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HACIENDAS Y POSESIONES

DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA


El Colegio de Caracas en el Siglo XVIII

JAIME TORRES SÁNCHEZ


JAIME TORRES SÁNCHEZ

HACIENDAS Y POSESIONES
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
EN VENEZUELA
El Colegio de Caracas en el siglo XVIII

SEVILLA 2016
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
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Índice

AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX

PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI

A MODO DE PRESENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XV

INTRODUCCIÓN: Patrimonio y riqueza del Colegio de


Caracas en 1767 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

PRIMERA PARTE: Ecología y trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23


Capítulo I: El cultivo del cacao . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Capítulo II: El cultivo de la caña de azúcar . . . . . . . . . . . . . . . . 49

SEGUNDA PARTE: La hacienda y trapiche <Nuestra Señora de


Guía', del valle de Guatire: 1753-1772 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Capítulo I: Desarrollo de la hacienda: cambio económico y
conflictos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Capítulo II: Estructura y caracteres de la mano de obra . . . . . . 103
Capítulo III: El punto de partida: de un patrón tecnológico de
trapiche tradicional a uno mejorado . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Capítulo IV: Transformación productiva: un patrón tecnológico
de ingenio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Capítulo V: Evolución económica y cambios tecnológicos . . . . 171

VII
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TERCERA PARTE: Las haciendas de Cacao, Otras Haciendas y


Posesiones (1746-1767) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
Capítulo I: La hacienda 'San Ignacio del Tuy' . . . . . . . . . . . . . . 197
Capítulo II: La hacienda 'San Francisco de Borja
de Caucagua' . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
Capítulo III: Otras haciendas y posesiones: San Francisco
Javier de Tacarigua, Mayupán, Maiquetía y San Felipe . . 235

FINAL: Riqueza y Coyuntura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271

APÉNDICE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279
1.– Abreviaturas de archivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
2.– Examen de fuentes y metodología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
3.– Tabla de equivalencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
4.– Tablas estadísticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
5.– Tablas y cuadros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
6.– Lista de figuras y mapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
IX

Agradecimientos

Debo agradecer a los padres José del Rey Fajardo S. J. y Alberto Jiménez
S. J. el estímulo inicial para emprender el trabajo que condujo a este libro.
Asimismo, al doctor Julián Ruiz y a la doctora María Cristina Bernal por su
apoyo durante mi estadía en España, al cuerpo de profesores del Departamento
de Historia de América de la Universidad de Sevilla con quienes estuve en
contacto durante ese período. Y al doctor José Hernández Palomo de la Escuela
de Estudios Hispanoamericanos por su siempre fraterna disposición. El respaldo
del doctor Julio Flores M. y del licenciado Alexis Martínez, de la Universidad
de los Andes, me permitió la tranquilidad necesaria para sostener el difícil
trabajo de archivo en Chile, Colombia y España. Finalmente, a los colaboradores
en los detalles técnicos de presentación, señores Antonio Méndez, Vicente
García López, Mateo Sánchez y Víctor Ramírez, con especial reconocimiento
al arquitecto Walter Durán por su aportación al diseño e iconografía.

IX
XI

Prólogo

Las propiedades de la Compañía de Jesús en el Nuevo Mundo han sido


objeto de atención por diversos motivos desde el mismo momento en que se
produjo el decreto de expulsión en 1767 hasta nuestros días y podría añadirse
que justificadamente, pues a lo largo de dos siglos los jesuitas reunieron nume-
rosas explotaciones que supieron trabajar con los mejores medios a su alcance
gracias a su mentalidad abierta al progreso material. La administración de dichos
bienes y la enajenación de los mismos generaron el ramo de Bienes de Tempo-
ralidades que requirió una atención administrativa, un equipo de personas a
su cuidado, un presupuesto y unos espacios donde conservar el voluminoso
archivo, que estuvo a punto de desaparecer para ahorrarse los gastos de custodia
y conservación. Una casualidad hizo que el país más dispuesto a cuidar dicha
documentación fuera Chile, adonde fue a parar una buena cantidad de la
documentación de Temporalidades. Afortunadamente, pues, se ha conservado
un fondo documental muy extenso, que por los estudios realizados hasta el
momento ha probado que la buena gestión consistió en gran medida en una
administración meticulosa y precisa. El magnate del acero, Andrew Carnegie,
cifró el éxito de la revolución industrial y de las empresas en Estados Unidos
a fines del XIX en la administración, es decir, en saber exactamente dónde
se gastaba y dónde se ganaba cada dólar. De igual manera la buena gestión
de los jesuitas en sus empresas consistió en llevar unos libros individualizados
de las distintas partidas de ingresos y gastos.
Gracias en parte a esa administración, que ha trasmitido numerosas cuentas,
se han podido realizar estudios muy precisos sobre las explotaciones agrarias
y ganaderas de diversos territorios en México, Perú, Paraguay, Nuevo Reino
de Granada, etc. En esta línea se enmarca el estudio que ha elaborado el profesor
Jaime Torres Sánchez sobre algunas propiedades de la Compañía de Jesús en
Venezuela, que con él se agrega a esta ya larga serie. Distintas razones han moti-
vado el interés por estos estudios, que generalmente han girado sobre la órbita

XI
JULIÁN B. RUIZ

económica, no sólo para calibrar la acumulación de los bienes conseguidos, XII


sino para valorar la eficacia lograda, la complementariedad de los distintos
predios, las inversiones de capital, la utilización de la mano de obra y, en fin,
los rendimientos finales. Esos objetivos pudieron conseguirse a un nivel óptimo
en la obra de Herman W. Konrad acerca de la Hacienda de Santa Bárbara en
México gracias a las magníficas fuentes documentales con que contó, que no
están disponibles para todos los territorios americanos.
No se han planteado otros aspectos relacionados con la finalidad última
de la acción de una institución religiosa como la Compañía de Jesús y de un
centro educativo como el Colegio de Caracas, pues la disponibilidad de medios
materiales guardaba una relación muy directa con el nivel de preparación que
se brindaba en las casas de estudios y a nivel general de la Orden posibilitaba
poder subvencionar actuaciones misionales en lugares de tanta penuria que
se hallaban incapacitados para la autofinanciación. Estos objetivos de estudio,
sin embargo, más parecen reservados a los miembros de la propia institución.
Pues bien, aun en el puro terreno económico el estudio del Colegio de
Caracas ha resultado bastante esquivo para Jaime Torres, pues por más que
buscó y rebuscó en archivos no dio con información abundante. Ha buscado
sin éxito en los archivos de Venezuela, en el Archivo General de la Nación
en Santa Fe de Bogotá, que entonces era la capital del Virreinato del Nuevo
Reino de Granada, en el Archivo General de Indias de Sevilla y en el Archivo
Nacional de Chile, adonde fueron a parar muchos de los papeles de Temporali-
dades. Tampoco en el Archivum Historicum de la Compañía de Jesús en Roma
existe correspondencia del territorio de Venezuela para esas fechas, según
el catálogo e información de viva voz del P. Francisco de Borja Medina Rojas,
S. J. Todas estas limitaciones pusieron en grave dilema al autor sobre si prose-
guir con el tema que por otro lado encerraba un gran interés para la historiografía
venezolana y para la contribución del autor a la misma.
Las dificultades descritas no hacen más que potenciar el extraordinario
mérito del autor para exprimir la información parca y obtener resultados de
documentación aparentemente limitada. Porque, como apreciará el lector, la
base fundamental de su estudio han sido unos inventarios de las haciendas
antes y después de la expulsión, que se encuentran en el Archivo Histórico
Nacional de Madrid y que no dejan de ser unos materiales estadísticos y poco
descriptivos, que son lo menos parecido a un relato vivo, circunstanciado y
evolutivo. Naturalmente que cualquier investigador novel hubiera encontrado

XII
PRÓLOGO

obstáculos insuperables para lograr estos resultados a partir de los materiales XIII
descritos. No es imaginable un joven doctorando extrayendo tanta cantidad
de consecuencias de unos simples inventarios de haciendas.
La mente reflexiva y la capacidad analítica de Jaime Torres fueron
separando los distintos elementos, valorándolos de forma individual y
comparada y obteniendo una versión de la evolución técnica de un complejo
productivo algo sofisticado, como era un ingenio, e igualmente de los problemas
humanos de la fuerza laboral esclava. Las muchas horas de encierro y reflexión,
de consulta paciente y meticulosa de datos y de todo tipo de fuentes escritas
ha dado como resultado este importante trabajo en el que a diferencia de lo
que suele ser habitual, a saber, que los documentos superen a la interpretación
en los recién iniciados, en éste la interpretación es con exceso parte mucho
más importante que la literalidad de los datos.
No obstante, tampoco ha ahorrado esfuerzos para hacer accesible al lector
la información de una forma plástica y visual, incorporando al texto la recons-
trucción del plano del trapiche de Guatire así como de la maquinaria más
compleja, caso de la noria que movía el molino o los hornos que producían la
miel de donde se extraía el azúcar o el guarapo. Este es otro de los rasgos
sorprendentes, fruto de esa mente bien formada: el que un pensador tan teórico
como Jaime Torres haya resuelto de forma tan certera la visualización de todo
el entramado de la hacienda.
Sólo en este contexto puede valorarse en su integridad el mérito de esta
obra que resuelve a partir de limitados elementos un tema importante en la
historiografía venezolana, que se une desde ahora a los otros estudios de propie-
dades jesuíticas de distintas regiones americanas. A partir de tres inventarios
de la Hacienda de Nuestra Señora de la Guía en el valle de Guatire, antes y
después de la expulsión de los jesuitas analiza la evolución de la explotación
relativa a inversiones para la ampliación y mejora de la explotación tanto como
para la adquisición de mano de obra esclava, según puede apreciarse a partir
de la planta de la hacienda, de la ampliación del ingenio, de la superficie de
las tierras cultivadas, de la maquinaria en operación y del valor patrimonial.
Los cuadros que él ha elaborado con la finalidad de hacer asequible de inmediato
la ponderación de cantidades en guarismos concretos y comparativos –no que
haya encontrado ya hechos en la documentación– superan ampliamente el medio
centenar. Varias otras haciendas son objeto de estudio, pues aunque Guatire
es la principal, el lector encontrará mucha información sobre los cultivos de

XIII
JULIÁN B. RUIZ

caña y cacaotero y sobre detalles tan curiosos como todos los tipos de enferme- XIV
dades que afectaban a la mano de obra esclava.
Creo que el profesor Torres ha mostrado en su estudio un modelo de
análisis cuantitativo sin quedarse en el puro número, sino trascendiendo a las
realidades humanas. No dudo que tendrá una importante acogida en el mundo
académico y que contribuirá a perfeccionar nuestro conocimiento del monu-
mental pasado americano.

Sevilla, marzo de 2000.

Doctor Don JULIÁN B. RUIZ


Catedrático de la Universidad de Sevilla, España.

XIV
XV

A modo de presentación

En tiempos posmodernos, de dudas sobre los fundamentos mismos de


la racionalidad científica, los textos admiten una pluralidad de lecturas. Es deber
de un autor, por tanto, intentar fijar los registros de significado que estima impor-
tantes y que justifican su esfuerzo de elaboración, en este caso, historiográfica.
Mas aún si es posible dudar de la pertinencia del tema del que se ocupa ese
texto. En efecto, no sólo se han adelantado dudas respecto al agotamiento del
‘paradigma hacienda’ dentro de la historiografía de los últimos decenios, sino que
aquéllas se proyectan también sobre la vigencia del análisis histórico económico
para producir un conocimiento más rico de la historia iberoamericana.
Me parece claro que los estudios sobre la hacienda colonial y particular-
mente sobre la acción económica de la Compañía de Jesús tienen una legitimi-
dad intrínseca derivada de las particularidades históricas de inserción de sus
unidades agrarias y de esa institución religiosa misma dentro de la vida econó-
mica y social. Pero también es claro que legitimidad temática no comporta
necesariamente significación científica. Abordar y resolver un problema histo-
riográfico pertinente a la comprensión de un aspecto de la economía y sociedad
colonial, no conlleva necesariamente a que ello tenga algún significado impor-
tante para la resolución de los problemas que actualmente abordan las ciencias
sociales. Aún cuando la historiografía latinoamericana parece no tener un espe-
cífico campo de problemas disciplinares, lo que explicaría su dependencia
temática, en América Latina hace mucho tiempo que se exige también que la
investigación histórica se justifique por su aportación a la comprensión de
los problemas centrales actuales que tienen sus sociedades. Por lo demás, todo
esfuerzo reflexivo sobre los problemas más acuciantes del presente histórico
contiene potencialmente una redefinición del pasado.

XV
JAIME TORRES SÁNCHEZ

De hecho, el inicio de los estudios sobre las haciendas coloniales y los XVI
vínculos de éstas con la Compañía de Jesús abrió un ciclo de vigencia temático
que se vinculó estrechamente a la emergencia del problema del subdesarrollo,
llevándolo a un primer plano en las ciencias sociales. La tematización de la
‘hacienda’ apareció, así, ligada a su importancia como gran unidad económica
y social nuclear en una larga evolución agraria, constituida como obstáculo
en el presente para la ampliación del proceso de acumulación de capital. Y
si la Orden había acumulado una gran riqueza en la actividad agrícola durante
los tres siglos coloniales al gestionar esas unidades de producción, era obvio
que el estudio de las haciendas jesuíticas no sólo era legítimo, sino que sus
resultados revestían una gran significación científica para comprender los
mecanismos de formación de esa riqueza y sus efectos en el proceso histórico.
El agotamiento de la reflexión sobre el ‘subdesarrollo’, tanto por el dramá-
tico cambio de la realidad histórica de los últimos treinta años como por la
esterilidad de proposiciones explicativas, ha sido también el debilitamiento
de un esfuerzo reflexivo sobre la misma historia que condujo a esa situación
de subdesarrollo. Por tanto, podría decirse que no sólo luce agotado ese campo
temático historiográfico económico, derivado de las incógnitas planteadas
al interior de las ciencias sociales, por pérdida de significación científica, sino
que ello es consecuencia de la descomposición de ese verdadero ‘programa de
investigación’ lakatiano que constituyó la noción de ‘subdesarrollo’. Ello no deja
de tener consecuencias negativas para la vigencia de una disciplina específica
que aborda el estudio de lo económico en el pasado. De ahí deriva, probablemen-
te, el renovado interés sobre una Historia social y, en el amplio espectro que
esta perspectiva abre, las preocupaciones, por ejemplo, sobre las ‘mentalidades’,
sobre los caracteres de la cultura popular, sobre el mundo campesino y sus
formas de inserción política, sobre esa historicidad molecular del abigarrado
mundo del ‘bajo pueblo’ urbano o sobre las formas de sociabilidad primarias
que permiten ampliar el conocimiento sobre la dinámica microsocial.
Lo importante, sin embargo, es que tal cese reflexivo sobre la fenomenolo-
gía del subdesarrollo no sólo se ha saldado en la esterilidad de las teorías sobre
el desarrollo, sino que la Historia misma ha sido incapaz de vertebrar una pers-
pectiva crítica más amplia. Y que el énfasis sobre lo que debería ser el desarrollo
–el centro de la preocupación sobre el subdesarrollo en las décadas de los
sesenta y setenta– presupone resolver el problema de cómo fue ese desenvolvi-
miento histórico. Tal presuposición requiere desechar la Historia como un
campo puramente empírico para poner a prueba hipótesis teóricas o ideológicas,

XVI
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

secundario esto en la investigación teórica y política sobre el presente, y consi- XVII


derarla como un campo empírico capaz de producir su propia problemática
teórica. Tal vez sea la ausencia de este orden de problemas y conocimientos
provistos por la Historia, una de las condicionantes limitadoras de los esfuerzos
de los teóricos del desarrollo. Es probable que por mucho tiempo estuvieran
oscurecidos los problemas de la reproducción y cambio, la dinámica histórica,
por el sesgo economicista a que condujeron los fundamentos ahistóricos de
la teorización económica en boga en las ciencias sociales, en los cuales el
comportamiento del homus economicus apenas fue alterado por su consideración
sociológica, ya a nivel de las élites, o ‘empresarios’, o ya de la ‘clase obrera’
y ‘campesinos’. Pero, como parece evidente, la escuela de pensamiento cepa-
liana fracasó en la empresa intelectual de explicar el comportamiento de tales
grupos y de la dinámica del mercado en América Latina. El resultado de las
políticas estatales de fomento de un empresariado nacional no condujo ni a
la ampliación del mercado interno ni al aumento de bienestar. Y el pensamiento
neoliberal, a través de sus específicas políticas, tampoco ha podido ampliar
sustancialmente ese mercado sino para reducidos segmentos de él, ni sus
políticas han fortalecido un núcleo empresarial capaz de construir un orden
económico sostenido en un proceso endógeno de acumulación de capital. El
análisis histórico, por su parte, sólo ha intentado ampliar la temática de estudio
haciendo caso omiso de la crisis de paradigmas en el ámbito teórico, metodo-
lógico y de objeto de estudio que atraviesa a las ciencias sociales actuales.
Este libro asume la posibilidad de desarrollar una Historia económica
crítica y la necesidad de modificar los supuestos mismos desde los cuales se
ha orientado hasta el momento. Ello significa que es necesario avanzar en la
redefinición de los problemas nucleares que nutrieron esta historiografía en
las décadas de los sesenta a los ochenta y que ello está vinculado a la cuestión
de la reproducción y cambio como teóricamente central para la comprensión del
fenómeno de la acumulación de capital en las economías latinoamericanas
actuales. La Historia, en tanto parte de una ciencia social latinoamericana,
sólo puede legitimarse y aportar conocimiento significativo en la medida que
retome las preocupaciones inconclusas y los problemas no resueltos durante
la segunda mitad del siglo XX. Pero a condición de que esas preocupaciones y
problemas se redefinan en el nuevo contexto histórico de comienzos del
siglo XXI. La crisis de los ‘grandes relatos’ no significa que pierda vigencia la
necesidad de dar respuesta a los grandes problemas, ni la desaparición de éstos.
En espera de que ello suceda, debería ser retomado el análisis de la forma

XVII
JAIME TORRES SÁNCHEZ

específica en que se acumula y desenvuelve el capital para intentar develar, XVIII


por ejemplo, hasta qué punto éste admite formas políticas democráticas sus-
tantivas, su potencial de desarrollo histórico y su capacidad para estimular
nuevas formas de arquitectura social que den respuesta a interrogantes y nece-
sidades colectivas. De esta manera, la significación científica de la tematización
historiográfica podría alcanzarse si se explicitan los problemas teóricos plan-
teados por la comprensión de nuestra actual forma de ser histórica y en su
intento de resolución.
Nuestro trabajo está acotado tanto por las insuficiencias del conocimiento
actual como por las limitaciones documentales. Su propósito es reconstruir una
forma de organización y funcionamiento microeconómico en un contexto no
moderno, por lo que supone una evolución económica colonial en la cual la
reproducción y el cambio se efectúan en un ámbito histórico dado. Esa microhis-
toria de empresas y empresarios, sin embargo, está condicionada por la natura-
leza del contexto, en una relación que va más allá a la establecida por un com-
plejo de redes de sociabilidad económica, en un cierto marco que define límites
de actuación a los sujetos sociales. En tanto la reconstrucción y análisis de
ese ‘contexto no moderno’ queda fuera de esta preocupación, las presuposiciones
sobre su naturaleza estructural pasan a ser importantes. Por ello, una de las
proposiciones asumidas en el análisis del crecimiento de estas haciendas jesuí-
ticas es la de que, en la generación del valor y de los bienes creados, la relación
renta/capital es decisiva para el análisis de las prácticas, los comportamientos
de los sujetos y la lógica económica subyacente, tanto al nivel de los procesos
de circulación como de producción. Creo que el análisis de la génesis, reproduc-
ción y cambio de la economía colonial debe fundamentarse en el desarrollo
de una formulación teórica en la cual la renta y el capital constituyan modos
de ser distintos de un mismo proceso de producción, circulación y apropiación
de valor, donde lo importante es la relación, precisamente no formal y abstracta,
sino que histórica, entre términos que son su efecto.
El énfasis sobre la reproducción y el cambio tiene consecuencias para
el examen del funcionamiento concreto de una organización, pues si se están
considerando relaciones sociales en su dimensión económica, la relación econó-
mica misma aparece históricamente con caracteres distintos, no sólo en las
dimensiones objetivas de las prácticas que la constituyen, sino que en la lógica
trans-subjetiva de los individuos que actúan persiguiendo objetivos y tomando
decisiones. Me refiero a que los vínculos económicos, en tanto objetividades
sociales que van más allá de individuos, poseen una intersubjetividad que se

XVIII
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

presenta como dimensión real de las relaciones sociales, en sentido amplio, XIX
y no como mero entendimiento lingüístico. Es parte de la relación económica
y no efecto de las interacciones propias al proceso reproductivo. Esa ‘intersub-
jetividad’, dentro de la cual el productor rentista y el mercader se caracterizan
como sujetos sociales con comportamientos distintos, es un efecto de la repro-
ducción, la que no se presenta determinada por la autocomprensión normativa
de individuos comunicativamente socializados, sino condicionada por ella.
Una forma de acumulación histórica comprende también formas de intersubje-
tividad específicas a las relaciones económicas que la caracterizan. La com-
prensión histórica de estas formas de intersubjetividad –y no de ‘inter-subje-
tividad’, como se advierte– permite plantear en un terreno para mí más fértil
el problema de las ‘mentalidades’. El análisis del comportamiento económico,
ya ‘rentista’ o ya ‘capitalista’, creo que podría escapar del terreno de la raciona-
lidad abstracta del homus economicus o del terreno puramente empírico de
las ‘mentalidades’. Así sería posible comprender el comportamiento histórico
de los sujetos en esta sociedad colonial no sólo dentro de instituciones,
organizaciones o en las redes sociales en que actúan, sino que en su autocom-
prensión subjetiva que se presenta con caracteres sociales en una forma de
intersubjetividad, desprendiéndose el análisis de pretendidas ‘estructuras’ cuya
conjunción explicaría, casi por sumatoria, la capacidad de los sujetos históricos
para generar significados y sentidos en su acción. O, en el peor de los casos,
donde estos últimos son resultados externos y terminales de una ‘determinación’
estructural subyacente.
Me doy cuenta de que estas afirmaciones pueden aparecer desusadas,
pero son necesarias en un texto científico que circule en un medio pos-positivista
a comienzos del siglo XXI, que se hace cargo de sus puntos de partida y de
sus consecuencias. Aunque no por menos elementales no dejan de ser crítica-
mente comprometedoras. Por esto, debería ya quedar claro que los conceptos
utilizados para el análisis de los datos construidos a partir de los distintos
materiales documentales no han surgido tan sólo de una observación microeco-
nómica, fácticamente neutra, sino que suponen ciertas hipótesis sobre la
dinámica macroeconómica colonial. Por ello, el movimiento y organización
interna de las haciendas cacaoteras y azucareras en estudio es visto, por ejemplo,
en términos de una acumulación patrimonial y no como acumulación de capital,
admitiéndose a su vez en ese concepto no sólo árboles, tierras y hombres-cosas,
sino que también dinero.

XIX
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Como ya lo había advertido la Economía Política clásica, el dinero es XX


algo más que una forma metal que facilita los intercambio de bienes, de igual
modo que el sujeto que lo posee cambia de naturaleza social según sea el
proceso en el que lo obtiene. En manos del poseedor colonial de esclavos, tierras
y cacaoteros o caña, servía de medio para el consumo de bienes manufacturados
o de medio para el gasto en nuevos bienes de producción: esclavos, tierras
y plantas. Convertía al productor en rentista, o sea en partícipe activo en la
generación de una renta-producto, azúcar o cacao, convertible en más dinero,
es decir en renta-dinero. Pero en manos del comerciante, en el ámbito del
mercado, se convertía en medio de inversión para producir más dinero, ganancia,
reproduciendo y ampliando el valor originario: el capital.
Como también lo había advertido la Economía clásica, rentistas y merca-
deres eran sujetos sociales muy distintos, sobre todo cuando ese mercader deci-
día convertir ese dinero en productos generados bajo su propia gestión en la
producción. Pero a diferencia del mundo europeo del siglo XVIII, en el ámbito
colonial el mercader obviaba ese tránsito transformador en aras de una actividad
extractiva cuyos excedentes podía captar mas fácilmente, es decir, con menos
riesgo, si otro sujeto se especializaba en producir bienes exportables a la metró-
poli y con mercado asegurado. Asegurar ese mercado y la continuidad de dicha
actividad extractiva, esa relación entre mercado y producción era, precisamente,
lo definitorio de la relación colonial. Asegurar los mercados y convertir la
actividad extractiva en transformadora en la producción misma, parece haber
sido la lógica del capital en las metrópolis europeas. Situaciones históricas
distintas en ambos bordes del Atlántico, conducen también a diferentes consi-
deraciones teóricas para el análisis. Esta hipótesis de la especificidad histórica
del decurso latinoamericano me parece un punto de anclaje, de muy larga data
en su pensamiento social, decisivo para intentar comprender estas sociedades
y sobre la cual me parece muy difícil que la crítica posmoderna en América
Latina pueda arrojar dudas fundadas.
Las anteriores formulaciones están cargadas de consecuencias para la
comprensión de la dinámica de las empresas jesuitas que se desenvuelven en
este contexto colonial. Apunto, de modo sumario, por lo menos dos de ellas.
En primer lugar, una dinámica económica resultado de una relación capital/renta
se desenvuelve permitiendo la coexistencia de lógicas distintas: el productor
rentista produce y amplía patrimonios y el mercader ‘produce’ y amplía capital.
Uno genera bienes para captar una renta en dinero y, el otro, compra y vende
bienes para generar ganancias. El excedente de dinero resultado de la diferencia

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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

entre gastos de producción e ingresos por venta, cambia de carácter cuando esa XXI
diferencia se produce entre gastos por compra, o inversión, e ingresos por venta.
Si este punto de partida conceptual resiste la prueba empírica del análisis
económico de las haciendas bajo estudio, las consecuencias para el entendi-
miento histórico de su dinámica y de la gestión jesuita de ellas son notables.
La conducción económica exitosa de la riqueza colonial por los representantes
de la Orden –y me doy cuenta que este concepto empírico es más rico para
el análisis de economías no modernas que el de ‘producto’ o ‘capital social’ de
la teoría económica actual– encuentra en parte su explicación en el hecho de
que sus administradores lograron captar, en la práctica, ambas lógicas y las
maximizaron en sus efectos. La acumulación exitosa de riqueza en el mundo
colonial pasó por el dominio o la articulación de ellas en prácticas especificas
las que, obviamente, no contaron con Tratados de Economía, aunque sí con
manuales de procedimientos.
Pero la articulación práctica del capital y la renta no significaba la
desaparición macroeconómica de sus distintos procesos de circulación como
valores. Y de aquí surge una segunda consecuencia, pues si ambas categorías
remiten a procesos distintos, quiere decir que la economía colonial es una
economía intrínsecamente disociada. El ámbito de producción de bienes
y de valor se presenta ‘estructuralmente’ separado de la circulación de ellos.
Pero precisamente en este hecho radica lo fundamental de la relación colonial,
como relación intrínsecamente política en lo económico, lo que quiere decir
que el capital colonial encuentra sus posibilidades de reproducción y ampliación,
precisamente, al diferenciarse coexistiendo con el valor renta. Y tal vínculo
económico contradictorio sólo es posible, en su reproducción, porque es el
Estado colonial el que crea el contexto favorable para ese nexo, ya que la eco-
nomía aquí se presenta subordinada a la política y no la política subordinada
a la economía. El curso institucional de la Compañía de Jesús en la Provincia
de Caracas desde 1752 a 1767 remite empíricamente a este aserto como parte,
por lo demás, de un periplo colonial más amplio, y trágico, de la Orden.
La vinculación entre renta y capital mercantil, dependiente del Estado
colonial, sobre la base de la disociación del mundo de la producción de los
procesos de circulación es el núcleo de una forma de acumulación no moderna,
por la cual la riqueza crece cuantitativamente, por así decir, en razón directa
al grado de coordinación de esas dos esferas por los sujetos económicos y,
en razón inversa al tiempo de circulación de los valores renta-dinero y capital,
bajo condiciones de productividad dadas. Si se afirma que sus fundamentos
siguen siendo, sin embargo, la creación y la distribución de tales valores, creo

XXI
JAIME TORRES SÁNCHEZ

que ninguno de los clásicos de la Economía Política estaría en desacuerdo. La XXII


gestión del dinero es importante para el funcionamiento de las unidades de
producción agrarias, pues ya se atesora o gasta en el mundo productivo, o se
invierte o se exporta en el ámbito de la circulación, con lo cual su movimiento
aparece constantemente tensionado. La importancia de las economías mineras
productoras de metales preciosos está así fundada en los caracteres de la relación
colonial misma, pero su ausencia en la economía venezolana, básicamente
agraria, generará particulares problemas para la gestión de las empresas jesuitas
del Colegio de Caracas. Lamentablemente la no existencia de documentación
al respecto impidió el examen de su organización mercantil.
Las anteriores precisiones plantean preguntas, en verdad problemas teórico
económicos y me doy cuenta que esta apretada presentación no es el lugar para
enunciarlos exhaustivamente ni para darles respuestas. Debo decir en mi des-
cargo que, por lo demás, los límites de la actual historiografía tampoco exigen
que el trabajo de un historiador esté precedido de una fundamentación teórica.
No obstante, parafraseando una conocida formulación, si detrás de todo histo-
riador hay algunos economistas muertos (y, eventualmente ... sociólogos),
con los consiguientes efectos no explícitos en la argumentación histórica, es
preferible que el historiador adelante sus propias inquietudes e hipótesis teóricas,
las que en el fondo sólo son proposiciones explicativas de mayor nivel de
abstracción. Sólo que si el economista puede contrastarlas con las mediciones
de los hechos que observa, el historiador tiene que reconstruir los hechos y
después medirlos, poniendo este aserto en una formulación muy simple. De
ahí, por tanto, que en este campo disciplinario se haga necesario mayor
prudencia en la abstracción y mayor exigencia en la elaboración de lo concreto.
Valga esto como justificación del detallado y, seguramente, a veces largo
discurso descriptivo textual al que da lugar. En todo caso, la congruencia entre
los resultados del análisis histórico y las hipótesis teóricas señaladas no
comprometen al ejercicio historiográfico, pues la presentación conceptual
anterior remite a un campo problemático abierto.

El Autor

XXII
1

Introducción
Patrimonio y riqueza del Colegio de Caracas en 1767

La fundación del Colegio de Caracas en 1752 fue el resultado, en la


Provincia de Caracas, del proceso de expansión religiosa y económica de la
Compañía de Jesús iniciado en 1589 en Santa Fe de Bogotá. Tres religiosos
desembarcaron ese año en Cartagena; en 1590 estaban ya instalados en Bogotá
y en 1604 iniciaron la enseñanza con el propósito de fundar un colegio en
Santa Fe, desarrollando una amplia labor misional 1. En el primer cuarto del
siglo XVII, esta instalación inicial se consolidó. Con no más de 100 sujetos
en 1616, en 1622 la Compañía recibía confirmación oficial a través de una
Real Cédula para conceder el título de Doctor y en 1625 se fundaba el Colegio
de Pamplona en el piedemonte andino, a orillas del Lago de Maracaibo. En
1628, se entregaba al clero secular la exitosa administración de cuatro doctrinas
de indios, recibidas tres años antes, ubicadas en el piedemonte orientado hacia
los vastos territorios de los Llanos del Casanare 2.
En 1614, el padre Bernabé Rojas procedente del Nuevo Reino de Granada
realizó una gira misional por la Provincia de Caracas y visitó su ciudad capital 3.
En 1628 los padres Juan de Arcos y Juan de Cabrera estuvieron en Mérida,
pero será en 1629 cuando la Compañía funde el Colegio San Francisco Javier en

1 Padre Antonio Astraín, S. J., Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España, Madrid,
Sucesores de Ribadeneyra, 1913, tomo II, cap. X, ps. 591-609.
2 Ibid., tomo V, cap. VII, ps. 457-468.
3 Edda O. Samudio A., “La fundación de los Colegios de la Compañía de Jesús en la Provincia de
Venezuela. Dotación de un patrimonio”, en José del Rey Fajardo, S. J., (edit.), La Pedagogía Jesuítica
en Venezuela 1628-1767, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1991, tomo I, p. 510.

1
JAIME TORRES SÁNCHEZ

la ciudad 4. Ese mismo año el padre Pedro de Varáiz, procedente de la Univer- 2


sidad Jesuítica de Santa Fe de Bogotá, encontró en Caracas una atmósfera
favorable para la fundación de un colegio 5. En 1749, el Colegio San Francisco
Javier disponía, entre otros bienes, de seis haciendas que tenían 277 esclavos,
42.000 árboles de cacao, ingresos por 13.517 pesos y gastos de 1.948 pesos 6.
Pese a que ya en 1736 la Congregación Provincial había propuesto al
padre Provincial la fundación de residencias en Trujillo, Maracaibo y Caracas,
la respuesta del General de la Orden fue negativa 7. De hecho, a partir de 1659
el eje de la expansión en toda la segunda mitad del siglo XVII se centró en
los llanos, en dirección al Orinoco. En ese año se enviaron tres padres quienes
al instalarse en la doctrina de Pauto, a la entrada de los llanos, dieron inicio
al asentamiento estable de la Compañía en la región8. Fue en 1681, sin embargo,
cuando la instalación en las orillas del Orinoco adquirió rasgos de giro
estratégico en la expansión jesuítica, pues a partir de ese año se abandonó la
pretensión de asentarse en la Guayana y se fundaron misiones a las orillas de
aquel río. Aunque el intento culminó en desastre por los ataques caribes en
1684, el objetivo no se abandonó durante el siglo XVIII 9. En 1752, cuando
la Compañía recibió la autorización para fundar un colegio en Caracas, en
el Orinoco ya existían pueblos misionales establecidos, como el Raudal de
Atures, la Urbana, la Encaramada y Carichana, no obstante las dificultades
con el medio indígena.
Al parecer, fueron las autoridades civiles de Tierra Firme las que primero
revelaron interés por el establecimiento de la Compañía de Jesús. A fines del
siglo XVI, en 1571, el gobernador Mazariegos solicitó al Rey el envío de
religiosos de esa Orden. Pero, fue en 1629 cuando éstos tuvieron algún interés
en establecerse en Caracas y solamente a comienzos del siglo XVIII, con el
esfuerzo del obispo Diego de Baños y Sotomayor continuado por el obispo
Félix Valverde, que las autoridades eclesiásticas volvieron a impulsar el
proyecto. En 1735, el padre José de Rojas se presentó ante este último obispo
para gestionar por cuenta de la Compañía la fundación de un colegio en Caracas.
4 Ibid., p. 530.
5 Ibid., p. 510.
6 Edda O. Samudio A., Las haciendas del Colegio San Francisco Javier de la Compañía de Jesús
en Mérida. 1628-1767, Mérida, Universidad de los Andes, 1985, p. 66, Cuadro 11; p. 90, Cuadro 22.
7 Samudio A., “La fundación de los Colegios...”, ps. 520-521.
8 Astráin, S. J., op. cit., tomo VI, cap. X, ps. 646-654.
9 José del Rey Fajardo, “Misiones de los jesuitas en el Orinoco”, en Historia general de la Iglesia
en América Latina, Salamanca, CEHILA, Ediciones Sígueme, 1981, tomo VII, ps. 99, 101-103.

2
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

El 22 de agosto de ese mismo año, el cabildo de la ciudad apoyó la iniciativa 3


y solicitó al Rey la concesión de la licencia respectiva. El 27 de agosto el padre
Rojas habría recibido 40.000 pesos como donación y una certificación de avalúo
de la iglesia y convento de Santa Rosalía por 20.858 pesos 10.
La interpretación historiográfica vigente hasta el momento establece que
tales donaciones iniciadas a partir de 1731 habrían permitido que en 1746 el
proyecto de fundación del colegio dispusiera, además, de dos haciendas y una
casa en Caracas. La gestión de un nuevo administrador, don José Martínez
de Porras, habría culminado este período de formación inicial de caudales
llevándolos a 98.066 pesos, por lo que en 1752 se habría podido fundar el nuevo
colegio con la Real Cédula que lo autorizaba 11. En realidad, si se analiza con
más detalle la información histórica, las pruebas de existencia de limosnas
datan solamente de 1732. En ese año, el gobernador don Sebastián García de
la Torre manifestó al Rey que, con motivo de hallarse en la ciudad un religioso
de la Provincia de Nueva Granada, se habían recogido algunas limosnas para
la posible fundación de un Colegio, “y no dudo mediante la disposición en
que veo esta vecindad, contribuyan con plenitud de gozo el todo de las canti-
dades que falte, a que procuraré... alentarlos” 12. Tres años después, el 18 de
agosto de 1735, el padre José de Rojas señaló al obispo de Caracas “que como
consta de las escrituras, vales reconocidos y otros instrumentos que con la
misma solemnidad presento, diferentes vecinos de esta ciudad (deseando
piadosamente que en ella se funde la Compañía de Jesús) han prometido para
este efecto diferentes cantidades de dinero y algunas donaciones han hecho
en especie”, solicitando la aceptación del poder para proceder a las recaudacio-
nes 13. No cabe duda, por tanto, que entre 1732 y 1735 el vecindario de Caracas
hizo variadas aportaciones para la fundación del colegio.

10 Ibid., ps. 509-513.


11 Juan Manuel Pacheco, S. J., “Los Colegios coloniales de la Compañía de Jesús en Venezuela”,
Boletín de la Academia Nacional de la Historia, LII, Nº 206, (Caracas, 1969), ps. 250-254; Samudio A.,
“La fundación de los Colegios...”, ps. 515-517; Manuel Aguirre Elorriaga, S. J., La Compañía de Jesús
en Venezuela, Caracas, 1941, ps. 130-131.
12 AGI, Santo Domingo 796, El gobernador don Sebastián García de la Torre al Rey, Caracas, 20
de agosto de 1732, sin foliar (en adelante s. f.).
13 AGI, Santo Domingo 716, El padre José de Rojas de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de
Granada al obispo de Caracas, Caracas, 18 de agosto de 1735, en José del Rey Fajardo, S. J., La pedagogía
jesuítica en la Venezuela hispánica, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1979,
I, ps. 574-575.

3
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Así, el 22 de agosto de 1735, cuatro días después de la carta del padre José 4
de Rojas al obispo, el cabildo de Caracas pidió la fundación del colegio
señalando que se disponía de alrededor de 20.000 pesos, valor del convento
de las Carmelitas, que estaba desocupado, y de 40.000 pesos más 14. En la misma
fecha, la universidad de Caracas apoyó ante el Rey dicha fundación, alegando
la existencia de 20.000 pesos “y otros cuarenta mil que hay efectivos y moral-
mente ciertos para dicha fundación (según noticias que tenemos)” 15. Una escri-
tura de depósito del 25 de agosto certificó que el obispo don José Félix Valverde
tenía en su poder esos 40.000 pesos, “que han contribuido ofrecido y prometido
diferentes personas de esta actividad y Provincia”, para la fundación del
colegio, más 3.000 pesos de unas tierras de Sabana Larga donadas por Sebastián
de la Torre 16. Tres días después el mismo padre José de Rojas aceptaba esta
escritura pública, “para que auténticamente conste a dicho mi parte el estado de
dicha fundación, para proceder en su vista a dar las providencias convenientes
para que ejecute dicha fundación, por tanto, y haciendo el pedimento que más
convenga” 17. A lo que añadía 20.858 pesos, tres reales, valor de la construcción
del monasterio e iglesia de Santa Rosalía.
En ese mismo año de 1735, el 21 de octubre, el padre Jaime López solicitó
la Real aprobación para la fundación del colegio, acompañando el comprobante
de un depósito de 40.000 pesos en poder del obispo de Caracas y un avalúo de
la iglesia de Santa Rosalía y convento de las Madres Carmelitas por valor de
20.000 pesos 18.
Si se ha establecido que desde 1732 existían donaciones y limosnas de
vecinos de Caracas, antes de ese año hubo intenciones de búsqueda de fondos
para el proyecto. Así, el 2 de abril de 1731 se comunicó al cabildo de la ciudad
que el padre Agustín González de la Compañía de Jesús de Santa Fe había
manifestado el deseo de la Orden de fundar un colegio, a lo cual el cabildo
dio su apoyo señalando que el gobernador y capitulares podían dedicarse a

14 Archivo del Consejo Municipal, Caracas, Actas del cabildo, 1734-36, Sesión del 22 de agosto
de 1735, en Del Rey Fajardo, op. cit., 1979, II, ps. 582-584.
15 AGI, Santo Domingo 796, La Universidad de Caracas informa a S. M., Caracas, 22 de agosto
de 1735, s. f.
16 AGI, Santo Domingo 716, Escritura pública, Caracas, 25 de agosto de 1735, s. f.
17 ANCH-FJ, 211, El padre José de Rojas, de la Compañía de Jesús y secretario de la Provincia del
Nuevo Reino de Granada al ilustrísimo obispo de Caracas, Caracas, 28 de agosto de 1735, f. 354.
18 AGI, Santo Domingo 796, Carta del Provincial padre Jaime López a S. M., Cartagena, 21 de octubre
de 1735, s. f.

4
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

buscar dichos fondos entre los vecinos 19. No cabe duda, por tanto, que antes 5
de 1732 no hubo donaciones ni limosnas de los vecinos de la ciudad. Pero si se
acepta la afirmación del obispo Valverde, del 25 de agosto de 1735, de que los
40.000 pesos existentes eran resultado de las donaciones de los vecinos de
Caracas, resultaría que ese generoso esfuerzo habría ocurrido entre 1732 y 1735.
Esta interpretación merece dudas, por el escaso tiempo en que tan cuantiosa
donación se habría efectuado y por la generosidad que atribuye a los vecinos
de Caracas. Respecto a ambos aspectos pueden oponerse reparos documentales.
En efecto, si se considera el primero de ellos, puede aducirse que en la sesión
del cabildo del 7 de mayo de 1719, el procurador general don Nicolás de Ponte:

“dijo que el Muy Reverendo Padre Fray Salvador de Cádiz... le ha dado noticia
cómo estando en la ciudad de Santa Fe, de donde acaba de venir, supo que don
José Blanco, vecino de dicha ciudad, tenía aplicados de su caudal cuarenta
mil para que los Reverendos Padres de la Sagrada Compañía de Jesús fundasen
un Colegio de su Orden en la ciudad de Mariquita, cuya oferta y proposición
no habían admitido... con cuya noticia pasó a comunicar la materia con el dicho
don José Blanco proponiéndole el gran servicio que haría a Dios... aplicando
la dicha cantidad de cuarenta mil pesos para que se ejecutase en esta ciudad
la fundación que no se había podido conseguir en Mariquita, a que asintió por
su parte el dicho don José Blanco” 20.

El padre Salvador de Cádiz habría comunicado esto al padre Provincial


de la Compañía de Jesús, quien habría respondido señalando que no era
suficiente esa cantidad al requerirse 100.000 pesos, “por cuya demasía podría
solicitarse entre los vecinos de esta ciudad para con la aplicación de los cua-
renta mil pesos que ofrece el dicho don José Blanco dasen pronto los medios de
más de cincuenta mil pesos que se consideraban precisos para la dicha
fundación” 21. Los cabildantes comisionaron al procurador para acompañar
al padre Salvador de Cádiz en búsqueda de ayuda de los vecinos. No hay evi-
dencias directas que confirmen que, con posterioridad a 1719, los representantes
de la Compañía de Jesús en Caracas dispusieran de esa suma procedente de
tal donación. En la interpretación tradicional, se sostiene que la duda respecto

19 Archivo del Concejo Municipal, Caracas, Actas del cabildo, 1731-33, Sesión de 2 de abril de 1731,
fol. 47, en Del Rey Fajardo, op. cit., 1979, I, ps. 572-573.
20 Ibid, Actas del cabildo, Años 1719-1720, Sesión de 7 de mayo de 1719, en Del Rey Fajardo, op.
cit., 1979, I, ps. 570-572.
21 Ibidem.

5
JAIME TORRES SÁNCHEZ

al destino de la donación estaba entre Antioquia y Maracaibo. Todavía en 1723 6


la duda se mantenía pero, en 1727, Blanco se habría decidido por Antioquia 22.
Sin embargo, subsiste el hecho de que hasta 1750 la Compañía de Jesús
siguió el curso de acción trazado en la respuesta dada por el padre Provincial
al padre Salvador de Cádiz: completar la suma de 100.000 pesos, además,
subsiste la evidencia más importante de que las limosnas y donaciones de los
vecinos caraqueños se dieron a partir de 1732 y que no exhibieron demasiada
generosidad. En 1746, el padre Ignacio Ferrer a cargo de los bienes para la
fundación del colegio, dirigiéndose al obispo para poner en sus manos jurídi-
camente los recursos existentes en ese momento, dio a conocer el contenido
de una carta del padre Provincial del Nuevo Reino de Granada, la que parecía
ser opinión predominante en la Compañía respecto a las dificultades para
obtener limosnas: “que respecto a que todavía no se ha juntado, ni aprontado
la dotación o congrua competente para que haya y se funde el Colegio que
se pretende... y haber poca esperanza de que pueda juntarse tan en breve,
y sin que se pase mucho tiempo (como la experiencia lo tiene mostrado en
los muchos años que ha que me hallo en dicha ciudad solo a este fin) y más
cuando debe ser cuantiosa la expresada dotación” 23.
Como pedía al mismo tiempo que se realizaran los inventarios “de las
dos haciendas de arboleda de cacao que la fundación tiene y posee, la una
en los Valles del Tuy, y la otra en el de Caucagua” 24, se deduce que los fondos
existentes habían sido empleados en la adquisición de esas haciendas. Ahora
bien, se sabe por el único estudioso que consultó el “Libro Diario de Tempora-
lidades de cargo y data”, actualmente desaparecido, que la primera hacienda
que poseyó la Compañía en la Provincia de Caracas fue “una hacienda de
arboleda de cacao en el valle del Tuy”, que en 1738 lindaba con otra de don
Pedro Garabán 25. Esta habría sido comprada con los fondos que a partir de
1731 recolectó don Sebastián de la Torre 26. Se trataba, sin duda, de la hacienda
que posteriormente se conocería como 'San Ignacio del Tuy', sita en el valle
del Tuy. Su adquisición, por tanto, tiene que haber ocurrido entre 1735 y 1738.
Con posterioridad a ese último año –pero antes de 1746– se habría adquirido
'San Francisco de Borja de Caucagua'.

22 Pacheco, “Los Colegios coloniales...”, ps. 243-244.


23 ANCH-FJ, 211, Petición del padre Ignacio Ferrer al ilustrísimo obispo de Caracas, Guarenas, 11
de noviembre de 1746, f. 355. También en Del Rey Fajardo, op. cit., 1979, II, ps. 587-594.
24 Ibíd., ps. 587-594.
25 Aguirre Elorriaga, op. cit., ps. 129-130.
26 Ibid., ps. 130-131.

6
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Cuando el 14 enero de 1747 el padre Ferrer declaró al obispo que había 7


visto los inventarios de las haciendas de cacao, enumeró además la existencia de
escrituras de tierras en San Felipe, de una casa en Caracas y, en valor, títulos
como escrituras públicas y privadas, vales, libranzas, todas con obligaciones al
parecer de sujetos de Caracas, por un total de 11.346 pesos y dos reales 27. No era
éste un avalúo de bienes ni se especificaba el origen de los fondos de adquisición
de las dos haciendas. Era un inventario muy resumido, para traspasar los fondos
de la fundación del colegio a don José Martínez de Porras. De hecho, el único
documento cuyo contenido se sintetiza es el de una escritura del 22 de diciembre
de 1731, por la que don José Mijares de Solórzano donó el 'principal' y 'réditos'
de 1.000 pesos prestados a don José de Miranda Cienfuegos en 1724.
Ya en 1750, Martínez de Porras comunicó que sólo después del 16 de
enero de 1747, en que se le había nombrado administrador de los bienes, los
46.806 pesos y un real, “los que me entregaron en haciendas, casa, escrituras
y obligaciones”, habían aumentado en 30.402 pesos y medio real. A ello debían
agregarse 20.858 pesos y tres reales del valor de la iglesia y convento de Santa
Rosalía, “el que parece se ha adjudicado a dicha fundación” 28. De tal modo que
los bienes de la fundación alcanzaban unos 98.066 pesos y seis reales y medio.
Cabría deducir que entre 1732 y 1746 hubo donaciones suficientes de los
vecinos, como para financiar el valor que se atribuía implícitamente a las dos
haciendas. Pero, aún más, solamente entre 1732 y 1738 –y tal vez 1736 para
la primera hacienda– en un lapso máximo de seis años se habría dispuesto de
35.460 pesos como producto de limosnas, período en que el precio de la fanega
de cacao bajó constantemente de 19,4 pesos en 1732 a 14 pesos en 1738 29.
Pero, de hecho, si hubo limosnas hay evidencias de que ese aumento de capital
se produjo también como resultado de préstamos de dinero a los vecinos. En
1753, después de la muerte del administrador de los bienes el Superior de la
Residencia señaló al obispo que, “dicho Ilustrísimo don José Martínez de Porras
hizo varios préstamos en plata efectiva y de los caudales de la referida
fundación a diferentes personas de que parece haberlos hecho sin más vale
ni obligación que la confianza y sobre que en su testamento ni apuntes que

27 AGI, Santo Domingo 716, El padre Ignacio Ferrer al ilustrísimo obispo de Caracas, Guarenas, 14 de
enero de 1747, s. f.
28 AHN, Clero 128/15, fs., Petición de don José Martínez de Porras al ilustrísimo obispo de Caracas,
Caracas, 26 de noviembre de 1750, fs. 31 v.-33 v.
29 Eduardo Arcila Farías, Comercio entre Venezuela y México en los siglos XVII y XVIII, México,
Fondo de Cultura Económica, 1950, p. 135.

7
JAIME TORRES SÁNCHEZ

dejó y so cuya disposición falleció no hizo memoria ni declaración alguna 8


más que remitirse a lo que en esta razón dijese don Juan Antonio de Rojas” 30.
Una hipótesis alternativa a la planteada en la historiografía existente podría
basarse en el documento de 1719 postulando que, hasta 1735, los 40.000 pesos
de fondos de la fundación provenían sustancialmente del legado de Blanco
y que sólo después de ese año, tras la intervención de las autoridades civiles
y eclesiásticas, hubo acogida material al proyecto por parte del vecindario
de Caracas, aún cuando no todo ese incremento de capital fue producto de
limosnas por parte de éstos.
Del análisis de los rubros que constituían los bienes de la fundación pueden
desprenderse argumentos adicionales y una visión sobre la estructura de la
riqueza acumulada hasta ese momento.

CUADRO Nº 1. Estructura de valor de los bienes de la fundación del Colegio


de Caracas (1750).
Valor
Rubros
Pesos Reales %
1.– Haciendas, casas y tierras. 33.460 34,1
2.– Escrituras. 4.188 7,0 4,3
Obligaciones. 5.941 2,0 6,1
Cláusulas de testamentos. 6.568 6,7
Remanente de los bienes del señor chantre
doctor Fernando Lozano. 20.346 6,0 20,7
3.– Existente en Veracruz perteneciente
a la fundación. 1.016 1,0
“en plata de la misma fundación” 5.687 4,½ 5,8
4.– Convento de Santa Rosalía. 20.858 3,0 21,3
Total 98.066 6,½ 100,0
Fuente: AHN, Clero 128/15, Petición de don José Martínez de Porras al ilustrísimo obispo
de Caracas, Caracas, 26 de noviembre de 1750, f. 31 v.

30 AHN, Clero 128/15, Petición del Superior de la Residencia padre Jaime de Torres, Caracas, 9
de octubre de 1753, f. 47 v.

8
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Hacia 1750 la estructura de la riqueza de la fundación para el colegio 9


revela, primero, un aumento sustancial respecto a los fondos de que se disponía
en 1746. Y, segundo, que del monto de 37,8 % de donaciones de particulares
(partida 2), más de la mitad provenía de una sola, la del chantre don Fernando
Lozano. El 40 % del total (partidas 1 y 3), eran bienes de la Compañía, la mayor
parte en inmuebles que habían sido adquiridos con los fondos iniciales. Vale
la pena examinar con mayor detenimiento los componentes de este patrimonio
en 1750. Estos eran los siguientes:

1.– La hacienda de cacao 'San Ignacio del Tuy',


ubicada en el valle del Tuy 13.299 pesos y 4 rs.
2.– La hacienda de cacao 'San Francisco de Borja', 17.686 pesos y
ubicada en el valle de Caucagua. 17.687 3 1/2 rs.
3.– Una casa en la ciudad de Caracas. 2.224 pesos.
4.– En la jurisdicción de San Felipe 400 fanegas de
tierra. 250 pesos.

Como se verá más adelante, los valores de las dos haciendas no se corres-
pondían con los avalúos calculados a partir de datos parciales, porque eran supe-
riores. En todo caso, el eje del crecimiento patrimonial futuro aparece ya cen-
trado en la explotación del cacao, pues ambas unidades habían sido compradas.
La donación de don Fernando Perera Lozano estaba condicionada a “la
precisa condición de que no verificándose esta dentro del término de ocho
años que empezaron a correr desde el día veinte y dos de septiembre del año
también pasado de mil setecientos cuarenta y ocho en que falleció... y que
de no verificarse se dé a dicho remanente otro destino” 31. Tal condición, al
parecer, explica que en este avalúo no haya figurado el contenido de la donación
misma, que consistió, en lo que se conocería posteriormente como hacienda
de 'Mayupán' 32. Las restantes donaciones de particulares pueden examinarse
en el Cuadro siguiente.

31 AHN, Clero 128/15, doc. cit., Caracas, 26 de noviembre de 1750, f. 31 v.


32 Aguirre Elorriaga, op. cit., ps. 138-139; AHN, Clero 128/1, Inventario del 16 de junio de 1767,
f. 21 v.

9
JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 2. Donaciones de particulares. Patrimonio de la fundación del 10


Colegio de Caracas (1750).

Total Pagadas Impagadas


Rubros
Nº Pesos rs Nº Pesos Nº Pesos rs
Escrituras. 17 4.188 7 4 600 13 3.588 7
Obligaciones. 29 5.941 2 5 1.200 23 4.441 2
Cláusulas de testamentos. 5 6.568 2 2.000 3 4.568
Total 16.698 3.800 12.598
+300
Fuente: AHN, Clero 128/15, Pedimento de don Juan Benito Romero y don Francisco Carrillo
al ilustrísimo obispo de Caracas, Caracas, 26 de noviembre de 1750, fs. 30-31 v. En 'Obligaciones
Impagadas' figura un caso de cancelación parcial de 300 pesos de una deuda de 500 pesos.

El 75,5 % del valor total de estas donaciones, 12.598 pesos, no estaban


pagadas, lo que significa que esta parte del patrimonio tenía un valor solamente
nominal. El examen de los morosos por apellidos revela, a su vez, que sólo
14 de los 51 documentos, un 28 %, correspondían a las familias de la élite
de Caracas 33, según el Cuadro Nº 3.
De ese Cuadro se desprende que cerca del 70 % del valor total aportado
por los donantes particulares pertenecía a la élite caraqueña, pero ésta apenas
había hecho efectiva su donación, con un 5 % del valor de sus donaciones.
Por tanto, se desprendería del análisis que en 1750, la aportación de la mayor
parte de los donantes privados de la Provincia de Caracas a la fundación del
colegio de la Compañía de Jesús tenía escasa significación real. Y que la casi
totalidad de esa deuda no había sido satisfecha, a pesar de que miembros
destacados de la élite caraqueña figuraban con un porcentaje significativo de
esas donaciones. Dentro de la hipótesis alternativa ya enunciada, en su origen
y hasta 1750, casi un 30 % del patrimonio económico total correspondía a
inversiones realizadas sobre la base de una donación antigua de un vecino de
Santa Fe, lo que aumentaría a un 50 % si se añade la aportación, todavía nominal
hasta ese año, de don Fernando Perera Lozano. En cualquier caso, el entusiasmo

33 Para la lista de las familias de la élite caraqueña, ver: Robert J. Ferry, The colonial elite of early
Caracas. Formation and crisis. 1567-1767, Berkeley, University of California Press, 1989, Apéndice H e I.

10
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

manifestado por la mayoría de los vecinos de Caracas desde 1732 por la insta- 11
lación de la Compañía de Jesús, no parecía tener correspondencia con las
aportaciones económicas efectivas 34.

CUADRO Nº 3. Deudores de la fundación para el Colegio de Caracas


pertenecientes a la élite (1750).
Tipo de
Deudor Pesos Pago Impago
deuda
Herederos de don José Manuel de Liendo. Escritura 888 X
Don Antonio Blanco Infante. Escritura 200 X
Don José de Bolívar. Escritura 100 X
Doña Teresa Mijares de Solórzano. Escritura 500 X
Don Alejandro Blanco y Uribe. Escritura 100 X
Lic.do don Bernardo Lovera. Obligación 100 X
Herederos de don Blas de Landaeta. Obligación 50 X
Don Antonio Blanco y Uribe. Obligación 500 X
Don José Monserrate. Obligación 400 X
Sr. Marqués del Valle, difunto. Obligación 200 X
Don Cornelio Blanco. Obligación 500 X*
Don Domingo Antonio de Tovar. Testamento 3.968 X
Don Fernando de Tovar. Testamento 500 X
Don Basilio de Tovar. Testamento 100 X
Sub-total 8.106
Total 11.706 600

Fuente: AHN, Clero 128/15, doc. cit., Caracas, 26 de noviembre de 1750, fs. 30 v.-31.
* Había pagado 300 pesos.

34 Entre los diez informes enviados al Rey justificando la necesidad de fundación de un colegio de
la Compañía en Caracas, entre 1732 y 1735, uno fue del Cabildo, Justicia y Regimiento del 22 de agosto
de 1735, que era el organismo de representación de los vecinos más conspicuos. AGI, Santo Domingo
796 y 716, s. f.

11
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Después de la aprobación de la fundación del colegio, por Real Cédula 12


del 20 de diciembre de 1752 35, se añadiría en 1753 la hacienda y trapiche de
caña 'Nuestra Señora de la Guía', en el valle de Guatire, por donación testa-
mentaria de don José Martínez de Porras. La gestión económica del colegio
había permitido que, en el momento de la expulsión en 1767, éste contara con
el siguiente patrimonio.

a.– Casa del Colegio en Caracas.

La sede del colegio estaba en el momento de la expropiación construyéndo-


se desde hacía un año. Los bienes inventariados y evaluados eran los siguientes:

CUADRO Nº 4. Valor del patrimonio de la casa de Caracas (1767).


Rubros Pesos
1.– Valor total de avalúos, excepto el del albañil. 1.053
2.– Esclavos (nueve). 1.635
3.– Archivo. 434
4.– Deudas a favor. * 6.742
5.– Biblioteca. 1.186
6.– Ingresos por venta de cacao a Veracruz. 1.068
7.– Venta de azúcar. 16
8.– Cacao en bodega (24 fanegas y 20 libras). 339
Total 12.473
Fuente: Para 1 y 2, AHN, Clero 128/6, Avalúos, Caracas, 22 de octubre de 1768, fs. 7-14 v.
Para 3, 4 y 5, AHN, Clero 128/5a, “Colegio de Caracas. Extracto de los autos de su ocupación”,
fs. 2-10 v. Para 6, 7 y 8, ibid., fs. 18 v., 14 v.
* Se excluyen los envíos de cacao al exterior.

En el rubro 4 sólo están contabilizadas aquellas deudas por cobrar en dine-


ro, pero existían también deudas en especie u ofrecimientos de variada índole
que la documentación no evaluó. Asimismo, el avalúo del albañil podría haber

35 AHN, Clero 128/15, Real Cédula de Buen Retiro, 20 de diciembre de 1752, fs. 48-50.

12
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

aumentado el valor total al menos en 1.000 pesos, porque estaba en construcción 13


también una iglesia anexa a la casa. En efecto, “la enunciada casa, que se com-
pone de la que hubo el colegio del Doctor don Antolín de Liendo, y la que com-
pró a los Cedeños, con unas tiendas contiguas a ésta que corren desde ella
hacia el oriente, hallándose comenzada la Iglesia del Colegio en sitio, o fundo
de dicha casa de los Cedeños” 36. Se trataba, por tanto, de dos casas que estaban
siendo reestructuradas para construir, en una de ellas, una iglesia. El proyecto
se había iniciado en 1763, pero la construcción había empezado a fines de 1766,
avanzando rápidamente sus trabajos 37. Las 'tiendas' fueron, al parecer, trece
casas de alquiler construidas expresamente para obtener renta 38.

b.– Hacienda de trapiche de 'Nuestra Señora de la Guía', en Guatire 39.


Nº Pesos
Ubicación: valle de Guatire, cerca de Guarenas.
Superficie + 65 ha 14.812
Tablones 4.988
Esclavos 93 18.570
Valor patrimonial 48.184

c.– Hacienda de cacao de 'San Ignacio del Tuy' 40.


Nº Pesos
Ubicación: valle del Tuy.
Superficie + 15,4 ha 25
Árboles 9.769 5.750
Esclavos 10 2.320
Valor patrimonial 8.711

36 AHN, Clero 128/1, “Autos formados sobre el estrañamiento y ocupación de Temporalidades de


los P. P. de la Compañía de Jesús de Caracas. Nº 1”. Inventario del Colegio de Caracas, Caracas, 15 de
junio de 1767, fs. 3 v.-4.
37 Del Rey Fajardo, “La expulsión de los jesuitas...”, ps. 28-29
38 Aguirre Elorriaga, op. cit., p. 139.
39 Ver Tablas V, IX.
40 Ver Tablas XV, XVI, Cuadro Nº 41.

13
JAIME TORRES SÁNCHEZ

d.– Hacienda de cacao de ‘San Francisco de Borja’, de Caucagua 41. 14


Nº Pesos
Ubicación: valle de Caucagua.
Superficie 25,7 ha —
Árboles 16.335 19.511
Esclavos 21 4.920
Valor patrimonial 25.508

e.– Hacienda de cacao de 'San Francisco Javier', de Tacarigua 42.


Nº Pesos
Ubicación: valle de Tacarigua.
Superficie 83,5 ha —
Árboles 17.164 11.705
Esclavos 32 6.570
Valor patrimonial 19.019

f.– Hacienda de 'Santa Paula', de Maiquetía 43.


Nº Pesos
Ubicación: cerca de río Maiquetía.
Árboles: frutales, vides — —
Esclavos 5 1.400
Valor patrimonial 4.274

g.– Tierras de San Felipe 44.


Nº Pesos
Ubicación: distrito de San Felipe.
Superficie 280 ha —
Valor patrimonial 200

41 Ver Tablas XIX, XX.


42 Ver Tabla XXI, XXII, Cuadro Nº 58.
43 Valor patrimonial según avalúo en: AHN, Clero 128/8a, El gobernador don José Carlos de Agüero
remite testimonios, Caracas, 26 de enero de 1775, s. f.
44 Ibidem.

14
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

La anterior enumeración de bienes recoge la totalidad del patrimonio 15


que poseía el Colegio de Caracas en el momento de la expulsión, en junio de
1767. En marzo de ese año se había vendido la hacienda de trapiche de 'San
Luis Gonzaga de Mayupán' por un precio de 14.000 pesos, de los cuales 2.000
se habían gastado en la hacienda de trapiche de 'Nuestra Señora de la Guía'
de Guatire. En el Cuadro siguiente se sintetizan los valores anteriores para
posibilitar el análisis de este patrimonio.

CUADRO Nº 5. Estructura del patrimonio agrícola del Colegio de Caracas


(junio de 1767).
Rubros Pesos Porcentaje
Tierra 14.837 14,0
Esclavos * 20.198 19,1
Árboles de cacao ** 39.966 37,7
Caña de azúcar 4.988 4,7
Valor 105.896 100,0
Fuente: Notas 39 a 44.
* Había un total de 161 esclavos.
** Había un total de 26.104 árboles de cacao.

El valor patrimonial agrícola, la totalidad del gasto productivo acumulado


en las haciendas, era de 105.896 pesos de ocho reales, de los cuales los rubros
enumerados corresponden al 88,3 %, siendo el resto el valor de las infraestructu-
ras de funcionamiento productivo que se han excluido del Cuadro. El porcentaje
gastado en 'Tierra' era muy bajo en relación al de los esclavos, pero correspondía
sólo al de la hacienda de mayor valor, que generaba el mayor volumen de renta.
El 42 % correspondía al valor de los plantíos, magnitud significativa y altamente
variable si se considera que ellos estaban expuestos a la incertidumbre climática,
por una parte, y a la calidad en la aplicación del trabajo para su reproducción
y rendimientos, por otra. En estos plantíos era predominante el valor en árboles
de cacao, rubro productivo que en las décadas de los cuarenta y cincuenta había
pasado por una larga coyuntura de bajos precios. Y que a fines de los sesenta
habían soportado el impacto de la sequía y de un terremoto. Como se verá

15
JAIME TORRES SÁNCHEZ

en análisis posteriores, todo ello afectó la capacidad de generación de renta 16


de este patrimonio.
Pero no cabe duda de que al cabo de veintitrés años de gestión de la Com-
pañía, el patrimonio que tenía en 1744, con dos haciendas de cacao y 16.000
árboles 45, se había incrementado sustancialmente a seis haciendas y 161 escla-
vos. De las siete propiedades, al menos de tres, se sabe con seguridad que fueron
compradas por la Compañía de Jesús: 'San Ignacio del Tuy', 'San Francisco
de Borja de Caucagua' y 'San Francisco Javier de Tacarigua'. Las propiedades
de Mayupán y de Guatire habían sido donadas y es probable que también lo
hayan sido las tierras de San Felipe y Maiquetía.
Ahora si se considera la totalidad del patrimonio del colegio en bienes
muebles, inmuebles urbanos y rurales, dinero disponible en efectivo o adeudado,
o 'riqueza', se tendrían los siguientes valores.

CUADRO Nº 6. Estructura de la riqueza del Colegio de Caracas (1767).


Rubros Pesos Porcentaje
Deudas a favor * 20.742 15,7
Inmueble y bienes de Caracas** 5.731 4,3
Valor patrimonial agrícola 105.896 80,0
Total 132.369 100,0
Fuente: Cuadros Nº 4 y Nº 5.
* Se suma el valor de venta de hacienda de Mayupán y las deudas a favor contabilizadas en
la casa del colegio en Caracas.
** El rubro Nº 4 del Cuadro Nº 4 se ha restado a su total.

Desde que en 1750 se evaluara la riqueza de la ‘fundación del Colegio’


de Caracas en 98.066 pesos, ésta había aumentado hasta 1767 a 132.369. En
términos relativos eso significa que el incremento absoluto de 34.303 pesos
se obtuvo a una tasa anual media acumulativa de 1,68 % en los diecisiete años
transcurridos. Se desconoce la magnitud de los ingresos netos generados en
el último año por el patrimonio agrícola, aunque fueron anormalmente bajos
desde 1766. Pero si el ingreso neto anual de Guatire hubiera sido igual a 4.000

45 AGI, Santo Domingo 787, Padrón de haciendas de arboledas de cacao de la Provincia de Caracas,
Caracas, 14 de diciembre de 1744, s. f.

16
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

pesos –cifra razonable si se considera que entre 1756-59 el promedio anual 17


de ingresos pudo ser de cerca de 11.000 pesos– y se suman los ingresos netos de
las haciendas de cacao de 1767, se tendría un total de 5.779 pesos, suponiendo
las condiciones de producción favorables del segundo quinquenio de los cin-
cuenta. Tal cantidad potencial en relación con el valor patrimonial de las ha-
ciendas en el momento de la expropiación era un 4,4 %, cifra que se aproximaba
a la tasa corriente de interés del capital a préstamo 46. Éste era considerado
bajo por los productores cacaoteros de la Provincia de Caracas en la década
del cuarenta, según se señala en capítulo posterior. Sin embargo, la mayor
parte de esos ingresos eran generados por la hacienda trapiche de Guatire y
la cacaotera de Caucagua.
Es posible comparar la estructura de esta riqueza en los años de 1750
y 1767 a partir del siguiente Cuadro.

CUADRO Nº 7. Estructura de la riqueza del Colegio de Caracas (1750 y 1767).


1750 1767
Rubros
Pesos % Pesos %
Deudas a favor * 38.061 38,8 20.742 15,7
Inmuebles y bienes urbanos ** 28.769 29,3 5.731 4,3
Valor patrimonial agrícola *** 31.236 31,9 105.896 80,0
Total 98.066 100,0 132.369 100,0
Fuente: Cuadros Nº 1 y Nº 6.
* Para 1750 es la suma de escrituras, obligaciones, cláusulas de testamentos, remanente de
los bienes de don Fernando Lozano y plata en Veracruz.
** Para 1750 es el valor de la casa de Caracas, del convento de Santa Rosalía y plata efectiva.
*** Para 1750 es el valor de dos haciendas y las tierras de San Felipe.

Respecto al primer rubro, debe tenerse en consideración que el carácter


de la deuda entre ambos años es totalmente distinto. En 1750, eran en su mayor
parte donaciones o limosnas de particulares y, en 1767, éstas eran secundarias,
pues el rubro estaba dominado por la deuda proveniente de la venta de una

46 Para valor de 1752 ver AGI, Caracas 368, “Relación y noticia de todas las haciendas, que a la
fecha de ésta se hallan en esta Provincia de Venezuela... de lo que... producen sus frutos... de azúcar blanca,
papelones”, Caracas, 25 de abril de 1752, s. f. Para los ingresos de las haciendas cacaoteras, Cuadro Nº 65.

17
JAIME TORRES SÁNCHEZ

hacienda. El segundo, en 1750 es elevado porque contabiliza el valor del 18


convento que posteriormente no existe en los haberes, y una alta suma de plata
efectiva. En cambio, en 1767 los dos rubros reflejan un movimiento de valores
económicos propios, al predominar el tercer rubro con un 80% de la riqueza.
Sin duda que, aunque había sido en parte originado en donaciones, en este
último año el monto de riqueza ya era resultado de un proceso económico activo
gestionado por el colegio.
Con todo, algunas donaciones posteriores a 1750 fueron importantes para
la formación de riqueza, pues en el patrimonio agrícola sólo dos haciendas
compradas –cacaoteras– fueron relevantes en la generación del ingreso anual
en 1767, y la tasa de rentabilidad de ellas fue apenas de un 4 % en ese último
año 47. Fue la hacienda de trapiche de Guatire, que había sido donada, la que
sostuvo las bases económicas del Colegio de Caracas en 1767, seguida de una
sola hacienda de cacao, la que estaba en el valle de Caucagua. La decisión
de orientar el crecimiento patrimonial y el ingreso por la vía de la economía
del cacao hacia 1735-38 no había tenido resultados favorables, pero estaban
en curso cambios económicos importantes.
De acuerdo con la organización institucional de la Compañía de Jesús,
los colegios eran dirigidos por un rector quien dependía del padre Provincial.
El Colegio de Caracas no alcanzó a tener plenamente desarrollada tal estructura
pues fue sólo un 'colegio incoado', cuya autoridad máxima era un 'Superior' 48.
De ahí que no existan evidencias de la figura de la Visita, o inspección periódica
que hacían los Provinciales de la actividad total de los colegios con el objetivo
de controlar y orientar. Tampoco se confeccionaron Instrucciones, o manuales
de operación de las haciendas 49. Con todo, el análisis del inventario del colegio
en Caracas realizado en 1767 muestra que todo este patrimonio era dirigido
centralizadamente, desde las dependencias de la Compañía en esa ciudad.
Existía una contabilidad, pues había: “Item. Ocho libros de a folio forrados
en badana colorada que contienen las cuentas de frutos, que producen las
haciendas, el estado de ellas, esclavos, fábricas y demás pertenecientes a esta
Casa” 50. Sin embargo, los inventarios y avalúos de las haciendas, cuentas de
gastos, pago de diezmos, movimiento de las exportaciones de cacao al exterior,

47 Ver Cuadro Nº 65.


48 Aguirre Elorriaga, op. cit., ps. 139-140; Del Rey Fajardo, “La expulsión de los jesuitas...”, p. 25, 28.
49 Un resumen sobre los aspectos administrativos con especial aplicación al Colegio de Mérida en
Samudio A., “La fundación de los Colegios...”, ps. 45-53.
50 AHN, Clero 128/1, doc. cit., Inventario del Colegio de Caracas, 16 de junio de 1767, f. 23 v.

18
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

correspondencia y cuentas de mayordomos con la autoridad máxima del colegio 19


en Caracas, papeleo relativo a trámites judiciales, libros de cuentas con dife-
rentes sujetos, todo este material que existía en 1767 ha desaparecido. No es
posible conocer, por tanto, la organización administrativa del colegio en su
forma concreta. Pero sí se puede suponer que la relación entre administradores
de las haciendas y el Superior del colegio tuvo que haber sido muy estrecha,
pues las evidencias de la correspondencia entre éstos son abundantes en el
inventario del colegio de 1767. De los flujos de bienes entre estas unidades
de producción no se tiene evidencias, excepto algunas aisladas respecto a la
transferencia de esclavos entre algunas de ellas.
Dirigido el colegio por el Superior padre José Pagés, el 15 de junio de
1767 fue intervenido por las autoridades reales y el 11 de julio de ese año, sus
siete religiosos embarcaron para Cádiz 51. En 1775, el gobernador don José
Carlos de Agüero remitió los testimonios de los bienes confiscados en siete
procesos distintos y, en uno de ellos, resumió la situación de aquéllos que per-
tenecieron al Colegio de Caracas 52. La casa principal fue rematada en 3.474
pesos y uno y medio reales, “sin algunas menudencias, que por no haber
quién las comprase, se recomendaron al Depositario don Alonso de Soto para
que las fuese vendiendo al mejor beneficio”. La “estancia de sitio de Maiquetía
y sus adherencias” fue también rematada a don Juan Francisco Zerezo en 4.274
pesos, cuatro reales, valor de su tasación por peritos, entrando en esa suma las
tres “casillas”, “cuartos o bugíos” que los jesuitas arrendaban sin derecho a
tierra. Se pagaría con 1.000 pesos al contado, con plazo de tres años para el
resto. El trapiche de Guatire, “que era la finca de más entidad que tenían los
jesuitas”, fue vendida a don Miguel de Berroterán, marqués del Valle de San-
tiago, en 54.102 pesos, haciéndose cargo éste del pago de 200 pesos anuales,
para “la dotación de un sermón de los que se predican todos los años en las
fiestas de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora en su convento de
monjas de esta ciudad”.
La hacienda 'San Ignacio del Tuy', en el valle del Tuy, fue vendida en
remate a don Pedro Pablo Garabán, “por solo lo que era hacienda y demás adhe-
rencias” en 6.388 pesos, un real y tres cuartillos. Los esclavos fueron vendidos
a don Manuel Joaquín Terrero en 2.320 pesos, pagados a plazos.
51 Del Rey Fajardo, “La expulsión de los jesuitas...”, ps. 23, 30. En ese año, las otras dependencias
de la Compañía en Venezuela tenían un número similar de religiosos: cinco en Maracaibo, ocho en las
Misiones del Orinoco y cinco en Mérida. Ibid., ps. 45, 55, 59.
52 AHN, Clero 128/8a, doc. cit., Caracas, 26 de enero de 1775.

19
JAIME TORRES SÁNCHEZ

La hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' se remató en 18.921 20


y cinco reales, el 8 de marzo de 1769, por su avalúo, y comprada por don Mateo
de la Plaza. Pagó 4.000 pesos al contado y el resto a plazos, con 5 % anual
de interés, pero impugnó su precio por problemas relativos a las arboledas,
por lo que el valor fue dejado en 15.393 pesos y un real. La hacienda de Tacari-
gua, en Capaya, avaluada en 14.996, un real y cuartillo, “no hubo quien ofre-
ciese por ella más que diez mil pesos”, lo que no se aceptó. Pero, evaluada de
nuevo en 13.769 pesos, cinco y medio reales, fue vendida finalmente a don
Antonio Pablo González por 10.769 pesos, cinco reales y medio. Finalmente,
se procedió a rematar “una cuadra de solares y una posesión de tierras en la
ciudad de San Felipe”, vendiéndose los solares en 226 pesos al contado. Pero
las tierras, avaluadas en 200 pesos, “hasta ahora no han tenido comprador” 53.
Las ocho propiedades totalizaron un valor de venta de 96.946 pesos, del
que la hacienda de Guatire participó con un 56 %, seguido de la de Caucagua
con el 16 %, Tacarigua con un 11 % y la hacienda del Tuy, con un poco más
de 6%. La suma en que fueron compradas, por tanto, no difería casi del valor
de los bienes del colegio en 1750. La participación relativa en el total de los
avalúos de cada una de las haciendas expresaba, sin embargo, bastante bien
la potencialidad económica de cada una de ellas.
Es posible intentar una comparación del volumen patrimonial del Colegio
de Caracas en 1767 con el de la misma fecha para el Colegio de Mérida, de
acuerdo al Cuadro Nº 8.
Las cuatro haciendas consideradas en el Colegio de Mérida, de un total
de nueve posesiones, eran las que generaban la mayor parte de sus ingresos.
En el período 1745-66 ellas tuvieron un “beneficio” medio anual de 2.277
pesos, un producto de 3.057 y un gasto medio anual de 922 pesos 54. En el mismo
período el complejo económico en su totalidad dejó un excedente medio anual
de 2.277 pesos 55. Pero se advierte que en 1767 el Colegio de Caracas, con dos
haciendas cacaoteras más, disponiendo del 43 % del valor total y menos de la
mitad de los esclavos de los del Colegio de Mérida, tenía casi el mismo número
de árboles de cacao. Sin duda que esto reflejaba una situación general de mal
funcionamiento económico de este último establecimiento, no del todo atribuible
a la situación de crisis de la economía regional, y que se reflejó en la baja
53 Ibidem.
54 Osorio C., “Un 'enclave' en la economía merideña...”, p. 378, Cuadro Nº 7. Cálculos nuestros.
En el texto, 'beneficio' es igual al ingreso menos el gasto.
55 Ibid., p. 329.

20
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

productividad de los esclavos 56. La baja relación entre su 'beneficio' medio anual 21
y el patrimonio agrícola, 1,6 % anual, explica por qué el Colegio de Mérida
no financió sus gastos entre 1745-67, de tal modo que tuvieron que ser pagados
con los recursos acumulados anteriormente 57. Es decir, en el momento de la
expropiación, si ambos colegios mostraban un cuadro de crisis, el de Caracas
exhibía mejores datos económicos de base, aunque nada se sabe del balance
final entre la totalidad de los gastos de este último y de los excedentes generados
por las haciendas.

CUADRO Nº 8. Estructura del valor patrimonial agrícola de los Colegios


de Mérida y Caracas (1767).
Árboles de Patrimonio
Esclavos
Colegio cacao agrícola
Nº Pesos Nº Pesos Pesos
Colegio de Mérida * 357 89.584 26.285 45.302 142.500
Colegio de Caracas 161 33.780 26.104 39.966 105.896
Total 518 123.364 52.389 85.268 248.396
Fuente: Cuadro Nº 5; F. Eduardo Osorio C., “Un 'enclave' en la economía merideña de mediados
del siglo XVIII”, en Boletín Americanista, Año XXIV, Nº 32, (Barcelona, 1982), Cuadros Nº 9
y Nº 11, Apéndice II.
*La Ceiba, La Sabana, Las Tapias, Pagüey: sólo hay avalúos para estas cuatro haciendas.

Finalmente, el análisis comparativo del patrimonio del Colegio de Caracas


debería completarse con el examen del perteneciente a la Residencia de
Maracaibo. Sin embargo, no se dispone de análisis histórico-económicos de
los bienes de la Compañía de Jesús en esa región y la documentación publicada
no incluye avalúos de bienes. Es posible, sin embargo, un recuento provisional
que permite alguna hipótesis al respecto. Hacia 1767 la Residencia disponía
de dos hatos, una hacienda y trapiche, una empresa de hornos de tejas y cal,
y un complejo de dos haciendas integradas 58. Tenían un total de 183 esclavos y
sólo el complejo de la hacienda 'los Marañones' y 'La Trinidad', ambas con

56 Ibid., p. 337.
57 Ibid., p. 330.
58 José del Rey Fajardo, “El patrimonio económico del colegio jesuítico del Maracaibo hispánico”,
Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Nº249, LXIII, Caracas, 1980, ps. 73-84.

21
JAIME TORRES SÁNCHEZ

más de 38.045 árboles de cacao, tenía 130 esclavos de todas edades 59. Si se 22
consideran los 27.195 árboles de cacao 'frutales' al precio general en la Provincia
de Caracas hacia esa fecha, éstos valían 27.195 pesos. Y si los esclavos se ava-
lúan al precio medio, mínimo, de 150 pesos 60, se tendría una estimación muy
conservadora de un patrimonio en ambos rubros de 46.695 pesos. Estas cifras
podrían indicar que, tal vez, la Residencia de Maracaibo, estaba en una situación
patrimonial inferior a la del Colegio de Caracas, aunque es probable que su
volumen total de riqueza haya sido mayor que el calculado.

59 Ibid., ps. 84-112. Cálculos sobre la base de la documentación de su Apéndice.


60 Hacia 1757, el precio medio de los esclavos de la hacienda jesuita de ‘San Juan’, situada en el
área de Maracaibo, era de 183 pesos, en uno de los escasos avalúos existentes. Ver AGI, Santo Domingo 671,
“Año de 1758. Pieza 2a”, Avalúo de esclavos, San Juan, 17 de diciembre de 1757.

22
Primera Parte

Ecología
y
Trabajo
25

Las haciendas de cacao y caña de azúcar del Colegio de Caracas estaban


localizadas dentro del área de paisajes naturales del Sistema de la Cordillera
de la Costa, sector de los más antiguos asentamientos coloniales (ver Mapa
Nº 1). Entre el mar Caribe y los Llanos, desde el macizo de Nirgüa al este y
la depresión sabanera del Unare por el oeste, se distinguen en ella climas semiá-
ridos con vegetación xerófila, tropical de bosque húmedo y sabana, tropical
lluvioso de bosque e isoterma de altura. Dos cadenas montañosas transcurren
paralelas a la línea de costa con depresiones intermontanas interiores: la serranía
del litoral y la serranía del interior. La primera, inmediata al Caribe, es abrupta
y con altitudes cercanas a los 2.000 metros que en su descenso a la costa dejan
playas y llanuras litorales de poca extensión. La segunda bordea Los Llanos
con alturas medias de 1.400 a 1.800 metros, separada del anterior relieve por
depresiones longitudinales y cuencas internas con suelos fértiles para la
agricultura 1.
En esta área de paisajes naturales se ubicaban dos regiones económico-
geográficas, la Costa y los Valles Transversales que, estrechamente articuladas,
constituyeron a lo largo del siglo XVIII el eje de la economía exportadora,
concentrando más del 40% de la población total y la mitad de los esclavos
de la Provincia de Caracas 2. Fueron las regiones donde el cacao y la caña de
azúcar ocuparon un lugar privilegiado en la actividad económica colonial,
tanto en la exportación como en la producción para el consumo interno (ver
Mapa Nº 2).

1 Pedro Cunill B., Venezuela, Madrid, Anaya, D. L.,1988, ps. 44-45, 53-55.
2 P. Michael McKinley, Pre-revolutionary Caracas. Politics, economy, and society. 1777-1811,
Cambridge, G. B., Cambridge University Press, 1985, ps. 9-11.

25
JAIME TORRES SÁNCHEZ

26

MAPA N° 1. Límites de la Provincia de Caracas. Segunda mitad del siglo XVIII

MAPA N° 2. Región Centro Costera de la Provincia de Caracas

26
27

Capítulo I
El cultivo del cacao

No se conoce el origen del cacaotero en la Provincia de Caracas, pero


la hipótesis más reciente afirma su carácter autóctono. El producto de arboledas
explotadas con fines comerciales aparece documentalmente en las exportaciones
de 1607. De 1618 dataría una primera observación respecto a la existencia
de cacaoteros silvestres en Choroní 3. Tal hipótesis puede confirmarse también
en la región de Maracaibo, en la cual se sabe que ya en 1612, “se ha descubierto
una montaña de más de cien mil árboles muy grandes de cacao y que sobre
repartillas ha habido pleito entre la ciudad de Trujillo y Mérida perteneciendo
a mi Real hacienda respecto de no tener dueño. Pues era de los naturales que
allí habitaban y ahora no los hay” 4. Aún más, en 1642, en esta misma región
marabina algunas arboledas se presentaban arrendadas: “porque de Antón
Suárez, Capitán de Infantería de una de las Compañías del número de la
ciudad de Maracaibo se me ha hecho relación que en aquella costa, en las
montañas que se llaman de don Julio de Maruma hay unas tierras de arboledas
de cacao silvestre que me pertenecen y son de tan poca importancia que en
mucho tiempo no pudo haber utilidad de ellas, por estar rebelados los indios
Cuiriquíes y al presente están arrendadas en mil seiscientos y ochenta reales
por cuatro años” 5.
A través de distintos observadores, que desde 1784 se preocuparon de
escribir sobre la agronomía del cacaotero, se dispone de un conjunto de
3 Ferry, op. cit., ps. 46-47.
4 AGI, Santo Domingo 869, L. 6, Real Cédula en que se pide informe al gobernador de Santa Marta
y Río de la Hacha, San Lorenzo, 5 de agosto de 1612.
5 AGI, Santo Domingo 901, L. 12, Real Cédula a los oficiales reales de la Provincia de Venezuela,
Cuenca, 7 de junio de 1642.

27
JAIME TORRES SÁNCHEZ

conocimientos que reflejan de una manera muy incompleta la vasta experiencia 28


agronómica y organizativa de los agricultores venezolanos 6. Aunque se des-
conoce cómo este saber se fue constituyendo, es probable que a esta acumu-
lación de conocimientos prácticos se refiera la conocida apreciación de Depons
–que proporciona la información más pormenorizada en general– respecto
a que “los habitantes de Tierra Firme prestan al cultivo y a la preparación del
cacao una atención que no se les concede ni aun en las colonias francesas.
La excelencia del terreno contribuye, es verdad, a mejorar el fruto, pero es
indudable que a la industria le debe una buena parte de esa superioridad que
le reconoce el comercio sobre el cacao de los demás países” 7.
Cabe plantearse el problema de quiénes eran los portadores de esa atención
o depositarios de ese saber empírico, al tenor de su opinión pesimista respecto
a las habilidades empresariales de criollos y peninsulares, cuando afirmaba de
éstos que, “si su resolución en los negocios es escasa, menos aún es su auda-
cia” 8. En todo caso, había una experiencia colectiva de la que otro observador
daba cuenta en 1784: “Los Corregidores de los Pueblos de Indios, y los Misio-
neros de las reducciones miran respectivamente individualizado en las diligen-
cias de deslinde el carácter de sus terrenos con las proporciones, que ofrece
para sementeras... según éstos en la Nueva Andalucía se hallan las ventajas
apetecibles para los establecimientos de añil, cacao, azúcar y tabaco... pero
la Provincia de Nueva Barcelona tiene mucha menor proporción de terrenos
de buena calidad... el cacao y la caña nunca prospera.” 9.
Una historia de dos siglos de experiencias acumuladas había terminado
por localizar el cultivo cacaotero en las áreas al norte de la cordillera costera
y en algunas del interior. Estando ya resueltos los problemas de la adecuación
ecológica, Depons podía opinar, reflejando un sentir ya aceptado, que “el cacao
exige menos cuidados que ciencia, más vigilancia que ingenio, más constancia
que teoría” 10. En 1881, J. M. Barral sintetizaba de manera clara estas mismas

6 Sobre la importancia del 'saber' y la 'información' para el análisis histórico de la 'organización' ver
Patrick Fridenson, “Les organisations, un nouvel object”. En Annales ESC, nov.-déc., 1989, n°6, p. 1164.
7 Francisco Depons, Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América Meridional (dos vols.),
Caracas, Banco Central de Venezuela, 1960, II, p. 25.
8 Ibid., I, p. 99.
9 AGI, Caracas 158, “Avisos sobre la agricultura singularmente propia de las Provincias de N.
Andalucía y N. Barcelona para el uso de los corregidores y misioneros encargados de la dirección de las
sementeras de los Indios en común y en particular”, Luis de Chávez y Mendoza, Cumaná, 8 de febrero
de 1784, fs. 510 v.-511.
10 Depons, op. cit., II, p. 24.

28
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

ideas: “El cultivo del cacaotero es muy trabajoso. Todos los días del año debe 29
trabajarse con perseverancia” 11.
Los principales problemas asociados a cada una de las fases de su manejo,
se presentaban a fines del siglo XVIII acotados y resueltos. Las haciendas de
cacao requerían una adecuada elección del terreno, su preparación, la siembra,
la cosecha, y un adecuado mantenimiento de las plantaciones. Sin embargo,
el análisis de este conjunto de prácticas, conocimientos y creencias 12, revela
que su cultivo exigía crear sistemas ecológicos con fuertes exigencias de manejo
agronómico especializado, lo que requería una gestión sistemática sólo posible
con un proceso de trabajo organizado en estrecha dependencia.

1.– ELECCIÓN Y PREPARACIÓN DEL TERRENO

La tierra “suelta y libre de piedras hasta cierta profundidad”, debía estar


protegida de los vientos fuertes y en condiciones de riego fácil, aunque exenta
de riesgo de anegamiento. Por tanto, cercana a un río que permitiera la humedad
y drenajes adecuados, elección a la que debía suceder el desmonte y quema 13.
Barral precisaba, apoyándose en Boussingault, que debía establecerse en terreno
virgen, pues “este árbol exige tierra fértil, húmeda y profunda, calor y sombra.
Lo que le va mejor es un bosque desbrozado cuyo suelo ligeramente inclinado
permita la irrigación... Este cultivo deja de ser útil en las localidades que no
tienen una temperatura media de 24º” 14. A continuación de la limpieza del
terreno, que era al mismo tiempo un abonamiento suplementario por la incorpo-
ración de las cenizas, debían construirse las acequias y abrirse los surcos para
plantar el cacao 15. Probablemente, la recomendación que se hacía en un docu-
mento acerca de cómo fundar una hacienda de cacao, “se siembra la tierra
de maíz y yuca, para que más bien esté beneficiada y se vaya consumiendo la
hierba con sus limpias” 16, en muchos casos correspondía también a una práctica
habitual en el área centro costera.
11 J. A. Barral, Porvenir de las grandes explotaciones agrícolas establecidas en las costas de Venezuela,
Caracas, Talleres Italgráficos, C. A., 1966, p. 83.
12 Depons, op. cit., II, p. 22. Por ejemplo, don Fernando Blanco consideraba un “prejuicio ridículo”
el recoger el cacao en menguante, porque duraba más tiempo.
13 Ibid., ps. 15-16
14 Barral, op. cit., p. 83.
15 Depons, op. cit., II, p. 16.
16 Francisco de Miranda, Colombeia, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1978, I,
p. 213.

29
JAIME TORRES SÁNCHEZ

La humedad del suelo era fundamental, pues “la sequedad es un mayor 30


contrario de lo que tenemos una funesta experiencia en aquellos ricos caca-
guales del Valle de Cúpira, que fueron al principio muy abundantes mientras
duró aquella humedad pasajera de un terreno noval, pero agotada ésta, y sin
el influjo de la pluvial, se han convertido estas haciendas en unos eriales” 17.
Se lograba en parte a través de un sistema de sombreado, por medio de árboles
de crecimiento rápido como el plátano y el bucare 18. Estos mantenían constantes
la humedad del suelo, lo que complementaba el drenaje, “porque el árbol del
cacao necesita que la tierra ni esté seca ni encharcada... porque llegándose
a empozar el agua en alguna parte de dicha hacienda, luego que el sol la
calienta, pudre el nabo del árbol y resulta el secarse” 19.
La localización de la plantación respecto a los vientos, permitía compensar
algunas desventajas que presentaba el 'bucare' como árbol de sombra, al tener
ramas flojas y poca base de sustentación por su aparato radical superficial.
Sin embargo, como se sabe actualmente, éstos nivelan también el balance de
nitrógeno, proporcionando una sombra liviana y permanente debido a sus hojas
perennes, no interfiriendo en la nutrición de los cacaotales 20.

2.– SIEMBRA

No parecía caber duda para Depons, respecto a que el cacao podía sem-
brarse de acuerdo a dos métodos: el almácigo y trasplante, y el sembrado directo
por granos. Después de haber sembrado el plátano, el bucare, y hecho el hoyo,
a cuyo alrededor se plantaban cuatro matas de yuca, a los dos meses se sembraba
el cacao “el cual se da mejor mientras más pequeña es la planta... porque las
grandes requieren más trabajo para transportarlas y sembrarlas. Además,
muchas de ellas mueren, y las que no, echan vástagos y nunca llegan a valer la
pena. El pie de cacao, cuando se trasplanta, no debe pasar de treinta y seis
pulgadas” 21. En cambio, “cuando de una vez se quiere sembrar con granos
17 AGI, Caracas 158, f. 530, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784.
18 Depons, op. cit., II, p. 16.
19 Miranda, op. cit., p. 213.
20 Rafael y Fiorela Ciferri, Reconocimiento de la explotación cacaotera de los valles de riego del
sector central (Estado Aragua), Caracas, Ministerio de Agricultura y Cría, 1949, p. 57.
21 Depons, op. cit., II, p. 17. En el área de Carúpano también se usaba el almácigo, A. de Humboldt,
Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente, (cuatro vols.), Caracas, Biblioteca Venezolana
de Cultura, 1956, tomo II, p. 113.

30
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

–cosa que nunca se hace en Tierra Firme– se colocan dos granos en la tierra, 31
como para formar almácigos, de modo que queden al nivel del suelo. Luego
se les cubre con una hoja de plátano doblada en tres, la cual se sujeta con un
peso pequeño. Cuando brota el grano, se quita la hoja de plátano. Si han germi-
nado los dos granos, se arranca el pie más débil para asegurar la robustez
del otro” 22.
Llama la atención la seguridad de su afirmación sobre la no utilización
de este segundo método en Tierra Firme, apreciación en la que también lo sigue
Barral que, aunque no estuvo en Venezuela, dispuso de las notas de un experto
que visitó el país: “Hay países donde se siembra directamente la semilla de
cacao; en Venezuela prefieren, con razón, tener un criadero de pequeñas plan-
tas en un terreno fértil y preparado convenientemente” 23. Sin embargo, en el
documento ya citado de Miranda, se supone la utilización de los dos en el área
centro costera, pues “se puede sembrar de grano, poniendo dos o tres de éstos,
casi inmediatos, para ver cuál de ellos sale mejor”. Y “para no perder tiempo
en la fundación y creación de una hacienda desde que se roza la tierra hasta
que se puede plantar la arboleda... se hacen almácigos con semilleros” 24.
Observaciones de 1784 añaden más elementos a la forma de hacer los
almácigos, aunque están referidas a las plantaciones del oriente: “Para el mejor
cultivo del cacao se forman almácigos con el grano de este fruto... procurando
inmediatamente hacer barbacoas, o tinglados... de hojas de plátano u otra seme-
jante”. Y agrega, “y aunque acostumbran a formar los almácigos dentro de los
hailados, o platanales por evitar el trabajo de las barbacoas, pero este método
no se ha hallado útil antes sí perjudicial pues en los aguaceros caen las gotas
de la hoja de plátanos muy gruesas y cavan la tierra, de que resulta descubrirse
el grano del cacao” 25. No cabe duda, por tanto, de que la aseveración de Depons
era inexacta, pues el procedimiento de siembra por grano directamente en el
sitio definitivo del árbol también se acostumbraba, aunque su observación
central respecto al predominio del método por almácigo sigue siendo válida.
Además, estimaba que en el área central costera, el árbol estaba en condiciones
de producir a los siete años y tenía una vida útil de cincuenta, y en el interior

22 Ibid., p. 18.
23 Barral, op. cit., ps. 84-85.
24 Miranda, op. cit., ps. 213-214.
25 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, fs. 530 v.

31
JAIME TORRES SÁNCHEZ

producía a los ocho años y tenía frutos hasta los treinta 26. En cambio, Humboldt 32
establecía un período de ocho a diez años para producir en la misma zona.
Más precisas, pero no sustancialmente distintas, son las observaciones
de Codazzi, para el cual el ciclo de vida útil variaba de 30 a 50 años con una
edad de inicio productivo de siete a ocho años, según fueran plantíos de la costa
o del interior, aunque los promedios que establece son de 40 años y seis años
y medio, respectivamente 27.
Preocupado por mostrar la rentabilidad de una plantación, Miranda pro-
porciona otros detalles: “A los diez años, ya es arboleda legítimamente frutal,
no obstante de que a los cinco años empieza a dar; pero esto es sin formalidad,
aunque sufraga en este tiempo hasta los diez, para el gasto de la casa” 28. Barral
menciona al respecto una costumbre que probablemente era colonial, cuando
señalaba que, si el cacaotero daba flores a los treinta meses, “muchos agricul-
tores destruyen las primeras flores a fin de que los frutos no salgan hasta los
cuatro años”. Y añadía una observación que en parte puede explicar la relativa
variabilidad de tiempo en el inicio del ciclo productivo de las plantaciones:
“Los frutos sólo fructifican precozmente cuando están en muy buena situación
y la temperatura media es de 27 y 28 grados; si la situación no es tan buena,
los primeros frutos del cacaotero sólo se obtienen al cabo de 7 u 8 años” 29.
En todo caso, este último autor tendía a acercarse a las estimaciones de Depons
y Codazzi, pues establecía como norma general que “en buen terreno, empieza
a los siete años y dura cuarenta años” 30.
Había una variabilidad regional al respecto, pues en las provincias de
Nueva Andalucía y Nueva Barcelona también fructificaba precozmente, al
parecer, con lo cual “para que recompense el trabajo del cultivador, ha de
contar la plantación cinco años” 31. Humboldt, que tuvo ocasión de encontrarlo
todavía en estado silvestre después de atravesar los raudales de Atures y
Maipures, en el Alto Orinoco y en el Ventuari, opinaba que fructificaba en
esa zona desde los cuatro años 32.
26 Depons, op. cit., II, p. 25.
27 Agustín Codazzi, Resumen de la geografía de Venezuela. Venezuela en 1841, (dos vols.), Caracas,
1940, I, ps. 178-181, 155-157.
28 Miranda, op. cit., ps. 215-216.
29 Barral, op. cit., p. 85.
30 Ibid., ps. 86-87.
31 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 530.
32 Humboldt, op. cit., III, p.133; IV, p. 165.

32
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

3.– COSECHA 33

La cosecha comportaba dos operaciones sobre el fruto antes de que éste


quedara en condiciones de ser procesado para la venta. Una era la recolección
desde el árbol y, otra, el desgrane de las mazorcas. La primera consistía en
la selección de las mazorcas maduras, lo que requería buena vista y atención.
A continuación, éstas tenían que transportarse a los patios de la hacienda donde
se desarrollaba la segunda operación, en la que la mazorca se abría y se le qui-
taban los granos con un trozo de madera adecuado para no dañarlos 33. Los árbo-
les daban su máximo de fruto en cantidades muy variables dos veces al año, a
fines de junio y a fines de diciembre, aunque había recolección esporádica todo
el año 34. Es probable que esta última fuera la destinada a abastecer el consumo
interno de las haciendas, pues las otras dos por su volumen y estacionalidad,
seguramente proporcionaban el grueso de la producción comercializable.
La selección inicial realizada en el árbol se intensificaba en los patios
enladrillados de la hacienda, pues había “cuatro clases de cacao: el maduro
y en buena condición; el verde, pero ya hecho; el cocoso y el podrido. La pri-
mera clase es la mejor; la segunda no es mala; pero las otras dos deben dese-
charse” 35. Pese a lo escueto de la observación, debe entenderse referida no a
la mazorca, como a los caracteres de los granos que contenía. Como se sabe,
el tipo de cacao que predominó hasta las tres primeras décadas del siglo XIX en
Venezuela, fue de las variedades denominadas posteriormente “cacao criollo”
o variedad autóctona, y “cacao dulce” o “cacao blanco”. Este grupo llamado
“criollo puro”, al parecer derivado de un genotipo inicial que en el siglo XX
no ha podido ser encontrado en estado puro, presenta una morfología definida 36.
Pues bien, el color predominante en la mazorca de esta variedad tiende
a ser morado, de tal modo que la clasificación mencionada por Depons tenía
en consideración no el color de la cáscara, sino el estado de maduración de
los granos, según éste permitiera la posterior conservación con una calidad
apta para el consumo. El primer tipo de cacao, 'maduro', era aquel cuyo grano
había alcanzado el estado que permitía someterlo al proceso de preparación
para la venta. El segundo, el 'verde', era uno que no estando maduro, podía
33 Depons, op. cit., II, ps. 22-23.
34 Ibid., p. 22; Humboldt, op. cit., III, p. 138; Barral, op. cit., p. 86.
35 Depons, op. cit., II, p. 23.
36 Ciferri, op. cit., p. 66.

33
JAIME TORRES SÁNCHEZ

ser procesado. A éste se refería cuando apuntaba que, “las mazorcas que no 34
están maduras deben dejarse tres días amontonadas y cubiertas con hojas
de plátano para que maduren” 37. Probablemente, la calidad de este cacao
resultante era de inferior calidad a la del primero. El tercer tipo era el que no
podía madurar de manera inducida.
El proceso posterior al desgranado pone en evidencia el problema central
del producto, su baja capacidad de conservación, la que Humboldt pone de
relieve al compararla con la del café, el que podía conservarse muchos años,
“mientras que el cacao, a pesar de los cuidados que se ponen, se corrompe en
los almacenes, pasados diez meses o un año” 38. Observación que coincide
también con la de Depons cuando apunta que, no obstante todo lo que se haga
por mantenerlo en buenas condiciones, “es raro que esté todavía vendible
después de transcurrido un año” 39. De ahí la importancia del tratamiento
posterior al desgranado y los peligros que comportaba, según se desprende
de estas observaciones, que parecen resumir la experiencia agrícola de más
de un siglo y medio de cultivo: “Hay que asolear siempre el cacao el cuarto
día después de haberlo recogido, y repetir diariamente la operación hasta
que esté bien seco... Si no se asolea bastante se vuelve mohoso; si se asolea
demasiado se seca y pulveriza; en ambos casos se pudre fácilmente... Si a causa
de las lluvias no se puede sacar el cacao al sol, precisa extenderlo en
departamentos, corredores o galerías preparados al efecto en la hacienda.
No puede demorarse esta operación sin correr riesgo de perder la cosecha” 40.
La ausencia de mayores precisiones de este observador respecto a esas
operaciones, permite pensar que, tal vez, su énfasis en la conservación del grano
respondía a que la hacía depender estrechamente de un adecuado secamiento.
Por ello no da mayores luces acerca de los primeros cuatro días de cosecha
del grano al cabo de los cuales, según él, había que asolearlo. Tarea que se com-
plementaba con otras, pues “mucho se ha hecho por la conservación del cacao
cuando se han suprimido los granos verdes o pasados, se ha evitado que se
maltrate al sacarlo, se ha tratado de que no quede con él basura alguna, y
se ha almacenado luego en lugar seco y no expuesto al aire” 41.

37 Depons, op. cit., II, p. 23.


38 Humboldt, op. cit., III, p. 43.
39 Depons, op. cit., II, p. 24.
40 Ibid., p. 23.
41 Ibid., p. 24.

34
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Como se sabe actualmente, la almendra tiene que someterse inicialmente a 35


un proceso de fermentación controlada, o 'desbabado', que se hace en un tanque
especial durante los primeros dos días 42. No se sabe en qué momento se intro-
dujo la caja de fermentación, en uso en las haciendas centro-costeras a comien-
zos del siglo XX. Barral, que en 1881 recogía prácticas en boga dentro de los
agricultores en la primera mitad del siglo XIX, sólo señala que después de
exponerse al sol, al guardarse en la noche en los cobertizos, amontonadas,
“se produce una gran fermentación y desprendimiento de calor que no debe
proseguir porque perjudicaría mucho la calidad” 43.
En todo caso, si Depons y Humboldt no dejaron registradas observaciones
respecto a esta operación básica en el proceso de cosecha, no por eso podría
afirmarse que no había sido considerada con especial interés por los culti-
vadores. En las plantaciones del oriente venezolano, era claramente diferenciada
hacia 1784 : “Luego que se coge la mazorca se rompe, y se extraen de ella los
granos de cacao que se ponen amontonados en un cuarto disponiéndole una
cama de hojas de plátanos y tapándolo después con las mismas por espacio
de cuatro días, para que pueda sudar y conservarse, y este beneficio se llama
cultiembre por los labradores de este fruto” 44. Aún más, el procedimiento tam-
bién estaba diferenciado en el área centro-costera, pues Miranda dejaba cons-
tancia de él cuando afirmaba, “habiendo tenido antes tres días en un cuarto
para que largue la baba que saca de la mazorca el grano y allí se deja y luego
se pone al sol hasta que se seca, preservándolo en este tiempo del agua” 45.
El procedimiento, en realidad, era una combinación de enfriamiento regular
con un desecamiento que disminuía tanto el contenido de humedad de los
granos, como los resultados líquidos del proceso químico mismo 46.

42 Ciferri, op. cit., p. 106.


43 Barral, op. cit., p. 86.
44 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza,1784, f. 531.
45 Miranda, ... p. 215. Ambos procedimientos son también mencionados en 1775 por Dr. Agustín Marón,
“Relación histórico-geográfica de la Provincia de Venezuela. 1775”, en A. Arellano Moreno, Documentos
para la Historia Económica en la época colonial. Viajes e informes, 1970, p. 436.
46 Ciferri, op. cit., p. 107.

35
JAIME TORRES SÁNCHEZ

4.– MANTENIMIENTO DE LOS CACAOTALES 36

La importancia del mantenimiento deriva tanto del ciclo biológico largo


del árbol, desde los 10 años de su puesta a punto hasta los 50, como de la nece-
sidad de alcanzar una 'producibilidad' –cantidad de mazorcas anuales por árbol–
adecuada. Es decir, la preocupación por un óptimo desarrollo biológico es aquí
un resultado del propósito de maximización del producto. Podría decirse que
el interés de los agricultores por un adecuado tratamiento y conservación de
los granos exigía aplicación y observación sobre los árboles. Estas tareas eran
las que Depons tenía a la vista probablemente, cuando postulaba que este cultivo
frutal exigía conocimiento empírico, 'ciencia', y vigilancia, en mayor medida
que conocimiento teórico y esfuerzo.
Tales trabajos en la experiencia de fines del siglo XVIII se ordenaban
en torno a tres aspectos: manejo de la sombra, control del riego y cuidado del
árbol, este último tanto en lo mecánico como lo fisiológico. Ya en la elección
del terreno apto para el cacaotal, Depons había mencionado la práctica del
sombreado por medio del bucare. No obstante, no proporciona mayores detalles
respecto a éste. Al considerar los cuidados del plátano observa que éstos, “se
suprimen todos, además, cuando se estima suficiente la sombra de los bucares.
Con esto se le da más aire al cacao y se favorece el crecimiento” 47. Es probable
que la práctica de los agricultores fuera más rica en observaciones respecto
al sombreado por esta variedad de árbol, que complementaba el cacaotal a
través de la aportación de nutrientes sin interferir su alimentación. Es posible
que un largo proceso de ensayo y error, cuyos detalles son desconocidos, llevara
a esta asociación arbórea.
En todo caso, en el área centro-costera existían procedimientos muy
decantados que se reflejan en las recomendaciones de otro observador. En
la organización de una hacienda, las matas debían plantarse a lo largo de líneas
rectas, poniéndolas cada cierto trecho en cuadro: “en el medio de estas calles
que quedaron delineadas... se ha de sembrar en una sí y dos no, unos árboles
que se nombran de bucare, dejando dos calles libres, proporción que cuando
éstos lleguen a crecer, porque son grandes, arriba en sus copetes, sus rama-
zones lleguen a darse las manos casi unos con otros, para que de este modo
quede por abajo toda la arboleda de cacao sombreada, que le quite la mayor
fuerza al sol y sólo entren sus rayos con alguna suavidad” 48.

47 Depons, op. cit., II, p. 18.


48 Miranda, op. cit., p. 213.

36
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Como se advierte, las funciones y ventajas del bucare estaban claras y 37


las desventajas de su fragilidad, por la debilidad de su base de sustentación,
no eran consideradas. Precisamente por ello, hacia 1784 en las plantaciones
del oriente venezolano se recomendaba también el bucare, “y aunque algunos
por utilizar los árboles de sombrío suelen sembrar aguacate y otros frutales,
pero esta práctica es muy perjudicial porque maltrata la flor y el cacao cuando
caen, o se desgajan semejantes frutas.” 49. Así, el peligro de accidentes mecá-
nicos en la conservación del cacaotal se veían en esta óptica minimizados,
frente a otras opciones de sombreado. En los valles centro-costeros, sin embargo,
es posible que la configuración topográfica resguardada de los vientos fuera
una razón más importante. Esta particular ecología podría explicar también
la importancia asignada al manejo del agua en las plantaciones.
En estos valles de riego pluvial era un problema, probablemente, el man-
tener un nivel constante de humedad adecuada al crecimiento del árbol, en con-
diciones en que la variación hídrica anual podía ser importante. Las respuestas
de Depons al porqué se secaban las mazorcas revelan un conocimiento colectivo
muy preciso de las causas del problema: “Primera: cuando las matas han estado
mucho tiempo anegadas... Segunda: el exceso de lluvias, sobre todo en los valles
muy húmedos... Tercera: falta del riego necesario y el riego hecho con sol muy
fuerte... Si no llueve en tiempo oportuno y caen después lluvias abundantes,
también se seca el cacao.” 50. Esto requería un buen sistema de desagües y
su gestión en concordancia con el crecimiento de las matas.
Por eso, “lo más esencial es aumentar la profundidad de los desagües,
a medida que van creciendo las matas de cacao y echando más profundas
raíces, pues si el canal se deja de tres pies de profundidad, cuando la raíz está
a seis bajo tierra, ésta tiene exceso de humedad y se pudre en donde está en
contacto con el agua. Semejante precaución contribuye no sólo a aumentar la
duración de la planta, sino a que la cosecha sea más abundante” 51. Si es cierta
la hipótesis de que Depons reflejaba un cierto nivel de conocimiento social
sobre el cacao –además de su propio conocimiento agrícola– parece claro que
los cultivadores se movían en un horizonte temporal estrechamente dependiente
del ciclo de vida del árbol. Esto significa que en la hacienda como empresa,
la eficiencia operativa anual estaba estrechamente interconectada a una visión
estratégica, aunque ambas estaban en función de las exigencias del ciclo

49 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 531.
50 Depons, op. cit., II, p. 21.
51 Ibid.,II, p. 21.

37
JAIME TORRES SÁNCHEZ

agronómico anual y de largo plazo. El manejo de este cálculo instrumental, 38


práctico, se adquiría evidentemente por la experiencia y era fundamental en los
que dirigían los trabajos. En qué medida era monopolio de un segmento social
o en qué medida trabajadores libres y esclavos participaban de él, es un pro-
blema sobre el cual los observadores de la época no proporcionan informaciones.
Al parecer, los árboles eran objeto de un manejo cuidadoso, como lo
indican las observaciones de estos autores. Este señala que “siempre se podan
las ramas laterales del cacao, hasta que el arbusto alcance cerca de cuatro
pies de altura. Si al alcanzar este punto echa muchas ramas, se podan, dejando
tres solamente a igual distancia unas de otras; a éstas se les quitan las hojas
que van saliendo, y si crecen muy caídas se levantan y amarran juntas, de
modo que el arbusto crezca recto. En la poda las ramas se cortan a dos dedos
del tronco. Igualmente se arrancan todos los hijos o vástagos, pues éstos viven
a expensas del árbol” 52.
La poda y 'deschuponamiento' formaban parte, al parecer, de las tareas
de asistencia a los árboles, por el cuidado puesto en la descripción. El autor,
sin embargo, no aclara qué hacían con los vástagos. Al parecer, no se utilizaban
en el renuevo de los árboles, porque respecto a los almácigos sólo menciona
la renovación por grano. Que éstas eran tareas ampliamente conocidas se
confirma por las apreciaciones del segundo autor, quien recomendaba que “los
arbolitos de cacao se han de ir dejando crecer, sin consentirles más que tres
ramitas en lo principal del tronco, para que tengan fuerza y crezcan con más
violencia; ahora, en esas tres ramas principales sí se les deja cualesquiera
otras ramas que echen” 53.
Las labores de poda se centraban en esta primera edad de los cacaotales
y no se continuaban posteriormente, pues Depons afirmaba: “No se han de
cortar ramas a los árboles que ya están produciendo. Con esta operación se
logra, es verdad, mayor abundancia en la cosecha siguiente; pero muchas
veces el corte produce desequilibrio en la planta y aun puede matarla, según
la condición del suelo y el número de ramas suprimidas” 54. No se sabe en qué
medida este trabajo de poda para evitar un exceso de ramificación, el cuidado
en el mantenimiento de la dirección ascendente de sus ramas y el corte de raíces
fuera de tierra, mencionados hacia 1881 55, tenían origen colonial, pero es pro-
bable que así fuera, pues los dos primeros son aludidos por este autor.
52 Ibid., II, p. 18.
53 Miranda, op. cit., p. 214.
54 Depons, op. cit., II, p. 21.
55 Barral, op. cit., p. 85.

38
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Las tareas de limpieza de los árboles y desyerbado eran otro rubro de 39


actividades consideradas con tanto cuidado como el mantenimiento del nivel
adecuado de humedad del suelo y del ambiente. Señala al respecto: “Un cacao-
tal siempre necesita sombra y riego; debe quitársele la costra a las ramas, y
destruirse el gusano; evitar el crecimiento de hierbas altas y arbustos, pues el
menor perjuicio que se puede derivar de no hacerlo, es perder las mazorcas
caídas al suelo” 56. No hay mayor información sobre la eliminación de hierbas
en estas fuentes, pero se sabe que pudo ser una actividad importante, y con
gran demanda de tiempo de trabajo en el ciclo anual de mantenimiento.
De hecho, hasta la década del 50 del siglo XX constituía el rubro mayor dentro
de los costos de cultivo 57.
En cambio, mayor atención se prestó al cuidado de las enfermedades
de los árboles. Nuevamente es Depons quien se refiere con detenimiento a este
problema. De una manera general, éste es consciente de que era posible
conservar adecuadamente una plantación mediante el control de los factores
que él estimaba incidían en un óptimo ecológico, 'sombra' y 'riego'. Las enfer-
medades aparecen como resultado no controlado de ese mismo medio natural,
ya sea por la acción de la fauna del lugar o por el carácter de la estación anual,
en el caso de daños por distintas variedades de 'gusanos'.
Es lo que se deduce del Cuadro Nº 9, que se presenta a continuación y
que clasifica la información de acuerdo a criterios actuales. Asimismo, se
desprende, que el autor no señala enfermedades epidérmicas de origen cripto-
gámico, la 'Escoba de bruja' y la 'Enfermedad acuosa', quién sabe si por las
mismas razones ecológicas que se aducían para su ausencia hasta la década
del 50 58. Tampoco señala enfermedades de los árboles de sombra, lo que no
significa que no existieran evidentemente, y tampoco aquéllas disfuncionales,
es decir, provocadas por disturbios en el balance hídrico.
Por lo menos en el énfasis puesto por el autor en los problemas acerca
del fruto, esta visión bastante detallada coincide con otras observaciones de
1775 en las que se señalaba que los granos de las mazorcas eran comidos por
pájaros y ardillas 59. Miranda, en cambio, sólo distingue dos problemas, tal vez
porque eran los más peligrosos para la vida del árbol. Uno, “gusanitos, que

56 Depons, op. cit., II, p. 21.


57 Ciferri, op. cit., ps. 51-52.
58 Ibid., p. 126. La primera se debía al 'Marasmus perniciosus, Stahel', la segunda al 'Monilia Roreri,
Ciferri'. Por ser la zona centro-costera límite de separación entre las áreas epidémicas de oriente y occidente,
estaba exenta de estas plagas.
59 Dr. Agustín Marón, op.cit., p. 436.

39
JAIME TORRES SÁNCHEZ

se les introducen en la cascarita, y se conoce porque donde está escupe agüita 40


y así con un fierrecito se escarba hasta que se le encuentra y se le saca”, que
de no hacerse “se muere el arbolito”. Y otro, el del “bachaquero... que por
más sea el árbol grande se sube arriba y le corta todos los pimpollos, de que
resulta tal sentimiento en el árbol que se llega a consumir” 60.

CUADRO Nº 9. Daños y enfermedades de los cacaoteros.

Agentes Área afectada Intervención


I.– Vertebrados.
– acure frutos armas de fuego
– venado frutos armas de fuego
– ardilla frutos armas de fuego
– monos frutos armas de fuego
– animales de labor frutos armas de fuego
– pájaros frutos armas de fuego
II.– Invertebrados.
– gusano roedor corteza y tronco manual
– gusano “guásimo” almácigos manual
– gusano “rosquilla” ? ?
– insecto “aserrador” ramas manual
– bachacos hojas y flor manual
III.– Plantas infectantes.
– lianas parásitas ramas manual
– tiña árbol ?
IV.– No epidémicos.
– “mancha”, ¿hongo? tronco manual
Fuente: Depons, op. cit., II, ps. 19-21.

60 Miranda, op. cit., p. 214.

40
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

De la información del Cuadro se deduce que la acción negativa de estos 41


distintos agentes sobre los árboles requería observación permanente de los prác-
ticos y actuación directa, coordinada, de los trabajadores para remediar los efec-
tos. Pero, de igual manera éstas eran exigencias que se extendían a todo el traba-
jo de mantenimiento, sombreo y riego, además del trabajo de procesamiento
de la cosecha del grano. Vigilancia y tesón, como rasgos del cultivo, si bien
aparecían como simples para Depons, no lo eran tanto en una perspectiva
analítica actual. Esto puede verse con mayor claridad al examinar el problema
de la organización del trabajo.
Las indicaciones al respecto son sumamente escasas, pero de manera
característica los autores examinados se preocuparon por los aspectos cuan-
titativos del problema y no por los cualitativos. Humboldt, por ejemplo, al co-
mentar la variabilidad de la cosecha por la incidencia de muchos factores natu-
rales en su resultado y la poca resistencia del grano, señala como aspecto positivo
del cultivo “que los cacahuales exigen menor número de esclavos que la mayor
parte de los demás cultivos” 61. Depons, sin dejar de considerar este aspecto
del número de esclavos requeridos en una plantación, da algunas indicaciones
respecto a la división del trabajo en el proceso de cosecha. En la recolección
se empleaban trabajadores con buena vista, para el transporte a los más rápidos
y fuertes, y para el desgrane a los viejos e inválidos, actividad ésta en la que
unos abrían mazorcas y otros quitaban granos 62. No menciona, sin embargo, el
trabajo de niños que Miranda, aunque parcamente, sí señala: “un muchacho de
diez años, ya sirve tanto como uno grande y ya puede con aquella misma escla-
vitud, entresacando grandes y chicos, fundar otra hacienda” 63.
El trabajo se dividía en esta secuencia de actividades, según las aptitudes de
la mano de obra, que se aprovechaba en sus distintos segmentos de edad. Sin duda
que la recolección era el trabajo que exigía la mayor concentración de mano de
obra y rapidez de ejecución, lo que explica su utilización extensiva. De las res-
tantes actividades de trabajo se dispone de pocas observaciones, aunque parece
que en su mayor parte se reservaba también a esclavos, pues para la roza Miranda
recomendaba que, “es mejor hacerlo con peones libres pagados, por libertar
a los esclavos del riesgo de que les caiga un palo al tiempo que descienden
éstos, como acontece, o herirse con las hachas partiendo dichos palos” 64.
61 Humboldt, op. cit., III, p. 135.
62 Depons, op. cit., II, ps. 22-23.
63 Miranda, op. cit., p. 216.
64 Ibid, p. 217.

41
JAIME TORRES SÁNCHEZ

La anterior era una consideración económica debida al riesgo involucrado 42


en los trabajos peligrosos, dado el alto valor de los esclavos, y no una exigencia
de eficiencia propiamente tal. Para este autor, los esclavos, “en los ratos que les
sobran todos los días –porque acaban sus tareas a las doce del día, el que más
tarde– y los sábados que se les da, hacen sus conucos de sementeras de maíz,
yucas, frijoles, auyamas, mapueyes, ñames, batatas y otras menestras... en
las haciendas de este fruto, una vez fundadas, no es mayor el trabajo que tienen
los esclavos, si no al tiempo de las cogidas del fruto” 65. El que la manutención
del esclavo fuera provista por el propio trabajador en las tierras de la hacienda
y en tiempo asignado por la hacienda, es un rasgo observado en la investigación
moderna como característico del trabajo en las haciendas de cacao y caña 66.
Ya Humboldt señalaba específicamente para una de estas últimas, que los negros
“que están casados proveen por sí mismos a su subsistencia. Se les asigna
aquí, como en todos los Valles de Aragua, una parcela de terreno cultivable.
En ésta invierten los sábados y domingos, únicos días libres en la semana.
Poseen gallinas, y aun a veces un cerdo” 67. Todavía hacia 1850, la disponibili-
dad de un conuco estaba sancionado por la costumbre, aunque no aparecía
como fenómeno general la asignación también del día sábado 68.
Es más importante para este análisis, sin embargo, el énfasis de Miranda
en la disponibilidad de tiempo libre para los esclavos, dentro de la fracción
total exigida para el trabajo de la hacienda, y la coincidencia con Depons en
la mayor exigencia de intensidad en los períodos de cosecha. El problema podría
plantearse en términos más precisos, si se enuncia como una cuestión de horas
de trabajo reales empleadas por cada esclavo en las tareas diarias, en condi-
ciones de intensidad constante. Tan tardíamente como en 1850, un observador
señalaba que, en general, “el esclavo viene obligado a ejecutar todos los días
cierta cantidad de trabajo que se llama tarea, y todas las noches también en la
velada, otra labor que se llama faena; acabados estos servicios queda dueño
de su tiempo. El esclavo activo y madrugador, que a las dos de la tarde ha
terminado su tarea, va a cultivar su propio CONUCO” 69.
65 Ibid., p. 216.
66 G. Carvallo, J. Ríos de Hernández, Notas para el binomio plantación-conuco en la hacienda agrícola
venezolana, Ponencia presentada al II Encuentro de Historiadores Latinoamericanos, Caracas, 20-26 de
Marzo, 1977.
67 Humboldt, op. cit., III, p. 52.
68 Consejero Lisboa, Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, Madrid, Ediciones
de la Presidencia de la República de Venezuela, 1852, p. 125.
69 Ibid., p. 124.

42
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Al tenor de esta observación en una época en que la esclavitud se encon- 43


traba en descomposición 70, podría dudarse de las opiniones sobre la disponi-
bilidad de tiempo libre de los esclavos en la segunda mitad del siglo XVIII.
Asimismo, también es dudoso que en el espectro de actividades demandadas
por la plantación, la cosecha exigiera el mayor volumen de trabajo, pero no
se cuenta con información para un análisis específico. Al considerar la calidad
del trabajo requerido podría formularse una respuesta tentativa.
Nuevamente, la observación de Depons sobre la exigencia de cuidado,
vigilancia y constancia, parece clave. El cacaotal requería observación conti-
nuada y un conocimiento sobre sus problemas de crecimiento, práctica e infor-
mación, que sólo podía proporcionar sistemáticamente el propio esclavo. El
mayordomo que tomaba las decisiones dependía de la adecuada aplicación
del trabajador sobre los árboles y de la información que no podía obtener diaria-
mente sobre miles de éstos. Si los esclavos disfrutaban de mayor tiempo libre,
éste era la contrapartida, por tanto, de una calidad y aplicación de trabajo que
les permitía obtener algunas ventajas dentro de su condición.
Barral en cierta medida apuntó a esta idea cuando en la segunda mitad
del siglo siguiente afirmó: “El cultivo del cacaotero es muy trabajoso. Todos
los días del año debe trabajarse con perseverancia. Esto explica el porqué,
al fallar la mano de obra en Venezuela, debido a las guerras o a causa de la
supresión de la esclavitud este cultivo no se ha desarrollado como debería” 71.
El que el trabajo esclavo aparezca aquí como más perseverante y aplicado
que el trabajo libre sólo es un contrasentido, si no se considera que tales rasgos
eran compensados con mayor tiempo libre. Pero, sobre todo, con la posibilidad
de liberación que Depons señala, aunque estime que los españoles coloniales
no se caracterizaban por el buen trato dado, “el esclavo puede librarse del domi-
nio de su amo y el precio a pagar no puede ser más de $300. Por ello hay más
manumisos que esclavos” 72.
Así pues, si era cierto que el cultivo del cacao exigía menos mano de obra
que otros, también lo era que sus propiedades botánicas demandaban una mayor
intensidad de conocimiento y manejo de las plantas. Bajo las condiciones del
trabajo esclavo, este tipo de atención sólo podía obtenerse con incentivos y
el más estimulante era, probablemente, la esperanza de libertad. Desde este
70 John V. Lombardi, Decadencia y abolición de la esclavitud en Venezuela. 1820-1854, Caracas,
Universidad Central de Venezuela, 1974, ps. 175-186.
71 Barral, op. cit., p. 83.
72 Depons, op. cit., I, 114-115.

43
JAIME TORRES SÁNCHEZ

ángulo podrían interpretarse las proposiciones de Miranda, en torno a mantener 44


una hacienda de unos 40.000 árboles dirigida por un mayordomo, para “que esté
bien cuidada” 73. A través de un grupo de 40 esclavos el mayordomo estaba en
condiciones de acceder a la información y controlar la calidad del trabajo, lo que
aseguraba la oportunidad de las decisiones y los resultados de la actividad anual.
Por estas razones para todos los observadores de la época estaba muy clara la
relación entre número de árboles por esclavo para obtener una cosecha adecuada.
Conocidos los aspectos botánico-ecológicos del cultivo y las exigencias
generales de los caracteres de la organización del trabajo, es posible examinar
los problemas de rendimiento. El árbol tenía etapas de crecimiento individual
claramente marcadas respecto a los rendimientos de frutos. Los peritos que
evaluaban las arboledas a lo largo de todo el siglo XVIII las diferenciaban
en denominación y en precio. Miranda diferenciaba cuatro etapas en el árbol: el
“legítimamente frutal”, o árbol maduro en producción que, se sabe ocurría
cuando éste alcanzaba los 10 años. El “ramero” o “inmediato a ser frutal” que,
probablemente era el que tenía entre cinco y diez años y, como se sabe, tenía una
muy débil producción. El “horqueteado”, es decir, “cuando ya tiene cuerpecito
y en el tronco sus tres ramas principales”, probablemente con menos de cinco
años y sin producción alguna. Y el “resiembro”, o árbol “tiernecito”, es decir,
recién trasplantado del almácigo a su lugar definitivo 74.
Esta descripción recogida de la práctica agrícola, no menciona una cate-
goría de árbol frecuente en los avalúos de la primera mitad del siglo: los árboles
con “falla”. Esta categoría no designaba una etapa de crecimiento de la planta,
pero sí una situación de rendimiento debido a problemas de crecimiento
botánico, generalmente no especificados. Ahora, si se considera la cosecha
se advierte que, económicamente, lo importante era el 'grano' y no la 'mazorca',
pues se comercializaba el grano seco. Pero se ha visto también, que éste se
presentaba primero como 'almendra' o grano no procesado. Así, el rendimiento
por árbol podría considerarse tanto en términos de grano procesado como no
procesado. En los distintos parámetros que proporcionan los observadores,
se advierte que explícitamente no se establece tal diferenciación. La información
que recogen para la segunda mitad del XVIII se sintetiza en el Cuadro Nº 10,
en el que se advierte que las cuatro primeras fuentes hicieron sus observaciones
en la segunda mitad del siglo XVIII. Pero lo importante es que sólo Barral,

73 Miranda, op. cit., I, p. 215.


74 Ibid., p. 218.

44
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

autor que escribe en la segunda mitad del XIX, distingue el cacao seco, estable- 45
ciendo que, “en general, se obtiene de 45 a 50 kilogramos de cacao seco para
la venta, por cada 100 kg de almendras frescas” 75. El problema es, por tanto,
saber a qué tipo de cacao se referían los restantes autores. Si se consideran los
rendimientos por árbol, se advertirá que los dos primeros autores proporcionan
datos sustancialmente más elevados, de 1,125 a 1,575 kilogramos y que en
los restantes, con excepción de Barral, los valores fluctúan entre 0,460 y 0,690.
Las discrepancias son de magnitud entre ambos grupos de fuentes. Debe
considerarse además, que para 1720 los promedios de rendimiento por árbol
en la jurisdicción de Caracas fluctuaron entre 0,506 y 0,757 para la Costa e
Interior, con un máximo de 1,265 para los valles de Caucagua y del Tuy en
Tierra Adentro 76.

CUADRO N° 10. Parámetros seleccionados del cultivo de cacao.


Fuente Distancia de siembra (m) Rendimiento por árbol (kg)
L. de Chávez y M. [a] — 1,125 a 1,575
F. de Miranda [b] 3,628 en cuadro 1,518
Francisco Depons [c] 4 a 5 en cuadro 0,460 a 0,690
A. de Humboldt [d] — 0,607
Agustín Codazzi [e] 3,8 a 4,2 en cuadro 0,575 a 0,700
J. A. Barral [f] 5, 2 y 3 en línea 0,750 “cacao seco”
Fuente: [a] AGI, Caracas 158, doc. cit., Cumaná, 8 de febrero de 1784, f. 530; valor documental:
200 a 280 fanegas por 9.000 árboles. [b] Art. cit., ps. 213, 216, 217; 300 fanegas por 10.000
árboles con distancia de siembra de 13 tercias en cuadro. [c] Op. cit., II, ps. 16, 25; 1 a 1,5 libras
por árbol con distancia de siembra de 4 a 5 metros. [d] Op. cit., III, ps. 135; 12 fanegas por
1.000 árboles. [e] Op. cit., I, ps. 187-188; 1 libra 1/4 con distancia de 4,5 varas de uno a otro;
ps. 159, 0,700 kg, con distancia de siembra de 4,5 metros. [f] Op. cit., ps. 85, 86-87; 750 gramos
de cacao seco.

La información de 1720 no especifica sus procedimientos de cálculo,


pero en la medida que el autor tuvo que aplicar promedios de rendimiento por

75 Barral, op. cit., p. 86.


76 Pedro J. Olavarriaga, Instrucción general y particular del estado presente de la Provincia de
Venezuela en los años de 1720 y 1721, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1965,
ps. 222-231, 248-258.

45
JAIME TORRES SÁNCHEZ

árbol para determinar la producción de cacao para ciertas áreas, es más probable 46
que considerara esa dificultad de medición. Y que se refiriera a un tipo de cacao
uniforme, una cantidad de 'cacao seco' que era la que servía para propósitos
de análisis fiscal. Si se asume que los datos proporcionados por los dos primeros
autores son de 'cacao almendra', según la relación establecida por Barral, se
podrían calcular los valores en cacao seco, para examinar en qué medida se
acercan éstos a los valores del segundo grupo de autores, los que se presentan
en el Cuadro siguiente.

CUADRO N° 11. Rendimiento del 'cacao almendra' y 'cacao seco' según


número de árboles.
Cacao no seco Cacao seco
Equidis-
Fuente Nº de árboles Nº de árboles
tancia*
1 1.000 1 1.000
1,125 1.125 0,506 506,25
1.– L. de Chávez y Mendoza. — a a a a
1,575 1.575 0,709 709
2.– F. de Miranda. 13,2 1,518 1.518 0,683 683
16 1,022 1.022 0,460 460
3.– Francisco Depons. a a a a a
25 1,533 1.533 0,690 690
4.– A. de Humboldt — 1,348 1.348 0,607 607
14,4 1,277 1.278 0,575 575
5.– Agustín Codazzi. a a a a a
17,6 1,556 1.556 0,700 700
6.– J. A. Barral. 25, 9, 4 1,667 1.667 0,750 750
Fuente: Ibid., Cuadro N° 10. Se ha considerado una proporción de 45 % entre 'cacao seco' y
'cacao almendra'.
* Metros cuadrados por árbol.

Así considerada la información, el conjunto de datos presenta de manera


coherente los márgenes de variación de los rendimientos, según tipos de cacao,
entre los diferentes autores. El cálculo acentúa la confianza en el supuesto
historiográfico manejado hasta el momento, respecto a que las cifras de Depons,
Humboldt y Codazzi están referidas a 'cacao seco'. El promedio de rendimiento

46
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

anual por árbol tiende a acercarse en torno a 0,600, valor también más o menos 47
equidistante de los conocidos en 1720 para las regiones de la Costa y del
Interior. Se advierte que, en la primera mitad del siglo, los rendimientos de
las nuevas tierras incorporadas al cultivo virtualmente duplicaban al de las
más antiguas. A partir de estos datos podría estimarse el producto medio por
superficie. En el Cuadro siguiente se proporcionan los datos ordenados.

CUADRO Nº 12. Producto medio anual de cacao según superficie. Segunda


mitad del siglo XVIII.
Superficie por árbol N° de árboles Producto medio
Autores
(ms. cuadrados) por hectárea. anual (kg/ha.)
F. de Miranda. 13,2 758 517,7
F. Depons. 16 a 25 400 a 625 276 a 287,5
A. Codazzi. 14,3 a 17,6 568,2 a 699,3 397,7 a 402,1

Fuente: Cuadro Nº 11.

La única información documental de que se dispone sobre el producto


por superficie es la de Codazzi, quien señala 16 fanegas por fanegada de 170
varas en cuadro, lo que equivale a 401 kg por hectárea, dato sobre el cual
manifiesta seguridad 77. Es evidente que el producto estaba en función del
número de árboles por superficie y del rendimiento por árbol. Probablemente,
para los contemporáneos el cálculo del producto por árbol era directamente
observable y económicamente tenía más significación, pues el valor de las
haciendas siempre se medía por el número de éstos. Si se consideran el rendi-
miento por árbol del Cuadro Nº 11, en Miranda, Depons y Humboldt, en
términos de promedio, que era de 0,622 kg, y el número de árboles por hectárea
del Cuadro Nº 12, que era de 635 kg, se tendría que el valor del producto por
superficie tendía a acercarse al proporcionado en este último Cuadro por
Codazzi, 401 kg por hectárea de cacao seco. Asimismo, las cifras de rendimiento
por árbol señaladas por Humboldt se acercan más a las de aquél. Y ambos
autores coinciden con los valores del mismo tipo, para áreas de antiguo cultivo
en la documentación de 1720.

77 Codazzi, op. cit., I, ps. 159, 187-188.

47
49

Capítulo II
El cultivo de la caña de azúcar

La caña de azúcar fue introducida inicialmente en el segundo viaje de


Colón desde las islas Canarias, pero sólo a partir de 1503 hay indicios de su
aclimatación, aunque las experiencias de refinación no tuvieron éxito en
La Española. Reanudadas éstas a partir de 1515, el cultivo logró estabilizarse,
y a partir de 1519 la caña pasó a ser un producto de exportación importante,
de tal modo que hacia 1527, sólo cerca de la ciudad capital había 19 inge-
nios, siendo frecuentes las plantaciones con un número de 150 a 200 esclavos
en 1580 1.
Es probable que de allí haya pasado su cultivo a Tierra Firme pues, según
Humboldt, se introdujo en los valles de Aragua a fines del siglo XVI 2. En 1607,
unas 139 arrobas de azúcar figuran en la estructura de valor de las expor-
taciones de la Provincia de Caracas con un 5,2 %, cuando el cacao apenas tenía
un 0,5 % 3.
Pero, si para el cultivo del cacao se dispone de observaciones sobre sus
prácticas de cultivo en Tierra Firme, modalidad de procesamiento y precisiones
sobre algunas variables básicas para su evaluación económica, en torno a la
caña de azúcar la información es mínima. La razón de estas diferencias guarda
relación con la importancia relativa de ambos cultivos para los contemporáneos,
pues el primero era predominante en las exportaciones generando la mayor

1 Mervyn Ratekin, “The early sugar industry in Española”, Hispanic American Historical Review,
XXXIV, February, 1958, ps. 1-20.
2 Humboldt, op. cit., III, p. 104. En el estudio más reciente no hay observaciones sobre este problema.
Ver J. H. Galloway, The sugar cane industry. An historical geography from its origins to 1914, Great Britain,
Cambridge University Press, 1989.
3 Ferry, op. cit., p. 46.

49
JAIME TORRES SÁNCHEZ

parte del ingreso monetario en plata. Las exportaciones de cacao a Veracruz, 50


principal mercado para la Provincia, eran canceladas en moneda de plata
efectiva 4.
Sin embargo, su significación para la economía interna colonial era
considerable, pues en la bebida “todo el mundo en Tierra Firme, principalmente
las clases bajas, usan cierta bebida alcohólica llamada guarapo que resulta
de la fermentación de azúcar en agua, y con esto aumenta mucho el consumo
de azúcar”. Y, en la alimentación “la comida de la gente acomodada se com-
pone casi por completo de dulces, y el dulce en los festines es el servicio en
que se pone mayor ostentación”. Aún más, “no hay negro libre o esclavo, obli-
gado muchas veces a no hacer más de una comida diaria, que no tenga un
poco de cacao hervido en una gran cantidad de agua y un pedazo grande de
papelón o azúcar en bruto, que va comiendo como si fuera pan, mientras
saborea su escudilla de chocolate... A esta bebida la llaman 'chorote'” 5.
Existen muchas evidencias que avalan la exactitud de estas observaciones
para todo el siglo XVIII y de la particular asociación entre cacao y azúcar.
En 1720, Cisneros apuntaba que el consumo de cacao se hacía “con tanto exceso
que se hace increíble.” 6, bebiéndose a todas horas, solo o con ‘papelón’.
En 1731, en la recién fundada villa de Perijá, en una relación de mantenimientos
para jornaleros que habían trabajado diecisiete días, se presentaba una partida de
dos millares de cacaos “para beber chorote los peones” 7. En 1758, en un texto
notarial se constataba en un juicio que “el melado es de lo que más usa la gente
pobre, y miserable en esta Provincia para endulzar el cacao que toman para
sustento y para el postre en sus comidas, y otros menesteres a que lo aplican” 8.
Idéntica asociación entre consumo de cacao y de papelón se menciona
hacia 1775, en una fuente importante para el estudio de la alimentación 9. Para
fines del siglo, otro observador señalaba: “El ser más pobre come papelón, como
en Europa se come queso”, siendo su consumo “tan enorme, que la exportación

4 Arcila F., op. cit., ps. 53, 90.


5 Depons, op. cit., II, ps. 48-49.
6 José Luis de Cisneros, Descripción exacta de la Provincia de Venezuela, Caracas, Biblioteca de
la Academia Nacional de la Historia, 1981, ps. 127-128.
7 AGI, Santo Domingo 669, Relación de mantenimientos del administrador José de Viera, Maracaibo,
17 de abril de 1731, s. f.
8 AGI, Caracas 193, Certificación notarial de la relación jurada de don Juan Melchor Caravallo,
Caracas, 10 de octubre de 1758, fs. 140 v.
9 Marón, op. cit., p. 448.

50
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

ha sido hasta ahora en absoluto nula” 10. Esta pretendida significación cuanti- 51
tativa dentro de la demanda no tenía, evidentemente, similar importancia
alimentaria, pues el peso de ambos productos dentro del régimen nutricional
fue secundario en aportación de calorías durante el siglo XVIII en relación al
maíz, cazabe y carne 11.
En la Provincia de Caracas, según Depons, existían terrenos adecuados
para su cultivo en las áreas cercanas a las ciudades en las que existían haciendas
cañeras, aunque había algunas tan alejadas como uno o dos días de distancia.
Con todo, esos trayectos a recorrer, veinte leguas, podían considerarse todavía
cercanos, dada la enorme extensión del país. Y aunque el cultivo era exigente
–además de un clima cálido requería suelos esponjosos y “tierra rica, cuya
capa productiva tenga por lo menos un pie de profundidad”– la existencia de
un “terreno pingüe y cargado de ceniza” era condición para un azúcar “buena
y abundante”. Además de la tierra, los hacendados del país “tienen todo el
talento necesario para reconocer los terrenos convenientes a la caña. La cali-
dad del producto lo demuestra de modo indiscutible” 12. Al parecer, las ventajas
del cultivo en la Provincia radicaban primordialmente en la calidad de los suelos
y en la habilidad para reconocerlos.
Al tenor de la desconfianza de Depons en las capacidades empresariales
de los criollos, las posibilidades naturales que para el cultivo atribuía a la Pro-
vincia adquieren mayor significación, al compararlas con observaciones respecto
a las plantaciones de Barbados de mediados del siglo XVII. Para Watts, con
los recursos de la época el cultivo de la caña no era sencillo, pues “exigía tanto
de los recursos del medio natural que planteaba dificultades para el adecuado
desbroce y preparación del terreno y, llegado el momento, para mantener su
calidad. Además, no siempre se comprendían plenamente las sutilezas de la
transformación de la caña, por lo que, en ocasiones, el producto final resultaba
decepcionante” 13. Respecto al problema de si estas dificultades generales plan-
teadas para el cultivo de la caña fueron compensadas en la Provincia por la
disponibilidad y calidad de los recursos naturales básicos, Depons parece

10 Humboldt, op. cit., III, ps. 131, 133.


11 Jaime Torres S., “Consumo de carne y nutrición. Aspectos de su evolución histórica en Venezuela:
1609-1873”, Anuario de Estudios Americanos, LIV-1, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos,
1997, p. 77.
12 Depons, op. cit., II, ps. 50-51.
13 David Watts, Las Indias Occidentales. Modalidades de desarrollo, cultura y cambio medioambiental
desde 1492, Madrid, Alianza Editorial S. A., 1992, p. 238.

51
JAIME TORRES SÁNCHEZ

inclinarse por una respuesta afirmativa, en tanto su crítica a las plantaciones de 52


Tierra Firme se dirigió exclusivamente a los problemas de procesamiento de los
caldos. Al respecto, consideró que “de modo general, en Tierra Firme la elabo-
ración del azúcar, y sobre todo la purga, están y quedarán muy atrasadas” 14.
De igual parecer era Humboldt, para quien también “la fabricación del
azúcar y su cocción y depuración son muy imperfectas en Tierra Firme, porque
no se le fabrica más que para el consumo interior, prefiriéndose, para la venta
al por mayor el 'Papelón' tanto al azúcar refinado como al azúcar masca-
bado” 15. Solamente “hace algunos años que el cultivo y la fabricación del azú-
car se perfeccionaron mucho en Tierra Firme... (y ello ocurría porque)... se
cree contar con la exportación fraudulenta del azúcar refinado para las colonias
inglesas” 16.
En todo caso, la riqueza de los suelos para el cultivo de la caña y el conoci-
miento que de él parecían tener sus plantadores, contrasta con la situación de los
productores azucareros de las Indias Occidentales hasta avanzados decenios
del siglo XVIII, donde la actividad tuvo como resultado la deforestación masiva
y el deterioro de los suelos 17. Las observaciones de Depons y de Humboldt sobre
la cañicultura de Tierra Firme, por tanto, si apuntan a una relativa ventaja impor-
tante de sus suelos para una consideración final comparadas, dejan clara también
la desventaja en la tecnología de elaboración. En general, en estas dos fases de
la actividad azucarera –cultivo y elaboración del producto– es posible diferenciar
la información específica de las prácticas en uso en Tierra Firme, de las reco-
mendaciones que las fuentes proporcionan para el mejor cultivo; en el caso
de un observador francés como Depons, el distinguir estas prácticas de las expe-
riencias agronómicas conocidas por él en las Indias Occidentales.

1.– CULTIVO

Esta fase de la actividad de las haciendas cañeras comportaba primero,


el desmonte en los terrenos vírgenes, la siembra y un mantenimiento a través
del desyerbado y la irrigación. Las recomendaciones de Depons respecto a

14 Depons, op. cit., II, p. 71.


15 Humboldt, op. cit., III, p. 104.
16 Ibid., p. 105.
17 Watts, op. cit., p. 438-439.

52
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

la calidad de los terrenos para la siembra de la caña sugieren que los más apro- 53
piados eran los recién desmontados. No se encuentran informaciones respecto
a las prácticas del desmonte, aspecto particularmente importante para un tipo de
cultivo que tendía a agotar rápidamente la tierra y que consumía grandes canti-
dades de leña. Se sabe que en la segunda mitad del siglo XVIII la estabilidad
espacial de un ingenio era de 40 años, de modo que éste “fue un ente trashu-
mante... Sembrando una sola variedad de caña –la criolla– y trabajando con
métodos primitivos que únicamente transformaban en azúcar del dos al tres
por ciento de la caña procesada –rendimiento industrial– fue necesario cultivar
sólo tierras de excepcional fertilidad”. A lo que se unía el escaso rendimiento
energético de las hornallas 18.
En la experiencia cubana del siglo XIX, aunque producto de observación
de prácticas ancestrales, el desmonte era una actividad ya altamente sistema-
tizada. Primero se cortaba la vegetación más pequeña que los árboles, con
el objetivo de aislarlos, y después se los cortaba para sus distintos usos. A conti-
nuación se trazaban cortafuegos que también limitaban las tierras, y se procedía
a quemar por dos veces –algunos agricultores preferían la limpieza sin fuego–
constituyendo la ceniza un abono adicional 19. Parece dudoso que en Tierra Firme
tales procedimientos estuvieran en práctica antes de fines del siglo XVIII, y es
más probable que se impusiera la tecnología del cultivo del cacaotero, en la que
se utilizaba el fuego de una manera más primitiva, como señala Miranda:
“Primeramente se roza la montaña, y ésta se deja el tiempo de cinco o seis
meses para que el sol y el agua seque y pudra los árboles, en cuyo tiempo se
cría algún montecito que llaman rastrojo, que se macanea o destruye cuando
se quiere quemar la roza para que este montecito cause el fuego a la montaña
derribada. Quemada ya la roza, si la tierra es de riego, se le mete el agua
para mitigarle el fuego... (y)... para prepararla de las regaderas que necesite
cuando esté plantada la arboleda para su riego” 20. Esta era la práctica, en
fin de cuentas, del cultivo de 'conuco'.
La distribución del espacio era posteriormente otro aspecto importante,
pues en tanto el cultivo requería provisiones de agua regulares, era necesario
construir acequias de regadío y de desagüe. Y, además, se necesitaba un

18 Manuel Moreno Fraginals, El Ingenio. Complejo económico-social cubano del azúcar, (dos vols.),
La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1986, I, p. 52.
19 Don Alvaro Reynoso, Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, La Habana, 1963, ps. 1-7.
20 Miranda, op. cit., ps. 212-213.

53
JAIME TORRES SÁNCHEZ

aprovisionamiento regular de caña para un adecuado funcionamiento del 54


trapiche. Esto explica el trazado en 'tablones' del sembrado, aunque permanece
oscuro el porqué de las dimensiones de éstos. (Ver Figura N° 1).
Para Depons, la variedad de “caña criolla” había sido predominante hasta
1796, año en que se introduciría la caña de Tahití, que si bien presentaba las
ventajas de producir más azúcar y madurar a los doce meses –cuando la criolla
lo hacía a los dieciséis– tenía un menor contenido de sacarosa, y su producto
tenía mayor facilidad para descomponerse durante el transporte. Como este autor
estipulaba hasta cinco cortes de “retoños” en cañaverales de “buenas tierras”,
suponía un ciclo productivo de unos cinco años y medio para las plantas 21.
Codazzi también sostenía que la caña criolla producía menor cantidad
de azúcar con un ciclo productivo más corto. Mientras la primera había que
plantarla cada dos años en terrenos “medianos” y cada cinco en terrenos “mejo-
res”, alcanzando su madurez a los catorce o quince meses, la segunda duraba
diez años 22. En promedio, estipulaba que la edad media de maduración era
de 11, 12 ó 14 meses, según fueran las temperaturas medias y de 5 años el
ciclo productivo 23.
Humboldt, que había precedido a Depons en Tierra Firme, también
distinguía la caña criolla de la de Otahiti y de Batavia. La reticencia del francés
por la introducción de la caña de Tahití no era compartida por Humboldt ya
que le atribuía un rendimiento mayor de un tercio en zumo o guarapo y su mejor
calidad como combustible, junto a una aclimatación que no había disminuido
sus ventajas iniciales. La caña de Batavia era empleada en la Provincia en la
fabricación del ron 24.
Los aspectos agronómicos de la planta, estaban en estrecha correspondencia
con la calidad de los suelos y de ellos dependía la cantidad de caña cortada.
No existe información al respecto, pero hay indicaciones sobre las cantidades
de productos finales.

21 Depons, op. cit., II, ps. 51-52, 56.


22 Codazzi, op. cit., I, ps. 177-178.
23 Ibid., ps. 187-188.
24 Humboldt, op. cit., III, p. 52.

54
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

55

Figura N° 1. Distribución del espacio en una plantación azucarera. Siglo XVIII.

55
JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 13. Caracteres de la caña criolla en la provincia de Caracas. 56


Segunda mitad del siglo XVIII.

Edad de madu- Ciclo de produc- Papelón Azúcar


Autores
ración (meses) ción (años) (kg/ha.) (kg/ha.)

F. Depons. 16 5 y medio 4.443 [a] —


A. Codazzi. 11, 12 y 14 5 4.920 [b] 4.937 [c]
A. de Humboldt. 14 [d] — — —
Fuente: [a] Depons, op. cit., II, 53, 56-57. Valor documental básico: 0,945 libras de 'panela'
de azúcar por vara cuadrada, para el primer corte. Disminución sucesiva por corte anual, 14,3 %.
Para cinco cortes hay 0,675 libras anuales de promedio por vara cuadrada. Se asume que el
'tablón' del ejemplo documental es de 10.000 varas cuadradas. [b] Codazzi, op. cit., I, 187-188.
Valor documental: una fanegada (170 varas) produce 21.600 libras. Se asume que una carga
equivale a 64 unidades (Almenar, op. cit., p.133) y una carga equivale a 192 libras (1 papelón=3
libras, según Depons, op. cit., II, 71). [c] Codazzi, op. cit., I, p. 180. Una fanegada (100 varas
en cuadro) produce 7.500 libras de azúcar. [d] Humboldt, op. cit., III, p.104.

Para la comparación de las cifras de 'papelón', se ha considerado que el


ejemplo sobre rendimientos expuesto por Depons está referido a Tierra Firme,
quien expresamente menciona los 'tablones' como unidades de sembrado 25.
Este autor diferencia entre unidades de “panelas de azúcar bruto”, producto
inmediato del refinado, del 'papelón' como uno de los dos productos finales del
término del proceso de purgado, junto con el 'azúcar'. Es probable que Codazzi
aceptara la misma distinción para referirse al 'papelón'. Aceptada esta hipótesis,
concordante con toda la información, el 'azúcar', cuyo rendimiento aduce
Codazzi, es el producto del purgado sucesivo a que se sometía el material bruto.
Los valores de papelón por hectárea, considerados para un ciclo productivo
de cinco años, son coincidentes y, en particular, verosímiles si se tiene en cuenta
que expertos actuales asignan una cantidad de 12.000 kilogramos de 'panela'
para un primer corte, variando entre 9.600 y 12.000 para cortes subsiguientes,
en una hectárea en buenas condiciones de fertilización 26. En cambio, la edad
de maduración de las plantas considerada por Codazzi parece ser más realista.

25 Depons, op. cit., II, p. 53.


26 Información suministrada por los doctores Arturo Nicholls y Eliécer Gómez R., de la Universidad
Nacional Experimental del Táchira, 1998, San Cristóbal, Venezuela.

56
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Es posible que la estimación de Depons no considere la fertilidad de los suelos 57


que, precisamente, él mismo aduce como característica.
Actualmente, se calcula la edad de maduración entre 12 y 14 meses en
el área centro-costera y se sabe que en Barbados, eje de tales cultivos en las
Indias Occidentales durante el siglo XVII, ese período de crecimiento se amplió
de 15 a 18 meses a partir de 1667, como innovación adaptada a un medio
ecológico degradado, “reconociendo el considerable lapso de tiempo que reque-
ría la maduración en el hábitat con nutrientes mermados” 27. En Nueva España,
a comienzos del siglo XVIII, la caña maduraba entre los 15 y 16 meses en
la hacienda de los Marqueses del Valle, pero la propiedad estaba en producción
desde el siglo XVI 28. En cambio, en Cuba a fines del siglo XVIII en cultivos
todavía sobre tierras vírgenes, la caña se cortaba después de los 12 meses 29.
En tal caso, es posible que las estimaciones para el 'azúcar' propuestas
por Codazzi sean realistas. En general, los valores proporcionados por este
autor son, por tanto, más aceptables que los del anterior. En el Cuadro siguiente
se presentan ordenadas las observaciones de estas fuentes sobre otras dos
variables importantes para la apreciación económica del cultivo.

CUADRO Nº 14. Parámetros de equidistancia para siembra de caña criolla.


Segunda mitad del siglo XVIII.
Autores Nº de plantas por hectárea. Equidistancia (ms. cuadrados)
Francisco Depons. 2.703 a 10.638 0,94 a 3,7
Agustín Codazzi. 3.571 a 14.286 0,70 a 2,8
Fuente: Depons, op. cit., II, 54, 16. El autor supone un pie = 0,3225 metros y un metro = 3,125
pies, y señala tres a seis pies en tierras “pobres” y “ricas”, respectivamente. Codazzi, op. cit., I,
ps. 178-180. Una a dos varas de distancia, según fueran tierras pobres o ricas.

Las plantas se sembraban, según todas las fuentes, en unidades de


superficie denominadas 'tablones', los cuales medían 100 varas 'en cuadro',
es decir unas 10.000 varas cuadradas, unos 6.987,5 metros cuadrados, poco
menos de una hectárea. Era ésta más bien una medida normativa que se aplicaba
a fines de siglo en algunas haciendas de grandes dimensiones y con terrenos

27 Watts, op. cit., p. 443.


28 Ward Barrett, La hacienda azucarera de los Marqueses del Valle, México, Siglo Veintiuno, 1977,
p. 108.
29 Moreno Fraginals, op. cit., I, p. 178.

57
JAIME TORRES SÁNCHEZ

planos. Tal sucedía en 'Mocundo', la plantación visitada por Humboldt, que 58


tenía 77 de tablones, cada uno de los cuales medía 10.000 varas cuadradas 30,
que en 1800 valía 115.337 pesos y cinco reales 31.
Según Humboldt, la caña criolla requería 14 meses para madurar, pero
en 'Mocundo' tenía una primera floración en octubre 32, es decir, a los seis o
siete meses, pues se plantaba poco antes de la época de lluvias 33. Sin embargo,
era más frecuente que lo hiciera a los doce meses 34. La época de lluvias, o
'invierno', empezaba en mayo y terminaban en octubre, tanto en la Costa como
en los Valles Transversales 35, en un ciclo que se mantiene hasta ahora.
Ninguna de estas fuentes señala un procedimiento de siembra distinto al
de la confección de hoyos, puesto de relieve por Depons, que consistía en hacer
perforaciones rectangulares de 15 por 10 pulgadas y 6 de profundidad, para
lo cual sólo se empleaba a los esclavos más robustos 36. En cada hoyo se ponían
tres estacas de caña cubiertas por tres pulgadas de tierra sin apisonar, labor que
hacían los muchachos o personas débiles. La siembra 'en cañón', recomendada
para terrenos pantanosos, donde los tallos debían sobresalir inclinados de la
tierra no la aconsejaba por costosa 37. Tal procedimiento excluía la utilización
del arado, por lo que la azada parecía ser el instrumento básico de la siembra.
No obstante, en el caso de la hacienda 'Nuestra Señora de la Guía', se empleaba
el sistema del trazado de surcos por medio de arados tirados por bueyes.
Si en la práctica de preparación de los terrenos para el cultivo de la caña
es probable que haya servido de referencia el modelo de desmonte de la
agricultura de conuco, la siembra por hoyos posiblemente corresponde a la
tradición transferida en el siglo XVI junto con la planta, a La Española. El
laboreo por hoyos era conocido en la agricultura de la actual Andalucía desde
el siglo XI 38. En La Española durante el siglo XVI, “la caña se plantaba

30 Humboldt, op. cit., III, p. 103.


31 McKinley, op. cit., p. 190, nota 51.
32 Humboldt, op. cit., III, p. 104.
33 Ibid., II, p. 53.
34 Codazzi, op. cit., I, ps. 178-181.
35 Ibid., II, ps. 17-18.
36 Depons, op. cit., II, p. 53.
37 Ibid., II, p. 54.
38 Manuel Martín y Antonio Malpica, El azúcar en el encuentro entre dos mundos, Asociación General
de Fabricantes de Azúcar de España, 1992, p. 20. En Al-Tignari, autor granadino, se lee: “Una vez que
se han cavado los hoyos en los tablares, se plantan en ellos las raíces y se cubren con tierra y estiércol”.

58
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

cavando los montones con estacas, de modo muy semejante a la práctica india 59
de los CONUCOS, de la que probablemente se derivaba” 39.
Al parecer, el sistema preservaba de la erosión a los terrenos en pendiente,
pues en el Caribe inglés se introdujo un sistema basado en los mismos prin-
cipios, como procedimiento de control, después de haber utilizado ampliamente
el sistema de surcos confeccionados por arado 40. El autor estima este sistema
de hoyo como originado en Barbados en el primer decenio del siglo XVIII.
Este método, al parecer, se diferenciaba en un comienzo del utilizado por la
cultura indígena prehispánica y por los agricultores de Barbados. Consistía
tan sólo en pequeñas perforaciones que se hacían en el suelo a cada trecho
en las que se colocaban las estacas. Era ineficaz ya que las raíces no crecían
adecuadamente y las cañas se pudrían rápidamente. Sin embargo, el autor no
proporciona elementos para diferenciar técnicamente los dos sistemas 41.
No se sabe desde qué fecha se usaba ni en qué medida estaba extendida la
costumbre de separar los tablones de caña en Tierra Firme, pero en una hacienda
de los valles del Tuy a fines del siglo XVIII éstos “están separados por vallados
de una gramínea colosal, la Lata o Synerium de hojas dísticas” 42. A fines
del siglo, la cultura agrícola de las Indias Occidentales se conoció en la
Provincia de Caracas, de modo que algunas grandes plantaciones pudieron
adaptarse al modelo francés. Aunque la descripción de Humboldt es muy
sumaria, es posible que la disposición de las casas de esta hacienda siguiera
modelos ya preestablecidos (ver Figura Nº 2), en la medida que confirmaba
que, “la casa del propietario, colocada en un montículo de 15 a 20 toesas
de elevación, está circundada por las chozas de los negros” 43, lo que recuerda
las recomendaciones formuladas por P. Labat a comienzos del siglo respecto
a la construcción de la casa del propietario 44.
La distribución del espacio de cultivo, resultante de la necesaria progra-
mación de los trabajos de una hacienda, requería también considerar la ubicación
y extensión de las tierras de barbecho, de los cultivos alimenticios y de la
estructura de procesamiento: trapiche, casa de pailas, casa de purgas y secadero.
Tales aspectos no fueron descritos por estos autores, más allá de la observación

39 Watts, op. cit., p. 159.


40 Ibid., ps. 446-448.
41 Ibid., p. 251.
42 Humboldt, op. cit., III, p. 52.
43 Ibid., III, p. 51.
44 Watts, op. cit., p. 427.

59
JAIME TORRES SÁNCHEZ

ya conocida de Humboldt respecto a los cultivos de subsistencia de los esclavos 60


en las haciendas de los valles de Aragua 45. Nada se sabe respecto a la magnitud
y ubicación de estos conucos o porciones de tierra para cultivo de los alimentos
de los esclavos.

Figura N° 2. Vista de casas de plantación en el Caribe francés.

En todo caso, entre 1800, año en que Humboldt describe la hacienda 'La
Urbina' de don José de Manterola 46, y 1850, en que Lisboa constataba que
en la hacienda 'Rincón del Valle' había una acequia de riego avaluada en 25.000
pesos 47, el cultivo había experimentado cambios sustanciales, por lo menos
a nivel de las grandes unidades productivas. En esta última hacienda, al parecer
ubicada en una planicie cercana al río Guatire, los tablones se trazaban mediante
arados tirados por bueyes en cuadrados de 400 'palmos', 100 varas por lado,
con caminos y acequias y orillas adornadas de moreras.

45 Humboldt, op. cit., III, p. 52.


46 Humboldt, op. cit., III, p. 53.
47 Lisboa, op. cit., p. 120.

60
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

La caña se plantaba “en surcos, como entre nosotros, unas veces inclinada, 61
otras a voleo” 48. Indicio o no de continuidad de prácticas de cultivo, estos
procedimientos se acompañaban de otros que no tenían precedentes coloniales.
Un nuevo método de limpieza de las yerbas era claramente una innovación,
la que se efectuaba mediante “unos rollos o rodillos de metal pesados y armados
con puntas de hierro en toda su superficie que, desmenuzando todos los terrones
que encontraban enteros, dejaban la tierra labrada tan fina e igual como lo
puede desear el más exigente jardinero” 49.
El desyerbado se efectuaba después de los diez o quince días que tardaba en
desarrollarse el tallo de la planta, y las dos o tres “limpias” se acompañaban de
un “aporco”, por el cual se cubría la base con parte de la tierra ya limpia 50. El
autor no señala, sin embargo, cuáles eran los instrumentos que se utilizaban. En
Morelos, los campos de caña se araban previamente y después se trazaban los
surcos de irrigación y en el desyerbado se utilizaba la 'coa' por los trabajadores
indígenas, aunque el azadón o azada se había empleado en el siglo XVI 51.
En la Provincia de Caracas la presencia de trabajadores indígenas en las
plantaciones de caña no parece muy probable 52 y como los inventarios de ha-
ciendas mencionan azadas y 'tacises', es posible que éstos hayan sido los instru-
mentos predominantes en el cultivo en este período. Nada se sabe de las prác-
ticas de la irrigación, aunque es posible que no difirieran demasiado de aquéllas
sobre las que legisló la jurisprudencia colonial. Hay evidencias de que en el valle
de Guatire, por ejemplo, la escasez de agua obligó en algún momento a una
intervención reguladora, tal vez un 'turno de agua', en el uso de esos recursos 53.
Según Depons, la caña “debe cortarse con hoz, dándole un corte muy cerca
de la raíz y otro a poca distancia del cogollo, salvo en el caso de que haya
de resembrarse algún tablón; entonces se deja para semilla la parte de la caña
mas tierna próxima al cogollo” 54. No es posible encontrar en los inventarios

48 Ibidem.
49 Ibidem.
50 Depons, op. cit., II, p. 55.
51 Barrett, op. cit., ps. 99-101.
52 La población indígena era poco más del 12 % de la población total a fines del siglo XVIII. Ver
Eduardo Arcila Farías, El régimen de la encomienda en Venezuela, Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1966, ps. 67-70.
53 AHN, Clero 126/33, Petición del Defensor de las Temporalidades al gobernador, Caracas, 18 de
septiembre de 1772, f. 247. El doctor Francisco de Palacios y Sojo practicó una “retasa” en el río de Guatire
por orden, al parecer, de una Junta de Aguas del Valle.
54 Depons, op. cit., II, p. 56.

61
JAIME TORRES SÁNCHEZ

de las haciendas jesuíticas examinadas instrumentos agrícolas de esta denomi- 62


nación, sino sólo azadas,'garabatos' y 'tacises' 55.
El contemporáneo que acierta a describir una herramienta parecida a la
hoz es Luis de Chávez y Mendoza, quien afirma que para el corte de la caña
madura, “es menester valerse de podaderas, que son unos cuchillos fuertes por
el mango y muy gruesos por el lomo, de cuatro a cinco pulgadas de latitud en
redondo hacia la punta y de tres y media hacia el cabo, y de diez a once de hoja;
con este instrumento cortan los peones ordenados en líneas, limpian las cañas
de sus hojas y cabeza, que esparcen en el campo, y forman los paquetes, que
conducen sobre carreta, hasta el trapiche” 56. No se tienen elementos para
confirmar si esta descripción correspondía o no a una herramienta existente en
Nueva Andalucía en la segunda mitad del siglo XVIII. Sin embargo, es probable
que la descripción corresponda al 'tacís' y que éste haya sido la herramienta
cortante, análoga a la hoz, que predominaba en la Provincia de Caracas. De
hecho, menciones al 'machete' sólo surgen en 1750 en las haciendas jesuíticas
de 'San Francisco de Borja de Caucagua', y en 1767 en la ubicada en el valle
de Tacarigua, y siempre en pequeño número. En estas haciendas, como se verá
en el análisis posterior, las herramientas más utilizadas y en mayor número
eran los tacises, los calabozos y las desjarretaderas, especiales para deshojar
y coger los frutos. Se mencionan menos las azadas.
La 'hoz', de la que habla Depons, no parece haber sido utilizada en el área
de las Indias Occidentales para esta época, pues en el corte de caña se usaba
'cuchilla' o 'machete', junto con la azada 57. Por tanto, si las 'podaderas' descritas
anteriormente en Nueva Andalucía correspondían a los 'tacises' empleados en el
área centro-costera, es posible que Depons designara a esos instrumentos con el
término 'hoz'. Este autor, por otra parte, al señalar que se dejaba para la siembra
la parte alta de la caña, a saber el 'cogollo', apunta a una práctica andaluza que
permitía ahorrar las partes gruesas reservadas a la molienda, por tener más
jugo 58 y que probablemente era la usual en la Provincia de Caracas.
Después del primer corte “se dejan crecer los vástagos o hijos”, que en
buenas tierras permitían hasta cinco cosechas o seis cortes sin necesidad de
resembrar, aunque en cada corte la cantidad de papelón disminuía un 14,3%

55 M. A. Morínigo, Diccionario manual de americanismos, Buenos Aires, Muchnik Editores, 1960.


'Garabato': “Vara larga terminada en horqueta”; 'Tacizo':”Especie de hacha corva de hoja estrecha”
56 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 527.
57 Watts, op. cit., ps. 262, 466.
58 Martín y Malpica, op. cit., p. 152.

62
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

por cada tablón, procediéndose luego a la resiembra 59. En las tierras malas, al 63
tercer corte se producía la mitad del azúcar de la semilla original. Al admitir un
ciclo productivo de cinco años, cuatro cortes eran los que permitían un aprove-
chamiento óptimo de la caña 60.
Al parecer, en la Provincia de Nueva Andalucía, en el valle de Cumanacoa,
el aprovechamiento de los retoños permitía más de seis cortes sin resiembra 61.
En el valle de Guatire hacia 1753 el número de cortes era aún mayor, según se
verá más adelante. Esta práctica de las cosechas de retoños en el siglo XVIII
parecía típica de los terrenos fértiles, pues en las islas del Caribe inglés, a medi-
da que el suelo se deterioraba, se tendía a la replantación. En las islas francesas,
en cambio, “siempre habían preferido la replantación a las cosechas de
retoños” 62.

2.– PROCESAMIENTO DE LA CAÑA

Esta fase comportaba, primero la molienda y después, el procesamiento


del jugo o zumo de la caña, 'guarapo', a través de la cocción diferenciada, en
sucesivas etapas. El objetivo era obtener por cristalización y refinamiento tres
productos: el azúcar blanco, el azúcar 'mascabado' –'papelón' o 'panela'– y una
miel o 'melaza', que posteriormente destilada, se transformaba en 'aguardiente' o
alcohol simple y otro más complejo que en las Antillas Inglesas, después de
llamarse 'rumbullion' se denominó 'rum' 63 y 'ron' en Venezuela en la primera
mitad del siglo XIX 64.
Industrialmente, es un proceso de obtención de sacarosa dentro de los
componentes de la caña, lo que se consigue limpiando el guarapo o zumo de
sus impurezas, evaporando el agua para concentrarlo, cociendo la meladura
para permitir la cristalización de la sacarosa y separando los cristales de azúcar
de la miel no cristalizable 65. Ello involucraba molienda, cocción y refinación,
trabajos que se realizaban por medio de un molino en un 'trapiche' o 'ingenio'
–ya fuera movido por animales o agua, según se consideraba en la Provincia

59 Depons, op. cit., II, ps. 56-57.


60 Ibidem.
61 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 525 v.
62 Watts, op. cit., p. 470.
63 Ibid., p. 256.
64 Lisboa, op. cit., p. 122.
65 Martín y Malpica, op. cit., p. 158.

63
JAIME TORRES SÁNCHEZ

de Caracas– por aplicación de calor a una serie de calderas, en la llamada 'Casa 64


de Pailas', y por decantación de las mieles no cristalizables en la 'Casa de Purga'
(ver Figura Nº 3).
Al igual que en Nueva España, en Tierra Firme se cortaba y molía caña
durante todo el año, aunque desde noviembre a marzo, meses sin lluvia, se obte-
nía un mejor rendimiento en sacarosa 66. El molino para prensar y exprimir la
caña se componía de tres cilindros de hierro, movidos por agua o por animales
(ver Figura Nº 4), y debía rendir jugo para obtener 360 libras de azúcar en bruto
por hora en el molino de agua y la mitad en el otro 67. Es probable, sin embargo,
que los rodillos o cilindros a los que se refiere sólo estuvieran recubiertos de
hierro, como sucedía a mediados de siglo en la hacienda jesuítica de Guatire,
cuyo trapiche tenía 'mazas' de maderas duras forradas con planchas de hierro.
Lo notable es que tales forros de hierro sólo se introdujeron en Cuba después
de 1780 68 y en el ingenio de Cortés en Nueva España los rodillos de madera sólo
se recubrían con placas de cobre aunque, “es posible que también hayan sido de
bronce, pero nunca de hierro fundido” 69. En todo caso, en algunas regiones de
la Provincia de Caracas se empleaba el cobre preferentemente en la construcción
de fondos o calderas. En 1760, un observador no mencionaba otra utilización
del producto de las minas del valle de Duaca, por parte de los vecinos de El
Tocuyo y Barquisimeto. Estos se proveían de cobre para los fondos de los trapi-
ches unidades agrarias, “que son las haciendas de sus habitadores” 70.
La utilización de la energía del agua, al parecer, era corriente en los inge-
nios grandes a fines del siglo (ver Figura Nº 5) y su diseño fue mejorado, bajo la
influencia de los inmigrantes de las Antillas después de 1791 71, pero durante
la mayor parte del período colonial no hubo mayores adelantos en la tecnología
de molienda. Hacia 1852, en cambio, en la hacienda de 'La Trinidad' que había
pertenecido al general Páez, “hacienda la más grande y rica de las de azúcar
de la República”, la energía para la molienda era proporcionada por “una
máquina de vapor de 12 caballos de fuerza, que costó colocar allí entre diez
y once mil pesos” 72. En el mismo año, sin embargo, la hacienda 'Mocundo'
que era la segunda en importancia después de la mencionada, empleaba energía

66 Depons, op. cit., II, p. 57.


67 Ibid., p. 58.
68 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 159.
69 Barrett, op. cit., p. 122.
70 Cisneros, op. cit., p. 80.
71 Depons, op. cit., II, p. 59.
72 Lisboa, op. cit., p. 197.

64
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

hidráulica, y en épocas de sequía, bueyes 73, tipo de combinación que también 65


se empleó en Guatire, a fines del período jesuítico. Este mismo observador
–un diplomático de Brasil– señalaba la existencia en Venezuela de “todas
las mejoras que entre nosotros se conocen, como moliendas horizontales” 74.
Se trataba probablemente del molino con 'mazas' horizontales fabricado en serie
en EEUU e Inglaterra, y que totalmente fabricado de hierro a partir del primer
decenio del XIX, podía adaptarse a cualquier tipo de energía 75.

Figura N° 3. Vista de las distintas áreas de un trapiche.

De 1784 data una descripción general sobre el tratamiento del jugo obte-
nido de la molienda que podría reflejar las prácticas y la tecnología en uso
en toda Tierra Firme, aun cuando está referida, a título normativo, para Nueva
Andalucía y podría haber sido recogida de los usos de La Española:

73 Ibid., p. 198.
74 Ibid., p. 201.
75 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 159.

65
JAIME TORRES SÁNCHEZ

66

Figura N° 4. Descripción de un molino de caña.

“Pasa del trapiche el guarapo por un canal que se construye de madera, hasta
caer en una canoa suficiente a llenar la paila mayor suponiendo que de éstas ha
de haber cuatro de mayor a menor. Se mantiene en la grande hasta espumarlo pa-
ra lo que se le echa cal suficiente hasta lograr la limpieza del guarapo, que se
conocerá cuando haya dejado de arrojar una espuma negra y gruesa. Luego se
traspone en la segunda que se llama limpia en un cajón que se fabrica de palos
embutidos en dos tablas de un lado y otro, echando encima un paño de coleta
para recibir las heces que despide el guarapo. En esta segunda paila, hasta que
llegue a un punto casi de melado y se muda en las dos restantes y en la más

66
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

67

Figura N° 5. Molino de caña hidráulico.

pequeña de todas se traspone el melado, que acaba de limpiarse con lejía de


ceniza fuerte que se saca del cacao, simarrón, jobos, yagrumos, vidrios marinos,
guácima, yerba bellaca y otros semejantes palos. Esta lejía se destila en unas
botijas agujereadas por el fondo, y se hecha la cantidad de una taza o menos
dentro de la paila, cuidando de sacar toda la basura que arroja el melado. Una
vez limpio se le da el cocimiento hasta el punto de sacarlo, y la seña será que
tomando un poco de melado con el dedo índice y después con el pulgar se aplica
al otro y si forma una hebra de muchos hilos que entonces está cocido hasta
que continuando las experiencias se rompe y queda dividido. Y entonces lo sacan
y tras poner en una canoa dando lugar a que se enfríe para pasarlo a las hormas,

67
JAIME TORRES SÁNCHEZ

y batiéndolo hasta aquel caso con una pala suavemente y con poca fuerza para 68
que tome fuerza y forme grano” 76.

Del ‘trapiche’ donde se molía la caña, pasaba el zumo o ‘guarapo’ por una
‘canal’ fija de madera, por donde escurría al lugar donde se le procesaba por
cocción en la denominada 'casa de pailas'. En ella estaban las hornallas y las
cuatro pailas o fondos, de las que la más grande se llamaba 'paila mayor' y la
siguiente en tamaño y orden de cocción, la 'limpia'. En la primera se le añadía
cal al guarapo y en la segunda, después de otro tiempo de cocción, se filtraba
con un paño. Así como el zumo de la caña se trasladaba de la canal a la primera
paila en una 'canoa', o depósito móvil de madera, también, seguramente, se
trasladaba en canoa de la segunda paila a las dos restantes. En éstas, el guarapo
se convertía en 'melado', que en el último fondo, el más pequeño, se limpiaba de
impurezas por medio de lejía de 'ceniza fuerte'. Allí se le daba la última cocción
y se le trasladaba a otra canoa, batiéndolo, para el enfriamiento y trasvase a los
depósitos de arcilla u 'hormas'.
Es probable que este procedimiento fuera usual durante el siglo XVIII
hasta fines de la década de los ochenta en la Provincia de Caracas, con algunos
cambios según fueran 'trapiches' o 'ingenios', y de acuerdo a las cantidades de
guarapo que se procesaban. El uso del lienzo para filtrar el melado en la segunda
paila, podría haber sido funcional sólo para manejar cantidades de guarapo
en trapiches artesanales, pequeños, pero no en aquéllos que tenían dimensiones
manufactureras. Y la utilización de la cal es posible que haya sido una inno-
vación tardía y aplicada sólo en Nueva Andalucía, después que ésta recibiera
aportes técnicos procedentes de las Antillas al establecerse emigrantes de esa
región 77. De acuerdo a Humboldt, “para lixiviar el zumo de la caña en la Pro-
vincia de Caracas, usan en vez de la cal el subcarbonato de sosa. Dan prefe-
rencia a las cenizas del 'Bucare' que es la Erythrina Corallodendrom” 78. Y
Depons, a su vez, señaló que “la lejía empleada por ellos se compone en su
mayor parte de cenizas” 79. Y a continuación añadió que ello era la causa de
que el azúcar no tuviera la blancura y el grado de cristalización que tenía en
las colonias francesas.

76 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, fs. 527-527 v.
77 J. J. Dauxion-Lavaysse, Viaje a las islas de Trinidad, Tobago, Margarita y a diversas partes de Vene-
zuela en la América Meridional, Caracas, Universidad Central, 1967, p. 245 y comentarios al Cuadro Nº 11.
78 Humboldt, op. cit., III, p. 104.
79 Depons, op. cit., II, p. 70.

68
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

En la última fuente citada, la descripción de este proceso seguía las pautas 69


que existían en las colonias francesas donde las pailas eran cinco, a diferencia de
la Nueva Andalucía y de la Provincia de Caracas que sólo utilizaban cuatro cal-
deras. El guarapo salía del trapiche y antes de entrar a la primera caldera, o 'ta-
cha', el mismo nombre que tenía en Tierra Firme, se almacenaba en un estanque.
Colocadas las pailas en fila, descansaban sobre una base de piedra, en la que es-
taba construido el horno “que se prolonga en cañón y cuya boca queda justa-
mente debajo de la batería mientras el humo se escapa por una chimenea al lado
de la paila mayor” 80. Se trataba del denominado 'tren francés', o 'reverbero', con
un solo horno largo que desembocaba en una chimenea, con siete pailas, y que
economizaba energía al utilizar el bagazo de caña como combustible 81.
En cambio, en Tierra Firme “sólo se emplea leña” 82, de lo que podría
deducirse que el tipo de horno predominante era el tradicional, o 'tren español'
(ver Figura Nº 6), en el que cada caldera era alimentada por un fuego indivi-
dual 83. Era el sistema que se empleaba en la hacienda jesuítica de Guatire,
en el que los hornos estaban construidos sobre una base de 'adobe'. En Nueva
Andalucía, precisamente, se consideraba el 'tren francés' como una innovación
muy reciente: “La fábrica de la hornalla, para cocinar el azúcar es una inven-
ción de mucha utilidad y economía en los Ingenios, muy en uso en la Isla
Española, y que empieza a seguirse en esta Provincia; es un cajón de cal y
canto que tiene cuatro agujeros y en el fin una chimenea como se figura” 84.
Sin embargo, pese a las observaciones anteriores, hacia 1740 un viajero
que antes de llegar al río Tocuyo pernoctó en la hacienda de la Palma, señaló
que ésta “tiene unas bellas casas bajas de teja con anchos corredores y buenas
oficinas para moler la caña” y que “aquí ví los primeros hornos de reverbe-
ración para la labor de los azúcares de que no hay noticia en el Perú y Nueva
España donde serían muy útiles porque por falta de leña se dejan de aprovechar
muchos terrenos apropiados a este plantío” 85. Más allá de la similitud en la
designación del tipo de hornos, resulta clara la alusión a la utilización de un
combustible distinto al tradicional de leña, que sólo podía ser el bagazo, el

80 Ibid., II, ps. 58-59.


81 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 161.
82 Depons, op. cit., II, p. 60.
83 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 161.
84 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, fs. 528 v.-529.
85 “Viaje muy puntual y curioso que hace por tierra don Miguel de Santiesteban desde Lima hasta
Caracas en 1740 y 1741” en Arellano M., op. cit., p. 159.

69
JAIME TORRES SÁNCHEZ

70

Figura N° 6. Tren español de cocción.

desecho de la trituración de las cañas. La observación de este viajero es impor-


tante porque verifica la existencia del 'tren francés' y la utilización del bagazo
en la Provincia de Caracas ya en la primera mitad del siglo XVIII.
En la última fase de cocción, según las recomendaciones de Luis de Chávez
y Mendoza, pueden advertirse las diferencias entre el proceso español y el
francés descritas por Depons. Para éste, la masa cocida pasaba del último cal-
dero del 'tren' o 'batería' a una paila anexa, sin fuego, en la que se removía el
líquido “para que el grano se reparta uniformemente” 86. Y de allí se trasvasaba
a otra más distante, cuya función era permitir una detección de la calidad del
azúcar que iba a formarse, pasándolo después a hormas de arcilla en donde se
desarrollaba, por medio de la operación de “batir el azúcar” o remover de la
masa por medio de una larga cuchara, una cristalización uniforme 87. Aunque
no lo dice, es probable que un déficit de cocción en la última paila suscitara

86 Depons, op. cit., p. 65.


87 Ibid., ps. 66-67.

70
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

una nueva aplicación de fuego. En cambio, para Chávez y Mendoza, después 71


de la cuarta paila del 'tren', se pasaba a un recipiente de madera, 'canoa', sólo
para enfriar la masa y poder depositarla en las hormas, aunque también
batiéndola. En la hacienda jesuítica de Guatire, estas distintas etapas y tareas
eran las mismas, aunque en la enumeración de las pailas se advierte que al
igual que en los trapiches cubanos, había una paila especial, la 'tacha', en la
que el melado antes de ser batido en una canoa era cocido hasta alcanzar el
punto crítico que permitía una mejor cristalización del azúcar.
En el documento de 1784 se advierte con claridad el proceso de limpieza de
los jugos, evaporación del agua, cocción de la meladura y, finalmente, el de la
separación de los cristales de azúcar. El observador resume las fases de esa pri-
mera etapa de cocción y describe los rasgos de la siguiente, denominada 'purga':

“Hecho cargo el fabricante de azúcar del modo de graduar el zumo de la


caña haciendo evaporar en la primera caldera las partes acuosas y cambiándolo
en melado en el segundo fondo. Y últimamente dándole consistencia de azúcar
en el tercero y cuarto, en que a fuerza de preparaciones se descarga de ciertos
aceites más o menos difíciles de desligarse, en cuya virtud descrasado [sic]
el azúcar y formado el grano de las materias sobrantes para melado... que no se
despegaron en la purificadera para lo que se mete segunda vez en los moldes” 88.

Lo que era 'guarapo', se convertía en la segunda caldera en 'melado' que


despojado de impurezas era sometido al tratamiento con los álcalis en uso en
la tercera y cuarta, permitiendo la cristalización del azúcar. Batida y enfriada
la masa en la canoa final, se vertía a los moldes de arcilla. A continuación,

“se deja en la horma cubierta por debajo con un poco de gavazo (sic) e
introduce una estaca por el centro del pilón de suerte que no llegue a la parte
superior con la distancia de dos dedos, a efecto de que después que se saque
la estaca destile por aquel conducto el melado grueso, que lo recibirá un barril...
Luego que se quiere blanquear se le quita aquella vasija, que ha recibido el
primer melado de pulgar y se le pone otra limpia en su lugar para que recoja
el segundo de que también se hace azúcar, pero de menos peso y peor calidad
que el primero” 89.

88 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 529.
89 Ibid., f. 528.

71
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Este proceso duraba en Cuba unos 10 o 15 días, al cabo de los cuales 72


el azúcar cristalizada quedaba en el interior de las hormas 90. Después se
colocaba en la boca de la horma, en directo contacto con la masa, un barro
o arcilla acuosa. Por eso, el autor señala que se

“cubre su abertura de cal, greda o marga y con esta operación el agua que
embebe la tierra penetra con la vehemencia de la cal y acritud de la sal todos
los granos de azúcar, y se lleva tras de sí las materias crasas y destilándose por
los agujeros de los moldes da un melado inferior... Y últimamente vaciando los
moldes y colando el azúcar en un soberado cuya boca se cierra con un horno...
para que su calor suave, lento y sostenido haga evaporar la humedad... pilado
y puesto en barricas por un orden sucesivo se extrae y recibe” 91.

Aquí terminaba el proceso de purgado, según el procedimiento descrito


por Chávez y Mendoza. Para Depons se colocaba por dos veces este barro,
o acción de “refrescar” como la denominó, por dos veces y se dejaba escurrir
durante doce días más, antes de llevar las hormas a los secaderos 92 (ver Figura
Nº 7). En Cuba, a fines del siglo XVIII, también se aplicaba barro dos veces,
durando el procedimiento de 30 a 45 días, período que se acortó a partir de
1850, hasta quedar entre 12 y 20 días 93.
La diferencia en el proceso de purgado era la causa de la mala calidad del
producto español en relación al azúcar de las colonias francesas, para Depons.
En Tierra Firme, la aplicación de la arcilla “mal repartida, no le permite al agua
filtrarse lentamente, sino que, al contrario, la deja escaparse con demasiada
rapidez, de modo que arrastra consigo una buena cantidad de azúcar. El lugar
donde se efectúa... no tiene el aseo que se le ve en las haciendas francesas. Más
bien parece una cloaca... No hacen uso de canaris [o grandes jarras de cuello
angosto], colocan las hormas en una especie de banco de cuatro pies de altura.
Cada línea de hormas va goteando la melaza sobre un canal de madera, que
la conduce a un depósito donde dan todas las canales. Se me ha dicho que
así se evita el gasto de los c a n a r i s y el de transportar la melaza al depósito
general... no conozco hacendado que vuelva a cocer ni siquiera el guarapo”.
Tal era la instalación de purgado existente en la hacienda jesuítica de Guatire

90 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 151.


91 AGI, Caracas 158, doc. cit., Luis de Chávez y Mendoza, 1784, f. 529.
92 Depons, op. cit., II, p. 69.
93 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 151.

72
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

73

Figura N° 7. Bohío utilizado como secadero.

pues la documentación menciona expresamente los 'bancos', con el nombre


de los ‘tendales’, y las canales de escurrimiento de los residuos. No se sabe
en qué medida la caracterización de desaseo de estas instalaciones en Tierra
Firme podría también corresponderles. Con todo, el secado era ineficiente, pues
colocados los pilones de azúcar sobre mesas en una habitación con el techo
corredizo, los sometían a los rayos del sol sin que cerraran el techo en la noche.
Y con ello, al no mantener una temperatura estable, “ha de destruir el grano
del azúcar e impedirle adquirir la consistencia necesaria para que dure” 94.
El problema del secado, sin embargo, estaba justificado económicamente,
pues “para el hacendado de Tierra Firme es inútil y perjudicial extraerle al
azúcar la humedad, que la aumenta de peso y volumen” 95. Ello, unido al proce-
dimiento de disminuir el peso del papelón, seguramente permitió a los estable-
cimientos cercanos a Caracas, una ventaja diferencial en los beneficios.
En resumen, a mediados del siglo XVIII, la historia de los cultivos del
cacao y de la caña tenían ya una larga tradición en la Provincia de Caracas que
se remontaba, por lo menos, a comienzos del siglo anterior. Hasta la octava
década del siglo, sin embargo, las tecnologías prácticas de estos cultivos no

94 Depons, op. cit., II, ps. 70-71.


95 Ibid., II, p. 71.

73
JAIME TORRES SÁNCHEZ

experimentaron modificaciones sustanciales y generalizadas. Y, en ambos casos, 74


la productividad puede asociarse a la fertilidad de las tierras en donde se cul-
tivaban y a la competencia de la mano de obra esclava 96. En el caso del azúcar,
el proceso de transformación de la caña parece haber seguido la experiencia de
las posesiones españolas de las Antillas, advirtiéndose la influencia de la cultura
tecnológica de las plantaciones azucareras de las Antillas no españolas sólo a
fines del siglo XVIII, aunque sin resultados decisivos. Sin embargo, para la
década del cuarenta hay información puntual respecto a la utilización de dos
innovaciones no conocidas hasta ahora en la Provincia de Caracas, en las téc-
nicas de molienda y de cocción. La utilización de revestimiento de hierro en los
rodillos o mazas del trapiche jesuítico de Guatire y la utilización del 'tren fran-
cés', u horno de reverbero, con el bagazo como combustible. Cambios tecnológi-
cos más importantes se presentarán después de 1810, pero éstos nada indican
respecto a modificaciones en profundidad del contexto global del cultivo.

96 El examen de tal competencia puede realizarse con independencia de los niveles de exigencia del
trabajo. Respecto a esta última, una hipótesis puede ser sugerida como resultado del examen de las tecnologías.
El decisivo carácter transformacional de la cañicultura pudo haber inducido un mayor control del saber
técnico por los organizadores de la actividad. La economía del cacao sólo requería una adecuación del
producto al transporte de larga distancia y a los requerimientos de calidad de los granos, en tanto insumos,
en el mercado. Tal vez, la exigencia de calidad del trabajo esclavo en este último cultivo podría asociarse
a condiciones de trabajo más benignas. El que los datos sobre esclavos enfermos sean superiores, sin embargo,
en la hacienda de cacao de Tacarigua a los de la hacienda de caña de Guatire, no invalida la hipótesis a
un nivel más general, por la distinta significación de estas dos empresas en la economía global del Colegio
de Caracas. Debo al doctor don Luis Navarro G. la observación respecto a la posibilidad comparativa de
estas exigencias en el trabajo del cacao y de la caña.

74
Segunda Parte

La Hacienda y Trapiche
“Nuestra Señora de la Guía”
del Valle de Guatire
(1753-1772)
77

La hacienda y trapiche de 'Nuestra Señora de la Guía', “que dista del


Pueblo de Guarenas como tres leguas”, es decir, unos 16,7 kilómetros, estaba
ubicada en el valle de Guatire 1. Junto al río del mismo nombre, poseía una gran
extensión de tierra en su mayor parte montuosa, aunque rica en recursos
forestales. Había sido donada por don José Martínez de Porras, administrador
de los bienes para la fundación del Colegio de Caracas. Se desconoce la fecha
de esta donación, aunque en 1750 el donante se presentó como heredero, en una
cuarta parte, de la hacienda de su padre don Lucas Martínez de Porras, con
motivo de la petición de un auto de amparo sobre sus tierras 2.
Al parecer, la hacienda pasó a formar parte de hecho de los bienes de
la fundación del colegio antes de la muerte del donante, pues en una carta de
1748 éste manifestaba al padre Provincial Pedro Sabro que, como administrador
de los bienes, había elaborado un inventario por 15.000 pesos, los que con
2.000 más “que saldrán de algunas alhajas y del usufructo de un año tenemos
cumplido el testamento y nos queda libre el trapiche”. Por ello, reiteraba el
envío de unos informes al padre General para obtener la licencia de fundación,
añadiendo: “Todos los días que perdiéremos en lograr el informe perdemos
el usufructo del trapiche” 3. Se desprendería del texto que el usufructo real no
estaba operando en ese año de 1748 y que existía alguna disposición testamen-
taria por la que se condicionaba el usufructo legal del trapiche por la Compañía,
a la concesión de una licencia de fundación. Pero, en la práctica se contaba

1 AHN, Clero 126/33, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 17 de mayo de 1768, f. 2.


2 AHN, Clero 126/33, Representación del canónigo don José Martínez de Porras al señor teniente
de gobernador pidiendo un auto de amparo, Caracas, 29 de mayo de 1750, fs. 93 v.-95.
3 AHN, Clero 128/15, Carta de don José Martínez de Porras al reverendo padre Provincial don Pedro
Sabro, Caracas, 25 de septiembre de 1748, fs. 37-37 v.

77
JAIME TORRES SÁNCHEZ

con la hacienda como parte de los bienes de éste, aunque no estuviera legalizado. 78
Por eso, en el recuento de capital disponible de 1750, que alcanzaba 98.858
pesos y tres reales, sólo se mencionaron los valores de las haciendas de cacao
de los valles del Tuy y de Caucagua 4.
En 1752 se concedió la licencia real para la fundación del Colegio de
Caracas 5 y el acto de transferencia se realizó el 24 de octubre de 1753, en que
se le hizo entrega al padre Jaime Torres “de la hacienda de trapiche que está
legada con todas sus tierras, esclavos y aperos de su beneficio” 6. Al parecer,
la hacienda tenía una situación económica sana, pues sólo tenía un gravamen
o censo y tributo redimible de 200 pesos, que José Martínez de Porras había
reconocido sobre la cuarta parte de la hacienda en 1738 7.

4 AHN, Clero 128/15, Extracto general de todas las cantidades que hay destinadas a la fundación
del colegio de la Compañía de Jesús que se pretende fundar en esta ciudad de Caracas, Caracas, 26 de
noviembre de 1750, fs. 30-31 v.
5 AHN, Clero 128/15, Real Cédula dirigida al gobernador y capitán general de la Provincia de
Venezuela, Buen Retiro, 20 de diciembre de 1752, fs. 48-50.
6 AHN, Clero 128/15, Acta notarial de entrega, Caracas, 24 de octubre de 1753, f. 64 v.
7 AHN, Clero 126/34, Escritura pública de 29 de noviembre de 1738, fs. 322 v.-324.

78
79

Capítulo I
Desarrollo de la hacienda:
cambio económico y conflictos

La referencia más temprana de que se dispone acerca de su localización,


es la del deslinde de 1750: “una hacienda de trapiche en el valle de Guatire,
que linda por la parte del norte con la serranía del mar, que llaman común-
mente Cerro de Avila, por la parte del sur con el camino real de Cumaná,
por la del oriente con el río, que llaman de Guatire, y por la del poniente son
linderos las vertientes que vienen a dicho río entre los dos linderos nombrados
del norte a sur. Asimismo de la otra banda del río de Guatire es lindero, y
coge dicha posesión el cerro que llaman del Santo Cristo, y todas las tierras
de labores que hay desde el pié de dicho cerro, corriendo para abajo de dicho
río de Guatire hasta una quebrada que llaman del Guarataro, o Cotoperis.” 8
Se trataba de tierras agrícolas fértiles, de pendientes y planicies junto al río
Guatire ubicadas en la parte superior y media de éste. Relativamente cercana
a Caracas, la hacienda distaban de ésta unas diez o doce leguas y disponía de
una vasta área boscosa, rica en madera pero de difícil acceso (Ver Mapa N° 3).
Los resultados del deslinde probablemente se reflejaron con mayor
precisión en los límites meridional y occidental, pues en el inventario de 1753,
realizado a la muerte del donante, ya obispo electo de Puerto Rico, se especifi-
caba “por el sur el camino real de Cumaná hasta la Hoyada del Mamón...
y por el poniente es lindero una cruz que se halla en el cerrito que llaman
de Buena Vista cuyos brazos miran el uno cortando en derechura a las
cabeceras de dicho río de Guatire y el otro cortando también en derechura
8 AHN, Clero 126/33, doc. cit., Caracas, 29 de mayo de 1750, fs. 93 v.-94.

79
JAIME TORRES SÁNCHEZ

80

Mapa N° 3. Ubicación de la hacienda 'Nuestra Señora de La Guía', valle de Guatire.

al paso que llaman de Caucagua y asientos viejos llamados la Cabrera”.


Asimismo, se señalaba al otro borde del río Guatire “cortando para abajo
hasta la quebrada... del Guarataro... con sus dos potreros y su acequia corriente
para el beneficio de la caña” 9.

9 AHN, Clero 128/15, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 19 de octubre de 1753, f. 55.

80
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

1.– EVOLUCIÓN DEL CULTIVO: 1753-1772 81

En el inventario de 1753, realizado para el traspaso de la hacienda a la


Compañía, no se proporcionó información respecto a la superficie total ocupada,
aunque sí se conoce la extensión del área cultivada de caña. Esta tenía 450.190
varas cuadradas, con 38 'tablones' sembrados de caña de azúcar que ocupaban
una superficie, en unidades de medida modernas, de unas 31,46 hectáreas, en
las que un tablón tenía 8.278,9 metros cuadrados de promedio 10. Esto equivalía
a unas 11.847,1 varas cuadradas, cifra que se acerca a las 10.000 señaladas por
Depons como tamaño medio de un tablón en Tierra Firme, según ya se ha
señalado anteriormente.
Los peritos proporcionaron información aproximada sobre la antigüedad
de utilización del terreno, el número de cortes por planta, la edad de la caña
–probablemente a partir del último corte– el nombre del tablón y algunas indica-
ciones que hacen posible calcular la superficie de cada uno de ellos, cuando
no efectuaron la medición de la superficie. El examen del número de cortes
permite advertir que era usual llegar hasta ocho, a partir de los cuales se procedía
a la resiembra. Esto indica que las tierras de Guatire eran excepcionalmente
feraces para el cultivo, si se tiene presente que Depons estimaba que las “buenas
tierras” admitían hasta seis cortes. Por ello, se puede presumir que la duración
de las plantas podía alcanzar ocho años, al cabo de los cuales se las resembraba.
En general, los datos sugieren la posibilidad de que estaba aumentando la
superficie cultivada de la hacienda, en el momento en que pasó a formar parte
efectiva de los bienes del colegio. El Cuadro siguiente permite tal conclusión.

CUADRO Nº 15. Cultivo de caña de azúcar según tipo de tierra sembrada.


Hacienda de Guatire (1753).

Tablones
Tipo de tierra
Nº % Hectáreas %
Tierra nueva * 5 13,2 6,2 19,7
Tierra no nueva 33 86,8 25,25 80,3
Total 38 100,0 31,45 100,0
Fuente: Tabla I.
* Corresponden a los números 28, 30, 31, 37 y 38.

10 Ver Tabla III del Apéndice.

81
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Aunque eran escasos los tablones cultivados en tierras recién abiertas, 82


“en tierra nueva”, según el inventario, su superficie era considerable, casi la
quinta parte del total. Ello significaba que la superficie de tierra disponible
para plantar caña había aumentado en un 20 % en los últimos años. Al mismo
tiempo, el tamaño medio de los tablones tendía a ser mayor. La producción
para molienda, por tanto, se hallaba en expansión y la hacienda estaba aumen-
tando su producción final.
El examen del crecimiento de las plantaciones de caña y de su calidad
permite otras apreciaciones. Al considerar el desarrollo de las plantas en los
tablones que estaban en 'tierra nueva' del Cuadro Nº 16, se deduce que algunas
podían tener hasta tres años de antigüedad. El análisis muestra que más del
60 % de la superficie cultivada tenía plantas en producción, aunque sólo el
28 % merecía la categoría de “buena”. El escaso porcentaje de cañaverales
viejos reafirma la conclusión de que la hacienda estaba en proceso de creci-
miento desde hacía poco tiempo.

CUADRO Nº 16. Hectáreas de caña cultivada según etapa de crecimiento


y calidad. Hacienda de Guatire (1753).
Calidad
Etapa
Buena Regular Desconocida Total %
Madura 8,04 2,7 8,83 19,57 63,9
No madura — — 8,41 8,41 27,5
Vieja 0,55 2,10 — 2,65 8,6
Total 8,59 4,8 17,24 30,63 100,0
(28,0%) (15,7%) (56,3%) (100,0)
Fuente: Tabla I.
'Madura': se consideran aquéllas que están 'en producción'. Dentro de la categoría están las
plantas que podrían estar disponibles para ser procesadas. 'Vieja': se consideran a los Nº 17,
19, 25, 29. Había 0,83 ha de tierra que estaban en preparación para el cultivo, pues se estaban
arando. 'No madura': con 11 meses o menos.

Los tablones con cultivos 'maduros' pueden ser analizados en términos


de la calidad de las plantas. Sólo ocho hectáreas de caña de las 19 en plena pro-
ducción, eran consideradas de buena calidad por los peritos. En tierras de tal
calidad que permitiera hasta ocho cortes es probable que la escasa cantidad de

82
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

plantas buenas se compensara con la alta productividad de las mismas. Si ello 83


fue así, esa fue efectivamente la proporción de caña, que procesada y vendida
como azúcar y papelón, generó el grueso de los ingresos anuales. De acuerdo
a los parámetros proporcionados por Codazzi, examinados anteriormente, si
una hectárea podía rendir 4.919 kilogramos de papelón, equivalentes a 445,5
pesos 11, las ocho hectáreas de caña madura y buena generaban casi la totalidad
del ingreso anual de 4.000 pesos que tuvo la hacienda en 1752, según un censo
de trapiches 12.
Para el año 1753 no se dispone de información respecto a la superficie
total de la hacienda. Como no existen evidencias de que hubieran cambiado
los límites hasta 1772, la mensura de este último año permite una visión apro-
ximada del tamaño que tenía cuando fue traspasada a la Compañía. Tenía 40,39
hectáreas cuadradas de “tierra útil de labor con suficiente riego” y 24,64 ha
de “tierras de labor... debajo de riego ...[pero]... no se pueden regar, por no
traer el río agua suficiente”. Esta situación del río correspondía, obviamente,
a 1772. Pero, hacia 1753, probablemente la situación era distinta pues hay
evidencias, como se verá, de que los problemas de riego se suscitaron posterior-
mente a consecuencia de la expansión del cultivo bajo la administración jesuí-
tica. Lo que quiere decir que éstos disponían de 33,6 hectáreas cuadradas para
ampliar los cultivos de caña, adicionales a la superficie total de tablones del
Cuadro Nº 15.
El resto eran potreros “en las tierras altas que no están bajo de riego” y
“las tierras altas de cortar leña para el servicio y gastos del trapiche con algu-
nos entre llanos, o vegas altas” 13. De estas últimas el agrimensor dejó cons-
tancia de que, “aunque en algunas entrevegas se pudiera introducir riego para
su cultivo, es inútil por no traer el río de este valle de Guatire caudal suficiente
de aguas para regarlas” 14. Por consiguiente, había 65,03 hectáreas de tierras
medidas y susceptibles de cultivo y una porción no determinada de bosques

11 Una fanegada generaba un producto de 900 pesos (ver Codazzi, op. cit., I, p. 180) y no parece
probable una variación al alza de larga duración en los precios de los productos básicos desde la primera
mitad del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XIX. En otros términos, los niveles de precios en
el largo plazo de los productos básicos permanecieron estables, al igual que los salarios.
12 AGI, Caracas 368, Relación de las haciendas de trapiche de la Provincia de Venezuela, Caracas,
25 de abril de 1752, s. f.
13 AHN, Clero 126/33, Avalúo de la hacienda y trapiche de Guatire, Caracas, 24 de julio de 1772,
fs. 201-201 v.
14 AHN, Clero 126/33, doc. cit., Guatire, 18 de julio de 1772, f. 157 v.

83
JAIME TORRES SÁNCHEZ

y potreros que proporcionaban materias primas –maderas de construcción, 84


combustible, pastos, etc.– para el trabajo del trapiche.
Un análisis global del inventario y del avalúo de 1772 permite una primera
comparación de los caracteres económicos que se han advertido hacia 1753.
Ambos inventarios proporcionan información respecto al número de tablones,
a la superficie mensurada de cada uno, al estado y la edad de la caña, junto
al valor de la mayor parte de los tablones 15.

CUADRO Nº 17. Hectáreas de caña cultivada según etapa de crecimiento


y calidad. Hacienda de Guatire (1772).

Calidad
Etapas Buena Regular Total
Ha % Ha % Ha %
Madura 4,86 (85,9) 0,80 (14,1) 5,66 18,5
No madura 20,34 (81,4) 4,64 (18,6) 24,98 81,5
Total 25,20 5,44 30,64
82,3 17,7 100,0
Fuente: Tabla III.

'Madura': tablones con caña de 12 o más meses. 'No maduro': con 11 meses o menos. 'Bueno':
“sin falla”. 'Regular': “fallo”.

La mayor parte de la superficie cultivada no tenía caña madura, lo que


indicaba resiembras recientes y esa superficie era casi igual a la de 1753. Sin
embargo, llama la atención que siendo escasa la superficie de plantíos maduros,
era en su mayor parte de caña de buena calidad. A su vez, los cultivos de este
tipo eran más del 80 % de la superficie total y la caña “con fallas” era escasa.
Por tanto, era pequeña la superficie cultivada en producción, aunque la mayor
parte de la caña tenía buena calidad. Esto contrasta con la situación de 1753
en que la mayor parte de la superficie cultivada estaba en producción y con poca
caña buena. Aunque no se tiene constancia documental, ello pudo ser resultado

15 AHN, Clero 126/33, doc. cit., Guatire, 7 de julio de 1772, fs. 147 v.-156 v., AHN, Clero 126/33,
doc. cit., Guatire, 24 de julio de 1772, fs. 198 v.-201.

84
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

de un mejor manejo agronómico, con posibilidades de mayor rendimiento, en 85


el período comprendido entre 1753 y 1772.
Es posible un análisis más rico si se comparan las dos situaciones descritas,
junto con algunas condiciones de la mano de obra esclava.

CUADRO Nº 18. Comparación de inventarios de los años de 1753 y 1772.


Hacienda de Guatire.

1753 1772
Concepto
Nº % Nº %
Caña (ha)
1.– Cultivada 30,63 100,0 30,64 100,0
2.– Buena 8,59 28,0 25,20 82,3
3.– En producción 19,57 63,9 5,66 18,5
Esclavos
4.– Total 48 100,0 103 100,0
5.– En edad productiva 32 66,7 55 53,4
Fuente: Cuadros Nº 16, Nº 17 y Nº 27.

Las tres primeras variables del cuadro permiten visualizar con mayor
claridad las apreciaciones anteriores. En primer lugar, se advierte que no varió la
superficie cultivada entre las dos fechas. Sin embargo, en 1772 se presenta un
aumento sustancial de la superficie de caña buena y una disminución de la
superficie de caña 'En producción', o madura. Es posible que el total de tierra
cultivada de caña en 1772 fuera casi al máximo de tierra laborable de la ha-
cienda, ya que el total del área irrigada sin dificultades era de unas 40 hectáreas,
correspondiendo la diferencia a los cultivos de productos alimenticios.
La disminución notable de la caña 'En producción' indica que buena parte
del cultivo había sido hecho recientemente, pues apenas seis hectáreas tenían
más de un año de antigüedad. Como en 1767 la hacienda fue expropiada a la
Compañía de Jesús, no cabe duda de que este cambio provocó una disminución
de la superficie cultivada. Pero es poco probable que una disminución de esa
magnitud haya sido solamente resultado del cambio de administración. Si las
5,66 hectáreas de caña 'En producción' en 1772, correspondieron a la superficie

85
JAIME TORRES SÁNCHEZ

total cultivada entre 1768 y 1771, es muy poco razonable suponer que los efectos 86
del cambio administrativo se hayan prolongado durante cinco años.
El número total de esclavos aumentó en 115 % en los veinte años y el
grupo en edad laboral comprendido entre 16 y 50 años, en 75 %. Aunque este
incremento del número de esclavos aumentaba también el valor patrimonial
acumulado de la hacienda, no se sabe en qué medida el aumento de la fracción
en edad dependiente pesó sobre los costos de operación. En todo caso, tales
índices pueden ser interpretados como positivos en los valores patrimoniales.
El aumento absoluto de la fracción activa de la población de la hacienda no
indica necesariamente una mejora de la calidad laboral, pues en términos rela-
tivos tal fracción disminuyó respecto a la población total, de un 67 % en el año
inicial a un 54 % en el último. Al mayor número de esclavos correspondía
también un aumento en las grupos económicamente dependientes.
Antes de precisar en qué medida estos rasgos económicos correspondieron
a tendencias reales y de proponer una interpretación histórico económica de
la comparación, es conveniente examinar la información proporcionada por
el inventario de 1767.

CUADRO Nº 19. Hectáreas de caña cultivada según etapa de crecimiento


y calidad. Hacienda de Guatire (1767).
Calidad
Etapa
Buena Regular Mala Desconocida Total
Madura 0,36 0,31 — 0,04 0,71
N/Madura 0,76 3,25 0,05 0,29 4,35
En preparación — — — 0,21 0,21
Total 1,12 3,56 0,05 0,54 5,27
Fuente: Tabla II.

La superficie de caña cultivada en 1767 era equivalente al 17,2 % de la


de 1753, es decir, había descendido en cifras absolutas de 30,63 hectáreas a
sólo 5,27. Se trata de una caída significativa que deja en un segundo plano
la consideración de la estructura de esa superficie cultivada y confirma la
hipótesis que sugerían los datos comparativos del Cuadro Nº 16. En todo
caso, si se examinan las plantaciones maduras, es decir, aquéllas consideradas

86
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

“en sazón” por la documentación y se supone que éstas no habían experimenta- 87


do corte alguno, es posible deducir que tenían poco más de un año de plantadas.
En otras palabras, esto quiere decir que poco antes de julio de 1766, sólo
se plantaron 0,71 hectáreas de cañaverales, reanudándose poco después esta
tarea hasta alcanzar algo más de cuatro hectáreas en junio de 1767, mes en
que se llevó a cabo el inventario.
Del análisis anterior, se desprende que el problema significativo no es
porqué disminuyó la superficie cultivada después de 1767, sino porqué en junio
de ese mismo año, al realizarse la expropiación de la hacienda, la superficie
cultivada ya había disminuido en casi 26 hectáreas, lo que solamente pudo
ocurrir antes de la expropiación. Es probable que tal disminución haya sido
en parte resultado del terremoto del 21 de octubre de 1766, aunque no se sabe
si éste afectó a los terrenos de la hacienda, a través de deslizamientos de tierra
o afectando las edificaciones de trabajo. Al menos una carta del padre Olarte
de fines de 1766, no los menciona: “El día 21 de octubre a las cuatro y media
minutos más o menos de la mañana hubo aquí y experimentamos un terrible
temblor de tierra,... Los templos y conventos por ser fábricas más altas han
padecido mucho... [pero]...ha sido toda la Provincia de Cumaná donde han
sido mayores los estragos en los edificios... Ha brotado agua y cieno en algunos
campos y haciendas de esta Provincia” 16.
Otra posible explicación a la brusca caída de la superficie cultivada y
de la producción se centra en la carencia de agua de riego. El mismo documento
señala este fenómeno, aunque muy brevemente: “No va cacao, porque en esta
cosecha no hemos cogido nada por la gran seca que precedió y se ha perdido
mucha arboleda” 17. Un hacendado, vecino de la hacienda de la Compañía
en Guatire, en 1772 declaró “que le consta ser cierta lo que se refiere de haber
promovido dicho señor [el ex-gobernador don José Solano]... cuanto le pareció
conveniente para la labranza y crianza... de que provino mucha abundancia
de toda especie de víveres del país, a excepción de algunas secas que se han
experimentado, especialmente el año de sesenta y seis, de que naturalmente
resultó atraso a las mieses y plantas de cacao y caña, y de consiguiente algunas
faltas o escasez indispensables en el surtimiento de víveres para la ciudad” 18.

16 AHN, Clero 249/5, doc. 63, Carta del padre Ignacio Olarte al padre Procurador Jaime de Torres,
Caracas, 14 de diciembre de 1766, s. f.
17 Ibidem.
18 AHN, Consejos 20552, Parte primera de la Pieza 4º de la Residencia al ex-gobernador don José
Solano, Caracas, 17 de noviembre de 1772, f. 81 v.

87
JAIME TORRES SÁNCHEZ

No cabe duda, por tanto, que la disminución de la superficie de caña culti- 88


vada se debió a la sequía del año 1766, a los efectos del terremoto y a que
durante el año siguiente la expropiación sólo permitió una pequeña recuperación.
La drástica reducción de la superficie cultivada revelada en el inventario de
1767 permite situar la fecha de recuperación de los cultivos hacia 1771.
Si se consideran finalmente los datos generales disponibles sobre la pobla-
ción esclava en el año 1767, con un total de 93 personas de ambos sexos, se
tiene que las 48 económicamente activas constituían sólo el 51,6 % del total,
cifra aún inferior a la alcanzada en 1772. Esto pone de relieve que también
hubo una caída en las magnitudes del personal más productivo de la hacienda.

2.– CONFLICTOS Y PRODUCCIÓN

Pese a la brusca caída en los niveles de la actividad agrícola y de rendi-


miento global de la mano de obra entre 1766 y 1771, toda la documentación
sugiere, sin embargo, que hasta la fecha de la expropiación de la hacienda,
la actividad económica había experimentado importantes transformaciones.
La conclusión acerca de que la superficie cultivada hacia 1753 y 1772 podría
haber sido la máxima posible, de acuerdo con las magnitudes de tierra disponible
y apta para el cultivo de la caña en la hacienda, permite formular otra hipótesis
respecto al curso de la actividad entre 1753 y 1766. Una vez excluida la adición
de tierra colindante por compra u otro medio, ya que no hay evidencias al
respecto, los aumentos de producción posteriores hasta 1772 fueron resultado
probablemente de un mejor aprovechamiento de la tierra, del agua y de la mano
de obra. Ello quiere decir que tarde o temprano la presión sobre el recurso
más escaso pero estratégico para la producción, el agua, tuvo que suscitar difi-
cultades con los otros usufructuarios del río. Hay evidencias de que ello ocurrió.
Aunque la documentación disponible sobre conflictos de agua ocurridos
antes de 1767 es muy escasa, indica que éstos no fueron el resultado de una si-
tuación coyuntural de sequía. Cuando el marqués del Valle de Santiago,
don Miguel de Berroterán, participó en 1772 en el remate de la propiedad
jesuítica, argumentó:

“porque pretendían hacerse dueños absolutos de las aguas comunes del río,
y de dos ojos, o manantiales de aguas, que naturalmente han vertido y vierten al
cauce, o caja de la acequia de mi fundo mayorazgo, los que libremente ha usado

88
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

aprovechándose del beneficio de sus aguas, como propias y sujetas a servidumbre 89


legítimamente prescripta... [ Y agregaba] ...y siempre que otra cualquier persona
lo ocupe indispensablemente habrá de usar de las mismas hostilidades que usan
aquéllos religiosos, porque como también es notorio su situación está en parte
superior e inmediata al nacimiento de las aguas, y se valdrá de todas las partes,
que componen aquel río, como lo son la quebrada de Perque, la de Anauco y
Guatire; o bien tergiversándolas a otras partes, o descendiéndolas por lugares
más bajos al de la toma de mi acequia, como así lo practicaban los religiosos” 19.

El marqués reiteró la acusación ese mismo año, cuando pidió al gobernador


la consideración de sus proposiciones de compra de la hacienda y trapiche,
señalando que estaba afectada por tres pleitos “que me movieron los religiosos
de la Compañía de Jesús” 20. En una nueva petición para que el remate le favore-
ciera, días después, señaló que “el motivo que más me mueve a hacer semejante
postura, es solicitar el bien de la paz, que nunca se ha podido observar entre
los poseedores de mi mayorazgo y los del fondo ocupado” 21.
Ese mismo mes citó testigos para justificar la existencia de los litigios pre-
guntando si “está pendiente una causa, que contiene el punto de si sea válido, o
no, un instrumento simple de precario, que a instancias del padre Rafael García,
otorgó mi difunto hermano el Marqués del Valle, obligándose a pagar anual-
mente ciertos corporales al Colegio incoado de la Compañía de Jesús”. Y del
mismo modo inquirió que “habiendo habido una intempestiva inundación de
las quebradas y ríos del valle de Guatire, una de dichas quebradas desbarató la
acequia, con que riega dicha hacienda mayorazgada, y sobreviniendo desde
aquel día un fuerte verano, se estaba por esta causa perdiendo la sementera de
caña de ella, y sin moler el ingenio”. Como el problema no se resolvía “sino era
tirando un nivel por cierto terreno, a lo que se opuso dicho padre Rafael fuerte-
mente y sólo condescendió... bajo de ciertas condiciones, y en ellas la más
injusta de que se le concedía el tránsito precariamente y bajo la precisa calidad
de que anualmente había de pagar unos corporales a la sacristía de su colegio,
y en caso de que así no se ejecutase, cesaría del todo dicha concesión

19 AHN, Clero 126/33, doc. cit., Caracas, 13 de julio de 1772, fs. 119-19 v.
20 AHN, Clero 126/33, Petición del marqués del Valle de Santiago al gobernador y capitán general,
Caracas, 31 de agosto de 1772, f. 213.
21 AHN, Clero 126/33, Petición del marqués del Valle de Santiago al gobernador y capitán general,
Caracas, 1 de septiembre de 1772, f. 223 v.

89
JAIME TORRES SÁNCHEZ

precaria” 22. No era aquí la escasez de agua la causante del problema sino que, 90
por el contrario, un exceso de ella. Es posible que tales situaciones fueran rela-
tivamente frecuentes entre propietarios colindantes en valles afectados por
crecidas irregulares de los ríos en toda la región.
Más interés para este análisis tiene otro litigio que fue promovido por
el marqués, que evidencia situaciones no derivadas de alteraciones climáticas,
por “habérseme despojado de su autoridad, y violentamente de dos ojos de
agua, que naturalmente vierte a la caja del río de Guatire, que es la agua que
coge el cauce de mi acequia, por consumirse más arriba la de dicho río”. Y un
tercero “con los mencionados Regulares, por haber extraído éstos las aguas
de la quebrada de Perque que es la más principal de las tres, que componen
el dicho río de Guatire, sobre cuya extracción reclamó todo el vecindario y yo
como principal. damnificado”. Finalmente, solicitaba certificación de “el ha-
berse dado providencia por el tribunal de V. S. para que se tapase otra acequia
que dichos Regulares tenían abierta más de la que les corresponde para tomar
agua del río de Guatire” 23.
En realidad, la certificación del escribano sobre el primer litigio no conte-
nía demasiados elementos favorables a la argumentación del marqués, puesto
que la acequia, que regaba su trapiche, “pasaba por el que dichos padres
tenían... y habiéndose derrumbado, o arruinado un paredón por donde cursaba
fue preciso rodearla por dentro de las sementeras, o labranzas del trapiche
de los jesuítas, para cuyo consentimiento precedió el referido precario” 24.
En cambio, en los otros litigios la Compañía aparecía como la causante
de las dificultades en el aprovechamiento del agua. Probablemente, y en ausen-
cia de documentación más amplia, el punto de vista del Defensor de Tempo-
ralidades era más objetivo al respecto. Este, al emitir un informe respecto a
las fianzas de los postulantes en el remate de la hacienda, señaló un problema
más general: “las aguas del río común no proveen en tiempo de verano las
posesiones que riegan, que por este motivo en la retasa que se practicó por don
Francisco Palacio y Sojo por orden de la Junta, se tuvo consideración de lo
que podía regar el agua, para haber minorado el precio de las tierras. que
por este efecto tuvieron que sufrir los Regulares algunos pleitos con el antecesor
del señor Marqués del Valle”. El mismo había participado en la transacción
22 AHN, Clero 126/33, Petición del marqués del Valle de Santiago al gobernador y capitán general,
Caracas, 26 de septiembre de 1772, fs. 254 v.-255.
23 Ibid., fs. 255-255 v.
24 AHN, Clero 126/33, Acta notarial, Caracas, 28 de septiembre de 1772, fs. 256 v.-257.

90
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

a que se había llegado, “en que los mismos Regulares conocieron se le perdía 91
el mayorazgo, no contribuyéndole con alguna agua de la que llaman derrames,
o desperdicios” 25.
En condiciones de escasez, por tanto, la redistribución de los turnos de
riego tomó en consideración el desaprovechamiento de aguas no utilizadas por
los jesuitas, favoreciendo las pretensiones del marqués. Evidentemente, esto no
avalaba las acusaciones de Berroterán, pero ponía de relieve una situación
muy compleja, en la que el control de las cabeceras del río por la hacienda de la
Compañía la colocaba en una situación privilegiada 26. Por otra parte, la situación
desmejorada del trapiche del marqués se acentuaba por las dificultades que
confrontaba en el abastecimiento de otro insumo básico para la actividad, como
la leña. En una relación de méritos de la familia a la cual pertenecía Berroterán,
en 1767, señalaba que a la muerte de su hermano en 1760, como heredero del
mayorazgo “halló a su ingreso tan gravados los pocos bienes de patrimonio,
que no alcanzan a cubrir los empeños a que están afectos, y un trapiche que
tiene se halla tan falto de leñas y aguas que escasamente le produce para
mantenerse” 27.
La posición económica de la hacienda del colegio era así, no sólo domi-
nante por el control virtual del caudal de riego, sino porque disponía de grandes
reservas forestales. En otras palabras, la expansión productiva de cada una
de las haciendas tenía como límite los recursos de la otra. La existencia de estos
antiguos conflictos entre los dos mayores usuarios de riego fue, precisamente,
uno de los argumentos que se esgrimió finalmente para adjudicar la hacienda
al marqués 28.
Según lo analizado, los avances en la producción del valle originaron
conflictos de regadío entre los propietarios repercutiendo también en el aprove-
chamiento de los bosques. Los problemas de linderos podrían encontrar en

25 AHN, Clero 126/33, Petición del Defensor de Temporalidades al gobernador y capitán general,
Caracas, 18 de septiembre de 1772, f. 247.
26 El control de las cabeceras de los ríos por parte de algunos usufructuarios del riego puede considerarse
un rasgo típico en los conflictos de aguas en valles cordilleranos. Un ejemplo de éstos es el que se desarrolló
en el valle de Copiapó en todo el siglo XVIII, en la frontera norte del Reino de Chile. Ver Jaime Torres
S., “Los conflictos de agua del Valle de Copiapó en el siglo XVIII”, Nueva Historia. Revista de Historia
de Chile, año 4, nº 13-14, Londres, 1985, ps. 3-105.
27 AHN, Clero 126/33, Relación de servicios de don Miguel de Berroterán, marqués del Valle de
Santiago, Palacio, 14 de abril de 1767, f. 116 v.
28 AHN, Clero 126/33, Auto del remate del trapiche de Guatire, Caracas, 17 de noviembre de 1772,
fs. 274-274 v.

91
JAIME TORRES SÁNCHEZ

parte explicación en esa situación de avance productivo y disminución de 92


insumos. Ya entregada la hacienda al marqués, al solicitar los instrumentos
jurídicos en que constaban los límites de las tierras, señaló “que el regidor don
Francisco Palacios y Sojo me dijo haber tenido cierto litis con los padres de la
Compañía de Jesús, sobre ciertos linderos de la posesión de él y sus hermanos,
moviendo de una parte a otra la cruz que señala el lindero” 29.
Ya en 1750, don José Martínez de Porras había solicitado un Auto de
Amparo “por cuanto algunas personas de Guatire, que llaman de San Pedro,
que están inmediatas al referido mi trapiche, sin título ni causa alguna de su
propia autoridad, y sin consentimiento mío entran a las referidas mis tierras
de cortar y sacar de ellas las leñas, que han menester” 30. Cuando mandó citar
testigos agregó que éstos eran “isleños” y “hace mucho tiempo que se introdu-
cen a sacar leña en mis tierras, no obstante que se lo han impedido los mayor-
domos que ha habido en dicha hacienda” 31. En 1750, por consiguiente, el
problema no parecía ser reciente.
Las declaraciones de los diferentes testigos en ese último año pusieron de
relieve imprecisiones en los linderos, pues uno de ellos señaló que los “vecinos
de San Pedro” alegaban que cortaban leña en sus tierras pero “que estaban
prontos a deslindarse” 32. Un mayordomo de la hacienda de Martínez, agregó
que al pasar “al trapiche de los referidos amos que nominan San Pedro” éstos
habían manifestado que tales tierras las habían comprado. Además, mencionó
la opinión de un viejo lugareño en el sentido de que los linderos habían sido
alterados 33.
Se trataba, al parecer, del abastecimiento de leña con propósitos produc-
tivos. Y aunque no se dispone de más información, la imprecisión de los
linderos fue corregida, pues éstos aparecen ya mejor demarcados en el inven-
tario de 1753, como se ha señalado. El juicio que Sojo y Palacios había tenido
con los jesuitas contaba con precedentes, pero se desconocen los términos
en que se planteó.

29 AHN, Clero 126/33, Petición del marqués del Valle de Santiago al gobernador y capitán general,
Caracas, 17 de noviembre de 1772, f. 290.
30 AHN, Clero 126/33, fs. 94-94 v., doc. cit.,Caracas, 29 de mayo de 1750.
31 AHN, Clero 126/33, Petición de don José Martínez de Porras al teniente de gobernador, Caracas,
19 de junio de 1750, f. 96 v.
32 AHN, Clero 126/33, Declaración de don Antonio Padrón, Caracas, 17 de junio de 1750, f. 98.
33 AHN, Clero 126/33, Declaración de Antonio Ruis Serrano, Caracas, 17 de agosto de 1750, f. 100.

92
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Estos problemas volvieron también a plantearse después de la expulsión 93


de la Compañía, recurrencia que prueba que no eran solamente problemas
jurídicos de límites los que estaban en juego. En efecto, el Defensor de Tempo-
ralidades en 1771 comunicó al gobernador de la Provincia que “algunos colin-
dantes se introducen a hacer cortes de leñas y maderas en los montes, y otros
quieren apropiarse las tierras introduciéndose a los linderos, pues aunque
ha procurado sostener los legítimos, que siempre han sido conocidos, se los
destruyen, para que con el tiempo no se conozcan, y yo antes he sabido que se
intentaban iguales operaciones con la expectativa de que quedando vacantes
estos bienes sería fácil tergiversar los legítimos linderos”. Por ello solicitaba la
colocación de hitos fijos notificándose a los colindantes 34.
En todo caso, si se consideran las características extensivas del cultivo de la
caña de azúcar y la existencia de al menos cuatro grandes trapiches en el valle 35,
tiene una alta probabilidad de ser verdadera la conclusión de que a fines de la
década de los sesenta se había alcanzado un punto de saturación en el aprovecha-
miento de los recursos de agua y maderas. Y que en esta situación, la expansión
productiva de la hacienda jesuítica había tenido un peso significativo.
Un conflicto de naturaleza distinta a los anteriores obligó a la administra-
ción del colegio a dedicarle tiempo y esfuerzo: el litigio relativo a los diezmos.
En 1757, el arrendatario de diezmos de Guarenas y Capaya expuso al Juez
General de Diezmos de la jurisdicción que la Compañía de Jesús pagaba una
tasa de 1,66 % por la producción de la hacienda y trapiche, en circunstancias
que debía hacerlo a razón de 3,33 %, según una Real Cédula de 1750. Es decir,
que pagaban una treintava parte menos de lo que les correspondía legalmente.
Según él, los padres interpretaban el texto en el sentido de que a partir del
producto final, azúcar blanca refinada, “se parte el diezmo por la mitad dando
cinco por ciento cuando de los frutos naturales se deben diez por ciento. De
el propio modo según quieren, dicen que quien de los dichos frutos naturales
sólo debe a razón de uno por cada treinta de los mencionados frutos de azúcar
solamente deberá a razón de uno por cada sesenta”. Argumentaba que el privi-
legio concedido era “sin trazar distinción, ni separación alguna de frutos,

34 AHN, Clero 126/33, Petición del Defensor de las Temporalidades al gobernador y capitán general,
Caracas, 10 de julio de 1771, fs. 110 v.-101.
35 Además de la hacienda trapiche del marqués del Valle, en 1753 existían las haciendas trapiche
vecinas de Juan de Yelamos, Manuel Gedler y Margarita Gil. AHN, Clero 128/15, Diligencias de toma
de posesión de la hacienda por la Compañía de Jesús, Caracas, 27 de octubre de 1753, fs. 65 v.-66 v.

93
JAIME TORRES SÁNCHEZ

sino que mandando que de todos indistintamente se pague a razón de uno por 94
cada treinta”. Solicitaba, por tanto, que se cumpliera la Real Cédula y que el
diezmo se pagara sin distinción de fruto 36.
En realidad, el problema era de poco alcance en la Provincia de Caracas,
pero se insertaba dentro de un proceso jurídico que se había iniciado el siglo
anterior en el mundo colonial. En 1624, el fiscal del Consejo de Indias, a nombre
de Su Majestad y de las iglesias catedrales de Indias había iniciado una demanda
para obligar a todos los religiosos a pagar el diezmo sobre el producto de sus
haciendas. El 20 de febrero de 1655, hubo sentencia favorable a los demandan-
tes, la que se confirmó el 16 de junio de 1657 a pesar de las súplicas de las dis-
tintas órdenes, obligándolas a pagar a partir de ese año. Un recurso de la Compa-
ñía fue admitido pero, no obstante, en México la Real Audiencia en 1664 mandó
ejecutar la sentencia de 1657. A partir de allí se desató el conflicto en Nueva
España. En 1748, el padre Altamirano, de la Compañía de Jesús, recurrió al
Rey señalando la no resolución del recurso de 1657. Lo que había suscitado
una solución de compromiso a través del Real Decreto del 9 de enero de 1750 37.
Efectivamente, la Corona había resuelto la vieja controversia estableciendo:
“quede obligada la religión de la Compañía de Jesús a pagar de todos los frutos
diezmales de las haciendas y bienes que hoy tiene y en lo futuro adquiriese,
aunque sean novales, el diezmo considerado de treinta uno a las Iglesias y
personas que en mi real nombre los administren”. Se ponía “perpetuo silencio”
a las partes y se daba por concluido el pleito 38.
El padre Rafael García declaró que pagaba un diezmo de 3,33 % desde que
era Superior, excepto de la “miel de purga”, porque virtualmente no se producía
en el trapiche, aunque estaba dispuesto a hacerlo. Pero que, “toda la equivoca-
ción puede consistir en que como mi colegio no paga el diezmo en caña dulce,
que es el fruto diezmal de los trapiches, sino es en azúcar refinado, si debo por
ejemplo de diezmo dos mil cargas de caña dulce, sólo doy la azúcar de mil
cargas dejando las otras mil por los salarios que se deben abonar a los que
fabrican la azúcar, gasto de la caña, alquiler de pailas, y demás que todo es
precio estimable. Y todo lo hago arreglado a la ley sinodal que manda, que
mandó se paga [sic] el diezmo en especie de caña, se pague el diez por ciento.
Y cuando se paga en azúcares se pague sólo el cinco por ciento, haciéndose
36 AGI, Caracas 193, Petición de don Juan Melchor Caraballo, Caracas, 26 de abril de 1757, fs. 39-41 v.
37 P. Castañeda D. e Isabel Arenas F., Un portuense en México: don Juan Antonio Vizarrón, Arzobispo
y Virrey, El Puerto de Santa María, 1998, ps. 11-123.
38 AGI, Caracas 193, Inserto en la Real Cédula de Buen Retiro, 29 de enero de 1750, fs. 18.

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HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

cargo que el fruto diezmal de los trapiches no es la azúcar, sino la caña dulce. 95
Y que el trabajo y costos para convertir la caña en azúcar, se debe abonar al
que paga diezmo en azúcar, estando obligado a pagar sólo en caña dulce”.
Sin embargo, estaba dispuesto “a pagar en caña dulce, en especie de cada
treinta cargas una o de cada treinta días de corte uno, como mejor pareciere” 39.
El padre García argumentaba, por tanto, que si el diezmo se pagaba sobre el
producto cosechado neto, excluyéndose los costos por procesamiento de la caña
para la fabricación del azúcar, al pagarse éste sobre el producto final también
debía excluirse el costo de refinación. Dos meses después, el apoderado del
demandante precisó que la Compañía debía pagar el diezmo en la proporción
de 3,33 % sobre “toda la masa”, es decir, sobre cada uno de los subproductos
del procesamiento del azúcar, “papelones y melados, purgas y demás; sin que
nos paremos en que sea éste su propio nombre el de aquéllas”. Respecto a
la proposición de pagar en caña dulce, la rechazaba por no disponer su cliente de
trapiche, y en caso que lo tuviera, sólo aceptaría el pago en proporción de 6,66 %
de caña o de un día por 15 días de corte. Así, insistía en que “la costumbre es
pagarse, como siempre se ha pagado, no en caña sino en azúcar, melado, pape-
lones, etc., luego en esto es en lo que se debe pagar a mi parte el diezmo consi-
derado de treinta uno” 40, es decir, considerado a un 3,33 %.
El demandante, por tanto, rechazaba la posición de la Compañía, reivin-
dicando el pago sobre el producto final bruto total, excluyendo el hacerlo sobre
la caña cosechada, aunque pagase el doble en caña o en días de corte. El pro-
blema era no sólo una cuestión de interpretación jurídica, sino que estaban en
juego otros factores. Al parecer, el demandante sospechaba que la hacienda,
al margen de la tasa de gravamen sobre el producto, no declaraba correctamente
el monto del mismo. Por ello pidieron y obtuvieron la información sobre diez-
mos pagados 41, el volumen de productos transitados por la aduana del valle de
Guatire 42 y la correspondiente legitimación notarial 43. En el siguiente Cuadro
se resumen los valores proporcionados por las autoridades.
39 AGI, Caracas 193, Declaración del padre Superior Rafael García al Juez General de Diezmos,
Caracas, 20 de julio de 1758, fs. 59 v.-66.
40 AGI, Caracas 193, El apoderado de don Juan M. Caravallo al Juez General de Diezmos, Caracas,
17 de septiembre de 1758, fs. 94-117 v.
41 AGI, Caracas 193, Cuenta del apoderado de don Juan M. Caravallo, Caracas, 7 de octubre de 1758,
fs. 130 v.-132 v.
42 AGI, Caracas 193, Certificación de don Antonio Díaz Padrón, Receptor de Alcabalas, Caracas,
7 de octubre de 1758, fs. 127-130 v.
43 AGI, Caracas 193, Certificación de don Miguel de Urosa, Caracas, 10 de octubre de 1758, fs.
136 v.-140 v.

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JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 20. Producto y diezmos de la hacienda de Guatire (1755-57). 96


Azúcar Papelón Melado Maíz
Concepto
(arrobas) (cargas) (botijas) (almudes)
Producto 4.215 750,5 120 84
Diezmos a pagar:
– 3,33 % 140,5 25,0 4 2,8
– 1,66 % 70,3 12,5 2 1,4
Diezmos pagados 64,5 11,8 4 —
Fuentes: Ver Notas Nº 34, Nº 35, Nº 36.

El Receptor de Alcabalas certificaba los datos, “sin que aquí puedan


incluirse aquellos frutos que es creíble se habían expendido en el mencionado
trapiche, pues muchos sin venir a esta ciudad se les habían dado allí salida
o por razón de venta, u otro cualquier destino que pueden haber tenido” 44.
El documento notarial era más enfático, pues señalaba respecto a los frutos
de papelones y azúcar “que nos [ha] dicho no se ha satisfecho de ellos el diezmo
considerado de treinta uno (excepto del melado) pero ni aun uno de sesenta,
sino menos... Y esto sin tenerse en cuenta presente los frutos que de todas
especies y calidades, de que se hacen cargo uno y otro se habrían expendido
y consumídose en dicho trapiche particularmente el melado, que es de lo que
más usa la gente pobre” 45.
El examen de los datos muestra que lo adeudado por concepto de diezmo,
en base a la tasa postulada por la administración de la hacienda, era pequeño.
El no pago del impuesto a otros subproductos lo aclaró posteriormente el padre
Rafael García, Superior del colegio, al afirmar que la 'purga' –miel residual–
maíz y otros productos menores como pollos, hortalizas y granos, se consumían
internamente. Y que el melado no se producía ex profeso, pues sólo era resultado
de la ocasional mala calidad de la caña, destinándose también a consumo
interno 46. Es probable que así fuera pues, como se advierte en el Cuadro Nº 21,
la producción de Guatire consistía en azúcar y papelón, dos bienes cuya salida

44 AGI, Caracas 193, doc. cit., Caracas, 7 de octubre de 1758, f. 130 v.


45 AGI, Caracas 193, doc. cit., Caracas, 10 de octubre de 1758, f. 140 v.
46 AGI, Caracas 193, Relación jurada del padre Rafael García del producto del trapiche de Guatire
entre 1756 y abril de 1759, Caracas, 27 de mayo de 1759, fs. 181 v.-184.

96
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

estaba en el mercado caraqueño, siendo las ventas al por menor de pequeño 97


monto probablemente.
El curso posterior del juicio no fue favorable a las pretensiones jesuitas,
pues mientras se tramitaba una consulta ante el Consejo de Indias, se obligó al
Colegio de Caracas a pagar el diezmo de “azúcar blanco cuajado y purificado
a razón de 5 por 100 y a 4 el del refinado, espumas, cajas, marcabos, coguchos,
clarificados, mieles y remieles... que el del azúcar que venda en caña, se satis-
faga en la propia forma que el de los demás frutos” 47. Con ello se la obligaba a
pagar la mitad del diezmo considerado ya no a la tasa de 3,33 %, sino de 10 %
y sobre todos los subproductos. Y el 27 de mayo de 1762, el Juez de Diezmos
mandó satisfacer la tasa pretendida por el arrendatario hasta la resolución del
Consejo, el que resolvió que los interesados acudieran a la audiencia del distrito
a presentar sus razones 48.
Los avatares del juicio reflejaron en gran medida la situación general
que la Compañía experimentó en los años siguientes. En 1766, el conde San
Javier, en carta optimista al padre Jaime de Torres le comunicaba desde Caracas
que, “esperamos la resulta de los diezmos, que aquí tomadas las competentes
cautelas ha pasado en conformidad de lo que V. R. me escribió. Mucho pudiera
convenirnos el señor Diguja, caballero en todo cumplido para nuestro gober-
nador a su tiempo” 49.
Finalmente, por Real Cédula de Madrid de 4 de diciembre de 1766 se de-
claró nulo el decreto del 9 de enero de 1750 y se repuso en la Iglesia la facultad
de cobrar “los diezmos íntegros a razón de diez uno” 50. Del impacto que esto
causó se hizo eco el padre Jaime de Torres en carta desde Madrid al padre Igna-
cio de Olarte: “el Rey nos condenó a pagar el diezmo entero en todos los frutos
con una Cédula bien denigrativa... Lo peor es que temo con mucho fundamento
que nos condenen a pagar los caídos desde el año de 50, como ya lo ha resuelto
la Junta, aunque no el Rey hasta ahora. Yo he pedido que se nos oiga en Justicia,
pero las fatales circunstancias del tiempo en que nos hallamos embarazan,
que sean oídos estos nuestro clamores” 51. Como se sabe, pocos meses después
de esta carta, la Compañía fue expulsada de todos los dominios del Rey.

47 AGI, Caracas 193, “1764. Nº 124. Expediente... sobre lo ocurrido con el Colegio de la Compañía
de Jesús, en cuanto a la paga de diezmos de los frutos industriales de un trapiche de azúcar que posee en
Guatire”, Consejo de Indias, 29 de noviembre de 1763, s. f.
48 Ibidem.
49 AHN, Clero 249/5, doc. Nº 119, Caracas, 14 de agosto de 1766, s. f.
50 AGI, Caracas 249, s. f., Real Cédula de Madrid, 4 de diciembre de 1766.
51 AHN, Clero 249/5, doc. Nº 90, Madrid, 12 de febrero de 1767, s. f.

97
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Parece claro que, entre 1750 y 1759, hubo cambios en la intensidad de utili- 98
zación de los recursos de tierra y agua en el valle en que se localizaba la ha-
cienda y trapiche de la Compañía y que ésta misma no fue ajena a ellos. Algunas
escasas referencias documentales permiten deducir que el esfuerzo productivo
impuesto a la hacienda por la nueva administración fue importante.

CUADRO Nº 21. Producción de la hacienda de Guatire en diversos años.


(1753-55 y 1756-59).
Azúcar Papelón Melado Purga
Años
(arrobas) (cargas) (cargas) (cargas)
30/10/53 al 31/12/55 1.891 573,75 11 —
5.708
1/01/56 al 31/04/59 914 — 11
+ 18 libras
Fuentes: Para los años 1753-55: AGI, Caracas 193, “Relación de los frutos cogidos y diezmos
pagados en la hacienda trapiche de Guatire... tomados directamente de los libros”, Caracas,
26 de junio de 1759, f. 190. Para los años 1756-59: AGI, Caracas 193, “Relación jurada del
P. Rafael García, Superior del Colegio de los frutos que produce el trapiche del valle de Guatire
1756, fecha en que empezó su administración hasta el último de abril de 1759, contándose
3 años y 4 meses”, fs. 181 v.-184.

Considerando tales cifras sólo como órdenes de magnitud 52, es evidente


el enorme esfuerzo productivo realizado. El promedio anual, en sólo dos años,
hasta 1755, fue de 946 arrobas en la producción de azúcar, y de 1.903 en los
tres años transcurridos entre 1756 y 1758, subiendo levemente el promedio
del papelón de 287 cargas a 305 en los mismos períodos. En el primer caso el
volumen medio se dobló mientras que en el segundo hubo un pequeño aumento
de 6 %. Esto indica que, después de 1756, hubo un cambio en los patrones
de refinación pues el azúcar y el papelón eran dos productos fundamentales
producidos para el mercado caraqueño. El 'melado', o mieles, era “un fruto que
nosotros no hacemos de intento, sino porque la caña salió de mala calidad,
o el invierno no la dejó cuajar, y este fruto se vende a poquitos, se da a los
esclavos, o de limosna antes que se agüe y echen a perder las canoas en que se

52 Aplicando los parámetros de Codazzi, Cuadro Nº 13, a las cifras de producto medio de azúcar
y papelón, se tendría que en el primer período habrían sido necesarias 7,4 hectáreas sembradas de caña,
para producirlos. Toda vez que en 1753 se disponía de unas 20 hectáreas de caña madura de las cuales
sólo ocho estaban 'buenas', las cifras de producción no parecerían bajas.

98
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

guardan”. Según el Superior del colegio, desde enero de 1756 a mayo de 1759, 99
“han venido a Caracas, solas cuarenta y una cargas, y esto porque venían a
entregarse a un comprador ya avisado”, y se habían producido 55 fanegas
de maíz “para solo el gasto del trapiche” 53.
Las “remieles (o purgas) como dicen aquí” 54, que “es de lo que más usa la
gente pobre y miserable en esta Provincia para endulzar el cacao que toman
para sustento y para el postre en sus comidas y otros menesteres a que lo
aplican” 55. De ellas “todo se gasta en esclavos y limosnas a excepción de tal
o cual carga que se vende.”, según el padre Rafael García 56. Lo anterior se com-
plementaba con “algunos pollos, que suelen criarse, de lechugas que suelen
sembrarse y algunos granos en un huertecito por diversión que se hizo de dos
años a esta parte” 57.
En esta información aparece clara la tendencia al autoabastecimiento
de la hacienda, lo que unido a los cambios en las magnitudes y estructura de
producción, confirmarían una modificación en el sentido impuesto a la gestión
económica. Parte de ella se refleja en una comunicación del padre Ignacio de
Olarte al Procurador Jaime de Torres: “Habiéndome faltado todo el auxilio que
esperaba de la Compañía me he visto en muchos ahogos. He contraído algunas
deudas y he tomado también tributo 3.000 pesos porque la fábrica es muy cos-
tosa y al mismo tiempo se ha estado gastando en Guatire, y aún falta hacer
allí casa de vivienda y repartimiento para los negros. Las demás oficinas ya casi
están concluidas y el ingenio” 58.
Se desprende que se habían hecho nuevos gastos productivos en un ingenio,
aunque faltaba la construcción de una vivienda para los esclavos. Los tres mil
pesos de préstamo a que alude el padre Olarte corresponden precisamente al
valor de lo gastado en albañilería en un ingenio que figura en el avalúo de
1768 59. Probablemente ya en marzo de 1767 dicho préstamo estaba casi com-
pletamente pagado, pues en el resumen de un “borrón de carta” del 15 de
marzo, se comunicaba al padre Jaime de Torres haber tomado 2.000 pesos de

53 AGI, Caracas 193, doc. cit., Caracas,27 de mayo de 1759, fs. 181 v.-184.
54 AHN, Clero 249/5, doc. Nº 41, Carta del padre José María Forneri al padre Procurador Jaime de
Torres, Caracas, 1 de noviembre de 1758, s. f.
55 AGI, Caracas 193, doc. cit., Caracas, 10 de octubre de 1758, fs. 136 v.-140 v.
56 AGI, doc. cit., Caracas, 27 de mayo de 1759, fs. 181 v.-184.
57 Ibidem.
58 AHN, Clero 249/5, doc. 63, Carta del padre Ignacio de Olarte al padre Procurador Jaime de Torres,
Caracas, 14 de diciembre de 1766, s. f.
59 AHN, Clero 126/33, “Casa de Ingenio y demás Piezas conducentes a el... $3.025 - 1/2 rs”, Guatire,
junio de 1768, f. 73 v.

99
JAIME TORRES SÁNCHEZ

don Nicolás de Vélez “que libró contra el P. Jaime de Torres la venta de Mayu- 100
pán en catorce mil pesos, en que descargó un tributo de tres mil” 60. En virtud
de estos antecedentes, deben descartarse presunciones en la dirección del colegio
respecto a un desarrollo futuro catastrófico de las relaciones de la Compañía
con la Corona a reflejarse en decisiones sobre la gestión de la hacienda con
posterioridad a 1759, puesto que estaban en curso gastos importantes en el
proceso de refinación. Es probable, por tanto, que después de 1753, agotadas
las posibilidades de elevación del ingreso a través de la producción de papelón,
en la década siguiente la administración avanzara en el proyecto de producir
más azúcar que, probablemente tenía un mercado con mayor nivel de ingreso 61.
Es posible que los resultados en valor del aumento de producción fueran
considerables, como se puede apreciar en las siguientes estimaciones.

CUADRO Nº 22. Valor de la producción de la hacienda de Guatire en diversos


años. (1753-55 y 1756-59).
Azúcar Papelón Total
Años
Promedio Pesos Promedio Pesos Pesos
30/10/53 al 31/12/59 946 4.434 287 2.296 6.730
1/01/56 al 31/04/59 1.903 8.920 305 2.440 11.360
Fuentes: Cuadro Nº 21. Precio de azúcar: 1 libra=1,5 reales; papelón: unidad de tres libras de
peso=1 real. Ver Depons, op. cit., II, p. 71. Los precios del azúcar fueron estables, al parecer, pues
en 1775 su valor era 1,1 real la libra (Marón, op. cit., p. 454); en el primer quinquenio del XIX fue
de 1,5 reales la libra y en el tercer decenio del XIX se acercó también a 1 real la libra (Codazzi,
op. cit., I, 180). El valor suministrado por Depons puede deberse a que éste haya sido precio al
detal. En el siglo XVIII –en 1627, 1659 y 1660– el valor por libra fue de 1,5, 2 y 2 reales, respec-
tivamente (Actas del cabildo de Caracas, cit. en Marco Aurelio Vila, Síntesis geohistórica de la
economía colonial de Venezuela, Banco Central de Venezuela, 1996, p. 273).

En el supuesto de una estabilidad de los precios de ambos productos


durante el siglo XVIII y considerando una probable sobrevaluación, las cifras
parecen bastante prudentes y verosímiles. Si el ingreso documentado de la
hacienda fue de 4.000 pesos en 1752, el que hacia 1755 alcanzara los 6.000
pesos anuales podría atribuirse a la ampliación del 'trapiche viejo', como el

60 AHN, Clero 128/1, Inventario de la casa del Colegio de Caracas, Caracas, 15 de junio de 1767, f. 11.
61 “El pobre, para quien el papelón es el alimento principal, se lo procura con poco dinero, y por
la costumbre, lo prefiere al azúcar blanco, que le costaría cuatro veces más”, Depons, II, op. cit., p. 71.

100
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

aumento posterior podría haber sido resultado de la construcción del 'ingenio' 101
terminado en la década del sesenta. Este cambio tecnológico, en consecuencia,
podría haber tenido bastante importancia en la medida que en el lapso de poco
menos de un decenio casi duplicó el ingreso bruto.
En resumen, bajo la forma de donación, en 1752 pasó a poder del Colegio
de Caracas, una de las grandes haciendas productoras de azúcar de la zona
centro-costera, en plena expansión productora. Hay evidencias de un fuerte
crecimiento productivo, aumentos de la superficie cultivada de caña y gastos
en el tren de refinación. Este desarrollo se enmarcó dentro de una superficie cul-
tivable estable y con una gama de recursos limitados ecológicamente, por lo
que es posible que entre 1753 y 1755 se haya planteado la necesidad de mejorar
el rendimiento de los recursos básicos y cambiar los patrones de refinación
para producir más azúcar, como producto más rentable. Parecen haberse conse-
guido tales objetivos hasta el punto en que hubo presión sobre los recursos del
valle, surgiendo conflictos con otras haciendas.
No obstante, esta modalidad expansiva no parece haber sido característica
solamente de la hacienda jesuítica, pues hay evidencias de una presión general
en el ecosistema del río Guatire. La mejora en los procedimientos de refinación
pudo haber sido la línea de acción elegida para aumentar el producto, dado
el hecho de que no existía tierra disponible agrícola para aumentar la superficie
cultivada de la hacienda. Hay evidencias de una fuerte caída en la cantidad
de tierra cultivada antes de 1767, como resultado de una sequía y de un terre-
moto, cuyo efecto en el ingreso anual pudo haber sido catastrófico, si se consi-
dera que las hectáreas de caña en producción en ese año, equivalían apenas al
2,3 % de la superficie total cultivada en 1753. Al parecer, la cifra de un ingreso
de 4.000 pesos generado en 1752 –probablemente ingreso bruto– pudo haber
sido sobrepasada ampliamente, si se considera el aumento en la capacidad
de endeudamiento de la hacienda revelada en la evidencia de un préstamo de
3.000 pesos en 1766.

101
103

Capítulo II
Estructura y caracteres de la mano de obra

Los datos sobre la población esclava de la hacienda trapiche de Guatire en


1753 suministran un limitado aunque valioso conocimiento demográfico de una
unidad agraria importante, dirigida antes de ese año por propietarios laicos 1. El
análisis pormenorizado de su estructura puede permitir una adecuada evaluación
de las transformaciones experimentadas desde el momento en que la institución
religiosa se hizo cargo de su gestión, imponiendo grandes cambios internos.
En 1753, la población esclava total era de 48 individuos, 26 hombres y 22 muje-
res, lo que muestra un cierto equilibrio numérico entre los sexos. Los datos
desglosados se presentan en el Cuadro Nº 23 en la página siguiente.
Si se considera el tramo de edad entre 16 y 50 años como 'edad productiva',
es decir, en condiciones de desarrollo biológico normal apto para la actividad
de trabajo, se aprecia que era predominante en el total de esclavos y que la
mayor parte estaba constituido por hombres. Como al mismo tiempo la
población infantil era escasa tales rasgos podrían indicar que, al parecer, la
demografía favorecía un propósito económico y que la población esclava no
parecía reproducirse vegetativamente. La condición de esclavitud, sin embargo,
conllevaba la costumbre de trabajar con menos de 16 años y con más de 50.
De hecho, los datos indican que en el tramo de población entre 51 y 60 años,
había trabajadores con oficios definidos, por lo que podría concluirse que la
mayor parte de los esclavos, el 71 %, no sólo estaba disponible para trabajar,
sino que de hecho lo hacía. La mayor parte de la población masculina era

1 AHN, Clero 128/15, Inventario de los bienes de don José Martínez de Porras, Caracas, 12 de octubre
de 1753, fs. 58 v.-60.

103
JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 23. Estructura de la población esclava según edad y sexo. 104


Hacienda de Guatire (1753).
Hombres Mujeres Total
EDAD
Nº % Nº % Nº %
0 - 15 1 3,9 5 22,7 6 13
16 - 50 20 76,9 12 54,5 32 67
51 - 70 3 11,5 2 9,2 5 10
71 - + 2 7,7 3 13,6 5 10
Total 26 100,0 22 100,0 48 100,0
(54) (46) (100)
Fuente: Tabla IV.

bastante joven, pues se ubicaba entre los 16 y los 30 años de edad, aunque
los trabajadores de mayor especialización se encontraban entre los 51 y los 60
años. Pero, mientras en el grupo de hombres no había sino un niño, el grupo
de las mujeres presentaba cinco. El mayor número de mujeres estaba entre
los 31 y los 55 años, en edad avanzada para la gestación, lo que explicaría
el bajo número de niños. El estado de salud de esta población puede analizarse
a partir de los siguientes datos.

CUADRO Nº 24. Número de enfermos en la población esclava según edad.


Hacienda de Guatire (1753).
Hombres Mujeres Total
Edad
Nº Nº Nº
0 - 15 — — —
16 - 50 — 1 1
51 - 70 3 1 4
71 - + — — —
Total 3 2 5
Fuente: Tabla IV.

104
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

El grupo mayoritario de edad entre 16 y 50 años se encontraba en buenas 105


condiciones físicas, ya que sólo una mujer se consideraba enferma. Solamente
había un 10,4 % de enfermos dentro de una población total de 48 individuos
y en su mayor parte se ubicaban en el tramo de población de más edad. La
situación de salud de la población puede ser examinada con más detenimiento
clasificando las enfermedades para posibilitar el análisis 2.

CUADRO Nº 25. Tipos de enfermedades en la población esclava. Hacienda


de Guatire (1753).
Hombres Mujeres Total
Enfermedades
Nº Nº Nº
ÓSEO-MUSCULARES
– ciática 1 — 1
– dolores de piernas 2 — 2
– dolores post quebradura del brazo — 1 1
Sub-total 3 1 4
GÉNITO-URINARIAS
- “enferma de la matriz” — 1 1
Sub-total 0 1 1
Total 3 2 5
Fuentes: Tabla IV.

Las enfermedades afectaban al tramo de población que tenía más de 51


años. Sólo cinco individuos presentaban dolencias, aunque no los incapacitaban
permanentemente para el trabajo, pues el enfermo de 'ciática' y el que tenía
'dolores en las piernas' tenían oficios definidos, 'oficial de pailero', uno, y arriero
el otro. No había enfermedades infecciosas ni derivadas de deficiencias de
alimentación. Tampoco las dolencias pueden atribuirse a resultados de acci-
dentes de trabajo, excepto en un solo caso en que se detecta el origen de los
dolores por quebradura de brazo, aunque la existencia de ellas podría atribuirse

2 David L. Chandler, Health and slavery: a study of health conditions among negro slaves in the
viceroyalty of New Granada and its associated slave trade, 1600-1810, New Orleans, Tulane University,
Ph. D., 1972, cap. VIII.

105
JAIME TORRES SÁNCHEZ

a las condiciones normales propias al trabajo. Respecto a la enfermedad de 106


la mujer cabe la posibilidad de que se debiera a esfuerzos violentos en el trabajo,
aunque el 'prolapso' del útero –desprendimiento de éste– al cual parece referirse
el documento, reconocía también una multiplicidad de causas, entre otras la
frecuencia de embarazos, malos partos o edad excesiva 3. Todos eran 'criollos', es
decir, habían nacido en América, excepto tres mujeres que eran de origen afri-
cano, lo que indica, además, homogeneidad racial. El análisis sugiere, por tanto,
que la población esclava tenía un buen estado de salud hacia 1753 y que, hasta
ese momento, ni anormales condiciones de trabajo ni una deficiente alimen-
tación, explicaban la existencia de las enfermedades.
El equilibrio entre los contingentes femenino y masculino en la población
total no suponía una articulación social centrada en la reproducción, aunque sí
en torno a unidades familiares nucleares, como se puede apreciar:

CUADRO Nº 26. Tipos de familias en la población esclava. Hacienda de


Guatire (1753).
Unidades Individuos
Tipos
Nº Nº
Pareja con hijos 5 21
Pareja sin hijos 5 10
Viuda con hijos 1 5
Total 11 36
Fuentes: AHN, Clero 128/15, Inventario de la hacienda de Guatire, valle de Guatire, 19 de
octubre de 1753, fs. 58 v.-60.

Existían 11 unidades familiares –una de ellas encabezada por una viuda–


con 36 sujetos, aunque la existencia de 10 parejas no indica por sí misma un
equilibrio general entre los sexos, pues sólo en el tramo de edad entre 16 y 50
años, donde estaban los sujetos maduros sexualmente, existían siete hombres
y dos mujeres solteros, es decir, sin pareja reconocida documentalmente. La
mitad de las parejas no tenía niños y una familia no tenía figura de padre. Si
se considera a los 31 individuos en parejas estrictamente como familias nuclea-
res, resultaría que sólo el 35 % de los sujetos en la población total vivía fuera

3 Ibid., pág. 205.

106
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

de este tipo de familia. La comunidad esclava, por tanto, se constituía en torno 107
a uniones consensuadas de cierta estabilidad temporal 4, aunque en la fracción
restante de la población total no había equilibrio entre sexos. No se tiene referen-
cias documentales de que tales uniones constituyeran 'matrimonio', pues ellas
sólo se designan por términos como, “su muger”, “muger de”.
Estos patrones demográficos no parecían favorecer la natalidad. Las parejas
con descendencia tenían un promedio de edad de 39,8 años y un total de 11
hijos, y éstos con una media de edad de 15 años. Las parejas sin hijos tenían
un promedio de 53,7 años de edad. El reducido número de parejas con hijos
lo componían, al parecer, antiguos esclavos de la hacienda. En resumen, parece
desprenderse de estos datos que los rasgos demográficos de esta comunidad
esclava se caracterizaban por una doble situación. Por una parte, la población
se organizaba claramente en tipos de uniones que permitían que la mayoría de
los individuos estuviera dentro de familias nucleares, en las que había presencia
de un 'padre'. Al mismo tiempo existía un núcleo minoritario de sujetos en edad
de procrear, en el cual no había equilibrio entre sexos, y donde sólo una familia
no tenía figura de 'padre'. Por otra parte, la edad de los integrantes de las uniones
era alta y las que tenían descendencia presentaban hijos jóvenes ya en edad
de trabajar.
Se podría intentar averiguar el sentido de los cambios ocurridos entre 1753
y 1772 a través de la comparación de la estructura de la comunidad, según
los principales tipos de población importantes para los efectos económicos.

CUADRO Nº 27. Estructura de la población esclava según importancia


económica y estado de salud. Hacienda de Guatire (1753, 1767 y 1772).
1753 1767 1772
Tipos
Nº % Nº % Nº %
Productiva 32 67 48 52 55 53
Dependiente 16 33 45 48 48 47
Enferma 5 (10) 18 (19) 29 (28)
Total 48 100 93 100 103 100
Fuente: Tablas IV, V, VI.

4 El alcance respecto a un patrón nuclear estable se refuerza al examinar en el capítulo uno y dos
de la parte tercera el tipo de diseño de construcción de viviendas que, hacia este año, parece ser unifamiliar.

107
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Durante la administración del Colegio de Caracas, es decir, durante los 108


catorce primeros años, la población esclava aumentó en total un 94 %, a una
tasa media anual acumulativa de un 4,8 %, lo que podría interpretarse como
un resultado de las necesidades de mano de obra en el período, planteadas por el
crecimiento del producto. Tomando como base comparativa la situación en
1753, la población en edad de trabajar disminuyó de manera sustancial de 67 %
a 52 %. La fracción dependiente aumentó de manera significativa, de tal manera
que exhibió una tasa media anual acumulativa de crecimiento de un 7,6 %,
frente al 2,9 % de la fracción productiva. Como esta población dependiente
también participaba en las labores de la hacienda, tales datos podrían indicar
que pudo haber un aumento de la productividad, toda vez que hubo incremento
de la producción.
Pero lo que sin duda presenta mucho interés es el incremento relativo
del grupo de los 'enfermos', quienes casi duplicaron su número dentro del total,
al pasar del 10,4 % al 19,4 %. Sin embargo, si la población total creció en el
período a un promedio anual de 4,8 % los 'enfermos' lo hicieron a un 9,5 %. Es
posible que la expansión productora a lo largo de esos años comportara inevi-
tablemente tales deterioros de salud de la población, en las condiciones de tra-
bajo usuales, sociales y técnicas, de la época. En todo caso, tal hipótesis tiene
que ser examinada con más detalle.
En el período 1767-1772, durante los cinco años posteriores a la expropia-
ción de la hacienda y su administración por la Junta de Temporalidades, se
pueden advertir cambios. En general, se trata de una leve inversión de tendencias
en la población 'productiva' y 'dependiente', con un aumento de la primera y dis-
minución de la segunda, y de un reforzamiento de la tendencia al aumento
del segmento de 'enfermos'. La tasa de crecimiento de la cantidad total de
esclavos disminuyó a un 2,0 % y el grupo de 'enfermos', que en 1767 era cerca
del 20 % de ese total, ascendió a un 28 %, con una tasa media anual acumulativa
de 10 % de incremento. Una interpretación posible es la de que la nueva admi-
nistración intensificó el ritmo de producción desatendiendo las condiciones
de vida de los esclavos, con los correspondientes efectos en su salud. Pero es
poco probable, pues la confiscación de la hacienda exigió un período prolongado
de ajuste a las nuevas autoridades, con lo cual la actividad interna de trabajo
tuvo que decaer. De hecho, se sabe que recién hacia 1772, la producción estaba
comenzando a recuperarse después de un período de baja actividad.

108
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Para explicar estos comportamientos generales conviene hacer un análisis 109


de todos los grupos económicamente importantes por edad y sexo, para examinar
después la situación del grupo 'enfermos', que es un subconjunto de los grupos
anteriores. En el Cuadro siguiente se proporcionan los datos básicos.

CUADRO Nº 28. Estructura de la población esclava según intervalos de edad


de importancia económica. Hacienda de Guatire (1753 y 1767).
1753 1767
Edad Total Total
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Nº % Nº %
0 - 15 1 5 6 13 12 20 32 34
16 - 50 20 12 32 67 23 25 48 52
51 - 70 3 2 5 10 7 5 12 13
71 - + 2 3 5 10 — 1 1 1
Total 26 22 48 100 42 51 93 100
(54%) (46%) (100) (45%) (55%) (100)
Fuente: Tabla IV, V.

Los datos revelan un cambio significativo en el carácter de la población


esclava a lo largo del período: los patrones demográficos de 1767 parecían
propiciar la natalidad, pues en ese año más del 30 % de la población tenía menos
de 15 años. No se sabe con certeza si hubo crecimiento vegetativo, es decir, si
la tasa de natalidad fue mayor que la tasa de mortalidad. Pero es bastante pro-
bable que el aumento de la población esclava en parte se haya debido a su propia
reproducción como a la compra de negros, pues el estudio del origen de los
esclavos 5 proporciona algunos antecedentes indirectos sobre posibles adqui-
siciones. Paralelamente, se advierte la disminución de 67 % a 52 % de la pobla-
ción económicamente más importante, de aquélla que tenía una edad com-
prendida entre 16 y 50 años. En todo caso, al menos dos sujetos del segmento
que tenía entre 51 y 60 años eran trabajadores especializados, con lo que este
grupo sólo experimentó un leve aumento. En cambio, la fracción de más edad
disminuyó sustancialmente, a un 1 %. En general, podría sostenerse que esta

5 Ver análisis del Cuadro Nº 33.

109
JAIME TORRES SÁNCHEZ

era una evolución que correspondía a las exigencias de elevación del producto 110
y del ingreso.
Con todo, lo notable de estos datos es que la población femenina no sólo
aumentó su significación relativa en la población total, sino que la fracción de
ella en edad fértil, de 16 a 35 años, tenía el peso considerable de un 37 % en el
año 1767. Este fenómeno está correlacionado con un aumento de los volúmenes
de población masculina en el tramo de edad entre 16 y 40 años. Población feme-
nina en edad fértil y población masculina de la misma edad podrían haber sido
condiciones para elevar la tasa de natalidad, si la tasa de mortalidad hubiera
sido favorable. Precisamente, la baja significación de la fracción de población
femenina en edad fértil pudo haber sido el principal factor explicativo de la
baja tasa de nacimientos de la población esclava en las haciendas jesuíticas
del Perú, lo que unido a una alta tasa de mortalidad llevó el incremento vege-
tativo de esa población esclava a nivel cero6. Desafortunadamente, no se dispone
de información que permita averiguar el impacto de la situación de fertilidad
sobre la evolución de la natalidad de la hacienda de Guatire durante este período.
Como tampoco se conoce la evolución de la mortalidad en el grupo, aunque el
análisis posterior en este capítulo 7, proporciona algunos indicios sobre una baja
tasa de mortalidad infantil. Los caracteres descritos de la población esclava se
mantuvieron hasta 1772, como se advierte en el Cuadro Nº 29, aunque con
algunas atenuaciones.
Hubo un leve aumento de 34 % a 35 % en la población de menos de 15
años y de 52 % a 53 % en la que estaba en edad 'productiva'. Disminuyó, en
cambio, aquélla que tenía más de 51 años. No se encuentran trabajadores espe-
cializados en los dos últimos tramos y disminuyó el porcentaje de la población
femenina en el total de 55 % a 54 %, al igual que aquélla en edad fértil –con
edad entre 16 y 35 años– aunque el 29 % de ésta era un porcentaje todavía alto.
La mayor parte de la población masculina siguió concentrándose entre los 16
y 40 años. Sin duda, se trataba de una situación demográfica en la cual las ten-
dencias que habían operado en los catorce años anteriores no encontraban ya
las mismas condiciones para su desarrollo.

6 Nicholas P. Cushner, S. J., “Slave mortality and reproduction on jesuit haciendas in Colonial Peru”,
Hispanic American Historical Review, vol. 75, Nº 2 (1975), ps. 191-192.
7 Ver análisis del Cuadro Nº 34.

110
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 29. Estructura de la población esclava según intervalos de edad 111


de importancia económica. Hacienda de Guatire (1767 y 1772).
1767 1772
Edad Total Total
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Nº % Nº %
0 - 15 12 20 32 34 10 26 36 35
16 - 50 23 25 48 52 30 25 55 53
51 - 70 7 5 12 13 4 3 7 7
71 - + — 1 1 1 3 2 5 5
Total 42 51 93 100 47 56 103 100
(45%) (55%) (100) (46%) (54%) (100)
Fuente: Tablas V, VI.

En síntesis, podría concluirse que después de 1753 los efectos del estilo
de manejo de la mano de obra esclava por la administración jesuítica promo-
vieron el equilibrio reproductivo de la población esclava, pero aunque nada
se sabe de la evolución de la natalidad y de la mortalidad es probable su creci-
miento vegetativo. Los datos permiten examinar en qué medida se mantuvo
en la comunidad un patrón de articulación social basado en la familia nuclear.

CUADRO Nº 30. Tipos de familias en la población esclava. Hacienda de


Guatire (1753, 1767 y 1772).
1753 1767 1772
Tipos
Unidades Individs. Unidades Individs. Unidades Individs.
Parejas c/hijos 5 21 15 56 12 54
Parejas s/hijos 5 10 12 24 9 18
Viudas c/hijos 1 5 — — 1 2
Viudas s/hijos — — 1 1 1 1
Total 11 36 28 81 23 75
Fuente: AHN, Clero 128/15, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 19 de octubre de 1753,
fs. 58 v.-60; AHN, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 17 de junio de
1767, fs. 75 v.-79 v.; AHN, Clero 126/33, Inventario de esclavos, fs. 192-197 v.

111
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Hasta el momento se ha detectado que en 1753 el 65 % de los individuos 112


vivía dentro de una unidad familiar. De acuerdo con los datos del Cuadro ante-
rior, en 1767 éstos eran el 86 % del total de esclavos con un total de 27 parejas
que, seguramente, constituían matrimonios. La cifra bajó nuevamente a 70 %,
con 21 parejas en 1772. Bajo la administración jesuítica la comunidad tendió a
aumentar relativamente el número de uniones pues éstas, en relación a la pobla-
ción total, evolucionaron de 21 % a 29 % en 1767, para llegar, finalmente, a un
20 % en 1772. Esto se explica por el énfasis que los jesuitas ponían en fortalecer
los vínculos familiares 8. Sin embargo, el resultado de tal énfasis no se reflejó
en el promedio de hijos por unión, pues del 4,2 inicial, en 1767 había bajado
a 3,7, para aumentar a fines del período a 4,5. Tampoco desestimuló totalmente
las fugas de esclavos, pues está documentado en el inventario que en 1767 un
esclavo tenía ya nueve años de ausencia por fuga. En todo caso, se trataba de un
número mínimo de huidas lo que corrobora una observación más general sobre
la baja incidencia de ellas en las propiedades jesuíticas coloniales 9. El número
de familias en disolución, en cambio, fue solamente de uno, tanto en 1753
como hacia fines de la administración de la Compañía, aunque en 1767 y 1772
aparecen menores de 15 años sin padres, siete y seis sujetos respectivamente.
No cabe duda de la modificación demográfica que comportó el período
en que la hacienda estuvo bajo la administración jesuita. Hubo un incremento
sustancial de la población esclava, de la significación de los estratos femeninos
y de aquéllos con edad menor de 15 años. Aumentó la importancia de las unio-
nes familiares debido, tal vez, al efecto de una deliberada política de mano de
obra. No se dispone de evidencias documentales sobre tasas de mortalidad,
pero los indicios presentados permiten apreciar una elevación de la capacidad
reproductiva de la comunidad. También es claro que en la política de tratamiento
de la mano de obra había un propósito tendente a favorecer comportamientos
colectivos acordes con principios morales. Y que tales comportamientos así
condicionados eran más proclives a adaptarse a un control social estricto. Si se
considera que un rasgo general de las familias esclavas en los Valles Centrales
era el predominio de familias basadas en vínculos matrimoniales y consen-
suales 10, ello indicaría que el propósito específico de tal política también pudo

8 Cushner, art. cit., p. 189.


9 Rosa M. Martínez Codes, “De la reducción a la plantación. La utilización del esclavo negro en
las haciendas jesuitas de la América española y portuguesa”, Revista Complutense de Historia de América,
Nº 21, Madrid, Universidad Complutense, 1995, p. 112.
10 Juan Almécija B., La familia en la Provincia de Venezuela, 1745-1798, Madrid, Editorial MAPFRE,
1992, tabla 6.9, p. 248. De 643 hogares esclavos en dichos valles entre 1753 y 1791, el 64 % eran de tal tipo.

112
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

haber sido el promover vínculos matrimoniales religiosos. Pero, ya objetivos 113


explícitos o efectos de situaciones más generales, hubo indudables efectos
positivos en la producción. En todo caso, parece que fue muy probable que
parte del incremento de mano de obra en el período haya tenido origen en la
misma población. Pero si hubo incremento vegetativo, no parece que éste hubie-
ra bastado para suplir las necesidades de mano de obra. En ese período, la
población menor de 15 años sólo creció a un promedio de 2,3 % anual, mientras
la población total lo hizo a un 4,8 %. Los efectos de esta política y su relación
con el comportamiento demográfico esclavo pudieron, tal vez, haberse reflejado
en mayor medida en resultados de productividad que en una mayor disponibili-
dad de mano de obra para la hacienda.
Llama la atención el aumento sustancial del porcentaje de 'enfermos' en
los catorce años, pero aún más su incremento en 1772. Se debe recordar que
en 1753 el estado de salud de la comunidad parecía satisfactorio y que la etio-
logía de las enfermedades no era atribuible a factores ligados a deficiencias
nutricionales o a problemas de intensidad de trabajo. En el Cuadro de la página
siguiente se presentan los datos sobre el estado de salud de los esclavos.
El 10,4 % de 'enfermos' en 1753 casi se duplicó en 1767, alcanzando el
19,4 %, y casi se triplicó en 1772, en relación al año inicial. Ya se ha consi-
derado que el estado de salud de los esclavos en 1753 era razonablemente bueno.
Sin embargo, no podría afirmarse, que ese 10,4 % fuera el promedio de enfermos
'normal' en una hacienda que cuidaba sus esclavos a mediados de siglo. En
todo caso, tomando en consideración el estado sanitario general de éstas y
el carácter posiblemente más intenso del trabajo en las haciendas azucareras 11,
es probable que ese porcentaje de esclavos en mal estado de salud fuera bastante
bajo. Al hacerse cargo de la hacienda en 1753, el Colegio de Caracas disponía
de una población esclava con muy pocos enfermos, en la que la mayor parte
de éstos estaba afectada por problemas óseos y musculares en el grupo de los
'hombres'. Pero el que en 1767 los 'enfermos' en relación a la población total
hubiesen aumentado de 10,4 % a un 19,4 %, significa que hubo un empeora-
miento de la situación de salud de los esclavos.

En el Caribe, la familia nuclear esclava tendió a ser común, aún cuando pudo estar conectada a un sistema
social más complejo por la resistencia a la plantación. Ver Barbara Potthast-Jutkeit, “The slave family in
the Caribbean: a research review”, Ibero-Amerikanisches Archiv, 24.3/4, Berlín, 1998, ps. 284-289, 296-297.
11 Ver Nota final en el capítulo dos de la Primera Parte.

113
JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 31. Estado de salud de la población esclava. Hacienda de Guatire. 114


(1753, 1767 y 1772).
1753 1767 1772
Enfermedad
H M Total % H M Total % H M Total %
Óseo-muscular 3 1 4 80 5 2 7 39 7 2 9 31
Piel — — — — — 2 2 11 1 4 5 17
Sistema Génito-urinario — 1 1 20 2 3 5 28 4 7 11 38
Gastro-intestinales — — — — 1 — 1 5 — 2 2 7
No especificada — — — — — 3 3 17 1 1 2 7
Total Enfermos 3 2 5 100 8 10 18 100 13 16 29 100
Total Esclavos 48 93 103

Fuente: Tabla IV y VII.

El problema es si tal deterioro de salud hacia 1767 fue resultado de una


acción deliberada de disminución de los costos de reproducción de la mano
de obra, en aspectos como alimentación, medicinas, viviendas, u otros elementos
que la afectaban. No se dispone de índices sobre la situación de salud de otras
unidades agrarias laicas o eclesiásticas en la Provincia de Venezuela, pero
no es probable que estas cifras fueran sustancialmente más bajas en éstas. Varias
razones pueden esgrimirse al respecto. Se sabe que en el caso de las haciendas
azucareras peruanas bajo administración jesuítica, el equipamiento de medicinas
disponible era adecuado para los niveles del siglo XVIII y tenían cierto grado
de comodidades materiales, aunque el sistema de control disciplinario fuera
rígido y no se eximiera de la aplicación del castigo físico 12. Su alimentación,
que había variado poco desde el siglo XVI, consistía en maíz, pan, pescado,
papas y algo de carne, aunque sus contenidos calóricos y nutricionales parecen
haber sido deficientes 13. Tampoco diferían demasiado las prácticas de los admi-
nistradores jesuitas, en materia de preocupación por la situación material de
la mano de obra hacia esta misma época, en las haciendas y ranchos del noroeste
en la Argentina colonial. Los esclavos disponían de sus propios lotes de tierra

12 Cushner, art. cit., ps. 185, 187. También corresponde a una situación más general: “la documentación
consultada parece confirmar que el castigo corporal fue la base de la relación amo-esclavo en las haciendas
donde la esclavitud existió”, Martínez de Codes, art. cit., p. 101.
13 Cushner, art cit., ps. 91, 95.

114
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

para cultivo y se les proporcionaba una alimentación variada. Esta se mejoraba 115
en caso de hallarse enfermos y se dieron casos en que los esclavos pudieron
hasta protestar con éxito por la suspensión de esta granjería en 1714, ante el
Provincial 14.
Al mismo tiempo, si las exigencias religiosas orientaron a los jesuitas
a un cierto interés por las condiciones de vida de los negros 15, es posible que
todo ello explique el porqué en su práctica de administradores no aparecen limi-
taciones deliberadas de las condiciones de vida y trabajo de los esclavos, cons-
tricciones que pudieran haber situado sus niveles bajo los estándares normales
de la época. En general, la preocupación por las condiciones de vida de los
negros acompañaba estrechamente al fortalecimiento de los valores religiosos,
pero el sistema de tratamiento de la mano de obra estaba diseñado para aumentar
al máximo la productividad de ella 16. Y en esta perspectiva, la diferencia espe-
cífica en el tratamiento de la esclavitud por los jesuitas no radicaba tanto en las
condiciones de bienestar material demasiado distintas, sino en un “sistema de
controles altamente eficientes... [Sus esclavos] ...sabían qué esperar, trato que
era visto menos duro y arbitrario que el que obtendrían a manos de propietarios
de haciendas privadas” 17. En Guatire, la situación de los esclavos en estos
aspectos pudo no haber diferido demasiado de las señaladas en las haciendas
azucareras peruanas, de las del noroeste argentino y de las de Nueva España.
El inventario de 1753 no proporcionaba ninguna información respecto a las

14 Nicholas P. Cushner, S. J., Jesuit ranches and the agrarian development of colonial Argentina.
1650-1767, Albany, State University of New York Press, 1983, p. 104.
15 P. Alonso de Sandoval, S, J, De instauranda aethiopum salute. El mundo de la esclavitud negra
en América, Bogotá, 1956, transcrito de la edición sevillana de 1627, Lib. IV, cap. XV, ps. 584-5. “Si
es cierto, como lo es, que nuestra principal vocación en las Indias es el empleo de los indios, tan encomendado
por nuestras constituciones, no es menos cierto ser empleo muy propio nuestro en ellas, el de los negros
que en estas partes nos sirven”. Esta conclusión también parece deducirse de los resultados del trabajo
de Martínez de Codes, art. cit., p. 122: “Todo parece indicar que la política instrumentada por la Compañía
de Jesús con la intención de optimizar la utilización de la mano de obra negra se basó en la regulación
de un sistema de trabajo menos represivo y arbitrario que el existente en otros contextos rurales y urbanos
de las provincias americanas... La rigurosa regulación de la vida espiritual de la población negra prueba
que la Compañía, al margen del beneficio económico, deseaba cumplir con los deberes religiosos”.
16 “Todo parece indicar que la cuestión del bienestar de los esclavos estaba ligado, en el sistema jesuita,
a obtener los máximos beneficios de la inversión humana realizada”, Martínez de Codes, art. cit., p. 111.
17 Herman W. Konrad, A jesuit hacienda in colonial Mexico. Santa Lucía, 1576-1767, Standford,
Stanford University Press, 1980, p. 266: “highly efficient system of tolerable controls...knew what to expect,
which was treatment seen to be less harsch and less arbitrary than they would get at the hands of private
estate owners”.

115
JAIME TORRES SÁNCHEZ

posibilidades de curación de enfermedades de la mano de obra, aunque sí enu- 116


meraba los instrumentos de castigo: un cepo de madera con su “telera” y
“gonzes”, es decir, completo; cuatro “masas”, una con grilletes, y las restantes
con eslabones y argollas, y un par de “esposas” 18.
En 1767, al entregarse la hacienda al Depositario, en la pequeña biblioteca
existía “un libro de medicina Moligelio, bueno” 19, una alacena con “diferentes
frasquitos de medicamentos, papeles, y petaquitas de medicina” 20, y diferentes
instrumentos de castigo: cinco grilletes, un par de esposas y dos “masas que sir-
ven de prisión para los esclavos con su cadena y anilla buenas” 21. En 1772, el
avalúo señaló que existía un “cajón de guardar botica” que en el inventario
había sido identificado como alacena 22 y, aunque habían aumentado respecto a
1767, disponía de cuatro cepos “de prisión”, cinco grilletes y tres pares de espo-
sas 23. Al igual que en la Nueva España, la preocupación de la Compañía por
la alimentación, vestuario y salud de los esclavos no excluía el rigor del castigo
y el que fuera común, aunque estuviera bajo reglamentación: “la preocupación
de las Instrucciones de cómo el castigo debería ser administrado fue corriente...
Sin embargo, un gran vigor en la administración del castigo parece haber
sido la regla” 24.
Las condiciones de alojamiento de los esclavos en Guatire mejoraron pues
se construyó una vivienda de materiales sólidos de cierta dimensión, aunque se
mantuvieron los bohíos, o edificaciones de materiales simples. Respecto a la
alimentación, al parecer se les proporcionaba un suplemento alimenticio pues es
casi seguro que disponían de conucos para proveer a su propia subsistencia. Pero
sólo se sabe que el maíz estaba presente en la dieta, ya que existía un cobertizo
de almacenamiento en las construcciones estables de la hacienda. La aportación
de tiamina de este vegetal –en sus variedades 'blanco' o 'amarillo'– pudo haber
sido importante en el equilibrio nutricional final, cuya deficiencia en otras
dietas de esclavos como las de Brasil, a base de carne seca y yuca, explicarían

18 ANH, Clero 128/15, doc. cit., f. 57 v.


19 ANH, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 67.
20 Ibid., f. 68.
21 Ibid., f 80 v.
22 ANH, Clero 126/33, Avalúo del carpintero, 1772, f. 179.
23 Ver Apéndice, Tablas X y XI.
24 Konrad., op. cit. ps. 260-261: “the preoccupation of the Instrucciones with the question of how
punishment should be administered sugests it was common... Greater vigor in administering punishment,
however, appears to have been the rule”.

116
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

la difusión del beri-beri en su amplia sintomatología 25. Como también consta 117
documentalmente que era costumbre que los esclavos consumieran la 'purga',
o mieles residuales, cuya aportación de micronutrientes es importante, según
se sabe actualmente 26. En 1772, en un cotejo de inventario se dejó constancia de
que veinte cargas de éstas “se consumieron en los esclavos de esta hacienda
como es costumbre y necesario” 27. Por sus dimensiones, a su vez, es posible que
la cocina estuviera destinada no sólo a la alimentación de los administradores
y la existencia de un asador indicaría que la carne formaba parte también de
la dieta.
En verdad, algunos resultados de la investigación sobre el funcionamiento
de las haciendas jesuíticas indicarían que, comparativamente respecto a las
laicas, no existía un rango de diferencias demasiado grande, aunque la más im-
portante era que las primeras dependían organizativamente de una institución
corporativa 28. Si esto fue cierto querría decir que, en la importancia de la dife-
renciación entre los dos tipos de haciendas influían también las condiciones de
su funcionamiento económico. Conminados los administradores de la Compañía
a producir con eficiencia y a tratar bien a los esclavos por razones religiosas
y productivas, parecería claro que el nivel de vida de éstos dependía de que los
administradores tuvieran éxito en la generación de ingresos. Es decir, los escla-
vos eran bien tratados porque había ingresos para sufragar tales costos. Como
la hacienda de Guatire fue indudablemente exitosa al respecto, una gestión
corporativa interesada en la eficiencia económica y subordinada a ciertos valores
morales pudo influir para mantener la comunidad esclava en buenas condiciones
vitales para los niveles medios de manejo de la mano de obra colonial.
En todo caso, es difícil precisar históricamente tales niveles por la ausencia
de investigaciones. Pero si se considera la 'coacción física', la 'dureza del trabajo'
y la 'alimentación' como factores importantes en la situación de salud de los
esclavos de la Provincia de Caracas, la escasa información existente indica
que es posible que los problemas de salud en Guatire pudieran haber derivado
de la dureza misma del trabajo en sus caracteres técnicos generales –similares

25 Kenneth F. Kiple, “The nutritional link with slave infant and child mortality in Brazil”, Hispanic
American Historical Review, 69:4, 1989, ps. 677-690.
26 Los contenidos de calcio, fósforo y hierro son elevados para el papelón negro, según se estima
actualmente. Instituto Nacional de Nutrición, Tabla de Composición de Alimentos para uso práctico, Caracas,
Nº42, 1983.
27 ANH, Clero 126/33, Cotejo e inventario de la hacienda, valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 136.
28 Konrad, op. cit., p. 330.

117
JAIME TORRES SÁNCHEZ

en toda la Provincia– y que hasta 1767 tales condiciones habían sido mitigadas 118
por la administración. En efecto, se sabe que las razones alegadas por los
esclavos para huir en la Provincia de Caracas, decían relación con los castigos
a que eran sometidos 29, lo que se vincula más estrechamente con la dureza de
los trabajos a que eran sometidos que con la alimentación, la que fue bastante
adecuada a los requerimientos nutricionales y calóricos para toda la población
de la Provincia en el siglo XVIII 30. Las haciendas, en general, tuvieron poca
capacidad de retención de sus esclavos, pero si pudieron aumentar los 'cima-
rrones' –esclavos huidos– hasta el siglo XVII, es difícil aceptar que hayan alcan-
zado un cantidad cercana a 30.000, un 50 % del total de esclavos de la Provin-
cia 31. Durante el siglo XVIII los cimarrones parecen haber sido abundantes,
a lo que se añadió el fenómeno de las sublevaciones. Del Cuadro Nº 31 se des-
prende que las enfermedades óseo-musculares, atribuibles a condiciones de
intensidad del trabajo, disminuyeron de 80 % en 1753 a 39 % en 1767. Como
parece que hubo preocupación por la alimentación complementaria en las faenas,
la capacidad de retención de esclavos de la hacienda de Guatire pudo haber
estado relacionada con la morigeración de los castigos y con las mejores condi-
ciones de trabajo al estar éste mejor organizado, según se verá en capítulos
posteriores.
En su conjunto, entonces, el efecto de los tres factores considerados pudo
haber estimulado una situación relativamente favorable para las condiciones
de salud de la mano de obra en Guatire. El aumento en el número de enfermos
hasta 1767 pudo, así, responder a exigencias normales en la actividad de la
hacienda, dado el crecimiento del producto y la utilización de mano de obra
esclava. En otros términos, el aumento del producto en el período requirió
intensificar el trabajo esclavo. Lo que trajo como consecuencia el deterioro
de salud de su población, no obstante que las condiciones de la actividad –habi-
tación, vestuario, comida, higiene y disciplina– fueron probablemente mucho
mejores que en el promedio de las haciendas en la Provincia. En cambio, el
aumento del porcentaje de 'enfermos' en 1772 respecto a 1767, indica que en
la última etapa hubo una situación 'anormal' de salud en la población esclava.

29 Federico Brito Figueroa, El problema de la tierra y esclavos en la Historia de Venezuela, Universidad


Central de Venezuela, Caracas, 1967, ps. 239-240.
30 Torres S., art. cit., p. 85.
31 Miguel Acosta Saignes, Vida de los esclavos negros de Venezuela, Caracas, 1967.

118
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

119

Figura N° 8. Esclavo limpiando caña para Figura N° 9. Negro cimarrón


el molino.

Varios aspectos del Cuadro Nº 31 llaman la atención: las enfermedades


'Óseo-musculares' y 'No especificadas' disminuyeron porcentualmente respecto
de 1767, elevándose ligeramente los valores de las 'Gastro-intestinales'. Pero
en 1772 se elevaron de manera importante las enfermedades de la 'Piel' y del
'Sistema génito-urinario'. En general, hay una relación inversa entre la elevación
importante de estas últimas con la disminución, también importante, de las
'Óseo-musculares'. Estas enfermedades pueden asociarse con mayor facilidad
a los niveles de intensidad y extensión del trabajo en la producción de caña
y procesamiento del 'caldo', al requerir estas actividades, predominantemente,
una actividad física de los esclavos. La descripción en la Primera Parte de las
actividades involucradas en la cañicultura han indicado que éstas dependían
básicamente de la actividad y conocimiento de la mano de obra. El aumento
en 1772 del número de casos de enfermedades distintas a las 'óseo-musculares'
podría indicar que tal situación podría relacionarse con factores distintos a
los derivados del trabajo. Por ello, tal relación indicaría que el deterioro de

119
JAIME TORRES SÁNCHEZ

salud hacia 1772, no se debió a problemas ligados a mayor intensidad o exten- 120
sión de la jornada, cuyos caracteres podrían haberse mantenido respecto a 1767.
El aumento de incidencia de los tipos de enfermedad de 'piel', 'sistema génito-
urinario' y 'gastro-intestinales', que abarcan el 62 % del total de casos, podría
explicarse por la hipótesis de que ellas se habrían presentado en las condiciones
de desestructuración social generadas por la ausencia de los mecanismos de
control colectivo después de 1767. Mecanismos que, precisamente, habían
caracterizado el ordenamiento social de la hacienda en los años bajo adminis-
tración jesuita.
Un examen más pormenorizado de las enfermedades podría apoyar la
hipótesis presentada. Se ha establecido que el porcentaje de casos de enfermos
fue de 10,4 % en 1753, de 19,4 % en 1767 y de 28,2 % en 1772. Se llegó a la
conclusión de que el porcentaje de enfermos en 1767 podría haber correspondido
a una situación de salud normal para una hacienda como la de Guatire, dentro
de la Provincia de Caracas, que había experimentado una notable expansión
productiva. El examen también llevó a la conclusión de que la disminución
de las enfermedades 'óseo-musculares' entre 1767 y 1772 indicarían la persis-
tencia de una situación de trabajo favorable a un desempeño normal de la mano
de obra, en términos de exigencias e intensidad. En el Cuadro Nº 32 se presentan
los datos desagregados.
Ya se sabe –por el Cuadro Nº 31– que todos los tipos de enfermedades
experimentaron un aumento relativo, excepto las 'óseo-musculares' y las 'no
especificadas' entre 1767 y 1772. Si se toman en cuenta individualmente las
enfermedades que aquejaron a la población esclava hacia 1767, las que alcan-
zaban mayor importancia eran las 'venéreas' que, con un porcentaje cercano
al 28%, fueron las de mayor incidencia. En ese año sólo eran seguidas por
las vinculadas a 'miembros enfermos', con 17 %. La significación cuantitativa
de las enfermedades génito-urinarias se debía a la enorme importancia que
tenían en la población las enfermedades venéreas.
En 1767, el tipo de enfermedades de mayor presencia fueron las óseo-
musculares seguidas por las génito-urinarias. Individualmente fueron las enfer-
medades venéreas las que afectaron en mayor medida a los esclavos, aún cuando
el espectro de trastornos de salud había aumentado desde 1753 de cuatro varie-
dades a ocho. En cambio, de 1767 a 1772 estas variedades aumentaron a once,
manteniéndose la significación individual relativa de las venéreas en 1772
en 28 %.

120
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 32. Tipos de enfermedades en la población esclava. Hacienda 121


de Guatire (1753, 1767 y 1772).

Tipos de 1753 1767 1772


Enfermedades H M Total H M Total H M Total
I.– ÓSEO-MUSCULARES
1. Hernias — — — 2 — 2 3 — 3
2. Incapacidades permanentes. — — — 1 1 2 — 1 1
3. Reumatismo. — — — — — — — 1 1
4. Daños temporales. — 1 1 — — — 3 — 3
5. Miembros enfermos. 2 — 2 2 1 3 — — —
6. Ciática. 1 — 1 — — — 1 — —
Sub-total 3 1 4 5 2 7 7 2 9
II.– PIEL
1. Pústulas. — — — — 1 1 1 2 3
2. Bubas. — — — — 1 1 — — —
3. Irritaciones. — — — — — — — 2 2
Sub-total — — — — 2 2 1 4 5
III.– SISTEMA GÉNITO-URINARIO
1. Venéreas — — — 2 3 5 3 5 8
2. Problemas urinarios. — — — — — — 1 2 3
3. Problemas de mujer. — 1 1 — — — — — —
Sub-total — 1 1 2 3 5 4 7 11
IV.– GASTRO-INTESTINALES
1. Disentería. — — — — — — — 1 1
2. Dolores de estómago — — — 1 — 1 — 1 1
Sub-total — — — 1 — 1 — 2 2
V.– OTRAS
1. Enfermo. — — — — 3 3 1 1 2
Sub-total — — — — 3 3 1 1 2
Total 3 2 5 8 10 18 13 16 29

Fuente: Tablas IV y VII.


En 'Hernias' se han considerado el Nº 4, Nº 8, Nº 10 y Nº 13. En 'Incapacidad permanente',
el Nº 2 y el Nº 7. En 'Daños temporales' el Nº 9 y el Nº 11. En 'Miembros enfermos', el Nº 1,

121
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Nº 5 y Nº 6. 'Ciática' corresponde al Nº 12. El 'Reumatismo' al Nº 3. En 'Pústulas' se incluye 122


el Nº 1 y Nº 3. En 'Bubas', el Nº 2, y en 'Irritaciones', al Nº 4. En el sub-grupo 'Venéreas' se
incluye el Nº 1, Nº 2 y Nº 4. En 'Problemas urinarios', el Nº 3.

El cambio ocurrió, por una parte, en la disminución porcentual del tipo


de enfermedades óseo-musculares y en el aumento de las génito-urinarias en
1772, respecto a 1767, tipo de enfermedades estas últimas donde la variedad
'Venéreas' era predominante. Por otra parte, entre ambos años aumentó el tipo
de enfermedades de 'Piel'. Para apreciar el significado histórico de estas
conclusiones conviene establecer los contenidos a que remiten estas clasi-
ficaciones, es decir, a los caracteres con que se presentaban las enfermedades
en los sujetos.
En el área del virreinato del Nuevo Reino de Granada, la frecuencia de
los problemas óseo-musculares era elevada y se debía tanto a la intensidad del
trabajo exigido a los esclavos, como a los numerosos accidentes laborales 32.
Es grande el número de 'enfermedades' que entran en esta categoría y la com-
prensión de sus caracteres no está exenta de problemas. En el caso del “reu-
matismo”, por ejemplo, en un tratado sobre los dolores, probablemente del
siglo XVIII, describía éste como “un dolor largo de los músculos principiante
de las extremidades sin coriza, ni náuseas. Este dolor se diferencia del artrítico
en que este acomete a membranas y ligamentos, y el primero a los músculos.
Este dolor acomete también a las grandes articulaciones como el hombro”.
Al diferenciarla de la “gota” se establecía que: “El reuma acomete en todas las
edades, y a todos sexos y partes carnosas, ni tampoco hay noticias que produzca
tosos (sic), ni corva los huesos” 33.
No se cuenta con descripciones de la “zeática”, pero se la conocía en la
farmacopea de la época 34. Las dificultades de identificación a través de esta
sintomatología no tiene efectos en los valores de la categoría de la clasificación
porque sólo afecta a un caso. Así, parece seguro que, entre 1767 y 1772, la ten-
dencia fue al aumento relativo de la incidencia de las hernias y lesiones tempo-
rales en los hombres, al interior de este tipo de 'enfermedad'. Es decir que,
aún cuando en general los problemas musculares y óseos tendieron a decrecer

32 Chandler, op. cit., 179-184.


33 AHPT-SJ, M:312. El autor divide el tratado en dos partes: uno dedicado a las fiebres y otro, dedicado
a los dolores. No hay nombre de autor, título ni fecha.
34 ARAH, 9/3823, Index Capitulorum Nº 72; sin fecha ni autor.

122
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

en la hacienda de Guatire, de todas maneras aumentó la significación de hernias 123


y lesiones en los brazos de esclavos hombres.
En el grupo de las enfermedades génito-urinarias se presentan claramente
diferenciadas tres: “gomas”, “gálico” y “humor salado”. Esta última plantea
particulares problemas pues no se encuentra identificada entre las patologías
que afectaban a la población esclava del virreinato 35. Es posible que corresponda
a la “flema salada” que figura en algunos recetarios europeos de la época 36,
aunque también aparece con este nombre en las enfermedades que aquejaban
a los esclavos de la hacienda jesuítica cacaotera de 'San Francisco Javier de
Tacarigua'. Se cuenta con una descripción que la diferencia en dos variedades:
una, “De la destemplanza del hígado. Suele (juntándose con los humores
salados) originarse lo que llaman flema salada, o fisturas, o rajaduras en las
palmas de las manos, y en las plantas de los pies, que molestan mucho, porque
se suelen despellejar, y rajar con gran dolor”. Y, otra, “humor gálico” o “flema
salada de gálico” 37. Puede considerarse como más probable su identificación
con esta última.
El “gálico”, o sífilis, cubría todo el espectro de enfermedades venéreas que
actualmente se conoce 38 y estaba ampliamente difundida por toda América.
“Mal de bubas” para un autor, era descrita como “no poco infernal, maligna y
perniciosa, es esta del mal indiano y según otros del mal francés, que tan de
veras aflige, apremia y atormenta a los hombres, sin hacer excepción alguna
que ya se usa decir en las Indias, que no es hombre honrado el que no tiene
un cierto ramillo o rastro deste achaque” 39.
En la documentación de Guatire la enfermedad anterior se presenta sin
descripción y, en algunos casos, asociada con heridas “reventadas” en los
pies. De lo que cabe deducir que sus síntomas estaban claramente relacionados
con los que el anterior autor describía como “dolor en las coyunturas a veces
con llagas sucias malignas y muy difíciles de sanar, pegarse de unos en otros,

35 Chandler, op. cit., ver particularmente su clasificación de página 182. Esta es la misma clasificación
utilizada por Colin Palmer, Human cargoes. The british slave trade to spanish America, University of
Illinois Press, p. 115. Es la que se emplea en este análisis.
36 ARAH, 9/3823, Index Capitulorum, Nº 41.
37 Juan de Esteyneffer, Florilegio medicinal de todas las enfermedades, sacado de varios, y clásicos
autores, para bien de los pobres, y de los que tienen falta de médicos, en particular para las Provincias
remotas en donde administran los RRPP Misiones de la Compañía de Jesús, México, 1712, ps. 134-136.
38 Chandler, op. cit., p. 200-201.
39 Juan de Cárdenas, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, México,
Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1913, I Parte, cap. V, p. 170.

123
JAIME TORRES SÁNCHEZ

y comenzar de ordinario por algunas secas, o incordios, o llaguillas, mayor- 124


mente en las partes inmundas, hacer salir tumores o chichones en las sienes
o cabeza, causar grandísimas corrupciones en los huesos” 40. En otros términos,
se la identificaba no por la presencia de úlceras o pústulas en la piel, sino por un
cuadro sintomático, lo que permite diferenciar la sífilis de otras enfermedades
descritas por úlceras superficiales, como “cangros”, “clavos” y “espundia”.
Las 'gomas', en cambio, es posible adscribirlas a un tipo de úlcera sifilítica
que estaba notablemente extendida en la población esclava de Nueva Granada y
que los evaluadores confundieron frecuentemente con las 'bubas' y las 'llagas'41.
Los problemas ligados al aparato urinario, de retención o exceso de orina o
dolor al orinar, estaban también extendidos en el virreinato 42. En general, esta-
ban claramente diferenciadas el “mal de orina o piedra” o “mal de piedra”, y
la “supresión de orina” 43. Es probable que la patología ligada a la matriz en
una esclava de 1753, sea un caso de 'prolapso', o desprendimiento del útero 44.
De los datos presentados en el Cuadro Nº 32 se desprende que, dentro
de la categoría de enfermedades génito-urinarias, la mayor parte correspondía
a las venéreas. El aumento porcentual, por tanto, de este grupo 'génito-urinario'
a partir de 1767 se debió al aumento de significación real de las enfermedades
venéreas dentro de la comunidad esclava de Guatire.
En la categoría de enfermedades de la piel se encuentran tipos de lesiones
como 'cangros', 'clavos', 'espundia', que se caracterizaban por ser úlceras o
pústulas de origen no venéreo. En general, las pústulas tuvieron una difusión
tan grande en el virreinato que se llegó a considerarlas como características de
los negros 45. En su mayor parte correspondían a lesiones de la piel que no reci-
bían adecuado tratamiento y se infectaban, pero la “espundia” tuvo como carac-
terística el que tendía a un continuo crecimiento, siendo probable que su origen
estuviera en la 'leichmaniasis' 46, infección cutánea y también nasobucal causada
por ciertos parásitos protozoarios. No se encuentran referencias entre las

40 Ibid., ps. 175-176.


41 Chandler, op. cit., ps. 201-202.
42 Ibid., ps. 204-205.
43 ARAH, 9/3421, “Al uso de Fr. Fran.co de Ajofrin, Minorita Capp.no Procur.or por L. S. C. de
Propaganda Fide de las Misiones del Thibet: y residente en el convento grande de RRPP Mercen.s Calzados
de Mexico. Año de 1765”, fs. 660-673.
44 Chandler, op. cit., p. 205.
45 Ibid., p. 185.
46 Ibid., p. 186.

124
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

enfermedades típicas de los esclavos de Nueva Granada para el 'cangro', que 125
podría describirse solamente como una pústula de origen infeccioso.
Las “bubas” –o 'yaws' en la literatura médica anglosajona– eran endémicas
en todas las regiones del Virreinato y ampliamente conocidas por todos los par-
ticipantes en el negocio esclavista, pues podía incapacitar por largo tiempo a
sus víctimas 47. Los “clavos” eran un especial tipo de 'buba' que afectaba a la
piel bajo las callosidades de las plantas de los pies, inhabilitando para el trabajo
por meses 48. En general, las 'bubas' eran un tipo de treponemiasis ampliamente
extendido en las áreas tropicales que tendía a ser confundida con la sífilis 49.
En los valles de la región centro-costera de la Provincia de Caracas era común
hacia 1800, pues según Humboldt la hacienda azucarera de Cura, “estaba infec-
tada con 'bubas', enfermedad de la piel muy común en estos valles entre los
esclavos” 50. Respecto a los casos de “ardor de espalda” en la documentación
de Guatire, no hay referencias precisas.
Respecto a las restantes enfermedades que aquejaban a la población esclava
de Guatire, las referentes a 'dolores de estómago' y a 'disentería' 51, probablemen-
te formaban parte de las condiciones de vida de todos los sectores sociales.
Un cronista advertía que “por cierto si bien se considera, es negocio digno de
grande admiración, ver en las Indias, que apenas hay hombre que no se ande
quejando del estómago. Y esto no me hace más que sea viejo que mozo, hombre
o mujer, nacido en Indias, o venido de España, a todos da y a ninguno o a muy
pocos perdona” 52. La disentería era de dos tipos: amebiásica y bacilar. A la
primera, que estaba ampliamente extendida entre las poblaciones negras de
los trópicos, se la puede asociar también con los síntomas difusos de malestar
que se presentan en las caracterizaciones vagas de 'enfermedad' 53. La disentería
bacilar era la que se designaba como “flujo de sangre” y era tal vez la más debi-
litante y estaba también muy difundida entre los esclavos 54.

47 Ibid., ps. 187-188.


48 Ibid., p. 189.
49 J. A. de Argumosa, Medicina neotropical afroamericana, Caracas, Laboratorio Behrens, 1962, II,
p. 114.
50 Humboldt, op. cit., III, p. 73.
51 Anomalías gastrointestinales se asocian a deficiencias de Tiamina en las plantaciones azucareras
del Brasil. Ver Kiple, art. cit., ps. 684-685. No parece ser ésta la situación de Guatire debido a un tipo de
dieta que incorporaba el maíz.
52 De Cárdenas, op. cit., cap. IX, ps. 185-187
53 Chandler, op. cit., ps. 218-219.
54 Ibid., ps. 124-125.

125
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Lo cierto es que el aumento de las enfermedades infecto-contagiosas, 126


tanto de piel como venéreas, constituyeron más del 50 % de los casos del total
de enfermedades en 1772, habiendo sido el 35 % del total del año 1767. Como
al mismo tiempo disminuyeron aquéllas derivadas de la actividad de trabajo,
aunque se acentuaron las lesiones de hernias y de brazos en los hombres, es
posible deducir que este cuadro de patologías encontraba origen más en altera-
ciones de las relaciones sociales internas que en la actividad de trabajo mismo.
En efecto, pese a que se mantuvo predominante la estructura familiar
nuclear basada en matrimonios y/o en uniones consensuales, los datos del
Cuadro Nº 30 presentan síntomas de cambio hacia 1772. Mientras en 1767
sólo 13 individuos, el 14 % de un total de población de 93 individuos, vivían
fuera de una familia constituida en torno a una pareja estable, en 1772 éstos eran
el 30 %, unos 31 sujetos. De hecho aparece por primera vez el caso de una
madre joven sin pareja, que era una hija de 20 años –con una zamba de un mes–
con padres de 60 y 45 años, galicoso uno y reumática la otra.
Finalmente, las informaciones del administrador de la hacienda corroboran
que el aumento de las enfermedades no se debió a una mayor actividad de
trabajo, cuando manifestó en un memorial de febrero de 1779 al gobernador,
“que teniendo presentes las varias enfermedades que se han experimentado
en los esclavos de la Hacienda de trapiche situada en Guatire, y en vista de
las cortas remisiones de frutos que se me hacían, tuve por conveniente pasar
a reconocer el estado en que se hallaba dicho trapiche” 55. En este documento
el aumento de las enfermedades se presenta correlacionado precisamente con
una disminución de la producción.
El análisis anterior, por tanto, permite concluir que la hipótesis enunciada
puede sostenerse como explicación del deterioro del estado de salud de la pobla-
ción esclava de Guatire en 1772. El conjunto de las enfermedades en ese año
y su mayor significación respecto a su estado en 1767 no se relaciona con las
actividades de trabajo, sino con la ruptura de los vínculos sociales estables,
lo que permitía comportamientos más promiscuos, como se advierte en la
incidencia de las enfermedades venéreas. El mayor número de enfermedades
de la piel y gastro-intestinales, al originarse en el deterioro de las condiciones
sanitarias generales, podrían también derivarse de las rupturas en las disciplinas
colectivas e individuales requeridas para mantener las condiciones de salubridad.

55 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 87 v.

126
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Probablemente, la ausencia directiva de la Compañía de Jesús en estos aspectos 127


en la administración de la hacienda 56 no pudo ser suplida.
El análisis del origen de los esclavos permite apreciar el aumento de su
diversidad en el período bajo gestión jesuítica. En el Cuadro Nº 33 la fluctuación
de la población no “criolla” en la masa esclava podría, tal vez, ser un indicio
de la compra de esclavos, pues en ella se ubican muchos de “nación” o “nacio-
nal”, es decir, africanos de origen. Debe advertirse que con la designación de
'criollo' se sub-entiende a negros que no son de 'nación', mulatos o zambos,
es decir, nacidos en América. Las categorías son, por tanto, excluyentes.

CUADRO Nº 33. Origen étnico de la población esclava. Hacienda de Guatire.


(1753, 1767 y 1772).
1753 1767 1772
Origen
H M Total H M Total H M Total
Criollos 25 20 45 29 40 69 39 53 92
Mulatos 1 — 1 6 5 11 4 3 7
Zambos — — — 2 2 4 — — —
Bozales * — 2 2 5 4 9 4 — 4
Total 26 22 48 42 51 93 47 56 103
Fuente: Tablas IV, V y VI.
* En lo sucesivo se designa con ese término a los llamados 'de nación' en la documentación,
o esclavos de procedencia africana.

Llama la atención que la significación de los sujetos marginales al grupo


de ‘criollos’ –el porcentaje de este tipo de esclavos fue siempre dominante
desde 1753 a 1772– durante la gestión jesuítica, haya aumentado de un 6 %
a 26 % y bajara nuevamente en 1772 a 11 %. Estos eran precisamente los grupos
con diversidad en sus orígenes étnicos. Así, es probable que tal variación haya
sido un efecto del ingreso de nuevos esclavos por compra, particularmente

56 “La estricta reglamentación sobre la dieta, el vestido y el sistema sanitario que se observa en
las 'Instrucciones' son producto de la larga experiencia obtenida por los administradores en el manejo
de esclavos, persiguiendo el máximo beneficio de la fuerza de trabajo con el mínimo costo”, en Martínez
de Codes, art. cit., p. 111.

127
JAIME TORRES SÁNCHEZ

de los de 'nación', pero no se dispone de otras evidencias que permitan confirmar 128
documentalmente esta apreciación.
Un estudio detallado de la organización del trabajo esclavo no es posible,
pues, al parecer, todos los papeles relativos a la organización interna de la
actividad de la hacienda se han perdido. Se sabe que en el momento en que
se confiscó por las autoridades, existía “un libro de Gobierno de la Hacienda
que se compone de doscientas y cinquenta y cinco fojas entre escritas y blan-
cas” y “una Tabla matrícula de los esclavos” 57. Ambos figuraron también en
el archivo del colegio en Caracas cuando se hizo un extracto de los autos de
ocupación, que manejó la Contaduría en 1773 58.
Este archivo constaba además, con un legajo de recibos del diezmo pagado
por el producto del trapiche 59, la documentación sobre un solar comprado en
Guatire 60, y las pertenencias del Hermano Pablo Mas, que había sido el adminis-
trador de la hacienda hasta 1767, “5 libros y 3 cuadernos, conducidos entre la
ropa y utensilios de este Hermano” 61. Este extracto se hizo sobre la base de los
autos formados al Colegio de Caracas en 1767 que están incompletos 62. En
el inventario de los papeles, levantado en 15 de junio de 1767, consta la exis-
tencia de una abundante correspondencia entre Caracas y Guatire 63.
Parecería claro que, con un solo libro de control, el manejo de la hacienda
habría sido muy difícil por la envergadura de los problemas económicos que
involucraba el negocio azucarero. Pero, la dirección de la hacienda y, por tanto,
la contabilidad al respecto, estuvieron en Caracas. En el listado de papeles
encontrados en el archivo del colegio no se detectan documentos respecto a
gestiones económicas realizadas por el administrador de Guatire por su cuenta.
En cambio, sí hay evidencias de que asuntos importantes como los litigios
con el marqués del Valle, que afectaban a las aguas de la hacienda, eran archi-
vados –y por ende, manejados– en Caracas 64.

57 AHN, Clero 128/1, doc. cit. valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 67 v.


58 AHN, Clero 128/5a, Colegio de Caracas. Extracto de los autos de ocupación, Madrid, 29 de octubre
de 1773, fs. 19 v.-20.
59 Ibid., f. 4.
60 Ibid., f. 10.
61 Ibid., f. 16.
62 AHN, Clero 128/1, “Autos formados sobre el estrañamiento y ocupación de temporalidades de
los PP de la Compañía de Jesús de Caracas. Nº 1”.
63 Ibid., fs. 6, 18, 18 v., 19,. 20, 23 v.
64 Ibid., fs. 15 v.-16, 18 v.

128
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Al frente de la hacienda estaba un administrador que en 1767 era el 129


Hermano Coadjutor Pablo Mas, y un mayordomo subordinado a él. No obstante,
parece que este último también estaba obligado a rendir cuentas a las autoridades
del colegio. Si la hipótesis formulada respecto a la centralización contable en
Caracas de la hacienda de Guatire es cierta, es probable que el administrador
haya tenido menos autonomía y que sus relaciones con el mayordomo hayan sido
distintas a las que se podría suponer para un mayordomo que, en teoría, dependía
del primero. Se sabe que había también un 'mandador', aunque éste sólo figura
en el inventario de 1772. Tenía una edad comprendida entre 41 y 45 años –se
ubicaba en ese intervalo de edad– y probablemente cumplía las tareas de super-
visar el trabajo en los campos, como éstos lo hacían en Nueva España 65.
En 1753 había dos esclavos con oficio de 'pailero' y dos 'oficiales de pailero',
cuyas ocupaciones exigían pericia y conocimientos. El 'oficial de aperar bueyes
y gañan' es probable que estuviera adjunto al esclavo que hacía de 'arriero y
gañan'. La mención de un 'oficial de hacer hormas' y de un 'oficial de herrero', es
decir, de dos ayudantes en las tareas de la fragua y del tejar, podría indicar que
los encargados eran hombres libres. Todos estos individuos especializados
tenían edades que se ubicaban en los intervalos de 36-40 y 46-60, tramos de edad
que correspondían a sujetos maduros. Pero no existen evidencias de trabajadores
con status de 'libre' en la documentación, excepto una mención indirecta en
1772, en la que se señala un esclavo casado con una mujer en libertad.
En 1767, figuran tres paileros, dos ellos en el intervalo de edad 31-35,
y uno en el de 66-70. Un “oficial de hormero” se aprecia en el de 51-55 años
de edad. Una comparación de estos trabajadores especializados con la situación
de edad de similares en 1753, indica el aprovechamiento de sus habilidades
hasta edades que podrían considerarse avanzadas, aún cuando un juicio más
preciso al respecto requeriría conocer la 'esperanza de vida' media. En 1772
sólo figuran un hormero y un pailero, en los tramos 26-30 y 36-40, respectiva-
mente. Es posible que el menor número de trabajadores especializados mencio-
nados en este último año pudiera corresponder al descenso en el volumen de
caña procesada y no a omisiones de los evaluadores.
En general, se puede colegir que la actividad de trabajo en Guatire, en sus
especialidades y tipos de actividad, no difería demasiado de la de unidades del
mismo tipo para otras áreas coloniales de las cuales se dispone de información.

65 Barret, op. cit., p. 176.

129
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Las faenas estaban delimitadas por la tecnología de rango aproximadamen- 130


te similar que se utilizaba en la primera mitad del siglo XVIII. Como ya se
ha visto, el trabajo estaba claramente dividido entre el de cultivo en los campos
y el de procesamiento en los recintos construidos al efecto.
Los pocos datos presentados sobre la organización del trabajo, sin embargo,
alertan sobre riesgos de generalización de situaciones características de otras
haciendas jesuíticas, en Tierra Firme o en otras áreas coloniales. En Nueva
España, por ejemplo, formaban parte de los oficios cubiertos por mano de obra
española los mandadores, alfareros y arrieros 66, que en Guatire eran propios
de esclavos. Al parecer, carpinteros y herreros eran españoles, pues a cargo
de ellos estuvo la tarea de evaluación en 1772, y no existe ninguna mención
al oficio especializado más importante en el procesamiento de la caña: el maes-
tro de azúcar. Este era el que decidía sobre los puntos de cocción y tomaba las
decisiones básicas que definían la calidad del producto. En Nueva España estuvo
a cargo de españoles, pero en el siglo XVIII pasó la responsabilidad a los escla-
vos 67. Si estuvo a cargo de los esclavos en Guatire, no se menciona como espe-
cialidad de alguno. Es posible que dicha actividad no estuviera diferenciada y
que la toma de decisiones técnicas fuera parte del oficio de 'pailero'. En tal caso,
no se sabe en qué medida esto podría haber sido característico también de otras
haciendas. Pero si esta hipótesis apuntara a un rasgo más general en el proce-
samiento de la caña en Tierra Firme, ella podría explicar mejor el bajo nivel de
calidad del producto señalado por Depons en la segunda mitad del siglo XVIII.
La rutina diaria del trabajo en Guatire sólo puede ser objeto de conjeturas
más o menos fundadas. Para un cronista jesuita del siglo XVII, la actividad
de trabajo de los esclavos empezaba a las tres de la mañana en Nueva Granada 68.
En Xochimancas se les obligaba a levantarse a las cuatro, ocupándose la mañana
en los trabajos del trapiche, calderas y tareas complementarias domésticas.
Después eran organizados en cuadrillas y se trabajaba en los campos 69. El cua-
dro de tareas variaba según las semanas y los meses, todo lo cual estaba regla-
mentado en un Directorio. No hay evidencias de que existiera para Guatire
una reglamentación similar, aunque la disciplina diaria pudo no haber sido
66 Ibid., ps. 176-177.
67 Ibid., ps. 178-179.
68 De Sandoval, op. cit., p. 195.
69 Jean P. Berthe, “Xochimancas. Les travaux et les jours dans une 'hacienda' sucrière de Nouvelle-
Espagne au XVIIe. siècle”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas,
Band 3, 1966, p. 109.

130
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

distinta. En algunas haciendas cañeras de Nueva Granada la jornada laboral 131


empezaba entre cuatro y cinco de la mañana, se asignaban los oficios, que según
la estación podían ser agrícolas o de molienda, y terminaba a la puesta de sol.
Había una división del trabajo y una especialización que permitían mejorar
los rendimientos y controlar la mano de obra. El trabajo nocturno fue frecuente
y, en muchos casos, constituyó una forma de castigar a los rebeldes 70.
En Nueva Granada, menos de la mitad de los esclavos en las haciendas
azucareras se empleaba en el trabajo de los campos, siendo el tamaño de éstas
tal, que se trabajaba con alrededor de 50 esclavos y un molino movido por fuerza
animal, empleándose también el sistema de cuadrilla en los campos donde
la cosecha era estacional 71. Estos rasgos corresponden en general con los de
Guatire en 1753, aunque ellos se modificarían hasta 1767, en la medida en que
la hacienda expandió su producción. De acuerdo a ello, hacia ese último año
no parece probable la organización de más de dos cuadrillas, lo que probable-
mente pudo haber simplificado el sistema de dirección y vigilancia del trabajo.
Ello explicaría el que sólo se mencionen en la documentación un administrador
y un mandador.
La estructura de valor de la población esclava aporta algunos elementos
interesantes, pero solamente se cuenta con información para 1772.

CUADRO Nº 34. Avalúo de los esclavos según intervalos de edad. Hacienda


de Guatire (1772).
Hombres Mujeres Total
Edad
Nº Pesos Nº Pesos Nº Pesos
0 – 15 10 1.459 26 4.303 36 5.762
16 – 50 30 7.835 25 5.780 55 13.615
51 - + 7 405 5 280 12 685
Total 47 9.699 56 10.363 103 20.062
Fuente: Tabla XII.

70 Hermes Tovar Pinzón, Hacienda colonial y formación social, Barcelona, Sendai Editores, 1988,
ps. 55-58.
71 Chandler, op. cit., p. 158-159. Datos para 62 haciendas de caña corroboran este número de esclavos
como promedio. Ver Tablas 6, 7 y 9 en Tovar Pinzón, op. cit., ps. 48-49, 59.

131
JAIME TORRES SÁNCHEZ

El valor de la población menor de 15 años era el 29 % del total, cuando 132


el segundo tramo constituía el 68 %. Sin duda, ese primer segmento era impor-
tante como patrimonio económico, alcanzando cada sujeto un valor promedio
de 160 pesos, aunque el estrato ‘16-50’ años de edad tenía un precio medio
superior, de 248 pesos. Pero si se examina el tramo menor de cinco años se
constata un valor medio de 102 pesos. Tal valor podría ser muy alto si se
considera que equivaldría a más de tres mulas o machos de buen servicio en
la hacienda. Ello indicaría un buen estado físico que podría asociarse a bajas
tasas de mortalidad infantil.
El anterior perfil demográfico económico pudo no haber diferido dema-
siado del predominante en 1767. Así, el alto valor medio de los esclavos indica
que la política demográfica de la Compañía de Jesús en Guatire, tanto como
constituía un esfuerzo por manejar de manera eficiente la mano de obra, permitía
también incrementar un patrimonio contable aumentando el valor de la hacienda.

132
133

Capítulo III
El punto de partida: de un patrón tecnológico de
trapiche tradicional a uno mejorado

En 1768, el Defensor de Temporalidades, al manifestar dudas sobre una


de las posturas en el remate de la hacienda, después de su expropiación por
la Corona, argumentaba que el postulante “aprovecharía los frutos sin pensión
alguna como quiera que esta hacienda sea una de las de más crédito en la Pro-
vincia por su buen terreno, abundancia de leñas, aguas y tierras para cultivar
otras haciendas, y la inmediación a esta ciudad, que la hace más apetecible” 1.
Además de esas ventajas, 'Nuestra Señora de la Guía' tenía en 1753 unas 65,03
hectáreas cuadradas de tierra agrícola, de las cuales 40,39 estaban irrigadas,
más una extensión no determinada de bosques y potreros. En la superficie
agrícola disponía de 31,46 ha cultivadas de caña dulce, cuya ampliación era
reciente, según se vio en un capítulo anterior. Tenía 25 mulas de molienda
–con una edad media de 15 años, lo que indica una utilización no intensiva–
13 mulas de carga, con las que trasladaba su producto a los mercados, 15 burros
y tres bueyes 2.
Después de la muerte de don José Martínez de Porras, se realizó en 1753
un inventario sin evaluación de la hacienda, que acompañó el acta de donación
a la Compañía de Jesús, el que reviste especial importancia 3. Aunque no propor-
ciona un plano de las instalaciones productivas y de servicio, suministra infor-
mación que, conforme a algunas hipótesis, permite reconstruir la distribución

1 AHN, Clero 126/33, Representación del Defensor de Temporalidades al gobernador y capitán


general, Caracas, 24 de septiembre de 1768, fs. 84-85.
2 AHN, Clero 128/15, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 22 de octubre de 1753, fs. 60-60 v.
3 AHN, Clero 128/15, doc. cit., valle de Guatire, 22 de octubre de 1753, fs. 54 v.-62 v.

133
JAIME TORRES SÁNCHEZ

en el espacio y visualizar algunos aspectos tecnológicos de su infraestructura 134


(ver Figura Nº 10). La hacienda, con sus 48 esclavos y sus 31 ha de tierra culti-
vada, era una unidad agrícola productora de papelón y azúcar que empleaba
en la molienda de caña una tecnología de 'trapiche', es decir, un molino de tres
rodillos verticales movidos por fuerza animal. La capacidad de molienda de
éste exigía cierto volumen de producción de caña y de zumo, o caldo a procesar.
La escala de molienda de caña y de procesamiento de los caldos estaban íntima-
mente vinculados. Al parecer, en este proceso tecnológico era la escala de
molienda el núcleo central que definía el volumen del producto final. En la
hacienda jesuítica de Guatire, el aumento de la producción después de 1753
exigió modificar esta infraestructura y emplear una fuerza motriz más eficaz
que la animal. A fines de la década de los cincuenta se unió a las modificaciones
en el 'trapiche viejo', la construcción de nuevas edificaciones y un molino
movido por fuerza hidráulica.

1.– CASA DE VIVIENDA Y TRAPICHE

La casa de vivienda principal tenía 23 metros de largo por 4,6 de ancho


en 1753. Estaba construida “de horcones y bajareque sencillo cubierta de teja”,
es decir, una estructura de pilares y vigas de maderas duras, un techo de larga
duración y paredes de barro y caña. Materiales típicos de las viviendas rurales
con pretensiones de cierta permanencia. Las paredes requerían constantes
reparaciones y cuidado, pues la tecnología constructiva del 'bajareque sencillo'
era menos resistente al clima que la del 'bajareque doble', que encontraremos
posteriormente en algunas construcciones de trabajo 4. Disponía de un corredor
de frente, de tres cuartos pequeños y un dormitorio, con puertas sólidas y, al
menos dos de éstas tenían cerraduras. No hay mayores indicaciones respecto
a las características de los materiales del corredor y del suelo de la casa, por
lo que puede presumirse que era sólo tierra endurecida.

4 Los 'horcones' y el 'bajareque' han sido técnicas constructivas empleadas en viviendas rurales y
urbanas desde el siglo XVI. El bahareque es una mezcla de barro que recubre una armazón de caña. Su
origen es prehispánico. Ver Graziano Gasparini, La arquitectura colonial en Venezuela, Caracas, Ediciones
Armitano, 1965, p. 48. El carácter 'doble' puede referirse al empleo de dos mallas de caña.

134
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

135

Figura N° 10. Planta del ‘Trapiche Viejo’. 1753

135
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Tenía capacidad para unas cinco personas, pues había cinco catres de 136
cuero y madera, cuatro sillas y seis 'silletas' de los mismos materiales. Contaba
con un mobiliario sencillo de tres bufetes, un 'escaparate' –probablemente un
estante sencillo– y una caja, todos de madera de cedro. La denominación de uno
de los cuartos como 'sala dormitorio', sugiere que éste era el de mayores dimen-
siones y que no había un 'comedor' como espacio funcional diferenciado. Dispo-
nía de un tabernáculo pequeño, una pintura sagrada y una cruz en el patio como
únicos elementos de culto. Al costado oriental estaba, probablemente, la
habitación que servía de cocina, también construida de bahareque y teja, de 6,7
por 4 metros, con un asador de hierro y una piedra de moler. El resto del área de
vivienda correspondía a los 20 “bugíos” de los esclavos construidos también
de paredes de bahareque y techo de “cogollo”, material más precario, de ramas
de palmera amarradas. Estos podrían haberse ubicado a cierta distancia del
frente de la casa principal en dirección noroeste, con el fin de posibilitar la
vigilancia permanente de esa área vital.
La descripción del inventario de 1753 realizada con fines estrictamente
jurídicos, revela una vivienda modesta, con dimensiones que sólo permitían
la permanencia del personal administrativo de la hacienda y huéspedes even-
tuales que no disponían de mayores comodidades. Estaba construida con ele-
mentos que podían conseguirse en el entorno, y las paredes de bahareque 'sen-
cillo' no indican una diferencia sustancial de calidad respecto a las viviendas
de los esclavos, excepto en el tipo de techo.
De acuerdo con la descripción de la casa del inventario de 1767 5 se deduce
que su ala occidental estaba desplazada hacia el sur, mirando su frente hacia
el norte para cubrir posiblemente un espacio mayor de vigilancia. A poca
distancia estaban las instalaciones de trabajo, constituidas por la casa de fragua
y la casa que albergaba las instalaciones del molino, hornalla, pailas, sala de
purga y secado, y dos caneyes donde se hacían y guardaban hormas. La fragua,
era una construcción simple, “de media agua”, de bahareque y teja, de 6,7 por
3,3 metros, con un fuelle “corriente”, un yunque, bigornia y tornillo. Pudo haber
estado alineada con la cocina por el lado este, en dirección norte, según se apre-
cia en el plano. Tenía un “horno de fundición” de adobes. Su dotación de herra-
mientas permite apreciar que el herraje de animales era un trabajo habitual: un
macho, un martillo grande, dos pequeños, un taladro, un par de tenazas
5 AHN, Clero 128/1, Inventario de depósito de la hacienda de 'Nuestra Señora de la Guía', valle
de Guatire, 17 de junio de 1767, fs. 64-66 v.

136
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

“corbas”, dos pares “llanas”, dos pares de las de “arrancar”, un cincel y un 137
“fierro de herrar mulas”.
Otros tipos de herramientas sugieren que la instalación también sirvió de
carpintería: una “claberita”, un “tobillo”, seis limas de diferentes tamaños, un
limatón, dos “sufrideras”, una tajadera, dos sierras “bracera”, tres escoplos,
dos “gubias” y una “azuela”. No se mencionan más herramientas agrícolas que
un “tas”, dos yugos y un arado “con su reja”. En una alineación al noroeste del
caney de fabricación de tejas se encontraba, tal vez, el horno para cocer tejas,
ladrillos y hormas, que disponía de una cubierta protectora o “colgadizo en
teja”. Esto sugiere que era simplemente una estructura abierta, sin paredes.
Las instalaciones de molienda, cocción de los caldos y purga, formaban una
unidad y estaban construidas con materiales de mayor solidez. De acuerdo al
análisis comparativo con la instalación descrita en el inventario de 1767, la casa
era una estructura rectangular flanqueada por dos alas formando el conjunto una
'U' invertida, cuyo frente se orientaba hacia el Sur, en dirección de la casa de
vivienda (ver Figura Nº 11). Ambas alas de este a oeste tenían unos 38 metros y
el suelo del patio interior era posiblemente de tierra, pues un patio empedrado
sólo se menciona en 1767. Hacia el norte se alineaba la Cordillera de la Costa
cuyas estribaciones pasaban al oeste de estas construcciones, en una pendiente
que llevaba por el este hasta el río Guatire. Aunque no hay evidencia docu-
mental, se puede suponer la existencia de una acequia en el área posterior
del trapiche, la que abastecía del agua necesaria para el trabajo habitual en
las edificaciones.
La “casa de trapiche”, como es designada en el inventario, era de “tapias
y rajas cubierta de teja y caña”, medía 31,8 en línea este-oeste, por 20,9 metros
en cada costado en dirección norte-sur, con 4,4 metros de altura. Las tapias,
o paredes de barro apisonado 6, medían una vara de grosor, es decir, casi un
metro. Se reforzaban cada cierto trecho por 'rajas' o pilastras de piedra, arena y
cal –según se describen en el inventario de 1767– que sobresalían de los muros
por el exterior. Aunque en el inventario no se mencionan ventanas, tenía cuatro
puertas anchas y disponía de “su casa de purga”, más un cuarto para guardar
el azúcar y otro donde vivía el mayordomo. Es probable que en el eje central
estuvieran las instalaciones del molino y al lado la 'sala de pailas', donde se
ubicaban las hornallas, contiguas a un área abierta al exterior por el costado sur.
6 Gasparini, op. cit., p. 40. Las paredes se fabricaban en módulos por medio de un encofrado,
levantándose sobre fundaciones de piedra para escapar a la humedad.

137
JAIME TORRES SÁNCHEZ

En el inventario no se menciona esta área específica en donde se cocía 138


el zumo de la caña, como tampoco el 'colgadizo' externo, o estructura de pro-
tección del entorno de las hornallas, que se encuentra en 1767, por lo que puede
presumirse que no existía y que las hornallas se ubicaban más al interior de
la casa.
En el ala oeste se encontraba la “casa de purga”, o área donde se realizaba
el trabajo de purgado de la meladura y en el ala opuesta, hacia el este, pudieron
ubicarse los cuartos destinados a habitación del mayordomo y a la guarda del
azúcar. Se supone que estas habitaciones disponían de puertas y ventanas. De
acuerdo al inventario, bordeando el sector posterior de la construcción y
teniendo por un lado 21,7 metros y por el otro 30,9 metros de longitud, había
un empedrado de cerca de un metro de ancho. Era seguramente un área de
desplazamiento del personal y materiales que conectaba por el exterior la sala
de purga, la sala de pailas, el molino y el cuarto de almacenamiento del producto
terminal. En relación con los 106 metros cuadrados de superficie ocupada por
la casa de vivienda, la casa de trapiche y áreas adyacentes reflejaban su carácter
de centro de la hacienda con 665 metros cuadrados de espacio ocupado.

Figura N° 11. Perspectiva del Trapiche Viejo. 1767.

138
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Finalmente, había dos instalaciones externas a esta edificación central, 139


donde se procesaban los caldos, un “canei” donde se fabricaban las hormas, que
disponía de dos “tornos” para fabricarlas, con dos “moldes” para modelado de
las hormas, y una “casa de bajareque cubierta de teja” para “guardar hormas
y sillones con su barbacoa para echar maíz”.
En el área de purga, se encontraban los implementos típicos: una estructura
de soportes, toda de madera, que constaba de 56 tablones de cedro de 40 centí-
metros de anchura con 365 agujeros, donde cabían las hormas o recipientes
de arcilla que contenían el melado para “poner a purgar la azúcar”. El líquido
que salía de las hormas se recogía en cuatro “canales maestras” de cedro, dos
de 7,5 metros y dos de 6,3 metros de longitud, las que se conectaban a 57 más
pequeñas. Había dos “canoas de recibir purga”, de madera y con tapas, una
de 7,9 y otra de 2,3 metros. Y cuatro “tendales” de caña y horcones donde
“se pone a secar la azúcar”. Para pesar los productos había una “romana con
su pilón” y para transportar a mano, dos canastas para “cargar bagazo”, 14
“sillones de cargar caña y leña” –probablemente artefactos de transporte usados
por las mulas– y una botija vidriada.

2.– EL TRAPICHE CORRIENTE

En el área de molienda estaba el “trapiche corriente”. Pese a tal desig-


nación documental, su descripción revela rasgos que si correspondían con la
tecnología de un molino típico, difería en dimensiones y en algunos caracteres.
Como hacia 1772 hubo sólo modificaciones secundarias en la tecnología de
esta maquinaria, es posible intentar una reconstrucción de su estructura (ver
Figura Nº 12) para tener una imagen más precisa de sus rasgos, comparando
los inventarios de 1753 y 1772 y tomando como modelo los 'trapiches' cubanos
contemporáneos, de los cuales existe información 7.
Al parecer, el armazón que sostenía los tres rodillos, o mazas, era deno-
minado 'castillejo' y era una estructura cuadrada que tenía una base constituida
por cuatro maderos, o “cruceros”, dos largos y dos cortos. Sobre cada punto
de cruce se alzaban cuatro postes o “pilares” que se unían en su parte superior
por cuatro maderos, los “cuadrantes”, dos de los cuales servían de ejes de
apoyo superior a las tres mazas. El centro vital del castillejo era la “maza

7 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 158.

139
JAIME TORRES SÁNCHEZ

140

Figura N° 12. Molino vertical de tres mazas. Guatire, 1772

mayor” unida a un eje vertical superior o 'guijo' 8, que recibía directamente el


movimiento rotatorio. En verdad, todas las otras partes del castillejo solamente
servían de apoyo a esta estructura central por la que se transmitía el movimiento
y realizaba la acción mecánica de presión sobre la caña para estrujarla. Tales
eran los cuatro maderos, o “peinazos”, que unían los 'pilares' a una altura que,
por su parte superior, permitía alojar las mazas y, por su parte inferior, incluía
la canoa que recogía el guarapo. Sobre estos 'peinazos' descansaba un madero

8 “GUIJO. m. Eje de las mazas de los trapiches y, por extensión, todo tipo de eje”, Ibid., III, p. 139.

140
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

141

Figura N° 13. Molino movido por animales.

que servía de apoyo inferior a los tres rodillos, el “banco”. Dos cuadrantes que
estaban más al interior, recibían el nombre de “mancebos” y su función era
mantener la viga, o 'guijo' de la maza mayor.
Sobre el castillejo se alzaba el guijo, que poseía en su extremo superior
dos varas fijas, o “mijarras”, que en el trapiche de tracción animal, al ser conec-
tadas a uno o dos animales, permitía el movimiento rotatorio del eje de la maza
mayor. En un molino hidráulico, sobre el castillejo estaba la rueda “linterna”,
fijada al eje de la maza principal. Sobre el mecanismo que permitía ajustar
el espacio entre los rodillos, para fijar la presión sobre la caña, no se tienen
evidencias, sino algunas menciones a artefactos lo que permite suponer que
formaban parte de ese mecanismo. Así, se dejó constancia de que “de las trece
cuñas de hierro... se hallaron sólo nueve y que las demás se consumieron en
el trapiche” 9. En el trapiche cubano tradicional del siglo XVIII, este dispositivo
estaba sobre los maderos superiores del 'telar' o 'castillejo', equivalentes a los

9 AHN, Clero 126/33, Cotejo e inventarios, valle de Guatire,1º de julio de 1772, f. 137 v.

141
JAIME TORRES SÁNCHEZ

que hemos denominado 'cuadrantes', que se graduaba a través de 'cuñas' 10. Las 142
mazas se estabilizaban verticalmente por medio de una “chumacera” en la parte
superior y un “dado” en la inferior. El extremo del eje de la maza tenía una
punta inferior llamada “trompo” que se ajustaba al 'dado' correspondiente.
Eran las partes de más rápido desgaste junto a la cubierta externa de las mazas.
Por eso el trapiche de 1753 presentaba una peculiaridad que se mantendrá
hasta 1767: utilizaba revestimientos de hierro. En efecto, tenía “con todas sus
cosas a él anexas, sus tambores de fierro, el uno quebrado y los otros dos
buenos, sus gargantones de madera y los tableros algo maltratados” 11. Es decir,
tenía tres rodillos que constaban de forros de hierro –'tambores'– y cada una de
estas láminas recubría un 'gargantón' o núcleo de madera, rodillos que estaban
asentados sobre 'tableros' que se hallaban en mal estado. Había un stock de
piezas de repuesto entre las que se mencionan dos “dados” y dos “trompos”,
componentes de engarce de las mazas a los tableros, y algunos “pernos” para
el amarre de éstos últimos. Y cuatro argollas de hierro, a las cuales probable-
mente se fijaban las cadenas que sujetaban las mulas a las varas que transmitían
el movimiento rotatorio a los tambores de molienda (ver Figura Nº13).

3.– HORNOS DE COCCIÓN Y UTENSILIOS DE MANEJO

El área de tratamiento de los caldos generados por la molienda disponía de


cuatro hornallas, las cuales utilizaban al parecer fuegos independientes, y
estaban construidas de adobes. Era el 'tren español' de cocción que utilizaba
leña y que correspondía al procedimiento en uso desde el siglo XVI. Se podía
controlar la temperatura por medio del procedimiento simple de una “canoa que
sirve de echar el agua para apagar las hornallas”. Esta canoa medía 1,9 metros
de longitud por 40 centímetros de anchura, lo que indica que se manejaba
manualmente.
Cada hornalla calentaba una paila donde se depositaba el caldo en las dis-
tintas etapas de tratamiento, que tenía un 'fondo' de cobre y al que se añadían
sucesivas láminas clavadas o 'falcas' 12. El primer 'fondo' con sus falcas pesó 398

10 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 110. El autor los denomina 'banquillos' y estaban sobre los
'corredores'. Eran dos maderos que se corrían presionados por las 'cuñas'.
11 AHN, Clero 128/15, doc. cit., valle de Guatire, 19 de octubre de 1753, f. 56 v.
12 De esa manera era posible cambiar solamente la parte inferior, la más expuesta al fuego y que
se deterioraba más rápidamente, y mantener por más tiempo las 'falcas' o láminas sin refundir. Este aspecto
de la tecnología se desarrolla ampliamente en este mismo capítulo.

142
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

kilogramos en 1747. El segundo, “que ha poco que se trajo de Caracas”, pesaba 143
175 kg pero sus falcas de cobre, “que se componen de trece paños algo usados”,
no habían podido ser pesados por ausencia de una romana o pesa adecuada.
El tercero, había sido “fundido aquí”, pesaba 184 kg y sus falcas constaban
de 16 paños de cobre, todos buenos. El último fondo, “también fundido aquí”,
pesaba 169 kilogramos junto con 14 paños “algo maltratados”.

Otros utensilios de cobre eran:

— Un “fondito pequeño”, remendado, de 31,3 kg, “que sirve de templar


papelones”,
— Un “baso” con cubierta y llave de bronce, usado, de 56,6 kg,
— Dos “embudos” de 3,9 kg,
— Una “pailita” de 1,8 kg.

Se mencionan otros instrumentos utilizados en el proceso de cocción: dos


“espumaderas” de “hoja de lata” y un tarro de madera de cedro para medición
de los 'melados' 13. Finalmente, la red de conducción del líquido se componía de
“canoas” y “canales”, de madera, que cumplían funciones específicas dentro
de esta fase de trabajo.
Las 'canoas' eran recipientes de madera transportables que permitían
manipular el melado u otros líquidos, utilizados en diferentes funciones.

— Una, “de echar melado”, con tapas de madera, que tenía 5,4 metros de largo
por 0,8 de ancho y 0,8 de alto.
— Una, “de guardar papelones”, con tapa, de 5,4 metros de largo por 0,6
de ancho.
— Dos, “de hechar meladura”, con tapas, cerradura y llave, una de 5,4 metros
de largo por 0,6 de ancho y 0,6 de alto; otra de cinco metros de largo por
0,8 de ancho.
— Una, de 3,3 metros de largo por 0,6 metros de ancho.
— Una, “de templar azúcar”, de 1,7 metros de largo por 0,6 de ancho.
— Una, “de templar papelones”, de1,7 metro de largo por 0,4 ancho.

13 Para R. P. Labat, Viajes a las islas de la América, Cuba, Casa de las Américas, Serie Rumbos,
1979, p. 151, los “utensilios de las fábricas” en las islas de Barlovento a fines del XVII, eran enfriaderas,
'picos de cuervo', recogedores, espumaderas, cajas de colar, blanquetas, barriles, punzones, cuchillos para
azúcar, botes, hormas, baldes, canoas, paletas, pagayas y escobas.

143
JAIME TORRES SÁNCHEZ

— Una, “de recibir caldo”, de 4,2 metros de largo por 0,6 de ancho. 144
— Una, “de recoger ceniza buena”, de 2,3 metros de largo por 0,6 de ancho.

Las 'canales' eran conductos fijos de madera que permitían el deslizamiento


del guarapo y el melado. Había cinco de ellas:

— Dos, por donde “corre el caldo a la canoa nueva”, de 5,4 y cinco metros.
— Una, “de hechar el caldo a los fondos”, de 3,1 metros.
— Dos, “de sacar meladura”, de 2,9 y 4,8 metros.

La descripción sistemática de la vivienda y de las construcciones de trabajo,


de la maquinaria utilizada, elementos complementarios y herramientas, permite
una apreciación sobre las características de la tecnología, de los procedimientos
de trabajo y de algunas particularidades de las faenas, cuando la Compañía
de Jesús todavía no estaba a cargo de la administración de la hacienda.
Se ha visto que las mazas de madera se presentaban recubiertas de hierro.
Cuando se describían los “tambores de fierro el uno quebrado y los otros dos
buenos sus gargantones de madera” 14 se entendía precisamente que la madera
estaba cubierta de hierro, pues también se inventarió “Una troza de madera
de mora que sirve para masa mayor” 15. Los dados y los trompos estaban fabri-
cados del mismo material posiblemente, pues como piezas de desgaste rápido,
necesitaban ser reforzadas del mismo modo que las superficies que estrujaban
la caña. Su enumeración, junto a objetos metálicos como pernos y argollas
de hierro, podría ser indicativo de ello.
El área de cocción de los “caldos”, o líquido resultante de la trituración,
estaba pared de por medio seguramente con el área de molienda, de manera
similar a la disposición en el ingenio cortesano en Nueva España. El nombre
de “melado” o “meladura” que recibía el líquido en tratamiento parecía seguir
también el uso de Nueva España 16. El número de hornallas y pailas era distinto
al del modelo que describió Depons, de las colonias francesas del Caribe, pues
en vez de cinco fondos sólo se utilizaban cuatro. Así, es probable que la aseve-
ración de Luis de Chávez y Mendoza en la década del 80, respecto al uso de
cuatro pailas en la fabricación del azúcar en Cumaná, no reflejara solamente
peculiaridades locales.

14 AHN, Clero 128/15, doc. cit., valle de Guatire, 19 de octubre de 1753, f. 56 v.


15 Ibid., f. 58 v.
16 Barret, op. cit., ps. 128-129.

144
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

El peso promedio de las calderas de este inventario era de unos 232 kg, 145
aunque probablemente fue un poco mayor. Se acercaba al promedio que en 1721
tenían esos utensilios en el ingenio de Cortés en Nueva España 17. Si en éste
el número de calderas era el doble, la capacidad de cada una debía ser menor,
porque el volumen de caldos se igualaba en ambos establecimientos. En todo
caso, el diseño general de las pailas o calderas era semejante. La caldera, en
Nueva España, se componía de una base o fondo que se exponía directamente al
fuego, y se agregaban niveles, 'andanas', o placas de cobre unidas por clavos. De
ese modo se construían con diferentes grosores, según fuera la exposición al
fuego, economizándose metal 18. En Guatire, junto con los 'fondos' se contabi-
lizaban las mencionadas 'falcas' o niveles superiores de las pailas recubiertos
de 'paños' de cobre, que pueden haber sido los equivalentes de las 'andanas'.
Aunque el inventario no presenta referencias precisas respecto a la orde-
nación de las calderas o pailas, es posible que la disposición fuera en línea,
estructura en boga durante el siglo XVIII en Nueva España, a las que corres-
pondían fuegos separados 19. Tal era la que predominaba en Cumaná en la década
del 80, como ya se ha visto. La leña era el combustible que alimentaba las
calderas y no hay indicaciones de utilización del bagazo para estos fines, lo que
sin duda se debía a la amplia disponibilidad de bosques de la hacienda. Tampoco
el inventario proporciona información respecto al tratamiento químico de los
caldos y melados. Pero se puede afirmar que la utilización de una canoa para
recoger la “ceniza buena” tenía como objetivo proveer de una materia vegetal
que actuaba como lejía para el tratamiento del melado. En todo caso, queda fuera
de duda que el trapiche producía tanto 'papelón' como 'azúcar' después de 1753.
El sistema de conducción de los líquidos estaba enteramente hecho de
madera y, dada la facilidad de provisión de ésta, pudo haber sido más económica
que el ladrillo, aunque menos durable. La especificación de sus funciones ofrece
una idea clara de las tareas principales que allí se realizaban. En las 'canoas'
se recogían cenizas y caldos, se “templaba” el azúcar y el papelón, proceso del
que no se sabe exactamente en qué consistía 20 pero que pudo ser la fase de
manejo del melado para la cristalización en la cual se recogían los caldos para
el tratamiento. De los implementos para hacer estas tareas, que se sabe eran
variados, aquí sólo se mencionan las “espumaderas”, tal vez por su valor al

17 Ibid., p. 146.
18 Ibid., p. 126.
19 Ibid., p. 127.
20 En Cuba designaba el término 'templa' la cantidad de azúcar que producía la primera paila. Moreno
Fraginals, op. cit., III, p. 157.

145
JAIME TORRES SÁNCHEZ

ser en parte de cobre. Las 'canales', en cambio, permitían alimentar los fondos 146
y extraer los caldos.
Respecto a la fase final de secado no existía una construcción especial,
sino que se hacía en un área dentro del recinto del purgado para blanquear el
azúcar. Allí estaban los 'tendales', largos mesones con cubierta de cañas apoyados
en horcones, o postes de madera donde se secaba finalmente el azúcar.
En líneas generales, es probable que esta tecnología fuera habitual hacia la
década del cincuenta en la Provincia de Caracas sólo en trapiches de esta escala
de producción, si se consideran los rasgos descritos. Pero no es posible precisar
en qué medida la utilización de forros de hierro en los cilindros de molienda
era típica o atípica, aunque se puede presumir que el empleo del cobre para
estos menesteres era habitual en trapiches de menor tamaño. En los aspectos
restantes, la estructura mecánica de la máquina de molienda y las instalaciones
anexas no difieren de las conocidas desde el siglo XVII en toda el área colonial
española y caribeña. De hecho, se sabe que en Cuba, donde la expansión azuca-
rera fue intensa después de 1760, los intentos de innovar en la trituración fraca-
saron y el trapiche vertical de tres mazas fue aceptado como el más adecuado
hasta el primer decenio del siglo XIX. Sólo se avanzó a partir de 1783 en la
sustitución de piezas de madera por piezas metálicas y en la adición de una
pieza, la 'volvedora', que permitía pasar la caña dos veces por los cilindros
para obtener más jugo y disminuir el número de negros que alimentaban la
máquina 21. Si antes de esa fecha no se hubiesen utilizado en Cuba reforzamientos
de hierro en las mazas, su inclusión en el trapiche de Guatire podría haber
constituido una novedad tecnológica 22. Pero no se dispone de evidencia sobre
el grado de extensión de esta aplicación. En todo caso, es poco probable que
las dimensiones del molino fueran equiparables a las de los trapiches artesanales
corrientes, pues el solo hecho de la utilización de hierro en las mazas exigía
un aumento en las dimensiones del castillejo.
En realidad, la tecnología artesanal de 'trapiche' se caracterizaba por utilizar
la máquina de molienda tradicional –el molino de madera de tres mazas 23–
21 Ibid., I, pp. 81-83.
22 Se ha desestimado la utilización de los conceptos de 'innovación' y 'difusión' correspondientes
a las conocidas distinciones establecidas en J. S. Schumpeter, Business cycles: a theoretical and statistical
analysis of the capitalist process, New York, McGraw-Hill, 1939, pues las aplicaciones técnicas no tuvieron
efectos económicos en la estructura de la hacienda de Guatire, según se advierte en el capítulo cinco.
23 En el siglo XVI los trapiches de La Española, emplearon un molino de dos rodillos (Watts, op.
cit., p. 158). El molino de tres rodillos aparece a comienzos del XVII en Brasil, como resultado probable
de la adaptación del molino chino de dos rodillos, transferido a Occidente por medio de los jesuitas. Ver

146
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

147

Figura Nº14. Molino manual

pero con la introducción de distintas modificaciones, la escala de producción


podía ampliarse. Se advierte que el artefacto molino, o ‘trapiche’, precisamente
por su importancia daba nombre a toda la forma organizativa en que se susten-
taba. La forma más simple de esta máquina pudo ser el trapiche manual, de
madera, al aire libre o protegido por un techo de paja o teja con algunas 'olletas'
para hervir el jugo (ver Figuras Nº 14 y Nº 15), típico de pequeñas posesiones
observable en el área andina tachirense en la década del sesenta del siglo XIX.
En esta región, el empleo de animales, bueyes, y mazas de piedra, pareció
caracterizar el procesamiento de la caña en posesiones medianas y más grandes,
aunque debe considerarse que esta actividad era simplemente complementaria
a la caficultura. Pero en unidades productivas esencialmente cañicultoras la

J. H. Galloway, The sugar cane industry. An historical geography from its origins to 1914, Cambridge
University Press, G. B., 1989.

147
JAIME TORRES SÁNCHEZ

148

Figura Nº15. Horno de cocción individual.

tecnología no parecía ser distinta, pues aún en aquéllas que emplearon mazas
de hierro el valor de los trapiches no era muy diferente al de las unidades que
empleaban mazas de piedra 24. El molino de madera manual y el movido por
animal, por tanto, pudieron ser característicos en el área centro-costera, en
el siglo XVIII.
Podría considerarse que el 'trapiche', como tecnología mecánica centrada
en el molino de tres mazas de madera, tendía a dejar de ser el centro de una
forma organizativa de trabajo artesanal, es decir, manejada por un solo sujeto,
en la medida que se le mejoraba en su rendimiento con fuerza animal y se cam-
biaban las dimensiones del castillejo. El aumento del volumen de caña prensada
y del número de pailas podía, así, elevar la producción. La reunión de las distintas
actividades procesadoras –molienda, cocción, purgado y secado– en un lugar

24 Jaime Torres S., Ricos y pobres en el Táchira. La distribución de la riqueza en 1870, Venezuela,
Biblioteca de Temas y Autores Tachirenses, 1997, ps. 75, 126-128.

148
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

específico pudo haber constituido su forma organizativa más avanzada (ver 149
Figura Nº 15). Esta modalidad específica de combinar una dotación material
que reemplaza trabajo humano por mecanismos construidos, con conocimiento
operativo y fuerza de trabajo, bajo las condiciones de una racionalidad instru-
mental, es un 'patrón tecnológico' en el que se articulan, por tanto, máquinas,
conocimiento y formas organizacionales. El molino o artefacto mecánico deja
de ser, así, el eje tecnológico en la medida en que va cambiando la escala de
producción. Bajo una forma artesanal, esta máquina movida por hombres y/o
animales junto con el ‘tren español’ de cocción, podrían considerarse como
una tecnología de trapiche tradicional.
Ahora bien, si en el caso de Guatire la documentación identifica el trapiche'
como artefacto con el 'trapiche' como forma de organización del trabajo, también
diferencia 'trapiche' de 'ingenio', lo que en realidad significa distinguir, como
se verá, dos formas de organización del trabajo portadoras de una tecnología
mecánica semejante –el molino de tres mazas– una tecnología energética distinta,
fuerza animal/fuerza hidráulica, y técnicas organizacionales diferentes debido
al aumento sustancial del número de esclavos 25. El “ingenio” de Guatire tenía
una escala de producción superior y en la forma de organización que adoptó
radicaba su diferencia con el “trapiche corriente”, o “trapiche viejo”. El pro-
blema histórico planteado aquí es hasta qué punto ambas formas históricas
remiten a un proceso de cambio tecnológico y cómo debe entenderse tal cambio.
En Cuba, hasta fines del siglo XVIII, el 'ingenio' tenía un promedio de 30
a 40 esclavos, con 37 a 61 hás. de tierras, utilizaba fuerza animal en su molino
y de tres a cinco pailas para la cocción. Su capacidad de crecimiento productivo
radicaba sólo en el número de esclavos, que podían llegar hasta 100, cifra más
allá de la cual la unidad no era rentable 26. La elevación de la producción sobre
esos niveles se conseguía aumentando el número de estos ingenios, o como
sucedió después de 1800, con la introducción de mejoras tecnológicas en la
estructura mecánica del molino, de la fuerza de vapor, o del 'tren francés' en

25 Esto significa diferenciar la forma organizativa histórica, el 'trapiche', de la máquina que le sirve
de base, diferencia que no se advierte en el caso cubano:”Y muchas veces el ingenio recibe el nombre de
'trapiche', identificando todo el proceso fabril con la única máquina que en realidad existe: el molino
o trapiche. Y aun cuando esta máquina emplea fuerza motriz animal -sólo excepcionalmente aparecen
trapiches de agua- y por lo tanto su actividad depende del trabajo agrícola-pecuario”. Moreno Fraginals,
op. cit., I, p. 63. El autor denomina también como 'ingenio' a los establecimientos del siglo XIX que empleaban
fuerza de vapor. El aumento de producción aparece en este caso atribuido a la incorporación de nueva tierra
y al aumento del número de 'trapiches', permaneciendo así la tecnología constante.
26 Ibid., I, ps. 62-63.

149
JAIME TORRES SÁNCHEZ

la cocción, en el cual se utilizaba un solo horno horizontal para alimentar varias 150
hornallas. El cambio tecnológico del pequeño trapiche al ingenio 'manufactura'
habría sido sólo cuantitativo 27 y, con independencia del tipo de fuerza motriz
empleada en condiciones no modernas, el cambio de escala productiva se
conseguía por el aumento en el número de esclavos y la modificación en la
organización del trabajo.
Se advierte, entonces, que el 'trapiche viejo' de Guatire en 1753 tenía
dimensiones parecidas a las del 'ingenio' cubano tradicional promedio; no obs-
tante, no se le consideraba un 'ingenio', término que fue reservado sólo para el
diseño constructivo que posteriormente utilizó fuerza hidráulica. Pero también
debe señalarse que en el trapiche de 1753 las distintas actividades de procesa-
miento no sólo estaban ubicadas en un mismo lugar, sino que se habían reunido
en el interior de un mismo edificio. Tal variación podría constituir una modi-
ficación importante en resultados de productividad como en exigencia de manejo
de la fuerza de trabajo esclava. Desde esta perspectiva, el 'trapiche viejo' del
inventario de 1753 remitiría a un patrón tecnológico de trapiche mejorado,
una variación más compleja de la tecnología de trapiche tradicional, manejado
por uno o muy pocos sujetos. La administración jesuítica introduciría nuevos
cambios en el trapiche 'viejo' para, finalmente, adoptar un patrón tecnológico
de ingenio lo que posibilitaría el cambio sustancial del proceso de refinación,
al re-orientarlo desde la producción de papelón a la de azúcar.
Por tanto, podría sostenerse que el abandono de la denominación histórica
de 'trapiche' por la de 'ingenio', en la documentación de la hacienda de Guatire,
revela no sólo un cambio cuantitativo en la escala de producción, sino que
también el desarrollo de un patrón distinto de tecnología, a partir de la intro-
ducción de mejoras en la tecnología mecánica y un nuevo diseño constructivo.
Sin embargo, y de manera análoga a la expansión cañicultora cubana de fines
del siglo XVIII, el aumento de la producción ocurrió como consecuencia de
las modificaciones en la organización del trabajo esclavo. Por tanto, hubo un
cambio tecnológico considerable en la hacienda de Guatire bajo la administración
jesuítica, pero de carácter organizacional. El tipo de expansión productiva
que en Cuba ocurrió en la segunda mitad del siglo XVIII en el ámbito global,
ocurrió en Guatire al interior de una misma empresa.

27 Ibid., I, ps. 78-95.

150
151

Capítulo IV
Transformación productiva:
un patrón tecnológico de ingenio

La administración jesuítica introdujo nuevas modificaciones en la hacienda


donada ampliando las construcciones del trapiche 'viejo'. La actividad del
'ingenio', edificado a fines de la década de los cincuenta y casi terminado en
1766, suponía significativos cambios tecnológicos, junto con una profunda
reorganización del trabajo esclavo en base a los principios de división y espe-
cialización. Los dos cambios fundamentales impulsados por la nueva adminis-
tración para aumentar la rentabilidad fueron, primero, modificar el patrón de
refinación del papelón al azúcar, mejorando los procedimientos de cocción y
purgado y, segundo, reemplazar la fuerza motriz animal por la hidráulica en
la molienda. Ello supuso una mayor complejidad en el proceso tecnológico,
con importantes efectos en la actividad de gestión y de trabajo. El conjunto
de estos cambios puede considerarse como una transformación del patrón tecno-
lógico del ‘trapiche tradicional’ –ya mejorado con la utilización de fuerza ani-
mal, forros de hierro en los rodillos y coordinación de las actividades en una
sola edificación– en un patrón tecnológico de ingenio.
En efecto, el inventario de 1767 1 presenta un cuadro notablemente distinto
al de 1753, pues los componentes de la actividad de trabajo en la hacienda
habían aumentado. Se mantenían las antiguas construcciones: la casa de
vivienda, una cocina, la casa del trapiche de mulas con el “cuarto de purguera”
y “despensa”, los “bujíos” de negros –aunque ahora eran 30–, un cuarto de fra-
gua, un “caney de labores de teja y ladrillo”, tres hornos “de quemar teja y

1 AHN, Clero 128/1, doc. cit., Guatire, 17-23 de junio de 1767, fs. 64-97; Clero 128/5a, Inventario
de la hacienda del valle de Guatire, Madrid, 29 de octubre de 1773, fs. 19 v.-36.

151
JAIME TORRES SÁNCHEZ

ladrillo”. Pero se añadían una “casa de ingenio”, una casa para “sala de Pai- 152
las”, una casa “que sirve de Purguera”, otra contigua a la anterior que servía
de despensa y secado, y una “con divisiones de viviendas de negros”. En 1767
esta vivienda, junto a los 30 bohíos, se destinaba a una población de 93 indi-
viduos, en marcado contraste con los 20 bohíos existentes en 1753. Pero más
que un simple cambio cuantitativo, explicable por el aumento de la población
trabajadora, esto podría indicar que los cambios en la organización de trabajo
también parecían orientarse hacia diseños habitacionales más propios de las
plantaciones caribeñas, que tendían a concentrar el espacio habitable construido
para los esclavos 2.
En el inventario de animales aparece un caballo, seguramente para despla-
zamientos de vigilancia del mayordomo, 14 ovejas y una cabra, probables suple-
mentos alimenticios para los nuevos administradores y propietarios. Los anima-
les de utilización directa en las faenas eran 18 mulas y 22 'machos', distribu-
yéndose las mulas en cuatro para labores de molienda, tres para carga y cinco
para silla. Y de los segundos, nueve para molienda y nueve para carga. Es clara
la mayor importancia de los machos, animales más resistentes que las mulas
en las faenas de molienda y carga, síntoma de la intensificación del trabajo.
Estos parecían de reciente introducción, pues su promedio de edad era tan sólo
de 10,4 años. Los animales de molienda se reducen de 25, en 1753, a 13 en 1767,
lo que indica la menor importancia de la fuerza animal, aunque se mantenía
en funcionamiento el trapiche movido por fuerza animal, a pesar de la existencia
de la maquinaria movida por agua.
Los bueyes habían aumentado de tres a siete y se disponía de tres carretas,
lo que indica que el volumen de caña cortada y movilizada al interior de la ha-
cienda había aumentado notablemente. Estos mismos animales movían, proba-
blemente, los tres arados utilizados en la siembra de la caña. La mayor comple-
jidad del trabajo exigió un mejor manejo y cuidado de los animales, pues existía
“un corral de mulas que tendrá cuatro cuadras en contorno bien cercado de
palo, con una puerta de golpe... con su chumacera de hierro bien tratada” 3.
La vivienda principal, pese a que seguía construida con los mismos mate-
riales que en 1753, ahora se había ampliado hasta 25,9 metros de longitud por
4,18 de anchura y había aumentado el número de habitaciones de cuatro a seis.
2 Una hipótesis sostiene que en el Caribe el diseño habitacional tipo 'barraca', propio de plantaciones
grandes, se asociaba a un tipo de sistema familiar esclavo en el que el desbalance en la relación hombres-
mujeres favorecía a los primeros, deteriorándose las condiciones de vida con una baja tasa de reproducción.
Ver Potthast-Jutkeit, art. cit., p. 288.
3 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 75.

152
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

El corredor a lo largo de la casa tenía un pretil de adobe forrado en ma- 153


dera y estaba enladrillado, al igual que la pieza o “sala principal”, que en 1753
había servido de dormitorio. Se había añadido una sexta pieza que servía de
oratorio y las seis puertas y ventanas de madera sólida estaban protegidas por
rejas de madera y por cerraduras o candados. Se presentaba la casa “vieja la más
parte de ella y por eso tiene los bajareques algo maltratados y el corredor con
tres puntales por estar falsos tres pilares”. En general, se encontraba en buenas
condiciones. Estaba unida al “trapiche viejo” por una superficie empedrada,
que no se encontraba en el inventario de 1753, de 34,3 por 15 metros, es decir,
unos 515 metros cuadrados (ver Figura Nº 2).
El mobiliario denota la presencia de personas que vivían de forma per-
manente y realizando un mayor número de actividades, pues a las cuatro sillas y
seis silletas, se añadían ahora dos sillas y dos mesas de maderas sólidas. En la
pieza principal había también un estante y una alacena, que servían probable-
mente para el trabajo del administrador, pues contaba con una pequeña biblio-
teca de obras religiosas, un texto de medicina, el “libro de gobierno de la
hacienda”, “una tabla matrícula de los esclavos” y utensilios de escritorio 4.
Había tres catres en las restantes piezas, con diversas estanterías, alacenas,
cuadros, lo que apunta a mayores exigencias de sus ocupantes. El material
de servicio de mesa, cuchillos, tenedores, cucharas y platos, era para un mínimo
de dos personas. Un oratorio y un altar portátil, con instrumental y vestiduras
religiosas, indicaban la existencia de un servicio religioso regular. Excepto
un cáliz, una patena y una cuchara de plata, no había objetos decorativos de
mayor valor. Predominaba en la casa la sencillez y la frugalidad, dentro de
una funcionalidad donde el orden y el cuidado eran el tono característico.
La descripción más minuciosa de la cocina podría indicar que había sido
reconstruida. Era una edificación de mayor tamaño que la anterior de 7,5 metros
de longitud por 4 de anchura, de horcones, bahareque, techo de teja, tres puertas
y un corredor empedrado, contando con un cuarto de despensa. Había un fogón
de adobe de 4,18 metros de largo por un metro de ancho y un asador, también
en buen estado. Evidentemente, estaba diseñada para proporcionar servicio
a un mayor número de personas.
La fragua estaba “en un cuarto cayéndose” 5 aunque tenía todo el instru-
mental necesario: un fuelle, un yunque, una bigornia, un tornillo, tres pares
de tenazas, un macho, dos martillos, dos limas, un cincel, tres “tutos”, un macho

4 Ibid., fs. 67-67 v.


5 Ibid., f. 81.

153
JAIME TORRES SÁNCHEZ

“de tarraja”, una “entenayas”, y una “cortadera”. El mal estado de la instala- 154
ción era, entonces, una situación reciente. A diferencia de 1753, el inventario
de 1767 enumera herramientas agrícolas y de carpintería. Había 47 “azadas”, 20
buenas y 25 de “mediano servicio”; 15 hachas, 13 buenas; 41 “calabozos”, 33
buenos; tres hachas “para calzar”; cinco azadas “para calzar”; 14 palas, 11
buenas; y seis “baras” de hierro. No se mencionan tacises. Las herramientas
de carpintería eran las básicas: sierra, garlopa, cepillo, dos azuelas, tres gubias,
un formón y un gramil. Esta dotación de herramientas indica que había una
amplia e intensa actividad interna agrícola-artesanal. Los elementos para el
transporte de la caña y de la leña, 17 “sillones de cargar” –al parecer aparejos
de carga de las mulas– eran casi los mismos en número que en 1753.
Había un caney para la confección de tejas y ladrillos de 17,5 de largo
por siete metros de ancho, techado parcialmente de teja, con su correspondiente
horno, anexo al cual pudo haber estado otro horno más pequeño con techo
de cogollo.
Las instalaciones de procesamiento de 1753, o “trapiche viejo” como se
le denomina en 1767, no habían alterado sus formas básicas. Pero las 38 varas
de anchura de 1753 habían dado lugar a 44 varas, lo que es una indicación de
que el antiguo corredor al oriente había sido demolido para reconstruirlo con
seis varas adicionales donde seguramente se encontraban los cuartos del mayor-
domo y de guarda del azúcar. Ello aumentó el área central ocupada por el
molino, que ahora procesaba una mayor cantidad de caña.
Otras innovaciones en la planta física indican claramente el sentido que
se había impuesto a la gestión económica de la hacienda. Había ahora dos 'colga-
dizos' o estructuras de horcones y techo de teja, de 3,3 de longitud por 8,2 metros
de anchura y 5 de altura, uno en el frente de la casa orientado hacia el sur y otro,
posterior, mirando hacia el norte. El primer colgadizo cubría la zona de las hor-
nallas y se separaba de la sala de pailas por una pared “nueva” de adobe de
8,36 metros de anchura y 5 metros de altura. La única función que podía tener
este colgadizo sobre las hornallas, era la de protegerlas de la lluvia. Por tanto,
el área de cocción se desplazó parcialmente hacia fuera de la casa. Se ampliaba
así el espacio dedicado al trabajo del molino. A ambos lados de las paredes
laterales del colgadizo, las tapias de los muros habían sido reforzadas con estri-
bos nuevos de cinco metros de altura y cimientos de casi dos metros. El otro
colgadizo orientado al norte, de iguales dimensiones que el anterior, segura-
mente ampliaba la entrada al molino. Como se advierte, estas modificaciones
permitían manejar volúmenes mayores de caña cortada.

154
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Al parecer, no se había modificado el número de pailas, pues se mencionan 155


todavía las cuatro hornallas, que estaban “bien tratadas”, mientras que sólo
se describieron dos fondos, uno, remendado, con sus falcas de cobre buenas, y
otro nuevo de 17 arrobas de peso. La mención de un “alambique”, todo de
cobre, de tres arrobas y 19 libras y “bien tratado”, es una evidencia del procesa-
miento de algunas mieles secundarias para la producción de algún tipo de
alcohol destinado, seguramente, al consumo interno.
El molino no parecía ser distinto al descrito en 1753, pues se mencionan
“chumaceras” forradas de cobre, piezas sobre las cuales giraban los ejes de
las mazas 6, o rodillos forrados de hierro y cobre del trapiche, junto con 'dados'
y 'trompos'. Los 'dados' eran las piezas que recibían las puntas recubiertas de
hierro, 'trompos', de los ejes de las mazas 7. En 1772, los forros de hierro de los
rodillos fueron cambiados por cobre, que pesaban 36 arrobas 8. Aunque sólo
se presenta una descripción de piezas sueltas, por el buen estado de éstas se
supone que estaban destinadas a ser utilizadas. Constituían el stock de repuestos
necesarios para no interrumpir el funcionamiento regular de la máquina.
La descripción de la sala de purga sólo puede hacerse de manera muy
escueta, pues tan sólo se menciona una canoa de cedro “para recoger purga”,
cuatro botijas vidriadas para contenerla y un “artesón” de cedro. Dentro de
esta ala de la casa había un cuarto que servía al parecer de carpintería, pues
disponía de un torno nuevo.
Pero, sin duda, la modificación fundamental en la infraestructura de la
hacienda la constituía el “ingenio”, tanto por la envergadura de las instalaciones,
como por la magnitud del gasto en dinero que había costado su construcción.
No se conocen descripciones de este tipo de unidad agro-manufacturera para
Tierra Firme en el período colonial, de tal modo que vale la pena intentar su
reconstrucción detallada.
En realidad, bajo el nombre de 'ingenio' se agrupaban cuatro instalaciones
distintas: el edificio, o casa, que contenía un molino, otro edificio que contenía
hornallas y pailas, otro destinado a las faenas de purgado y, finalmente, una
edificación de despensa o almacenamiento y secado de azúcar. Tecnológica-
mente, la diferencia básica respecto al 'trapiche viejo' radicaba en la especia-
lización de las funciones definidas en el flujo de procesamiento de la caña:

6 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 131.


7 Ibidem.
8 AHN, Clero 126/33, Avalúo del herrero, valle de Guatire, 1772, f. 191 v.

155
JAIME TORRES SÁNCHEZ

molienda, cocción, purgado y secado. Cada una se desarrollaba en una construc- 156
ción diferente, adecuada a la tarea específica, aunque todas se hallaban interco-
nectadas (ver Figura Nº 16).
Se puede presumir que se encontraban en un mismo lugar y es seguro
que, al menos, el edificio o ‘sala de pailas’ estaba contiguo al molino. Si la mis-
ma acequia proporcionaba agua a la rueda hidráulica de la casa de trapiche,
a la casa de pailas contigua y al 'trapiche viejo', en la medida que descendía
de un cerro situado al oeste de estas construcciones, entonces el ingenio podría
haberse situado entre el cerro y el trapiche, orientado de norte a sur. Probable-
mente no había una gran distancia entre las instalaciones, pues si ambos molinos
funcionaron, seguramente lo hicieron con cierta coordinación.
La construcción de un molino movido por fuerza hidráulica requería
mayores conocimientos tecnológicos y pericia artesanal. Ello se pone de relieve
en los problemas técnicos y en las soluciones que se dieron. La edificación

Figura Nº 16. Planta del ingenio y Sala de Pailas. 1767

156
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

se diseñó para permitir el adecuado funcionamiento del dispositivo mecánico. 157


Era una construcción rectangular de 22,6 de longitud por 8,4 m de anchura
y 6,7 de altura, asentada en un terraplén o base de 1,25 m de altura 9. Contaba
con un muro de protección de mampostería, piedra con arena. Era necesario
para evitar los deslizamientos del terreno como consecuencia de las aguas
de lluvia, pues la edificación se hallaba en una pendiente del cerro.
Tenía paredes de tapias de una vara de ancho –menos de un metro– con
'rajas', o piedras mezcladas con arena y cal, pilares de ladrillos y madera, con
techo de tejas. Paralela al cerro del que venía la acequia, la casa tenía por el
costado sur y, a todo lo ancho, el foso de la rueda hidráulica que ocupaba cinco
varas de superficie enladrillada, un cuarto de vara más baja que el suelo restante.
Había quince varas de piso empedrado y otras siete de ladrillo adyacentes al
foso, en las cuales seguramente se encontraba la máquina de molienda 10. Había
un colgadizo de cuatro metros de ancho por cinco metros de saliente, que estaba
ubicado en el costado oeste y que permitía la entrada de la caña cortada. Se
menciona también una “ramada” que cubría otro colgadizo sobre una puerta
de entrada que podría haber estado en el costado norte 11.
Su costado occidental estaba separado por una distancia de 5,85 m de un
paredón de “calicanto” del largo de la casa que cubría la pared del cerro, con
una altura de 4,38 y de 1,25 m de grosor y que protegía de la pendiente del cerro
y de la humedad 12. Por el oriente, y “contigua a dicho Ingenio”, estaba la 'casa
de pailas', separadas ambas, pero unidas por un pequeño cuarto, cuyas tapias
“le sirven de respaldo a la tapia del Ingenio” 13 y que las intercomunicaba.
De esa manera, el molino era abastecido de caña por un costado y, por el otro,
fluía el jugo de la caña a los fondos donde se cocía. Accionado por energía
hidráulica, disponía de un mecanismo de transmisión de la fuerza motriz hacia
el guijo y las 'mazas' o rodillos.
La rueda era el elemento central para captar la energía mecánica del
agua que venía del cerro. Estaba compuesta de tres cruceros de “madera de
corazón”, con un diámetro de 5,85 m, y el resto era de madera de cedro, con

9 AHN, Clero 128/1, Inventario de Guatire, valle de Guatire, 17 de junio de 1767, fs. 82 v.-83. Las
dimensiones del terraplén no figuran en este inventario.
10 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 82 v.
11 AHN, Clero 126/33, doc. cit, valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 169.
12 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 83. En el avalúo de albañilería
de 1772, éste tenía 46 m de longitud por 40 centímetros de anchura. Ver AHN, Clero 126/33, f. 171.
13 Ibidem.

157
JAIME TORRES SÁNCHEZ

48 “cucharas”, o depósitos que se llenaban de agua. Estaba asentada sobre 158


dos paredes de 0,627 m de grosor y 8,36 m de longitud, las que dejaban entre
ellas un canal de 1,11 m por donde pasaba la rueda girando y el agua, por el
fondo. La pared externa, seguramente, era la que medía 3,34 y la interior 2,5
m de altura y su longitud era del ancho de la casa. El eje era de madera de
“granadillo”, de 3,3 m de largo y 1,1 m de grosor, que en su extremo tenía
14 “dientes” que ensamblaban a través del movimiento rotatorio con los
dientes de la “rueda linterna” 14. Esta convertía el movimiento vertical de
la rueda hidráulica en movimiento rotatorio horizontal y al estar fija al eje
que terminaba en la 'maza mayor', lo transmitía a los rodillos de trituración.
Tenía un diámetro de 2,78 m, con un crucero, 58 dientes y ocho pernos de hierro
(ver Figura Nº 17).
Teniendo en cuenta la altura de los pilares del castillejo o armazón que
sostenía los rodillos, el engranaje o dientes del eje de la rueda hidráulica se
engranaba con los dientes de la 'rueda linterna' por debajo de ella (ver Figura
Nº 18). Esta, por medio de su eje vertical movía la maza mayor, transmitiéndose
la rotación a las mazas o rodillos laterales. La maza mayor, de madera, tenía
un recubrimiento o “tambor” de cobre, y las otras dos, de hierro, con chuma-
ceras de cobre y trompos de hierro. Según el avalúo del herrero de 1772, el
recubrimiento de cobre de la maza mayor pesaba 22 arrobas y los de hierro,
41 arrobas, que, al parecer, mantenían estas características técnicas, pese a
que en ese año el trapiche había sido reconstruido 15. Es probable que éste haya
sido el recubrimiento que tenían en 1767. La doble viga que sujetaba la maza
mayor se sostenía en cuatro “peones” o pilares de madera fijados al suelo de
3,3 m de altura. La mención de “una sufridera de hierro para apretar el
trapiche y sus cuñas de hierro” 16, permite deducir que estos elementos eran
componentes del mecanismo para ajustar la presión de las mazas sobre la caña.
La máquina de molienda y la rueda hidráulica se ubicaban en el interior
de la casa. En 1772, la rueda estaba cubierta por un forro de madera 17 y recibía
el agua a través de conductos desde un estanque de almacenamiento situado en
el monte, en el que desembocaba una acequia (ver Figura Nº 19). A través de
un cajón de madera de 60 centímetros de ancho, que estaba a cinco metros

14 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 84. También en AHN, Clero
126/33, valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 17.
15 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1772, fs. 191-191 v.
16 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 84 v.
17 AHN, Clero 126/33; Avalúo de carpintería, valle de Guatire, 1772, f. 184 v.

158
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

159

Figura Nº 17. Perspectiva del mecanismo del molino. 1767.

“de alto” y disponía de una compuerta, “viene el agua a la rueda” 18. Se soste-
nía el cajón por medio de dos estribos de 6,69 m de longitud que también asegu-
raban la casa. Al parecer, tal cajón de trayectoria descendente vaciaba el agua
en el foso de la rueda. Pero también caía el líquido a la rueda por medio de otras
dos canoas. Una, de madera de ceiba, “por donde va el agua a la medianía de
la rueda”, de 5 m de longitud y 40 centímetros de fondo y otros tantos de an-
chura. Esta, probablemente se alimentaba en el mismo punto donde empezaba
el cajón. Y otra canoa de cedro, “por donde cae el agua a la rueda” 19, de 1,67 m
de largo por 0,40 de anchura. Por tanto, en esta interpretación, el cajón llevaba
el agua por la parte de abajo de la rueda impulsándola horizontalmente, y la
canoa más larga la llevaba a la parte superior, para dejarla caer sobre las
cucharas impulsándola verticalmente. Por presión de arrastre y de caída se
obtenía un mayor aprovechamiento del agua.

18 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 83 v.


19 Ibidem.

159
JAIME TORRES SÁNCHEZ

160

Figura Nº 18. Alzado oeste del ingenio. 1767.

El agua llegaba al cajón y a la canoa por medio de un acueducto (“pare-


dón”) de 6,9 m de longitud, por 0,8 de ancho y 1 m de altura. Era, en realidad,
de pequeñas dimensiones y tenía en su inicio un tanque cuadrado, de un metro
por lado y 0,83 de fondo, para recibir el agua de la acequia. Acueducto y tanque
se encontraban en el cerro propiamente tal, detrás, y a mayor altura del muro
de contención construido paralelo a la casa. La pequeña dimensión del tanque
podría indicar un abastecimiento adecuado y regular de agua. Esta, finalmente,
salía del foso de la rueda a través de 6,69 m “de cañería de una acequia” 20.
El zumo de la caña o “guarapo” exprimido en el molino, era recibido en
una canoa de ceiba de un metro de larga por 0,40 de ancha y depositado en un
“artesón” de madera de cedro. Había, además, “una canal por donde corre el
caldo” 21 de cedro, de seis metros de longitud con su correspondiente tapa. Pro-
bablemente, en tanto estructura fija se conectaba con la 'casa de pailas' contigua.
La articulación en los sistemas de conducción de caldos, de partes móviles
y partes fijas, respondía a la necesidad de permitir un lavado fácil. Como el
zumo de caña era una sustancia vegetal que se descomponía rápidamente, los
residuos acumulados podían alterar la calidad del producto final. De allí que
el molino y la sala de cocción tenían que mantenerse limpias.

20 Ibid., f. 84 v.
21 Ibidem.

160
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

161

Figura Nº 19. Alzado sur del ingenio. 1767

La casa que “sirve de sala de pailas” 22, de tapias y rajas, tenía 10 m de


larga por nueve de ancha y 4,6 de alta, con cimientos de 1,25, excepto en un cos-
tado en donde eran de 3,3 metros de profundidad “por el descenso que lleva a
las hornallas” 23. Contigua la sala de pailas a la casa del molino, es probable que
se orientara también de norte a sur, situándose las instalaciones de las hornallas
en el área meridional, pues “pasa por delante de las hornallas” 24 una acequia
de ladrillos de 16,7 m de longitud por 0,40 de anchura y 0,20 m de fondo, la
que recibía el agua utilizada por la rueda del molino. Y por el costado oriental
del ingenio, pero en su extremo norte, había una habitación construida de tapia
para el mayordomo de 4 m de largo por 3,3, con una ventana y una puerta 25.
La 'casa de pailas' estaba dividida en dos áreas separadas por un muro
de adobe de dos metros de alto y cinco de largo. En su parte sur estaban insta-
ladas las hornallas, sección seguramente abierta al exterior y comunicada con
la otra área, al norte, que probablemente se extendía a través de la puerta de un
cuarto de tapias apoyado en el costado este de la casa del molino. Tal vez,
por medio de este cuarto se continuaba el sistema de conducción del guarapo
para procesarlo en los fondos de la sala de hornallas, quien también tenía su
estructura protectora o colgadizo.

22 Ibid., f. 86.
23 Ibidem.
24 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire 17 de julio de 1772, f. 167 v.
25 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 87 v.

161
JAIME TORRES SÁNCHEZ

A diferencia de la del trapiche viejo, la sala de pailas disponía de cinco hor- 162
nallas con sus parrillas. Cuatro se ocupaban para igual número de fondos, con
sus correspondientes falcas, y una 'tacha' para “templar papelones” que permitía
dar el punto de cocción final para producir el papelón. Tres fondos tenían falcas
de cobre, pero un fondo y la tacha sólo tenían falcas de ladrillo. En el avalúo del
herrero de 1772 estos fondos pesaban: uno, 28 arrobas en cobre; dos, 26 arrobas
cada uno, y otro pequeño, 16 arrobas. Las falcas de los fondos pesaban en total
50 arrobas y la tacha, ocho arrobas. El peso medio por caldera, que en el trapiche
viejo de 1753 era de 232 kilogramos, era ahora de 354. No obstante, debe consi-
derarse que tales valores del año 1772 pudieron no corresponder totalmente
a los de 1767, pues el Depositario de los bienes de la hacienda había hecho
modificaciones y los fondos habían sido fundidos de nuevo. El aumento del
peso medio de las calderas indica que también había aumentado la capacidad
instalada de procesamiento de caldos.
En la sala opuesta a la de las hornallas, se encontraba el dispositivo de
conducción, de tratamiento de los caldos y el instrumental especializado que
se usaba. Como en el inventario de 1753 aparecían también los elementos fijos
y los móviles 26. Había seis canoas:

— una de madera, de 2,5 de larga por 0,60 de ancha y 0,80 m de fondo que
servía para “recibir guarapo del artesón”.
— una de madera, de 5,4 de larga por 0,80 m de fondo y anchura, con tapa para
recibir “meladura”, es decir, guarapo ya tratado.
— una de madera de ceiba, de cinco metros de larga por 0,80 de altura y ancho,
con tapa y argolla para candado.
— una de madera de ceiba, de 2,5 de larga por 0,40 m de altura y ancho, para
“templar el azúcar”.
— una de madera de ceiba, de 2,3 m de larga por 0,40 de alta y 0,28 de fondo,
para “templar papelones”.
— una, de madera de ceiba, ubicada en el cuarto que comunicaba con el ingenio,
de cinco metros de largo por 0,60 de ancha y 0,40 de fondo.

Las canales eran cinco:

— dos de madera de cedro, una de cuatro metros de larga y otra de 4,80, “por
donde corre el caldo a los fondos”.
— una, de 7,1 m de larga.

26 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, fs. 84 v., 86 v.-87 v.

162
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

— una, de 3,1 de larga “por donde corren los temples”. 163


— una canal de ladrillo, “por donde corre la cachaza”.

En general, no se advierten diferencias sustanciales respecto a las instala-


ciones del trapiche viejo en dimensiones y cantidad, mencionándose el 'papelón'
y el 'azúcar', por lo que puede presumirse que se destinaban a la producción
de ambos. Pero es clara también una mayor definición funcional pues las
'canoas', en tanto conductores móviles se destinaban tanto a trasladar los caldos
a las canales, cuando éstas alimentaban los fondos, como a recibirlos como
'melados', o a tratarlos para lograr el producto final. Las canales, en cambio,
como conductoras fijas trasladaban la masa en tratamiento de una paila a otra
y permitía el vaciado de la 'cachaza', o líquido no aprovechable para producir
azúcar o papelón que era material impuro que resultaba del procesamiento,
o 'clarificación'.
Tampoco parece haber diferencias marcadas respecto a los utensilios
del trapiche tradicional cubano del siglo XVIII. En aquél, las canoas tenían nom-
bres específicos de acuerdo a su función: “de recibir”, para depositar el guarapo
y trasladarlo a las pailas; “de meladura”, para el depósito de ésta cuando se inte-
rrumpía el flujo de evaporación; “resfriadera”, en la que se depositaba el mela-
do para batirlo y alcanzar los puntos de cristalización adecuados –el equivalente
del 'templado' en Guatire– “de lejía”, para depositar los álcalis necesarios
para el tratamiento; y las destinadas a “lavar las hormas”, o envases para
depositar la masa cocida 27. Excepto este último tipo de canoa, en los inventarios
de 1753 y 1767 se encuentran más o menos descritas tales funciones, con la
diferencia de que algunas de estas operaciones se asignaban a canales, o estruc-
turas fijas que, como se ha visto, podían ser ya de madera ya de ladrillo.
La enumeración de herramientas es escasa tanto en la sala de pailas del
trapiche viejo como en la nueva, del ingenio. Sólo se mencionan tres “espuma-
deras de hoja de lata”, un tarro “de medir” y un embudo de cobre que pesaba
cuatro libras 28. La 'espumadera' era una cuchara de gran tamaño, que en Cuba
era de cobre, con perforaciones que permitían colar el melado de las impurezas
que se situaban en la superficie, siendo por consiguiente indispensable en la
faena. También era conocida allí la 'bomba', o cucharón de cobre de largo mango

27 Ibid., III, p. 120.


28 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 87.

163
JAIME TORRES SÁNCHEZ

de madera, que se utilizaba para mover el melado en las pailas 29. Es probable 164
que un instrumento semejante se usara en Guatire, pero no se presenta la infor-
mación. Tal vez, se empleaba tan sólo un madero al que no se le concedía
importancia funcional.
Tecnológicamente no se advierten grandes diferencias respecto a 1753
en las nuevas instalaciones de la sala de pailas, salvo en el aumento del número
de hornallas y de fondos como en el mayor peso medio de éstos, lo que hacía
posible un aumento de la cantidad de melado bajo tratamiento. La innovación
debió ocurrir en la organización del trabajo mismo, porque pudo desarrollarse
en recintos separados, diseñados a tal fin. Esto generó mejores condiciones
de trabajo para los esclavos y disminuyó los riesgos de accidentes, como se
refleja en los datos de salud analizadas en un capítulo anterior. La mayor sepa-
ración de los espacios de molienda de los de cocción, permitió aislar el foco de
altas temperaturas y controlar el peligro de incendios. El mayor espacio de mo-
lienda pudo haber bajado el índice de accidentes, pues el molino era un área peli-
grosa para el trabajo esclavo en tanto allí se manipulaba la caña para los rodillos.
La preocupación por la calidad del producto final se advierte en la clara
diferenciación de las dos edificaciones restantes: la casa de purga y la despensa.
Aquí se revela el propósito gerencial estratégico de la administración jesuí-
tica, en el sentido de producir predominantemente azúcar, un producto más
complejo que el papelón y que requería un mejoramiento sustancial en el
tratamiento de purgado.
La casa “que sirve de purguera” 30, era de tapias, rajas y tejas y tenía
24 m de longitud por 5 de anchura y 2,5 de altura. Contigua, pero separada, ha-
bía una casa también de los mismos materiales de 11,7 m de larga por 5 de
anchura, que era despensa y secadero (ver Figura Nº 20). No se dispone de
información que permita deducir la localización en el espacio de ambas
edificaciones, pero no podían estar lejos de la 'casa de pailas', pues de ésta
tenía que trasladarse la masa final que debía purgarse. La primera tenía una
puerta provista de candado y tres ventanas protegidas con reja de hierro, lo
que indica la preocupación por la seguridad. Disponía de un 'tendal' de 46 m
de longitud y 1,7 de anchura, dispuesto seguramente en dos tramos de 23 m
cada uno. Este era una estructura de maderos, sobre soportes del mismo material,
de un metro de altura, que poseía tableros con 364 huecos para sostener las
hormas de arcilla que contenían el melado a purgar.

29 Moreno Fraginals, op. cit., III, p. 113.


30 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 88.

164
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

165

Figura Nº 20. Planta de la Despensa y Casa Purguera. 1767.

165
JAIME TORRES SÁNCHEZ

El resto de las instalaciones eran canoas y canales. Había cuatro canoas 166
de madera de ceiba para 'recibir purga' que medían entre 6,6 y 4 m de largo.
Y dos canoas del mismo material para “batir el barro para la azúcar”, de
2 m de longitud y 0,40 de anchura por otras tanto de altura. En esta última
se mezclaba la arcilla y el agua con que se cubrían las hormas que contenían
el melado. Las canales estaban instaladas para permitir el escurrimiento de
las mieles residuales resultantes del purgado en las hormas, como era costumbre
en Tierra Firme. Había siete “canales maestras” que fluctuaban en largo entre
6,7 y 2 metros. Éstas se complementaban con 82 “canalitas” de madera de
cedro y yagrumo, “que conducen la purga a las maestras”. Parece que ellas
se gastaban con rapidez pues había 85 más de repuesto, junto a otro canal
maestro de cinco metros. Finalmente, había una canal maestra de casi cinco
metros “para cojer el agua de la acequia y lavar el trapiche”. Esta era una
operación rutinaria para limpiar enseres e instalaciones.
La segunda edificación, o “casa de despensa”, estaba dividida en dos cuar-
tos: uno, para “guardar el azúcar cuando está fuera de las hormas”; otro,
que “sirve con una hornilla que tiene abajo y un entresuelo de tapias, de
reverberación para el azúcar no seco”. El primer cuarto tenía dos tendales
superpuestos de 6,7 m de longitud por 1,7 de anchura, con sus correspondientes
tablas, para “guardar el azúcar”, y una romana capaz de pesar hasta cinco
arrobas. Del cuarto de secado no se conoce su efectividad hasta 1767, pero
en el avalúo de 1772 el Depositario de la hacienda manifestó que “se quitó y
purificó por la experiencia que se tiene de ser inútil por la mucha humedad
del suelo”. Probablemente esto era cierto, pero eso no significa que el cuarto
de secado fuera inútil durante los años en que estuvo siendo utilizado por la
administración jesuítica.
Las instalaciones de trabajo se completaban con una casa de 11,7 m de
larga por 6,3 de ancha, de horcones, bahareque y tejas, con divisiones internas
destinadas a ser viviendas de los esclavos 31.
La existencia de una instalación para secar azúcar permite relativizar
la ya conocida apreciación de Depons respecto a la deficiencia general de la
fabricación de este producto atribuida a los hacendados en Tierra Firme y, a
la vez, llama la atención sobre la índole de las modificaciones que se introdu-
jeron por la administración de la Compañía de Jesús después de 1753. En
realidad, del análisis anterior puede desprenderse que el sentido general de

31 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 90.

166
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

los cambios fue, básicamente, conseguir el aumento de la producción mejorando 167


la productividad por la vía de la optimización de la relación hombre/producto.
No hubo cambios tecnológicos de importancia en el área de cocción, excepto en
el aumento del número de calderas de cuatro a cinco exigido, tal vez, para la
obtención de azúcar , por lo que la elevación del rendimiento caña/producto
no pudo ser significativa. El aumento en la productividad pudo haber ocurrido
por una mejor división y especialización del trabajo esclavo, un diseño cons-
tructivo funcional, por la utilización de energía hidráulica para mover la maqui-
naria de molienda y por la mejora en la dotación de herramientas agrícolas.
El aumento en el volumen de caña molida tuvo que haber sido sustancial
–no hay registros documentales de esto– dado el evidente aumento de la produc-
ción, pero tal resultado se consiguió con una tecnología de la que no se sabe
cuán amplia fue su difusión en la Provincia de Caracas. Por algunas eviden-
cias 32, es posible afirmar que tales cambios tecnológicos en el ámbito de una
hacienda parecen haber sido poco frecuentes en la región colindante con la
ciudad de Caracas en el decenio de los sesenta. En todo caso, era una tecnología
sencilla, aunque requería de mano de obra especializada para su manejo y cons-
trucción. Por un aspecto de ella se puede colegir que, en cierta medida, recogió
un conocimiento ya disponible en la práctica artesanal de Tierra Firme. Por
la reconstrucción de los caracteres de la rueda hidráulica, la transmisión del
movimiento rotatorio operaba con un mecanismo de 'dientes', o muñones de
madera fijos en el extremo del eje de la rueda vertical (ver Figura Nº 18). Éstos
se acoplaban a otra serie de muñones fijos verticalmente por debajo de la 'rueda
linterna', que giraba horizontalmente. La presión de los muñones de la primera
rueda sobre los de la segunda permitía el movimiento rotatorio de la maza
mayor. Un mecanismo de este tipo podía haber concentrado excesivamente
la fuerza sobre un número reducido de 'dientes' de la rueda principal, lo que
le restaría durabilidad al engranaje.
En cambio, los molinos hidráulicos conocidos en el Caribe y en Brasil,
presentaban un mecanismo de engranaje en el cual los dientes de la rueda prin-
cipal, en vertical, estaban fijos horizontalmente, es decir dispuestos sobre una
rueda más pequeña que giraba debajo de la rueda horizontal que movía direc-
tamente la maza mayor 33. Este no era un engranaje de un eje con dientes sobre

32 Ver FINAL.
33 Labat, op. cit., ver dibujo “Moulin a Eau droie”, sin número de página; André João Antonil, Cultura e
opulencia do Brasil por suas drogas e minas, Paris, Institut des Hautes Etudes de l'Amérique latine,
1968, p. 170.

167
JAIME TORRES SÁNCHEZ

una rueda, sino de una rueda con dientes sobre otra rueda igual con un acopla- 168
miento de muñones verticales y horizontales (ver Figura Nº 21).
Es probable que la mayor productividad de la mano de obra haya sido
resultado directo de la división del trabajo en las distintas funciones que se
realizaban en el flujo de producción del azúcar –molienda, cocción, purga y
secado– ejecutadas en espacios y edificios distintos. Hubo también un aumento
de la caña cosechada, lo que solamente pudo conseguirse por medio de un
mejor aprovechamiento del suelo agrícola, pues se sabe que aumentó la super-
ficie cultivable total. Lo que llama la atención es la claridad del enfoque concep-
tual que presupone el planteamiento constructivo en el diseño de las edifica-
ciones. El cambio en la organización del trabajo se resolvió de hecho a partir
de la división y especialización de las construcciones. Debe considerarse que
el principio de la división del trabajo y su famosa ejemplificación en la

Figura N° 21. Molino hidráulico

168
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

fabricación de alfileres fue enunciado recién en 1775, cuando se publicó la 169


obra más importante de Adam Smith. Y la relación entre edificación y produc-
tividad no se presentaba con esta nitidez en R. P. Labat, por ejemplo, para quien
en las “fábricas de azúcar”, “su tamaño debe ser proporcionado a la cantidad
de azúcar que pueda fabricarse en dos o tres semanas”. Para A. J. Antonil, la
cercanía en la realización de los distintos procesos era sólo una constatación
práctica, en la medida en que la expresión de 'ingenio azucarero', “designa el
conjunto del edificio donde se encuentran los talleres y construcciones nece-
sarias para moler la caña, cocer el azúcar y purgarla”.
Pero también es probable que haya mejorado la calidad del producto final.
El cambio en el patrón de refinación de papelón a azúcar, como producto predo-
minante, exigía mejorar los procesos de purga y almacenamiento, lo que llevó
a ampliar las instalaciones materiales en donde éstos se realizaban.
Así, no cabe duda que el tránsito de un 'patrón tecnológico de trapiche
mejorado' a un 'patrón de ingenio' supuso en Guatire un cambio técnico impor-
tante. Las evidencias prueban una modificación sustancial en las estructuras
constructivas, las que se presentan con un diseño conceptual que parece orien-
tado a maximizar el producto. Su utilización significaba una clara división
del trabajo que pudo estar acompañada de la correspondiente especialización.
No se dispone de documentación para apreciar los cambios en la organización
del trabajo esclavo en los procesos de molienda y tratamiento del melado, pero
es indudable que sin una modificación en ese sentido, no habría sido posible
manejar una masa humana sustancialmente mayor que en 1753, ni utilizar ade-
cuadamente esas instalaciones, ni conseguir el aumento de producción.
Los cambios en la estructura demográfica pueden ser vistos en parte como
efectos de tales modificaciones. La producción aumentó por un cambio de escala
en la actividad de conjunto, al incorporarse más hombres, una nueva fuente
de energía y edificaciones diseñadas según sus funciones especializadas. Aunque
nada se sabe del comportamiento de los costos, rendimientos crecientes a escala
pueden asociarse a tales cambios como efectos muy probables. Al aumentar
el producto en mayor proporción que el incremento de insumos, pudo también
haberse elevado la productividad, relación hombre/producto, en la actividad
de procesamiento mecánico y químico de la materia prima base. Aunque no
se dispone de evidencias cuantitativas sólidas, el análisis cualitativo anterior
apunta en esa dirección.

169
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Con todo, bajo la consideración de una relación input/output muy elemental 170
los datos ya proporcionados indicarían que, mientras la cantidad de papelón
aumentó levemente, la producción media anual de azúcar aumentó en un 100 %
entre 1754 y 1758 y el número de esclavos en edad productiva sólo se incre-
mentó en un 50 %, comparando los 32 esclavos de 1753 con los 48 existentes
en 1767, cantidad esta última que pudo ser inferior en 1758 34.
Dos ventajas comparativas pudieron actuar en el sentido de situar la reorga-
nización del proceso de trabajo como eje explicativo de los cambios en el patrón
tecnológico de base. Por una parte, en la actividad azucarera se podía aplicar el
trabajo esclavo en gran escala y con alta efectividad, por el carácter diferenciado
y secuencial de los diferentes componentes de su flujo productivo y por la dispo-
nibilidad de una tecnología simple para cada uno de ellos. Así, se podía raciona-
lizar el proceso de trabajo según los procedimientos contemporáneos aplicados
en las manufacturas europeas. Se sabe que los principios taylorianos de organi-
zación del trabajo fueron aplicados empíricamente en la actividad de los escla-
vos de las plantaciones azucareras desde el siglo XVIII, en tanto éstos impli-
caban rutinización de ejecución de las diferentes tareas adecuadamente defi-
nidas, disminución de la discrecionalidad individual en el desempeño y un
rígido sistema de disciplina con control central de las actividades como un
todo 35. Por otra parte, al estar las haciendas jesuíticas subordinadas a un poder
corporativo conectado a los más poderosos centros de decisión colonial 36,
dentro del orden producido y controlado por la organización, las empresas
económicas podían subordinarse a directrices que aseguraban la continuidad
del proceso de acumulación de riqueza: esclavos, tierra, árboles, patrimonio
dinerario y capital en dinero.
En todo caso, la respuesta a la cuestión de en qué medida fueron resueltos
total y adecuadamente los problemas que estos cambios comportaron hasta 1767
no puede darse en términos precisos. Algunos de ellos, los cambios acaecidos
hasta esa fecha en la infraestructura de molienda y cocción, pueden apreciarse
a través del examen del avalúo que se firmó el 24 de julio de 1772, los que
tuvieron que considerar la situación existente en el momento de la expropiación
por la Corona. Sin embargo, como no se dispone de documentación respecto
a la producción cañera, todo ese segmento de la actividad de la hacienda sólo
puede ser objeto de conjeturas.
34 Ver Cuadros Nº 21 y Nº 27.
35 Keith R. Aufhauser, “Slavery and scientific management”, Journal of Economic History, 33 (1973),
ps. 815-823.
36 Konrad, op. cit., 1980, ps. 330-331.

170
171

Capítulo V
Evolución económica y cambios tecnológicos

A partir de 1767, año en que al Colegio de Caracas le son expropiadas


sus pertenencias, la hacienda experimentó nuevos cambios en su infraestructura.
Un problema importante es el de, en qué medida el aumento de valor del patri-
monio total de la hacienda hasta 1767 se debió a los cambios en la tecnología
e infraestructura. Es decir, cuál fue la función del gasto en esos rubros en la
dinámica económica de la hacienda.

1.– INFRAESTRUCTURA Y TECNOLOGÍA: 1767-1772

Los documentos encontrados sobre la expropiación pusieron de relieve


errores de construcción que, a juicio de los peritos, se habían cometido antes
de la confiscación, junto a los deterioros sufridos posteriormente. Respecto
a la casa de vivienda y su mobiliario, en un cotejo de 1772 “lo hallaron con
mucho deterioro, y casi inútil, especialmente en los bajareques”, con el sexto
cuarto “de ningún servicio”, con una puerta “quitada de su lugar y arrum-
bada” 1. El avalúo del albañil, realizado casi un mes después, especificó que
las paredes y el techo del corredor estaban en mal estado y que el cuarto conti-
guo a la casa, probablemente la antigua cocina, estaba cayéndose. De los 30
'bujíos', o viviendas de los esclavos existentes, sólo 10 fueron avaluados estando
los restantes en mal estado. De los dos hornos de cocer teja y ladrillos, uno
se había vendido y el otro estaba inservible y sin techo 2.

1 AHN, Clero 126/33, Diligencia de cotejo, valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 127.
2 AHN, Clero 126/33, Avalúo del albañil, valle de Guatire, 17 de julio de 1772, fs. 163-164.

171
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Evidentemente, después de 1767 la casa principal no había sido ocupada 172


de manera permanente y no se habían hecho reparaciones, lo que explica su
deterioro en 1772. La cocina había sido construida de nuevo y trasladada de
lugar, lo que indica que había ocurrido una redistribución espacial de activi-
dades, síntoma de cambios en la organización del trabajo de la hacienda.
Tales cambios aparecen claros en el análisis de la documentación: el
trapiche 'viejo' había sido abandonado en sus faenas de molienda y cocción, cen-
tralizadas ahora en el ingenio que utilizaba agua y energía animal. Su cons-
trucción estaba en muy mal estado, pues del total de 132 metros de sólidos
cimientos o fundaciones de “mezclote y piedra”, aunque también los tenía de
barro y piedra, el 62 % tenía “mala la cal”. De 131 metros de 'rajas', el 94 %
estaba “con dos dedos de desplome”, lo que afectaba a los 176 metros de tapias.
Un 54 % de éstas amenazaban “desplome” y un 11 % estaban 'maltratadas' 3. Las
causas de este deterioro no parecían provenir exclusivamente de carencia de
mantenimiento, pues afectaban a la obra gruesa de la edificación. Probablemente
confluían tanto una defectuosa construcción como problemas en la estabilidad
del terreno, cuyo impacto no fue previsto por los diseñadores anteriores a la
administración jesuítica ni corregidos por ésta.
Pero la casa del ingenio tampoco estaba exenta de esos problemas pues,
pese a que sus cimientos no merecieron comentarios desfavorables, los 70 me-
tros cúbicos de 'rajas' tenían “dos pulgadas y media de desplome”, y la pared
occidental de mampostería de la casa, de 163 metros, estaba “defectuosa” 4.
Y en el cerro que estaba cerca de este costado del ingenio, se había hecho un
“banqueo del terreno del cerro ante la casa del trapiche” de unos 577 metros
cuadrados, y construido un “cerco nuevo”, que había sido recubierto de 'mez-
clote', es decir, de arena y cal 5. En el cotejo realizado un mes antes se había
dejado constancia de que no se había encontrado el paredón que servía de protec-
ción por el lado oeste de la casa, “porque en aquél tiempo parece estaba ésta
inmediata, y pegada contra un cerro”. Esto no era estrictamente cierto, puesto
que ya se mencionó que, según el inventario de 1767, existía un paredón de 'cali-
canto' del largo de la casa que protegía su costado occidental. Solamente se
había hallado “en este mismo lugar una grande excavación, que se ha hecho de

3 Ibid., fs. 164 v.-165.


4 Ibid., f. 166.
5 Ibid., f. 168.

172
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

nuevo a mucho costo, para asegurar la referida fábrica, que se estaba cayendo 173
por la humedad y contrapeso que le hacía el referido cerro” 6.
El 'banqueo', o excavación que se había hecho en el cerro por el lado oeste
de la casa era, por tanto, un trabajo de contención de la ladera realizado después
de 1767 y antes de 1772. Tal tarea de protección había tenido que ser completada
con la construcción de un 'estribo' de mampostería, en el mismo costado de la
casa, de 6 m de alto, 1,7 de anchura y 0,40 de saliente. El cerco nuevo que
evaluó el albañil era un paredón de 8,8 m de longitud, 1,7 de altura y 0,40 de
anchura, de cal, arena y piedra, “el que se halla en la escavación expresada
para reparar las avenidas de tierra y agua, que caen contra la casa de dicho
Ingenio en tiempo de lluvias” 7.
El avalúo del albañil revela también que la 'casa de pailas' tenía problemas
derivados de su construcción inicial. De las 5.110 tejas que recubrían los techos
en 1767, el 74 % de ellas estaban no sólo “mal acondicionadas”, sino que tenían
“defecto”, al igual que la “armaduría” del tejado mismo y las 1.456 tejas
del techo de la casa de despensa 8.
Los defectos constructivos del trapiche viejo habían obligado a su aban-
dono, pero problemas edafológicos habían exigido construir obras de protección
y reforzamiento del edificio o 'casa de ingenio', en el que se había concentrado,
después de 1767, la actividad de molienda y cocción de los guarapos. Sin em-
bargo, tampoco estaba libre de problemas derivados de una defectuosa construc-
ción. En el fondo, el deterioro de las laderas en que se asentaban las edifica-
ciones de la hacienda era, probablemente, resultado de la deforestación del
área inmediata. La intensa presión sobre los recursos del valle, a lo largo de
la administración jesuítica, había convertido un problema inicial de humedad
en las instalaciones, en un problema estructural de estabilidad de suelos.
La concentración de la actividad en la 'casa de ingenio' obligó a redistribuir
el espacio disponible y a reconstruir instalaciones viejas y construir otras. Así, la
fragua fue trasladada a uno de los cuartos de la 'casa de Ingenio' 9, el antiguo
cuarto de secado del azúcar y el del mayordomo, que estaba contiguo a la casa
por el oriente, fueron reconstruidos totalmente 10. Lo mismo sucedió con el
cuarto de tapias que unía la 'casa de pailas' con la 'casa de Ingenio', que fue

6 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 136 v.
7 Ibid., fs. 141 v.-142.
8 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772., fs. 170 v.-171.
9 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772., f. 135.
10 Ibid., f. 127.

173
JAIME TORRES SÁNCHEZ

“hecho de nuevo por estar el que tenía de mala construcción” 11 y con la cocina, 174
que se construyó junto a la 'casa de purguera', con bahareque, horcones, cañas y
tejas, de 10 m de largura y 4,40 de anchura. Casi las mismas dimensiones que
la anterior, ésta disponía de un colgadizo cubierto de teja para las caballerías 12.
Finalmente, el corral de mulas se instaló en otro lugar con una empalizada
de 364 metros de largo 13. Y se añadió un pasadizo que, saliendo de la 'casa de
pailas' y del ingenio, se extendía a lo largo de 204 metros para pasar a un patio 14.
El reforzamiento de las edificaciones y la remodelación de algunas partes
estaban ligados estrechamente a los cambios de la maquinaria de trabajo. Lo
que afectó a la 'casa de ingenio' en la estructura de captación del agua y al sis-
tema de transmisión del movimiento hasta los rodillos, rediseñándose o recons-
truyéndose, por tanto, los componentes de la rueda hidráulica y del molino.
Pero también fue necesario modificar en la 'casa de pailas', las hornallas, los
fondos, el sistema de conducción y trabajo sobre el melado.
El agua de la acequia del cerro se recibía “en un tanque nuevo... que
tiene trece varas de mampostería de ladrillo y mezcla, y media vara de grueso
con un poste de ladrillo y mezcla, a modo de estribo”. El detalle de su diseño
podría indicar que estaba hecho de manera más sólida que el anterior. De él
partía “una cañería nueva... de ladrillo y mezcla” de 8,40 m de longitud y
0,40 de anchura, que pasaba por encima del paredón de protección de la ladera
del cerro. Probablemente, donde terminaba esta cañería, o canal en pendiente,
empezaba otra “cañería nueva” con menor pendiente y longitud de 11 m,
también construida de ladrillos 15. Como se ha visto, antes de 1767 esta sección
era mucho más corta y era un cajón de madera. Por tanto, el tramo entre el tan-
que y la entrada del agua al foso de la rueda había aumentado en longitud y los
materiales utilizados eran de mayor durabilidad. Sin embargo, podría formularse
la pregunta de si se justificaba técnicamente el cambio a materiales de mayor
costo en un terreno de alta inestabilidad.
La modalidad de captación del agua por la rueda, al parecer, había sido
modificada, aunque las descripciones son pobres al respecto. Pero sin duda
a esta transformación se refería el inventario cuando el Depositario declaró
que, “la canoa por donde corría el agua a la rueda” no se encontraba, pues

11 Ibid., 138 v.
12 Ibid., f. 143-143 v.
13 Ibid., f, 145.
14 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 172-172 v.
15 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 142.

174
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

había “otro nuevo en diferente forma, que hiere a dicha rueda por la parte 175
inferior de su diámetro”. Y la canoa de madera que iba a la parte superior de la
rueda, tampoco se hallaba “por haberse variado la construcción de la máquina
de dicho Ingenio” 16. Se deduce que el sistema anterior, por el que la presión
del agua se aplicaba a las cucharas por caída, a la parte superior de la rueda,
y por arrastre en la parte inferior de ésta, se había abandonado.
En ausencia de informaciones más directas que describan esa modificación
cabe una hipótesis. La canal tenía su punto de salida más abajo del eje de la rue-
da –según la documentación citada– y por presión, el agua movía las cucharas
directamente; pero, al caer al foso en que estaba la rueda, ejercía una presión
adicional a través del arrastre, por la masa de agua que allí se canalizaba.
Con ello se suprimía el sistema de doble salida del agua, simplificándose el
mecanismo de alimentación de la rueda, al eliminarse una parte móvil como
la canoa superior ganando, probablemente, en capacidad de adaptación a un
menor flujo de agua.
En tal hipótesis, la canal tenía que tener una salida a la altura del eje de
la rueda, lo que requería su elevación y, por otra, el foso de la rueda tenía que
profundizarse. Sobre ambos aspectos hay algunas evidencias. Respecto al
primero se inventarió “un poste nuevo en triángulo de ladrillo y mezcla, una
y media varas de largo, cinco sesmas de ancho y una de alto, que se halla
pegado al foso de la rueda del ingenio, sirviendo de sostener la canal, por
donde se conduce la agua para lavar el trapiche” 17. Es obvio que no podía
alterarse la altura del eje de la rueda porque estaba conectada con la rueda
'linterna' que movía las mazas del trapiche.
Respecto al segundo aspecto, el avalúo del albañil fue muy minucioso:
“Por sesenta y dos varas de excavación del foso a real y medio vara” 18, aña-
diendo: “Item. Por seis y media varas de cañería debajo la rueda, y la que tiene
encima, que sube para el herido de una vara de alto, una y otra, donde da
vuelta la rueda, una cuarta de borda a cada lado de ladrillo grande” 19. El foso
estaba recubierto de ladrillos en su fondo, con 5,40 metros de longitud, y con
ambas paredes forradas del mismo material, de un espesor de 20 centímetros.
De ladrillos era también la 'cañería', o canal superior, que suministraba
agua a la rueda. Esta última se había construido de nuevo, junto con su eje,

16 Ibid., f. 137.
17 Ibid., f. 143.
18 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 167.
19 Ibidem.

175
JAIME TORRES SÁNCHEZ

a excepción de la rueda 'linterna', “que se encontró, aunque de otra forma 176


y con la mejora que se expresará” 20. Desgraciadamente de tal 'mejora' no se
proporcionó información y no hay elementos para deducirla, aunque cabe
imaginar la posibilidad de que se hubiera cambiado el sistema de engranaje
entre la rueda principal y la rueda 'linterna'.
Es probable que el foso debilitara la sustentación de los elementos de
soporte de la rueda por lo que requirió de nuevos refuerzos, como un poste para
su sostenimiento. Además, se había construido una protección para la rueda, la
que ahora tenía un “guayuco”, o forro, de ladrillo y mezcla 21. Pero la casa en
su conjunto fue reforzada por ambos costados, oriental y occidental, con dos
estribos de piedra y 'mezclote' de 7,5 m de altura, siendo el del costado del
cerro de 0,40 de anchura como el del este de un metro, asentados sobre un
cimiento de 2,5 m de profundidad. Es claro el sentido de estas protecciones
pues perseguían fijar una estructura que tendía, probablemente, a un despla-
zamiento en el sentido de la pendiente 22.
Así, los cambios tecnológicos posteriores a 1767 consistieron en la simpli-
ficación de los sistemas de captación de agua y en una posible mejora en el
rendimiento de la rueda hidráulica, por medio de un cambio del mecanismo
de conexión con la rueda linterna, modificación esta última de la que no se dis-
pone de pruebas documentales. El molino, si bien parece que fue construido
de nuevo, no presenta evidencias de novedades técnicas, con excepción de las
modificaciones en la rueda 'linterna'. Pero, lo fundamental respecto a la molien-
da fue que se suprimió la antigua localización del trapiche viejo, siendo tras-
ladado y reconstruido en la 'casa de Ingenio', de tal modo que la capacidad
potencial de molienda de la hacienda se mantuvo.
En efecto, cuando al Depositario se le preguntó por chumaceras inventa-
riadas en 1767 y éstas no se encontraron, respondió “que están sirviendo en
el trapiche de mulas, colocado en la casa de Ingenio” 23. Lo mismo se afirmó
cuando se inventarió que “los tableros sueltos del trapiche viejo... se hallan
sirviendo en el trapiche de mulas, que está en la casa de Ingenio” 24. En general,
en 1772, el molino que movía la rueda hidráulica conservaba en buen estado
las mismas piezas descritas en el inventario de 1767. Dos mazas estaban

20 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, fs. 137-137 v.
21 Ibid., f. 143.
22 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 167 v.
23 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 129.
24 Ibid., f. 130.

176
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

cubiertas de un forro, o “tambor” de “hierro colado”, que pesaban 472 kgs, 177
y otra con cobre que pesaba 253 kgs, componentes que se habían fundido de
nuevo 25. Las chumaceras del trapiche de mulas también estaban forradas de
cobre, al igual que las del ingenio, cuyo peso alcanzaba 24,8 kg 26. En éste,
los rodillos tenían 'tambores' de cobre que pesaban 414 kilos 27. Los 'trompos'
de la maza mayor del ingenio eran de hierro y, probablemente, también los
del trapiche de mulas 28. La simplicidad de esta tecnología iba asociada a su
enorme peso. Fácilmente podría conjeturarse, con poco margen de error, que
cada molino tenía un peso total de alrededor de una tonelada, lo que añade
un nuevo elemento explicativo al deterioro de las edificaciones que, como
se ha visto, se asentaban sobre suelos en pendiente afectados por la deforestación
circundante y expuestos al escurrimiento del agua.
La 'casa de pailas' también había sido remodelada, pues ahora era más
larga, 12,9 m, y había disminuido el número de hornallas a cuatro29. Es probable
que en compensación a las cinco que existían en 1767, el tamaño de los fondos
aumentara. Había cuatro fondos de cobre, uno de 322 kg, dos de 299 y uno
de 184 y una 'tacha' de 92 kgs 30 –en 1767 ésta disponía de una parrilla– que
ahora era “de poco servicio” 31.
La circulación del melado disponía de 10 canoas destinadas a las mismas
funciones que encontramos en 1767: para recibir el guarapo, echar meladura,
templar los papelones y el azúcar, echar la purga, y se mencionaba otra para
recoger las espumas resultado de la clarificación del melado. Había, además,
cinco canoas pequeñas, la mayor parte de las cuales servían para echar cachaza
y nueve canales, dos que servían para que corriera el “caldo” a los fondos y uno
por donde corrían los “temples”. Se menciona una mayor variedad de utensilios
como un tarro de medición de meladura, cuatro 'paneleras', un banco donde
se enfriaban los papelones, cinco cubos para echar la cachaza, dos 'tinas' y
seis carretones. Este conjunto instrumental no indica modificaciones en el
proceso de tratamiento de los caldos, excepto que por el número de canales,
podría haberse racionalizado la conducción de los guarapos y melados, econo-
mizando mano de obra, en la medida en que se utilizaba un sistema fijo.

25 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1772, f. 190-191 v.


26 Ibid., f. 191.
27 Ibid., f. 191 v.
28 Ibidem.
29 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, f. 170-171 v.
30 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1772, fs. 191-191 v.
31 Ibid., 191 v.

177
JAIME TORRES SÁNCHEZ

El cuarto del mayordomo, ubicado en el costado de la 'casa de ingenio' que 178


daba a la 'casa de pailas', había sido construido de nuevo y no hay indicios de
que hubiera cambiado del antiguo sitio 32. Se había “añadido de nuevo” un pasa-
dizo que salía de la casa de pailas del ingenio y que cubría, probablemente, unos
171 metros cuadrados 33. Además, se presentaba en el inventario un nuevo cuarto
de bahareque de dimensiones indeterminadas, pero que podría haber tenido
paredes de una longitud total de 72 metros, conformando una construcción
que tenía, a lo menos, dos paredes de alrededor de 30 metros de superficie 34.
No parece haber sido modificada la 'casa purguera'; pero, en cambio, la
despensa que se encontraba en 1767 con un cuarto destinado al secamiento del
azúcar, “con una hornilla, que tenía abajo, y un entresuelo de tabla de reverbe-
ración”, se había abandonado por “ser inútil por la mucha humedad del suelo”,
estando destinada ahora a recinto de la fragua 35. Finalmente, el alambique
continuaba en funcionamiento 36.
Desde 1752 hasta 1767, la hacienda y trapiche había experimentado gran-
des transformaciones en su actividad productiva. La elevación del producto
y del ingreso fue posible inicialmente por la ampliación del 'trapiche viejo',
a través de la reconstrucción de toda un ala, liberando espacio para las distintas
faenas que hasta 1753 se realizaban en su totalidad dentro de un mismo edificio.
Ello no fue suficiente, sin embargo, pues se hicieron nuevas edificaciones. Se
introdujo un molino hidráulico, se construyeron nuevas instalaciones con espe-
cialización funcional en áreas distintas, por lo que se pudo ampliar la capacidad
de molienda, cocción y purga, cambiando el patrón de refinación de papelón a
azúcar. El patrón tecnológico de trapiche mejorado se modificó ampliando la
escala de producción, la organización del trabajo y las construcciones, para
adoptar un patrón de ingenio. Cuando se expropió la hacienda por la Corona,
estas transformaciones ya habían ocurrido.
En cambio, entre 1767 y 1772 sólo hubo un intento de optimización de la
actividad del molino hidráulico, una reconstrucción de la maquinaria y la
concentración de la actividad en torno al edificio del ingenio que, junto con
los demás, fue reforzado construyéndose de nuevo algunas instalaciones

32 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 17 de julio de 1772, fs. 171 v.-172.
33 Ibid., f. 172.
34 Ibid., 172 v.-173.
35 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1º de julio de 1772, f. 144.
36 AHN, Clero 126/33, doc. cit., valle de Guatire, 1772, f. 190 v.

178
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

secundarias. La edificación del trapiche viejo, al parecer, ya no estaba en 179


funcionamiento y su maquinaria se había trasladado a la 'casa de ingenio'. Las
actividades de reparación, mantenimiento y reforzamiento, indican que había
serios problemas de estabilidad del suelo, producidos por desprendimientos
de laderas del cerro, con el que colindaba hacia el poniente el complejo de
instalaciones.
Probablemente, la deforestación del perímetro cercano tuvo como efecto
erosionar la superficie provocando deslizamientos del terreno, lo que terminó
por afectar la estabilidad de las construcciones que estaban sobre su pendiente.
A ello pudo haber concurrido el enorme peso de la maquinaria de molienda.
Sin embargo, no cabe desdeñar el impacto que también pudo haber tenido algún
sismo de efectos locales, posterior al de 1766, del cual la documentación del
inventario da un mínimo indicio. En el examen de la edificación del trapiche
viejo se dejó constancia de que, “en el colgadizo de hornallas no se apreció por-
que el temblor lo destruyó” 37. No se sabe cuál pudo haber sido la intensidad de
este 'temblor', ni la fecha exacta de su ocurrencia. Tal vez sucedió después
de 1768, ya que el inventario de 1767 y el avalúo del año siguiente consideraron
el trapiche en buen estado y del colgadizo de las hornallas no se mencionó
deterioro alguno.
La edificación del 'trapiche viejo' es la que mayores deterioros presentó
en los inventarios y avalúos de 1772. Ello explica porqué en esa fecha el eje
de la actividad de molienda y cocción se había trasladado al ingenio. Algunos
indicios, sin embargo, apuntan a la posibilidad de que el trapiche viejo, de
mulas, haya sido abandonado antes de la confiscación de la hacienda por la
Corona. Cuando se hizo el avalúo del carpintero en junio de 1768, éste sólo
valoró “las almas, argollas, cuñas, madera y hechura de carpintero en dos-
cientos veinte pesos, por hallarse los cobres avaluados en el Ingenio, en donde
se halla suelto dicho juego de trapiche” 38. Pero, en el inventario de junio de
1767, inmediatamente después de la ocupación de la hacienda por las nuevas
autoridades, se dejó constancia de “una casa en donde estuvo el trapiche que era
de mulas” 39. Es decir, ya en ese año la operación del trapiche viejo era una
cuestión del pasado.

37 Ibid., f. 181.
38 AHN, Clero 126/33, Avalúo de carpintería, valle de Guatire, 10 de junio de 1768, f. 58 v.
39 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 72 v.

179
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Por tanto, bajo la administración jesuítica había dejado de utilizarse el 180


trapiche viejo, aun cuando ello no significó el abandono de la casa. Las hornallas
y los fondos de la 'sala de pailas' en el inventario de 1767 y en el avalúo de 1768
estaban en buen estado y, al parecer, en funcionamiento. Es posible que la con-
centración de la molienda en el ingenio hubiera sido consecuencia del descenso
en el volumen de la caña cortada, así como la doble utilización de energía animal
e hidráulica fuera una adaptación a la disminución de agua.

2.– INFRAESTRUCTURA Y EVOLUCIÓN ECONÓMICA: 1753-1772

Las transformaciones tecnológicas impulsadas por la administración de la


Compañía de Jesús afectaron la actividad de la hacienda, aumentando probable-
mente el producto y la productividad del trabajo. Un problema importante es
considerar hasta qué punto la modificación del patrón tecnológico de base de
la actividad de procesamiento de la caña modificó también la estructura eco-
nómica. Para el examen de tales cambios no se dispone de evidencias documen-
tales suficientes, pues no existe un avalúo para 1753 que permita compararlo
con el existente para 1768. No obstante, puede intentarse su reconstrucción,
suponiendo los mismos precios de ese último año, cuyo resultado se presenta en
el Cuadro Nº 35. Cabe advertir que a lo largo del período cubierto por los datos,
el porcentaje de valor de la tierra alcanzado en 1768 podría haber sido el más
alto. En tal caso, utilizado ese valor para la estimación del valor de la tierra
en 1753 podría sobrestimar el cálculo. Si se toma el de 1772 probablemente
podría obtenerse un valor más realista.
La estructura de valor de 1753 es bastante verosímil, aún considerando
que se encuentra sobrevaluada para las cifras de A y B. Respecto a este último,
debe considerarse que estrictamente los valores no son comparables, porque
suponen situaciones cualitativamente distintas. En 1753, el 'Trapiche' tenía
el aparato de molienda fundamental, en cambio, en 1768 era secundario, porque
se empleaba también el molino del 'Ingenio' y ya estaban en desuso sus antiguas
instalaciones. Además, el trapiche de 1753 había sido modificado profunda-
mente durante los años posteriores.

180
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 35. Estructura de valor de los bienes de la hacienda de Guatire. 181


(1753, 1768 y 1772).
Valor
Bienes 1753 1768 1772
Pesos % Pesos % Pesos %
A.– Casa de vivienda 622 ** 2,7 622 1,3 777 1,6
B.– Trapiche 2.146 ** 8,9 2.146 4,5 1.715 3,4
C.– Ingenio — 3.756 7,8 6.191 12,4
D.– Casa de Pailas — 826 1,6 3.319 6,6
E.– Casa de Purga — 710 1,5 465 0,9
F.– Anexos 149 ** 0,6 411 0,9 909 1,8
G.– Herramientas 275 ** 1,1 275 0,6 306 0,6
H.– Armas — 23 — 19 —
I.– Animales 1.043 ** 4,3 1.043 2,2 726 1,4
J.– Esclavos 9.467 ** 39,5 18.570 38,5 20.062 40,1
K.– Tablones 4.988 ** 20,8 4.988 10,4 4.587 9,2
L.– Tierra 5.300 ** 22,1 14.812 30,7 11.000 22,0
Total 23.990 ** 100,00 48.184 100,00 50.080 100,00
Fuente: Tablas IV, V, VI, VIII, IX, X, XI y XII.
* Sumatoria de F1 a F5 de los valores de 1768, en Tabla VIII.
** Basándose en precios medios de 1772 por estratos de edad en Tabla XII.

Los valores de los bienes 'Anexos', 'Herramientas', 'Animales', 'Esclavos'


y 'Tablones', en cambio, podrían ser bastante seguros. La variación en el valor
absoluto de la tierra entre 1753 y 1768 parece realista, si se considera el intenso
proceso de crecimiento de la agricultura del valle, del cual tenemos evidencias
a través del aumento del producto y la intensificación de los conflictos sobre
los recursos de éste. La declinación del valor relativo de los 'Animales' y los
'Tablones' de caña cultivados reflejarían la disminución de la importancia del
trapiche, respecto a la utilización de la fuerza hidráulica en la molienda y la
caída en el área cultivada, que consta documentalmente. Las modificaciones
realizadas por el Depositario de la hacienda hacia 1772 no parecen haber
alterado el perfil del valor de la hacienda.

181
JAIME TORRES SÁNCHEZ

La comparación revela que la estructura de valor de la hacienda tuvo una 182


gran estabilidad en el tiempo, no obstante los cambios que ocurrieron entre 1753
y 1772. El valor de los esclavos fluctuó siempre en torno al 40 % del valor
patrimonial total y el de las infraestructuras de procesamiento –trapiche, ingenio
y casas de cocción y purga– pasó de un 10 % en 1753 a un 16 % en 1767. El
valor de la tierra exhibió variaciones del orden del 22% al 30 %. Sin duda que la
'riqueza' fundamental fueron los esclavos. El monto relativo de éstos no parece
diferir del calculado para las haciendas cañeras de la Nueva Granada en las que,
como se sabe, éste “constituía más de un 40 % de sus inversiones” 40.
En todo caso, en primer lugar, la estructura de los avalúos revela una
estricta especialización económica en el cultivo de caña y producción de azúcar.
Las cifras relativas al ganado indican que la ganadería era una actividad comple-
mentaria, de transporte, en el trabajo de la caña. La producción de aguardiente,
a través del alambique, no parecía tener objetivos comerciales y no hay evi-
dencias de otros cultivos con esos propósitos.
En segundo lugar, se advierte que hay un relativo equilibrio en los valores
de los bienes utilizados en la actividad de procesamiento, con relación al de
los bienes que se utilizaban en la actividad agraria. Los esclavos, que constituían
la partida de mayor valor, eran la fuente de mano de obra fundamental, aunque
se ignora la significación que tenían los trabajadores libres.
Tercero, la tierra aparece con un valor relativamente elevado hacia 1767,
lo que no resultaría sorprendente, si se considera que el aumento en la producción
azucarera del valle de Guatire y la consiguiente presión sobre la tierra a fines
de la década del 60 podrían haber elevado el precio de ella. Y, por último, el
aumento de valor relativo de las infraestructuras para el procesamiento de la
caña (suma de los bienes B a F), de 10 % en 1753 a 16 % en 1768, parece expli-
cable por la línea de desarrollo que eligió el colegio para elevar el ingreso, el
aumento en la eficiencia de los procesos de transformación, en condiciones
de imposibilidad de expandir el área cultivable, tanto dentro como fuera de la
hacienda. Las modificaciones hechas por el Depositario hasta 1772 explicarían,
en cambio, el tránsito a un 25 % en el valor relativo de los mismos bienes.
Debe considerarse que los aumentos relativos del avalúo de 1772 respecto
al de 1768, incorporaban tanto gastos productivos como gastos de reparación
y reconstrucción del ingenio, junto a valores sin significación económica real
para efectos de producción, como los edificios del trapiche viejo y del ingenio.
Estrictamente, el trapiche estaba en desuso, pues se había incorporado al ingenio

40 Tovar P., op. cit., p. 16.

182
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

fuerza animal para la molienda. Desde un ángulo contable, si se consideran 183


esas instalaciones ya amortizadas y se resta su valor para el año 1772 no se ten-
drían magnitudes relativas demasiado diferentes de las de 1768, en relación
al valor patrimonial total. Probablemente, un poco menos de la quinta parte
de ese valor correspondía, por tanto, al de la infraestructura de procesamiento
de la caña hasta 1772, cuando en 1753 había alcanzado el 10 %. En el valor
patrimonial acumulado, el gasto en nueva tecnología añadía poco valor al
patrimonio total.
Aunque hubo estabilidad en la estructura económica de la hacienda a
lo largo de los diecinueve años, sin duda que la duplicación del valor absoluto
del inventario durante la administración jesuítica fue el hecho más importante,
lo que evidencia el éxito de su gestión orientada a la expansión del ingreso.
Si el tránsito desde un ‘patrón tecnológico mejorado’ a un ‘patrón tecnológico
de ingenio’ elevó el valor de las infraestructuras dentro del valor patrimonial,
sus cambios relativos no significaron mucho en una estructura dominada por
el valor de los esclavos, seguido por el de la tierra y cultivos.
Sin embargo, convendría examinar con mayor detenimiento los aspectos
económicos de la tecnología utilizada en el procesamiento de la caña entre
1768 y 1772.

CUADRO Nº 36. Estructura de valor de la dotación técnico-material. Hacienda


de Guatire (1767 y 1772).
Valor
Bienes 1753 1768 1772
Pesos % Pesos % Pesos %
Edificios. * 1.745 (50,0) 3.659 (53,0) 6.195 (46,6)
Máquinas y utillaje. ** 1.742 (50,0) 3.233 (47,0) 7.093 (53,4)
Sub-total 3.487 14,5 6.892 14,3 13.288 26,4
Total 23.990 100,0 48.184 100,0 50.080 100,0
Fuente:
* Para 1753 Tablas VIII y IX, Cuadro Nº 35: suma de B1. Para 1768 Tabla VIII: suma de C1,
D1, E1, F1 a F6. Para 1772 Tabla X: suma de B1, C1, D1, E, F1 a F7.
** Para 1753 Tablas VIII y IX, Cuadro Nº 35: suma de B2, B3, G, H, I. Para 1768 Tablas VIII
y IX: suma de C2, C3, D2, E2, G, H e I. Para 1772 Tablas X y XI: suma de B2 a B4, C2, C3,
D2, G, H e I. Los animales se consideran como utillaje.

183
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Se ha considerado dentro de la categoría de 'Edificios' sólo las instalaciones 184


productivas, incluyendo como tales las viviendas de esclavos y del mayordomo.
Y, dentro de la maquinaria, no solamente la destinada a cocción y molienda,
sino las herramientas y el alambique, incluyéndose los medios de conducción
de líquidos. El conjunto de estas categorías señala el gasto efectuado en los
componentes fijos de las instalaciones de producción y diferencia las estructuras
directamente vinculadas a los procesos de transformación de aquéllas –como
las edificaciones– que eran solamente condiciones materiales. Se advierte que
su valor varió en torno a un 14% del total del avalúo anual de la hacienda, a
pesar que durante el período de gestión de la Compañía de Jesús el valor abso-
luto se duplicó. Los valores para 1772 están sobrevaluados por las razones ya
expresadas respecto de valores ya amortizados no descontados y no son estric-
tamente comparables con los anteriores, puesto que los gastos productivos
eran recientes. En todo caso, la comparación entre las edificaciones productivas
y la maquinaria en los tres años considerados expresa el carácter simple de
la tecnología utilizada, pues el valor relativo de ambas es similar. Y, al mismo
tiempo, revela que el gasto en edificaciones, en instalaciones materiales, fue
un medio importante para obtener las ventajas de productividad. Esto confirma
que el aumento de producción hasta 1767 se logró por la racionalización del
trabajo inducida por el nuevo diseño constructivo del ingenio. El gasto en edifi-
caciones fue el que permitió avanzar en la división y especialización del trabajo,
innovándose solamente en la incorporación de una nueva fuerza motriz. El aná-
lisis de la estructura de valor, por tanto, comprueba la conclusión a que se había
llegado en el análisis cualitativo del proceso de producción. Lo que quiere decir
que, excluyendo la incorporación de la fuerza hidráulica (el trapiche de agua
tuvo un valor de 47% dentro de la maquinaria), el incremento de productividad
en condiciones de trabajo esclavo se consiguió por la vía del gasto en edifica-
ción, lo que a su vez, exigió una racionalización de la organización del trabajo.
Podría examinarse la significación de esta dotación técnico-material con
relación a la de las otras variables económicas que tuvieron importancia dentro
de la estructura primaria ya analizada. Esta aproximación a la dinámica
económica de la acumulación patrimonial puede hacerse a través del examen
de los incrementos/decrementos absolutos del valor patrimonial que tuvieron
mayor significación en los avalúos totales.

184
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 37. Incrementos del valor patrimonial según dimensiones 185


económicas. Hacienda de Guatire (1768 y 1772).
1768 1772
Concepto
Pesos Promedio Pesos Promedio
Infraestructura técnica 3.405 227 6.396 1.599
Esclavos 9.103 607 1.492 373
Tierra 9.512 634 -3.812 - 953
Fuente: Cuadros Nº 35 y Nº 36. El concepto 'Infraestructura técnica' corresponde al sub-total
del Cuadro Nº 36.

Los valores en pesos de 1768 en relación con los de 1753 y los de 1762
con respecto a los de 1768, corresponden a aumentos absolutos y el promedio
de esos períodos, a la variación anual. El primer concepto corresponde al gasto
en elementos de maquinarias, edificios, anexos, herramientas y animales. Los
rubros corresponden a la mayor parte del valor total de la hacienda en los años
considerados. Se puede observar en el Cuadro que durante el período en que
la hacienda fue del Colegio de Caracas, el incremento de valor de su patrimonio
hasta el último año de gestión no se debió tanto al valor de los cambios técnicos,
sino a la elevación en el valor de la tierra, con una media anual de 634 pesos
y al aumento de valor de los esclavos.
En el período 1768-1772, en cambio, hay una caída del valor anual medio
del patrimonio de esclavos y, respecto al período anterior, un decremento
considerable del valor de la tierra. El valor de la infraestructura técnica aumentó
anualmente de manera sustancial con relación al período que terminó en 1767.
Pero ya se ha señalado que tales cifras se presentan sobrevaluadas, aunque
el gasto en reconstrucción de edificios y maquinarias pudo haber tenido alguna
significación en esta fase inicial de la nueva etapa de la hacienda. La devalua-
ción de la tierra podría haberse debido a la disminución de la producción durante
ese período. La comparación con el período que finaliza en 1772 indicaría
la volatilidad del valor de la tierra, presentándose ésta como una variable que
pudo depender más de la gestión económica de la hacienda que de la evolución
de factores externos, puesto que la presión sobre los recursos del valle de Guatire
fue creciente hasta 1767. Como el gasto en infraestructura tiene poca signi-
ficación para explicar el aumento del valor patrimonial, parecería claro que
tuvo mayor importancia por su efecto acumulativo el gasto en esclavos, de

185
JAIME TORRES SÁNCHEZ

lo que se deduciría que el cuidado de la mano de obra tenía fuertes repercusiones 186
en la acumulación patrimonial.
En resumen, las transformaciones económicas, el aumento del producto
y la expansión del ingreso de la hacienda a lo largo del período de propiedad
y gestión del Colegio de Caracas, requirieron el aumento del gasto productivo
en infraestructuras, lo que exigió desembolsos en dinero, además del aumento
del número de esclavos. Sin embargo, en el largo plazo fue más importante
en el incremento del valor patrimonial el aumento de la mano de obra esclava.
Al parecer, se intentó el autoabastecimiento en este último rubro durante el
período jesuítico, pero no se sabe en qué medida se consiguió. Por eso es difícil
precisar en cuánto su valor patrimonial correspondió a incrementos netos, o
valor adicional al total por crecimiento demográfico, o a endeudamiento con
cargo a un ingreso futuro, cuando se compraban esclavos. En todo caso, parece
claro que los gastos tuvieron su correlato en la elevación del valor de la tierra
–éste pudo haber sido muy sensible a las variaciones de la producción final–
y en el aumento en valor del patrimonio de esclavos hacia 1767.
Estas conclusiones permiten precisar algunos aspectos del efecto econó-
mico real de los cambios tecnológicos en unidades agrarias cañicultoras basadas
en trabajo esclavo, dentro del contexto de una economía colonial. Si en la acu-
mulación de valores contables el valor de los esclavos tenía un peso signifi-
cativo, el perfeccionamiento de las tecnologías de procesamiento y/o de pro-
ducción y la organización del trabajo solamente perseguían como objetivo maxi-
mizar el producto, aumentar el volumen de bienes y no rebajar 'costos de pro-
ducción', como en el caso de empresas que operan en un contexto competitivo.
En este sentido, la aplicación de novedades tecnológicas sólo tenía efectos
en el incremento de bienes físicos y no efectos económicos en las modalidades
de funcionamiento productivo. Tales cambios modificaban la escala de produc-
ción y los rendimientos, según se ha podido apreciar al examinar la evolución
de la hacienda de Guatire dentro de la economía regional.

3.– SIGNIFICACIÓN ECONÓMICA DE LA HACIENDA DE GUATIRE EN LA


ECONOMÍA DE LA PROVINCIA DE CARACAS

Los cambios experimentados por la hacienda entre 1752 y 1767 pueden


también ser evaluados en la perspectiva de las tendencias de la economía
colonial durante el mismo período. Y aunque las evidencias empíricas todavía

186
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

son fragmentarias, ellas permiten sostener la hipótesis de que la Provincia de 187


Caracas estuvo afectada por una fuerte desaceleración de los ritmos de la
economía cacaotera.
En efecto, la expansión económica de la Provincia de Caracas se había
basado en la incorporación del área regada por el río Tuy a la producción de
cacao, región situada al sur y al oeste de Caracas, en la que desde 1640 hasta
1744 se localizó el 50 % de los dos millones de árboles existentes en 1720
y de los cinco millones que había en 1744 41. Fue esta 'frontera' la que posibilitó
la expansión de la economía cacaotera a una escala imposible de generar para
los valles costeros, pues se incrementó cinco veces el número de árboles entre
1684 y 1744 42. Después de 1684 y hasta 1720, el incremento medio anual fue
de cerca de 114.131 árboles, y a partir de ese último año hasta 1744 pasaría
a un promedio de 24.432 al año 43.
Similar comportamiento revelan las exportaciones físicas de cacao en
la primera mitad del siglo, pues si la tasa media acumulativa interdecenal fue
de 23,5 %, en la segunda mitad ésta alcanzó solamente el 5,3 %. En el decenio
de los cincuenta a los sesenta esta tasa fue de 0,1 % y tuvo un comportamiento
negativo (-3,4 %) en el decenio 1770-79, comparados con la de 1760-69. Entre
1770-79 y 1780-89, en cambio, se recupera con un 9,5 % decenal. Ello quiere
decir que en los dos decenios en que el Colegio de Caracas desarrolló su
actividad económica, los incrementos acumulativos de cacao en fanegas
producidos y exportados por la Provincia de Caracas fueron mínimos 44.
Los precios del cacao para exportación, a su vez, a partir de 1750 perma-
necieron virtualmente en torno a un promedio anual de 13 pesos por fanega
al pasar a un régimen de regulación por las autoridades 45. Y aunque en 1730-39
y 1740-49 las medias anuales habían bajado de 113 a 66 pesos, en condiciones

41 Ferry, op. cit., ps. 67.


42 Ibid., p. 106.
43 Sobre la base de las cifras de árboles citadas por E. Piñero, “The cacao economy of the eighteenth-
century Province of Caracas and the spanish cacao market”, Hispanic American Historical Review, 68:1,
Duke University Press, 1988, ps. 89-90, que coinciden con las fuentes que cita. Sin embargo, el autor
argumenta que los totales de los años 1684 y 1720 no son comparables por no ser homogéneas las unidades
propietarias en los dos padrones. Para los efectos de esta comparación entre número de árboles, el sesgo
que pudiera tener la cifra de 1684 es irrelevante. La diferencia entre las medias es sustancial aún suponiendo
que el valor de este año es la mitad del de 1720.
44 Tasas calculadas a partir de medias anuales del decenio respectivo según datos de Eduardo Arcila
Farías, Economía colonial de Venezuela, Caracas, Italgráfica, 1973 (segunda edición), I, ps. 153-57, y
Brito F., La estructura económica de Venezuela colonial, Caracas, UCV, 1983, p. 215.
45 Entre 1752 y 1767 los precios se fijaron en 12, 13 y 14 pesos. Arcila, F., Comercio entre Venezuela
y México, op. cit., ps. 107, 123.

187
JAIME TORRES SÁNCHEZ

de un mercado competitivo, de todas maneras tales valores se situaron en niveles 188


sustancialmente más elevados 46 que después de 1750. Ciertamente, el impacto
de la economía del cacao era débil en el contexto productivo colonial, pues
apenas el 0,1 % del total del cacao exportado a España fue sometido a algún
procesamiento y los ingresos fiscales devengados no se canalizaron hacia la
creación de infraestructuras 47. Las plantaciones tendían a ser autosuficientes y
sólo pocos productos eran comprados localmente. Los vínculos con la artesanía
del cuero fueron débiles si se atiende a las pocas referencias a artículos de cuero
existentes en las cuentas de gastos de Chuao 48, lo que indica la escasa significa-
ción de estos insumos para las grandes haciendas cacaoteras. La tendencia
al estancamiento, por tanto, como decrecimiento de la velocidad de acumulación
de los patrimonios de árboles y disminución de ritmos de exportación, si bien
podría no haber afectado totalmente las actividades orientadas al mercado
interno, de todas maneras tendría que haber impactado el ingreso dinerario
de los hacendados, base de la demanda de manufacturas, por lo menos hasta
fines de la década de los sesenta.
Hay evidencias del desplome de los ingresos de los productores de cacao
por la caída de los precios y la escasez de las exportaciones en el decenio de
los cuarenta, cuando el precio a productor por fanega bordeó el costo unitario
y el volumen exportado fue inferior al de los diez años anteriores 49. Un intento
de apreciación del orden de magnitud de la caída del ingreso-renta de los
productores puede hacerse, si se considera que entre 1731 y 1775 los retornos
del comercio de cacao para la Compañía de Caracas le proporcionaron una
ganancia neta de 35,8 millones de pesos 50. El promedio anual de ganancia
monopólica, unos 813.636 pesos, habría alcanzado así el 41 % del Producto
regional de 1752, es decir, el valor del 80 % de la producción de cacao de ese
año (ver Cuadro Nº 38). La consecuencia fue que, en la década de los cuarenta,
las más importantes familias de la élite de la Provincia de Caracas “no fueron
suficientemente capaces de plantar suficiente cacao como para mantener su
ingreso percápita a los niveles alcanzados por anteriores generaciones” 51.
46 Arcila F., Economía colonial, op. cit., I, ps. 265.
47 Piñero, E., “The cacao economy...”, p. 86, 94-95.
48 Universidad Central de Venezuela, La Obra Pía de Chuao. 1568-1825, Caracas, 1968, ps. 343-352.
En las Cuentas de 1771, 1772, sólo se mencionan 'andamios', 'sogas', 'parihuelas', 'fuelles'.
49 Arcila F., Comercio entre Venezuela y México, ps. 118-120.
50 Piñero, E, “The cacao economy...”, p. 80.
51 Ferry, op. cit., p. 214, “The evidence is that by the 1740 s their large families had taken some
of the web-established Caracas elite beyond a critical conjuncture, at which they were no longer able to
plant enough cacao to sep their per capita income at levels attained a generation earlier”.

188
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Estas conclusiones se reafirman aun más si se considera que hasta fines 189
de los sesenta, la estructura de las exportaciones de la Provincia mantuvo su
perfil histórico anterior, pues a partir de la década de los ochenta éstas revelan
síntomas dinámicos al aparecer nuevos productos de rápido crecimiento 52.
En efecto, a partir de los ochenta hasta el primer quinquenio de los noventa,
las exportaciones físicas de cacao aumentaron, pero después tendieron a decaer.
En cambio, productos nuevos como algodón y café aumentaron de manera
sostenida los volúmenes exportados, junto con el añil que, a diferencia de los
anteriores, solamente se sostuvo en su expansión hasta 1793-96. El ingreso
total de los exportadores pudo haber aumentado sólo a comienzos de la última
década, por la vía de la diversificación de las exportaciones y el crecimiento
del valor total 53.
En todo caso, con independencia de la consideración de sí el entorno econó-
mico fue o no favorable para las empresas productoras de la Provincia orientadas
al mercado regional, durante esos dos decenios, la evolución de la hacienda
jesuítica ha puesto de relieve cómo las decisiones sobre su organización y
funcionamiento siguieron muy de cerca las alternativas favorables de la demanda
regional del azúcar. En las condiciones de precios estables para este producto,
ello indicaría que hubo un cambio en la demanda, ya por el aumento en el
número de consumidores y/o por un incremento en el ingreso. Es posible apre-
ciar la magnitud del mercado de los derivados del procesamiento de la caña a
través de una estimación de la estructura del consumo, precisamente en el año
1752, fecha en que el Colegio se inició oficialmente en la actividad azucarera.
En el Cuadro Nº 38 se presentan algunos datos que proporcionan un perfil
sincrónico de la actividad económica de la Provincia de Caracas que, aunque
son estimaciones parciales de contemporáneos, en su conjunto posibilitan un
examen de la estructura productiva y del mercado regional. Se deduce del
Cuadro que en 1752 el 50 % del producto correspondía al cacao, seguido por
el azúcar con un 19 %, lo que se corresponde con la apreciación cualitativa
de otra fuente en 1775: “Tres frutos son los principales que con abundancia
produce esta provincia, que son el cacao, azúcar y papelón, y tabaco” 54.

52 Ferrigni Varela, Yoston La crisis del régimen económico colonial en Venezuela. 1770-1830, Caracas,
Banco Central, 1999, I, ps. 121-125.
53 Sobre la estructura de valor de las exportaciones sólo existen datos no seriados y para fines del
siglo. Ver ibídem, ps. 109-132.
54 Marón, Dr. A., op. cit., p. 428.

189
JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 38. Producto y consumo de la provincia de Caracas (1752). 190

Producto Consumo
Bienes
Nº Pesos % Pesos %
Cacao (fanegas). 100.000 1.000.000 50 300.000 32
Tabaco (arrobas). 32.000 128.000 6 128.000 14
Azúcar, papelón y miel. — 386.930 19 386.930 42
Maíz, yuca, queso, manteca. — 14.158 1 14.158 2
Ganado. 27 a 28.000 98.000 5 98.000 11
Otros. 372.912 19 —
Total 2.000.000 100 927.088 100
Fuente: Tabla XXIII.

La cañicultura era, por tanto, la segunda actividad más importante dentro de


la economía de la Provincia, aun más si se considera que los cinco rubros
productivos eran los que probablemente definían los límites de la economía
monetaria.
En la estructura de los gastos de consumo, en cambio, los alimentos
derivados de la caña aparecen con la mayor significación, seguida de los
gastos en cacao, tabaco y carne. Tales gastos sólo en parte equivalían al con-
sumo total de bienes, pues el gasto en consumo de alimentos se comple-
mentaba con autoabastecimiento. En todo caso, desde el ángulo de la dispo-
nibilidad monetaria, el gasto en azúcar, papelón y ganado, revela la impor-
tancia de estas actividades económicas en el mercado colonial. Esto con-
cuerda con las imágenes sociales del consumo de alimentos en el siglo XVIII
en las que papelón, cacao y carne tuvieron un peso significativo, aún cuando
la evolución del régimen alimenticio evidencia que hubo otros productos con
mayor incidencia calórica y nutricional 55. Los contemporáneos percibían el
consumo de cacao estrechamente asociado al de la carne, como los alimentos
más importantes dentro de la dieta. El carácter monoexportador cacaotero de
la economía proporcionaba un bien abundante para el sustento de la pobla-
ción. El cálculo, por tanto, pone de relieve que el régimen alimenticio se fun-

55 Torres S., art. cit., ps. 73, 77. El maíz y el cazabe tuvieron la más alta incidencia tanto en el consumo
neto como en las calorías alimenticias en 1775.

190
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

daba fuertemente en los caracteres económico-productivos. Pero también 191


señala que parte considerable del gasto en alimentos era destinado a la com-
pra del azúcar y otros derivados de la caña, por lo que había una demanda
solvente para tales productos. La contrapartida era la significación eco-
nómica de la actividad dentro del Producto anual –la casi totalidad de los
bienes más importantes en ese año– ya que la cañicultura equivalía casi a la
quinta parte del total. Por la evidencia de la expansión de la producción en
Guatire hasta fines de la década del setenta, puede presumirse que dicha
demanda regional evolucionó estimulando esa actividad productiva.
Pero no caben dudas respecto a la evolución favorable de la cañicultura,
pues entre 1752 y 1775 el ingreso bruto de esa actividad casi se duplicó,
como se advierte en los siguientes datos.

CUADRO Nº 39. Evolución del número de trapiches e ingreso bruto.


Provincia de Caracas (1752 y 1775).
1752 1775
Región
Nº Pesos Nº Pesos
Caracas, Sta. Lucía, el Tuy, Aragua. 96 193.100 100 235.000
Villa de Cura. 5 7.000 5 8.000
Valencia a Nirgua. 19 17.500 19 20.900
Orituco y San Sebastián. 7 7.500 13 17.550
Costa del mar con Catia y Paracotos. 27 40.600 25 45.500
El Tocuyo. 31 66.400 58 116.000
Palmar, Juaxira y Cercado. 27 39.600 — —
Coro. 15 9.550 15 11.250
San Carlos. 3 4.800 4 7.072
Barquisimeto — — 63 128.268
San Felipe. — — 7 15.400
Carora. — — 3 3.300
Trujillo. — — 36 45.000
Total 230 386.930 348 656.240
Fuente: AGI, Caracas 368, doc. cit., Caracas, 25 de abril de 1752, s. f.; Marón, op. cit.,
fs. 452-432.

191
JAIME TORRES SÁNCHEZ

El claro predominio de la actividad cañicultora de la región cercana a 192


la ciudad capital, tanto en número de trapiches como en ingreso generado hacia
1752, se vio afectado en 1775 por el desplazamiento de la importancia del
cultivo hacia Barquisimeto y El Tocuyo. En estas últimas áreas el desarrollo
azucarero era ya antiguo, pues hacia 1740-41 el testimonio de un viajero seña-
laba que los papelones “tienen uso de moneda en estas partes gozando al mismo
tiempo el privilegio de ser precio de las cosas y mercadería por ser fruto
tan principal” 56. No obstante, la sub-región dentro de la cual estaba Guatire
mantuvo ese predominio aunque disminuyendo su significación relativa 57,
al mantenerse estancado el número de sus trapiches con un ingreso que no
experimentó un aumento significativo, como ocurrió en la región de El Tocuyo
donde casi se duplicó. Esto sugiere la posibilidad de que los cambios experi-
mentados por la hacienda jesuítica en la década del sesenta, con el aumento
del gasto productivo y de la producción, no hayan sido la norma general para
las haciendas de la sub-región. Es probable que el incremento de la productivi-
dad, resultado del mejoramiento tecnológico de la hacienda en esa década,
haya sido excepcional dentro del conjunto de las haciendas de trapiches en
la región de Caracas. En todo caso, el cultivo de la caña de azúcar prosiguió
su expansión después de 1775 pues a fines del siglo, en 1787, el número de
trapiches había aumentado a 436 en toda la Provincia 58.
El análisis de la actividad refinadora en 1752 permite precisar con mayor
exactitud la envergadura económica del ingenio de Guatire. El Cuadro Nº 40
proporciona los datos básicos. En toda la Provincia de Caracas el promedio de
ingreso por trapiche en ese año era relativamente bajo, unos 1.682 pesos anuales,
de tal modo que aquéllos que generaban hasta 3.000 pesos al año, el 91 % del
total, proporcionaban el 74 % del ingreso anual. Predominaban, por tanto, las
pequeñas y medianas unidades de molienda. De los restantes trapiches que
producían hasta 8.000 pesos anuales, solamente tres, probablemente pertene-
cientes a grandes haciendas, producían más de 6.000 pesos anuales, consti-
tuyendo el ingreso de estos tres apenas el 6 % del ingreso total de la Provincia.
La cañicultura era una industria agrícola semi-artesanal en la que la
hacienda de Guatire se ubicaba, por su ingreso bruto anual de 4.000 pesos, en

56 “Viaje muy puntual y curioso... en 1740 y 1741”, Arellano, op. cit., p. 162.
57 Marón, op. cit., p. 429, se sostiene que “Los trapiches que están inmediatos a Caracas, aunque
muelan menos que los que están distantes, producen más... Y así los hacen más pequeños los papelones”.
Es decir, que tenían una ventaja de productividad -caña/producto- y un precio más alto por unidad.
58 Mckinley, op. cit., p. 55.

192
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

el intervalo del 4 % de los trapiches que generaban el 9 % del total del ingreso e, 193
individualmente, dentro de las unidades procesadoras de caña que producían
sobre la media. Formaba parte de las 20 unidades más grandes de la Provincia
responsables del 26 % del ingreso total anual.
En un universo en el que empresas pequeñas y medianas producían la
mayor parte del ingreso total de la actividad en la Provincia, la hacienda jesuita
de Guatire se ubicaba dentro de un pequeño número de unidades responsables
de casi la cuarta parte de éste.

CUADRO Nº 40. Distribución de las haciendas de trapiche de la provincia


Caracas (1752).
Provincia de Caracas Caracas
Ingreso bruto
Nº Pesos Nº Pesos Ingreso medio
1.001 – 1.000 120 86.230 16 12.180 761
1.001 – 2.000 54 96.200 10 18.700 1.870
2.001 – 3.000 36 103.700 7 20.000 2.857
3.001 – 4.000 9 34.800 2 8.000 4.000
4.001 – 5.000 4 20.000 2 10.000 5.000
5.001 – 6.000 4 24.000 2 12.000 6.000
6.001 – 7.000 2 14.000 — — —
7.001 – 8.000 1 8.000 — — —
Total 230 386.930 39 80.880 2.074
Fuente: AGI, Caracas 368, doc. cit., Caracas, 25 de abril de 1752, s. f.

Como se puede advertir, en la región directamente dependiente de la


capital, las empresas cañicultoras eran 39, el 17 % de los trapiches de la Pro-
vincia que producían el 21 % del ingreso total. En 1752, dentro del conjunto
de las regiones, el área de Caracas era la productora más importante de azúcar
y papelón. Si se considera un total de 13 regiones productoras, parece evidente
la dispersión de una actividad lo suficientemente significativa como para aportar
el 19 % del Producto anual. Es destacable que el promedio de 2.074 pesos
de ingreso de las empresas en esta región fuera superior al promedio de la
Provincia de Caracas: 1.682 pesos. Al mismo tiempo, el 85 % de las unidades

193
JAIME TORRES SÁNCHEZ

productivas de la región de Caracas que generaban hasta 3.000 pesos anuales, 194
aportaban el 63 % del ingreso, 50.880 pesos, y no había unidades con más
de 6.000 pesos de ingreso anual. A diferencia de lo que ocurría a escala de la
Provincia, en esta región la importancia de las unidades pequeñas y medianas
era menos acusada, aún cuando las grandes unidades no se encontraban en
ella. La hacienda de la Compañía de Jesús pertenecía aquí al grupo de las seis
haciendas –un 15 %– de mayores ingresos y responsables del 37 % del valor
total producido.
En resumen, indiscutiblemente la hacienda de 'Nuestra Señora de la Guía'
estaba dentro de las grandes empresas de la región más importante en la
actividad cañicultora de la Provincia de Caracas, rama económica, a su vez,
la segunda en importancia dentro de la estructura del Producto colonial de 1752.
La ausencia de información sobre ingresos y distribución de la actividad
cañicultora hacia fines de la década del sesenta impide precisar la importancia
de la hacienda de Guatire en la economía colonial en la víspera de su expro-
piación. Sin embargo, es probable que haya aumentado su significación relativa
puesto que, habida cuenta de las transformaciones técnicas y económicas de
la hacienda dentro de las tendencias que caracterizaron la evolución económica
entre 1750 y 1767, el Producto regional hacia este último año podría haber
tenido dimensiones no muy distintas al de 1752. Las transformaciones inducidas
por la administración de la Compañía de Jesús siguieron, así, de cerca, el
incremento de la demanda azucarera, dentro de un contexto económico general
de desaceleración del crecimiento colonial.

194
Tercera Parte

Las Haciendas de Cacao,


Otras Haciendas
y Posesiones
(1746-1767)
197

Capítulo I
La hacienda 'San Ignacio del Tuy'

Las haciendas cacaoteras que primero se incorporaron al patrimonio del


Colegio de Caracas fueron 'San Francisco de Borja de Caucagua' y 'San Ignacio
del Tuy', ambas por compra. De esta última se dispone de mayor documentación,
aunque fragmentaria. Por un inventario de junio de 1767, se sabe que estaba
ubicada en el área administrativa del pueblo “la Sabana de Ocumare” y “en
jurisdicción de la ciudad de San Sebastián de los Reyes en riberas del río Tuy,
lindando por el oriente con la hacienda de cacao del licenciado don Pedro
Pablo Garabán; por el poniente, con la de los herederos del licenciado don
Bernardo Lovera; por el norte, el referido río Tuy; por el sur las tierras altas
y serranías y vertientes a la expresada hacienda” 1.
Después de la compra de la hacienda por la Compañía de Jesús a don
Martín de Aresteguieta 2, transacción que pudo haberse realizado poco antes
de 1738, el primer inventario conocido describe la casa principal como una
vivienda rural al parecer no habitada con regularidad: “Una casa de bajareque
cubierta de paja de treinta varas de largo y seis de ancho, muy maltratada,
con una puerta de cedro de una mano con su cerradura y llaves” 3. Era una
edificación construida de materiales precarios, en la medida en que el techo
era de paja, aunque bastante extensa si se consideran sus 25 m de longitud y
cinco de anchura. En 1767, en cambio, se presentaba más pequeña, pero
construida con materiales más durables en la techumbre y en la estructura de

1 AHN, Clero 128/7, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 25 de junio de 1767, f. 25 v.


2 AGI, Santo Domingo 787, Padrón de cosecheros del gobernador don Gabriel José de Zuloaga,
Caracas, 14 de diciembre de 1744, f. 1 v.
3 ANCH-FJ, 211, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 22 de diciembre de 1746, f. 362 v.

197
JAIME TORRES SÁNCHEZ

soporte: “de bajareque sencillo bien hecho pero sin encalar, cubierta de teja, 198
de diez y seis varas de cañón principal y de ancho cinco y media dividido en
tres piezas, y todo circunvalado de corredores de cuatro varas de ancho”.
Los pilares y armazón de la techumbre eran de madera sólida y tenía 25 varas
cuadradas de empedrado, unos 18 m cuadrados, además del enladrillado de
14 m cuadrados de un oratorio 4. Estaba provista de puertas y ventanas cubiertas
de rejas de madera y de hierro, fabricadas con cierto cuidado, pues “cada una
tiene doce balaustres delgados torneados” 5.
La precariedad de la vivienda principal en 1746, probablemente indicaría
que durante los primeros años no había requerido de la permanencia de ningún
religioso para su administración. Sin embargo, sus resultados económicos
pudieron ser satisfactorios. De hecho, en la primera mención documental directa
de la hacienda, en el padrón de haciendas de cacao de la Provincia de 1744,
figuraba con 5.000 árboles 6. Entre 1735 y 1738, fechas en las cuales pudo ser
adquirida, el precio de la fanega de cacao fluctuó entre 14 y 18 pesos. Si se con-
sidera que la arboleda pudo haber producido 61,5 fanegas anuales, a un precio
medio de 16 pesos cada una, la hacienda podría haber tenido un ingreso bruto
anual de 984 pesos. Con posterioridad, el drástico descenso de los precios,
que llegó a ocho pesos la fanega en 1748, pudo haber obligado a una interven-
ción administrativa más directa y, por consiguiente, a la presencia permanente
de un religioso.
Claramente, el mobiliario de 1746 todavía indicaba precariedad, pues
constaba de unos pocos muebles viejos: una mesa de cedro con dos taburetes, un
candelero y un catre de cuero con una caja con cerradura 7. En 1767, la casa esta-
ba amoblada confortablemente disponiendo de dos candeleros de cobre, una ban-
queta y silla de brazos nuevas, seis silletas de cuero labrado, un “catre de viento
con su lienzo de brin” y su “cielo o cubierto de brin pintado al temple”, una
mesa y un estante 8. Hacia 1767, tales diferencias en la vivienda inventariada
ya eran resultado de las transformaciones a que había sido sometida la hacienda
a lo largo de los veintiún años que comprendía la gestión de la Compañía.
El examen del Cuadro Nº 41 respecto a la evolución del número de árboles
existentes y de la superficie, permite algunas apreciaciones respecto a esos

4 AHN, Clero 128/7, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 25 de junio de 1767, f. 26.
5 Ibidem.
6 AGI, Santo Domingo 787, doc. cit., Caracas, 14 de diciembre de 1744, f. 1 v.
7 ANCH-FJ, 211, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 20 de diciembre de 1746, f. 364.
8 AHN, Clero 128/7, doc. cit., Sabana de Ocumare, 25 de junio de 1767, f. 27.

198
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

cambios. Si nos atenemos a la cifra de árboles con que figuraba la hacienda en 199
1744 y se acepta que éste era el número total, los 5.000 árboles ocupaban una
superficie de 7,9 hectáreas. Si la hacienda hubiera sido comprada en 1735 y ese
número de árboles hubiera sido la dotación inicial, en 1746 habría habido un
aumento de un 40 %, en un lapso máximo de nueve años. En cambio, veintiún
años después la arboleda total apenas había aumentado en un 36 %. A lo que se
agrega el escaso número absoluto de árboles nuevos de plena producción
que, probablemente, correspondían a un esfuerzo productivo iniciado alrededor
de 1763.

CUADRO Nº 41. Número de árboles y superficie plantada. Hacienda 'San


Ignacio del Tuy' (1746 y 1767).
1746 [a] 1767 [b]
Tipo Árboles Árboles
Hectáreas Hectáreas
Nº % Nº %
Frutales. 4.672 58,9 7,4 5.533 56,6 8,7
Horqueteados. 1.029 13,0 1,6 1.115 11,4 1,7
Fallas. 1.338 16,9 2,1 2.328 23,8 3,7
Resiembros. 886 11,2 1,4 793 8,1 1,2
Total 7.925 100,0 12,5 9.769 100,0 15,4
Fuente: [a] ANCH-FJ, vol. 211, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 20 de diciembre
de 1746, f. 364 v. Un avalúo de 1750 corrigió la cifra “1.383” de “Fallas” de esta fuente.
[b] ANH, Clero 128/7, Inventario de la hacienda, Ocumare del Tuy, 1° de julio de 1767, f. 28.

De hecho, el inventario de 1746 anota la existencia de apenas, “seis almá-


cigos de todos tamaños” 9. El número de 'resiembros' en 1767 indicaría un
débil esfuerzo de ampliación de las arboledas. El grueso del aumento de la
superficie plantada y del número total de árboles después de 1746 podría haber
ocurrido hacia la década del sesenta, poco antes de la expropiación de la hacien-
da por la Corona. Los árboles 'frutales', productivos, si bien habían aumentado
en términos absolutos, en su significación relativa habían disminuido en el
último inventario. En todo caso, hacia 1767 la hacienda había ocupado ya toda
el área disponible dentro de sus límites, por lo que su superficie total es probable
9 ANCH-FJ, 211, doc. cit., Sabana de Ocumare, 20 de diciembre de 1767, f. 364 v.

199
JAIME TORRES SÁNCHEZ

que fuera poco más de 20 hectáreas. Como se verá más adelante, la hacienda 200
era considerada pequeña por sus contemporáneos y no disponía de superficie
para expandirse.
Estas conclusiones no se modificarían si se considerase el avalúo de 1750
de los bienes de la hacienda, puesto que éste se realizó sobre el inventario de
1746 y, a excepción de los esclavos, figuran las mismas partidas en cantidades
casi iguales. En 1750, por tanto, no se había modificado sustancialmente la
situación de 1746. En resumen, el importante esfuerzo de acumulación de
esclavos y árboles inmediatamente después de la compra de la hacienda no
se continuó, tal vez, por la baja pronunciada del ingreso a consecuencia de
la caída de los precios del cacao. Y solamente hubo un cierto repunte expansivo
del número de árboles ya tardíamente.
Los prácticos que evaluaron la hacienda en 1768 proporcionaron dos
buenas razones para explicar su estado: “la hacienda se halla deteriorada por
ser su fundo lo más de ella de mala tierra, y muy escasa de aguas para su
riego” 10. Los resultados productivos, por tanto, pudieron ser más bien modestos,
como se aprecia en el Cuadro siguiente.

CUADRO Nº 42. Producción estimada de cacao. Hacienda 'San Ignacio del


Tuy' (1746 y 1767).

1746 1767
Árboles Incremento
Kgs % Kgs %
Frutales. 2.906 66 3.442 62 536
Horqueteados y fallas. 1.472 34 2.142 38 670
Total 4.378 100 5.584 100 1.206
Fuente: Cuadro Nº 41.

El producto calculado sobre la base de los árboles 'frutales', plenamente


productivos, podría haber sido la cantidad anual en torno a la cual habría girado
la producción real mínima. El 'total', en cambio, está sobrevaluado respecto
a la producción real pues el segundo grupo de árboles tenía por definición una
producción real muy inferior, aunque permite apreciar el producto potencial
máximo. El cálculo se ha hecho sobre información documental directa del
10 AHN, Clero 128/7, Avalúo de la hacienda, 4 de julio de 1768, f. 6.

200
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

número de árboles. Según otros parámetros, el volumen de producto podría 201


haber sido más elevado. A fines del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII,
el valle del Tuy fue la región de más altos rendimientos de cacao por árbol
y de mayor producción de la Provincia de Caracas 11. Hacia 1720 la producción
por cada 1.000 árboles alcanzaba de 1.250 a 1.500 kg 12.
Así, el producto de los árboles maduros de la hacienda en las dos fechas
habría sido de 5.840 kg para 1746 y de 6.879 para 1767, tomando como base
para la estimación el valor mínimo de rendimiento de 1720. Vale la pena señalar
que tales aproximaciones suponen un rendimiento constante por árbol en el
período. Pero es posible que el intento de expandir las arboledas haya tropezado
con los obstáculos de la mala calidad de la tierra y la dificultad de riego
advertidos por los peritos, factores de generación de bajos rendimientos por
árbol. Como se verá, efectivamente esto ocurrió, por lo que el aumento del
producto pudo haber sido mucho menor.
Parece claro que la hacienda había tenido dificultades derivadas no sólo de
la variable coyuntura de precios del cacao, pues el Defensor de Temporalidades
en 1768 planteó al gobernador respecto al remate de la hacienda, que “no ha
parecido persona alguna que en mucha ni en poca cantidad pretenda com-
prarla”, lo que se debía a “ser esta hacienda de muy corta extensión... que
no tiene tierras en que adelantarse; su terreno en parte de mala calidad y muy
escaso de agua para el riego” 13. La imposibilidad de ampliación de las
arboledas por el pequeño tamaño de la propiedad, podría explicar el débil
incremento en el número de árboles hasta 1767 y el énfasis en el resembrado
–reposición de los árboles envejecidos– a fines de la gestión jesuítica.
Si se examinan las herramientas de trabajo, sin embargo, la hipótesis ya
formulada sobre el intento de expandir la arboleda en la década del sesenta
puede precisarse cronológicamente. En los cuatro años anteriores a la expropia-
ción de la hacienda pudo haberse iniciado la reestructuración de la actividad
interna, pues los árboles resembrados no podían tener más de cuatro años ya
que comenzaban a dar fruto a los cinco.

11 Ferry, op. cit., ps. 105-108.


12 Olavarriaga, op. cit., p. 253.
13 AHN, Clero 128/7, Pedimento del Defensor de Temporalidades al gobernador y capitán general,
Caracas, 19 de septiembre de 1768, f. 9 v.

201
JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 43. Variación en la cantidad de herramientas agrícolas. Hacienda 202


de 'San Ignacio del Tuy' (1746, 1750 y 1767).

1746 [a] 1750 [b] 1767 [c]


Cantidad
Nº Nº Nº
Barras de hierro. 3 3 6
Hachas. 4 4 2
Palas. 3 3 5
Calabozos. 6 6 6
Tacises. 9 9 12
Desjarretaderas. 5 5 5
Chícoras. 2 2 —
Azadas. 1 1 3
Fuente: [a] ANCH-FJ, 211, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 20 de diciembre
de 1746, fs. 363 v.-364. [b] ANCH-FJ, 211, Avalúo de la hacienda, 20 de noviembre de 1750,
f. 374 v. [c] AHN, Clero 128/7, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 25 de junio
de 1767, f. 26 v.

Parece razonable deducir de estos datos que la actividad de trabajo después


de 1750 experimentó un cambio. Aumentaron claramente las herramientas
usadas en la siembra y cosecha de los granos, y las hachas, utilizadas en el
desmonte disminuyeron. Esto significaría que se privilegió la utilización de
la tierra ya disponible con la renovación del plantío, el que efectivamente
aumentó, en condiciones de dificultades para acceder a superficies aptas para
ampliar las arboledas. Sin embargo, como en el interior de la Provincia la vida
útil de los árboles era cerca de treinta años, la plantación hacia 1767 tendría
que haber estado en fase de declinación. De ahí que el sentido de los cambios
advertidos podría haber sido el de la renovación de los plantíos, con lo que
la expropiación de 1767 podría haber interrumpido precisamente ese inicio
de transformación económica de la hacienda.
El análisis de la evolución de la mano de obra esclava permite constatar
que las dificultades documentadas coinciden también con la disminución de
la población esclava de la hacienda. En los primeros cuatro años, entre los
dos primeros inventarios, hubo estabilidad en el número total de esclavos, según
el Cuadro Nº 44, aunque hubo una tendencia a la redistribución de ellos, al

202
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

aumentar el número de los menores de 15 años y disminuir la población del 203


tramo superior. En 1767, el total disminuyó a la mitad de los totales de 1746
y 1750 y el número de los que estaban en el intervalo entre 16 y 50 años era
apenas de cuatro. En general, se mantuvo un cierto equilibrio entre los sexos
a lo largo de todo el período cubierto por los datos.
Si se considera que el número de árboles por esclavo en edad productiva
era en el último año de 1:2.442 y que los esclavos estaban en buenas condiciones
físicas y en edad de pleno rendimiento, podría concluirse que, excepto una
mujer, la mano de obra era utilizada intensamente hasta antes de la expropiación
de la hacienda.

CUADRO Nº 44. Evolución de la población esclava según sexo y edad.


Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746, 1750 y 1767).
1746 1750 1767
Edad
H M Total H M Total H M Total
0 - 15 4 4 8 4 7 11 3 3 6
16 - 50 7 6 13 5 5 10 2 2 4
51 - 70 — — — — — — — — —
71 - + — — — — — — — — —
Total 11 10 21 9 12 21 5 5 10
Fuente: Tablas XIII, XIV y XV.

Desde 1767 a 1768 el Depositario de la hacienda utilizó mano de obra libre,


por lo que es posible que ésta también se utilizara antes de la primera fecha.
Si ello hubiera sido así, en algún momento después de 1750 podría haberse
iniciado un cambio estructural en el tipo de mano de obra empleada, pues el
número de esclavos en 1767 era desusadamente bajo en relación con la arboleda,
por lo cual es posible que sólo se les utilizara en labores de mantenimiento.
El análisis de algunos aspectos de la estructura familiar de los esclavos
señala que el inicio de los cambios internos de la hacienda fue correlativo con
modificaciones importantes en el ámbito social, según se advierte en el Cuadro
Nº 45. Aunque disminuyó hacia 1750 el número de individuos que estaban
dentro de familias nucleares, se mantuvo la unión consensual como eje de la
organización social de la mano de obra esclava en la hacienda. Ello sucedió

203
JAIME TORRES SÁNCHEZ

aun cuando el número de individuos sin lazos familiares aumentó de dos 204
hombres, en 1746, a dos hombres, dos mujeres y dos niños en 1750.

CUADRO Nº 45. Tipos de familias en la población esclava. Hacienda 'San


Ignacio del Tuy' (1746, 1750 y 1767).

1746 [a] 1750 [b] 1767 [c]


Tipos
Unds Indvs Unds Indvs Unds Indvs
Parejas c/niños 4 17 2 14 — —
Parejas s/niños 1 2 1 2 — —
Viuda c/niños — — — — 1 3
Fuente: [a] ANCH-FJ, 211, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 20 de diciembre
de 1746, fs. 364-364 v. [b] ANCH-FJ, 211, Avalúo de la hacienda, Caracas, 20 de noviembre
de 1750, fs. 375-375 v.; AHN, Clero 128/15, Avalúo de la hacienda, Caracas, 20 de noviembre
de 1750, f. 29. [c] AHN, Clero 128/7, Inventario de la hacienda, Sabana de Ocumare, 25 de
junio de 1767, fs. 27 v.-28. Unds = unidades; Indvs = individuos.

En 1767, la situación había cambiado sustancialmente porque sólo existía


una familia sin padre; los niños solos eran cuatro, los hombres dos y había
una mujer. Pese a que se mantenía el equilibrio numérico entre sexos, había,
en verdad, un cambio en la organización social del grupo esclavo, pues ya no
giraba ésta en torno a familias nucleares. Sin duda que el comportamiento
demográfico de la población esclava de la hacienda se había alterado respecto
al patrón mantenido hasta 1750.
Los datos sobre el origen de los esclavos revelan los mismos síntomas,
según el Cuadro Nº 46. La disminución de los esclavos hacia 1767 ocurre en
el grupo de los 'bozales', es decir, de los negros nacidos en África. Como en
Nueva España, es probable que los 'criollos', los nacidos en América, por estar
mejor adaptados a su medio ambiente 14, fueran más productivos. En cuyo caso
el cambio en la población esclava hacia un grupo solamente de 'criollos' podría
explicarse como resultado de un mayor interés en elevar la productividad en
la hacienda.

14 Konrad, op. cit., p. 249.

204
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 46. Origen de la población esclava. Hacienda 'San Ignacio del 205
Tuy' (1746, 1750 y 1767).

1746 1750 1767


ORIGEN
H M Total H M Total H M Total
Criollos 9 7 16 7 9 16 5 5 10
Mulatos — — — — — — — — —
Zambos — — — — — — — — —
Bozales
– carabalí 1 1 2 1 1 2 — — —
– mondongo 1 — 1 1 — 1 — —
– conga — 1 1 — 1 1 — — —
– guagüi — 1 1 — 1 1 — — —
Sub-total 2 3 5 2 3 5 — — —
Total 11 10 21 9 12 21 5 5 10

Fuente: Tablas XIII, XIV y XV.

En resumen, los datos anteriores podrían indicar que, no obstante el mal


estado en que se encontraba la hacienda en 1767, en los últimos años antes
de la expropiación estuvieron en curso transformaciones orientadas a mejorar
los resultados productivos, tanto por vía de la resiembra como por la utilización
de esclavos más productivos, más bien que por la expansión del área arborizable.
El análisis de la estructura de valor de los bienes permite además otras
deducciones. Se dispone de dos de estas evaluaciones, realizadas en 1750 y en
1768. Como la primera se realizó sobre la base del inventario de 1746, excepto
en el precio de los esclavos, en los datos del Cuadro siguiente se han estimado
los valores de éstos para 1746 en base a los precios de 1750. La estructura
de los valores de 1768 era muy probablemente casi igual a la de 1767.

205
JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 47. Estructura de valor de los bienes. Hacienda 'San Ignacio 206
del Tuy' (1746, 1750 y 1768).
1746 1750 1768
Bienes
Pesos rs % Pesos rs % Pesos rs %
I. – Casas. 220 1,6 220 1,7 398 7 4,6
– principal 100 100 398 7
– 'bugíos' 120 120
II. – Muebles 19 6 0,1 21 6 0,2 32 0,4
III. – Objetos religiosos. — — 91 1 1,0
IV. – Objetos de trabajo. 71 4 0,5 71 4 0,2 48 5 0,6
V. – Armas. 22 0,2 22 0,2 14 0,2
VI. – Herramientas. 32 0,2 32 0,2 30 6 0,3
VII. – Esclavos. 5.120 36,7 4.455 33,5 2.320 26,6
VIII. – Arboleda 8.461 4 60,7 8.461 4 63,7 5.750 5 66,0
IX. – Tierra. — — 25 0,3
Total 13.946 100,00 13.823 100,00 8.711 100,00

Fuente: Tabla XVI.

En general estos datos revelan que el valor total de los avalúos de los tres
años disminuye de manera significativa después de 1750 casi en todas las par-
tidas, aunque se conserve la misma estructura a través del tiempo. Considerando
el valor total de los bienes de la hacienda, sólo el de los esclavos y las arboledas
cubría más del 90 %. Para el último año, el valor de los 'Objetos religiosos'
era mayor que el de los 'Objetos de trabajo' y 'Herramientas'. El valor de estas
últimas era muy bajo en el total, lo que muestra que el saber aplicado a la
práctica y la organización del trabajo eran, en realidad, los elementos decisivos
para obtener las ventajas de productividad que hacía posible la ecología, al
condicionar el rendimiento de los árboles. Las herramientas eran muy simples,
aunque de hierro: las 'barras' probablemente permitían cavar hoyos cumpliendo
las funciones de la 'coa' de madera, de origen indígena. A veces se acompañaba
de una pala en un extremo, como lo revela el inventario de 1767: “dos [barras]
de catorce libras sin pala” 15. Los 'tacises' seguramente se empleaban en el corte

15 AHN, Clero 128/7, doc. cit., Sabana de Ocumare, 15 de junio de 1767, f. 26 v.

206
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

de ramas de los árboles, las 'azadas', en el movimiento de tierra junto con las 207
'palas'. Aparece por primera vez un 'machete', lo que indicaría que era una herra-
mienta desacostumbrada. Considerando todas las haciendas del colegio, ésta
reaparece sólo en 1767 en la hacienda de Tacarigua. Los 'calabozos' y las
'desjarretaderas' se utilizaban en el trabajo del ramaje y los frutos. Estas últimas
herramientas eran de dos tipos: “de coger cacao” y “de deshojar” 16.
En 1768, el valor de la casa de vivienda principal aumentó notablemente
en términos absolutos y relativos, debido a las transformaciones de su estructura,
posibilitando una ampliación de funciones en el ámbito religioso y productivo.
Por ello, aumentó el valor del mobiliario y de los objetos religiosos y se consig-
nó la presencia de un amplio patio de secado para el cacao, según se ha visto.
Estos podrían considerarse nuevos indicios de que la hacienda tenía una pobla-
ción trabajadora mayor que el número de esclavos. Se advierte un leve aumento
relativo del valor de los 'Objetos de trabajo' y de las 'Herramientas'. No obstante,
desde un ángulo contable, estos aumentos ocurrían en los valores de las partidas
marginales, pues eran las variaciones en el valor de las arboledas y de los escla-
vos las que más influían en el valor total de los inventarios. Es decir, son estas
variables las que explican la mayor parte de la desvalorización del patrimonio
de la hacienda a lo largo de los dos decenios.
Respecto a la partida 'Esclavos', hay una disminución en los valores rela-
tivos y absolutos. En 1768, la disminución absoluta de éstos respecto a 1750 es
de cerca del 50 %. Tal evolución explica que el valor de las arboledas, no obs-
tante haber disminuido de 8.461 a 5.750 pesos, haya aumentado relativamente
de un 61 % a 66 % en el último avalúo. Pero la disminución del valor absoluto
de las arboledas coincide con un aumento del número de árboles. La documen-
tación proporciona la información explicativa de esta aparente incoherencia.
La evaluación de los árboles 'frutales' que en 1750 se había hecho a doce reales
cada uno, se hizo a siete reales en 1768, bajando también el valor de los restantes
tipos de árboles: el de los 'horqueteados' de seis, a tres y medio reales, de los
'fallos' de uno y medio, a medio real y doce maravedíes y el de los 'resiembros',
de tres, a uno y tres cuartillos. Estos precios son incluso inferiores a aquéllos
que se han considerado por algún autor como predominantes en la Provincia
y estables en el tiempo: un peso para los 'frutales, cuatro reales para los 'horque-
teados' y dos reales para los 'resiembros' 17. En otros términos, aumentaron los

16 Ibidem.
17 Ferry, op. cit., p. 301, nota 21.

207
JAIME TORRES SÁNCHEZ

árboles en 1767, pero disminuyó su precio y ello contribuyó a disminuir el 208


valor total del patrimonio. El problema de análisis es explicar por que ocurrie-
ron tales variaciones y qué significó económicamente la desvalorización de
la hacienda.
El examen de los datos proporcionados a continuación permite algunas
observaciones respecto a estas interrogantes.

CUADRO Nº 48. Relación entre valor patrimonial y variables económicas.


Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746 y 1768).
1746 1768
Concepto
Nº Pesos Nº Pesos
Arboles.
– 'frutales' 4.672 7.008 5.533 4.841
– total 7.925 8.461 9.769 5.750
Esclavos. 21 5.120 10 2.320
Avalúo total. 13.946 8.711
Precio medio
– de fanega de cacao seco (Caracas). 9,75 14
– de un esclavo según edad.
10 - 15 152,5 132,3
16 - 50 300 300
Fuente: Tablas XIII, XV, XVI. Para precio del cacao, Arcila Farías, Comercio entre Venezuela
y México, p. 135.

Las dos primeras partidas presentan los datos numéricos de las variaciones
de las cantidades físicas y sus valores, en el problema considerado. El número
de árboles de la hacienda aumentó, pero su valor global disminuyó, y el número
de esclavos disminuyó junto con su valor total. El precio medio de los esclavos
entre ambos años, según la valoración de los peritos, virtualmente no experi-
mentó cambios, por lo que la disminución del valor global de ellos es atribuible
exclusivamente a la variación de su número. Si su precio permaneció casi
constante, su significado en la desvalorización del patrimonio total tiene sólo
una importancia contable –no económica real– y sólo plantea la interrogante

208
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

del tipo de mano de obra por la cual fueron reemplazados y sobre lo cual ya se 209
ha señalado la posibilidad de utilización de mano de obra libre.
En cambio, si el valor de los árboles en plena producción disminuyó entre
los años considerados, se plantea la cuestión del porqué de la desvalorización,
pues el precio de la fanega de cacao seco puesto en La Guaira aumentó, aunque
el administrador vendió algunas fanegas a 12 pesos, tres reales y medio 18, en
la hacienda misma entre 1767 y 1768.
Cuando terminaron los avalúos de los bienes, el Defensor de Temporalida-
des remitió un documento al gobernador en el cual señaló que los aprobaba “por
cuanto los hallo conformes a los precios a que comúnmente suelen venderse
otros de igual naturaleza” 19. Los precios de los árboles tasados por los peritos
en 1768, más bien precios 'típicos' que 'precios de mercado', parecen haber
correspondido así a precios usuales en la región, para árboles de “igual natu-
raleza”. Y esto último puede entenderse como referencia a la situación de hecho
de que la valuación se hacía a partir de una clasificación de árboles por etapa de
crecimiento, cada una de las cuales se asociaba a un estado de producción
potencial. El Depositario aludía implícitamente a valores de árboles que en la re-
gión estaban en una misma fase biológica. Pero si hubo un descenso de los valo-
res de tasación para los árboles del mismo tipo, se plantea el problema de cuáles
fueron los criterios utilizados por los peritos en la valuación. Y dos factores
deben ser considerados al respecto: el rendimiento de los árboles y la rentabi-
lidad esperada de ellos, lo cual presupone el problema de si los expertos
consideraban o no el precio del cacao para la tasación.
El precio del cacao en Caracas experimentó una tendencia sostenida
a la baja desde 1732; alcanzó su punto más bajo hacia 1741 y, pese a una
débil recuperación hasta 1745, volvió a descender con altibajos hasta 1749.
A partir de ese momento, en que alcanza los nueve pesos y un cuartillo, se
inició una recuperación que lo llevaría a los 14 pesos en 1767 20. Si se aceptase
una relación directa entre precio del cacao y precio de los árboles cabría haber
esperado una recuperación en el valor de estos últimos en el avalúo de 1767,
lo que precisamente no se dio. La estimación del valor de los árboles aparece,

18 AHN, Clero 128/7, Cuenta del administrador de la hacienda desde el 5 de julio de 1767 hasta el
1º de diciembre de 1768, fs. 29 v.-30.
19 AHN, Clero 128/7, Pedimento de don José de la Guardia al gobernador y capitán general, s/f. (julio
de 1768), f. 8.
20 Arcila Farías, Comercio entre Venezuela y México, p. 135.

209
JAIME TORRES SÁNCHEZ

así, relativamente independiente de la del precio del cacao. La recuperación 210


del precio del cacao es correlativa con el descenso de las tasaciones de los
árboles frutales y con un aumento de la rentabilidad esperada del producto.
Por tanto, es probable que los peritos hayan considerado el bajo rendimiento
de los árboles para calcular el precio de éstos.
Sin embargo, el avalúo de los árboles 'frutales' de la hacienda a 12 reales
en 1750 parece alta si se consideran evidencias para 1758 que, aunque aisladas,
permiten una comparación. En 1758, en una hacienda de cacao del valle de
Jaguara se avaluaron 33.381 árboles 'frutales' a ocho reales cada uno, los
horqueteados a cuatro, los 'resiembros' a dos y los 'fallas' a un real 21. En otra
hacienda situada en el valle de Aragua con cultivos de caña y cacao, ese mismo
año se avaluaron 3.045 árboles 'frutales' a seis reales, los 'resiembros' a un
real y medio, y los 'fallas' a un real 22. Sin embargo, como se ha señalado en
el Apéndice Nº 2, se ha descartado una elevación artificial de estos valores
por parte de los peritos.
Aunque las evidencias presentadas no prueban empíricamente de modo
definitivo este examen, de todas maneras autorizan a razonar con la hipótesis
de que la baja tasación en el avalúo de los árboles de 1767 se puede explicar
por la disminución de su rendimiento. En esta interpretación, los peritos
evaluaban las arboledas según el producto que ellas generaban, estando presente
en este cálculo consideraciones sobre costo de plantación que, como se ha
visto, pudo ser estable en el tiempo para la cantidad y valor de los insumos
empleados. Precisamente, a ello se debía la enumeración misma de los árboles
bajo una clasificación implícita de 'frutales' o no 'frutales'.
En una perspectiva microeconómica, el valor del producto cacao dependía
directamente del rendimiento del árbol y del precio. Dependía de la evolución
del precio del cacao, dado un rendimiento por árbol, o de la evolución de este
rendimiento, dado un cierto precio del cacao. En otros términos, el valor de las
arboledas bajó, no obstante su aumento de número, porque se esperaba un
rendimiento decreciente en fanegas de cacao. El rendimiento de las arboledas
de la hacienda era decreciente. Y que éste se compensara o no con un eventual
aumento en el precio por unidad de producto no era una cuestión que se

21 AHN, Consejos 20.523, “1ª Pieza. Testimonio de los autos por fallecimiento de D. Miguel Jerez
Aristeguieta...practicado el año de 1758”, Caracas, 30 de junio de 1758, fs. 145 v.-156.
22 Ibid., Caracas, 22 de julio de 1758, fs 157 v.-167 v.

210
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

planteara a los peritos. Ellos se referían a las condiciones de generación del 211
producto cuando observaban el “deterioro” de la hacienda, visto éste como
efecto global de mala calidad de la tierra, escasez de agua, imposibilidad de
crecimiento de la superficie cultivable y envejecimiento de las plantaciones.
En consecuencia, si la modificación del valor de inventario de la hacienda
se explica por la suma de las variaciones del precio de los esclavos y de las
arboledas, el 'valor económico', la valorización real de los bienes, dependía
de la variación en el rendimiento de los árboles. Evidentemente, si el valor total
de los esclavos hubiera aumentado por incremento de número debido al creci-
miento vegetativo, se habría reflejado en un aumento de valor de la hacienda.
Éste dependía del incremento demográfico y del precio de los esclavos que,
dado su precio de ingreso al mercado, variaba según la edad y calificación.
El valor de los esclavos en el corto y mediano plazo tampoco era una función
del precio del cacao, sino de su productividad, reconocida en general por los
peritos según su estado de salud y edad. En resumen, tanto el 'rendimiento
de los árboles' como el 'número de esclavos', en ausencia de valor de la tierra
y con independencia del precio del cacao, determinaban el valor económico
real de la hacienda. Si tal conclusión es correcta podría formularse una hipótesis
respecto al funcionamiento del conjunto de las haciendas considerando que
en la economía global, dependiente exclusivamente de la monoexportación
cacaotera, era solamente el precio del cacao el que fijaba los límites económicos
de variación del ingreso apropiable. Para el conjunto de las unidades de produc-
ción exportadoras de cacao, si el valor del patrimonio en esclavos y árboles
era relativamente independiente del precio del cacao, su aumento podía ocurrir
prescindiendo de las variaciones de ese precio 23.
La lectura de la evolución y estructura de valor de los bienes de la hacienda
indica que, desde el ángulo de los inventarios, las arboledas eran vistas como
el núcleo económico activo y no la tierra. Por ello merecían una cuidadosa

23 La hipótesis concuerda con otras evidencias pues el producto y las arboledas aumentaron en la
Provincia de Caracas tanto en la fase de alza de precios del cacao, entre 1710 y 1730, como en la de baja
desde 1730 a 1750. Ver Ferry, op. cit., p. 128, Figura 11. Idéntica observación hacía el fiscal al Consejo
de Indias en 1746 ante la queja de los productores por la caída de sus ingresos: “Dícese repetidamente
que la Provincia está muy pobre y que cada día se va deteriorando y mal se compadece esto con el aumento
que han tenido sus haciendas, pues de pocos años a esta parte se hallan muchos nuevos plantíos”. Ver
AGI, Santo Domingo 786, Informe del fiscal al nuevo memorial presentado por el conde San Javier y don
Francisco de Ponte, Madrid, 3 de marzo de 1746, s. f.

211
JAIME TORRES SÁNCHEZ

enumeración por tipos de árboles y estado de ellos. Los esclavos en cambio, 212
sólo eran enumerados y valuados por su edad y estado de salud. Ello era así
en tanto el status jurídico de la mano de obra consideraba como dados el total
de horas de trabajo y el saber necesario para ponerla en movimiento. Trabajo
y arboleda constituían un stock en una determinada relación técnica, cuyo
óptimo se explicitaba como resultado de la observación y del saber empírico
y que se traducía en un flujo de producto, variable según el rendimiento de
los árboles. El producto se convertía en 'ingreso' por una variable cuyo control
era ajeno al proceso productivo, el precio de la unidad de cacao. El cultivo
del cacao era así itinerante, en la medida que requería tierra virgen para
mantener y aumentar la producción; especulativo, en cuanto sus beneficios
dependían de la capacidad de aprovechamiento de coyunturas de alzas de precios
para compensar las caídas de éstos. Y de largo plazo, en tanto los rasgos ante-
riores obligaban a un cálculo de gastos e ingresos en un horizonte amplio. De
ahí la importancia de examinar estas dos últimas variables.
Es posible examinar de un modo muy general la relación entre el producto
y el ingreso de la hacienda, pues si ésta se orientaba al mercado la relación
entre ambas variables definía la capacidad reproductiva, su continuidad como
unidad de producción. En 1769 probablemente, don Simón Mondragón presentó
la cuenta de su administración de la hacienda desde el 5 de julio de 1767 al
1º de diciembre de 1768. Tanto el administrador y Depositario de las Tempora-
lidades 24, como el Defensor de éstas 25 manifestaron su acuerdo.
En el Cuadro Nº 49 debe tenerse en consideración que el período de año
y medio cubre un lapso anormal en la gestión de la hacienda y que el funcionario
no fue diligente en la administración, según se desprende de la tasación que
rebajó sus emolumentos,”en consideración a lo poco laborioso” 26.

24 AHN, Clero 128/7, Pedimento del administrador al gobernador y capitán general, Caracas, 14
de febrero 1779, f. 31.
25 Ibid., Caracas, 21 de febrero de 1769, fs. 31-31 v.
26 AHN, Clero 128/7, Representación del tasador al gobernador y capitán general, Caracas, 22 de
febrero de 1769, f. 31 v.

212
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 49. Cuenta de la administración. Hacienda 'San Ignacio del 213


Tuy'. Desde el 5 de Julio de 1767 al 1º de Diciembre de 1768.

Valor
Rubros
Pesos reales %
Alimentación
– administrador 12 3 1/2
– mandador y muchachos 22 6 1/2
– esclavos 1 4 1/2
Sub-total 36 5 1/2 14,6
Herramientas
Sub-total 1 4 1/2 0,4
Salarios
– peones 42
– administrador 167
Sub-total 209 82,6
Medicinas y curación de esclavos
Sub-total 6 1 1/2 2,4
Total 253 3 1/2 100,0
Fuente: Tabla XVII.

No figura un rubro específico de alimentos para los trabajadores libres,


aunque se sabe que en una hacienda de cacao como 'Cumanibare' a éstos se
destinaba la carne comprada 27. Y, aun cuando probablemente los esclavos se
mantenían ellos y sus familias con sus sembradíos, en las cuentas de 'San
Ignacio del Tuy' figura tanto la compra de carne para tres negros que habían
sido traídos de Guatire, como los gastos en comida por los viajes de algunos,
o “matalotaje”. Pero, éstos eran desembolsos para situaciones no regulares y
como los esclavos eran pocos, estos gastos podrían considerarse de bajo monto
y excepcionales. En cambio, los efectuados para el administrador eran regulares
y se advierte que tenían mayor significación que los desembolsos por salarios
27 Eugenio Piñero, “Accounting practices in a colonial economy: a case study of cacao haciendas
in Venezuela, 1700-1777”, Hispanic American Historical Review, Nº1, vol. 1, (1992), p. 57.

213
JAIME TORRES SÁNCHEZ

de peones. La introducción de mano de obra libre en las labores de una hacienda 214
cacaotera elevaba los costos en dinero, como se comprueba también en Cuma-
nibare. En todo caso, los gastos cubren casi en su totalidad los costos directos
e indirectos de la mano de obra.
Cumanibare era una hacienda cacaotera, situada en el área de San Felipe,
de la que se dispone información sobre sus gastos. Hacia 1751 tenía 11.751
árboles y disponía de unos 22 esclavos, con un gasto total de 2.224 pesos, de
los que 99 pesos se gastaron en medicina de esclavos y 149 pesos en carne
para peones 28. En ese año, para unos quince rubros de gastos sólo los salarios
de peones y administrador constituían el 49 % del gasto total. Si se considera
que, entre 1700 y 1770, en 'Cumanibare' un peón ganaba tres reales diarios 29,
que una hacienda de cacao típica empleaba unos 10 peones, por la información
del gasto en salarios podría desprenderse que los peones trabajaron en la
hacienda 'San Ignacio del Tuy' poco más de once días. Si hubieran sido menos
de diez peones, obviamente habrían trabajado mayor tiempo. Ello podría haber
ocurrido en el período de cosecha y tratamiento de los granos, en general entre
julio y agosto. Es posible que un trabajo estacional corto no exigiera alimentar
la mano de obra libre. Seguramente, la labor de mantenimiento durante el
período estuvo a cargo de los esclavos.
No hay razones para desestimar la cuenta que aparece en el Cuadro Nº 49,
pero si se examina en relación a la producción estimada de 68 fanegas –según
Cuadro Nº 42– y a un precio de 14 pesos cada una, resultaría un ingreso neto
de 699 pesos. Con ello se obtendría una tasa de rentabilidad –ingreso neto divi-
dido por el avalúo de la hacienda– de un 8 %, con un costo por fanega de 3,7
pesos. No obstante, se ha admitido la posibilidad de que la producción calculada
esté sobrevaluada debido a bajos rendimientos por árbol. También es probable
que el costo que refleja el Cuadro Nº 49 sea excesivamente bajo por las condi-
ciones excepcionales de explotación de la hacienda después de la expropiación.
El administrador podría no haber atendido a desembolsos por tareas que, en
condiciones normales y sin la presión para exhibir resultados positivos, tendría

28 Ibid., p. 63, Tabla 1. Calculado el número de esclavos para ese año en base a un promedio de 300
pesos cada uno.
29 Ibid., p. 53. Aunque los salarios tienen una alta significación en el gasto, en términos absolutos
eran más bajos que los pagados en las haciendas cacaoteras de Guayaquil y, no obstante, el costo del cacao
en puerto en la Provincia de Caracas era diez veces mayor. El costo del cacao de Guayaquil, el gran competidor
para el cacao venezolano en el siglo XVIII, era diez veces menor. Ver María Luisa Laviana Cuetos, Guayaquil
en el siglo XVIII: recursos naturales y desarrollo económico, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos,
1987, ps. 172-173.

214
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

que haber considerado. Para los últimos años de la administración jesuítica 215
de la hacienda la tasa de rentabilidad, por tanto, podría haber sido mucho más
baja y el costo por fanega mucho más elevado.
En todo caso, parece indudable que en 1768 hubo una diferencia positiva
para la hacienda, si se toma en cuenta un costo más exigente que el proporciona-
do para 1767-68, en el Cuadro anterior. Y si se compara la estimación del
Cuadro Nº 50 de la página siguiente, bajo las mismas hipótesis, con el de 1746,
se aprecia que en ese período el costo de operación unitario, gasto por fanega,
no había variado mucho aún cuando la tasa de rentabilidad se había elevado.
Para el cálculo de ese costo se ha asumido: un gasto de medicina de 4,5 pesos
por cada esclavo de acuerdo a los valores de la hacienda Cumanibare, la reno-
vación anual de la cantidad de herramientas y objetos de trabajo –no de un año
y medio– y una amortización de valor cero de los esclavos con edades entre 16
y 50 años. No se ha considerado como probable la utilización de peones libres
en 1746, tanto por el gran número de esclavos como porque la ampliación de la
superficie arbolada fue tardía y muy escasa, debido a la pequeña superficie
de la hacienda. El cálculo se ha hecho para 1746 con un precio de cacao de
9,75 pesos y 57,4 fanegas de cacao producido y para 1767 con un precio de 14
pesos y un producto de 68 fanegas. Finalmente, se entiende por 'ingreso bruto'
el valor total del producto vendido, por 'ingreso neto' el valor resultante al restar
los gastos de operación del ingreso bruto y por 'valor patrimonial' el total de
valor asignado por los inventarios a la hacienda y sus componentes materiales.
Debe aclararse que estos son costos de operación 'contables' y no costos
‘económicos’ definidos como ‘costos de producción’. El carácter no moderno
de la actividad productiva colonial no autoriza teóricamente a considerar el
'valor patrimonial' como 'capital' invertido, es decir, capital 'productivo'. Por
tanto, tampoco puede admitirse en el cálculo de costos el concepto de 'costos
de oportunidad', o valor no percibido por un factor en una actividad alternativa
por estar empleado. Este concepto supone libre movilidad del capital en la
producción y mercados de competencia 30. Los 'gastos de operación' son
aplicaciones de patrimonios monetarios que tienen como función económica
generar 'renta' en cacao que, convertida en dinero –ingreso neto– permite definir
30 La tasa de interés corriente, en tanto ingreso desechado e imputable como costo de oportunidad
en los costos directos totales, queda fuera de este esquema de análisis. En 1738, cuando los productores
polemizando con la Corona, en sus argumentos la compararon implícitamente con la tasa de rentabilidad,
razonaban como productores de renta. La posibilidad del empleo alternativo de sus recursos en valor -opción
abierta al capital mercantil dentro de su esfera de actividad, por ejemplo- no era posible como opción
económica estructural en el ámbito productivo, sino sólo para un cambio de especialización productora.

215
JAIME TORRES SÁNCHEZ

la 'tasa de rentabilidad'. Este es un coeficiente distinto de una 'tasa de ganancia' y 216


se calcula –los productores así la calculaban– en relación con el 'valor patrimo-
nial' y no en relación con un capital 'productivo' invertido.

CUADRO Nº 50. Costos y beneficio estimados. Hacienda 'San Ignacio del


Tuy'. (1746 y 1767)
1746 1767
Variables
Pesos Pesos
1.– Gastos totales de operación. 458 437
1.– Alimentación 36 36
1.– Herramientas y objetos de trabajo. 103 79
1.– Salarios. 167 209
1.– Medicina y curación de esclavos. 95 45
1.– Amortización de esclavos. 0 0
1.– Flete. 57 68
2.– Ingreso Bruto. 560 952
3.– Ingreso Neto. 102 515
4.– Valor Patrimonial. 13.946 8.711
5.– Costo por fanega. 8,0 6,4
6.– Tasa de Rentabilidad. [ 0,7 %] [ 5,9 %]
Fuente: Tablas XVI y XVII.

En primer lugar, se desprende del Cuadro anterior que en 1746 había un


ingreso neto lo suficientemente bajo como para que la tasa de rentabilidad
fuera sólo de 0,7 % anual. El costo absoluto por unidad de producto, de ocho
pesos la fanega, deriva del bajo volumen de la producción. No se contabiliza
la amortización de los esclavos, que si se hubiera considerado en el cálculo
habría dado una pérdida de 93 pesos –ingreso neto negativo– suponiendo un
precio de 300 pesos por cada esclavo, con una vida útil de veinte años.
En realidad, el no considerar la amortización anual de los esclavos útiles
correspondía a la práctica económica de las haciendas. Podría decirse que esta
operación formal expresa una situación histórica en la cual la posibilidad de

216
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

aumento del ingreso neto dependía de que el reintegro anual del gasto percápita 217
en esclavos fuera lo más bajo posible, para bajar los costos de operación, lo
que sólo era sostenible con amplios plazos de amortización y cierto cuidado
sobre el estado físico de los esclavos. Ello era resultado de un contexto donde
la oferta de 'piezas' estaba restringida, con dificultad de acceso al crédito de
producción, alto precio por esclavo y bajo ingreso en dinero por unidad de
producto generado. En contextos económicos donde esta situación no se daba,
las exigencias de disminución de los plazos de amortización aumentaban, la
'vida útil' del esclavo disminuía y la amortización en dinero tenía que con-
siderarse en la práctica contable 31. En cambio, el cuidado del esclavo en las
haciendas aquí analizadas reconocía empíricamente el hecho de que éste podía
ser amortizado en un plazo largo. Y tal consideración sobre el plazo de recupe-
ración del valor de los esclavos no derivaba de las presiones sobre su produc-
tividad, ya que las condiciones de recuperación de ese valor dependían del
contexto de operación del dinero y del capital, y no de las exigencias de gene-
ración del producto. En las haciendas jesuíticas el cuidado de los esclavos res-
pondía al interés por elevar su productividad, debido al objetivo de maximizar
el producto que ellos consideraban clave para el aumento del ingreso.
La tasa de rentabilidad fue excepcionalmente baja en 1746, lo que se debía
al bajo precio de la fanega de cacao y del producto por esclavo. Había un exceso
de esclavos en tanto la razón de eficiencia era de 1:377, un esclavo por cada
377 árboles, valor bastante lejano al estándar de 1:1.000, lo que revela que
había mal manejo de los recursos de mano de obra. Debe recordarse que se
ha establecido como posible que la estancia permanente de administradores
del colegio en la hacienda podría haber ocurrido después de 1750.
En segundo lugar, en 1767 la tasa de rentabilidad se eleva sustancialmente
en esta estimación, pero cabe recordar que es probable que el total de fanegas
producidas esté sobrevaluado, pues su cálculo sobre la base del rendimiento
por árbol de 0,622 kg debe tomar en consideración la hipótesis de una
disminución de rendimientos en la hacienda, por lo que el ingreso neto tuvo
que disminuir. En 1746 tal situación de bajos rendimientos pudo no haber estado
presente. Por tanto, parece difícil que la hacienda haya tenido en 1767 tal

31 Es el caso de la economía cubana del azúcar durante los últimos cuarenta años del siglo XVIII.
Moreno Fraginals, op. cit., I, ps. 48-49; Herbert S. Klein, La esclavitud africana en América Latina y el
Caribe, Madrid, Alianza Editorial, 1986, ps. 65-68; Pablo Tornero Tinajero, Crecimiento económico y
transformaciones sociales. Esclavos, hacendados y comerciantes en la Cuba colonial (1760-1840), Madrid,
Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, 1996, ps. 219-237.

217
JAIME TORRES SÁNCHEZ

rentabilidad. En todo caso, suponiendo que los rendimientos de las arboledas 218
hubieran bajado en una proporción tal que el ingreso neto hubiera sido sólo
la mitad, unos 258 pesos, la tasa de rentabilidad habría sido de un 3 %. Tal
tasa era inferior a la de 5 % que, a juicio del cabildo de Caracas en 1738, era
la mínima admisible, al parecer, para los cosecheros de la Provincia 32.
El análisis de la rentabilidad de 1767 no consideró, sin embargo, el
aumento de un componente institucional en el costo de operación de la hacienda.
Como se sabe, por Real Cédula del 4 de Diciembre de 1766 se obligó a la Com-
pañía de Jesús a pagar el diezmo sobre la producción de sus haciendas 33. Esto
significa que el ingreso neto habría bajado a 464 pesos y que la tasa de renta-
bilidad habría sido de un 5,3 % en vez del 5,9 % del Cuadro anterior. En tal
caso y, además, considerando el efecto de la disminución del rendimiento de
los árboles, el resultado económico de la hacienda en 1767 podría haber estado
bajo el 5 % y, probablemente más cercano al 3 %. De modo que parece razo-
nable la hipótesis de una rentabilidad de 4 % y de un ingreso neto de 349 pesos.
En todo caso, las características de la hacienda influyeron en el poco interés
que se demostró por comprarla después de la expropiación por la Corona. Esto
fue planteado al gobernador por el Defensor de las Temporalidades en Octubre
de 1768, argumentando que se debía a “ser esta hacienda de muy corta exten-
sión, su valor de nueve mil doscientos sesenta y seis pesos un real y veinticinco
maravedíes; que no tiene tierras en que adelantarse; su terreno en parte de
mala calidad y muy escaso de agua para el riego, como expusieron los terceros,
cuyas cualidades la hacen poco útil para que pueda enajenarse con beneficio
de las Temporalidades, a menos que se extraigan los esclavos y se vendan
sin la adherencia de la arboleda” 34.
La diferencia entre el avalúo que consta en la documentación documental
y el que se ha estimado, deriva de que en este último se ha eliminado el valor
de esclavos que estaban temporalmente en el Tuy, pertenecientes a la hacienda
trapiche de Guatire adonde fueron devueltos 35. La hacienda, con sus casi 10.000
árboles y una superficie poco más grande de 15 hectáreas era considerada de
“corta extensión”, escasa de agua y con parte de tierra de mala calidad. La
propuesta del funcionario encontró eco, al parecer, pues un colindante por el

32 AGI, Santo Domingo 786, Acta del cabildo de Caracas, 30 de septiembre de 1738, s. f.
33 AGI, Caracas 24, Real Cédula de Madrid, 4 de diciembre de 1766, s. f.
34 AHN, Clero 128/7; Pedimento del licenciado don José de la Guardia al gobernador, Caracas, 8
de octubre de 1768, f. 9 v.
35 AHN, Clero 128/7, Representación del Defensor de Temporalidades al gobernador, Caracas, 16
de febrero de 1770, f. 23 v.

218
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

oriente de la hacienda, don Pedro Pablo Garabán, solicitó se le considerase 219


dentro del remate proponiendo un pago de 6.386 pesos, un real y tres cuartillos,
excluyendo el valor de los esclavos. Estos se pagarían anualmente en cuotas
al contado de 1.500 pesos, hipotecándose en garantía una arboleda en el mismo
valle, aunque distante de la que tenía contigua a 'San Ignacio del Tuy', llamada
'San Miguel'. Esta tenía de 6.000 a 7.000 árboles en total, sus tierras, 12 esclavos
“y demás aviamientos”, y tenía gravada una capellanía por un valor de 1.000
pesos de 'principal' 36.
La propuesta fue aceptada especificando el pago de 1.500 pesos anuales
durante cuatro años y el resto en el quinto año, con un 5% de interés anual sobre
la suma adeudada 37. La alta suma a pagar anualmente excedía el ingreso anual
que, casi con seguridad, había redituado la hacienda en los últimos años. Pero
como el comprador tenía una hacienda colindante, la arboleda se incorporaba
a un plantío más amplio y de esta manera, probablemente, podía ser pagada.
En resumen, el análisis anterior señala que hubo una larga tradición de
dificultades en la gestión de 'San Ignacio del Tuy', no obstante que después
de 1750 los precios del cacao fueron favorables a los productores. Pero también
precisa la situación productiva de las arboledas debido a disminución de
rendimientos, la pequeña superficie de la hacienda y la mala calidad de los
suelos. Esto hace más probable que la tasa de rentabilidad de 1767 haya sido
muy inferior a un 5% anual. Como había una baja producción, el ingreso neto
anual era también muy bajo. La expansión productiva por resembrado estaba
limitada por la calidad de los suelos y la carencia de riego. Hacia 1767 hay
indicios de que la hacienda llevaba un tiempo experimentando cambios en
su gestión, los que tendían a mejorar las arboledas y a utilizar mano de obra
libre. Al parecer, las posibilidades existentes de que estos cambios aumentaran
sustancialmente la rentabilidad eran escasas, puesto que las arboledas estaban
afectadas por el agotamiento de la fertilidad de los suelos. Lo que explicaría
el interés del colegio en su venta, hacia 1766.

36 AHN, Clero 128/7, Pedimento de don Pedro Pablo Garabán al gobernador, Caracas, 22 de noviembre
de 1768, fs. 10-10 v.
37 AHN, Clero 128/7, Escritura pública, Caracas, 25 de noviembre de 1768, fs. 11-12.

219
221

Capítulo II
La hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua'

Al igual que la hacienda 'San Ignacio del Tuy', la de 'San Francisco de


Borja de Caucagua' había sido comprada, aunque no se sabe el año de la transac-
ción ni el nombre del vendedor. Estaba ubicada en el valle de Caucagua y en
el inventario del 19 de junio de 1767 fue descrita como “un sitio de tierra alta
en donde se halla plantado el repartimiento, el cual tiene de largo ciento y
sesenta y tres brazas y ciento y dos de ancho, y linda por el naciente con tierras
de los herederos de doña Jerónima de Ponte; por el poniente, con tierras del
doctor don Nicolás Pacheco, por el norte con las mismas de dicho doctor
Pacheco y, por el sur, con el camino real” 1. Considerada como “arboleda de
cacao, sita en Caucagua”, un autor confiable pero que no cita su fuente, la seña-
la como la “primera posesión del Colegio” 2, por lo que es probable que haya
sido comprada poco después de 1735.
El tamaño de la hacienda no puede ser determinado con exactitud. Por el
inventario y avalúo que se hizo de ella en 1799 se sabe que los peritos “hallaron
que el sitio en donde se hallan las casas se compone de dos fanegadas, tierras
propias para conucos, y apreciaron a veinte y cinco pesos cada una por ser de
rastrojo” 3. Esto equivalía a 4,04 hectáreas de superficie para fanegadas de 170
varas en cuadro, en un sitio en que sólo se ubicaba la vivienda principal, los
bohíos y la tierra para los conucos de los esclavos. Si a eso se agregan 25,7 hec-
táreas de tierra con árboles de cacao existentes en 1767 para este último año,

1 AHN, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, valle de Caucagua, 19 de junio de 1767, fs. 98-98 v.
2 Aguirre Elorriaga, op. cit., p. 139.
3 ANCH-FJ, 420, Inventario de la hacienda, valle de Caucagua, 16 de enero de 1799, f.167 v.

221
JAIME TORRES SÁNCHEZ

el área económicamente utilizada habría alcanzado como mínimo unas 30 hectá- 222
reas. Si se considera que en 1799 se contabilizaron 11.845 árboles de todo tipo 4,
cifra cercana al número de árboles de 1767, podría deducirse que en ese último
año ya se había alcanzado el máximo de superficie utilizable para el cultivo.
Por el avalúo que se hizo el año de 1750, se sabe que esta hacienda era
económicamente más importante que la existente en el valle del Tuy, examinada
en el capítulo anterior. Mientras esta última fue valorada en los documentos
oficiales que resumían el valor del patrimonio de la Compañía en 13.299 pesos,
cuatro y medio reales, 'San Francisco de Borja de Caucagua' fue valorada en
17.686 pesos, tres y medio reales 5. Estos avalúos jerarquizaron correctamente
la importancia de ambas unidades económicas, pero se equivocaron en los
totales. Parte del mayor valor alcanzado en 1767 radicaba, seguramente, en
el de la casa principal. Como en 1750 el avalúo de las dos haciendas se hizo
sobre la base del inventario de 1746, la casa en este último año seguramente
tenía el mismo valor de 150 pesos en que fue tasada cuatro años después.
Hasta 1750 era “una casa de horcones y bajareque, cobijada de palma
nueva y bien tratada con diez y nueve varas de largo, cinco y media de ancho,
repartida en tres piezas” 6. Estas eran una “Sala de Cámara”, una “Bodega”
y una “recámara” que, probablemente alineadas formando un rectángulo de
15,9 m de largo por 4,6 de ancho, tenían en su frente un corredor. Fabricada
con madera, barro y palma, era seguramente la estructura constructiva con
la que había sido comprada la hacienda (ver Figura Nº 22).
No se dispone del avalúo de 1767, pero la vivienda principal tenía con
seguridad en ese año, un valor considerablemente superior al de 1746. El
inventario de 1767 da cuenta, en verdad, de una construcción totalmente distinta.
Era “una casa de vivienda cubierta de tejas y tapias con ocho rajas 'pierna
de calzón' de dos varas de alto y su regular tamaño”, con una altura de “seis
varas con sus techos de dos aguas de armadura, cubiertos de caña y maderas,
y tiene por costado sesenta varas redondas” 7. En otros términos, era una
construcción de paredes de adobe reforzadas por 'rajas' de piedra y arena, con
techo durable, y una altura de cinco metros (ver Figura Nº 23).

4 Ibid., fs. 165-165 v.


5 AHN, Clero 128/15, Avalúo de la hacienda, Caracas, 20 de noviembre de 1750, f. 29 v.
6 ANCH-FJ, 211, Inventario de la hacienda, valle de Caucagua, 25 de noviembre de 1746, fs. 358 v.-359.
7 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Caucagua, 19 de junio de 1767, fs. 98 v.-99.

222
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

223

Figura N° 22. Casa vivienda de 'San Francisco de Borja de Caucagua.' 1746.

Figura N° 23. Perspectiva de vivienda 'San Francisco de Borja de Caucagua.' 1767.

223
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Aunque había una cruz de madera en el patio no había oratorio, tampoco 224
se mencionan ornamentos sagrados y sí únicamente dos lienzos con pinturas
religiosas. Disponía de un escaparate pequeño, cinco sillas de cuero, una mesa
y dos catres. Había cuatro cuartos de 5 m largo por 4 de ancho, dispuestos
probablemente en línea y separados por un corredor, formando una superficie
rectangular bordeada por “cuatro corredores que la circunvalan toda y tienen
los de los costados cada uno cuarenta varas de largo y cuatro de ancho, y los
opuestos, transversales, seis varas de largo y el mismo ancho” 8. Es decir, los
corredores, que estaban cubiertos de tejas y tenían 3,3 m de anchura, formaban
un rectángulo de 33,3 por 14,2 m En el borde exterior de estos corredores había
un empedrado de casi dos metros de ancho, lo que indica que el interior de
los corredores y las habitaciones estaban enladrilladas (ver Figura Nº 24). Frente
a la casa había “un patio de secar cacaos” de 637 m cuadrados 9.
Una simple comparación cualitativa de la vivienda principal entre 1746
y 1767 permite concluir, por tanto, que en los dos decenios hubo una transfor-
mación importante en la infraestructura de la hacienda, pues la vivienda prin-
cipal era también importante lugar de trabajo en una hacienda cacaotera, lo
que reflejaba cambios en su actividad económica. Los datos siguientes permiten
apreciar la magnitud de éstos.

CUADRO Nº 51. Evolución del número de árboles y superficie plantada.


Hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1746 y 1767).

1746 1767
Tipo Árboles Árboles
Hectáreas Hectáreas
Nº % Nº %
Frutales 6.007 59,4 9,46 11.588 70,9 18,25
Horqueteados 2.768 27,4 4,36 1.712 10,5 2,69
Fallas 913 9,0 1,43 1.560 9,6 2,46
Resiembros 425 4,2 0,67 1.475 9,0 2,32
Total 10.113 15,9 16.335 25,7
Fuente: Tabla XX.

8 Ibid., f. 99.
9 Ibid., f. 98 v.

224
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

225

Figura N° 24. Casa vivienda de San Francisco de Borja de Caucagua. 1767.

225
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Los peritos también “hallaron tres almácigos, ya de edad de trasplantar”10 226


en el inventario de 1746. Es probable, sin embargo, que los tres almácigos
inventariados en 1767 hayan sido de mayores dimensiones, pues se describieron
con cierto detalle: los tres tenían 244 m cuadrados 11. En un padrón de haciendas
de 1744 ésta aparecía con un total de 11.000 árboles 12, cifra no muy diferente
de la de 1746, si se atiende al carácter más impreciso que tenía un recuento
general. Al parecer, en el período cubierto por los datos, hubo una política
activa de expansión y de resembrado. En el año 1767, el número de árboles
resembrados era más del triple que al inicio. Por eso no sorprende que los árbo-
les en plena producción casi se hubieran duplicado en los dos decenios, y am-
pliado la superficie ocupada a más del doble. La arboleda en plena producción,
por tanto, pudo pasar de un 60 % a un 71 % del total. La superficie plantada
evolucionó de casi 16 a 26 hectáreas, con lo cual durante el período de gestión
y propiedad de la Compañía la hacienda alcanzó su máxima expansión. Tales
aspectos podrían ser un buen indicador de que la tasa de rendimiento por árbol
pudo estar muy cerca del promedio establecido para la Provincia de Caracas
y que se mantuvo a lo largo del período.

CUADRO Nº 52. Producción estimada de cacao seco. Hacienda 'San Francisco


de Borja de Caucagua' (1746 y 1767).

Árboles 1746 (Kgs) 1767 (Kgs) Variación


Frutales 3.736,4 7.207,7 3.471,3
Horqueteados y fallas 2.289,6 2.035,2 - 254,4
Total 6.026,0 9.242,9 3.223,9
Fuente: Cuadro Nº 51.

La producción de cacao pudo haber aumentado sustancialmente, como


se advierte en los cálculos del Cuadro Nº 52. La producción real mínima pudo
haber estado muy cerca de la producción estimada para los tipos de árboles
'frutal', o en pleno rendimiento. Es más probable que sea verdadera esta
hipótesis, si se considera que el número de árboles frutales de 1767 pudo haber

10 ANCH-FJ, 211, doc. cit., valle de Caucagua, 25 de noviembre de 1746, f. 360 v.


11 AHN, Clero 128/1, doc. cit., valle de Caucagua, 19 de junio de 1767, f. 102 v.-103.
12 AGI, Santo Domingo 787, doc. cit., Caracas, 14 de diciembre de 1744, f. 7.

226
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

sido el más alto alcanzado, pues en 1799 un inventario sólo señaló 8.481 227
'frutales', contabilizándose 3.337 con diversos problemas 13.
El aumento de la arboleda 'frutal' y de la producción del período coincide
con la estabilidad en el número de los esclavos, como se advierte en estos datos.

CUADRO Nº 53. Evolución de la población esclava según sexo y edad.


Hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1746 y 1767).

1746 1767
Edad
H M Total H M Total
0 - 15 3 3 6 4 2 6
16 - 50 7 7 14 5 8 13
51 - 70 1 — 1 1 1 2
71 - + — — — — — —
Total 11 10 21 10 11 21
Fuente: Tablas XVIII y XIX.

No sólo permaneció estable el número total, sino que la estructura por


grupos de edad casi no se alteró. Internamente, en éstos el único rasgo percep-
tible es la disminución de la población masculina trabajadora, tramo de edad
entre 16 y 50 años, aunque en general se mantuvo el equilibrio intersexual.
Sin embargo, en este segmento poblacional en 1767 aparece un 20 % de enfer-
mos. Como en 1746 la razón de eficiencia fue de 1:722 y en 1767 de 1:1.257,
cabe la posibilidad de que el alto porcentaje de enfermos esté relacionado con
una mayor intensidad de trabajo. Mayores cambios se advierten en el origen
de los esclavos (ver Cuadro Nº 54), aunque éstos también parecen graduales.
Aumentó el número de negros criollos y con ello la homogeneidad de
origen, pero se mantuvo un sub-grupo de origen africano visible, 'de nación',
que de un 43 % bajó a 29 %. El aumento del número de árboles, la estabilidad en
el número de esclavos y en los grupos de edad de éstos, la mayor homogeneidad
de origen, aparecen así correlacionados de hecho con una elevación de la
producción. El análisis de estos datos no permite concluir con seguridad que

13 ANCH-FJ, 420, doc. cit., valle de Caucagua, 16 de enero de 1799, fs. 165-165 v.

227
JAIME TORRES SÁNCHEZ

esta situación pudo resultar en un aumento en la productividad de la mano 228


de obra, pues la documentación no indica si se introdujo mano de obra libre
y en qué cantidad. En todo caso, todo indicaría que ello pudo haber ocurrido.
El aumento de los plantíos requirió, seguramente, labores de roza en las que,
como se sabe, se utilizaba con preferencia peones 14. Al mismo tiempo, si la
labor de mantenimiento recaía sobre los esclavos, siendo el número de éstos
constante, el aumento del número de árboles de hecho tendría que haber
optimizado la relación esclavo/árbol.

CUADRO Nº 54. Origen de la población esclava. Hacienda 'San Francisco


de Borja de Caucagua' (1746 y 1767).

1746 1767
Origen
H M Total H M Total
Criollos 5 5 10 8 7 15
Mulatos 1 — 1 — — —
Zambos — 1 1 — — —
Bozales
– mina 2 — 2 — — —
– loango 2 3 5 — — —
– angola 1 — 1 — — —
– carabalí — 1 1 — — —
Sub-total 5 4 9 2 4 6
Total 11 10 21 10 11 21
Fuente: Tablas XVIII y XIX.

En 1767 se advierte la presencia de indicios de desestructuración social,


junto a la aparición de 'enfermos' dentro de la población esclava.

14 Miranda, op. cit., p. 217.

228
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 55. Tipos de familias en la población esclava. Hacienda 'San 229


Francisco de Borja de Caucagua' (1746 y 1767).
1746 1767
Tipos
Unidades Individuos Unidades Individuos
Ambos padres con niños. 3 12 2 8
Parejas sin niños. 3 6 4 8
Fuente: ANCH-FJ, 211, Inventario de la hacienda, 25 de noviembre de 1746, fs. 359 v.-360;
AHN, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, 19 de junio de 1767, fs. 100- v.-101 v.

Claramente disminuyeron las familias nucleares junto con el número de


individuos que vivían en el interior de ellas; aumentaron las parejas sin hijos,
y aparecieron en 1767 dos niños de los que no se mencionan padres. El promedio
de edad de hombres y mujeres solos está entre 25 y 30 años en ambas fechas.
El incremento de la productividad, por tanto, podría asociarse al deterioro de
la salud de la población esclava, si en el período efectivamente hubo un aumento
en la intensidad de trabajo. Lo que es muy probable que haya ocurrido, pues las
condiciones del trabajo en la hacienda tuvieron que adaptarse a una perspectiva
de mejoramiento de la calidad del plantío, lo que sólo podía conseguirse a
través de una mayor dedicación de los esclavos a las labores de mantenimiento.
En resumen, el análisis indicaría que a fines del decenio anterior a la expro-
piación, la hacienda se encontraba en etapa de expansión por resiembra de
las arboledas, con resultados positivos en crecimiento del producto y en produc-
tividad. En 1767 podría haber alcanzado el máximo de expansión en superficie
y número de árboles. Desde este ángulo, los problemas de salud y de desestruc-
turación social eran, probablemente, el resultado de tales cambios. A esta mano
de obra esclava pudo haberse agregado mano de obra libre.
Aunque no se cuenta con un avalúo de los bienes de la hacienda para
1767, es posible su reconstrucción y su comparación con el de 1746. En el
Cuadro Nº 56 se advierte que la estructura de los avalúos de ambos años está
dominada por el valor de las arboledas, que experimentó un leve aumento como
resultado de la política de expansión. Pero la importancia de los árboles en
pleno rendimiento aumentó sustancialmente. Los esclavos, en cambio, disminu-
yeron su significación en términos relativos y absolutos. Dada la importancia
del valor de las arboledas, debe considerarse que los cálculos para 1746 y 1767
se han hecho sobre la base de los precios de 1750, esto es, a doce reales para

229
JAIME TORRES SÁNCHEZ

los 'frutales', seis reales para los 'horqueteados', uno y medio para los 'fallas' 230
y tres para los 'resiembros'.

CUADRO Nº 56. Estructura de valor estimado de la hacienda 'San Francisco


de Borja de Caucagua (1746 y 1767).
1746 1767
Bienes
Pesos rs % Pesos rs %
I.– Casas. 358 1,5 880 3,4
– Principal. 218 (60,9) 700 (79,5)
– 'Bugíos'. 140 (30,1) 180 (20,5)
II.– Muebles. 43 0,2 48 4 0,2
III.– Objetos religiosos. — 4 — 1 —
IV.– Objetos de trabajo. 6 2 — 40 4 0,2
V.– Armas. 28 0,1 30 0,1
VI.– Herramientas. 23 1 0,1 27 5 0,1
VII.– Esclavos. 5.540 23,3 4.920 19,3
VIII.– Arboledas. 17.686 3 74,5 19.511 3/4 76,5
– Frutales. 9.010 (50,9) 17.382 (68,1)
Total 23.735 100,0 25.508 100,0
Fuente: Tabla XX.

Por tanto, se supone que el rendimiento por árbol se mantuvo, pues en


caso contrario los peritos tendrían que haber tasado los árboles a los valores
asignados en 1767 a la arboleda de la hacienda 'San Ignacio del Tuy'. En este
último caso, el valor total de las arboledas habría sido de 11.310 pesos, cifra
sustancialmente más baja que la de 1746. Pero, a partir de los resultados del
análisis anterior, el supuesto de una baja de rendimiento por árbol y un consi-
guiente descenso en la tasación de éstos, parece muy poco probable.
A la argumentación respecto de las características de la arboleda en la
hacienda de Caucagua, deben añadirse los cálculos sobre el gasto realizado
en la hacienda, que se expresa en el valor de las casas, cifras subvaluadas pero
todavía confiables. El valor de la vivienda principal y de las casas de los
esclavos fue probablemente mucho más elevado, lo que puede ser un buen

230
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

indicador de la prosperidad de la hacienda, que dependía en gran medida de 231


los rendimientos de las arboledas.
Un examen razonado de los datos disponibles sobre costos de operación
para 'San Ignacio del Tuy' y elaborados de acuerdo a las condiciones en el
valle de Caucagua, permite algunas conclusiones sobre rentabilidad para el
año 1767. Los datos del problema se presentan en el ejercicio siguiente:
Pesos
Variables
Sub-total Total
1.– Alimentación (1)
1.– Administrador 12
1.– Un mandador y cuatro muchachos. 23
2.– Herramientas y objetos de trabajo (2). 68
3.– Salarios (3).
3.– Administrador. 167
3.– Peones. 375
4.– Medicinas y curación (4). 21
5.– Fletes (5). 147
Costo 813
(1) Se considera el gasto en alimentación de este grupo, equivalente al de 'San Ignacio del Tuy'.
Se supone que la mano de obra libre no era alimentada por la hacienda.
(2) Se supone renovación anual total, según valor contable de Tabla XX.
(3) Se considera el salario del administrador de 'San Ignacio del Tuy' y el de 10 peones a tres
reales diarios con 100 días de trabajo anual.
(4) Se considera un peso anual por esclavo, valor superior a ese gasto percápita en 'San Ignacio
del Tuy'.
(5) Según Arcila F., Comercio entre Venezuela y México, p. 119.

Con una producción de 142,5 fanegas y un precio de 14 pesos cada una, se


tendrían los siguientes valores básicos para 1767:
Costo de operación 813 pesos
Ingreso bruto 1.995 "
Ingreso neto 1.182 "
Valor patrimonial 25.508 "
Tasa de rentabilidad 4,6%

231
JAIME TORRES SÁNCHEZ

El costo calculado de 5,7 pesos por fanega, debió permitir un beneficio 232
anual probable de 1.182 pesos. Ello significó una rentabilidad de 4,6 % anual
sobre el valor patrimonial contable de la hacienda. Los supuestos en que se basa
el cálculo son extremadamente exigentes. El valor de las herramientas no se mo-
dificaba sino en parte, anualmente, y el salario de los peones se calculó sobre un
máximo de días de trabajo por peón empeñados en trabajo de roza. Si se inclu-
yesen los gastos en comida para peones y se elevasen los gastos en medicina
para esclavos, la rentabilidad de la hacienda habría alcanzado el 3,9 % anual. En
efecto, si se sumasen al costo del ejercicio anterior los rubros de gasto en carne,
149 pesos, y en medicinas, 40 pesos, de la hacienda 'Cumanibare' de 1751 –la
que tenía dimensiones muy parecidas en árboles y esclavos– 15 se tendría que el
beneficio anual habría sido de 993 pesos. Se advierte entonces, que la elevación
de la rentabilidad en la hacienda pasaba por economizar en peones y, por tanto,
en organizar mejor e intensificar la actividad de trabajo de los esclavos. La
información sobre el estado de salud de éstos en 1767 y la estabilidad en el
número de ellos a través del tiempo, con aumento sustancial del número de
árboles, podrían reflejar esa mayor intensidad. Por consiguiente, parece probable
que los resultados en rentabilidad pudieran haberse acercado a un 5% anual.
Así, no parece verosímil la información sobre una presunta renta anual
de 569 pesos generada por esta hacienda, si se la considera como característica
del año 1767 16, pues tuvo que haber sido superior. Si el dato es correcto, es pro-
bable que correspondiera a algún año posterior a la expropiación. Pero el análisis
de la rentabilidad en el año de 1767 queda afectado por la decisión anterior
de la Corona de que la Compañía de Jesús debía pagar el impuesto del diezmo,
como ya se ha visto. En efecto, si se descuenta el 10 % del valor del ingreso
bruto anual se tiene que la tasa de rentabilidad bajaría de 4,6 % a 4,2 %, pues el
ingreso neto bajaría de 1.182 a 1.064 pesos.
Si un 4,6 % pudo ser la rentabilidad anual mínima en 1767, sin considerar
el gravamen del diezmo, proposición bastante realista dadas las condiciones
de las que depende el cálculo, se podría examinar el problema en una perspectiva
temporal amplia. No existe documentación sobre gastos y costos para 1746,
pero a partir del 'costo de operación' unitario de 1767, podría calcularse el
mismo para ese año. Este parámetro no está afectado por el precio del cacao,
como se ha establecido, y sólo depende del valor de insumos que permanecieron

15 Piñero, “Accounting practices...”, art. cit., p. 64, Tabla 2.


16 Aguirre Elorriaga, op. cit., p. 139.

232
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

estables en el período17. Y en ausencia de información documental directa sobre 233


producción, se puede utilizar una estimación sobre la base de los árboles de
cacao 'frutales'. En el siguiente Cuadro se presentan los cálculos.

CUADRO Nº 57. Producción estimada, costo y tasa de rentabilidad. Hacienda


'San Francisco de Borja de Caucagua' (1746 y 1767).
1746 1767
Variables
Pesos Pesos
1.– Costo de operación 421 813
2.– Ingreso bruto. 720,* 1.995
3.– Ingreso neto. 299 1.182
4.– Valor patrimonial 23.735 25.508
5.– Costo por fanega 5,7 5,7
6.– Tasa de rentabilidad. 1,25 4,6
Fuente: * En base a 73,8 fanegas, ver Tabla XX. Precio medio de fanega de cacao en
Caracas: 9,75 pesos. Ver Arcila F., Comercio entre Venezuela y México, p. 135.

En la hipótesis de que la hacienda hubiera sido comprada en 1736, con


un precio medio del cacao de 17 pesos y bajo las condiciones del cálculo para
1746, la tasa de rentabilidad en el momento de compra podría haber alcanzado
un 3,5 %. Con un valor patrimonial inferior es probable que esta tasa hubiera
sido mayor. Con el precio del cacao a la baja, en los años siguientes, la rentabili-
dad tuvo que seguir bajando, pues en el año 1747 sería de ocho pesos la fanega
suscitando las reclamaciones de los cosecheros que llevarían a la insurrección
de 1749. Este cálculo obviamente no prueba nada ni suministra más evidencias
que aquéllas que sirvieron de punto de partida al razonamiento. Pero proporciona
información que hace verosímil la hipótesis de que la hacienda, en el momento
en que fue comprada, no estaba económicamente en buen pie, aunque tal
situación pudo haber sido la de muchas haciendas en ese momento. En tal caso,
sólo la esperanza de una elevación de precios del cacao a largo plazo y la

17 El precio medio de la carne en el mercado regional de San Felipe permaneció estable y a bajo nivel
entre 1755 y 1764. Ver: Piñero, “Accounting practices...”, art. cit., p. 58. Un salario diario de tres reales
era el que postulaba el conde de San Javier en sus cálculos de costo en 1745 y el que se pagaba a los peones
de Cumanibare en la década del 60. Ver: Piñero, art. cit., p. 53; Arcila F., Comercio entre Venezuela y
México, p. 118. En todo el período el precio máximo de un esclavo fue de 300 pesos, según la documentación.

233
JAIME TORRES SÁNCHEZ

ausencia de alternativas de inversión patrimonial, explicarían la compra hecha 234


por la Compañía de Jesús, dado su interés en obtener ingresos para financiar
su operación educativa en la Provincia. Posteriormente, las evidencias analizadas
indican que en esta hacienda la gestión se orientó a maximizar la acumulación
patrimonial, aumentando el stock de árboles productivos y la producción,
aprovechando la lenta recuperación del precio del cacao a fines del período,
toda vez que no estaban presentes los obstáculos que hicieron más difíciles
la administración de la hacienda 'San Ignacio del Tuy'. La tasa de rentabilidad
exhibida hacia 1767 no fue demasiado alta: un 4,2 %; pero el aumento físico
del producto permitió elevar el ingreso neto anual a un valor absoluto
equivalente a la mitad de los dos mil pesos de ingresos exigidos a un colegio
para ser fundado.
En resumen, en los dos decenios de gestión de la Compañía, una hacienda
devaluada y de baja rentabilidad, se convirtió en una unidad de producción
con un valor patrimonial más elevado y que generaba un beneficio cuya tasa
pudo permitir un ingreso neto importante para los requerimientos de la Com-
pañía. Pero también se advierte que el aprovechamiento de la coyuntura de alza
del precio del cacao se acompañó por una política expansiva interna a la hacien-
da, tendente a aumentar el rendimiento de los árboles y la productividad de los
esclavos, con evidencias de que se utilizó también mano de obra libre. Esa
política se inició probablemente, a comienzos del decenio de los sesenta a más
tardar, precisamente en el momento en que la inflexión al alza del precio del
cacao se consolidaba. El efecto del pago del diezmo hacia 1767 pudo haber
sido la reducción de la tasa de rentabilidad.

234
235

Capítulo III
Otras haciendas y posesiones: San Francisco Javier
de Tacarigua, Mayupán, Maiquetía y San Felipe

En general, de este conjunto de tenencias se dispone de poca información


documental. Pero, de las evidencias existentes se desprendería que la hacienda
cacaotera de 'San Francisco Javier de Tacarigua' y la posesión de 'Santa Paula
de Maiquetía' eran las únicas que estaban en actividad y dirigidas por el Colegio
de Caracas. La primera no parecía poseer mayores posibilidades económicas
hacia 1767 y, la segunda, había comenzado a desarrollarse a fines de la década
del sesenta y orientada al autoabastecimiento del colegio.

1.– LA HACIENDA Y ARBOLEDA DE CACAO DE 'SAN FRANCISCO JAVIER DE


TACARIGUA

Según el inventario del colegio de 1767, había una escritura de venta


de don Pedro Martínez de Porras y su mujer, “otorgada a favor de este Colegio
de la Hacienda de Tacarigua”, y estaba en la casilla en la que se ordenaban
los papeles relativos a esta finca 1. También se reseña la existencia de un escrito
del padre Jaime de Torres a España, del 15 de enero de 1767, “relativo a la
compra de una hacienda de cacao contigua a la que este colegio posee en el
valle de Tacarigua, que por todo dice son veinte mil árboles nuevos” 2. Esta
misma fuente señala escritos donde constaban “diligencias de mensura y

1 AHN, Clero 128/1, doc. cit., 16 de junio de 1767, f. 20.


2 Ibid., f. 11.

235
JAIME TORRES SÁNCHEZ

posesión de la hacienda comprada a don Juan de Yelamoz en Tacarigua” 3. 236


No hay menciones de la existencia de dos haciendas de cacao en el valle de
Tacarigua propiedad del colegio y, de hecho, el mismo inventario de éste
solamente establece la existencia de seis haciendas en total, según consta en
la descripción del lugar donde se encontraban los papeles que resumía el copista
se anotaba en el margen izquierdo: “En el hueco o casilla de papeles varios
de las seis fincas” 4.
Por consiguiente, es más probable que se aludiera a la compra de terrenos
con arboledas cercanas a la hacienda misma y que los 20.000 árboles corres-
pondieran a la suma de los de ambas posesiones pues no hay menciones de
una posesión aislada en Tacarigua, de la Compañía de Jesús. Como se verá,
la hacienda principal tenía alrededor de 17.000 árboles y, en esta hipótesis,
la compra pudo haberse referido a una arboleda de alrededor de 3.000, lo que
habría correspondido a una superficie de 4,7 hectáreas. Pero si hubo alguna
transacción con don Juan de Yelamoz, es probable que haya sido sobre una
arboleda pequeña, de las dos que éste poseía. En 1744, figuraba en un padrón
de cosecheros de cacao como propietario de una arboleda de 10.000 y otra
de 2.000 unidades en el área de Mamporal 5.
La hacienda respecto de la cual no hay dudas de su existencia, estaba en
el valle de Tacarigua a un día de camino de Caucagua, unas 10 leguas 6, con
83,56 hectáreas en total, que se desglosaban en los términos que se presentan
en el Cuadro Nº 58. El 32 % de la superficie total estaba cubierto de arboledas
de cacao y tenía límites “por el norte, con la quebrada Tacarigua, por la cual
corre el río de Capaya; por el sur, con arboleda de cacao de don Pedro Miguel
Serrano y la madre vieja del río de Capaya; por el poniente con hacienda
de cacao de los herederos de don Juan Melchor Caravallo; y por el naciente,
con arboleda de cacao y tierras de don Benito José de Muro; y se hace
prevención que por medio de dicha hacienda está el camino real, por donde
se trajina de este dicho valle al de Mamporal” 7.

3 Ibid., f. 20.
4 Ibid. f. 17 v.
5 AGI, Santo Domingo 787, doc. cit., Caracas, 14 de diciembre de 1744, f. 5 v.
6 AHPT, E-2: 79, D: 1, Certificación de nombramiento por el gobernador y capitán general de don
Nicolás Blanco, teniente y justicia mayor para realizar inventario, Tacarigua, 5 de agosto de 1767, fs. 9-9 v.
7 Ibid., Inventario de la hacienda, Tacarigua, 6 de agosto de 1767, fs. 10-16.

236
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 58. Estructura de uso del suelo. Hacienda 'San Francisco Javier 237
de Tacarigua' (1767).

Superficie
Uso del suelo Porcentaje
Fanegadas Has
Plantada con árboles 41,4 27,03 32,3
Útil para cacao, pero “ereales” 13 26,25 31,4
“tierra en rastrojos para cacao” 5 10,10 12,1
Tierras altas para casas y conucos de esclavos. 2 4,04 4,8
Tierras altas de montaña. 8 16,15 19,3
Total 69,4 83,56 100,0
Fuente: AHPT, E-2:79, D:1, Inventario de la hacienda, Tacarigua, 6 de agosto de 1767, fs. 10-16;
Ibid., Aditamento de inventario, Tacarigua, 11 de agosto de 1767, fs. 18-18 v. Para la conversión
de las medidas de superficie se ha utilizado la fanegada de 170 varas 'en cuadro'.

Dicha hacienda disponía para expandirse de un área aproximadamente


igual a la superficie en uso, aunque requería prepararla para los plantíos, y
de un 12 % que podía ser inmediatamente arbolada. Por tanto, cerca del 76 %
era superficie apta para cacaotales, con bajo declive y desmontada, con suelos
sedimentarios ubicados entre los dos cauces del río Capaya al norte y al sur.
El resto de la hacienda eran “tierras altas”, es decir, de montaña, de las
cuales sólo el 4,8 % estaba desmontada, siendo aprovechada para cultivos de
subsistencia y casas de los esclavos. Sus límites eran: “por el sur con el río de
Capaya o quebrada de Tacarigua por donde está corriente dicho río; por el
norte, con una vega de Sebastián de Canda que llaman del Coralito; por el
naciente con tierras de dicho Canda y por el poniente con tierras de los
herederos de don Juan Melchor Caravallo. Y éstas son cinco fanegadas, y las
otras cinco lindan por el sur con dicha Vega del Coral; por el norte con la
quebrada de Guadatalupa; por el naciente con tierras de dicho Canda; y por
el poniente con tierras de los dichos herederos de don Juan Melchor Cara-
vallo” 8. Así, la hacienda limitaba por el norte con la quebrada de Guadatalupa y,
por el sur, con el viejo cauce del río Capaya, dejando de por medio la quebrada
Tacarigua y el río Capaya. Por el este, lindaba con cacaotales de don Sebastián

8 Ibid., Aditamento de inventario, Tacarigua, 11 de agosto de 1767, fs. 18-18 v.

237
JAIME TORRES SÁNCHEZ

de Canda y por el oeste, con tierras y arboledas de don Juan Melchor Caravallo. 238
No era una situación favorable ya que dejaba sus linderos abiertos, como lo
señalaron algunos peritos: “que está dicha hacienda abierta por todas partes,
en especial por el camino real, que atraviesa de este dicho valle de Tacarigua
al de Mamporal por medio de dicha hacienda” 9.
El análisis de la estructura de las arboledas, importante para conocer el
nivel productivo que presentaba la hacienda, puede hacerse a partir de los
siguientes datos.

CUADRO Nº 59. Estructura de las arboledas. Hacienda 'San Francisco Javier


de Tacarigua' (1767).
Árboles Superficie Producción Potencial
Tipo
Nº % Has Nº
Frutales 3.876 22,6 6,10 2.411
Horqueteados 5.060 29,5 7,96 3.147
Fallas 5.278 30,8 8,31 3.283
Resiembros 2.950 17,1 4,64 1.835
Total 17.164 100,0 27,01 10.676
Fuente: AHPT, E-2: 79, D:1, doc. cit., Tacarigua, 6 de agosto de 1767, fs. 10-16.

El porcentaje de árboles que estaba en plena producción era poco más


de una quinta parte del total, con una proporción de árboles recién sembrados
aproximadamente igual. En el mismo año los porcentajes para el primer tipo,
en las haciendas 'San Francisco de Borja de Caucagua' y 'San Ignacio del Tuy',
eran de 70,9 y 51,4, respectivamente. Y para los árboles de resiembra, 9,0 y
16,6 en ambas haciendas. Por tanto, Tacarigua tenía una producción potencial
sumamente baja en relación al número total de árboles de que disponía. Sin
embargo, había un esfuerzo en materia de siembra de nuevas arboledas pues
éstas igualaban a las de 'San Ignacio del Tuy'. Esto podría indicar que había
un problema de envejecimiento de la plantación más que un problema de
agotamiento de la fertilidad de los terrenos. Se ha visto que existían superficies
aptas para expandir las resiembras aproximadamente iguales a las superficies

9 Ibid., Declaraciones de testigos al comisionario; Tacarigua, 11 de agosto de 1767, fs. 17 v.-18.

238
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

arboladas. La información respecto a la mano de obra se presenta en el Cuadro 239


siguiente.

CUADRO Nº 60. Distribución por edad, sexo y estado de salud de la población


esclava. Hacienda 'San Francisco Javier de Tacarigua' (1767).
Hombres Mujeres Total
Edad
Nº Enfermos Nº Enfermos Nº Enfermos
0 - 15 4 2 6 — 10 2
16 - 50 11 4 9 5 20 9
51 - + 1 1 1 1 2 2
Total 16 7 16 6 32 13
Fuente: Tabla XXI.

Si consideramos la 'razón de eficiencia', 1:858, era bajo el número de árbo-


les por esclavo. Pero, como los 'frutales' eran sólo un 23 %, tal vez la cantidad
de producto por esclavo era muy baja. Más aún, si se considera su estado de
salud se advertirá que el 45 % de ese grupo estaba en la categoría de 'enfermo',
aquejados de distintas dolencias. En la población total, los enfermos eran el
41 %, por lo que puede sostenerse que la mano de obra probablemente tenía
muy baja productividad. Los grupos por sexo se presentan cuantitativamente
equilibrados, con una población menor de 16 años, elevada. El origen era
bastante homogéneo, pues sólo tres casos fueron considerados como 'de nación',
es decir, de procedencia africana, y todos los demás eran 'criollos'.
El análisis de los datos de salud proporciona más antecedentes, los que
se presentan categorizados en el Cuadro Nº 61. El porcentaje de enfermos era
sustancialmente más alto en Tacarigua que en la hacienda de Guatire. Pero, lo
singular en este cuadro de patologías es que se aprecia una repartición equili-
brada de los principales tipos de enfermedades: óseo-musculares, infecto-
contagiosas y gastro-intestinales, aunque predominen porcentualmente las
segundas. Las primeras, como ya se ha señalado a propósito de la esclavitud
de Guatire, puede reconocer su origen en los niveles y condiciones de la activi-
dad misma del trabajo.

239
JAIME TORRES SÁNCHEZ

CUADRO Nº 61. Situación de salud de la población esclava. Hacienda 'San 240


Francisco Javier de Tacarigua' (1767).

Tipo de enfermedad Hombres Mujeres Total


I.– ÓSEO-MUSCULAR.
1.– Hernias. 2 — 2
2.– Reumatismo. — 1 1
3.– Miembros enfermos. 1 — 1
Sub-total 3 1 4
II.– PIEL.
1.– Pústulas. 1 1 2
2.– Bubas. 1 — 1
Sub-total 2 1 3
III.– SISTEMA GÉNITO-URINARIO.
1.– Venéreas. 2 — 2
Sub-total 2 — 2
IV.– GASTROINTESTINAL.
1.–Dolores de estómago. — 4 4
Sub-total — 4 4
Total 7 6 13
Fuente: Tabla XXI.

En I.1 se ha considerado 9/ “quebrado de una verija”, y 14/; en I.2 a 13/; en I.3 a 5/. En II.1
a 6/ y 11/; en II.2 a 9/ “con clavos en los piés”. En III.1 a 1/ y 2/. En este último caso, suponemos
un origen gálico. En IV.1 a 4/, 8/, 10/ y 12/.

Pero, en este caso, no se dispone de material comparativo dentro de la evo-


lución de la hacienda que pudiera permitir una apreciación sobre la significación
de estos factores en la situación de salud. Las enfermedades gastro-intestinales,
a su vez, pueden derivarse de las condiciones sanitarias generales en los sectores
mayoritarios de la población colonial y de la alimentación, en los trópicos.
Pero como también se sabe que afectaban a toda la población en las Indias,
no se dispone de evidencias que pudieran indicar una situación particularmente
anormal en esta hacienda. La mayor significación porcentual aunque leve,

240
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

un 39 %, de las enfermedades de la piel y venéreas, tal vez podría apuntar a 241


ciertos signos de desestructuración social. Los datos sobre tipos de familia
permiten algunas observaciones, al respecto.

Cuadro Nº 62. Tipos de familias de la población esclava. Hacienda 'San


Francisco Javier de Tacarigua' (1767).
Tipos Unidades Individuos
Ambos padres con hijos. 4 18
Pareja sin hijos. 2 4
Un hombre casado con una 'libre'. 1 1
Total 7 23
Fuente: AHPT, E-2:79, D:1, “Santa Fé. Nº 2. Segundo...”, Tacarigua, 6 de agosto de 1767,
fs. 10-16.

El 69 % de los individuos vivía dentro de algún tipo de familia con un


promedio de 4,5 hijos, patrón demográfico que indica condiciones favorables
de natalidad a lo largo del tiempo. Los individuos afectados por enfermedades
venéreas eran varones menores de 16 años, resultado de una promiscuidad
antecedente, y las enfermedades gastro-intestinales aquejaron al grupo de muje-
res en edad productiva, lo que no es una sintomatología propia de grupos en
desarticulación actual. La mayor parte de las enfermedades óseo-musculares
y de la piel afectaron, por tanto, al grupo de hombres y mujeres en edad produc-
tiva, unos ocho, de los cuales tres hombres y tres mujeres estaban enfermos.
El 46 % del grupo de enfermos eran esclavos y esclavas que no pertenecían
a un núcleo familiar. Se deduce que el cuadro de salud de la población en su
conjunto estaba ligado a la presencia de mano de obra marginal que había
afluido a la hacienda por circunstancias de compra o de traslado.
Si se relacionan estas conclusiones con las referentes a la situación produc-
tiva de la hacienda, podría pensarse que hacia 1767 la administración estaba
reforzando la mano de obra y desarrollando un programa de trabajos orientado
a cambiar la estructura de las arboledas. Para un grupo de peritos, en agosto
de 1767, no cabía duda de que la hacienda requería de urgentes trabajos. Decla-
raron ante una autoridad de Temporalidades, “estar dicha hacienda muy maltra-
tada, siendo la causa el mucho bachaco y gusano que hay en ella. Item, que
está en muchas partes muy montuosa. Item, que se la está llevando el río, por

241
JAIME TORRES SÁNCHEZ

un gran choque que tiene, que necesita de un desecho de mucho costo. Item, 242
que está dicha hacienda abierta por todas partes, en especial, por el camino
real,... son las palizadas de mucho costo y que para que esté resguardada dicha
hacienda precisa echarlas, y fundamentalmente que con la gente de esclavitud
que hay para el beneficio de dicha hacienda no se puede atender a todos estos
trabajos, máxime cuando entre los esclavos dichos hay algunos inútiles,
enfermos, y muchachos, y que todos los referidos trabajos que van expuestos
piden pronto remedio” 10. Podría deducirse de este diagnóstico de los expertos
que si la administración jesuítica había iniciado esos trabajos, ellos no habían
sido acordes con la magnitud de las tareas. Cabe también la posibilidad de
que no se hubieran siquiera iniciado.
Por la cercanía en el tiempo al acto de expropiación, este diagnóstico
de la situación de la hacienda es válido para el último año de su administración
por el colegio. Ahí radica su importancia, porque permite deducir que para el
colegio la hacienda tenía dos problemas de estructura, cuya solución era muy
costosa pues no podían ser resueltos solamente con la fuerza de trabajo esclava,
tanto por el número de ésta como por su calidad. Respecto a esto último, el aná-
lisis demográfico y de salud revela que las observaciones de los peritos eran
correctas. Se debe señalar que la conclusión respecto al número excesivo de
esclavos en relación al número de árboles 'frutales' podría reforzar la hipótesis
de que la administración jesuítica estaba intentando reorganizar la hacienda.
Al mismo tiempo, la observación de los peritos indicaría que el Colegio habría
tenido que gastar mucho para resolver esos problemas.
Los problemas de estructura de la hacienda eran los relativos, primero,
a la ausencia de divisorias respecto a las haciendas vecinas debido a que estaba
rodeada de arboledas al este y oeste, además de estar cruzada en su parte más
productiva por el camino principal. Una solución, la empalizada, era de alto
costo, pero seguramente era mucho mayor la corrección del cauce del río
Capaya, la contención del arrastre de sus tierras por el río. Esto afectaba la
superficie agrícola disponible y el sistema de drenaje de la hacienda, por el
cual se regulaba el delicado equilibrio calor/humedad en las arboledas, lo que
explicaría el bajo rendimiento de los árboles.
Además, el mantenimiento de las arboledas era deficiente en este diagnós-
tico –la existencia de maleza, gusanos y bachacos– pero, en tanto era un proble-
ma de cuidado regular, no necesariamente revelaría que la hacienda había estado

10 Ibidem.

242
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

recibiendo poca atención en su última época. En los casi tres meses transcurridos 243
desde la expropiación hasta el momento de ese diagnóstico, la ausencia de
mantenimiento pudo permitir un rápido deterioro. En todo caso, la existencia
de esos problemas de localización y el alto costo que demandaba su solución,
explican el interés que tenía la Compañía en vender la hacienda, aunque una
posible compra de tierras contiguas podría indicar también interés en resolverlos.
No se dispone de avalúos, por lo que un examen de su valor requiere de
cálculos estimativos, los que se presentan en el siguiente Cuadro.

CUADRO Nº 63. Estructura de valor estimado de los bienes. Hacienda 'San


Francisco Javier de Tacarigua' (1767).
Bienes Pesos Porcentaje
I.– Casas. 499 2,6
II.– Muebles. 75 0,4
III.– Objetos de trabajo. 61 0,3
IV.– Armas. 28 0,1
V.– Herramientas. 81 0,5
VI.– Esclavos. 6.570 34,5
VI.– Arboles. 11.705 61,5
Total 19.019 100,0
Fuente: Tabla XXII.

El valor patrimonial era, sin duda, cuantioso, sólo superado por el de ‘San
Francisco de Borja de Caucagua’. Si se la compara con 'San Ignacio del Tuy',
era la hacienda que en total tenía más árboles y esclavos, pero era la que tenía
menor número de árboles productivos. Había un evidente desequilibrio en la
magnitud de los dos recursos productivos fundamentales de la hacienda, hom-
bres y árboles, cuyo origen, sin embargo, no puede ser establecido por la ausen-
cia de documentación. Pero, con toda evidencia, el ingreso neto anual tuvo
que haber sido muy bajo. Si se asumiera el mismo costo por unidad física de
producto de 'San Francisco de Borja de Caucagua', sin considerar el pago de
diezmos, se tendría una tasa de rentabilidad de un 2%, esto es, el ingreso neto
habría alcanzado unos 386 pesos en 1767.

243
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Después de expropiada fue avaluada en 14.996 pesos, un real y cuartillo, 244


“esclusive unos esclavos que se pasaron después de secuestrada al trapiche de
Guatire donde se incluyeron” y puesta en remate, no ofrecieron más que 10.000
pesos, “en consideración a estarse arruinando con un choque del río, cuyo
desecho regularon los peritos en tres mil pesos”. Por tal razón, se mandó a
evaluar nuevamente, estableciéndose un nuevo precio de 13.769 pesos cinco
y medio reales, cantidad por la cual fue vendida 11.

2.– LA HACIENDA DE CAÑA DE 'SAN LUIS DE GONZAGA DE MAYUPÁN'

Una de las propiedades de la que muy poca información ha sobrevivido


es la de esta hacienda. Por un juicio en que se vio involucrada una descendiente
de don Pablo Diana, se sabe que éste había comprado en 1780 la hacienda al
padre Ignacio Olarte, Superior de la Compañía de Jesús, por 14.000 pesos paga-
deros en una capellanía de 3.000 pesos y los restantes 11.000 pesos a plazo, de
los cuales sólo había alcanzado pagar 2.000 pesos 12. La primera suma había
sido pagada de contado en el momento de la transacción, el 12 de marzo de
1767 13. En el año 1780, don Pablo Diana había vendido a José Manuel y Sal-
vador Izquierdo unas 50 fanegadas de terreno por 2.300 pesos, los que se habían
hecho cargo del resto de la deuda con Temporalidades. Eran unas 89,5 hectáreas
que tenían los siguientes límites: “por la parte del sur, la orilla de dicho pueblo
de Carayaca, por donde tiene sus marcas y amojonamientos; por el naciente,
la quebrada seca nombrada Seguerigue, que comienza de enfrente o derechura
de la Iglesia, corriendo dicha quebrada hasta caer a la del Piojo, y va
dividiendo las tierras de doña Vitoria Díaz que en el día gozan. Y por el norte
y poniente dicha quebrada Piojo, corriendo para arriba hasta topar con la
quebrada Mazcagua; y por el poniente tirando al sur la dicha de Mazcagua
hasta salir al camino real donde unan las dos puentes, donde se encuentran
con el lindero del sur de la dicha posesión” 14.

11 AHN, Clero 128/8a, doc. cit., Caracas, 26 de enero de 1775.


12 AHN, Consejos 20.520, “Caracas. Año de 1795. Don Salvador Izquierdo y Villavicencio vecino
del pueblo de Maiquetía, Provincia de Caracas, con don Félix de Armas vecino de Caracas, como curador
de doña María Antonia Diana, sobre reintegro de 18 fanegas de tierra. Pieza 1º”, Caracas, 5 de mayo de
1780, fs. 61-61 v.
13 Ibid., Caracas, 31 de agosto de 1780, fs. 6-8.
14 Ibidem.

244
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Al parecer, la posesión o 'sitio de Guarasnal', formaba parte no sólo de 245


unas fundaciones que había hecho Diana después de 1767, sino que era un
fragmento relativamente pequeño de la hacienda de Mayupán, como se des-
prende de su propósito: “he resuelto desprenderme de cinco mil trescientos pe-
sos en dos fundaciones que allí hice independientes del Ingenio principal y sus
tierras que fuera sus sabanas quedaran como ciento y cincuenta fanegadas” 15.
El 'sitio de Guarasnal' contaba con una casa de vivienda, trapiche y 'casa de
pailas', lo que unido a la cercanía al pueblo de Carayaca, podría indicar que estas
edificaciones eran parte del núcleo de instalaciones de la hacienda principal.
El avalúo que acompañó la transacción dio un valor patrimonial de 2.794
pesos y dos reales 16, y no incluyó el valor de esclavos. Sus 50 fanegadas, cada
una de 160 varas en cuadro, equivalían a 89,5 hectáreas, de lo que podría
deducirse que Mayupán tenía no menos de 358 hectáreas en total antes de la
venta de 'el Guarasnal', superficie esta última que podría haber sido la que
tenía la hacienda en 1767. Como este avalúo computó “un juego de trapiche
corriente” de valor de 45 pesos, la mención de la existencia de un “Ingenio”
en Mayupán sugiere una infraestructura de mayores dimensiones en la hacienda
principal hacia 1780. A su vez, había 11 tablones de caña con 19,7 hectáreas
de superficie en la posesión. En todo caso, hacia 1793 todavía don Pablo Diana
era propietario colindante al ‘sitio de Guarasnal’, ya que en esa fecha don Salva-
dor Izquierdo pidió el reintegro de algunas fanegadas que faltaban en su
posesión, “que compré a don Pablo Diana, a censo y tributo redimibles una
posesión de tierras nombrada el Guarasnal parte de la de Mayupán” 17.
La única información disponible en la historiografía existente sobre la
hacienda de Mayupán, menciona un “trapiche”, 16 tablones de caña en una
superficie de 11,2 hectáreas –con tablones de 10.000 varas cuadradas cada
uno– una casa de vivienda, dos hornos y 33 esclavos 18. No especifica ni sus
fuentes ni el año, y como los datos que se han manejado en este análisis sugieren
que la hacienda pudo haber tenido en 1767 mayores dimensiones en superficie
y volumen de operación que las involucradas en el sitio de Guarasnal, que
formaba parte probablemente del área donde habían estado las instalaciones
principales de Mayupán, es posible que los linderos totales de la hacienda se
correspondieran con los proporcionados por ese informante: “por el norte, la
15 Ibid., Caracas, 5 de mayo de 1780, fs. 61-61 v.
16 Ibid., Sitio de Guarasnal, 17 de abril de 1780, fs. 57-59.
17 Ibid., Caracas, 23 de septiembre de 1793, fs. 81-86.
18 Aguirre Elorriaga, op. cit,, p. 138.

245
JAIME TORRES SÁNCHEZ

costa del mar y la quebrada de Patuco; por el oriente, la quebrada seca, hasta 246
llegar a la quebrada del Piojo; por el sur, el pueblo de Carayaca; por el
occidente, el camino real del pueblo de Tarmas” 19.
La situación económica de esta hacienda, sin embargo, sigue siendo
desconocida, aunque aparece clara la razón del desinterés del colegio por
explotarla. En el reconocimiento del terreno que se vendió en 1780, se señaló
por unos peritos que, “la hacienda principal es muy vieja, cansada, que ya
no da fruto mayor, que tiene tierras en que poderse fundar mucho mayor, pero
que si se intenta hacer nueva hacienda no podrá ser muy grande porque no
le darán abasto los cuatro días de agua que le quedan... que los dichos cuatro
días de agua pueden darle abasto a la hacienda principal siempre que la dejen
conforme está, y para ello es menester que cuiden y velen la acequia por estar
ésta en riesgo de desbarrancarse como se está experimentando” 20. La hacienda
no podía ser explotada por su deficiente abastecimiento de agua, lo que impedía
la expansión de los sembradíos no obstante disponer de tierra fértil. Esto quiere
decir, que 'el sitio de Guarasnal' era el único que estaba en producción a esa
fecha y que los rendimientos de las áreas en cultivo eran bajos, por el agota-
miento de las tierras. Lo que reafirma la impresión de que tal 'sitio' había for-
mado parte del eje económico de Mayupán hasta 1767.
Aunque otro de los peritos no coincidió en la apreciación respecto a la
escasez de agua, no hubo discrepancia acerca del agotamiento de la fertilidad
de la tierra ni de la gran extensión de Mayupán. Es posible que el desinterés
del Colegio de Caracas por esta hacienda haya derivado, por tanto, no sólo
de los altos costos de operación y de la magnitud de los gastos necesarios para
ponerla en buen pie económico, sino que las posibilidades de expansión de
los cultivos tenían sus límites en la escasez de agua y en la mala calidad de las
tierras. En la segunda mitad de la década del sesenta, el énfasis financiero estaba
centrado en la ampliación de la hacienda trapiche del valle de Guatire.
Como se ha visto, es posible que el producto de la venta de Mayupán
haya sido empleado precisamente para cubrir el préstamo para la construcción
del ingenio de Guatire.
Es probable que sólo se incurra en error de sub-valuación si al total del
avalúo de las instalaciones, tierras y tablones de caña de 1780, se suma el valor
estimado de los esclavos que podría haber tenido la hacienda hacia 1767, según
19 Ibid., p. 139.
20 AHN, Consejos 20.520, “Caracas. Año de 1795... Pieza 1º”, Carayaca, 28 de julio de 1780, fs. 71-72.

246
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

la fuente ya citada anteriormente. Valuando los 33 esclavos a un precio medio 247


de 250 pesos, se tendría que estos 8.250 pesos sumados a los 2.794 pesos, valor
de la tierra, trapiche, casa de pailas, tablones, herramientas y vivienda, darían
un valor patrimonial total de 11.044 pesos. Dicho valor está relativamente
cerca de los 14.000 pesos en que se vendió la hacienda en marzo de 1767 a
don Pablo Diana y probaría que, en el momento de la venta, la hacienda tenía
esclavos, sugiriendo la posibilidad que su arrendamiento en algún momento
se hubiera dado con la totalidad del patrimonio.

3.– POSESIONES MENORES: 'SANTA PAULA DE MAIQUETÍA' Y SAN FELIPE

De la llamada hacienda de 'Santa Paula de Maiquetía' no se conoce su


superficie total, pero parece haber sido de reducidas dimensiones. De hecho,
en el inventario realizado en el momento de la expropiación el 16 de junio
de 1767 –único documento que la describe– es señalada como, “esta posesión
de tierras, que se compone de setenta y seis brazas y media de ancho” 21. Estas
parecen ser medidas de longitud de anchura en la superficie plana de la posesión
y, como tales, alcanzarían unos 256 metros 22. Esto podría indicar que la mayor
parte del área de la posesión estaba en terreno montañoso. Tenía los siguientes
límites: “por la banda del poniente, con el río Maiquitía; por la del naciente,
con el lindero que llaman del Peñón, y tierras de Mapurite; por la banda del
mar, con tierras de la Real Compañía Guipuzcoana y otras que fueron de José
Antonio Ravelo. Y por la banda del Cerro, con tierras de los herederos de
Agustina Rosa Serrano, mujer que fue de Nicolás Noel” 23.
Tenía 500 “cepas de uvas de parra”, con “parte de las tierras llanas sem-
bradas de malojo y patillas” y 16 matas de coco “que aún no dan fruto”. Su uti-
lización agrícola era muy limitada porque no disponía de agua corriente por
acequias, ya que sólo tenía “una noria, con su tanque grande para coger agua
para regar con el artificio para sacar agua y su colgadizo, cubierto de teja”.
El aprovechamiento de las aguas subterráneas se complementaba, al parecer,
con la utilización de agua de lluvia. Había en el patio de la casa de vivienda,

21 AHN, Clero 128/1, Acta del inventario de la hacienda, Maiquetía, 16 de junio de 1767, fs. 61-63.
22 Ver Tabla de Equivalencias.
23 AHN, Clero 128/1, doc. cit., Maiquetía, 16 de junio de 1767, fs. 61-63.

247
JAIME TORRES SÁNCHEZ

“dos tanquecitos pequeños para coger agua” 24. No cabe duda de que estas 248
instalaciones tenían como propósito regar las tierras, pues en 1775 el comprador
de la propiedad aceptó pagar lo estipulado, “con la condición de que se recono-
ciese de nuevo la utilidad de un aljibe y tanque que tenían hecho los jesuitas
para regar aquellas tierras” 25. La hacienda, por tanto, era utilizada producti-
vamente por el colegio para lo cual se habían construido instalaciones de
captación de agua.
Se trataba de una explotación para proveer el consumo interno de frutales
del colegio y, probablemente, de pequeñas cantidades de vino. Disponía de una
casa de vivienda –con cinco cuartos, un corredor y patio– construida de tapias
y rajas, con techo de teja, es decir, materiales sólidos. Había otra “casilla”
de tres cuartos, cocina y corredor, otra de un solo cuarto y corredor, ambas
de tapia y teja. Tres pedazos de terreno, en donde estaban instaladas “casillas”,
que se arrendaban totalizando un canon mensual de 14 pesos y medio real.
Se sabe que las tres 'casillas' eran casas de materiales precarios, o “bugíos”,
que habían sido contratadas sin formalización jurídica “porque estos contratos
que aquí se llaman de alquiler se ajustan verbalmente y cuando más se aseguran
con algún papel simple o apunte que reserva el dueño”. Lo importante, sin
embargo, era que se arrendaban las casas “sin que en dicho arrendamiento
entrasen las tierras de la estancia, porque las mantenían los jesuitas con los
designios (según se comprende de la fábrica del aljibe y tanque) de formalizar
algunas labranzas de utilidad y consideración”. Se arrendaban por años o
meses sin plazos definidos, por lo que el dueño “queda en libertad de ir pro-
rrogando años o meses, o hacerla desocupar cuando parezca” 26.
Disponía de cuatro esclavos hombres –uno de 30, dos de 18 y uno de
14 años– que pueden evaluarse, a precios de la hacienda de Guatire, en 300
pesos cada uno. Y también contaba con una esclava, zamba de 10 años, que
podría haber valido unos 200 pesos. Estos pudieron ser los bienes de mayor
valor, porque las tres casas, una yunta de bueyes, un burro, una carreta en mal
estado y herramientas tales como una barra, cuatro azadas, una reja de arado,
pudieron no valer más de 200 pesos. La posibilidad de regadío elevó su valor
patrimonial después de 1767, como ya se advirtió en la condición impuesta
por el comprador. Por eso el precio de venta fue de 4.274 pesos, cuatro reales 27.
Por estas posibilidades de regadío, el sitio se destinaba a un aprovechamiento
24 Ibidem.
25 AHN, Clero 128/8a, doc. cit., Caracas, 26 de enero de 1775, s. f.
26 Ibidem.
27 Ibidem.

248
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

intensivo en frutales, como lo sugiere el que se le destinasen esclavos jóvenes 249


en edad productiva. Desconocemos la fecha y la modalidad de integración al
patrimonio del colegio, pero en el inventario de 1767 figura como acápite
“Padre Forneri, cartas escritas a la Guaira al Padre Rafael desde el año de
sesenta y tres” 28, de lo que podría desprenderse que existía desde ese año de
1763, por lo menos. Lo incipiente todavía de los cultivos que había en 1767
podría confirmar esta hipótesis. El padre Rafael García figuraba a cargo de
la tramitación de los arrendamientos en Maiquetía 29.
Otra posesión de la que no existen indicios de que haya sido explotada
directamente, como tampoco de su arrendamiento, era la llamada “tierras de San
Felipe”. No cabe duda de su propiedad, pues en el inventario del colegio al
momento de la expropiación se dejó constancia de “la confirmación de las
tierras de San Felipe y títulos de su pertenencia” 30. Ya en 1750, en el resumen
de los bienes avaluados que presentó don José Martínez de Porras para funda-
mentar la solicitud de fundación del colegio en Caracas, se mencionaban “400
fanegas de tierra en la jurisdicción de San Felipe. 250 pesos” 31.
Se desconoce el tipo de 'fanegada' predominante en la región pero, aún
si se tratase de la más pequeña en relación a la predominante en el área de
Guatire en la misma fecha, es decir, aquélla de 100 varas y equivalente 10.000
varas cuadras, la posesión habría tenido unas 280 hectáreas. De la relación
entre valor y dimensiones hay una constancia documental hacia 1800 sobre
una posible incongruencia, la que proporciona también una idea de la ubicación
de las tierras. En ese año, el administrador general de Temporalidades se dirigió
al intendente general pidiendo se procediera al avalúo de esas tierras, “de la
posesión de tierras entre los ríos el Tesorero y la Cruz, pertenecientes al
Colegio de esta capital” 32.
Añadía que, al subdelegado debía “obligársele a verificar esta comisión
importante, así porque dichas tierras son superiores en situación, calidad
y bondad a todas las demás posesiones confinantes, según noticias, como porque
variando de circunstancias, su estimación y de beneficio por las arboledas
que se conocen plantadas, no es comparable su precio en el día con el muy infe-
rior de doscientos pesos que se les dio aunque no a todas, sino en el presente,

28 AHN, Clero 128/1, doc. cit., Caracas, 17 de junio de 1767, f. 21.


29 Ibid., f. 13 v.
30 Ibid, f. 22.
31 AHN, Clero 128/15, Caracas, 26 de noviembre de 1750, fs. 30-31 v.
32 ANCH-FJ, 421, “Copia de todas las representaciones judiciales...en el año de 1800”, Caracas,
4 de febrero de 1800, f. 375 v.

249
JAIME TORRES SÁNCHEZ

en el año de mil setecientos sesenta y ocho que se avaluaron” 33. Es decir, de 250
acuerdo a este funcionario, en el momento de la expropiación las tierras se
habían avaluado en una suma inferior a la de 1750, solamente en 200 pesos.
Pero ahora las tierras estaban arboladas y en un área de producción de cacao,
lo que significa que estaban ocupadas y en producción. Podría sostenerse que
hasta 1767 esto no había ocurrido, por lo que el desinterés del colegio en las
tierras derivaba de su escaso valor económico y del poco atractivo que veían
en el negocio del cacao.
El gobernador don José Carlos de Agüero, en 1775 señaló que las tierras se
habían avaluado en 200 pesos; pero informó también de la venta de “una cuadra
de solares” en la ciudad misma de San Felipe por el valor de 226 pesos 34.

33 Ibid., fs. 376 v.-377.


34 AHN, Clero 128/8a, doc, cit., Caracas, 26 de enero de 1775, s. f.

250
Final

Riqueza
y
Coyuntura
253

En 1766, el padre Ignacio Olarte escribió al padre Procurador Jaime de


Torres, probablemente en España, informándole acerca de la situación del
Colegio de Caracas:

“Habiéndome faltado todo el auxilio que esperaba de la Compañía, me he


visto en muchos ahogos. He contraído algunas deudas y he tomado también a tri-
buto 3.000 pesos porque la fábrica es muy costosa y al mismo tiempo se ha estado
gastando en Guatire. Y aún falta hacer allí casa de vivienda y repartimiento para
los negros: las demás oficinas ya casi están concluidas y el ingenio. He tenido la
desgracia de no haber podido vender ninguna de cuatro haciendas inútiles que
tenemos; estoy entendiendo en eso para quitar el censo. Respecto de lo que infor-
mé a Vuestra Reverencia del ningún favor que nos hace el factor, a quien la espe-
cie del registro únicamente le ha amargado por ser cosa nuestra, habiendo calla-
do a otros diferentes, que en su tiempo se han concedido. No parece que lo que se
haya de granjear de la Compañía ha de ser con los señores Directores. A mí se me
ofrecía un medio de hacernos bien sin dependencia de este factor y era si se pu-
diese conseguir licencia de embarcar los géneros precisos para nuestro vestuario
y de los criados. Si Vuestra Reverencia halla cabida para esta gracia es un grande
ahorro y mayor que la que nos podrán hacer aquí en los precios, en que no espero
favor ninguno, habiendo experimentado, por lo contrario, muchos desaires y pesa-
dumbre”. [Finalmente, añadía] “El día 21 de octubre a las cuatro y media, minutos
más o menos de la mañana, hubo aquí y experimentamos un terrible temblor de
tierra, mayor sin comparación por su duración y violencia, que el que se sintió
el año de 55 en España... Ha brotado agua salobre y cieno en algunos campos
y haciendas de esta Provincia... No va cacao, porque en esta cosecha no hemos
cogido nada por la gran seca que precedió y se ha perdido mucha arboleda” 1.

1 AHN, Clero 249/5, doc. 63, El padre Ignacio de Olarte al padre Procurador Jaime de Torres, Caracas,
14 de diciembre de 1766.

253
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Esta síntesis fragmentaria y escueta tomaba, a través de noticias sucintas, 254


lo fundamental del momento económico por el que pasaba el Colegio de Caracas
a fines de diciembre de 1766. Sus planteamientos podrían resumirse en:

a.– Extrema necesidad de dinero para cancelar los gastos derivados de la


construcción de un edificio religioso en Caracas y terminar las edificaciones
que se desarrollaban en la hacienda trapiche del valle de Guatire,
b.– Imposibilidad de vender prontamente cuatro haciendas, las que no
menciona, pero que, con seguridad, fueron 'San Ignacio del Tuy', 'San
Francisco de Borja de Caucagua', 'San Luis Gonzaga de Mayupán' y 'San
Francisco Javier de Tacarigua'.
c.– Gravosa dependencia en el abastecimiento de algunas importaciones de
la Compañía Guipuzcoana, tales como géneros para el vestido.
d.– Ocurrencia de una sequía que habría destruido arboledas de cacao, reducido
las cosechas y de un terremoto, de cuyos efectos dentro de las posesiones
del colegio no da noticias.

Dos ideas parecen centrales en esta visión de las necesidades materiales


del colegio: por una parte, su consideración de continuidad de las actividades
y, por otra, su consideración evaluativa de ellas. La primera comportaba un
juicio implícito sobre el contexto global en que se desenvolvía la economía de
la organización y, la segunda, un juicio sobre esa actividad. El primer aspecto
de esta apreciación global es importante, pues revela que no obstante las abun-
dantes informaciones de que disponía el colegio respecto a la mala situación
institucional de la Compañía en Europa 2, la ruptura de su continuidad no se
veía como una posibilidad real de corto plazo. Y además, que en lo fundamental,
la actividad de las haciendas se desenvolvía en un medio económico global
favorable. De ahí que el discurso económico partiera del supuesto de la necesaria
reorganización de las actividades, por medio de la venta de aquellas haciendas
estimadas como deficitarias y el reforzamiento de las que daban beneficios.
El segundo aspecto se refiere al diagnóstico institucional, bastante realista,
sobre las posibilidades económicas de las haciendas que en su conjunto habían
acumulado un patrimonio considerable. El siguiente Cuadro permite comparar
su apreciación al respecto, con el análisis efectuado.

2 AHN, Clero 128/1. Ver resumen de carta al padre Jaime de Torres en España, del 15 de enero
de 1767, en la que se “le da parte de la noticia que ha corrido en esta ciudad sobre que en España se
mueve persecución a los Padres”, f. 11.

254
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 64. Indicadores económicos de los bienes de cuatro haciendas 255


del colegio de Caracas (1767).
Esclavos Árboles Valor/p I/neto Tasa/r
Hacienda
Pesos Pesos Pesos Pesos %
San Ignacio Del Tuy 2.320 5.750 8.711 349 4,0
San Francisco De Borja 4.920 19.511 25.508 1.064 4,2
San Francisco Javier 6.570 11.705 19.019 386 2,0
San Luis de Mayupán 8.250 — 14.000 — —
Total 22.060 36.966 67.238 1.799
Fuente: Para 'San Ignacio del Tuy' ver Tablas XV, XVI, y conclusiones del capítulo uno de la
parte tercera. Para 'San Francisco de Borja de Caucagua', ver Tablas XIX, XX, y conclusiones
del capítulo dos de la parte tercera. Para 'San Francisco Javier de Tacarigua' y 'San Luis Gonzaga
de Mayupán' ver capítulo cuarto de la parte tercera.

De acuerdo a los totales, el calificativo de “haciendas inútiles” concuerda


en cierta medida con los resultados del análisis realizado. Es probable que el
padre Olarte dispusiera de información de conjunto confiable y completa, de
tal modo que su juicio sobre las haciendas debe considerarse como importante,
aunque no necesariamente exacto. El ingreso neto total que ellas devengaban
no alcanzaba el mínimo de 2.000 pesos de renta anual que exigía la Compañía
de Jesús para aceptar la fundación de un colegio en América 3. De ahí la impor-
tancia central que adquiría la hacienda trapiche del valle de Guatire, pues ella
sola podía generar más del mínimo exigido. La tasa de rentabilidad media de
las tres primeras haciendas era de alrededor de un tres por ciento. Debe insistirse
en que, el ingreso neto de San Francisco Javier está calculado antes de pagar
el diezmo, que la situación de las haciendas de cacao y la cañera de 'San Luis
Gonzaga de Mayupán', de la que se desconocen sus resultados, era difícil en
1767, y que en las restantes haciendas estaría computado el pago del diezmo.
La dificultad para el análisis es determinar si esta situación económica era
puramente coyuntural, recuperable con una buena gestión, o si era estructural,
derivada de rasgos económicos que exigían cambios en profundidad para su
corrección, tales como incrementos sustanciales del gasto productivo para
mejorar su rentabilidad. Al parecer, se trataba de la segunda opción.

3 Aguirre Elorriaga, op. cit., p. 98.

255
JAIME TORRES SÁNCHEZ

La 'inutilidad' de las haciendas podría entenderse como resultado de la 256


comparación de sus resultados económicos con ciertos parámetros externos,
tales como tasa de interés e ingreso mínimo exigido a los colegios para su
manutención. El primero fue utilizado por los productores, probablemente,
en sus alegatos con la Corona en la década del cuarenta. Cuando desde 1730 a
1750 bajaron los precios de la fanega de cacao en la Provincia de Caracas, en la
polémica desarrollada entre los productores y los representantes del Estado colo-
nial y la Compañía Guipuzcoana, los cosecheros argumentaron que el precio
de 10 pesos por fanega “no corresponde ni le queda libre al cosechero un
cinco por ciento como pudiera hacerse patente con la práctica de la adminis-
tración de cualquiera hacienda” 4. Podría tratarse de una alusión velada a la
tasa de interés corriente, pues los productores planteaban el debate en el ámbito
de las condiciones de comercialización, en las que se consideraban desfavoreci-
dos respecto a los mercaderes. El segundo, que era más bien un 'criterio',
constituía sólo una exigencia institucional que no medía eficiencia económica,
sino conveniencia institucional. La tasa de rentabilidad era también empleada
por los productores. Pero, a diferencia de los anteriores, era un parámetro que
no reflejaba plenamente la actividad de una hacienda, ya que al cuantificar
la proporción en que el producto se convertía en dinero su magnitud dependía
de la variación del precio del cacao, variable que no fijaba el productor. Eviden-
temente, al padre Olarte le interesaba el ingreso monetario efectivo, en cuanto
el destino final del ingreso neto era sufragar los gastos del colegio, y en ese
sentido las haciendas eran 'inútiles'.
Pero la 'inutilidad' no derivaba tan solo de una consideración de insufi-
ciencia de ingresos por los bajos precios del cacao, es decir, de un bajo retorno
en dinero del producto vendido: era una característica económica que se asociaba
también con la débil magnitud del producto generado. La 'utilidad' de las
haciendas radicaba en la capacidad de éstas para aumentar un patrimonio en
árboles y esclavos, verdaderas condiciones del aumento de la producción física.
Estos aspectos eran los que estaban presentes en el diagnóstico implícito del
padre Olarte en 1766, como se advierte a partir del análisis del Cuadro Nº 65.
De las tres únicas propiedades agrícolas compradas, solamente la ubicada en
el valle de Caucagua tuvo éxito. Tanto en la de Caucagua como en la del Tuy,
el favorable precio del cacao se reflejó inicialmente en resultados positivos.

4 AGI, Santo Domingo 786, Acta del cabildo extraordinario de la ciudad, Caracas, 30 de septiembre
de 1738, s. f.

256
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

CUADRO Nº 65. Acumulación patrimonial en tres haciendas de Cacao del 257


Colegio de Caracas (1746 y 1767).
1746 1767
Haciendas
Nº Pesos Nº Pesos
'San Ignacio del Tuy'
– Árboles 'frutales' 4.672 7.008 5.533 4.841
– Total de árboles. 7.925 8.461 9.769 5.750
– Esclavos. 21 5.120 10 2.320
– V/ Patrimonial. 13.946 8.711
– Superficie (ha) 12,5 15,4
– I/Neto 1.020 349
– Tasa/R (%) 0,7 4,0
'San Francisco de Borja de Caucagua'
– Árboles frutales. 6.007 9.010 11.588 17.383
– Total de árboles. 10.113 17.686 16.335 19.511
– Esclavos. 21 5.540 21 4.920
– V/Patrimonial. 23.735 25.508
– Superficie (has) 15,9 25,7
– I/Neto. 299 1.064
– Tasa/R (%). 1,25 4,2
'San Francisco Javier de Tacarigua'
– Árboles frutales. 3.876 5.814
– Total de árboles. 17.164 11.705
– Esclavos. 32 6.570
– V/Patrimonial. 19.019
– Superficie (ha) 83,5
– I/Neto. 386
– Tasa/R (%). 2,0
Fuente: Para 'San Ignacio del Tuy', ver Cuadro Nº 41, y Nº 48. Para 'San Francisco de Borja
de Caucagua', ver Cuadro Nº 53 y Tabla XX. Para 'San Francisco Javier de Tacarigua', ver
Cuadros Nº 58, Nº 59 y Nº 60, Tabla XXII.

257
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Después que empezó un período de precios a la baja, prolongado hasta 258


fines de la década del cuarenta, la hacienda del Tuy entró en crisis. La segunda
hacienda comprada, ubicada en el valle de Tacarigua, fue la que tuvo los peores
resultados, no obstante que hacia 1752 empezaron a subir los precios del
cacao. Si la propiedad de Caucagua experimentó el impacto de la crisis de
precios de los años cuarenta, se recuperó con mayor rapidez y se desarrolló
de manera sostenida.
Los datos muestran el aumento en número y valor de los árboles entre
los dos años analizados, con el consiguiente aumento de la producción. El rendi-
miento de los árboles pudo haber permanecido estable. La población esclava
mantuvo su número, también su valor; y todo indica que elevó su productividad.
El valor patrimonial alto en el comienzo se incrementó levemente. Por consi-
guiente, su tasa de rentabilidad tendió a acercarse a un 4,5 % en el último año,
pese a que la imposición del diezmo pudo haber tenido efectos gravosos
llevándola a 4,2 %.
En cambio, las otras dos haciendas no revelaron capacidad para reponerse
económicamente cuando llegaron precios mejores para el cacao, a partir de
los cincuenta. La evolución de la acumulación patrimonial sólo puede exami-
narse en el caso de Tuy. Pese a que en ella aumentó el número de árboles, dis-
minuyó el valor total de éstos. Disminuyó el número y valor de los esclavos,
así como el valor patrimonial. Hacia 1767 pudo haber estado mejorando su
tasa de rentabilidad, la que se aproximaba a un 4 %. La hacienda de Tacarigua,
que desarrolló sus actividades después de 1752, con los precios del cacao muy
superiores a los de 1746, que se mantendrían hasta 1767, revela resultados
desastrosos en ingreso neto y en rentabilidad.
Claramente se desprende del análisis anterior que la acumulación patri-
monial fue independiente de la evolución del precio del cacao, por lo que los
problemas de las haciendas no dependieron de los bajos precios. También se
deduce que no todas esas unidades de producción podían ser consideradas como
'inútiles'. Las dificultades de las dos haciendas cacaoteras dependieron de los
factores que obstaculizaban el crecimiento y la calidad de los árboles y los
esclavos. 'San Ignacio del Tuy' era pequeña, con alrededor de 20 hectáreas
de superficie, con tierras en parte de mala calidad. No pudo expandir sus arbo-
ledas sino por resiembra, a fines del período, y todo indica que vio descender
el rendimiento de sus árboles. Sólo la disminución drástica del número de
esclavos y un aumento de arboledas permitió, seguramente, que sus resultados

258
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

mejoraran. En 'San Francisco Javier de Tacarigua' había un mayor número 259


de esclavos, pero este grupo era el que tenía el más alto porcentaje de enfermos.
La hacienda, no obstante que disponía de gran cantidad de árboles y mayores
posibilidades de expansión en superficie, era la que tenía menos árboles pro-
ductivos. Aparte de la baja productividad de los esclavos por sus incapacidades
físicas, tenía severos problemas de drenaje, los que requerían costosos trabajos
de corrección. A esto se agregaba el poco control de sus frutos, ya que tenía
sus arboledas abiertas al camino real y a las haciendas vecinas. Las arboledas
eran, por tanto, de bajo rendimiento por una confluencia de factores no nece-
sariamente ligados a una mala calidad de las tierras.
Se entiende que, bajo condiciones de una escasa disponibilidad de dinero,
el colegio aspirara a vender rápidamente las dos haciendas que no tenían pers-
pectivas económicas, tanto por la magnitud de los gastos requeridos para conti-
nuar su actividad o para reconvertirlas a otros usos, como por el volumen del
patrimonio en juego. Tampoco se debe descartar la hipótesis de una baja capa-
cidad administrativa de los directivos, pues las haciendas ya en malas condi-
ciones en 1767 presentaban numerosas dificultades seguramente previsibles
desde mucho antes para los prácticos de la época. Hacia 1738 ya había casi un
siglo de experiencia exitosa en el cultivo del cacao en la Provincia de Caracas,
de tal modo que, por ejemplo, los obstáculos para la expansión de las arboledas
derivados de su escasa superficie no podían dejar de advertirse. Tal vez pudo
contribuir a la decisión de venta de la hacienda que tenía mejores resultados,
la de Caucagua, el efecto del terremoto de 1766 sobre la producción de cacao.
Se desconoce el impacto que tuvo éste sobre la actividad de las haciendas,
fuera de la observación general que el padre Olarte señala y, de hecho, las esti-
maciones sobre producción que se han hecho en este análisis no lo han contem-
plado. En todo caso, se sabe por el caso de Guatire que pudo haber tenido tam-
bién efectos a largo plazo. Su infraestructura de molienda y cocción debió
ser reconstruida en buena parte en 1772, como se ha señalado.
Si el incremento de la acumulación patrimonial dependía de la ecología,
del saber práctico y de la organización del proceso de trabajo y ese incremento
tenía obstáculos estructurales desde el ángulo del medio natural, el aumento
del ingreso neto dependía del precio del cacao. En la hipótesis de que el Colegio
de Caracas hubiera mantenido la gestión de las haciendas entre 1768 y 1778,
cuando el precio se elevó a 16 pesos la fanega, la tasa de rentabilidad, ceteris
paribus, se habría elevado a 7,5 % anual en 'San Ignacio del Tuy' y 5,7 % en el

259
JAIME TORRES SÁNCHEZ

caso de 'San Francisco de Borja de Caucagua', una vez pagado el diezmo. Es 260
decir, por cada dos pesos de incremento del precio de la fanega, la rentabilidad
se habría elevado en casi un punto. Este componente aparentemente azaroso,
desde el ángulo de los productores, confería a la economía de las haciendas un
sesgo claramente especulativo. El aumento del patrimonio en árboles y esclavos
en condiciones óptimas, al aumentar el producto permitía captar ingreso cuando
los precios del cacao se elevaban, resarciéndose de situaciones desfavorables
de bajo precio de éste. Por eso el control del precio del cacao era una variable
política estratégica dentro de la estructura del poder colonial.
Pero la queja del padre Olarte respecto a la dependencia de la Compañía
Guipuzcoana remitía a un problema en cuyo manejo había fracasado la élite
caraqueña en 1749. Sin embargo, más allá del motivo de la queja, importaría
considerar su verdadera significación, pues se sabe que, en el caso de otros pro-
ductores de cacao de la Provincia de Caracas, sólo parte de las transacciones
de exportación e importación se hacían por medio de la Compañía Guipuzcoana.
El anterior señalamiento dice relación con el grado de dependencia de
la comercialización con la Guipuzcoana. No se dispone de antecedentes al
respecto, pero es posible formular alguna hipótesis basándose en información
todavía precaria. En el acto de expropiación del Colegio de Caracas, el inven-
tario de los documentos encontrados en muchos casos resumió su contenido.
Entre ellos se encuentran algunos recibos de venta de cacao al exterior, los
que se resumen en el siguiente Cuadro.

CUADRO Nº 66. Fanegas de cacao exportado por el Colegio de Caracas.


(1761-1767).
Destino 1761 1762 1763 1764 1765 1766 1767
España 19,4 21,3 52,4 105,7 80,5 29,2 29,1
Veracruz 83,2 — 43,8 11,7 4,9 12,6 19,5
Sto. Domingo — 9,7 — — — — —
Total 102,6 31,0 96,2 117,4 85,4 41,8 48,6
Fuente: AHN, Clero 128/1, doc. cit., Caracas, 16 de junio de 1767, f. 8.

Aunque esta información suscita muchas interrogantes, por lo menos


permite plantear algunas hipótesis. Se desprenden tres conclusiones de ella: una,
que en los diversos años el volumen anual exportado a España era mayoritario;

260
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

segundo, que en el año 1766 y 1767 hubo una violenta caída de esa cantidad 261
y, tercero, que las exportaciones a Santo Domingo parecen ser envíos internos
a la Compañía de Jesús para consumo de sus miembros. Tal vez, el padre Olarte
protestaba contra la dependencia excesiva en la comercialización de su produc-
ción de cacao de la Compañía Guipuzcoana, la que gozaba del monopolio del
mercado metropolitano y cuyas transacciones no permitían captar moneda de
plata efectiva. Los cosecheros de la Provincia de Caracas disponían del mercado
de Nueva España que les permitía el acceso a ese numerario. Los caracteres de
la posición de la Compañía en el mercado del cacao y los rasgos de éste indi-
carían, por tanto, una situación muy desfavorable. Es dudoso que tales aspectos
no hayan sido considerados en la estratégica decisión de orientar la obtención
de ingresos para el colegio hacia el cultivo y procesamiento de la caña de azúcar.
Otro aspecto es el relativo a la formulación del padre Olarte sobre la caída
de la producción por efecto de la sequía anterior a 1766, año del terremoto.
La producción potencial calculada anteriormente para 'San Ignacio del Tuy'
y 'San Francisco de Borja de Caucagua', después de haber restado el diezmo,
era de 189 fanegas. Se advierte que la cifra exportada en 1764, la máxima del
período, no es sustancialmente distinta a la cifra de producción estimada para
1767. Pero también se aprecia la disminución de la exportación hacia 1765 y
1766, que llegó a ser en 1767 un 25 % de la producción calculada para ese año.
En la hipótesis de que estas cifras fueran representativas –y no hay documen-
tación que permita verificarlas– el pesimismo de la dirección del colegio en
las posibilidades de las haciendas de cacao habría estado justificado. El ingreso
estaba afectado por condiciones sumamente adversas: gravamen del diezmo
sobre el producto, dependencia del mercado metropolitano y de la intermedia-
ción de la Guipuzcoana, sin poder concurrir a las exportaciones ilegales. Y,
tal vez, ausencia del mercado de Nueva España, único que garantizaba retornos
en monedas de plata.
En todo caso, si no hay dudas de que los resultados económicos de las
haciendas cacaoteras en 1767 revelaban serias dificultades, el análisis además
ha mostrado que estaban en curso medidas tendentes a mejorar los resultados,
probablemente desde inicios de la década de los sesenta. Se advierten síntomas
del éxito inicial de estas medidas en la reorientación hacia la cañicultura y
el aumento del gasto productivo en la hacienda trapiche del valle de Guatire,
pero también en la venta de la hacienda de Mayupán, que había sido obtenida
por donación y estaba dedicada al cultivo de la caña. Disponía de unas 358 ha
que la convertían, junto con las 280 ha de San Felipe, en la propiedad de mayor

261
JAIME TORRES SÁNCHEZ

tamaño. Mayupán constituía un patrimonio considerable de un valor aproximado 262


de 11.000 pesos, con 33 esclavos, en los momentos en que estuvo gestionada
directamente por el colegio, y existe la evidencia de que fue arrendada por un
tiempo. Casi con seguridad el ingreso que ella devengaba, ya por gestión directa
o por su arriendo, tuvo que haber sido muy bajo, pues tenía dos problemas cen-
trales: tierra poco fértil y déficit de agua, dos elementos fundamentales para
los rendimientos en el cultivo de la caña. La venta de Mayupán y la ampliación
del trapiche del valle de Guatire indicarían que, hacia 1767, el Colegio de Cara-
cas empezaba a ver los primeros síntomas positivos de una readecuación econó-
mica de sus bienes productivos al aprovechamiento de las posibilidades del
mercado interno colonial, a saber, la producción de azúcar.
La hacienda azucarera de Guatire fue, por tanto, el eje del reordenamiento
económico, pues era la que generaba mayores ingresos y la que había sido
objeto del mayor gasto productivo, probablemente. Hacia 1767, sin embargo,
la hacienda no pasaba por un buen momento económico, a lo que se añadía el
límite alcanzado por su evolución patrimonial en árboles y esclavos que, tal
vez, era el máximo alcanzable dentro de la dotación de recursos disponibles
en el valle. Algunos datos ya presentados en un examen anterior merecen
algunos comentarios adicionales.

CUADRO Nº 67. Situación patrimonial de la hacienda de Guatire (1753 y 1767).


Concepto 1753 1767
CAÑA (has)
Cultivada 30,63 5,27
En producción 19,57 0,71
ESCLAVOS
Total 48 93
En edad productiva 32 48

Fuente: Cuadros Nº 18, Nº 19 y Nº 27.

Estos datos proporcionan una visión de la situación económica de esta


hacienda en las dos coyunturas que enmarcan su evolución en el período com-
pleto de la gestión jesuítica, el momento en que la Compañía de Jesús se hizo
cargo de la donación y el momento que precedió a su expulsión. La apreciación

262
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

del patrimonio total aquí es necesariamente distinta a su examen en las hacien- 263
das cacaoteras ya que no se trata de un cultivo extractivo. La caña tiene un
ciclo biológico corto y, por tanto, la potencialidad productiva depende de la
superficie cultivada y de la capacidad de expansión de ésta. La cantidad óptima
de esclavos dependía, como en las haciendas de cacao, del número de árboles,
del volumen de caña a cortar y procesar. En mayor medida que el cacao, sin
embargo, la caña requiere de la fertilidad del suelo, el que tiende a agotarse
por el cultivo continuo. Número de esclavos y superficie agrícola disponible,
cultivada o en producción, son los indicadores de la evolución de la acumulación
patrimonial.
Como ya se ha señalado, en 1767 la disminución de la superficie cultivada
por problemas de escasez de agua debido a la sequía debió significar un fuerte
impacto en la producción e ingreso. El problema de fondo, sin embargo, no
era esta disminución coyuntural del producto, sino el hecho de que los recursos
hídricos del valle habían mermado, dado el nivel de extensión del cultivo. Los
conflictos sobre el agua, al expresar la colisión de intereses entre las haciendas
usufructuarias del líquido, tendieron a intensificarse. Independientemente de
la disponibilidad de superficie agrícola apta para la caña, el problema del agua
era decisivo para trazar un límite infranqueable a la expansión productiva de
'Nuestra Señora de la Guía de Guatire'. Dada tal situación de escasez, alcanzar
esos límites de producción sólo era cuestión de tiempo.
No se puede precisar si dentro del horizonte histórico de los actores tales
problemas eran percibidos. Pero ello no quiere decir que no estuvieran plantea-
dos económicamente. El hecho mismo de la compra de la hacienda por el
marqués del Valle puede considerarse un mecanismo que resolvía el obstáculo
planteado a todas las haciendas del valle de Guatire. El aumento del ingreso
para un propietario de hacienda era posible por la vía de la adquisición de las
propiedades colindantes. La regulación jurídica del uso del agua –de la cual
hubo un ejemplo, al parecer– y la concentración de la propiedad de la tierra, eran
dos vías de resolución del problema de acumulación ya insinuadas en la evolu-
ción del valle. De no haber mediado la expropiación de los bienes de la Com-
pañía de Jesús en 1767, es posible que el Colegio de Caracas hubiera tenido
que utilizar el método de la compra de propiedades colindantes para mantener
y/o aumentar los niveles de ingreso en 'Nuestra Señora de la Guía'. La expansión
patrimonial de la hacienda presentaba obstáculos y el hecho que ya apuntaran
en el horizonte económico problemas al respecto indica, precisamente, el éxito
alcanzado en la gestión de la hacienda.

263
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Si esos eran los límites acotados por la economía local para la principal 264
empresa de la Compañía, los márgenes económicos definidos por el contexto
colonial ya han sido precisados. La decisión de las autoridades del Colegio de
Caracas de contar con una fuente de ingresos a partir de la economía del cacao,
se tomó en una coyuntura en la cual la capacidad expansiva del cultivo tendía
a agotarse, por la disminución de espacio agrícola fértil y accesible económi-
camente. Las haciendas de cacao del Colegio se ubicaron en el área regada
por el río Tuy, región situada al sur y al oeste de Caracas que desde 1640 hasta
1740 había posibilitado la expansión de la economía del cacao, pero la cual
también había disminuido su intensidad expansiva desde 1720. En un contexto
económico desfavorable para el principal producto de exportación, las posibili-
dades de consolidación de la economía del colegio se vieron afectadas. A su
vez, la decisión de comprar 'San Ignacio del Tuy' se reveló errónea, pues, a todas
luces, ésta se localizaba en un área de tierra de baja calidad –cercana a Ocumare,
estaba en la región del Alto Tuy ocupada desde fines del siglo XVII– lo que
finalmente se reflejó en un bajo rendimiento por árbol. A ello se unió la escasa
superficie de terreno y un número de árboles, cerca de 8.000, que estaba por
debajo del promedio que poseían las haciendas de los sectores sociales del
Alto Tuy no pertenecientes a la élite caraqueña hacia 1744 5.
La decisión de comprar la segunda hacienda, 'San Francisco de Borja
de Caucagua', la única que hacia 1767 podría considerarse exitosa, revela un
mejor conocimiento de la actividad económica y un adecuado asesoramiento.
Se localizaba en el área del Bajo Tuy, dotada de tierras de mejor calidad –la
sub-región se había incorporado más tarde al cultivo– lo que se expresó en
la mayor cantidad de árboles en producción con un rendimiento estable y en
arboledas de un tamaño, 10.000 árboles, que las aproximaba al tamaño medio
de los predios de la élite caraqueña en 1744 6.
De la tercera hacienda comprada, 'San Francisco Javier de Tacarigua, sólo
se conocen datos de 1767 y como no existe otra información económica, éstos
no pueden ser comparados. Pero no cabe ninguna duda de que su compra
fue una decisión con resultados desastrosos para la Compañía de Jesús. De
tal modo que, cuando en 1752 se recibió la donación de la hacienda de 'Nuestra
Señora de la Guía', la continuidad económica del colegio iba a estar severamente
5 En 1744, en el Alto Tuy el promedio de árboles por hacienda de la élite era de 13.000 y el de la
'no élite' de 8.500. Ver Ferry, op. cit., p. 127, Fig. 10a y 10b.
6 Ibid. En 1744 en el Bajo Tuy el promedio de árboles por hacienda de la élite era de 12.000 y de
la 'no élite' de 6.500.

264
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

amenazada pues se iniciaba la caída vertical de los ingresos del cacao. La tardía 265
vinculación de los ingresos de la institución con el sector exportador de la
economía colonial imposibilitaba el crecimiento de las fuentes de financiamiento
de sus actividades. La hacienda donada permitía aprovechar las posibilidades
de crecimiento del mercado interno colonial, por lo que a mediados de la
década del sesenta el colegio decidió cambiar su estrategia económica, como
ya se ha visto.
La evolución del complejo contrapunto entre decisiones y contexto en
el cual éstas se tomaban, entre voluntad y realidad, a que remite el desarrollo
del Colegio de Caracas, tuvo en sus dimensiones económicas un curso paradó-
jico. El intento de construir una base de sustentación en la economía del cacao
para obtener un ingreso regular y consolidar la institución, encontró rápidamente
una coyuntura adversa en los precios del cacao y dificultades ecológicas,
esterilizándose en un contexto de oportunidades decrecientes para el cultivo.
Y cuando surgieron las posibilidades de aprovechamiento de la expansión de
actividades económicas ligadas al mercado interno colonial, como la cañicultura,
la institución fue expulsada de los dominios de la Corona, sin considerar que
los límites de producción de su principal hacienda ya eran claros hacia 1767.
Al mismo tiempo, hubo malas decisiones de compra y dificultades para la
gestión de las haciendas de cacao. Por eso, la dotación inicial de riqueza que
posibilitó la puesta en marcha del colegio no parece haber experimentado un
crecimiento absoluto importante, aunque su monto total era de consideración.
En 1750, el valor total de su patrimonio era de 98.066 pesos –Cuadro Nº 1–
suma que en relación con el Producto global de la Provincia de 1752 –Cuadro
Nº 38– equivalía al monto del consumo de productos del ganado. Cuando en
1767 fue expulsada la Compañía, sus bienes ascendían a 132.369 pesos. Si
el Producto de la Provincia de Caracas en 1767 hubiera mantenido las mismas
dimensiones del de 1752, el valor de tal patrimonio dentro de aquél habría
aumentado relativamente, de 5 % a un 7 %.
Aún cuando el contrapunto entre decisiones y realidades que los condicio-
nan fue paradojal en su desarrollo histórico, pues pese al fracaso de las haciendas
cacaoteras hubo un incremento de la riqueza del colegio, en la coyuntura, el
diagnóstico y las decisiones de sus autoridades muestran coherencia, dentro de
la lógica de una economía afectada por las turbulencias de los precios del cacao,
del clima y de la sociedad. Esa coherencia surge de la experiencia de organi-
zación, de dirección de la institución, y del conocimiento práctico de la realidad

265
JAIME TORRES SÁNCHEZ

económica colonial. Es este último aspecto el más atractivo, aunque sea la 266
dimensión sobre la cual existe menos información documental.
Para la Compañía de Jesús en Caracas, las haciendas fueron principalmente
medios de obtención de recursos que les permitieron financiar su actividad
educativo religiosa y, en ese sentido, su actuación económica no difería de
la de otros colegios en la sociedad colonial. El patrón de desenvolvimiento de
esa actividad en el área de la Provincia fue similar a la de su homólogo meri-
deño. La compra y las donaciones, la expansión de las actividades rentables
y el cese de aquéllas que desaconsejaba la experiencia del mercado, junto con
una administración cuidadosa de los bienes, constantemente evaluada por las
autoridades superiores, constituyeron rasgos generales en la experiencia econó-
mica jesuítica. La creación y desarrollo de este complejo colegio-haciendas pu-
do, por tanto, orientarse por criterios económicos similares a los de otras expe-
riencias históricas de la Compañía de Jesús.
Así, es posible percibir en la decisión del padre Olarte de concentrar los
recursos y esfuerzos en la elaboración de azúcar en la hacienda de Guatire,
un criterio que se orientaba al aprovechamiento de las oportunidades del mer-
cado en el rubro más rentable. Se trata de un claro principio de eficacia que se
plantea como objetivo maximizar el ingreso, en función del cual se tomó la
decisión complementaria de vender las haciendas cacaoteras. Paralelamente,
en el cambio de patrón de refinación y la reorganización de la actividad de
trabajo en la misma hacienda, se advierte un principio de eficiencia, por el cual
se trataba de aprovechar los recursos para maximizar el producto. En un sentido,
se trataba de adaptarse a las posibilidades del mercado para el logro de objetivos
de ingreso y, en el otro, de administrar adecuadamente los recursos para mejorar
resultados en el producto. La orientación al ‘ingreso’ no lo era a la ‘ganancia’
pues, por una parte, la optimización en las decisiones económicas y adminis-
trativas se subordinaba a un objetivo institucional religioso y no a la ampliación
de la riqueza en sí. Y, por otra, el retorno neto en dinero se calculaba sobre el
valor de los desembolsos dinerarios en trabajo empleado, con precios de compra
dados para el productor cacaotero. El gasto en tecnología, en el caso de la pro-
ducción de azúcar, no modificaba sustancialmente tal lógica económica. Por
ello, no es posible teóricamente identificar 'gasto productivo' con 'capital
productivo' 7.

7 La consideración ahistórica de la ‘ganancia’ puede llevar a introducir criterios comparativos


subyacentes también ahistóricos: “Los jesuitas no eran señores de la tierra; las ganancias, no el prestigio

266
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Dentro de las opciones económicas limitadas para la obtención de ingresos 267


en la Provincia de Caracas, las decisiones de involucrarse en el cultivo del cacao,
y después en el azúcar, pueden verse como expresiones del supuesto conservador
de minimización de riesgos. Este componente defensivo en una estrategia
económica de 'playing safe' parece un rasgo derivado de la necesidad de evitar
riesgos, para asegurar la continuidad de los ingresos exigidos por el funcio-
namiento de los colegios y misiones en constante expansión 8. Pero también,
en el caso de la Provincia de Caracas, se asocia a un rasgo característico de los
productores cacaoteros advertido por Depons: la prudencia 9. Esto pone de
relieve como los principios empíricos que orientaban la práctica económica
jesuítica eran parte de un proceso pragmático de adaptación a los rasgos de
funcionamiento de la economía colonial. En ese sentido, conviene llamar la
atención sobre el hecho de que la orientación a maximizar el ingreso comportaba
la exigencia de desarrollar con mayor eficacia la dinámica de la acumulación
patrimonial, cuyo resultado era finalmente el aumento cuantitativo del producto.
No se trataba tampoco de una característica específica de la actividad económica
jesuítica. Como lo ha señalado un autor,

“la idea de no utilizar sus haciendas eficientemente ... era extraña al pensa-
miento jesuita. Evidencias de otras haciendas del siglo XVIII sugieren que
los jesuitas no fueron los únicos en sostener tales puntos de vista. El hacen-
dado secular puede no haber sido siempre capaz de explotar todas sus
posesiones rurales con eficacia, pero la constante necesidad de mantener
su riqueza, que pudo ser traducida en poder y prestigio, proporcionó un
poderoso estímulo para hacerlo. El riesgo involucrado en no intentar
maximizar la producción perdió terreno con competidores más exitosos,
cuyos ejemplos estaban siempre disponibles” 10.

social, motivaban el desarrollo de sus propiedades”. Supuesta una 'modernidad' empresarial puede examinarse
análogamente el “desarrollo jesuita”, concluyendo que “se asemeja más a la estrategia de una corporación
moderna para formar un monopolio que a la de un terrateniente del siglo XIX enfocada a erigir un bastión
feudal”. Ver J. Denson Riley, “Santa Lucía: desarrollo y administración de una hacienda jesuita en el siglo
XVIII”, en E. Florescano (coordinador), Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina, México,
Siglo Veintiuno Editores, 1979, ps. 247-248.
8 Konrad, op. cit., p. 316, “The college haciendas did not get involved in untried activities, prefering
to follow the commercial trends of their regions... This strategy of 'playing safe' avoided the risk of
entrepreneurial daring, relying upon superior mangement to produce steady income levels”.
9 Depons, op. cit., II, p. 297. “son suaves, honrados, afables y, sobre todo, excesivamente corteses. Si
su resolución en los negocios es escasa, menos aún es su audacia. Todas sus empresas se resienten de esa
timidez que ellos llaman prudencia”.
10 Konrad, op. cit., p. 316, “the idea of not utilizing their haciendas efficiently ... was foreign to jesuit
thinking. Evidence from other eighteenth-century haciendas suggests that the Jesuits were not alone in

267
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Los resultados de la investigación empírica sobre la élite colonial en la 268


Provincia de Caracas prueban que, en tanto productores, se orientaban al ingreso
para aumentar el consumo y ello estaba vinculado a la necesidad de poder y
prestigio 11. Si en ello radicaba la dinámica de la acumulación patrimonial –el
aumento constante de árboles y esclavos– el productor institucional jesuita
también se adaptaba a las mismas exigencias económicas. La diferencia radicaba
en que ese patrón de comportamiento acumulativo se veía intensificado por el
hecho de que para la Compañía de Jesús, en la competencia por el poder y pres-
tigio, éstos eran un medio para desarrollar sus propios objetivos institucionales y
no un fin en sí. En otros términos, la subordinación de las haciendas a un poder
corporativo aseguraba la continuidad del proceso de acumulación de riqueza
como se ha advertido 12, pero la naturaleza de esos fines institucionales intensifi-
caba la aplicación de los principios de acción económica que se estimaban
adecuados. En la misma medida en que se intentaba maximizar el producto
se intentaba la creación de nuevos ingresos: “Los jesuitas intentaron consisten-
temente maximizar todos los medios disponibles de creación de ingresos ...
En todas las épocas enfatizaron el tipo de actividad productiva calculada para
producir el máximo de ingreso.” 13. Así como la Compañía se orientaba a cum-
plir sus propios objetivos religiosos, los administradores de las haciendas se
orientaban a aumentar los ingresos para los colegios y, en esos términos, ni
la riqueza ni los ingresos eran un fin en sí. De la misma manera, para los pro-
ductores seculares esa riqueza era sólo un medio para el consumo de bienes
económicos, manufacturas europeas, y sociales como poder y prestigio. En
una economía colonial no moderna, sus productores sólo podían actuar de modo
no moderno, y ese era el contexto y comportamiento de la organización econó-
mica jesuítica. Por tanto, nada más lejos de esta conducta económica que una
pretendida racionalidad empresarial capitalista.

holding such views. The secular hacendado may not always have been able to exploit all his rural holgings
effectively, but the constant necessity to maintain his wealth, which could be translated into power and
prestige provided a powrful stimulus to do so. The risk involved in not attempting to maximize production
was to lose ground to more succesful competitors, examples of which were always at hand”.
11 Ferry, op. cit., ps. 100-101. Al estudiar los casos de las haciendas de cacao de los Liendo y la estancia
triguera de los Rodríguez Santos “the guardians were able to provide their young charges with spouses,
a place in the convent, formal education, clothing, and other material goods deemed appropiate for their
social station. In both cases the cost of these things, which is to say the expenditure necessary to meet
and maintain the elite standard of material wealth in seventeenth-century Caracas, was approximately
equivalent to the net income from these properties”.
12 Konrad, op. cit., ps. 330-331.
13 Ibid., ps. 210-211.

268
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

El carácter corporativo de la gestión económica, por tanto, explica su capa- 269


cidad de logro y sobre todo la escala en que se desarrolló, pero no su naturaleza
histórica. Ni siquiera los mecanismos para intensificar la acumulación del
patrimonio dinerario y de bienes fueron creaciones exclusivas, pues la acu-
mulación de riqueza por la vía de la organización de complejos de actividades
interrelacionadas fue también un procedimiento característico en la economía
colonial. Hacia 1784, en la Provincia de Barinas, don José Ignacio Pumar era
propietario de 11 haciendas y hatos, con 340 esclavos, 145.000 hectáreas y una
producción anual de 4.000 novillos. A la posesión de ganado y esclavos agre-
gaba haciendas de producción de cacao, tabaco, caña de azúcar, añil y la propie-
dad de medios de transporte fluvial y terrestre, con fuertes cantidades de dinero
en efectivo; cuyo conjunto constituía una organización productivo-mercantil
que le deparaba una renta anual de 80.000 pesos 14.

Por tanto, se puede concluir que:

a.– En las condiciones de producción de una economía colonial fundamentada


en la acumulación de patrimonios materiales y dinerarios, las haciendas
jesuíticas del Colegio de Caracas se orientaban a la maximización del
producto y del ingreso. De ahí que sea legítimo afirmar que su dirección
se fundaba en una estrategia de acción que privilegiaba el logro y la
seguridad, tendiendo a disminuir los gastos y los riesgos y no los costos
y la incertidumbre, como ocurre en una economía moderna. Se tienen
evidencias generales de la racionalización del proceso de trabajo, que
privilegiaba la delegación de poder y la iniciativa en el ámbito local,
manteniendo un alto nivel de rendimiento de los trabajadores, y de la
introducción de mejoramientos técnicos en la organización del mismo.
b.– La hacienda azucarera 'Nuestra Señora de la Guía' de Guatire fue la unidad
productiva que aportó la mayor parte de los ingresos del colegio y, en la
década de los sesenta, fue el eje de un reordenamiento económico tendente
a aprovechar las nuevas posibilidades de beneficios que generaba el
mercado interno colonial, cuando se intentaba abandonar las actividades
exportadoras cacaoteras. La expansión y mejoramiento de sus instalaciones
parecen haber sido excepcionales en el conjunto de las haciendas azuca-
reras de la región colindante con la capital de la Provincia de Caracas.

14 Virgilio Tosta, Economía y poblamiento en Barinas (1577-1810), Caracas, Editorial Sucre, 1982,
ps. 138-141.

269
JAIME TORRES SÁNCHEZ

c.– Esta hacienda azucarera estaba en 1752 en el grupo de las seis empresas 270
que producían casi el 40 % del ingreso bruto de la cañicultura de la región
contigua a la capital. Es probable que hacia 1767, con posterioridad a
la ampliación de sus instalaciones, su significación dentro de esas seis
haciendas haya aumentado.
d.– La hacienda 'Nuestra Señora de la Guía' aumentó sustancialmente su pro-
ducción cambiando el patrón de refinación, durante el período 1753-1767,
por medio de una transformación tecnológica del 'trapiche tradicional',
bajo una forma mejorada, en 'ingenio'. El mayor producto fue posible
por el aumento de la dotación técnico-material, en la que tendió a pesar
más el gasto en edificaciones, y por el aumento en el número de esclavos.
Ello permitió una división y especialización del trabajo, de tal modo que
el incremento de productividad puede atribuirse a un cambio organizacio-
nal antes que a un cambio técnico-productivo. Se re-encuentra así un
principio de cambio tecnológico, sin modificación sustancial en las trans-
formaciones micro-económicas, similar al que se advierte en una economía
azucarera como la cubana de la segunda mitad del siglo XVIII. Lo notable
del caso de Guatire es que tales modificaciones no fueron resultado de
un contexto expansivo exportador, sino efecto de una decisión empresarial,
al parecer aislada, al interior de una unidad productiva, aunque estimulada
por la demanda colonial interna.
e.– Considerando la totalidad de la riqueza acumulada por el colegio y bajo
la hipótesis de una tendencia a la desaceleración económica de la Provincia
de Caracas en el período, su patrimonio habría aumentado en términos
relativos de un 5 % a 7 % del Producto total entre 1750 y 1767, no obstante
que el aumento absoluto de 98.066 a 132.369 pesos podría considerarse
poco importante. Pese a las dificultades de las haciendas del colegio y
a un entorno económico desfavorable, el aumento relativo de este patri-
monio puede evaluarse como significativo dentro de una economía colonial
como la de la Provincia de Caracas. Sobre todo si se considera que algunas
evidencias señalan que la élite mantuana, más allá de las declaraciones
iniciales a favor de la fundación del colegio, no parece haber apoyado
económicamente de manera decidida a la Compañía de Jesús.

270
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ARAH Archivo de la Real Academia de la Historia, Madrid.

AGI Archivo General de Indias, Sevilla.

281
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2.– Examen de fuentes y metodología

El más importante estudioso de la historia de la Compañía de Jesús en


Venezuela, el padre José del Rey Fajardo, S. J., ha establecido como premisa
básica de la 'lógica archivística' de los fondos documentales para el estudio
de la Orden, “la factibilidad de encontrar documentación jesuítica en los
lugares más insospechados” 1. Tal vez, dicha proposición debería redefinirse
para el caso específico del Colegio de Caracas, objeto de estudio de este libro,
señalándose que las posibilidades de encontrar documentación al respecto están
estrictamente limitadas a unos pocos archivos, cuyo legado, además, ha sufrido
un deterioro persistente hasta hoy día. Se sabe, por ejemplo, que en el momento
de la expropiación de los bienes del colegio en 1767 se inventarió toda su conta-
bilidad, con los libros de cuentas sobre producción, esclavos y los restantes
aspectos de la economía de las haciendas, que hasta el momento no han
aparecido. De igual modo ha desaparecido buena parte de la documentación
sobre Temporalidades, incluido el 'Libro diario de Temporalidades de cargo
y data', que había subsistido hasta 1940. La documentación económica para
el estudio de la riqueza del Colegio de Caracas en el siglo XVIII es, por tanto,
escasa e incompleta. Lamentablemente, es dudoso que los distintos aspectos
cubiertos por esta investigación puedan ser ampliados y profundizados
documentalmente.
No obstante, dichos obstáculos no restan interés al conocimiento que se
puede obtener de tan limitadas disponibilidades de información. El proceso
de construcción de las bases de funcionamiento de este colegio, a la luz de
las conclusiones a que llega este trabajo, pone en evidencia los mecanismos,

1 José del Rey Fajardo, S. J., Fuentes para el estudio de las misiones jesuíticas en Venezuela (1625-
1764), San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1988, p. 8.

283
JAIME TORRES SÁNCHEZ

las decisiones y los riesgos que enfrentaban los productores de la Provincia 284
de Caracas en un período excepcionalmente difícil, política y económicamente.
Por ello, el tema, aunque sólo permite un acceso limitado a su conocimiento,
proporciona una buena visión de cómo se formaba la riqueza en una economía
agraria, exportadora y colonial.
Se ha dispuesto del material ofrecido por el Archivo Histórico Nacional,
de Madrid, Sección Jesuitas; del Archivo Nacional de Chile, Fondo Jesuitas
de América; del Archivo de la Provincia de Toledo, S. J., en Alcalá de Henares;
del Archivo de la Real Academia de la Historia, Madrid, y del Archivo General
de Indias, Sevilla. Las indagaciones en el Archivo Nacional de Bogotá, Colom-
bia, y en el Archivo General de la Nación, Caracas, Venezuela, resultaron infruc-
tuosas para la temática específica de estudio de este trabajo. Asimismo, el
Archivum Romanum Societatis Iesu, Roma, aparte de tener pocos materiales
sobre Venezuela, sus contenidos no son susceptibles de ser aprovechados con
fines de análisis microeconómico, según comunicación personal del padre
José del Rey F., S. J., y del padre Francisco de Borja Medina, S. J.
Para el análisis cuantitativo de la actividad de la hacienda y trapiche ‘Nues-
tra Señora de Guatire’ se han utilizado básicamente los siguientes inventarios
y avalúos obtenidos de los archivos consultados.
1.– Inventario de la hacienda realizado en el valle de Guatire, 19 de
octubre de 1753, por el licenciado don Cristóbal de García, cura coadjutor
de Guatire a petición del juez provincial y vicario general del obispado de
Caracas. Se encuentra en Archivo Histórico Nacional de Madrid, en la Sección
Clero /Jesuitas, legajo 128/15, folios 54 v.-62 v.
2.– Inventario de la hacienda realizado por el corregidor y justicia mayor
don Roque Pérez a petición del gobernador y capitán general de la Provincia
de Caracas, en el valle de Guatire, 23 de junio de 1767, Se encuentra completo
en AHN, Madrid, en Clero/Jesuitas, legajo 128/1, Guarenas, 16 de junio de
1767, folios 64-97. El mismo inventario está junto a un avalúo en AHN, Clero
126/33, valle de Guatire, 17 de mayo de 1768, fs. 1 v.-20 v., copiado del anterior
en el momento en que el gobernador solicitaba peritos para evaluar la hacienda,
en el expediente de 329 folios titulado: “Nº2. Año de 1775. Testimonio de la
tasa, retasa, subasta y remate del Trapiche de Guatire de las Temporalidades
de los Jesuitas de Caracas; con sus incidencias. Ascendió últimamente a 53.838
pesos en que se incluyen 200 pesos de Principal perteneciente al Convento
de Monjas Concepciones, de que es hipoteca dicho trapiche. 5a. Pieza”. En el

284
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

folio 20 v. se interrumpe la numeración del legajo, pues el folio siguiente es 285


el 50 v., en donde consta el resto de los avalúos de los 'tablones de caña' de
la hacienda. Por tanto, faltan los folios comprendidos entre el 21 v. y el 50.
El legajo continúa con un avalúo del carpintero, otro del albañil y del herrero,
hasta el folio 78. Oficialmente el avalúo terminó el 20 de julio de 1768 y consta
de las siguientes partes:
Parte final de un avalúo de tablones, 3 de junio de 1768, fs. 51-53.
Avalúo de pinturas del oratorio, 3 de junio de 1768, fs. 53 v.-55.
Avalúo del carpintero, 10 de junio de 1768, fs. 55 v.-64.
Avalúo del albañil, 14 de junio de 1768, fs. 64-73 v.
Avalúo del herrero, 16 de junio de 1768, fs. 73 v.-78.
3.– Cotejo e inventario de la hacienda realizado por don Francisco de
Palacios y Sojo, por disposición del gobernador y capitán general, en el valle
de Guatire, 1º de julio de 1772. Se encuentra en AHN, Clero 126/33, fs. 126
v.-158. Este inventario se continuó con distintos avalúos de los bienes:
Avalúo del herrero, sin fecha, fs. 159 v.-162;
Avalúo del albañil, 17 de julio de 1772, fs. 162 v.-176.
Avalúo del carpintero, sin fecha, fs. 176 v.-188 v.;
Avalúo del herrero, sin fecha, fs. 188 v.-192;
Avalúo de esclavos, sin fecha, fs. 192-197 v.;
Avalúo de animales, sin fecha, fs. 197 v.-198 v.;
Avalúo de tablones, sin fecha (incompleto), fs. 198 v.-201 v.;
Avalúo de tierras, Caracas, 24 de julio de 1772, fs. 201-203.
El análisis de los inventarios de 1753, 1767 y 1772, dio como resultado
las tablas estadísticas que se adjuntan en el Apéndice. Ellas no constituyen
'información' proporcionada directamente por la fuente, sino que se presentan
como un primer nivel elaborado, es decir, son estrictamente 'datos' construidos
por una previa operación de análisis. Esto quiere decir que la información
cuantitativa presente en el documento ha sido revisada, primero, en la
consistencia y naturaleza del documento –la parte más difícil probablemente
del análisis– y, después ha sido organizada en 'variables'. Las variables
dispuestas en las tablas, por tanto, son un resultado depurado y por consiguiente,
están disponibles para su reelaboración según las necesidades del análisis
posterior y de acuerdo a las técnicas estadísticas convencionales.
Así, los documentos plantearon distintos problemas en lo referente
al examen de la superficie cultivada. Lo importante era construir conceptos

285
JAIME TORRES SÁNCHEZ

cuantitativos que pudieran ser comparados en el tiempo, cuyo contenido sólo 286
podía ser definido aproximadamente, a partir de la propia información histórica
y no por un examen conceptual previo. Las dos variables importantes para
el análisis fueron aquí ‘etapas de crecimiento’ y la ‘calidad de las plantas’.
La primera se entiende como las fases del desarrollo agronómico de la
‘Sacharum Officinarum’, en la que se distingue una fase en la cual la planta
no está en condiciones de ser procesada para la obtención de azúcar o papelón,
lo que ocurría con un margen variable de 11 a 14 meses. Y una fase en la que
la planta ya dispone del zumo adecuado para tal operación, momento en que
los prácticos estimaban se encontraba “en sazón para molerla”.
En el examen de la Tabla I, para 1753, se asume que los valores de la
columna 'edad de la caña' indican el tiempo transcurrido después del último
corte, los que están señalados en la mayor parte de los casos y cuyo total es
igual a los valores de la columna 'número de cortes'. No podría corresponder
al tiempo de sembrado de las plantas ya que, por ejemplo, los tablones Nº 2 y el
Nº 3, con ocho meses de edad, tienen seis y un corte, respectivamente, y una ca-
ña con este tiempo de sembrado no estaba en etapa de corte. La categoría
'madura', por tanto, se refiere en este año a las plantas productivas, susceptibles
de ser cortadas para molerlas. La documentación no proporciona la información
de los meses a partir de los cuales la planta se considera en tales condiciones.
Las observaciones de los prácticos sobre la calidad de la caña se han clasi-
ficado en aquéllas que dan cuenta de la no existencia de problemas de creci-
miento, o plantas “buenas”, y aquéllas que los tienen. En este caso hay varias
designaciones, “fallas”, “muy fallas”, “muy fallado”, “maltratado”, etc., todas
las cuales señalan pero no especifican el tipo de problema detectado. A éstas
las hemos agrupado en el concepto de 'Regular'. Se trata de una dicotomía sim-
ple que se adapta a las observaciones documentales y que permite el análisis
comparativo.
La variable 'superficie sembrada' fue calculada a partir de los dos valores
proporcionados por la documentación, los que designan el “largo” y el “ancho”
de los tablones. Dado que tendían a sembrarse en cuadros, como se sabe, se
ha asumido un ángulo recto. Los valores no plantean dudas más allá de las
razonables respecto a las mediciones efectuadas por prácticos.
Las informaciones documentales que se presentan en la última columna
se interpretan como observaciones relacionadas con la situación del tablón
en tanto pedazo de terreno. Se advierte que éstos suponen dos significados
polares: tierra recién sembrada versus tierra sembrada desde antiguo y tierra

286
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

recién abierta al cultivo versus tierra ya en cultivo desde hace un tiempo. Para 287
un análisis más seguro se ha considerado sólo la información denominada por
“tierra nueva” a la que se ha opuesto la categoría contraria que agrupa los
restantes casos.
En la Tabla II, que ordena la información del inventario de 1767, los tablo-
nes que presentan cortes corresponden sin duda a plantíos que entraban a la etapa
productiva, aunque no se señalan los meses en que esto ocurría. Ello indica que
esta observación es independiente y que, por tanto, los meses que señalan los
observadores corresponderían al tiempo de sembrado de las plantas y no a la
edad de ellas después del último corte. Como en la columna final se identifican
claramente los plantíos cuya caña está en condiciones de ser molida y de éstos
no se señala el tiempo de sembrado, se deduciría que en ese año se estimaba que
todavía las cañas con 11 meses de sembrado no estaban en etapa productiva.
Esta consideración tiene un gran peso en la argumentación que se presenta.
La variable 'superficie sembrada' ha sido calculada a partir de los cuatro
valores ofrecidos por la documentación, aunque hay algunos casos de tres va-
lores y un caso de dos valores, resultados de la medición de tierra realizada
en ese año. Ellos corresponden a los puntos norte/sur y oriente/poniente, especi-
ficados por los prácticos. Así, el tablón Nº 1, “el Buboso” en la documentación,
“tiene por el oriente ciento y ochenta y cinco varas, por el poniente ochenta
varas, y por el norte ciento y cuarenta y cinco, triángulo” 2. Los tablones se
han considerado como figuras poligonales irregulares y se ha calculado su área
por un procedimiento geométrico cuando no se menciona un carácter triangular.
En el resumen del avalúo de tablones de caña de 1768, se lee: “Avaluaron
las treinta y cuatro fanegadas de tierra bajo de riego con su acequia corriente,
y alegre, las quince fanegadas que mensuraron los terceros, donde están
plantados los tablones de caña, y las diez y nueve que constan del inventario” 3.
Se interpreta que tales quince fanegadas eran áreas bajo riego que disponían
de tablones de caña cultivada que, de acuerdo a los cálculos de la Tabla II, eran
de un área muy inferior. En otros términos, la cita describe el área bajo riego
y no el área cultivada en 1767.
Obviamente, los problemas detallados anteriormente derivan del hecho
general de que las preocupaciones del investigador son muy distintas de las
del práctico de la época que recolectó sus observaciones con propósitos
2 AHN, Clero, 128/1, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 17 de junio de 1767, f. 92 v.
3 AHN, Clero 126/33, Resumen del avalúo de tablones, 3 de junio de 1768, fs. 52-52 v.

287
JAIME TORRES SÁNCHEZ

exclusivamente limitados al mandato judicial o administrativo. Esto debe ser 288


tenido constantemente en cuenta, puesto que la existencia real de los procesos
y situaciones históricas que se deducen del análisis de tales datos cuantitativos
deriva tanto de la consistencia y calidad de ellos, como de las hipótesis a que
el análisis debe recurrir constantemente, aunque éstas posteriormente tengan
que ser confirmadas por nuevos datos.
Un buen ejemplo de las anteriores aseveraciones son los diseños que
representan los planos de las edificaciones del trapiche de 1753 y 1767, como
del ingenio. Son reconstrucciones deducidas de las medidas, descripciones
de materiales, enseres y recintos, enumeraciones que se detallan en los inven-
tarios, y que han tenido gran importancia para el examen de los cambios tecnoló-
gicos de la hacienda. La descripción de la casa del trapiche viejo en forma
de 'U', en 1753, se apoya en la descripción de 1767, en la que se presenta infor-
mación que sólo señala la existencia de una casa de 32 varas de largo y 9 de
ancho, y de dos cuartos en sus costados de 26 varas de largo y 6 de ancho cada
uno. La hipótesis de la forma ‘U’ de la casa se origina en la observación general
de la existencia de ella en la arquitectura colonial. Pero nada indica esa forma
dentro del documento mismo, aunque toda la información descriptiva en ambos
años es consistente con ese diseño de la casa.
Otro problema es el relativo al fechado de las variables construidas de
acuerdo a la documentación. En general, se ha seguido el criterio de considerar
el valor como anual en la medida en que casi todos los inventarios y avalúos
se realizaron en el segundo semestre, procedimiento que contiene un sesgo, pero
que es imposible de corregir. Respecto al examen estadístico de porcentajes de
tales valores, sólo cabe decir que se ha procurado seguir la regla de inferir
tomando en consideración con prudencia el número absoluto de base.
Todo lo anterior describe la hacienda trapiche de Guatire y algunos de sus
problemas de análisis. En cuanto a la hacienda cacaotera de 'San Ignacio del
Tuy' se ha dispuesto de los siguientes documentos para su análisis cuantitativo:
1.– Inventario de la hacienda, realizado en Sabana de Ocumare, 20 de
diciembre de 1746, por el licenciado don Manuel de Aranda, que se encuentra
en el Archivo Nacional de Chile, Fondo Jesuita, (en lo sucesivo ANCH-FJ),
volumen 211, folios 363-365.
2.– Avalúo de la hacienda de 1750 realizado por don Francisco Carrillo y
don Juan Benito Romero. Gran parte de él se encuentra en el ANCH-FJ, volu-
men 211, folios 370 v.-375 v. El folio 376 corresponde a la terminación de un

288
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

documento distinto fechado en Caracas, 12 de diciembre de 1755. La continua- 289


ción del avalúo se encuentran en el AHN, Clero 128/15, folios 29 al 30, fechado
en Caracas, 20 de noviembre de 1750, en donde figuran los valores totales.
3.– Inventario de la hacienda, realizado en la Sabana de Ocumare, 25
de junio de 1767, por el teniente justicia mayor del partido por orden del
gobernador y capitán general. Se encuentra en AHN, Clero/Jesuitas, legajo
128/7, folios 24 v.-28 v. Existe una copia del 16 de mayo de 1768, que se
encuentra en AHN, Clero/Jesuitas, legajo 128/7, folios 1 v.-4 v.
4.– Avalúo de la hacienda, terminado el 4 de julio de 1768 y ordenado
por el gobernador y capitán general. Se encuentra en AHN, Clero/Jesuitas,
legajo 128/7, folios 1-8. Existe una copia fechada en Caracas, 26 de noviembre
de 1768 en AHN, Clero/Jesuitas, legajo 128/7, folios 13 v.-15 v.
Para la hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' se dispone de la
siguiente documentación:
1.– Inventario de la hacienda realizado por don Marcos Reyes, valle de
Caucagua, 25 de noviembre de 1746, que se encuentra en ANCH-FJ, volu-
men 211, folios 358 v.-360.
2.– Avalúo de la hacienda de 1750, que se encuentra completo en ANCH-
FJ, volumen 211, folios 370 v.-374, y fechado en Caracas, 20 de noviembre
de 1750, de acuerdo a la terminación del documento en AHN, Clero 128/15,
folios 29-30. En este último, figuran los valores totales de las dos haciendas,
los que se han revisado, examinando los valores parciales. Respecto a la
hacienda de Caucagua, en este documento se la avalúa en 17.686 pesos, tres
y medio reales. Este cómputo ha revisado esta cifra de manera sustancial, pues
deja de lado el valor de los esclavos y de los demás elementos del avalúo de
1750. El total que consta en AHN, Clero 128/15, fs. 29-30, sólo corresponde
al valor de las arboledas. Esto descarta la posibilidad de que en 1750 se hubiera
elevado artificialmente el valor de los árboles en la tasación, pues no tendría
sentido que el precio de los árboles 'frutales' se hubiese elevado a 12 reales
y, simultáneamente, no se hubiera incluido el valor de los esclavos en el total
final. El cálculo para 1746 computa los bienes del inventario de ese año de
acuerdo a los valores de 1750.
3.– Inventario de la hacienda, valle de Caucagua, 19 de junio de 1767,
realizado por el teniente y justicia mayor don Nicolás Blanco y Herrera. Se
encuentra en AHN, Clero 128/1, folios 98-104.

289
JAIME TORRES SÁNCHEZ

4.– Inventario de la hacienda, valle de Caucagua, 16 de enero de 1799, 290


realizado por el teniente y justicia mayor don José Gabriel Feo. Se encuentra
en ANCH-FJ, 420, folios 165-168.
Para las restantes haciendas, sobre las cuales existe menos documentación,
los materiales empleados para el examen se detallan en el análisis respectivo.
Se advierte que estas fuentes consisten básicamente en actas notariales, autos
oficiales, peticiones y representaciones, avalúos e inventarios de bienes. Los
materiales de correspondencia son mínimos y libros de contabilidad o algún otro
tipo de registro de la actividad de las haciendas del Colegio de Caracas, tales
como recibos de cuentas, vales, etc., parecen haberse perdido definitivamente.
Esto ha limitado el análisis cualitativo, que deja lagunas en la reconstrucción
de la organización económica tales como, los caracteres del trabajo, los aspectos
relativos a la mano de obra, procedimientos de cultivo, etc., no permitiendo
considerar, en fin, todas las dimensiones de la vida social en las haciendas.

290
291

3.– Tabla de equivalencias

Longitud

Las medidas de longitud se presentan en la documentación en 'varas' y


'fanegadas'. La equivalencia de la vara española a medidas modernas no presenta
dificultades 1.
1 vara = 0,836 metros.
1 pie = 0,279 "
1 pulgada = 0,023 "
1 línea = 0,002 "
1 braza = 2 varas = 1,672 metros 2

SUPERFICIE

Las medidas de superficie plantean mayores problemas, pues no hay


acuerdo respecto a la 'fanegada'. Un autor establece la existencia de una medida
“antigua”, la 'fanegada de 100 varas' equivalente a 10.000 varas cuadradas,
con un equivalente legal de 6.987 metros cuadrados 3. De acuerdo a esto:
1 vara cuadrada = 0,698745 metros cuadrados.
1 hectárea cuadrada = 10.000 “ ”
" " = 14.311,37 varas cuadradas

1 Carlos G. Almenar, Consultor métrico-decimal, Caracas, Venezuela, Tipografía Americana, 1925,


ps. 32-33.
2 Leonardo Rodríguez Castillo, Las unidades y los sistemas de medidas pre-métricas en Venezuela,
Caracas, Venezuela, CIARA, 1983, p. 20.
3 Carlos G. Almenar, op. cit., ps. 34-35.

291
JAIME TORRES SÁNCHEZ

1 pie cuadrado = 0,0776 metros cuadrados 292


1 fanegada = 6.987 " "
1 km cuadrado = 1.000.000 " "
" " = 100 ha cuadradas.

Sin embargo, en el período colonial al que corresponden estas medidas


'antiguas', también se utilizaba la fanegada de 170 varas. Había “una fanegada
antigua española de 170 varas por cada lado, igual a 20.750 metros cua-
drados” 4. De acuerdo a esta equivalencia esta fanegada tendría 28.900 varas
cuadradas, y una vara cuadrada correspondería a 1,39277 metros cuadrados.
Según otro autor 5, la fanegada en Caracas y Cumaná equivalía a unos 28.000
varas cuadradas, de tal manera que se ha aceptado la equivalencia de Codazzi
en varas cuadradas a la fanegada de 170 varas, por parecer más precisa. Se
ha desestimado, sin embargo, su equivalencia a metros, pues tanto en Carlos
G. Almenar como en Carlos Rodríguez C. 6 una vara cuadrada es igual a
0,698745 metros.
De acuerdo a la documentación, en el valle de Guatire se usó en la mensura
de 1772 la fanegada de 170 varas en cuadro equivalente a 28.900 varas
cuadradas 7, por lo cual se han utilizado los siguientes valores para todos los
cálculos de superficie:
1 fanegada = 28.900 varas cuadradas =
= 20.193,73 metros cuadrados =
= 2,019 hectáreas cuadradas

En la hacienda y trapiche de Mayupán en 1780, en cambio, se utilizó


la fanegada de 160 varas en cuadro 8.
1 fanegada = 25.600 varas cuadradas =
= 17.887,8 metros cuadrados =
= 1,788 hectáreas cuadradas

4 Agustín Codazzi, Resumen de la geografía de Venezuela. Venezuela en 1841, Caracas, 1940, I,


p. 159.
5 Alejandro de Humboldt, Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente, Caracas, Venezuela,
Biblioteca Venezolana de Cultura, 1956, III, p. 343.
6 L. Rodríguez C., op. cit., p. 161.
7 AHN, Clero 126/33, Cotejo e inventario de la hacienda de Guatire, valle de Guatire, 1º de julio
de 1772, f. 157
8 AHN, Consejos, 20.520, “Caracas. Año de 1795. Don Salvador Izquierdo...Pieza 1º”, Avalúo de
17 de abril de 1780, fs. 57-58.

292
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

PESO 293

1 arroba = 25 libras = 11, 50225 kg


1 libra = 0, 46009 kg

Las equivalencias para el peso del cacao son 9:


1 fanega = 110 libras = 50,6 kg = 27,5 millares
1 millar = 4 libras = 1,84 kg

9 Antonio Arellano Moreno, Documentos para la historia económica en la época colonial. Viajes
e informes, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 93, 1970, p. 140.

293
295

4.– Tablas estadísticas


TABLA I. Inventario de sembradíos de caña de azúcar. Hacienda de Guatire (1753).

Superficie Edad de la Calidad Número


Tablón Observación***
sembrada* caña de caña** de cortes
1 10.000 10 meses B 3 —
2 10.000 8 " B 6 —
3 16.875 8 " B 1 —
4 9.975 7 " B 3 —
5 8.400 2 " R 7 —
6 9.975 2 " R 7 —
7 7.500 5 " B 3 —
8 7.500 4 " B 4 —
9 19.800 4 días — — recién sembrado
10 11.875 — — — arándose
11 13.000 12 meses R 3 tierra mala
12 9.500 10 " B 2 —
13 9.000 1 mes B 7 —
14 10.000 15 días B 4 —
15 7.500 10 meses B 4 —
16 7.875 10 " B 2 —
17 7.830 — B — tablón viejo
18 10.170 2 meses — 1 —
19 12.180 12 " R — t/viejo
20 9.135 9 " — — sembrado recién
21 14.375 5 " — 4 —
22 14.375 7 " — 3 —
23 8.400 11 meses — — sembrado recién
24 10.500 3 " — 3 —
25 10.000 15 días R — caña vieja
26 13.650 5 meses — — sembrado recién
27 18.850 4 " — 4 —
28 16.900 5 " — 1 sembrado en tierra nueva

295
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Superficie Edad de la Calidad Número 296


Tablón Observación***
sembrada* caña de caña** de cortes
29 7.875 3 " R — t/viejo
30 10.000 12 " — 3 mitad en tierra nueva
31 43.000 13 " — — sembrado en tierra nueva
32 12.825 13 " — 1 —
33 7.200 3 " R 8 —
34 10.000 9 " — 8 resiembra
35 10.925 5 " — 8 resiembra
36 9.350 6 " B 5 —
37 7.560 5 " — 1 en tierra nueva
1/3 sin corte: sembrado en
38 16.315 6 " — 2
tierra nueva
TOTAL 450.190

Fuentes: AHN, Clero 128/15, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 19 de octubre de


1753, fs. 60 v.-62 v.
* varas cuadradas.
** R = “algo fallado”; “sembrado en tierra mala”. B = “buena calidad”; “bien acondicionado”;
“buena caña”.
*** Tiempo de utilización de la tierra.

296
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA II. Inventario de sembradíos de caña de azúcar. Hacienda de Guatire (1767). 297
Superficie Tiempo de Calidad Número
Tablón Observación
sembrada siembra de caña de cortes
1 574 — — — en sazón*
2 732 11 meses B — —
3 907 — B — en sazón
4 374 8 meses B — —
5 1.524 5 " B — —
6 1.654 — — — para sembrar **
7 1.132 — B recién cortado —
8 1.129 — B recién cortado —
9 1.327 2 1/2 " B recién cortado —
10 839 2 1/2 " B 1/2 r/cortado —
11 850 — R — en sazón
12 242 — — — para sembrar
13 1.134 — — — para sembrar
14 1.111 8 meses R — —
15 791 — 1/2 R — 1/2 para sembrar
16 574 — 1/2 R — en sazón
17 554 — B — en sazón
18 805 — R — en sazón
19 895 — R — en sazón
20 402 — R — en sazón
21 856 — R — en sazón
22 778 5 meses M — —
23 810 1 " R — —
24 900 2 " B — —
25 969 10 " R — —
26 1.147 8 " — — —
27 531 5 " 1/2 R — —
28 1.288 6 " R — —
29 1.402 5 " R — —
30 34.000 5 " R — —
31 1.713 3 " R — —
32 1.547 5 " R — —
33 1.049 5 " B — —
34 764 11 " B — —
35 926 6 " B — —
36 1.011 — B recién cortado —
37 949 — — — sembrado de nuevo

297
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Superficie Tiempo de Calidad Número 298


Tablón Observación
sembrada siembra de caña de cortes
38 1.587 — — — sembrado de nuevo
39 1.773 10 meses R — —
40 1.287 8 " R — —
41 1.210 10 " B — —
42 1.119 9 " B — —
43 242 8 " B — —
44,*** — — — — no sembrado
75.408
varas cuadradas

Fuentes: AHN, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 23 de junio de 1767,
fs. 92-97.
B = “bueno”.
R = “muy fallado”, “maltratado”, “fallas”, “algunas fallas”.
M = “malo”.
* “en sazón para moler”, es decir, maduras.
** “arado para sembrarlo”.
*** sembrado después del inventario. Ver avalúo de 1768 en AHN, Clero 126/33, Parte final
de avalúo de tablones de caña, 3 de junio de 1768, f. 51 v.

298
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA III. Inventario de sembradíos de caña de azúcar. Hacienda de Guatire (1772). 299
Superficie Tiempo Calidad
Tablón Pesos
sembrada de siembra de caña
10.596 Sin falla
1 15 meses 197, 4 rs., 32 mrs.
(266) (en cepa)
2 18.656 15 " Sin falla 345, 1 rs., 2 mrs.
3 10.364 1 " Sin falla 70, 6 rs., 19 mrs.
4 5.643 15 " Sin falla 104, 3 rs., 5 mrs.
5 17.622 12 " 1/8 Fallo 246, 5 rs., 24 mrs.
6 12.124 9 " 1/4 Fallo 124, 6 rs., 0 mrs.
7 9.889 11 " 1/6 Fallo 126, 7 rs., 32 mrs.
8 8.190 11 " 1/4 Fallo 93, 2 rs., 0 mrs.
9 7.955 8 " 1/6 Fallo 84, 6 rs., 17 mrs.
10 8.436 8 " Sin falla 106, 6 rs., 28 mrs.
11 9.417 8 " Sin falla 119, 2 rs., 8 mrs.
12 11.687 8 " 1/8 Fallo 130, 4 rs., 17 mrs.
13 10.546 11 " 1/6 Fallo 134, 2 rs., 11 mrs.
14 10.720 12 " 1/4 Fallo 128, 5 rs., 4 mrs.
15 8.977 8 " 1/8 Fallo 98, 7 rs., 10 mrs.
16 10.376 9 " 1/3 Fallo 95, 3 rs., 0 mrs.
17 7.785 8 " Sin falla 100, 5 rs., 30 mrs.
18 8.842 10 " 1/3 Fallo 86, 4 rs., 32 mrs.
19 8.083 10 " 1/3 Fallo 78, 2 rs., 30 mrs.
20 7.076 7 " Sin falla 84, 5 rs., 23 mrs.
21 14.409 11 " 1/4 Fallo 165, 7 rs., 8 mrs.
22 14.025 10 " 1/8 Fallo 175, 7 rs., 6 mrs.
23 7.475 11 " 1/6 Fallo 94, 3 rs., 28 mrs.
24 10.101 5 " Sin falla 103, 5 rs., 18 mrs.
25 13.771 7 " 1/6 Fallo 136, 6 rs., 14 mrs.
26 10.385 4 " 1/8 Fallo 84, 6 rs., 17 mrs.
27 12.558 1 mes 1/3 Fallo 57, 0 rs., 33 mrs.
28 7.626 5 meses Sin falla
29 3.686 5 " 1/3 Fallo 115, 4 rs., 8 mrs.
30 1.950 5 " 1/3 Fallo
31 8.511 5 " 1/6 Fallo 74, 0 rs., 28 mrs.
32 20.700 2 " 1/3 Fallo 86, 1 rs., 8 mrs.
33 5.716 2 " 1/2 Fallo 21, 7 rs., 0 mrs.
34 8.700 3 " 1/3 Fallo —
35 9.281 12 " 1/4 Fallo —
36 10.361 4 " 1/3 Fallo —

299
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Superficie Tiempo Calidad 300


Tablón Pesos
sembrada de siembra de caña
37 8.476 13 meses 1/2 Fallo —
38 4.192 9 " 1/3 Fallo —
39 15.997 9 " 1/3 Fallo —
40 8.508 4 " 1/6 Fallo —
41 14.906 4 " 1/8 Fallo —
42 10.425 5 " 1/6 Fallo —
43 12.173 6 " Sin falla —
44 1.617 6 " Sin falla —
45 — — 80, 0 rs., 0 mrs.
16,fanegadas,
4.587, 6 rs., 24 mrs.
3.493 varas cuadradas.

Fuente: AHN, Clero 126/33, Cotejo e inventario de la hacienda, valle de Guatire, 1º de julio
de 1772, fs. 147 v.-156; ibid., fs. 198 v.-200 v.
rs. = reales; mrs. = maravedíes.
La superficie sembrada, en varas cuadradas, es información documental pues los tablones fueron
medidos para el inventario.

300
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA IV. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava. Hacienda 301
de Guatire (1753).

Hombres Mujeres
Edad
Total Enfermos Total Enfermas
0-5 0 — 0 —
6 - 10 0 — 4 0
11 - 15 1 0 1 0
16 - 20 3 0 2 0
21 - 25 7 [a] 0 3 [b] 0
26 - 30 3 0 0 —
31 - 35 0 — 1 [c] 0
36 - 40 4 [d] 0 2 1 [e]
41 - 45 1 0 2 0
46 - 50 2 [f] 0 2 0
51 - 55 1 [g] 1 [g] 1 1 [h]
56 - 60 1 [i] 1 [i] 0 —
61 - 65 0 — 0 —
66 - 70 1 1 [j] 1 0
71 - + 2 [k] 0 3 [l] 0
TOTAL 26 3 22 2

Fuentes: AHN, Clero 128/15, Inventario de la hacienda, valle de Guatire, 19 de octubre de


1753, fs. 58 v.-60.
Notas: [a] un mulato. [b] una mujer de “nación”. [c] “luanga”. [d] un oficial de pailero, un
oficial de “hacer hormas” y pailero, un oficial de “aperar bueyes y gañán”. [e] “enferma
de la matriz”. [f] un “oficial de herrero y pailero”. [g] oficial de pailero y “enfermo de seática”.
[h] “sentida del brazo izquierdo por haberse quebrado y no haber quedado bien curada”,
luanga. [i] “arriero y gañán”, “con dolores en las piernas”. [j] “con dolores en las piernas”.
[k] de 82 y 83 años. [l] dos de 82 años.

301
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA V. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava. Hacienda 302
de Guatire (1767).

Hombres Mujeres
Edad
Total Enfermos Total Enfermas
0-5 5 — 13 [a] —
6 - 10 2 — 5 —
11 - 15 5 [a] — 2 [b] —
16 - 20 2 [b] — 4 [c] 1 [d]
21 - 25 3 [c] 1 [d] 6 [e] 3 [f]
26 - 30 3 [e] 1 [f] 6 3 [g]
31 - 35 7 [g] 1 [h] 3 [h] 2 [i]
36 - 40 6 [i] 2 [j] 4 [j] —
41 - 45 1 1 [k] 1 1 [k]
46 - 50 1 [l] 1 [m] 1 —
51 - 55 3 [n] 1 [ñ] 1 [l] —
56 - 60 2 [o] — 3 [m] —
61 - 65 — — — —
66 - 70 2 [p] — 1 [n] —
71 - + — — 1 [ñ] —
TOTAL 42 * 8 51 10
Fuente: AHN, Clero 128/1, Inventario de la hacienda, Guarenas, 16 de junio de 1767, fs. 75 v.-79 v.
Hombres: [a] mulato (1); [b] mulatos (2); [c] zambo (1); [d] “suele por tiempos hinchársele
una pierna”; [e] mulato (1), zambo (1); [f] “medio manco”; [g] mulato (1), de “nación” (1),
paileros (2); [h] “quebrado por la ingle”; [i] “nacional” (1), “nación” (1); [j] “padece de una
rodilla” (1), “enfermo del estómago” (1); [k] “galicoso”; [l] mulato; [m] “quebrado por la
ingle”; [n] “nacional” (1), “oficial hormero” (1); [ñ] “gálico”; [o] nacional (1); [p] pailero (1).
Mujeres: [a] mulatas (2); [b] zamba (1); [c] mulata (1); [d] “enferma de una pierna”; [e]
mulata (1); [f] “ausente enferma en Caracas” (1), “con clavos” (1), “padece de gomas” (1);
[g] “dislocado un hueso del espinazo”, “con un cangro en el pecho” (1), “algo enferma” (1);
[h] mulata; [i] “enferma habitual” (1), “humor salado” (1); [j] zamba (1), nacional (1); [k] “muy
enferma de gálico”; [l] “nacional”; [m] de nación (1); [n] nacional; [ñ] con más de cien años.
* un fugitivo y casado no se contabiliza.

302
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA VI. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava. Hacienda 303
de Guatire (1772).

Hombres Mujeres
Edad
Total Enfermos Pesos Total Enfermos Pesos
0-5 5 — 444 10 — 1.088
6 - 10 5 1 [a] 1.015 11 — 1.912
11 - 15 — — — 5 [a] — 1.303
16 - 20 7 [b] — 2.050 2 — 600
21 - 25 1 [c] — 300 2 1 [b] 500
26 - 30 3 [d] — 925 7 [c] 4 [d] 1.550
31 - 35 3 2 [e] 800 5 [e] 5 [f] 880
36 - 40 9 [f] 4 [g] 2.630 4 1 [g] 1.050
41 - 45 4 [h] 2 [i] 830 5 [h] 3 [i] 1.200
46 - 50 3 [j] 2 [k] 300 — — —
51 - 55 1 [l] — 180 1 1 [j] 80
56 - 60 2 2 [m] 200 2 1 [k] 200
61 - 65 1 — 25 — — —
66 - 70 — — — — — —
71 - + 3 — — 2 — —
TOTAL 47 13 9.699 56 16 10.363
Fuente: AHN, Clero, 126/33, Cotejo e inventario de la hacienda, valle de Guatire, 1º de julio
de 1772, fs. 192-197 v.
Hombres: [a] “algo enfermo al parecer de gálico” ; [b] mulato (1); [c] mulato; [d] mulato (1), un
“nacional” y “hormero”; [e] “quebrado”, “lesión en el pecho que parece principio de cangro y
una mano hinchada” ; [f] pailero (1), mulato (1); [g] “con algún impedimento en la mano
izquierda(1), “con una goma en la mano y un lobanillo corto en el codo” (1), “con un corto
impedimento en la mano izquierda” (1), “quebrado de la ingle” (1); [h] un “nacional”, un “man-
dador” ; [i] “enfermo de una hernia y una fístola”(1), “un brazo descompuesto” (1); [j] un
“nacional”; [k] “enfermo e la orina y del estómago y de mal aspecto”(1), “enfermo” (1);
[l] “nación” ; [m] “enfermo de zeatica” (1), “enfermo de gálico” (1); [n] no avaluado por viejo.
Mujeres: [a] 1 mulata; [b] “enferma de gálico, que por tiempos se le revientan los pies”; [c] una
mulata; [d] “enferma al parecer de gálico reventado o Lazarina” (1), “enferma de ardor de
espaldas” (1), “enferma de espundia en entrambos pies” (1), “se le suele reventar una pierna
de gálico por tiempo” (1); [e] una cocinera; [f] “enferma de la cabeza y ardores de espaldas” (1),
“enferma de un cangro en el pecho” (1), “quebrada por la espalda pero útil para todo trabajo”
(1), “padece de fluxo de sangre” (1), “dice estar enferma” (1); [g] “enferma de la barriga”;
[h] una mulata; [i] “grávida” (1), “humor salado y enferma del vientre” (1), “algo de reuma”
(1); [j] “enferma de cirro y de la orina”; [k] “enferma de gálico”; [l] no avaluada por vieja.

303
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA VII. Situación de salud de la población esclava. Hacienda de Guatire 304


(1767 y 1772).

Tipos de 1767 1772


enfermedades Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total
I.– ÓSEO-MUSCULARES.
1. “suele por tiempos hinchársele
1 — 1 — — —
una pierna”
2. “medio manco” 1 — 1 — — —
3. “algo de reuma” — — — — 1 1
4. “quebrado por la ingle” 2 — 2 1 — 1
5. “padece de una rodilla” 1 — 1 — — —
6. “enferma de una pierna” — 1 1 — — —
7. “dislocado el hueso del espinazo” — 1 1 — — —
8. “quebrado” — — — 1 — 1
9. “algún impedimento en la mano
— — — 2 — 2
izquierda”
10. “enfermo de una hernia y unafístola” — — — 1 — 1
11. “un brazo descompuesto” — — — 1 — 1
12. “zeática” — — — 1 — 1
13. “quebrada por espalda pero útil
— — — — 1 1
para todo trabajo”
Sub-total 5 2 7 7 2 9
II.– PIEL.
1. “un cangro en el pecho” — 1 1 1 1 2
2. “con clavos” — 1 1 — — —
3. “espundia en entrambos pies” — — — — 1 1
4. “ardor de espaldas” — — — — 2 2
Sub-total — 2 2 1 4 5

304
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA 305

Tipos de 1767 1772


enfermedades Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total
III.– SISTEMA GÉNITO-URINARIO.
1. “gomas” — 1 1 1 — 1
2. “gálico” 2 1 3 2 5 7
3. “de la orina y del estómago y de mal
— — — 1 1 2
aspecto”, “de cirro y de la orina”
4. “humor salado” — 1 1 — 1 1
5. “enferma de la matriz” — — — — — —
Sub-total 2 3 5 7 4 11
IV.– GASTRO-INTESTINALES.
1. “flujo de sangre” — — — — 1 1
2. “estómago” 1 — 1 — 1 1
Sub-total 1 — 1 — 2 2
V.– OTROS
1. “dice estar enferma” “algo enferma”,
— 3 3 1 1 2
“enferma habitual”
Sub-total — 3 3 1 1 2
TOTAL 8 10 18 13 16 29
Fuente: Tablas V, VI.

305
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA VIII. Avalúo de los bienes de la hacienda de Guatire (1768). 306


Albañil Carpintero Herrero Total
Ítem
Pesos reales Pesos reales Pesos reales Pesos reales
A.– CASA DE VIVIENDA
1. Edificios 264 0,5 164 5 4 432 5,5
2. Muebles, menajes — 110 7 — 110 7
3. Cocina 30 6 47 6 — 78 4
Sub-total 294 6,5 323 2 4 622 0,5
B.– TRAPICHE VIEJO
1. Edificios 1.460 7,5 268 7 15 1.744 6,5
2. Maquinaria y utillaje de — 382 4 — 382 4
molienda
3. Maquinaria y utillaje de 13 1 6 — 19 1
cocción y purga
4. Alambique — — — —
Sub-total 1.474 1,5 657 3 15 2.146 3,5
C.– INGENIO
1. Edificios 2.061 0,5 159 4 15 2.235 4,5
2. Maquinaria de molienda
i.– Trapiche de mulas — — 9 9
ii.– Trapiche de agua — 1.494 15 1 1.509 1
3. Anexos de conducción — 2 4 — 2 4
Sub-total 2.061 0,5 1.656 39 1 3.756 1,5
D.–CASA DE PAILAS
1. Edificios 532 1,5 171 6 4 707 7,5
2. Utillaje y conducción 47 3 71 4 — 118 7
Sub-total 579 4,5 243 2 — 826 6,5
E.–CASA DE PURGA
1. Edificio 342 0,5 95 12 449 0,5
2. Utillaje — 261 4 — 261 4
Sub-total 342 0,5 356 4 12 710 4,5

306
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

307
Albañil Carpintero Herrero Total
Ítem
Pesos reales Pesos reales Pesos reales Pesos reales
F.–ANEXOS
1. Carpintería — 8 5 — 8 5
2. Fragua 1 7 — 3 4 5 3
3. Tejar 80 3 33 6 1 115 1
4. Prisión — 6 — 6
5. Bohíos — 14 — 14
6. Despensa 6 3 1 117 1
10. Material religioso — — — 137 4
11. Otros 7 2 — — 7 2
Sub-total 95 7 172 1 5 4 411
TOTAL 4.847 3,5 3.408 4 79 5 8.473 0,5
Fuente: AHN, Clero 126/33, Avalúo e inventario de la hacienda, valle de Guatire, 3 de junio
al 20 de julio de 1768, fs. 50 v.-78.

307
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA IX. Avalúo de los bienes de la hacienda de Guatire (1768). 308


Valor
Bienes
Pesos reales
G.– HERRAMIENTAS
1.– Agrícolas 107 1
2.– Fragua 82 5,5
3.– Carpintería 16 5
4.– Medición 8
5.– Carretas 51 5,5
6.– Otros 9 2,5
Sub-total 275 3,5
H.– ARMAS 23 3,5
I.– ANIMALES 1.043
J.– ESCLAVOS 18.570
K.– TABLONES DE CAÑA 4.988
L.– TIERRAS 14.812
Sub-total 39.711 7
TOTAL* 48.184 7,5
Fuente: Tabla VIII.
* Suma del total de Tabla VIII y del sub-total de Tabla IX.

308
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA X. Avalúo de los bienes de la hacienda de Guatire (1772). 309


Albañil Carpintero Herrero
Ítem Total
Pesos reales Pesos reales Pesos reales
A.– CASA DE VIVIENDA
1. Edificios 331 1 161 7 40 533
2. Muebles, menajes — 106 1 36 4 142 5
3. Cocina 56 4,5 45 1 — 101 5,5
Sub-total 387 5,5 313 1 76 4 777 2,5
B.– TRAPICHE VIEJO
1. Edificios 1.364 7 206 2,5 6 1.577 1,5
2. Maquinaria y utillaje de — 30 — 30
molienda
3. Maquinaria y utillaje de — 20 4 — 20 4
cocción y purga
4. Alambique — — 88 88
Sub-total 1.364 7 256 6,5 94 1.715 5,5
C.– INGENIO
1. Edificios 2.585 269 — 2.854
2. Maquinaria de molienda
i.–Trapiche de mulas — 353 4 964 4 1.318
ii.–Trapiche de agua 2 6 735 1.130 5 1.868 3
3. Anexos de conducción 147 4,75 3 4 — 151 0,75
Sub-total 2.735 2,75 1.361 2.095 1 6.191 3,75
D.– CASA DE PAILAS
1. Edificios 652 7,25 100 6 — 753 5,25
2. Utillaje y conducción 158 7 122 6 2.284 3 2.566
Sub-total 811 6,25 223 4 2.284 3 3.319 5,25
E.– CASA DE PURGA — — — 465 1
Sub-total 465 1

309
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Albañil Carpintero Herrero 310


Ítem Total
Pesos reales Pesos reales Pesos reales
F.– ANEXOS
1. Carpintería — 20 — 20
2. Fragua 17 4 — — 17 4
3. Tejar — 13 2 — 13 2
4. Prisión — 7 55 4 62 4
5. Bohíos 168 0,25 25 — 193 0,25
6. Despensa 82 3,25 — — 82 3,25
7. Cuartos:
i.–mayordomo 70 — — 70
ii.–bahareque 87 0,5 — — 87 0,25
8. Cocina 98 3 — — 98 3
9. Solar — — — 34
10. Material religioso — — — 77 6
11. Otros — — 153 7 153 7
Sub-total 523 3 65 2 209 3 909 6
TOTAL 13.379
Fuente: AHN, Clero 126/33, Avalúo del albañil, valle de Guatire, 17 de julio de 1772,
fs.162 v.-176; Avalúo del carpintero, sin fecha, fs. 176 v.-188 v.; Avalúo del herrero, sin fecha,
fs.188 v.-192.
En F-1, fueron avaluados, junto con maderas, un banco y un torno de carpinteros, en ocho pesos
y un peso, respectivamente. En F-4 se avalúan cuatro cepos.

310
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA XI. Avalúo de los bienes de la hacienda de Guatire (1772). 311


Valor
Bienes
Pesos Reales
G.– HERRAMIENTAS
1.– Agrícolas 75 6
2.– Herrería 88 1
3.– Carpintería 11 4
4.– Medición 7 4
5.– Carretas 70 4
6.– Otros 53 4
Sub-total 306 7
H.– ARMAS 19
I.– ANIMALES 726
J.– ESCLAVOS 20.062
K.– TABLONES DE CAÑA 4.587 6
L.– TIERRAS 11.000
Total 36.701 5
TOTAL [a] 50.080 5
Fuente: AHN, Clero 126/33, Avalúo del herrero, sin fecha, fs. 159 v.-162 (para G y H); Avalúo
de animales, sin fecha, fs.197 v.-198 v. (para I); Avalúo de esclavos, sin fecha, fs.192-197 v.
(para J); Avalúo de tablones, sin fecha, fs.198 v.-201 (para K); Avalúo de tierras, Caracas, 24
de julio de 1772, fs. 201-203. En B se avalúan una escopeta en siete pesos y cinco grilletes,
dos cadenas y tres pares de esposas en 12 pesos.
[a] Tablas X y XI.

311
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA XII. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava. Hacienda 312
de Guatire (1772).

Hombres Mujeres Total


Edad
Nº Pesos Nº Pesos Nº Pesos
0-5 5 444 10 1.088 15 1.532
6 – 10 5 1.015 11 1.912 16 2.927
11 - 15 — — 5 1.303 5 1.303
16 - 20 7 2.050 2 600 9 2.650
21 - 25 1 300 2 500 3 800
26 - 30 3 925 7 1.550 10 2.475
31 - 35 3 800 5 880 8 1.680
36 - 40 9 2.630 4 1.050 13 3.680
41 - 45 4 830 5 1.200 9 2.030
46 - 50 3 300 — — 3 300
51 - 55 1 180 1 80 2 260
56 - 60 2 200 2 200 4 400
61 - 65 1 25 — — 1 25
66 - 70 — — — — — —
71 - + 3 0 2 0 5 0
TOTAL 47 9.699 56 10.363 103 20.062
Fuente: AHN, Clero 126/33, Avalúo de esclavos, 1772, fs. 192-197 v.

312
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA XIII. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población esclava. 313
Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746).

Hombres Mujeres Total


Edad
Nº Pesos Nº Pesos Nº Pesos
0-5 1 100 2 200 3 300
6 - 10 2 340 2 380 4 720
11 - 15 1 200 — — 1 200
16 - 20 — — 1 300 1 300
21 - 25 — — 1 [a] 300 1 300
26 - 30 5 [b] 1.500 4 [c] 1.200 9 2.700
31 - 35 — — — — — —
36 - 40 1 [d] 300 — — 1 300
41 - 45 1 300 — 1 300
46 - 50 — — — — — —
51 - 55 — — — — — —
56 - 60 — — — — — —
61 - 65 — — — — — —
66 - 70 — — — — — —
71 - + — — — — — —
TOTAL 11 2.740 10 2.380 21 5.120
Fuente: ANCH-FJ, 211, Inventario de 20 de diciembre de 1746, fs. 363-365. Estimación del
valor, a precios de 1750, según ANCH-FJ, 211, Avalúo de 20 de noviembre de 1750, fs. 374-376,
y AHN, Clero 128/15, Caracas, 20 de noviembre de 1750, fs. 29-30.
[a] 'conga'; [b] un 'mandador', un 'carabalí'; [c] dos 'carabalí', un 'guagüi', un “enfermo”;
[d] 'mondongo'.

313
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA XIV. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava. Hacienda 314
'San Ignacio del Tuy' (1750).

Hombres Mujeres Total


Edad
Nº Pesos Nº Pesos Nº Pesos
0-5 2 220 5 515 7 735
6 - 10 2 340 2 380 4 720
11 - 15 — — — — — —
16 - 20 — — 1 300 1 300
21 - 25 — — 1 [a] 300 1 300
26 - 30 4 [b] 1.200 3 [c] 900 7 2.100
31 - 35 — — — — — —
36 - 40 1 [d] 300 — — 1 300
41 - 45 — — — — — —
46 - 50 — — — — — —
51 - 55 — — — — — —
56 - 60 — — — — — —
61 - 65 — — — — — —
66 - 70 — — — — — —
71 - + — — — — — —
TOTAL 9 2.060 12 2.395 21 4.455
Fuente: ANCH-FJ, 211, Avalúo de 20 de noviembre de 1750, fs. 374-376, y AHN, Clero 128/15,
Caracas, 20 de noviembre de 1750, fs. 29-30.
[a] 'conga'; [b] 'carabalí'; [c] un 'carabalí', un 'guagüi'; [d] 'mondongo'.

314
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA XV. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava. Hacienda 315
'San Ignacio del Tuy' (1768).

Hombres Mujeres Total


Edad
Nº Pesos Nº Pesos Nº Pesos
0-5 — — — — — —
6 - 10 3 550 1 140 4 690
11 - 15 — — 2 [a] 580 2 580
16 - 20 — — 1 300 1 300
21 - 25 — — — — — —
26 - 30 — — 1 300 1 300
31 - 35 — — — — — —
36 - 40 1 [b] 250 — — 1 250
41 - 45 — — — — — —
46 - 50 1 [c] 200 — — 1 —
51 - 55 — — — — — —
56 - 60 — — — — — —
61 - 65 — — — — — —
66 - 70 — — — — — —
71 - + — — — — — —
TOTAL 5 1.200 5 1.320 10 2.320
Fuente: AHN, Clero 128/7, Avalúo de 2 de junio de 1768, fs. 5-6 v.; ibid., Inventario de 25
de junio de 1767, fs. 27 v.-28.
[a] “se está curando de gálico”; [b] “dolores causados de gálico”; [c] mandador.

315
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA XVI. Inventario y avalúo de bienes de la hacienda 'San Ignacio del Tuy' 316
(1746, 1750 y 1768).

1746 1750 1768


Bienes
Nº Pesos rs Nº Pesos rs Nº Pesos rs
I.– CASAS
– principal 1 100 1 100 1 398 7
– 'bugíos' 6 120 6 120 0
Sub-total 220 220 398 7
II.– MUEBLES
– mesas 1 6 1 6 1 1 4
– taburetes 2 2 4 4 — —
– banqueta — — — — 1 1 4
– silletas — — — — 6 6
– silla — — — — 1 2
– papelera 1 6 1 6 — —
– catres 1 3 1 3 1 4
– cielo de cama — — — — 1 1 4
– caja con cerradura 1 5 1 5 — —
– candeleros 1 — 6 1 — 6 — —
– candeleritos — — — — 2 1
– cruz de madera 1 3 1 3 1 1 4
– estante — — — — 1 12
– atril — — — — 1 1 4
– cielo de altar — — — — 1 1
Sub-total 19 6 21 6 32 —
III.– OBJETOS RELIGIOSOS
Sub-total — — — — 91 1

316
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

1746 1750 1768 317


Bienes
Nº Pesos rs Nº Pesos rs Nº Pesos rs
IV.– OBJETOS DE TRABAJO
– romana — — — — 1 10
– cajones de medir 2 3 2 3 2 4
– tijera, escoplo 1;1 1 1;1 1 — —
– nivel de medir 1 1 1 1 1 4
– peine de bestias 1 1 1 1 — —
– canastos 4 1 4 1 — —
– jeringa 1 3 1 3 — —
– paila 1 1 4 1 1 4 1 6 1
– campana 1 60 1 60 1 24
– campanilla — — — — 1 — 4
Sub-total 71 4 71 4 48 5
V.– ARMAS
– escopeta 1 10 1 10 1 10
– cepo 1 12 1 12 1 4
Sub-total 22 22 14
VI.– HERRAMIENTAS
– barras de hierro 3 12 3 12 6 9 4
– hachas 4 3 4 4 3 4 2 4
– palas 3 3 3 3 5 5
– calabozos 6 5 6 5 5 5 4
– tacises 9 3 9 3 12 2 1
– chícoras, azadas 2;1 3 2;1 3 0;3 2 2
– desjarretaderas 5 2 4 5 2 4 5 2 3
Sub-total 32 32 30 6
VII.–ESCLAVOS
Sub-total 21 5.020,[a] 21 4.455 10 2.320

317
JAIME TORRES SÁNCHEZ

1746 1750 1768 318


Bienes
Nº Pesos rs Nº Pesos rs Nº Pesos rs
VIII.– ARBOLEDAS
– frutales 4.672 7.008 4.672 7.008 5.533 4.841
– horquetadas 1.029 771 1.029 771 1.115 487
– fallas 1.338 250 1.338 250 2.328 248
– resiembros 886 332 886 332 793 173
8.361 8.361 5.750
– almácigos 6 100 6 100 — —
Sub-total 8.461 8.461 5.750
IX.– TIERRAS [b]
Sub-total — — 25
TOTAL 13.946 13.283 8.711
Fuente: ANCH-FJ, 211, Inventario de 20 de diciembre de 1746, fs. 363-365; ANCH-FJ, 211,
Caracas, 20 de noviembre de 1750, fs. 374-375, y AHN, Clero 128/15, Avalúo de 20 de noviembre
de 1750, fs. 29-30; AHN, Clero 128/7, Avalúo de 1º de julio de 1768, fs. 6 v.-8.
[a] estimación a precios de 1750; [b] “tierra altas vertientes a dicha arboleda inútiles”.

318
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA XVII. Cuenta de don Simón Mondragón, administrador de la hacienda 'San 319
Ignacio del Tuy' desde el 5 de julio de 1767 al 1º de diciembre de 1768.

CARGO. Pesos Reales


1.– 2 fanegas de cacao vendidas el 7 de Julio de1767 para gastos. 24 7 1/2
2.– Dinero enviado para gastos de la hacienda por don Alonso
Soto. 20
3.– 1 fanega de cacao gastada para mantención del administrador. 12 3 1/2
57 3
DESCARGO.
4.– 2 1/2 reales “todas las semanas en mantención del mandador
y cuatro muchachos” 22 6
5.– 3 tacises. 1 1
6.– Medicamentos y curación de esclavos. 4 1 1/2
7.– Cura de una herida al esclavo Ipólito. 2
8.– “matalotage” de 3 1/2 reales en dos viajes a Caracas por
asuntos de la hacienda. — 3 1/2
9.– Para carne de los negros traídos de Guatire. — 1
10.– Por 'matalotage' a negros de Guatire para curarse en Caracas. — 3 1/2
11.– Por 'matalotage' para negro que llevó a su mujer a curarse a
Caracas. — 4
12.– 3 canastos para la hacienda. — 3
13.– Pago a un tercero nombrado por la Justicia “para delinear
un desecho”. — 7
14.– Pagos “en Peones para cultivo de la hacienda”. 42
15.– Pago “fuera de la asistencia personal que tuve en beneficio
de la hacienda”. 17 3 1/2
16.– Pago al administrador. 150
299 1 1/2
Fuente: ANH, Clero 128/7, fs. 29 v.-30 v., 31 v.

319
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA XVIII. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población esclava. 320
Hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1746).

Hombres Mujeres Total


Edad
Nº Pesos Nº Pesos Nº Pesos
0-5 1 80 2 250 3 330
6 - 10 — — — — — —
11 - 15 2 580 1 280 3 860
16 - 20 1 [a] 300 1 [b] 300 2 600
21 - 25 1 [c] 300 5 [d] 1.500 6 1.800
26 - 30 2 [e] 650 — — 2 650
31 - 35 1 [f] 300 — — 1 300
36 - 40 2 [g] 600 — — 2 600
41 - 45 — — — — — —
46 - 50 — — 1 250 1 250
51 - 55 — — 1 1 1 —
56 - 60 1 150 — — 1 150
61 - 65 — — — — — —
66 - 70 — — — — — —
71 - + — — — — — —
TOTAL 11 2.960 10 2.580 21 5.540
Fuente: ANCH-FJ, 211, Inventario de Caucagua, 25 de noviembre de 1746, fs. 359 v.-360.
A cada uno de los esclavos de este inventario se le ha asignado el precio de los mismos esclavos
del avalúo de la hacienda en ANCH-FJ, 211, Caucagua, 20 de noviembre de 1750, fs. 364-364 v.
Son los mismos niños de 1746, excepto por dos niños nacidos después de ese año, productos
de la unión del mandador con otra esclava. Por esta razón el documento de 1750 no ofrece
interés para su análisis.
[a] 'mina'. [b] 'loanga' [c] 'carabalí' (1), zamba (1), 'loanga' (2). [d] administrador (1), 'angola' (1).
[e] 'mina'. [f] mulato (1), 'loango' (1).

320
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA XIX. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población esclava. 321
Hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1767).

Hombres Mujeres Total


Edad
Nº Pesos Nº Pesos Nº Pesos
0-5 1 70 1 150 2 210
6 – 10 2 [a] 370 — — 2 370
11 – 15 1 [b] 300 1 300 2 600
16 – 20 1 300 2 600 3 900
21 – 25 1 300 1 [c] 300 2 600
26 – 30 1 300 2 600 3 900
31 – 35 1 300 1 [d] 200 2 500
36 – 40 — — 1 [e] 150 2 150
41 – 45 — — — — — —
46 – 50 1 [f] 150 1 [g] 250 2 400
51 – 55 1 h/ 180 1 100 2 280
56 – 60 — — — — — —
61 – 65 — — — — — —
66 – 70 — — — — — —
71 - + — — — — — —
TOTAL 10 2.270 11 2.650 21 4.920
Fuente: AHN, Clero 128/1, Inventario de Caucagua, 19 de junio de 1767, fs. 98-104. Estima-
ción del precio de los esclavos sobre la base de precios de hacienda de Guatire, AHN, Clero
126/33-34, Avalúo de 24 de julio de 1772, fs. 192-197 v. Los precios se han estimado por similitud
en cada caso por sexo, edad y estado de salud.
[a], [b] “de color pardo”. [c] “de nación”. [d] “de nación” (1), “enferma de ahogo” (1). [e]
“de nación” (1), “padece de gomas” (1). [f] “de nación” (1), “enfermo de males habituales”(1).
[g] “de nación” (1), “enferma de ahogo” (1). h/ “de nación”, “más o menos quebrado” (1).

321
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA XX. Inventario y avalúo estimado de bienes de la hacienda 'San Francisco de 322
Borja de Caucagua' (1746 y 1767).

1746 1767
Bienes
Nº Pesos rs Nº Pesos rs
I.–CASAS.
– principal 1 218 — 1 700 [a]
– 'bugíos' 7 140 — 9 180
Sub-total — 358 — 880
II.–MUEBLES.
– mesa 1 6 — 1 6 —
– silletas de cuero 6 6 — 5 5 —
– catres de cuero 2 6 — 2 6 —
– escaparate 1 25 — 1 25 —
– colchones — — — 2 ¿ —
– atril — — — 1 1 4 [b]
– tarima — — — 1 ¿ —
– cruz de madera — — — 1 3 [c] —
– cerradura — — — 1 2 [d] 4
Sub-total — 43 — 48 4
III.–OBJETOS RELIGIOSOS
– lienzos con imágenes 1 — 4 2 1 —
Sub-total 1 — 4 2 1 —
IV.–OBJETOS DE TRABAJO
– canastos “de coger cacao” 8 2 6 1 4
– cajas de medir 2 3 — — —
– romana — — 1 10 [e] —
– cernidor de sal — — 1 ?
– campana — — 1 24 [e] —
– bandejita de afeitar — — 1 ? —
– hierro viejo 1/2,@ 1 2 2@ 5 —
Sub-total — 6 2 — 40 4

322
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

1746 1767 323


Bienes
Nº Pesos rs Nº Pesos rs
V.–ARMAS
– escopeta 1 8 — — — —
– fusil — — — 1 10 [e]
– cepo 1 20 — 1 20 —
Sub-total — 28 — — 30
VI.–HERRAMIENTAS
– “chicorines de sembrar
cacao y plátano” 2 2
— 4 4 —*
– calabozos 5 5
— 5 5 —
– palas 6 5
— 6 6 —
– tacises 11 4
— 16 5 6
– azada 1 — 5 2 1 2
– hachas 2 1 4 2 1 4
– barras de hierro 1 2 — 1 1 3
– desjarretador “de coger
cacao” 8 2 4 5 1 4
– desjarretador “de desajar
cacao” — — — 2 [e] 1 2
– machetes 1 — — 1 1 1
– rastrillos “de tender cacao” — — — 2 ¿
Sub-total — 23 1 — 27 5
VII.–ESCLAVOS
Sub-total 21 5.540 21 4.920
VIII.–ARBOLEDAS
– frutales 6.007 9.010 4 11.588 17.382
– horqueteados 2.768 2.076 4 1.712 1.284
– fallas 913 171 1.560 292 1 /2
– resiembros 425 159 1.475 553 1 /4
Sub-total 10.113 17.686 3 16.335 19.511 3 /4
– almácigos 3 50 3 50

323
JAIME TORRES SÁNCHEZ

1746 1767 324


Bienes
Nº Pesos rs Nº Pesos rs
IX.–TIERRAS [b]
Sub-total — — — —
TOTAL 23.735 25.508

Fuente: ANCH-FJ, 211, Inventario de 25 de noviembre de 1746, fs. 358 v.-361; Ibid., fs. 369
v.-374, y AHN, Clero 128/15, Avalúo de 20 de noviembre de 1750, fs. 29-30; AHN, Clero
128/1, Inventario de 19 de junio de 1767, fs. 98-104.
Cuando no se menciona expresamente, la estimación del valor se ha hecho de acuerdo a los
precios del avalúo de la hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' de 20 de noviembre
de 1750, ANCH-FJ, 211, fs. 369 v.-374.
[a] Se trata de una estimación muy prudente del avalúo de la vivienda principal. El valor de
parte de albañilería y carpintería del inventario de ella en 1767 podría haber alcanzado unos
558 pesos, según el siguiente cálculo:
— Valor de un patio de secar cacao enladrillado de 912 varas cuadradas, 63 pesos.
Según AHN, Clero 126/33, Avalúo de la casa de vivienda de la hacienda de Guatire, 20
de julio de 1768, f. 65, una vara cuadrada de ladrillo contenía 8,6 unidades y un millar de
ladrillos valía ocho pesos.
— Valor de un pasillo empedrado de una superficie total de 228 varas cuadradas, 86 pesos.
Según AHN, Clero 128/7, Avalúo de la hacienda 'San Ignacio del Tuy', 2 de junio de 1768,
f. 7, una vara cuadrada valía tres reales.
— Valor de 28 pilares de ladrillo de 6 varas de alto, 179 pesos.
Según AHN, Clero 126/33, Avalúo de albañilería de la casa de vivienda de la hacienda de
Guatire, 20 de julio de 1768, f. 67, el valor de un pilar de ladrillo y mezclote era de ocho
reales y medio la vara.
— Valor del techo de teja de 500 varas cuadradas, 158 pesos.
Según AHN, Clero 126/33, Avalúo de hacienda de Guatire, 1768, f. 70, el millar de tejas
valía 9 pesos. De acuerdo a ibid., f. 65, una vara cuadrada contenía 20 tejas, y una vara cuadrada
de techo, unas 35 unidades.
— Valor de 186 viguetas, 47 pesos.
Según AHN, Clero 128/7, Avalúo de hacienda 'San Ignacio del Tuy', 1768, f. 6 v., una vigueta
valía dos reales.
— Valor de 12 tirantes, 6 pesos.
Según ibidem., una vigueta valía cuatro reales.
— Valor de tres puertas de una mano y una puerta de dos manos, 19 pesos.
Según ibidem., una puerta de una mano con cerradura valía cinco pesos y una puerta pequeña
de dos manos, 3,5 pesos.

324
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Los aspectos señalados sólo eran parte de los elementos evaluables y la estimación deja de
325
lado las tapias, cimientos, rajas, suelo interior, pintura, estructura del techo de madera, barro
y caña, como el pago de la mano de obra.
[b] Según precio de AHN, Clero 128/7, Avalúo de la hacienda 'San Ignacio del Tuy', 4 de julio
de 1768, f. 7.
[c] Según precio de AHN, Clero 128/15, f. 29 vta., continuación del avalúo de 'San Ignacio
del Tuy', 20 de noviembre de 1750.
[d] Según precio de AHN, Clero 126/33, Avalúo de la hacienda de Guatire, 1768, f. 76.
[e] Según precio de AHN, Clero 128/7, Avalúo de la hacienda 'San Ignacio del Tuy', 4 de julio
de 1768, f. 6.

325
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA XXI. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población esclava 326
de la hacienda 'San Francisco Javier de Tacarigua' (1767).

Hombres Mujeres Total


Edad
Nº Pesos Nº Pesos Nº Pesos
0-5 1 86 4 404 5 490
6 - 10 2 [a] 350 2 350 4 700
11 - 15 1 [b] 200 — — 1 200
16 - 20 — — 2 600 [c] 2 600
21 - 25 — — 2 [d] 550 2 550
26 - 30 7 [e] 1.950 1 [f] 200 8 2.150
31 - 35 1 [g] 300 1 [h] 200 2 500
36 - 40 2 [i] 400 2 [j] 450 4 850
41 - 45 — — — — — —
46 - 50 1 [k] 150 1 [l] 250 2 400
51 - 55 — — 1 [m] 80 1 80
56 - 60 — — — — — —
61 - 65 1 [n] 50 — — 1 50
66 - 70 — — — — — —
71 - + — — — — — —
TOTAL 16 3.486 16 3.084 32 6.570

Fuente: AHPT, E-2 : 79, D : 1; “Santa Fé. Nº 2. Segundo...”; Tacarigua, 6 de agosto de 1767,
fs. 10-16.
[a] “enfermo de gálico” (1); [b] “con la vista visoja...con flema salada en los pies” (1); [c]
zamba (1); [d] “enferma de la barriga” (1); [e] “tullimiento en las piernas” (1), “casado con
una libre” (1); [f] “enferma de los pies, con espundia” (1); [g] “de nación” (1); [h] “enferma
de la barriga” (1); [i] “de nación” (1), “mayordomo” (1), “quebrado de una verija” (1); [j]
“de nación” (1), “enferma de barriga” (1); [k] “con los pechos abiertos” (1); [l] “enferma
de la barriga” (1); [m] “con dolores en los huesos y accidentes habituales” (1); [n] “quebrado
de una verija y enfermo” (1).

326
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA XXII. Inventario y avalúo estimado de los bienes de la hacienda 'San Francisco 327
Javier de Tacarigua' (1767).

Bienes Cantidad Pesos


I.– CASAS
– principal 19 x 13 varas 399 [a]
– 'bugíos' 5 buenos, 4 malos, 100
1 de gallinero
Sub-total 499
II.– MUEBLES
– silla de brazos, de suela 1 2
– silletas de cuero usadas 4 4
– catres de cuero 3 2
– mesa con cajón y cerradura 2 6 [b]
– estampas de papel, santos 2 10 [c]
– catre de viento 8 4 [b]
– escaparate viejo 1 4
– piedras de destilar agua 1 12
– caldera de hierro 2 4
– tabla de cedro 1 27 [e]
1 3 [d]
Sub-total 75
III.– OBJETOS DE TRABAJO
– cajones de medir 2 3 [b]
– campana 2 @, 16 lb * 49, 4
– hierro viejo 2 @, 18 lb 8, 4
Sub-total 61
IV.– ARMAS
– fusil corriente. 1 8 [b]
– cepo de madera con talero, gozne 1 20 [b]
y 13 agujeros
Sub-total 28

327
JAIME TORRES SÁNCHEZ

Bienes Cantidad Pesos 328

V.– HERRAMIENTAS
– barras (hierro) 3 15
– hachas 10 20
– palas ** 20 14,4
– calabozos *** 12 11,4
– tacises. 10 2,4
– chicorones “p.a pilonear” 4 4
– chícoras **** 9 9
– desjarretaderas 8 (5 de coger a 3 rs., 1,4 [b]
3 de desojar a 5 rs.)
– machetes 3
Sub-total 81,6
VII.– ESCLAVOS
Sub-total 32 6.570
VIII.– ARBOLEDAS
– frutales 3.876 5.814
– horqueteados 5.060 3.795
– fallas 5.278 990
– reciembros 2.950 1.106
Sub-total 17.164 11.705
TOTAL 19.019

Fuente: AHPT, E-2 : 79, D : 1, “Santa Fé. Nº 2. Segundo...”, 1767, fs. 9-18 v.
La estimación del valor de los 'Muebles' se ha hecho conforme al avalúo de 'San Ignacio del
Tuy', AHN, Clero 128/7, 1º de julio de 1768, fs. 7-8, cuando no se establece lo contrario.
* Se considera una libra de hierro en campana a seis reales y una libra de hierro en herramientas
a un real de acuerdo a avalúo.
** nueve palas buenas a dos reales cada una.
*** 10 buenos a 8 reales, c/u.
**** Según valor de 'chicorones'.
[a] Valor de casa de hacienda 'San Ignacio del Tuy' en 1768, cuyas dimensiones pudieron ser
parecidas como son idénticos los materiales de fabricación. Los 'bugíos' son 10, pero se han
evaluado sólo cinco al precio de los de la hacienda anterior.

328
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

[b] Basada en avalúo de la hacienda 'San Francisco de Borja del Valle de Caucagua', ANCH-FJ, 329
211, 20 de noviembre de 1750, fs. 370 v.-374.
[c] Basada en avalúo de 'Nuestra Señora del Valle de Guatire', AHN, Clero 126/33, 3 de junio
de 1768, f. 150 v.
[d] Ibidem.
[e] Basada en el avalúo de una paila de cobre de 1arroba, 11 libras, del servicio de la casa de
la hacienda 'Nuestra Señora del Valle de Guatire', AHN, Clero 126/33, 24 de julio de 1772,
f. 190. Se consideró el precio de la libra de hierro al valor del precio de una campana.

329
JAIME TORRES SÁNCHEZ

TABLA XXIII. Producto y Consumo de la Provincia de Caracas (1752). 330


Producto Consumo
Bienes
Nº Pesos Pesos

Cacao (fanegas) 100.000 1.000.000,[a] 300.000


Tabaco (arrobas) 32.000 128.000 128.000,[b]
Azúcar, papelón y miel — 386.930,[c] 386.930
Maíz, yuca, queso, manteca — 14.158 14.158
Ganado 27 a 28.000 98.000,[d] 98.000
Otros 372.912 —
TOTAL 2.000.000 927.088

Fuente: AGI, Caracas 368, Carta de don Felipe Ricardo al marqués de la Ensenada, Caracas,
1º de marzo de 1752, s. f.
[a] La fuente calcula 30.000 fanegas de consumo y 70.000 de exportación, valuadas a 10 pesos
la fanega, para el año 1751-52, probablemente.
[b] La fuente señala una cifra “de consumo y saca”. Como la producción se consumía casi
totalmente en 1775 (Marón, op. cit., ps. 430, 455) suponemos que el producto es igual al consumo.
[c] Cifra corregida de acuerdo a AGI, Caracas 368, “Relación y noticias de todas las haciendas
de trapiche que... se hallan en esta Provincia”, Caracas, 25 de abril de 1752, s. f. Según esta
fuente había 230 trapiches. Según la fuente general de la Tabla había 154 trapiches con un
producto de 265.580 pesos.
[d] La fuente no menciona exportación de cueros en el año.

330
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

TABLA XXIV. Evolución de las exportaciones. Provincia de Caracas: 1786-1800. 331


Rubro 1786-90 1791-95 1793-96 1797-1800
Cacao (fgs) 431.215 377.106 367.819 239.162
Añil (lbs) 1.470.116 3.590.369 2.955.973 793.210
Algodón (qq) 3.371 17.045 14.983 28.342
Café (qq) 934 10.905 13.255 15.370
Fuente: Humberto Tandrón, El Real Consulado de Caracas y el comercio exterior, Universidad
Central de Venezuela, Caracas, 1976, ps. 69-70, 160-161. Conversión de cifras de algodón
y café en quintales a partir de 1 quintal = 100 libras, equivalencia establecida a partir de relación
entre cifras del autor y Depons, op. cit., II, ps. 155-156.

Promedio anual de exportaciones de la provincia de Caracas: 1786-1800.

Rubro 1786-90 1791-95 1793-96 1797-1800


Cacao 86.243 75.421 91.955 59.791
Añil 294.023 718.074 778.993 198.303
Algodón 674 3.409 3.746 7.086
Café 187 2.181 3.314 3.843
Fuente: Tabla anterior.

331
333

5.– Tablas y cuadros

Tablas

N°. Tabla: Pág.


I. Inventario de sembradíos de caña de azúcar. Hacienda de Guatire
(1753). 295-296
II. Inventario de sembradíos de caña de azúcar. Hacienda de Guatire
(1767). 297-298
III. Inventario de sembradíos de caña de azúcar. Hacienda de Guatire
(1772). 299-300
IV. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava.
Hacienda de Guatire (1753). 301
V. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava.
Hacienda de Guatire (1767). 302
VI. Distribución por edad, sexo y salud de la población esclava.
Hacienda de Guatire (1772). 303
VII. Situación de salud de la población esclava. Hacienda de Guatire
(1767 y 1772). 304-305
VIII. Avalúo de los bienes de la hacienda de Guatire (1768). 306-307
IX. Avalúo de los bienes de la hacienda de Guatire (1768). 308
X. Avalúo de los bienes de la hacienda de Guatire (1772). 309-310
XI. Avalúo de los bienes de la hacienda de Guatire (1772). 311

333
JAIME TORRES SÁNCHEZ

N°. Tabla: Pág. 334


XII. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava.
Hacienda de Guatire (1772). 312
XIII. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población
esclava. Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746). 313
XIV. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava.
Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1750). 314
XV. Distribución por edad, sexo y valor de la población esclava.
Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1768). 315
XVI. Inventario y avalúo de bienes de la hacienda 'San Ignacio del Tuy'
(1746, 1750 y 1768). 316-318
XVII. Cuenta de don Simón Mondragón, administrador de la hacienda
'San Ignacio del Tuy' desde el 5 de julio de 1767 al 1° de diciembre
de 1768. 319
XVIII. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población
esclava. Hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1746). 320
XIX. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población
esclava. Hacienda 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1767). 321
XX. Inventario y avalúo estimado de bienes de la hacienda 'San
Francisco de Borja de Caucagua' (1746 y 1767). 322-325
XXI. Distribución por edad, sexo y valor estimado de la población
esclava de la hacienda 'San Francisco Javier de Tacarigua' (1767). 326
XXII. Inventario y avalúo estimado de los bienes de la hacienda 'San
Francisco Javier de Tacarigua' (1767). 327-329
XXIII. Producto y Consumo de la Provincia de Caracas (1752). 330
XXIV. Evolución de las exportaciones. Provincia de Caracas (1786-1800). 331

334
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Cuadros 335

N°. Cuadro. Pág.


1. Estructura de valor de los bienes de la fundación del Colegio de Caracas
(1750). 8
2. Donaciones de particulares. Patrimonio de la fundación del Colegio de
Caracas (1750). 10
3. Deudores de la fundación para el Colegio de Caracas pertenecientes a
la élite (1750). 11
4. Valor del patrimonio de la Casa de Caracas (1767). 12
5. Estructura del patrimonio agrícola del Colegio de Caracas (junio de 1767). 15
6. Estructura de la riqueza del Colegio de Caracas (1767). 16
7. Estructura de la riqueza del Colegio de Caracas (1750 y 1767). 17
8. Estructura del valor patrimonial agrícola de los colegios de Mérida y
Caracas (1767). 21
9. Daños y enfermedades de los cacaoteros. 40
10. Parámetros seleccionados del cultivo de cacao. 45
11. Rendimiento del 'cacao almendra' y 'cacao seco' según número de árboles. 46
12. Producto medio anual de cacao según superficie. Segunda mitad del siglo
XVIII. 47
13. Caracteres de la caña criolla en la Provincia de Caracas. Segunda mitad
del siglo XVIII. 56
14. Parámetros de equidistancia para siembra de caña criolla. Segunda mitad
del siglo XVIII. 57
15. Cultivo de caña de azúcar según tipo de tierra sembrada. Hacienda de
Guatire (1753). 81
16. Hectáreas de caña cultivada según etapa de crecimiento y calidad.
Hacienda de Guatire (1753). 82
17. Hectáreas de caña cultivada según etapa de crecimiento y calidad.
Hacienda de Guatire (1772). 84
18. Comparación de inventarios de los años de 1753 y 1772. Hacienda de
Guatire. 85

335
JAIME TORRES SÁNCHEZ

N°. Cuadro. Pág. 336


19. Hectáreas de caña cultivada según etapa de crecimiento y calidad.
Hacienda de Guatire (1767). 86
20. Producto y diezmos de la Hacienda de Guatire (1755-57). 96
21. Producción de la Hacienda de Guatire en diversos años (1753-55 y 1756-59). 98
22. Valor de la producción de la Hacienda de Guatire en diversos años
(1753-55 y 1756-59). 100
23. Estructura de la población esclava según edad y sexo. Hacienda de Guatire
(1753). 104
24. Número de enfermos en la población esclava según edad. Hacienda de
Guatire (1753). 104
25. Tipos de enfermedades en la población esclava. Hacienda de Guatire
(1753). 105
26. Tipos de familias en la población esclava. Hacienda de Guatire (1753). 106
27. Estructura de la población esclava según importancia económica y estado
de salud. Hacienda de Guatire (1753, 1767 y 1772). 107
28. Estructura de la población esclava según intervalos de edad de importancia
económica. Hacienda de Guatire (1753 y 1767). 109
29. Estructura de la población esclava según intervalos de edad de importancia
económica. Hacienda de Guatire (1767 y 1772). 111
30. Tipos de familias en la población esclava. Hacienda de Guatire (1753,
1767 y 1772). 111
31. Estado de salud de la población esclava. Hacienda de Guatire (1753, 1767
y 1772). 114
32. Tipos de enfermedades en la población esclava. Hacienda de Guatire
(1753, 1767 y 1772). 121
33. Origen étnico de la población esclava. Hacienda de Guatire (1753, 1767
y 1772). 127
34. Avalúo de los esclavos según intervalo de edad. Hacienda de Guatire
(1772). 131
35. Estructura de valor de los bienes de la Hacienda de Guatire (1753, 1768
y 1772). 181

336
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

N°. Cuadro. Pág. 337


36. Estructura de valor de la dotación técnico-material. Hacienda de Guatire
(1767 y 1772). 183
37. Incrementos del valor patrimonial según dimensiones económicas.
Hacienda de Guatire (1768 y 1772). 185
38. Producto y Consumo de la Provincia de Caracas (1752). 190
39. Evolución del número de trapiches e Ingreso Bruto. Provincia de Caracas
(1752 y 1775). 191
40. Distribución de las haciendas de trapiche de la Provincia de Caracas
(1752). 193
41. Número de árboles y superficie plantada. Hacienda 'San Ignacio del Tuy'
(1746 y 1767). 199
42. Producción estimada de cacao. Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746
y 1767). 200
43. Variación en la cantidad de herramientas agrícolas. Hacienda 'San Ignacio
del Tuy' (1746, 1750 y 1767). 202
44. Evolución de la población esclava según sexo y edad. Hacienda 'San
Ignacio del Tuy' (1746, 1750 y 1767). 203
45. Tipos de familias en la población esclava. Hacienda 'San Ignacio del Tuy'
(1746, 1750 y 1767). 204
46. Origen de la población esclava. Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746,
1750 y 1767). 205
47. Estructura de valor de los bienes. Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746,
1750 y 1768). 206
48. Relación entre valor patrimonial y variables económicas. Hacienda 'San
Ignacio del Tuy' (1746 y 1768). 208
49. Cuenta de la administración. Hacienda 'San Ignacio del Tuy' desde el
5 de julio de 1767 al 1º de diciembre de 1768. 213
50. Costos y beneficio estimados. Hacienda 'San Ignacio del Tuy' (1746 y
1767). 216
51. Evolución del número de árboles y superficie plantada. Hacienda 'San
Francisco de Borja de Caucagua' (1746 y 1767). 224

337
JAIME TORRES SÁNCHEZ

N°. Cuadro. Pág. 338


52. Producción estimada de cacao seco. Hacienda 'San Francisco de Borja
de Caucagua' (1746 y 1767). 226
53. Evolución de la población esclava según sexo y edad. Hacienda 'San
Francisco de Borja de Caucagua' (1746 y 1767). 227
54. Origen de la población esclava. Hacienda 'San Francisco de Borja de
Caucagua' (1746 y 1767). 228
55. Tipos de familias en la población esclava. Hacienda 'San Francisco de
Borja de Caucagua' (1746 y 1767). 229
56. Estructura de valor estimado de la hacienda 'San Francisco de Borja de
Caucagua' (1746 y 1767). 230
57. Producción estimada, costo y tasa de rentabilidad. Hacienda 'San Francisco
de Borja de Caucagua' (1746 y 1767). 233
58. Estructura de uso del suelo. Hacienda 'San Francisco Javier de Tacarigua'
(1767). 237
59. Estructura de las arboledas. Hacienda 'San Francisco Javier de Tacarigua'
(1767). 238
60. Distribución por edad, sexo y estado de salud de la población esclava.
Hacienda 'San Francisco Javier de Tacarigua' (1767). 239
61. Situación de salud de la población esclava. Hacienda 'San Francisco Javier
de Tacarigua' (1767). 240
62. Tipos de familias de la población esclava. Hacienda de 'San Francisco
Javier de Tacarigua' (1767). 241
63. Estructura de valor estimado de los bienes. Hacienda 'San Francisco Javier
de Tacarigua' (1767). 243
64. Indicadores económicos de los bienes de cuatro haciendas del Colegio
de Caracas (1767). 255
65. Acumulación patrimonial en tres haciendas de cacao del Colegio de
Caracas (1746 y 1767). 257
66. Fanegas de cacao exportadas por el Colegio de Caracas (1761-1767). 260
67. Situación patrimonial de la hacienda de Guatire (1753 y 1767). 262

338
339

6.– Lista de figuras y mapas

Figuras

N°. Figuras Pág.


1. Distribución del espacio en una plantación azucarera. Siglo XVIII. 55
2. Vista de casas de plantación en el Caribe francés. 60
3. Vista de las distintas áreas de un trapiche. 65
4. Descripción de un molino de caña. 66
5. Molino de caña hidráulico. 67
6. Tren español de cocción. 70
7. Bohío utilizado como secadero. 73
8. Esclavo limpiando caña para el molino. 119
9. Negro cimarrón. 119
10. Planta de Trapiche Viejo (1753). 135
11. Perspectiva del Trapiche Viejo (1767). 138
12. Molino vertical de tres mazas. Guatire (1772). 140
13. Molino movido por animales. 141
14. Molino manual. 147
15. Horno de cocción individual. 148
16. Planta del Ingenio y Sala de Pailas (1767). 156
17. Perspectiva de mecanismo del Molino (1767). 159
18. Alzado oeste del Ingenio (1767). 160

339
JAIME TORRES SÁNCHEZ

N°. Figuras Pág. 340


19. Alzado sur del Ingenio (1767). 160
20. Planta de la Despensa y Casa Purguera (1767). 165
21. Molino hidráulico. 168
22. Casa vivienda de 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1746). 223
23. Perspectiva de vivienda de 'San Francisco de Borja de Caucagua' (1767). 223
24. Casa vivienda de San Francisco de Borja de Caucagua (1767). 225

340
HACIENDAS Y POSESIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN VENEZUELA

Mapas 341

N°. Mapa Pág.


1. Límites de la Provincia de Caracas. Segunda mitad del siglo XVIII. 26
2. Región Centro-Costera de la Provincia de Caracas. 26
3. Ubicación de la Hacienda 'Nuestra Señora de La Guía', Valle de Guatire. 80

Fuentes de las Figuras: N° 1/ Il Gazzettiere Americano. In Livorno, per Marco Coltellini.


1763. v.2 pp.110-111. N° 2/ N°3/ Du Tertre. Histoire Generale des Antilles Habitees par les
Francois. A Paris: Chez Thomas Iolly, 1667, Tomo II, entre pp. 122-123. N°4/ Labat. Nieuwe
Reizen naar de Franse Eilanden van America. Amsterdam: By Balthasar Lakeman, 1725, pp.
200-201. N°5/ Labat. Nieuwe Reizen naar de Franse Eilanden van America. Amsterdam: By
Balthasar Lakeman, 1725, pp. 228-229. N°6/ Du Tertre. Histoire Generale des Antilles Habitees
par les Francois. A Paris: Chez Thomas Iolly, 1667, Tomo II, entre pp. 122-123. N°7/ Antei,
Giorgio. Guía de Forasteros. Bogotá: Seguros Bolívar, 1995, p. 45 N°8/ Elaboración propia.
N°9/ Antei, Giorgio. Guía de Forasteros. Bogotá: Seguros Bolívar, 1995, p. 57. N°10/
Elaboración propia. N°11/ Elaboración propia. N°12/ Elaboración propia. N°13/ Elaboración
propia. N°14/ Rochefort, César de. Histoire Naturelle et Morale des Iles Antilles de l'Amerique.
A Roterdam: Chez Arnout Leers, 1665, entre pp. 332-333. N°15/ D'Orbigny y Eyriés. Viaje
Pintoresco a las dos Américas, Asia y África. Barcelona: Imprenta y Librería de Juan Oliveres,
1842, pp. 40-41. N°16/ Wiener, Crevaux, Charnay et al. América Pintoresca. Barcelona: Montaner
y Simón, 1884, p. 644. N°17/ Elaboración propia. N°18/ Elaboración propia. N°19/ Elaboración
propia. N°20/ Elaboración propia. N°21/ Elaboración propia. N°22/ Elaboración propia. N°23/
Elaboración propia. N°24/ Elaboración propia.
Fuentes de los Mapas: N° 1/ Elaboración propia. N° 2/ Elaboración propia. N°3/ Elaboración
propia.

PORTADA: Viñeta a partir de Brehm, A.E. Historia Natural (La creación). Barcelona: Montaner
y Simón, 1880, Tomo I, pp. 150-151.

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