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“Caciques, guerreros y productores”.

Las relaciones sociales de producción en el


período de Calfucurá y su vínculo con los pueblos ranqueles de las pampas (1835-
1852)
Juan Manuel Degastaldi
DNI: 36821992
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

Introducción: el objeto de estudio y la importancia del método científico

El presente trabajo, preludio de una investigación aún mayor, parte de la identificación de


una serie de problemas graves en el campo historiográfico dentro de lo que se conoce como
la “cuestión indígena”, especialmente durante las últimas dos o tres décadas. Creemos que
uno de las principales cuestiones tiene que ver con el abordaje historiográfico dominante en
la actualidad, que podríamos denominar como indigenismo o neo-campesinismo, el cual
sostiene que aún en nuestros días persisten sociedades indígenas y campesinas que habrían
sido “marginadas” por el Estado argentino pero que en sus “discursos y prácticas” se
1
mantuvieron vivas hasta la actualidad. Los discursos y posturas historiográficas,
antropológicas y sociologías predominantes en la actualidad sostienen entonces que en
nuestros días persisten otro tipo de sociedades diferentes a la sociedad capitalista, las cuales
deben ser reivindicadas y hacia las cuales se deberían implementar una legislación
diferencial a la del resto de los seres humanos del país. Las enormes deficiencias teóricas de
esta perspectiva son muy bien explicadas por Roberto Muñoz en el primer capítulo de su
libro Miseria del Indigenismo, por lo que aquí sólo nos detendremos en algunos puntos
clave que nos permitirán adentrarnos en nuestro objeto de estudio. En primer lugar nos
encontramos con una suerte de idealización de todo este conjunto de sociedades como
entidades donde los seres humanos vivían en armonía y libertad, ajenas a las problemáticas
que serían propias del “mundo occidental”, como la división de la sociedad en clases
sociales antagónicas y la explotación de una por sobre la otra. En segundo lugar, se suele
aludir también a todas estas sociedades de forma bastante homogénea, unificando entre sí a
experiencias tan disímiles como el Imperio Azteca, las sociedades de jefatura de

1
Muñoz, Roberto, Miseria del indigenismo. Identidad étnica y clase obrera en el Chaco, Ediciones RyR,
Buenos Aires, 2023, p.17.
Norteamérica o los cazadores-recolectores de las pampas, bajo una misma categoría o clase
social, todo lo cual nos habla de un enorme problema teórico que parte de un profundo
desconocimiento (o menosprecio) del método científico de análisis de la historia, así como
de un consenso hegemónico dentro del mundo académico que, a falta de un término mejor,
denominaremos “posmodernismo”, siendo el indigenismo o neo-campesinismo una de sus
variantes principales.

El método que utilizaremos aquí es el materialismo histórico, vulgarmente conocido como


“marxismo”, el cual no es más que el método científico de análisis social, ya que parte del
estudio de los seres humanos reales, actuando y produciendo sus medios de vida en
sociedad. 2 En este proceso de producción los humanos establecen una serie de relaciones
entre sí y con el entorno natural que los rodea, relaciones sociales que son relativamente
independientes de su voluntad y que, según el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas en este momento histórico, moldean el conjunto de elementos políticos,
jurídicos y culturales de las sociedades. A su vez en este proceso los seres humanos
comienzan a producir un excedente, es decir, más de lo necesario para garantizar su
subsistencia, excedente que tarde o temprano será apropiado por un sector de la sociedad,
fundamentalmente a través de la posesión de los medios de producción más importantes,
sector que comenzará a erigirse como clase dominante frente a la mayoría de la población
de la cual extraen sus recursos, las clases explotadas. Las sociedades comienzan a dividirse
en clases antagónicas, es decir, que sus intereses son materialmente contrapuestos, y es a
partir de este momento en que la lucha cotidiana entre estas clases, “velada unas veces y
otras franca y abierta”, 3 adquiere un papel central en el desarrollo histórico. En resumen, el
método “marxista” de análisis de las sociedades a lo largo de la historia parte del estudio de
todos estos elementos mencionados, las relaciones sociales de producción, el desarrollo de
las fuerzas productivas y la lucha de clases, entendidos como parte de una totalidad en
constante movimiento y transformación y, al mismo tiempo, dialécticamente
4
interrelacionados entre sí. De esta forma debemos descartar cualquier postura
historiográfica que desconozca las relaciones de producción como el eje en torno al cual se
articula las sociedades ya que de esta forma se elimina toda pretensión de objetividad para
2
Marx, Karl, El manifiesto comunista, Centro de Cultura, 1987, p.19.
3
Marx y Engels, La ideología alemana. Grijalbo, 2015, p.41.
4
Lukács, Georg, Historia y conciencia de clase (2ª ed). Ediciones RyR, Buenos Aires, 2013, p.105.
el análisis social, lo cual no sólo es central en el análisis historiográfico sino que nos
permite también entender las problemáticas que nos afectan o no en la actualidad. Por
ejemplo, para este caso, si como sostiene el indigenismo aún persisten en la actualidad
sociedades campesinas o pre-capitalistas, las tareas políticas a realizar no son las mismas
que en una sociedad capitalista plenamente desarrollada. Por lo tanto nos enfocaremos en
una de esas sociedades denominadas “indígenas” que tuvieron un impacto directo en el
incipiente estado argentino y en las posibilidades del mismo de consolidarse en su
territorio, para lo cual debemos enfocar nuestro análisis en las relaciones sociales de
producción de estas sociedades y las estructuras políticas derivadas de las mismas, que en
nuestro período tomaron la forma de confederación de tribus dirigidas por un jefe militar y
político, el cacique Calfucurá.

Cazadores, agricultoras y guerreros. El nacimiento de una sociedad en las pampas


indígenas

El período que elegimos para analizar es el que abarca los años que van desde 1835-40
hasta 1852, etapa donde las pampas indígenas estuvieron dominadas por una confederación
de tribus dirigida por un importante cacique proveniente de la Araucanía chilena,
Calfucurá. Previamente, sin embargo, debemos tener en claro algunos elementos propios
del espacio y de los orígenes de esta sociedad, así como su relación con otras entidades
políticas y sociales como fueron las tribus araucanas chilenas y el naciente estado
capitalista argentino. Algunos de los autores consultados, como Silvia Ratto o Raúl
Mandrini, nos hablan de la existencia, hacia finales del siglo XVIII, de un espacio “pan-
araucano” integrado por multitud de tribus indígenas tanto de las pampas como de la
Araucanía chilena, relacionados entre sí en base a un importante y masivo comercio de sus
5
productos y excedentes, fundamentalmente de ganado vacuno. Debemos tener en claro
que la extensa región pampeana en la cual nos concentraremos, parte fundamental de este
gran espacio pan-araucano, nunca llegó a ser conquistada por la monarquía española, por lo
que quedó por fuera del dominio feudal (y hasta mediados del siglo XIX también del estado

5
Ratto, Silvia, Estado, vecinos e indígenas en la conformación del espacio fronterizo. Buenos Aires 1810-
1852, (vol.2), tesis de doctorado, Universidad de Buenos Aires, 2003, p.264.
capitalista) lo que les permitió un desarrollo muy diferente al del resto de los pueblos
“indígenas” de lo que sería la Argentina.

Siempre resulta complejo evaluar la importancia de un individuo en una historia que


siempre es social. Lo fundamental en estos casos es tener en claro que los individuos
“importantes”, como en este caso el cacique Calfucurá, condensan en su persona un
conjunto de relaciones sociales que los revisten, al menos momentáneamente, de una
importancia social, es decir, que sus decisiones y acciones afectan al conjunto de una
sociedad durante un período determinado. Sin embargo, las bases de cualquier individuo
siempre son sociales, por lo que en este caso también debemos tenerlas en cuenta para
evaluar la importancia que tiene Calfucurá y su “confederación” de tribus indígenas para
entender la evolución de la llamada “cuestión indígena” en la Argentina y su rol en el
desarrollo de las relaciones sociales capitalistas y de la consolidación del Estado nacional.

El tipo de sociedad al que hacemos referencia fue clasificado durante muchos años por la
historiografía como tribus nómades de cazadores recolectores que, gracias a la
incorporación del caballo, basaban su economía no sólo en las actividades mencionadas
sino, fundamentalmente, en el pillaje a través de los malones. 6 Sin embargo lo primero que
nos encontramos en trabajos como los de Mandrini, Ratto o Carlos Martínez Sarasola, pese
a ciertas incoherencias en algunos de sus planteos, es con sociedades que ya desde fines del
siglo XVIII y principios del siglo XIX presentaban características particulares que las
alejaban de esta visión tradicional de hordas de cazadores y guerreros, aunque tampoco
eran estados nacionales propiamente dichos, ni siquiera en proceso de formación. Los
autores consultados y las respectivas fuentes utilizadas por los mismos coinciden con que
en las sociedades indígenas pampeanas (tehuelches y ranqueles con fuerte impacto de la
cultura araucana) existían marcadas “diferencias sociales”, o “indios pobres e indios ricos”
según las apreciaciones de Lucio Mansilla o Estanislao Zeballos. Si bien estas afirmaciones
por sí mismas no nos informan demasiado, sí nos señalan la posibilidad de que las
diferencias de clase sean distinguibles ya para los ojos de los contemporáneos. Mandrini
nos habla de un “estrato dominante” en estas sociedades conformado principalmente por los
guerreros, también denominados conas o “lanzas”, a quienes se les reservaban las
6
Mandrini, Raul, La agricultura indígena en la región pampeana y sus adyacencias (siglos XVIII y XIX),
Anuario IEHS, Universidad Nacional de Luján, 1986, pp. 11 y 12.
7
actividades militares, las grandes cacerías, los trabajos de cuero y de platería, todos los
cuales a su vez eran varones, sobre lo cual volveremos más adelante. Los guerreros
respondían ante un cacique, jefe militar y político de la tribu que a su vez era el dirigente de
la familia más poderosa de lo que todos los autores coinciden que era la unidad social
básica de reproducción de la vida indígena pampeana (y posiblemente también araucana):
la toldería.

Las tolderías se organizaban en torno a linajes o cüngas, compuestos por varias familias
que reconocían un antepasado en común, es decir que mantenían relaciones de parentesco
entre sí y convivían en la misma unidad social. Como afirmamos, sin embargo, no eran
espacios igualitarios, ya que las diferencias sociales eran bien marcadas, en un principio,
como señala Mandrini, entre guerreros y no guerreros (lanza y “chusma”), aunque también
encontramos con que les adjudica actividades económicas como la cacería y la producción
de plata y cueros además de la guerra, actividades que también representaban un enorme
prestigio social, lo que nos hace preguntarnos qué otro sector o clase social se encargaba de
la reproducción de la misma toldería, así como de las actividades agrícolas, pastoriles y
artesanales que no presentaban ningún tipo de prestigio pero que, sin embargo, eran vitales
para la reproducción social. Como señala el mismo autor (y no encontramos hasta el
momento afirmaciones contradictorias con esto), una profunda diferencia en el mundo
indígena pampeano radicaba en torno al sexo, siendo las mujeres casi en su conjunto
(indígenas y cautivas “blancas”, aunque probablemente no las esposas de los caciques) un
sector dedicado a las actividades de lo que Mandrini denomina el “circuito doméstico”. Al
mismo tiempo estaban sometidas a un régimen de matrimonios concertados entre jefes de
familia y a la práctica de la poliginia donde los caciques podían poseer más de una esposa.
El “circuito doméstico” refiere a todas las actividades económicas que permitían la
subsistencia material de la toldería, como la caza, la recolección de semillas, el pastoreo en
pequeña y mediana escala, horticultura, agricultura y cierta producción artesanal de cueros,
plata y tejidos. 8

7
Mandrini, R., La argentina aborigen. De los primeros pobladores a 1910, Siglo XXI Editores, Buenos
Aires, 2008, p. 256.
8
Mandrini, La argentina…, op. Cit., p. 254.
Estamos hablando de las formas de reproducción misma de la sociedad indígena pampeana,
las cuales recaían sobre lo que podríamos empezar a identificar como las clases explotadas
de la sociedad indígena: las mujeres prácticamente en su conjunto, los niños, ancianos y los
cautivos, denominados genéricamente como la “chusma”. 9 A su vez, podemos comenzar a
identificar a las clases dominantes como una posible “mezcla” entre caciques, guerreros y
jefes de familia, dentro de los cuales encontramos, entre muchos otros, a Calfucurá, una
“mezcla” sin embargo que se regía en torno a reglas y estructuras que moldeaban la vida
política indígena. La misma se regía en torno a una jerarquía bien ordenada de caciques por
medio de asambleas, juntas o parlamentos en las cuales participaban ellos con sus guerreros
y que tenían como funciones principales la consagración de nuevos caciques y las
10
declaraciones de guerra o paz. Todas estas estructuras políticas y sociales, sin embargo,
pronto recibirán el impacto de las revoluciones burguesas que pronto se desencadenarán a
ambos lados de la cordillera, especialmente la de Buenos Aires.

El proceso de araucanización y la expansión de las relaciones de producción


capitalistas

El impacto de las revoluciones burguesas comenzó a sentirse fuertemente hacia principios


de la década de 1820 debido, en principio, a la expansión económica y militar de la frontera
de la provincia de Buenos Aires, producto del desarrollo de las relaciones sociales
capitalistas y de la apertura y normalización del comercio que terminó de quebrar la relativa
paz que predominaba en la frontera desde finales del siglo XVIII. Esto se traducirá en
reiteradas campañas militares por parte de los gobernadores y militares porteños, a lo que
los pueblos indígenas responderán mediante los famosos malones, elemento que todos los
autores coinciden en que representaba una enorme centralidad para la reproducción misma
de la vida indígena. Tanto Mandrini como Ratto lo califican como “empresa económica
colectiva” dirigida por los caciques y sus guerreros, que consistía en el ataque sobre las
estancias de las fronteras de la sociedad capitalista o “blanca” con el fin de apropiarse
masivamente tanto de ganado principalmente, aunque también de seres humanos,
11
especialmente mujeres. El ganado era posteriormente trasladado a través de las pampas

9
Ibid., p. 257.
10
Ibid, p. 258.
11
Ibid, p. 253
hacia los mercados “normales” de estos productos, el occidente de la cordillera andina en
una empresa que el autor denomina como el “circuito del ganado”, en la cual participaba el
conjunto de la sociedad pero de forma bien diferenciada, ya que los malones eran dirigidos
12
y protagonizados por los caciques y sus guerreros. Sin embargo, como afirmamos,
predominaron largos momentos de relativa calma en las fronteras entre las dos sociedades,
especialmente en el período del predominio de Calfucurá, lo que nos hace preguntarnos la
verdadera magnitud del malón como empresa económica colectiva durante períodos donde
predominaban los acuerdos entre los caciques y las autoridades estatales.

Por otra parte es importante tener en cuenta lo que algunos llaman el largo proceso de
araucanización, cuya segunda etapa habría comenzado hacia finales de la década de 1810
producto de la revolución burguesa chilena y su impacto sobre los pueblos de la Araucanía,
que provocó emigraciones masivas hacia las pampas impactando directamente sobre los
pueblos que habitaban en este espacio. De la mano de la expansión de la frontera capitalista
por un lado, y de la araucanización por el otro, se producirán transformaciones importantes
en el mundo indígena que traerán consigo largos años de guerras entre los gobiernos de la
provincia de Buenos Aires y la mayoría de los caciques de la región, aunque con muchos de
ellos mantendrán relaciones amistosas en base a acuerdos políticos, militares y comerciales,
lo que les proporcionará cierta ayuda contra los pueblos indígenas más belicosos. Desde
principios de la década se suceden, por un lado, las campañas militares del gobernador
Martín Rodríguez, y por el otro los malones de las tribus indígenas que, posiblemente, se
desencadenaran como respuesta ante la expansión de la frontera, aunque no debemos dejar
de mencionar el impacto de figuras como Miguel Carrera, refugiado chileno que ejerció
como cacique de un conjunto de pueblos indígenas que Sarasola define como “araucanos,
tehuelches, pehuenches y guarikurúes” y que protagonizó una serie de poderosos malones
13
sobre la frontera bonaerense, con objetivos aún poco claros para la historiografía. El
enfoque de Sarasola, sin embargo, se encuentra profundamente teñido de calificativos
despectivos hacia las autoridades porteñas por un lado, y de reivindicaciones abiertas de los
malones y de toda práctica que emanaba de estas sociedades, calificando todo el proceso
que se abre desde 1820 hasta 1880 como un “genocidio”, incluyendo en esta práctica a la
12
Ibid.
13
Martínez Sarasola, Carlos, Nuestros paisanos los indios. Vida y destino de las comunidades indígenas en
la Argentina, EMECÉ Editores, 1992, pp. 193 y 197.
defensa militar de las fronteras frente a los malones y a las bajas que esto provocaba del
lado indígena. Evidentemente un enfoque como este debe ser descartado, por lo que el
trabajo del mencionado autor nos aporta fundamentalmente información en forma de datos
y cifras que nos muestran la verdadera magnitud de los malones durante este período, lo
que nos indica a su vez el peligro que significó para la estabilidad de una sociedad
capitalista en proceso de desarrollo como la bonaerense.

Debemos tener en claro que una guerra entre sociedades tan disímiles como la capitalista
rioplatense por un lado y sociedades de jefatura bastante primitivas, las cuales en el mejor
de los casos podríamos calificar como “señoríos”,14 no podía extenderse durante tantos años
sin redundar en un profundo desgaste de la sociedad más primitiva. Si bien las tropas
regulares tenían serias dificultades para incursionar en territorio indígena y sufrieron una
gran cantidad de bajas y derrotas, el impacto de la expansión militar pronto se hizo sentir
sobre estos pueblos y Ratto menciona que hacia la década de 1830 ya se producían
“malones obligados por el hambre”, lo que nos habla de las profundas dificultades
materiales que atravesaban estos pueblos producto del impacto de las guerras y conquista
de territorios por parte de la Confederación (especialmente de la provincia de Buenos
15
Aires) y de factores naturales como las sequías, plagas y epidemias. Esta guerra tuvo
como cierre la enorme empresa que pasó a conocerse como la “Campaña al Desierto”
protagonizada por Juan Manuel de Rosas, que terminó de desarticular a los pueblos más
belicosos y reacios a negociar, como los boroganos, lo que derivó, por un lado, en la
desaparición de un conjunto de pueblos indígenas y, por el otro, en la concentración del
poder político y militar en un conjunto cada vez más reducido de caciques, como el
araucano Calfucurá, que arribó a las pampas indígenas desde el occidente de la cordillera a
mediados de la década de 1830, en el medio de una guerra que se había desencadenado
entre las tribus que comandaba y las parcialidades boroganas capitaneadas por el cacique
Mariano Rondeau, que terminó con la derrota de estos últimos.

La “Confederación” de Calfucurá: ¿nación incipiente o alianzas entre iguales?

14
Mandrini, Raul, La agricultura…, op. cit., p.12.
15
Ratto, S., “Tiempos de abundancia para Calfucurá: raciones, obsequios y malones en las décadas de 1840 y
1850”, en Villar y Jiménez (eds.), Amigos, hermanos y parientes. Líderes y liderados en las Sociedades
indígenas de la pampa oriental (siglo XIX), Bahía Blanca, Centro de Documentación Patagónica, Universidad
Nacional del Sur, 2011, p. 177.
En algunos enfoques, como el de Sarasola, la política de Rosas fue calificada como un
exterminio o genocidio, aunque salpicado de acuerdos e instancias de negociación.
También nos encontramos con enfoques totalmente contrarios donde reivindican al
gobernador porteño como un defensor de los pueblos de las pampas, aunque ninguno de los
enfoques corresponde completamente con la realidad. Debemos tener en claro que Rosas
era parte de una clase social, la burguesía ganadera, que buscaba consolidar sus relaciones
sociales en el espacio en el que se desenvolvían, por lo que sus acciones deben entenderse
en este marco. En este sentido nos encontramos con políticas muy variables según el
momento histórico y social. Por ejemplo a partir del año 1829, al inicio de su gobierno,
implementó una partida presupuestaria en los gastos estatales que incluía una serie de
raciones en forma de regalos y artículos de comercio hacia los pueblos indígenas de la
frontera, como ganado yeguarizo, yerba, azúcar, harina, aguardiente y tabaco, entre otros
productos, 16 imitando una práctica que ya se realizaba en el período feudal. Tras el fin de la
guerra con la Liga del Interior y el inicio de la Campaña del Desierto, el presupuesto de lo
que se denominó el “negocio pacífico de indios” se amplió e institucionalizó, aumentando
considerablemente los bienes que entregaba a las parcialidades indígenas, pero como ya
hemos visto, el gobernador porteño llevaba adelante al mismo tiempo la mencionada
campaña militar y de conquista sobre las pampas, lo que nos habla del pragmatismo de
Rosas en particular y de la burguesía porteña en general a la hora de resolver el problema
de la relación con los indígenas. Al mismo tiempo, las guerras y campañas militares
debilitaron profundamente a las parcialidades indígenas de las pampas, lo que resulto que
fuese más sencilla la incorporación de éstos al negocio pacífico.17

Como afirmamos previamente, el cacique araucano Calfucurá arribó al territorio pampeano


en un contexto de gran vacío de poder en el territorio y de fuerte debilidad de las distintas
tribus del territorio y junto con más de medio millar de guerreros y allegados se asentó en el
18
estratégico territorio de Salinas Grandes, importante centro de producción salinera. Como
afirma Ratto, Calfucurá no tenía rivales de consideración en el espacio, además de que el
negocio pacífico se hallaba bastante consolidado, por lo que aprovechando sus vínculos de

16
Ratto, “Una experiencia fronteriza exitosa: el negocio pacífico de indios en la provincia de Buenos Aires
(1829-1852), Revista de Indias, vol. XIII, núm. 277, Universidad de Buenos Aires, 2003, p. 195.
17

18
Ratto, “Tiempos de abundancia…”, op. cit. p. 176.
parentesco con otros caciques pampeanos y su considerable poder militar, el araucano se
instaló en el territorio salinero y comenzó a entablar negociaciones con las distintas
parcialidades indígenas de las pampas. Tanto la autora mencionada como Martínez Sarasola
o Mandrini mencionan en reiteradas oportunidades la cercana relación que el cacique
araucano y Juan Manuel de Rosas establecieron entre sí, en la cual el gobernador porteño le
garantizaba la entrega de obsequios y raciones, es decir, la participación en el negocio
pacífico, mientras que el primero se comprometía a mantener la paz en la frontera y de ser
19
necesario enfrentar a las parcialidades enemigas. Sin embargo, múltiples autores han
mencionado también la conformación durante este período de una poderosa
“confederación” de tribus indígenas cuyo jefe máximo era Calfucurá, aunque tanto Ratto
como Ingrid De Jong nos previenen ante una imagen que no parece corresponder por
completo con la realidad.

Lo que nos encontramos en los trabajos de las autoras es con que el cacique araucano
estableció una compleja red de alianzas con los distintos caciques a la vez que se integraba
al negocio pacífico de indios mediante una fuerte relación personal y política con Rosas.
En principio, parecería que tanto el control de Salinas Grandes como la constante
percepción de obsequios dentro del negocio pacífico convirtieron a Calfucurá en un “jefe
redistribuidor” que logró “sostener amplias redes personales” que lo vinculaban con
20
distintos caciques tanto de las pampas como de la Araucanía, pero que como hemos visto
muchas tenían como trasfondo alianzas matrimoniales, es decir que seguían revistiendo
características de alianzas entre tribus en relativa igualdad de condiciones. Una
consideración importante sobre este fenómeno nos llega de la mano de Bechis, quien
sostiene que la “Confederación” constituyó un “fenómeno limitado por el carácter de la
organización política indígena” cuyas características socio-económicas (como una poco
clara distinción entre guerreros y productores) limitaban enormemente la capacidad de
21
sostener una guerra prolongada en el tiempo. Las mismas características primitivas de las
relaciones de producción predominantes, sumado a un pobre desarrollo de las fuerzas
productivas y un entorno natural relativamente hostil, contribuyeron a dotar de una relativa

19
Mandrini, La argentina aborigen, op. cit., pp 248 y 250.
20
Ratto, “Tiempos de abundancia…”, op. cit., p, 182.
21
De Jong y Ratto, “Redes políticas en el área arauco-pampeana: la Confederación indígena de Calfucurá
(1830-1870)”, Intersecciones en Antropología n.9, Olavarría, 2008.
debilidad a las sociedades indígenas frente a un estado capitalista cada vez más
consolidado.

Calfucurá constituyó lo que se ha denominado la “Confederación” de la mano de, en primer


lugar, un control estratégico pero a su vez limitado sobre la esfera económica, ya que a la
vez que dominaba la región de Salinas Grandes y gran parte de los recursos que allí se
producían, recibía a la vez de forma mensual, y en cantidades cada vez mayores, raciones
de obsequios por parte del gobierno porteño. Esto le permitía al cacique araucano ejercer
cierto dominio sobre los recursos más importantes de la región y a su vez convertirse en un
jefe redistribuidor de regalos y bienes bajo lo que se conoce como los esquemas de
reciprocidad esenciales de estas sociedades. No estamos hablando de un control efectivo y
total sobre los recursos que las otras tribus indígenas producían, sino que seguía
correspondiendo a prácticas propias de sociedades de jefatura o semi-feudales que
establecían entre sí alianzas ocasionales y reconocían en el cacique cierto prestigio y
liderazgo más bien carismático en su carácter de redistribuidor. En segundo lugar, como
hemos visto, estableció relaciones matrimoniales con grupos rivales, a la vez que, por
medio de diplomáticos e informadores tanto indígenas como “blancos”, establecía
“relaciones más indirectas, diplomáticas” con caciques como Catriel. 22

Lo que podemos observar hasta el momento, por lo tanto, es que Calfucurá no resultó ser el
poderoso líder de una confederación o agrupamiento de tribus que respondían a su
liderazgo de forma indiscutida sino que esta “confederación” era más específicamente una
red de alianzas políticas, económicas y de parentesco cuya jefatura momentánea, aunque no
absoluta, recaía sobre Calfucurá, pero que estuvo muy lejos de significar la conformación
de una nación indígena propia ni mucho menos un estado. Calfucurá era el cacique de sus
propias tolderías en Salinas Grandes, donde ejercía una relación de explotación con las
características que ya mencionamos al principio de este trabajo, pero en relación con el
resto de las tribus indígenas de las pampas no sucedía lo mismo. A falta de un término
mejor, y quedando este trabajo como preludio de una investigación aún mayor que arregle
los múltiples errores que pueda llegar a presentar este análisis, podemos ejercer al liderazgo
de Calfucurá como de un “primero entre iguales”. Si bien es demasiado pronto para

22
Ibid.
aventurarse en determinaciones sociales sin un sustento firme de las fuentes y otros autores,
podríamos identificar al liderazgo del cacique araucano como algo más propio de una
organización social feudal o semi-feudal (quizá aún de jefatura), que de un estado nacional
en formación.

Bibliografía
 De Jong, Ingrid y Ratto, Silvia, “Redes políticas en el área arauco-pampeana: la
Confederación indígena de Calfucurá (1830-1870)”, Intersecciones en Antropología
n.9, Olavarría, 2008.
 Lukács, Georg, Historia y conciencia de clase (2ª ed). Ediciones RyR, Buenos
Aires, 2013.
 Mandrini, Raul, La agricultura indígena en la región pampeana y sus adyacencias
(siglos XVIII y XIX), Anuario IEHS, Universidad Nacional de Luján, 1986.
 Mandrini, R., La argentina aborigen. De los primeros pobladores a 1910, Siglo
XXI Editores, Buenos Aires, 2008.
 Martínez Sarasola, Carlos, Nuestros paisanos los indios. Vida y destino de las
comunidades indígenas en la Argentina, EMECÉ Editores, 1992.
 Marx y Engels, La ideología alemana. Grijalbo, 2015.
 Marx, Karl, El manifiesto comunista, Centro de Cultura, 1987.
 Muñoz, Roberto, Miseria del indigenismo. Identidad étnica y clase obrera en el
Chaco, Ediciones RyR, Buenos Aires, 2023.
 Ratto, Silvia, Estado, vecinos e indígenas en la conformación del espacio
fronterizo. Buenos Aires 1810-1852, (vol.2), tesis de doctorado, Universidad de
Buenos Aires, 2003.
 Ratto, “Una experiencia fronteriza exitosa: el negocio pacífico de indios en la
provincia de Buenos Aires (1829-1852), Revista de Indias, vol. XIII, núm. 277,
Universidad de Buenos Aires, 2003.
 Ratto, S., “Tiempos de abundancia para Calfucurá: raciones, obsequios y malones
en las décadas de 1840 y 1850”, en Villar y Jiménez (eds.), Amigos, hermanos y
parientes. Líderes y liderados en las Sociedades indígenas de la pampa oriental
(siglo XIX), Bahía Blanca, Centro de Documentación Patagónica, Universidad
Nacional del Sur, 2011.

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