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1
Muñoz, Roberto, Miseria del indigenismo. Identidad étnica y clase obrera en el Chaco, Ediciones RyR,
Buenos Aires, 2023, p.17.
Norteamérica o los cazadores-recolectores de las pampas, bajo una misma categoría o clase
social, todo lo cual nos habla de un enorme problema teórico que parte de un profundo
desconocimiento (o menosprecio) del método científico de análisis de la historia, así como
de un consenso hegemónico dentro del mundo académico que, a falta de un término mejor,
denominaremos “posmodernismo”, siendo el indigenismo o neo-campesinismo una de sus
variantes principales.
El período que elegimos para analizar es el que abarca los años que van desde 1835-40
hasta 1852, etapa donde las pampas indígenas estuvieron dominadas por una confederación
de tribus dirigida por un importante cacique proveniente de la Araucanía chilena,
Calfucurá. Previamente, sin embargo, debemos tener en claro algunos elementos propios
del espacio y de los orígenes de esta sociedad, así como su relación con otras entidades
políticas y sociales como fueron las tribus araucanas chilenas y el naciente estado
capitalista argentino. Algunos de los autores consultados, como Silvia Ratto o Raúl
Mandrini, nos hablan de la existencia, hacia finales del siglo XVIII, de un espacio “pan-
araucano” integrado por multitud de tribus indígenas tanto de las pampas como de la
Araucanía chilena, relacionados entre sí en base a un importante y masivo comercio de sus
5
productos y excedentes, fundamentalmente de ganado vacuno. Debemos tener en claro
que la extensa región pampeana en la cual nos concentraremos, parte fundamental de este
gran espacio pan-araucano, nunca llegó a ser conquistada por la monarquía española, por lo
que quedó por fuera del dominio feudal (y hasta mediados del siglo XIX también del estado
5
Ratto, Silvia, Estado, vecinos e indígenas en la conformación del espacio fronterizo. Buenos Aires 1810-
1852, (vol.2), tesis de doctorado, Universidad de Buenos Aires, 2003, p.264.
capitalista) lo que les permitió un desarrollo muy diferente al del resto de los pueblos
“indígenas” de lo que sería la Argentina.
El tipo de sociedad al que hacemos referencia fue clasificado durante muchos años por la
historiografía como tribus nómades de cazadores recolectores que, gracias a la
incorporación del caballo, basaban su economía no sólo en las actividades mencionadas
sino, fundamentalmente, en el pillaje a través de los malones. 6 Sin embargo lo primero que
nos encontramos en trabajos como los de Mandrini, Ratto o Carlos Martínez Sarasola, pese
a ciertas incoherencias en algunos de sus planteos, es con sociedades que ya desde fines del
siglo XVIII y principios del siglo XIX presentaban características particulares que las
alejaban de esta visión tradicional de hordas de cazadores y guerreros, aunque tampoco
eran estados nacionales propiamente dichos, ni siquiera en proceso de formación. Los
autores consultados y las respectivas fuentes utilizadas por los mismos coinciden con que
en las sociedades indígenas pampeanas (tehuelches y ranqueles con fuerte impacto de la
cultura araucana) existían marcadas “diferencias sociales”, o “indios pobres e indios ricos”
según las apreciaciones de Lucio Mansilla o Estanislao Zeballos. Si bien estas afirmaciones
por sí mismas no nos informan demasiado, sí nos señalan la posibilidad de que las
diferencias de clase sean distinguibles ya para los ojos de los contemporáneos. Mandrini
nos habla de un “estrato dominante” en estas sociedades conformado principalmente por los
guerreros, también denominados conas o “lanzas”, a quienes se les reservaban las
6
Mandrini, Raul, La agricultura indígena en la región pampeana y sus adyacencias (siglos XVIII y XIX),
Anuario IEHS, Universidad Nacional de Luján, 1986, pp. 11 y 12.
7
actividades militares, las grandes cacerías, los trabajos de cuero y de platería, todos los
cuales a su vez eran varones, sobre lo cual volveremos más adelante. Los guerreros
respondían ante un cacique, jefe militar y político de la tribu que a su vez era el dirigente de
la familia más poderosa de lo que todos los autores coinciden que era la unidad social
básica de reproducción de la vida indígena pampeana (y posiblemente también araucana):
la toldería.
Las tolderías se organizaban en torno a linajes o cüngas, compuestos por varias familias
que reconocían un antepasado en común, es decir que mantenían relaciones de parentesco
entre sí y convivían en la misma unidad social. Como afirmamos, sin embargo, no eran
espacios igualitarios, ya que las diferencias sociales eran bien marcadas, en un principio,
como señala Mandrini, entre guerreros y no guerreros (lanza y “chusma”), aunque también
encontramos con que les adjudica actividades económicas como la cacería y la producción
de plata y cueros además de la guerra, actividades que también representaban un enorme
prestigio social, lo que nos hace preguntarnos qué otro sector o clase social se encargaba de
la reproducción de la misma toldería, así como de las actividades agrícolas, pastoriles y
artesanales que no presentaban ningún tipo de prestigio pero que, sin embargo, eran vitales
para la reproducción social. Como señala el mismo autor (y no encontramos hasta el
momento afirmaciones contradictorias con esto), una profunda diferencia en el mundo
indígena pampeano radicaba en torno al sexo, siendo las mujeres casi en su conjunto
(indígenas y cautivas “blancas”, aunque probablemente no las esposas de los caciques) un
sector dedicado a las actividades de lo que Mandrini denomina el “circuito doméstico”. Al
mismo tiempo estaban sometidas a un régimen de matrimonios concertados entre jefes de
familia y a la práctica de la poliginia donde los caciques podían poseer más de una esposa.
El “circuito doméstico” refiere a todas las actividades económicas que permitían la
subsistencia material de la toldería, como la caza, la recolección de semillas, el pastoreo en
pequeña y mediana escala, horticultura, agricultura y cierta producción artesanal de cueros,
plata y tejidos. 8
7
Mandrini, R., La argentina aborigen. De los primeros pobladores a 1910, Siglo XXI Editores, Buenos
Aires, 2008, p. 256.
8
Mandrini, La argentina…, op. Cit., p. 254.
Estamos hablando de las formas de reproducción misma de la sociedad indígena pampeana,
las cuales recaían sobre lo que podríamos empezar a identificar como las clases explotadas
de la sociedad indígena: las mujeres prácticamente en su conjunto, los niños, ancianos y los
cautivos, denominados genéricamente como la “chusma”. 9 A su vez, podemos comenzar a
identificar a las clases dominantes como una posible “mezcla” entre caciques, guerreros y
jefes de familia, dentro de los cuales encontramos, entre muchos otros, a Calfucurá, una
“mezcla” sin embargo que se regía en torno a reglas y estructuras que moldeaban la vida
política indígena. La misma se regía en torno a una jerarquía bien ordenada de caciques por
medio de asambleas, juntas o parlamentos en las cuales participaban ellos con sus guerreros
y que tenían como funciones principales la consagración de nuevos caciques y las
10
declaraciones de guerra o paz. Todas estas estructuras políticas y sociales, sin embargo,
pronto recibirán el impacto de las revoluciones burguesas que pronto se desencadenarán a
ambos lados de la cordillera, especialmente la de Buenos Aires.
9
Ibid., p. 257.
10
Ibid, p. 258.
11
Ibid, p. 253
hacia los mercados “normales” de estos productos, el occidente de la cordillera andina en
una empresa que el autor denomina como el “circuito del ganado”, en la cual participaba el
conjunto de la sociedad pero de forma bien diferenciada, ya que los malones eran dirigidos
12
y protagonizados por los caciques y sus guerreros. Sin embargo, como afirmamos,
predominaron largos momentos de relativa calma en las fronteras entre las dos sociedades,
especialmente en el período del predominio de Calfucurá, lo que nos hace preguntarnos la
verdadera magnitud del malón como empresa económica colectiva durante períodos donde
predominaban los acuerdos entre los caciques y las autoridades estatales.
Por otra parte es importante tener en cuenta lo que algunos llaman el largo proceso de
araucanización, cuya segunda etapa habría comenzado hacia finales de la década de 1810
producto de la revolución burguesa chilena y su impacto sobre los pueblos de la Araucanía,
que provocó emigraciones masivas hacia las pampas impactando directamente sobre los
pueblos que habitaban en este espacio. De la mano de la expansión de la frontera capitalista
por un lado, y de la araucanización por el otro, se producirán transformaciones importantes
en el mundo indígena que traerán consigo largos años de guerras entre los gobiernos de la
provincia de Buenos Aires y la mayoría de los caciques de la región, aunque con muchos de
ellos mantendrán relaciones amistosas en base a acuerdos políticos, militares y comerciales,
lo que les proporcionará cierta ayuda contra los pueblos indígenas más belicosos. Desde
principios de la década se suceden, por un lado, las campañas militares del gobernador
Martín Rodríguez, y por el otro los malones de las tribus indígenas que, posiblemente, se
desencadenaran como respuesta ante la expansión de la frontera, aunque no debemos dejar
de mencionar el impacto de figuras como Miguel Carrera, refugiado chileno que ejerció
como cacique de un conjunto de pueblos indígenas que Sarasola define como “araucanos,
tehuelches, pehuenches y guarikurúes” y que protagonizó una serie de poderosos malones
13
sobre la frontera bonaerense, con objetivos aún poco claros para la historiografía. El
enfoque de Sarasola, sin embargo, se encuentra profundamente teñido de calificativos
despectivos hacia las autoridades porteñas por un lado, y de reivindicaciones abiertas de los
malones y de toda práctica que emanaba de estas sociedades, calificando todo el proceso
que se abre desde 1820 hasta 1880 como un “genocidio”, incluyendo en esta práctica a la
12
Ibid.
13
Martínez Sarasola, Carlos, Nuestros paisanos los indios. Vida y destino de las comunidades indígenas en
la Argentina, EMECÉ Editores, 1992, pp. 193 y 197.
defensa militar de las fronteras frente a los malones y a las bajas que esto provocaba del
lado indígena. Evidentemente un enfoque como este debe ser descartado, por lo que el
trabajo del mencionado autor nos aporta fundamentalmente información en forma de datos
y cifras que nos muestran la verdadera magnitud de los malones durante este período, lo
que nos indica a su vez el peligro que significó para la estabilidad de una sociedad
capitalista en proceso de desarrollo como la bonaerense.
Debemos tener en claro que una guerra entre sociedades tan disímiles como la capitalista
rioplatense por un lado y sociedades de jefatura bastante primitivas, las cuales en el mejor
de los casos podríamos calificar como “señoríos”,14 no podía extenderse durante tantos años
sin redundar en un profundo desgaste de la sociedad más primitiva. Si bien las tropas
regulares tenían serias dificultades para incursionar en territorio indígena y sufrieron una
gran cantidad de bajas y derrotas, el impacto de la expansión militar pronto se hizo sentir
sobre estos pueblos y Ratto menciona que hacia la década de 1830 ya se producían
“malones obligados por el hambre”, lo que nos habla de las profundas dificultades
materiales que atravesaban estos pueblos producto del impacto de las guerras y conquista
de territorios por parte de la Confederación (especialmente de la provincia de Buenos
15
Aires) y de factores naturales como las sequías, plagas y epidemias. Esta guerra tuvo
como cierre la enorme empresa que pasó a conocerse como la “Campaña al Desierto”
protagonizada por Juan Manuel de Rosas, que terminó de desarticular a los pueblos más
belicosos y reacios a negociar, como los boroganos, lo que derivó, por un lado, en la
desaparición de un conjunto de pueblos indígenas y, por el otro, en la concentración del
poder político y militar en un conjunto cada vez más reducido de caciques, como el
araucano Calfucurá, que arribó a las pampas indígenas desde el occidente de la cordillera a
mediados de la década de 1830, en el medio de una guerra que se había desencadenado
entre las tribus que comandaba y las parcialidades boroganas capitaneadas por el cacique
Mariano Rondeau, que terminó con la derrota de estos últimos.
14
Mandrini, Raul, La agricultura…, op. cit., p.12.
15
Ratto, S., “Tiempos de abundancia para Calfucurá: raciones, obsequios y malones en las décadas de 1840 y
1850”, en Villar y Jiménez (eds.), Amigos, hermanos y parientes. Líderes y liderados en las Sociedades
indígenas de la pampa oriental (siglo XIX), Bahía Blanca, Centro de Documentación Patagónica, Universidad
Nacional del Sur, 2011, p. 177.
En algunos enfoques, como el de Sarasola, la política de Rosas fue calificada como un
exterminio o genocidio, aunque salpicado de acuerdos e instancias de negociación.
También nos encontramos con enfoques totalmente contrarios donde reivindican al
gobernador porteño como un defensor de los pueblos de las pampas, aunque ninguno de los
enfoques corresponde completamente con la realidad. Debemos tener en claro que Rosas
era parte de una clase social, la burguesía ganadera, que buscaba consolidar sus relaciones
sociales en el espacio en el que se desenvolvían, por lo que sus acciones deben entenderse
en este marco. En este sentido nos encontramos con políticas muy variables según el
momento histórico y social. Por ejemplo a partir del año 1829, al inicio de su gobierno,
implementó una partida presupuestaria en los gastos estatales que incluía una serie de
raciones en forma de regalos y artículos de comercio hacia los pueblos indígenas de la
frontera, como ganado yeguarizo, yerba, azúcar, harina, aguardiente y tabaco, entre otros
productos, 16 imitando una práctica que ya se realizaba en el período feudal. Tras el fin de la
guerra con la Liga del Interior y el inicio de la Campaña del Desierto, el presupuesto de lo
que se denominó el “negocio pacífico de indios” se amplió e institucionalizó, aumentando
considerablemente los bienes que entregaba a las parcialidades indígenas, pero como ya
hemos visto, el gobernador porteño llevaba adelante al mismo tiempo la mencionada
campaña militar y de conquista sobre las pampas, lo que nos habla del pragmatismo de
Rosas en particular y de la burguesía porteña en general a la hora de resolver el problema
de la relación con los indígenas. Al mismo tiempo, las guerras y campañas militares
debilitaron profundamente a las parcialidades indígenas de las pampas, lo que resulto que
fuese más sencilla la incorporación de éstos al negocio pacífico.17
16
Ratto, “Una experiencia fronteriza exitosa: el negocio pacífico de indios en la provincia de Buenos Aires
(1829-1852), Revista de Indias, vol. XIII, núm. 277, Universidad de Buenos Aires, 2003, p. 195.
17
18
Ratto, “Tiempos de abundancia…”, op. cit. p. 176.
parentesco con otros caciques pampeanos y su considerable poder militar, el araucano se
instaló en el territorio salinero y comenzó a entablar negociaciones con las distintas
parcialidades indígenas de las pampas. Tanto la autora mencionada como Martínez Sarasola
o Mandrini mencionan en reiteradas oportunidades la cercana relación que el cacique
araucano y Juan Manuel de Rosas establecieron entre sí, en la cual el gobernador porteño le
garantizaba la entrega de obsequios y raciones, es decir, la participación en el negocio
pacífico, mientras que el primero se comprometía a mantener la paz en la frontera y de ser
19
necesario enfrentar a las parcialidades enemigas. Sin embargo, múltiples autores han
mencionado también la conformación durante este período de una poderosa
“confederación” de tribus indígenas cuyo jefe máximo era Calfucurá, aunque tanto Ratto
como Ingrid De Jong nos previenen ante una imagen que no parece corresponder por
completo con la realidad.
Lo que nos encontramos en los trabajos de las autoras es con que el cacique araucano
estableció una compleja red de alianzas con los distintos caciques a la vez que se integraba
al negocio pacífico de indios mediante una fuerte relación personal y política con Rosas.
En principio, parecería que tanto el control de Salinas Grandes como la constante
percepción de obsequios dentro del negocio pacífico convirtieron a Calfucurá en un “jefe
redistribuidor” que logró “sostener amplias redes personales” que lo vinculaban con
20
distintos caciques tanto de las pampas como de la Araucanía, pero que como hemos visto
muchas tenían como trasfondo alianzas matrimoniales, es decir que seguían revistiendo
características de alianzas entre tribus en relativa igualdad de condiciones. Una
consideración importante sobre este fenómeno nos llega de la mano de Bechis, quien
sostiene que la “Confederación” constituyó un “fenómeno limitado por el carácter de la
organización política indígena” cuyas características socio-económicas (como una poco
clara distinción entre guerreros y productores) limitaban enormemente la capacidad de
21
sostener una guerra prolongada en el tiempo. Las mismas características primitivas de las
relaciones de producción predominantes, sumado a un pobre desarrollo de las fuerzas
productivas y un entorno natural relativamente hostil, contribuyeron a dotar de una relativa
19
Mandrini, La argentina aborigen, op. cit., pp 248 y 250.
20
Ratto, “Tiempos de abundancia…”, op. cit., p, 182.
21
De Jong y Ratto, “Redes políticas en el área arauco-pampeana: la Confederación indígena de Calfucurá
(1830-1870)”, Intersecciones en Antropología n.9, Olavarría, 2008.
debilidad a las sociedades indígenas frente a un estado capitalista cada vez más
consolidado.
Lo que podemos observar hasta el momento, por lo tanto, es que Calfucurá no resultó ser el
poderoso líder de una confederación o agrupamiento de tribus que respondían a su
liderazgo de forma indiscutida sino que esta “confederación” era más específicamente una
red de alianzas políticas, económicas y de parentesco cuya jefatura momentánea, aunque no
absoluta, recaía sobre Calfucurá, pero que estuvo muy lejos de significar la conformación
de una nación indígena propia ni mucho menos un estado. Calfucurá era el cacique de sus
propias tolderías en Salinas Grandes, donde ejercía una relación de explotación con las
características que ya mencionamos al principio de este trabajo, pero en relación con el
resto de las tribus indígenas de las pampas no sucedía lo mismo. A falta de un término
mejor, y quedando este trabajo como preludio de una investigación aún mayor que arregle
los múltiples errores que pueda llegar a presentar este análisis, podemos ejercer al liderazgo
de Calfucurá como de un “primero entre iguales”. Si bien es demasiado pronto para
22
Ibid.
aventurarse en determinaciones sociales sin un sustento firme de las fuentes y otros autores,
podríamos identificar al liderazgo del cacique araucano como algo más propio de una
organización social feudal o semi-feudal (quizá aún de jefatura), que de un estado nacional
en formación.
Bibliografía
De Jong, Ingrid y Ratto, Silvia, “Redes políticas en el área arauco-pampeana: la
Confederación indígena de Calfucurá (1830-1870)”, Intersecciones en Antropología
n.9, Olavarría, 2008.
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XXI Editores, Buenos Aires, 2008.
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Marx, Karl, El manifiesto comunista, Centro de Cultura, 1987.
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Ratto, “Una experiencia fronteriza exitosa: el negocio pacífico de indios en la
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Universidad de Buenos Aires, 2003.
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(siglo XIX), Bahía Blanca, Centro de Documentación Patagónica, Universidad
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