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Salomé Ureña, poetisa universal

Después de releer con suma delectación la poesía de Salomé Ureña, y


compararla con la de otros creadores a los que se tiene en muy alta estima
en el parnaso universal, he llegado a la sobria conclusión de que la crítica
literaria no ha sido justa con nuestra poetisa.
Es verdad que en República Dominicana Salomé ocupa un asiento
entre los dioses mayores; y es cierto que en el escenario antillano se le
admira y se le respeta; pero, ¿cuál es su lugar en las letras universales? En
esta introducción procuraré contestar a esta pregunta, y para ello no me
limitaré a repetir las mismas opiniones de siempre, sino que haré, o al menos
intentaré, lo que muy pocos han hecho: una introducción al ritmo de la
poesía de Salomé Ureña. Porque si algo es capaz de constituir por sí solo el
valor de la obra poética, es sin lugar a dudas, el ritmo.
Y es que, puesto que el ritmo constituye el alma de la poesía, esta
puede carecer de cualquier elemento, pero jamás y bajo ninguna
circunstancia, del ritmo. El ritmo es valor universal atemporáneo. ¿Quién no
ha leído en Góngora, Quevedo, e incluso más cercano a nuestros días, Guillén
o Vallejo, obras carentes de sentido, pero que gracias al ritmo divinal son
consideradas obras maestra? La de SU es, por supuesto, una poesía
rebosante de sentido, pero en su poética sobresale, por encima de todo, ese
ritmo incomparable capaz de dulcificar a los más ácratas espíritus. 1 Eso no ha
sido justipreciado.
Para nada ignoramos, por supuesto, que en múltiples ocasiones la
crítica literaria ha refrendado la poesía de Salomé Ureña. Nada menos que
Don Marcelino Menéndez y Pelayo, el sabio más verdadero, según PHU, dijo
que «para encontrar poesía en Santo Domingo hay que llegar a José Joaquín
Pérez y a Salomé Ureña», pero incluso cuando el gran erudito se refiere a ella
con esas palabras, nos parece decepcionante que no haya dicho mucho más,
sobre todo porque se muestra mucho más generoso con poetas cuya calidad
es en gran medida inferior a la de nuestra poetisa quisqueyana.
Muchos se han limitado a repetir, con igual reserva, las palabras del
erudito español. Y vemos Salomé siempre se le menciona al lado de José
Joaquín Pérez y Gastón Fernández Deligne, pero lo cierto es que, como dice
Néstor Contín Aybar, «la poesía de Salomé Ureña es única. Es cumbre
altísima que se enseñorea aislada y enhiesta en el vasto horizonte de la
literatura dominicana».2
Es cierto que algunas de sus poesías, específicamente las de inspiración
íntima y hogareña, han sido tildadas por algunos de insípidas y pueriles. Pero
no es un secreto que todos los poetas, sin importar cuan elevados hayan sido
sus temas, a veces descienden del olimpo para entonar con palabras de
flores las sencilleces del alma. Pero eso no significa una mancha en el
repertorio lírico de la poetisa, sino que, al contrario, resulta encantador verla
descender de los espacios siderales para mostrarse humana, terrestre, y
sencilla.
Es costumbre de grandes. Recordemos que el poeta más elevado en el
decir, más original para su época, el genial Luis de Góngora, fue etiquetado
por la crítica como ángel de luz y tiniebla, debido en parte a que unas veces
sus poemas eran saetas de fuego que horadaban el alma, y otras veces
esculturas de barro que azotaban la miraba; y el mismísimo Rubén Darío, el
más grande artífice de la poesía castellana, unas veces escribía con el más
elevado verbo; otras, con el más sencillo. La sencillez es de genios.
Dicho esto, y para pasar a cuestiones más estrictamente del ritmo,
quiero referirme a ese adjetivo derivado que Rubén Darío le aplica a Salomé:
«Vigorosa y pindárica» la llama. Estas palabras no deben soslayarse, me
parecen bastantes significativas, pues «Píndaro es, según Quintiliano, de los
nueve poetas líricos, con mucho el más grande, en virtud de su inspirada
magnificencia, la belleza de sus pensamientos y figuras, la rica exuberancia
de su lenguaje y materia, y su ondulante torrente de elocuencia,
características que, como sostenía acertadamente Horacio, lo hacen
inimitable».3
No creo que el nicaragüense dijera eso solo porque la dominicana solía
usar en muchas de sus poesías el estilo laudatorio del griego. Darío vio
mucho más, y yo creo sinceramente que Salomé no solo es la más grande
poetisa dominicana, sino que además es una de las más exquisitas voces de
la poesía universal. Esta, por supuesto, no es una afirmación gratuita, sino
que se colige de cualquier lectura atenta de su poesía, perfecta casi siempre.
La rima en la poesía de Salomé Ureña

Los enemigos de la Métrica: rama de la ciencia literaria que se ocupa de la


especial conformación rítmica del poema,4 tienen en común su desdén por la
rima, porque arguyen, entre otras cosas, que esta limita al poeta y hace
artificioso al verso. Pero la poesía de Salomé viene a demostrar que esas
afirmaciones, hijas bastardas de la ignorancia, lejos están de la verdad. La
rima solo limita al que no la domina.
Lo primero que noto en la poesía de Salomé es su dominio perfecto de
la rima. Esto es importante, pues es común que la poesía rimada tienda a ser
ripiosa, debido a que algunos poetas, en su afán de rimar, muchas veces
olvidan la esencia y la estética del verso. Lo hemos visto, por ejemplo, en
Darío, en Chocano, en Lugones, y podríamos decir que, en menor o mayor
medida, en casi todos los modernistas.
Pero nuestra Salomé se revela como una insuperable maestra de la
rima. Tiene una precisión matemática a la hora de elegir sus rimas, y lo más
sorprendente es que, debido a la fluidez y naturalidad de sus versos,
pareciera que las rimas caen ahí de forma natural, sin ningún esfuerzo, ¡vaya
prodigio!, cuando lo cierto es que tras toda esa perfección existe, sin lugar a
dudas, una delicada ingeniería.
En Salomé nada es al azar. Es exacta en su elección de las palabras.
Aquí, como ejemplo, daré algunas muestras del uso frecuente que hace de la
rima perfecta. Y debo aclarar que cuando digo «rima perfecta», no me
refiero, por supuesto, a la rima consonante conocida por todos, sino a la más
elevada de esas subcategorías en que se dividen las rimas consonantes. Esas
divisiones son rima perfecta, rima rica, rima normal, rima pobre, y rima
imperfecta. Para el poeta, de su conocimiento depende la calidad rímica del
poema; para el lector, la justa apreciación del poema rimado.
En Salomé la rima mantiene su altura, como ejemplo veamos solo
algunos ejemplos de rimas perfectas tomadas de apneas dos poemas:

Levántase indignada
temblaron las legiones que en Granada
____
Osténtase en la liza
cuyos triunfos, que el tiempo inmortaliza.
____
de Agosto a los gigantes adalides
que en desiguales lides.
____
luchando con la fe del patriotismo,
dando ruda lección al despotismo.

(De Diez y seis de agosto).

te labren de virtudes grandioso pedestal,


mostrando a las naciones tu título inmortal.
____
Y luego los miraste proscritos, errabundos,
y tristes y abatidos los ojos moribundos
____
Y sabes que, cual ellas, colgué de tus palmares
porque al mirar sin tregua correr tu sangre a mares.

(De A la patria)

Nótese cómo coinciden totalmente las sílabas finales de estos pares de


versos a partir de una letra consonante. ¡Totalmente perfectas! Podemos así,
poema tras poema, ver la delicadeza con que la poetisa dominicana
trabajaba sus versos; y aunque aparezcan algunas rimas pobres (algo
sinceramente raro en Salomé) siempre habrá un contingente de rimas
perfectas, ricas, o cuando menos normales, para compensarlas.
Esto no es cosa que logren todos los poetas. Es más, podemos decir sin
temor a equivocarnos, que esa pureza y naturalidad que logra Salomé,
manteniendo siempre la altura, no sucede ni en Darío, a quien, por cierto, le
querían cortar el cuello,6 debido, entre otras cosas, a lo artificial (y ripiosa)
que a veces resultaba su poesía. De modo que, al menos en este sentido, a
Salomé Ureña le sobra lo que falta a Rubén Darío.

El ritmo en la poesía de Salomé

Yo siempre tuve una queja contra Salomé: su poesía es demasiado perfecta.


Y esa fue, lo digo sinceramente, la razón por la que nunca antes me animé a
escribir algo sobre su poesía. Todo elogio queda poco y no puede ser
entendido a menos que se tenga un conocimiento profundo de los elementos
que la poetisa domina.
La perfección en la poesía Salomé no es algo que yo me invente, pues
incluso Balaguer, en mi opinión el mayor erudito dominicano en materia de
Métrica, después de PHU, por supuesto, ha dicho que «Salomé Ureña es tal
vez la poetisa dominicana más inmediata a la perfección». Yo elimino el tal
vez.
Esa perfección viene a hacerse evidente sobre todo en el ritmo
inigualable de sus versos. Pocos poetas han logrado un ritmo tan puro. Ese
ritmo perfecto se logra gracias al dominio perfecto de esos fenómenos
métricos que intervienen en el verso, determinando su pureza.
Salomé nunca se equivoca en la escansión del verso. Cada verso es una
muestra de belleza. No hay allí nada artificial, ninguna extraña sinalefa,
ningún hiato sospechoso, ninguna diéresis detestable, ninguna sinéresis
abominable. Sabe que, como sostienen Aguado, Riquer, Jaimes Freyre, no
hay versos buenos con esas licencias. No es que no aparezca alguna, pero los
casos son pocos, poquísimos. Parece increíble, pero estas aparentes minucias
son las que determinan la belleza del verso y, en consecuencia, de la estrofa
y del poema.
Vienen a mi memoria unas palabras de Poe en alguno de sus trabajos
críticos: «Es innegable que cualquier grado de excelencia en la métrica debe
depender completamente de la rígida atención prestada a los detalles». Es
justo esa rígida atención a los detalles lo que pone a Salomé por encima de
sus coterráneos y al nivel de los grandes poetas de América.
De los muchos recursos clásicos que, en mi opinión, afean el poema y,
debido a la evolución de la lengua, deben quedar en el pasado, en Salomé
solo permanece uno: el hipérbaton. Pero en ella este elemento no desluce el
verso porque, primero, es una de las cualidades distintivas de su poesía, y,
segundo, en ella el hipérbaton no es tan brusco y enrevesado como en otros,
sino que, por el contrario, es suave, claro y delicado. Miren, como ejemplo,
esta comparación:

Hipérbaton en Góngora:

Las siempre desiguales


blancas primero ramas, después rojas.

(Soledad segunda)

Hipérbaton en Salomé:
Ya de la patria esfera
los horizontes dilatarse miro.

Sabemos que el hipérbaton se usaba para lograr determinada rima y


alcanzar determinado ritmo. Pero algunos lo complican demasiado; Salomé
logra lo mismo de forma fluida y transparente, sin que sea necesario ser un
hermeneuta para descifrarlo.
Otro aspecto en los versos de Salomé es la variedad de ritmos. No se
limita al legendario octosílabo y al soberbio endecasílabo, versos constantes
en la poesía castellana, sino que, aparte de estos, recurre a metros como el
heptasílabo, el decasílabo, y el alejandrino.
Cuando usa versos compuestos, aparte del alejandrino que siempre es
isométrico, apela todo el tiempo a la isometría de los hemistiquios, ¡y de qué
manera! Veamos un ejemplo:

¿Por qué te asustas, ave sencilla? (5+5)


¿Por qué tus ojos fijas en mí? (5+5)
Yo no pretendo, pobre avecilla, (5+5)
llevar tu nido lejos de aquí. (5+5)

Aquí, en el hueco de piedra dura, (5+5)


tranquila y sola te vi al pasar, (5+5)
y traigo flores de la llanura (5+5)
para que adornes tu libre hogar. (5+5)

Pero me miras y te estremeces, (5+5)


y el ala bates con inquietud, (5+5)
y te adelantas, resuelta, a veces, (5+5)
con amorosa solicitud. (5+5)

Porque no sabes hasta qué grado (5+5)


yo la inocencia sé respetar, (5+5)
que es, para el alma tierna, sagrado (5+5)
de tus amores el libre hogar. (5+5)

¡Pobre avecilla! Vuelve a tu nido (5+5)


mientras del prado me alejo yo; (5+5)
en él mi mano lecho mullido (5+5)
de hojas y flores te preparó. (5+5)

Mas si tu tierna prole futura (5+5)


en duro lecho miro al pasar, (5+5)
con flores y hojas de la llanura (5+5)
deja que adorne tu libre hogar. (5+5)

Aquí cada decasílabo está compuesto por dos hemistiquios


pentasílabos con cesura justo en el medio. No es ya el decasílabo sorjuanino
(dactílico esdrújulo) con acentos en la primera, sexta y novena sílabas;
tampoco es el famoso dactílico simple de los himnos, con acentos rítmicos en
tercera, sexta y novena silabas; ni es ninguno de los tantos otros, sino que
usa el decasílabo compuesto mixto, a veces arcaico (1-4-7-9), a veces trocaico
(2-4-7-9).
Es evidente los versos compuestos de Salomé que en la cesura jamás
se encuentran dos vocales. Es decir, cuando el primer hemistiquio termina en
bocal, el segundo empieza en consonante, y a este solo le es dado empezar
en bocal cuando el primero termina en consonante. Esto es, supongo, porque
la poetisa sabía, gracias a su perfecto dominio de la fonética del verso, que,
mediante el encuentro de dos bocales, pese a la cesura que no admite
sinalefa, un hemistiquio le roba al otro media sílaba. Así de precisa era
Salomé.

La variedad estrófica en la poesía de Salomé

Otro elemento rítmico que en Salomé resulta evidente a primera vista es su


inclinación a esas estrofas en que se combinan versos heptasílabos y
endecasílabos (lira, sexta lira, y, por supuesto, silva), ritmos que, por divinos,
han sido ensayados por casi todos los grandes poetas de nuestra lengua y de
la italiana, de donde provienen.
Y ya que hablamos de estrofas, justo será decir que Salomé Ureña no
se limita a repetir los moldes que nos legaron los españoles, sino que
introduce modificaciones en algunas, y hasta crea otras. Ejemplo de esto
Debe ser triste que le falten palabras a un escritor, pero que le sobren es catastrófico.

1.
En ensayista Diógenes Céspedes ha dicho en alguno de sus ensayos, no recuerdo si en
“Solomé y Hostos (2002)” o en “La poética de Franklin Mieses Burgos (1997)”, que algunos
poemas clásicos poseen ciertas deficiencias, pero gracias al ritmo siguen son referentes
universales.

2.
Historia de la literatura dominicana (Tomo II)

3.
A saber, los otros son Safo, Alcmán de Esparta, Alceo de Mitilene, Anacreonte, Estesícoro,
Íbico, Baquílides y Simónides de Ceos.

4.
Antonio Quilis, filólogo.

5.
Hago referencia al soneto del Enrique González Martínez.

6.
Crítica literaria. 2002, Editorial Claridad S. A.

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