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Globalización y crisis social en el Perú | Víctor
Carranza
I. La crisis social
p. 15-52
Texto completo
1 El actual proceso de globalización evidencia con fuerza
inusitada un hecho que nuestros liberales intentan
esconder a todas luces: las crisis que afrontamos los
peruanos expresan la confluencia dramática de históricas
fracturas internas con un orden mundial que implica la
postración de las sociedades subordinadas.
2 Por ello, los dos escenarios, nacional y global, donde se
construyen las identidades sociales de nuestras
poblaciones, y en los que se desenvuelven sus formas de
hacer economía, política y cultura, están hoy día en el
centro de un debate en el cual se juega nuestro futuro:
¿cómo articular liberadoramente lo local y lo mundial?
3 Si se contempla el siglo xxi desde las consecuencias
prácticas del neoliberalismo actual, coincidimos con la
indignación de Jadish2 ante el futuro inmediato de los
países subdesarrollados: representarán el 83% de la
población mundial a inicios del año 2001. Por otro lado,
son preocupantes las radicales conexiones económicas y
políticas nocivas al interior de nuestros países que
refuerzan la construcción de un poder estatal
culturalmente excluyente de sus grandes mayorías.
4 Felizmente, por el lado del escenario mundial, éste no es
monolítico. Extraordinarias fisuras culturales se muestran
con evidencia por las mismas áreas geográficas donde las
trasnacionales van estableciendo su predominio casi
absoluto sobre las relaciones económicas. Tradición,
modernidad y postmodernidad son, en adelante, los
horizontes conflictivos por los cuales transitan los actores
de un mundo que -por lo demás-siempre «se ha movido».
(...)
CRUCE DE SENDEROS
46 La orientación aprista logra detener la ola privatista del
gobierno anterior y hacer del estado el empresario más
importante del país (controlaba 186 empresas cuyas
actividades generaban alrededor del 20% del PBI). Pero,
por eso mismo, por cuanto el estado era el encargado de la
redistribución del mayor volumen del producto social,23
logra también el desplazamiento de los conflictos que se
daban entre las clases, hacia el escenario de las clases
contra el estado.
47 Por ello, no serán únicamente las clases propietarias,
alentadas por la tendencia neoliberal, las que se opondrán
al modelo estatista de acumulación; también se opondrán
los pequeños y micro empresarios de la ciudad y del
campo, así como las masas de desocupados, pugnando por
superar los límites de la capacidad redistributiva del estado
y la ausencia de empleo. Se refuerza de ese modo la
tendencia migratoria hacia las ciudades por millones de
campesinos indígenas y mestizos, que presionan sobre
todas las formas de organización social existentes para
efectos de sobrevivir, como invasores de tierras,
productores clandestinos o vendedores ambulantes. El
dinamismo de este fenómeno no parecía tener límites: en
octubre de 1988, la revista Perú Económico afirma que del
total de transacciones financieras, el 80% se efectúa al
margen del sistema financiero formal.
48 En 1990 los pequeños y medianos industriales daban
empleo (incluyendo a ellos mismos) a alrededor de
3 670 000 personas: el 50% de la PEA. Estaban nucleados
en la Asociación de pequeños y medianos industriales del
Perú (APEMIPE), organización creada por Máximo San
Román como una escisión de la Sociedad Nacional de
Industrias dominada por las grandes empresas. Si
comparamos el empleo ofrecido por estos empresarios
«chichas», con los 2 600 000 trabajadores agrícolas de
entonces (en su mayoría parceleros y pequeños
propietarios) se hace evidente la gran importancia social y
económica del sector.
49 Las nuevas correlaciones sociales adquieren una doble
característica: el rol protagónico de las masas populares,
fundamentalmente andinas y mestizas en la expansión
informal de la economía y, asimismo, la presencia cada vez
más notoria, sobre todo en Lima, de prácticas inherentes a
las culturas regionales que amplían el proceso de
interculturación de la sociedad en todos los niveles. Esta
vez la gran densidad migratoria, al articularse conflictiva
pero creativamente en el sistema económico,
informalizándolo en gran medida, crea mejores
condiciones de defensa de las tradiciones regionales que en
el pasado. Por lo tanto, el modelo de las «ciudades-
molino», que se tragan la cultura de los asimilados, ya no
funciona mecánicamente.
50 A contracorriente de ello, sublimando sólo el referente
económico del fenómeno migratorio, Hernando de Soto
venía sosteniendo, desde 1986, que la nuestra era ante
todo una crisis de transición hacia nuevas formas de
capitalismo y que los actores más interesados en superarla
eran los migrantes andinos y desocupados costeños, cuyas
prácticas económicas informales creaban, al margen y
contra el estado «mercantilista», formas eficaces de
sobrevivencia y condiciones para la expansión del
capitalismo en su versión liberal. De Soto fue más allá:
alertaba que los niveles del conflicto de estas masas
emergentes con su estado tendrían un límite. En el caso de
Francia, anota, la revolución de 1789 superó el conflicto.
Para evitar la revuelta, a la peruana, exige un programa
que transforme nuestro estado y reestructure las
ineficientes formas mercantilistas de acumulación.24
51 En el fondo, su propuesta es más superficial y menos
dramática. En su estudio se impone una visión legalista
(formalidad-informalidad) de la economía peruana y la
sublimación del rol transformador, bastante esquemático,
de los informales.25 Su entusiasmo por la iniciativa privada
de origen popular no parece tener límites. Y en esto se
parece a Proudon, el cual consideraba como la mejor salida
a la condición expoliadora de la gran propiedad, la
extensión de la propiedad «sin sus taras, sin sus robos».
¿No es ésta acaso, tal como señalaba Marx una forma
oportunista de pretender suprimir la alienación del «no
tener» de los desposeídos, mediante la ilusión del
desarrollo generalizado de la posesión? Por lo demás, al
obviar los horizontes culturales de los agentes económicos,
el mercado «liberador» que ofrece De Soto a los migrantes
andinos se convierte en un nuevo mecanismo extirpador
de idolatrías.
LOS «INDEPENDIENTES»
56 Al mismo tiempo que el deterioro económico colocaba a
los sectores populares en una situación de emergencia y de
informalidad, la violencia política en curso los llevaba a un
estado de gran desorganización social. La ansiedad por la
sobrevivencia acentuó en los migrantes la descomposición
de los lazos comunales y en los asalariados erosionó las
solidaridades gremiales. El aumento del individualismo en
la sociedad peruana, es un fenómeno que se da en los
umbrales de la desesperación. Aunque es también desde la
desesperación que la gente tiende a recrear nuevas
identidades sociales como una cobertura frente a la crisis.
57 Por el lado del modelo de acumulación, si tomamos en
cuenta las premisas de la economía clásica, asumimos que
la ampliación del mercado en términos liberales desplaza
hacia éste, en cuanto escenario de relaciones contractuales
libremente ejercidas, la legitimidad política requerida por
el sistema. Es decir el crecimiento informal de la economía
fue ampliando la forma no política de la relación entre
trabajo asalariado y capital, creando condiciones para
atenuar el arbitraje de los partidos políticos. De ese modo,
la inmensa masa de pequeños productores y comerciantes
de la ciudad y del campo descubren su situación de relativa
independencia frente al clientelaje de las organizaciones
partidarias.
58 La economía de mercado, en su versión no estatal adquirió
tal dinamismo que descolocó toda pretensión dogmática de
encasillar, en patrones puramente ideológicos, a los
procesos de construcción de las identidades sociales. Las
muchedumbres, empujadas por el hambre y la guerra
hacia las ciudades, ampliaban el mercado al margen del
discurso «nacional unitario», acentuando, en su práctica
cotidiana de sobrevivencia, frente al estado y a las clases
dominantes, su filiación a diversidades étnicas y regionales
excluidas.
59 Todos estos factores (economía informal, autoritarismo,
segregación cultural, racismo, centralismo, etc.), que
erosionan la autoestima de la mayoría de los peruanos, no
tenían, sin embargo, su correlato en las propuestas
programáticas de las organizaciones partidarias de centro,
izquierda o derecha. En la ausencia de propuestas
reparadoras de la diversidad social, encontramos las
mayores carencias de los políticos para comprender las
expectativas de las masas.
60 El descolocamiento actual de los partidos políticos obedece
precisamente a esa visión congelada de la sociedad
peruana a la cual siguen ofreciendo -en el ámbito de la
economía, la política y la cultura-, discursos
homogeneizadores que chocan frontalmente contra su
configuración policlasista, multiétnica, pluricultural y de
acentuado regionalismo. Ello explica, en gran parte, que el
caudal electoral, alcanzado conjuntamente por los partidos
a nivel nacional en las elecciones municipales (que ofrecen
mayor margen de autonomía -tanto a los candidatos como
a los electores-), baje desde el 93% que obtuvieron en 1983
hasta el 35% en las elecciones de 1993. En contraparte, los
«independientes» subirán, en el mismo período, del 77, al
65%.
61 El divorcio entre las masas y las organizaciones partidarias
más representativas será sancionado en las elecciones
municipales de noviembre de 1989 en las que los
candidatos «independientes» alcanzan el 28,5% de la
votación nacional. El caso más espectacular es Lima,
donde Ricardo Belmont, que se enfrentó como
«independiente» a los partidos de centro, derecha e
izquierda, logra derrotarlos con una votación casi similar a
la de todas esas agrupaciones juntas, modificando la
anterior correlación electoral por la cual esos frentes se
repartían un tercio del electorado cada uno.28
EL FUNDAMENTALISMO LIBERAL
62 Es un hecho que la «mundialización del mundo» al mismo
tiempo que trasnacionaliza la economía, alienta -como
mecanismo de defensa- la diversidad cultural y regional en
todos los continentes. En el Perú nos encontramos con una
paradoja: no son los logros del crecimiento capitalista, sino
más bien su deficitario crecimiento lo que alienta la
persistencia de diversidades culturales y regionales
sumamente dinámicas. Esto descalifica a aquellos que
apostaron a la visión economicista como única opción
viable para el desarrollo del país y que previeron la
liquidación de las diversas culturas como un hecho
ineludible de la modernidad.
63 Si los proyectos promovidos por el discurso del estado-
nación -ya sea en su versión liberal o en su versión
dogmática del marxismo-, que asociaban el desarrollo con
la extirpación de diversidades, estaban siendo revaluados
¿significaba ello que se habían abierto a los peruanos
condiciones favorables para revaluar «su» desarrollo?
64 Y si esto era así, ¿cambiaban las ideologías de los peruanos
al mismo ritmo que los acontecimientos?
65 Una atenta revisión de los programas políticos y de la
producción intelectual nos muestra que, salvo raras
excepciones, el desfase entre teoría y praxis era evidente.
Ni la ofensiva neoliberal a escala planetaria, ni la búsqueda
de seguridad de los pueblos en su condición étnica y
regional, encontrarán respuestas creativas en las
organizaciones políticas o en sus líderes, arrinconados en
posiciones dogmáticas. Irónicamente, en el mismo período
en que las reivindicaciones étnicas y culturales
amenazaban con cambiar la agenda mundial, en el Perú la
mayoría de sus ideólogos seguían proclamando que, para
superar nuestro deficitario desarrollo, era imprescindible
anular la diversidad cultural y regional.
66 La simetría es el orden de los seres opuestos. Pero esta
visión del mundo, alentada por Pitágoras, no estaba a la
orden del día en el escenario peruano. Al interior de la
intelectualidad, sólo algunos de sus integrantes exigían que
lo esencial del debate pase por reconocer no sólo la crisis
económica y las limitaciones del modelo de acumulación
sino, fundamentalmente por encarar la crisis social y
definir sus alternativas, pero al nivel de las oposiciones en
la esfera de la sociedad civil. Efectivamente, no afrontar el
problema desde esta perspectiva significaba despojar al
movimiento social de estrategias reales y arrinconarlo a
soluciones de corto plazo.
67 En otras palabras, los desfases macroeconómicos son
elementos notorios que caracterizan la crisis; pero, ésta es
mucho más amplia y más profunda. La emergencia de
nuevos actores e inéditos roles en la sociedad peruana
pone al descubierto necesidades que van más allá de la
simple sobrevivencia o de la justicia económica. Destacan
entre las demás necesidades «radicales» la identidad social
y la de institucionalizar la diversidad. Necesidades que
reclaman respuestas estratégicas que no pueden venir sólo
de la economía ni de la política formal.
68 La crisis en el Perú estaba asociada entonces con la
necesidad de revaluar, con todas sus consecuencias
posibles, los contenidos y las formas de la construcción de
la nación. Y por qué no, de revaluar también la pertinencia
o no de su construcción.
69 Al margen de todas estas evidencias y depurando al
máximo el esencialismo economicista, el discurso
neoliberal de Vargas Llosa, explicitado durante la campaña
electoral de 1990, subraya que la crisis peruana sólo puede
ser resuelta si se acelera la desvinculación del sistema
económico respecto de los sistemas político y sociocultural.
Surgiría entonces en la sociedad civil un ámbito económico
emancipado de los lazos tradicionales, de tal modo que la
estabilidad y el desarrollo sociales se asienten básicamente
en la acción estratégico-utilitarista de los que participan en
el mercado.
70 Para él, la debacle del gobierno aprista significó la derrota
de una ideología nacionalista que no había querido
renunciar a los tambores de guerra de la revolución
mexicana. La única alternativa posible la veía en un estado
moderno que se insertara en la corriente mundial
neoliberal con todos los costos posibles que ello implica.
Más, consciente de la diversidad étnica que caracteriza a
los peruanos, y de su resistencia frente al carácter
excluyente de la cultura trasnacional, Vargas Llosa recurre
al apoyo de Popper. Se trata, para ambos, de combatir «el
espíritu de la tribu»: «aquella cultura rural, colectivista, de
religiosa identidad entre el hombre y el mundo natural,
para reemplazarlo por un mundo urbano, secularizado,
impersonal, de individuos aislados y gobernado no por los
dioses, ritos y creencias ancestrales sino por leyes
abstractas y mecanismos económicos».29
71 Una modernidad radical en la que ya no hay tiempo para
las grandes preguntas del nacionalismo político y de la
diversidad cultural. Una imagen apocalíptica del nuevo
Perú, en la que el progreso, como en la visión de la tierra
prometida, amenaza convertir en estatuas de sal a los que
vuelvan la mirada. Anular la injerencia estatal en la
economía y reducir el estado representan para Vargas
Llosa el ensanchamiento de la libertad individual y la
integración a la aldea global con todos los atributos que
puede otorgar una ciudadanía planetaria. «Sincerar» la
economía, en el juego de la oferta y la demanda
globalizadas, será en adelante su única fórmula para
restituir la legitimidad de los actos sociales. Era la
advertencia de una dinámica inicial de ajuste y
estabilización financiera extraordinariamente dura para las
masas populares.
72 En esa cruzada, no le fue difícil a Vargas Llosa contar con
la adhesión de «intelectuales» y de masas medias juveniles
anarquizantes. Paradójicamente, su problema era
convencer a los empresarios -beneficiarios de ese estado
corrupto y corporativo-, que el anti-estatismo es condición
previa del progreso. Vargas Llosa se encontraba en un
laberinto; la suya era una lucha que parecía absurda:
proponía un programa que reposaba sobre una burguesía
moderna, inexistente, y pedía, por lo tanto, a los viejos
burgueses, que se autodestruyeran. Hasta el último
momento, la tensión no desapareció. Sus socios del
Fredemo no avalaron el discurso ni firmaron el plan
económico que presentó Vargas Llosa ante el CADE′89 en
el cual sugería eliminar el proteccionismo, los reintegros
tributarios, las exoneraciones, el crédito subsidiado, el tipo
de cambio diferenciado, entre otras ventajas que el estado
otorgaba a los empresarios.
73 No obstante estas fisuras internas del Fredemo, la
candidatura de Vargas Llosa parecía invencible frente al
errático populismo aprista, y a la dispersión suicida de las
izquierdas. Su victoria estaba al alcance de la mano;
aunque, para alcanzarla era necesario algo que el escritor
comprendió de mala gana: la campaña electoral debía
transitar por caminos tortuosos: la subjetividad de las
gentes. Se le sugirió adular a las masas, halagar sus gustos,
visitar barriadas miserables, bajar el tono despectivo frente
a las tradiciones populares.
74 El hizo todo eso; pero insistió en dos condiciones, ambas
innegociables: la primera, su exigencia de un programa de
ajuste neoliberal y de integración compulsiva al mercado
mundial; la segunda, su propuesta de construir una nación
«moderna» en la que no cabía ninguna reivindicación
étnica ni cultural por cuanto éstas implicaban «congelar el
tiempo, detener la historia».
75 Si su primera exigencia encajaba más con la tendencia
mundial que con las formas de expansión del mercado
informal peruano, la segunda, desencajaba tanto local
como mundialmente. Eran los días en que «Los Chapis»,
creadores de la música «chicha», la cumbia andina,
vendían más discos que cualquier otro conjunto musical
criollo o extranjero. Días, asimismo, en que los alemanes
pasaban sobre los restos del muro de Berlín buscando
ansiosos su vieja unidad nacional.
76 Pero él era inflexible. Parafraseando a Bertoldt Brecht la
posición de Vargas Llosa sonaba fundamentalista: «¡Si
nuestro pueblo no nos deja llegar a la modernidad,
cambiemos de pueblo!».30
Notas
2. Bhagwati Jadish, 1973.
3. En El horror económico, Viviane Forrester (1997) puntualiza que
entre 1979-1994 en el G-7, los desocupados pasaron de 13 a 24
millones. Quienes ya dejaron de buscar empleo suman cuatro
millones. «Ya no sirven ni siquiera para ser explotados...».
4. Mumford, Lewis, 1945(tomo 11): 222.
5. Gorbachov, reelecto en 1990, en el xxviii Congreso del PCUS con un
programa de distensión mundial (había suscrito con Bush y otros 34
gobernantes La Carta de París que marca el fin de la Guerra Fría), no
puede evitar la influencia política de Yeltsin que, reclamando la
soberanía rusa, proyecta crear sus propias fuerzas de defensa y
anuncia que tratará con las 15 repúblicas que forman la URSS como un
«poder extranjero».
6. Debray, Regis. Entrevista. Diario La República. Lima, 2 de abril,
1995.
7. Nandy, Ashis, 1996.
8. Touraine, Alain, 1998: 215.
9. Tanto en su obra Éxodo como en diversas publicaciones, Teófilo
Altamirano advierte la importancia que está alcanzando la emigración
como un fenómeno social en el Perú. Estima que, hasta 1994, los
peruanos que han emigrado al exterior son más de 1 400 000. En las
últimas olas destacan la edad juvenil de los migrantes: principalmente
entre 18 y 25 años, así como el mayoritario porcentaje de mujeres
(54%) en relación con los hombres (46%). El volumen de dinero
estimado que envían a sus familiares que se han quedado en el país es
alrededor de mil millones de dólares anuales.
10. En relación al concepto de crisis social, Agnès Heller, en Para
cambiar la vida (1981), señala: «Habermas ofrece propuestas teóricas
significativas por que no escinde los elementos sociales de sus
elementos económicos, y aunque analiza estos últimos hasta el final,
atribuye al concepto de crisis social un peso teórico más importante.
Hay que señalar que su trabajo fue hecho en una fase en la que la crisis
económica no había llegado todavía a un nivel tan serio y, en
consecuencia, algunos aspectos quedaron sin definir, pero creo que
todos los que nos dedicábamos a la teoría en aquella etapa, llegamos a
considerar que el problema central era la crisis social más que la crisis
económica. A largo plazo se confirmará que esa concepción era
acertada. Tal vez la crisis económica actual vaya a ser algo más larga
que las anteriores, pero en todo caso es razonable pensar que tras ella
vendrá un período de gran crecimiento, mientras que por el contrario
no se estará en condiciones de dar ninguna respuesta a la crisis social.
Por ello, el trabajo de Habermas será en mi opinión aún más
importante a largo plazo».
11. Debemos a Habermas, la clasificación de las posibles tendencias de
la crisis social sustentadas en las interrelaciones que se establecen
entre los elementos de los diversos sistemas: económico, político y
sociocultural. Ver: Habermas, Jürgen, 1986.
12. Al recuperar el volumen del PBI de 1987, reducir el índice
inflacionario e incrementar las Reservas internacionales netas (RIN),
el gobierno de Fujimori alienta la inversión trasnacional, generando de
ese modo un entorno macro-económico menos vulnerable que el de
1990. En el sistema político, el triunfo electoral en 1995, los éxitos
militares sobre las organizaciones subversivas, así como la dispersión
de los partidos de la oposición permiten a Fujimori gozar de una
estabilidad política relativa.
13. En lo que consiste una revisión a sus tesis iniciales que anunciaban
el fin de la historia, Fukuyama destaca en La confianza (1996), la
innegable relación entre la economía de los países y sus respectivas
culturas.
14. Habermas, Jürgen, op. cit.
15. Alain Touraine desarrolla esta tesis en «Las clases sociales». Ver
Touraine, Alain, 1987: 26.
16. Enrique Urbano, en un análisis que no compartimos, señala:
«Seamos realistas. La sociedad incaica, pese a sus logros y laureles, o
lo que el desgraciado dios Con signifique no posee gran cosa que pueda
servir de modelo a la sociedad contemporánea». A su pregunta:
«¿Cuáles serían las circunstancias más favorables para propiciar el
advenimiento de lo arcaico andino en un discurso crítico (moderno)?»,
contesta que la posibilidad estaría en «la capacidad de asumir
símbolos impregnados de lógicas distintas a las andinas». Con ello,
interesadamente, Urbano reconoce que si por algo la razón andina
puede llegar a la modernidad será (paradójicamente), por su capacidad
de integrarse, de disolverse. Ver Urbano, 1991.
17. Enriqueciendo las posiciones de Peter Berger y Thomas Luckman
que señalan que las fuentes del enculturamiento no son sicológicas
sino sociológicas, Bourdieu señala que lo que en verdad se internaliza
es el «habitus», la identidad social. Este enfoque de «identidad social»
tiene la ventaja de liberar al actor de la determinación directa de la
gama total de sus actuaciones por su cultura»y al mismo tiempo
conservar la idea central del culturalismo de que las actuaciones
individuales expresan la identidad social de los actores. Bourdieu
acepta, asimismo, la tesis situacionalista de que el actor es capaz de
producir comportamientos sin antecedentes, en respuesta a las
circunstancias cambiantes en que se encuentre.
18. Gonzalo Portocarrero indica que lo que permitiría la sobrevivencia
de lo andino es una atmósfera de tolerancia y apertura que favorezca la
hibridación y el pluralismo cultural. Y añade: «Pero si el progreso
económico es más rápido que la democratización el resultado podría
ser una aculturación masiva, o sea una deculturación a gran escala. Del
choque con el occidente y la modernidad sólo quedarían cenizas de lo
andino». Portocarrero, 1993: 278.
19. Tello, María del Pilar, 1989: 234 y 241.
20. Durante su proceso judicial, por defraudación al listado,
enriquecimiento ilícito y otros cargos, Zanatti involucrará en la
corrupción al mismo ex presidente Alan García.
21. Alan García logra que el Congreso apruebe la ley de estatificación;
pero ésta además de ser totalmente modificada por la Cámara de
Senadores, de mayoría aprista, será boicoteada después por
funcionarios del mismo gobierno que bloquearán su implementación.
Al final, utilizando diversos recursos judiciales, los banqueros
continuarán en la propiedad de sus empresas financieras, lográndolo
además en el marco de una consolidación gremial burguesa (se
refuerza la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales
Privadas-CONFIEP), de una abierta ofensiva económica en contra del
gobierno, v de un amplio apoyo financiero a la oposición de carácter
político, que los partidos Acción Popular, Popular Cristiano y el
incipiente movimiento Libertad representaban como alternativa de
poder.
22. García Pérez, Alan, 1982.
23. En 1989 los cinco grupos empresariales más importantes del país
eran del Estado. En The Perú Report, Lima, 1989.
24. De Soto, Hernando, 1988.
25. Superando la dicotomía de De Soto, otros autores como Fernando
Viliarán, Sergio Alvarez y Carlos Mendoza muestran en Perspectivas
del Desarrollo de la Pequeña y Micro Industria en un contexto de
crisis económica (1988), que, dentro de la estructura industrial en el
Perú, el sector informal, enfocado desde la heterogeneidad tecnológica,
evidencia una baja productividad (por la escasa dotación de
maquinaria y equipo) que mantiene a los trabajadores en niveles
mínimos de subsistencia.
26. En el Diario La República (19 de octubre de 1997), Eduardo
Cáceres, ex secretario general del Partido Unificado Mariateguista
(PUM) y otros líderes de izquierda, reconocen que, en los años previos
a la victoria electoral de Fujimori, no prestaban atención adecuada a la
expansión del mercado ni a los comportamientos sociales inherentes a
ese proceso.
27. Rodrigo Montoya. «Los de abajo empiezan a encontrar el lugar que
nunca tuvieron». En Revista Sí. 401. Noviembre de 1994. Entrevista de
Víctor Carranza.
28. Tuesta Soldevilla, Fernando, 1994.
29. Vargas Llosa, Mario, 1997: 259.
30. Vargas Llosa ha recalcado en diversas entrevistas periodísticas que
su noción de identidad nacional cabe toda ella en la arenga del caudillo
Salaverry: «Que levanten las manos todos los que quieren ser
peruanos».
31. Cisneros Vizquerra, Luis. «¡Esta es un guerra ideológica!». En
Tello, María del Pilar, 1989: 148.
32. «Izquierda Unida» el frente político formado en 1983, sin
trotskistas (a los cuales se satanizó por el rompimiento de ARI en
1980), fue la segunda fuerza electoral nacional a lo largo de la década
del ‘80. Conquistó, además de la alcaldía de Lima en 1983, las
comunas de Arequipa, Cuzco y de cientos de pueblos del país. En 1985,
Barrantes, el candidato presidencial, pasó a la segunda vuelta
electoral, a la cual renunció, favoreciendo la asunción inmediata de
Alan García al gobierno. No obstante ello, la presencia parlamentaria
de IU era bastante representativa. En 1986 IU volvió a ocupar la
segunda colocación en las elecciones municipales a nivel nacional. Tras
el desastroso gobierno del Apra (1985-1990), la Izquierda Unida era el
único frente que podía competir auspiciosamente contra Vargas Llosa.