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Pasión por el fútbol

EMELEC

Los eléctricos, se han caracterizado por tener jugadores de corte elegante,


tanto extranjeros como nacionales. A diferencia de Barcelona, cuya
característica la ha marcado la garra, en EMELEC el estilo, es el del fútbol
atildado. Los jugadores argentinos han sido, en su mayoría, los exponentes
de esa forma de juego. A la hora del recuerdo, saltan a la memoria los
siguientes nombres:
Arqueros: Entre los extranjeros, los más recordados son: Eduardo García,
Ramón Maggereger, Javier Baldriz, Marcelo Elizaga, Luis Alberto
Onzari y Ramón Souza Duarte. Todos
ellos, marcaron épocas en el arco de
EMELEC.
Eduardo “ñato” García, fue campeón
en los años 1972 y 1979, en este último
año, compartiendo responsabilidades
como técnico y jugador.
Un arquero de oficio, seguro en los tres
palos, de gran agilidad y especialmente
con un profundo amor a la camiseta.
García llegó al cuadro azul en el año
1968, luego en el año 1970, retornó a su
país, para posteriormente, reintegrarse
en el año 1971 al equipo de sus amores,
hasta el final de su carrera deportiva. Era
un jugador ganador, líder, de aquellos Eduardo García

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que, por su actuación, contribuía con su equipo a salir por la puerta del
triunfo.
Se crecía de manera especial en los clásicos; era tan aguerrido que, en dos
ocasiones, sufrió serias lesiones en su cabeza; y sin embargo, no abandonó
el campo; apenas, una venda para evitar un mayor sangrado y seguía
defendiendo el arco del equipo millonario.
Hace pocos años, una encuesta realizada por Diario El Universo, entre
un significativo número de hinchas azules, lo proclamó como el mejor
jugador de la historia azul, distinción muy merecida, para alguien que
supo vestir con honor, calidad, entrega y exclusividad esa casaquilla.
Ramón “candado” Maggereger, fue la
figura defensiva, en el título conseguido
el año 1965; no era espectacular, volaba
muy poco, contrastando con el brasileño
Helihno. Pero muy seguro; tampoco,
era alto, pero corpulento, poseía
temperamento ganador, generador de
un liderazgo desde el arco, y aquello,
imponía seguridad y orden; se ubicaba
bien, tenía una actuación estelar y las
“agarraba” todas; cubría muy bien los
ángulos y era ganador.
Fue mundialista con la selección de
Paraguay en el año 1958. Todo un ícono
de la época en el equipo millonario.
Ramón Maggereger
Javier Baldriz fue el arquero en el
campeonato del año 1988. Recomendado por Eduardo García, de buena
talla, sin ser del todo alto, otorgaba seguridad y oficio.
Su mejor momento en esa temporada fue en el último clásico de la liguilla
en el Estadio Monumental, cuando, sobre la hora, le atajó un penal a
Tonihno Vieira; con lo que, el partido terminó igualado a un gol, originando
ese resultado el paso de EMELEC a la Copa Libertadores y la exclusión de
los toreros ,en ese evento.
Luego, en la final, contra Deportivo Quito tuvo una destacada actuación.
Permaneció en el club hasta el año 1990. Lo reemplazó un guardameta
argentino, que venía precedido de grandes ribetes, de la escuela de

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Independiente, llamado Sergio


“Bernabé” Vargas.
No le fue bien en el plantel azul,
incluso, debió abandonar el equipo por
una seria lesión. La vida le reparó su
revancha en Chile, donde se incorporó
a la U de ese país, convirtiéndose en
una gran figura, siendo su jugador
emblemático, incluso, obteniendo
la nacionalidad chilena al clamor de
todos, para que defienda la selección
araucana.
Miguel Ángel “tarzán” Onzari, fue
una muralla en el pórtico azul durante
la fase decisiva del torneo del año
1979, donde EMELEC, obtuvo su
quinta corona. De muy buena talla,
Miguel Ángel Onzari
corpulento y de mucho oficio, era
dueño de su área y excelente atajador. Había jugado antes en Colo Colo y
en el Manta S.C, de donde vino al cuadro porteño.
Ramón Souza Duarte, guardavallas uruguayo, tuvo muy poco espacio
en el equipo; sin embargo, dejó un grato recuerdo, especialmente por
su actuación en la temporada del año 1970, donde EMELEC, alcanzó el
subtítulo. Souza, luego prosiguió con éxito su carrera en otros equipos del
país. Reemplazó a García, durante los dos años en que el “ñato” regresó
a Uruguay.
Marcelo Elizaga, le otorgó esa garantía que le faltaba a los azules en los
años 2005, 2006 y 2007, salvando goles cantados, sobreviviendo ante una
defensa inexperta y deficiente. Dominador absoluto de su zona de juego,
sobrio, con mucha cancha, reflejos, experiencia, ubicación, buena salida y
excelente achique.
Prácticamente completo, fue el bastión defensivo que tuvo EMELEC para
llegar al subcampeonato del año 2006. La hinchada se encariñó tanto con él,
que solicitaron su nacionalización; trámite que se concretó en el año 2007.
Elizaga, es el nuevo ídolo de los eléctricos y seguramente, ha comenzado
a ganarse un espacio que, durante muchos años, lo tuvo García.

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Entre los guardavallas


nacionales, se han
destacado en los años
1950 y 1960, “Tarzán”
Torres, golero arrojado y
que otorgaba confianza
a su defensa; Cipriano
Yu – Lee, arquero
elástico y seguro, forma
parte de la era gloriosa
del profesionalismo y Marcelo Elizaga
de los primeros torneos
nacionales, siendo el portero titular en la
primera estrella obtenida por el Club, en
el año 1957; Manolo Ordeñana, práctico,
de gran ubicación y oficio; uno de los
primeros arqueros en salir jugando.
Desde el año 1968, arquero que llegaba
a los azules, veía los partidos desde la
banca, porque reemplazarlo a García era
muy difícil.
Algunos de ellos, tenían buenas
condiciones, como Napoleón Gómez,
Salas, Cedeño, Diego Cabezas o
Tony Taleb, pero apenas tenían pocos
espacios, porque el “ñato” tapaba hasta
los amistosos en los pueblos.
Uno de ellos, pudo atajar más partidos en los años 1970 y 1971,
aprovechando el retorno de García a Uruguay, durante esas dos temporadas;
era un guardameta esmeraldeño, alto y que dejaba ver notables condiciones.
Se llamaba Carlos Delgado. Equivocadamente, el club se desprendió de
él y luego vinieron los arrepentimientos, pues perdieron al que en pocos
años, se convertiría en el mejor arquero ecuatoriano de la década.
Después de la era García y del paso de Onzari, EMELEC, nacionaliza
el arco; surge Israel Rodríguez Soriano, dueño del arco azul entre los
años 1982 y 1986, arquero de gran técnica y valentía, excelentes reflejos
y elasticidad; se convierte en el mejor portero ecuatoriano, integrando la

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selección hasta ser desplazado


por Carlos Morales.
Entre Rodríguez y Baldríz, se
responsabiliza de los tres palos
Colón Navarro, quien más allá
de su empeño, ya evidenciado
en 9 de Octubre, no tenía las
condiciones para otorgar la
seguridad, de la cual, la hinchada Jacinto Espinoza
emelecista estaba acostumbrada.
En el año 1992, llega del Valdez y de la selección
preolímpica, el golero Jacinto Espinoza,
disputando espacio con Alex Cevallos.
Espinoza, siempre fue espectacular, flojo en
las salidas, pero de grandes reflejos, debajo del
travesaño, era capaz de sacar milagrosamente
una pelota de gol. Cevallos, era muy técnico,
sobrio, preciso; se había consolidado como
arquero de primera categoría, en Filanbanco y
Valdez. Fueron partícipes del bicampeonato en
los años 1993 y 1994.
En la temporada del año 1993, apareció un
tercer arquero, Emilio Valencia, que terminó
Alex Cevallos
siendo el titular, aprovechando un bajón técnico
de ambos. En el año 1999, surgen de la cantera extraterrestres los jóvenes,
Roris Aragón y Daniel Viteri. Aragón, pintaba como una fulgurante
revelación por sus condiciones físicas, pero no pudo consolidarse.
Actualmente, ataja en el fútbol belga y es convocado para algunos partidos
amistosos de la selección, por el técnico Luis Fernando Suárez.
Daniel Viteri, es poseedor de gran técnica y oficio y al momento destaca
en el Deportivo Quito. Sin embargo, corresponde ponderar que ambos
arqueros dieron un importante aporte en el bicampeonato del perìodo 2001
– 2002, pues fueron los guardianes de la portería emelecista en ese lapso.
También, es justo recordar al arquero Carlos Morán Jalón, quien durante
las temporadas de los años 1997 y 1998, relevó varios meses, con muy
buen rendimiento a Alex Cevallos.

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Los arqueros ecuatorianos dieron valiosos


aportes; sin embargo, de aquello, a la hora del
protagonismo histórico, ceden el puesto a la
presencia de los extranjeros.

Sin duda, los tres más grandes arqueros que


recuerde la historia azul son: Eduardo García,
Ramón Maggereger y Marcelo Elizaga, quedando
para la elección el nombre de Eduardo García,
como el arquero de todos los tiempos, por años
de presencia, calidad y entrega a la institución
por la que vino y de la cual nunca se fue.

En la retaguardia, EMELEC ha tenido jugadores


señoriales; entre los extranjeros, pasaron por sus Carlos Luis Morales
filas, figuras de la talla de Eladio Leis, un argentino atajando en Emelec.
elegante y aguerrido para jugar: Todo un “Señor de la defensa”.
En el año 1948, se incorporó el fabuloso Jorge “chompi” Enriquez,
quien, desde muy pequeño, se fue a vivir con su familia a Chile y en
ese país, se hizo futbolista; integrando el Green Cross, Santiago Morning
y otros equipos chilenos, hasta incorporarse a EMELEC para un torneo
internacional organizado por Colo Colo.
Luego, fue a jugar en el “Dorado” Colombiano en Santa Fe y Junior, para
reincorporarse a EMELEC, durante las temporadas de los años 1953 y
1954, siendo el jugador más importante, lleno de calidad y experiencia
internacional. En el año 1965, se incorporó el paraguayo Lucio Calonga, con
las características propias de un volante ó defensor guaraní, pues jugaba en
ambas posiciones; fuerte y bravo; otorgó la seguridad que necesitaba atrás
un equipo como el de esa época, que,
de medio campo hacia delante, era
un verdadero ballet; jugaba también
de volante, daba la cara, cargaba y lo
cargaban, guapeaba; fue el baluarte
del campeón.
En el año 1967, los azules incorporan
a uno de los mejores defensas
que llegaron al país, en la historia
Daniel Viteri celebrando el título de
2001 de nuestro fútbol: “El Mariscal”

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José María Piriz. Surgido del Rampla


Juniors de Uruguay, de la mano de ese
legendario charrúa, llamado William
Martínez, arribó al fútbol ecuatoriano en
el año 1966, para el Deportivo. Quito; su
paso por los “chullas”, no tuvo mayor
trascendencia.
Al año siguiente, juega la copa
Libertadores con Emelec donde, por su
buena actuación, sorprende a la dirigencia
de Colo Colo, equipo que de inmediato
lo incorpora, logrando destacarse en el
cacique blanco araucano. Luego, retorna
José María Piriz al “ballet azul” para marcar un verdadero
ciclo de oro. Fue un verdadero maestro,
de una categoría inigualable, de una regularidad manifiesta.
Elegante hasta la saciedad, era un verdadero amo y señor del área. Marcó
toda una época de la defensa azul,
la misma que tuvo su corolario en el
título del año 1973, con García, en
el arco y creando nuevas figuras a
su lado, como Jefferson Camacho,
Jorge Valdez, Pancho Molestina,
entre otros, que iban cogiendo el
estilo de juego que imponía “el
maestro”.
Otro de los extranjeros que no
Juan Manuel Sanz
puede faltar en esta consideración
es el uruguayo José Romanelly. “El Petiso” como fue conocido en el fútbol,
llegó a EMELEC procedente del Deportivo Quito. Era un gran marcador
de punta, muy bravo, duro, temperamental, seguro y a pesar de su pequeña
estatura, enfrentaba a cualquiera por arriba o abajo. Se entregaba de lleno
en cada juego y tenía buena salida al ataque. Sus duelos en los clásicos con
“canario” Espinoza, hasta ahora, son recordados por mucha gente.
En la década de los setenta, destacó Carlos Trullet, de pequeña estatura
pero de una gran calidad, estupendo anticipo; era un verdadero león para
defender su área. Un año después, en el año 1979, llegó Juan Manuel

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Sanz, con un prototipo distinto a su antecesor; era alto, seguro en el juego


aéreo, no tan técnico, pero muy aguerrido. Pilar para la obtención del título
del año 1979.
En la década de los 80, EMELEC incorporó a sus filas a varios defensas
con mucha trayectoria en su país, incluso mundialistas, pero, que no
llenaron la medida de las expectativas. Ejemplo de ello, fue el peruano
Rodulfo Manzo, defensor de Perú en el mundial de Argentina 78, pasó
sin mayor suceso por nuestro fútbol. Tampoco, lo hicieron los uruguayos
Domingo Cáceres y Nelson Marcenaro, quines habían participado en la
Selección Uruguaya. En la búsqueda de centrales extranjeros, por aquella
época, recordamos el paso del charrúa Gerardo Pelusso; un defensor
fuerte, de buena marca, que había sido bastión en Deportivo Quito y luego
en LDUQ; en EMELEC, cumplió, incorporándose en el año 1981, aquél
que los azules jugaron en el grupo B durante la primera fase y luego en la
A, en la segunda parte del torneo.
Al año siguiente, llegó a reforzar a los eléctricos, el argentino José María
Llorant: un flaco de fina estampa, de experiencia y trajinar por el fútbol de
su país, que cumplió una buena campaña, pero sobre todo, es recordado
por haber sido el único jugador experimentado que saltó a la cancha para
jugar con los juveniles de EMELEC, durante la huelga de jugadores del
club en el año 1982.
En el año 1999, los venezolanos José Manuel Rey y Jorge Rojas llegan al
club. Rey, era un central de gran disparo, definió uno de los clásicos de ese
año con un gol de tiro libre; en la marca, era un tanto lento, pero de mucha
fibra; además, poseía la experiencia de haber jugado internacionalmente
con su selección; Rojas se llevó muchos aplausos de la hinchada, marcaba
bien y tenía excelente salida al ataque; ha sido uno de los buenos laterales
que ha poseído el cuadro millonario.
Entre los jugadores nacionales, encontraremos figuras y épocas brillantes
en la defensa de EMELEC. En la década del cincuenta, brillan con luz
propia: Jaime Ubilla y Raúl Arguello; jugadores de mediana estatura,
eran, sin embargo, solventes defensivamente, llevando a EMELEC a ser
el pionero de los campeonatos nacionales en el año 1957.
Por ese tiempo, surge Carlos Cruz Ávila, un defensa bastante rústico pero
de mucha fuerza, de choque, dominador del juego aéreo, pero irregular y
duro ante las gambetas y el fútbol hábil. Carlos Maridueña, campeón con el

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Pasión por el fútbol

equipo en el año
1965, aplomado
y solvente en
el corte del
juego, llegaba
oportuno al
cierre e incluso
arriesgaba su
físico.
Siempre fue
muy vivo y ágil,
al comienzo era
muy decidido y
Jefferson Camacho y Jorge Valdéz (primero y quinto de
izquierda a derecha en la fila superior), fueron excelentes
hasta temerario,
defensas en la década del 70. sin temer al
puño o al juego
brusco; con el pasar de los años, se fue aplomando en el puesto. Integró la
Selección del año 1966, que enfrentó a Paraguay en el sudamericano.
Felipe Landázuri, un lateral derecho de poco peso y muy veloz, anticipaba
muy bien, lo que le evitaba ir al choque, donde llevaba desventaja, jugaba

Pancho Molestina y Andrés Rendón (segundo y quinto de


izquierda a derecha en la fila superior) surgieron de las divi-
siones inferiores del Emelec

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con alma de amateur, enfrentaba todas; Felipe Mina, lateral izquierdo,


poseedor de una variedad de riquezas futbolísticas, siendo una de ellas:
la capacidad para ir al campo rival ó la de aplicar velocidad en la marca,
para encarar a cualquier adversario, al que lo perseguía y alcanzaba si se
le escapaba.
Hacia finales de la década del año 1960 y
1970, surgen todos aquellos defensores de la
“escuela Piriz”. De los más destacados, sin
duda, Jefferson Camacho, Ecuador Figueroa y
Jorge Valdez.
El primero, se convirtió en un clon del
“mariscal”. Aprendió su estilo de juego, pecho
erguido y cabeza levantada, solvencia aérea y
excelente anticipo. Tanta era su calidad, que, en
aquellos tiempos en que el fútbol ecuatoriano
no tenía vitrina internacional, llegó a emocionar
al Fluminense de Río de Janeiro. Jefferson Camacho
La falta de un buen empresario y la disipada vida personal de Camacho,
impidió que triunfe en el exterior. Pero, para el recuerdo de quienes
disfrutábamos del fútbol, Jefferson, ha sido uno de los mejores defensas
en la historia de nuestro balompié.
En esa línea, surgieron: Ecuador “Tiburón” Figueroa y Jorge “Chamaco”
Valdez. La misma elegancia de sus antecesores, el mismo estilo, eran
jugadores de escuela. Ecuador Figueroa, formó dupla con Camacho y
luego, durante algunos años, la defensa central eléctrica la constituían
Figueroa y Valdez.
Ecuador Figueroa, era menos técnico y más aguerrido; Jorge, era más
señorial. En el año 1979, “Tiburón” sale del equipo y “Chamaco” comenzó
a acomodarse como volante. Ahí pudo explotar más su técnica y visión
de juego. Terminó armando dupla medular con Juan Carlos Gómez en la
obtención del título del año 1979.
En la época de Jorge Lazo, como Director Técnico, con Piriz, aún en
la cancha, surgen dos defensores: Rafael “Pulga” Guerrero y Pancho
Molestina. “Pulga”, en sus inicios era un jugador técnico, pero, las
presiones de la prensa y el estilo que le imponía Lazo, lo convirtieron en
un jugador que hacía prevalecer la fuerza sobre la calidad.

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Pasión por el fútbol

Entonces, junto a Piriz o Camacho, era el hombre fuerte, rudo, que


reventaba la bola, que golpeaba al rival. Guerrero, fue un jugador
importante en esa época, luego fue a Barcelona y retornó a EMELEC en
el año 1981, año en el cual, se retiró del fútbol.
Molestina llega de las inferiores, era técnico y dinámico, iba bien a los
relevos, aunque por su baja estatura, tenía problemas en el juego aéreo. No
tuvo muchas oportunidades; pues llegó en una época de auge defensivo.
Con el pasar de los años, fue dándole prioridad a sus estudios universitarios
por lo que abandonó el fútbol para convertirse en un exitoso abogado.
En la década de los años 70, figuran defensores nacionales, provenientes
de otros clubes, como Alfonso “King” Quijano y Walter “Trompudo”
Cárdenas. Pero también, aparecen marcadores de punta muy recordados
por la afición.
El más relevante fue Jesús “Memín” Ortiz, un negrito electrizante,
arremetedor; que marcó toda una época en la banda izquierda, rápido,
entrador y de buena marca.
Por el otro lado, cerraban “el Chapa” Echeverría y luego “Pajarito”
Bayona hermano del alma de Jorge Bolaños; melenudo, bravo y de buen
remate. Jugaba de volante en su esplendoroso surgimiento, con la camiseta
del Everest, pero también, cumplía con éxito, como lateral por derecha.
Su gol a Unión Española en Chile por Copa, sirvió para un celebrado
empate; aquella noche que García tapó un penal al cañonero Francisco
De Las Heras.
Con el pasar de los años, aparecieron dos marcadores, muy pequeños
de estatura, pero con corazones inmensos: Washington Ascencio y
Humberto Cotto, pegajosos y aguerridos, luchaban en cada jugada.
A finales de la década, fueron relevados por José Marcelo “la bruja”
Rodríguez; poseedor de un remate potente, autor de verdaderos golazos
de larga distancia, y Galo Quiñónez, lateral que recordaba a “Memín”,
pero que al poco tiempo, comenzó a desaparecer. Tanto Rodríguez, como
Quiñónez, formaron parte de la defensa titular, que logró el campeonato
en el año 1979.
Entre mediados y finales de esa década, surge Wellington Valdez, a quien
lo apodaban “el burro”. Era un flaco aguerrido, carente de la calidad que
le sobraba a su hermano Jorge.

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Al principio era banco, alternaba con el


propio Jorge o con Trullet. Forma parte
del equipo del año 1979, aunque se dejó
arrebatar el puesto por Jesús Montaño.
En el año 1980, fue consolidándose como
titular, hasta convertirse en uno de los
referentes de la zaga eléctrica, liderando
la retaguardia en el campeonato del año
1988.
Paralelamente, surgían otros jugadores
en ese puesto. Uno de ellos fue “la mole”
Montaño, un corpulento zaguero, con
músculos de acero, con poca técnica, pero
con mucha rapidez y sólido juego aéreo.
Fue el compañero ideal de Sanz para
armar una dupla de respaldo defensivo
que imponía presencia delante de Onzari,
pilares del título del año 1979.
Sin embargo, por una situación similar
a la de Eladio Mideros, adulteración de
nacionalidad, desapareció de nuestro país,
fugando a Colombia, su tierra natal.
Años después, aparece otro central fuerte,
con más técnica que Montaño, aunque
menos rápido: Urlín “el profesor” Cangá.
Iván Hurtado Forma parte de aquel equipo campeón del
año 1988, constituyendo la defensa con Valdez, Fajardo y Ciro Santillán.
Además, es recordado por anotar el gol al Santos de Brasil en la final del
torneo cuadrangular de re – inauguración del estadio Capwell en el año
1991, en donde además, como capitán del equipo, levantó el trofeo.
Pero, es durante el primer lustro de la década del año 1990, donde EMELEC
conforma la mejor defensa de su historia, denominada “la cortina de
hierro azul”. El Presidente de la Comisión de Fútbol, el empresario Nasiff
Nehme, contrata en el año 1992 a los tres defensores de la selección del
Ecuador sub 23 que había participado con éxito en el Pre – Olímpico de
Paraguay de la mano de Dussan Drascovick.

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Pasión por el fútbol

Entre los jugadores de ese combinado, visten de azul:


Danes Coronel, que pertenecía a las inferiores de
EMELEC; Máximo Tenorio e Iván Hurtado. El
mayor era Tenorio con 20 años, Hurtado tenía 17 años
y Coronel 19 años; se unieron a un experimentado y
fabuloso lateral, que desde el año 1990 formaba parte
de los azules; Luis Enrique Capurro.
A medida que fueron madurando, los eléctricos iban
conformando una defensa
casi impenetrable, que
duró hasta mediados de
1995, en donde comenzó a
desmembrarse con la salida
de Iván al Celaya de México
y luego de Tenorio al Vasco
da Gama de Brasil; pero
mientras estuvieron juntos, armaron un cuarteto
sólido, que era el de la Selección Nacional.
Coronel era muy rápido, pegajoso en la marca
y de salidas explosivas al ataque; Iván Hurtado,
tremendamente rápido para los relevos y elegante
para jugar,
con algo
de déficit en el juego aéreo, a raíz de
un accidente que estuvo a punto de
costarle la vida.
Con el paso de los años, fue corrigiendo
sus errores hasta convertirse en el
defensor más importante en la historia
del fútbol ecuatoriano; Máximo
Tenorio, era más seguro que Iván,
no arriesgaba, muy rápido y menos
exhibicionista. Por la izquierda,
Capurro ya había sido considerado
en las Copas América de los años
1987, 1989 y 1991, como integrante
de la defensa ideal de esos torneos.
Luis Enrique Capurro

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Alfonso Harb Viteri

Era un consagrado internacional; sin


duda, el mejor lateral izquierdo de la
historia, capaz de poder jugar con la
misma solvencia en cualquiera de los
cuatro puestos de la defensa.
Con estos cuatro fantásticos de la zaga
azul, EMELEC ganó el bi – campeonato
de los años 1993 y 1994; así como, la
clasificación hasta semifinales de Copa
en el año 1995, la mejor campaña
histórica de EMELEC. Pero ésta se
perdió ante el Gremio de Brasil, quien
días después, se proclamara campeón de América.
En medio de este cuarteto de lujo, se fue formando un nuevo defensa que
iba a tomar el relevo de los centrales: Augusto Porozo, jugador fuerte,
alto, no tenía el despliegue ni la calidad de Hurtado y Tenorio. Porozo
recordaba a Canga; era un roble en la defensa. Fue parte del primer bi
– campeonato, aunque no tuvo mayor espacio.
Sin embargo, jugó algunos partidos, sobre todo en la campaña del año 1994,
en la que fue un protagonista de primer nivel, así como en el segundo bi,
correspondiente a las coronas del 2001 y 2002; incluso en esta última, le
permite dar la vuelta olímpica a su equipo con un hermoso gol de chilena
al Aucas en el estadio Capwell, en el último minuto de juego.
El partido iba igualado y con ese resultado Barcelona se hubiese proclamado
campeón, en el estadio de Liga. Pero, con esa obra de arte, impropia para
un jugador que nunca fue de acrobacias, EMELEC le quitó “el caramelo
de la boca” a su tradicional rival.
En el área rival, era temible por su juego aéreo ofensivo y su remate potente
en los tiros libres. También, fue protagonista de la primera clasificación al
Mundial de Corea y Japón 2002, siendo titular durante las eliminatorias y
los partidos de la copa del mundo.
Actualmente, surge una nueva generación de defensores, de la cual, el más
destacado y experimentado es Carlos “mellizo” Quiñónez, surgido de
aquella polémica selección sub 17 del año 1999. Hombre rápido, peligroso
cuando arremete y de buena marca. Sobre el cierre de la edición de este
libro, marcó el gol de la victoria en Copa, frente al Nacional de Uruguay.

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Pasión por el fútbol

Al realizar la elección de los mejores defensores de EMELEC, debo elegir


a mi gusto, a los siguientes: Iván Hurtado, José María Piriz, Jefferson
Camacho y Luis Enrique Capurro.
En el medio campo, EMELEC ha contado en su historial, con jugadores
de gran nivel, tanto ecuatorianos como extranjeros. Cabe destacar, a los
siguientes jugadores, en los primeros años del profesionalismo: el argentino
Francisco Pugliesse, que venía de Chacarita y The Strongest de Bolivia,
junto a Galo Solís, “chiche” Riveros y
el siempre eficiente Bolívar Herrera, así
como Jorge Lazo Logroño.
Pero, el más trascendente entre los años
1940 y 1950, fue Enrique “moscovita”
Álvarez, surgido de los equipos
amateurs de Independiente e Italia, con
un interesante paso por el Lanús de
Argentina; también pasó por el fútbol
chileno y por el “Dorado” de Colombia
donde brilló en el Santa Fe, junto a
“mounstros” del balompié sudamericano
como: los argentinos Pontoni, Perucca,
Carlos Pineda entre otros.
Tuvo varios pasos por EMELEC, lo hizo en los años 1946, 1948, 1951 y
1955, cuando colgó los botines, pero, en cada instante que vistió la azul,
demostró ese fútbol fino, de calidad, que lo convirtieron en un centro
medio, como se denominaba en ese entonces a su posición, de categoría
internacional.
Entre los volantes de marca figuran, en la década de 1960, el ecuatoriano
Carlos “trompudo” Pineda, combinación de jugador limpio y fuerte, no
muy alto pero de gran despliegue; de toque justo y de mucha energía para
romper el juego.
Lento, pero seguro, para entregar el balón, manejaba un buen panorama
de juego y tenía un disparo estupendo que estremeció algunas redes
adversarias. Obstruía, cortaba, armaba juego y llenaba de entusiasmo a
todos sus compañeros.
Sobre él, Valenciano dice: “Es inolvidable el excelente toque de pelota
del popular trompudo. Parecía tener en el talento un dibujo perfectamente

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diagramado en la cancha. Sabía ubicar a sus compañeros de reojo y la


pelota la colocaba justo, a los pies del compañero. Jugar con él era un
deleite”.
Utilizar la memoria, para recordar a esos volantes que vistieron la azul, es
un verdadero placer. Henry “cachito” Magri, campeón en 1965, fue la
expresión del fútbol elegante, que deleitaba la vista; siempre con la frente
en alto, un maestro en la distribución de la pelota; tranquilo, transmitiendo
conocimientos en cada minuto del partido, por cuyos pies tenían que pasar
todos los balones para iniciar un ataque, esperando el pase preciso y
precioso, siempre en profundidad para ganar en tiempo y espacio, jugaba
con soltura y suavidad.

Jorge Bolaños

Galo Pulido, era un armador que gustaba del fútbol fácil, bien jugado;
tocaba de primera, sin tardanza, imperando el estilo técnico; poseía un
electrizante juego de cuerpo, con una maravillosa finta que muchas veces
dejaba “pagando” a quien lo marcaba.
Su principal problema era la falta de físico, no tenía potencia, para
arremeter ni para hacer cambios de frente o pases largos, siendo su
principal característica, el pase cortito; fue campeón en el año 1965.
Sin duda, el más emblemático de los medio campistas de ataque, que
ha tenido EMELEC, se llama Jorge Washington Bolaños Carrasco;

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Pasión por el fútbol

llegó al club el 28 de junio


de 1958, cuando estaba por
cumplir 15 años. El “pibe de
oro”, a quien don Fernando
Paternoster era incapaz
de darle una instrucción en
particular, tan solo le decía:
“Pibe, jugá como tú sabes
y hacé en la cancha lo que
tenés que hacer”. Era la
arenga que salía de los labios
del estratega argentino antes
de cada partido.
Jorge Bolaños y Luciano Macías, símbolos
del astillero. Bolaños fue el centro de las
miradas y el dueño de los
aplausos en la época del ballet; ponía a bailar al equipo y marcaba el son de
la música futbolística a los rivales. Su talento y habilidad eran inagotables,
al punto de haber enamorado a los gauchos, cuando el 01 de mayo de
1961, se incorpora a la quinta de River Plate de Argentina.
Se proyectaba como un descubrimiento especial, tan solo contrastado
con la melancolía de un muchacho del barrio “Parque de la Madre” que
extrañaba la carne en palito, por sobre el
asado; la calle para el indor, por sobre el
potrero; los amigos de la barriada, por
sobre un futuro esplendoroso. Por eso,
no triunfó en Buenos Aires y por ello,
el destino le tenía guardado un enorme
espacio en su país, para brindar su clase
en América de Quito, Barcelona, Nueve
de Octubre y LDE; donde culminó su
gloriosa vida futbolística.
Dominaba a su antojo la pelota, con
pasmosa habilidad para mostrarlo
ó esconderlo al rival. De él, escribe
Valenciano, en la revista “Estadio” de
junio de 1965, lo siguiente:
“Bolaños rompe los nervios, los crispa.

88
Alfonso Harb Viteri

Dominador del balón, da la sensación de no querer despojarse de él, por


un escondido temor a que le jueguen mal. Defiende la pelota con buen
‘dribling’ y hasta agacha la cabeza para ver si la mantiene entre sus
botines.
Hay mucha gente arriba, esperando el abastecimiento para liquidar, todo
ese trabajo de medio campo. Y Bolaños sigue siendo el “pibe” al cual
arrebatarle el balón, es como quitarle su juguete más querido”.
Campeón y figura del torneo de 1965, en EMELEC, se lo recuerda por
aquel hermoso gol, ante la Selección de Paraguay; ubicado sobre la línea
de fondo, después de traerla por la banda derecha, con efecto, la puso
lejos del arquero cuando éste, cerraba bien el ángulo por donde la lógica
imponía que vaya el remate; un gol de extraña belleza, para el recuerdo,
como eran sus jugadas.
En la década del año 1970, el argentino Óscar Storti, campeón en el año
1972, jugador de marca asfixiante, especialmente en los clásicos, cuando
Jorge Lazo lo mandaba a “respirarle en la nuca” a “Perico” León.
El chileno Rubén “Popeye” Marcos, llegó para la Copa del año 1971;
talentoso, fuerte, con la estirpe de un mundialista, de gran actuación en
Inglaterra 66. Su incorporación, se dio gracias a las gestiones que hizo
Felix Lasso, con quien entabló una gran amistad desde 1968, año en el
cual, “Pereque” jugó en la U de Chile.
Marcos, nunca había vestido otra casaquilla. Tenía una gran visión desde
atrás, juega tácticamente, con tranquilidad y orden, buscando el rendimiento
colectivo y no el brillo individual. Su debut se produjo en un clásico por
la copa del año 1971, ganándolo EMELEC 1-0 y anulando de la cancha
a “motorcito” Gerson. En aquel partido del año 1965, por eliminatorias
entre Ecuador y Chile en el estadio Modelo “Guayaquil”, marcó a presión
a Bolaños e incluso fue el jugador que lo agarró de la camisa, que, en ese
entonces se usaba, en plena área, en un penal clarísimo, que el brasileño
Eunapio Quiroz, no sancionó.
Héctor “polaco” Gauna, grande, de enorme despliegue, un pulmón en la
media, al que recordaremos cuando revisemos la historia del América de
Quito.
Eduardo De María, un “gordito buena gente”, que bien podría en la cancha,
cantar esa famosa canción, “la pinta es lo de menos”; es que en efecto,
no importaba su fisonomía de “regordete”, si era uno de los jugadores

89
Pasión por el fútbol

con mejor visión de juego,


garra, temperamento y
remate. Cuando De María
pegaba al arco, sorprendía
a cualquier arquero, y
cuando golpeaba a un rival
era difícil regresar por
su zona; hacía respetar el
medio campo.
Uno que por esa época,
tenía un fútbol similar era
el milagreño Roger Cajas;
“El cholo” las ponía como
con la mano de cuarenta o Eduardo de María
cincuenta metros. Según Rubén Barreiro, su compañero en Guayaquil
Sport era imposible no hacer goles con un servidor de la talla de Cajas.
Lamentablemente, en EMELEC, no pudo demostrar todo lo que, en
grandes caudales brindó para Guayaquil Sport.
Pero, si hay tres extranjeros en la década de los años 1970, que son eternos
en la memoria de los hinchas azules, éstos son: Pedro Prospitti, Luis
Lamberck, campeones en 1972 y Ernesto “cococho” Alvarez.
Prospitti era un legendario argentino; con Independiente de Argentina,
obtuvo la Copa Libertadores de 1964, engrosó también las filas de River
Plate de Argentina y Nacional de Uruguay así como de importantes
equipos colombianos como: Once Caldas y Santa Fe de Bogotá, donde
fue goleador del torneo del año 1970.
Dueño de un gran remate, de una técnica única, con la pelota en los pies,
era un verdadero maestro; jugándola de primera, porque privilegiaba el
pase preciso, especialmente, el corto sobre el largo, por sobre la habilidad;
manejaba ambas piernas y su derecha era un verdadero estilete. Contribuyó
como pieza fundamental, al campeonato del 72.
La cancha del Modelo, era el escenario donde, los equipos del astillero,
ofrecían el recital de sus dos “pericos”: Pedro Prospitti y Pedro León.
La Revista Estadio, publicó un gran reportaje sobre los dos, dejando la
interrogante de cual era mejor.
La revista afirmó que, “Prospiti era más hombre de área”. Lo reconocieron

90
Alfonso Harb Viteri

como un jugador de talento, con un estratégico sentido de la ubicación,


de enorme utilidad e importancia; de tres cuartos de cancha para arriba,
aunque era un tanto lento cuando le llegaba la pelota.
Sin embargo, para los espacios cortos, tenía un buen pique, mirada
adelante, potencia en el movimiento, decisión, fortaleza en la llegada;
jugaba muy poco por los lados, lo hacía por el carril central o punta de
lanza, porque jamás rehuía la marca. A la hora del remate final, no se
complicaba, simplemente sacaba el tiro y a la red.
En esa época, los azules contaron con otro gran jugador: Luis Lamberck;
propenso a engordar, recibió el apelativo de “Porky”; en sus pies poseía
habilidad, destreza, enorme técnica y un remate demoledor, era vivo para
jugar.
Lamberck fue figura en Peñarol,
donde jugó la Copa del año
1970, frente a Liga de Quito,
pero no tuvo suerte en su país,
para lograr la consagración
internacional, pues calidad no
le faltaba para ser uno de los
grandes exponentes de aquellos
tiempos. Era de esos volantes
Luis Lamberk
que jugaban en dupla con el
punta de lanza. Por aquellos años, se jugaba el 4-2-4 y el diez era realmente
un foward retrasado. Ese era el puesto de Lamberck y su dupla era Felix
Lasso.
En el año 1974, se incorpora otro grande del fútbol
argentino, que había paseado su clase en Colombia:
Ernesto Álvarez. Tenía un gran manejo del balón,
sobre todo para poner pelotas libres y muy peligroso
en los tiros de esquina donde sus lanzamientos con
“comba” inquietaba a los arqueros.
Otro gaucho, Antonio Sacconi, jugador templado
en el medio sector, fuerte, pero de buen dominio
para la salida, imponía su presencia, en aquel
equipo del año 1978; una vez reforzó a Barcelona
en un partido frente al Cosmos.
Antonio Saconi

91
Pasión por el fútbol

Dice la anécdota, no comprobada por cierto, que su juego entusiasmó a los


gringos, quienes pidieron al volante argentino de Barcelona. Por ello, se
fue Carbogniani, aunque al que pedían, era a Sacconi.
Dos años antes, el rioplatense Óscar Domingo “cachín” Blanco, surgido
en Boca, brindó sus servicios en Racing, Wanders de Chile y All Boys,
de donde vino recomendado por el profesor José De Amico, jugador de
oficio, con liderzgo y con buena marca.
En 1979, el nacionalizado Juan
Carlos Gómez, conocido con
el apelativo de “carita” por su
buena facha, pero, en el campo
destacaba, por su entrega y calidad
para marcar y salir jugando. Fue el
capitán de EMELEC en la exitosa
campaña de 1979; marcaba el
tiempo y el ritmo de juego, era
el caudillo en el medio campo,
el que salía jugando una vez que
recuperaba el balón o el receptor
del esférico, cuando su defensa la
sacaba desde atrás, para mandar
el pelotazo ó tocar con sus
Juan Carlos Gómez compañeros de la medular.
Pero, si existió un armador, que marcó la diferencia en la década de 1970,
fue Carlos Torres Garcés; “Palillo” él fue, simplemente excepcional, su
fútbol atildado, su técnica exquisita, la
inteligencia para manejar el panorama,
crear juego ofensivo; su velocidad con
pelota, tanto por las bandas, como por
el centro, gambeteando o haciendo
pinceladas, como aquel golazo a Ramón
Souza Duarte, en la victoria de 5-
2 sobre Técnico Universitario, en la
liguilla de 1979. En ese partido, recibió
un centro desde izquierda, por parte
de Galo Quiñónez, luego de “matar”
la pelota con el pecho, hace un par de Carlos Torres Garcés (derecha),
el eje del campeón 79

92
Alfonso Harb Viteri

sombreros elegantes al “cacho” Alvear, después, remata con un efecto que


hace parábola en el ángulo izquierdo del arco sur del portero uruguayo
y celebrar uno de los cinco más hermosos goles de la historia del fútbol
ecuatoriano.
Esta jugada tuvo como espectador de excepción, al Presidente Jaime
Roldós Aguilera, profeso hincha azul. Esa noche, el Primer Mandatario,
fue al estadio Modelo para salir con una sonrisa, que reflejaba su alegría
de emelecista. Menos de dos años después, ese estadio enmudecía con 50
mil personas, al enterarse de su trágica muerte.
Torres Garcés ofreció el recital de su fútbol desde 1977 hasta 1980, aportó
de manera gravitante al título de 1979.
Durante esos años, jugaba en el equipo Ricardo “bocha” Armendáriz; era
muy talentoso, mucha habilidad con la pelota en los pies, pero sobretodo,
con gran visión de juego.
En los azules, fue opacado por el brillo de “palillo”. Sin embargo, otorgó
un gran aporte para la obtención de ese campeonato. Años después, en
Liga de Quito, pudo sacar a relucir toda la maravilla de su juego.
Posteriormente, llegaron al plantel, los charrúas Fernando Rodríguez
Ríolfo y Nelson Moraes. El primero, procedente de Liga de Quito, tuvo
un buen paso por EMELEC; incluso anotó el gol de la victoria en Bogotá
ante el Santa Fe; en un partido de Libertadores donde los azules ya no
tenían ninguna oportunidad. Claro, le tocó jugar en un año terrible, en
donde, además de quedar fuera de copa, perdieron la categoría. Moraes,
también, dejó una buena imagen, lo que le sirvió para irse a Liga.
Luego en 1982, se incorporó al club el uruguayo Juan Ramón Silva, ex
mundialista, con su selección en Alemania 74 y figura de Peñarol, había
pasado, con mucho éxito por la U. Católica de Quito. En EMELEC, ratificó
su categoría. Dos años después, otro charrúa con el mismo apellido, Néstor
Silva, tuvo un paso interesante por el club.
En 1988, llega un flaco uruguayo que se había iniciado en las inferiores de
EMELEC, cuando su padre trabajaba en Ecuador; de vuelta a Uruguay, se
consagra como profesional y vuelve al equipo de sus amores juveniles. Se
llama Miguel Falero. Metedor de ficha, fibroso, atlético, era el alma del
equipo en el medio campo, así, llevó a EMELEC a una nueva corona.
Por esa época, destacaban dos jóvenes ecuatorianos: Kléber Fajardo,

93
Pasión por el fútbol

surgido de las inferiores; y Enrique


Wilfrido Verduga, adquirido al Patria de
segunda división.
Fajardo, era soberbiamente técnico, fino,
de gran ubicación y oficio para quitar,
pero, con gran manejo de pelota, para
salir jugando y habilitar a sus delanteros.
Comenzó como defensa lateral ó central,
donde mostró mucha jerarquía, pero,
donde mejor se ubicaba era como
volante de marca. Iba en una carrera muy
prometedora, pero, una desgraciada lesión
en la Copa de 1990, frente al Oriente
Kléber Fajardo
Petrolero de Bolivia, lo alejó casi un
año de la cancha.
Al volver, seguía siendo un jugador
con clase, pero jamás pudo recuperar
su nivel. Aún así, fue importante en
la conquista de tres campeonatos:
1988, 1993 y 1994.
Verduga era más fuerte, con buena
dosis de técnica, pero, no al nivel
de Fajardo. Era un descendiente
futbolístico de Falero, con quien
jugó en esa campaña de 1988, donde
logró su primer titulo, para luego
alcanzar el bi-campeonato de 1993
y 1994. Durante varios años, fue el
capitán y referente del equipo.
Enrique Verduga
En la década de 1980, EMELEC no
encontró al sustituto de “palillo”. En 1982, incorporó a un uruguayo de
muy buena trayectoria en su país, de apellido Cabrera, cuyo paso no fue
exitoso.
En 1984, se puso la azul el argentino Rubén Díaz que tuvo un buen paso
por Barcelona, tampoco funcionó. Contrató a un brasileño Devanir para

94
Alfonso Harb Viteri

hacer dupla con Balduino, un delantero carioca habilidoso, pero tampoco


lograron impactar.
Se sumaban jugadores criollos como: Oswaldo Páez, un obrero en
la cancha, William Guerrero, muy talentoso y hábil, pero ninguno se
convirtió en el líder que EMELEC necesitaba en esa posición; hasta que
en 1988, llegó el uruguayo Rubén Beninca, de baja estatura. No era tan
creativo, ni poseía el fútbol habilidoso de Torres Garcés, ni la precisión
de Álvarez, tampoco la técnica de Prospitti, pero si mucha garra, un
buen remate, siempre entraba al área y cuando tenía la ocasión no la
desperdiciaba.
Así ocurrió, en la inauguración del estadio Monumental, al anotar el gol
con el que EMELEC le amargó la fiesta a Barcelona; desde ahí se metió
en el corazón de la hinchada, consagrando esa relación al ser uno de los
jugadores claves para la obtención del título de ese año.
Entre varias entradas y salidas de Beninca, en los primeros años de la
década de 1990, se fueron incorporando otros jugadores en esa ubicación
como: Carlos Alberto Mendoza, figura del Deportivo Quito y Juan
Carlos Daza.
También, se sumaron algunos históricos
nacionales como Ivo Ron y José Federico
Minda. El primero de los nombrados,
jugaba de cinco, de lateral izquierdo, de
ocho y hasta de diez. Tenía un disparo
extraordinario y era jugador de clásicos;
eso es lo que le gusta a la hinchada.
Minda, estuvo primero en Barcelona y
fue campeón en 1985; pero donde logró
mayor trascendencia fue en EMELEC,
realizando una campaña de primer nivel
en 1988, incluso anotando el gol del
campeonato frente al Deportivo Quito,
en el Atahualpa.
José Federico Minda
En el año 1992 llegaron Marcelo “pepo”
Morales y ·el bocha” Benitez. Ambos jugadores, venían con excelentes
antecedentes del Independiente, que salió campeón con Solari. “Pepo”
tenía un corazón enorme, era el patrón del medio campo azul, metía

95
Pasión por el fútbol

pierna, se comía la cancha; a


mi criterio, fue el jugador más
importante en el campeonato de
1993.
“Bocha” era irregular; sin
embargo, tuvo su buen
momento con la camiseta azul.
Era un jugador técnico, aunque
lagunero. Morales, le dejaba el
campo servido para que haga lo
que quisiera.
Cuando llegó el Dr. Fernando
Aspiazu al club, pensó que
ambos, eran poca cosa para
donde quería llegar en Copa.
Realizó la contratación más
cara en la historia del balompié
nacional. Marcelo Morales
Por primera y única vez se rompió la barrera del millón de dólares para
incorporar al argentino Walter Reinaldo Pico, la figura del torneo
argentino de la temporada anterior, con la camiseta del Vélez Sarfield.
Al mismo tiempo, incorporó al brasileño Eduardo Dos Santos “Edú”,
que había sido figura en América de México, Palmeiras y Corinthians de
Brasil. El préstamo de su pase costó una fortuna.
Con esa dupla en la mitad de la cancha, EMELEC estaba para llegar a la
final, pero en segunda ronda, fue eliminado por Marítimo de Venezuela.
Decepcionante campaña, como lo fue la actuación de estos dos jugadores,
quienes rindieron muy por debajo de su nivel.
Posteriormente, los azules fueron incorporando a otros jugadores
nacionales y extranjeros de reconocida valía.
Sergio “gallego” Vásquez, figura en la Católica de Chile y River de
Argentina, dejó una buena imagen en aquel EMELEC de 1995, que llegó
a la semifinal de Copa, la mejor campaña en la Libertadores.
Pero, no tuvo suerte con otros, incluso consagrados internacionalmente,
como el boliviano Echeverry que un año antes, había sido una de las

96
Alfonso Harb Viteri

figuras de Barcelona, el brasileño Macula


o el norteamericano Joe Max Moore.
Hasta que en 1997, surge uno de los
grandes referentes de aquella generación
denominada “extraterrestres”; Moisés
Candelario. “El cholo” es un jugador
de escuela, fundamental en los títulos
del 2001 y 2002; gran remate, habilidad,
inteligencia, entrega e histórico en los
clásicos. Todos los requerimientos, para
engalanar el mural de los más queridos,
por la hinchada azul. Llevó bien puesta la
capitanía, hasta que estuvo en el equipo.
Comió de las verdes y maduras en el
Moisés Candelario club y los gritos que generaban los goles
que hacía ó producía, aún retumban en todos los
rincones del Capwell. Junto a Candelario, también, surgió Carlos Ramón
Hidalgo, jugador de la escuela de formación del club, temperamental,
derrochador de garra, huancavilca
en la cancha. Desde sus inicios, en
1996, hasta la obtención del título
del 2002, vistió la azul. Tuvo un
año brillante en el 2001, donde
además del título, contribuyó a la
clasificación de EMELEC a la final
de la Merconorte. Posteriormente,
pasó a Deportivo Cuenca, donde
también, logró un campeonato.
Otro que surgió, fue Gian Carlo
Ramos, de interesantes condiciones,
sin llegar a la altura de Hidalgo.
Del fútbol internacional, regresó
Wellington Sánchez, talentoso,
cumplidor, regular en su
rendimiento, un aporte realmente
valioso que contribuyó a dos
coronas, en el 2001 y 2002.
Carlos Hidalgo

97
Pasión por el fútbol

Para esa época, los azules mostraban a Walter Ayoví Corozo, cosechado
de la escuela de Rocafuerte. Este jugador, tenía todo para ser un fuera de
lote: habilidad, inteligencia, disparo con las dos piernas; no logró llegar
a los niveles esperados, pero fue clave para aquel bicampeonato, jugando
de volante o lateral izquierdo.
En los últimos años, EMELEC incorporó a un par de colombianos, de
buena campaña con los azules: Martín Zapata, en el 2000 y Guillermo
Rivera, en el 2006. Este último fue uno de los pilares para la obtención del
subtítulo de esa temporada.
Al elegir el mejor medio campo azul, de todos los tiempos, tenemos
que hacer una preselección de jugadores nacionales y extranjeros: Entre
los primeros, debe considerarse a Carlos “trompudo” Pineda, Kléber
Fajardo, Moisés Candelario, Carlos Torres Garcés y Jorge Bolaños.
Entre los extranjeros: “cachito” Magri, “pepo” Morales, Pedro Prospitti,
Luis Lamberck, Ernesto Alvarez. Sin embargo, en la elección final, a
mi criterio, el medio campo de todos los tiempos lo conforman: Carlos
Pineda, Torres Garcés y Jorge Bolaños.
En la delantera, los eléctricos cuentan con un portaestandarte del gol, que
simboliza la eficacia ante el arco rival. Lo que es Chuchuca para Barcelona,
representa Carlos Alberto Raffo
para EMELEC. “El flaco del gol”; un
argentino, nacido en Buenos Aires,
el 10 de abril de 1926, surgido de los
potreros de Villa Urquiza, llega a las
inferiores de Platense, para emigrar a
nuestro país en 1952.
En Ecuador, se enroló en el
Argentina, que posteriormente, se
llamaría Deportivo Quito. Dos años
después, fue “raptado” por dirigentes
de EMELEC, encabezados por
el entonces Ministro de Defensa
del Ecuador, don Enrique Ponce
Luque, donde se convirtió en el gran
referente del “ballet azul”; con sus
132 goles en casi once años, para
Carlos Alberto Raffo

98
Alfonso Harb Viteri

quedarse siempre, no
solo en Guayaquil, sino
en el corazón de todos los
emelecistas.
Desde 1954, se convirtió
en el grito de gol azul,
tanto en los campeonatos
locales de 1956 a 1960,
anotando en 1959, la
cantidad de 21 goles,
como en los primeros
Carlos Raffo y toda su estampa goleadora. títulos nacionales de 1957
y 1961. Fue el piloto de ataque de esa maravillosa delantera, denominada
“Los Reyes magos”, constituída por Balseca, Raffo, Raymondi, Bolaños
y Ortega.
A pesar de no haber podido nacionalizarse, sino hasta hace pocos años,
jugó con la camiseta de Ecuador, gracias a ciertos trámites que según él,
los hizo el propio Presidente Velasco Ibarra.
Así, nos representó en los
sudamericanos de 1959 como de
1963 y las eliminatorias de 1961.
En esta última, anotó goles a su
país natal, mientras que, en la
Copa América de 1963, en Bolivia,
se consagró máximo goleador del
torneo. Así de importante, fue
Raffo, no solo para su equipo, sino
también, para el país.
Seis años antes de la incorporación Enrique Raymondi
del “flaco” Raffo al club, los hinchas
azules gritaban los goles de otro argentino, Atilio Tettamanti, un peligroso
ariete, que tenía el arco entre ceja y ceja, formando líneas de ataque, con el
manabita Júpiter Miranda, Victor Lindor y su compatriota Pizauri.
A mediados de la década del cincuenta, llega al balompié ecuatoriano un
excelente jugador argentino, proveniente de la escuela de Independiente
de Avellaneda, llamado Jorge “pibe” Larraz.

99
Pasión por el fútbol

Era un futbolista de ataque, completo, de gran dominio de balón, rápido,


goleador, inteligente; todo lo que se requiere de un verdadero refuerzo.
Entusiasmado por sus hermanos Orlando y Mariano, quienes llegaron
primero, se
vinculó al fútbol
quiteño en Aucas,
Liga y Argentina
(luego Deportivo
Quito).
Vino al EMELEC
y fue artífice
de hermosas
tardes y noches
de fútbol en el
Capwell; además
de torneos locales
y el primer
c a m p e o n a t o Jorge Bolaños (izquierda), Baldi (centro), y Bolívar
nacional de 1957. Merizalde.
El juego de Larraz, era tan brillante, que se convierte en el primer jugador
en emigrar del fútbol ecuatoriano a la primera división de España. En
ese país, juega en Unión Deportiva “Las Palmas”, rivalizando grandes
partidos, ante el Real Madrid o el Barcelona; equipos grandes del fútbol
mundial.
Por los artificios del momento, puede jugar con la selección, en el
sudamericano de 1957 en Lima, donde tiene una participación importante,
marcando 5 goles.
En 1957, el año de la primera corona, EMELEC contó con un jugador
fenomenal, Daniel “pata de chivo” Pinto. Era un jugador de habilidad
inigualable, vivaracho y espectacular. Según Eduardo “tano” Spandre, el
DT Italo- argentino, que dirigió a EMELEC en esa primera conquista, fue el
jugador con mayor clase que ha visto en el fútbol ecuatoriano. El estratega
dijo que Pinto tenía un solo gran defecto, le encantaba “el trago”.
En 1958, se incorporaron dos grandes delanteros argentinos que rindieron
grandes resultados, Américo Castroman y Antonio Núñez. Pero, en
la década de 1960, hubo otros grandes jugadores en el ataque azul; en

100
Alfonso Harb Viteri

1960, el cañonero Clemente De La Torre, un alero izquierdo temible por


su remate. En 1962, llega Roberto “Pibe” Ortega, argentino que vino
del Fiorentina de Italia y entre sus cualidades más importantes estaba su
remate diabólico.
El “maestrito” Raymondi, fue otro grande de nuestro fútbol, un goleador
excepcional, que podía ser foward o puntero izquierdo, que tenía el gol
entre ceja y ceja.
Raymondi, tuvo su momento de gloria ante la Universidad de Chile,
en aquel partido de Copa; donde anotó cinco goles, hecho inédito en la
historia de nuestro fútbol.
José Vicente “loco” Balseca, ese muchacho de las cinco esquinas, nacido
el 19 de agosto de 1933; llevado al club de los torneos interligas, por
don Gregorio Esperon y el dirigente don Emilio Baquerizo, un entusiasta
emelecista, que años después, fue Presidente de Barcelona.
Su primer partido, fue contra el Aucas en 1951, reemplazando a Atilio
Tetamanti. Endemoniado por la raya, una especie de “Garrincha
ecuatoriano”, inolvidable en sus duelos con Luciano Macías, en aquellos
clásicos del recuerdo.
Vistió la azul entre
1951 y 1963, formando
delanteras inolvidables;
como aquella de 1957,
con Júpiter Miranda,
Jorge Larraz, Carlos
Raffo y Mariano
Larraz.
Jaime Delgado Mena,
oriundo de Manabí;
José Vicente Balseca
rápido, ambicioso,
luchador, ágil, de buen remate al andar; puntero de raya, pero, que tenía
facilidad para cortar por el centro y hacerse peligroso.
Un delantero, un poco más bajo de estatura, pero gigante con la pelota era
Bolívar Merizalde, la figura del Patria, campeón de Guayaquil a finales de
la década de 1950; tan fino como frágil, de excelente técnica; controlaba la
pelota a velocidad y cambiaba de perfil con facilidad pasmosa, goleador
por excelencia.

101
Pasión por el fútbol

En aquel equipo, campeón de 1965, brillaban también, el paraguayo


Avelino Guillén, de buena talla, gran cabeceador; hacía prevalecer su
potencia física, no le corría a nada. También, hay que recordar a Juan
Moscol, quien podía jugar de lateral, volante o puntero, era muy útil;
aunque a veces, irregular. Además, se destacó el argentino Hugo Lencina,
era un puntero izquierdo de raya, muy técnico y de remates sorpresivos.
En 1970, EMELEC incorpora al “Principe
del gol”; Alberto Cabaleiro, jugador fino,
goleador nato; en el área no perdonaba, poseía
un olfato para estar en el momento preciso,
para la puntillada final. En la misma época
llegó Angel Liciardi, quien, eclipsado por
Cabaleiro, no pudo demostrar sus cualidades
goleadoras, emigrando a Cuenca, donde se
convirtió, durante muchos años, en el máximo
anotador del fútbol ecuatoriano.
En el campeonato de 1972, los azules
incorporan para pilotear su ataque a Felix
Alberto Cabaleiro y Ángel “Pereque” Lasso. Había surgido en
Liciardi, los compadres del Barcelona y por su calidad, fue contratado por
gol. la Universidad de Chile, en donde pulió su
fútbol y dejó una grata imagen.
De regreso a su país, se puso la azul y contribuyó a grandes momentos
y goles inolvidables; junto a Lamberck y Prospitti, conformando una
vanguardia temible, para cualquier defensa. Más aún, cuando por las rayas,
tenía dos punteros sensacionales; por derecha, “Don Juan” Tenorio,
jugador rápido, muy habilidoso, desbordador, aunque de poco gol; por
izquierda, lo contrario, Marcos “chino” Guime, un cuchillo, goleador
nato, muy rápido, era de raya; pero, cuando hacía la diagonal y se metía al
área, cundía el peligro al máximo.
La salida de Tenorio, a mediados de la década, obliga a EMELEC a
buscarle sustitutos. El primero, fue un jugador del Deportivo Quito, que
había sido sensación, en la temporada anterior, pero que, en los azules, se
“chupó”; su nombre era Wilmer Gómez.
Luego, buscó en Uruguay a dos jugadores de reconocida trayectoria: Nilo
Acuña; figura del Peñarol de Uruguay y Carlos Santiago Rodríguez;

102
Alfonso Harb Viteri

quien había pasado por Deportivo Cuenca; realmente, ninguno de los dos,
hizo historia en el cuadro eléctrico.
Otra gran figura del Independiente de Argentina: Óscar Pianetti; delantero
fuerte, hombre de área, se convirtió en la amenaza ofensiva para defensas
rivales en 1975; un año donde EMELEC pasó por muchos altibajos,
incluso con serios riesgos de perder la categoría.
En 1976, se incorpora un gran delantero uruguayo, Américo Paredes,
quien había actuado en Rampla, Bellavista, Fénix y en el famoso Cosmos
de Nueva York; alternando con Pelé. Paredes, había anotado en ese equipo,
26 goles, razón por la cual, el periodismo y la hinchada, lo identificaban
como “Cosmos” Paredes.
No tenía una gran talla; bigotes a lo Caszely, pero, era el típico cazador en
el área. Se convirtió en el grito de gol azul, durante dos temporadas.
Detrás de él, se formaba un corpulento jugador, Lupo Quiñónez, al tiempo
que una cruel lesión marginaba al “chino” Guime de la raya izquierda.
Había que buscarle un sustituto y no pudieron acertar mejor. Se incorpora
a EMELEC, el puntero argentino Carlos Horacio Miori, un frentón que
le daba a su cabeza un aspecto de bombillo. Comenzó muy mal, parecía
que iba a ser uno de los tantos paquetes que siempre vienen. Un buen día,
la dirigencia tomó la decisión de darle dos partidos más, como última
oportunidad y desde ahí se convirtió en el
“bombillo eléctrico”, que electrocutaba
a las defensas rivales.
A mi gusto, fue el mejor puntero
izquierdo, que vi en el fútbol ecuatoriano.
Tenía todo; era valiente y no se intimidó
jamás, ni siquiera a la recia marca de
Peláez en los clásicos, muy rápido,
desbordador, ganaba la raya de fondo y
poseía la facilidad de levantar centros
pasados al andar.
Miori, poseía un muy buen remate de
larga y corta distancia, buen cobrador
de tiros libres y penales. Muy buen
cabeceador, vivo, goleador; al punto de
ser el máximo anotador del torneo de Carlos Horacio Miori

103
Pasión por el fútbol

1979. Así, junto a Torres Garcés


y Lupo fueron los principales
protagonistas de la obtención de la
corona de ese año. En definitiva,
si había un modelo perfecto de
puntero izquierdo, ese era Miori.
Lupo Senen Quiñónez Cheme,
oriundo de la playa esmeraldeña
Carlos Miori tenía el gol entre ceja y de Muisne, había llegado por
ceja.
ese entonces al Capwell; donde el
“nato” Castillo, recordado kinesiólogo de EMELEC, le dio hospedaje.
Algunos pensaron, que era boxeador, hasta que comenzaron a verlo
entrenar en el primer equipo.
Quiñónez, tenía una técnica rudimentaria, pero un inmenso corazón y
enormes ganas de triunfar. Hugo Bagnulo se dio cuenta de aquello y que
con esa corpulencia, tenía que ser un tanque demoledor en el área rival.
Comenzó a enseñarle la técnica de cabecear, sabía que, con la pelota en los
pies, era casi nulo, pero arriba tenía que ser imparable.
Nacía en el Capwell, “el
tanque de Muisne”. Lupo
debutó en 1976, y desde
ahí, comenzó a hacerse
sentir. Sus mejores
temporadas, fueron las
de 1978 y 1979. En la
primera, alimentado
por Cibeyra y Miori por
las bandas, se cansó de
hacer goles de cabeza;
en la segunda, fue uno de
los grandes artífices del
logro del campeonato;
anotando incluso, los dos
goles en Manta, que le
permitieron a EMELEC
dar su cuarta vuelta
Lupo Quiñonez (izquierda) y Carlos Miori (dere-
olímpica.
cha), símbolos de gol del Emelec.

104
Alfonso Harb Viteri

No había defensa, que pudiera soportarlo. Alguna vez, los retaguardistas de


River Plate, señalaron, a propósito de un enfrentamiento contra Barcelona
por copa; que el solo hecho de pensar que tenían que enfrentar a Lupo, les
quitaba el sueño.
Tenían terror de chocar con él, era como colisionar contra un roble. Los
gauchos tenían el antecedente del encuentro entre Selecciones en 1983.
En ese encuentro, Lupo, les hizo la fiesta en el Monumental de Núñez,
en aquel partido, donde Ortube metió la mano y le arrebató el triunfo a
Ecuador.
Aníbal Cibeyra, se había formado en Boca Jrs; pero no había podido
prosperar y por ende desarrolló su carrera en equipos pequeños. En
1978, se incorporó a EMELEC. Por su fisonomía y la manera de jugar lo
apodaban “El loco”.
Lo recuerdo mucho, porque fue mi vecino en la Cdla. Kennedy; cuando
caminaba por las calles, los adolescentes que jugábamos en las mismas,
nos acercábamos para conversar y preguntarle de sus locuras en las canchas
y de sus goles olímpicos.
No creo que, en la historia de los campeonatos de fútbol y mucho menos
de los clásicos en todos los países; se pueda establecer un récord, como el
de este argentino.
Hizo tres goles olímpicos, en tres clásicos seguidos. El primero, fue a
Gerardo Rodríguez; un arquero uruguayo, con comba al primer palo del
arco sur del Modelo. Ese partido, lo ganó EMELEC 2-1.
Antes del segundo clásico, lo encontré en la esquina del barrio y recuerdo
sus palabras, como si fueran pronunciadas ayer: “Mirá pibe, el domingo
te meto otro olímpico”. Por supuesto, todos reímos a carcajadas pues “los
zorrazos” no son de todo un siempre.
Domingo, en el Modelo, otra vez en el arco sur, nuevamente por el primer
palo; esa vez, con la complicidad de Peláez que cuidaba el poste y Enrique
“el chino” Aguirre, que no reaccionó, con buenos reflejos; la pelota dio
un bote, entre los dos y se metió. Sin embargo, Barcelona ganó 2-1; pero,
yo no sabía donde esconderme, para que no me vea Cibeyra por el barrio.
El tercer clásico, ya generaba temor en nosotros y también en Marcos
Calderón, el técnico peruano de Barcelona, que durante toda la práctica
del viernes, ensayó en el propio Modelo, los lanzamientos, con perfil de

105
Pasión por el fútbol

derecha en el arco norte. Lo tenía a Emeterio Vera cobrando, pues le metía


mucho efecto, y a los defensas y arqueros practicando la posición.
A Oyola en el segundo palo, a Peláez en el primero y a Rodríguez saliendo
a descolgar. Como premonitorio, a la hora del partido, en esa misma
portería, donde había entrenado, en el único lanzamiento, desde ese sector,
en todo el partido, Cibeyra la volvió a clavar.
La pelota se abrió y luego se metió por el segundo poste, por sobre la
cabeza de “Beto” Oyola; superando en la salida, al charrúa Rodríguez. Yo
me quería morir, pues fue justo por el sector donde estaba; lo vi clarito,
fue un golazo, con el que ganó EMELEC 1-0. Pero, no solo eso tenía
este “loco” del fútbol; era un puntero de raya, no tan rápido; tampoco tan
hábil, pero le gustaba amagar y sobre todo, era espectacular, para levantar
centros, inclusive al andar; por eso es que Lupo estaba en su “salsa”, con
Cibeyra y Miori por las bandas.
En 1980, se ejecuta el trueque del año. Armendáriz, fue a Liga y “Diablo”
Alarcón a EMELEC. El manaba, que había sido, una de las grandes figuras
de 1979, no pudo reeditar sus actuaciones con los eléctricos; mientras
Armendáriz, comenzaba a triunfar en Quito.
En 1981, al descender de categoría; fueron contratados, los dos mejores
delanteros del Grupo B: Jesús Cárdenas y Luis “pechito” Torres; ambos
brillaban en LDE. Cárdenas, era un centrodelantero moderno, fuerte
físicamente; pero de alto nivel técnico, sabía mucho con la pelota en los
pies, era buen
cabeceador;
se movía
muy bien
en el área,
poseía olfato
goleador y
pegaba bien
los libres o
penales.
“Pechito” era
menudo de
estatura, pero
muy rápido y
Jesús Cárdenas

106
Alfonso Harb Viteri

llegaba bien al arco; recordaba mucho a Marcos Guime. Torres, no llegó


a consagrar una gran trayectoria en el club, en cambio Cárdenas, terminó
siendo uno de los históricos.
Su marca de 120 goles en campeonatos nacionales, con la casaca azul,
solo fueron superados por Carlos Alberto Juárez. Fue la principal figura
del campeonato obtenido en 1988 y alcanzó a dar la vuelta olímpica en
1993.
En un histórico partido de 1981, en la última jornada, EMELEC estuvo
a punto de volver a perder la categoría. Iba perdiendo 2-0 con América
en Quito. Fue Jesús Cárdenas, el salvador azul, al anotar los dos goles
que le dieron el empate y en los últimos cinco minutos, debió ponerse el
buzo de arquero, para reemplazar a Onzari que salía expulsado. Durante
más de una década, fue el referente de ataque, pero las continuas lesiones,
lo alejaron en algunas ocasiones, del propio equipo y sobretodo de la
Selección Nacional. En todo ese tiempo, jugaron junto a él, algunos criollos,
como Benigno Santomer, “uvita” Quinteros, Juan Pastor Paredes y el
célebre y consagrado Italo Estupiñán; incorporado en 1986, pero lejos de
ser, esa figura triunfadora en el fútbol mexicano. Entre los extranjeros, el
uruguayo Godoy, los brasileños Osní y Balduino; sin llegar ninguno de
ellos a ser gravitante.
En 1987, llega al “ballet” el rápido delantero, Raúl Ney Avilés. Debe haber
sido, uno de los delanteros más rápidos, en la historia de nuestro fútbol;
por ello, lo llamaban
“turbina”. Su principal
característica, era la
velocidad en pique
corto, con pelota o
sin ella; cuando le
ganaba la espalda
a un defensa, no lo
cogían jamás. Muy
oportunista, excelente
definidor; comenzó
como puntero
izquierdo y terminó
acoplándose como
delantero en punta. Raúl Avilés (izquierda), Jesús Cárdenas (centro) y
Juan Carlos de Lima.

107
Pasión por el fútbol

Puedo decir a ciencia cierta, que era el único


delantero, que le ganaba en los mano a mano a
Holger Quiñónez. “La turbina” fue pieza clave
junto a Cárdenas, en el rendimiento ofensivo
de 1988, que llevó a EMELEC a obtener el
campeonato de ese año.
Con Cárdenas, acercándose a su ocaso y Avilés
en su apogeo, EMELEC, inicia la década de
1990, con otras figuras ofensivas; como el
quiteño, Humberto Garcés, Luis Castillo y
el delantero Roberto Oste; vinculado desde
1992.
Este último fue clave en la consecución del
Raúl Avilés, la turbina del título del 93; en un partido de liguilla contra
gol. Deportivo Cuenca, hizo cinco goles. Pequeño
de estatura, era muy despierto en el área para
asomar y definir; como ocurrió en el clásico por Copa en 1994, definido
con gol suyo en el Monumental.
Junto a todos estos jugadores; desde
1992 forma parte del equipo, Angel
“cuchillo” Fernández, un delantero
muy rápido, pero poco efectivo para
definir; sin embargo, de aquello, marcó
un ciclo brillante por la raya derecha,
con Danes Coronel; convirtiendo esa ala
en la principal vía de gestación de juego
ofensivo de su equipo.
En 1994, llega el goleador de la Copa
Libertadores del año anterior; el argentino,
Juan Carlos Almada. Además, de los 9
goles en el torneo internacional, Almada,
había quedado segundo goleador del
fútbol chileno con la U. Católica; club
con el que, llegó a la gran final copera.
Lamentablemente, una rebelde lesión,
lo privó de triunfar, como así, lo exigían
Ariel Graziani

108
Alfonso Harb Viteri

sus antecedentes. Su salida,


motivó la incorporación
de Eduardo “tanque”
Hurtado; en ese entonces,
el mejor delantero nacional,
para comandar el ataque azul
y llevarlo con goles claves a
la obtención del título de ese
año.
Al año siguiente, en Copa
Libertadores, es recordado un
hermoso gol a Cerro Porteño
de Paraguay, donde a base de fuerza y habilidad, arremete en el área
guaraní y convierte un celebrado gol.
En 1996, EMELEC arma una de las mejores duplas de todos los tiempos:
Ariel Graziani y Carlos Alberto Juárez. Durante dos años la rompieron,
la metían todas. Precisamente, en 1996, Graziani quedó goleador y Juárez
quedó segundo en la tabla; entre ambos marcaron casi 60 goles.
Ariel, era el típico oportunista, un goleador nato, de los mejores que han
llegado al Ecuador. Tiene un record interesante; hasta finales del 2003,
mientras jugó un torneo completo, quedó siempre goleador.
En 1996 y 1997, con EMELEC, en el 2003 con Barcelona; es el único
que ha quedado máximo arponero con ambas camisetas; pero, con ellas no
pudo ser campeón. Debió hacerlo en Liga, en el 2005; donde además, quedó
segundo goleador y
en el 2006, año de su
retiro, a pesar de jugar
media temporada,
quedó entre los
diez goleadores del
campeonato.
Al Ecuador llegó, en
1995, para el Aucas;
equipo en el cual,
jugó media temporada
y quedó segundo

109
Pasión por el fútbol

anotador. Al nacionalizarse, jugó la mitad de las eliminatorias de 1998,


y pocos partidos de la campaña, rumbo al 2002. Hizo siete goles, tres
de ellos, en un solo partido; ante Uruguay, convirtiéndose, en el tercer
goleador histórico de Ecuador, en esa lid; detrás de Agustín Delgado y
Alex Aguinaga. Por Copa América, anotó tres goles. Todo un aporte al
fútbol ecuatoriano, digno de resaltar lo de Ariel.
Carlos Alberto Juárez, ha sido el delantero más exitoso y rentable, que ha
traído EMELEC, en los últimos años. Aportó con dos campeonatos, 2001 y
2002; fue máximo cañonero del torneo en el 2001 e hizo goleador a Graziani,
en dos ocasiones; a Kaviedes y Martín Kenig. En las transferencias de
Ariel, Jaime Iván y Otilino Tenorio; EMELEC financió varios años
su plantel. Fue un verdadero ídolo, anotaba goles claves para grandes
victorias, incluídos muchos clásicos. Ha sido, una especie de Batistuta para
Fiorentina; imparable en el juego aéreo, un tanque en el área, acarreaba
marcas, para que sus compañeros la tengan más fácil. Aguantaba además,
todas las arremetidas de los defensas y como tenía cuerpo para hacerlo, era
el pívot perfecto que todo compañero quería. Varias veces, salió del equipo
y siempre regresaba. Alguna vez, lo hizo para un clásico y cuando logró
el gol del empate; mostró en su camiseta interior, una leyenda que decía:
“Tiemblen porque volví”, en franco desafío
a la hinchada amarilla, que hacía vibrar a la
azul. Por cuarta ocasión, se reintegra a Emelec
a mediados de la temporada 2007, donde logró
superar la marca de los 120 goles y convertirse
en el goleador histórico del club.
Junto a Juárez, luego de la salida de Graziani
surge un joven de Santo Domingo de los
Colorados, Jaime Iván Kaviedes. Debutó en
los últimos partidos de liguilla de 1997 y marcó
algunos goles, que lo consolidaban como
delantero titular. En la temporada de 1998,
anotó tantos de bella factura; que deleitaban
a los aficionados y al sumarse uno detrás de
otro, ilusionaban a todos, en la posibilidad
de al fin, romper el record de 36 goles que
había impuesto Angel Liciardi. Ese año, casi
al inicio de la temporada; en el aeropuerto
de Quito, luego de un partido ante ESPOLI, Iván Kaviedes

110
Alfonso Harb Viteri

delante de Leonardo
Escobar, Kaviedes, me
dijo que tenía tres grandes
metas: romper esa marca
de Liciardi, ser el primer
ecuatoriano en jugar en
un equipo de primera
división de Europa y
anotar el gol que nos lleve
al primer mundial.
Desde ese día, pasaron
Otilino Tenorio
apenas 3 años y unos
cuantos meses para cumplir, al pie de la letra esos sueños, que hasta ese
entonces, parecían imposibles. En ese mismo año 1998, logró 42 goles y
se convirtió en el goleador histórico del fútbol ecuatoriano; poco menos
de un año después, debutaba en la primera división de la liga italiana con
la camiseta del Peruggia, anotando goles a la Juventus y Milan.
Algo más de tres años, marcaba a Uruguay el gol que nos clasificaba a la
copa del mundo del 2002. Desde ahí, ha jugado dos mundiales; marcando
un gol en los mismos; ha participado en varios equipos del país y del
exterior, incluido el fútbol español e inglés, pero, así como pudo conseguir
esos tres objetivos muy difíciles para los demás; no ha logrado obtener las
otras dos cosas, que muchos si lo han hecho: culminar una temporada con
su equipo y quedar campeón.
En 1998, aparece como una ráfaga, de las calles y potreros del suburbio
guayaquileño, el gran Otilino Tenorio. Desde sus inicios, se mostró
como un mortero;
rápido, fuerte, poco
fino para la definición,
pero, a medida que iba
cogiendo experiencia,
fue convirtiéndose en
un gran goleador. En
el 2001, por problemas
disciplinarios, Omar
Quintana, lo despachó
al Santa Rita de Vinces,

111
Pasión por el fútbol

donde fue un gran aporte.


Regresó ese mismo año al
EMELEC, para jugar la Copa
Merconorte; donde fue la
gran figura ofensiva, al punto
de quedar goleador del torneo
y llevar a su equipo a la final
del evento, perdiendo en la
definición ante Millonarios
de Colombia.
Ese año, EMELEC fue
campeón de Ecuador, pero
Otilino, no lo pudo celebrar;
pues no fue parte de la
campaña. En cambio, si lo
fue en el 2002, donde junto a
Marcos Mondaini, la figura del campeonato
2006
Juárez volvieron a conformar
una dupla imparable, dando por
primera y última vez en su vida, la vuelta olímpica. En el 2004, fue a El
Nacional, donde tuvo una temporada con altibajos. Al año siguiente, había
recuperado su nivel y era el goleador del equipo y del torneo hasta que un
trágico accidente de tránsito, le cegó la vida en la ruta Santo Domingo –
Quevedo. Su sepelio, fue multitudinario; su alegría para jugar, evidenciado
en la máscara, con la que cubría su rostro, después de un gol y los bailes
que inventaba para celebrarlos, se robaron el corazón de la hinchada. “El
Spiderman”
del gol se
fue, pero dejó
su recuerdo,
que sirvió de
estimulo, a sus
compañeros
del equipo
militar para
obtener el
título del
2005.

112
Alfonso Harb Viteri

Luis Escalada, goleador del torneo 2006


Otros jugadores extranjeros, han reforzado a EMELEC, en la última
década, como Alejandro Martín Kenig, goleador del Deportivo Quito,
quién vistió la azul en el 2000, convirtiéndose en figura del plantel, incluso
logrando ser el máximo artillero del torneo; Cristian Gómez, conocido
como “el camello”, jugó en el 2001, procedente del Olmedo, equipo con el
cual, había obtenido el campeonato nacional un año antes; en EMELEC,
no aportó mayormente, pero, formó parte del equipo que logró el título
ese año. En el 2004, se incorpora el colombiano Hamilton Ricard, un
gran goleador norteño, mundialista en Francia 98, punta de lanza de la
Selección Colombia, en años anteriores y que en Ecuador mostró mucho
hilo en el carrete, a pesar de haber llegado con muchos años a cuesta. Su
dilatada trayectoria, incluye
un exitoso paso por la
Liga Premier Inglesa; con
EMELEC, marcó una
buena cantidad de goles,
que entusiasmaban a los
hinchas en las tardes del
Capwell.
En el 2006, arribó una
dupla, procedente de las
divisiones menores de Boca
Junior: Marco Mondaini

113
Pasión por el fútbol

y Luis Escalada; dos jóvenes desconocidos, que aparte de la ilusión y


su ropa, no traían nada más en la maleta. En ellos, no había trayectoria,
antecedentes, pero una enorme fe. Desde el primer momento, demostraron
que, se convertirían en un gran aporte. Mondaini, mostró ser un delantero
endiablado, valiente, rapidísimo y con buena llegada. Escalada, fue el gol
en el área, especialmente, en los clásicos, donde en una sola temporada,
hizo seis goles; siendo además, el máximo cañonero del campeonato con
29 goles. Formaron una dupla, que devolvió el entusiasmo a la hinchada
y le dieron el subtítulo a un equipo que, al inicio de la temporada, tan solo
aspiraba a salvar la categoría. Se convirtieron en verdaderos verdugos de
Barcelona, siendo factores decisivos para tres triunfos durante ese año,
dos en el Monumental, uno de ellos, con una goleada de 3-0, donde ambos
marcaron los goles.
En el 2007 se incorpó al club el colombiano Wilson “wipipe” Segura;
un delantero, sin mayores antecedentes en su país, pero que, en el nuestro,
ha establecido grandes romances con la red. Fue goleador del torneo del
2005, con Liga de Loja y segundo goleador del 2006, con la camiseta del
Aucas. Una grave lesión lo alejó del torneo.
En la elección de la delantera de todos los tiempos, hay que preseleccionar
a las siguientes figuras: Raffo, Balseca, Lupo Quiñónez, Miori, Jesús
Cárdenas, Raúl Avilés y Carlos Alberto Juárez; ellos fueron, los más
trascendentes. En la elección final, mi delantera ideal es la siguiente:
Carlos Alberto Juárez, Carlos Alberto Raffo y Carlos Horacio Miori.
En razón de este análisis, el EMELEC de todos los tiempos es el
siguiente:
Eduardo García; Iván Hurtado, Jefferson Camacho, José María Piriz,
Luis Capurro; Carlos Pineda, Carlos Torres Garcés, Jorge Bolaños;
Carlos Alberto Juárez, Carlos Alberto Raffo, Carlos Horacio Miori.

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