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Oraciones de Fray Mamerto Esquiú.

Oración por la vida, el universo en Dios.


“¡Oh! Qué hermosa, ¡qué clara, ¡qué constante eres, huella inefable de mi
Autor, de mi Dios encendido, altísimo e incomprensible, que me sostienes, me rodeas,
me penetras y no te siento! De ti no puedo huir, aunque yo ocupara el último punto del
espacio, ni alcanzarte, aunque diera un millón de vueltas al universo, pero cuán bueno
eres, Eterno e invisible ser, objeto de mi amor y de mis pensamientos, poniéndolo al
alcance de flaqueza y como a la vista de estos ojos de carne tu hermosa y clarísima
huella, siempre la misma, siempre en un solo lugar, en el que hay entre la nada y el ser,
¡entre la negación de la vida exhuberantísima!”1.

Oración.
“Sosténgame vuestra infinita misericordia, Dios mío y Padre mío, que yo
desciendo este horrible abismo, prueba de tu eterna justicia, como los cielos y la tierra
me demuestran tu Providencia y la Gloria, como lo espero de tu misericordia me hará
conocer tu Hermosura y perfecciones infinitas. Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios”2.

Oración.
“Ay Dios mío! Criatura vuestra soy, vos me has redimido; tu misericordia y tu
salud me han visitado, no me arrojes de tu presencia, ¡no rechaces para siempre tu
oración!

“Para ti son los pobres, tú eres el que socorres al huérfano: por ti renuncio al
amor de este mundo, nada tendré si vos me dejas ¿hasta cuándo permanecerás en tu
justa indignación? Usque quo averis faciem tuam me? Jesús humildísimo, si me
condenas, sois justo, y en el horror de mis penas no tendría de qué quejarme. Pero ¡tu
nombre Dios mío! ¡Tu santo nombre, tu bondad, tu misericordia de que está llena toda
la tierra, tu caridad infinita! ¡Ay Dios mío! Tened misericordia de mí, según la
muchedumbre de tus misericordias”3.

1
Diario de Memorias y Recuerdos. Ob. cit., Tomo II, Vida Pública, pág.169.
2
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., Tomo I, pág. 55.
3
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., Tomo I, pág. 58.
1
Oración
“Jesús, humildad y sabiduría infinita, venid en mi auxilio; ¡daos prisa a
socorrer esta criatura que es vuestra por tantos títulos!”4
“Comento el milagro de la cananea. Lo dedico a Nuestra Señora de Mercedes.
«Aceptad, Virgen dulcísima y Madre de la Misericordia, ¡la entrega que os hago de
este mi pobre corazón, en que hallaréis tantas huellas de su vergonzosa cautividad!”5.

Oración.
“Con un corazón lleno de amor, confianza y gratitud di gracias a mi Señora,
cuando visitaron mi pobre alma estas amadas palabras de mi Señor. Si lográramos
edificar para el cielo, ¿qué importaría la gloria humana? ¡Dichosos los que sufren
infamia, sirviendo al Señor!”6

Oración.
“¡Oh divina Caridad! ¡Vida celestial! ¡Cuánta falta nos haces en este mundo
tristísimo! ¡Nada hay bueno sin ti, aun aquello por lo que suelen las criaturas
olvidarte!”7.

Oración.
“¡Cualquiera que sea la causa de mis dolores, purificadlos y aceptadlos en
unión de las penas y dolores santísimos de tu Hijo y mi Señor Jesucristo y de su
inocentísima Madre!8.

Oración.
“La infinita Misericordia de Dios se apiade de este pecador!9

4
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., 18 de noviembre de 1862, Tomo I, pág.79.
5
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., 18 de noviembre de 1862, Tomo I, pág. 80.
6
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., 13 de enero de 1863, Tomo I, págs. 82-83.
7
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., 25 de enero de 1863, Tomo I, pág. 85.
8
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., 28 de enero de 1863, Tomo I, pág. 86.
9
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., 13 de febrero de 1863, Tomo I, pág. 91.
2
Oración de súplica de Fray Mamerto.
“Admirable corrección de la divina Misericordia que, humillando, ¡aviva la
esperanza en su Bondad! Yo no sé cómo librarme de la soberbia y de la vanidad, ni es
posible salir de sus hondos y muy oscuros abismos, si la mano de Dios no me saca: aún
mis ruegos de que me dé la humildad que es luz y verdad, parece que no la hiciera de
corazón, no obstante, esto, he de pedir al Señor siempre y siempre que me haga
humilde a la fuerza, como me ha traído a viva fuerza a este retiro”10 (Tarija)

Oración.
“Os doy gracias, Señor y Dios mío, de que tantos bienes hayas concedido a este
ingrato, traidor y ladrón, que siempre se levanta con tus dones, desconociéndote y
negándote la gloria y confesión de alabanza que mereces. Alábente María Santísima,
San José, los Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, y el santo ángel de mi guarda.
Dente gracias por tus infinitas misericordias mi señora Santa Ana y su santo esposo
Joaquín, los santos Mártires Berardo y sus compañeros y Santa Margarita de Cortona.
Bendíganme Santa María Magdalena, mis Padres Domingo y Francisco y sus hijos
Tomás y Buenaventura, San Antonio de Padua, B. Benvenuto, San Diego y San Pascual
Bailón, San Francisco de Sales, Santa Teresa de Jesús, Santa Rosa de Viterbo, Santa
Bárbara y todos los santos. Amén”11.

Oración:
¡Oh Dios mío! ¡Qué deber tan grande me impones de consagrar mi corazón a tu
amor y mi alma a tu gloria!”12.

10
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., 1 de marzo de 1863, Tomo I, págs. 93-94.
11
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., viernes santo, 3 de abril de 1862, Tomo I, pág. 97.
12
Diario de Memorias y Recuerdos, ob. cit., 20 de octubre de 1863; pág.112.
3
Fragmento del Sermón pronunciado por Fray Mamerto Esquiú, en la
Iglesia Matriz de Catamarca el 27/10/1861.

Secundum magnitudinem brachii tui posside filios mortificatorum (Ps LXXVIII)

(…) En esta tristísima y desesperada situación a que nos han conducido nuestras
culpas no teníamos otro recurso que el de Dios. Para llegar a éste nuestro Padre
Celestial, y encontrarlo propicio, hemos implorado la protección de María, el “Brazo de
su Misericordia” (…)
“Brazo de Dios” se llama propiamente en la sagrada Escritura el Verbo
humanado, porque en cuanto Dios en él y por él fueron criadas todas las cosas (Jn 1), y
hecho hombre es nuestra sabiduría, nuestra justicia, santificación y redención (1 Cor I).
Jesucristo es el Príncipe de los reyes de la tierra (Apoc. 1); es el primogénito de Dios, y
heredero de todas las criaturas (Col. I); es el Juez universal que levantará los humildes a
la gloria de la eternidad, y hará de los impíos la espantable peaña de la eterna Justicia.
¡Verbo de sabiduría, y magnificencia infinita! Toda criatura te alaba y confiesa a su
modo causa y ejemplar eterno de todo lo que es y vive en el abismo de la nada. ¡Brazo
de Dios! ¡A tu nombre doblan las rodillas todos cuantos viven en el cielo, en la tierra y
en el infierno!
Pero sin menoscabo de esta nuestra fe, (…) cuadra muy bien llamar Brazo de
Dios a María, Océano de las Divinas gracias, como la saluda San Buenaventura; medio
por el que quiso Dios que obtuviésemos todos los bienes, qui voluit totum nos habere
per Mariam, como dice el P. San Bernardo; a quien invoca San Efrén diciendo:
«Después de la Trinidad, Vos, ò María, sois dueña de todo; después del Paráclito, Vos
sois otro Paráclito; después del Mediador, Vos sois otra Mediadora del mundo eterno».
De esta manera, María es verdaderamente el Brazo de la Bondad y Misericordia de
Dios, que tiene el ejercicio de su infinita ternura (…). Según estas bellas y consoladoras
revelaciones, cuando necesitamos que la Divina Bondad se derrame inmensa,
poderosísima cual es, para salvarnos de muy grandes males, de las calamidades muy
terribles que nacen del pecado y producen innumerables pecados, como es la guerra, ¿a
quién habíamos de recurrir sino a MARIA, Brazo de la Misericordia Dios sin mezcla de
Justicia? ¿A quién debíamos ir sino a la que tiene un corazón de MADRE DE DIOS?
(…)
A estos motivos generales de confianza en María Santísima añadid los especiales
que tenemos en ella por el culto a esta Venerable Imagen ¡Ay! Cuánta ternura para tus
devotos, cuántos prodigios, cuántos consuelos ha derramado en nuestros corazones
Nuestra Señora del Valle. La que libró a un infeliz del poder del demonio en este mismo
Templo, ¿no arrancará de nuestros pechos el fiero demonio de la discordia? La que
salvó tantas veces a nuestros Padres de la ferocidad de los Calchaquíes, ¿no hará cesar
este ruido de las armas fratricidas? ¡Oh, Virgen del Valle! ¡Oh, Madre Nuestra
amantísima! Haced que este tu Pueblo, y que todos tus devotos muestren en la paz y en

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la concordia en que viven, que son hijos vuestros, ¡y que en ti moran contentos y
alegres!
Desterrad de nosotros y de todos nuestros hermanos el espantoso azote de la
guerra en que perecen eternamente tantas almas, y se cometen tantos crímenes, ¡y nos
cuesta tanta sangre y tan amargas lágrimas! Mostrad en esta obra que sois
verdaderamente el Brazo de la Divina misericordia y Madre Nuestra (…) Amén.

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