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ROMANOS 3

Pablo, el abogado, resume su caso.


Todos están condenados (1-19). Tanto judíos como gentiles (religiosos e
irreligiosos) son culpables ante Dios, y unos no son mejores que otros (v. 9).
Pablo cita Salmos e Isaías para mostrar que, de pies a cabeza, todos somos
pecadores perdidos. ¿Quieres discutir sobre esto? ¡Entonces tu boca no se ha
cerrado! Dios no puede salvarte hasta que digas: "¡Culpable!" y cierres la
boca.
No podemos salvarnos a nosotros mismos (20). La ley es un espejo que revela
nuestro pecado; sólo la sangre de Cristo puede lavar nuestro pecado.
Es bueno hacer buenas obras, pero las buenas obras no bastan para salvarnos
(Ef. 2:8-9).
La salvación de Dios es lícita (21-31). Pero, ¿cómo puede un Dios santo
perdonar a personas culpables? ¿Es lícito? Si nuestros jueces hicieran eso, la
sociedad se desmoronaría. Pero Dios, el Dador de la Ley y Juez, obedeció Su
propia ley, murió por nosotros y pagó la pena por nuestros pecados. ¡El Juez
es ahora el Salvador!
¿Has cerrado tu boca, confiado en Jesucristo, y escuchado a Dios decir,
"Inocente"?

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