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Santo Toribio de Mogrovejo, nació el 16 en noviembre de 1538 en

Mayorga, villa del reino de León, aunque su familia tenía una casa
solariega en una aldehuela denominada Mogrovejo (Asturias). Su
nombre completo fue Toribio Alfonso de Mogrovejo y Robledo. Su
padre se llamó Luis Mogrovejo y pertenecía a la nobleza asturiana;
su madre fue Ana de Robles. Este matrimonio tuvo cinco hijos,
siendo Toribio el tercero. A los 15 años fue enviado a Valladolid,
centro del poder político español al ser asiento de la realeza y
cancillería, a estudiar Gramática y Humanidades. Obtuvo una
licenciatura en Derecho Canónico en Santiago de Compostela. Fue
catedrático en la Universidad de Salamanca y en 1571 obtuvo
una beca en el Colegio Mayor San Salvador de Oviedo. A la
muerte de un tío heredó su copiosa biblioteca, que en parte tuvo de
vender por la necesidad de dinero que tenía. Hasta entonces Toribio
no había aspirado a abrazar el estado eclesiástico y se había
contentado con recibir la primera tonsura. fue nombrado inquisidor
del Tribunal Supremo de Granada, por recomendación de Diego de
Zúñiga, oidor de la cancillería de Granada. Cuatro años después,
este mismo funcionario, quien ocupaba a la sazón una silla en el
Consejo Supremo, propuso a Toribio de Mogrovejo para ocupar la
vacante dejada por Jerónimo de Loayza. El 16 de marzo de 1579
fue nombrado arzobispo de Lima por Gregorio XIII. Partió al
Perú en compañía de su hermana, su cuñado y sus tres sobrinos.
Arribó a Nombre de Dios (Panamá) y llegó a Lima el 11 de mayo
del año mencionado. Se dispuso a realizar una minuciosa visita a su
amplia diócesis, que inició por el sur hasta Nazca, y luego a
Huánuco y la zona oriental. Regresó a Lima para la apertura del
tercer Concilio Limense, entre cuyas principales disposiciones
estuvo la redacción de un catecismo que, traducido a las lenguas
nativas, sirviese para la instrucción de los indios. En 1584 el
arzobispo Toribio de Mogrovejo emprendió una visita que habría de
durar seis años, retornando a Lima por cortas temporadas en 1585 y
en 1588. Culminado su agotador recorrido entró por fin en Lima en
enero de 1591.
Una de las constantes preocupaciones de este ilustre prelado fue la
creación de un seminario, logrando obtener la respectiva
autorización por real cédula el 27 de mayo de 1590. Compró una
casa muy cerca de la catedral y admitió en ella a unos 28
jóvenes, quienes adoptaron el traje y reglas del colegio San
Salvador de Oviedo, en Salamanca. La intromisión del virrey en
los asuntos del seminario hizo que el arzobispo Toribio de
Mogrovejo se decidiera a cerrarlo y sólo se reabrió en 1602. En
1593 inició una nueva visita que lo llevó hasta Cajamarca, en 1597
visitó Chachapoyas y Huamachuco y, al año siguiente, subió a las
sierras de Lima, dirigiéndose a Canta, Quive, donde tuvo la
oportunidad de confirmar a Isabel Flores de Oliva, la futura Santa
Rosa de Lima, quien contaba entonces con unos once años. El
hecho de estar continuamente fuera de la capital visitando su
diócesis motivó que fuera objeto de fuertes críticas de parte de las
autoridades especialmente de parte del virrey Hurtado de
Mendoza. En verdad, de sus veinticinco años de pastor, sólo
permaneció ocho en su sede episcopal. Sin embargo, su gestión fue
bastante fructífera: gestionó por ejemplo la fundación del monasterio
de Santa Clara (1605), por el cual tuvo particular afecto, al extremo
de pedir en su testamento que su corazón fuera sepultado allí, e
inició la nueva fábrica de la catedral, que fue culminada años
después (1625). En 1605 recorría el norte del país y estando en
Guadalupe empezó a sentirse mal; no obstante visitó el puerto de
Chérrepe y Reque, de donde se dirigió a Saña en donde murió el 23
de marzo de 1605.

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