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Stonehenge, completado hace unos 4.600 años, podría haberse construido en parte con
elementos de monumentos megalíticos más antiguos erigidos a cientos de kilómetros.
Foto Kenneth Geiger.
No es difícil ver por qué Stonehenge es uno de los sitios arqueológicos más icónicos
del mundo. El círculo de piedra de 4.600 años, ubicado en Salisbury Plain, Inglaterra,
fue construido por personas que no dejaron pistas claras sobre su propósito ni pruebas
de su identidad. Estos misterios han fascinado durante años a arqueólogos, druidas
modernos, escritores de ciencia ficción y turistas.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Antiquity ofrece otro giro argumental
en la saga de Stonehenge: este lugar, Patrimonio de la Humanidad, podría no ser
una creación original. Un equipo de investigadores ha descubierto un posible
precursor de Stonehenge en los restos de un monumento más antiguo ubicado en
Gales.
Pearson, cuyo trabajo ha sido apoyado en parte por la National Geographic Society,
sospecha que el descubrimiento en Waun Mawn podría reforzar una hipótesis
especialmente evocadora: las «piedras azules» de Stonehenge (que se llaman así por
su color) eran las representaciones físicas de los antepasados de los migrantes o de
sus recuerdos ancestrales. Los britanos neolíticos estaban literalmente
transportando el peso de sus ancestros a lo largo del mundo.
Los arqueólogos señalan que el viaje de dichas piedras azules se refleja en una antigua
leyenda. En el tomo del siglo XII de la Historia de los reyes de Bretaña, Godofredo de
Monmouth narra la historia de cómo el mago Merlín destrozó la Danza de los
Gigantes, un antiguo círculo de piedra en Irlanda, y utilizó a 15.000 hombres para
reconstruirlo en Salisbury Plain. "Mi palabra, es tentador creerlo ... Es posible que
acabemos de encontrar lo que Geoffrey llamó la Danza de los Gigantes", dice
Pearson. El descubrimiento será explorado en un documental en BBC Two y será
presentado por la profesora Alice Roberts.
Aunque este curioso cuento sobre los caprichos de un hechicero tiene poco que ver con
la realidad, el hecho de que las piedras azules de Stonehenge procedieran de Gales, justo
al otro lado del mar desde Irlanda, ha hecho que algunos se pregunten si el mito podría
contener algo de verdad. ¿Existió el precursor de Stonehenge en un lugar al oeste del
monumento? Tentado por este reto, el equipo de Pearson —un grupo que incluía a
arqueólogos, geólogos, expertos en fotogrametría aérea y especialistas en datación por
carbono radioactivo y cristales— ha pasado gran parte de la última década intentando
hallar la respuesta.
Alice Roberts con Mike Parker Pearson en una de las piedras restantes de Waun
Mawn. Fotografía: Barney Rowe / BBC / PA.
La búsqueda de precursores
Waun Mawn, identificado como lugar de interés por su relación con Stonehenge en el
2010, no es gran cosa en la actualidad: solo consta de cuatro piedras azules
dispuestas en un posible arco. En el 2011, los arqueólogos emplearon tecnología de
teledetección para echar un vistazo bajo la superficie del yacimiento, pero no
encontraron nada de interés.
Sin embargo, una vez más, los reconocimientos geofísicos no revelaron más fosas
donde habría habido menhires. Las técnicas de teledetección han sido fundamentales
para ver bajo la superficie en Stonehenge. Que esos métodos fracasaran en Waun
Mawn, incluso después de hallar evidencias tan prometedoras en las trincheras
excavadas, resultó irónico y frustrante.
«No hay nada más difícil que intentar encontrar un círculo de piedra que ya no está
ahí», explica Parker Pearson.
Tras meses de excavación y exámenes del suelo en busca del más mínimo cambio
de textura, color y topografía, los arqueólogos descubrieron más fosas. Estos
«zócalos de piedra» componían un segmento que originalmente era un círculo de
110 metros de diámetro, el mismo que el de la zanja de Stonehenge. Si todas las
piedras de Waun Mawn todavía estuvieran sobre sus zócalos, el monumento se
alinearía con el amanecer del solsticio de verano, como Stonehenge.
A continuación, el equipo de investigación recurrió a la datación por carbono radiactivo
del carbón vegetal del yacimiento, así como a la luminiesciencia ópticamente
estimulada, que revela la última vez que los sedimentos abundantes en cuarzo de los
zócalos de piedra se habían expuesto a la luz solar. En conjunto, sugerían que Waun
Mawn se había construido hace 5.000 a 5.600 años, anterior a la construcción de
Stonehenge.
Pero ¿a dónde fueron las piedras de Waun Mawn? Una de las piedras azules de
Stonehenge proporcionó una pista: una sección transversal muy específica que
encaja en uno de los zócalos de piedra de Waun Mawn. Asimismo, las astillas de
roca en el fondo de uno de los zócalos de Waun Mawn coincidían geológicamente
con el tipo específico de piedras azules de Stonehenge, una roca que se denomina
dolerita manchada.
Los autores del estudio creen que esta es una teoría sólida, pero
provisional, y algunos expertos independientes están de acuerdo. Richard Madgwick
(izquierda), arqueólogo de la Universidad de Cardiff en Gales, dice que «la idea de que
Stonehenge tenga al menos un precursor galés es muy convincente».
Como solo una de las 44 piedras azules supervivientes de Stonehenge encaja (por ahora)
con certeza en Waun Mawn, el equipo de investigación sugiere que podrían haberse
obtenido en varios lugares de la región. De ser así, eso sugiere que Stonehenge era de
especial importancia para sus constructores migratorios, pero ¿por qué?
El círculo de Gales tiene un diámetro de 110 metros, el mismo que la zanja que rodea
Stonehenge. Ambos están alineados en el amanecer del solsticio de verano.
Varios estudios de ADN antiguo revelan que las personas enterradas en Salisbury Plain
hace 5.000 años tenían orígenes ancestrales diferentes. Algunos procedían del oeste de
Gales e Irlanda, donde se construían tumbas de piedra, mientras que otros llegaron del
este de Inglaterra, donde las tumbas se creaban en forma de túmulos alargados. «Estas
también eran zonas que tradicionalmente tenían estilos de vida y, por así decirlo,
estilos de muerte diferentes», afirma Paker Pearson.
Stonehenge se encuentra justo entre estas zonas y Pearson cree que el monumento
podría haber sido una especie de «terreno neutral» unificador donde diferentes
grupos neolíticos podían reconciliar sus diferencias culturales.
Una reciente investigación dirigida por Madgwick respalda esta idea. Su equipo
descubrió una gran cantidad de huesos de cerdo en Durrington Walls, un yacimiento
neolítico cerca de Stonehenge. Los análisis químicos de los restos porcinos revelaron
que procedían de toda Bretaña y que se consumieron en grandes festines. El yacimiento
podría haber sido el «Festival de Glastombury de la época», dice Madgwick, donde
personas de las islas británicas se congregaban para compartir sus identidades y
experiencias.
Este nuevo estudio respalda la idea de que aquellos que
participaron en Stonehenge no eran estáticos ni aislacionistas, señala Vincent Gaffney
(izquierda), arqueólogo de la Universidad de Bradford, en Inglaterra, que no participó
en la investigación. «Estos antiguos britanos, vivían en una sociedad que no era
monolítica, que no era estática, sino flexible, interactiva. Había movimiento de bienes
y parece que había movimiento de partes considerables de la cultura material»,
afirma.
No está tan claro, pues, por qué esas piedras azules específicas fueron transportadas
desde Gales hasta Salisbury Plain. Pero los monolitos de otro lugar del mundo podrían
revelar la respuesta.
En los años noventa, Parker Pearson estaba trabajando con un arqueólogo malgache que
estudiaba las obras megalíticas de Madagascar, que todavía se construyen en la
actualidad. Su colega le explicó que las piedras eran para los ancestros. La madera se
pudre, pero la piedra dura para siempre. Los megalitos representaban a los
difuntos y básicamente mantienen viva su memoria eternamente.
Se sugiere que las piedras azules podrían haber sido movidas cuando los antiguos
habitantes de la región de Preseli migraron, incluso llevándose sus piedras
monumentales con ellos, como un signo de su identidad ancestral, a Stonehenge, a unos
280 kilómetros de distancia.
Puede que cinco milenios nos separen de estas personas, pero es fácil empatizar con su
deseo de inmortalizar a sus predecesores. Estas piedras azules eran versiones de tres
toneladas de los pequeños recuerdos —fotografías, cartas, baratijas— que nos han
dejado nuestros seres queridos.
Y al igual que aquellos britanos, cuando nos mudamos nos llevamos esos símbolos tan
queridos.
«Te llevas aquello que representa quién eres, debido a quiénes son tus ancestros»,
afirma Parker Pearson.