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C. J.
MAHANEY

La V i d a
Cruzcéntrica

Lo PRINCIPAL de
mantener el
Evangelio
2

«Nosotros nunca vamos más aJJá deJ mensaje de Ja cruz, CJ. Mahaney aplica esta verdad en
una poderosa y atractiva manera. Este es un libro para coda cristiano y me complace
recomendarlo».
jerry bridges, autor de en Pos de la santidad
«Una y otra vez, por su vida y escritos, CJ. Mahaney me ha llamado a la posición central de la
cruz. Amo más a Cristo debido a su precioso ministerio».
john piper, autor de Los peligros del deleite
«Cada Timoteo necesita un Pablo. CJ. Mahaney es el mío... y este libro contiene su mensaje de
vida. Léalo y permita que Dios reajuste su vida».
joshua harris, pastor y autor de le dije adiós a las citas amorosas
«Mi amigo C J. Mahaney tiene una pasión por Jesús y su pueblo. Vive centrado en la cruz y está,
por lo tanto, calificado para hablar de esto. Permita que C J camine con usted a través del
poder transformador del evangelio. Estará renovado... y profundamente agradecido por la
gracia de Dios».
randy alcorn, autor de el principio del tesoro Y cartas secretas
«Este bíblico y práctico libro escrito por un sabio y piadoso hombre me ayudó a mí, así como
ayudará a otros, a triunfar sobre dañinos patrones de pensamiento acerca de nuestra vida
diaria como cristianos y a enfocarnos en la obra consumada de Cristo en la cruz».
wayne grudem, profesor investigador de biblia y teología, seminario phoenix, scottsdale, az

Publicado por Editorial Unilit


Miami, Fl. 33172 Derechos reservados
© 2003 Editorial Unilit (Spanish translation) Primera edición 2003
© 2002 por Sovereign Grace Ministries
Originalmente publicado en inglés con el título: Cross Centered Life, The
por Multnomah Publishers, Inc.
204 W. Adams Avenue, P. O. Box 1720
Sisters, Oregon 97759 USA
Todos los derechos de publicación con excepción del idioma inglés son contratados
exclusivamente por GLINT, P. O. Box 4060, Ontario, California 91761-1003, USA.
(All non-English rights are contracted through: Cospel Literature International, PO Box 4060,
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pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio electrónico, mecánico,
fotocopia, cinta magnetofónica u otro excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso
previo de los editores.
Traducido al español por: Nancy Pineda
Qtas bíblicas tomadas de La Biblia de las Américas © 1986 The Lockman Foundation; la Santa
Biblia, Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional; y La Biblia Dios
habla hoy © 1996 Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso.
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Producto 495292 ISBN 0-7899-1094-2 Impreso en Colombia Printedin Colombia


A Carolyn Aparte del Salvador, no he recibido mayor regalo de Dios que tu amor.
¡Cuán bella eres, amada mía! ¡Cuán bella eres! Cautivaste mi corazón, hermana y novia mía.
cantares 4:1,9

CONTENIDO
1. Repita lo obvio
La verdad más importante es la que olvidamos con más facilidad
1. ¿En qué está centrada su vida?
Por qué la cruz debe definir nuestra vida
3. Rompamos las reglas del legalismo
Cómo la cruz lo rescata de la trampa del desempeño
4. Descargue la condenación
Cómo la cruz elimina la culpa y la vergüenza
5. Lo que siente contra lo que es real
Base su fe en la obra consumada de Cristo en la cruz
6. El día centrado en la cruz.
Maneras prácticas para centrar cada día alrededor de la cruz
7. Nunca lo pase por alto
Ponga este libro en un estante, ¡pero no su mensaje!
Notas
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Repita lo obvio (1)


La verdad más importante es la que olvidamos con más facilidad
LAS MANOS DE TIMOTEO temblaban mientras leía. Casi sostenía con amor la carta, como si su
delicadeza con el pergamino se la transmitiera de algún modo a su autor, ahora encadenado
en un frío calabozo romano. La carta venía del apóstol Pablo; sería la última. Durante años,
Timoteo había tratado de quitarse de su mente la pérdida de Pablo. Este había sido como un
padre. Un amigo y mentor que guió e instruyó al joven pastor. ¿Cómo ministraría sin las
reconfortantes palabras de Pablo, su confianza, sus oraciones? Sin embargo, ahora, Timoteo
sabía que la muerte de Pablo era inminente.
«Yo, por mi parte, ya estoy a punto de ser ofrecido como un sacrificio, y el tiempo de mi
partida ha llegado» (2 Timoteo 4:6).
Timoteo leyó las líneas finales de la carta a través de las lágrimas. Pero luego se detuvo y se
las limpió de un manotazo. ¿Cómo se iba a dejar llevar por la pena cuando su viejo amigo
enfrentaba la muerte con tanto valor?
Casi podía escuchar la voz de Pablo a través de las palabras de la página: «Sé prudente en
todas las circunstancias, soporta los sufrimientos... cumple con los deberes de tu ministerio» (2
Timoteo 4:5).
Ahora Timoteo comenzó a leer de nuevo la carta. Leyó despacio y a conciencia. Sus ojos
taladraban cada palabra, cada oración. En los momentos finales de la vida de Pablo, ¿le daría
Dios un destello de conocimiento profundo que le pasaría a Timoteo? Pablo era el apóstol a los
gentiles, un hombre al que llevaron hasta el mismo cielo (véase 2 Corintios 12:2-4). ¿Qué visión
profunda, como una hace tiempo olvidada clave, se revelaría ahora?
Mientras Timoteo leía, con el corazón palpitante, la verdad (la clave) lo golpeó con
penetrante claridad. Vio con más brillantez que nunca a qué Pablo le entregó su vida, y por lo
cual Timoteo, también, dedicaría la suya.
El mensaje de la última carta de Pablo no reveló una nueva verdad, ni un conocimiento
oculto, solo «una verdad» por la que dio su vida para esparcirla. Las buenas nuevas. Las nuevas
de la cruz.
Y ahora la carta, que la primera vez fue para Timoteo el obituario de su querido amigo, se
convirtió en una llena de gozo y audaz reafirmación de todo por lo que vivió Pablo y todo por lo
que moriría pronto.
«De este evangelio he sido yo designado heraldo, apóstol y maestro... Pero no me
avergüenzo, porque sé en quién he creído» (2 Timoteo 1:11-12).
Parecía que las palabras gritaban desde las páginas:
«Con fe y amor en Cristo Jesús, sigue el ejemplo de la sana doctrina que de mí aprendiste» (2
Timoteo 1:13).
Timoteo casi veía los llameantes y ardientes ojos de Pablo en los suyos, sentía sus nudosos
dedos aferrados a su brazo. «Con el poder del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida la
preciosa enseñanza que se te ha confiado» (2 Timoteo 1:14).
Timoteo no necesitaba una nueva verdad, escuchaba que le decía su viejo amigo. Cuida la
única verdad. Sigue el único mensaje.
«No dejes de recordar a Jesucristo, descendiente de David, levantado de entre los muertos.
Este es mi evangelio» (2 Timoteo 2:8).
EL MENSAJE
El apóstol Pablo reconoció el peligro universal de olvidar lo que es más importante. Se negó a
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que lo apartaran del evangelio.


La cruz era el plato fuerte de la teología de Pablo. No era simplemente uno de los mensajes
de Pablo; era e/mensaje. También enseñó sobre otras cosas, pero cualquier cosa que enseñara
procedía y se relacionaba con la realidad básica de que Jesucristo murió de incinera que los
pecadores se reconciliaran con Dios y recibieran el perdón de Dios.
El teólogo D.A. Carson escribió de Pablo: «Él no podía hablar mucho acerca del gozo
cristiano, ni de la ética, ni del compañerismo cristiano, ni de la doctrina cristiana de Dios, ni de
ninguna otra cosa, sin finalmente vincularlo a la cruz. Pablo estaba centrado en el evangelio;
estaba centrado en la cruz» .
Desde su primera epístola hasta su carta final a Timoteo, Pablo mantuvo la muerte expiatoria
y resurrección de Jesús en el centro de su enseñanza. Se propuso «no saber de cosa alguna,
excepto de Jesucristo, y de éste crucificado» (1 Corintios 2:2).
Y esto tampoco era una fría fórmula teológica. Pablo vivió su vida centrada en la cruz
porque la cruz salvó y transformó su propia vida.
Escribiendo treinta años después de su conversión, los recuerdos de Pablo de lo que había
hecho y lo que Dios hizo por él, permanecían en el primer plano de su mente. «Anteriormente,
yo era un blasfemo, un perseguidor y un insolente» le escribió a Timoteo, «pero Dios tuvo
misericordia de mí» (1 Timoteo 1:13).
NUNCA SE OLVIDA
Puedo relacionar el asombro de Pablo en ser objeto de misericordia. Viví en la misma zona
de Maryland desde que era un muchacho. Es difícil que pase un mes sin que no recuerde quién
fui una vez.
Antes que Dios me salvara en 1972, yo también era un blasfemo. Vivía para mí y mi propio
placer. Vivía en rebelión contra Dios y me burlaba de quienes lo seguían. Pasé mis años de
estudios secundarios y universitarios inmerso profundamente en la cultura local de la droga.
A veces, tarde en la noche, mis amigos y yo buscábamos lugares tranquilos y solitarios donde
podríamos drogamos con seguridad. En más de una ocasión fue en un monumento del Distrito
de Columbia. Otras veces fue en una pacífica calle debajo de gruesos y enormes árboles. O
incluso en la terminal de lo que en ese entonces era un poco usado aeropuerto llamado Dulles,
donde las puertas permanecían abiertas después que terminaban los vuelos del día y nos
podíamos trasladar a través del casi desierto y angosto pasillo de un edificio.
Pronto, algún día, estaría de nuevo cerca de uno de esos lugares y los recuerdos me
inundarían otra vez. Recordaría lo que fui en una ocasión y me acordaría de lo que era ahora.
A menudo mis ojos se llenan de lágrimas por los recuerdos de mis locuras y pecado. Y en ese
mismo instante, mi corazón estará lleno de un gozo santo e inexplicable. ¡Ya no soy el mismo!
Mediante la obra consumada de Cristo en la cruz, he sido perdonado de los incontables
pecados que he cometido.
«Dichoso aquel», escribió David, «a quien el Señor no toma en cuenta su maldad» (Salmo
32:2). Esta verdad hace eco a través de mi alma, resonando en lugares tan lejanos y profundos
a los que no puede llegar ninguna droga.
Mucha gente hoy trata de huir del pasado. Supongo que yo podría intentarlo también, al
dejar la ciudad natal que guarda tantos recuerdos de mi maldad. Sin embargo, considero que
la vida aquí es un don de Dios. Los regulares recuerdos de mi pasado son preciosos para mí.
¿Por qué? Porque, al igual que Pablo, nunca deseo olvidar la gran misericordia mostrada en
mí.
ESTO ES TODO LO QUE NECESITAMOS
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Si es cristiano, no necesita vivir en el mismo lugar toda su vida a fin de recordar quién fue una
vez. Y no le hace falta tener un antecedente en drogas, ni ninguna otra experiencia
extraordinaria de conversión, a fin de que la cruz le resulte amada.
Sin importar nuestro pasado, todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios
(Romanos 3:23). La vida de mi hijo de nueve años de edad, Chad, es muy distinta a la mía. Se
ha criado en un hogar cristiano. Se le ha enseñado la Palabra de Dios. Y a diferencia de su pa-
dre, está rodeado de personas en una iglesia local que respetan la piedad y la humildad, no la
mundanalidad y el orgullo.
No obstante, cuando Chad sea un joven adulto, la cosa mas importante que pueda
enseñarle es que, aun cuando se haya criado en una familia cristiana y se le haya guiado en
una vida moral, él es un pecador que necesita con desesperación la muerte sustituía de Cristo a
fin de que Dios lo perdone.
Y por eso le estoy enseñando el evangelio, día a día. Le digo que es pecador como su papá,
y que el pecado es un problema serio. Lo expreso en palabras que su joven mente sea capaz
de comprender, pero no paso por alto ni minimizo la seriedad del pecado. A través de sus
acciones y actitudes se ha rebelado contra su Hacedor. Y este gran Dios es perfectamente
santo y debe responder con feroz oposición al pecado. Debe castigarlo.
Algunos quizá se sorprendan de que le enseñe a un niño de nueve años de edad la ira de
Dios hacia el pecado. Sin embargo, lo que encuentro sorprendente es que alguna amorosa
persona le retenga esta verdad a otra persona que ama. Puesto que solo cuando
comprendemos la ira de Dios hacia el pecado es que nos damos cuenta de la necesidad de
ser salvos de esto. Solo cuando escuchamos las malísimas nuevas de que merecemos el juicio es
que logramos apreciar las buenísimas nuevas de que Dios nos provee salvación a través de su
Hijo.
Y esto es lo que le ofrezco a mi pequeño hijo como la esperanza de su vida: que Jesús, el
perfecto y justo Hijo de
Dios, murió en su lugar por sus pecados. Jesús se llevó todo el castigo; Jesús recibió toda la ira
cuando lo colgaron de la cruz, a fin de que personas como Chad y su pecador papi fueran
perdonados por completo.
EL ÚNICO MENSAJE ESENCIAL
Espero enseñarle a mi hijo muchas otras cosas también, pero el evangelio es la única cosa
esencial que debe saber.
«El evangelio», escribe Jerry Bridges, «no solo es el mensaje más importante en toda la historia;
es el único mensaje esencial de toda la historia. Sin embargo, dejamos que miles de cristianos
profesantes vivan toda su vida sin una clara comprensión de él y sin experimentar el gozo de
vivir por él» .
El autor John Stott está de acuerdo. «Por todas partes nosotros vemos a cristianos e iglesias
que se despreocupan de su comprensión del evangelio, andando a tientas, y en el peligro de
dejarlo caer de sus manos por completo»3.
A veces las más obvias verdades son las que necesitamos recordar más.
En cierta ocasión, George Orweil dijo que «a veces el primer deber de los hombres
inteligentes es la repetición de lo obvio» . Quizá el propósito de este libro sea repetir la obvia,
aunque a menudo olvidada, verdad del evangelio, que se le ha llevado ante usted en más de
una oportunidad.
Por otra parte, a lo mejor está pensando: «Ya conozco esta verdad, la he conocido por
años». Eso es bueno, pero déjeme preguntarle lo siguiente:
¿Está su vida centrada en la cruz?
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Los síntomas que surgen por no estar centrado en la cruz son fáciles de detectar. ¿Algunos
de estos lo describen a usted?
• A menudo le falta el gozo.
• No está creciendo de manera regular en la madurez espiritual.
• A su amor por Dios le falta pasión.
• Está siempre a la caza de una nueva técnica, alguna «nueva verdad» o nueva experiencia
que le permitirá reunir todas las piezas de su fe.
Si se puede relacionar con algunos de estos síntomas, le animo a que siga leyendo. Cuando
sepa vivir una vida centrada en la cruz, aprenderá a:
• Cómo liberarse de lo que le roba el gozo, del pensamiento y de la vida legalista.
• Cómo dejar atrás los paralizantes efectos de la culpa y la condenación
• Cómo dejar de basar su fe en sus emociones y circunstancias
• Cómo crecer en gratitud, gozo y santidad
Estas no son promesas exageradas de un autor que desea convencerlo para que lea su libro.
Estas son las promesas de Dios para todo el que responda a su maravilloso plan de salvación.
Muchísimos de nosotros hemos pasado por alto ese glorioso plan. En nuestros interminables
deseos de avanzar y estar seguros de que todo lo que hacemos, decimos y pensamos sea
pertinente para la vida moderna, muchísimos de nosotros hemos dejado de concentrarnos en
las maravillas del Jesús crucificado.
Muchísimos de nosotros manejamos con torpeza la verdad más importante de la Biblia y, por
lo tanto, sufrimos las consecuencias.
Aun así, no es demasiado tarde para cambiar. No es demasiado tarde para reiterar y
restablecer la verdad obvia como la verdad más importante en su vida.
El mensaje que Pablo le dio a Timoteo es el mismo mensaje de Dios para usted. Necesita
redescubrir la verdad que le salvó antes. La clave para el gozo, el crecimiento, la pasión no está
oculta de usted. Está delante de sus ojos.
Es el evangelio.
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¿En qué está centrada su vida? (2)


Por qué la cruz debe definir nuestra vida
EL LUNES, Alicia compró un loro. No hablaba, así que al día siguiente regresó a la tienda de
mascotas.
«Necesitas una escalera», le dijeron. Ella compró una escalera, pero pasó otro día y el loro no
decía ni una palabra.
«¿Qué me dices de un columpio?», le sugirió el dependiente.
Así que Alicia compró un columpio. Al día siguiente, un espejo. Al otro día, un árbol plástico
en miniatura. Al día siguiente, un brillante loro de juguete. El domingo por la mañana, Alicia
estaba parada afuera de la tienda de mascotas cuando abrió. Tenía la jaula del loro en su
mano y lágrimas en sus ojos. Su loro estaba muerto.
«¿Dijo alguna palabra?», le preguntó el propietario de la tienda.
«Sí», dijo Alicia entre sollozos. «Justo antes de morir, me miró y me preguntó: "¿No venden
algún alimento en esa tienda de mascotas?"»
EL ASUNTO DE PRIMERA IMPORTANCIA Muchas buenas causas y actividades pueden ocupar
el tiempo y la atención de un cristiano. Aun así, del mismo modo que ninguna cantidad de
amenidades en la jaula del loro pueden compensar la falta de alimento del ave, nada es
capaz de sustituir el evangelio en una vida cristiana. Sin esto nuestra alma llegará a estar como
la mascota de Alicia: muerta de hambre en una jaula atestada.
Es importante preguntar con sinceridad qué estamos construyendo alrededor de nuestra
vida hoy. Antes de que seamos capaces de hablar acerca de cómo vivir centrados en la cruz,
tenemos que identificar en qué está centrada nuestra vida ahora mismo. Todos vivimos
centrados en alguna cosa. Pero, ¿es la buena cosa?
De modo que piense en esto por un momento. ¿Qué es lo principal en su vida?
Se lo diré de otra manera. ¿Qué lo apasiona más? ¿Qué cree cuando piensa en cualquier
cosa que desea? ¿De qué le encanta hablar?
¿Qué lo define a usted?
¿Es su carrera? ¿Una relación que tiene? ¿Su pasatiempo? ¿Su afiliación política? ¿Está
fascinado con los últimos artilugios electrónicos?
O es probable que lo principal sea algo que está sin duda centrado en otros. Tal vez sea su
ministerio, su familia. A lo mejor se trate de la enseñanza escolar en casa o una causa como el
movimiento pro vida. Todas son cosas buenas, pero no la única cosa que Dios dice que debe
ser la más importante: el asunto de primera importancia.
«Quiero recordarles el evangelio que les prediqué», escribió Pablo. «Porque ante todo les
transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados» (1 Corintios
15:1,3).
Primera importancia. La Biblia nos dice que, mientras hay muchos llamados diferentes y
muchas posibles esferas de servicio en el reino de Dios, una verdad trascendente debe definir
nuestra vida. Una simple verdad debe motivar nuestro trabajo e influir en cada lugar que
estemos. Cristo murió por nuestros pecados. Si hay algo en la vida que nos debe apasionar es el
evangelio. Y no significa apasionarnos solo por predicárselo a otros. Significa apasionarnos al
pensar en él, al hablar extensamente de él, al regocijarnos en él, al permitirle que matice la
manera en que miramos al mundo. Solo una cosa debe ser de primera importancia para
nosotros. Y solo el evangelio debe ser esta.
LO NUEVO, LO SUPERIOR... ¿O LO MEJOR?
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Nuestra cultura está saturada por completo de anuncios. Cada día nos atacan suplicando
nuestra atención. Y cada llamado dice de alguna manera que se ofrece algo nuevo o superior.
O ambas cosas.
No hay nada malo con ser nuevo o superior. Nuestro problema es que llegamos a ver esos
dos adjetivos como sinónimos; como si alguna cosa nueva fuera siempre superior, o si algo
superior debe ser nuevo.
Es triste, pero una obsesión con lo nuevo y lo superior es común dentro y fuera de la iglesia. La
lista es interminable y siempre cambiante. La dieta y la salud. Sanidad y milagros. Dones del
Espíritu Santo. Matrimonio piadoso. Creacionismo. Música de adoración. Evangelización.
Misiones. El regreso del Señor. Una forma específica de liturgia.
Uno puede encontrar muchos cristianos sinceros y maduros que han edificado la vida
alrededor de estos asuntos. Algunos incluso los cambian cada pocos años, cuando algo nuevo
o (¡presumiblemente!) superior capta su atención.
Por favor, no me malinterprete. Hay un lugar importante para todas esas preocupaciones. No
se deben descuidar ni pasar por alto. Sin embargo, tampoco se debe permitir que cualquier
asunto, tema o causa desplace al evangelio de su legítimo lugar en el mismo centro de nuestra
vida.
La preocupación de D.A. Carson es también justificada cuando escribe: «Temo que la cruz,
sin que se repudie jamás, esté en constante peligro de que se desplace del lugar central que
debe disfrutar, por los conocimientos relativamente periféricos que adquieren con creces
muchísimo peso. Siempre que está el peligro de que la periferia desplace el centro, tiene
mucho que ver con la idolatría»5.
Las cosas nuevas siempre avanzarán. Algunas serán buenas; otras serán superiores. Sin
embargo, según Dios, solo una cosa siempre será la mejor.
El envió a su Hijo al mundo para vivir una vida perfecta e ir a la cruz a fin de cargar su ira por
los pecadores como usted y yo.
Esto es «lo principal», la misma esencia de la vida centrada en la cruz. Fue lo principal de
Pablo. Ninguna otra cosa, ni siquiera las cosas que son bíblicas y honorables, tienen igual o
mayor importancia.
NUESTRO RETO DIARIO
Y, sin embargo, cada día enfrentamos la tentación de apartarnos del evangelio. Ese es el
porqué este libro habla tanto acerca de lo que se debe hacer para mantener al evangelio en
el centro. Analizaremos tres tendencias principales que son capaces de alejar nuestros
corazones:
1. Legalismo: lo cual significa basar nuestra relación con Dios sobre nuestro rendimiento.
2. Condenación: lo cual significa estar más concentrado en nuestro pecado que en la
gracia de Dios.
3. Subjetivismo: lo cual significa basar nuestro concepto de Dios en nuestros cambios de
sentimientos y emociones.
En los tres capítulos siguientes examinaremos cada una de esas tendencias más en detalles y
descubriremos cómo podemos vencerlas. No obstante, como vimos en este capítulo, lo primero
y más importante que puede hacer, siempre, es asegurarse de que el evangelio esté en el
mismo centro de su vida.
¿Qué es lo de primera importancia para usted? Sea lo que sea, es probable que estuviera
pensando en esto mientras leía. Si es algo que no es el evangelio, ¿está dispuesto a arrepentirse
y a reordenar su vida?
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Cualquier cosa que sea lo más importante para usted quizá sea una cosa buena. Tal vez sea
una cosa perfectamente legítima y honorable. Y es probable que esté tan absorto en esto que
se imagina que su problema es de importancia secundaria.
Permítame instarle a que haga todo lo que sea necesario para hacer del evangelio su
pasión. Pídale a Dios que cambie su corazón de modo que, como Pablo dijo en Calatas 6:14,
pueda decir: «Jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor
Jesucristo».
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Rompamos las reglas del legalismo (3)


Cómo la cruz lo rescata de la trampa del desempeño
UNO DE LOS MAYORES obstáculos para mantener el evangelio en el centro de la vida es
nuestra gradual tendencia hacia el legalismo. Es un enemigo de antaño para el plan de
salvación de Dios a través de la fe sola. Desde los días de la iglesia primitiva, el legalismo ha
confundido el rumbo de los cristianos y los ha desviado por todas partes.
Y sencillamente es tan activo y destructivo hoy como nunca antes lo fue.
Es importante comprender que un legalista no es solo alguien con altas normas ni más reglas
que usted. Muchísimos de nosotros estereotipamos de manera errónea a una persona legalista
como una que no va al cine o que piensa que cualquier música moderna es mala. El legalismo
es mucho más sutil y serio que eso.
He aquí una sencilla definición que uso: Legalismo es la búsqueda, para conseguir el perdón
y la aceptación de Dios a través de la obediencia a Él.
En otras palabras, un legalista es cualquiera que se comporta como si pudiera ganarse la
aprobación y el perdón de Dios a través del desempeño personal. Thomas Schreiner escribió
que el «legalismo se origina en la adoración propia. Si la justificación de las personas es a través
de su obediencia a la ley, merecen alabanza, honor y gloria. El legalismo, en otras palabras,
significa la gloria que va a las personas antes que a Dios»'.
¿Comenzó a ver cuan serio es este problema? Aunque es probable que nunca declaremos
alguna de sus suposiciones subyacentes en el castellano simple, las implicaciones del legalismo
son asombrosas en su arrogancia. El legalismo dice que la muerte de Jesús en la cruz es o bien
innecesaria o insuficiente. En esencia le dice a Dios: «Tu plan no da resultados. La cruz no es
suficiente y yo necesito añadir mis buenas obras para ser salvo».
Ningún cristiano, por supuesto, se atrevería a pronunciar tales terribles palabras. Sin embargo,
cuando apartamos nuestra concentración del evangelio, poco a poco y de manera sutil el
legalismo tuerce nuestro pensamiento hasta que nuestra vida hace suya esta espantosa
declaración. Ella habla con más claridad que las palabras.
¿Sabe cómo distinguir el legalismo en su vida?
PLATOS QUE GIRAN
Cuando era un niño pequeño en los años de 1960, uno de mis programas favoritos de la
televisión era el Show de Ed Sullivan. Salía en directo los domingos por la noche, y era una
mezcla de renombrados artistas, prometedores principiantes y extraños y novedosos números.
Uno de los números más populares en el programa ofrecía un provechoso cuadro de cómo
el legalismo es capaz de secuestrar la vida de un cristiano. Me refiero |al «Girador de platos»,
quien empleaba dos tipos de objetos: varillas finas y flexibles de unos dos metros de largo, y re-
gulares platos redondos de cerámica.
El girador de plato apoyaría el extremo de una varilla, sostendría un plato encima y lo giraría
con gran fuerza. La varilla se mantenía casi recta, con solo un ligero arco por el peso del plato,
el cual zumbaba con ardor a más o menos medio metro por encima de la cabeza del girador.
Luego el girador colocaría una segunda varilla y un segundo plato. Después un tercero. Y
pronto el escenario se transformaría en un pequeño bosque de platos, contoneándose y
bamboleándose sobre sus varas.
Cuando ocho o diez platos estaban en movimiento, el primer plato comenzaba a aminorar
la velocidad y a tambalearse peligrosamente. El girador regresaba enseguida y con notable
habilidad en sus manos, al instante le devolvía al plato su velocidad tope de rotación. Luego los
dejaría para montar otra combinación de varilla y plato.
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Al final, había tantos encima del escenario que el desastre parecía inminente. Mientras todos
los platos se bamboleaban a lo loco a su alrededor, el girador fingía no notarlo, provocando
que miles de nosotros les gritáramos con desesperación a nuestros aparatos de televisión. (Al
menos, suponía que eran miles... Sin duda, ¡yo no era el único!).
Sin embargo, todas las veces, en el último posible segundo, se ponía en acción, yendo de un
lado hacia el otro en un ajetreo constante. De alguna manera siempre estaba allí a tiempo.
UN GIRADOR LLAMADO STUART
Aunque esto no involucra varillas y platos, la vida de un legalista puede llegar a ser tan
desesperada como el acto de un girador de platos.
Conozca a Stuart. Es un nuevo creyente que tiene muchísimo que aprender sobre la vida
cristiana, aunque tiene un genuino amor por Jesucristo. Un domingo por la mañana durante el
culto de la iglesia, su amigo Mike nota que Stuart tiene un pequeño problema en buscar el libro
de Romanos. Después de la reunión, le pregunta a Stuart si lee con regularidad su Biblia.
—¡Eh, claro! —replica Stuart—. Hay tanto allí, que solo busco en diferentes cosas.
Mike curvó sus cejas.
—¿Estás leyendo al azar? En verdad, esa no es la mejor manera. ¡Necesitas leer la Biblia con
seriedad! Escucha, tengo un plan que te dice cómo leer toda la Biblia en un año, un poco
cada día. Te haré una copia.
—¡Caramba! —responde Stuart—. ¿Dices que por este tiempo el año que viene habré leído
toda la Biblia? ¡Eso sería fantástico!
Entonces, solo unos días después, Stuart coloca una flexible varilla en el escenario de su vida
cristiana, levantando un plato llamado Lectura de la Biblia y lo hace girar con fuerza. ¡Y
permanecía en su lugar!
Ahora avancemos a unos seis meses. En este momento Stuart está muchísimo más ocupado
que nunca antes en su vida. Después que Mike le habló de la importancia de la lectura bíblica,
Jimmy lo animó a que meditara en las Escrituras. Unos días más tarde, Andrew ensalzó las glorias
de asistir a una reunión semanal de rendición de cuentas con hombres de la iglesia. En un
sermón, su pastor enfatizó la importancia de las reuniones de oración de la iglesia.
Luego Stuart asistió a una conferencia sobre evangelización. Necesitaba testificar cada día.
Más tarde escuchó un programa radial acerca del ayuno y en otro acerca de la santidad
personal.
Uno a uno, Stuart añadía cada vez más actividades espirituales a su vida. Todas eran
buenas. Algunas eran vitales. No obstante, sin darse cuenta, Stuart permitió que un peligroso
artificio ocupara su mente y corazón. Lo que Dios tenía la intención de que fuera un medio de
experimentar la gracia, Stuart lo cambió a un medio para ganarse la gracia. En lugar de ser una
expresión más de su confianza en la obra salvadora de Dios en su vida, sus actividades
espirituales se convirtieron en platos que giraban para mantenerse.
El cambio se ve sencillamente los domingos por la mañana. Un domingo, Stuart canta y
alaba a Dios con evidente sinceridad y celo. ¿Por qué? Porque en verdad tuvo una buena
semana. Ni un solo plato se bamboleó.
Sin embargo, otro domingo, después de una semana en la que se le cayeron varios platos,
Stuart duda acercarse a Dios. Le resulta difícil adorar de manera espontánea porque siente que
Dios lo desaprueba. Su confianza ya no está en el evangelio; está en su propio desempeño, el
cual no ha sido tan espectacular en los últimos tiempos.
¿Se identifica con el error de Stuart? ¿Ve señales de le-galismo en su propia vida? ¿Descubre
a menudo que es más consciente de su pecado que de lo que Jesús logró en la cruz? Cuando
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describe la actitud de Dios hacia usted, ¿piensa que Dios está decepcionado antes que
deleitado?
¿Le falta el gozo santo? ¿Mira a sus «platos que giran» a fin de tener la confianza (es más,
incluso lo bueno) para acercarse a Dios? Si su respuesta es sí a alguna de esas preguntas, es
probable que haya comenzado a vivir bajo las reglas del legalismo.
Aun así, no se desanime. Examinemos cómo una buena comprensión del evangelio nos
libera de las tristes restricciones del legalismo.
JUSTIFICADO: LA OBRA CONSUMADA
En caso de que lo pregunte, liberarse del legalismo no significa que deje de leer su Biblia, orar
o testificar del evangelio. Si usted y yo deseamos crecer en nuestra fe, necesitamos aprovechar
las buenas herramientas que Dios nos da en esas importantes búsquedas espirituales. El asunto
es nuestro motivo y nuestra comprensión de lo que significa ser salvos por gracia.
¿Recuerda lo que pasó el primer día en que se arrepintió de sus pecados y confió en
Jesucristo? Romanos 3:26 dice que, en ese momento, fue justificado, o declarado justo, delante
de Dios.
Esa palabra, justificado, es importante. Se refiere a su situación delante de Dios. Cuando
pone su fe en Jesús, Dios, el juez, impone el veredicto de que usted es justo. Le transfiere el
perfecto y sin pecados récord de Jesús.
Esta es la asombrosa gracia en lo más asombroso. En el primer momento en que cree, su
pecado pasado deja de existir. No ha hecho ninguna buena obra que pudiera de alguna
manera compensar su desobediencia.
Sin embargo. Dios le perdona de un modo completo y total. No solo limpió el récord de su
pecado, sino que le acreditó la justicia de su Hijo.
SANTIFICADO: LA OBRA CONSTANTE
A pesar de eso, el poder del evangelio no termina con la justificación. Cuando Dios declara
justo a un pecador, enseguida da comienzo al proceso de hacer que el pecador sea más
como su Hijo. A través de la obra del Espíritu Santo, a través del poder de su palabra y el
compañerismo con otros creyentes. Dios nos despoja de los deseos por el pecado, renueva
nuestra mente y cambia nuestra vida. Esta obra constante es lo que llamamos «santificación».
La santificación es un proceso: el proceso de llegar a ser más como Cristo, de crecer en
santidad. Este proceso comienza en el instante de su conversión y no terminará hasta que se
encuentre cara a cara con Jesús.
La santificación trata acerca de nuestras decisiones y comportamiento. Involucra trabajo.
Con el poder del Espíritu de Dios, nos esforzamos. Luchamos con el pecado. Estudiamos la
Escritura y oramos, aun cuando no creemos que nos guste. Huimos de la tentación. Conti-
nuamos; nos empeñamos en la búsqueda de la santidad. Y como llegamos a ser cada vez más
santos, el poder del evangelio nos conforma mucho más, con una mayor claridad, a la imagen
de Jesucristo.
NO CONFUNDA LAS DOS
¿Entiende con claridad qué son la justificación y la santificación?
Si no comprende la distinción entre las dos, será vulnerable al legalismo. Le animo a que
comprenda esos términos teológicos, no para impresionar a sus amigos, sino porque la
comprensión de las diferencias entre la justificación y la santificación es vital para derrotar al
legalismo.
Casi todo hombre y mujer con que me he encontrado y que ha luchado contra el legalismo
ha tenido una comprensión deficiente de cómo la justificación y la santificación se relacionan
14

entre sí, y cómo reconocerlas. Debemos distinguir entre la gracia justificadora y la gracia
santificadora, pero nunca separarlas.
A riesgo de repetírmelo, permítame ordenarlas una al lado de la otra de modo que logre ver
con claridad las diferencias entre ambas:
• Justificación es ser declarados justos. Santificación es ser hechos justos, estar conformados
a la imagen de Cristo.
• Justificación es nuestra posición delante de Dios. Santificación es nuestra práctica. ¡Uno no
practica la justificación! Ocurre de una vez por todas, una vez que ocurre la conversión.
• La justificación es objetiva: la obra de Cristo por nosotros. La santificación es subjetiva: la
obra de Cristo dentro de nosotros.
• La justificación es inmediata y completa en la conversión. Nunca más será justificado de lo
que fue en el primer momento en que confió en la Persona de Cristo y en su obra consumada.
La santificación es un proceso. Será más santificado a medida que continúe en la obediencia
motivada por la gracia.
William Plumer lo resume bien cuando escribe: «La justificación es un hecho. No es una obra,
ni una serie de hechos. No es progresiva. El creyente débil y el santo fuerte son justificados por
igual. La justificación no admite grados. A los ojos de Dios, un hombre es o bien justificado por
completo o condenado por completo» .

EL ERROR DEL LEGALISTA


¿Así que ve la distinción? Ahora... he aquí el error que comete el legalista. Confunde su
participación progresiva en el proceso de santificación con la obra consumada de Dios en la
justificación.
En otras palabras, piensa que las prácticas piadosas y las buenas obras contribuyen de algún
modo a su justificación. Sin embargo, la Palabra de Dios es clara cuando dice: «Por tanto, nadie
será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley» (Romanos 3:20).
Ninguno de nosotros gana la aprobación y el amor de Dios por nuestras buenas obras. Ninguno
de nosotros puede añadir nada a la obra consumada y completa de Jesús en la cruz. El pagó
el precio de nuestros pecados. Satisfizo la ira de Dios.
Nuestra participación en el proceso de santificación viene solo después que nos aceptaron
por completo y nos hicieron justos delante de Dios a través de la fe en Jesús. De modo que sí,
trabajamos mucho al obedecer la palabra de Dios. Leemos nuestra Biblia. Oramos. Meditamos
en la Escritura. Memorizamos la Escritura. Hablamos del evangelio. Servimos en nuestra iglesia.
Ayunamos. Dios nos ordena en su Palabra que hagamos muchas cosas y a El le agrada nuestra
obediencia y trae sus bendiciones a nuestra vida.
SUELTE SUS PLATOS
El error de un legalista girador de platos como Stuart es que sustituye la santificación por la
justificación. «Nuestra mayor tentación y falta», escribe Sinclair Ferguson, «es tratar de pasar de
contrabando el carácter en la obra de la gracia de Dios» . El legalista permite que su
desempeño en los deberes espirituales se convierta en su preocupación y fuente del orgullo de
su justicia. Al hacer esto, se aparta involuntariamente de lo principal: el evangelio.
Conozco la tentación del legalismo. Es por eso que, cuando termino mi devocional diario y
cierro mi Biblia, me hago el propósito de recordar que la obra de Jesús, no la mía, es la base del
perdón y la aceptación que recibo de Dios.
«Señor, te pido tu gracia y fortaleza mientras procure servirte hoy», oro. «Te agradezco que
todas tus bendiciones fluyan a mí de la obra de tu Hijo a mi favor. Soy justificado solo por tu
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gracia. Ninguno de mis esfuerzos por obedecerte y crecer en santificación contribuyen a tu


obra consumada en la cruz».
Qué gozo me da el evangelio. Puedo acercarme al trono de Dios con confianza. No se debe
a que he hecho un buen trabajo en mis deberes espirituales, sino a que estoy vestido con la
justicia de Jesucristo.
Dios quiere que usted tenga esta misma confianza. A El no le impresionan sus platos que
giran. Así que renuncie a toda su justicia propia. Jáctese del logro y la obra de su sustituto y
Salvador, Jesucristo.
16

Descargue la condenación (4)


Cómo la cruz elimina la culpa y la vergüenza
POCAS VECES leo las tiras cómicas en el periódico, pero hace unos años alguien me mostró
una que tuve que guardar. Es de una tira llamada Cathy. Tal parece que Cathy es una mujer
soltera en sus treinta años. En esta historieta en particular ella está sentada en casa, sola con sus
pensamientos.
Las cosas que debo haber hecho en el trabajo, piensa. Las cosas que le hubiera dicho a
Irving, las cosas que me prometí que nunca haría, pero que las hice de todas maneras. Las
maneras en que me hice miserable que podría haber evitado.
Su aspecto de depresión se profundiza. Las cosas que podría haber hecho por mi familia, mi
perrito, mis amigos, mis compañeros de trabajo, mi vecino, mis finanzas, mi hogar, mis armarios,
mi dieta y por millones de personas necesitadas que nunca he conocido.
En el cuadro final, Cathy resume su penosa situación. «Aun cuando no voy a ninguna parte,
tengo ciento treinta y seis kilos de equipaje conmigo».
REVISE SUS MALETAS
Es asombroso cuan de cerca puede golpear una tira cómica. Como Cathy, todos somos
capaces de generar una depresiva lista de cosas sin hacer, sin decir y sin cumplir. Aun cuando
no vamos a ninguna parte podemos cargar cientos de kilos de equipaje.
La Biblia llama «condenación» a este equipaje. En cualquier momento u otro nos
encontramos cargando alguno, ya sea grande o pequeño.
La condenación aparece en innumerables formas. Es el peso en el corazón de un hombre de
negocios que pocas veces está en casa mientras crecen sus hijos. Es la corriente oculta del
pesar y la propia tortura mental en la mujer que hace doce años tuvo un aborto. Es la fastidiosa
conciencia del cristiano que hace doce minutos masculló un crudo insulto a un imprudente
conductor. Es la permanente sensación de arrepentimiento por la falta de oración; es el tipo de
palabras sin decir y promesas quebrantadas.
Algunos de nosotros hemos estado cargando muchísimo por tan largo tiempo, que
pensamos que es normal ir a través de la vida sujetos a algo pesado. Y la verdad es que,
apartados de la cruz, la condenación es normal. Sin Jesús, todos merecemos la condenación y
el castigo por el pecado. Sin embargo, en Romanos 8:1 la Biblia nos dice:
«Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús».
No tenemos que ir a través de la vida bajo condenación. En este capítulo deseo mostrarle
cómo librarnos de esta carga que nos incapacita para aceptar el perdón que ofrece el
evangelio.
BAJO GRADO DE CULPA
La condenación es algo con lo que lidiamos de tiempo en tiempo. Viene en diferentes
grados. Es un error pensar que la condenación es un problema solo para la gente que ha
cometido pecados «mayores».
Podemos llegar a estar condenados por cualquier pecado, pasado o presente, grande o
pequeño. El elemento común es un continuo sentido de culpa o vergüenza sobre pecados por
los cuales se arrepintió ante Dios y ante cualesquiera individuos pertinentes.
¿Está permitiendo la condenación en su vida? Hágase las siguientes preguntas:
• ¿Relaciona a Dios como si usted estuviera en un tipo permanente de probatoria,
sospechando que en cualquier momento Él quizá lo arrastre hacia la celda de la cárcel de su
desaprobación?
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• ¿Cuando viene a adorar se mantiene a una «respetuosa distancia» de Dios, como si Él


fuera una fascinante celebridad, pero de humor enfermizo, que se conoce por arremeter
contra sus admiradores?
• ¿Cuándo lee la Escritura le revela el ilimitado amor del Salvador o simplemente intensifica
su condenación?
• ¿Se da más cuenta de su pecado de lo que está de la gracia de Dios que se le da a través
de la cruz?
¿Ve algunas señales de condenación en su vida? No se sorprenda si es así. Sin embargo, ¡no
siga llevando la carga! Puesto que por el poder del evangelio puede ser libre de toda
condenación.
No libre en gran parte; completamente libre.
No compre la mentira de que cultivando la condenación y sumiéndose en su vergüenza de
algún modo agrada a Dios, ni que un constante y bajo grado de culpa de un modo u otro
promueve la santidad y la madurez espiritual.
¡Es todo lo contrario! Dios es glorificado cuando creemos con todo nuestro corazón que los
que confían en Cristo nunca pueden ser condenados. Es solo cuando recibimos su don gratuito
de gracia y vivimos en el bien del perdón total que somos capaces de volvernos de las antiguas
y pecadoras manera de vida y caminar en obediencia motivados por la gracia.
UN VISITANTE SIN INVITACIÓN
La Biblia registra la historia de unas muy poco comunes cenas con invitados a las que Jesús
asistió en la casa de Simón el fariseo. En esta misma tensa y poderosa escena, descrita en Lucas
7:36-50, se nos brinda una importante lección acerca de la condenación.
No nos referimos al porqué invitaron a Jesús a esta cena, sino a que sabemos la gran tensión
que había entre El y los fariseos. Su anfitrión de forma descortés y de manera abierta le negó a
Jesús todas las cortesías básicas de la sociedad que se deben dar a un invitado a cenar: beso
de bienvenida, lavado de pies, aceite de unción. Esas manifiestas omisiones fueron obvias para
todos los presentes.
Luego aparece de súbito una persona. En la habitación entró una conocida prostituta, una
mujer despreciada por la gente educada.
Lo que pasa a continuación es inexplicable para los que están observando. Como Jesús
estaba recostado en la mesa baja, apoyado en uno de sus codos, sus pies estaban extendidos
fuera de la mesa, la mujer se paró allí y comenzó a llorar.
Toda la conversación cesó.
El sonido de su llanto creció en volumen, llenando la casa y traspasando hacia la calle. Ella
libremente vertió sus lágrimas y mojó los pies sin lavar del Señor. Se arrodilló, tomó su cabello y
comenzó a lavar con sus lágrimas los pies sucios de Jesús. Luego los besó y los ungió con
perfume como un acto de adoración.
¿Puede imaginarse la atmósfera en esa habitación? Nadie come. Nadie se mueve. Quizá lo
más extraño de todo, Jesús no hace nada que sugiera que la chocante conducta de esta
pecadora es cualquier cosa menos apropiada.
NUESTROS MUCHOS PECADOS
Creo que Dios registró este dramático acontecimiento en la Escritura por un propósito muy
específico. Desea que nos veamos en esa mujer y que sigamos su ejemplo.
La mujer que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas era alguien que estaba arrepentida de
sus pecados. Este no fue su primer encuentro con Jesús. Sin duda, había escuchado sus
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enseñanzas y encontró en sus palabras la esperanza para el perdón y la limpieza que ninguna
otra persona deseaba concederle a ella.
Cuando la conocemos, ya creía en Jesús y había abandonado su antigua vida. Esta no es la
narración de su salvación; sino más bien, esta es una bella expresión de adoración cristiana
nacida de su amor, alabanza y agradecimiento hacia su Salvador. Reconoce su pecado e
indignidad, y llora con todo su ser.
Sin embargo, he aquí lo más importante que debemos ver. Sus lágrimas no son de
condenación. Llora porque desapareció su culpa. Ama mucho porque se le perdonó mucho.
Estas son lágrimas de gozo, gratitud y pródiga devoción.
PIERDA SU EQUIPAJE
El cristiano que desea disfrutar de una vida centrada en la cruz enfrentará con regularidad su
propia corrupción y la gravedad de su pecado personal, con sinceridad y sin temor. Esto es una
realidad. Aun así, la realidad de la muerte y la resurrección de Jesús por el perdón de pecado
es incluso mayor.
Esto no significa que en ocasiones no tengamos que luchar contra la condenación.
Cada día, el equipaje de condenación se mostrará en el umbral de nuestra puerta, solo
mendigando para cargar nuestras espaldas. En oposición a Dios, nuestra carne dirá que no es
posible que el sacrificio de Jesús baste para ganar el favor del Padre de manera total, sin
reservas y para siempre.
Quiero decir... ¡solo considere todo ese equipaje! El enemigo de nuestra alma con sus
mentiras siempre será raudo para susurrar acusaciones. Cuando vengan esos retos, no trate de
luchar contra la condenación mediante promesas de orar más, ni de ayunar más a menudo, ni
de memorizar más Escritura. Desde luego, la obediencia futura es importante. Aun así, es
imposible resolver los asuntos de ayer haciéndolos mejor mañana.
Nuestras promesas de obediencia futura, aunque sinceras, no resuelven la condenación por
el pecado pasado.
LA DERROTA DE LA CONDENACIÓN
He aquí cómo vencemos la condenación. Confiese su pecado a Dios. Luego crea en El.
Ejercite el don de la fe que Dios le ha dado para creer que Jesús murió por cada uno de los
muchos pecados que le trajeron condenación.
El castigo que El recibió fue por usted. Su resurrección es prueba de que Dios aceptó el
sacrificio de Jesús. El expió los pecados de su pasado y el pecado que acaba de cometer; ya
no necesita cargar su peso.
Usted no lo puede hacer. Es por eso que Jesús lo hizo por usted.
La libertad de la condenación no requiere que olvidemos ni neguemos la profundidad y la
corrupción de nuestros pecados, ya sea que los pecados se cometieran antes de nuestra
conversión o desde nuestra conversión. Es más, si deseamos conocer el gozo y la gratitud que
experimentó la mujer a los pies de Jesús, debemos comenzar a reconocer y a confesar nuestros
muchos pecados.
Pablo dijo que era «el peor de los pecadores» (1 Timoteo 1:16). No se paralizó por la
condenación. Exaltó la gracia de Dios al reconocer sus propias indignidades y pecados
mientras que se admiraba de la misericordia de Dios.
Cada uno de nosotros se puede poner con sinceridad el título de «peor de los pecadores».
No, esto no está reservado de manera especial para los Adolfo Hitler, los Timothy McVeigh y los
Osama bin Laden del mundo. William Law escribe: «Podemos condenarnos justamente como los
mayores pecadores que conocemos porque sabemos más de la locura de nuestro corazón por
19

lo que hacemos que de las demás personas».


Así que admita que usted es el peor pecador que conoce. Admita que es indigno y que
merece la condenación. ¡Pero no se quede allí! Continúe para regocijarse en el Salvador que
vino a salvar a los peores pecadores. Suelte el equipaje de condenación y arrodíllese en
adoración a los pies de quien cargó sus pecados. Llore con lágrimas de asombro.
Y confiese con Pablo: «Dios fue misericordioso conmigo, a fin de que en mí, el peor de los
pecadores, pudiera Cristo Jesús mostrar su infinita bondad. Así vengo a ser ejemplo para los
que, creyendo en él, recibirán la vida eterna» (1 Timoteo 1:16).
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Lo que siente contra lo que es real (5)


Base su fe en la obra consumada de Cristo en la cruz
«¿SE DA CUENTA que gran parte de su infelicidad en la vida se debe a que se escucha a sí
mismo en lugar de hablarse a usted mismo?», observó una vez el predicador David Martyn
Lloyd-Jones.
Estoy de acuerdo. Permítame explicarle lo que el señor Lloyd-Jones quiso decir con
«escucharse a usted mismo». Si se parece en algo a mí, es muy probable que haga esto todos
los días. Ya conoce la rutina. Cada mañana la alarma del reloj irrumpe, exigiendo atención.
¡Hazlo parar!... ¡hazlo parar! Golpea, el botón de repetición.
Unos preciosos ocho minutos para holgazanear, inconsciente del tiempo que pasa. Luego la
irritante alarma comienza de nuevo. Abre sus ojos y comienza a «escuchar».
Hoy es... jueves. Ah, no, ¡tienes la reunión de ventas! Es mejor que dejes de estar acurrucado
aquí por el día.
Debes hacer ejercicios. Ay, la espalda está lastimada, olvídalo.
Dos pies caen a un lado de la cama. La voz sigue hablando.
Ayer... ¿Qué de ayer? Ah, ese nuevo ruido del auto. Fantástico. La vida es solo un grande y
defectuoso lío de zumbidos que... y necesitas balancear la chequera.
Cuando sus pies desnudos golpean el frío piso del baño, la voz vuelve a su ritmo.
¿Qué quiso decir Laura con ese comentario? ¿Fue sarcástica? ¿Puede alguien en esta
familia aprender a volver a poner el tubo de pasta en su lugar?
Este fin de semana será muy ajetreado. Tiene que hacer muchísimo hoy. Debe orar. No
tiene tiempo para orar. Ayer no oró.
Hace falta limpiar este espejo. No debes haber mirado ese programa anoche. ¡Caramba!
Necesito un corte de cabello.
Pronto.
¿Siente a Dios bastante distante?
Ah, me siento muy agotado...
¿Se puede relacionar? En la vida cotidiana enfrentamos dos simples decisiones. O bien
podemos escuchamos a nosotros y a nuestro constante cambio de sentimientos por nuestras
circunstancias o podemos hablamos a nosotros acerca de la inmutable verdad de lo que es
Dios y lo que El logró por nosotros en la cruz.
Demasiado a menudo decidimos ser oidores pasivos de nosotros mismos. Nos cruzamos de
brazos y permitimos que nuestro punto de vista de Dios y de la vida moldee nuestro constante
cambio de sentimientos acerca de nuestras siempre cambiantes circunstancias. La vida es
ajetreada. A menudo difícil. Llena de distracciones. Y ante una taza de café en la mañana,
nuestro escuchar pasivo es capaz de hacerse cargo de montarnos en la montaña rusa mientras
repasamos cientos de asuntos diferentes y experimentamos un montón de diversas emociones.
¿Es que alguien se maravilla de que seamos infelices tan a menudo? Nos escuchamos a
nosotros mismos. En vez de eso, necesitamos comenzar a hablarnos.
MAL CONSEJO
En los dos últimos capítulos, aprendimos acerca del lega-lismo y la condenación. Sin
embargo, antes que haga un verdadero progreso contra ellos o cualquier otro pecado,
necesita comprender la importancia de lo que pasa dentro de su cabeza. La vida centrada en
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la cruz comienza con el pensamiento bíblico. ¿Está construyendo su vida en lo que siente o en
lo que es verdadero?
El teólogo escocés Sinclair Ferguson indicó: «La orientación evangélica es interna y subjetiva.
Somos mucho mejores mirando hacia dentro que mirando hacia fuera.
En su lugar, necesitamos gastar nuestras energías admirando, explorando, exponiendo y
ensalzando a Jesucristo»". Lo que quiere decir es que estemos enfocados en nosotros mismos y
en nuestros sentimientos.
Piense en esto. ¿Cuan a menudo en un día típico hace un inventario interno en un esfuerzo
por evaluar cómo le va? ¿Cuan a menudo examina una situación mediante el análisis de cómo
se siente con relación a esto? ¿Cuan a menudo hace una consulta mental de cómo se siente, a
diferencia de lo que sabe?
O, más importante aun, ¿qué enseña la Escritura? En otras palabras, ¿cuan a menudo «sigue
a su corazón»?
«Pensamos con nuestros sentimientos»12, dijo Fergu-son. Es cierto. Permitimos que nuestros
sentimientos guíen nuestro pensamiento, y no debe ser así. Las emociones son un don
maravilloso de Dios. Y nuestra relación con Dios debe ofrecer a nuestra vida unos fuertes afectos
piadosos. Sin embargo, no debemos investir a nuestras emociones con la final autoridad. Esto
solo se debe reservar para la Palabra de Dios.
EL PODER DE LA MIRADA EXTERNA
No hace mucho, en las etapas finales de preparar mi mensaje para la mañana siguiente,
volqué una taza de café caliente directamente en el teclado de mi computadora portátil. La
máquina chirrió lastimosamente y la pantalla se quedó en blanco.
En un instante de torpeza, destruí mi computadora, desaparecí mis notas del sermón y añadí
horas a mi tiempo de preparación. Pasmado y sin dar crédito a lo que pasaba, miré con fijeza a
la pantalla vacía. El teclado adquirió la forma de un pequeño pantano tropical, sus teclas
sobresalían en el humeante café como blancas almohadillas.
En ese momento habría deseado decir que confiaba en Dios. No. En su lugar dejé escapar
un airado y espeluznante «¡¡Nooooooo!!». Luego recogí mi silla a unos pocos centímetros del
piso y la puse en su lugar de un golpe.
Al instante me condené. Dios reveló un patrón de queja en mi corazón y pequé una vez más.
En lugar de confiar en Él, en lugar de reconocer que Él era el soberano y yo solo era su siervo,
grité un airado y desafiante «¡No!» al cielo y golpee mi silla.
Casi de inmediato, la voz de mis sentimientos comenzó a hablar.
¿Cómo Dios permitiría esto? ¿Por qué está pasando esto? Ah, fantástico, ¡ahora estás
pecando! ¿Tú eres pastor? ¿Vas a juzgar y a predicarles a otros después de ese lamentable des-
pliegue de ira? ¿Cómo le vas a pedir a Dios ahora que te ayude a prepararte? Esto huele mal.
¡Mira lo que has hecho!
Estoy agradecido de que Dios me ayudó a dejar de escuchar en ese momento. Sabía que
necesitaba hablarme. Y puesto que sabía que me hacía falta ayuda, subí al otro piso y le di
participación a mi esposa, Carolyn. Primero, ella me ayudó con amabilidad a ver el pecado
que causó mi estallido. Luego, juntos, repasamos el evangelio.
Más tarde, bajé y comencé el tedioso proceso de recomponer mi mensaje. Sin embargo,
ahora hablaba conmigo mismo. «Otro expió tu pecado de la ira. Jesús murió por ese pecado. A
Jesús, el único que superó cada prueba, lo tentaron en todas las maneras, pero nunca pecó.
Ocupó tu lugar y lo castigaron en tu lugar. Dios te perdonó y te va a ayudar a preparar y a
predicar este mensaje, no porque no tengas pecado, ¡sino debido a su misericordia!»
22

Por la gracia de Dios fui capaz de apartarme de lo que sentía y vivir en el bien de lo que era
verdadero e inmutable: la gracia de Dios para mí a través de la cruz. Y, por fortuna, el sermón
salió bien.
Mi computadora no salió tan bien, ¡pero esa es otra historia!
ENSALZARA JESUCRISTO
Martín Lutero escribió: «[La justicia de Cristo] está por completo fuera y encima de nosotros» .
Es por eso que necesitamos dejar de mirar hacia dentro y hacerlo hacia fuera a la obra de
Cristo en nuestro comportamiento. Como declaró Sinclair Ferguson, debemos «gastar nuestras
energías admirando, explorando, exponiendo y ensalzando a Jesucristo».
Y podemos hacer esto sin importar cómo nos sintamos, pues el evangelio existe
independientemente de nosotros. El propósito del evangelio, como señaló Knox Chamblin, es
«proclamar los acontecimientos salvadores» , y estos no se afectan en lo absoluto por cualquier
cosa que perturbe nuestras emociones. El evangelio es objetivo.
Lo que es subjetivo cambia con regularidad, como la inestable arena. Sin embargo, lo que es
objetivo está construido sobre la sólida roca del evangelio. Cuando miramos hacia dentro,
vivimos por lo subjetivo, lo temporal, lo siempre cambiante, lo poco confiable, lo propenso a ser
falso. Cuando miramos hacia fuera, al evangelio, vivimos por lo objetivo, lo que nunca cambia,
lo que es perfectamente confiable y siempre y del todo verdadero.
Nuestra vida en Cristo está basada en la verdad objetiva y la suprema verdad entre las
innumerables y gloriosas verdades de la Escritura es que Jesús murió por nuestros pecados. Ese
es el corazón del evangelio.
Por lo tanto, el argumento de este capítulo es sencillo: No se escuche a usted; ¡háblese
usted! Comience su día, y en numerosos momentos a través de él, gaste sus energías
«admirando, explorando, exponiendo y ensalzando a Jesucristo».
De esto se trata la vida que está centrada en la cruz. Y hará mucho más llevadero el
encuentro diario con el reloj despertador.
23

El día centrado en la cruz (6)


Maneras prácticas para centrar cada día alrededor de la cruz
NOSOTROS LOS HUMANOS somos criaturas de hábito, ¿no es así? Y nuestros hábitos reflejan
quiénes somos en verdad: construimos toda la vida diaria alrededor de nuestras prioridades y
pasiones.
Visite la misma cafetería unas cuantas mañanas seguidas y verá a lo que me refiero. Cada
día las mismas personas repiten la misma rutina, una vez tras otra. El estímulo que brinda esa
taza de café y la cafeína es una parte integral de cada día. Para muchas personas, esa es la
manera de comenzar bien.
Tal vez usted no sea un tomador de café, pero estoy seguro que tiene sus propios rituales
diarios. La lectura de la página de deportes del Washington Post cada día se convirtió en el mío.
En este mismo momento, cuento con un buen día cuando me siento, leo a mis cronistas
favoritos y obtengo los últimos resultados de los partidos y las estadísticas.
¡Añado comer chocolate a la rutina y este llega a ser un día buenísimo.
Dedicamos tiempo para lo que vale en verdad. Establecemos hábitos y rutinas alrededor de
las cosas que en realidad nos interesan. Este es un importante principio para comprender cómo
procuramos edificar nuestra vida alrededor del evangelio. ¿Desea una vida centrada en la
cruz?
Una vida centrada se establece de los días centrados en la cruz.
PREDÍQUESE A USTED
Debemos recordarnos que el evangelio es el hábito diario más importante que podamos
establecer. Si el evangelio es las buenas nuevas más vital en el mundo, y si la salvación por
gracia define la verdad de nuestra existencia, debemos crear maneras para sumergirnos en
esas verdades cada día. No se permiten días libres.
En su libro The Discipline of Grace [La disciplina de la gracia], Jerry Bridges llama a esto
«predicarse el evangelio usted mismo». No se preocupe, incluso si no se considera un orador
público, puede hacerlo. Su audiencia es su propio corazón. Y el mensaje es sencillo: Cristo murió
por sus pecados.
«Predicarse el evangelio a usted mismo», explica Bridges, «significa que continuamente se va
a enfrentar a su propio pecado y luego va a volar a Jesús a través de la fe en su sangre
derramada y su vida justa».
El asunto es que se siente, atraiga su atención y diga:
«¡Oye, yo, escucha! Esto es lo que más importa: ¡Estás perdonado! ¡Tienes esperanza! Tu
esperanza está basada en el sacrificio de Jesús. Así que no te permitas ver este día como
cualquier otro día. Deja que este día lo gobierne el único que define la verdad».
PASIÓN EN MEDIO DE LA LLOVIZNA
Sin embargo, seamos prácticos. Una cosa es tener el entusiasmo cuando escucha un
inspirador sermón o se lee un libro. ¿Cómo se mantiene centrado en la cruz en medio de una
atestada agenda entre las demandas del trabajo y la familia?
John Stott, autor y pastor, compara la cruz a una flameante hoguera. Si deseamos que la
llama en nuestro corazón se mantenga viva, tenemos que regresar sin cesar a la fuente. «La cruz
es el resplandeciente fuego en el que se encienden las llamas de nuestro amor», escribe, «pero
tenemos que estar lo suficiente cerca de él para que sus chispas caigan en nosotros» .
¿Cómo mantiene la llama de la pasión del evangelio ardiendo brillantemente en la llovizna
de la vida real? Permítame darle cinco maneras simples que encuentro que me ayudan a
24

acercarme a las «chispas» de la cruz cada día.


1 MEMORICE EL EVANGELIO
La Biblia se refiere a memorizar la Escritura como a guardar su Palabra en nuestro corazón
(Salmo 119:11). Me encanta ese cuadro. Dios quiere que pongamos sus promesas en nuestros
corazones de modo que, sin importar dónde estemos ni lo que hagamos, seamos capaces de
sacarlas y recibir fortaleza de su verdad.
Quizá piense que no es bueno memorizando la Escritura. Está bien. No se rinda. Trabaje en
esto. Dios no guarda las anotaciones. Aun si demora más que otra persona, vale la pena el
esfuerzo.
Y si ya está memorizando la Escritura, practique lo que mi amigo Mike Bullmore llama
«memorización estratégica de la Escritura». Comience con el evangelio. Todas las promesas y
los mandamientos de Dios son preciosos, pero esos versículos que nos hablan de que el Hijo de
Dios dio su vida en nuestro lugar son los más preciosos de todos. Puesto que va a empezar en
alguna parte, ¿por qué no comenzar con el mensaje central de la Biblia?
Es de mucha ayuda tener disponibles esos versículos al instante. Por ejemplo, si descubre que
ha perdido su perspectiva en un momento difícil del día, busque en su memoria y saque 2
Corintios 5:21: «Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra. Dios lo hizo pecado,
para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo» (DHH).
¿Pone eso las cosas en una nueva luz? Dios nos las dirigió a nuestro problema más serio:
pecado y juicio. Esta perspectiva tiene un efecto transformador en medio de los problemas
diarios y las inconveniencias de la vida.
¿O qué decir si está luchando con la condenación sobre el pecado del que se ha
arrepentido y se aparta? Saque Romanos 8:31-34:
Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las
cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que
condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aun, el que resucitó, el que además está a la
diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. (LBLA)
¡Dios nos ha dado estos pasajes que nos ayudan a predicarnos a nosotros mismos! He aquí
más pasajes clave que hablan de la obra de salvación de Dios a través de la cruz. Es probable
que conozca algunos de ellos, pero le animo a que los lea de nuevo y medite en ellos. Estos pa-
sajes se los ofrezco aquí en la versión de La Biblia de las Américas.
Isaías 53:3-6
Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en
aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le
estimamos. Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con
todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas Él fue herido por
nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre
Él, y por sus heridas hemos sido sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos
apartamos cada cual por su camino; pero el SEÑOR hizo que cayera sobre Él la iniquidad de
todos nosotros.
Romanos 3:23-26
Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente
por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió
públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su
justicia, porque en su tolerancia. Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para
demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe
25

en Jesús.
Romanos 5:6-11
Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Porque a duras
penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el
bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores. Cristo
murió por nosotros. Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre,
seremos salvos de la ira de Dios por medio de El. Porque si cuando éramos enemigos fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados,
seremos salvos por su vida. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.
Romanos 8:32-39
El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos
concederá también con Él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el
que justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién
nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o
desnudez, o peligro, o espada?
Tal como está escrito: Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considera-
dos como ovejas para el matadero.
Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo
presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos
podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
2 Corintios 15:3-4
Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a
las Escritura.
2 Corintios 5:21
Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia
de Dios en Él.
Calatas 2:21
No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces
Cristo murió en vano.
2. ORE EL EVANGELIO
El evangelio debe ser el centro de su vida de oración. El evangelio hace posible que nos
acerquemos a Dios. El evangelio nos da la confianza para orar con osadía: somos aceptados
en el amado Hijo de Dios.
No hay nada complicado en esto. Para orar el evangelio, simplemente comience a dar
gracias a Dios por la bendición de la vida eterna, comprada a través de la muerte de su Hijo.
Reconozca que la obra de Cristo en la cruz es lo que hace posible la oración.
Dé gracias a El porque, debido a que Jesús cargó la ira de Dios por el pecado, a usted
nunca lo separarán del amor de Dios. Dé gracias a Él porque, debido a la cruz, se reconcilia
con Dios y se le ha dado el Espíritu Santo a fin de que more en usted, lo guíe y le dé el poder de
modo que resista el pecado y sirva a Dios. Luego pídale que bondadosamente lo bendiga con
todo lo que necesita para obedecerlo y glorificarlo.
26

Vamos de acuerdo con la cruz, nos mantenemos firmes por la cruz, tenemos el derecho de
pedir con audacia debido a la cruz. El evangelio debe estar entrelazado en todo el proceso de
nuestra alabanza, nuestra petición y nuestra intercesión.
3. CANTE EL EVANGELIO
No soy cantante (se lo pido a mis amigos), pero me encanta cantar acerca de la cruz. El
corazón de un cristiano debe rebosar cada día con la canción del Calvario. Esta es otra
oportunidad para ser estratégico. Existen a la disposición innumerables discos compactos, pero
es importante escoger los que centran nuestra atención en la asombrosa verdad de lo que Dios
hizo a nuestro favor. No todas las canciones de adoración son iguales. Hoy en día, muchas se
centran en el hombre, no en la cruz. Se enfocan más en lo que necesitamos, o en lo que
deseamos que haga Dios, que en lo que ya hiciera Jesús.
Tengo que admitir que echo a perder las magníficas canciones de adoración centradas en
la cruz. Algunos de mis amigos son dotados compositores que crean increíbles y
contemporáneas canciones de adoración que están llenas del evangelio. (Puede encontrar
más acerca de estas canciones y discos en www.sovereigngraceministries.org)
Siempre que la busque, por favor, haga de la adoración centrada en la cruz una parte
regular de su rutina diaria. Si es como yo que no puede tocar un instrumento, adore con música
grabada. No hay una mejor manera para comenzar el día que usando canciones e himnos que
hablen con claridad y poder acerca de la cruz.
Le daré algunas de mis favoritas. Por favor, no las salte ni se apure mientras lee. Vaya poco a
poco; léalas en voz alta. Primero, permita que la letra de este himno de Horatius Bonar haga
eco en su alma:
Yo vertí la sangre sagrada, Yo lo clavé en la cruz, Crucifiqué al Cristo de Dios;
Me uní a la burla malvada. Y de esa multitud vociferante Sentí que era parte de ella;
Y en ese estruendo de voces rudas Reconocí la mía propia. Alrededor de la cruz la multitud
yo vi Que se burlaba al gemido del Sufriente;
Aunque todavía mi voz parece estar, Como si yo me burlara solo'9.
¿Siente el efecto de esas floridas palabras en usted? He aquí otro clásico de John Newton:
En una cruz a Cristo vi Cuando El por mí sufrió;
Los ojos Él fijó en mí Cuando El allí murió. Y su mirada triste allí Jamás olvido yo;
Sentí que me acusaba a mí, Mas Él jamás me habló. Sus males luego mi alma vio, Pesares mil
sufrí;
Fue mi maldad que le causó
Morir allí por mí.
Y luego Cristo así me habló:
«Ya perdonado estás;
Mi corazón por ti sangró
Y en mí vivir podrás».
¡Oh cuánto amor el Salvador
Allí por mí mostró!
Amor sentí al ver que allí
Jesús por mi muño .
27

Los himnos como este, y muchos coros contemporáneos también, si están centrados en la
cruz, pueden ayudarle a hacer del evangelio la banda sonora de su día.
4. REPASE CÓMO EL EVANGELIO LO HA CAMBIADO
Muchas personas hoy desean olvidar el pasado. Los errores en que incurrieron y los pecados
cometidos no son asuntos que les gustan volver a visitar. Sin embargo, para los cristianos, una de
las mejores maneras de acercarnos al resplandeciente fuego de la cruz es recordando el
pasado. Debe traernos a la memoria cuan maravillosa es en verdad la salvación de Dios.
El apóstol Pablo estaba comprometido a recordar lo que una vez fue debido a que ese
recuerdo magnificaba la gracia de Dios. «Anteriormente, yo era un blasfemo, un perseguidor y
un insolente; pero Dios tuvo misericordia de mí» (1 Timoteo 1:13). Aunque escrito unos treinta
años después de su conversión. Pablo recordaba de manera vivida y específica sus muchos
pecados antes de convertirse. Knox Chamblin escribe: «Vital para la eficiencia de Pablo como
apóstol fue que nunca olvidó su época de perseguidor [...] Una constante comprensión de la
gracia le recuerda a Pablo el espantoso pecado del que lo liberaron; una constante
comprensión del pecado lo mantenía dependiendo de la gracia».
Es vital para nosotros que nunca lo olvidemos tampoco. Necesitamos seguir el ejemplo de
Pablo. Todos podemos decir: «Una vez fui un ___________» y poner nuestra propia descripción del
estado pecaminoso. Y no necesitamos un extraordinario testimonio para hacerlo.
Aun si su historia no involucra drogas ni inmoralidad, todavía es un milagro de la gracia de
Dios. No lo escribió por usted mismo. Dios intervino. Dios cambió su corazón. Dios lo salvó.
Tome tiempo a fin de pensar en todo esto. Reflexione en esto cada día. También le animo a
que escriba su testimonio en una o dos páginas. Y no solo escriba: «Le pedí a Jesús que entrara
a mi corazón». Detalle en verdad el corazón del evangelio y cómo la sangre de Cristo, vertida
por los pecados del mundo, vino a tener validez en usted personalmente. Sea específico
acerca de que Dios es santo y usted era un objeto de su ira. Identifique el pecado en el que
estaba perdido. Explique cómo Dios lo salvó y cambió su vida para la gloria de El.
Esto lo edificará, lo animará y preparará a fin de hablarles a otros acerca de su testimonio
personal y la verdad del evangelio.
5. ESTUDIE EL EVANGELIO
Para crecer en su pasión por lo que hizo Jesús, incremente
su comprensión de lo que hizo El.
Nunca se contente con su actual conocimiento del evangelio. El evangelio es la verdad que
inunda la vida, transforma el mundo y cambia el universo. Tiene más facetas que ningún
diamante. El hombre nunca agotará su profundidad.
De modo que permítame hacerle unas recomendaciones prácticas a fin de que el
evangelio sea un estudio constante en la vida.
• Sitúese en las epístolas a los Romanos y Calatas. El escritor John Stott, entre otros, ha escrito
excelentes comentarios sobre estas cartas que le pueden ayudar en su estudio.
• No le tema a los términos teológicos. Dedique un tiempo con el objetivo de aprender el
significado de palabras tales como expiación, sustitución, propiciación, justificación, redención,
reconciliación y salvación. Si está en busca de una guía, The Atonement [La Expiación] de León
Morris' explica en detalles cada una de esas palabras. La comprensión de ellas le ayudará a
apreciar y a maravillarse mejor de lo que ha hecho Dios.
• He aquí una resolución de Ano Nuevo que en verdad vale la pena. Tenga como meta
anual leer al menos un libro nuevo sobre la cruz y lea de nuevo un segundo libro sobre este
tema. La lista que le brindo a continuación le servirá para un buen comienzo.
28

La Cruz de Cristo de John Stott. Uno de mis favoritos. Stott dice del Salvador: «Por su muerte
era por lo que El más deseaba que lo recordaran»23. Este libro no permitirá que lo olvide. The
Discipline of Grace [La disciplina de la gracia] de Jerry Bridges". Otro de mis favoritos. Los tres
primeros capítulos en particular de este libro son valiosa lectura y debe releerlo por el resto de su
vida.
The Power ofthe Cross ofChrist [El poder de la cruz de Cristo] de Charles Spurgeon . Mi héroe
histórico nos exhorta a «cumplir firmes con la cruz y buscar el misterio de sus heridas» . No existe
una mejor guía humana para esta búsqueda santa. La Cruz y el Ministerio Cristiano de Donaid A.
Carson'. Lectura obligatoria para pastores. Estoy en deuda con el Dr. Carson por este libro.
Definió con eficacia el ministerio pastoral para mí y hará lo mismo por usted.
¿Tiene que viajar entre dos lugares todos los días o tiene algún otro tiempo regular en el que
puede escuchar un cásete? Dé cabida a las predicaciones centradas en la cruz que le pueden
beneficiar y visite www.sovereigngraceministries.org para una lista de los cáseles sobre la cruz.
Lea toda su Biblia con ojo avizor por el evangelio. Se ha notado que cada pasaje de la
Escritura, ya sea del Antiguo Testamento o el Nuevo, o bien predice, prepara, refleja o resulta de
la obra de Cristo. Cuando lea la Escritura en sus devocionales diarios, identifique a qué
categoría corresponde cada pasaje. El Antiguo Testamento en particular cobrará vida a
medida que lo vea señalando a la venida del Salvador.
NO PUEDE HACER ESTO POR SU PROPIA CUENTA
Espero que estas cinco recomendaciones prácticas le den un entendimiento más claro de lo
que significa hacer que cada día esté centrado en la cruz. Sin embargo, mientras pensamos en
todas estas actividades, es vital recordar que no podemos hacer esto por nuestra propia
cuenta. Necesitamos que el Espíritu de Dios ilumine las verdades de la cruz en nuestros
corazones. Esto es cierto en el momento de la regeneración de nuestro corazón y en cada día
de nuestra vida cristiana.
La genuina conversión requiere que Dios abra nuestros ojos espirituales a la verdad del
evangelio. De manera similar, cada vez que observe con un renovado asombro a la cruz de
Cristo, se está llevando a cabo otro milagro. Está recibiendo un don sobrenatural, el don de la
iluminación. Está viendo algo para lo cual hubiera estado completamente ciego si el Espíritu de
Dios no le concede en ese momento la vista espiritual. El Dr. Don Carson escribe:
No solo ha habido un objetivo y público acto de la propia revelación divina en la crucifixión
del Hijo de Dios, sino que debe haber una obra de Dios, por su Espíritu, en la mente y el corazón
del individuo. Si debemos expresar una incondicional gratitud a Dios por el don de su Hijo, no
debemos expresar menos gratitud por el don del Espíritu que nos capacita a aferramos al
evangelio de su Hijo [...] A menos que el Espíritu nos ilumine, los pensamientos de Dios seguirán
siendo profundamente extraños para nosotros.
Cada vez que memoricemos, oremos, cantemos, repasemos o estudiemos el evangelio,
debemos pedirle al Espíritu Santo que abra nuestros ojos y que el evangelio cobre de nuevo
vida para nosotros. Él está pronto para escuchar y fiel para contestar. Sin embargo, su ayuda se
debe buscar de manera activa.
Debido a la gracia del Espíritu de Dios que da poder, me he acercado a la llama de la cruz
día tras día desde ya hace muchos años. No me interprete mal. No lo he hecho a la perfección
y ha habido muchos días en los que mi corazón no tenía la debida pasión. No obstante, soy
sincero al decir que mi apreciación del evangelio y pasión por él ha ido creciendo sin cesar.
Las sugerencias que he hecho en este capítulo han sido valiosas para mí en este proceso de
crecimiento. A través de ellas las chispas del resplandeciente fuego de la cruz han caído en mí
muchísimas veces y mi propio celo ha ardido cada vez con más ardor.
Si Dios puede hacer esto en mi vida. Él puede hacer lo mismo en la suya. Acerque la llama
29

cada día.
Construya una vida centrada en la cruz de día en día.
30

Nunca lo pase por alto (7)


Ponga este libro en un estante, ¡pero no su mensaje!
LA PRIMERA VEZ que escuché del evangelio estaba fumando marihuana. La gente a
menudo me pregunta por qué confío tanto en la gracia de Dios. Les explico que mi
comprensión de la Escritura y mi propia experiencia de conversión no me dan otra opción.
Dios vino a buscarme.
Soy cristiano porque Dios mostró misericordia, no porque era valioso ni yo deseaba ser salvo.
No, yo no buscaba a Dios. Estaba endurecido.
Transcurría el año de 1972. Estaba sentado en mi cuarto fumando un porro cuando mi amigo
Bob comenzó a contarme la sencilla historia de Jesús muriendo por mis pecados. Había crecido
en la Iglesia Católica y nunca oí hablar del evangelio.
Sin embargo, esa noche mientras escuchaba. Dios se reveló y regeneró mi corazón. Creí. La
cruz era para mí. Jesús Ríe mi Salvador. El peor de los pecadores, en medio de su pecado, nació
de nuevo.
Eso fue hace treinta años.
Cambié mucho. El largo cabello desapareció. Soy abuelo. En los dos pasados años celebré
mi vigésimo quinto aniversario de boda y mi vigésimo quinto año como pastor.
Desde entonces he aprendido muchísimo también. En ese tiempo, prácticamente no sabía
nada de Dios ni su Palabra. Nunca había abierto una Biblia. Sin embargo, desde el día de mi
conversión, la Escritura y los libros cristianos me parecían pocos. No mucho después de mi con-
versión, conseguí un trabajo en una librería cristiana de modo que pude leer todo lo que me fue
posible.
Mi amor por los libros no ha disminuido. Hoy las paredes de mi oficina en la iglesia están
cubiertas de libros desde el piso hasta el techo. A veces, en medio de mis responsabilidades
diarias, los miro con asombro por la diferencia que han marcado en mi vida.
Los miles de títulos son un impresionante recordatorio visual de muchísimas ideas y mensajes,
buenos y no tan buenos, que se han disputado mi atención a través de los años. La mayoría de
mi colección está compuesta de libros clásicos escritos hace cientos de años por hombres
como Charles Spurgeon, Jonathan Edwards y los Puritanos. Aunque también tengo muchos
libros escritos más recientemente.
Algunos son mejores que otros. Le podría mostrar alguno que representa las modas cristianas
de los pasados treinta años. En ese tiempo, sus novedosas ideas para el crecimiento personal y
el ministerio eficaz estaban en boga. Ahora están olvidadas.
Los guardo porque deseo un sereno recuerdo, siempre cerca de mí, de todos los mensajes
descentrados que pudieran tentarme a pasar por alto el único mensaje que importa: el
evangelio.
David Prior lo dijo mejor en una de mis citas favoritas: «Nunca avancemos para dejar atrás a
la cruz, sino solo hacia una más profunda comprensión de la cruz» 29. He cambiado muchísimo
desde la primera vez que confié en Cristo, pero mucho ha permanecido igual. Estoy
agradecido de que lo más importante ha permanecido inalterable. La cruz todavía está en el
centro.
He transitado un largo camino desde que escuché el evangelio bajo los efectos de la droga.
He viajado muchos kilómetros en este peregrinaje de fe. Aun así, por la gracia de Dios, nunca
he pasado por alto la cruz de Jesucristo. Y nunca quisiera hacerlo.
EN VERDAD ES SUFICIENTE
31

Aquí estamos en el capítulo final de este pequeño libro. Una vez que haya terminado solo
unas pocas páginas más será suficiente y colocará este volumen en un estante de libros de su
propiedad. Quizá un día en el futuro lo sacará para repasar una cita u hojeará un capítulo o
dos. O a lo mejor nunca lo tocará de nuevo.
No se preocupe, no tendré inconveniente en si mi libro termina en un rincón olvidado de un
estante para libros, acumulando polvo. Aun así, espero que el mensaje de este libro sea uno
que nunca va a poner en un estante.
A lo mejor se olvida de este libro y su autor, pero nunca va a pasar poco apoco el mensaje
de la cruz a un segundo o tercer plano en su vida. Nunca lo dejará a un lado. Nunca lo pasará
por alto.
Puedo escucharlo preguntar: «¿Pero no necesito más que eso?». En un sentido la respuesta
es no. Ninguna otra cosa es de igual importancia. El mensaje de la cruz es la esperanza, la
confianza y la seguridad del cristiano. En el cielo se dedicará a maravillarse de la obra de Cristo,
el Dios Hombre que sufrió en el lugar de nosotros los pecadores.
Y, sin embargo, en otro sentido la respuesta es sí, necesita más. A usted lo salvaron para
crecer, para servir en una iglesia local, para hacer buenas obras y glorificar a Dios. Aun así, el
«más» que necesita como seguidor de Cristo no se encuentra separado de la cruz. El evangelio
no es una clase entre muchas a las que tiene que asistir durante su vida como cristiano, ¡el
evangelio es el edificio completo en el que se llevan a cabo todas las clases!
Debidamente abordados, todos los temas que estudiará y en los que se centrará como
creyente se le ofrecerán «dentro de las paredes» del glorioso evangelio.
«El Espíritu no lleva a sus alumnos más allá de la cruz», escribe}. Knox Chamblin, «sino cada vez
más profundo en ella» .
SÍ, PERO QUÉ ACERCA DE...
Nombre el campo de la vida cristiana sobre el que desea aprender o en el que desea
crecer. ¿El Antiguo Testamento? ¿Los últimos tiempos? ¿Desea crecer en santidad o en la
práctica de la oración? ¿Llegar a ser un mejor esposo, esposa o padre? Ninguna de estas cosas
se puede comprender como es debido si se aíslan de la gracia de Dios a través de la muerte de
Jesús. Ellas, y por cierto todos los temas, deben estudiarse a través de los lentes del evangelio.
Le daré unos pocos ejemplos específicos de lo que esto significa para el estudio de las
siguientes esferas a través de estos lentes.
1. El Antiguo Testamento
Algunas personas le temen al Antiguo Testamento. Lo encuentran confuso y difícil de
comprender. Otros están fascinados con él por razones equivocadas.
Solo la persona que comprende que la cruz es el centro de toda la historia humana es capaz
de entender el Antiguo Testamento. A través de los lentes del evangelio, la Biblia en verdad
llega a ser en un libro que narra una historia: la historia del hombre pecador, del Dios santo y su
plan de salvación a través de su propia sustitución por su pueblo.
Para ser un verdadero estudiante de los libros antiguos de la Escritura, no debemos pasar por
alto el evangelio. ¡Exactamente lo contrario! Todo en el Antiguo Testamento señala hacia
Jesucristo y enriquece nuestra comprensión de la cruz (véase Lucas 24:27).
El drama de la redención comienza en el huerto de Génesis 3 y continúa desarrollándose a
través del Antiguo Testamento hasta alcanzar su climax en la cruz. En todo el camino, el Autor
divino nos prepara para el Calvario: El simbolismo del sistema de sacrificios, el rigor de la ley, los
continuos fallos del hombre y la inquebrantable fidelidad de Dios; todo esto y más intensifica
nuestro asombro de la cruz.
32

2. Los últimos tiempos


En los pasados cien años, mucho se ha escrito acerca de los últimos días y de la venida final
de Cristo. Al estudio de los últimos tiempos se le llama escatología. Debido a que esto ofrece
ilimitadas posibilidades a la imaginación humana, la escatología ha llegado a ser un tema
popular para novelistas, complaciendo las tendencias de la teoría de la cabala del hombre
moderno.
Por favor, no me malinterprete. Lo que creemos acerca de la venida de Cristo es importante.
Sin embargo, lo triste es la cantidad desmesurada de atención y energía que se les da a los
detalles de la venida, balanceada contra la clara falta de enfoque en la obra salvadora de la
cruz que debe permanecer en el mismo centro de cualquier tipo de discusión.
Independientemente de su opinión personal acerca del Rapto o el milenio, es innegable que
en la Escritura la obra de Cristo en el Calvario sigue ocupando el centro del escenario. Su
segunda venida es la culminación de la victoria que Él logró en la cruz sobre la muerte y el
infierno.
Jesús no instruyó a sus discípulos para que se preocuparan con los detalles de cuándo y
dónde. Les ordenó que velaran y oraran, aunque su principal preocupación fue que se
regocijaran en las buenas nuevas de su muerte y resurrección y en su proclamación.
¡A causa de la cruz ya está escrito el fin! Jesús es victorioso! ¡Todos los que confían en Él
tienen vida eterna! ¡Satanás está derrotado! Ninguna fuerza sobre la tierra, ni agonías de
persecución, pueden arrebatarle al Señor esos por los que murió para salvarlos. Nada los puede
separar de su amor.
3. Oración
La oración eficaz es la que está saturada del evangelio. Para aprender a orar debe llegar a
estar familiarizado con las enseñanzas de la Biblia sobre la oración. Deseará orar con otros
cristianos piadosos y aprender de su ejemplo. Pero de nuevo, no pase por alto la cruz para
profundizar más en la oración. Al fin y al cabo, toda oración eficaz está arraigada en la cruz.
Piense en esto. El evangelio es el punto de partida de la oración. Sin la sangre de Cristo, ni
siquiera se puede acercar a Dios. Solo en la justicia de Jesús se nos invitó a entrar en su
presencia.
No hay mantra que podamos aprender, ni frase arráyente que podamos recitar, que nos
lleve a la mano de Dios. Le suplicamos a Él basados en la persona y obra de su Hijo. Jerry Bridges
escribe: «Cuando oramos a Dios por su bendición, El no examina nuestro desempeño para ver si
valemos la pena. Más bien observa para ver si confiamos en el mérito de su Hijo como nuestra
única esperanza para asegurar sus bendiciones» .
Los estudiantes de la escuela de la oración jamás se gradúan de la escuela del evangelio.
4. Santidad
¿Desea crecer en santidad personal? A lo mejor existe una esfera particular de pecado en la
que batalla y que desea vencer. He aquí la tentación que enfrentará.
Su orgullo y pecado de autosuficiencia natural le dirá: «Está bien, este material acerca del
evangelio ha sido fantástico. Sin embargo, llegó el momento de echar a un lado todo lo de la
gracia y ponerse a trabajar. ¡Es tiempo de hacer que ocurra algún cambio y obtener santidad!».
Eso no dará resultados. Dirigido por el fervor legalista, parece que hiciera progresos; pero será
de corta vida. Solo la gracia sustenta el verdadero cambio y la santificación. A través de la cruz
no solo vencemos la culpa del pecado, sino también el poder del pecado. A causa de la cruz
podemos batallar con éxito y vencer los patrones y prácticas del pecado. La cruz nos motiva a
ser santos como nuestro Padre celestial es santo. El evangelio le da el poder a nuestra constante
búsqueda de santificación.
33

5. Relaciones
¿Qué decir de las cosas prácticas? Sin duda, es posible que venga el momento en que nos
desviemos solo un poco del evangelio, de modo que nos enfoquemos en los asuntos diarios de
nuestras relaciones con las demás personas.
Esto es tentador para creer, pero no es cierto. Independientemente de sus relaciones con los
demás, ya sea si es soltero o casado, esposo o esposa, padre, madre o abuelo, su fidelidad y
eficiencia en sus relaciones se asocian de manera directa a su comprensión de la cruz.
A causa del pecado, el conflicto relacional es inevitable. Pecará contra otros. Estos pecarán
contra usted. Necesitará perdonar.
Sus relaciones con los demás deben estar basadas en su relación con Dios a través de la
cruz. Efesios 4:32 declara: «Sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense
mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo».
Cuando me lleno de resentimiento hacia otros o soy implacable, doy por sentado que los
pecados de los demás son más serios que los míos contra Dios. La cruz transforma mi
perspectiva. A través de la cruz me doy cuenta que ningún pecado que se cometa contra mí
será jamás tan serio como los innumerables pecados que he cometido contra Dios. Cuando
comprendemos cuánto nos ha perdonado Dios, no es difícil perdonar a otros.
Dios ha sido paciente conmigo de modo que yo puedo ser paciente con otros. Dios me ha
perdonado, así que puedo perdonar a otros. La gracia de Dios me ha cambiado, por eso
puedo confiar en que Él también puede cambiar a otros.
Hay mucho más que se puede decir. Esto es solo una breve introducción del efecto
transformador de la cruz en cada una de nuestras relaciones. Sin embargo, la idea, aunque
sencilla, es poderosa.
Si es soltero, viva una vida centrada en la cruz. Si es casado, construya un matrimonio
centrado en la cruz. Si tiene hijos, practique la paternidad centrada en la cruz. El factor
«práctico» fluye del factor «central».

CUANDO SUFRE
En las cinco esferas anteriores, he presentado solo una pequeña muestra de cómo se ve la
vida a través de los lentes del evangelio. Tal estudio no puede ser exhaustivo, pero nos brinda un
ejemplo básico de cómo procesar y comprender cada objeto por medio de los lentes del
evangelio.
Lo que espero que vea es que la vida centrada en la cruz no es solo una opción entre
muchas que ofrece Dios. Es la vida a la que está llamado cada cristiano.
No obstante, hay un aspecto adicional de la vida que necesitamos examinar y ese es el
sufrimiento. Cuando Pablo se sentó a escribirle a Timoteo desde ese frío calabozo, habló de su
propio sufrimiento porque sabía que, de manera inevitable, Timoteo un día sufriría también.
Al igual que nosotros.
Es probable que usted esté enfrentando pruebas y sufrimientos en este momento. Si no es así,
es inevitable que a la larga los experimentará. En su excelente libro How Long, O Lord [Hasta
cuándo, oh Señor], en el que se examina el sufrimiento y el mal, D.A. Carson escribe: «La verdad
del asunto es que todo lo que tenemos que hacer es vivir lo suficiente y vamos a sufrir» .
A veces nuestro sufrimiento significará simplemente perseverar a través de una prolongada
temporada que no es de nuestro gusto. En otros tiempos, nuestro sufrimiento quizá sea agudo y
severo. En cada caso, el mensaje del evangelio nos brinda la suprema fuente de esperanza y
bienestar.
34

Demasiados de nosotros no estamos preparados teológicamente para el sufrimiento. De


modo que cuando sufrimos, nos quejamos en lugar de confiar en Dios. Lo culpamos a Él. Le
exigimos una explicación. No minimizo la dificultad ni la agonía del sufrimiento. Ni pretendo
comprenderlo por completo. La Escritura enseña que hay un propósito divino para el
sufrimiento, pero siempre habrá un elemento de misterio.
No puedo captar el significado total ni el propósito de mi sufrimiento, pero puedo encontrar
el verdadero bienestar al mirar el sufrimiento del único inocente y justo: nuestro Salvador. De
nuevo, D.A. Carson escribe:
En la noche oscura del alma, los cristianos tienen algo a que aferrarse que jamás conoció
Job: conocemos al Cristo crucificado. Los cristianos han aprendido que cuando parece que no
hay otra evidencia del amor de Dios, no pueden escapar de la cruz. «El que no escatimó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente,
junto con él, todas las cosas?» (Romanos 8:32) [...] Cuando sufrimos, algunas veces habrá
misterio. ¿Habrá también fe? Sí. Si nuestra atención está más enfocada en la cruz y en el Dios de
la cruz que en el mismo sufrimiento.
En la vida real, las cosas no siempre se presentan como nos gustaría. El bienestar en el
sufrimiento nunca se encuentra mediante la interminable concentración en el sufrimiento en sí,
pues el sufrimiento siempre contiene un elemento de impenetrable misterio. La esperanza, el
bienestar y la perseverancia en la vida cristiana vienen de meditar en la cruz y en el Dios de la
cruz.
MEJOR DE LO QUE MEREZCO
Si me pregunta cómo estoy en un día dado, quizá se sorprenda por mi respuesta. No doy la
típica respuesta de «Estoy muy bien», ni «¡Bien, gracias!».
En lugar de eso digo: «Mejor de lo que merezco». Esto toma a la gente fuera de guardia.
Muchas veces los no cristianos han discutido conmigo, convencidos de que sufro de baja
autoestima.
Sin embargo, no es así. Solo comprendo quién soy y dónde merezco estar. Merezco la ira de
Dios. Para ser sincero, soy digno de estar en el infierno. En cambio, soy hijo de Dios. Soy
perdonado y amado por Él. Voy al cielo. ¡Estoy mucho mejor de lo que merezco!
Esta perspectiva me llena de gozo aun en los días cuando las cosas no marchan como había
planificado. Todos enfrentamos desilusiones y circunstancias difíciles. Algunos de nosotros
experimentamos dolor profundo y pérdida. Aun así, sin importar la situación, la comprensión del
evangelio nos deja maravillados del amor de Dios.
SOLO AYER
No sé lo que me depara el mañana, pero Id que sí sé es esto: Debido a la cruz estaré mucho
mejor de lo que merezco. Es por eso que, por el resto de mi vida, solo deseo adentrarme aun
más en el maravilloso misterio del amor de Dios para mí.
El evangelio no es solo para los incrédulos. Es también para los cristianos. «Cada día de
nuestra experiencia cristiana», escribe Jerry Bridges, «debe ser un día de vincular a Dios nada
más que por su gracia. No solo somos salvos por gracia, sino que también vivimos cada día por
gracia» .
Este es el porqué el evangelio es en verdad lo principal. Este es el porqué debe estar siempre
en el centro de nuestra vida.
Por lo tanto, aun cuando este pequeño libro terminó, no ponga su precioso mensaje en un
estante. Dios permita que la verdad que lo salvó siempre sea la más querida verdad de su vida.
Como al parecer dijo Martín Lutero:
«Siento como si Jesús hubiera muerto solo ayer». Dios permita que la realidad de la muerte de
35

Cristo por usted sea la que esté cerca de su corazón.


Nunca lo pase por alto.
Jesús murió por sus pecados. Es mi deseo que cada día lo viva solo por la gracia de Dios.
Que conozca el gozo y la paz de la vida centrada en la cruz.

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