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de Roland Schimmelpfenning
Personajes
Hans Lomeier
Fatima Mansur
Franziska Dehke
Kalil
Peter Karpati
Lomeier- Escucho agua. No está pero la puedo escuchar. En pleno junio. Hace calor.
Entran llamadas del octavo, el noveno y décimo piso preguntando por el agua. Yo no lo s
Estuve en el sótano. La presión es normal. Pero desde el octavo para arriba las canillas
están secas. El octavo, el noveno y décimo piso están sin agua. Como si el agua se
extraviara en el séptimo. Quizás haya una pérdida. Poco probable. Y una pérdida de ese
tipo, un caño roto, no pasa desapercibido por tanto tiempo. Cuando es así, el agua corre por
las paredes, hacia el piso, a lo largo de los pasillos.
Pero yo escucho agua. La escucho detrás de las paredes. La escucho subiendo. Suena como
una canción. El rastro de una canción en los pasillos. La canción en las escaleras. Un rastro
hacia el séptimo piso. Subo al ascensor. Voy al séptimo para chequear. Siempre escucho
agua.
El sensor suena como si fuera a romperse otra vez. Séptimo piso. A la derecha quince
departamentos y el ascensor, y a la izquierda dieciséis departamentos. A ambos lados
siempre tres habitaciones, cocina, baño. Al final del pasillo, a la derecha del departamento
7-32 está parada la compañera árabe de la Dehke, señora Fatima Mansur. 7-32 significa
cocina-balcón y ventana al sudeste, baño al oeste. La compañera árabe intenta abrir la
puerta con tres bolsas bajo el brazo, pero ¿por qué se complica tanto? ¿Por qué no lo hace
más fácil y deja las cosas en el suelo?
Fatima- El ascensor sonó como si fuera a romperse otra vez. Con tres bolsas bajo el brazo
no es fácil abrir la puerta, no se puede.
Lomeier- Ella deja caer la llave... ante que las bolsas...
Fatima- Se me cae la llave. Pero con el codo llego hasta el timbre. Ojalá esté Franziska.
Claro que está. Ojalá escuche el timbre. Lomeier, el encargado. Lomeier viene por el
pasillo con su uniforme gris azulado. Hace calor.
Lomeier- Ella vuelve a tocar el timbre. Eso lo hace empujando su codo con todo el cuerpo
más las bolsas contra el timbre. ¿La puedo ayudar?
Fatima- Gracias. Está bien. Calor hoy, ¿no?
Lomeier- El día más caluroso del año hasta ahora, lo dijeron en el noticiero de las siete.
Fatima- ¿Y todavía sigue trabajando, señor Lomeier?
Lomeier- Qué sé yo. Hoy pasa algo con la presión del agua en octavo, el noveno y décimo
piso.
Fatima- Suerte que solo hay diez pisos.
Lomeier- Sí...
Fatima- No se ríe. Se lo ve ausente. Preocupado.
Lomeier- Y ustedes, ¿cómo están con el agua?
Fatima- Y... No sé... Recién llego a casa. Si pasa algo lo llamo más tarde.
Lomeier- Sí, por favor. Quizás haya una pérdida en algún lado.
Disculpe.
Fatima- Se inclina y me alcanza la llave. Primero intenta dármela, pero después nota que
tengo ambas manos cargadas de cosas, y se queda indeciso.
Lomeier- Ella tiene tantas llaves en su llavero.
Fatima- Yo sonrío. ¿Qué más puedo hacer? El mira mi llavero.
Lomeier- Tantas llaves...
Fatima- ¿Sería usted tan amable?
Le doy paso.
Esa con el camello.
Lomeier- El camello es un llavero. No de los más lindos, todo gastado, de plástico.
Fatima- Introduce la llave en la cerradura...
Lomeier- ¿A usted le molestaría si chequeo un minuto la presión de agua en su
departamento? Sólo para ver si anda bien.
Fatima- No, parta nada...
Lomeier- Justo cuando estoy por girar la llave de la cerradura, alguien abre la puerta desde
adentro.
Ante nosotros está transpirada y apenas vestida Franziska Dehke, la inquilina del 7-32.
¡Oh!
Franziska- ¡Uh! Con razón pensé que había oído algo. Hola.
Lomeier- Buenas, señora Dehke.
Franziska- Buenas.
Lomeier- Quizás es mejor si vuelvo a subir más tarde.
Fatima- Como quiera. ¿No me oíste? Ya es la tercera vez que toco timbre.
Lomeier- Se apoya con las bolsas en la puerta.
Franziska- No sé. Estaba en el sillón descansando.
Lomeier- Su llave todavía está en la cerradura.
Saco la llave de la cerradura y se la alcanzo a la Mansur.
Fatima- Me alcanza la llave, la sujeto con un dedo por entre las bolsas. Gracias, una vez
más, y vuelva usted cuando quiera por lo del agua desaparecida.
Lomeier- La puerta se cierra. Suena como si se le volvieran a caer las llaves.
Fatima- Las, las dejo en la cocina.
Lomeier- Se leer Franziska Dehke bajo el plástico amarillento al lado del timbre. Escrito a
mano. Nunca nadie se ocupó de cambiarlo. Y eso que lleva varios años viviendo aquí.
Fatima- ¿Por qué no abrís la puerta?
Franziska- Pero si lo hice.
Fatima- ¿Pero cuánto tiempo pasó?
Suena el timbre.
Lomeier- No entendiste nada, absolutamente nada... ¿Por qué se me ocurre esto ahora?
Karpati- La mujer que está durmiendo en el sofá parece ser nada complicada, optimista,
curiosa...
Fatima- Katja no contesta. Después pruebo con el timbre de los Hinrichs, en el quinto.
Pero el marido trabaja de noche y ella no abre la puerta cuando él no está.
Kalil- Me apoyo con la espalda al lado de los botones, contra una de las paredes laterales.
Intento forzar la puerta de seguridad con los pies.
Lomeier- Tercer piso.
Kalil- Resbalo...
Karpati- Como si las mañanas de domingo pudieran ser lindas con ella, al principio,
cuando exploremos cafés desconocidos en la ciudad...
Kalil- Otra vez...
Fatima- Marion Richner, del cuarto, suele pasar las noches de los viernes frente al
televisor, junto a su novio Andi. Hoy es viernes. Debería estar en casa.
Karpati- Y delante de nosotros están las tazas de café latte o latte machiato.
Kalil- La puerta cede.
Fatima- O cocinan algo y después se van juntos a la bañadera.
Kalil- Pero no mucho.
Fatima- Vamos... Le hablo al portero automático aunque no haya nadie que me responda.
¿Hola? ¿Hola?
Kalil- Otra vez.
Fatima- Otra vez tocar el timbre (...) Vamos, abrí.
Kalil- Intentar una vez más. (...) Abrite.
Lomeier- Cuarto piso.
Franziska- Mi madre en la cocina. Luz eléctrica. Fine de otoño. El color en las paredes de
la escalera. El departamento de mis padres cuando era niña.
Todo es especial.
Kalil- Pateo la puerta con todas mis fuerzas. Algo se rompe. Da igual. La puerta de
seguridad cede.
Fatima- Marion no abre la puerta. No está, y su novio tampoco. Quizás están en la
bañadera.
Karpati- Avanzada la mañana nos paseamos por las calles. Nos detenemos en medio de un
puentecito y juntos miramos el río. Qué verano...
Kalil- La puerta de seguridad está abierta. Pero para mi sorpresa no estoy parado frente a la
pared desnuda del pozo del ascensor. Estoy parado delante de la puerta de hierro del
ascensor en el quinto piso. A través de la pequeña ventana veo el pasillo. Pero la puerta no
se deja abrir. Algún mecanismo está bloqueando la cerradura.
Franziska- A la izquierda, una habitación para niños; a la derecha, la cocina, el baño,
siguiendo derecho se llega al living. Ahí atrás está el dormitorio de mis padres. Tengo
cuatro o cinco años.
Lomeier- Nada... como lo decía ella.
Fatima- En el portero, la placa del tercer piso está vacía, aunque seguro vive gente ahí.
Kalil- Por la ventana no puedo ver la escalera, pero suena como si alguien viniera subiendo
los escalones.
Lomeier- Quinto piso.
Fatima- Aun desde aquí puedo oír el timbre del tercer piso. Probablemente está abierta la
puerta del balcón. ¿Sí? Pregunta una voz por el portero automático, una mujer. Voces en el
fondo, música, tal vez una fiesta. Hola, buenas noches, disculpe la molestia, me quedé
afuera, y...
Kalil- ¿Hola?
Lomeier- Pero en verdad no lo creía.
Franziska- Si me paro en puntas de pie, llego a ver justo sobre la baranda del balcón d ela
cocina. Entre las casas hay autos andando, gente caminando.
Kalil- Nadie me escucha.
Fatima- La voz de mujer me habla en un idioma extranjero. ¿Hola? Yo... Crujidos. Volvió
a cortar el portero. Toco timbre otra vez.
Suena el timbre.
Esperar.
Suena el timbre.
“Bremer” está escrito en la placa, pero los Bremer no están. Tal vez se fueron al
cine. O a algún otro lado... Muchas opciones no hay.
Suena el timbre.
...
Estoy muerto.
Franziska- Nos besamos. Aunque cierro los ojos, puedo sentir la luz de la luna.
Karpati grita. Kalil grita. Una botella cae del cielo a escena y estalla.
Fin