Jesucristo

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JESUCRISTO*

Hace ya algunos años, en el anterior siglo, un conocido personaje de la política (i), buen
católico, miembro del gobierno de un país europeo, realizó un viaje oficial por motivos de su cargo
a Asia, y más en concreto a Tailandia. En la capital de esta nación -Bangkok-, para un
desplazamiento por asuntos particulares, como era ir a Misa -cosa que hacía todos los días,
estuviera donde estuviera-, tomó un taxi. Una vez instalado en el vehículo, inició una conversación
con el taxista. En un momento determinado de la misma, el ministro preguntó a su interlocutor:
¿Conoce usted a Jesucristo? El conductor respondió con toda naturalidad: No conozco a ese señor.
Nunca he oído hablar de él.
Hasta aquí la anécdota. Uno puede pensar que no es nada extraño que en un país como
Tailandia, donde la mayoría de sus habitantes son budistas, y los cristianos apenas son un 0,63 %
de toda la población, se desconozca a Cristo. Pero también ocurre -y esto sí que causa extrañeza y
pena- que muchas personas que viven en países de mayoría católica y que están bautizadas tienen
una imagen borrosa de Jesucristo.
¿Quién es Cristo? A esta pregunta se han dado diversas respuestas, algunas de ellas
bastante desafortunadas. Sí, ¿quién es Cristo?: ¿Un desconocido?, ¿un hombre del pasado?, ¿un
revolucionario?, ¿un pensador?, ¿un político?, ¿el fundador de otra nueva religión?, ¿el Hijo de
Dios?, ¿el Salvador del mundo?
¿Un desconocido? No, porque quien quiera puede conocer su vida, y sus enseñanzas las
encontrará en las páginas del Evangelio.
¿Un hombre del pasado? Tampoco, porque Cristo vive. Es actual. Su mensaje está dirigido
a todos los hombres de todas las épocas. Su palabra, por ser divina, es eterna. Jesucristo es el
mismo ayer y hoy y por los siglos (2).
¿Revolucionario? No, porque vino a predicar la caridad, el amor fraterno entre todos los
hombres. Dio cumplimiento a la Ley. No utilizó medios violentos. Aceptó la situación política de su
país. Bien claro dijo: Dad o Dios lo que es de Dios, y al César, lo que es del César (3).
¿Un pensador? No. ¿Un político? Rotundamente no. Cuando quisieron hacerle rey, Él
rehusó. Su misión no era libertar a su pueblo del poder romano.
Sí fundó la Iglesia. No una nueva religión sin más, sino la única verdadera, la auténtica, la
querida por Dios: la Religión Católica.
Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre. Dios mismo. El Salvador del mundo. En el Credo
de la Misa (4) está la respuesta a la pregunta: ¿Quién es Cristo?: Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios
verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien
todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del Cielo, y por obra
del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Pondo Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las
Escrituras, y subió al Cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria
para Juzgar a vivos y a muertos, y su reino no tendrá fin.
Y ¿qué ha dicho Jesucristo de sí mismo? Jesús afirmó que era el Mesías. En la conversación
que tuvo con una mujer samaritana, en un momento de la misma, ésta dijo: “Sé que está por
llegar el Mesías (el llamado Cristo); cuando Él venga nos instruirá en todo”. Entonces Jesús le dijo:
“Soy yo, el que habla contigo” (5). Sí, es el Mesías que Dios prometió a nuestros primeros padres
después de la caída de éstos para salvar al género humano, liberándolo de la triple esclavitud del
pecado, del demonio y de la muerte.
También dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida (6). En la Jornada de la juventud del año
1989, celebrada en Santiago de Compostela, el papa Juan Pablo I! preguntaba a los jóvenes allí
presentes si habían descubierto ya a Cristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Y a continuación
dijo: Sí, Jesús es -para nosotros- un camino que conduce hacia el Padre, el único camino. El que
quiera conseguir la salvación, deberá tomar ese camino. Vosotros, Jóvenes, a menudo os
encontráis en una encrucijada, sin saber cuál es el camino que debéis elegir, ni adonde ir; son
muchos los caminos errados, como también las propuestas fáciles y las ambigüedades. No olvidéis,
en esos momentos, que Cristo -con su Evangelio, su ejemplo y sus mandamientos- es siempre y sólo
el camino más seguro que desemboca en una felicidad plena y duradera. (...) La verdad es la
exigencia más profunda del espíritu humano. Los jóvenes, sobre todo, están sedientos de la verdad
sobre Dios, el hombre, la vida y el mundo. Cristo es la palabra de verdad pronunciada por Dios
mismo como respuesta a todos los interrogantes del corazón humano. Es Él quien nos revela
plenamente el misterio del hombre y del mundo. (...) Cada uno de vosotros desea ardientemente
vivir su propia vida en toda plenitud. Vivís animados por grandes esperanzas y muy buenos
proyectos para el futuro. No olvidéis, sin embargo, que la verdadera plenitud de la vida se
encuentra sólo en Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Solamente Cristo puede llenar, hasta el
fondo, el espacio del corazón humano. Sólo Él da valor, el valor y la alegría de vivir, y esto a pesar
de los límites u obstáculos externos (7).
En otra ocasión afirmó: Yo soy la Resurrección y la Vida (8). Es Resurrección y Vida porque
con su victoria sobre la muerte es causa de la resurrección de todos los hombres. Además, Él
mismo dijo: En verdad, en verdad os digo que el oye mi palabra y cree en el que me envió tiene
vida eterna, y no viene a juicio sino que pasa de la muerte a la vida (9).
Asimismo se identificó con el pan de vida (10). Con esta imagen de la comida expresa Jesús
que Él es quien realmente sacia todas las nobles aspiraciones del hombre. En contraposición,
¡Fuera de Cristo no tendrás paz! ¡No! ¡Jamás! ¡Fuera de Cristo, todos tus ideales te llevarán al
fracaso! ¡Fuera de Cristo no hay eternidad, que es lo que buscamos! ¡Fuera de Cristo reventarán
nuestras vidas de asco y de rabia! (11).
Además, en un momento concreto de su predicación, dirigiéndose a los fariseos y escribas,
dijo: Yo soy la luz del mundo (u). La Luz que disipa las tinieblas del pecado; la Luz que ilumina a
todo hombre con su doctrina; la Luz que hace ver a los hombres su conciencia para que puedan
limpiar de su alma las manchas del pecado; la Luz que brilla como estrella del firmamento para
conducirnos a la gloria del Cielo.
Y antes de su Pasión, cuando fue preguntado por el procurador romano Poncio Pilato si era
rey, respondió: Yo soy Rey (13). Sí, es rey y, aunque su reino no es de este mundo, quiere reinar en
el corazón de cada hombre. Y los cristianos, como soldados de este Rey de paz, proclamamos la
realeza de Cristo. A Él la gloria y el imperio por los siglos de los siglos (14).
Abramos un paréntesis. En las páginas de la historia hay infinidad de anécdotas. Cuento
una cuyo protagonista es Cristóbal Colón. Cuando el marino genovés concibió ir a las Indias
navegando hacia Occidente, se presentó ante el rey Juan II de Portugal para exponerle su
proyecto. El monarca luso le escuchó atentamente. Cuando Colón acabó su exposición, el rey le
preguntó: -¿Qué deseas? Todo eso está muy bien, pero ¿necesitas dinero?-Yo no vengo a pedir sino
a dar, fue la respuesta del marino. Después de una pausa, añadió: -Si se me ayuda a equipar unas
naves a las Indias, devolveré lo que me hayan prestado multiplicado por cien. Aunque genovés de
nacimiento, considero que Portugal es mi verdadera patria y quiero engrandecerla. -¿Cuáles serían
tus condiciones si te confiara el mando de una expedición hacia el Oeste?, preguntó de nuevo Juan
II. -Pido el título de almirante y ser virrey de las tierras que descubra. -¿Eso es todo?-Claro que no.
Quiero también una décima de todas las ganancias. -¿Y qué más? -Como es lógico, estos derechos
adquiridos serán parte de la herencia que deje a mis hijos. El rey Juan II, ai oír todas estas
peticiones, comentó secamente: - Los verdaderos portugueses no suelen vender los servicios
hechos a su patria y a su soberano.
Pues bien, los cristianos servimos al Rey de reyes y Señor de los que dominan. Y lo hacemos
si poner ninguna condición, sin vender los servicios hechos. Sabemos que Cristo no se deja ganar
en generosidad... y que el verdadero siervo de Cristo nunca se aparta de Él, ni le pierde de vista,
acompañándole en todos sus caminos, y meditándole en todos los pasos y misterios de su vida
santísima (15).
San Juan, al final de su Evangelio, después de dar testimonio de los hechos de la vida de
Jesucristo que narra, escribe: Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús, y que si se
escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo podría contener los libros que se tendrían
que escribir (16). Pues bien, en estas páginas hemos dicho algo sobre la figura entrañable de
Nuestro Señor Jesucristo, pero... ¡qué poco! Y aunque hubiéramos escrito mucho más, siempre
sería muy poco, pues nunca se agotaría el rico e insondable contenido de Jesús, el Redentor del
género humano, como tampoco lo agota el Evangelio.
*****
La anécdota se atribuye a Laureano López Rodó, que fue ministro de Asuntos Exteriores de
(1)

España en el año 1973.


(2) Hb 13, 8.
(3) Mt 22, 21.
Ei Credo que habitualmente se recita en la Santa Misa es el Símbolo de fe llamado Niceno-
(4)

constantinopolitano.
(5) Jn 4,26.
(6) Jn 14, 6.
(7) Juan Pablo II, Mensaje a los jóvenes, 1989.
(8) Jn n, 25.
(9) Jn 5, 24-
(10) Jn 6, 35.
(n) Jesús Urteaga Loidi, El valor divino de lo humano.
(72) Jn 8,72.
(13) Jn 18,37.
(14) Canto de entrada de la Misa de la Solemnidad de Cristo Rey.
(15) Fray Luis de Granada, Vida de Jesucristo.
(16) jn 21, 25.

(*) Ascética para jóvenes, J. Azcárate, ed. cobel

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