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Homilía Sábado Santo

VIGILIA PASCUAL
Lecturas:
1. Gn 1,1-31;2,1-2. / Sal 103.
2. Gn 22,1-18. / Sal 15.
3. Ex 14,15 – 15,1. / Salmo responsorial: Ex 15,1-2.2-4.5-6.17-18.
4. Is 54,5-14. / Sal 29.
5. Is 55,1-11. / Salmo responsorial: Is 12,2-3.4bcd.5-6.
6. Bar 3,9-15.32-4,4. / Sal 18.
7. Ez 36,16-28. / Sal 41.
Epístola: Rm 6,3-11. / Sal 117.
Mt 28,1-10.

¡ALELUYA! Es hora de despertar

Queridos Hermanos. La Pascua es el paso de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad. En


esta noche santa recordamos como el Señor Jesús abre para nosotros las puertas del cielo, que por
nuestro pecado habían sido cerradas. Durante el día la Iglesia mantiene el clima de expectación,
aguardando al Esposo (Cristo) que ya viene, que descansa; aguarda a que cumpla su promesa, este
es el significado de la Vigilia nos lo indicará el Evangelio “en la madrugada del sábado, al alborear el
primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro”. El conjunto de
lecturas que presenta la liturgia de este día nos recuerda como Dios obra y no se ausenta en la hora
de las tinieblas. Observar el amor con el que ha creado todo, dándole al hombre dignidad es
maravilloso. El signo de la luz nos recuerda que las tinieblas pueden ser vencidas, que la muerte no
es el final, que hemos sido creados para la vida y la vida plena se fundamenta en el amor que Dios
nos manifiesta al acompañarnos. La alborada es el punto de encuentro entre la noche y el amanecer,
el momento de mayor oscuridad, la liturgia de hoy nos asegura que jamás hemos estado solos, que
hoy no lo estamos, la Iglesia que camina desalentada al sepulcro descubre un suceso maravilloso, el
amor es más fuerte que la muerte como dice el Cantar de los Cantares, el Señor que dormía se ha
levantado ¿Por qué es diferente esta noche a todas las demás? Porque el Señor resucitado nos
ilumina con su presencia, porque rompe las cadenas del egoísmo que arrastran al hombre a la
oscuridad, porque llena nuestro corazón de esperanza e inflama nuestro ardor para ser más fieles.
¡Oh feliz la culpa de Adán! cuyo remedio hoy nos restablece, Jesús el nuevo Adán nos hace nuevas
creaturas, es esta lo noche en que debemos compartir nuestra fe con aquellos que nos rodean,
hacer gran fiesta por el acontecimiento de la redención. Celebrar esta Pascua en cada hogar es la
oportunidad para darle a la familia un sentido realmente nuevo, es recordar que la historia de la
salvación en la que el hombre es creado, peca, es elegido para ser un pueblo, experimenta la
esclavitud y es liberado es nuestra propia historia, es la historia de cada familia. Es esta la Pascua
gloriosa en que recordamos como hemos sido transformados por el bautismo, como el Señor nos
adopta y como es tarea nuestra vivir desde la fe, compartiéndola empezando por casa. Muchos en
este momento han experimentado como María Magdalena y la otra María la incertidumbre de la
oscuridad, tantos en agonía, aislados, tantos exponiendo su vida para salvar la de otros, tantos
viviendo desde casa también esta incertidumbre ¡Familia no tengas miedo! Jesús ha resucitado de
entre los muertos y quiere hacernos partícipes de esta nueva vida, “Cristo fue despertado de entre
los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” dice san
Pablo a los Romanos, esta nueva vida que fue conferida a cada uno en el bautismo no se queda sólo
en el día en que lo recibimos, el bautismo es una condición, la condición de hijos que nos otorga
Jesús, aprovechemos la oportunidad para vivir como tales. Despertemos del sueño de esta cultura
de muerte, valoremos las cosas realmente importantes, hagamos que la oportunidad que nos ha sido
dada en Cristo no sea en vano. Es cierto que nos preocupa el desenlace de la situación actual,
pensamos en el regreso de la estabilidad, el reajuste de la economía, el retorno al trabajo a los
estudios a los templos a lo ordinario, les invito hoy a quedarse con Jesús en el sepulcro y ver junto a
Él como la roca se mueve desde dentro, como la luz invade aquél lugar de muerte. Nuestra tarea es
ser pacientes y no desfallecer, Cristo nuestra esperanza, nuestro amor ha dejado la tumba, está
vacía, es momento de alegrarnos. Que ésta muy particular Pascua nos permita afianzar una fe con
sólidas raíces en las que en nuestra familia brille la luz de Cristo en el quehacer cotidiano, en la que
se viva el bautismo en la entrega desinteresada, en la oración constante, en la vivencia de la
Santidad. Es hora de despertar del sueño, hora de ser sal y luz del mundo “¡Él vive y te quiere
vivo!”(Papa Francisco)
P. Raimundo

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