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Este documento presenta un análisis extenso y profundo del concepto de agujeros negros y la obra de una artista que explora este tema a través de su pintura. Describe cómo la artista captura la física de los agujeros negros, incluyendo efectos como el horizonte de sucesos y la curvatura del espacio-tiempo. También examina temas como la muerte de las estrellas, la atracción universal y la forma en que los cuerpos toman en los límites de un agujero negro.
Descripción original:
Título original
Ana Negro y El Mutismo Absoluto Correccion !Final!!!
Este documento presenta un análisis extenso y profundo del concepto de agujeros negros y la obra de una artista que explora este tema a través de su pintura. Describe cómo la artista captura la física de los agujeros negros, incluyendo efectos como el horizonte de sucesos y la curvatura del espacio-tiempo. También examina temas como la muerte de las estrellas, la atracción universal y la forma en que los cuerpos toman en los límites de un agujero negro.
Este documento presenta un análisis extenso y profundo del concepto de agujeros negros y la obra de una artista que explora este tema a través de su pintura. Describe cómo la artista captura la física de los agujeros negros, incluyendo efectos como el horizonte de sucesos y la curvatura del espacio-tiempo. También examina temas como la muerte de las estrellas, la atracción universal y la forma en que los cuerpos toman en los límites de un agujero negro.
“Entra pues en lo abstracto, en la oscuro, en lo enorme,
Renuncia al color y renuncia a la forma; Sea; pero para levantar el velo, la mortaja, El vestido de la pálida Isis, hete aquí sólo. Todo es negro. Es en vano que tu voz grite y nombre. La naturaleza, ese perro que, fiel, sigue al hombre, Se ha detenido con pavor en el umbral del precipicio" (Víctor Hugo)
Círculos negros coronas luminosas - pero que negro? Un disco sin
bordes, una noche violada por la chispa súbita, perforada por los rayos de los cuerpos: algunos permanecen prisioneros de las vísceras viscosas en los lagos del espíritu que es la verdadera materia de la sombra. La luz fluye en napa igual y dulce donde se envuelve un sol secreto o la lámpara perpetua de los sepulcros. Es casi hiriente más próxima de las tinieblas que la penumbra. Sumergirse en esta tiniebla sólida que hace de tus seres, cuerpos aún más gloriosos. Quedan un disco incrustado, un remolino desmigajado muerto de un mundo sin modificación esencial. Casi helada , casi tinieblas pero también conflagración de una atracción horrible que despierta los deseos oscuros. Tú muestras la noche de los alumbramientos negros. Se arrancan a las estrellas de sangre bajo la tiza monstruosa del cielo. Recuerdas que el ser es una farsa efímera, un fondo de nada donde el espacio y el tiempo estallan. Divina muerte, sueño de piedra. Entre lo rectangular y lo circular recreas el agujero en la corteza de la tierra, la sangre negra del vacío interestelar dónde uno cae por la altura para dejar que todo se deshaga. Todo en tu obra emana del concepto de espacio- tiempo elástico. El cuerpo es bello y cualquiera a la vez. Bola o bala o incluso elástico tendido. Cuanto más el cuerpo es macizo, más la curvatura que imprime es importante. Tu transcripción visual da una idea concreta de la forma en la que religas la densidad de la materia pintura a la curvatura del espacio- tiempo en tu sistema solar y tus ecuaciones de una paradojal atracción universal. En su caricia tus seres toman una distancia límite que deviene la frontera del agujero negro. No es más una frontera física que podríamos tocar, sino una frontera geométrica del espacio tiempo. Marca la separación entre una zona simplemente incurvada y una zona de no- retorno. Tu obra parece surgir naturalmente de las ecuaciones de Einstein, en tanto que objeto suficientemente compacto como para cavar en el tejido del espacio- tiempo un pozo sin fondo. Llamaremos agujero negro no al cuerpo que se encuentra en el fondo del pozo de la existencia sino a toda la zona por dentro de su frontera de no- retorno. Esta frontera es un horizonte de acontecimientos que no acontecerán más. En consecuencia no podemos observar nada más, más allá – tal como el navegante en medio del océano que no ve nada más allá de su horizonte visual. He aquí la amenaza del sol negro: la gravedad dirige el combate: un río de fuego se derrama de las alturas del cielo devasta los lugares hasta el país de los muertos. Desorden organizado, espanto, óbito: los seres se juntan pero no se unen, yacen en el vacío. Un sol agotado ve secar su fuente. Toda estrella se muere en el abismo como los peñascos que ruedan desde lo alto de las montañas. Los seres, el uno sobre el otro, un día se derrumban. La noche se abre sobre los soles negros y luego se cierra, ellos ruedan apagados, siembran en el espacio la tenebrosa presencia de su abismo. En los campos negros del vacío, el ser se enfría, lentamente destruido. Sus úlceras de fuego decrecen bajo una lepra de sombra. En el carbón de un mundo apagado se arrastra una llama que por instantes lame el borde de las vidas que se desvanecen sin ruido. Agonizan, luchan, lanzan por momentos los últimos torrentes luminosos. El gigante de luz no quiere perecer sin insultar a la tiniebla. En torno a él, el tiempo, el espacio, el número, el ruido, la forma expiran, próximos de la unidad negra de la nada. Quedan tus seres como estrellas de sombra que el tiempo ha hecho decaer. Ellos gravitan entre tus hermanas blancas. Ningún ojo en el mundo puede verlos, soles frívolos de tiempos remotos. Se estremecen de éter. Goteo infinito de soles muertos. Inventas para cada cuadro el embudo de los infiernos fríos que atrapa en el pasaje, tritura, quiebra pero restituye huella y eco de cuerpos otrora gloriosos: caída sin fin hacia un centro sin fondo siempre huidizo. El tiempo, el espacio mezclados, invertidos se estrechan, chocan, se disipan: nueva masa de energía. Sabes asir, estrechar: la falta crea una otra dimensión. El viajero que contempla tus telas no hace sino seguir la trama del espacio, el camino más natural de la existencia cuya lógica impulsas al extremo: colocando al revés al mundo lo re-incorporas, es una bola de vacío alrededor de la cual orbitamos como si fuéramos planetas. Desnudas el estado primero del mundo, muestras masas sólidas frías. Inmovilidad sin renacimiento, sueño de un universo entero sepultado en el negro pero no dejas escapar ni materia ni luz. Es una mancha ciega para los dispositivos de detección. El cuerpo es oscuro. He aquí lo que determina las curvas y las formas. Debe formarse por hundimiento de una estrella maciza. Esto implica que no se encuentra aislado en el vacío, debe estar rodeado de otros como él, vestigios de aquellos que le dieron origen. Fuego negro, fuego helado. Tus llamas fieles restituyen al ave eterna. Y si tus seres no siempre son célibes, si evolucionan a menudo no por pareja sino por sistemas las colisiones son raras pero grandiosas. Y es así como los amantes se vaporizan en la nebulosa. Cuanto más seres hay, más el sistema se vuelve inestable. Quedan cabezas perdidas en el charco - flores ennegrecidas de cielo y de sombra. La luz visible es un agujero, una falla, una disminución de otra cosa. Lo visible imprime lo invisible. Cada uno gira alrededor de un otro. La dulzura de la danza ha pasado, queda una danza silenciosa y fúnebre ligeramente turbada por las irregularidades de los sexos. Acaso lo menos cálido gira alrededor de lo más cálido? No podemos afirmarlo. En la frialdad la llamarada gigantesca en el horizonte, el ápex de la incandescencia: Madre que quema. ¿Si el agua enemiga del fuego arde ella misma, donde encontrar refugio? a las visiones radiantes se entremezclan los sueños negros. A medida que prosigue el hundimiento, cada vez son menos los rayos de luz que logran evadirse. El cono de escape de la luz disminuye. La superficie de tus telas es una frontera más allá de la cual se torna imposible ver. Es un horizonte. Tal un umbral suspendido al flanco del abismo. Cada ser permanece como una estrella que se hunde pero continúa existiendo después de haber reducido su talla por debajo del radio crítico, simplemente va a desaparecer a la vista de los observadores exteriores, de la misma manera que el sol continúa existiendo después de haber pasado bajo el horizonte terrestre… Pintas lo que no se dice: los culpables no son espíritus sino hombres. Y los hombres también soy yo. Los designas, los veo. De lejos eso se ve mejor aún. Extraes sus almas de la nada. Dices todo en tus cajas del mutismo absoluto. No buscas el esclarecimiento: testimonias del monstruo. Poca importancia tiene que sea insinuado por los versos del desastre o por otra cosa. Es un estado del mal. Al fin y al cabo no concluye en el apocalipsis del estallido sino en la criminalidad organizada de la Historia. Te debes tus seres para apartar esos monstruos de tu cuerpo. Buscas re - orientar las cosas, presentas otros seres, diferentes. Estados de alma y de vida. En ese momento, sí, tus cuerpos están presentes. Sin distingo, de nada. Ni calor, ni frío. Ninguna materia. Ningún vacío. Tus siluetas no obturan las puertas de la acción pura. Su conciencia aturdida permanece, gracias a tu pintura, un río de savia. Ella toca el estado vibratorio, propone el vértigo en el cual me mantienes sin tregua ni descanso. La idea de cortar, de separar no regresa .La idea de la separación tampoco. Creas tus murallas de seres en medio de los hombres para impedirle a estos últimos dañar. Si es que esto es posible. Tus personajes están arrancados a ellos mismos. En la paciencia de la paciencia. Rehenes. Rehenes irreemplazables que no conservan su lugar. Pasividad. Pero pasividad en nombre de un acontecimiento no del pasado sino inmemorial. Vivido en el presente como resucitado. No son excluidos pero quedan aquellos que no entrarán en ninguna parte. Su soledad expone al único por fuera del múltiple. Después del abrasamiento del holocausto, la destrucción del mediodía: el desastre calmo de la medianoche o de la madrugada. Superó incluso el peligro. Cuida de todo. Esto se llama la historia de la humanidad … Tu lucidez hacia ésta y tu sobriedad, tu pureza, tu intransigencia hacia ti misma causan tu pérdida. No discutes, haces. Tú quieres, es todo. Con riesgo de tu salud mental. Conservas intacta la necesidad de hacer tus cuerpos. Ellos libran de las pretensiones fáciles de no ser en la existencia. Sólo queda el esfuerzo de tu voluntad. Allí cuerpo surge tu cuerpo: el que no ha sido robado, violentado. Aquellos que tu creas no poseen explicación, conocimiento, reconocimiento. Son seres desesperados. Seres desesperados de no ser sino seres. Pero les impones un esfuerzo para ir más lejos, creas una corriente que no tiene que imponerse nada: va. Estamos allí en tu potencia. Y tú también. Tus seres no juzgan, no tienen apetito, deseo, ambición, gusto, disgusto. Conservan una especie de piedad, de caridad. Contrariamente a los seres « reales » no pueden tomar a dios para martirizarte ni limitarte a servirlos. No pudieron manejarte: no eres más « desesperable ». Son ellos los que quedan en ese estado. No son de ninguna parte, así pues de todas partes. Ellos sólo consienten la ausencia de plan. No sabes de antemano adonde te llevan. El anticipo es una caída de plan. Tu voluntad los empuja y los busca. Ellos muestran cómo has sufrido, por todas partes, siempre, íntegramente. No te roban este sufrimiento lo toman sobre ellos. Porque son tu cuerpo, un fragmento de tu cuerpo. Los levantas. Por ellos te re- comenzaste. El mundo gana allí tu talento y una obra mientras que antes no pensabas siquiera en poder hablar. La espera de tus personajes no se remite más al futuro que al pasado. Espera de la espera. No sitúa en un presente sino en un fuera del tiempo. O un tiempo mítico. El del he esperado lo que esperaré siempre. Un nombre memorable, un desconocido sin presente del cual uno no puede acordarse en lo que sucede y no sucede. De donde este movimiento doble de tu pintura: ¿muerto ya estás allí? ¿Que es el olvido? No más una privación de lo memorable en la memoria que la ignorancia de lo que habría de presente en el futuro. El otro: inolvidable e imposible. De donde el pasivo de la paciencia. Todo comienzo es recomienzo: o si prefieres " En el comienzo la repetición " (Henri Michaux). Hay pues un morir en tu obra. Verdaderamente no existe más el cuerpo carnal sino un cuerpo de alma. El alma constituye a tus seres. Son impersonales, como algo del orden del no siendo, es decir del no entendimiento. Son próximos a la locura. Deshechos y aparentemente intactos en su presencia ausencia y la obsesión con la cual los cargas. La de la no reciprocidad real con el Otro. En el espacio sideral donde tú los colocas no se desinteresan de los otros y no hay de su parte ninguna persecución. Al contrario. Pero la presencia de los otros los reconduce hacia un pasado sin presente. En este sentido tu pintura es intransitiva. Muestra a testigos que responden no sólo al vacío del sujeto sino al sujeto como vacío en la proximidad de una muerte que ya ha tenido lugar. Pintas la pérdida. La pérdida sin apaciguamiento. En tal sentido no hay sin duda jamás un discurso amoroso sino un amor vivido en la ausencia, la "pérdida". Y el envejecimiento es decir la muerte. Contentarse pues con tu sola pintura. Dice todo en el infinito de tu lenguaje humano. Intento pues hablarle. Para acercarme a ti, a tu trabajo. Sé que soy viejo pero mi sola satisfacción es contemplar tus obras. Permanecen capaces de todo en el vacío de la existencia. Me busco allí, avanzando. Tú ya estás allí. Como tú yo deseo, sufro, amo, deseo ser amado, tengo miedo. Tomas partido apasionadamente por la afectividad , para adelantarte y tornarla compartible en el seno de la comunidad inconfesable de los desesperados y según un rito semita que muestra cómo el mal alcanza a los otros y que la resistencia rechaza toda violencia… En este sentido e incluso en el dolor, tus obras son auroras. Vives ese momento frágil en el que el niño en ti encuentra su lenguaje adulto. Tu Yo demasiado pesado toma alas y expresa a tu ser mutico, tu rostro oculto. Sabes mostrar la exactitud de la innombrable. Por supuesto no puedes clausurar la ausencia y las heridas sino sabe que las conjuras a través de ese puente que lanzas por encima del vacío. Sabiduría que sabiduría. Olvida tus inviernos con tus seres tan pesados y tan ligeros. Con su coreografía particular. Hace falta, pues, el refugio de tus imágenes. En su solo calor mi sangre puede fluir. Construyo allí mi nido más íntimo, deslizando mis dedos hasta el vuelo de tu mano. Vuelves posible la palabra. Allí se profiere toda la historia del hombre. Ante mi hocico de noche surge lo que lo separa de la locura: Principio, continuación, principio, continuación. Nos recuerdas que jamás seremos realistas - no habiendo sido para ello lo suficientemente reales. No hay necesidad de collares de perla o historia de rosario. Fuga. Vibrato. Tus seres se acuestan, se levantan. Quedan los Lázaros asesinados, resucitados de entre lo que son. Eres su aparecida jamás sometida, si no por la fuerza de tus deseos y su confusión. Son tus amantes por así decirlo. Tus siluetas son separadas. Separadas pero unidas. En su unión todo es número. Número intimo sin intimidad real. Soledad ilimitada. He aquí la fábula humana, el margen del mundo, el borde de las cosas, en alguna parte entre soledad y libertad. Contra la integridad de la extensión: tus configuraciones, tus aglomerados se imponen. Es el inicio del único relato. El que transgrede el orden narrativo de las historias. La determinación del foco de la experiencia de tu pintura resulta de tu fuerza vital. Rechaza toda neutralidad a favor de un compromiso esencial. Surge la interacción imposible y muda sin anclaje temporal preciso ni caracterización de los actantes en el seno de los rituales que presentas de secuencias en secuencias. Creas la transubstanciación de tu soledad extrema. Ofreces la revelación de tu toda presencia. Eriges la expresión subjetiva de un punto de vista que lo arrastra finalmente sobre toda veleidad de cierre. Cada vez una semejanza oscura nace de otra. Multiplicas las caídas que no caen. En tu casa la tormenta es diferente de la tormenta. Ofreces tu sombra y tu luz. Concedes a los seres lo que jamás es mostrado pero que está incluido hasta en el comienzo del mundo. Eres la vigía del sentido interior a través de los bloques de tus cuerpos desconocidos. En su alteración imposible de reabsorber, el amor inolvidable. En tus superficies sensibles la luz aumenta con cada dolor. Tus siluetas están en el salto que precede el tiempo o que lo sucede. Verdaderamente no se mueven. No pueden verdaderamente unirse. Fusiones, cúmulos. Entre la danza y la estela. Lo compacto contradice el anillo real de la unión. Trayectoria inconclusa. Ninguna se alcanzará. Como si no osaran abandonarse en la fuente de los clarividentes. Bajo el cielo desconocido la masa flexible de los cuerpos. Se arquean como un lamento…. He aquí la historia de la humanidad. Tu obra escapa a las teorías ruidosas y opacas. Tu pintura no desea asustar. Pero es por ello que da miedo. Tu originalidad no responde en nada a la modernidad de las modas. Vives el fin de una civilización que se aniquiló a si misma, que mató a sus padres y sus hijos, que mató el amor que se da y el que nos es dado. Posees una mirada lúcida, triste y pensativa. Penetra hacia lo esencial…. Sueños sociales evaporados, posibilidades religiosas anuladas por falta o exceso, queda el cuerpo. El único: patético y concreto. No se trata de pesimismo, ni de desesperación: es una evidencia. Tus retratos de grupo permanecen pues como la interrogación mayor sobre los límites del otro y del yo. Sobre el conocimiento del grado de distorsión y de aproximación para saber si un individuo aún sigue siendo él mismo. Y hasta que punto un ser amado permanece un ser amado. Durante cuánto tiempo también un cuerpo, no obstante acariciado o tocado, se aleja en la enfermedad, la locura, la indiferencia o la muerte. Se trata de alcanzar el umbral detrás del cual el "yo" deja de ser una vez más él mismo. Queda entonces un solo interrogante: ¿Qué es lo que nos queda cuando llegamos a dónde están tus personajes? Fijamos la mirada sobre sus rostros y sus actitudes para vivir el accidente despojado de sentido que es la existencia. ¿Acaso moriríamos de vernos así? No nos apartemos, no nos alejemos. En la sombra nuestras desnudeces nos contienen y se intercambian. Tú me. Yo te. La unidad es un pozo transparente. La fuente se pierde en él, los cuerpos ahogados intentan emerger de allí. Tu pintura pues no sólo es admirable sino deseable. Te refleja. Posee tu sinceridad. Estás allí aprisionada en un espacio casi concéntrico que se repite en el espacio. No hay líneas verticales u horizontales: sin duda porque la verticalidad tal como la horizontalidad "puras" son abstracciones. Aparecen en tu obra a través de formas encerradas. Creas tu propio clasicismo. No vuelves al antiguo, te atienes solamente a los antiguos principios pero enteramente renovados. Ser pintor no es simplemente tu oficio, es tu manera espiritual de ser que manifiestas a través de los considerandos físicos de la materia. Evitas la debilidad que tantas obras se conceden. No buscas atajos, " manos tendidas". Y sabes como pocos utilizar los efectos de la luz. El tiempo es desgarrado por un murmullo: el silencio de tu pintura se hace. La desnudez en tu pintura es exigencia. También humildad. La intimidad no se remodela según natura: se enriquece por superposición de estratos de luces a veces incompatibles: de un lado la evidencia, del otro lo oculto. Invitas a una excavación arqueológica del cuerpo. En las oscuras profundidades puede buscarse allí la imagen de otra mujer, de otro hombre. Tal vez los hemos frecuentado. Sin duda incluso. Surge la mirada ambigua sobre el estatuto no menos ambiguo de la feminidad en una sociedad ávida siempre de compartimentos y de perennidad. Obligadas a una desnudez distante, tus siluetas crean alrededor en torno a ellas una inflorescencia que las prolonga y las aísla. La duda muda en certeza. Lo inverso también es verdad. Es como una estancia que vistiera de púdicos ornamentos un sentimiento humano demasiado humano. Permanece abierta la cuestión del amor. El amor es una amenaza puesto que el mismo está amenazado. En su plenitud efímera perdura la rosa de nadie, la rosa de la rosa y la de la mañana. En la necesaria "demencia" de tu pintura queda una salida a los ahogos de la vida. Intensidad. Intensidad frente al afuera silencioso y nocturno. No introduces tus seres en el mundo más de lo que los exaltas hasta un sobre - mundo. Concentras una soledad clandestina. Siempre de regreso sobre los caminos del tiempo se trata de no avanzar, ni retroceder. Próximo es lejano, temprano es tarde. Separaciones incumplidas en el conglomerado. Ni unificable, ni consistente. La pasividad aparente de las siluetas escapa a toda definición. En su inmovilidad se desplazan sin cesar. Insistencia. Movimiento del pasado no sobrepasable. Pasividad, pasión, pasado. Sostener sin sostener. Todo lenguaje articulado está por encima de sus fuerzas. La mano no puede asir. Imposible transgresión de la soledad, de la ausencia. Permanecen infranqueables a pesar del aglutinamiento de los cuerpos. Dónde? En otra región. Lo otro de toda región. ¿Cuándo? Ni antes, ni después, ni durante. ¿Dónde, cuando? En el espacio nocturno. El silencio niega lo justo. Lo prohibido impide lo posible. La transgresión no pertenece ni al día ni a la noche. La pintura "dice" el cumplimiento inevitable de lo que es imposible cumplir. Fantasmas en busca de un suelo a falta de umbral. El desastre torna la realidad imposible y el deseo indeseable. Surge una temporalidad doble de lo imaginario: el ensueño y la resiliencia. Y es por ello que tu pintura "se sostiene". Lo lejano es allí interior. El rastro hace señas de otra cosa que él mismo. La Shoah es justamente el paradigma de la ausencia absoluta: ningún rastro puede dar cuenta de eso. Porque el rastro pertenece aún al ser. No se trata de dar sentido a la vida sino de estar presente en el mundo. Y podemos entonces alabar una belleza de demasiada ausencia o de demasiada presencia. Esto pasa entonces por una conversión de la mirada. Sustituyes la mirada narcisista por otra mirada que no se precipita hacia las imágenes que son simples reflejos Pies contra cabeza sobre el mapamundi para tamizar en espejo la distancia entre nosotros mismos y la ausencia. Encuentro finalmente una presencia. Intercalo tu obra entre la noche y el amor, entre el hombre y la muerte, entre tu vida y sus mañanas como si la luz necesitara de tu mediación. Están tus siluetas detenidas mientras se esfuerzan en borrar, ocultar, velar sus rastros y pasan pájaros a través de su vacío, pájaros que jamás están ocupados, ellos, por sus rastros? Las maniobras del tiempo devoraron a los estrategas. Y a su propio tiempo. Quedan el ornamento, la errancia judía que tú les otorgas. Dos contornos no hacen a veces sino uno pero adicionar deviene un atajo hacia la sustracción oculta al acecho. Tus seres congregan el imperio y el gueto, revelan el desamparo y la ternura, despertando a la víctima y al verdugo, cobijando al anónimo. Resucitan los restos, pisoteando el exorcismo de la sangre y de la muerte. Teatro de tierra morena. Maniquíes agujerados como actores del milenio terminado. Tú desarmas las cubiertas de la muerte. Contornos, solo contornos. Los hombres contemplan con sus ojos ausentes. El mundo se asemeja cada vez menos a aquel en el que creen y por el cual han vivido. Verán ellos la aurora de un otro orden? Viven allí sin saberlo. Sin saberlo ya están en un país extranjero. Vienen de viejos dominios, de caseríos de mineros desnudos. Tiempo perdido del rostro: plegamiento del imperfecto de los machos. Borraduras de la alianza. ¿Por cuál pasaje el otro rostro del semejante? Conviene impedir el corte. Ni siquiera un árbol ,a pesar de todo. Nada más. Todo lo que se sostiene derecho vacila. Solo queda un color para ensordecer la angustia. Un lugar y un no lugar. Habito tu obra para no devenir piedra. Vivo al ras de sus estructuras para desgarrar las nubes. Una vez más, en ti la vida adquiere un nombre de estrella. Así, hay que perder el futuro para oficiar de uno mismo. En su dureza, tu obra impulsa a ser, imprime un movimiento para una migración. Es necesario continuar. A través de lo que creas, ver el interior de tu gesto. Alejamiento pero también proximidad. Cada una de tus obras es un grito mudo. Un grito de ausencia, de alegría y de dolor. Escribirte: alejarse de los muertos. Alcanzar a los vivos, tus caricias. Ir al límite donde la escritura no existe, donde tu obra resiste. Pero la escritura deberá resistir pues solo ella nos une. El dolor, pues, no es únicamente dolor. Tampoco el placer es únicamente placer. Pero estamos desbordados. Resistimos por las líneas que nos escribimos. A flor de piel y en la profundidad de la carne nuestras palabras nos desnudan. Son estuarios, cúpulas, urnas, redondeces, el ojo caliente de la gruta, deltas. Componiendo las fuerzas sufridas y las aspiraciones sin respuesta, tu obra es una ascesis. El ser es recompuesto con sombra y luz. Sin la distracción de existir con un dios. Más trágico aún: la figura del otro en calidad de "prójimo" está comprometida. Pero seamos claros: si los seres son culpables o víctimas esto nada tiene que ver con dios. Es sólo un parche sobre una pierna de palo, una invención humana, una maquinaria cruel de esclavitud. Es en si mismo la columna penitenciaria erigida por los hombres y subrayada por Kafka. Si allí hay pecado no es un pecado de carne sino de sustancia. El destino es el aspecto de la caída de cada ser. El otro sólo emerge de su ausencia negándose a su existencia carnal. No es también tu caso? No puedes acaso sino negarte a ti misma y al otro? No te has retirado en tu pintura como un carmelita se retira fuera del mundo? Comprometerte en el proceso artístico vuelve a abolir la presencia más que a comprobar (constatar) que ella no es. Prefieres tu pintura a ti misma. Des-creas la presencia del otro (o la tuya) muriendo a un nivel de existencia que tú has decidido. Encarnación y castigo. Pero el deseo de amar no ha desaparecido. Te ha arrastrado en el deseo de la pintura. Contemplas a través de ella el hecho de existir que no comprendes más. Caos bajo el nombre de formas, de nacimiento del mal: la encarnación es solo una tentación irrealizable, un enigma. Tu inquietud llega hasta la desesperación. Inventas una gnosis sombría. Su esencia es el número, la aglutinación de los seres y su negativa a asumir el hic y el nunc (aquí y ahora) de la presencia carnal en una época conmocionada. Permaneces sin embargo solidaria de lo que suprimes. De donde la "posición" de tus seres. No pueden estar más próximos los unos de los otros. De forma íntima pero paradojal. Hay algo inquietante en el ver a tus personajes así expuestos y como entregados al cuidado que ponen en evitarnos. Impenetrables, sustraídos (es su forma de amarnos), entregados. Abandonados inmóviles pero en un movimiento en el seno de un espacio rarificado. El límite no los bordea. Están como después de la muerte perpetua que pones en escena bajo fondo de ausencia. Un deseo sin deseo. Golpes de claridad. Próximos entre ellos hasta no vivir sino expuestos a morir los unos por los otros, como en un suicidio recíproco. El uno prolongaría su vida para que el otro muera más dulcemente. Son así llamados a mantenerse (nos) hasta el final. De donde esta fraternidad: también nosotros los amamos pero no podemos hacer nada por ellos. Si no ayudarles a alcanzar el umbral o al menos la idea del límite. No obstante ya han caído en la inacción. Los observamos, son ellos quienes velan. Nos reclaman más atención de la que jamás les concederemos. Conoces momentos de esperanza, te rehúsas a ellos por espíritu. Monista de esperanza, dispuesta a quebrantar todo por un poco de luz pero sin creer verdaderamente en ello. Pues tu pasado está hecho de violencia sufrida y pureza dada. Queda tu salto sordo. Está en el origen de tu pintura, de su diálogo abisal, de su libertad inquieta. También de tu responsabilidad. Tus seres carecen de poder, la tierra sufre. Pero sin embargo deseas creer en un sentido. Tu obra permanece como el signo que sobrevive a la espera de que la acción abra un camino al sueño de existir. Sin embargo permanece el impedimento, el fracaso del vínculo con el otro en una estética inmensa. Pues hay también en tus telas la solidaridad en lo imposible. La abolición de la relación es anulada por una pulsión contraria. No es una inconsecuencia, ni una idea abstracta de la presencia. Esta última es todo no siéndolo. Queda una proximidad asombrosa y misteriosa, sostenida por la transfiguración estética. Tu arte es en tal sentido toda tu vida. Inconclusa y simbólica. Tus telas son comparables también a las cámaras nocturnas de Edgar Poe que encierran el espacio mental sobre sí mismo. Son un momento lúcido de la conciencia. Teatro en el teatro del mundo. ¡Qué bello momento de poesía "pura"!. ¿Existen otros pasajes? Eres la melancolía del mundo contra la historia que quiere siempre re-capturarte. Memoria de la selva de los homicidios, de las estaciones de clasificación y de las travesías. Ningún lugar te deja en paz. Sientes lo que pasa allí. Conoces la bestialidad de los seres. Pero cuando pintas y dibujas haces como Matisse: ves a tus espaldas. Dulzura y violencia testimonian ausencia pero solicitan al que contempla el mismo abandono que el tuyo. Pruebas que existen elementos vitales: los tomas en tus brazos e instantáneamente no piensas en nada más. Date finalmente la juventud que te niegas. Decide el horizonte. No te dejes más usar por ti misma porque otro te dilapidó. Basta con aceptar quién devienes expulsando tus espectros. Sé. Pinta. La vida hace el resto. Ella permanece delante de ti. Tus caminatas sobre rebordes plenos de bruma: uno quisiera allí adivinar una inminencia de cielo. Uno quisiera. Un azul íntimo, un desierto, una vibración en una pureza casi negra. Pues todo lo que tu pintura evoca está transido por un impulso inmenso, sin fondo. Como hacia un dios sin nombre, sin cualidad, inexistente de nuestra inexistencia Tanto ausencia pura como presencia recobrada. Todos tus seres dicen en su mutismo “ Donde estás – tú? Perfecto enigma. Nadie puede alcanzar al otro en el milagro del amor. Renace sin embargo en la negatividad misma. Ese milagro es amar nada, es decir amar la nada. Ser la llama de no existir en nada. Hasta el “no tengo mas lágrimas” en el desborde místico del dolor. Lejos de ser la encarnación consumada es el escándalo absoluto. Habiéndose retirado los espíritus de todo “para venir a serlo todo” tu pintura revela el ser más cerca de la compasión y del devenir. Afiebra manteniendo una voz, vaciándose de ella para alcanzar en la privación una inmediatez a sí misma Que hace que ella está aquí delante nuestro. En tu obra que suprime la presencia estás presente aunque privada de los poderes de la presencia. Y en Sísifo , sin cesar, retomas tu tarea. Pintar es una clausura. Pero también la creación de un lugar adonde ingresar. Un lugar donde una voz muerta renace palabra.