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DE INTIMISMO

La luz primordial aparece con el fuego en la cerilla, rompiendo la oscuridad


perpetua y silenciosa de un presente inmemorial, la nada es incomparable porque
la existencia se vela en el rostro oscuro de las cosas y la quietud envuelve toda
presencia. Con el fuego, con la luz tenue de una cerilla, se inaugura el aliento en
el sonido que viaja por las cavidades ocultas de un hombre sin nombre, que es
aire y que sin ser palabra aun, respira, siente, se siente.

El calor estalla en mil direcciones como estrellas repartidas en un cielo infinito. El


hombre es el cielo oscuro, la noche contenida en un cuerpo envuelto por piel
caliente y pegajosa perdiendo forma con cada gota de sudor camino al abismo de
una amistad nocturna: otro cuerpo; una nada que deja de ser hombre y recorre los
espacios del tiempo hasta las dimensiones primeras de su existencia, se siente
una masa informe que se mueve incomprensiblemente y es despedazada por un
globo misterioso hasta que los mil fragmentos forman figuras y dibujan su cuerpo.
De él, de lo profundo de sus huesos, de las gotas de agua salada, del aliento
silencioso, del fuego que recorre las venas, se desprende otro cual hijo parido
descendiendo los abismos de la distancia, hacia la luz del mundo que le cegara la
vida en cada sueño.

Ambos se entrelazan confundidos en una sola masa caliente que de la


corporeidad pasa a ser pura energía, del hueso nace una nube espesa que vibra
al sonido del silencio y entre el sueño va llenando otro cuerpo con humaredas
perdidas de niebla estelar en el firmamento de los durmientes.

La noche está dormida y la sangre recorre las calles corpóreas en hirvientes


bocanadas de fuego excitando los calores nauseabundos de los dos cuerpos
pegados por el sueño. Las gotas de sudor ahogan las palabras y apagan los
pequeños fuegos, los fuegos perdidos, los fuegos mojados, los fuegos dentro, los
íntimos fuegos. La separación interminable se franqueo, los límites del uno y del
otro se abren, las pieles se rompen por el calor que los hincha y los vuelve fuego.

Luego del olor al frio hay un solo paso porque las gotas se congelan en el cuerpo
que se separa del otro, en la distancia también nace el día y las sensaciones
vuelven naturalmente al cuerpo confundido por el sueño, pero la unidad informe ha
ocupado perfectamente dos cuerpos diferenciados. El fuego de la cerilla muere
en él como nace un día hasta que el sueño los envuelva con sus humos
trasnochados en una sola masa, en una nada espesa que carcome el
pensamiento y lo silencia todo hasta el fin.
Fernanda Guerrero Delgado. Licenciatura en Filosofía y Letras, IX Semestre

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