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Transiscion Spanish History PDF
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Reino de España
Periodo histórico
1975–1982
Bandera
(1977–1981)
Escudo
(1977-1981)
Lema: Una, Grande y Libre
Plus Ultra
Himno: Marcha Real
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Juan Carlos I
Primer Ministro
• 1975–1976
• 1976–1981
• 1981–1982
El PSOE sucedió a la UCD tras obtener la mayoría absoluta en los comicios de 1982,
ocupando 202 de los 350 escaños, y comenzando así la ii legislatura democrática. Por
primera vez desde las elecciones generales de 1936, un partido de izquierdas iba a
formar gobierno. La mayoría de los historiadores sitúan en este acontecimiento el
final de la Transición, si bien otros lo prolongan hasta el 1 de enero de 1986,
cuando se formalizó la entrada de España en la Comunidad Europea.
Durante los cuatro años que estuvo en el poder el gobierno «monocolor», se fue
acentuando la ruptura entre los «inmovilistas», a cuyo frente se situó ya claramente
el almirante Carrero, con el respaldo del propio general Franco, y los
«aperturistas».394041 Estos últimos, conforme se ahondaron sus diferencias con los
«inmovilistas», fueron adoptando una postura cada vez más decididamente «reformista»
al convencerse de que la única salida posible al franquismo era la democracia,
aunque «de imprecisos contornos» y «tutelada» desde el poder, mientras que los
«continuistas inmovilistas» reafirmaron su negativa a introducir el más mínimo
cambio en el régimen franquista, por lo que también se les llamó «ultras» o
«búnker».42 El problema de fondo era, como ha señalado Alfonso Pinilla García, que
«la modernización económica y la transformación social experimentada en los años
sesenta chocaban con una estructura política anquilosada, cerrada a la participación
y representación políticas», y ese choque estaba generando «una conflictividad
creciente en la calle, la fábrica, la universidad... y hasta dentro de algunas
instituciones que, tradicionalmente, sirvieron de soporte a la dictadura, como la
Iglesia».43
A mediados de 1973 era cada vez más evidente el fracaso político del «continuismo
inmovilista» de Carrero y los «tecnócratas».44 Así lo denunció al mismo Franco el
ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Goñi, cuando presentó su dimisión en mayo
de 1973. Sin embargo, de esta crisis salió aún más reforzado Carrero Blanco, al ser
nombrado por Franco presidente del Gobierno, cargo que «el Caudillo» nunca había
querido ceder en treinta y siete años de dictadura. Sin embargo, el nuevo gobierno
de Carrero solo iba a durar seis meses.45
En efecto, en la mañana del 20 de diciembre de 1973 ETA detonó una bomba colocada
bajo el asfalto en una céntrica calle de Madrid cuando pasaba el coche oficial del
almirante Carrero Blanco, causándole la muerte. La rápida asunción del poder por el
vicepresidente Torcuato Fernández Miranda, ante el aturdimiento de Franco al recibir
la noticia, impidió que se pusieran en marcha medidas extremas por parte de los
sectores «ultras» del régimen y el Ejército no fue movilizado —al final del funeral
hubo un intento de agresión al cardenal Tarancón que había oficiado la ceremonia—46.
Se abrió así la crisis política más grave de todo el franquismo, ya que había sido
asesinada la persona que había designado Franco para asegurar la supervivencia de su
régimen después de su muerte.47
El presidente del gobierno Carlos Arias Navarro visita al general Franco durante su
convalecencia en el hospital de La Paz en Madrid.
En un principio, pareció que adoptaba el proyecto «reformista» cuando en el discurso
de presentación del nuevo gobierno, pronunciado ante las Cortes franquistas el 12 de
febrero de 1974, hizo ciertas promesas «aperturistas».4950 Pero este nuevo «espíritu
del 12 de febrero», como lo bautizó la prensa, solo duró un par de semanas, ya que a
finales de mes el arzobispo de Bilbao, monseñor Antonio Añoveros Ataún, era
conminado a marcharse de España por haber suscrito una pastoral a favor de la «justa
libertad» del pueblo vasco, y sólo unos días después, el 2 de marzo, el anarquista
catalán Salvador Puig Antich, acusado de la muerte de un policía, era ejecutado a
garrote vil, a pesar de las manifestaciones de protesta duramente reprimidas por la
policía y de las peticiones de clemencia procedentes de todo el mundo.5152
A los pocos días, un brutal atentado de ETA causaba la muerte a 12 personas —y hería
a más de 80— en virtud de una bomba colocada en la cafetería Rolando de la calle del
Correo de Madrid, al lado de la Puerta del Sol, y que solían frecuentar policías de
la cercana Dirección General de Seguridad. Este hecho alentó aún más al «búnker»,
que con el respaldo del propio Franco, consiguió que el ministro más «aperturista»,
Pío Cabanillas, fuera destituido el 29 de octubre, lo que provocó un hecho insólito
en la historia del franquismo, ya que en solidaridad dimitió otro ministro
«reformista», Antonio Barrera de Irimo, y otros altos cargos de la administración de
la misma tendencia, muchos de los cuales serían protagonistas destacados de la
transición democrática.5556
Carme Molinero y Pere Ysàs han señalado que «el final de la vida de Franco tuvo
lugar cuando la dictadura estaba inmersa en una profunda crisis. El continuismo
estricto no ofrecía ninguna solución para estabilizar la situación política y para
no dañar, tal vez irreversiblemente, a la institución monárquica. Las tentativas
aperturistas y reformistas habían fracasado continuamente por una combinación de la
limitación de sus propuestas, su incapacidad para sumar apoyos amplios y por la
hostilidad de quienes rechazaban todo cambio, por limitado que fuera, viéndolo como
una amenaza de destrucción del régimen. Pero sería la opción intentada, eso sí, de
forma más ambiciosa y decidida tras la muerte del Caudillo. Por su parte, el
rupturismo sostenido en una notable movilización, no disponía de fuerzas suficientes
para provocar el derrumbe de la dictadura, pero sí para hacer inviable el
continuismo y el reformismo. Esta era la compleja situación política española al
final del otoño de 1975».74 El escritor y articulista Manuel Vázquez Montalbán
calificó la situación «cuando Franco desparece» como «una correlación de
debilidades».75
Juan Carlos de Borbón en 1971, cuando era Príncipe de España, sucesor del general
Franco designado por este dos años antes.
Tras la muerte del general Franco el 20 de noviembre de 1975, asumió interinamente
el poder el Consejo de Regencia, formado por un teniente general, un arzobispo y un
miembro del Movimiento Nacional, hasta que dos días después, el 22 de noviembre de
1975, el Príncipe de España Juan Carlos de Borbón, designado en julio de 1969 por el
Caudillo como su sucesor «a título de rey», fue proclamado con el título de Juan
Carlos I ante las Cortes franquistas. Tras la intervención «desde la emoción en el
recuerdo a Franco» del presidente de las Cortes Alejandro Rodríguez de Valcárcel,
Juan Carlos I juró las Leyes Fundamentales del Reino y pronunció a continuación un
discurso en el que evitó hacer referencia al triunfo franquista en la Guerra Civil
Española y en el que, después de manifestar su «respeto y gratitud» a Franco, afirmó
que se proponía alcanzar «un efectivo consenso de concordia nacional» —la frase
completa era la siguiente: «Que todos entiendan con generosidad y altura de miras
que nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia
nacional»—.76777879
Con su discurso —«que es todo un programa», según Julio Gil Pecharromán—80 don Juan
Carlos dejó claro que no apostaba por el puro «continuismo inmovilista»81 que
preconizaba el llamado búnker —que defendía la perpetuación del franquismo bajo la
monarquía instaurada por Franco, siguiendo el modelo establecido en la Ley Orgánica
del Estado de 1967—,82 pero con su mensaje al Ejército de que afrontara el futuro
con «serena tranquilidad» dejaba entrever que la reforma se haría desde las propias
instituciones del régimen.7677 Los aplausos más entusiastas, sin embargo, no se los
llevó el nuevo rey sino la hija del general Franco presente en la ceremonia.8283
Que también podía contar con la Iglesia católica lo puso de manifiesto el cardenal
Tarancón en la homilía que pronunció durante el oficio religioso —Tarancón escogió
la modalidad de misa de Espíritu Santo y no el tradicional Te Deum precisamente
porque en este no se pronunciaban homilías—. El cardenal no mencionó la guerra civil
—solo hizo una referencia a «la figura excepcional, ya histórica» del general
Franco— y exhortó al rey a serlo de «todos los españoles» —sin distinciones entre
vencedores y vencidos—.82899079 También defendió el pluralismo político, «basado en
el amor que, como nos enseña el Concilio, debe extenderse a quienes piensan de
manera distinta a la nuestra». «Tarancón se ha excedido, se cree el cardenal
Cisneros», comentó el reformista franquista Manuel Fraga Iribarne.91
Dos días antes, el 25 de noviembre, el rey había aprobado un indulto por el que
fueron liberados 5226 presos comunes y 429 presos políticos.92 La oposición
antifranquista lo consideró un «insulto» y así lo tituló el diario francés
Libération: «Espagne, 'indulto', 'insulto'». Lo que exigía la oposición era la
amnistía para todos los presos políticos y exiliados, sin excepciones. A su salida
de la cárcel Marcelino Camacho, líder de las ilegales «comisiones obreras» condenado
en el «proceso 1001», declaró: «Este indulto no libera a casi nadie de los presos
políticos y no permite regresar a los exiliados. Este indulto no solo cierra la
perspectiva de enfrentamiento, sino que la deja intacta... El conseguir la amnistía
es una necesidad de todo el país, no solo de las familias de los presos».93 «El
indulto es un gesto que sabe a poco (o a nada) a la oposición, así que vuelven las
movilizaciones a la calle para pedir la amnistía total», comenta el historiador
Alfonso Pinilla García.94
El general Franco junto a su esposa Carmen Polo y los príncipes de España, Juan
Carlos y Sofía, en una ceremonia religiosa por la muerte del almirante Carrero
Blanco. En el extremo izquierdo de la imagen Torcuato Fernández Miranda, entonces
presidente del gobierno en funciones.
El 2 de diciembre de 1975 el rey nombraba al franquista «aperturista» Torcuato
Fernández Miranda, antiguo preceptor suyo, como nuevo presidente de las Cortes y del
Consejo del Reino —instituciones clave en el entramado legado por la dictadura
franquista—, en sustitución del «ultra» Alejandro Rodríguez de Valcárcel, cuyo
mandato vencía el 26 de noviembre.9596 El rey tuvo que maniobrar para conseguir que
el Consejo del Reino incluyera en la terna de candidatos a presidir las Cortes a la
persona que había elegido para el cargo (los otros dos propuestos fueron Licinio de
la Fuente y Emilio Lamo de Espinosa).97 «La primera batalla que el rey ha emprendido
entre bambalinas se ha saldado con una victoria para la Corona. Su hombre, Torcuato,
desempeñará a partir de ese momento la presidencia de las Cortes y del Consejo del
Reino, desde donde va a maniobrar para favorecer la puesta en marcha de la reforma
política», ha subrayado Alfonso Pinilla García.98 Este mismo historiador ha
puntualizado que «Juan Carlos es un rey con amplios poderes... pero tiene tres
limitaciones: el Gobierno, el Consejo del Reino y las Cortes. Sin el acuerdo de
estas tres instituciones, el monarca está atado. Cuando Franco era el jefe del
Estado estas limitaciones no existían, pero ahora el búnker vigila al monarca
estrechamente y pone en práctica las trabas anteriores para evitar posibles cambios
que "desnaturalicen" el régimen del caudillo. [...] El conflicto interno está
servido».99
Arias Navarro carecía de un plan específico de reforma del régimen franquista —en el
Consejo Nacional del Movimiento declaró que el propósito de su gobierno era la
continuidad del franquismo a través de una «democracia a la española»—113114 y
además pensaba que los cambios debían ser limitados como cuando el 28 de enero de
1976 dirigiéndose a los procuradores de las Cortes en la sesión de presentación de
su gobierno les dijo: «Nos corresponde la tarea de actualizar nuestras leyes e
instituciones... ¡como Franco hubiera deseado!».115116 Torcuato Fernández Miranda
anotó en su diario: «Es un discurso poco coherente porque en él se adivina
fácilmente una tremenda dificultad y contradicción... Es un hombre de búnker, no es
un hombre de Estado; es un político del franquismo».117
Según Xosé Manoel Núñez Seixas, la reforma de Fraga «era un remedo de sistema
parlamentario británico, pero visto desde la Cámara de los Lores y no desde la de
los Comunes, que liberalizaba el sistema político, pero no lo democratizaba
plenamente, y que no recogía de modo explícito el principio de la soberanía nacional
residente en el conjunto de los ciudadanos: era el rey quien designaba los
gobiernos».128 Su objetivo era, como le confesó Fraga al teniente general Fernando
de Santiago, no correr ningún riesgo «de que las izquierdas manden en España».
Pinilla García comenta: «He aquí el espíritu de la reforma franquista, un controlado
cambio de régimen donde la dictadura se transformara en democracia restringida,
siempre gestionada por la clase política que había gobernado el tramo final de esa
dictadura».129130 Los principales banqueros del país también estaban interesados en
que la reforma fuera limitada y el 4 de mayo de 1976 se reunieron con los ministros
Alfonso Osorio y Adolfo Suárez para conocer los planes gubernamentales. El primero
les pidió ayuda para organizar a la derecha —el «centro» en la terminología de
Osorio— y el segundo les aseguró que no iba a permitir «que desaparezcan aquellas
fuerzas políticas que han sido leales y han jugado claramente dentro del sistema en
los últimos cuarenta años» y que lo que se proponía era «un cambio prudente, una
reforma sin riesgo».131
La reforma Arias-Fraga encalló dos días después, el 11 de junio, cuando las Cortes
rechazaron la modificación del Código Penal que tipificaba como delito la afiliación
a un partido político, un requisito imprescindible para que las leyes de Reunión y
de Asociación, recién aprobadas, no fueran papel mojado.148149 Los procuradores en
su propósito de impedir la legalización del Partido Comunista introdujeron una
enmienda en que se prohibían aquellas organizaciones políticas partidarias de «la
implantación de un régimen totalitario». Como ha señalado Javier Tusell, «así se
daba la paradoja de que quienes en el pasado habían estado tentados por el
totalitarismo de un signo ahora se sentían con autoridad como para vetar el
totalitarismo de los demás». Ese mismo día el Consejo Nacional del Movimiento,
copado por los «ultras», rechazaba el proyecto de reforma de las «leyes
fundamentales» de Cortes y de Sucesión, diseñado por Fraga, que pretendía crear unas
nuevas Cortes formadas por dos Cámaras con idénticos poderes, una Cámara Baja
elegida por sufragio universal en representación de «las familias» y un Senado o
Cámara Alta de carácter «orgánico».150151152 «Ya no hay remedio, la reforma
franquista ha fracasado», comenta Alfonso Pinilla García.153 «El Gobierno se había
situado en un callejón sin salida», comentan Carme Molinero y Pere Ysàs.154
Pocos días después de los «sucesos de Vitoria» iniciaba sus sesiones el consejo de
guerra contra ocho oficiales (un comandante y siete capitanes) acusados de ser
miembros de la clandestina Unión Militar Democrática (UMD) y que habían sido
detenidos el año anterior. Serían condenados a penas de prisión y a la expulsión del
Ejército, «a pesar de las demandas de indulto formuladas desde varios sectores».176
Un ejemplo de la política del «divide y vencerás» de Fraga fue que poco después de
formarse la Platajunta toleró, sin el conocimiento ni de Arias Navarro ni del
Consejo de Ministros,190 que el sindicato socialista UGT celebrara dentro del país
su XXX Congreso camuflado bajo el término «Jornadas de Estudio». Según el
historiador David Ruiz, esta decisión obedeció a que el gobierno pretendió
fortalecer al «renacido y debilitado sindicato socialista frente al peligro que
suponían las ilegales Comisiones Obreras estrechamente vinculadas al PCE» como lo
demostraría el hecho de que «mientras tenía lugar la celebración del citado congreso
con asistencia a él como invitados de una representación de sindicatos europeos, el
dirigente de CC OO, Marcelino Camacho, había sido nuevamente encarcelado junto a
otros políticos al salir de una reunión de la Platajunta celebrada en un céntrico
hotel madrileño».191192193194 Ante los comentarios realizados por otros ministros
durante la reunión del gobierno del 2 de abril sobre las repercusiones negativas que
podían tener esas detenciones Fraga respondió: «Son comunistas y, por consiguiente,
no los suelto». Lo justificó diciendo: «Necesito sacudir de vez en cuando al partido
[comunista] y meter en la cárcel a sus dirigentes. Ayer a Montero, hoy a Camacho.
Mientras ese tono se mantenga, el Ejército no se opondrá a la reforma». Así lo
reflejó Areilza en su diario.195
Durante los primeros meses de 1976 continuaron los atentados de ETA que causaron la
muerte de seis personas, un guardia civil y cinco civiles, uno de ellos el alcalde
de Galdácano asesinado el 9 de febrero. El 5 de abril se produce la fuga de la
cárcel de Segovia de veintinueve presos, veintisiete de los cuales son militantes de
ETA, aunque doce días después ya habían sido detenidos. El 8 de abril aparece en una
cuneta el cadáver del empresario Ángel Berazadi, secuestrado por ETA unos días antes
y que ha sido asesinado al no haber pagado su familia el rescate. Diez días después,
se produce en Navarra un tiroteo entre la guardia civil y un comando de ETA, que se
salda con la muerte de dos etarras. El 3 de mayo Manuel Fraga, ministro de la
Gobernación, advierte: «Sepan los terroristas que si quieren guerra, la tendrán. El
Estado lo hará civilizadamente, pero de un modo tenaz e implacable».200 «El Ejército
está cada vez más inquieto porque muchos altos mandos consideran que no se está
actuando con la contundencia necesaria», señala Alfonso Pinilla García. De hecho el
8 de marzo se habían reunido en el domicilio del teniente general Alfonso Pérez
Viñeta un nutrido grupo de generales que trasladan sus inquietudes al rey por medio
del teniente general Fernando de Santiago, vicepresidente del Gobierno para Asuntos
de la Defensa. Pretenden «forzar un cambio de Gobierno con personas más afectas al
franquismo y con más amplio sentido de la autoridad».201 Al mismo tiempo la
Confederación Nacional de Excombatientes hace públicos varios manifiestos en los que
sugiere un golpe militar «para poner orden».202 En uno de ellos se dice lo
siguiente:202
El domingo 9 de mayo tienen lugar los sucesos de Montejurra en los que se produjo un
enfrentamiento entre los dos sectores en los que entonces estaba dividido el
carlismo, resultando muertas dos personas, y cuatro heridas, por disparos efectuados
por miembros de la facción integrista y filofascista, partidaria de Sixto Enrique de
Borbón Parma, frente a la antifranquista y «socialista autogestionaria» encabezada
por su hermano Carlos Hugo de Borbón Parma, presidente del Partido Carlista, sin que
las fuerzas de orden público intervinieran (siguiendo las instrucciones que Manuel
Fraga les había dado antes de salir hacia Venezuela, en viaje oficial).178205206207
La investigación policial posterior, «desarrollada con enorme lentitud y no pocos
estorbos», demostró la implicación en los hechos de neofascistas italianos y
argentinos, y de algunos aparatos del Estado y de los servicios secretos españoles.
«En años sucesivos se irían conociendo las conexiones de este episodio, denominado
por sus promotores Operación Reconquista, con otras tramas dedicadas a la
desestabilización».208 El Tribunal de Orden Público acabará cerrando el caso en
enero de 1977, sin procesar a ninguno de los responsables (el autor de los disparos
había sido identificado y detenido, al igual que el secretario de don Sixto,
expulsado del país sin poder ser juzgado).209
Según Alfonso Pinilla García, este «nuevo episodio luctuoso enterrará al primer
gobierno de la monarquía y a su, ya maltrecho, proyecto de reforma política» y,
junto con los sucesos de Vitoria de marzo, «confirmarán al rey la necesidad de abrir
una profunda crisis de gobierno en la que habrá de caer, en primer lugar y antes que
nadie, Carlos Arias Navarro».210 Carme Molinero y Pere Ysàs coinciden: «La imagen
represiva e inmovilista que transmitía el Gobierno acabó con cualquier posibilidad
de ampliación de los apoyos gubernamentales. Desde el mes de marzo el ensayo de
proyecto "reformista" del primer gobierno de la monarquía estaba desacreditado. La
oposición democrática rechazó frontalmente la reforma que llevaba a un sistema
político alejado de una democracia homologable, al menos a corto plazo. Al mismo
tiempo, la utilización continuada de la represión extendió la contestación y la
deslegitimación de aquella propuesta. El resultado de todo ello fue que el "gobierno
de la reforma" perdió el rumbo antes de haber llegado a presentar su proyecto
global. [...] Las muertes de los cinco trabajadores de Vitoria se convirtieron en el
punto de no retorno para el Gobierno Arias-Fraga».211
El rey Juan Carlos siendo aplaudido por los miembros del Congreso de Estados Unidos.
Pronunció un discurso en el que se comprometió a dotar a España de una democracia
plena (junio, 1977).
Durante su estancia en Estados Unidos el rey fue recibido en el despacho oval por el
presidente Gerald Ford.
A principios de junio de 1976 el rey visitó Estados Unidos y en su discurso (en
inglés) ante el Congreso, de cuyo contenido exacto no tuvo conocimiento Arias
Navarro, ratificó su compromiso para dotar a España de una democracia plena.214215
Juan Carlos dijo: «La monarquía hará que, bajo los principios de la democracia, se
mantengan en España la paz social y la estabilidad política, a la vez que se asegure
el acceso ordenado al poder de las distintas alternativas de gobierno, según los
deseos del pueblo español libremente expresados».216217 Mes y medio antes la revista
Newsweek había afirmado que el rey Juan Carlos había dicho a uno de sus periodistas
—lo que nunca fue desmentido— que «Arias es un desastre sin paliativos».113215 «La
pieza periodística es una bomba detonada bajo el asiento de Arias Navarro», comenta
Adolfo Pinilla García.212 Este mismo historiador señala que a principios de marzo el
padre de Juan Carlos, don Juan de Borbón, había viajado a Madrid y le había dicho a
su hijo: «Si no destituyes a Arias, la reforma será imposible, la democracia no se
sustanciará, el búnker hará de las suyas y desparecerá la Corona».218
Pocos días después de que apareciera la noticia en Newsweek Arias Navarro había
realizado unas declaraciones por televisión en las que había vertido duros ataques
contra la oposición democrática —especialmente contra el PCE: «no caeremos en la
ingenuidad de construir un sistema de libertades en colaboración con aquellos que
las niegan, las desprecian y buscan su destrucción»—204, mientras sus relaciones con
el rey —que nunca habían sido buenas—219 se habían deteriorado hasta el punto de que
Arias le había confesado a uno de sus colaboradores más cercanos: «Me pasa como con
los niños; no lo soporto más de diez minutos».220 También le dice que «a él lo
designó Franco y cumplirá su mandato» (que acaba en enero de 1979).221 Por su parte
don Juan Carlos le comenta a Torcuato Fernández Miranda: «Creo que a veces [Arias
Navarro] llega a creer que es más fuerte que yo y que, en el fondo, no me acepta
como rey».221
Dos días después, sábado 3 de julio, Torcuato Fernández Miranda reúne al Consejo del
Reino para que presente al rey una terna de candidatos para ocupar la presidencia
del Gobierno. Tras unas sutiles y hábiles maniobras, Fernández Miranda consigue que
en la terna esté incluido Adolfo Suárez, «el candidato del rey» (y, sobre todo,
suyo, porque Fernández Miranda había convencido a don Juan Carlos de tener en la
presidencia a alguien que se dejara guiar fácilmente, «mejor que un presidente
cerrado desde su posición inicial»).229224220230 Los otros dos candidatos son
Federico Silva Muñoz y Gregorio López Bravo.231230 El discurso que había pronunciado
Suárez el 9 de junio en defensa de la Ley de Asociaciones acabó de convencer a Juan
Carlos y a Torcuato de que «ahí estaba el hombre idóneo para sustituir a Arias:
enérgico, ambicioso pero elegante, sin enemigos en el régimen, bien visto por las
Fuerzas Armadas (aún se recuerda su buena gestión cuando los luctuosos hechos de
Vitoria) y joven, con aires nuevos», ha señalado Alfonso Pinilla García.228 A la
salida de la reunión, Fernández Miranda declara a los periodistas: «Estoy en
condiciones de ofrecer al Rey lo que me ha pedido».232 Esa misma tarde, don Juan
Carlos convoca al Palacio de la Zarzuela a Adolfo Suárez. Cuando el rey le dice
«Quiero que seas presidente del Gobierno», Suárez contesta «¡Ya era hora!».233
Por su parte, el también historiador Xosé Manoel Núñez Seixas ha destacado que
Suárez «tenía cuatro cualidades sobresalientes en aquel momento. Era fiel al
monarca, al que conocía desde finales de los sesenta, y gozaba de su absoluta
confianza; provenía del régimen, lo que le convertía en aceptable para el aparato
franquista, y conocía al dedillo los entresijos de la estructura del Estado y del
Movimiento. [...] Era, además, consciente del poder de la televisión en una época en
que los medios de comunicación audiovisuales habían experimentado una gran expansión
de audiencia, pero dependían enteramente del Estado; y era un gran negociador entre
bambalinas, hábil en las distancias cortas, capaz de forjar complicidades con
actores diversos».237
Suárez sería el encargado, junto con Torcuato Fernández Miranda, de llevar a cabo la
«cuadratura del círculo», como lo llama Núñez Seixas: «el tránsito de un régimen
dictatorial a una monarquía constitucional sin romper en ningún momento la legalidad
o crear un vacío de poder, mediante una autodisolución del régimen anterior usando
los propios postulados de sus Leyes y Principios Fundamentales. La operación
suponía, según el inspirador del procedimiento, Fernández Miranda, pasar "de la ley
a ley a través de la ley"».237
En su primera declaración, hecha ante las cámaras de TVE antes de la formación del
gobierno, Adolfo Suárez intentó dar un imagen muy cercana a «las preocupaciones de
la nación» —que «son mis preocupaciones»— y afirmó que se proponía «gobernar con el
consentimiento de los gobernados».246 El 16 de julio el Gobierno, ya constituido,
hizo pública una declaración que contenía importantes novedades de lenguaje y de
objetivos e incorporaba algunas demandas de la oposición. En ella se decía que el
Gobierno no representaba opciones de partido, sino que se constituía en «gestor
legítimo para establecer un juego político abierto a todos» y que su meta era
conseguir «que los Gobiernos del futuro sean el resultado de la libre voluntad de la
mayoría de los españoles».243247 Después de manifestar su convicción de que la
soberanía residía en el pueblo, se anunció que este se expresaría libremente en unas
elecciones generales que se convocarían para antes del 30 de junio del año
siguiente. Se trataba de «elevar a la categoría de normal lo que a nivel de la calle
es simplemente normal», dijo el presidente Suárez.248247 Además de la concesión de
la amnistía más amplia «posible», que fue el punto de la declaración que más destacó
la prensa,249 se ofrecía una vía de diálogo con la oposición democrática, aunque
siempre reservándose el gobierno la última palabra sobre la dirección del proceso.
Finalmente, se anunció que la «reforma política» que se iba a emprender se sometería
a referéndum.241 Como han destacado Molinero e Ysàs, «el nuevo Gobierno pretendía
transmitir una imagen de ruptura nítida con la etapa de Arias» y «con ese objetivo
también fue utilizando expresiones relacionadas con algunos puntos emblemáticos que
articulaban las reivindicaciones de la oposición», como la amnistía.249 Según
Alfonso Pinilla García, «la principal hoja de ruta de la Transición, sin detalles,
estaba ya pergeñada en aquella declaración programática del 16 de julio de 1976».250
Así pues, como ha destacado Javier Tusell, «lo fundamental de la Ley de Reforma
Política era la convocatoria de elecciones y la configuración de un marco
institucional mínimo para realizarlas».262 Pero al mismo tiempo quedaban abolidas
implícitamente todas las instituciones establecidas en las «leyes fundamentales» que
no fueran esas Cortes, es decir, todas las instituciones franquistas sin excepción —
el Consejo Nacional del Movimiento y el Movimiento mismo, las Cortes establecidas en
la ley de 1942, el Consejo del Reino y el Consejo de Regencia de la ley de 1967,
etc.—, por lo que la ley de reforma lo que hacía en realidad era liquidar lo que
pretendía reformar.263 En el preámbulo de la ley al basar la legitimidad en el
sufragio universal se introducía una especie «autorruptura» —expresión acuñada por
Javier Tusell— con las instituciones franquistas —en él se decía, por ejemplo, que
«sólo cuando el pueblo haya otorgado libremente su mandato a sus representantes,
podrá acometerse democráticamente y con posibilidades de estabilidad y futuro la
solución de los importantes temas nacionales»— pero finalmente sería suprimido como
concesión a los sectores franquistas más reacios a la aprobación del proyecto de
ley.264265 En el articulado de esta «octava ley fundamental del franquismo», se
proponía un cambio sustancial del régimen político aunque sin cuestionar la forma de
gobierno, la monarquía.264 «La Ley de Reforma Política no será una cortina de humo,
ni una operación cosmética para que el franquismo continuara vigente bajo otros
ropajes, sino un auténtico cambio, el inicio de un régimen distinto surgido de la
soberanía popular», ha señalado Alfonso Pinilla García.266 «Cambiaba el lenguaje y
los conceptos básicos: se apelaba a la soberanía del pueblo que escogería un
Parlamento representativo; desparecía la retórica sobre una sui generis democracia
española y el peculiar diccionario político franquista», han indicado Carme Molinero
y Pere Ysàs.267
El siguiente obstáculo era conseguir que las Cortes franquistas «se suicidaran» y
votaran a favor de una Ley que suponía su desaparición y la del propio régimen para
dar paso a la democracia. Además se deberían salvar otros muchos obstáculos:
convencer a la cúpula militar de la necesidad de la reforma; desalojar de las
posiciones de poder a los franquistas inmovilistas; convencer a la oposición
democrática de la bondad de la misma y conseguir que participara en el proceso para
legitimarlo, tanto interna como internacionalmente.263
«Pero los hechos demostraron que el presidente del Gobierno no tenía intención de
negociar con la oposición de forma inmediata, lo cual no significaba que tanto él
como parte de sus ministros no estuvieran pendientes de forma permanente de
escudriñar cuál era el margen de maniobra de que disponían teniendo en cuenta qué
posiciones», han señalado Carme Molinero y Pere Ysàs.274 El reconocimiento del
derecho de reunión y de manifestación aún siguió concediendo una amplia
discrecionalidad a las autoridades a la hora de autorizar o no una manifestación, lo
que tuvo especial relevancia en el País Vasco y Navarra, pues allí eran normalmente
prohibidas porque iban unidas a la petición de amnistía de los «presos vascos» y a
la reclamación del autogobierno que las autoridades relacionaban inmediatamente con
el terrorismo de ETA, que comenzó a atentar contra autoridades civiles —el 4 de
octubre fue asesinado Juan María Araluce, presidente de la Diputación de Guipúzcoa—.
En Cataluña se congregaron un millón de personas el 11 de septiembre para celebrar
la diada.263
Sin embargo, la primera crisis con los militares no tardó mucho tiempo en producirse
cuando el general Fernando de Santiago, vicepresidente del gobierno, se manifestó
contrario al desmantelamiento de la Organización Sindical franquista que se estaba
planeando y sobre todo a los contactos que estaba manteniendo el gobierno con el
sindicato clandestino Comisiones Obreras, por lo que fue cesado de su cargo —o
presentó su dimisión, que le fue rápidamente aceptada—289 y retirado del servicio
activo, siendo sustituido por el general Manuel Gutiérrez Mellado, un militar
«aperturista».290243291292
De Santiago hizo circular una carta de despedida dirigida a todos los militares, con
fecha de 22 de septiembre, en la que decía que «la comprensión tiene el límite de
las interpretaciones equívocas que algunos pudieran atribuirle». Su dimisión fue
aplaudida por la extrema derecha y el día 23 Antonio Izquierdo, director del
ultraderechista El Alcázar, invitaba a los miembros de las Fuerzas Armadas a seguir
el ejemplo de De Santiago. Cuatro días después el mismo diario publicaba una carta
del teniente general Carlos Iniesta Cano, procurador en Cortes y exdirector de la
Guardia Civil, en la que se solidarizaba con De Santiago al que expresaba su
«personal admiración». Llevaba por título «Una lección de honradez y patriotismo».
El Gobierno reaccionó enviándolo también a la reserva, aunque la decisión sería
revocada por los tribunales.282290243286
José Luis Rodríguez Jiménez ha señalado, por su parte, los siguientes factores que
explicarían la aprobación del proyecto de reforma: «el relativo aislamiento en que
para entonces se encontraba la extrema derecha»; que «los aperturistas aceptan que
la operación de reforma vaya más allá de sus objetivos iniciales, tanto por la
presión de la oposición, la cual acabará aceptando que la ruptura tiene que ser
pactada, como porque la intransigencia de las actitudes inmovilistas ignoraba una
apetencia de cambio en la sociedad española»; «la conocida docilidad de buen número
de procuradores con cargos remunerados en la Administración y la circunstancia de
que la reforma abría importantes perspectivas para la actuación política de
numerosos procuradores en Cortes». Rodríguez Jiménez añade finalmente «que resultaba
difícil que las Cortes se atrevieran a provocar y responsabilizarse de una crisis
constitucional en contra del gobierno y del deseo de la Corona», y además subraya
«la importancia de la presión en la calle y la habilidad personal del presidente
Suárez».310
Xosé Manoel Núñez Seixas ha destacado que el método más importante empleado por el
gobierno para conseguir el voto favorable de los procuradores fue la persuasión.
«Muchos procuradores eran altos funcionarios designados de forma discrecional, cuya
permanencia en el puesto fue garantizada en el nuevo régimen político. Por otro
lado, aunque la mayoría de ellos no simpatizasen con la democracia, se les convenció
de que los tiempos exigía un cambio de régimen político y de que las alternativas no
eran franquismo sin Franco o democracia, sino reforma controlada por el Gobierno o
ruptura con revolución y caos, a la portuguesa». Además se impuso el convencimiento
entre los procuradores de que «la democracia política se llevaría adelante con ellos
y sin ellos», como relató el diario El País.311 Una valoración que es compartida por
Carme Molinero y Pere Ysàs: «Les argumentaron la inevitabilidad de los cambios y lo
contraproducente de su oposición, que podía comportar abrir el paso a la ruptura;
igualmente les garantizaron su posición personal —muchos de ellos ocupaban cargos en
las administraciones y empresas públicas— y el control del proceso por los
dirigentes del régimen si la ley era aprobada».312
Por su parte Ignacio Sánchez-Cuenca considera que «en realidad las votaciones
estuvieron determinadas por el objetivo de los procuradores de no quedar descolgados
de la posición mayoritaria en las Cortes... Su razonamiento, esquemáticamente, era
este: si apoyaban la reforma pero esta no salía, quedaban como traidores al régimen;
pero si se oponían a la reforma y esta se aprobaba, quedarían marginados en el nuevo
sistema. Por tanto, lo mejor que podían hacer era seguir la tendencia
mayoritaria».313 Sin embargo, Alfonso Pinilla García piensa que «el hecho de que
estos recalcitrantes franquistas no fueran coordinados por un líder capaz de
desarticular la maniobra envolvente de Suárez explica por qué no hubo una masiva
oposición al proyecto», aunque puntualiza que «la actitud del grupo de procuradores
encabezados por Manuel Fraga puso en peligro la aprobación de la ley».314 En su
manifiesto fundacional, Alianza Popular había criticado al Gobierno por las
«excesivas concesiones a actividades revanchistas, erosionantes de la paz y el
orden, y disgregadoras de la integridad nacional» y había denunciado la «crisis de
autoridad a todos los niveles», el «deterioro del orden público» y la «innecesaria
aceptación de ideas rupturistas».315
Dado el control que el Gobierno mantuvo en todo momento el resultado del referéndum
fue el que cabía esperar: solo se abstuvo un 22,3 % del censo electoral —excepto en
el País Vasco, donde se duplicó la media española—322 y el SI ganó, con el 94,2 % de
los votos. El NO solo consiguió el respaldo del 2,6 % de los votantes y hubo un 3 %
de votos en blanco.263317 Para conseguir ese resultado el gobierno contó además con
toda la maquinaria administrativa y política del Estado, empezando por los cincuenta
gobernadores civiles.323 Otro factor que influyó en el resultado fue la inquietud
provocada por el secuestro de Antonio María de Oriol, presidente del Consejo de
Estado, perpetrado por los GRAPO cuatro días antes de celebrarse el
plebiscito.324325318 Como ha señalado Núñez Seixas, el triunfo del Sí «significó,
sin duda, un rotundo éxito para el Gobierno de Suárez, que derrotaba a la vez a
continuistas y rupturistas»269 y reforzó «la posición de Suárez tanto en el seno de
las instituciones como ante la opinión pública», han indicado también Molinero e
Ysàs.326
Una primera prueba de la apertura hacia la oposición democrática por parte del
gobierno de Suárez se había producido una semana antes del referéndum. Había
permitido que el PSOE, todavía no legalizado, celebrara en Madrid entre el 5 y el 8
de diciembre su XXVII Congreso, al que asistieron los principales líderes
socialistas y socialdemócratas europeos (Olof Palme, Willy Brandt, François
Miterrand, Pietro Nenni y Michael Foot), lo que «tuvo un impacto político
extraordinario».333334