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Este documento discute la importancia de construir sobre el sólido fundamento de Jesucristo y cómo nuestros actos serán juzgados por el fuego en el día de la manifestación de Cristo. También habla sobre la anticipada recompensa que recibirán los creyentes cuando Cristo regrese y cómo deben esperar su venida con gozo.
Este documento discute la importancia de construir sobre el sólido fundamento de Jesucristo y cómo nuestros actos serán juzgados por el fuego en el día de la manifestación de Cristo. También habla sobre la anticipada recompensa que recibirán los creyentes cuando Cristo regrese y cómo deben esperar su venida con gozo.
Este documento discute la importancia de construir sobre el sólido fundamento de Jesucristo y cómo nuestros actos serán juzgados por el fuego en el día de la manifestación de Cristo. También habla sobre la anticipada recompensa que recibirán los creyentes cuando Cristo regrese y cómo deben esperar su venida con gozo.
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito
arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno
mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego (cp. 9:25; 2 Co. 5:10; Col. 3:24; Stg. 1:12; 1 P. 5:4; 2 Jn. 8; Ap. 21:7; 22:12). Este triple tributo (alabanza, gloria y honra) ocurre cuando sea manifestado Jesucristo. Manifestado (apokalupsei) se refiere a la segunda venida de Cristo y en particular se enfoca en la época en que regrese para premiar a su pueblo redimido. Más adelante en este mismo capítulo Pedro vuelve a dirigir a sus lectores hacia estas realidades: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” (1:13; cp. 4:13; Ro. 8:18; 1 Co. 1:7-8; 2 Ts. 1:5). En su parábola del siervo vigilante, Jesús habló de la anhelante anticipación de la recompensa eterna: Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles (Lc. 12:35-37). Sin embargo, ninguno de estos pasajes indica que los creyentes tendrán que esperar hasta el regreso de Cristo antes de que Él encuentre genuina la fe de ellos. La realidad de esa fe ya está validada al soportar con fidelidad las tribulaciones y pruebas. Es una asombrosa verdad que cuando Jesús vuelva a por los suyos no solo que ellos lo servirán gozosos, sino que también Él gentilmente les servirá y los honrará.