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Las pinzas sobre Europa

Los pasos hacia un inevitable callejón sin salida.


Gustavo A. Calvo

19.junio.2023

El sonido de los cañones se entremezcla con las gráficas de avatares financieros en nuestro mundo
de hoy.

¿Cómo hablar de realidad internacional, de conflictos y convivencias entre países sin identificar
bloques, potencias o ideologías y sistemas económicos?

Y en ese devenir es imposible dejar de buscar apoyos históricos, señales geopolíticas y referencias
culturales. Entre ellas, la civilización europea es sin duda la piedra de toque para empezar a entender
el pasado, el presente y el probable futuro. Europa parió a Occidente como concepto y luego como
sujeto integrado de política internacional, como actor y como suma de actores.

La post guerra la puso en el centro de la sociedad internacional, para uno y otro bando. Una sociedad
que la ha visto primero encapsularse, encerrándose en sí misma, y luego enamorarse de la idea de
expandirse en base a la exportación de sus valores y principios civilizatorios.

El orientalismo, allá lejos y hace tiempo.

Edward Said, en su influyente obra "Orientalismo", sostiene que Occidente ha creado una visión
estereotipada, simplificada y deshumanizada del Oriente, basada en prejuicios y supuestos culturales.
Ha sido utilizada para establecer una jerarquía de poder y justificar la intervención occidental en los
asuntos de los países y las culturas orientales. Siempre me ha impresionado como ese orientalismo
ha tenido influencia en la propia construcción de la identidad occidental. La manera en que Occidente
ha abordado y comprendido al resto del mundo ha generado una visión de superioridad cultural y una
actitud paternalista hacia las sociedades no occidentales, consideradas una otredad exótica y
primitiva.
Josep Borrell, en un evidente retroceso intelectual de siglos, ha afirmado hace poco que “Europa es
un jardín …La mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín”.
Borrell no tiene la culpa de ser quien es: un producto de siglos de construcción de una visión sobre el
resto del planeta. De esa familia fue expulsada la Federación Rusa luego de una breve luna de miel
en los noventa. A esa familia nunca ingresará el Oriente como concepto difuso pero vigente, muy
vigente. Tampoco ingresará el resto, concepto también difuso pero muy claramente identificado por
las cancillerías de las potencias dominantes.

Estados Unidos, cumplidos los objetivos territoriales del destino manifiesto y más allá de su
admiración subyacente por la herencia cultural europea, no siguió la huella europea de percepción de
la otredad por dos razones. Por un lado, el aislacionismo que eligió como herramienta para construir
su propia identidad hasta mediados del siglo XX, no le tentó a imponer pautas políticas y culturales a
otros países en forma sistemática, como método de relacionamiento. Por otro, su pasado colonial y
una apertura muy rápida hacia afuera genero una admiración por la diversidad coqueteando con la
idea de integración social, pero con una impronta de colonización económica. El relacionamiento
basado en intereses fue un puente de plata para llegar a todos lados y en todo momento.

El contagio sobre la intelectualidad de Washington de la sobre valoración de una relación basada en


valores por parte de Europa es bastante reciente y en nuestro concepto, parte del problema. En los
cajones quedan las estrategias de medio siglo de manejo diplomático exitoso basado en alianzas
bilaterales en base a intereses, pensadas por Morgenthau, ejecutadas por Kissinger y apoyadas
desde los think tanks por Kenneth Waltz o John Mearsheimer. Alineadas ambas columnas del sistema
occidental en la necesidad de imponer formas de vida, modos de gobierno y estilos de convivencia
social, su relacionamiento con el mundo se empezó a teñir de una impronta toxica. Se avanza a base
de presiones y asimetrías económicas o militares.

Países con importantes aportes al poder occidental y su acceso a insumos necesarios para su
expansión económica pasan de ser aliados por conveniencia a cuestionables e incomodos
participantes de una convivencia ineludible.

El lado oscuro de la Luna

"La luna siempre tiene un lado oscuro, incluso cuando está llena de luz." - Mark Twain.

En la enseñanza de la Geografía, ocupa un capítulo interesante la Cartografía que nos muestra las
formas en que los humanos visualizamos el planeta, pues no es cierto que la misma solo evidencie
formas y conexiones entre regiones. Ubicar en el centro del mapa el Atlántico es un lugar común en
nuestras aulas occidentales, pero no lo es en las universidades y colegios del Reino del Medio (zhong
guo). En esa sombra civilizatoria, luego de su decadencia y sometimiento durante un siglo por el
poder Occidental, renace una cultura milenaria en busca de su destino manifiesto de volver a ser el
Imperio más importante del planeta. Este es el relato mitológico y apoyo ideológico del actual régimen
de Beijing. Aquel ¨… crecer, pero que no se note… ¨ de Deng Xiaoping se hizo carne y el aislacionismo
y posterior apertura demostró ser una buena receta para un país que quiere un futuro en el podio del
planeta.

La inversión en infraestructura estratégica en Pakistán, Sri Lanka y Myanmar permitió un acceso


múltiple al Indico con puertos propios como alternativa a la concentración de tráfico del Estrecho de
Malaca. La construcción de islas artificiales en el Mar Meridional, las alianzas económicas, las
conexiones ferroviarias (Laos-China y Jakarta-Bandung en Indonesia) tejieron una red de influencias
que se sumaron a los préstamos a multiplicidad de países. Hoy China es el país más influyente de
Asia.

La extraordinariamente (y sospechosamente) oportuna guerra de Ucrania permitió a China


asegurarse un proveedor de energía muy barata a la vez iniciar un plan de inversiones gigantesco,
financiando un sistema de oleoductos rusos que atraviesa el continente. Toda Asia de Mongolia al sur
tiene un futuro promisorio en cuanto a energía e industrialización se refiere.

Bajo los techos azules de Samarcanda, en Setiembre pasado, 14 países empezaron a construir un
espacio de cooperación económico política. La sola mención de la lista (India, Pakistán, Rusia, China,
Irán, Turquía, Arabia Saudí, Bielorrusia y países “tan”) da un escozor en cuanto a estrategias
comunes y poderío futuro que pudieran implementarse.

Medio Oriente está en pleno giro estratégico. El petróleo saudí y el gas catarí se compran en yuanes
y China ya se aseguró el suministro por 25 años según los contratos firmados en febrero. No se puede
argumentar sobre oportunismo o conspiración del mal. Han sido ofendidos y menospreciados por
Washington luego de décadas de ser socios estratégicos vitales en la zona. Han sufrido el estigma
de no compartir los valores occidentales.

África tiene una tradición de empatía con Rusia debido a sus apoyos a las insurgencias de Etiopía,
Angola, Mozambique y Sudáfrica por un lado y a la presencia reciente del grupo Wagner y otras
organizaciones armadas privadas rusas que han dado viabilidad a Estados sin ejércitos o grupos
armados propios profesionales. Sudáfrica desde el Sur y a través de los BRICS y Argelia desde el
norte y en pleno giro hacia oriente (invitado además a ampliar los BRICS), son jugadores claves en
la influencia no-occidental (de alguna manera hay que llamarla) creciente en el continente. Ya 22 de
las 35 abstenciones el 2 de marzo de 2022 en las Naciones Unidas condenando la invasión rusa eran
africanas. La Unión Africana, con la presidencia de Azali Assoumani, ha dado prioridad a lograr una
sola voz de la región por sobre coincidencias o no desde el punto de vista ideológico o económico.
Hay que decir, porque no se puede eludir, que el pasado colonial sigue pesando en un rencor hacia
los países centrales que no desaparece y se palpa en cada acción geopolítica del continente negro
(según una mención pasada de moda pero que empieza a retomarse como signo de identidad).

Europa en este caso, luego de dos colonizaciones (la formal y la económica posterior) dio por sentado
un patio trasero proveedor de insumos africano que la globalización llenó de herramientas
intelectuales, técnicas y políticas. Bruselas tendría razón si se queja de que ellos alimentaron a la
bestia que terminará arruinándoles la cena. Paul Kennedy nos habla de declive relativo de las grandes
potencias luego de “alimentar” a los países en desarrollo, debilitando la posición económica y política
de aquellas. Turquía, India, Brasil, Argelia son la nueva clase media de los países con influencia.

Todo esto dándose en simultaneo en el lado oscuro de la Luna, fuera de la vista de casi todo el mundo
occidental.

Europa se ve en forma autocomplaciente como más unida, más coherente ideológicamente hablando
y más empoderada militarmente. Sin dudas, a marcha forzada, ha logrado mucho. Pero un análisis
básico demuestra que no está más unida, ni coherente, ni militarmente empoderada.

Del otro lado, en el lado oscuro, el ritmo de cohesión, coordinación y avance militar es similar. Pero
allí no hay coherencia ideológica, ni valores comunes, ni una matriz civilizatoria. Sin embargo,
justamente eso es lo que acelera la polarización.

¿Es que el pragmatismo, el realismo descarnado, las construcciones jerárquicas autoritarias y un


mando unificado son más eficientes? Si, lo son. Siempre lo han sido.

Por eso la contraparte debe estar a la altura y no cometer errores. Pero Occidente ha cometido
muchos, empezando por el camino lleno de espinas que paga peaje por valores no compartidos.

Jugar al Ajedrez, jugar al Go.

El mapa Kangnido (Mapa Integrado Histórico de Países y Ciudades) fue confeccionado en Corea a
partir de un informe chino alrededor de 1402 y confeccionado por Gim Sa-hyeong, Li Mu y Li Hoi.
Describe la totalidad del «Viejo Mundo», de Europa y África en el Oeste, Corea y Japón en el este.
Presenta una China de gran tamaño en el centro que impresiona. El mapa sugiere un conocimiento
geográfico profundo para esa época. También deja entrever que hubo exploraciones desde una fecha
muy temprana.

En el Kagnido, los tamaños relativos y las posiciones no se conservan exactamente, pero eso es
justamente parte de la interpretación a que se ve empujado el observador. China y Corea aparecen
con un gran tamaño. El Sudeste Asiático aparece con su península y numerosas islas. La India
aparece acorralada y Europa es mucho más pequeña, sin guardar sus formas. Si posamos la mirada
en ese mapa, todo parece cobrar sentido desde el centro, desde el imperio del centro.

Los juegos de tronos occidentales parecen muy lejanos de las tomas de decisiones del Partido
Comunista Chino que tiene sus propios juegos de poder. Occidente no entiende como a pesar de
poner todo su peso tecnológico y militar sobre la mesa, sigue siendo visto como una potencia en
declive y no logra una aceptación generalizada de sus estrategias entre los países menores.

Sin duda es la mayor potencia de la actualidad, con luz. También es sin duda potente su influencia
cultural sobre todo el planeta, aunque no fue su prioridad geopolítica por medio siglo. Vino por
añadidura. Alcanza con efectividad casi a cualquier país que quiera disciplinar. El terreno financiero,
aunque cada vez más acotado, sigue siendo un habitat cómodo donde la fortaleza de su moneda y
su autoridad reguladora se mantendrá por décadas.

El concepto de la guerra o conflicto en si y el papel de la diplomacia siguen par Washington los


patrones de un juego de ajedrez: una lucha basada en la obtención del poder donde el juego termina
cuando decapito al enemigo eliminando su rey. Igual que Alejandro en Gaugamela, una carga directa
contra el monarca enemigo, puede hacer caer la estructura del adversario como un castillo de naipes.
Una partida de ajedrez es una batalla decisiva, con todos los actores sobre el tablero y el rey a la
vista.

Tan claro como esta descripción, es de oscura y espesa la niebla a que se ve enfrentado Occidente
cuando intenta medir fuerzas con China. Beijing lo elude, se le escapa, no responde simétricamente
a provocaciones, ingresa a organismos internacionales y se escuda en la legalidad comercial vigente,
cumple las normas y aun así pone el peligro los números económicos del hegemón. Washington
espera una estocada y no recibe sino noticias de que terceros países le abandonan. Sanciona y no
es sancionado, prohíbe exportaciones y eso no parece tener efectos porque Beijing obtiene los
productos desde otro origen.

Europa no puede seguir ese patrón, no quiere sancionar, pero es evidente que la línea sobre ella se
libraran las batallas futuras. Tampoco entiende el juego chino, pero acepta inversiones y la necesidad
crece lenta pero inexorablemente. Bruselas también ve (como vimos antes) que pierde proveedores
útiles y su área de influencia se reduce. Las buenas maneras chinas hacen parecer un juego torpe la
seducción diplomática europea.

Analistas han manejado la idea que traigo aquí hoy: China no juega al ajedrez, juega al Go. En un
contacto con Osaka, la Lic. Carolina García hace un tiempo me provoco con esta visión.

Mientras Occidente juega al ajedrez, China juega al Go pues no apunta a decapitar al rey, sino a
rodear al adversario, ocupar espacios vacíos y establecer desequilibrios por presencia, no por
imposición militar o económica. Esa es quizás una buena explicación de cómo Occidente se
sorprende con la compra de petróleo ruso por India y cuando quiere atender el tema, ve en la prensa
que XI cierra negocios en el Golfo. Cuando inicia negociaciones por el precio del petróleo con la
OPEP, Putin recibe al premier de Argelia y establece un acuerdo a largo plazo con quien es hoy el
principal proveedor de gas de Europa. Beijing y Moscú (a su vera) marcan el ritmo diplomático
anticipándose, ocupando espacios vacíos.

El temblor de la llama.

Ni China ni la mayoría de los países geográficamente no comprometidos con Europa, llegaron a tener
un Siglo de las Luces. La impresionante tormenta intelectual de la Ilustración con la lámpara de
Voltaire por delante, no existieron en la forja de civilizaciones no europeas.

La compleja interacción de ideas, sensaciones e impulsos humanistas y racionales de más de dos


siglos dieron a luz una familia de valores que Europa y luego Occidente lograron normalizar hacia
adentro, dando cohesión a sus sociedades. Esa llama que elevó al ser humano a niveles superiores
en cuanto a la razón de su existir, a la idea de concebir su misión en este mundo y a una búsqueda
de la superación espiritual, empieza a temblar por el miedo a quedarse solos.

Como ya dijimos, la mirada pragmática de sus hijos de Norteamérica permitió en determinado


momento fórmulas de relacionamiento global. Hasta que se quiso dar un paso más y evangelizar a
otras civilizaciones y este se convirtió en el gran error geopolítico de los últimos treinta años y provoco
un proceso de cambio del orden mundial existente, con mucho tufillo al siglo XIX.

Tiene una guerra en su territorio, sin aparato militar propio. Tiene además una dependencia energética
derivada de las sanciones aplicadas a sus proveedores naturales por no querer tener dependencia
energética de ellos (¿?)

Lo más sano para Bruselas es reconocer el problema y luego proponer soluciones. Pero ese paso
inicial es el que llamativamente le cuesta más.

Diseñar una ingeniería de militarización gradual, establecer un acuerdo estratégico con Moscú en
base a garantías mutuas, plantearse pasos realistas para un sistema de convivencia a largo plazo
con Eurasia y decidir el color de su relación con China son todas decisiones urgentes …. ¿Pero en
qué orden?

Hace poco escribí que Rusia no se podía mudar y que en un período de 5 a 10 años había que evaluar
el escenario de volver a un suministro energético ruso pasadas estas tormentas. Sigo creyéndolo,
quizás porque no creo en la transición energética en la forma en que se está dando. Pero tenga razón
o esté equivocado, es cierto que nadie en Bruselas parece que siquiera esté planteando una
prospectiva seria.

Europa tiene un potencial frente de tormenta en el Báltico y plazos muy cortos para definir una
estrategia de defensa que no tiene por ahora consensos y crear una industria militar que los europeos
no quieren. Empieza, entonces, a ver claramente sus fronteras políticas: El Báltico y el Ártico en el
norte, Ucrania en el Este y el Sahara al Sur, agravando la crisis de suministro energético, plagada de
países pro rusos. Mientras el drama humanitario en el continente concentra toda la atención política
y mediática de EEUU y de la UE, la situación en el Sur se percibe como algo lejano y culturalmente
muy ajeno a occidente.

Una falsa seguridad, de un problema social, político y militar que le llegará más pronto que tarde.

Como en el GO, los espacios vacíos se van llenando y depende de la lucidez de los jugadores
contrarrestar ese juego.

Empieza a ser demasiado tarde.

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