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Luisa Piccarreta Las 24 Horas de la Pasión Compendio Dr.

Thomassiny

VIGÉSIMA TERCERA HORA


De las 3 a las 4 de la tarde

Jesús muerto es traspasado por la lanza. El descendimiento de la cruz

Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la


oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda
en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi
cabeza sobre tu corazón empiezo:

Muerto Jesús mío, toda la naturaleza ha dado un grito de dolor al verte expirar
y ha llorado tu dolorosa muerte, reconociéndote como su Creador. Miles de
ángeles se ponen alrededor de tu cruz y lloran tu muerte; te adoran y te rinden
homenajes de reconocimiento, confesándote como nuestro verdadero Dios y te
acompañan al Limbo, a donde vas a beatificar a tantas almas que desde siglos
y siglos yacen en aquella cárcel oscura y te suspiran ardientemente.

Y yo, muerto Jesús mío, no puedo separarme de esta cruz, ni me sacio de


besar y volver a besar tus santísimas llagas, señales todas ellas de cuánto me
has amado, pero al ver las horribles laceraciones, la profundidad de tus llagas,
tanto que descubren tus huesos, ay, me siento morir.

Quiero llorar tanto sobre estas llagas para lavarlas con el agua de mis lágrimas,
quiero amarte tanto para curarte todo con mi amor y restituir a tu irreconocible
Humanidad su natural belleza, quiero abrir mis venas para llenar las tuyas con
mi sangre y llamarte nuevamente a vida.

Vida mía, mi Jesús, ¿qué no puede el amor? El amor es vida y yo con mi amor
quiero darte vida, y si no basta con el mío, dame tu amor y con él todo podré, sí,
podré dar vida a tu santísima Humanidad.

Pero, oh mi Jesús, aun después de muerto quieres decirnos que nos amas,
atestiguarnos tu amor y darnos un refugio, un albergue en tu propio corazón, por
eso, un soldado empujado por una fuerza suprema, para asegurarse de tu
muerte, con una lanza te desgarra el corazón, abriéndote una llaga profunda, y
Tú, amor mío, derramas las últimas gotas de sangre y agua que contiene tu
ardiente corazón.

Ah, cuántas cosas me dice esta llaga, producida no por el dolor sino por el
amor, y si tu boca está muda, me habla tu corazón y oigo que dice:

«Hija mía, después de haber dado todo, con esta he querido hacerme abrir un
refugio para todas las almas en este mi corazón; este corazón abierto gritará
continuamente a todos: “Vengan a Mí si queréis ser salvos, en este mi corazón
encontraréis la santidad y os haréis santos, encontraréis el consuelo en las
aflicciones, la fuerza en la debilidad, la paz en las dudas, la compañía en los
abandonos”.

Oh almas que me aman, si quieren amarme de verdad, vengan a morar


siempre en este corazón, aquí encontrarán el verdadero amor para amarme y
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llamas ardientes para quemarlas y consumirlas todas de amor. Todo está


concentrado en este corazón, aquí están contenidos los sacramentos, mi Iglesia,
la vida de Ella y la vida de todas las almas. En este mi corazón siento las
profanaciones que se hacen a mi Iglesia, las insidias de los enemigos, los
ataques que le lanzan, a mis hijos conculcados, porque no hay ofensa que este
mi corazón no sienta, por eso hija mía, tu vida sea en este mi corazón,
defiéndeme, repárame, condúceme a todos hacia él».

Amor mío, si una lanza ha herido tu corazón por amor mío, te ruego que con
tus manos hieras mi corazón, mis afectos, mis deseos, toda yo misma, y que no
haya parte en mí que no quede herida por tu amor.

Unida con nuestra traspasada Mamá, que cae desmayada por el inmenso
dolor al ver que te traspasan el corazón, y como paloma vuela a tu corazón para
tomar el primer lugar para ser la primera reparadora, la reina de tu mismo
corazón, intermediaria entre Tú y las criaturas. También yo junto con Mi Mamá
quiero volar a tu corazón para oír cómo te repara y repetir sus reparaciones en
todas las ofensas que recibes.

Oh mi Jesús, después de tu muerte desgarradora y dolorosísima, parece que


yo no debería tener más vida propia, pero en este tu corazón herido yo
reencontraré mi vida, así que cualquier cosa que esté por hacer, la tomaré
siempre de él.

No daré más vida a los pensamientos, pero si quisieran vida, la tomaré de tus
pensamientos; no tendrá más vida mi querer, pero si vida quiere, tomaré tu
santísima Voluntad; no tendrá más vida mi amor, pero si querrá vida la tomaré
de tu amor. Oh mi Jesús, toda tu vida es mía, ésta es tu Voluntad, éste es mi
querer.

El descendimiento de la cruz

Muerto Jesús mío, veo que se apresuran a bajarte de la cruz; y tus discípulos
José y Nicodemo, que hasta ahora habían permanecido ocultos, ahora con valor
y sin temer nada quieren darte honorable sepultura, y por eso toman martillo y
pinzas para cumplir el sagrado y triste descendimiento de la cruz, mientras que
tu traspasada Mamá extiende sus brazos maternos para recibirte en su regazo.

Mi Jesús, mientras te desclavan, también yo quiero ayudar a tus discípulos a


sostener tu santísimo cuerpo y con los clavos que te quitan, clávame toda a Ti,
y junto con nuestra Santa Madre quiero adorarte y besarte, y después
enciérrame en tu corazón para no salir más de él.

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Reflexiones de la Vigésima Tercera Hora (3 PM)

9-36
Julio 4, 1910

La agonía del huerto fue en modo especial para ayuda


de los moribundos, la agonía de la cruz fue para ayuda
del último punto, propiamente para el último respiro.

…Así que son seis horas de mi Pasión que di a los hombres para bien morir,
las tres del huerto fueron para ayuda de la agonía, las tres de la cruz para ayuda
en el último suspiro de la muerte. Después de esto, ¿quién no debe mirar
sonriente a la muerte? Mucho más para quien me ama, para quien busca
sacrificarse sobre mi misma cruz. Mira cómo es bella la muerte y cómo hace
cambiar las cosas, en vida fui despreciado, los mismos milagros no hicieron los
efectos de mi muerte; aún sobre la cruz hubo insultos, pero en cuanto expiré, la
muerte tuvo la fuerza de cambiar las cosas, todos se golpeaban el pecho
confesándome por verdadero Hijo de Dios, mis mismos discípulos tomaron valor,
y aun aquellos ocultos se hicieron atrevidos y pidieron mi cuerpo dándome
honorable sepultura; Cielo y tierra a plena voz me confesaron Hijo de Dios. La
muerte es una cosa grande, sublime; y esto sucede también para mis mismos
hijos, en vida despreciados, pisoteados, aquellas mismas virtudes que como luz
deberían brillar entre quienes los rodeaban, quedan medio veladas, sus
heroísmos en el sufrir, sus abnegaciones, su celo por las almas, arrojan claridad
y dudas en los presentes, y Yo mismo permito estos velos para conservar con
más seguridad la virtud de mis amados hijos. Pero apenas mueren, estos velos,
no siendo más necesarios, Yo los retiro y las dudas se hacen certezas, la luz se
hace clara, y esta luz hace apreciar su heroísmo, se hace entonces aprecio de
todo, aun de las cosas más pequeñas, así que lo que no se puede hacer en vida,
lo suple la muerte, y esto es para lo que sucede acá abajo; y por lo que sucede
allá arriba es propiamente sorprenderte y envidiable a todos los mortales”.

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12-79
Enero 27, 1919

Las tres heridas mortales del corazón de Jesús.

Encontrándome en mi habitual estado, mi siempre amable Jesús, al venir me


hacía ver su adorable corazón todo lleno de heridas de las que brotaban ríos de
sangre, y todo doliente me ha dicho:

“Hija mía, entre tantas heridas que contiene mi corazón, hay tres heridas que
me dan penas mortales y tal acerbidad de dolor, que sobrepasan a todas las
demás heridas juntas, y éstas son: Las penas de mis almas amantes. Cuando
veo a un alma toda mía sufrir por causa mía, torturada, humillada, dispuesta a
sufrir aun la muerte más dolorosa por Mí, Yo siento sus penas como si fueran
mías, y tal vez más. ¡Ah! el amor sabe abrir heridas más profundas, de no dejar
sentir las otras penas. En esta primera herida entra en primer lugar mi querida
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Mamá, ¡oh! cómo su corazón traspasado por causa de mis penas se vertía en el
mío, y Yo sentía a lo vivo todas sus heridas, y al verla agonizante y no morir por
causa de mi muerte, Yo sentía en mi corazón el desgarro, la crudeza de su
martirio, y sentía las penas de mi muerte que sentía el corazón de mi amada
Mamá, y por ello mi corazón moría junto, así que todas mis penas unidas con las
penas de mi Mamá, sobrepasaban todo; por eso era justo que mi Celestial Mamá
tuviera el primer puesto en mi corazón, tanto en el dolor como en el amor, porque
cada pena sufrida por amor mío, abría mares de gracias y de amor que se
volcaban en su corazón traspasado; en esta herida entran todas las almas que
sufren por causa mía y sólo por amor, en ésta entras tú, y aunque todos me
ofendieran y no me amaran, Yo encuentro en ti el amor que puede suplirme por
todos, y por eso, cuando las criaturas me arrojan, me obligan a huir de ellas, Yo
rápido vengo a refugiarme en ti como a mi escondite, y encontrando mi amor, no
el de ellas, y penante sólo por Mí, digo: “No me arrepiento de haber creado cielo
y tierra y de haber sufrido tanto”. Un alma que me ama y que sufre por Mí es todo
mi contento, mi felicidad, mi compensación de todo lo que he hecho, y haciendo
a un lado todo lo demás, me deleito y me entretengo con ella. Sin embargo, esta
herida de amor en mi corazón, mientras es la más dolorosa y sobrepasa todo,
contiene dos efectos al mismo tiempo: Me da intenso dolor y suma alegría,
amargura indecible y dulzura indescriptible, muerte dolorosa y vida gloriosa. Son
los excesos de mi amor, inconcebibles a mente creada; y en efecto, ¿cuántos
contentos no encontraba mi corazón en los dolores de mi traspasada Mamá?

La segunda herida mortal de mi corazón es la ingratitud. La criatura con la


ingratitud cierra mi corazón, más bien, ella misma da dos vueltas a la llave, y mi
corazón se hincha porque quiere derramar gracias, amor, y no puede, porque la
criatura me los ha encerrado y ha puesto el sello con la ingratitud, y Yo doy en
delirio, desvarío sin esperanza de que esta herida me sea curada, porque la
ingratitud me la va haciendo siempre más profunda, dándome pena mortal.

La tercera es la obstinación. ¡Qué herida mortal a mi corazón! La obstinación


es la destrucción de todos los bienes que he hecho para la criatura; es la firma
de la declaración que la criatura hace de no conocerme, de no pertenecerme
más, es la llave del infierno, al cual la criatura va a precipitarse; y mi corazón
siente por ello el desgarro, se me hace pedazos, y me siento llevar uno de esos
pedazos. ¡Qué herida mortal es la obstinación!

Hija mía, entra en mi corazón y toma parte en estas mis heridas, compadece
mi despedazado corazón, suframos juntos y roguemos”.

Yo he entrado en su corazón, cómo era doloroso, pero bello, sufrir y rogar con
Jesús.
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14-7
Febrero 26, 1922

Jesús nos cubrió de belleza en la Redención.

Estaba pensando en el gran bien que el bendito Jesús nos ha hecho con
redimirnos, y Él, todo bondad me ha dicho:

“Hija mía, Yo creé a la criatura bella, noble, de origen eterno y divino, plena de
felicidad y digna de Mí; el pecado la derribó de esta altura y la hizo caer hasta el
fondo, la desnobleció, la deformó y la volvió la criatura más infeliz, sin poder
crecer, porque el pecado le impedía el crecimiento y la cubría de llagas, que daba
horror el sólo verla. Ahora, mi Redención rescató a la criatura de la culpa, y mi
Humanidad no hizo otra cosa que, como una tierna madre con su recién nacido,
que no pudiendo tomar otro alimento, para dar la vida a su bebé, se abre el seno,
pone a su pecho a su niño, y de su sangre convertida en leche le suministra el
alimento para darle la vida. Más que madre mi Humanidad se hizo abrir en Sí
misma, a golpes de látigo, tantos orificios, casi como tantos pechos que hacían
salir ríos de sangre para hacer que mis hijos, pegándose a ellos pudieran chupar
el alimento para recibir la vida y desarrollar su crecimiento, y con mis llagas
cubría su deformidad y los volvía más bellos que al principio, y si al crearlos los
hice cielos tersísimos y nobles, en la Redención los adorné tachonándolos con
las estrellas brillantísimas de mis llagas para cubrir su fealdad y volverlos más
bellos; en sus llagas y deformidad Yo ponía los diamantes, las perlas, los
brillantes de mis penas, para ocultar todos sus males y vestirlos con tal
magnificencia de superar el estado de su origen, por eso con razón la Iglesia
dice: ‘Feliz culpa’, porque por la culpa vino la Redención, y mi Humanidad no
sólo los alimentó con su sangre, no sólo los vistió con su misma Persona y los
adornó con su misma belleza, sino que mis pechos están siempre llenos para
alimentar a mis hijos. ¿Cuál no será la condena de aquellos que no quieren
pegarse a ellas para recibir la vida y crecer, y para ser cubiertos en su
deformidad?”

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24-6
Abril 12, 1928

Analogía entre el Edén y el Calvario. No se forma un


reino con un solo acto. Necesidad de la muerte
y resurrección de nuestro Señor.

Estaba haciendo mi giro en el Fiat Divino y acompañaba a mi dulce Jesús en


las penas de su Pasión, y siguiéndolo en el Calvario mi pobre mente se ha
detenido a pensar en las penas desgarradoras de Jesús sobre la cruz, y Él
moviéndose en mi interior me ha dicho:

“Hija mía, el Calvario es el nuevo Edén donde le venía restituido al género


humano lo que perdió al sustraerse de mi Voluntad.

Analogía entre el Calvario y el Edén: En el Edén el hombre perdió la gracia,


sobre el Calvario la adquiere; en el Edén le fue cerrado el Cielo, perdió su
felicidad y se volvió esclavo del enemigo infernal, aquí en el nuevo Edén le viene
reabierto el Cielo, readquiere la paz, la felicidad perdida, queda encadenado el
demonio y el hombre queda libre de su esclavitud; en el Edén se oscureció y se
retiró el Sol del Fiat Divino y para el hombre fue siempre noche, símbolo del sol
que se retiró de la faz de la tierra en las tres horas de mi tremenda agonía sobre
la cruz, porque no pudiendo sostener la vista del desgarro de su Creador,
causado por el querer humano que con tanta perfidia había reducido a mi
Humanidad a este estado, horrorizado se retiró, y cuando Yo expiré reapareció
de nuevo y continuó su curso de luz; así el Sol de mi Fiat, mis dolores, mi muerte,
llamaron nuevamente al Sol de mi Querer a reinar en medio de las criaturas, así
que el Calvario formó la aurora que llamaba al Sol de mi Eterno Querer a
resplandecer de nuevo en medio a las criaturas. La aurora es certeza de que
debe salir el sol, así la aurora que formé en el Calvario asegura, si bien han
pasado cerca de dos mil años, que llamará al Sol de mi Querer a reinar de nuevo
en medio a las criaturas. En el Edén mi amor quedó derrotado por parte de las
criaturas, aquí en el Calvario triunfa y vence a la criatura; en el primer Edén el
hombre recibe la condena de muerte para el alma y el cuerpo, en el segundo
queda libre de la condena y viene reconfirmada la resurrección de los cuerpos
con la resurrección de mi Humanidad. Hay muchas relaciones entre el Edén y el
Calvario, lo que el hombre perdió en el prmero, en el segundo lo readquiere; en
el reino de mis dolores todo le viene dado y reconfirmado el honor, la gloria de la
pobre criatura por medio de mis penas y de mi muerte.

El hombre con sustraerse de mi Voluntad formó el reino de sus males, de sus


debilidades, pasiones y miserias, y Yo quise venir a la tierra, quise sufrir tanto,
permití que mi Humanidad fuese lacerada, le fuera arrancada a pedazos su carne
toda llena de llagas, y quise también morir para formar por medio de mis tantas
penas y de mi muerte, el reino opuesto a los tantos males que se había formado
la criatura. Un reino no se forma con un solo acto, sino con muchos y muchos
actos, y por cuantos más actos tanto más grande y glorioso se vuelve un reino,
así que mi muerte era necesaria a mi amor, con mi muerte debía dar el beso de
vida a las criaturas, y de mis tantas heridas debía hacer salir todos los bienes
para formar el reino de los bienes a las criaturas; por eso mis llagas son fuentes
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que desbordan bienes, y mi muerte es fuente de donde brota la Vida a provecho


de todos.

Así como fue necesaria mi muerte, fue necesaria a mi amor la Resurrección,


porque el hombre con hacer su voluntad perdió la Vida de mi Querer, y Yo quise
resucitar para formar no sólo la resurrección de los cuerpos, sino la resurrección
de la Vida de mi Voluntad en ellos, así que si Yo no hubiese resucitado, la criatura
no podría resurgir de nuevo en mi Fiat, le faltaría la virtud, el vínculo de la
resurrección en la mía y por tanto mi amor se sentiría incompleto, sentiría que
podría hacer más y no lo hacía y habría quedado con el duro martirio de un amor
no completado; que después el hombre ingrato no se sirva de todo lo que he
hecho, el mal es todo suyo, pero mi amor posee y goza su pleno triunfo”.

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