Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ADAMS OBVIO
Por
Robert R. Updegraff
PROLOGO
Muchos de los colegas que han tenido oportunidad de leerlo, ya han
hablado a través del tiempo de su contenido y la importancia que el
mismo ha tenido en su desarrollo personal y profesional.
No soy la excepción; desde que tuve el primer ejemplar de “ADAMS
OBVIO”, en mis manos en el año 86, ha marcado en mí una gran
influencia y ha sido, por que no decirlo una de mis lecturas de cabecera, lo
leo y releo y no me canso de admirar su sencillez y obviedad de su
contenido.
Si no lo ha leído, disfrútelo y compártelo.
Recuadro:
Copia: #
Propietario:
Fecha:
SOBRE LA HISTORIA DE ADAMS OBVIO
COMIENZO DIFICIL
SU PRIMER AVISO
“Le garantizo, Sr. Oswald que ese muchacho tiene los ingredientes
necesarios para ser redactor. No es brillantes-y sólo Dios sabe hasta qué
punto estamos rodeados de hombres brillantes- pero parece que consigue
ver los puntos esenciales y los coloca en el papel con mucha claridad.
Para decir la verdad, confeccionó un texto que nosotros hemos estado
tratando de escribir hace una semana y no conseguimos hacer en menos
de tres páginas. Me gustaría que me cediese ese joven por un tiempo.
Quiero descubrir qué hay dentro de él”.
“Gustosamente voy a hacer eso”, respondió Oswald. En seguida
mandó llamar al jefe de Adams.
“Sr. Wilcox”, preguntó, “¿será posible que ud. Permanezca sin Adams
un tiempo?”.
El Sr., Wilcox sonrió. “¿Por qué?” Sí ¡Claro que puedo! Adams me dijo
que cualquier jovencito ganando la tercera parte de su salario podría
hacer lo que él hace”.
“Muy bien. Mándelo a hablar con el Jefe de redacción”. Y así fue
como Adams subió un peldaño en la escalera del éxito. El texto para el
aviso de los duraznos enlatados tuvo que ser trabajado un poco, pero
dieron a Adams otros temas para escribir. Sus primero intentos no fueron
buenos. Después de algunas semanas, el Redactor Jefe casi llegó a la
conclusión de que se había equivocado con el joven. Pero un día Oswald
ganó la nueva cuenta. El producto era un pastel instantáneo para ser
vendido en los supermercados.
La empresa tenía una distribución limitada, pero había sido “picada
por la mosca de la publicidad”: quería crecer de prisa. Y sólo llegaba a 50
millas de Nueva York.
Antes de que el tema llegase a la reunión creativa, algunos
redactores se pusieron a hablar de la cuenta y Adams escuchó esos
comentarios. Aquel día, pasó la hora del almuerzo inspeccionando los
supermercados que vendían el pastel. Incluso compró uno para probarlo,
comió un gran pedazo y ¡le gustó mucho!
Aquella noche en su casa, Adams pasó todo el tiempo pensando en
la torta. Era de madrugada pero las luces brillaban en su pequeño
apartamento, a los fondos del tercer piso. Había decidido que si tuviese la
oportunidad de hacer un aviso para el pastel, tendría que ser muy bueno.
A la mañana siguiente, el informe para la campaña de la torta, entró
a redacción. Para decepción de Adams, fue entregado a uno de los
redactores más antiguos. Pensó en el asunto la mañana entera y llegó a la
conclusión de que había sido un tonto al imaginar que ellos confiarían una
campaña de esa importancia a un principiante como él. De cualquier
forma, resolvió que continuaría trabajando en las horas libres como si aquel
trabajo fuese suyo. Tres semanas más tarde, la campaña quedó pronta.
Cuando vio las pruebas, el corazón de Adams casi se detuvo.
¡Qué texto! Preston era famoso por los textos de alimentos, pero
nadie podría superarlo en el de ese pastel. Adams, quedó totalmente
descorazonado. Nunca sería capaz de escribir un texto como aquel.
Nunca en un millón de años. Era literatura pura.
Hacía que un simple pastel de 15 centavos se transformase en algo
semejante a un néctar de los dioses. La campaña fue programada para
seis meses y Adams la siguió atentamente.
Mentalmente ya había resuelto que iría a hacer un entrenamiento
con aquel redactor.
Cuatro meses más tarde, a pesar de que los textos maravillosos
estaban saliendo en los grandes y pequeños diarios, llegaban señales de
insatisfacción por parte del cliente, la Golden Brown Cake Company.
Le gustaban los anuncios; estaban de acuerdo en que eran los
mejores avisos de pasteles jamás hechos. Incluso los negocios estaban
creciendo un poco, pero las ventas no llegaban a las metas
preestablecidas. Al fin de ese mes, el cliente estaba más decepcionado
que nunca.
Finalmente, el cliente decidió que cumplidos los seis meses,
suspendería la propaganda: al final no era tan rentable como había
imaginado.
Adams se sentía profundamente decepcionado. Era como si él
mismo fuese el Sr. Oswald. La noche en que oyó la noticia de que la
Goleen Brown Cake dejaría de anunciar, fue a su casa muy decaído. Pasó
la noche pensando en eso. No pudo dormir, fue hasta un cajón y tomó el
sobre con los anuncios de torta que había hechos meses antes. Los releyó.
Parecían muy aficionados, comparados con los textos de Preston, pero
pegó una cartulina donde había hechos algunos diseños y comenzó a
colorearlos. Luego comenzó a revisar esos trabajos de meses atrás, hizo
enmiendas, modificó aquí y allí. A medida que trabajaba, sus ideas se iban
aclarando. Eran casi las tres de la mañana cuando apagó la luz y se fue a
dormir. Al día siguiente, llegó a la agencia con una idea bien clara sobre
lo que se debería hacer.
EL TRIUNFO