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HACIENDAS Y POSESIONES
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
EN VENEZUELA
El Colegio de Caracas en el siglo XVIII
SEVILLA 2016
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
ESCUELA DE ESTUDIOS HISPANO-AMERICANOS
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Índice
AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX
PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI
A MODO DE PRESENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XV
VII
JAIME TORRES SÁNCHEZ
BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
APÉNDICE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279
1.– Abreviaturas de archivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
2.– Examen de fuentes y metodología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
3.– Tabla de equivalencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
4.– Tablas estadísticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
5.– Tablas y cuadros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
6.– Lista de figuras y mapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
IX
Agradecimientos
Debo agradecer a los padres José del Rey Fajardo S. J. y Alberto Jiménez
S. J. el estímulo inicial para emprender el trabajo que condujo a este libro.
Asimismo, al doctor Julián Ruiz y a la doctora María Cristina Bernal por su
apoyo durante mi estadía en España, al cuerpo de profesores del Departamento
de Historia de América de la Universidad de Sevilla con quienes estuve en
contacto durante ese período. Y al doctor José Hernández Palomo de la Escuela
de Estudios Hispanoamericanos por su siempre fraterna disposición. El respaldo
del doctor Julio Flores M. y del licenciado Alexis Martínez, de la Universidad
de los Andes, me permitió la tranquilidad necesaria para sostener el difícil
trabajo de archivo en Chile, Colombia y España. Finalmente, a los colaboradores
en los detalles técnicos de presentación, señores Antonio Méndez, Vicente
García López, Mateo Sánchez y Víctor Ramírez, con especial reconocimiento
al arquitecto Walter Durán por su aportación al diseño e iconografía.
IX
XI
Prólogo
XI
JULIÁN B. RUIZ
XII
PRÓLOGO
obstáculos insuperables para lograr estos resultados a partir de los materiales XIII
descritos. No es imaginable un joven doctorando extrayendo tanta cantidad
de consecuencias de unos simples inventarios de haciendas.
La mente reflexiva y la capacidad analítica de Jaime Torres fueron
separando los distintos elementos, valorándolos de forma individual y
comparada y obteniendo una versión de la evolución técnica de un complejo
productivo algo sofisticado, como era un ingenio, e igualmente de los problemas
humanos de la fuerza laboral esclava. Las muchas horas de encierro y reflexión,
de consulta paciente y meticulosa de datos y de todo tipo de fuentes escritas
ha dado como resultado este importante trabajo en el que a diferencia de lo
que suele ser habitual, a saber, que los documentos superen a la interpretación
en los recién iniciados, en éste la interpretación es con exceso parte mucho
más importante que la literalidad de los datos.
No obstante, tampoco ha ahorrado esfuerzos para hacer accesible al lector
la información de una forma plástica y visual, incorporando al texto la recons-
trucción del plano del trapiche de Guatire así como de la maquinaria más
compleja, caso de la noria que movía el molino o los hornos que producían la
miel de donde se extraía el azúcar o el guarapo. Este es otro de los rasgos
sorprendentes, fruto de esa mente bien formada: el que un pensador tan teórico
como Jaime Torres haya resuelto de forma tan certera la visualización de todo
el entramado de la hacienda.
Sólo en este contexto puede valorarse en su integridad el mérito de esta
obra que resuelve a partir de limitados elementos un tema importante en la
historiografía venezolana, que se une desde ahora a los otros estudios de propie-
dades jesuíticas de distintas regiones americanas. A partir de tres inventarios
de la Hacienda de Nuestra Señora de la Guía en el valle de Guatire, antes y
después de la expulsión de los jesuitas analiza la evolución de la explotación
relativa a inversiones para la ampliación y mejora de la explotación tanto como
para la adquisición de mano de obra esclava, según puede apreciarse a partir
de la planta de la hacienda, de la ampliación del ingenio, de la superficie de
las tierras cultivadas, de la maquinaria en operación y del valor patrimonial.
Los cuadros que él ha elaborado con la finalidad de hacer asequible de inmediato
la ponderación de cantidades en guarismos concretos y comparativos –no que
haya encontrado ya hechos en la documentación– superan ampliamente el medio
centenar. Varias otras haciendas son objeto de estudio, pues aunque Guatire
es la principal, el lector encontrará mucha información sobre los cultivos de
XIII
JULIÁN B. RUIZ
caña y cacaotero y sobre detalles tan curiosos como todos los tipos de enferme- XIV
dades que afectaban a la mano de obra esclava.
Creo que el profesor Torres ha mostrado en su estudio un modelo de
análisis cuantitativo sin quedarse en el puro número, sino trascendiendo a las
realidades humanas. No dudo que tendrá una importante acogida en el mundo
académico y que contribuirá a perfeccionar nuestro conocimiento del monu-
mental pasado americano.
XIV
XV
A modo de presentación
XV
JAIME TORRES SÁNCHEZ
De hecho, el inicio de los estudios sobre las haciendas coloniales y los XVI
vínculos de éstas con la Compañía de Jesús abrió un ciclo de vigencia temático
que se vinculó estrechamente a la emergencia del problema del subdesarrollo,
llevándolo a un primer plano en las ciencias sociales. La tematización de la
‘hacienda’ apareció, así, ligada a su importancia como gran unidad económica
y social nuclear en una larga evolución agraria, constituida como obstáculo
en el presente para la ampliación del proceso de acumulación de capital. Y
si la Orden había acumulado una gran riqueza en la actividad agrícola durante
los tres siglos coloniales al gestionar esas unidades de producción, era obvio
que el estudio de las haciendas jesuíticas no sólo era legítimo, sino que sus
resultados revestían una gran significación científica para comprender los
mecanismos de formación de esa riqueza y sus efectos en el proceso histórico.
El agotamiento de la reflexión sobre el ‘subdesarrollo’, tanto por el dramá-
tico cambio de la realidad histórica de los últimos treinta años como por la
esterilidad de proposiciones explicativas, ha sido también el debilitamiento
de un esfuerzo reflexivo sobre la misma historia que condujo a esa situación
de subdesarrollo. Por tanto, podría decirse que no sólo luce agotado ese campo
temático historiográfico económico, derivado de las incógnitas planteadas
al interior de las ciencias sociales, por pérdida de significación científica, sino
que ello es consecuencia de la descomposición de ese verdadero ‘programa de
investigación’ lakatiano que constituyó la noción de ‘subdesarrollo’. Ello no deja
de tener consecuencias negativas para la vigencia de una disciplina específica
que aborda el estudio de lo económico en el pasado. De ahí deriva, probablemen-
te, el renovado interés sobre una Historia social y, en el amplio espectro que
esta perspectiva abre, las preocupaciones, por ejemplo, sobre las ‘mentalidades’,
sobre los caracteres de la cultura popular, sobre el mundo campesino y sus
formas de inserción política, sobre esa historicidad molecular del abigarrado
mundo del ‘bajo pueblo’ urbano o sobre las formas de sociabilidad primarias
que permiten ampliar el conocimiento sobre la dinámica microsocial.
Lo importante, sin embargo, es que tal cese reflexivo sobre la fenomenolo-
gía del subdesarrollo no sólo se ha saldado en la esterilidad de las teorías sobre
el desarrollo, sino que la Historia misma ha sido incapaz de vertebrar una pers-
pectiva crítica más amplia. Y que el énfasis sobre lo que debería ser el desarrollo
–el centro de la preocupación sobre el subdesarrollo en las décadas de los
sesenta y setenta– presupone resolver el problema de cómo fue ese desenvolvi-
miento histórico. Tal presuposición requiere desechar la Historia como un
campo puramente empírico para poner a prueba hipótesis teóricas o ideológicas,
XVI
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
XVII
JAIME TORRES SÁNCHEZ
XVIII
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
presenta como dimensión real de las relaciones sociales, en sentido amplio, XIX
y no como mero entendimiento lingüístico. Es parte de la relación económica
y no efecto de las interacciones propias al proceso reproductivo. Esa ‘intersub-
jetividad’, dentro de la cual el productor rentista y el mercader se caracterizan
como sujetos sociales con comportamientos distintos, es un efecto de la repro-
ducción, la que no se presenta determinada por la autocomprensión normativa
de individuos comunicativamente socializados, sino condicionada por ella.
Una forma de acumulación histórica comprende también formas de intersubje-
tividad específicas a las relaciones económicas que la caracterizan. La com-
prensión histórica de estas formas de intersubjetividad –y no de ‘inter-subje-
tividad’, como se advierte– permite plantear en un terreno para mí más fértil
el problema de las ‘mentalidades’. El análisis del comportamiento económico,
ya ‘rentista’ o ya ‘capitalista’, creo que podría escapar del terreno de la raciona-
lidad abstracta del homus economicus o del terreno puramente empírico de
las ‘mentalidades’. Así sería posible comprender el comportamiento histórico
de los sujetos en esta sociedad colonial no sólo dentro de instituciones,
organizaciones o en las redes sociales en que actúan, sino que en su autocom-
prensión subjetiva que se presenta con caracteres sociales en una forma de
intersubjetividad, desprendiéndose el análisis de pretendidas ‘estructuras’ cuya
conjunción explicaría, casi por sumatoria, la capacidad de los sujetos históricos
para generar significados y sentidos en su acción. O, en el peor de los casos,
donde estos últimos son resultados externos y terminales de una ‘determinación’
estructural subyacente.
Me doy cuenta de que estas afirmaciones pueden aparecer desusadas,
pero son necesarias en un texto científico que circule en un medio pos-positivista
a comienzos del siglo XXI, que se hace cargo de sus puntos de partida y de
sus consecuencias. Aunque no por menos elementales no dejan de ser crítica-
mente comprometedoras. Por esto, debería ya quedar claro que los conceptos
utilizados para el análisis de los datos construidos a partir de los distintos
materiales documentales no han surgido tan sólo de una observación microeco-
nómica, fácticamente neutra, sino que suponen ciertas hipótesis sobre la
dinámica macroeconómica colonial. Por ello, el movimiento y organización
interna de las haciendas cacaoteras y azucareras en estudio es visto, por ejemplo,
en términos de una acumulación patrimonial y no como acumulación de capital,
admitiéndose a su vez en ese concepto no sólo árboles, tierras y hombres-cosas,
sino que también dinero.
XIX
JAIME TORRES SÁNCHEZ
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
entre gastos de producción e ingresos por venta, cambia de carácter cuando esa XXI
diferencia se produce entre gastos por compra, o inversión, e ingresos por venta.
Si este punto de partida conceptual resiste la prueba empírica del análisis
económico de las haciendas bajo estudio, las consecuencias para el entendi-
miento histórico de su dinámica y de la gestión jesuita de ellas son notables.
La conducción económica exitosa de la riqueza colonial por los representantes
de la Orden –y me doy cuenta que este concepto empírico es más rico para
el análisis de economías no modernas que el de ‘producto’ o ‘capital social’ de
la teoría económica actual– encuentra en parte su explicación en el hecho de
que sus administradores lograron captar, en la práctica, ambas lógicas y las
maximizaron en sus efectos. La acumulación exitosa de riqueza en el mundo
colonial pasó por el dominio o la articulación de ellas en prácticas especificas
las que, obviamente, no contaron con Tratados de Economía, aunque sí con
manuales de procedimientos.
Pero la articulación práctica del capital y la renta no significaba la
desaparición macroeconómica de sus distintos procesos de circulación como
valores. Y de aquí surge una segunda consecuencia, pues si ambas categorías
remiten a procesos distintos, quiere decir que la economía colonial es una
economía intrínsecamente disociada. El ámbito de producción de bienes
y de valor se presenta ‘estructuralmente’ separado de la circulación de ellos.
Pero precisamente en este hecho radica lo fundamental de la relación colonial,
como relación intrínsecamente política en lo económico, lo que quiere decir
que el capital colonial encuentra sus posibilidades de reproducción y ampliación,
precisamente, al diferenciarse coexistiendo con el valor renta. Y tal vínculo
económico contradictorio sólo es posible, en su reproducción, porque es el
Estado colonial el que crea el contexto favorable para ese nexo, ya que la eco-
nomía aquí se presenta subordinada a la política y no la política subordinada
a la economía. El curso institucional de la Compañía de Jesús en la Provincia
de Caracas desde 1752 a 1767 remite empíricamente a este aserto como parte,
por lo demás, de un periplo colonial más amplio, y trágico, de la Orden.
La vinculación entre renta y capital mercantil, dependiente del Estado
colonial, sobre la base de la disociación del mundo de la producción de los
procesos de circulación es el núcleo de una forma de acumulación no moderna,
por la cual la riqueza crece cuantitativamente, por así decir, en razón directa
al grado de coordinación de esas dos esferas por los sujetos económicos y,
en razón inversa al tiempo de circulación de los valores renta-dinero y capital,
bajo condiciones de productividad dadas. Si se afirma que sus fundamentos
siguen siendo, sin embargo, la creación y la distribución de tales valores, creo
XXI
JAIME TORRES SÁNCHEZ
El Autor
XXII
1
Introducción
Patrimonio y riqueza del Colegio de Caracas en 1767
1 Padre Antonio Astraín, S. J., Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España, Madrid,
Sucesores de Ribadeneyra, 1913, tomo II, cap. X, ps. 591-609.
2 Ibid., tomo V, cap. VII, ps. 457-468.
3 Edda O. Samudio A., “La fundación de los Colegios de la Compañía de Jesús en la Provincia de
Venezuela. Dotación de un patrimonio”, en José del Rey Fajardo, S. J., (edit.), La Pedagogía Jesuítica
en Venezuela 1628-1767, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1991, tomo I, p. 510.
1
JAIME TORRES SÁNCHEZ
2
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
3
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Así, el 22 de agosto de 1735, cuatro días después de la carta del padre José 4
de Rojas al obispo, el cabildo de Caracas pidió la fundación del colegio
señalando que se disponía de alrededor de 20.000 pesos, valor del convento
de las Carmelitas, que estaba desocupado, y de 40.000 pesos más 14. En la misma
fecha, la universidad de Caracas apoyó ante el Rey dicha fundación, alegando
la existencia de 20.000 pesos “y otros cuarenta mil que hay efectivos y moral-
mente ciertos para dicha fundación (según noticias que tenemos)” 15. Una escri-
tura de depósito del 25 de agosto certificó que el obispo don José Félix Valverde
tenía en su poder esos 40.000 pesos, “que han contribuido ofrecido y prometido
diferentes personas de esta actividad y Provincia”, para la fundación del
colegio, más 3.000 pesos de unas tierras de Sabana Larga donadas por Sebastián
de la Torre 16. Tres días después el mismo padre José de Rojas aceptaba esta
escritura pública, “para que auténticamente conste a dicho mi parte el estado de
dicha fundación, para proceder en su vista a dar las providencias convenientes
para que ejecute dicha fundación, por tanto, y haciendo el pedimento que más
convenga” 17. A lo que añadía 20.858 pesos, tres reales, valor de la construcción
del monasterio e iglesia de Santa Rosalía.
En ese mismo año de 1735, el 21 de octubre, el padre Jaime López solicitó
la Real aprobación para la fundación del colegio, acompañando el comprobante
de un depósito de 40.000 pesos en poder del obispo de Caracas y un avalúo de
la iglesia de Santa Rosalía y convento de las Madres Carmelitas por valor de
20.000 pesos 18.
Si se ha establecido que desde 1732 existían donaciones y limosnas de
vecinos de Caracas, antes de ese año hubo intenciones de búsqueda de fondos
para el proyecto. Así, el 2 de abril de 1731 se comunicó al cabildo de la ciudad
que el padre Agustín González de la Compañía de Jesús de Santa Fe había
manifestado el deseo de la Orden de fundar un colegio, a lo cual el cabildo
dio su apoyo señalando que el gobernador y capitulares podían dedicarse a
14 Archivo del Consejo Municipal, Caracas, Actas del cabildo, 1734-36, Sesión del 22 de agosto
de 1735, en Del Rey Fajardo, op. cit., 1979, II, ps. 582-584.
15 AGI, Santo Domingo 796, La Universidad de Caracas informa a S. M., Caracas, 22 de agosto
de 1735, s. f.
16 AGI, Santo Domingo 716, Escritura pública, Caracas, 25 de agosto de 1735, s. f.
17 ANCH-FJ, 211, El padre José de Rojas, de la Compañía de Jesús y secretario de la Provincia del
Nuevo Reino de Granada al ilustrísimo obispo de Caracas, Caracas, 28 de agosto de 1735, f. 354.
18 AGI, Santo Domingo 796, Carta del Provincial padre Jaime López a S. M., Cartagena, 21 de octubre
de 1735, s. f.
4
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buscar dichos fondos entre los vecinos 19. No cabe duda, por tanto, que antes 5
de 1732 no hubo donaciones ni limosnas de los vecinos de la ciudad. Pero si se
acepta la afirmación del obispo Valverde, del 25 de agosto de 1735, de que los
40.000 pesos existentes eran resultado de las donaciones de los vecinos de
Caracas, resultaría que ese generoso esfuerzo habría ocurrido entre 1732 y 1735.
Esta interpretación merece dudas, por el escaso tiempo en que tan cuantiosa
donación se habría efectuado y por la generosidad que atribuye a los vecinos
de Caracas. Respecto a ambos aspectos pueden oponerse reparos documentales.
En efecto, si se considera el primero de ellos, puede aducirse que en la sesión
del cabildo del 7 de mayo de 1719, el procurador general don Nicolás de Ponte:
“dijo que el Muy Reverendo Padre Fray Salvador de Cádiz... le ha dado noticia
cómo estando en la ciudad de Santa Fe, de donde acaba de venir, supo que don
José Blanco, vecino de dicha ciudad, tenía aplicados de su caudal cuarenta
mil para que los Reverendos Padres de la Sagrada Compañía de Jesús fundasen
un Colegio de su Orden en la ciudad de Mariquita, cuya oferta y proposición
no habían admitido... con cuya noticia pasó a comunicar la materia con el dicho
don José Blanco proponiéndole el gran servicio que haría a Dios... aplicando
la dicha cantidad de cuarenta mil pesos para que se ejecutase en esta ciudad
la fundación que no se había podido conseguir en Mariquita, a que asintió por
su parte el dicho don José Blanco” 20.
19 Archivo del Concejo Municipal, Caracas, Actas del cabildo, 1731-33, Sesión de 2 de abril de 1731,
fol. 47, en Del Rey Fajardo, op. cit., 1979, I, ps. 572-573.
20 Ibid, Actas del cabildo, Años 1719-1720, Sesión de 7 de mayo de 1719, en Del Rey Fajardo, op.
cit., 1979, I, ps. 570-572.
21 Ibidem.
5
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27 AGI, Santo Domingo 716, El padre Ignacio Ferrer al ilustrísimo obispo de Caracas, Guarenas, 14 de
enero de 1747, s. f.
28 AHN, Clero 128/15, fs., Petición de don José Martínez de Porras al ilustrísimo obispo de Caracas,
Caracas, 26 de noviembre de 1750, fs. 31 v.-33 v.
29 Eduardo Arcila Farías, Comercio entre Venezuela y México en los siglos XVII y XVIII, México,
Fondo de Cultura Económica, 1950, p. 135.
7
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30 AHN, Clero 128/15, Petición del Superior de la Residencia padre Jaime de Torres, Caracas, 9
de octubre de 1753, f. 47 v.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
Como se verá más adelante, los valores de las dos haciendas no se corres-
pondían con los avalúos calculados a partir de datos parciales, porque eran supe-
riores. En todo caso, el eje del crecimiento patrimonial futuro aparece ya cen-
trado en la explotación del cacao, pues ambas unidades habían sido compradas.
La donación de don Fernando Perera Lozano estaba condicionada a “la
precisa condición de que no verificándose esta dentro del término de ocho
años que empezaron a correr desde el día veinte y dos de septiembre del año
también pasado de mil setecientos cuarenta y ocho en que falleció... y que
de no verificarse se dé a dicho remanente otro destino” 31. Tal condición, al
parecer, explica que en este avalúo no haya figurado el contenido de la donación
misma, que consistió, en lo que se conocería posteriormente como hacienda
de 'Mayupán' 32. Las restantes donaciones de particulares pueden examinarse
en el Cuadro siguiente.
9
JAIME TORRES SÁNCHEZ
33 Para la lista de las familias de la élite caraqueña, ver: Robert J. Ferry, The colonial elite of early
Caracas. Formation and crisis. 1567-1767, Berkeley, University of California Press, 1989, Apéndice H e I.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
manifestado por la mayoría de los vecinos de Caracas desde 1732 por la insta- 11
lación de la Compañía de Jesús, no parecía tener correspondencia con las
aportaciones económicas efectivas 34.
Fuente: AHN, Clero 128/15, doc. cit., Caracas, 26 de noviembre de 1750, fs. 30 v.-31.
* Había pagado 300 pesos.
34 Entre los diez informes enviados al Rey justificando la necesidad de fundación de un colegio de
la Compañía en Caracas, entre 1732 y 1735, uno fue del Cabildo, Justicia y Regimiento del 22 de agosto
de 1735, que era el organismo de representación de los vecinos más conspicuos. AGI, Santo Domingo
796 y 716, s. f.
11
JAIME TORRES SÁNCHEZ
35 AHN, Clero 128/15, Real Cédula de Buen Retiro, 20 de diciembre de 1752, fs. 48-50.
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45 AGI, Santo Domingo 787, Padrón de haciendas de arboledas de cacao de la Provincia de Caracas,
Caracas, 14 de diciembre de 1744, s. f.
16
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46 Para valor de 1752 ver AGI, Caracas 368, “Relación y noticia de todas las haciendas, que a la
fecha de ésta se hallan en esta Provincia de Venezuela... de lo que... producen sus frutos... de azúcar blanca,
papelones”, Caracas, 25 de abril de 1752, s. f. Para los ingresos de las haciendas cacaoteras, Cuadro Nº 65.
17
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productividad de los esclavos 56. La baja relación entre su 'beneficio' medio anual 21
y el patrimonio agrícola, 1,6 % anual, explica por qué el Colegio de Mérida
no financió sus gastos entre 1745-67, de tal modo que tuvieron que ser pagados
con los recursos acumulados anteriormente 57. Es decir, en el momento de la
expropiación, si ambos colegios mostraban un cuadro de crisis, el de Caracas
exhibía mejores datos económicos de base, aunque nada se sabe del balance
final entre la totalidad de los gastos de este último y de los excedentes generados
por las haciendas.
56 Ibid., p. 337.
57 Ibid., p. 330.
58 José del Rey Fajardo, “El patrimonio económico del colegio jesuítico del Maracaibo hispánico”,
Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Nº249, LXIII, Caracas, 1980, ps. 73-84.
21
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más de 38.045 árboles de cacao, tenía 130 esclavos de todas edades 59. Si se 22
consideran los 27.195 árboles de cacao 'frutales' al precio general en la Provincia
de Caracas hacia esa fecha, éstos valían 27.195 pesos. Y si los esclavos se ava-
lúan al precio medio, mínimo, de 150 pesos 60, se tendría una estimación muy
conservadora de un patrimonio en ambos rubros de 46.695 pesos. Estas cifras
podrían indicar que, tal vez, la Residencia de Maracaibo, estaba en una situación
patrimonial inferior a la del Colegio de Caracas, aunque es probable que su
volumen total de riqueza haya sido mayor que el calculado.
22
Primera Parte
Ecología
y
Trabajo
25
1 Pedro Cunill B., Venezuela, Madrid, Anaya, D. L.,1988, ps. 44-45, 53-55.
2 P. Michael McKinley, Pre-revolutionary Caracas. Politics, economy, and society. 1777-1811,
Cambridge, G. B., Cambridge University Press, 1985, ps. 9-11.
25
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26
26
27
Capítulo I
El cultivo del cacao
27
JAIME TORRES SÁNCHEZ
6 Sobre la importancia del 'saber' y la 'información' para el análisis histórico de la 'organización' ver
Patrick Fridenson, “Les organisations, un nouvel object”. En Annales ESC, nov.-déc., 1989, n°6, p. 1164.
7 Francisco Depons, Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América Meridional (dos vols.),
Caracas, Banco Central de Venezuela, 1960, II, p. 25.
8 Ibid., I, p. 99.
9 AGI, Caracas 158, “Avisos sobre la agricultura singularmente propia de las Provincias de N.
Andalucía y N. Barcelona para el uso de los corregidores y misioneros encargados de la dirección de las
sementeras de los Indios en común y en particular”, Luis de Chávez y Mendoza, Cumaná, 8 de febrero
de 1784, fs. 510 v.-511.
10 Depons, op. cit., II, p. 24.
28
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
ideas: “El cultivo del cacaotero es muy trabajoso. Todos los días del año debe 29
trabajarse con perseverancia” 11.
Los principales problemas asociados a cada una de las fases de su manejo,
se presentaban a fines del siglo XVIII acotados y resueltos. Las haciendas de
cacao requerían una adecuada elección del terreno, su preparación, la siembra,
la cosecha, y un adecuado mantenimiento de las plantaciones. Sin embargo,
el análisis de este conjunto de prácticas, conocimientos y creencias 12, revela
que su cultivo exigía crear sistemas ecológicos con fuertes exigencias de manejo
agronómico especializado, lo que requería una gestión sistemática sólo posible
con un proceso de trabajo organizado en estrecha dependencia.
29
JAIME TORRES SÁNCHEZ
2.– SIEMBRA
No parecía caber duda para Depons, respecto a que el cacao podía sem-
brarse de acuerdo a dos métodos: el almácigo y trasplante, y el sembrado directo
por granos. Después de haber sembrado el plátano, el bucare, y hecho el hoyo,
a cuyo alrededor se plantaban cuatro matas de yuca, a los dos meses se sembraba
el cacao “el cual se da mejor mientras más pequeña es la planta... porque las
grandes requieren más trabajo para transportarlas y sembrarlas. Además,
muchas de ellas mueren, y las que no, echan vástagos y nunca llegan a valer la
pena. El pie de cacao, cuando se trasplanta, no debe pasar de treinta y seis
pulgadas” 21. En cambio, “cuando de una vez se quiere sembrar con granos
17 AGI, Caracas 158, f. 530, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784.
18 Depons, op. cit., II, p. 16.
19 Miranda, op. cit., p. 213.
20 Rafael y Fiorela Ciferri, Reconocimiento de la explotación cacaotera de los valles de riego del
sector central (Estado Aragua), Caracas, Ministerio de Agricultura y Cría, 1949, p. 57.
21 Depons, op. cit., II, p. 17. En el área de Carúpano también se usaba el almácigo, A. de Humboldt,
Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente, (cuatro vols.), Caracas, Biblioteca Venezolana
de Cultura, 1956, tomo II, p. 113.
30
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
–cosa que nunca se hace en Tierra Firme– se colocan dos granos en la tierra, 31
como para formar almácigos, de modo que queden al nivel del suelo. Luego
se les cubre con una hoja de plátano doblada en tres, la cual se sujeta con un
peso pequeño. Cuando brota el grano, se quita la hoja de plátano. Si han germi-
nado los dos granos, se arranca el pie más débil para asegurar la robustez
del otro” 22.
Llama la atención la seguridad de su afirmación sobre la no utilización
de este segundo método en Tierra Firme, apreciación en la que también lo sigue
Barral que, aunque no estuvo en Venezuela, dispuso de las notas de un experto
que visitó el país: “Hay países donde se siembra directamente la semilla de
cacao; en Venezuela prefieren, con razón, tener un criadero de pequeñas plan-
tas en un terreno fértil y preparado convenientemente” 23. Sin embargo, en el
documento ya citado de Miranda, se supone la utilización de los dos en el área
centro costera, pues “se puede sembrar de grano, poniendo dos o tres de éstos,
casi inmediatos, para ver cuál de ellos sale mejor”. Y “para no perder tiempo
en la fundación y creación de una hacienda desde que se roza la tierra hasta
que se puede plantar la arboleda... se hacen almácigos con semilleros” 24.
Observaciones de 1784 añaden más elementos a la forma de hacer los
almácigos, aunque están referidas a las plantaciones del oriente: “Para el mejor
cultivo del cacao se forman almácigos con el grano de este fruto... procurando
inmediatamente hacer barbacoas, o tinglados... de hojas de plátano u otra seme-
jante”. Y agrega, “y aunque acostumbran a formar los almácigos dentro de los
hailados, o platanales por evitar el trabajo de las barbacoas, pero este método
no se ha hallado útil antes sí perjudicial pues en los aguaceros caen las gotas
de la hoja de plátanos muy gruesas y cavan la tierra, de que resulta descubrirse
el grano del cacao” 25. No cabe duda, por tanto, de que la aseveración de Depons
era inexacta, pues el procedimiento de siembra por grano directamente en el
sitio definitivo del árbol también se acostumbraba, aunque su observación
central respecto al predominio del método por almácigo sigue siendo válida.
Además, estimaba que en el área central costera, el árbol estaba en condiciones
de producir a los siete años y tenía una vida útil de cincuenta, y en el interior
22 Ibid., p. 18.
23 Barral, op. cit., ps. 84-85.
24 Miranda, op. cit., ps. 213-214.
25 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, fs. 530 v.
31
JAIME TORRES SÁNCHEZ
producía a los ocho años y tenía frutos hasta los treinta 26. En cambio, Humboldt 32
establecía un período de ocho a diez años para producir en la misma zona.
Más precisas, pero no sustancialmente distintas, son las observaciones
de Codazzi, para el cual el ciclo de vida útil variaba de 30 a 50 años con una
edad de inicio productivo de siete a ocho años, según fueran plantíos de la costa
o del interior, aunque los promedios que establece son de 40 años y seis años
y medio, respectivamente 27.
Preocupado por mostrar la rentabilidad de una plantación, Miranda pro-
porciona otros detalles: “A los diez años, ya es arboleda legítimamente frutal,
no obstante de que a los cinco años empieza a dar; pero esto es sin formalidad,
aunque sufraga en este tiempo hasta los diez, para el gasto de la casa” 28. Barral
menciona al respecto una costumbre que probablemente era colonial, cuando
señalaba que, si el cacaotero daba flores a los treinta meses, “muchos agricul-
tores destruyen las primeras flores a fin de que los frutos no salgan hasta los
cuatro años”. Y añadía una observación que en parte puede explicar la relativa
variabilidad de tiempo en el inicio del ciclo productivo de las plantaciones:
“Los frutos sólo fructifican precozmente cuando están en muy buena situación
y la temperatura media es de 27 y 28 grados; si la situación no es tan buena,
los primeros frutos del cacaotero sólo se obtienen al cabo de 7 u 8 años” 29.
En todo caso, este último autor tendía a acercarse a las estimaciones de Depons
y Codazzi, pues establecía como norma general que “en buen terreno, empieza
a los siete años y dura cuarenta años” 30.
Había una variabilidad regional al respecto, pues en las provincias de
Nueva Andalucía y Nueva Barcelona también fructificaba precozmente, al
parecer, con lo cual “para que recompense el trabajo del cultivador, ha de
contar la plantación cinco años” 31. Humboldt, que tuvo ocasión de encontrarlo
todavía en estado silvestre después de atravesar los raudales de Atures y
Maipures, en el Alto Orinoco y en el Ventuari, opinaba que fructificaba en
esa zona desde los cuatro años 32.
26 Depons, op. cit., II, p. 25.
27 Agustín Codazzi, Resumen de la geografía de Venezuela. Venezuela en 1841, (dos vols.), Caracas,
1940, I, ps. 178-181, 155-157.
28 Miranda, op. cit., ps. 215-216.
29 Barral, op. cit., p. 85.
30 Ibid., ps. 86-87.
31 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 530.
32 Humboldt, op. cit., III, p.133; IV, p. 165.
32
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3.– COSECHA 33
33
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ser procesado. A éste se refería cuando apuntaba que, “las mazorcas que no 34
están maduras deben dejarse tres días amontonadas y cubiertas con hojas
de plátano para que maduren” 37. Probablemente, la calidad de este cacao
resultante era de inferior calidad a la del primero. El tercer tipo era el que no
podía madurar de manera inducida.
El proceso posterior al desgranado pone en evidencia el problema central
del producto, su baja capacidad de conservación, la que Humboldt pone de
relieve al compararla con la del café, el que podía conservarse muchos años,
“mientras que el cacao, a pesar de los cuidados que se ponen, se corrompe en
los almacenes, pasados diez meses o un año” 38. Observación que coincide
también con la de Depons cuando apunta que, no obstante todo lo que se haga
por mantenerlo en buenas condiciones, “es raro que esté todavía vendible
después de transcurrido un año” 39. De ahí la importancia del tratamiento
posterior al desgranado y los peligros que comportaba, según se desprende
de estas observaciones, que parecen resumir la experiencia agrícola de más
de un siglo y medio de cultivo: “Hay que asolear siempre el cacao el cuarto
día después de haberlo recogido, y repetir diariamente la operación hasta
que esté bien seco... Si no se asolea bastante se vuelve mohoso; si se asolea
demasiado se seca y pulveriza; en ambos casos se pudre fácilmente... Si a causa
de las lluvias no se puede sacar el cacao al sol, precisa extenderlo en
departamentos, corredores o galerías preparados al efecto en la hacienda.
No puede demorarse esta operación sin correr riesgo de perder la cosecha” 40.
La ausencia de mayores precisiones de este observador respecto a esas
operaciones, permite pensar que, tal vez, su énfasis en la conservación del grano
respondía a que la hacía depender estrechamente de un adecuado secamiento.
Por ello no da mayores luces acerca de los primeros cuatro días de cosecha
del grano al cabo de los cuales, según él, había que asolearlo. Tarea que se com-
plementaba con otras, pues “mucho se ha hecho por la conservación del cacao
cuando se han suprimido los granos verdes o pasados, se ha evitado que se
maltrate al sacarlo, se ha tratado de que no quede con él basura alguna, y
se ha almacenado luego en lugar seco y no expuesto al aire” 41.
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49 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 531.
50 Depons, op. cit., II, p. 21.
51 Ibid.,II, p. 21.
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autor que escribe en la segunda mitad del XIX, distingue el cacao seco, estable- 45
ciendo que, “en general, se obtiene de 45 a 50 kilogramos de cacao seco para
la venta, por cada 100 kg de almendras frescas” 75. El problema es, por tanto,
saber a qué tipo de cacao se referían los restantes autores. Si se consideran los
rendimientos por árbol, se advertirá que los dos primeros autores proporcionan
datos sustancialmente más elevados, de 1,125 a 1,575 kilogramos y que en
los restantes, con excepción de Barral, los valores fluctúan entre 0,460 y 0,690.
Las discrepancias son de magnitud entre ambos grupos de fuentes. Debe
considerarse además, que para 1720 los promedios de rendimiento por árbol
en la jurisdicción de Caracas fluctuaron entre 0,506 y 0,757 para la Costa e
Interior, con un máximo de 1,265 para los valles de Caucagua y del Tuy en
Tierra Adentro 76.
45
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árbol para determinar la producción de cacao para ciertas áreas, es más probable 46
que considerara esa dificultad de medición. Y que se refiriera a un tipo de cacao
uniforme, una cantidad de 'cacao seco' que era la que servía para propósitos
de análisis fiscal. Si se asume que los datos proporcionados por los dos primeros
autores son de 'cacao almendra', según la relación establecida por Barral, se
podrían calcular los valores en cacao seco, para examinar en qué medida se
acercan éstos a los valores del segundo grupo de autores, los que se presentan
en el Cuadro siguiente.
46
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anual por árbol tiende a acercarse en torno a 0,600, valor también más o menos 47
equidistante de los conocidos en 1720 para las regiones de la Costa y del
Interior. Se advierte que, en la primera mitad del siglo, los rendimientos de
las nuevas tierras incorporadas al cultivo virtualmente duplicaban al de las
más antiguas. A partir de estos datos podría estimarse el producto medio por
superficie. En el Cuadro siguiente se proporcionan los datos ordenados.
47
49
Capítulo II
El cultivo de la caña de azúcar
1 Mervyn Ratekin, “The early sugar industry in Española”, Hispanic American Historical Review,
XXXIV, February, 1958, ps. 1-20.
2 Humboldt, op. cit., III, p. 104. En el estudio más reciente no hay observaciones sobre este problema.
Ver J. H. Galloway, The sugar cane industry. An historical geography from its origins to 1914, Great Britain,
Cambridge University Press, 1989.
3 Ferry, op. cit., p. 46.
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ha sido hasta ahora en absoluto nula” 10. Esta pretendida significación cuanti- 51
tativa dentro de la demanda no tenía, evidentemente, similar importancia
alimentaria, pues el peso de ambos productos dentro del régimen nutricional
fue secundario en aportación de calorías durante el siglo XVIII en relación al
maíz, cazabe y carne 11.
En la Provincia de Caracas, según Depons, existían terrenos adecuados
para su cultivo en las áreas cercanas a las ciudades en las que existían haciendas
cañeras, aunque había algunas tan alejadas como uno o dos días de distancia.
Con todo, esos trayectos a recorrer, veinte leguas, podían considerarse todavía
cercanos, dada la enorme extensión del país. Y aunque el cultivo era exigente
–además de un clima cálido requería suelos esponjosos y “tierra rica, cuya
capa productiva tenga por lo menos un pie de profundidad”– la existencia de
un “terreno pingüe y cargado de ceniza” era condición para un azúcar “buena
y abundante”. Además de la tierra, los hacendados del país “tienen todo el
talento necesario para reconocer los terrenos convenientes a la caña. La cali-
dad del producto lo demuestra de modo indiscutible” 12. Al parecer, las ventajas
del cultivo en la Provincia radicaban primordialmente en la calidad de los suelos
y en la habilidad para reconocerlos.
Al tenor de la desconfianza de Depons en las capacidades empresariales
de los criollos, las posibilidades naturales que para el cultivo atribuía a la Pro-
vincia adquieren mayor significación, al compararlas con observaciones respecto
a las plantaciones de Barbados de mediados del siglo XVII. Para Watts, con
los recursos de la época el cultivo de la caña no era sencillo, pues “exigía tanto
de los recursos del medio natural que planteaba dificultades para el adecuado
desbroce y preparación del terreno y, llegado el momento, para mantener su
calidad. Además, no siempre se comprendían plenamente las sutilezas de la
transformación de la caña, por lo que, en ocasiones, el producto final resultaba
decepcionante” 13. Respecto al problema de si estas dificultades generales plan-
teadas para el cultivo de la caña fueron compensadas en la Provincia por la
disponibilidad y calidad de los recursos naturales básicos, Depons parece
51
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1.– CULTIVO
52
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
la calidad de los terrenos para la siembra de la caña sugieren que los más apro- 53
piados eran los recién desmontados. No se encuentran informaciones respecto
a las prácticas del desmonte, aspecto particularmente importante para un tipo de
cultivo que tendía a agotar rápidamente la tierra y que consumía grandes canti-
dades de leña. Se sabe que en la segunda mitad del siglo XVIII la estabilidad
espacial de un ingenio era de 40 años, de modo que éste “fue un ente trashu-
mante... Sembrando una sola variedad de caña –la criolla– y trabajando con
métodos primitivos que únicamente transformaban en azúcar del dos al tres
por ciento de la caña procesada –rendimiento industrial– fue necesario cultivar
sólo tierras de excepcional fertilidad”. A lo que se unía el escaso rendimiento
energético de las hornallas 18.
En la experiencia cubana del siglo XIX, aunque producto de observación
de prácticas ancestrales, el desmonte era una actividad ya altamente sistema-
tizada. Primero se cortaba la vegetación más pequeña que los árboles, con
el objetivo de aislarlos, y después se los cortaba para sus distintos usos. A conti-
nuación se trazaban cortafuegos que también limitaban las tierras, y se procedía
a quemar por dos veces –algunos agricultores preferían la limpieza sin fuego–
constituyendo la ceniza un abono adicional 19. Parece dudoso que en Tierra Firme
tales procedimientos estuvieran en práctica antes de fines del siglo XVIII, y es
más probable que se impusiera la tecnología del cultivo del cacaotero, en la que
se utilizaba el fuego de una manera más primitiva, como señala Miranda:
“Primeramente se roza la montaña, y ésta se deja el tiempo de cinco o seis
meses para que el sol y el agua seque y pudra los árboles, en cuyo tiempo se
cría algún montecito que llaman rastrojo, que se macanea o destruye cuando
se quiere quemar la roza para que este montecito cause el fuego a la montaña
derribada. Quemada ya la roza, si la tierra es de riego, se le mete el agua
para mitigarle el fuego... (y)... para prepararla de las regaderas que necesite
cuando esté plantada la arboleda para su riego” 20. Esta era la práctica, en
fin de cuentas, del cultivo de 'conuco'.
La distribución del espacio era posteriormente otro aspecto importante,
pues en tanto el cultivo requería provisiones de agua regulares, era necesario
construir acequias de regadío y de desagüe. Y, además, se necesitaba un
18 Manuel Moreno Fraginals, El Ingenio. Complejo económico-social cubano del azúcar, (dos vols.),
La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1986, I, p. 52.
19 Don Alvaro Reynoso, Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, La Habana, 1963, ps. 1-7.
20 Miranda, op. cit., ps. 212-213.
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cavando los montones con estacas, de modo muy semejante a la práctica india 59
de los CONUCOS, de la que probablemente se derivaba” 39.
Al parecer, el sistema preservaba de la erosión a los terrenos en pendiente,
pues en el Caribe inglés se introdujo un sistema basado en los mismos prin-
cipios, como procedimiento de control, después de haber utilizado ampliamente
el sistema de surcos confeccionados por arado 40. El autor estima este sistema
de hoyo como originado en Barbados en el primer decenio del siglo XVIII.
Este método, al parecer, se diferenciaba en un comienzo del utilizado por la
cultura indígena prehispánica y por los agricultores de Barbados. Consistía
tan sólo en pequeñas perforaciones que se hacían en el suelo a cada trecho
en las que se colocaban las estacas. Era ineficaz ya que las raíces no crecían
adecuadamente y las cañas se pudrían rápidamente. Sin embargo, el autor no
proporciona elementos para diferenciar técnicamente los dos sistemas 41.
No se sabe desde qué fecha se usaba ni en qué medida estaba extendida la
costumbre de separar los tablones de caña en Tierra Firme, pero en una hacienda
de los valles del Tuy a fines del siglo XVIII éstos “están separados por vallados
de una gramínea colosal, la Lata o Synerium de hojas dísticas” 42. A fines
del siglo, la cultura agrícola de las Indias Occidentales se conoció en la
Provincia de Caracas, de modo que algunas grandes plantaciones pudieron
adaptarse al modelo francés. Aunque la descripción de Humboldt es muy
sumaria, es posible que la disposición de las casas de esta hacienda siguiera
modelos ya preestablecidos (ver Figura Nº 2), en la medida que confirmaba
que, “la casa del propietario, colocada en un montículo de 15 a 20 toesas
de elevación, está circundada por las chozas de los negros” 43, lo que recuerda
las recomendaciones formuladas por P. Labat a comienzos del siglo respecto
a la construcción de la casa del propietario 44.
La distribución del espacio de cultivo, resultante de la necesaria progra-
mación de los trabajos de una hacienda, requería también considerar la ubicación
y extensión de las tierras de barbecho, de los cultivos alimenticios y de la
estructura de procesamiento: trapiche, casa de pailas, casa de purgas y secadero.
Tales aspectos no fueron descritos por estos autores, más allá de la observación
59
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En todo caso, entre 1800, año en que Humboldt describe la hacienda 'La
Urbina' de don José de Manterola 46, y 1850, en que Lisboa constataba que
en la hacienda 'Rincón del Valle' había una acequia de riego avaluada en 25.000
pesos 47, el cultivo había experimentado cambios sustanciales, por lo menos
a nivel de las grandes unidades productivas. En esta última hacienda, al parecer
ubicada en una planicie cercana al río Guatire, los tablones se trazaban mediante
arados tirados por bueyes en cuadrados de 400 'palmos', 100 varas por lado,
con caminos y acequias y orillas adornadas de moreras.
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La caña se plantaba “en surcos, como entre nosotros, unas veces inclinada, 61
otras a voleo” 48. Indicio o no de continuidad de prácticas de cultivo, estos
procedimientos se acompañaban de otros que no tenían precedentes coloniales.
Un nuevo método de limpieza de las yerbas era claramente una innovación,
la que se efectuaba mediante “unos rollos o rodillos de metal pesados y armados
con puntas de hierro en toda su superficie que, desmenuzando todos los terrones
que encontraban enteros, dejaban la tierra labrada tan fina e igual como lo
puede desear el más exigente jardinero” 49.
El desyerbado se efectuaba después de los diez o quince días que tardaba en
desarrollarse el tallo de la planta, y las dos o tres “limpias” se acompañaban de
un “aporco”, por el cual se cubría la base con parte de la tierra ya limpia 50. El
autor no señala, sin embargo, cuáles eran los instrumentos que se utilizaban. En
Morelos, los campos de caña se araban previamente y después se trazaban los
surcos de irrigación y en el desyerbado se utilizaba la 'coa' por los trabajadores
indígenas, aunque el azadón o azada se había empleado en el siglo XVI 51.
En la Provincia de Caracas la presencia de trabajadores indígenas en las
plantaciones de caña no parece muy probable 52 y como los inventarios de ha-
ciendas mencionan azadas y 'tacises', es posible que éstos hayan sido los instru-
mentos predominantes en el cultivo en este período. Nada se sabe de las prác-
ticas de la irrigación, aunque es posible que no difirieran demasiado de aquéllas
sobre las que legisló la jurisprudencia colonial. Hay evidencias de que en el valle
de Guatire, por ejemplo, la escasez de agua obligó en algún momento a una
intervención reguladora, tal vez un 'turno de agua', en el uso de esos recursos 53.
Según Depons, la caña “debe cortarse con hoz, dándole un corte muy cerca
de la raíz y otro a poca distancia del cogollo, salvo en el caso de que haya
de resembrarse algún tablón; entonces se deja para semilla la parte de la caña
mas tierna próxima al cogollo” 54. No es posible encontrar en los inventarios
48 Ibidem.
49 Ibidem.
50 Depons, op. cit., II, p. 55.
51 Barrett, op. cit., ps. 99-101.
52 La población indígena era poco más del 12 % de la población total a fines del siglo XVIII. Ver
Eduardo Arcila Farías, El régimen de la encomienda en Venezuela, Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1966, ps. 67-70.
53 AHN, Clero 126/33, Petición del Defensor de las Temporalidades al gobernador, Caracas, 18 de
septiembre de 1772, f. 247. El doctor Francisco de Palacios y Sojo practicó una “retasa” en el río de Guatire
por orden, al parecer, de una Junta de Aguas del Valle.
54 Depons, op. cit., II, p. 56.
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por cada tablón, procediéndose luego a la resiembra 59. En las tierras malas, al 63
tercer corte se producía la mitad del azúcar de la semilla original. Al admitir un
ciclo productivo de cinco años, cuatro cortes eran los que permitían un aprove-
chamiento óptimo de la caña 60.
Al parecer, en la Provincia de Nueva Andalucía, en el valle de Cumanacoa,
el aprovechamiento de los retoños permitía más de seis cortes sin resiembra 61.
En el valle de Guatire hacia 1753 el número de cortes era aún mayor, según se
verá más adelante. Esta práctica de las cosechas de retoños en el siglo XVIII
parecía típica de los terrenos fértiles, pues en las islas del Caribe inglés, a medi-
da que el suelo se deterioraba, se tendía a la replantación. En las islas francesas,
en cambio, “siempre habían preferido la replantación a las cosechas de
retoños” 62.
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De 1784 data una descripción general sobre el tratamiento del jugo obte-
nido de la molienda que podría reflejar las prácticas y la tecnología en uso
en toda Tierra Firme, aun cuando está referida, a título normativo, para Nueva
Andalucía y podría haber sido recogida de los usos de La Española:
73 Ibid., p. 198.
74 Ibid., p. 201.
75 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 159.
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“Pasa del trapiche el guarapo por un canal que se construye de madera, hasta
caer en una canoa suficiente a llenar la paila mayor suponiendo que de éstas ha
de haber cuatro de mayor a menor. Se mantiene en la grande hasta espumarlo pa-
ra lo que se le echa cal suficiente hasta lograr la limpieza del guarapo, que se
conocerá cuando haya dejado de arrojar una espuma negra y gruesa. Luego se
traspone en la segunda que se llama limpia en un cajón que se fabrica de palos
embutidos en dos tablas de un lado y otro, echando encima un paño de coleta
para recibir las heces que despide el guarapo. En esta segunda paila, hasta que
llegue a un punto casi de melado y se muda en las dos restantes y en la más
66
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y batiéndolo hasta aquel caso con una pala suavemente y con poca fuerza para 68
que tome fuerza y forme grano” 76.
Del ‘trapiche’ donde se molía la caña, pasaba el zumo o ‘guarapo’ por una
‘canal’ fija de madera, por donde escurría al lugar donde se le procesaba por
cocción en la denominada 'casa de pailas'. En ella estaban las hornallas y las
cuatro pailas o fondos, de las que la más grande se llamaba 'paila mayor' y la
siguiente en tamaño y orden de cocción, la 'limpia'. En la primera se le añadía
cal al guarapo y en la segunda, después de otro tiempo de cocción, se filtraba
con un paño. Así como el zumo de la caña se trasladaba de la canal a la primera
paila en una 'canoa', o depósito móvil de madera, también, seguramente, se
trasladaba en canoa de la segunda paila a las dos restantes. En éstas, el guarapo
se convertía en 'melado', que en el último fondo, el más pequeño, se limpiaba de
impurezas por medio de lejía de 'ceniza fuerte'. Allí se le daba la última cocción
y se le trasladaba a otra canoa, batiéndolo, para el enfriamiento y trasvase a los
depósitos de arcilla u 'hormas'.
Es probable que este procedimiento fuera usual durante el siglo XVIII
hasta fines de la década de los ochenta en la Provincia de Caracas, con algunos
cambios según fueran 'trapiches' o 'ingenios', y de acuerdo a las cantidades de
guarapo que se procesaban. El uso del lienzo para filtrar el melado en la segunda
paila, podría haber sido funcional sólo para manejar cantidades de guarapo
en trapiches artesanales, pequeños, pero no en aquéllos que tenían dimensiones
manufactureras. Y la utilización de la cal es posible que haya sido una inno-
vación tardía y aplicada sólo en Nueva Andalucía, después que ésta recibiera
aportes técnicos procedentes de las Antillas al establecerse emigrantes de esa
región 77. De acuerdo a Humboldt, “para lixiviar el zumo de la caña en la Pro-
vincia de Caracas, usan en vez de la cal el subcarbonato de sosa. Dan prefe-
rencia a las cenizas del 'Bucare' que es la Erythrina Corallodendrom” 78. Y
Depons, a su vez, señaló que “la lejía empleada por ellos se compone en su
mayor parte de cenizas” 79. Y a continuación añadió que ello era la causa de
que el azúcar no tuviera la blancura y el grado de cristalización que tenía en
las colonias francesas.
76 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, fs. 527-527 v.
77 J. J. Dauxion-Lavaysse, Viaje a las islas de Trinidad, Tobago, Margarita y a diversas partes de Vene-
zuela en la América Meridional, Caracas, Universidad Central, 1967, p. 245 y comentarios al Cuadro Nº 11.
78 Humboldt, op. cit., III, p. 104.
79 Depons, op. cit., II, p. 70.
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
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“se deja en la horma cubierta por debajo con un poco de gavazo (sic) e
introduce una estaca por el centro del pilón de suerte que no llegue a la parte
superior con la distancia de dos dedos, a efecto de que después que se saque
la estaca destile por aquel conducto el melado grueso, que lo recibirá un barril...
Luego que se quiere blanquear se le quita aquella vasija, que ha recibido el
primer melado de pulgar y se le pone otra limpia en su lugar para que recoja
el segundo de que también se hace azúcar, pero de menos peso y peor calidad
que el primero” 89.
88 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 529.
89 Ibid., f. 528.
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
“cubre su abertura de cal, greda o marga y con esta operación el agua que
embebe la tierra penetra con la vehemencia de la cal y acritud de la sal todos
los granos de azúcar, y se lleva tras de sí las materias crasas y destilándose por
los agujeros de los moldes da un melado inferior... Y últimamente vaciando los
moldes y colando el azúcar en un soberado cuya boca se cierra con un horno...
para que su calor suave, lento y sostenido haga evaporar la humedad... pilado
y puesto en barricas por un orden sucesivo se extrae y recibe” 91.
72
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
96 El examen de tal competencia puede realizarse con independencia de los niveles de exigencia del
trabajo. Respecto a esta última, una hipótesis puede ser sugerida como resultado del examen de las tecnologías.
El decisivo carácter transformacional de la cañicultura pudo haber inducido un mayor control del saber
técnico por los organizadores de la actividad. La economía del cacao sólo requería una adecuación del
producto al transporte de larga distancia y a los requerimientos de calidad de los granos, en tanto insumos,
en el mercado. Tal vez, la exigencia de calidad del trabajo esclavo en este último cultivo podría asociarse
a condiciones de trabajo más benignas. El que los datos sobre esclavos enfermos sean superiores, sin embargo,
en la hacienda de cacao de Tacarigua a los de la hacienda de caña de Guatire, no invalida la hipótesis a
un nivel más general, por la distinta significación de estas dos empresas en la economía global del Colegio
de Caracas. Debo al doctor don Luis Navarro G. la observación respecto a la posibilidad comparativa de
estas exigencias en el trabajo del cacao y de la caña.
74
Segunda Parte
La Hacienda y Trapiche
“Nuestra Señora de la Guía”
del Valle de Guatire
(1753-1772)
77
77
JAIME TORRES SÁNCHEZ
con la hacienda como parte de los bienes de éste, aunque no estuviera legalizado. 78
Por eso, en el recuento de capital disponible de 1750, que alcanzaba 98.858
pesos y tres reales, sólo se mencionaron los valores de las haciendas de cacao
de los valles del Tuy y de Caucagua 4.
En 1752 se concedió la licencia real para la fundación del Colegio de
Caracas 5 y el acto de transferencia se realizó el 24 de octubre de 1753, en que
se le hizo entrega al padre Jaime Torres “de la hacienda de trapiche que está
legada con todas sus tierras, esclavos y aperos de su beneficio” 6. Al parecer,
la hacienda tenía una situación económica sana, pues sólo tenía un gravamen
o censo y tributo redimible de 200 pesos, que José Martínez de Porras había
reconocido sobre la cuarta parte de la hacienda en 1738 7.
4 AHN, Clero 128/15, Extracto general de todas las cantidades que hay destinadas a la fundación
del colegio de la Compañía de Jesús que se pretende fundar en esta ciudad de Caracas, Caracas, 26 de
noviembre de 1750, fs. 30-31 v.
5 AHN, Clero 128/15, Real Cédula dirigida al gobernador y capitán general de la Provincia de
Venezuela, Buen Retiro, 20 de diciembre de 1752, fs. 48-50.
6 AHN, Clero 128/15, Acta notarial de entrega, Caracas, 24 de octubre de 1753, f. 64 v.
7 AHN, Clero 126/34, Escritura pública de 29 de noviembre de 1738, fs. 322 v.-324.
78
79
Capítulo I
Desarrollo de la hacienda:
cambio económico y conflictos
79
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9 AHN, Clero 128/15, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 19 de octubre de 1753, f. 55.
80
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
Tablones
Tipo de tierra
Nº % Hectáreas %
Tierra nueva * 5 13,2 6,2 19,7
Tierra no nueva 33 86,8 25,25 80,3
Total 38 100,0 31,45 100,0
Fuente: Tabla I.
* Corresponden a los números 28, 30, 31, 37 y 38.
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
11 Una fanegada generaba un producto de 900 pesos (ver Codazzi, op. cit., I, p. 180) y no parece
probable una variación al alza de larga duración en los precios de los productos básicos desde la primera
mitad del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XIX. En otros términos, los niveles de precios en
el largo plazo de los productos básicos permanecieron estables, al igual que los salarios.
12 AGI, Caracas 368, Relación de las haciendas de trapiche de la Provincia de Venezuela, Caracas,
25 de abril de 1752, s. f.
13 AHN, Clero 126/33, Avalúo de la hacienda y trapiche de Guatire, Caracas, 24 de julio de 1772,
fs. 201-201 v.
14 AHN, Clero 126/33, doc. cit., Guatire, 18 de julio de 1772, f. 157 v.
83
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Calidad
Etapas Buena Regular Total
Ha % Ha % Ha %
Madura 4,86 (85,9) 0,80 (14,1) 5,66 18,5
No madura 20,34 (81,4) 4,64 (18,6) 24,98 81,5
Total 25,20 5,44 30,64
82,3 17,7 100,0
Fuente: Tabla III.
'Madura': tablones con caña de 12 o más meses. 'No maduro': con 11 meses o menos. 'Bueno':
“sin falla”. 'Regular': “fallo”.
15 AHN, Clero 126/33, doc. cit., Guatire, 7 de julio de 1772, fs. 147 v.-156 v., AHN, Clero 126/33,
doc. cit., Guatire, 24 de julio de 1772, fs. 198 v.-201.
84
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
1753 1772
Concepto
Nº % Nº %
Caña (ha)
1.– Cultivada 30,63 100,0 30,64 100,0
2.– Buena 8,59 28,0 25,20 82,3
3.– En producción 19,57 63,9 5,66 18,5
Esclavos
4.– Total 48 100,0 103 100,0
5.– En edad productiva 32 66,7 55 53,4
Fuente: Cuadros Nº 16, Nº 17 y Nº 27.
Las tres primeras variables del cuadro permiten visualizar con mayor
claridad las apreciaciones anteriores. En primer lugar, se advierte que no varió la
superficie cultivada entre las dos fechas. Sin embargo, en 1772 se presenta un
aumento sustancial de la superficie de caña buena y una disminución de la
superficie de caña 'En producción', o madura. Es posible que el total de tierra
cultivada de caña en 1772 fuera casi al máximo de tierra laborable de la ha-
cienda, ya que el total del área irrigada sin dificultades era de unas 40 hectáreas,
correspondiendo la diferencia a los cultivos de productos alimenticios.
La disminución notable de la caña 'En producción' indica que buena parte
del cultivo había sido hecho recientemente, pues apenas seis hectáreas tenían
más de un año de antigüedad. Como en 1767 la hacienda fue expropiada a la
Compañía de Jesús, no cabe duda de que este cambio provocó una disminución
de la superficie cultivada. Pero es poco probable que una disminución de esa
magnitud haya sido solamente resultado del cambio de administración. Si las
5,66 hectáreas de caña 'En producción' en 1772, correspondieron a la superficie
85
JAIME TORRES SÁNCHEZ
total cultivada entre 1768 y 1771, es muy poco razonable suponer que los efectos 86
del cambio administrativo se hayan prolongado durante cinco años.
El número total de esclavos aumentó en 115 % en los veinte años y el
grupo en edad laboral comprendido entre 16 y 50 años, en 75 %. Aunque este
incremento del número de esclavos aumentaba también el valor patrimonial
acumulado de la hacienda, no se sabe en qué medida el aumento de la fracción
en edad dependiente pesó sobre los costos de operación. En todo caso, tales
índices pueden ser interpretados como positivos en los valores patrimoniales.
El aumento absoluto de la fracción activa de la población de la hacienda no
indica necesariamente una mejora de la calidad laboral, pues en términos rela-
tivos tal fracción disminuyó respecto a la población total, de un 67 % en el año
inicial a un 54 % en el último. Al mayor número de esclavos correspondía
también un aumento en las grupos económicamente dependientes.
Antes de precisar en qué medida estos rasgos económicos correspondieron
a tendencias reales y de proponer una interpretación histórico económica de
la comparación, es conveniente examinar la información proporcionada por
el inventario de 1767.
86
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
16 AHN, Clero 249/5, doc. 63, Carta del padre Ignacio Olarte al padre Procurador Jaime de Torres,
Caracas, 14 de diciembre de 1766, s. f.
17 Ibidem.
18 AHN, Consejos 20552, Parte primera de la Pieza 4º de la Residencia al ex-gobernador don José
Solano, Caracas, 17 de noviembre de 1772, f. 81 v.
87
JAIME TORRES SÁNCHEZ
“porque pretendían hacerse dueños absolutos de las aguas comunes del río,
y de dos ojos, o manantiales de aguas, que naturalmente han vertido y vierten al
cauce, o caja de la acequia de mi fundo mayorazgo, los que libremente ha usado
88
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
19 AHN, Clero 126/33, doc. cit., Caracas, 13 de julio de 1772, fs. 119-19 v.
20 AHN, Clero 126/33, Petición del marqués del Valle de Santiago al gobernador y capitán general,
Caracas, 31 de agosto de 1772, f. 213.
21 AHN, Clero 126/33, Petición del marqués del Valle de Santiago al gobernador y capitán general,
Caracas, 1 de septiembre de 1772, f. 223 v.
89
JAIME TORRES SÁNCHEZ
precaria” 22. No era aquí la escasez de agua la causante del problema sino que, 90
por el contrario, un exceso de ella. Es posible que tales situaciones fueran rela-
tivamente frecuentes entre propietarios colindantes en valles afectados por
crecidas irregulares de los ríos en toda la región.
Más interés para este análisis tiene otro litigio que fue promovido por
el marqués, que evidencia situaciones no derivadas de alteraciones climáticas,
por “habérseme despojado de su autoridad, y violentamente de dos ojos de
agua, que naturalmente vierte a la caja del río de Guatire, que es la agua que
coge el cauce de mi acequia, por consumirse más arriba la de dicho río”. Y un
tercero “con los mencionados Regulares, por haber extraído éstos las aguas
de la quebrada de Perque que es la más principal de las tres, que componen
el dicho río de Guatire, sobre cuya extracción reclamó todo el vecindario y yo
como principal. damnificado”. Finalmente, solicitaba certificación de “el ha-
berse dado providencia por el tribunal de V. S. para que se tapase otra acequia
que dichos Regulares tenían abierta más de la que les corresponde para tomar
agua del río de Guatire” 23.
En realidad, la certificación del escribano sobre el primer litigio no conte-
nía demasiados elementos favorables a la argumentación del marqués, puesto
que la acequia, que regaba su trapiche, “pasaba por el que dichos padres
tenían... y habiéndose derrumbado, o arruinado un paredón por donde cursaba
fue preciso rodearla por dentro de las sementeras, o labranzas del trapiche
de los jesuítas, para cuyo consentimiento precedió el referido precario” 24.
En cambio, en los otros litigios la Compañía aparecía como la causante
de las dificultades en el aprovechamiento del agua. Probablemente, y en ausen-
cia de documentación más amplia, el punto de vista del Defensor de Tempo-
ralidades era más objetivo al respecto. Este, al emitir un informe respecto a
las fianzas de los postulantes en el remate de la hacienda, señaló un problema
más general: “las aguas del río común no proveen en tiempo de verano las
posesiones que riegan, que por este motivo en la retasa que se practicó por don
Francisco Palacio y Sojo por orden de la Junta, se tuvo consideración de lo
que podía regar el agua, para haber minorado el precio de las tierras. que
por este efecto tuvieron que sufrir los Regulares algunos pleitos con el antecesor
del señor Marqués del Valle”. El mismo había participado en la transacción
22 AHN, Clero 126/33, Petición del marqués del Valle de Santiago al gobernador y capitán general,
Caracas, 26 de septiembre de 1772, fs. 254 v.-255.
23 Ibid., fs. 255-255 v.
24 AHN, Clero 126/33, Acta notarial, Caracas, 28 de septiembre de 1772, fs. 256 v.-257.
90
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
a que se había llegado, “en que los mismos Regulares conocieron se le perdía 91
el mayorazgo, no contribuyéndole con alguna agua de la que llaman derrames,
o desperdicios” 25.
En condiciones de escasez, por tanto, la redistribución de los turnos de
riego tomó en consideración el desaprovechamiento de aguas no utilizadas por
los jesuitas, favoreciendo las pretensiones del marqués. Evidentemente, esto no
avalaba las acusaciones de Berroterán, pero ponía de relieve una situación
muy compleja, en la que el control de las cabeceras del río por la hacienda de la
Compañía la colocaba en una situación privilegiada 26. Por otra parte, la situación
desmejorada del trapiche del marqués se acentuaba por las dificultades que
confrontaba en el abastecimiento de otro insumo básico para la actividad, como
la leña. En una relación de méritos de la familia a la cual pertenecía Berroterán,
en 1767, señalaba que a la muerte de su hermano en 1760, como heredero del
mayorazgo “halló a su ingreso tan gravados los pocos bienes de patrimonio,
que no alcanzan a cubrir los empeños a que están afectos, y un trapiche que
tiene se halla tan falto de leñas y aguas que escasamente le produce para
mantenerse” 27.
La posición económica de la hacienda del colegio era así, no sólo domi-
nante por el control virtual del caudal de riego, sino porque disponía de grandes
reservas forestales. En otras palabras, la expansión productiva de cada una
de las haciendas tenía como límite los recursos de la otra. La existencia de estos
antiguos conflictos entre los dos mayores usuarios de riego fue, precisamente,
uno de los argumentos que se esgrimió finalmente para adjudicar la hacienda
al marqués 28.
Según lo analizado, los avances en la producción del valle originaron
conflictos de regadío entre los propietarios repercutiendo también en el aprove-
chamiento de los bosques. Los problemas de linderos podrían encontrar en
25 AHN, Clero 126/33, Petición del Defensor de Temporalidades al gobernador y capitán general,
Caracas, 18 de septiembre de 1772, f. 247.
26 El control de las cabeceras de los ríos por parte de algunos usufructuarios del riego puede considerarse
un rasgo típico en los conflictos de aguas en valles cordilleranos. Un ejemplo de éstos es el que se desarrolló
en el valle de Copiapó en todo el siglo XVIII, en la frontera norte del Reino de Chile. Ver Jaime Torres
S., “Los conflictos de agua del Valle de Copiapó en el siglo XVIII”, Nueva Historia. Revista de Historia
de Chile, año 4, nº 13-14, Londres, 1985, ps. 3-105.
27 AHN, Clero 126/33, Relación de servicios de don Miguel de Berroterán, marqués del Valle de
Santiago, Palacio, 14 de abril de 1767, f. 116 v.
28 AHN, Clero 126/33, Auto del remate del trapiche de Guatire, Caracas, 17 de noviembre de 1772,
fs. 274-274 v.
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
29 AHN, Clero 126/33, Petición del marqués del Valle de Santiago al gobernador y capitán general,
Caracas, 17 de noviembre de 1772, f. 290.
30 AHN, Clero 126/33, fs. 94-94 v., doc. cit.,Caracas, 29 de mayo de 1750.
31 AHN, Clero 126/33, Petición de don José Martínez de Porras al teniente de gobernador, Caracas,
19 de junio de 1750, f. 96 v.
32 AHN, Clero 126/33, Declaración de don Antonio Padrón, Caracas, 17 de junio de 1750, f. 98.
33 AHN, Clero 126/33, Declaración de Antonio Ruis Serrano, Caracas, 17 de agosto de 1750, f. 100.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
34 AHN, Clero 126/33, Petición del Defensor de las Temporalidades al gobernador y capitán general,
Caracas, 10 de julio de 1771, fs. 110 v.-101.
35 Además de la hacienda trapiche del marqués del Valle, en 1753 existían las haciendas trapiche
vecinas de Juan de Yelamos, Manuel Gedler y Margarita Gil. AHN, Clero 128/15, Diligencias de toma
de posesión de la hacienda por la Compañía de Jesús, Caracas, 27 de octubre de 1753, fs. 65 v.-66 v.
93
JAIME TORRES SÁNCHEZ
sino que mandando que de todos indistintamente se pague a razón de uno por 94
cada treinta”. Solicitaba, por tanto, que se cumpliera la Real Cédula y que el
diezmo se pagara sin distinción de fruto 36.
En realidad, el problema era de poco alcance en la Provincia de Caracas,
pero se insertaba dentro de un proceso jurídico que se había iniciado el siglo
anterior en el mundo colonial. En 1624, el fiscal del Consejo de Indias, a nombre
de Su Majestad y de las iglesias catedrales de Indias había iniciado una demanda
para obligar a todos los religiosos a pagar el diezmo sobre el producto de sus
haciendas. El 20 de febrero de 1655, hubo sentencia favorable a los demandan-
tes, la que se confirmó el 16 de junio de 1657 a pesar de las súplicas de las dis-
tintas órdenes, obligándolas a pagar a partir de ese año. Un recurso de la Compa-
ñía fue admitido pero, no obstante, en México la Real Audiencia en 1664 mandó
ejecutar la sentencia de 1657. A partir de allí se desató el conflicto en Nueva
España. En 1748, el padre Altamirano, de la Compañía de Jesús, recurrió al
Rey señalando la no resolución del recurso de 1657. Lo que había suscitado
una solución de compromiso a través del Real Decreto del 9 de enero de 1750 37.
Efectivamente, la Corona había resuelto la vieja controversia estableciendo:
“quede obligada la religión de la Compañía de Jesús a pagar de todos los frutos
diezmales de las haciendas y bienes que hoy tiene y en lo futuro adquiriese,
aunque sean novales, el diezmo considerado de treinta uno a las Iglesias y
personas que en mi real nombre los administren”. Se ponía “perpetuo silencio”
a las partes y se daba por concluido el pleito 38.
El padre Rafael García declaró que pagaba un diezmo de 3,33 % desde que
era Superior, excepto de la “miel de purga”, porque virtualmente no se producía
en el trapiche, aunque estaba dispuesto a hacerlo. Pero que, “toda la equivoca-
ción puede consistir en que como mi colegio no paga el diezmo en caña dulce,
que es el fruto diezmal de los trapiches, sino es en azúcar refinado, si debo por
ejemplo de diezmo dos mil cargas de caña dulce, sólo doy la azúcar de mil
cargas dejando las otras mil por los salarios que se deben abonar a los que
fabrican la azúcar, gasto de la caña, alquiler de pailas, y demás que todo es
precio estimable. Y todo lo hago arreglado a la ley sinodal que manda, que
mandó se paga [sic] el diezmo en especie de caña, se pague el diez por ciento.
Y cuando se paga en azúcares se pague sólo el cinco por ciento, haciéndose
36 AGI, Caracas 193, Petición de don Juan Melchor Caraballo, Caracas, 26 de abril de 1757, fs. 39-41 v.
37 P. Castañeda D. e Isabel Arenas F., Un portuense en México: don Juan Antonio Vizarrón, Arzobispo
y Virrey, El Puerto de Santa María, 1998, ps. 11-123.
38 AGI, Caracas 193, Inserto en la Real Cédula de Buen Retiro, 29 de enero de 1750, fs. 18.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
cargo que el fruto diezmal de los trapiches no es la azúcar, sino la caña dulce. 95
Y que el trabajo y costos para convertir la caña en azúcar, se debe abonar al
que paga diezmo en azúcar, estando obligado a pagar sólo en caña dulce”.
Sin embargo, estaba dispuesto “a pagar en caña dulce, en especie de cada
treinta cargas una o de cada treinta días de corte uno, como mejor pareciere” 39.
El padre García argumentaba, por tanto, que si el diezmo se pagaba sobre el
producto cosechado neto, excluyéndose los costos por procesamiento de la caña
para la fabricación del azúcar, al pagarse éste sobre el producto final también
debía excluirse el costo de refinación. Dos meses después, el apoderado del
demandante precisó que la Compañía debía pagar el diezmo en la proporción
de 3,33 % sobre “toda la masa”, es decir, sobre cada uno de los subproductos
del procesamiento del azúcar, “papelones y melados, purgas y demás; sin que
nos paremos en que sea éste su propio nombre el de aquéllas”. Respecto a
la proposición de pagar en caña dulce, la rechazaba por no disponer su cliente de
trapiche, y en caso que lo tuviera, sólo aceptaría el pago en proporción de 6,66 %
de caña o de un día por 15 días de corte. Así, insistía en que “la costumbre es
pagarse, como siempre se ha pagado, no en caña sino en azúcar, melado, pape-
lones, etc., luego en esto es en lo que se debe pagar a mi parte el diezmo consi-
derado de treinta uno” 40, es decir, considerado a un 3,33 %.
El demandante, por tanto, rechazaba la posición de la Compañía, reivin-
dicando el pago sobre el producto final bruto total, excluyendo el hacerlo sobre
la caña cosechada, aunque pagase el doble en caña o en días de corte. El pro-
blema era no sólo una cuestión de interpretación jurídica, sino que estaban en
juego otros factores. Al parecer, el demandante sospechaba que la hacienda,
al margen de la tasa de gravamen sobre el producto, no declaraba correctamente
el monto del mismo. Por ello pidieron y obtuvieron la información sobre diez-
mos pagados 41, el volumen de productos transitados por la aduana del valle de
Guatire 42 y la correspondiente legitimación notarial 43. En el siguiente Cuadro
se resumen los valores proporcionados por las autoridades.
39 AGI, Caracas 193, Declaración del padre Superior Rafael García al Juez General de Diezmos,
Caracas, 20 de julio de 1758, fs. 59 v.-66.
40 AGI, Caracas 193, El apoderado de don Juan M. Caravallo al Juez General de Diezmos, Caracas,
17 de septiembre de 1758, fs. 94-117 v.
41 AGI, Caracas 193, Cuenta del apoderado de don Juan M. Caravallo, Caracas, 7 de octubre de 1758,
fs. 130 v.-132 v.
42 AGI, Caracas 193, Certificación de don Antonio Díaz Padrón, Receptor de Alcabalas, Caracas,
7 de octubre de 1758, fs. 127-130 v.
43 AGI, Caracas 193, Certificación de don Miguel de Urosa, Caracas, 10 de octubre de 1758, fs.
136 v.-140 v.
95
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
47 AGI, Caracas 193, “1764. Nº 124. Expediente... sobre lo ocurrido con el Colegio de la Compañía
de Jesús, en cuanto a la paga de diezmos de los frutos industriales de un trapiche de azúcar que posee en
Guatire”, Consejo de Indias, 29 de noviembre de 1763, s. f.
48 Ibidem.
49 AHN, Clero 249/5, doc. Nº 119, Caracas, 14 de agosto de 1766, s. f.
50 AGI, Caracas 249, s. f., Real Cédula de Madrid, 4 de diciembre de 1766.
51 AHN, Clero 249/5, doc. Nº 90, Madrid, 12 de febrero de 1767, s. f.
97
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Parece claro que, entre 1750 y 1759, hubo cambios en la intensidad de utili- 98
zación de los recursos de tierra y agua en el valle en que se localizaba la ha-
cienda y trapiche de la Compañía y que ésta misma no fue ajena a ellos. Algunas
escasas referencias documentales permiten deducir que el esfuerzo productivo
impuesto a la hacienda por la nueva administración fue importante.
52 Aplicando los parámetros de Codazzi, Cuadro Nº 13, a las cifras de producto medio de azúcar
y papelón, se tendría que en el primer período habrían sido necesarias 7,4 hectáreas sembradas de caña,
para producirlos. Toda vez que en 1753 se disponía de unas 20 hectáreas de caña madura de las cuales
sólo ocho estaban 'buenas', las cifras de producción no parecerían bajas.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
guardan”. Según el Superior del colegio, desde enero de 1756 a mayo de 1759, 99
“han venido a Caracas, solas cuarenta y una cargas, y esto porque venían a
entregarse a un comprador ya avisado”, y se habían producido 55 fanegas
de maíz “para solo el gasto del trapiche” 53.
Las “remieles (o purgas) como dicen aquí” 54, que “es de lo que más usa la
gente pobre y miserable en esta Provincia para endulzar el cacao que toman
para sustento y para el postre en sus comidas y otros menesteres a que lo
aplican” 55. De ellas “todo se gasta en esclavos y limosnas a excepción de tal
o cual carga que se vende.”, según el padre Rafael García 56. Lo anterior se com-
plementaba con “algunos pollos, que suelen criarse, de lechugas que suelen
sembrarse y algunos granos en un huertecito por diversión que se hizo de dos
años a esta parte” 57.
En esta información aparece clara la tendencia al autoabastecimiento
de la hacienda, lo que unido a los cambios en las magnitudes y estructura de
producción, confirmarían una modificación en el sentido impuesto a la gestión
económica. Parte de ella se refleja en una comunicación del padre Ignacio de
Olarte al Procurador Jaime de Torres: “Habiéndome faltado todo el auxilio que
esperaba de la Compañía me he visto en muchos ahogos. He contraído algunas
deudas y he tomado también tributo 3.000 pesos porque la fábrica es muy cos-
tosa y al mismo tiempo se ha estado gastando en Guatire, y aún falta hacer
allí casa de vivienda y repartimiento para los negros. Las demás oficinas ya casi
están concluidas y el ingenio” 58.
Se desprende que se habían hecho nuevos gastos productivos en un ingenio,
aunque faltaba la construcción de una vivienda para los esclavos. Los tres mil
pesos de préstamo a que alude el padre Olarte corresponden precisamente al
valor de lo gastado en albañilería en un ingenio que figura en el avalúo de
1768 59. Probablemente ya en marzo de 1767 dicho préstamo estaba casi com-
pletamente pagado, pues en el resumen de un “borrón de carta” del 15 de
marzo, se comunicaba al padre Jaime de Torres haber tomado 2.000 pesos de
53 AGI, Caracas 193, doc. cit., Caracas,27 de mayo de 1759, fs. 181 v.-184.
54 AHN, Clero 249/5, doc. Nº 41, Carta del padre José María Forneri al padre Procurador Jaime de
Torres, Caracas, 1 de noviembre de 1758, s. f.
55 AGI, Caracas 193, doc. cit., Caracas, 10 de octubre de 1758, fs. 136 v.-140 v.
56 AGI, doc. cit., Caracas, 27 de mayo de 1759, fs. 181 v.-184.
57 Ibidem.
58 AHN, Clero 249/5, doc. 63, Carta del padre Ignacio de Olarte al padre Procurador Jaime de Torres,
Caracas, 14 de diciembre de 1766, s. f.
59 AHN, Clero 126/33, “Casa de Ingenio y demás Piezas conducentes a el... $3.025 - 1/2 rs”, Guatire,
junio de 1768, f. 73 v.
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
don Nicolás de Vélez “que libró contra el P. Jaime de Torres la venta de Mayu- 100
pán en catorce mil pesos, en que descargó un tributo de tres mil” 60. En virtud
de estos antecedentes, deben descartarse presunciones en la dirección del colegio
respecto a un desarrollo futuro catastrófico de las relaciones de la Compañía
con la Corona a reflejarse en decisiones sobre la gestión de la hacienda con
posterioridad a 1759, puesto que estaban en curso gastos importantes en el
proceso de refinación. Es probable, por tanto, que después de 1753, agotadas
las posibilidades de elevación del ingreso a través de la producción de papelón,
en la década siguiente la administración avanzara en el proyecto de producir
más azúcar que, probablemente tenía un mercado con mayor nivel de ingreso 61.
Es posible que los resultados en valor del aumento de producción fueran
considerables, como se puede apreciar en las siguientes estimaciones.
60 AHN, Clero 128/1, Inventario de la casa del Colegio de Caracas, Caracas, 15 de junio de 1767, f. 11.
61 “El pobre, para quien el papelón es el alimento principal, se lo procura con poco dinero, y por
la costumbre, lo prefiere al azúcar blanco, que le costaría cuatro veces más”, Depons, II, op. cit., p. 71.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
aumento posterior podría haber sido resultado de la construcción del 'ingenio' 101
terminado en la década del sesenta. Este cambio tecnológico, en consecuencia,
podría haber tenido bastante importancia en la medida que en el lapso de poco
menos de un decenio casi duplicó el ingreso bruto.
En resumen, bajo la forma de donación, en 1752 pasó a poder del Colegio
de Caracas, una de las grandes haciendas productoras de azúcar de la zona
centro-costera, en plena expansión productora. Hay evidencias de un fuerte
crecimiento productivo, aumentos de la superficie cultivada de caña y gastos
en el tren de refinación. Este desarrollo se enmarcó dentro de una superficie cul-
tivable estable y con una gama de recursos limitados ecológicamente, por lo
que es posible que entre 1753 y 1755 se haya planteado la necesidad de mejorar
el rendimiento de los recursos básicos y cambiar los patrones de refinación
para producir más azúcar, como producto más rentable. Parecen haberse conse-
guido tales objetivos hasta el punto en que hubo presión sobre los recursos del
valle, surgiendo conflictos con otras haciendas.
No obstante, esta modalidad expansiva no parece haber sido característica
solamente de la hacienda jesuítica, pues hay evidencias de una presión general
en el ecosistema del río Guatire. La mejora en los procedimientos de refinación
pudo haber sido la línea de acción elegida para aumentar el producto, dado
el hecho de que no existía tierra disponible agrícola para aumentar la superficie
cultivada de la hacienda. Hay evidencias de una fuerte caída en la cantidad
de tierra cultivada antes de 1767, como resultado de una sequía y de un terre-
moto, cuyo efecto en el ingreso anual pudo haber sido catastrófico, si se consi-
dera que las hectáreas de caña en producción en ese año, equivalían apenas al
2,3 % de la superficie total cultivada en 1753. Al parecer, la cifra de un ingreso
de 4.000 pesos generado en 1752 –probablemente ingreso bruto– pudo haber
sido sobrepasada ampliamente, si se considera el aumento en la capacidad
de endeudamiento de la hacienda revelada en la evidencia de un préstamo de
3.000 pesos en 1766.
101
103
Capítulo II
Estructura y caracteres de la mano de obra
1 AHN, Clero 128/15, Inventario de los bienes de don José Martínez de Porras, Caracas, 12 de octubre
de 1753, fs. 58 v.-60.
103
JAIME TORRES SÁNCHEZ
bastante joven, pues se ubicaba entre los 16 y los 30 años de edad, aunque
los trabajadores de mayor especialización se encontraban entre los 51 y los 60
años. Pero, mientras en el grupo de hombres no había sino un niño, el grupo
de las mujeres presentaba cinco. El mayor número de mujeres estaba entre
los 31 y los 55 años, en edad avanzada para la gestación, lo que explicaría
el bajo número de niños. El estado de salud de esta población puede analizarse
a partir de los siguientes datos.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
2 David L. Chandler, Health and slavery: a study of health conditions among negro slaves in the
viceroyalty of New Granada and its associated slave trade, 1600-1810, New Orleans, Tulane University,
Ph. D., 1972, cap. VIII.
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
de este tipo de familia. La comunidad esclava, por tanto, se constituía en torno 107
a uniones consensuadas de cierta estabilidad temporal 4, aunque en la fracción
restante de la población total no había equilibrio entre sexos. No se tiene referen-
cias documentales de que tales uniones constituyeran 'matrimonio', pues ellas
sólo se designan por términos como, “su muger”, “muger de”.
Estos patrones demográficos no parecían favorecer la natalidad. Las parejas
con descendencia tenían un promedio de edad de 39,8 años y un total de 11
hijos, y éstos con una media de edad de 15 años. Las parejas sin hijos tenían
un promedio de 53,7 años de edad. El reducido número de parejas con hijos
lo componían, al parecer, antiguos esclavos de la hacienda. En resumen, parece
desprenderse de estos datos que los rasgos demográficos de esta comunidad
esclava se caracterizaban por una doble situación. Por una parte, la población
se organizaba claramente en tipos de uniones que permitían que la mayoría de
los individuos estuviera dentro de familias nucleares, en las que había presencia
de un 'padre'. Al mismo tiempo existía un núcleo minoritario de sujetos en edad
de procrear, en el cual no había equilibrio entre sexos, y donde sólo una familia
no tenía figura de 'padre'. Por otra parte, la edad de los integrantes de las uniones
era alta y las que tenían descendencia presentaban hijos jóvenes ya en edad
de trabajar.
Se podría intentar averiguar el sentido de los cambios ocurridos entre 1753
y 1772 a través de la comparación de la estructura de la comunidad, según
los principales tipos de población importantes para los efectos económicos.
4 El alcance respecto a un patrón nuclear estable se refuerza al examinar en el capítulo uno y dos
de la parte tercera el tipo de diseño de construcción de viviendas que, hacia este año, parece ser unifamiliar.
107
JAIME TORRES SÁNCHEZ
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
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era una evolución que correspondía a las exigencias de elevación del producto 110
y del ingreso.
Con todo, lo notable de estos datos es que la población femenina no sólo
aumentó su significación relativa en la población total, sino que la fracción de
ella en edad fértil, de 16 a 35 años, tenía el peso considerable de un 37 % en el
año 1767. Este fenómeno está correlacionado con un aumento de los volúmenes
de población masculina en el tramo de edad entre 16 y 40 años. Población feme-
nina en edad fértil y población masculina de la misma edad podrían haber sido
condiciones para elevar la tasa de natalidad, si la tasa de mortalidad hubiera
sido favorable. Precisamente, la baja significación de la fracción de población
femenina en edad fértil pudo haber sido el principal factor explicativo de la
baja tasa de nacimientos de la población esclava en las haciendas jesuíticas
del Perú, lo que unido a una alta tasa de mortalidad llevó el incremento vege-
tativo de esa población esclava a nivel cero6. Desafortunadamente, no se dispone
de información que permita averiguar el impacto de la situación de fertilidad
sobre la evolución de la natalidad de la hacienda de Guatire durante este período.
Como tampoco se conoce la evolución de la mortalidad en el grupo, aunque el
análisis posterior en este capítulo 7, proporciona algunos indicios sobre una baja
tasa de mortalidad infantil. Los caracteres descritos de la población esclava se
mantuvieron hasta 1772, como se advierte en el Cuadro Nº 29, aunque con
algunas atenuaciones.
Hubo un leve aumento de 34 % a 35 % en la población de menos de 15
años y de 52 % a 53 % en la que estaba en edad 'productiva'. Disminuyó, en
cambio, aquélla que tenía más de 51 años. No se encuentran trabajadores espe-
cializados en los dos últimos tramos y disminuyó el porcentaje de la población
femenina en el total de 55 % a 54 %, al igual que aquélla en edad fértil –con
edad entre 16 y 35 años– aunque el 29 % de ésta era un porcentaje todavía alto.
La mayor parte de la población masculina siguió concentrándose entre los 16
y 40 años. Sin duda, se trataba de una situación demográfica en la cual las ten-
dencias que habían operado en los catorce años anteriores no encontraban ya
las mismas condiciones para su desarrollo.
6 Nicholas P. Cushner, S. J., “Slave mortality and reproduction on jesuit haciendas in Colonial Peru”,
Hispanic American Historical Review, vol. 75, Nº 2 (1975), ps. 191-192.
7 Ver análisis del Cuadro Nº 34.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
En síntesis, podría concluirse que después de 1753 los efectos del estilo
de manejo de la mano de obra esclava por la administración jesuítica promo-
vieron el equilibrio reproductivo de la población esclava, pero aunque nada
se sabe de la evolución de la natalidad y de la mortalidad es probable su creci-
miento vegetativo. Los datos permiten examinar en qué medida se mantuvo
en la comunidad un patrón de articulación social basado en la familia nuclear.
111
JAIME TORRES SÁNCHEZ
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
En el Caribe, la familia nuclear esclava tendió a ser común, aún cuando pudo estar conectada a un sistema
social más complejo por la resistencia a la plantación. Ver Barbara Potthast-Jutkeit, “The slave family in
the Caribbean: a research review”, Ibero-Amerikanisches Archiv, 24.3/4, Berlín, 1998, ps. 284-289, 296-297.
11 Ver Nota final en el capítulo dos de la Primera Parte.
113
JAIME TORRES SÁNCHEZ
12 Cushner, art. cit., ps. 185, 187. También corresponde a una situación más general: “la documentación
consultada parece confirmar que el castigo corporal fue la base de la relación amo-esclavo en las haciendas
donde la esclavitud existió”, Martínez de Codes, art. cit., p. 101.
13 Cushner, art cit., ps. 91, 95.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
para cultivo y se les proporcionaba una alimentación variada. Esta se mejoraba 115
en caso de hallarse enfermos y se dieron casos en que los esclavos pudieron
hasta protestar con éxito por la suspensión de esta granjería en 1714, ante el
Provincial 14.
Al mismo tiempo, si las exigencias religiosas orientaron a los jesuitas
a un cierto interés por las condiciones de vida de los negros 15, es posible que
todo ello explique el porqué en su práctica de administradores no aparecen limi-
taciones deliberadas de las condiciones de vida y trabajo de los esclavos, cons-
tricciones que pudieran haber situado sus niveles bajo los estándares normales
de la época. En general, la preocupación por las condiciones de vida de los
negros acompañaba estrechamente al fortalecimiento de los valores religiosos,
pero el sistema de tratamiento de la mano de obra estaba diseñado para aumentar
al máximo la productividad de ella 16. Y en esta perspectiva, la diferencia espe-
cífica en el tratamiento de la esclavitud por los jesuitas no radicaba tanto en las
condiciones de bienestar material demasiado distintas, sino en un “sistema de
controles altamente eficientes... [Sus esclavos] ...sabían qué esperar, trato que
era visto menos duro y arbitrario que el que obtendrían a manos de propietarios
de haciendas privadas” 17. En Guatire, la situación de los esclavos en estos
aspectos pudo no haber diferido demasiado de las señaladas en las haciendas
azucareras peruanas, de las del noroeste argentino y de las de Nueva España.
El inventario de 1753 no proporcionaba ninguna información respecto a las
14 Nicholas P. Cushner, S. J., Jesuit ranches and the agrarian development of colonial Argentina.
1650-1767, Albany, State University of New York Press, 1983, p. 104.
15 P. Alonso de Sandoval, S, J, De instauranda aethiopum salute. El mundo de la esclavitud negra
en América, Bogotá, 1956, transcrito de la edición sevillana de 1627, Lib. IV, cap. XV, ps. 584-5. “Si
es cierto, como lo es, que nuestra principal vocación en las Indias es el empleo de los indios, tan encomendado
por nuestras constituciones, no es menos cierto ser empleo muy propio nuestro en ellas, el de los negros
que en estas partes nos sirven”. Esta conclusión también parece deducirse de los resultados del trabajo
de Martínez de Codes, art. cit., p. 122: “Todo parece indicar que la política instrumentada por la Compañía
de Jesús con la intención de optimizar la utilización de la mano de obra negra se basó en la regulación
de un sistema de trabajo menos represivo y arbitrario que el existente en otros contextos rurales y urbanos
de las provincias americanas... La rigurosa regulación de la vida espiritual de la población negra prueba
que la Compañía, al margen del beneficio económico, deseaba cumplir con los deberes religiosos”.
16 “Todo parece indicar que la cuestión del bienestar de los esclavos estaba ligado, en el sistema jesuita,
a obtener los máximos beneficios de la inversión humana realizada”, Martínez de Codes, art. cit., p. 111.
17 Herman W. Konrad, A jesuit hacienda in colonial Mexico. Santa Lucía, 1576-1767, Standford,
Stanford University Press, 1980, p. 266: “highly efficient system of tolerable controls...knew what to expect,
which was treatment seen to be less harsch and less arbitrary than they would get at the hands of private
estate owners”.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
la difusión del beri-beri en su amplia sintomatología 25. Como también consta 117
documentalmente que era costumbre que los esclavos consumieran la 'purga',
o mieles residuales, cuya aportación de micronutrientes es importante, según
se sabe actualmente 26. En 1772, en un cotejo de inventario se dejó constancia de
que veinte cargas de éstas “se consumieron en los esclavos de esta hacienda
como es costumbre y necesario” 27. Por sus dimensiones, a su vez, es posible que
la cocina estuviera destinada no sólo a la alimentación de los administradores
y la existencia de un asador indicaría que la carne formaba parte también de
la dieta.
En verdad, algunos resultados de la investigación sobre el funcionamiento
de las haciendas jesuíticas indicarían que, comparativamente respecto a las
laicas, no existía un rango de diferencias demasiado grande, aunque la más im-
portante era que las primeras dependían organizativamente de una institución
corporativa 28. Si esto fue cierto querría decir que, en la importancia de la dife-
renciación entre los dos tipos de haciendas influían también las condiciones de
su funcionamiento económico. Conminados los administradores de la Compañía
a producir con eficiencia y a tratar bien a los esclavos por razones religiosas
y productivas, parecería claro que el nivel de vida de éstos dependía de que los
administradores tuvieran éxito en la generación de ingresos. Es decir, los escla-
vos eran bien tratados porque había ingresos para sufragar tales costos. Como
la hacienda de Guatire fue indudablemente exitosa al respecto, una gestión
corporativa interesada en la eficiencia económica y subordinada a ciertos valores
morales pudo influir para mantener la comunidad esclava en buenas condiciones
vitales para los niveles medios de manejo de la mano de obra colonial.
En todo caso, es difícil precisar históricamente tales niveles por la ausencia
de investigaciones. Pero si se considera la 'coacción física', la 'dureza del trabajo'
y la 'alimentación' como factores importantes en la situación de salud de los
esclavos de la Provincia de Caracas, la escasa información existente indica
que es posible que los problemas de salud en Guatire pudieran haber derivado
de la dureza misma del trabajo en sus caracteres técnicos generales –similares
25 Kenneth F. Kiple, “The nutritional link with slave infant and child mortality in Brazil”, Hispanic
American Historical Review, 69:4, 1989, ps. 677-690.
26 Los contenidos de calcio, fósforo y hierro son elevados para el papelón negro, según se estima
actualmente. Instituto Nacional de Nutrición, Tabla de Composición de Alimentos para uso práctico, Caracas,
Nº42, 1983.
27 ANH, Clero 126/33, Cotejo e inventario de la hacienda, valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 136.
28 Konrad, op. cit., p. 330.
117
JAIME TORRES SÁNCHEZ
en toda la Provincia– y que hasta 1767 tales condiciones habían sido mitigadas 118
por la administración. En efecto, se sabe que las razones alegadas por los
esclavos para huir en la Provincia de Caracas, decían relación con los castigos
a que eran sometidos 29, lo que se vincula más estrechamente con la dureza de
los trabajos a que eran sometidos que con la alimentación, la que fue bastante
adecuada a los requerimientos nutricionales y calóricos para toda la población
de la Provincia en el siglo XVIII 30. Las haciendas, en general, tuvieron poca
capacidad de retención de sus esclavos, pero si pudieron aumentar los 'cima-
rrones' –esclavos huidos– hasta el siglo XVII, es difícil aceptar que hayan alcan-
zado un cantidad cercana a 30.000, un 50 % del total de esclavos de la Provin-
cia 31. Durante el siglo XVIII los cimarrones parecen haber sido abundantes,
a lo que se añadió el fenómeno de las sublevaciones. Del Cuadro Nº 31 se des-
prende que las enfermedades óseo-musculares, atribuibles a condiciones de
intensidad del trabajo, disminuyeron de 80 % en 1753 a 39 % en 1767. Como
parece que hubo preocupación por la alimentación complementaria en las faenas,
la capacidad de retención de esclavos de la hacienda de Guatire pudo haber
estado relacionada con la morigeración de los castigos y con las mejores condi-
ciones de trabajo al estar éste mejor organizado, según se verá en capítulos
posteriores.
En su conjunto, entonces, el efecto de los tres factores considerados pudo
haber estimulado una situación relativamente favorable para las condiciones
de salud de la mano de obra en Guatire. El aumento en el número de enfermos
hasta 1767 pudo, así, responder a exigencias normales en la actividad de la
hacienda, dado el crecimiento del producto y la utilización de mano de obra
esclava. En otros términos, el aumento del producto en el período requirió
intensificar el trabajo esclavo. Lo que trajo como consecuencia el deterioro
de salud de su población, no obstante que las condiciones de la actividad –habi-
tación, vestuario, comida, higiene y disciplina– fueron probablemente mucho
mejores que en el promedio de las haciendas en la Provincia. En cambio, el
aumento del porcentaje de 'enfermos' en 1772 respecto a 1767, indica que en
la última etapa hubo una situación 'anormal' de salud en la población esclava.
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salud hacia 1772, no se debió a problemas ligados a mayor intensidad o exten- 120
sión de la jornada, cuyos caracteres podrían haberse mantenido respecto a 1767.
El aumento de incidencia de los tipos de enfermedad de 'piel', 'sistema génito-
urinario' y 'gastro-intestinales', que abarcan el 62 % del total de casos, podría
explicarse por la hipótesis de que ellas se habrían presentado en las condiciones
de desestructuración social generadas por la ausencia de los mecanismos de
control colectivo después de 1767. Mecanismos que, precisamente, habían
caracterizado el ordenamiento social de la hacienda en los años bajo adminis-
tración jesuita.
Un examen más pormenorizado de las enfermedades podría apoyar la
hipótesis presentada. Se ha establecido que el porcentaje de casos de enfermos
fue de 10,4 % en 1753, de 19,4 % en 1767 y de 28,2 % en 1772. Se llegó a la
conclusión de que el porcentaje de enfermos en 1767 podría haber correspondido
a una situación de salud normal para una hacienda como la de Guatire, dentro
de la Provincia de Caracas, que había experimentado una notable expansión
productiva. El examen también llevó a la conclusión de que la disminución
de las enfermedades 'óseo-musculares' entre 1767 y 1772 indicarían la persis-
tencia de una situación de trabajo favorable a un desempeño normal de la mano
de obra, en términos de exigencias e intensidad. En el Cuadro Nº 32 se presentan
los datos desagregados.
Ya se sabe –por el Cuadro Nº 31– que todos los tipos de enfermedades
experimentaron un aumento relativo, excepto las 'óseo-musculares' y las 'no
especificadas' entre 1767 y 1772. Si se toman en cuenta individualmente las
enfermedades que aquejaron a la población esclava hacia 1767, las que alcan-
zaban mayor importancia eran las 'venéreas' que, con un porcentaje cercano
al 28%, fueron las de mayor incidencia. En ese año sólo eran seguidas por
las vinculadas a 'miembros enfermos', con 17 %. La significación cuantitativa
de las enfermedades génito-urinarias se debía a la enorme importancia que
tenían en la población las enfermedades venéreas.
En 1767, el tipo de enfermedades de mayor presencia fueron las óseo-
musculares seguidas por las génito-urinarias. Individualmente fueron las enfer-
medades venéreas las que afectaron en mayor medida a los esclavos, aún cuando
el espectro de trastornos de salud había aumentado desde 1753 de cuatro varie-
dades a ocho. En cambio, de 1767 a 1772 estas variedades aumentaron a once,
manteniéndose la significación individual relativa de las venéreas en 1772
en 28 %.
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35 Chandler, op. cit., ver particularmente su clasificación de página 182. Esta es la misma clasificación
utilizada por Colin Palmer, Human cargoes. The british slave trade to spanish America, University of
Illinois Press, p. 115. Es la que se emplea en este análisis.
36 ARAH, 9/3823, Index Capitulorum, Nº 41.
37 Juan de Esteyneffer, Florilegio medicinal de todas las enfermedades, sacado de varios, y clásicos
autores, para bien de los pobres, y de los que tienen falta de médicos, en particular para las Provincias
remotas en donde administran los RRPP Misiones de la Compañía de Jesús, México, 1712, ps. 134-136.
38 Chandler, op. cit., p. 200-201.
39 Juan de Cárdenas, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, México,
Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1913, I Parte, cap. V, p. 170.
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enfermedades típicas de los esclavos de Nueva Granada para el 'cangro', que 125
podría describirse solamente como una pústula de origen infeccioso.
Las “bubas” –o 'yaws' en la literatura médica anglosajona– eran endémicas
en todas las regiones del Virreinato y ampliamente conocidas por todos los par-
ticipantes en el negocio esclavista, pues podía incapacitar por largo tiempo a
sus víctimas 47. Los “clavos” eran un especial tipo de 'buba' que afectaba a la
piel bajo las callosidades de las plantas de los pies, inhabilitando para el trabajo
por meses 48. En general, las 'bubas' eran un tipo de treponemiasis ampliamente
extendido en las áreas tropicales que tendía a ser confundida con la sífilis 49.
En los valles de la región centro-costera de la Provincia de Caracas era común
hacia 1800, pues según Humboldt la hacienda azucarera de Cura, “estaba infec-
tada con 'bubas', enfermedad de la piel muy común en estos valles entre los
esclavos” 50. Respecto a los casos de “ardor de espalda” en la documentación
de Guatire, no hay referencias precisas.
Respecto a las restantes enfermedades que aquejaban a la población esclava
de Guatire, las referentes a 'dolores de estómago' y a 'disentería' 51, probablemen-
te formaban parte de las condiciones de vida de todos los sectores sociales.
Un cronista advertía que “por cierto si bien se considera, es negocio digno de
grande admiración, ver en las Indias, que apenas hay hombre que no se ande
quejando del estómago. Y esto no me hace más que sea viejo que mozo, hombre
o mujer, nacido en Indias, o venido de España, a todos da y a ninguno o a muy
pocos perdona” 52. La disentería era de dos tipos: amebiásica y bacilar. A la
primera, que estaba ampliamente extendida entre las poblaciones negras de
los trópicos, se la puede asociar también con los síntomas difusos de malestar
que se presentan en las caracterizaciones vagas de 'enfermedad' 53. La disentería
bacilar era la que se designaba como “flujo de sangre” y era tal vez la más debi-
litante y estaba también muy difundida entre los esclavos 54.
125
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56 “La estricta reglamentación sobre la dieta, el vestido y el sistema sanitario que se observa en
las 'Instrucciones' son producto de la larga experiencia obtenida por los administradores en el manejo
de esclavos, persiguiendo el máximo beneficio de la fuerza de trabajo con el mínimo costo”, en Martínez
de Codes, art. cit., p. 111.
127
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de los de 'nación', pero no se dispone de otras evidencias que permitan confirmar 128
documentalmente esta apreciación.
Un estudio detallado de la organización del trabajo esclavo no es posible,
pues, al parecer, todos los papeles relativos a la organización interna de la
actividad de la hacienda se han perdido. Se sabe que en el momento en que
se confiscó por las autoridades, existía “un libro de Gobierno de la Hacienda
que se compone de doscientas y cinquenta y cinco fojas entre escritas y blan-
cas” y “una Tabla matrícula de los esclavos” 57. Ambos figuraron también en
el archivo del colegio en Caracas cuando se hizo un extracto de los autos de
ocupación, que manejó la Contaduría en 1773 58.
Este archivo constaba además, con un legajo de recibos del diezmo pagado
por el producto del trapiche 59, la documentación sobre un solar comprado en
Guatire 60, y las pertenencias del Hermano Pablo Mas, que había sido el adminis-
trador de la hacienda hasta 1767, “5 libros y 3 cuadernos, conducidos entre la
ropa y utensilios de este Hermano” 61. Este extracto se hizo sobre la base de los
autos formados al Colegio de Caracas en 1767 que están incompletos 62. En
el inventario de los papeles, levantado en 15 de junio de 1767, consta la exis-
tencia de una abundante correspondencia entre Caracas y Guatire 63.
Parecería claro que, con un solo libro de control, el manejo de la hacienda
habría sido muy difícil por la envergadura de los problemas económicos que
involucraba el negocio azucarero. Pero, la dirección de la hacienda y, por tanto,
la contabilidad al respecto, estuvieron en Caracas. En el listado de papeles
encontrados en el archivo del colegio no se detectan documentos respecto a
gestiones económicas realizadas por el administrador de Guatire por su cuenta.
En cambio, sí hay evidencias de que asuntos importantes como los litigios
con el marqués del Valle, que afectaban a las aguas de la hacienda, eran archi-
vados –y por ende, manejados– en Caracas 64.
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70 Hermes Tovar Pinzón, Hacienda colonial y formación social, Barcelona, Sendai Editores, 1988,
ps. 55-58.
71 Chandler, op. cit., p. 158-159. Datos para 62 haciendas de caña corroboran este número de esclavos
como promedio. Ver Tablas 6, 7 y 9 en Tovar Pinzón, op. cit., ps. 48-49, 59.
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133
Capítulo III
El punto de partida: de un patrón tecnológico de
trapiche tradicional a uno mejorado
133
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4 Los 'horcones' y el 'bajareque' han sido técnicas constructivas empleadas en viviendas rurales y
urbanas desde el siglo XVI. El bahareque es una mezcla de barro que recubre una armazón de caña. Su
origen es prehispánico. Ver Graziano Gasparini, La arquitectura colonial en Venezuela, Caracas, Ediciones
Armitano, 1965, p. 48. El carácter 'doble' puede referirse al empleo de dos mallas de caña.
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Tenía capacidad para unas cinco personas, pues había cinco catres de 136
cuero y madera, cuatro sillas y seis 'silletas' de los mismos materiales. Contaba
con un mobiliario sencillo de tres bufetes, un 'escaparate' –probablemente un
estante sencillo– y una caja, todos de madera de cedro. La denominación de uno
de los cuartos como 'sala dormitorio', sugiere que éste era el de mayores dimen-
siones y que no había un 'comedor' como espacio funcional diferenciado. Dispo-
nía de un tabernáculo pequeño, una pintura sagrada y una cruz en el patio como
únicos elementos de culto. Al costado oriental estaba, probablemente, la
habitación que servía de cocina, también construida de bahareque y teja, de 6,7
por 4 metros, con un asador de hierro y una piedra de moler. El resto del área de
vivienda correspondía a los 20 “bugíos” de los esclavos construidos también
de paredes de bahareque y techo de “cogollo”, material más precario, de ramas
de palmera amarradas. Estos podrían haberse ubicado a cierta distancia del
frente de la casa principal en dirección noroeste, con el fin de posibilitar la
vigilancia permanente de esa área vital.
La descripción del inventario de 1753 realizada con fines estrictamente
jurídicos, revela una vivienda modesta, con dimensiones que sólo permitían
la permanencia del personal administrativo de la hacienda y huéspedes even-
tuales que no disponían de mayores comodidades. Estaba construida con ele-
mentos que podían conseguirse en el entorno, y las paredes de bahareque 'sen-
cillo' no indican una diferencia sustancial de calidad respecto a las viviendas
de los esclavos, excepto en el tipo de techo.
De acuerdo con la descripción de la casa del inventario de 1767 5 se deduce
que su ala occidental estaba desplazada hacia el sur, mirando su frente hacia
el norte para cubrir posiblemente un espacio mayor de vigilancia. A poca
distancia estaban las instalaciones de trabajo, constituidas por la casa de fragua
y la casa que albergaba las instalaciones del molino, hornalla, pailas, sala de
purga y secado, y dos caneyes donde se hacían y guardaban hormas. La fragua,
era una construcción simple, “de media agua”, de bahareque y teja, de 6,7 por
3,3 metros, con un fuelle “corriente”, un yunque, bigornia y tornillo. Pudo haber
estado alineada con la cocina por el lado este, en dirección norte, según se apre-
cia en el plano. Tenía un “horno de fundición” de adobes. Su dotación de herra-
mientas permite apreciar que el herraje de animales era un trabajo habitual: un
macho, un martillo grande, dos pequeños, un taladro, un par de tenazas
5 AHN, Clero 128/1, Inventario de depósito de la hacienda de 'Nuestra Señora de la Guía', valle
de Guatire, 17 de junio de 1767, fs. 64-66 v.
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“corbas”, dos pares “llanas”, dos pares de las de “arrancar”, un cincel y un 137
“fierro de herrar mulas”.
Otros tipos de herramientas sugieren que la instalación también sirvió de
carpintería: una “claberita”, un “tobillo”, seis limas de diferentes tamaños, un
limatón, dos “sufrideras”, una tajadera, dos sierras “bracera”, tres escoplos,
dos “gubias” y una “azuela”. No se mencionan más herramientas agrícolas que
un “tas”, dos yugos y un arado “con su reja”. En una alineación al noroeste del
caney de fabricación de tejas se encontraba, tal vez, el horno para cocer tejas,
ladrillos y hormas, que disponía de una cubierta protectora o “colgadizo en
teja”. Esto sugiere que era simplemente una estructura abierta, sin paredes.
Las instalaciones de molienda, cocción de los caldos y purga, formaban una
unidad y estaban construidas con materiales de mayor solidez. De acuerdo al
análisis comparativo con la instalación descrita en el inventario de 1767, la casa
era una estructura rectangular flanqueada por dos alas formando el conjunto una
'U' invertida, cuyo frente se orientaba hacia el Sur, en dirección de la casa de
vivienda (ver Figura Nº 11). Ambas alas de este a oeste tenían unos 38 metros y
el suelo del patio interior era posiblemente de tierra, pues un patio empedrado
sólo se menciona en 1767. Hacia el norte se alineaba la Cordillera de la Costa
cuyas estribaciones pasaban al oeste de estas construcciones, en una pendiente
que llevaba por el este hasta el río Guatire. Aunque no hay evidencia docu-
mental, se puede suponer la existencia de una acequia en el área posterior
del trapiche, la que abastecía del agua necesaria para el trabajo habitual en
las edificaciones.
La “casa de trapiche”, como es designada en el inventario, era de “tapias
y rajas cubierta de teja y caña”, medía 31,8 en línea este-oeste, por 20,9 metros
en cada costado en dirección norte-sur, con 4,4 metros de altura. Las tapias,
o paredes de barro apisonado 6, medían una vara de grosor, es decir, casi un
metro. Se reforzaban cada cierto trecho por 'rajas' o pilastras de piedra, arena y
cal –según se describen en el inventario de 1767– que sobresalían de los muros
por el exterior. Aunque en el inventario no se mencionan ventanas, tenía cuatro
puertas anchas y disponía de “su casa de purga”, más un cuarto para guardar
el azúcar y otro donde vivía el mayordomo. Es probable que en el eje central
estuvieran las instalaciones del molino y al lado la 'sala de pailas', donde se
ubicaban las hornallas, contiguas a un área abierta al exterior por el costado sur.
6 Gasparini, op. cit., p. 40. Las paredes se fabricaban en módulos por medio de un encofrado,
levantándose sobre fundaciones de piedra para escapar a la humedad.
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8 “GUIJO. m. Eje de las mazas de los trapiches y, por extensión, todo tipo de eje”, Ibid., III, p. 139.
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141
que servía de apoyo inferior a los tres rodillos, el “banco”. Dos cuadrantes que
estaban más al interior, recibían el nombre de “mancebos” y su función era
mantener la viga, o 'guijo' de la maza mayor.
Sobre el castillejo se alzaba el guijo, que poseía en su extremo superior
dos varas fijas, o “mijarras”, que en el trapiche de tracción animal, al ser conec-
tadas a uno o dos animales, permitía el movimiento rotatorio del eje de la maza
mayor. En un molino hidráulico, sobre el castillejo estaba la rueda “linterna”,
fijada al eje de la maza principal. Sobre el mecanismo que permitía ajustar
el espacio entre los rodillos, para fijar la presión sobre la caña, no se tienen
evidencias, sino algunas menciones a artefactos lo que permite suponer que
formaban parte de ese mecanismo. Así, se dejó constancia de que “de las trece
cuñas de hierro... se hallaron sólo nueve y que las demás se consumieron en
el trapiche” 9. En el trapiche cubano tradicional del siglo XVIII, este dispositivo
estaba sobre los maderos superiores del 'telar' o 'castillejo', equivalentes a los
9 AHN, Clero 126/33, Cotejo e inventarios, valle de Guatire,1º de julio de 1772, f. 137 v.
141
JAIME TORRES SÁNCHEZ
que hemos denominado 'cuadrantes', que se graduaba a través de 'cuñas' 10. Las 142
mazas se estabilizaban verticalmente por medio de una “chumacera” en la parte
superior y un “dado” en la inferior. El extremo del eje de la maza tenía una
punta inferior llamada “trompo” que se ajustaba al 'dado' correspondiente.
Eran las partes de más rápido desgaste junto a la cubierta externa de las mazas.
Por eso el trapiche de 1753 presentaba una peculiaridad que se mantendrá
hasta 1767: utilizaba revestimientos de hierro. En efecto, tenía “con todas sus
cosas a él anexas, sus tambores de fierro, el uno quebrado y los otros dos
buenos, sus gargantones de madera y los tableros algo maltratados” 11. Es decir,
tenía tres rodillos que constaban de forros de hierro –'tambores'– y cada una de
estas láminas recubría un 'gargantón' o núcleo de madera, rodillos que estaban
asentados sobre 'tableros' que se hallaban en mal estado. Había un stock de
piezas de repuesto entre las que se mencionan dos “dados” y dos “trompos”,
componentes de engarce de las mazas a los tableros, y algunos “pernos” para
el amarre de éstos últimos. Y cuatro argollas de hierro, a las cuales probable-
mente se fijaban las cadenas que sujetaban las mulas a las varas que transmitían
el movimiento rotatorio a los tambores de molienda (ver Figura Nº13).
10 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 110. El autor los denomina 'banquillos' y estaban sobre los
'corredores'. Eran dos maderos que se corrían presionados por las 'cuñas'.
11 AHN, Clero 128/15, doc. cit., valle de Guatire, 19 de octubre de 1753, f. 56 v.
12 De esa manera era posible cambiar solamente la parte inferior, la más expuesta al fuego y que
se deterioraba más rápidamente, y mantener por más tiempo las 'falcas' o láminas sin refundir. Este aspecto
de la tecnología se desarrolla ampliamente en este mismo capítulo.
142
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
kilogramos en 1747. El segundo, “que ha poco que se trajo de Caracas”, pesaba 143
175 kg pero sus falcas de cobre, “que se componen de trece paños algo usados”,
no habían podido ser pesados por ausencia de una romana o pesa adecuada.
El tercero, había sido “fundido aquí”, pesaba 184 kg y sus falcas constaban
de 16 paños de cobre, todos buenos. El último fondo, “también fundido aquí”,
pesaba 169 kilogramos junto con 14 paños “algo maltratados”.
— Una, “de echar melado”, con tapas de madera, que tenía 5,4 metros de largo
por 0,8 de ancho y 0,8 de alto.
— Una, “de guardar papelones”, con tapa, de 5,4 metros de largo por 0,6
de ancho.
— Dos, “de hechar meladura”, con tapas, cerradura y llave, una de 5,4 metros
de largo por 0,6 de ancho y 0,6 de alto; otra de cinco metros de largo por
0,8 de ancho.
— Una, de 3,3 metros de largo por 0,6 metros de ancho.
— Una, “de templar azúcar”, de 1,7 metros de largo por 0,6 de ancho.
— Una, “de templar papelones”, de1,7 metro de largo por 0,4 ancho.
13 Para R. P. Labat, Viajes a las islas de la América, Cuba, Casa de las Américas, Serie Rumbos,
1979, p. 151, los “utensilios de las fábricas” en las islas de Barlovento a fines del XVII, eran enfriaderas,
'picos de cuervo', recogedores, espumaderas, cajas de colar, blanquetas, barriles, punzones, cuchillos para
azúcar, botes, hormas, baldes, canoas, paletas, pagayas y escobas.
143
JAIME TORRES SÁNCHEZ
— Una, “de recibir caldo”, de 4,2 metros de largo por 0,6 de ancho. 144
— Una, “de recoger ceniza buena”, de 2,3 metros de largo por 0,6 de ancho.
— Dos, por donde “corre el caldo a la canoa nueva”, de 5,4 y cinco metros.
— Una, “de hechar el caldo a los fondos”, de 3,1 metros.
— Dos, “de sacar meladura”, de 2,9 y 4,8 metros.
144
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
El peso promedio de las calderas de este inventario era de unos 232 kg, 145
aunque probablemente fue un poco mayor. Se acercaba al promedio que en 1721
tenían esos utensilios en el ingenio de Cortés en Nueva España 17. Si en éste
el número de calderas era el doble, la capacidad de cada una debía ser menor,
porque el volumen de caldos se igualaba en ambos establecimientos. En todo
caso, el diseño general de las pailas o calderas era semejante. La caldera, en
Nueva España, se componía de una base o fondo que se exponía directamente al
fuego, y se agregaban niveles, 'andanas', o placas de cobre unidas por clavos. De
ese modo se construían con diferentes grosores, según fuera la exposición al
fuego, economizándose metal 18. En Guatire, junto con los 'fondos' se contabi-
lizaban las mencionadas 'falcas' o niveles superiores de las pailas recubiertos
de 'paños' de cobre, que pueden haber sido los equivalentes de las 'andanas'.
Aunque el inventario no presenta referencias precisas respecto a la orde-
nación de las calderas o pailas, es posible que la disposición fuera en línea,
estructura en boga durante el siglo XVIII en Nueva España, a las que corres-
pondían fuegos separados 19. Tal era la que predominaba en Cumaná en la década
del 80, como ya se ha visto. La leña era el combustible que alimentaba las
calderas y no hay indicaciones de utilización del bagazo para estos fines, lo que
sin duda se debía a la amplia disponibilidad de bosques de la hacienda. Tampoco
el inventario proporciona información respecto al tratamiento químico de los
caldos y melados. Pero se puede afirmar que la utilización de una canoa para
recoger la “ceniza buena” tenía como objetivo proveer de una materia vegetal
que actuaba como lejía para el tratamiento del melado. En todo caso, queda fuera
de duda que el trapiche producía tanto 'papelón' como 'azúcar' después de 1753.
El sistema de conducción de los líquidos estaba enteramente hecho de
madera y, dada la facilidad de provisión de ésta, pudo haber sido más económica
que el ladrillo, aunque menos durable. La especificación de sus funciones ofrece
una idea clara de las tareas principales que allí se realizaban. En las 'canoas'
se recogían cenizas y caldos, se “templaba” el azúcar y el papelón, proceso del
que no se sabe exactamente en qué consistía 20 pero que pudo ser la fase de
manejo del melado para la cristalización en la cual se recogían los caldos para
el tratamiento. De los implementos para hacer estas tareas, que se sabe eran
variados, aquí sólo se mencionan las “espumaderas”, tal vez por su valor al
17 Ibid., p. 146.
18 Ibid., p. 126.
19 Ibid., p. 127.
20 En Cuba designaba el término 'templa' la cantidad de azúcar que producía la primera paila. Moreno
Fraginals, op. cit., III, p. 157.
145
JAIME TORRES SÁNCHEZ
ser en parte de cobre. Las 'canales', en cambio, permitían alimentar los fondos 146
y extraer los caldos.
Respecto a la fase final de secado no existía una construcción especial,
sino que se hacía en un área dentro del recinto del purgado para blanquear el
azúcar. Allí estaban los 'tendales', largos mesones con cubierta de cañas apoyados
en horcones, o postes de madera donde se secaba finalmente el azúcar.
En líneas generales, es probable que esta tecnología fuera habitual hacia la
década del cincuenta en la Provincia de Caracas sólo en trapiches de esta escala
de producción, si se consideran los rasgos descritos. Pero no es posible precisar
en qué medida la utilización de forros de hierro en los cilindros de molienda
era típica o atípica, aunque se puede presumir que el empleo del cobre para
estos menesteres era habitual en trapiches de menor tamaño. En los aspectos
restantes, la estructura mecánica de la máquina de molienda y las instalaciones
anexas no difieren de las conocidas desde el siglo XVII en toda el área colonial
española y caribeña. De hecho, se sabe que en Cuba, donde la expansión azuca-
rera fue intensa después de 1760, los intentos de innovar en la trituración fraca-
saron y el trapiche vertical de tres mazas fue aceptado como el más adecuado
hasta el primer decenio del siglo XIX. Sólo se avanzó a partir de 1783 en la
sustitución de piezas de madera por piezas metálicas y en la adición de una
pieza, la 'volvedora', que permitía pasar la caña dos veces por los cilindros
para obtener más jugo y disminuir el número de negros que alimentaban la
máquina 21. Si antes de esa fecha no se hubiesen utilizado en Cuba reforzamientos
de hierro en las mazas, su inclusión en el trapiche de Guatire podría haber
constituido una novedad tecnológica 22. Pero no se dispone de evidencia sobre
el grado de extensión de esta aplicación. En todo caso, es poco probable que
las dimensiones del molino fueran equiparables a las de los trapiches artesanales
corrientes, pues el solo hecho de la utilización de hierro en las mazas exigía
un aumento en las dimensiones del castillejo.
En realidad, la tecnología artesanal de 'trapiche' se caracterizaba por utilizar
la máquina de molienda tradicional –el molino de madera de tres mazas 23–
21 Ibid., I, pp. 81-83.
22 Se ha desestimado la utilización de los conceptos de 'innovación' y 'difusión' correspondientes
a las conocidas distinciones establecidas en J. S. Schumpeter, Business cycles: a theoretical and statistical
analysis of the capitalist process, New York, McGraw-Hill, 1939, pues las aplicaciones técnicas no tuvieron
efectos económicos en la estructura de la hacienda de Guatire, según se advierte en el capítulo cinco.
23 En el siglo XVI los trapiches de La Española, emplearon un molino de dos rodillos (Watts, op.
cit., p. 158). El molino de tres rodillos aparece a comienzos del XVII en Brasil, como resultado probable
de la adaptación del molino chino de dos rodillos, transferido a Occidente por medio de los jesuitas. Ver
146
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147
J. H. Galloway, The sugar cane industry. An historical geography from its origins to 1914, Cambridge
University Press, G. B., 1989.
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148
tecnología no parecía ser distinta, pues aún en aquéllas que emplearon mazas
de hierro el valor de los trapiches no era muy diferente al de las unidades que
empleaban mazas de piedra 24. El molino de madera manual y el movido por
animal, por tanto, pudieron ser característicos en el área centro-costera, en
el siglo XVIII.
Podría considerarse que el 'trapiche', como tecnología mecánica centrada
en el molino de tres mazas de madera, tendía a dejar de ser el centro de una
forma organizativa de trabajo artesanal, es decir, manejada por un solo sujeto,
en la medida que se le mejoraba en su rendimiento con fuerza animal y se cam-
biaban las dimensiones del castillejo. El aumento del volumen de caña prensada
y del número de pailas podía, así, elevar la producción. La reunión de las distintas
actividades procesadoras –molienda, cocción, purgado y secado– en un lugar
24 Jaime Torres S., Ricos y pobres en el Táchira. La distribución de la riqueza en 1870, Venezuela,
Biblioteca de Temas y Autores Tachirenses, 1997, ps. 75, 126-128.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
específico pudo haber constituido su forma organizativa más avanzada (ver 149
Figura Nº 15). Esta modalidad específica de combinar una dotación material
que reemplaza trabajo humano por mecanismos construidos, con conocimiento
operativo y fuerza de trabajo, bajo las condiciones de una racionalidad instru-
mental, es un 'patrón tecnológico' en el que se articulan, por tanto, máquinas,
conocimiento y formas organizacionales. El molino o artefacto mecánico deja
de ser, así, el eje tecnológico en la medida en que va cambiando la escala de
producción. Bajo una forma artesanal, esta máquina movida por hombres y/o
animales junto con el ‘tren español’ de cocción, podrían considerarse como
una tecnología de trapiche tradicional.
Ahora bien, si en el caso de Guatire la documentación identifica el trapiche'
como artefacto con el 'trapiche' como forma de organización del trabajo, también
diferencia 'trapiche' de 'ingenio', lo que en realidad significa distinguir, como
se verá, dos formas de organización del trabajo portadoras de una tecnología
mecánica semejante –el molino de tres mazas– una tecnología energética distinta,
fuerza animal/fuerza hidráulica, y técnicas organizacionales diferentes debido
al aumento sustancial del número de esclavos 25. El “ingenio” de Guatire tenía
una escala de producción superior y en la forma de organización que adoptó
radicaba su diferencia con el “trapiche corriente”, o “trapiche viejo”. El pro-
blema histórico planteado aquí es hasta qué punto ambas formas históricas
remiten a un proceso de cambio tecnológico y cómo debe entenderse tal cambio.
En Cuba, hasta fines del siglo XVIII, el 'ingenio' tenía un promedio de 30
a 40 esclavos, con 37 a 61 hás. de tierras, utilizaba fuerza animal en su molino
y de tres a cinco pailas para la cocción. Su capacidad de crecimiento productivo
radicaba sólo en el número de esclavos, que podían llegar hasta 100, cifra más
allá de la cual la unidad no era rentable 26. La elevación de la producción sobre
esos niveles se conseguía aumentando el número de estos ingenios, o como
sucedió después de 1800, con la introducción de mejoras tecnológicas en la
estructura mecánica del molino, de la fuerza de vapor, o del 'tren francés' en
25 Esto significa diferenciar la forma organizativa histórica, el 'trapiche', de la máquina que le sirve
de base, diferencia que no se advierte en el caso cubano:”Y muchas veces el ingenio recibe el nombre de
'trapiche', identificando todo el proceso fabril con la única máquina que en realidad existe: el molino
o trapiche. Y aun cuando esta máquina emplea fuerza motriz animal -sólo excepcionalmente aparecen
trapiches de agua- y por lo tanto su actividad depende del trabajo agrícola-pecuario”. Moreno Fraginals,
op. cit., I, p. 63. El autor denomina también como 'ingenio' a los establecimientos del siglo XIX que empleaban
fuerza de vapor. El aumento de producción aparece en este caso atribuido a la incorporación de nueva tierra
y al aumento del número de 'trapiches', permaneciendo así la tecnología constante.
26 Ibid., I, ps. 62-63.
149
JAIME TORRES SÁNCHEZ
la cocción, en el cual se utilizaba un solo horno horizontal para alimentar varias 150
hornallas. El cambio tecnológico del pequeño trapiche al ingenio 'manufactura'
habría sido sólo cuantitativo 27 y, con independencia del tipo de fuerza motriz
empleada en condiciones no modernas, el cambio de escala productiva se
conseguía por el aumento en el número de esclavos y la modificación en la
organización del trabajo.
Se advierte, entonces, que el 'trapiche viejo' de Guatire en 1753 tenía
dimensiones parecidas a las del 'ingenio' cubano tradicional promedio; no obs-
tante, no se le consideraba un 'ingenio', término que fue reservado sólo para el
diseño constructivo que posteriormente utilizó fuerza hidráulica. Pero también
debe señalarse que en el trapiche de 1753 las distintas actividades de procesa-
miento no sólo estaban ubicadas en un mismo lugar, sino que se habían reunido
en el interior de un mismo edificio. Tal variación podría constituir una modi-
ficación importante en resultados de productividad como en exigencia de manejo
de la fuerza de trabajo esclava. Desde esta perspectiva, el 'trapiche viejo' del
inventario de 1753 remitiría a un patrón tecnológico de trapiche mejorado,
una variación más compleja de la tecnología de trapiche tradicional, manejado
por uno o muy pocos sujetos. La administración jesuítica introduciría nuevos
cambios en el trapiche 'viejo' para, finalmente, adoptar un patrón tecnológico
de ingenio lo que posibilitaría el cambio sustancial del proceso de refinación,
al re-orientarlo desde la producción de papelón a la de azúcar.
Por tanto, podría sostenerse que el abandono de la denominación histórica
de 'trapiche' por la de 'ingenio', en la documentación de la hacienda de Guatire,
revela no sólo un cambio cuantitativo en la escala de producción, sino que
también el desarrollo de un patrón distinto de tecnología, a partir de la intro-
ducción de mejoras en la tecnología mecánica y un nuevo diseño constructivo.
Sin embargo, y de manera análoga a la expansión cañicultora cubana de fines
del siglo XVIII, el aumento de la producción ocurrió como consecuencia de
las modificaciones en la organización del trabajo esclavo. Por tanto, hubo un
cambio tecnológico considerable en la hacienda de Guatire bajo la administración
jesuítica, pero de carácter organizacional. El tipo de expansión productiva
que en Cuba ocurrió en la segunda mitad del siglo XVIII en el ámbito global,
ocurrió en Guatire al interior de una misma empresa.
150
151
Capítulo IV
Transformación productiva:
un patrón tecnológico de ingenio
1 AHN, Clero 128/1, doc. cit., Guatire, 17-23 de junio de 1767, fs. 64-97; Clero 128/5a, Inventario
de la hacienda del valle de Guatire, Madrid, 29 de octubre de 1773, fs. 19 v.-36.
151
JAIME TORRES SÁNCHEZ
ladrillo”. Pero se añadían una “casa de ingenio”, una casa para “sala de Pai- 152
las”, una casa “que sirve de Purguera”, otra contigua a la anterior que servía
de despensa y secado, y una “con divisiones de viviendas de negros”. En 1767
esta vivienda, junto a los 30 bohíos, se destinaba a una población de 93 indi-
viduos, en marcado contraste con los 20 bohíos existentes en 1753. Pero más
que un simple cambio cuantitativo, explicable por el aumento de la población
trabajadora, esto podría indicar que los cambios en la organización de trabajo
también parecían orientarse hacia diseños habitacionales más propios de las
plantaciones caribeñas, que tendían a concentrar el espacio habitable construido
para los esclavos 2.
En el inventario de animales aparece un caballo, seguramente para despla-
zamientos de vigilancia del mayordomo, 14 ovejas y una cabra, probables suple-
mentos alimenticios para los nuevos administradores y propietarios. Los anima-
les de utilización directa en las faenas eran 18 mulas y 22 'machos', distribu-
yéndose las mulas en cuatro para labores de molienda, tres para carga y cinco
para silla. Y de los segundos, nueve para molienda y nueve para carga. Es clara
la mayor importancia de los machos, animales más resistentes que las mulas
en las faenas de molienda y carga, síntoma de la intensificación del trabajo.
Estos parecían de reciente introducción, pues su promedio de edad era tan sólo
de 10,4 años. Los animales de molienda se reducen de 25, en 1753, a 13 en 1767,
lo que indica la menor importancia de la fuerza animal, aunque se mantenía
en funcionamiento el trapiche movido por fuerza animal, a pesar de la existencia
de la maquinaria movida por agua.
Los bueyes habían aumentado de tres a siete y se disponía de tres carretas,
lo que indica que el volumen de caña cortada y movilizada al interior de la ha-
cienda había aumentado notablemente. Estos mismos animales movían, proba-
blemente, los tres arados utilizados en la siembra de la caña. La mayor comple-
jidad del trabajo exigió un mejor manejo y cuidado de los animales, pues existía
“un corral de mulas que tendrá cuatro cuadras en contorno bien cercado de
palo, con una puerta de golpe... con su chumacera de hierro bien tratada” 3.
La vivienda principal, pese a que seguía construida con los mismos mate-
riales que en 1753, ahora se había ampliado hasta 25,9 metros de longitud por
4,18 de anchura y había aumentado el número de habitaciones de cuatro a seis.
2 Una hipótesis sostiene que en el Caribe el diseño habitacional tipo 'barraca', propio de plantaciones
grandes, se asociaba a un tipo de sistema familiar esclavo en el que el desbalance en la relación hombres-
mujeres favorecía a los primeros, deteriorándose las condiciones de vida con una baja tasa de reproducción.
Ver Potthast-Jutkeit, art. cit., p. 288.
3 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 75.
152
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
“de tarraja”, una “entenayas”, y una “cortadera”. El mal estado de la instala- 154
ción era, entonces, una situación reciente. A diferencia de 1753, el inventario
de 1767 enumera herramientas agrícolas y de carpintería. Había 47 “azadas”, 20
buenas y 25 de “mediano servicio”; 15 hachas, 13 buenas; 41 “calabozos”, 33
buenos; tres hachas “para calzar”; cinco azadas “para calzar”; 14 palas, 11
buenas; y seis “baras” de hierro. No se mencionan tacises. Las herramientas
de carpintería eran las básicas: sierra, garlopa, cepillo, dos azuelas, tres gubias,
un formón y un gramil. Esta dotación de herramientas indica que había una
amplia e intensa actividad interna agrícola-artesanal. Los elementos para el
transporte de la caña y de la leña, 17 “sillones de cargar” –al parecer aparejos
de carga de las mulas– eran casi los mismos en número que en 1753.
Había un caney para la confección de tejas y ladrillos de 17,5 de largo
por siete metros de ancho, techado parcialmente de teja, con su correspondiente
horno, anexo al cual pudo haber estado otro horno más pequeño con techo
de cogollo.
Las instalaciones de procesamiento de 1753, o “trapiche viejo” como se
le denomina en 1767, no habían alterado sus formas básicas. Pero las 38 varas
de anchura de 1753 habían dado lugar a 44 varas, lo que es una indicación de
que el antiguo corredor al oriente había sido demolido para reconstruirlo con
seis varas adicionales donde seguramente se encontraban los cuartos del mayor-
domo y de guarda del azúcar. Ello aumentó el área central ocupada por el
molino, que ahora procesaba una mayor cantidad de caña.
Otras innovaciones en la planta física indican claramente el sentido que
se había impuesto a la gestión económica de la hacienda. Había ahora dos 'colga-
dizos' o estructuras de horcones y techo de teja, de 3,3 de longitud por 8,2 metros
de anchura y 5 de altura, uno en el frente de la casa orientado hacia el sur y otro,
posterior, mirando hacia el norte. El primer colgadizo cubría la zona de las hor-
nallas y se separaba de la sala de pailas por una pared “nueva” de adobe de
8,36 metros de anchura y 5 metros de altura. La única función que podía tener
este colgadizo sobre las hornallas, era la de protegerlas de la lluvia. Por tanto,
el área de cocción se desplazó parcialmente hacia fuera de la casa. Se ampliaba
así el espacio dedicado al trabajo del molino. A ambos lados de las paredes
laterales del colgadizo, las tapias de los muros habían sido reforzadas con estri-
bos nuevos de cinco metros de altura y cimientos de casi dos metros. El otro
colgadizo orientado al norte, de iguales dimensiones que el anterior, segura-
mente ampliaba la entrada al molino. Como se advierte, estas modificaciones
permitían manejar volúmenes mayores de caña cortada.
154
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
molienda, cocción, purgado y secado. Cada una se desarrollaba en una construc- 156
ción diferente, adecuada a la tarea específica, aunque todas se hallaban interco-
nectadas (ver Figura Nº 16).
Se puede presumir que se encontraban en un mismo lugar y es seguro
que, al menos, el edificio o ‘sala de pailas’ estaba contiguo al molino. Si la mis-
ma acequia proporcionaba agua a la rueda hidráulica de la casa de trapiche,
a la casa de pailas contigua y al 'trapiche viejo', en la medida que descendía
de un cerro situado al oeste de estas construcciones, entonces el ingenio podría
haberse situado entre el cerro y el trapiche, orientado de norte a sur. Probable-
mente no había una gran distancia entre las instalaciones, pues si ambos molinos
funcionaron, seguramente lo hicieron con cierta coordinación.
La construcción de un molino movido por fuerza hidráulica requería
mayores conocimientos tecnológicos y pericia artesanal. Ello se pone de relieve
en los problemas técnicos y en las soluciones que se dieron. La edificación
156
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
9 AHN, Clero 128/1, Inventario de Guatire, valle de Guatire, 17 de junio de 1767, fs. 82 v.-83. Las
dimensiones del terraplén no figuran en este inventario.
10 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 82 v.
11 AHN, Clero 126/33, doc. cit, valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 169.
12 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 83. En el avalúo de albañilería
de 1772, éste tenía 46 m de longitud por 40 centímetros de anchura. Ver AHN, Clero 126/33, f. 171.
13 Ibidem.
157
JAIME TORRES SÁNCHEZ
14 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 84. También en AHN, Clero
126/33, valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 17.
15 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1772, fs. 191-191 v.
16 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 84 v.
17 AHN, Clero 126/33; Avalúo de carpintería, valle de Guatire, 1772, f. 184 v.
158
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
159
“de alto” y disponía de una compuerta, “viene el agua a la rueda” 18. Se soste-
nía el cajón por medio de dos estribos de 6,69 m de longitud que también asegu-
raban la casa. Al parecer, tal cajón de trayectoria descendente vaciaba el agua
en el foso de la rueda. Pero también caía el líquido a la rueda por medio de otras
dos canoas. Una, de madera de ceiba, “por donde va el agua a la medianía de
la rueda”, de 5 m de longitud y 40 centímetros de fondo y otros tantos de an-
chura. Esta, probablemente se alimentaba en el mismo punto donde empezaba
el cajón. Y otra canoa de cedro, “por donde cae el agua a la rueda” 19, de 1,67 m
de largo por 0,40 de anchura. Por tanto, en esta interpretación, el cajón llevaba
el agua por la parte de abajo de la rueda impulsándola horizontalmente, y la
canoa más larga la llevaba a la parte superior, para dejarla caer sobre las
cucharas impulsándola verticalmente. Por presión de arrastre y de caída se
obtenía un mayor aprovechamiento del agua.
159
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160
20 Ibid., f. 84 v.
21 Ibidem.
160
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
161
22 Ibid., f. 86.
23 Ibidem.
24 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire 17 de julio de 1772, f. 167 v.
25 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 87 v.
161
JAIME TORRES SÁNCHEZ
A diferencia de la del trapiche viejo, la sala de pailas disponía de cinco hor- 162
nallas con sus parrillas. Cuatro se ocupaban para igual número de fondos, con
sus correspondientes falcas, y una 'tacha' para “templar papelones” que permitía
dar el punto de cocción final para producir el papelón. Tres fondos tenían falcas
de cobre, pero un fondo y la tacha sólo tenían falcas de ladrillo. En el avalúo del
herrero de 1772 estos fondos pesaban: uno, 28 arrobas en cobre; dos, 26 arrobas
cada uno, y otro pequeño, 16 arrobas. Las falcas de los fondos pesaban en total
50 arrobas y la tacha, ocho arrobas. El peso medio por caldera, que en el trapiche
viejo de 1753 era de 232 kilogramos, era ahora de 354. No obstante, debe consi-
derarse que tales valores del año 1772 pudieron no corresponder totalmente
a los de 1767, pues el Depositario de los bienes de la hacienda había hecho
modificaciones y los fondos habían sido fundidos de nuevo. El aumento del
peso medio de las calderas indica que también había aumentado la capacidad
instalada de procesamiento de caldos.
En la sala opuesta a la de las hornallas, se encontraba el dispositivo de
conducción, de tratamiento de los caldos y el instrumental especializado que
se usaba. Como en el inventario de 1753 aparecían también los elementos fijos
y los móviles 26. Había seis canoas:
— una de madera, de 2,5 de larga por 0,60 de ancha y 0,80 m de fondo que
servía para “recibir guarapo del artesón”.
— una de madera, de 5,4 de larga por 0,80 m de fondo y anchura, con tapa para
recibir “meladura”, es decir, guarapo ya tratado.
— una de madera de ceiba, de cinco metros de larga por 0,80 de altura y ancho,
con tapa y argolla para candado.
— una de madera de ceiba, de 2,5 de larga por 0,40 m de altura y ancho, para
“templar el azúcar”.
— una de madera de ceiba, de 2,3 m de larga por 0,40 de alta y 0,28 de fondo,
para “templar papelones”.
— una, de madera de ceiba, ubicada en el cuarto que comunicaba con el ingenio,
de cinco metros de largo por 0,60 de ancha y 0,40 de fondo.
— dos de madera de cedro, una de cuatro metros de larga y otra de 4,80, “por
donde corre el caldo a los fondos”.
— una, de 7,1 m de larga.
26 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, fs. 84 v., 86 v.-87 v.
162
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163
JAIME TORRES SÁNCHEZ
de madera, que se utilizaba para mover el melado en las pailas 29. Es probable 164
que un instrumento semejante se usara en Guatire, pero no se presenta la infor-
mación. Tal vez, se empleaba tan sólo un madero al que no se le concedía
importancia funcional.
Tecnológicamente no se advierten grandes diferencias respecto a 1753
en las nuevas instalaciones de la sala de pailas, salvo en el aumento del número
de hornallas y de fondos como en el mayor peso medio de éstos, lo que hacía
posible un aumento de la cantidad de melado bajo tratamiento. La innovación
debió ocurrir en la organización del trabajo mismo, porque pudo desarrollarse
en recintos separados, diseñados a tal fin. Esto generó mejores condiciones
de trabajo para los esclavos y disminuyó los riesgos de accidentes, como se
refleja en los datos de salud analizadas en un capítulo anterior. La mayor sepa-
ración de los espacios de molienda de los de cocción, permitió aislar el foco de
altas temperaturas y controlar el peligro de incendios. El mayor espacio de mo-
lienda pudo haber bajado el índice de accidentes, pues el molino era un área peli-
grosa para el trabajo esclavo en tanto allí se manipulaba la caña para los rodillos.
La preocupación por la calidad del producto final se advierte en la clara
diferenciación de las dos edificaciones restantes: la casa de purga y la despensa.
Aquí se revela el propósito gerencial estratégico de la administración jesuí-
tica, en el sentido de producir predominantemente azúcar, un producto más
complejo que el papelón y que requería un mejoramiento sustancial en el
tratamiento de purgado.
La casa “que sirve de purguera” 30, era de tapias, rajas y tejas y tenía
24 m de longitud por 5 de anchura y 2,5 de altura. Contigua, pero separada, ha-
bía una casa también de los mismos materiales de 11,7 m de larga por 5 de
anchura, que era despensa y secadero (ver Figura Nº 20). No se dispone de
información que permita deducir la localización en el espacio de ambas
edificaciones, pero no podían estar lejos de la 'casa de pailas', pues de ésta
tenía que trasladarse la masa final que debía purgarse. La primera tenía una
puerta provista de candado y tres ventanas protegidas con reja de hierro, lo
que indica la preocupación por la seguridad. Disponía de un 'tendal' de 46 m
de longitud y 1,7 de anchura, dispuesto seguramente en dos tramos de 23 m
cada uno. Este era una estructura de maderos, sobre soportes del mismo material,
de un metro de altura, que poseía tableros con 364 huecos para sostener las
hormas de arcilla que contenían el melado a purgar.
164
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
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El resto de las instalaciones eran canoas y canales. Había cuatro canoas 166
de madera de ceiba para 'recibir purga' que medían entre 6,6 y 4 m de largo.
Y dos canoas del mismo material para “batir el barro para la azúcar”, de
2 m de longitud y 0,40 de anchura por otras tanto de altura. En esta última
se mezclaba la arcilla y el agua con que se cubrían las hormas que contenían
el melado. Las canales estaban instaladas para permitir el escurrimiento de
las mieles residuales resultantes del purgado en las hormas, como era costumbre
en Tierra Firme. Había siete “canales maestras” que fluctuaban en largo entre
6,7 y 2 metros. Éstas se complementaban con 82 “canalitas” de madera de
cedro y yagrumo, “que conducen la purga a las maestras”. Parece que ellas
se gastaban con rapidez pues había 85 más de repuesto, junto a otro canal
maestro de cinco metros. Finalmente, había una canal maestra de casi cinco
metros “para cojer el agua de la acequia y lavar el trapiche”. Esta era una
operación rutinaria para limpiar enseres e instalaciones.
La segunda edificación, o “casa de despensa”, estaba dividida en dos cuar-
tos: uno, para “guardar el azúcar cuando está fuera de las hormas”; otro,
que “sirve con una hornilla que tiene abajo y un entresuelo de tapias, de
reverberación para el azúcar no seco”. El primer cuarto tenía dos tendales
superpuestos de 6,7 m de longitud por 1,7 de anchura, con sus correspondientes
tablas, para “guardar el azúcar”, y una romana capaz de pesar hasta cinco
arrobas. Del cuarto de secado no se conoce su efectividad hasta 1767, pero
en el avalúo de 1772 el Depositario de la hacienda manifestó que “se quitó y
purificó por la experiencia que se tiene de ser inútil por la mucha humedad
del suelo”. Probablemente esto era cierto, pero eso no significa que el cuarto
de secado fuera inútil durante los años en que estuvo siendo utilizado por la
administración jesuítica.
Las instalaciones de trabajo se completaban con una casa de 11,7 m de
larga por 6,3 de ancha, de horcones, bahareque y tejas, con divisiones internas
destinadas a ser viviendas de los esclavos 31.
La existencia de una instalación para secar azúcar permite relativizar
la ya conocida apreciación de Depons respecto a la deficiencia general de la
fabricación de este producto atribuida a los hacendados en Tierra Firme y, a
la vez, llama la atención sobre la índole de las modificaciones que se introdu-
jeron por la administración de la Compañía de Jesús después de 1753. En
realidad, del análisis anterior puede desprenderse que el sentido general de
31 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 90.
166
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
32 Ver FINAL.
33 Labat, op. cit., ver dibujo “Moulin a Eau droie”, sin número de página; André João Antonil, Cultura e
opulencia do Brasil por suas drogas e minas, Paris, Institut des Hautes Etudes de l'Amérique latine,
1968, p. 170.
167
JAIME TORRES SÁNCHEZ
una rueda, sino de una rueda con dientes sobre otra rueda igual con un acopla- 168
miento de muñones verticales y horizontales (ver Figura Nº 21).
Es probable que la mayor productividad de la mano de obra haya sido
resultado directo de la división del trabajo en las distintas funciones que se
realizaban en el flujo de producción del azúcar –molienda, cocción, purga y
secado– ejecutadas en espacios y edificios distintos. Hubo también un aumento
de la caña cosechada, lo que solamente pudo conseguirse por medio de un
mejor aprovechamiento del suelo agrícola, pues se sabe que aumentó la super-
ficie cultivable total. Lo que llama la atención es la claridad del enfoque concep-
tual que presupone el planteamiento constructivo en el diseño de las edifica-
ciones. El cambio en la organización del trabajo se resolvió de hecho a partir
de la división y especialización de las construcciones. Debe considerarse que
el principio de la división del trabajo y su famosa ejemplificación en la
168
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
169
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Con todo, bajo la consideración de una relación input/output muy elemental 170
los datos ya proporcionados indicarían que, mientras la cantidad de papelón
aumentó levemente, la producción media anual de azúcar aumentó en un 100 %
entre 1754 y 1758 y el número de esclavos en edad productiva sólo se incre-
mentó en un 50 %, comparando los 32 esclavos de 1753 con los 48 existentes
en 1767, cantidad esta última que pudo ser inferior en 1758 34.
Dos ventajas comparativas pudieron actuar en el sentido de situar la reorga-
nización del proceso de trabajo como eje explicativo de los cambios en el patrón
tecnológico de base. Por una parte, en la actividad azucarera se podía aplicar el
trabajo esclavo en gran escala y con alta efectividad, por el carácter diferenciado
y secuencial de los diferentes componentes de su flujo productivo y por la dispo-
nibilidad de una tecnología simple para cada uno de ellos. Así, se podía raciona-
lizar el proceso de trabajo según los procedimientos contemporáneos aplicados
en las manufacturas europeas. Se sabe que los principios taylorianos de organi-
zación del trabajo fueron aplicados empíricamente en la actividad de los escla-
vos de las plantaciones azucareras desde el siglo XVIII, en tanto éstos impli-
caban rutinización de ejecución de las diferentes tareas adecuadamente defi-
nidas, disminución de la discrecionalidad individual en el desempeño y un
rígido sistema de disciplina con control central de las actividades como un
todo 35. Por otra parte, al estar las haciendas jesuíticas subordinadas a un poder
corporativo conectado a los más poderosos centros de decisión colonial 36,
dentro del orden producido y controlado por la organización, las empresas
económicas podían subordinarse a directrices que aseguraban la continuidad
del proceso de acumulación de riqueza: esclavos, tierra, árboles, patrimonio
dinerario y capital en dinero.
En todo caso, la respuesta a la cuestión de en qué medida fueron resueltos
total y adecuadamente los problemas que estos cambios comportaron hasta 1767
no puede darse en términos precisos. Algunos de ellos, los cambios acaecidos
hasta esa fecha en la infraestructura de molienda y cocción, pueden apreciarse
a través del examen del avalúo que se firmó el 24 de julio de 1772, los que
tuvieron que considerar la situación existente en el momento de la expropiación
por la Corona. Sin embargo, como no se dispone de documentación respecto
a la producción cañera, todo ese segmento de la actividad de la hacienda sólo
puede ser objeto de conjeturas.
34 Ver Cuadros Nº 21 y Nº 27.
35 Keith R. Aufhauser, “Slavery and scientific management”, Journal of Economic History, 33 (1973),
ps. 815-823.
36 Konrad, op. cit., 1980, ps. 330-331.
170
171
Capítulo V
Evolución económica y cambios tecnológicos
1 AHN, Clero 126/33, Diligencia de cotejo, valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 127.
2 AHN, Clero 126/33, Avalúo del albañil, valle de Guatire, 17 de julio de 1772, fs. 163-164.
171
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
nuevo a mucho costo, para asegurar la referida fábrica, que se estaba cayendo 173
por la humedad y contrapeso que le hacía el referido cerro” 6.
El 'banqueo', o excavación que se había hecho en el cerro por el lado oeste
de la casa era, por tanto, un trabajo de contención de la ladera realizado después
de 1767 y antes de 1772. Tal tarea de protección había tenido que ser completada
con la construcción de un 'estribo' de mampostería, en el mismo costado de la
casa, de 6 m de alto, 1,7 de anchura y 0,40 de saliente. El cerco nuevo que
evaluó el albañil era un paredón de 8,8 m de longitud, 1,7 de altura y 0,40 de
anchura, de cal, arena y piedra, “el que se halla en la escavación expresada
para reparar las avenidas de tierra y agua, que caen contra la casa de dicho
Ingenio en tiempo de lluvias” 7.
El avalúo del albañil revela también que la 'casa de pailas' tenía problemas
derivados de su construcción inicial. De las 5.110 tejas que recubrían los techos
en 1767, el 74 % de ellas estaban no sólo “mal acondicionadas”, sino que tenían
“defecto”, al igual que la “armaduría” del tejado mismo y las 1.456 tejas
del techo de la casa de despensa 8.
Los defectos constructivos del trapiche viejo habían obligado a su aban-
dono, pero problemas edafológicos habían exigido construir obras de protección
y reforzamiento del edificio o 'casa de ingenio', en el que se había concentrado,
después de 1767, la actividad de molienda y cocción de los guarapos. Sin em-
bargo, tampoco estaba libre de problemas derivados de una defectuosa construc-
ción. En el fondo, el deterioro de las laderas en que se asentaban las edifica-
ciones de la hacienda era, probablemente, resultado de la deforestación del
área inmediata. La intensa presión sobre los recursos del valle, a lo largo de
la administración jesuítica, había convertido un problema inicial de humedad
en las instalaciones, en un problema estructural de estabilidad de suelos.
La concentración de la actividad en la 'casa de ingenio' obligó a redistribuir
el espacio disponible y a reconstruir instalaciones viejas y construir otras. Así, la
fragua fue trasladada a uno de los cuartos de la 'casa de Ingenio' 9, el antiguo
cuarto de secado del azúcar y el del mayordomo, que estaba contiguo a la casa
por el oriente, fueron reconstruidos totalmente 10. Lo mismo sucedió con el
cuarto de tapias que unía la 'casa de pailas' con la 'casa de Ingenio', que fue
6 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 136 v.
7 Ibid., fs. 141 v.-142.
8 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772., fs. 170 v.-171.
9 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772., f. 135.
10 Ibid., f. 127.
173
JAIME TORRES SÁNCHEZ
“hecho de nuevo por estar el que tenía de mala construcción” 11 y con la cocina, 174
que se construyó junto a la 'casa de purguera', con bahareque, horcones, cañas y
tejas, de 10 m de largura y 4,40 de anchura. Casi las mismas dimensiones que
la anterior, ésta disponía de un colgadizo cubierto de teja para las caballerías 12.
Finalmente, el corral de mulas se instaló en otro lugar con una empalizada
de 364 metros de largo 13. Y se añadió un pasadizo que, saliendo de la 'casa de
pailas' y del ingenio, se extendía a lo largo de 204 metros para pasar a un patio 14.
El reforzamiento de las edificaciones y la remodelación de algunas partes
estaban ligados estrechamente a los cambios de la maquinaria de trabajo. Lo
que afectó a la 'casa de ingenio' en la estructura de captación del agua y al sis-
tema de transmisión del movimiento hasta los rodillos, rediseñándose o recons-
truyéndose, por tanto, los componentes de la rueda hidráulica y del molino.
Pero también fue necesario modificar en la 'casa de pailas', las hornallas, los
fondos, el sistema de conducción y trabajo sobre el melado.
El agua de la acequia del cerro se recibía “en un tanque nuevo... que
tiene trece varas de mampostería de ladrillo y mezcla, y media vara de grueso
con un poste de ladrillo y mezcla, a modo de estribo”. El detalle de su diseño
podría indicar que estaba hecho de manera más sólida que el anterior. De él
partía “una cañería nueva... de ladrillo y mezcla” de 8,40 m de longitud y
0,40 de anchura, que pasaba por encima del paredón de protección de la ladera
del cerro. Probablemente, donde terminaba esta cañería, o canal en pendiente,
empezaba otra “cañería nueva” con menor pendiente y longitud de 11 m,
también construida de ladrillos 15. Como se ha visto, antes de 1767 esta sección
era mucho más corta y era un cajón de madera. Por tanto, el tramo entre el tan-
que y la entrada del agua al foso de la rueda había aumentado en longitud y los
materiales utilizados eran de mayor durabilidad. Sin embargo, podría formularse
la pregunta de si se justificaba técnicamente el cambio a materiales de mayor
costo en un terreno de alta inestabilidad.
La modalidad de captación del agua por la rueda, al parecer, había sido
modificada, aunque las descripciones son pobres al respecto. Pero sin duda
a esta transformación se refería el inventario cuando el Depositario declaró
que, “la canoa por donde corría el agua a la rueda” no se encontraba, pues
11 Ibid., 138 v.
12 Ibid., f. 143-143 v.
13 Ibid., f, 145.
14 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 172-172 v.
15 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 142.
174
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
había “otro nuevo en diferente forma, que hiere a dicha rueda por la parte 175
inferior de su diámetro”. Y la canoa de madera que iba a la parte superior de la
rueda, tampoco se hallaba “por haberse variado la construcción de la máquina
de dicho Ingenio” 16. Se deduce que el sistema anterior, por el que la presión
del agua se aplicaba a las cucharas por caída, a la parte superior de la rueda,
y por arrastre en la parte inferior de ésta, se había abandonado.
En ausencia de informaciones más directas que describan esa modificación
cabe una hipótesis. La canal tenía su punto de salida más abajo del eje de la rue-
da –según la documentación citada– y por presión, el agua movía las cucharas
directamente; pero, al caer al foso en que estaba la rueda, ejercía una presión
adicional a través del arrastre, por la masa de agua que allí se canalizaba.
Con ello se suprimía el sistema de doble salida del agua, simplificándose el
mecanismo de alimentación de la rueda, al eliminarse una parte móvil como
la canoa superior ganando, probablemente, en capacidad de adaptación a un
menor flujo de agua.
En tal hipótesis, la canal tenía que tener una salida a la altura del eje de
la rueda, lo que requería su elevación y, por otra, el foso de la rueda tenía que
profundizarse. Sobre ambos aspectos hay algunas evidencias. Respecto al
primero se inventarió “un poste nuevo en triángulo de ladrillo y mezcla, una
y media varas de largo, cinco sesmas de ancho y una de alto, que se halla
pegado al foso de la rueda del ingenio, sirviendo de sostener la canal, por
donde se conduce la agua para lavar el trapiche” 17. Es obvio que no podía
alterarse la altura del eje de la rueda porque estaba conectada con la rueda
'linterna' que movía las mazas del trapiche.
Respecto al segundo aspecto, el avalúo del albañil fue muy minucioso:
“Por sesenta y dos varas de excavación del foso a real y medio vara” 18, aña-
diendo: “Item. Por seis y media varas de cañería debajo la rueda, y la que tiene
encima, que sube para el herido de una vara de alto, una y otra, donde da
vuelta la rueda, una cuarta de borda a cada lado de ladrillo grande” 19. El foso
estaba recubierto de ladrillos en su fondo, con 5,40 metros de longitud, y con
ambas paredes forradas del mismo material, de un espesor de 20 centímetros.
De ladrillos era también la 'cañería', o canal superior, que suministraba
agua a la rueda. Esta última se había construido de nuevo, junto con su eje,
16 Ibid., f. 137.
17 Ibid., f. 143.
18 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 167.
19 Ibidem.
175
JAIME TORRES SÁNCHEZ
20 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, fs. 137-137 v.
21 Ibid., f. 143.
22 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 167 v.
23 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 129.
24 Ibid., f. 130.
176
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
cubiertas de un forro, o “tambor” de “hierro colado”, que pesaban 472 kgs, 177
y otra con cobre que pesaba 253 kgs, componentes que se habían fundido de
nuevo 25. Las chumaceras del trapiche de mulas también estaban forradas de
cobre, al igual que las del ingenio, cuyo peso alcanzaba 24,8 kg 26. En éste,
los rodillos tenían 'tambores' de cobre que pesaban 414 kilos 27. Los 'trompos'
de la maza mayor del ingenio eran de hierro y, probablemente, también los
del trapiche de mulas 28. La simplicidad de esta tecnología iba asociada a su
enorme peso. Fácilmente podría conjeturarse, con poco margen de error, que
cada molino tenía un peso total de alrededor de una tonelada, lo que añade
un nuevo elemento explicativo al deterioro de las edificaciones que, como
se ha visto, se asentaban sobre suelos en pendiente afectados por la deforestación
circundante y expuestos al escurrimiento del agua.
La 'casa de pailas' también había sido remodelada, pues ahora era más
larga, 12,9 m, y había disminuido el número de hornallas a cuatro29. Es probable
que en compensación a las cinco que existían en 1767, el tamaño de los fondos
aumentara. Había cuatro fondos de cobre, uno de 322 kg, dos de 299 y uno
de 184 y una 'tacha' de 92 kgs 30 –en 1767 ésta disponía de una parrilla– que
ahora era “de poco servicio” 31.
La circulación del melado disponía de 10 canoas destinadas a las mismas
funciones que encontramos en 1767: para recibir el guarapo, echar meladura,
templar los papelones y el azúcar, echar la purga, y se mencionaba otra para
recoger las espumas resultado de la clarificación del melado. Había, además,
cinco canoas pequeñas, la mayor parte de las cuales servían para echar cachaza
y nueve canales, dos que servían para que corriera el “caldo” a los fondos y uno
por donde corrían los “temples”. Se menciona una mayor variedad de utensilios
como un tarro de medición de meladura, cuatro 'paneleras', un banco donde
se enfriaban los papelones, cinco cubos para echar la cachaza, dos 'tinas' y
seis carretones. Este conjunto instrumental no indica modificaciones en el
proceso de tratamiento de los caldos, excepto que por el número de canales,
podría haberse racionalizado la conducción de los guarapos y melados, econo-
mizando mano de obra, en la medida en que se utilizaba un sistema fijo.
177
JAIME TORRES SÁNCHEZ
32 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, fs. 171 v.-172.
33 Ibid., f. 172.
34 Ibid., 172 v.-173.
35 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 144.
36 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1772, f. 190 v.
178
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
37 Ibid., f. 181.
38 AHN, Clero 126/33, Avalúo de carpintería, valle de Guatire, 10 de junio de 1768, f. 58 v.
39 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 72 v.
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Los valores en pesos de 1768 en relación con los de 1753 y los de 1762
con respecto a los de 1768, corresponden a aumentos absolutos y el promedio
de esos períodos, a la variación anual. El primer concepto corresponde al gasto
en elementos de maquinarias, edificios, anexos, herramientas y animales. Los
rubros corresponden a la mayor parte del valor total de la hacienda en los años
considerados. Se puede observar en el Cuadro que durante el período en que
la hacienda fue del Colegio de Caracas, el incremento de valor de su patrimonio
hasta el último año de gestión no se debió tanto al valor de los cambios técnicos,
sino a la elevación en el valor de la tierra, con una media anual de 634 pesos
y al aumento de valor de los esclavos.
En el período 1768-1772, en cambio, hay una caída del valor anual medio
del patrimonio de esclavos y, respecto al período anterior, un decremento
considerable del valor de la tierra. El valor de la infraestructura técnica aumentó
anualmente de manera sustancial con relación al período que terminó en 1767.
Pero ya se ha señalado que tales cifras se presentan sobrevaluadas, aunque
el gasto en reconstrucción de edificios y maquinarias pudo haber tenido alguna
significación en esta fase inicial de la nueva etapa de la hacienda. La devalua-
ción de la tierra podría haberse debido a la disminución de la producción durante
ese período. La comparación con el período que finaliza en 1772 indicaría
la volatilidad del valor de la tierra, presentándose ésta como una variable que
pudo depender más de la gestión económica de la hacienda que de la evolución
de factores externos, puesto que la presión sobre los recursos del valle de Guatire
fue creciente hasta 1767. Como el gasto en infraestructura tiene poca signi-
ficación para explicar el aumento del valor patrimonial, parecería claro que
tuvo mayor importancia por su efecto acumulativo el gasto en esclavos, de
185
JAIME TORRES SÁNCHEZ
lo que se deduciría que el cuidado de la mano de obra tenía fuertes repercusiones 186
en la acumulación patrimonial.
En resumen, las transformaciones económicas, el aumento del producto
y la expansión del ingreso de la hacienda a lo largo del período de propiedad
y gestión del Colegio de Caracas, requirieron el aumento del gasto productivo
en infraestructuras, lo que exigió desembolsos en dinero, además del aumento
del número de esclavos. Sin embargo, en el largo plazo fue más importante
en el incremento del valor patrimonial el aumento de la mano de obra esclava.
Al parecer, se intentó el autoabastecimiento en este último rubro durante el
período jesuítico, pero no se sabe en qué medida se consiguió. Por eso es difícil
precisar en cuánto su valor patrimonial correspondió a incrementos netos, o
valor adicional al total por crecimiento demográfico, o a endeudamiento con
cargo a un ingreso futuro, cuando se compraban esclavos. En todo caso, parece
claro que los gastos tuvieron su correlato en la elevación del valor de la tierra
–éste pudo haber sido muy sensible a las variaciones de la producción final–
y en el aumento en valor del patrimonio de esclavos hacia 1767.
Estas conclusiones permiten precisar algunos aspectos del efecto econó-
mico real de los cambios tecnológicos en unidades agrarias cañicultoras basadas
en trabajo esclavo, dentro del contexto de una economía colonial. Si en la acu-
mulación de valores contables el valor de los esclavos tenía un peso signifi-
cativo, el perfeccionamiento de las tecnologías de procesamiento y/o de pro-
ducción y la organización del trabajo solamente perseguían como objetivo maxi-
mizar el producto, aumentar el volumen de bienes y no rebajar 'costos de pro-
ducción', como en el caso de empresas que operan en un contexto competitivo.
En este sentido, la aplicación de novedades tecnológicas sólo tenía efectos
en el incremento de bienes físicos y no efectos económicos en las modalidades
de funcionamiento productivo. Tales cambios modificaban la escala de produc-
ción y los rendimientos, según se ha podido apreciar al examinar la evolución
de la hacienda de Guatire dentro de la economía regional.
186
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
Estas conclusiones se reafirman aun más si se considera que hasta fines 189
de los sesenta, la estructura de las exportaciones de la Provincia mantuvo su
perfil histórico anterior, pues a partir de la década de los ochenta éstas revelan
síntomas dinámicos al aparecer nuevos productos de rápido crecimiento 52.
En efecto, a partir de los ochenta hasta el primer quinquenio de los noventa,
las exportaciones físicas de cacao aumentaron, pero después tendieron a decaer.
En cambio, productos nuevos como algodón y café aumentaron de manera
sostenida los volúmenes exportados, junto con el añil que, a diferencia de los
anteriores, solamente se sostuvo en su expansión hasta 1793-96. El ingreso
total de los exportadores pudo haber aumentado sólo a comienzos de la última
década, por la vía de la diversificación de las exportaciones y el crecimiento
del valor total 53.
En todo caso, con independencia de la consideración de sí el entorno econó-
mico fue o no favorable para las empresas productoras de la Provincia orientadas
al mercado regional, durante esos dos decenios, la evolución de la hacienda
jesuítica ha puesto de relieve cómo las decisiones sobre su organización y
funcionamiento siguieron muy de cerca las alternativas favorables de la demanda
regional del azúcar. En las condiciones de precios estables para este producto,
ello indicaría que hubo un cambio en la demanda, ya por el aumento en el
número de consumidores y/o por un incremento en el ingreso. Es posible apre-
ciar la magnitud del mercado de los derivados del procesamiento de la caña a
través de una estimación de la estructura del consumo, precisamente en el año
1752, fecha en que el Colegio se inició oficialmente en la actividad azucarera.
En el Cuadro Nº 38 se presentan algunos datos que proporcionan un perfil
sincrónico de la actividad económica de la Provincia de Caracas que, aunque
son estimaciones parciales de contemporáneos, en su conjunto posibilitan un
examen de la estructura productiva y del mercado regional. Se deduce del
Cuadro que en 1752 el 50 % del producto correspondía al cacao, seguido por
el azúcar con un 19 %, lo que se corresponde con la apreciación cualitativa
de otra fuente en 1775: “Tres frutos son los principales que con abundancia
produce esta provincia, que son el cacao, azúcar y papelón, y tabaco” 54.
52 Ferrigni Varela, Yoston La crisis del régimen económico colonial en Venezuela. 1770-1830, Caracas,
Banco Central, 1999, I, ps. 121-125.
53 Sobre la estructura de valor de las exportaciones sólo existen datos no seriados y para fines del
siglo. Ver ibídem, ps. 109-132.
54 Marón, Dr. A., op. cit., p. 428.
189
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Producto Consumo
Bienes
Nº Pesos % Pesos %
Cacao (fanegas). 100.000 1.000.000 50 300.000 32
Tabaco (arrobas). 32.000 128.000 6 128.000 14
Azúcar, papelón y miel. — 386.930 19 386.930 42
Maíz, yuca, queso, manteca. — 14.158 1 14.158 2
Ganado. 27 a 28.000 98.000 5 98.000 11
Otros. 372.912 19 —
Total 2.000.000 100 927.088 100
Fuente: Tabla XXIII.
55 Torres S., art. cit., ps. 73, 77. El maíz y el cazabe tuvieron la más alta incidencia tanto en el consumo
neto como en las calorías alimenticias en 1775.
190
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
191
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56 “Viaje muy puntual y curioso... en 1740 y 1741”, Arellano, op. cit., p. 162.
57 Marón, op. cit., p. 429, se sostiene que “Los trapiches que están inmediatos a Caracas, aunque
muelan menos que los que están distantes, producen más... Y así los hacen más pequeños los papelones”.
Es decir, que tenían una ventaja de productividad -caña/producto- y un precio más alto por unidad.
58 Mckinley, op. cit., p. 55.
192
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
el intervalo del 4 % de los trapiches que generaban el 9 % del total del ingreso e, 193
individualmente, dentro de las unidades procesadoras de caña que producían
sobre la media. Formaba parte de las 20 unidades más grandes de la Provincia
responsables del 26 % del ingreso total anual.
En un universo en el que empresas pequeñas y medianas producían la
mayor parte del ingreso total de la actividad en la Provincia, la hacienda jesuita
de Guatire se ubicaba dentro de un pequeño número de unidades responsables
de casi la cuarta parte de éste.
193
JAIME TORRES SÁNCHEZ
productivas de la región de Caracas que generaban hasta 3.000 pesos anuales, 194
aportaban el 63 % del ingreso, 50.880 pesos, y no había unidades con más
de 6.000 pesos de ingreso anual. A diferencia de lo que ocurría a escala de la
Provincia, en esta región la importancia de las unidades pequeñas y medianas
era menos acusada, aún cuando las grandes unidades no se encontraban en
ella. La hacienda de la Compañía de Jesús pertenecía aquí al grupo de las seis
haciendas –un 15 %– de mayores ingresos y responsables del 37 % del valor
total producido.
En resumen, indiscutiblemente la hacienda de 'Nuestra Señora de la Guía'
estaba dentro de las grandes empresas de la región más importante en la
actividad cañicultora de la Provincia de Caracas, rama económica, a su vez,
la segunda en importancia dentro de la estructura del Producto colonial de 1752.
La ausencia de información sobre ingresos y distribución de la actividad
cañicultora hacia fines de la década del sesenta impide precisar la importancia
de la hacienda de Guatire en la economía colonial en la víspera de su expro-
piación. Sin embargo, es probable que haya aumentado su significación relativa
puesto que, habida cuenta de las transformaciones técnicas y económicas de
la hacienda dentro de las tendencias que caracterizaron la evolución económica
entre 1750 y 1767, el Producto regional hacia este último año podría haber
tenido dimensiones no muy distintas al de 1752. Las transformaciones inducidas
por la administración de la Compañía de Jesús siguieron, así, de cerca, el
incremento de la demanda azucarera, dentro de un contexto económico general
de desaceleración del crecimiento colonial.
194
Tercera Parte
Capítulo I
La hacienda 'San Ignacio del Tuy'
197
JAIME TORRES SÁNCHEZ
soporte: “de bajareque sencillo bien hecho pero sin encalar, cubierta de teja, 198
de diez y seis varas de cañón principal y de ancho cinco y media dividido en
tres piezas, y todo circunvalado de corredores de cuatro varas de ancho”.
Los pilares y armazón de la techumbre eran de madera sólida y tenía 25 varas
cuadradas de empedrado, unos 18 m cuadrados, además del enladrillado de
14 m cuadrados de un oratorio 4. Estaba provista de puertas y ventanas cubiertas
de rejas de madera y de hierro, fabricadas con cierto cuidado, pues “cada una
tiene doce balaustres delgados torneados” 5.
La precariedad de la vivienda principal en 1746, probablemente indicaría
que durante los primeros años no había requerido de la permanencia de ningún
religioso para su administración. Sin embargo, sus resultados económicos
pudieron ser satisfactorios. De hecho, en la primera mención documental directa
de la hacienda, en el padrón de haciendas de cacao de la Provincia de 1744,
figuraba con 5.000 árboles 6. Entre 1735 y 1738, fechas en las cuales pudo ser
adquirida, el precio de la fanega de cacao fluctuó entre 14 y 18 pesos. Si se con-
sidera que la arboleda pudo haber producido 61,5 fanegas anuales, a un precio
medio de 16 pesos cada una, la hacienda podría haber tenido un ingreso bruto
anual de 984 pesos. Con posterioridad, el drástico descenso de los precios,
que llegó a ocho pesos la fanega en 1748, pudo haber obligado a una interven-
ción administrativa más directa y, por consiguiente, a la presencia permanente
de un religioso.
Claramente, el mobiliario de 1746 todavía indicaba precariedad, pues
constaba de unos pocos muebles viejos: una mesa de cedro con dos taburetes, un
candelero y un catre de cuero con una caja con cerradura 7. En 1767, la casa esta-
ba amoblada confortablemente disponiendo de dos candeleros de cobre, una ban-
queta y silla de brazos nuevas, seis silletas de cuero labrado, un “catre de viento
con su lienzo de brin” y su “cielo o cubierto de brin pintado al temple”, una
mesa y un estante 8. Hacia 1767, tales diferencias en la vivienda inventariada
ya eran resultado de las transformaciones a que había sido sometida la hacienda
a lo largo de los veintiún años que comprendía la gestión de la Compañía.
El examen del Cuadro Nº 41 respecto a la evolución del número de árboles
existentes y de la superficie, permite algunas apreciaciones respecto a esos
4 AHN, Clero 128/7, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 25 de junio de 1767, f. 26.
5 Ibidem.
6 AGI, Santo Domingo 787, doc. cit., Caracas, 14 de diciembre de 1744, f. 1 v.
7 ANCH-FJ, 211, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 20 de diciembre de 1746, f. 364.
8 AHN, Clero 128/7, doc. cit., Sabana de Ocumare, 25 de junio de 1767, f. 27.
198
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
cambios. Si nos atenemos a la cifra de árboles con que figuraba la hacienda en 199
1744 y se acepta que éste era el número total, los 5.000 árboles ocupaban una
superficie de 7,9 hectáreas. Si la hacienda hubiera sido comprada en 1735 y ese
número de árboles hubiera sido la dotación inicial, en 1746 habría habido un
aumento de un 40 %, en un lapso máximo de nueve años. En cambio, veintiún
años después la arboleda total apenas había aumentado en un 36 %. A lo que se
agrega el escaso número absoluto de árboles nuevos de plena producción
que, probablemente, correspondían a un esfuerzo productivo iniciado alrededor
de 1763.
199
JAIME TORRES SÁNCHEZ
que fuera poco más de 20 hectáreas. Como se verá más adelante, la hacienda 200
era considerada pequeña por sus contemporáneos y no disponía de superficie
para expandirse.
Estas conclusiones no se modificarían si se considerase el avalúo de 1750
de los bienes de la hacienda, puesto que éste se realizó sobre el inventario de
1746 y, a excepción de los esclavos, figuran las mismas partidas en cantidades
casi iguales. En 1750, por tanto, no se había modificado sustancialmente la
situación de 1746. En resumen, el importante esfuerzo de acumulación de
esclavos y árboles inmediatamente después de la compra de la hacienda no
se continuó, tal vez, por la baja pronunciada del ingreso a consecuencia de
la caída de los precios del cacao. Y solamente hubo un cierto repunte expansivo
del número de árboles ya tardíamente.
Los prácticos que evaluaron la hacienda en 1768 proporcionaron dos
buenas razones para explicar su estado: “la hacienda se halla deteriorada por
ser su fundo lo más de ella de mala tierra, y muy escasa de aguas para su
riego” 10. Los resultados productivos, por tanto, pudieron ser más bien modestos,
como se aprecia en el Cuadro siguiente.
1746 1767
Árboles Incremento
Kgs % Kgs %
Frutales. 2.906 66 3.442 62 536
Horqueteados y fallas. 1.472 34 2.142 38 670
Total 4.378 100 5.584 100 1.206
Fuente: Cuadro Nº 41.
200
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201
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203
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aun cuando el número de individuos sin lazos familiares aumentó de dos 204
hombres, en 1746, a dos hombres, dos mujeres y dos niños en 1750.
204
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
CUADRO Nº 46. Origen de la población esclava. Hacienda 'San Ignacio del 205
Tuy' (1746, 1750 y 1767).
205
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CUADRO Nº 47. Estructura de valor de los bienes. Hacienda 'San Ignacio 206
del Tuy' (1746, 1750 y 1768).
1746 1750 1768
Bienes
Pesos rs % Pesos rs % Pesos rs %
I. – Casas. 220 1,6 220 1,7 398 7 4,6
– principal 100 100 398 7
– 'bugíos' 120 120
II. – Muebles 19 6 0,1 21 6 0,2 32 0,4
III. – Objetos religiosos. — — 91 1 1,0
IV. – Objetos de trabajo. 71 4 0,5 71 4 0,2 48 5 0,6
V. – Armas. 22 0,2 22 0,2 14 0,2
VI. – Herramientas. 32 0,2 32 0,2 30 6 0,3
VII. – Esclavos. 5.120 36,7 4.455 33,5 2.320 26,6
VIII. – Arboleda 8.461 4 60,7 8.461 4 63,7 5.750 5 66,0
IX. – Tierra. — — 25 0,3
Total 13.946 100,00 13.823 100,00 8.711 100,00
En general estos datos revelan que el valor total de los avalúos de los tres
años disminuye de manera significativa después de 1750 casi en todas las par-
tidas, aunque se conserve la misma estructura a través del tiempo. Considerando
el valor total de los bienes de la hacienda, sólo el de los esclavos y las arboledas
cubría más del 90 %. Para el último año, el valor de los 'Objetos religiosos'
era mayor que el de los 'Objetos de trabajo' y 'Herramientas'. El valor de estas
últimas era muy bajo en el total, lo que muestra que el saber aplicado a la
práctica y la organización del trabajo eran, en realidad, los elementos decisivos
para obtener las ventajas de productividad que hacía posible la ecología, al
condicionar el rendimiento de los árboles. Las herramientas eran muy simples,
aunque de hierro: las 'barras' probablemente permitían cavar hoyos cumpliendo
las funciones de la 'coa' de madera, de origen indígena. A veces se acompañaba
de una pala en un extremo, como lo revela el inventario de 1767: “dos [barras]
de catorce libras sin pala” 15. Los 'tacises' seguramente se empleaban en el corte
206
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
de ramas de los árboles, las 'azadas', en el movimiento de tierra junto con las 207
'palas'. Aparece por primera vez un 'machete', lo que indicaría que era una herra-
mienta desacostumbrada. Considerando todas las haciendas del colegio, ésta
reaparece sólo en 1767 en la hacienda de Tacarigua. Los 'calabozos' y las
'desjarretaderas' se utilizaban en el trabajo del ramaje y los frutos. Estas últimas
herramientas eran de dos tipos: “de coger cacao” y “de deshojar” 16.
En 1768, el valor de la casa de vivienda principal aumentó notablemente
en términos absolutos y relativos, debido a las transformaciones de su estructura,
posibilitando una ampliación de funciones en el ámbito religioso y productivo.
Por ello, aumentó el valor del mobiliario y de los objetos religiosos y se consig-
nó la presencia de un amplio patio de secado para el cacao, según se ha visto.
Estos podrían considerarse nuevos indicios de que la hacienda tenía una pobla-
ción trabajadora mayor que el número de esclavos. Se advierte un leve aumento
relativo del valor de los 'Objetos de trabajo' y de las 'Herramientas'. No obstante,
desde un ángulo contable, estos aumentos ocurrían en los valores de las partidas
marginales, pues eran las variaciones en el valor de las arboledas y de los escla-
vos las que más influían en el valor total de los inventarios. Es decir, son estas
variables las que explican la mayor parte de la desvalorización del patrimonio
de la hacienda a lo largo de los dos decenios.
Respecto a la partida 'Esclavos', hay una disminución en los valores rela-
tivos y absolutos. En 1768, la disminución absoluta de éstos respecto a 1750 es
de cerca del 50 %. Tal evolución explica que el valor de las arboledas, no obs-
tante haber disminuido de 8.461 a 5.750 pesos, haya aumentado relativamente
de un 61 % a 66 % en el último avalúo. Pero la disminución del valor absoluto
de las arboledas coincide con un aumento del número de árboles. La documen-
tación proporciona la información explicativa de esta aparente incoherencia.
La evaluación de los árboles 'frutales' que en 1750 se había hecho a doce reales
cada uno, se hizo a siete reales en 1768, bajando también el valor de los restantes
tipos de árboles: el de los 'horqueteados' de seis, a tres y medio reales, de los
'fallos' de uno y medio, a medio real y doce maravedíes y el de los 'resiembros',
de tres, a uno y tres cuartillos. Estos precios son incluso inferiores a aquéllos
que se han considerado por algún autor como predominantes en la Provincia
y estables en el tiempo: un peso para los 'frutales, cuatro reales para los 'horque-
teados' y dos reales para los 'resiembros' 17. En otros términos, aumentaron los
16 Ibidem.
17 Ferry, op. cit., p. 301, nota 21.
207
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Las dos primeras partidas presentan los datos numéricos de las variaciones
de las cantidades físicas y sus valores, en el problema considerado. El número
de árboles de la hacienda aumentó, pero su valor global disminuyó, y el número
de esclavos disminuyó junto con su valor total. El precio medio de los esclavos
entre ambos años, según la valoración de los peritos, virtualmente no experi-
mentó cambios, por lo que la disminución del valor global de ellos es atribuible
exclusivamente a la variación de su número. Si su precio permaneció casi
constante, su significado en la desvalorización del patrimonio total tiene sólo
una importancia contable –no económica real– y sólo plantea la interrogante
208
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
del tipo de mano de obra por la cual fueron reemplazados y sobre lo cual ya se 209
ha señalado la posibilidad de utilización de mano de obra libre.
En cambio, si el valor de los árboles en plena producción disminuyó entre
los años considerados, se plantea la cuestión del porqué de la desvalorización,
pues el precio de la fanega de cacao seco puesto en La Guaira aumentó, aunque
el administrador vendió algunas fanegas a 12 pesos, tres reales y medio 18, en
la hacienda misma entre 1767 y 1768.
Cuando terminaron los avalúos de los bienes, el Defensor de Temporalida-
des remitió un documento al gobernador en el cual señaló que los aprobaba “por
cuanto los hallo conformes a los precios a que comúnmente suelen venderse
otros de igual naturaleza” 19. Los precios de los árboles tasados por los peritos
en 1768, más bien precios 'típicos' que 'precios de mercado', parecen haber
correspondido así a precios usuales en la región, para árboles de “igual natu-
raleza”. Y esto último puede entenderse como referencia a la situación de hecho
de que la valuación se hacía a partir de una clasificación de árboles por etapa de
crecimiento, cada una de las cuales se asociaba a un estado de producción
potencial. El Depositario aludía implícitamente a valores de árboles que en la re-
gión estaban en una misma fase biológica. Pero si hubo un descenso de los valo-
res de tasación para los árboles del mismo tipo, se plantea el problema de cuáles
fueron los criterios utilizados por los peritos en la valuación. Y dos factores
deben ser considerados al respecto: el rendimiento de los árboles y la rentabi-
lidad esperada de ellos, lo cual presupone el problema de si los expertos
consideraban o no el precio del cacao para la tasación.
El precio del cacao en Caracas experimentó una tendencia sostenida
a la baja desde 1732; alcanzó su punto más bajo hacia 1741 y, pese a una
débil recuperación hasta 1745, volvió a descender con altibajos hasta 1749.
A partir de ese momento, en que alcanza los nueve pesos y un cuartillo, se
inició una recuperación que lo llevaría a los 14 pesos en 1767 20. Si se aceptase
una relación directa entre precio del cacao y precio de los árboles cabría haber
esperado una recuperación en el valor de estos últimos en el avalúo de 1767,
lo que precisamente no se dio. La estimación del valor de los árboles aparece,
18 AHN, Clero 128/7, Cuenta del administrador de la hacienda desde el 5 de julio de 1767 hasta el
1º de diciembre de 1768, fs. 29 v.-30.
19 AHN, Clero 128/7, Pedimento de don José de la Guardia al gobernador y capitán general, s/f. (julio
de 1768), f. 8.
20 Arcila Farías, Comercio entre Venezuela y México, p. 135.
209
JAIME TORRES SÁNCHEZ
21 AHN, Consejos 20.523, “1ª Pieza. Testimonio de los autos por fallecimiento de D. Miguel Jerez
Aristeguieta...practicado el año de 1758”, Caracas, 30 de junio de 1758, fs. 145 v.-156.
22 Ibid., Caracas, 22 de julio de 1758, fs 157 v.-167 v.
210
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
planteara a los peritos. Ellos se referían a las condiciones de generación del 211
producto cuando observaban el “deterioro” de la hacienda, visto éste como
efecto global de mala calidad de la tierra, escasez de agua, imposibilidad de
crecimiento de la superficie cultivable y envejecimiento de las plantaciones.
En consecuencia, si la modificación del valor de inventario de la hacienda
se explica por la suma de las variaciones del precio de los esclavos y de las
arboledas, el 'valor económico', la valorización real de los bienes, dependía
de la variación en el rendimiento de los árboles. Evidentemente, si el valor total
de los esclavos hubiera aumentado por incremento de número debido al creci-
miento vegetativo, se habría reflejado en un aumento de valor de la hacienda.
Éste dependía del incremento demográfico y del precio de los esclavos que,
dado su precio de ingreso al mercado, variaba según la edad y calificación.
El valor de los esclavos en el corto y mediano plazo tampoco era una función
del precio del cacao, sino de su productividad, reconocida en general por los
peritos según su estado de salud y edad. En resumen, tanto el 'rendimiento
de los árboles' como el 'número de esclavos', en ausencia de valor de la tierra
y con independencia del precio del cacao, determinaban el valor económico
real de la hacienda. Si tal conclusión es correcta podría formularse una hipótesis
respecto al funcionamiento del conjunto de las haciendas considerando que
en la economía global, dependiente exclusivamente de la monoexportación
cacaotera, era solamente el precio del cacao el que fijaba los límites económicos
de variación del ingreso apropiable. Para el conjunto de las unidades de produc-
ción exportadoras de cacao, si el valor del patrimonio en esclavos y árboles
era relativamente independiente del precio del cacao, su aumento podía ocurrir
prescindiendo de las variaciones de ese precio 23.
La lectura de la evolución y estructura de valor de los bienes de la hacienda
indica que, desde el ángulo de los inventarios, las arboledas eran vistas como
el núcleo económico activo y no la tierra. Por ello merecían una cuidadosa
23 La hipótesis concuerda con otras evidencias pues el producto y las arboledas aumentaron en la
Provincia de Caracas tanto en la fase de alza de precios del cacao, entre 1710 y 1730, como en la de baja
desde 1730 a 1750. Ver Ferry, op. cit., p. 128, Figura 11. Idéntica observación hacía el fiscal al Consejo
de Indias en 1746 ante la queja de los productores por la caída de sus ingresos: “Dícese repetidamente
que la Provincia está muy pobre y que cada día se va deteriorando y mal se compadece esto con el aumento
que han tenido sus haciendas, pues de pocos años a esta parte se hallan muchos nuevos plantíos”. Ver
AGI, Santo Domingo 786, Informe del fiscal al nuevo memorial presentado por el conde San Javier y don
Francisco de Ponte, Madrid, 3 de marzo de 1746, s. f.
211
JAIME TORRES SÁNCHEZ
enumeración por tipos de árboles y estado de ellos. Los esclavos en cambio, 212
sólo eran enumerados y valuados por su edad y estado de salud. Ello era así
en tanto el status jurídico de la mano de obra consideraba como dados el total
de horas de trabajo y el saber necesario para ponerla en movimiento. Trabajo
y arboleda constituían un stock en una determinada relación técnica, cuyo
óptimo se explicitaba como resultado de la observación y del saber empírico
y que se traducía en un flujo de producto, variable según el rendimiento de
los árboles. El producto se convertía en 'ingreso' por una variable cuyo control
era ajeno al proceso productivo, el precio de la unidad de cacao. El cultivo
del cacao era así itinerante, en la medida que requería tierra virgen para
mantener y aumentar la producción; especulativo, en cuanto sus beneficios
dependían de la capacidad de aprovechamiento de coyunturas de alzas de precios
para compensar las caídas de éstos. Y de largo plazo, en tanto los rasgos ante-
riores obligaban a un cálculo de gastos e ingresos en un horizonte amplio. De
ahí la importancia de examinar estas dos últimas variables.
Es posible examinar de un modo muy general la relación entre el producto
y el ingreso de la hacienda, pues si ésta se orientaba al mercado la relación
entre ambas variables definía la capacidad reproductiva, su continuidad como
unidad de producción. En 1769 probablemente, don Simón Mondragón presentó
la cuenta de su administración de la hacienda desde el 5 de julio de 1767 al
1º de diciembre de 1768. Tanto el administrador y Depositario de las Tempora-
lidades 24, como el Defensor de éstas 25 manifestaron su acuerdo.
En el Cuadro Nº 49 debe tenerse en consideración que el período de año
y medio cubre un lapso anormal en la gestión de la hacienda y que el funcionario
no fue diligente en la administración, según se desprende de la tasación que
rebajó sus emolumentos,”en consideración a lo poco laborioso” 26.
24 AHN, Clero 128/7, Pedimento del administrador al gobernador y capitán general, Caracas, 14
de febrero 1779, f. 31.
25 Ibid., Caracas, 21 de febrero de 1769, fs. 31-31 v.
26 AHN, Clero 128/7, Representación del tasador al gobernador y capitán general, Caracas, 22 de
febrero de 1769, f. 31 v.
212
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
Valor
Rubros
Pesos reales %
Alimentación
– administrador 12 3 1/2
– mandador y muchachos 22 6 1/2
– esclavos 1 4 1/2
Sub-total 36 5 1/2 14,6
Herramientas
Sub-total 1 4 1/2 0,4
Salarios
– peones 42
– administrador 167
Sub-total 209 82,6
Medicinas y curación de esclavos
Sub-total 6 1 1/2 2,4
Total 253 3 1/2 100,0
Fuente: Tabla XVII.
213
JAIME TORRES SÁNCHEZ
de peones. La introducción de mano de obra libre en las labores de una hacienda 214
cacaotera elevaba los costos en dinero, como se comprueba también en Cuma-
nibare. En todo caso, los gastos cubren casi en su totalidad los costos directos
e indirectos de la mano de obra.
Cumanibare era una hacienda cacaotera, situada en el área de San Felipe,
de la que se dispone información sobre sus gastos. Hacia 1751 tenía 11.751
árboles y disponía de unos 22 esclavos, con un gasto total de 2.224 pesos, de
los que 99 pesos se gastaron en medicina de esclavos y 149 pesos en carne
para peones 28. En ese año, para unos quince rubros de gastos sólo los salarios
de peones y administrador constituían el 49 % del gasto total. Si se considera
que, entre 1700 y 1770, en 'Cumanibare' un peón ganaba tres reales diarios 29,
que una hacienda de cacao típica empleaba unos 10 peones, por la información
del gasto en salarios podría desprenderse que los peones trabajaron en la
hacienda 'San Ignacio del Tuy' poco más de once días. Si hubieran sido menos
de diez peones, obviamente habrían trabajado mayor tiempo. Ello podría haber
ocurrido en el período de cosecha y tratamiento de los granos, en general entre
julio y agosto. Es posible que un trabajo estacional corto no exigiera alimentar
la mano de obra libre. Seguramente, la labor de mantenimiento durante el
período estuvo a cargo de los esclavos.
No hay razones para desestimar la cuenta que aparece en el Cuadro Nº 49,
pero si se examina en relación a la producción estimada de 68 fanegas –según
Cuadro Nº 42– y a un precio de 14 pesos cada una, resultaría un ingreso neto
de 699 pesos. Con ello se obtendría una tasa de rentabilidad –ingreso neto divi-
dido por el avalúo de la hacienda– de un 8 %, con un costo por fanega de 3,7
pesos. No obstante, se ha admitido la posibilidad de que la producción calculada
esté sobrevaluada debido a bajos rendimientos por árbol. También es probable
que el costo que refleja el Cuadro Nº 49 sea excesivamente bajo por las condi-
ciones excepcionales de explotación de la hacienda después de la expropiación.
El administrador podría no haber atendido a desembolsos por tareas que, en
condiciones normales y sin la presión para exhibir resultados positivos, tendría
28 Ibid., p. 63, Tabla 1. Calculado el número de esclavos para ese año en base a un promedio de 300
pesos cada uno.
29 Ibid., p. 53. Aunque los salarios tienen una alta significación en el gasto, en términos absolutos
eran más bajos que los pagados en las haciendas cacaoteras de Guayaquil y, no obstante, el costo del cacao
en puerto en la Provincia de Caracas era diez veces mayor. El costo del cacao de Guayaquil, el gran competidor
para el cacao venezolano en el siglo XVIII, era diez veces menor. Ver María Luisa Laviana Cuetos, Guayaquil
en el siglo XVIII: recursos naturales y desarrollo económico, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos,
1987, ps. 172-173.
214
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
que haber considerado. Para los últimos años de la administración jesuítica 215
de la hacienda la tasa de rentabilidad, por tanto, podría haber sido mucho más
baja y el costo por fanega mucho más elevado.
En todo caso, parece indudable que en 1768 hubo una diferencia positiva
para la hacienda, si se toma en cuenta un costo más exigente que el proporciona-
do para 1767-68, en el Cuadro anterior. Y si se compara la estimación del
Cuadro Nº 50 de la página siguiente, bajo las mismas hipótesis, con el de 1746,
se aprecia que en ese período el costo de operación unitario, gasto por fanega,
no había variado mucho aún cuando la tasa de rentabilidad se había elevado.
Para el cálculo de ese costo se ha asumido: un gasto de medicina de 4,5 pesos
por cada esclavo de acuerdo a los valores de la hacienda Cumanibare, la reno-
vación anual de la cantidad de herramientas y objetos de trabajo –no de un año
y medio– y una amortización de valor cero de los esclavos con edades entre 16
y 50 años. No se ha considerado como probable la utilización de peones libres
en 1746, tanto por el gran número de esclavos como porque la ampliación de la
superficie arbolada fue tardía y muy escasa, debido a la pequeña superficie
de la hacienda. El cálculo se ha hecho para 1746 con un precio de cacao de
9,75 pesos y 57,4 fanegas de cacao producido y para 1767 con un precio de 14
pesos y un producto de 68 fanegas. Finalmente, se entiende por 'ingreso bruto'
el valor total del producto vendido, por 'ingreso neto' el valor resultante al restar
los gastos de operación del ingreso bruto y por 'valor patrimonial' el total de
valor asignado por los inventarios a la hacienda y sus componentes materiales.
Debe aclararse que estos son costos de operación 'contables' y no costos
‘económicos’ definidos como ‘costos de producción’. El carácter no moderno
de la actividad productiva colonial no autoriza teóricamente a considerar el
'valor patrimonial' como 'capital' invertido, es decir, capital 'productivo'. Por
tanto, tampoco puede admitirse en el cálculo de costos el concepto de 'costos
de oportunidad', o valor no percibido por un factor en una actividad alternativa
por estar empleado. Este concepto supone libre movilidad del capital en la
producción y mercados de competencia 30. Los 'gastos de operación' son
aplicaciones de patrimonios monetarios que tienen como función económica
generar 'renta' en cacao que, convertida en dinero –ingreso neto– permite definir
30 La tasa de interés corriente, en tanto ingreso desechado e imputable como costo de oportunidad
en los costos directos totales, queda fuera de este esquema de análisis. En 1738, cuando los productores
polemizando con la Corona, en sus argumentos la compararon implícitamente con la tasa de rentabilidad,
razonaban como productores de renta. La posibilidad del empleo alternativo de sus recursos en valor -opción
abierta al capital mercantil dentro de su esfera de actividad, por ejemplo- no era posible como opción
económica estructural en el ámbito productivo, sino sólo para un cambio de especialización productora.
215
JAIME TORRES SÁNCHEZ
216
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
aumento del ingreso neto dependía de que el reintegro anual del gasto percápita 217
en esclavos fuera lo más bajo posible, para bajar los costos de operación, lo
que sólo era sostenible con amplios plazos de amortización y cierto cuidado
sobre el estado físico de los esclavos. Ello era resultado de un contexto donde
la oferta de 'piezas' estaba restringida, con dificultad de acceso al crédito de
producción, alto precio por esclavo y bajo ingreso en dinero por unidad de
producto generado. En contextos económicos donde esta situación no se daba,
las exigencias de disminución de los plazos de amortización aumentaban, la
'vida útil' del esclavo disminuía y la amortización en dinero tenía que con-
siderarse en la práctica contable 31. En cambio, el cuidado del esclavo en las
haciendas aquí analizadas reconocía empíricamente el hecho de que éste podía
ser amortizado en un plazo largo. Y tal consideración sobre el plazo de recupe-
ración del valor de los esclavos no derivaba de las presiones sobre su produc-
tividad, ya que las condiciones de recuperación de ese valor dependían del
contexto de operación del dinero y del capital, y no de las exigencias de gene-
ración del producto. En las haciendas jesuíticas el cuidado de los esclavos res-
pondía al interés por elevar su productividad, debido al objetivo de maximizar
el producto que ellos consideraban clave para el aumento del ingreso.
La tasa de rentabilidad fue excepcionalmente baja en 1746, lo que se debía
al bajo precio de la fanega de cacao y del producto por esclavo. Había un exceso
de esclavos en tanto la razón de eficiencia era de 1:377, un esclavo por cada
377 árboles, valor bastante lejano al estándar de 1:1.000, lo que revela que
había mal manejo de los recursos de mano de obra. Debe recordarse que se
ha establecido como posible que la estancia permanente de administradores
del colegio en la hacienda podría haber ocurrido después de 1750.
En segundo lugar, en 1767 la tasa de rentabilidad se eleva sustancialmente
en esta estimación, pero cabe recordar que es probable que el total de fanegas
producidas esté sobrevaluado, pues su cálculo sobre la base del rendimiento
por árbol de 0,622 kg debe tomar en consideración la hipótesis de una
disminución de rendimientos en la hacienda, por lo que el ingreso neto tuvo
que disminuir. En 1746 tal situación de bajos rendimientos pudo no haber estado
presente. Por tanto, parece difícil que la hacienda haya tenido en 1767 tal
31 Es el caso de la economía cubana del azúcar durante los últimos cuarenta años del siglo XVIII.
Moreno Fraginals, op. cit., I, ps. 48-49; Herbert S. Klein, La esclavitud africana en América Latina y el
Caribe, Madrid, Alianza Editorial, 1986, ps. 65-68; Pablo Tornero Tinajero, Crecimiento económico y
transformaciones sociales. Esclavos, hacendados y comerciantes en la Cuba colonial (1760-1840), Madrid,
Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, 1996, ps. 219-237.
217
JAIME TORRES SÁNCHEZ
rentabilidad. En todo caso, suponiendo que los rendimientos de las arboledas 218
hubieran bajado en una proporción tal que el ingreso neto hubiera sido sólo
la mitad, unos 258 pesos, la tasa de rentabilidad habría sido de un 3 %. Tal
tasa era inferior a la de 5 % que, a juicio del cabildo de Caracas en 1738, era
la mínima admisible, al parecer, para los cosecheros de la Provincia 32.
El análisis de la rentabilidad de 1767 no consideró, sin embargo, el
aumento de un componente institucional en el costo de operación de la hacienda.
Como se sabe, por Real Cédula del 4 de Diciembre de 1766 se obligó a la Com-
pañía de Jesús a pagar el diezmo sobre la producción de sus haciendas 33. Esto
significa que el ingreso neto habría bajado a 464 pesos y que la tasa de renta-
bilidad habría sido de un 5,3 % en vez del 5,9 % del Cuadro anterior. En tal
caso y, además, considerando el efecto de la disminución del rendimiento de
los árboles, el resultado económico de la hacienda en 1767 podría haber estado
bajo el 5 % y, probablemente más cercano al 3 %. De modo que parece razo-
nable la hipótesis de una rentabilidad de 4 % y de un ingreso neto de 349 pesos.
En todo caso, las características de la hacienda influyeron en el poco interés
que se demostró por comprarla después de la expropiación por la Corona. Esto
fue planteado al gobernador por el Defensor de las Temporalidades en Octubre
de 1768, argumentando que se debía a “ser esta hacienda de muy corta exten-
sión, su valor de nueve mil doscientos sesenta y seis pesos un real y veinticinco
maravedíes; que no tiene tierras en que adelantarse; su terreno en parte de
mala calidad y muy escaso de agua para el riego, como expusieron los terceros,
cuyas cualidades la hacen poco útil para que pueda enajenarse con beneficio
de las Temporalidades, a menos que se extraigan los esclavos y se vendan
sin la adherencia de la arboleda” 34.
La diferencia entre el avalúo que consta en la documentación documental
y el que se ha estimado, deriva de que en este último se ha eliminado el valor
de esclavos que estaban temporalmente en el Tuy, pertenecientes a la hacienda
trapiche de Guatire adonde fueron devueltos 35. La hacienda, con sus casi 10.000
árboles y una superficie poco más grande de 15 hectáreas era considerada de
“corta extensión”, escasa de agua y con parte de tierra de mala calidad. La
propuesta del funcionario encontró eco, al parecer, pues un colindante por el
32 AGI, Santo Domingo 786, Acta del cabildo de Caracas, 30 de septiembre de 1738, s. f.
33 AGI, Caracas 24, Real Cédula de Madrid, 4 de diciembre de 1766, s. f.
34 AHN, Clero 128/7; Pedimento del licenciado don José de la Guardia al gobernador, Caracas, 8
de octubre de 1768, f. 9 v.
35 AHN, Clero 128/7, Representación del Defensor de Temporalidades al gobernador, Caracas, 16
de febrero de 1770, f. 23 v.
218
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
36 AHN, Clero 128/7, Pedimento de don Pedro Pablo Garabán al gobernador, Caracas, 22 de noviembre
de 1768, fs. 10-10 v.
37 AHN, Clero 128/7, Escritura pública, Caracas, 25 de noviembre de 1768, fs. 11-12.
219
221
Capítulo II
La hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua'
1 AHN, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, valle de Caucagua, 19 de junio de 1767, fs. 98-98 v.
2 Aguirre Elorriaga, op. cit., p. 139.
3 ANCH-FJ, 420, Inventario de la hacienda, valle de Caucagua, 16 de enero de 1799, f.167 v.
221
JAIME TORRES SÁNCHEZ
el área económicamente utilizada habría alcanzado como mínimo unas 30 hectá- 222
reas. Si se considera que en 1799 se contabilizaron 11.845 árboles de todo tipo 4,
cifra cercana al número de árboles de 1767, podría deducirse que en ese último
año ya se había alcanzado el máximo de superficie utilizable para el cultivo.
Por el avalúo que se hizo el año de 1750, se sabe que esta hacienda era
económicamente más importante que la existente en el valle del Tuy, examinada
en el capítulo anterior. Mientras esta última fue valorada en los documentos
oficiales que resumían el valor del patrimonio de la Compañía en 13.299 pesos,
cuatro y medio reales, 'San Francisco de Borja de Caucagua' fue valorada en
17.686 pesos, tres y medio reales 5. Estos avalúos jerarquizaron correctamente
la importancia de ambas unidades económicas, pero se equivocaron en los
totales. Parte del mayor valor alcanzado en 1767 radicaba, seguramente, en
el de la casa principal. Como en 1750 el avalúo de las dos haciendas se hizo
sobre la base del inventario de 1746, la casa en este último año seguramente
tenía el mismo valor de 150 pesos en que fue tasada cuatro años después.
Hasta 1750 era “una casa de horcones y bajareque, cobijada de palma
nueva y bien tratada con diez y nueve varas de largo, cinco y media de ancho,
repartida en tres piezas” 6. Estas eran una “Sala de Cámara”, una “Bodega”
y una “recámara” que, probablemente alineadas formando un rectángulo de
15,9 m de largo por 4,6 de ancho, tenían en su frente un corredor. Fabricada
con madera, barro y palma, era seguramente la estructura constructiva con
la que había sido comprada la hacienda (ver Figura Nº 22).
No se dispone del avalúo de 1767, pero la vivienda principal tenía con
seguridad en ese año, un valor considerablemente superior al de 1746. El
inventario de 1767 da cuenta, en verdad, de una construcción totalmente distinta.
Era “una casa de vivienda cubierta de tejas y tapias con ocho rajas 'pierna
de calzón' de dos varas de alto y su regular tamaño”, con una altura de “seis
varas con sus techos de dos aguas de armadura, cubiertos de caña y maderas,
y tiene por costado sesenta varas redondas” 7. En otros términos, era una
construcción de paredes de adobe reforzadas por 'rajas' de piedra y arena, con
techo durable, y una altura de cinco metros (ver Figura Nº 23).
222
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
223
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
Aunque había una cruz de madera en el patio no había oratorio, tampoco 224
se mencionan ornamentos sagrados y sí únicamente dos lienzos con pinturas
religiosas. Disponía de un escaparate pequeño, cinco sillas de cuero, una mesa
y dos catres. Había cuatro cuartos de 5 m largo por 4 de ancho, dispuestos
probablemente en línea y separados por un corredor, formando una superficie
rectangular bordeada por “cuatro corredores que la circunvalan toda y tienen
los de los costados cada uno cuarenta varas de largo y cuatro de ancho, y los
opuestos, transversales, seis varas de largo y el mismo ancho” 8. Es decir, los
corredores, que estaban cubiertos de tejas y tenían 3,3 m de anchura, formaban
un rectángulo de 33,3 por 14,2 m En el borde exterior de estos corredores había
un empedrado de casi dos metros de ancho, lo que indica que el interior de
los corredores y las habitaciones estaban enladrilladas (ver Figura Nº 24). Frente
a la casa había “un patio de secar cacaos” de 637 m cuadrados 9.
Una simple comparación cualitativa de la vivienda principal entre 1746
y 1767 permite concluir, por tanto, que en los dos decenios hubo una transfor-
mación importante en la infraestructura de la hacienda, pues la vivienda prin-
cipal era también importante lugar de trabajo en una hacienda cacaotera, lo
que reflejaba cambios en su actividad económica. Los datos siguientes permiten
apreciar la magnitud de éstos.
1746 1767
Tipo Árboles Árboles
Hectáreas Hectáreas
Nº % Nº %
Frutales 6.007 59,4 9,46 11.588 70,9 18,25
Horqueteados 2.768 27,4 4,36 1.712 10,5 2,69
Fallas 913 9,0 1,43 1.560 9,6 2,46
Resiembros 425 4,2 0,67 1.475 9,0 2,32
Total 10.113 15,9 16.335 25,7
Fuente: Tabla XX.
8 Ibid., f. 99.
9 Ibid., f. 98 v.
224
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
225
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226
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
sido el más alto alcanzado, pues en 1799 un inventario sólo señaló 8.481 227
'frutales', contabilizándose 3.337 con diversos problemas 13.
El aumento de la arboleda 'frutal' y de la producción del período coincide
con la estabilidad en el número de los esclavos, como se advierte en estos datos.
1746 1767
Edad
H M Total H M Total
0 - 15 3 3 6 4 2 6
16 - 50 7 7 14 5 8 13
51 - 70 1 — 1 1 1 2
71 - + — — — — — —
Total 11 10 21 10 11 21
Fuente: Tablas XVIII y XIX.
13 ANCH-FJ, 420, doc. cit., valle de Caucagua, 16 de enero de 1799, fs. 165-165 v.
227
JAIME TORRES SÁNCHEZ
1746 1767
Origen
H M Total H M Total
Criollos 5 5 10 8 7 15
Mulatos 1 — 1 — — —
Zambos — 1 1 — — —
Bozales
– mina 2 — 2 — — —
– loango 2 3 5 — — —
– angola 1 — 1 — — —
– carabalí — 1 1 — — —
Sub-total 5 4 9 2 4 6
Total 11 10 21 10 11 21
Fuente: Tablas XVIII y XIX.
228
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
229
JAIME TORRES SÁNCHEZ
los 'frutales', seis reales para los 'horqueteados', uno y medio para los 'fallas' 230
y tres para los 'resiembros'.
230
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
231
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El costo calculado de 5,7 pesos por fanega, debió permitir un beneficio 232
anual probable de 1.182 pesos. Ello significó una rentabilidad de 4,6 % anual
sobre el valor patrimonial contable de la hacienda. Los supuestos en que se basa
el cálculo son extremadamente exigentes. El valor de las herramientas no se mo-
dificaba sino en parte, anualmente, y el salario de los peones se calculó sobre un
máximo de días de trabajo por peón empeñados en trabajo de roza. Si se inclu-
yesen los gastos en comida para peones y se elevasen los gastos en medicina
para esclavos, la rentabilidad de la hacienda habría alcanzado el 3,9 % anual. En
efecto, si se sumasen al costo del ejercicio anterior los rubros de gasto en carne,
149 pesos, y en medicinas, 40 pesos, de la hacienda 'Cumanibare' de 1751 –la
que tenía dimensiones muy parecidas en árboles y esclavos– 15 se tendría que el
beneficio anual habría sido de 993 pesos. Se advierte entonces, que la elevación
de la rentabilidad en la hacienda pasaba por economizar en peones y, por tanto,
en organizar mejor e intensificar la actividad de trabajo de los esclavos. La
información sobre el estado de salud de éstos en 1767 y la estabilidad en el
número de ellos a través del tiempo, con aumento sustancial del número de
árboles, podrían reflejar esa mayor intensidad. Por consiguiente, parece probable
que los resultados en rentabilidad pudieran haberse acercado a un 5% anual.
Así, no parece verosímil la información sobre una presunta renta anual
de 569 pesos generada por esta hacienda, si se la considera como característica
del año 1767 16, pues tuvo que haber sido superior. Si el dato es correcto, es pro-
bable que correspondiera a algún año posterior a la expropiación. Pero el análisis
de la rentabilidad en el año de 1767 queda afectado por la decisión anterior
de la Corona de que la Compañía de Jesús debía pagar el impuesto del diezmo,
como ya se ha visto. En efecto, si se descuenta el 10 % del valor del ingreso
bruto anual se tiene que la tasa de rentabilidad bajaría de 4,6 % a 4,2 %, pues el
ingreso neto bajaría de 1.182 a 1.064 pesos.
Si un 4,6 % pudo ser la rentabilidad anual mínima en 1767, sin considerar
el gravamen del diezmo, proposición bastante realista dadas las condiciones
de las que depende el cálculo, se podría examinar el problema en una perspectiva
temporal amplia. No existe documentación sobre gastos y costos para 1746,
pero a partir del 'costo de operación' unitario de 1767, podría calcularse el
mismo para ese año. Este parámetro no está afectado por el precio del cacao,
como se ha establecido, y sólo depende del valor de insumos que permanecieron
232
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
17 El precio medio de la carne en el mercado regional de San Felipe permaneció estable y a bajo nivel
entre 1755 y 1764. Ver: Piñero, “Accounting practices...”, art. cit., p. 58. Un salario diario de tres reales
era el que postulaba el conde de San Javier en sus cálculos de costo en 1745 y el que se pagaba a los peones
de Cumanibare en la década del 60. Ver: Piñero, art. cit., p. 53; Arcila F., Comercio entre Venezuela y
México, p. 118. En todo el período el precio máximo de un esclavo fue de 300 pesos, según la documentación.
233
JAIME TORRES SÁNCHEZ
234
235
Capítulo III
Otras haciendas y posesiones: San Francisco Javier
de Tacarigua, Mayupán, Maiquetía y San Felipe
235
JAIME TORRES SÁNCHEZ
3 Ibid., f. 20.
4 Ibid. f. 17 v.
5 AGI, Santo Domingo 787, doc. cit., Caracas, 14 de diciembre de 1744, f. 5 v.
6 AHPT, E-2: 79, D: 1, Certificación de nombramiento por el gobernador y capitán general de don
Nicolás Blanco, teniente y justicia mayor para realizar inventario, Tacarigua, 5 de agosto de 1767, fs. 9-9 v.
7 Ibid., Inventario de la hacienda, Tacarigua, 6 de agosto de 1767, fs. 10-16.
236
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
CUADRO Nº 58. Estructura de uso del suelo. Hacienda 'San Francisco Javier 237
de Tacarigua' (1767).
Superficie
Uso del suelo Porcentaje
Fanegadas Has
Plantada con árboles 41,4 27,03 32,3
Útil para cacao, pero “ereales” 13 26,25 31,4
“tierra en rastrojos para cacao” 5 10,10 12,1
Tierras altas para casas y conucos de esclavos. 2 4,04 4,8
Tierras altas de montaña. 8 16,15 19,3
Total 69,4 83,56 100,0
Fuente: AHPT, E-2:79, D:1, Inventario de la hacienda, Tacarigua, 6 de agosto de 1767, fs. 10-16;
Ibid., Aditamento de inventario, Tacarigua, 11 de agosto de 1767, fs. 18-18 v. Para la conversión
de las medidas de superficie se ha utilizado la fanegada de 170 varas 'en cuadro'.
237
JAIME TORRES SÁNCHEZ
de Canda y por el oeste, con tierras y arboledas de don Juan Melchor Caravallo. 238
No era una situación favorable ya que dejaba sus linderos abiertos, como lo
señalaron algunos peritos: “que está dicha hacienda abierta por todas partes,
en especial por el camino real, que atraviesa de este dicho valle de Tacarigua
al de Mamporal por medio de dicha hacienda” 9.
El análisis de la estructura de las arboledas, importante para conocer el
nivel productivo que presentaba la hacienda, puede hacerse a partir de los
siguientes datos.
238
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
239
JAIME TORRES SÁNCHEZ
En I.1 se ha considerado 9/ “quebrado de una verija”, y 14/; en I.2 a 13/; en I.3 a 5/. En II.1
a 6/ y 11/; en II.2 a 9/ “con clavos en los piés”. En III.1 a 1/ y 2/. En este último caso, suponemos
un origen gálico. En IV.1 a 4/, 8/, 10/ y 12/.
240
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
241
JAIME TORRES SÁNCHEZ
un gran choque que tiene, que necesita de un desecho de mucho costo. Item, 242
que está dicha hacienda abierta por todas partes, en especial, por el camino
real,... son las palizadas de mucho costo y que para que esté resguardada dicha
hacienda precisa echarlas, y fundamentalmente que con la gente de esclavitud
que hay para el beneficio de dicha hacienda no se puede atender a todos estos
trabajos, máxime cuando entre los esclavos dichos hay algunos inútiles,
enfermos, y muchachos, y que todos los referidos trabajos que van expuestos
piden pronto remedio” 10. Podría deducirse de este diagnóstico de los expertos
que si la administración jesuítica había iniciado esos trabajos, ellos no habían
sido acordes con la magnitud de las tareas. Cabe también la posibilidad de
que no se hubieran siquiera iniciado.
Por la cercanía en el tiempo al acto de expropiación, este diagnóstico
de la situación de la hacienda es válido para el último año de su administración
por el colegio. Ahí radica su importancia, porque permite deducir que para el
colegio la hacienda tenía dos problemas de estructura, cuya solución era muy
costosa pues no podían ser resueltos solamente con la fuerza de trabajo esclava,
tanto por el número de ésta como por su calidad. Respecto a esto último, el aná-
lisis demográfico y de salud revela que las observaciones de los peritos eran
correctas. Se debe señalar que la conclusión respecto al número excesivo de
esclavos en relación al número de árboles 'frutales' podría reforzar la hipótesis
de que la administración jesuítica estaba intentando reorganizar la hacienda.
Al mismo tiempo, la observación de los peritos indicaría que el Colegio habría
tenido que gastar mucho para resolver esos problemas.
Los problemas de estructura de la hacienda eran los relativos, primero,
a la ausencia de divisorias respecto a las haciendas vecinas debido a que estaba
rodeada de arboledas al este y oeste, además de estar cruzada en su parte más
productiva por el camino principal. Una solución, la empalizada, era de alto
costo, pero seguramente era mucho mayor la corrección del cauce del río
Capaya, la contención del arrastre de sus tierras por el río. Esto afectaba la
superficie agrícola disponible y el sistema de drenaje de la hacienda, por el
cual se regulaba el delicado equilibrio calor/humedad en las arboledas, lo que
explicaría el bajo rendimiento de los árboles.
Además, el mantenimiento de las arboledas era deficiente en este diagnós-
tico –la existencia de maleza, gusanos y bachacos– pero, en tanto era un proble-
ma de cuidado regular, no necesariamente revelaría que la hacienda había estado
10 Ibidem.
242
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
recibiendo poca atención en su última época. En los casi tres meses transcurridos 243
desde la expropiación hasta el momento de ese diagnóstico, la ausencia de
mantenimiento pudo permitir un rápido deterioro. En todo caso, la existencia
de esos problemas de localización y el alto costo que demandaba su solución,
explican el interés que tenía la Compañía en vender la hacienda, aunque una
posible compra de tierras contiguas podría indicar también interés en resolverlos.
No se dispone de avalúos, por lo que un examen de su valor requiere de
cálculos estimativos, los que se presentan en el siguiente Cuadro.
El valor patrimonial era, sin duda, cuantioso, sólo superado por el de ‘San
Francisco de Borja de Caucagua’. Si se la compara con 'San Ignacio del Tuy',
era la hacienda que en total tenía más árboles y esclavos, pero era la que tenía
menor número de árboles productivos. Había un evidente desequilibrio en la
magnitud de los dos recursos productivos fundamentales de la hacienda, hom-
bres y árboles, cuyo origen, sin embargo, no puede ser establecido por la ausen-
cia de documentación. Pero, con toda evidencia, el ingreso neto anual tuvo
que haber sido muy bajo. Si se asumiera el mismo costo por unidad física de
producto de 'San Francisco de Borja de Caucagua', sin considerar el pago de
diezmos, se tendría una tasa de rentabilidad de un 2%, esto es, el ingreso neto
habría alcanzado unos 386 pesos en 1767.
243
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
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costa del mar y la quebrada de Patuco; por el oriente, la quebrada seca, hasta 246
llegar a la quebrada del Piojo; por el sur, el pueblo de Carayaca; por el
occidente, el camino real del pueblo de Tarmas” 19.
La situación económica de esta hacienda, sin embargo, sigue siendo
desconocida, aunque aparece clara la razón del desinterés del colegio por
explotarla. En el reconocimiento del terreno que se vendió en 1780, se señaló
por unos peritos que, “la hacienda principal es muy vieja, cansada, que ya
no da fruto mayor, que tiene tierras en que poderse fundar mucho mayor, pero
que si se intenta hacer nueva hacienda no podrá ser muy grande porque no
le darán abasto los cuatro días de agua que le quedan... que los dichos cuatro
días de agua pueden darle abasto a la hacienda principal siempre que la dejen
conforme está, y para ello es menester que cuiden y velen la acequia por estar
ésta en riesgo de desbarrancarse como se está experimentando” 20. La hacienda
no podía ser explotada por su deficiente abastecimiento de agua, lo que impedía
la expansión de los sembradíos no obstante disponer de tierra fértil. Esto quiere
decir, que 'el sitio de Guarasnal' era el único que estaba en producción a esa
fecha y que los rendimientos de las áreas en cultivo eran bajos, por el agota-
miento de las tierras. Lo que reafirma la impresión de que tal 'sitio' había for-
mado parte del eje económico de Mayupán hasta 1767.
Aunque otro de los peritos no coincidió en la apreciación respecto a la
escasez de agua, no hubo discrepancia acerca del agotamiento de la fertilidad
de la tierra ni de la gran extensión de Mayupán. Es posible que el desinterés
del Colegio de Caracas por esta hacienda haya derivado, por tanto, no sólo
de los altos costos de operación y de la magnitud de los gastos necesarios para
ponerla en buen pie económico, sino que las posibilidades de expansión de
los cultivos tenían sus límites en la escasez de agua y en la mala calidad de las
tierras. En la segunda mitad de la década del sesenta, el énfasis financiero estaba
centrado en la ampliación de la hacienda trapiche del valle de Guatire.
Como se ha visto, es posible que el producto de la venta de Mayupán
haya sido empleado precisamente para cubrir el préstamo para la construcción
del ingenio de Guatire.
Es probable que sólo se incurra en error de sub-valuación si al total del
avalúo de las instalaciones, tierras y tablones de caña de 1780, se suma el valor
estimado de los esclavos que podría haber tenido la hacienda hacia 1767, según
19 Ibid., p. 139.
20 AHN, Consejos 20.520, “Caracas. Año de 1795... Pieza 1º”, Carayaca, 28 de julio de 1780, fs. 71-72.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
21 AHN, Clero 128/1, Acta del inventario de la hacienda, Maiquetía, 16 de junio de 1767, fs. 61-63.
22 Ver Tabla de Equivalencias.
23 AHN, Clero 128/1, doc. cit., Maiquetía, 16 de junio de 1767, fs. 61-63.
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JAIME TORRES SÁNCHEZ
“dos tanquecitos pequeños para coger agua” 24. No cabe duda de que estas 248
instalaciones tenían como propósito regar las tierras, pues en 1775 el comprador
de la propiedad aceptó pagar lo estipulado, “con la condición de que se recono-
ciese de nuevo la utilidad de un aljibe y tanque que tenían hecho los jesuitas
para regar aquellas tierras” 25. La hacienda, por tanto, era utilizada producti-
vamente por el colegio para lo cual se habían construido instalaciones de
captación de agua.
Se trataba de una explotación para proveer el consumo interno de frutales
del colegio y, probablemente, de pequeñas cantidades de vino. Disponía de una
casa de vivienda –con cinco cuartos, un corredor y patio– construida de tapias
y rajas, con techo de teja, es decir, materiales sólidos. Había otra “casilla”
de tres cuartos, cocina y corredor, otra de un solo cuarto y corredor, ambas
de tapia y teja. Tres pedazos de terreno, en donde estaban instaladas “casillas”,
que se arrendaban totalizando un canon mensual de 14 pesos y medio real.
Se sabe que las tres 'casillas' eran casas de materiales precarios, o “bugíos”,
que habían sido contratadas sin formalización jurídica “porque estos contratos
que aquí se llaman de alquiler se ajustan verbalmente y cuando más se aseguran
con algún papel simple o apunte que reserva el dueño”. Lo importante, sin
embargo, era que se arrendaban las casas “sin que en dicho arrendamiento
entrasen las tierras de la estancia, porque las mantenían los jesuitas con los
designios (según se comprende de la fábrica del aljibe y tanque) de formalizar
algunas labranzas de utilidad y consideración”. Se arrendaban por años o
meses sin plazos definidos, por lo que el dueño “queda en libertad de ir pro-
rrogando años o meses, o hacerla desocupar cuando parezca” 26.
Disponía de cuatro esclavos hombres –uno de 30, dos de 18 y uno de
14 años– que pueden evaluarse, a precios de la hacienda de Guatire, en 300
pesos cada uno. Y también contaba con una esclava, zamba de 10 años, que
podría haber valido unos 200 pesos. Estos pudieron ser los bienes de mayor
valor, porque las tres casas, una yunta de bueyes, un burro, una carreta en mal
estado y herramientas tales como una barra, cuatro azadas, una reja de arado,
pudieron no valer más de 200 pesos. La posibilidad de regadío elevó su valor
patrimonial después de 1767, como ya se advirtió en la condición impuesta
por el comprador. Por eso el precio de venta fue de 4.274 pesos, cuatro reales 27.
Por estas posibilidades de regadío, el sitio se destinaba a un aprovechamiento
24 Ibidem.
25 AHN, Clero 128/8a, doc. cit., Caracas, 26 de enero de 1775, s. f.
26 Ibidem.
27 Ibidem.
248
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249
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en el año de mil setecientos sesenta y ocho que se avaluaron” 33. Es decir, de 250
acuerdo a este funcionario, en el momento de la expropiación las tierras se
habían avaluado en una suma inferior a la de 1750, solamente en 200 pesos.
Pero ahora las tierras estaban arboladas y en un área de producción de cacao,
lo que significa que estaban ocupadas y en producción. Podría sostenerse que
hasta 1767 esto no había ocurrido, por lo que el desinterés del colegio en las
tierras derivaba de su escaso valor económico y del poco atractivo que veían
en el negocio del cacao.
El gobernador don José Carlos de Agüero, en 1775 señaló que las tierras se
habían avaluado en 200 pesos; pero informó también de la venta de “una cuadra
de solares” en la ciudad misma de San Felipe por el valor de 226 pesos 34.
250
Final
Riqueza
y
Coyuntura
253
1 AHN, Clero 249/5, doc. 63, El padre Ignacio de Olarte al padre Procurador Jaime de Torres, Caracas,
14 de diciembre de 1766.
253
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2 AHN, Clero 128/1. Ver resumen de carta al padre Jaime de Torres en España, del 15 de enero
de 1767, en la que se “le da parte de la noticia que ha corrido en esta ciudad sobre que en España se
mueve persecución a los Padres”, f. 11.
254
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4 AGI, Santo Domingo 786, Acta del cabildo extraordinario de la ciudad, Caracas, 30 de septiembre
de 1738, s. f.
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caso de 'San Francisco de Borja de Caucagua', una vez pagado el diezmo. Es 260
decir, por cada dos pesos de incremento del precio de la fanega, la rentabilidad
se habría elevado en casi un punto. Este componente aparentemente azaroso,
desde el ángulo de los productores, confería a la economía de las haciendas un
sesgo claramente especulativo. El aumento del patrimonio en árboles y esclavos
en condiciones óptimas, al aumentar el producto permitía captar ingreso cuando
los precios del cacao se elevaban, resarciéndose de situaciones desfavorables
de bajo precio de éste. Por eso el control del precio del cacao era una variable
política estratégica dentro de la estructura del poder colonial.
Pero la queja del padre Olarte respecto a la dependencia de la Compañía
Guipuzcoana remitía a un problema en cuyo manejo había fracasado la élite
caraqueña en 1749. Sin embargo, más allá del motivo de la queja, importaría
considerar su verdadera significación, pues se sabe que, en el caso de otros pro-
ductores de cacao de la Provincia de Caracas, sólo parte de las transacciones
de exportación e importación se hacían por medio de la Compañía Guipuzcoana.
El anterior señalamiento dice relación con el grado de dependencia de
la comercialización con la Guipuzcoana. No se dispone de antecedentes al
respecto, pero es posible formular alguna hipótesis basándose en información
todavía precaria. En el acto de expropiación del Colegio de Caracas, el inven-
tario de los documentos encontrados en muchos casos resumió su contenido.
Entre ellos se encuentran algunos recibos de venta de cacao al exterior, los
que se resumen en el siguiente Cuadro.
260
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
segundo, que en el año 1766 y 1767 hubo una violenta caída de esa cantidad 261
y, tercero, que las exportaciones a Santo Domingo parecen ser envíos internos
a la Compañía de Jesús para consumo de sus miembros. Tal vez, el padre Olarte
protestaba contra la dependencia excesiva en la comercialización de su produc-
ción de cacao de la Compañía Guipuzcoana, la que gozaba del monopolio del
mercado metropolitano y cuyas transacciones no permitían captar moneda de
plata efectiva. Los cosecheros de la Provincia de Caracas disponían del mercado
de Nueva España que les permitía el acceso a ese numerario. Los caracteres de
la posición de la Compañía en el mercado del cacao y los rasgos de éste indi-
carían, por tanto, una situación muy desfavorable. Es dudoso que tales aspectos
no hayan sido considerados en la estratégica decisión de orientar la obtención
de ingresos para el colegio hacia el cultivo y procesamiento de la caña de azúcar.
Otro aspecto es el relativo a la formulación del padre Olarte sobre la caída
de la producción por efecto de la sequía anterior a 1766, año del terremoto.
La producción potencial calculada anteriormente para 'San Ignacio del Tuy'
y 'San Francisco de Borja de Caucagua', después de haber restado el diezmo,
era de 189 fanegas. Se advierte que la cifra exportada en 1764, la máxima del
período, no es sustancialmente distinta a la cifra de producción estimada para
1767. Pero también se aprecia la disminución de la exportación hacia 1765 y
1766, que llegó a ser en 1767 un 25 % de la producción calculada para ese año.
En la hipótesis de que estas cifras fueran representativas –y no hay documen-
tación que permita verificarlas– el pesimismo de la dirección del colegio en
las posibilidades de las haciendas de cacao habría estado justificado. El ingreso
estaba afectado por condiciones sumamente adversas: gravamen del diezmo
sobre el producto, dependencia del mercado metropolitano y de la intermedia-
ción de la Guipuzcoana, sin poder concurrir a las exportaciones ilegales. Y,
tal vez, ausencia del mercado de Nueva España, único que garantizaba retornos
en monedas de plata.
En todo caso, si no hay dudas de que los resultados económicos de las
haciendas cacaoteras en 1767 revelaban serias dificultades, el análisis además
ha mostrado que estaban en curso medidas tendentes a mejorar los resultados,
probablemente desde inicios de la década de los sesenta. Se advierten síntomas
del éxito inicial de estas medidas en la reorientación hacia la cañicultura y
el aumento del gasto productivo en la hacienda trapiche del valle de Guatire,
pero también en la venta de la hacienda de Mayupán, que había sido obtenida
por donación y estaba dedicada al cultivo de la caña. Disponía de unas 358 ha
que la convertían, junto con las 280 ha de San Felipe, en la propiedad de mayor
261
JAIME TORRES SÁNCHEZ
262
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
del patrimonio total aquí es necesariamente distinta a su examen en las hacien- 263
das cacaoteras ya que no se trata de un cultivo extractivo. La caña tiene un
ciclo biológico corto y, por tanto, la potencialidad productiva depende de la
superficie cultivada y de la capacidad de expansión de ésta. La cantidad óptima
de esclavos dependía, como en las haciendas de cacao, del número de árboles,
del volumen de caña a cortar y procesar. En mayor medida que el cacao, sin
embargo, la caña requiere de la fertilidad del suelo, el que tiende a agotarse
por el cultivo continuo. Número de esclavos y superficie agrícola disponible,
cultivada o en producción, son los indicadores de la evolución de la acumulación
patrimonial.
Como ya se ha señalado, en 1767 la disminución de la superficie cultivada
por problemas de escasez de agua debido a la sequía debió significar un fuerte
impacto en la producción e ingreso. El problema de fondo, sin embargo, no
era esta disminución coyuntural del producto, sino el hecho de que los recursos
hídricos del valle habían mermado, dado el nivel de extensión del cultivo. Los
conflictos sobre el agua, al expresar la colisión de intereses entre las haciendas
usufructuarias del líquido, tendieron a intensificarse. Independientemente de
la disponibilidad de superficie agrícola apta para la caña, el problema del agua
era decisivo para trazar un límite infranqueable a la expansión productiva de
'Nuestra Señora de la Guía de Guatire'. Dada tal situación de escasez, alcanzar
esos límites de producción sólo era cuestión de tiempo.
No se puede precisar si dentro del horizonte histórico de los actores tales
problemas eran percibidos. Pero ello no quiere decir que no estuvieran plantea-
dos económicamente. El hecho mismo de la compra de la hacienda por el
marqués del Valle puede considerarse un mecanismo que resolvía el obstáculo
planteado a todas las haciendas del valle de Guatire. El aumento del ingreso
para un propietario de hacienda era posible por la vía de la adquisición de las
propiedades colindantes. La regulación jurídica del uso del agua –de la cual
hubo un ejemplo, al parecer– y la concentración de la propiedad de la tierra, eran
dos vías de resolución del problema de acumulación ya insinuadas en la evolu-
ción del valle. De no haber mediado la expropiación de los bienes de la Com-
pañía de Jesús en 1767, es posible que el Colegio de Caracas hubiera tenido
que utilizar el método de la compra de propiedades colindantes para mantener
y/o aumentar los niveles de ingreso en 'Nuestra Señora de la Guía'. La expansión
patrimonial de la hacienda presentaba obstáculos y el hecho que ya apuntaran
en el horizonte económico problemas al respecto indica, precisamente, el éxito
alcanzado en la gestión de la hacienda.
263
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Si esos eran los límites acotados por la economía local para la principal 264
empresa de la Compañía, los márgenes económicos definidos por el contexto
colonial ya han sido precisados. La decisión de las autoridades del Colegio de
Caracas de contar con una fuente de ingresos a partir de la economía del cacao,
se tomó en una coyuntura en la cual la capacidad expansiva del cultivo tendía
a agotarse, por la disminución de espacio agrícola fértil y accesible económi-
camente. Las haciendas de cacao del Colegio se ubicaron en el área regada
por el río Tuy, región situada al sur y al oeste de Caracas que desde 1640 hasta
1740 había posibilitado la expansión de la economía del cacao, pero la cual
también había disminuido su intensidad expansiva desde 1720. En un contexto
económico desfavorable para el principal producto de exportación, las posibili-
dades de consolidación de la economía del colegio se vieron afectadas. A su
vez, la decisión de comprar 'San Ignacio del Tuy' se reveló errónea, pues, a todas
luces, ésta se localizaba en un área de tierra de baja calidad –cercana a Ocumare,
estaba en la región del Alto Tuy ocupada desde fines del siglo XVII– lo que
finalmente se reflejó en un bajo rendimiento por árbol. A ello se unió la escasa
superficie de terreno y un número de árboles, cerca de 8.000, que estaba por
debajo del promedio que poseían las haciendas de los sectores sociales del
Alto Tuy no pertenecientes a la élite caraqueña hacia 1744 5.
La decisión de comprar la segunda hacienda, 'San Francisco de Borja
de Caucagua', la única que hacia 1767 podría considerarse exitosa, revela un
mejor conocimiento de la actividad económica y un adecuado asesoramiento.
Se localizaba en el área del Bajo Tuy, dotada de tierras de mejor calidad –la
sub-región se había incorporado más tarde al cultivo– lo que se expresó en
la mayor cantidad de árboles en producción con un rendimiento estable y en
arboledas de un tamaño, 10.000 árboles, que las aproximaba al tamaño medio
de los predios de la élite caraqueña en 1744 6.
De la tercera hacienda comprada, 'San Francisco Javier de Tacarigua, sólo
se conocen datos de 1767 y como no existe otra información económica, éstos
no pueden ser comparados. Pero no cabe ninguna duda de que su compra
fue una decisión con resultados desastrosos para la Compañía de Jesús. De
tal modo que, cuando en 1752 se recibió la donación de la hacienda de 'Nuestra
Señora de la Guía', la continuidad económica del colegio iba a estar severamente
5 En 1744, en el Alto Tuy el promedio de árboles por hacienda de la élite era de 13.000 y el de la
'no élite' de 8.500. Ver Ferry, op. cit., p. 127, Fig. 10a y 10b.
6 Ibid. En 1744 en el Bajo Tuy el promedio de árboles por hacienda de la élite era de 12.000 y de
la 'no élite' de 6.500.
264
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
amenazada pues se iniciaba la caída vertical de los ingresos del cacao. La tardía 265
vinculación de los ingresos de la institución con el sector exportador de la
economía colonial imposibilitaba el crecimiento de las fuentes de financiamiento
de sus actividades. La hacienda donada permitía aprovechar las posibilidades
de crecimiento del mercado interno colonial, por lo que a mediados de la
década del sesenta el colegio decidió cambiar su estrategia económica, como
ya se ha visto.
La evolución del complejo contrapunto entre decisiones y contexto en
el cual éstas se tomaban, entre voluntad y realidad, a que remite el desarrollo
del Colegio de Caracas, tuvo en sus dimensiones económicas un curso paradó-
jico. El intento de construir una base de sustentación en la economía del cacao
para obtener un ingreso regular y consolidar la institución, encontró rápidamente
una coyuntura adversa en los precios del cacao y dificultades ecológicas,
esterilizándose en un contexto de oportunidades decrecientes para el cultivo.
Y cuando surgieron las posibilidades de aprovechamiento de la expansión de
actividades económicas ligadas al mercado interno colonial, como la cañicultura,
la institución fue expulsada de los dominios de la Corona, sin considerar que
los límites de producción de su principal hacienda ya eran claros hacia 1767.
Al mismo tiempo, hubo malas decisiones de compra y dificultades para la
gestión de las haciendas de cacao. Por eso, la dotación inicial de riqueza que
posibilitó la puesta en marcha del colegio no parece haber experimentado un
crecimiento absoluto importante, aunque su monto total era de consideración.
En 1750, el valor total de su patrimonio era de 98.066 pesos –Cuadro Nº 1–
suma que en relación con el Producto global de la Provincia de 1752 –Cuadro
Nº 38– equivalía al monto del consumo de productos del ganado. Cuando en
1767 fue expulsada la Compañía, sus bienes ascendían a 132.369 pesos. Si
el Producto de la Provincia de Caracas en 1767 hubiera mantenido las mismas
dimensiones del de 1752, el valor de tal patrimonio dentro de aquél habría
aumentado relativamente, de 5 % a un 7 %.
Aún cuando el contrapunto entre decisiones y realidades que los condicio-
nan fue paradojal en su desarrollo histórico, pues pese al fracaso de las haciendas
cacaoteras hubo un incremento de la riqueza del colegio, en la coyuntura, el
diagnóstico y las decisiones de sus autoridades muestran coherencia, dentro de
la lógica de una economía afectada por las turbulencias de los precios del cacao,
del clima y de la sociedad. Esa coherencia surge de la experiencia de organi-
zación, de dirección de la institución, y del conocimiento práctico de la realidad
265
JAIME TORRES SÁNCHEZ
económica colonial. Es este último aspecto el más atractivo, aunque sea la 266
dimensión sobre la cual existe menos información documental.
Para la Compañía de Jesús en Caracas, las haciendas fueron principalmente
medios de obtención de recursos que les permitieron financiar su actividad
educativo religiosa y, en ese sentido, su actuación económica no difería de
la de otros colegios en la sociedad colonial. El patrón de desenvolvimiento de
esa actividad en el área de la Provincia fue similar a la de su homólogo meri-
deño. La compra y las donaciones, la expansión de las actividades rentables
y el cese de aquéllas que desaconsejaba la experiencia del mercado, junto con
una administración cuidadosa de los bienes, constantemente evaluada por las
autoridades superiores, constituyeron rasgos generales en la experiencia econó-
mica jesuítica. La creación y desarrollo de este complejo colegio-haciendas pu-
do, por tanto, orientarse por criterios económicos similares a los de otras expe-
riencias históricas de la Compañía de Jesús.
Así, es posible percibir en la decisión del padre Olarte de concentrar los
recursos y esfuerzos en la elaboración de azúcar en la hacienda de Guatire,
un criterio que se orientaba al aprovechamiento de las oportunidades del mer-
cado en el rubro más rentable. Se trata de un claro principio de eficacia que se
plantea como objetivo maximizar el ingreso, en función del cual se tomó la
decisión complementaria de vender las haciendas cacaoteras. Paralelamente,
en el cambio de patrón de refinación y la reorganización de la actividad de
trabajo en la misma hacienda, se advierte un principio de eficiencia, por el cual
se trataba de aprovechar los recursos para maximizar el producto. En un sentido,
se trataba de adaptarse a las posibilidades del mercado para el logro de objetivos
de ingreso y, en el otro, de administrar adecuadamente los recursos para mejorar
resultados en el producto. La orientación al ‘ingreso’ no lo era a la ‘ganancia’
pues, por una parte, la optimización en las decisiones económicas y adminis-
trativas se subordinaba a un objetivo institucional religioso y no a la ampliación
de la riqueza en sí. Y, por otra, el retorno neto en dinero se calculaba sobre el
valor de los desembolsos dinerarios en trabajo empleado, con precios de compra
dados para el productor cacaotero. El gasto en tecnología, en el caso de la pro-
ducción de azúcar, no modificaba sustancialmente tal lógica económica. Por
ello, no es posible teóricamente identificar 'gasto productivo' con 'capital
productivo' 7.
266
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
“la idea de no utilizar sus haciendas eficientemente ... era extraña al pensa-
miento jesuita. Evidencias de otras haciendas del siglo XVIII sugieren que
los jesuitas no fueron los únicos en sostener tales puntos de vista. El hacen-
dado secular puede no haber sido siempre capaz de explotar todas sus
posesiones rurales con eficacia, pero la constante necesidad de mantener
su riqueza, que pudo ser traducida en poder y prestigio, proporcionó un
poderoso estímulo para hacerlo. El riesgo involucrado en no intentar
maximizar la producción perdió terreno con competidores más exitosos,
cuyos ejemplos estaban siempre disponibles” 10.
social, motivaban el desarrollo de sus propiedades”. Supuesta una 'modernidad' empresarial puede examinarse
análogamente el “desarrollo jesuita”, concluyendo que “se asemeja más a la estrategia de una corporación
moderna para formar un monopolio que a la de un terrateniente del siglo XIX enfocada a erigir un bastión
feudal”. Ver J. Denson Riley, “Santa Lucía: desarrollo y administración de una hacienda jesuita en el siglo
XVIII”, en E. Florescano (coordinador), Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina, México,
Siglo Veintiuno Editores, 1979, ps. 247-248.
8 Konrad, op. cit., p. 316, “The college haciendas did not get involved in untried activities, prefering
to follow the commercial trends of their regions... This strategy of 'playing safe' avoided the risk of
entrepreneurial daring, relying upon superior mangement to produce steady income levels”.
9 Depons, op. cit., II, p. 297. “son suaves, honrados, afables y, sobre todo, excesivamente corteses. Si
su resolución en los negocios es escasa, menos aún es su audacia. Todas sus empresas se resienten de esa
timidez que ellos llaman prudencia”.
10 Konrad, op. cit., p. 316, “the idea of not utilizing their haciendas efficiently ... was foreign to jesuit
thinking. Evidence from other eighteenth-century haciendas suggests that the Jesuits were not alone in
267
JAIME TORRES SÁNCHEZ
holding such views. The secular hacendado may not always have been able to exploit all his rural holgings
effectively, but the constant necessity to maintain his wealth, which could be translated into power and
prestige provided a powrful stimulus to do so. The risk involved in not attempting to maximize production
was to lose ground to more succesful competitors, examples of which were always at hand”.
11 Ferry, op. cit., ps. 100-101. Al estudiar los casos de las haciendas de cacao de los Liendo y la estancia
triguera de los Rodríguez Santos “the guardians were able to provide their young charges with spouses,
a place in the convent, formal education, clothing, and other material goods deemed appropiate for their
social station. In both cases the cost of these things, which is to say the expenditure necessary to meet
and maintain the elite standard of material wealth in seventeenth-century Caracas, was approximately
equivalent to the net income from these properties”.
12 Konrad, op. cit., ps. 330-331.
13 Ibid., ps. 210-211.
268
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
14 Virgilio Tosta, Economía y poblamiento en Barinas (1577-1810), Caracas, Editorial Sucre, 1982,
ps. 138-141.
269
JAIME TORRES SÁNCHEZ
c.– Esta hacienda azucarera estaba en 1752 en el grupo de las seis empresas 270
que producían casi el 40 % del ingreso bruto de la cañicultura de la región
contigua a la capital. Es probable que hacia 1767, con posterioridad a
la ampliación de sus instalaciones, su significación dentro de esas seis
haciendas haya aumentado.
d.– La hacienda 'Nuestra Señora de la Guía' aumentó sustancialmente su pro-
ducción cambiando el patrón de refinación, durante el período 1753-1767,
por medio de una transformación tecnológica del 'trapiche tradicional',
bajo una forma mejorada, en 'ingenio'. El mayor producto fue posible
por el aumento de la dotación técnico-material, en la que tendió a pesar
más el gasto en edificaciones, y por el aumento en el número de esclavos.
Ello permitió una división y especialización del trabajo, de tal modo que
el incremento de productividad puede atribuirse a un cambio organizacio-
nal antes que a un cambio técnico-productivo. Se re-encuentra así un
principio de cambio tecnológico, sin modificación sustancial en las trans-
formaciones micro-económicas, similar al que se advierte en una economía
azucarera como la cubana de la segunda mitad del siglo XVIII. Lo notable
del caso de Guatire es que tales modificaciones no fueron resultado de
un contexto expansivo exportador, sino efecto de una decisión empresarial,
al parecer aislada, al interior de una unidad productiva, aunque estimulada
por la demanda colonial interna.
e.– Considerando la totalidad de la riqueza acumulada por el colegio y bajo
la hipótesis de una tendencia a la desaceleración económica de la Provincia
de Caracas en el período, su patrimonio habría aumentado en términos
relativos de un 5 % a 7 % del Producto total entre 1750 y 1767, no obstante
que el aumento absoluto de 98.066 a 132.369 pesos podría considerarse
poco importante. Pese a las dificultades de las haciendas del colegio y
a un entorno económico desfavorable, el aumento relativo de este patri-
monio puede evaluarse como significativo dentro de una economía colonial
como la de la Provincia de Caracas. Sobre todo si se considera que algunas
evidencias señalan que la élite mantuana, más allá de las declaraciones
iniciales a favor de la fundación del colegio, no parece haber apoyado
económicamente de manera decidida a la Compañía de Jesús.
270
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274
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Apéndice
281
281
283
1 José del Rey Fajardo, S. J., Fuentes para el estudio de las misiones jesuíticas en Venezuela (1625-
1764), San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1988, p. 8.
283
JAIME TORRES SÁNCHEZ
las decisiones y los riesgos que enfrentaban los productores de la Provincia 284
de Caracas en un período excepcionalmente difícil, política y económicamente.
Por ello, el tema, aunque sólo permite un acceso limitado a su conocimiento,
proporciona una buena visión de cómo se formaba la riqueza en una economía
agraria, exportadora y colonial.
Se ha dispuesto del material ofrecido por el Archivo Histórico Nacional,
de Madrid, Sección Jesuitas; del Archivo Nacional de Chile, Fondo Jesuitas
de América; del Archivo de la Provincia de Toledo, S. J., en Alcalá de Henares;
del Archivo de la Real Academia de la Historia, Madrid, y del Archivo General
de Indias, Sevilla. Las indagaciones en el Archivo Nacional de Bogotá, Colom-
bia, y en el Archivo General de la Nación, Caracas, Venezuela, resultaron infruc-
tuosas para la temática específica de estudio de este trabajo. Asimismo, el
Archivum Romanum Societatis Iesu, Roma, aparte de tener pocos materiales
sobre Venezuela, sus contenidos no son susceptibles de ser aprovechados con
fines de análisis microeconómico, según comunicación personal del padre
José del Rey F., S. J., y del padre Francisco de Borja Medina, S. J.
Para el análisis cuantitativo de la actividad de la hacienda y trapiche ‘Nues-
tra Señora de Guatire’ se han utilizado básicamente los siguientes inventarios
y avalúos obtenidos de los archivos consultados.
1.– Inventario de la hacienda realizado en el valle de Guatire, 19 de
octubre de 1753, por el licenciado don Cristóbal de García, cura coadjutor
de Guatire a petición del juez provincial y vicario general del obispado de
Caracas. Se encuentra en Archivo Histórico Nacional de Madrid, en la Sección
Clero /Jesuitas, legajo 128/15, folios 54 v.-62 v.
2.– Inventario de la hacienda realizado por el corregidor y justicia mayor
don Roque Pérez a petición del gobernador y capitán general de la Provincia
de Caracas, en el valle de Guatire, 23 de junio de 1767, Se encuentra completo
en AHN, Madrid, en Clero/Jesuitas, legajo 128/1, Guarenas, 16 de junio de
1767, folios 64-97. El mismo inventario está junto a un avalúo en AHN, Clero
126/33, valle de Guatire, 17 de mayo de 1768, fs. 1 v.-20 v., copiado del anterior
en el momento en que el gobernador solicitaba peritos para evaluar la hacienda,
en el expediente de 329 folios titulado: “Nº2. Año de 1775. Testimonio de la
tasa, retasa, subasta y remate del Trapiche de Guatire de las Temporalidades
de los Jesuitas de Caracas; con sus incidencias. Ascendió últimamente a 53.838
pesos en que se incluyen 200 pesos de Principal perteneciente al Convento
de Monjas Concepciones, de que es hipoteca dicho trapiche. 5a. Pieza”. En el
284
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
285
JAIME TORRES SÁNCHEZ
cuantitativos que pudieran ser comparados en el tiempo, cuyo contenido sólo 286
podía ser definido aproximadamente, a partir de la propia información histórica
y no por un examen conceptual previo. Las dos variables importantes para
el análisis fueron aquí ‘etapas de crecimiento’ y la ‘calidad de las plantas’.
La primera se entiende como las fases del desarrollo agronómico de la
‘Sacharum Officinarum’, en la que se distingue una fase en la cual la planta
no está en condiciones de ser procesada para la obtención de azúcar o papelón,
lo que ocurría con un margen variable de 11 a 14 meses. Y una fase en la que
la planta ya dispone del zumo adecuado para tal operación, momento en que
los prácticos estimaban se encontraba “en sazón para molerla”.
En el examen de la Tabla I, para 1753, se asume que los valores de la
columna 'edad de la caña' indican el tiempo transcurrido después del último
corte, los que están señalados en la mayor parte de los casos y cuyo total es
igual a los valores de la columna 'número de cortes'. No podría corresponder
al tiempo de sembrado de las plantas ya que, por ejemplo, los tablones Nº 2 y el
Nº 3, con ocho meses de edad, tienen seis y un corte, respectivamente, y una ca-
ña con este tiempo de sembrado no estaba en etapa de corte. La categoría
'madura', por tanto, se refiere en este año a las plantas productivas, susceptibles
de ser cortadas para molerlas. La documentación no proporciona la información
de los meses a partir de los cuales la planta se considera en tales condiciones.
Las observaciones de los prácticos sobre la calidad de la caña se han clasi-
ficado en aquéllas que dan cuenta de la no existencia de problemas de creci-
miento, o plantas “buenas”, y aquéllas que los tienen. En este caso hay varias
designaciones, “fallas”, “muy fallas”, “muy fallado”, “maltratado”, etc., todas
las cuales señalan pero no especifican el tipo de problema detectado. A éstas
las hemos agrupado en el concepto de 'Regular'. Se trata de una dicotomía sim-
ple que se adapta a las observaciones documentales y que permite el análisis
comparativo.
La variable 'superficie sembrada' fue calculada a partir de los dos valores
proporcionados por la documentación, los que designan el “largo” y el “ancho”
de los tablones. Dado que tendían a sembrarse en cuadros, como se sabe, se
ha asumido un ángulo recto. Los valores no plantean dudas más allá de las
razonables respecto a las mediciones efectuadas por prácticos.
Las informaciones documentales que se presentan en la última columna
se interpretan como observaciones relacionadas con la situación del tablón
en tanto pedazo de terreno. Se advierte que éstos suponen dos significados
polares: tierra recién sembrada versus tierra sembrada desde antiguo y tierra
286
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
recién abierta al cultivo versus tierra ya en cultivo desde hace un tiempo. Para 287
un análisis más seguro se ha considerado sólo la información denominada por
“tierra nueva” a la que se ha opuesto la categoría contraria que agrupa los
restantes casos.
En la Tabla II, que ordena la información del inventario de 1767, los tablo-
nes que presentan cortes corresponden sin duda a plantíos que entraban a la etapa
productiva, aunque no se señalan los meses en que esto ocurría. Ello indica que
esta observación es independiente y que, por tanto, los meses que señalan los
observadores corresponderían al tiempo de sembrado de las plantas y no a la
edad de ellas después del último corte. Como en la columna final se identifican
claramente los plantíos cuya caña está en condiciones de ser molida y de éstos
no se señala el tiempo de sembrado, se deduciría que en ese año se estimaba que
todavía las cañas con 11 meses de sembrado no estaban en etapa productiva.
Esta consideración tiene un gran peso en la argumentación que se presenta.
La variable 'superficie sembrada' ha sido calculada a partir de los cuatro
valores ofrecidos por la documentación, aunque hay algunos casos de tres va-
lores y un caso de dos valores, resultados de la medición de tierra realizada
en ese año. Ellos corresponden a los puntos norte/sur y oriente/poniente, especi-
ficados por los prácticos. Así, el tablón Nº 1, “el Buboso” en la documentación,
“tiene por el oriente ciento y ochenta y cinco varas, por el poniente ochenta
varas, y por el norte ciento y cuarenta y cinco, triángulo” 2. Los tablones se
han considerado como figuras poligonales irregulares y se ha calculado su área
por un procedimiento geométrico cuando no se menciona un carácter triangular.
En el resumen del avalúo de tablones de caña de 1768, se lee: “Avaluaron
las treinta y cuatro fanegadas de tierra bajo de riego con su acequia corriente,
y alegre, las quince fanegadas que mensuraron los terceros, donde están
plantados los tablones de caña, y las diez y nueve que constan del inventario” 3.
Se interpreta que tales quince fanegadas eran áreas bajo riego que disponían
de tablones de caña cultivada que, de acuerdo a los cálculos de la Tabla II, eran
de un área muy inferior. En otros términos, la cita describe el área bajo riego
y no el área cultivada en 1767.
Obviamente, los problemas detallados anteriormente derivan del hecho
general de que las preocupaciones del investigador son muy distintas de las
del práctico de la época que recolectó sus observaciones con propósitos
2 AHN, Clero, 128/1, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 92 v.
3 AHN, Clero 126/33, Resumen del avalúo de tablones, 3 de junio de 1768, fs. 52-52 v.
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Longitud
SUPERFICIE
291
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292
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PESO 293
9 Antonio Arellano Moreno, Documentos para la historia económica en la época colonial. Viajes
e informes, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 93, 1970, p. 140.
293
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TABLA II. Inventario de sembradíos de caña de azúcar. Hacienda de Guatire (1767). 297
Superficie Tiempo de Calidad Número
Tablón Observación
sembrada siembra de caña de cortes
1 574 — — — en sazón*
2 732 11 meses B — —
3 907 — B — en sazón
4 374 8 meses B — —
5 1.524 5 " B — —
6 1.654 — — — para sembrar **
7 1.132 — B recién cortado —
8 1.129 — B recién cortado —
9 1.327 2 1/2 " B recién cortado —
10 839 2 1/2 " B 1/2 r/cortado —
11 850 — R — en sazón
12 242 — — — para sembrar
13 1.134 — — — para sembrar
14 1.111 8 meses R — —
15 791 — 1/2 R — 1/2 para sembrar
16 574 — 1/2 R — en sazón
17 554 — B — en sazón
18 805 — R — en sazón
19 895 — R — en sazón
20 402 — R — en sazón
21 856 — R — en sazón
22 778 5 meses M — —
23 810 1 " R — —
24 900 2 " B — —
25 969 10 " R — —
26 1.147 8 " — — —
27 531 5 " 1/2 R — —
28 1.288 6 " R — —
29 1.402 5 " R — —
30 34.000 5 " R — —
31 1.713 3 " R — —
32 1.547 5 " R — —
33 1.049 5 " B — —
34 764 11 " B — —
35 926 6 " B — —
36 1.011 — B recién cortado —
37 949 — — — sembrado de nuevo
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Fuentes: AHN, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 23 de junio de 1767,
fs. 92-97.
B = “bueno”.
R = “muy fallado”, “maltratado”, “fallas”, “algunas fallas”.
M = “malo”.
* “en sazón para moler”, es decir, maduras.
** “arado para sembrarlo”.
*** sembrado después del inventario. Ver avalúo de 1768 en AHN, Clero 126/33, Parte final
de avalúo de tablones de caña, 3 de junio de 1768, f. 51 v.
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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
TABLA III. Inventario de sembradíos de caña de azúcar. Hacienda de Guatire (1772). 299
Superficie Tiempo Calidad
Tablón Pesos
sembrada de siembra de caña
10.596 Sin falla
1 15 meses 197, 4 rs., 32 mrs.
(266) (en cepa)
2 18.656 15 " Sin falla 345, 1 rs., 2 mrs.
3 10.364 1 " Sin falla 70, 6 rs., 19 mrs.
4 5.643 15 " Sin falla 104, 3 rs., 5 mrs.
5 17.622 12 " 1/8 Fallo 246, 5 rs., 24 mrs.
6 12.124 9 " 1/4 Fallo 124, 6 rs., 0 mrs.
7 9.889 11 " 1/6 Fallo 126, 7 rs., 32 mrs.
8 8.190 11 " 1/4 Fallo 93, 2 rs., 0 mrs.
9 7.955 8 " 1/6 Fallo 84, 6 rs., 17 mrs.
10 8.436 8 " Sin falla 106, 6 rs., 28 mrs.
11 9.417 8 " Sin falla 119, 2 rs., 8 mrs.
12 11.687 8 " 1/8 Fallo 130, 4 rs., 17 mrs.
13 10.546 11 " 1/6 Fallo 134, 2 rs., 11 mrs.
14 10.720 12 " 1/4 Fallo 128, 5 rs., 4 mrs.
15 8.977 8 " 1/8 Fallo 98, 7 rs., 10 mrs.
16 10.376 9 " 1/3 Fallo 95, 3 rs., 0 mrs.
17 7.785 8 " Sin falla 100, 5 rs., 30 mrs.
18 8.842 10 " 1/3 Fallo 86, 4 rs., 32 mrs.
19 8.083 10 " 1/3 Fallo 78, 2 rs., 30 mrs.
20 7.076 7 " Sin falla 84, 5 rs., 23 mrs.
21 14.409 11 " 1/4 Fallo 165, 7 rs., 8 mrs.
22 14.025 10 " 1/8 Fallo 175, 7 rs., 6 mrs.
23 7.475 11 " 1/6 Fallo 94, 3 rs., 28 mrs.
24 10.101 5 " Sin falla 103, 5 rs., 18 mrs.
25 13.771 7 " 1/6 Fallo 136, 6 rs., 14 mrs.
26 10.385 4 " 1/8 Fallo 84, 6 rs., 17 mrs.
27 12.558 1 mes 1/3 Fallo 57, 0 rs., 33 mrs.
28 7.626 5 meses Sin falla
29 3.686 5 " 1/3 Fallo 115, 4 rs., 8 mrs.
30 1.950 5 " 1/3 Fallo
31 8.511 5 " 1/6 Fallo 74, 0 rs., 28 mrs.
32 20.700 2 " 1/3 Fallo 86, 1 rs., 8 mrs.
33 5.716 2 " 1/2 Fallo 21, 7 rs., 0 mrs.
34 8.700 3 " 1/3 Fallo —
35 9.281 12 " 1/4 Fallo —
36 10.361 4 " 1/3 Fallo —
299
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Fuente: AHN, Clero 126/33, Cotejo e inventario de la hacienda, valle de Guatire, 1º de julio
de 1772, fs. 147 v.-156; ibid., fs. 198 v.-200 v.
rs. = reales; mrs. = maravedíes.
La superficie sembrada, en varas cuadradas, es información documental pues los tablones fueron
medidos para el inventario.
300
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
TABLA IV. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava. Hacienda 301
de Guatire (1753).
Hombres Mujeres
Edad
Total Enfermos Total Enfermas
0-5 0 — 0 —
6 - 10 0 — 4 0
11 - 15 1 0 1 0
16 - 20 3 0 2 0
21 - 25 7 [a] 0 3 [b] 0
26 - 30 3 0 0 —
31 - 35 0 — 1 [c] 0
36 - 40 4 [d] 0 2 1 [e]
41 - 45 1 0 2 0
46 - 50 2 [f] 0 2 0
51 - 55 1 [g] 1 [g] 1 1 [h]
56 - 60 1 [i] 1 [i] 0 —
61 - 65 0 — 0 —
66 - 70 1 1 [j] 1 0
71 - + 2 [k] 0 3 [l] 0
TOTAL 26 3 22 2
301
JAIME TORRES SÁNCHEZ
TABLA V. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava. Hacienda 302
de Guatire (1767).
Hombres Mujeres
Edad
Total Enfermos Total Enfermas
0-5 5 — 13 [a] —
6 - 10 2 — 5 —
11 - 15 5 [a] — 2 [b] —
16 - 20 2 [b] — 4 [c] 1 [d]
21 - 25 3 [c] 1 [d] 6 [e] 3 [f]
26 - 30 3 [e] 1 [f] 6 3 [g]
31 - 35 7 [g] 1 [h] 3 [h] 2 [i]
36 - 40 6 [i] 2 [j] 4 [j] —
41 - 45 1 1 [k] 1 1 [k]
46 - 50 1 [l] 1 [m] 1 —
51 - 55 3 [n] 1 [ñ] 1 [l] —
56 - 60 2 [o] — 3 [m] —
61 - 65 — — — —
66 - 70 2 [p] — 1 [n] —
71 - + — — 1 [ñ] —
TOTAL 42 * 8 51 10
Fuente: AHN, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, Guarenas, 16 de junio de 1767, fs. 75 v.-79 v.
Hombres: [a] mulato (1); [b] mulatos (2); [c] zambo (1); [d] “suele por tiempos hinchársele
una pierna”; [e] mulato (1), zambo (1); [f] “medio manco”; [g] mulato (1), de “nación” (1),
paileros (2); [h] “quebrado por la ingle”; [i] “nacional” (1), “nación” (1); [j] “padece de una
rodilla” (1), “enfermo del estómago” (1); [k] “galicoso”; [l] mulato; [m] “quebrado por la
ingle”; [n] “nacional” (1), “oficial hormero” (1); [ñ] “gálico”; [o] nacional (1); [p] pailero (1).
Mujeres: [a] mulatas (2); [b] zamba (1); [c] mulata (1); [d] “enferma de una pierna”; [e]
mulata (1); [f] “ausente enferma en Caracas” (1), “con clavos” (1), “padece de gomas” (1);
[g] “dislocado un hueso del espinazo”, “con un cangro en el pecho” (1), “algo enferma” (1);
[h] mulata; [i] “enferma habitual” (1), “humor salado” (1); [j] zamba (1), nacional (1); [k] “muy
enferma de gálico”; [l] “nacional”; [m] de nación (1); [n] nacional; [ñ] con más de cien años.
* un fugitivo y casado no se contabiliza.
302
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
TABLA VI. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava. Hacienda 303
de Guatire (1772).
Hombres Mujeres
Edad
Total Enfermos Pesos Total Enfermos Pesos
0-5 5 — 444 10 — 1.088
6 - 10 5 1 [a] 1.015 11 — 1.912
11 - 15 — — — 5 [a] — 1.303
16 - 20 7 [b] — 2.050 2 — 600
21 - 25 1 [c] — 300 2 1 [b] 500
26 - 30 3 [d] — 925 7 [c] 4 [d] 1.550
31 - 35 3 2 [e] 800 5 [e] 5 [f] 880
36 - 40 9 [f] 4 [g] 2.630 4 1 [g] 1.050
41 - 45 4 [h] 2 [i] 830 5 [h] 3 [i] 1.200
46 - 50 3 [j] 2 [k] 300 — — —
51 - 55 1 [l] — 180 1 1 [j] 80
56 - 60 2 2 [m] 200 2 1 [k] 200
61 - 65 1 — 25 — — —
66 - 70 — — — — — —
71 - + 3 — — 2 — —
TOTAL 47 13 9.699 56 16 10.363
Fuente: AHN, Clero, 126/33, Cotejo e inventario de la hacienda, valle de Guatire, 1º de julio
de 1772, fs. 192-197 v.
Hombres: [a] “algo enfermo al parecer de gálico” ; [b] mulato (1); [c] mulato; [d] mulato (1), un
“nacional” y “hormero”; [e] “quebrado”, “lesión en el pecho que parece principio de cangro y
una mano hinchada” ; [f] pailero (1), mulato (1); [g] “con algún impedimento en la mano
izquierda(1), “con una goma en la mano y un lobanillo corto en el codo” (1), “con un corto
impedimento en la mano izquierda” (1), “quebrado de la ingle” (1); [h] un “nacional”, un “man-
dador” ; [i] “enfermo de una hernia y una fístola”(1), “un brazo descompuesto” (1); [j] un
“nacional”; [k] “enfermo e la orina y del estómago y de mal aspecto”(1), “enfermo” (1);
[l] “nación” ; [m] “enfermo de zeatica” (1), “enfermo de gálico” (1); [n] no avaluado por viejo.
Mujeres: [a] 1 mulata; [b] “enferma de gálico, que por tiempos se le revientan los pies”; [c] una
mulata; [d] “enferma al parecer de gálico reventado o Lazarina” (1), “enferma de ardor de
espaldas” (1), “enferma de espundia en entrambos pies” (1), “se le suele reventar una pierna
de gálico por tiempo” (1); [e] una cocinera; [f] “enferma de la cabeza y ardores de espaldas” (1),
“enferma de un cangro en el pecho” (1), “quebrada por la espalda pero útil para todo trabajo”
(1), “padece de fluxo de sangre” (1), “dice estar enferma” (1); [g] “enferma de la barriga”;
[h] una mulata; [i] “grávida” (1), “humor salado y enferma del vientre” (1), “algo de reuma”
(1); [j] “enferma de cirro y de la orina”; [k] “enferma de gálico”; [l] no avaluada por vieja.
303
JAIME TORRES SÁNCHEZ
304
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA 305
305
JAIME TORRES SÁNCHEZ
306
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
307
Albañil Carpintero Herrero Total
Ítem
Pesos reales Pesos reales Pesos reales Pesos reales
F.–ANEXOS
1. Carpintería — 8 5 — 8 5
2. Fragua 1 7 — 3 4 5 3
3. Tejar 80 3 33 6 1 115 1
4. Prisión — 6 — 6
5. Bohíos — 14 — 14
6. Despensa 6 3 1 117 1
10. Material religioso — — — 137 4
11. Otros 7 2 — — 7 2
Sub-total 95 7 172 1 5 4 411
TOTAL 4.847 3,5 3.408 4 79 5 8.473 0,5
Fuente: AHN, Clero 126/33, Avalúo e inventario de la hacienda, valle de Guatire, 3 de junio
al 20 de julio de 1768, fs. 50 v.-78.
307
JAIME TORRES SÁNCHEZ
308
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
309
JAIME TORRES SÁNCHEZ
310
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
311
JAIME TORRES SÁNCHEZ
TABLA XII. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava. Hacienda 312
de Guatire (1772).
312
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
TABLA XIII. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población esclava. 313
Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746).
313
JAIME TORRES SÁNCHEZ
TABLA XIV. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava. Hacienda 314
'San Ignacio del Tuy' (1750).
314
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
TABLA XV. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava. Hacienda 315
'San Ignacio del Tuy' (1768).
315
JAIME TORRES SÁNCHEZ
TABLA XVI. Inventario y avalúo de bienes de la hacienda 'San Ignacio del Tuy' 316
(1746, 1750 y 1768).
316
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
317
JAIME TORRES SÁNCHEZ
318
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
TABLA XVII. Cuenta de don Simón Mondragón, administrador de la hacienda 'San 319
Ignacio del Tuy' desde el 5 de julio de 1767 al 1º de diciembre de 1768.
319
JAIME TORRES SÁNCHEZ
TABLA XVIII. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población esclava. 320
Hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1746).
320
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
TABLA XIX. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población esclava. 321
Hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1767).
321
JAIME TORRES SÁNCHEZ
TABLA XX. Inventario y avalúo estimado de bienes de la hacienda 'San Francisco de 322
Borja de Caucagua' (1746 y 1767).
1746 1767
Bienes
Nº Pesos rs Nº Pesos rs
I.–CASAS.
– principal 1 218 — 1 700 [a]
– 'bugíos' 7 140 — 9 180
Sub-total — 358 — 880
II.–MUEBLES.
– mesa 1 6 — 1 6 —
– silletas de cuero 6 6 — 5 5 —
– catres de cuero 2 6 — 2 6 —
– escaparate 1 25 — 1 25 —
– colchones — — — 2 ¿ —
– atril — — — 1 1 4 [b]
– tarima — — — 1 ¿ —
– cruz de madera — — — 1 3 [c] —
– cerradura — — — 1 2 [d] 4
Sub-total — 43 — 48 4
III.–OBJETOS RELIGIOSOS
– lienzos con imágenes 1 — 4 2 1 —
Sub-total 1 — 4 2 1 —
IV.–OBJETOS DE TRABAJO
– canastos “de coger cacao” 8 2 6 1 4
– cajas de medir 2 3 — — —
– romana — — 1 10 [e] —
– cernidor de sal — — 1 ?
– campana — — 1 24 [e] —
– bandejita de afeitar — — 1 ? —
– hierro viejo 1/2,@ 1 2 2@ 5 —
Sub-total — 6 2 — 40 4
322
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
323
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Fuente: ANCH-FJ, 211, Inventario de 25 de noviembre de 1746, fs. 358 v.-361; Ibid., fs. 369
v.-374, y AHN, Clero 128/15, Avalúo de 20 de noviembre de 1750, fs. 29-30; AHN, Clero
128/1, Inventario de 19 de junio de 1767, fs. 98-104.
Cuando no se menciona expresamente, la estimación del valor se ha hecho de acuerdo a los
precios del avalúo de la hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' de 20 de noviembre
de 1750, ANCH-FJ, 211, fs. 369 v.-374.
[a] Se trata de una estimación muy prudente del avalúo de la vivienda principal. El valor de
parte de albañilería y carpintería del inventario de ella en 1767 podría haber alcanzado unos
558 pesos, según el siguiente cálculo:
— Valor de un patio de secar cacao enladrillado de 912 varas cuadradas, 63 pesos.
Según AHN, Clero 126/33, Avalúo de la casa de vivienda de la hacienda de Guatire, 20
de julio de 1768, f. 65, una vara cuadrada de ladrillo contenía 8,6 unidades y un millar de
ladrillos valía ocho pesos.
— Valor de un pasillo empedrado de una superficie total de 228 varas cuadradas, 86 pesos.
Según AHN, Clero 128/7, Avalúo de la hacienda 'San Ignacio del Tuy', 2 de junio de 1768,
f. 7, una vara cuadrada valía tres reales.
— Valor de 28 pilares de ladrillo de 6 varas de alto, 179 pesos.
Según AHN, Clero 126/33, Avalúo de albañilería de la casa de vivienda de la hacienda de
Guatire, 20 de julio de 1768, f. 67, el valor de un pilar de ladrillo y mezclote era de ocho
reales y medio la vara.
— Valor del techo de teja de 500 varas cuadradas, 158 pesos.
Según AHN, Clero 126/33, Avalúo de hacienda de Guatire, 1768, f. 70, el millar de tejas
valía 9 pesos. De acuerdo a ibid., f. 65, una vara cuadrada contenía 20 tejas, y una vara cuadrada
de techo, unas 35 unidades.
— Valor de 186 viguetas, 47 pesos.
Según AHN, Clero 128/7, Avalúo de hacienda 'San Ignacio del Tuy', 1768, f. 6 v., una vigueta
valía dos reales.
— Valor de 12 tirantes, 6 pesos.
Según ibidem., una vigueta valía cuatro reales.
— Valor de tres puertas de una mano y una puerta de dos manos, 19 pesos.
Según ibidem., una puerta de una mano con cerradura valía cinco pesos y una puerta pequeña
de dos manos, 3,5 pesos.
324
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
Los aspectos señalados sólo eran parte de los elementos evaluables y la estimación deja de
325
lado las tapias, cimientos, rajas, suelo interior, pintura, estructura del techo de madera, barro
y caña, como el pago de la mano de obra.
[b] Según precio de AHN, Clero 128/7, Avalúo de la hacienda 'San Ignacio del Tuy', 4 de julio
de 1768, f. 7.
[c] Según precio de AHN, Clero 128/15, f. 29 vta., continuación del avalúo de 'San Ignacio
del Tuy', 20 de noviembre de 1750.
[d] Según precio de AHN, Clero 126/33, Avalúo de la hacienda de Guatire, 1768, f. 76.
[e] Según precio de AHN, Clero 128/7, Avalúo de la hacienda 'San Ignacio del Tuy', 4 de julio
de 1768, f. 6.
325
JAIME TORRES SÁNCHEZ
TABLA XXI. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población esclava 326
de la hacienda 'San Francisco Javier de Tacarigua' (1767).
Fuente: AHPT, E-2 : 79, D : 1; “Santa Fé. Nº 2. Segundo...”; Tacarigua, 6 de agosto de 1767,
fs. 10-16.
[a] “enfermo de gálico” (1); [b] “con la vista visoja...con flema salada en los pies” (1); [c]
zamba (1); [d] “enferma de la barriga” (1); [e] “tullimiento en las piernas” (1), “casado con
una libre” (1); [f] “enferma de los pies, con espundia” (1); [g] “de nación” (1); [h] “enferma
de la barriga” (1); [i] “de nación” (1), “mayordomo” (1), “quebrado de una verija” (1); [j]
“de nación” (1), “enferma de barriga” (1); [k] “con los pechos abiertos” (1); [l] “enferma
de la barriga” (1); [m] “con dolores en los huesos y accidentes habituales” (1); [n] “quebrado
de una verija y enfermo” (1).
326
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
TABLA XXII. Inventario y avalúo estimado de los bienes de la hacienda 'San Francisco 327
Javier de Tacarigua' (1767).
327
JAIME TORRES SÁNCHEZ
V.– HERRAMIENTAS
– barras (hierro) 3 15
– hachas 10 20
– palas ** 20 14,4
– calabozos *** 12 11,4
– tacises. 10 2,4
– chicorones “p.a pilonear” 4 4
– chícoras **** 9 9
– desjarretaderas 8 (5 de coger a 3 rs., 1,4 [b]
3 de desojar a 5 rs.)
– machetes 3
Sub-total 81,6
VII.– ESCLAVOS
Sub-total 32 6.570
VIII.– ARBOLEDAS
– frutales 3.876 5.814
– horqueteados 5.060 3.795
– fallas 5.278 990
– reciembros 2.950 1.106
Sub-total 17.164 11.705
TOTAL 19.019
Fuente: AHPT, E-2 : 79, D : 1, “Santa Fé. Nº 2. Segundo...”, 1767, fs. 9-18 v.
La estimación del valor de los 'Muebles' se ha hecho conforme al avalúo de 'San Ignacio del
Tuy', AHN, Clero 128/7, 1º de julio de 1768, fs. 7-8, cuando no se establece lo contrario.
* Se considera una libra de hierro en campana a seis reales y una libra de hierro en herramientas
a un real de acuerdo a avalúo.
** nueve palas buenas a dos reales cada una.
*** 10 buenos a 8 reales, c/u.
**** Según valor de 'chicorones'.
[a] Valor de casa de hacienda 'San Ignacio del Tuy' en 1768, cuyas dimensiones pudieron ser
parecidas como son idénticos los materiales de fabricación. Los 'bugíos' son 10, pero se han
evaluado sólo cinco al precio de los de la hacienda anterior.
328
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
[b] Basada en avalúo de la hacienda 'San Francisco de Borja del Valle de Caucagua', ANCH-FJ, 329
211, 20 de noviembre de 1750, fs. 370 v.-374.
[c] Basada en avalúo de 'Nuestra Señora del Valle de Guatire', AHN, Clero 126/33, 3 de junio
de 1768, f. 150 v.
[d] Ibidem.
[e] Basada en el avalúo de una paila de cobre de 1arroba, 11 libras, del servicio de la casa de
la hacienda 'Nuestra Señora del Valle de Guatire', AHN, Clero 126/33, 24 de julio de 1772,
f. 190. Se consideró el precio de la libra de hierro al valor del precio de una campana.
329
JAIME TORRES SÁNCHEZ
Fuente: AGI, Caracas 368, Carta de don Felipe Ricardo al marqués de la Ensenada, Caracas,
1º de marzo de 1752, s. f.
[a] La fuente calcula 30.000 fanegas de consumo y 70.000 de exportación, valuadas a 10 pesos
la fanega, para el año 1751-52, probablemente.
[b] La fuente señala una cifra “de consumo y saca”. Como la producción se consumía casi
totalmente en 1775 (Marón, op. cit., ps. 430, 455) suponemos que el producto es igual al consumo.
[c] Cifra corregida de acuerdo a AGI, Caracas 368, “Relación y noticias de todas las haciendas
de trapiche que... se hallan en esta Provincia”, Caracas, 25 de abril de 1752, s. f. Según esta
fuente había 230 trapiches. Según la fuente general de la Tabla había 154 trapiches con un
producto de 265.580 pesos.
[d] La fuente no menciona exportación de cueros en el año.
330
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
331
333
Tablas
333
JAIME TORRES SÁNCHEZ
334
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
Cuadros 335
335
JAIME TORRES SÁNCHEZ
336
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
337
JAIME TORRES SÁNCHEZ
338
339
Figuras
339
JAIME TORRES SÁNCHEZ
340
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA
Mapas 341
PORTADA: Viñeta a partir de Brehm, A.E. Historia Natural (La creación). Barcelona: Montaner
y Simón, 1880, Tomo I, pp. 150-151.
341