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Dolly nació en el Instituto Roslin de Escocia el 5 de julio de 1996. Como suele ocurrir en
ciencia, el nacimiento del primer animal clonado a partir de una célula adulta no fue casual, sino
fruto del trabajo de decenas de investigadores a lo largo de los años. Un gran logro cimentado
por el conocimiento que habían generado previamente otros científicos.
Para aquellos que tienen interés en conocer los detalles sobre los trabajos que llevaron al
nacimiento de Dolly, Lluís Montoliu tiene un estupendo resumen en su blog de Naukas. Merece
la pena leerlo. Además de contar la parte de la historia de Dolly que no vimos en su momento,
Montoliu reconoce el imprescindible papel de Angelica Schnieke, investigadora cuya
participación en el gran hito científico quedó ensombrecida al figurar como segunda autora en el
artículo donde se dio a conocer a Dolly. También encontraréis, por supuesto, a Ian Wilmut,
Keith Campbell y el resto de investigadores responsables del nacimiento de Dolly.
La clave con Dolly, lo que la hacía realmente especial, es que el núcleo que se utilizó era el de
una célula adulta (concretamente, de una célula de glándula mamaria), lo que se pensaba que no
era posible ¿Por qué se pensaba así? Porque se trataba de una célula diferenciada, lo que viene a
ser una célula que ha tomado una serie de decisiones moleculares dirigidas a hacerla más
especializada. En aquel momento, se pensaba que la toma de esas decisiones era irreversible.
Pero no penséis que fue fácil. Dolly fue el único embrión superviviente de 277 transferencias
nucleares. Como dije antes, fue extraordinaria.
Para crear a Dolly se utilizó un óvulo procedente de una oveja de tipo Scottish Blackjack
(donante del citoplasma) y el núcleo de una célula mamaria de una oveja Finn-Dorset (donante
del núcleo). Una vez introducido el núcleo en el óvulo enucleado y ser activada la célula
resultante se generó un cigoto y posterior embrión que fue gestado en una tercera oveja.
Dolly y el envejecimiento
Cuando Dolly nació, aparentemente sana, una de las principales cuestiones para los científicos
fue si envejecería de forma normal. ¿Se habría reprogramado el material hereditario de Dolly
para olvidar completamente su estatus de adulto? ¿Podría haber algún efecto en el desarrollo y
madurez de Dolly como consecuencia de haber nacido de un núcleo celular de seis años de
edad?
Lo cierto es que Dolly murió antes de lo esperado. Fue sacrificada el 14 de febrero de 2003,
debido a una enfermedad pulmonar de origen viral de la que habían muerto otras ovejas del
mismo Instituto Roslin. Dos años antes se había anunciado que Dolly tenía artritis, lo que había
alertado a los investigadores sobre un posible envejecimiento prematuro. Sin embargo,
diferentes análisis no habían encontrado evidencias de dicho envejecimiento prematuro y los
investigadores plantearon que la artritis podía ser debida a haber tenido seis crías. El estudio de
varios clones derivados de la misma colección de células que Dolly (cuyos nombres Debbie,
Denise, Dianna y Daisy curiosamente empiezan por D) también ha indicado que no hay
evidencias de que los animales clonados envejezcan antes de tiempo.
La importancia de Dolly
UN SUCESO CONTROVERTIDO
El caso de la oveja Dolly despertó mucha curiosidad en la
sociedad, a la vez que miedos y dudas morales. ¿Podría
un ser humano ser clonado también? ¿Qué implicaciones
tiene éste proceso para el individuo clonado? ¿Dónde
queda el límite entre la ciencia y la experimentación con
humanos y otros animales?
Quince años más tarde el embriólogo británico John Gurdon popularizó el uso
de las ranas africanas (Xenopus laevis) en biología del desarrollo. Estas ranas,
a diferencia de la rana común (Rana temporaria) utilizada por Briggs y King,
cuya producción de óvulos era estrictamente estacional, respondían todo el año
a la activación hormonal, lo cual permitía producir muchos más óvulos y
reconstruir muchos más embriones para optimizar la técnica. Con estos
avances John Gurdon consiguió, a partir de núcleos de células
embrionarias/larvarias de renacuajos, no solo obtener otros renacuajos sino
ranas adultas, clónicas, que se reprodujeron a su vez normalmente. Estos
resultados, ciertamente espectaculares, merecieron la portada en la
revista Nature en 1966 y, a la postre, serían los que le servirían a Gurdon para
obtener el premio Nobel de Medicina en 2012. Sin embargo, ni Briggs, ni King,
ni Gurdon habían logrado, sensu stricto, demostrar el postulado de Spemann.
En todos los casos se habían utilizado núcleos de células embrionarias, de
larvas, que ya sabíamos desde los tiempos de Briggs y King que parecían
retener la capacidad de sustentar el desarrollo en embriones reconstruidos. En
ninguno de estos casos estos investigadores usaron núcleos de células
adultas, especializadas. Ese era el reto que quedaba por resolver. Y ese era el
desafío que se propusieron acometer y superar en el instituto Roslin, bajo la
dirección de Ian Wilmut.
Cuando nació Dolly, Ian Wilmut llevaba ya más de 15 años investigando con
embriones de mamífero fenómenos como el de la reprogramación nuclear,
intentando clonar animales de granja, ovejas en concreto, de interés ganadero
y biotecnológico, mientras financiaba sus experimentos con proyectos que
perseguían mejorar las técnicas de producción de ovejas transgénicas, de
ovejas modificadas genéticamente, cuya eficiencia, paupérrima, oscilaba entre
un 0.5 y 5%. La gran mayoría de embriones de oveja modificados
genéticamente y luego transferidos para su gestación no lograban dar lugar a
corderos transgénicos. La utilización de núcleos de células previamente
modificadas genéticamente garantizaría que los embriones reconstruidos con
aquellos darían lugar, siempre, a ovejas transgénicas, razonaba muy
oportunamente Wilmut.