Está en la página 1de 10

Capítulo Extra

En algún lugar de la carretera

DYLAN:

¿Sonaría egoísta si admitiera que no quería regresar a la ciudad?


Porque lo cierto era que habían tenido las mejores dos semanas de mi
vida, y no quería que terminaran.

Vale, sí echaba de menos a Chase y a Sawyer, no iba a negarlo.


Desde que pasé el verano anterior en casa de la tía Deph, supe que el
siguiente verano estaría dedicado cien por ciento a mis chicos, sobre
todo porque ellos se irían a la universidad y quería disfrutarlos tanto
como pudiera. Solo que… no contaba con que la vida tuviera planes
totalmente distintos para nosotros, ni mucho menos que acabaría
viajando por carretera con West Collins.

Mi novio, West Collins.

El término aún se sentía raro. No raro en el sentido de que me


incomodara escuchar a West presentándome y refiriéndose a mí como
«su novia». Créanme, no me incomodaba en absoluto. De hecho, hubo
muchas ocasiones a lo largo del viaje donde tuve que esconder mi
sonrisa para evitar ser tan obvia.

Me gustaba mucho ser la novia de West Collins. Y creo que eso era
lo que lo hacía raro, porque si meses atrás me hubiese topado con un
vidente, y este me hubiera dicho que el futuro sería exactamente
como lo estaba viviendo, todavía estuviera riéndome en su cara por lo
ridículo y absurdo que era imaginármelo.

—Estás jodiéndome, ¿no es así? Vale, muéstrame la cámara, porque


estoy segura de que esto tiene que ser uno de esos programas de
bromas pesadas que pasan en la televisión. —Esa hubiera sido mi
respuesta.

Sin embargo, heme ahí, sintiéndome genuinamente triste debido a


que mis pequeñas vacaciones con West estaban llegando a su fin.
Viajar por carretera de Columbus hasta Houston, y de regreso, fue
un recorrido agotador. Muchas noches incómodas dentro de su
camioneta, muchos cafés cargados hasta el tope de cafeína para evitar
dormirnos en el camino y mucho estrés gracias a fallas absurdas de
Google Maps —o bueno, lo admito, gracias a fallas de mi cerebro
incapaz de ubicarse bien—. Pero valió la pena cada condenado
segundo. Por la compañía, por todos los lugares que tuvimos la
oportunidad de visitar y sobre todo, por los momentos que pudimos
compartir juntos, solo nosotros.

Incluyendo, por supuesto, esa parada en el pueblo de Texas hacía un


par de días atrás.

—¿Por qué la sonrisa, bebé?

La voz de West me trajo de vuelta al presente y sentí que mi rostro


se llenaba de un tipo de rubor del cual continuaba acostumbrándome.

El rubor de: «Mierda, Dyl, te pillaron de nuevo fantaseando sobre


sexo».

—¿Tan feliz estás de regresar a la ciudad para no tener que ver mi


cara las veinticuatro horas del día? —añadió, divertido.

Puse los ojos en blanco y sacudí la cabeza.

—Sí, ya se estaba tornando molesto ver lo bien que luces hasta


recién levantado —bromeé de vuelta, haciéndolo soltar una carcajada
que evolucionó rápidamente a un largo bostezo.

Me contagié del bostezo, sintiéndome igual de cansada que él. El día


anterior habíamos acordado en que solo nos quedaríamos una noche
en la ciudad de San Luis, descansaríamos lo suficiente en un motel y
luego recorreríamos las seis horas de viaje restantes hasta Columbus.
No obstante, West logró convencerme de levantarnos y quedarnos un
rato a explorar, por lo que, en vez de descansar, turisteamos durante
gran parte del día y para cuando era hora de ponernos en marcha,
estábamos exhaustos.

—¿Quieres un poco de café? —le pregunté, echándole un vistazo de


reojo.

Ugh, incluso con ojeras bajo sus ojos y su cabello despeinado, se las
manejaba para estar igual de atractivo como siempre.
—No, estoy bien —contestó, extendiendo una mano a través del
apoyabrazos para tomar la mía y entrelazar sus dedos—. Si ves que
me estoy durmiendo, solo abofetéame.

—¿Qué? —me alarmé, poniéndome recta en mi asiento—. No


bromees de nuevo sobre quedarte dormido, todavía no te he
perdonado por lo que ocurrió esa última vez.

Él dejó escapar una risa entre dientes. Se había convertido en una


broma recurrente desde que comenzamos el viaje. Y créanme, West
era el único que se reía de su actuación. La última vez en serio me lo
creí, estábamos viajando en medio de la noche y cuando volteé, tenía
los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás. Casi hago que nos
salgamos de la carretera en un intento de «salvarnos».

—Tienes que admitir que fue gracioso —dijo, sin mostrar ni una
pizca de arrepentimiento.

—No lo fue —recordé, mortificada—. La policía pensó que


estábamos ebrios, nos obligaron a hacernos una prueba con el
alcoholímetro.

—Lo sé, pero, oye, luego te felicitaron por tener una reacción rápida
ante posibles accidentes.

—La única razón por la que me felicitaron fue porque no tenían ni


idea que realmente no sé conducir.

—Sin embargo, ¿no es admirable que quisieras salvarnos sin saber


conducir? —comentó en tono burlón.

—Oh, cállate —le dije, tratando de zafarme de su mano.

West la sostuvo mi mano con más fuerza para evitar que la apartara
y luego la atrajo hacia sus labios para dejar un pequeño beso.

—Me encantó hacer este viaje contigo, ¿sabes? —me dijo,


cambiando drásticamente de tema—. Siempre quise viajar por
carretera. Era una cosa que quería tachar de mi lista antes de la
universidad, pero Chase detesta pasar demasiado tiempo en un auto
y Sawyer odia acampar, así que no pensé que realmente fuera a pasar.

—¿Así que yo fui como tu último recurso? —le tomé el pelo.


—No —se rio, sacudiendo un poco la cabeza—. La verdad fuiste la
que me dio el empujón que necesitaba para hacerlo.

Me sonrojé. Todo lo que me estaba diciendo era información nueva


para mis oídos. Poco a poco, estaba aprendiendo más de ese lado de
West que no había conocido hasta hacía un par de meses atrás. Nunca
esperé que pudiera ser un romántico.

De hecho, nunca pensé que ninguno de los chicos pudiera ser un


romántico.

Debía admitir que me gustaba conocer ese lado.

—También me encantó viajar contigo —confesé, esbozando una


sonrisa—. Es una mierda que dos semanas se hayan pasado tan
rápido.

West me miró de reojo, sus labios levantados en una genuina y


amplia sonrisa que solo consiguió que me sonrojara más. Entonces, lo
siguiente que supe fue que nos estábamos saliendo del camino y
aparcando junto a la carretera.

—¿Qué coño haces? —le pregunté, confundida por el abrupto


cambio de rumbo.

Él no respondió de inmediato. Se deshizo de su cinturón de


seguridad y abrió la puerta. Continué procesando lo que pasaba hasta
que rodeó la camioneta y estuvo a mi lado, teniéndome una mano
como si estuviéramos en una fiesta y quisiera invitarme a bailar.

—¿Qué estamos haciendo? —volví a preguntar, aunque aceptando


su mano y saliendo de la camioneta.

—Estamos tomando un descanso —contestó, cerrando la puerta tras


de mí y dejando caer su cuerpo sobre el mío.

Miré a los lados. No había nada más que campos de cultivo a


nuestro alrededor, los cuales, siendo honesta, se veían bastante
tenebrosos en plena noche, con luna llena incluida.

—Estamos en el medio de la nada —le recordé, volviéndome hacia


él—. Estoy segura de que este escenario es perfecto para inspirar una
nueva película de Jeepers Creeper; novios cachondos que se detienen a
la mitad de la noche en una carretera y su calentura les cuesta la vida.
—Oh, Dios mío —se carcajeó, rodeando mi cintura con sus brazos,
aplastándome entre la puerta y su cuerpo—. Uno, no me refería a esa
clase de «descanso» —se defendió, depositando un beso en mi
coronilla—. Y dos, ¿por qué siempre arruinas mis intentos de ser
romántico?

—No lo estoy arruinando, solo hago una observación válida —me


defendí, poniendo los ojos en blanco.

—Estoy bastante consciente de donde estamos, Carter —aclaró,


soltando un largo suspiro—, pero tenías razón antes, es una mierda
que dos semanas se hayan pasado tan rápido, así que digamos que
me detuve porque quiero dilatar esto lo más que pueda. Tómalo
como una huelga contra el tiempo.

—Lo tomo —acepté, risueña—. De todos modos, tus gestos


románticos nunca han sido cien por ciento convencionales. —Sonreí.

Él bufó.

—Nunca superarás lo de la ventana, ¿no es así?

—Cuando te vuelvas famoso en Princeton, tu apodo debería ser


West «Rompe Ventanas» Collins, ¿qué opinas? —inquirí—. Sería una
buena historia que contar en entrevistas.

West puso los ojos en blanco.

—Acabo de decir que estamos en una huelga contra el tiempo —


resaltó—. Hablar de Princeton solo me pone en un humor triste.

Me desinflé, entendiendo completamente el sentimiento. Había


evitado hablar del tema de la universidad ya que pensar en los chicos
fuera de la ciudad, lejos de mí, también me ponía en un humor nada
agradable. Era como una bola de nieve que crecía con cada
pensamiento deprimente que tuviera sobre el temita. Evitaba pensar o
hablar de eso para que la bola de nieve no continuara creciendo. El
método me había funcionado hasta ese momento; sin embargo, no
quería saber si ese sería el caso más adelante.

—Sabes que a mí también —dije, encogiéndome de hombros—, pero,


la tristeza de mierda no debería opacar el hecho de que irás a
Princeton y patearás muchos traseros universitarios en el equipo.
Esbozó una amplia sonrisa de aprecio, la cual logró apaciguar los
pensamientos de la Dylan Sensible, reemplazándolos con
pensamientos positivos de la Dylan Orgullosa de su mariscal West
«Rompe Ventanas» Collins.

Era un buen apodo, ¿vale? Dudaba mucho que a alguien se le


pudiera ocurrir uno mejor que ese.

—Sería mucho más emocionante si estuvieras ahí para verme patear


dichos traseros.

«West, estoy intentando mantener la compostura aquí, no estás


ayudando», pensé, tomando una respiración honda en mi mente.

—Sawyer y Chase probablemente estarán ahí —señalé.

—Sí, lo sé —concordó, sonriendo—. Sin embargo, pueden ser mis


mejores amigos y todo, pero Sawyer y Chase no me provocan ni la
mitad de motivación que tú. Si sabes a lo que me refiero. —Hizo un
baile sugerente con sus cejas.

Solté una carcajada ante su pobre intento de seducción. La risa se


quedó atascada en mi garganta cuando, sin previo aviso, West se
inclinó a tapar su boca con la mía.

«Oh, vale, genial, supongo que la charla se acabó».

Cualquier miedo que le tuviera a Jeepers Creepers o pensamiento


oscuro sobre la universidad se esfumó mientras su lengua se abría
paso en mi boca. No era el tipo de beso que anticipaba sexo, había
aprendido a diferenciarlos y a categorizarlos. Aquel era el tipo de
beso apasionado que das cuando no encuentras las palabras correctas
para expresar una emoción. Lo sabía porque últimamente era el beso
de preferencia que utilizaba cada vez que miraba a West y pensaba en
tantas cosas cursis que me abrumaba y terminaba atacándolo con
besos.

Por ejemplo, en ese momento, donde solo podía pensar: «De verdad
amo a este chico y apesta como el infierno tener que separarme de él».

De algún modo, pasé de estar apretada contra la puerta a estar en


una posición más cómoda, sentada sobre el capó de la camioneta, con
West de pie entre mis piernas abiertas.
Nos besamos durante un minuto más, con esa misma intensidad, sin
llevarlo más allá, simplemente saboreándonos y disfrutando de las
ventajas de estar en medio de la nada, a la mitad de la noche. No
había prisa, estábamos en huelga contra el tiempo y si quisiéramos,
podríamos permanecer toda la noche así.

Suspiré cuando él se apartó en busca de aire. Abrí mis ojos con


pesadez, sintiéndome un poco mareada después de otra buena e
intensa sesión de besuqueo cortesía de West Collins. Mis ojos
registraron a West frente a mí, observándome con una leve sonrisa
curvada en sus labios hinchados, con un brillo particular en sus ojos.

—Joder… —suspiró—. Te amo.

Mi corazón tuvo una reacción inmediata, sus latidos martillándome


el pecho. Había pasado menos de una semana desde que la palabra
con «A» formaba parte de nuestro vocabulario, y aún seguía
causándome la misma sensación de mariposas en éxtasis en mi
estómago.

—También te amo —respondí, contagiándome de su sonrisa.

Él depositó un beso en mi hombro y se irguió, mirándome desde un


paso atrás de distancia.

—¿Puedo preguntarte algo?

—No vamos a tener sexo en medio de la carretera —le contesté


enseguida—. Una experiencia vergonzosa con la policía es todo lo que
puedo manejar.

—No era eso lo que iba a preguntar, pervertida —dijo, riendo entre
dientes.

Luché para no sonrojarme.

—Vale, ¿entonces qué? —inquirí, ahora curiosa.

West se cruzó de brazos y me lanzó una mirada que cambió


completamente la atmósfera de ligera a jodidamente pesada nivel caja
fuerte.

—¿Cuáles son tus planes para la universidad? —preguntó entonces,


tomándome fuera de guardia.
Me tomé unos segundos para digerir lo que acababa de decir. No
entendía su pregunta tan repentina, sobre todo porque ya él sabía la
respuesta. En el pasado, siempre que los chicos y yo tocábamos el
tema de la universidad, estaba implícito que intentaríamos estar lo
más cerca posible del otro. Era un hecho que mantendría esa
promesa, así que no entendía por qué West de repente se lo
preguntaba.

—Pues, buscar universidades en Nueva York y rogarle a los Dioses


que me acepten en alguna de ellas —contesté.

—¿Sabes? No tiene por qué ser en Nueva York. —Se encogió de


hombros, pareciendo nervioso de un segundo a otro—. También hay
muchas universidades en Nueva Jersey, como Princeton, por ejemplo,
y otras más que podrías considerar, y, que estoy seguro de que tienen
buenos programas de periodismo deportivo.

No pude evitar sonreír al notar que aún recordaba lo que quería


estudiar en la universidad.

—Mi punto es… —retomó, acortando la distancia que él mismo


había puesto—, que quiero que pienses en Nueva Jersey como una
posibilidad.

—Te refieres como en… —empecé a decir, sintiendo que el corazón


me latía en los oídos.

—Sí, como en estar cerca de mí las veinticuatro horas al día, los siete
días de la semana —completó—. No estoy pidiendo una respuesta
ahora, es solo que… acabo de darme cuenta que un año apartado de ti
es todo lo que puedo manejar.

«Joder, joder, joder», pensé, sin poder articularlo. West siempre se


las arreglaba para dejarme sin palabras en ese tipo de situaciones.

—Y no sé si todavía no ha quedado claro, pero pretendo que esto…


—Nos señaló a ambos—, sea algo a largo plazo, por lo que no
deberías parecer tan sorprendida.

Tragué saliva con fuerza. Sabía que lo que sea que tuviéramos era
algo especial, pero escucharlo hablar con tanta seguridad sobre
nosotros me hacía enamorarme un poco más de él.

«Oh, Dylan, mira lo que te ha hecho el amor».


—¿Por qué querrías ver mi cara todos los días? —bromeé, sin poder
ocultar mi sonrisa por más tiempo.

Se acercó a llenar mi rostro de pequeños besos mientras continuaba


hablando.

—Puedo decirte ahora mismo una lista de razones —susurró contra


la piel de mis mejillas—, mas me lo tomaré con calma para no
espantarte.

Eso me hizo reír.

—Si esto realmente pasa, Chase va a enloquecer. —Imaginarme la


reacción de mi hermano si le dijera que existía una posibilidad de que
me mudara con West me hizo reír aún más.

—¡Que le den a Chase! —gritó hacia el campo de cultivo junto a


nosotros, provocando un gracioso eco de muchos «Que le den a
Chase».

Admito que resistí el impulso de sacar mi teléfono, grabar el


momento y enviárselo a él.

—Sí, ¡que le den a Chase! —lo imité entre risas, enredando mis
brazos alrededor de su cuello y atrayéndolo hacia mí—. Estás loco,
Collins.

—Estoy loco por ti —dijo, pegando su frente contra la mía.

Cerré los ojos y tomé una respiración profunda.

—Lo pensaré, ¿vale? —le aseguré, sabiendo que mi respuesta al


final sería un «Sí»—. Todavía tenemos el resto del verano, eso es
mucho tiempo para que puedas arrepentirte.

—No tuve meses de sufrimiento y autocompasión para


arrepentirme ahora, bebé —confesó, acunando mi rostro entre sus
manos—. Quiero esto, tú y yo, en un año, compartiendo un
departamento, y haciendo todas esas mierdas cursis que hacen las
parejas cuando viven juntos. No me lo imagino de otra forma.

—¿Como bailar en la cocina? —bromeé.

—Como cocinar y darle de comer al otro sin avergonzarse.


—Como quedarse dormidos el sofá luego de un maratón de
películas.

—Como ducharse juntos.

—Como ver al otro babear por las mañanas y aun así pensar que se
ven bien.

—Te ves bastante bien babeando por las mañanas, Carter. No tienes
idea de lo que me prende —bromeó.

—Eres un idiota. —Le di un manotazo en el pecho—. Y siendo


honesta, también me gusta la idea.

También podría gustarte