional como Fausto, también
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Revista#03
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comporta dudas de continuidad en Coppi, idénticas a las superadas por
Bartali. No puede ser, pero fue: Giulio y Serse hicieron semblantes a Gino y
Fausto, aunque solo fuera en tragedia familiar.

Giulio Andreotti confesaría que “decir que


hemos evitado la guerra civil gracias al Tour
resulta excesivo, pero resulta evidente que
Bartali suavizó las tensiones generadas tras el
ataque a Togliatti”.

EL FRAILE VOLADOR

Il Pio Bartali aún le daba al pedal con 37 años, longevo por tozudez, veinte
años en primera línea. Nacido en un pueblecito cercano a Florencia, desde
los 13 iba a recados montado sobre ruedas y al poco de dominar el artefacto
empezaba a competir. Profesional ya a los 21, su matrimonio fue bendecido
por el Papa Pío XII, a quien regaló una bicicleta como trueque ante el
detalle, por si se le ocurría dar un garbeo en el Vaticano. Mientras aquí nos
devorábamos a causa de una guerra civil, Gino sumaba ya dos Giros y elogios
por doquier. Como aquel del escritor Tim Hilton, que pareció desvelar lo más
oculto al diagnosticar que “Bartali fue, básicamente, un ciclista italiano, un
campeón que rodaba mejor bajo la mirada de su gente y le incomodaba así
que el Tour de Francia discurría más arriba de París, su límite. Nunca corrió
las clásicas del norte”. Mediterráneo hasta su última neurona, pues. ¿Épica?
No acabaremos con ella. En el 37, durante la disputa del Tour, sufre un
percance, enganchada la rueda con otras cadenas, salta por un desnivel de
tres metros hasta dar de bruces en el lecho de un riachuelo. Herido en el
abdomen, codos y rodillas, sangrante como ecce homo, se reincorpora a la
carrera, impulsado apenas por su codicia de mantener el liderato. Cuando
llegan los Alpes, ha perdido el maillot amarillo y la salud por completo. Se
retira pidiendo permiso a Henri Desgrange, quien queda sobrecogido ante el
educado detalle del bravo italiano.

En el Tour del 48, insistamos en el lapso de una década transcurrido, gana


el prólogo, las tres etapas alpinas y dos en los Pirineos. Le importa un bledo
la impresión que puedan causar los 34 años registrados ya en su carnet: ha
dejado al segundo de la general a 26 minutos de distancia, sin que tampoco
causara mella la petición de su primer ministro, aquella de rebajar la tensión
patria, llegada cuando empezaba la grande boucle. Entre las infinitas
referencias, esta brilla con luz propia: “Justo cuando los comunistas iniciarían
una revuelta a gran escala, un parlamentario entró en la sala de debates voz
en grito. ‘Bartali ha ganado el Tour de Francia’. Todas las divergencias fueron
olvidadas cuando los diputados de cualquier signo empezaron a aplaudir y a
abrazarse al sentir auténtico orgullo nacional. Ese mismo día, con inmaculada
precisión en la coincidencia, Togliatti se despertó del coma en el hospital
para pedir dos cosas. Primero, saber cómo iba el Tour y, después recomendar
calma a sus seguidores. En toda Italia, la enemistad política quedó barrida
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ante las celebraciones por el triunfo de Gino. Así se evitó la grave crisis”.
Un animal político, en acepción literal, como Giulio Andreotti confesaría que
“decir que hemos evitado la guerra civil gracias al Tour resulta excesivo, pero
resulta evidente que Bartali suavizó las tensiones generadas tras el ataque
a Togliatti”.

Coppi

SOSPECHAS DE DOPAJE

Con el roce nació cierto cariño tardío, llamémosle quizá simple respeto. Ya que
en los 40 sufrieron castigo federativo ante la intransigencia de su rivalidad,
que no respetaba siquiera intereses nacionales, más tarde se esperaron el uno
al otro en caso de pinchazo, dejaron de aprovechar las debilidades o ciertas
contrariedades sufridas en carrera por la némesis. Pero lo suyo había alcanzado
niveles tremendos. Como la obsesión de Bartali, convencido de que Coppi
recurría al doping, que era quien era y a quien tanto costaba doblegar gracias
a la estimulante ayuda de ciertas drogas, en especial, las anfetaminas. “La
bomba”, tal y como las llamaban en el argot local. Cuando la paranoia de Gino
andaba en punto álgido, llegó al extremo de ver cómo Fausto lanzaba el bidón
vacío a la carretera, parar, volver atrás a fin de etapa y recogerlo con la intención
de llevarlo al laboratorio para su análisis, deseoso de afirmar así que él era la
verdad y Coppi, un simple cuento químico, tramposo, desleal.

El frasco de la leyenda cierta no contenía más que un tónico francés de curso


legal. Aún así, Bartali reconoció que, durante años, exigió una habitación
cercana a la de Fausto en los hoteles con el único fin de conseguir sus sobras
de medicación, los restos de todo tipo para saber qué le ayudaba a correr de
modo tan extraordinario. Había refinado estas pesquisas de Sherlock Holmes
hasta el punto de intuir que atacaría allí tras tomar tal tonificante o se relajaría
allá para retomar fuerzas en caso de hallar el envoltorio de, digamos, un
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Revista#03
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simple supositorio. Qué fijación, qué tremendo… Hasta que, mucho tiempo
después, Coppi reconoció en televisión que se atiborraba de anfetaminas.
¿Controles? ¿Y eso qué es? Simplemente, un invento desconocido en
su época. Ni siquiera existía el neologismo doping. La obsesión de Bartali
acabó siendo ajustada a la realidad. La pena, no le sirvió para desnudar a su
oponente, quitarlo de en medio. Había pasado demasiado tiempo hasta la
confesión, ni siquiera servía ya para desgastar la fama de Fausto.

El estilo de Gino era sobrio, de una economía extrema. Nunca pedaleaba de pie,
erguido sobre el cuadro, sino que mantenía el trasero firme en el asiento aún
cuando la carretera se empinara en extremo. El golpe de riñones lo daba por
costumbre afirmando su lado derecho, que cargaba la mayor parte del esfuerzo.
Movía unos piñones nada acordes con la lógica, sus desarrollos desafiaban la
razón. Regañaba a los compañeros que maldecían, rezaba antes de cada comida
y era congénitamente pesimista, algo que riñe con su hoja de triunfos. Si no vencía,
no hacía ningún reparo en flagelarse ante la prensa con durísimas autocríticas
sobre sus hipotéticos fallos. El perfeccionista debía ganar sistemáticamente,
con un punto de narcisismo en su propuesta.

IL CAMPEONISSIMO

El tiempo se solapa como se complementaban las carreras, las procedencias,


las vidas de ambos. Antes de cumplir los 10, Fausto repartía viandas por el
pueblo. La bicicleta era, en parte, terapia con la que fortalecer aquel cuerpecillo
de jilguero con que le dotó la naturaleza, nada generosa en nacimiento. El
escuchimizado nunca abandonó su aspecto, pero le sobraba talento. Tantísimo
como para vencer en el Giro apenas cumplidos los 20, récord de precocidad que
seguirá vigente mientras ese clásico ocurra. Destaca en la persecución, en los
velódromos a cubierto, compite en invierno y destroza récords de la hora, reto
muy valorado en su época y que caería en el olvido tras Indurain. Veinticuatro
años le costó a Jacques Anquetil superar su registro del 42. Desde el principio,
le acompaña como masajista personal, confidente y asesor un masajista ciego,
Biagio Cabanna, quien contribuye a engrandecer su imagen distinta y distante.
Parón, gentileza de la historia convulsa. Toca guerrear y le parten la progresión,
tanto como a Bartali le liman el currículum. Entra en el Bianchi, su eterno equipo,
y vence la primera Milán-San Remo tras el paréntesis con catorce minutos
de ventaja. Otro grande del ciclismo, Raphaël Geminiani, define entonces
a la perfección su manera de ganar diciendo que la distancia entre primero y
segundo se mide mediante reloj suizo, capaz de marcar segundos de distancia.
En cambio, si es Coppi quien triunfa, son las campanas del pueblo donde esté
instalada la meta quienes juzgan porque, al menos, pasa un cuarto de hora hasta
que llega el primero de los derrotados.

A partir de ahí, salida al exterior y como el reverso, también logra remontadas


imposibles. Para su primer Tour, escala desde la media hora de desventaja y no
ceja hasta subir a lo más alto del cajón en París. Primero en ganar Tour y Giro
de tacada, suma y suma sin cesar a pesar de distintas adversidades. Salta a
la crónica rosa con estruendo: se enamora de una mujer casada e incluso el
Papa le regaña públicamente por el flagrante adulterio. Él también llevaba anillo.
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Los periodistas bautizan a su amor como La dama de blanco, que le espera en

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Revista#03
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las llegadas y pretende aún el anonimato. Era Giulia Occhini. Su primera mujer
nunca quiso concederle el divorcio. Coppi carga a cuestas las secuelas de ocho
graves caídas y el tremendo escándalo, unido a la desgracia de Serse, marcan
el arranque de un largo ocaso. Las circunstancias y el abuso de substancias
dopantes, no Bartali, han diezmado su brutal capacidad de antaño. Ya es incapaz
de aguantar siquiera cualquier etapa superior al centenar de kilómetros sin bajar
antes el pie. Aún así, convertido en caricatura que rebaña los últimos céntimos
de su anterior prestigio, continúa considerándose un profesional.

Por tanto, acepta la invitación del presidente del Alto Volta, actual Burkina Faso,
para ofrecer algunas exhibiciones junto a estrellas como Anquetil y Geminiani.
Pedal y caza mayor al borde de los 40. Contrae malaria y fallece ya de vuelta a
casa. Algunas leyendas hablan de envenenamiento mediante pócimas tribales
o, incluso, sobredosis de cocaína, nada probado. La Gazzetta dello Sport le
dedica un suplemento a modo de necrológica, presidido por un surrealista
comentario editorial en el que se pide a Dios que envíe pronto a Italia un nuevo
Coppi, sin reparar en el ateísmo del ya ausente. Petición imposible. Ese par se
dejaron de fabricar, rompieron el molde cuando fueron creados.

Tan especiales resultaron que aún hoy seguimos descubriendo nuevas piezas
de su legado, seguimos escribiendo su historia inconclusa, ahora en color,
sin el radical blanco y negro de antaño. Se fastidiaron mutuamente, sí, pero
también se brindaron ayuda en momentos puntuales. Fueron ambiciosos sin
remilgos, sí, pero la admiración presidía finalmente su relación. Bartali era el
ídolo mayoritario, pero los seguidores de Coppi se arrodillaban literalmente
cuando pasaba. Aún ahora, incontable la relación de ‘peros’ que pueden
generar si se les compara, por fuerza debe salir alguna gracia del otro. Da
igual, juntos o separados se ganaron a ultranza la condición de inmortales
y cuando ya no les vemos actuar, podemos leer literatura épica sobre sus
incontables gestas. No te la acabas. Como a ellos.

Frederic Porta
@fredericporta
202

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AUTORES

Jordi Blanco @Elwood_White

Álex Argelés @alexargeles

Adolfo Florensa @FitoFlorensa

Diejo Tejerina @DiegoTeje

Sergi Besa & Marc Terrés @futbolsegunvin

Sebastián Duque @SdjDuque

Emmanuel Ramiro @emmanuelrf

Borja Rodríguez @BoaBachmann7

Pablo Cervantes @ProtagonistasDJ

Pablo Beltrán @PabloBeltran79

Martí Perarnau @martiperarnau

Sergio Pinto @dikembe

Alberto Egea @esttoper

Enrique Soto @esoto DIRIGE


Frederic Porta @fredericporta Martí Perarnau

COORDINA
Eric Pujol

EDITA
María Victoria Hernández
@ehmaribrie
Darío Ojeda
@DarioOjeda

ILUSTRADORES
Xavier Salvador
Álex Santaló
@alexsantalo
José A. González

DISEÑO Y
MAQUETACIÓN
Hormigas y Cigarras
@HoryCig

Para consultas o intercambio de opiniones, escribir a: club@martiperarnau.com


A T S I V E R

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25 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN

¿POR QUÉ SAMI?

MITOS DE PIEDRA Y BRONCE

DJUKIC: CUERPO
DE ENTRENADOR

PÉKERMAN Y UN SUEÑO:
QUIERE ESTAR AHÍ

LA MASIA + LA FÁBRICA =
PERFECCIÓN

LA TRAGEDIA DE SUPERGA

BORUSSIA DORTMUND:
EL MODELO

LAS EMIGRANTES

LA GIMNASTA ETERNA

EL CIELO PODÍA ESPERAR

¿QUIÉN MATÓ
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JIM THORPE O LA PASIÓN

EL TIGRE Y EL OSO

COPPI-BARTALI:
PURA MITOLOGÍA

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