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Jesús envió a los discípulos de Juan a informarle sobre los milagros que estaba realizando, como sanar a los ciegos y llevaros, resucitar muertos y predicar el evangelio a los pobres, para demostrarle que él era el Mesías esperado. Juan había señalado previamente a Jesús como "el Cordero de Dios" pero quería verificar si realmente era el salvador. Las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías se estaban cumpliendo a través de los milagros y obras de Jesús.
Jesús envió a los discípulos de Juan a informarle sobre los milagros que estaba realizando, como sanar a los ciegos y llevaros, resucitar muertos y predicar el evangelio a los pobres, para demostrarle que él era el Mesías esperado. Juan había señalado previamente a Jesús como "el Cordero de Dios" pero quería verificar si realmente era el salvador. Las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías se estaban cumpliendo a través de los milagros y obras de Jesús.
Jesús envió a los discípulos de Juan a informarle sobre los milagros que estaba realizando, como sanar a los ciegos y llevaros, resucitar muertos y predicar el evangelio a los pobres, para demostrarle que él era el Mesías esperado. Juan había señalado previamente a Jesús como "el Cordero de Dios" pero quería verificar si realmente era el salvador. Las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías se estaban cumpliendo a través de los milagros y obras de Jesús.
Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se
fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. Y al oír
Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? (Mt. 11:1-3). En respuesta, Jesús dio a conocer sus credenciales, todo lo cual cumplía las profecías del Antiguo Testamento (cp. Is. 29:18-19; 35:5-10; 61:1) respecto al Mesías: “Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (vv. 4-5). Juan ya había señalado a Jesús y profetizado: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). A pesar de que el Espíritu Santo lo inspiró a declarar eso, él aún cavilaba en su significado y quiso comprobar si en realidad Jesús era el Mesías (Lc. 7:18- 23). Si la grandeza de la salvación que había de venir fue el estudio intenso y la preocupación de todos los profetas, entonces debería ser igual de precioso, si no más, para aquellos creyentes de hoy que tienen toda la revelación.
LA SALVACIÓN FUE EL TEMA DE LA INSPIRACIÓN
DEL ESPÍRITU indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, (1:11b-12a) Las profecías que el Espíritu Santo reveló a los profetas fueron divinamente inspiradas y escritas bajo su supervisión (cp. Jer. 1:9; 23:28; Ez. 2:7; Am. 3:7-8). Y el tema general de esas profecías era doble: los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían. El Antiguo Testamento se refiere a los sufrimientos de Cristo en pasajes como el Salmo 22:1-31; Isaías 52:13— 53:12; Daniel 9:24-26; y Zacarías 12:10; 13:7 (cp. Sal. 89:24-37; Lc. 24:25- 27; Ap. 19:10). Las glorias que vendrían, incluyendo tales verdades como la resurrección, ascensión y entronización de Cristo, aparecen en pasajes